Afortunadamente, encontraron un taxi casi
enseguida y legaron a casa en pocos minutos.
Por el camino, Bice le explicé a Camila lo suce-
dido, aunque apresuradamente y en voz muy
baja para que el taxista no la oyera.
Marta segufa inconsciente sobre la cama
de su hija, tal como Bice la habia dejado tras
adormecerla con el spray soporifero.
—jMama! —gimi6 Lucia al ver a su madre
desmadejada en su cama—. {Qué pas6?
Bice no tuvo més remedio que contarselo,
y Lucia empez6 a llorar desconsoladamente
Camila examins el cuello de Marta y le tomé
el pulso. Luego le abrié suavemente la boca.
—jTiene colmillos de lobo! —gimi6 Lucia.
—Son postizos, querida —dijo Camila. Aga-
16 uno de los colmillos con dos dedos y tiré de
él, El diente se desprendié sin dificultad, de-
jando al descubierto el verdadero colmillo de
Marta.
—i$on falsos! —exclamé6 Lucia con cierto
alivio.
—Pues claro —dijo Camila con una cansada
sonrisa—. A los vampiros no nos crecen los col-
millos como en las peliculas, aunque algunos se
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ponen postizos como estos antes de morder a
sus victimas. Quien atacé a Marta se los puso
luego a ella para asustarlos. Y la sugestioné
para que actuara como una vampira... Ademas
de infectarla deliberadamente, me temo.
— Por qué harfa Lucarda una cosa asi?
—pregunté Bice con un estremecimiento de
horror. Lucfa, incapaz de hablar, sollozaba
quedamente. f
—Me cuesta creer que haya sido Lucarda
—replicé Camila.
—Pero la chica que lo sorprendié... —em-
pez6 a decir Bice.
—Fue atacada en casa de Lucarda por un
hombre alto y moreno —la interrumpié Ca-
mila—, que presumiblemente es el mismo que
atacé a Marta. Lucarda es el principal sospe-
choso, pero no el tinico. Vlad también es alto
y moreno.
—iEs verdad! —exclamé6 Bice—. Y tal vez se
qued6 al acecho por aqui cerca y luego sigui6
a Lucia hasta el cementerio... Podemos llamar.
ala chica que lo sorprendié y pedirle que nos
dé.més detalles. Tenemos su teléfono.
Bice se sacé del bolsillo el papelito con el
niimero y lo marcé en su celular. La joven
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