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—Bajo la ciudad hay varias lagunas conec- tadas entre sf; pero en esta parte no habia e: tado nunca —contest6 Bice. —jAdénde llevaré esa escalera? —Buena pregunta. Lo averiguamos? Subieron lentamente por la empinada es- calera de piedra, enfocando con la linterna cada escalén, y al llegar arriba descubrieron con alivio que la portezuela de madera estaba abierta Daba al interior de una pequefia capilla, vacia y de paredes desconchadas. Sobre el desnudo altar, varias velas ardfan en un viejo candelabro. —Parece una ermita abandonada —dijo Lucia. No entiendo qué hacen ahi esas ve- las... —comenté Bice. —Qué hacen ahi esas velas? —repitié una voz que ambas nifias conocian bien—. Crear un ambiente acogedor para daros la bienveni- da, evidentemente. Con una de sus siniestras carcajadas, Vlad salié de las sombras y se plant6 ante ellas. 128 —Cémo sabfas que ibamos a salir por aqui? —le pregunt6 Bice, mas perpleja que asustada. —Podria decirte que lo he visto en mi bola de cristal —contesté el vampiro—, pero una pequeiia escéptica como tti no me creeria... No lo sabia, querida. Sencillamente, esta es la ini- ca salida del Mundo Inferior que se conoce, y he pensado que a lo mejor decidias seguir la ruta tradicional. Ni siquiera sabia que irias acompanada —anadié mirando a Lucia, que se estremecié de pies a cabeza, y més al ver que Vlad avanzaba directamente hacia ella. No la toques! —grit6 Bice sacando ra- pidamente el pufal de oro y esgrimiéndolo amenazadora. —Qué desconfiada eres, Caperucita —rio el vampiro—. {No te dije que no iba a hacerle nada a tu amiga? ;Es que ya no confias en tio Vlad? Solo quiero esto —aftadié tomando la muifieca de manos de la aterrada Lucfa—. Ha sido una excelente idea Ievar la cantimplora de Leticia. Ante el asombro de las nifias, el vampiro retir6 el cabello de la mufieca, acer- 6 la boca a su cuello de porcelana y empez6 a chupar con fruicién. Pas6 un largo minuto. 129

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