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—{No es para tanto? —casi grité él—. ;Un maldito vampiro est4 a punto de chuparme hasta el tuétano y ti dices que no es para tanto! Al ofr la palabra vampiro, Bice se estreme- cid en su escondrijo y aguzé el ofdo para no perderse detalle de la conversaci6n. —Lucarda tuvo un trastorno momentaneo: —dijo la nifia—. Pero en cuanto le hableé, te solté sin hacerte el menor daiio. —jCasi me rompe la mufeca! —protesté el nifio—. ZY el daiio psicolégico, qué? {No po- dré volver a dormir solo mientras viva! jY ten- dremos que mudarnos de casa! —No exageres, Tomi, cdlmate. —Claro, yo siempre exagero. A todo el mundo le gusta tener un vecino vampiro, me- nos al exagerado de Tomi, que se asusta por cualquier tonteria, como que intenten chupar- Ie la sangre. —Te he dicho que Lucarda es vegetariano; solo toma sangre vegetal... En ese momento, Bice decidié que era me- jor abandonar su escondrijo y hablar directa- mente con aquellos nifios. 34 SS ee —Hola —dijo saliendo de entre los matorrales. —jAaaah! —grité el nifio. —Lo siento, no queria asustarte —se dis- culp6 Bice—. Me estaba siguiendo un tipo sospechoso, me escondi ahi y no pude evitar ofrlos. —jVémonos! —exclamé el nifio agarrando del brazo a su amiga y levantandola literal- mente del banco. —Tomi, tranquilo, que solo es una ni —difjo ella, pero fue indtil: su amigo la arrastr6 de la mano y se la Ilevé de alli casi corriendo. “Lucarda... Lucarda...”, repitié Bice mental- mente mientras miraba alejarse a los nifios. El nombre le sonaba familiar, pero no sabia por qué. Cerca del parque habia una oficina telefoni- ca. Decidi6 probar suerte con las guias y acer- t6: solo habfa un Lucarda, y no vivia muy lejos de alli. Apenas entré en la porteria le salié al encuentro una mujer grandota y sonriente, con el pelo rizado y tefiido de rubio. —Hola, preciosa —Ia salud6 cordialmen- te—. Buscas a alguien? 35

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