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SOCIOLOGIA RURAL

SESIÓN # 15
Preguntas y respuestas sobre la sesión anterior.
VISION GLOBAL SOBRE PROBLEMÁTICA ALIMENTARIA Y
ARTICULACIONES PERSPECTIVAS AGRARIA, APORTE AL PPROCESO
ECUATORIANO. SOBERANIA ALIMENTARIA Y AGROECOLOGIA
En la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible se plantea una visión transformadora
que reconoce que nuestro mundo está cambiando, que lleva consigo nuevos desafíos que
deben superarse si hemos de vivir en un mundo sin hambre, inseguridad alimentaria ni
malnutrición en ninguna de sus formas.
AGENDA 2030

La Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, aprobada en septiembre del 2015 por la Asamblea
General de la Naciones Unidas, establece una visón transformadora hacia la sostenibilidad
económica, social y ambiental de los 193 Estado Miembros que la suscribieron y será la guía de
referencia para el trabajo de institución en pos de esta visión durante los próximos 15 años.
Esta nueva hoja de ruta presenta una oportunidad histórica para América Latina y el Caribe, ya
que incluye temas altamente prioritarios para la región, como la erradicación de la pobreza
extrema, la reducción de la desigualdad en todas sus dimensiones, un crecimiento económico
inclusivo con trabajo decentes para todos, ciudades sostenibles y cambio climático, entre otros.
El conocimiento de los objetivos del desarrollo sostenible (ODS) asociados a esta agenda ayuda
a evaluar el punto de partida de los países de la región y a analizar y formular los medios para
alcanzar esta nueva visión del desarrollo sostenible, que se expresó de, manera colectiva y
quedo plasmada en la Agenda 2030.
Los ODS también son una herramienta de planificación y seguimiento para los países, tanto a
nivel nacional como local. Gracias a esta visión a largo plazo, constituirán un apoyo para cada
país en su senda hacia un desarrollo, sostenido, inclusivo y en armonía con el medio ambiente.,
a través de políticas públicas e instrumentos de presupuesto, monitoreo y evaluación.
Por tanto, se invita a los representantes de los Gobiernos, la sociedad civil, el ámbito académico
y el sector privado a apropiarse de esta ambiciosa agenda, a debatirla y utilizarla como una
herramienta para la creación de sociedades inclusivas y justas, al servicio de las personas de
hoy y de futuras generaciones.

Agenda 2030 y los objetivos del desarrollo sostenible

Objetivo 2. Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y


promover la agricultura sostenible

La población mundial ha aumentado constantemente y Ecuador no está exento, en la


actualidad la mayoría vive en zonas urbanas. La tecnología ha evolucionado a un ritmo
vertiginoso, en tanto que la economía ha pasado a estar cada vez más interconectada y
globalizada. No obstante, muchos países no han experimentado un crecimiento
económico sostenido como parte de esta nueva economía. La economía mundial en su
conjunto no está creciendo tanto como se esperaba. Los conflictos y la inestabilidad han
crecido y se han hecho más inextricables, desencadenando un mayor desplazamiento de
población. El cambio climático y la creciente variabilidad del clima y sus fenómenos
extremos están afectando a la productividad agrícola, a la producción de alimentos y a los
recursos naturales, con repercusiones en los sistemas alimentarios y los medios de vida
rural, entre las que cabe citar una disminución del número de agricultores. Todo ello ha
conducido a cambios importantes en la forma de producir, distribuir y consumir los
alimentos en todo el mundo, y a nuevos desafíos para la seguridad alimentaria, la
nutrición y la salud.
Hoy en día, más de 820 millones de personas siguen padeciendo hambre en todo el
mundo, lo que destaca el inmenso reto que supone alcanzar el objetivo del hambre cero
para 2030. El hambre está aumentando en casi todas las subregiones de África y, en menor
medida, en América Latina y Asia occidental. Nos satisface el gran progreso registrado
en Asia meridional en los últimos cinco años, pero la prevalencia de la subalimentación
de esta subregión sigue siendo la más elevada de Asia.
Otro hecho alarmante es que cerca de 2 000 millones de personas padecen inseguridad
alimentaria moderada o grave en el mundo. La falta de acceso regular a alimentos
nutritivos y suficientes que estas personas padecen las pone en un mayor riesgo de
malnutrición y mala salud. Aunque se halle concentrada en países de ingresos bajos y
medianos, la inseguridad alimentaria moderada o grave también afecta al 8% de la
población en América septentrional y Europa. En cada uno de estos continentes, la tasa
de prevalencia es ligeramente mayor entre las mujeres que entre los hombres.
Por otro lado, vemos que las desaceleraciones y debilitamientos de la economía suponen
un desafío desproporcionado para la seguridad alimentaria y la nutrición allí donde las
desigualdades en la distribución de los ingresos y otros recursos son profundas. Debemos
reconocer la importancia que tiene proteger la seguridad alimentaria y la nutrición en
tiempos de dificultad económica. Debemos invertir sensatamente durante los períodos de
auge económico a fin de reducir la vulnerabilidad económica y crear capacidad para
resistir y recuperarnos rápidamente cuando surgen trastornos económicos. Debemos
impulsar una transformación estructural a favor de los pobres e inclusiva que se centre en
las personas y sitúe a las comunidades en el centro con el fin de reducir las
vulnerabilidades económicas y que nos sitúe en el camino para acabar con el hambre, la
inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición, al mismo tiempo que “no se
deja a nadie atrás”.
Para que nuestra visión transformadora sea favorable a los pobres e inclusiva, debemos
integrar las preocupaciones de seguridad alimentaria y nutrición en los esfuerzos de
reducción de la pobreza a fin de aprovechar al máximo las sinergias entre la erradicación
de la pobreza, el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición. También debemos
asegurarnos de que la reducción de las desigualdades de género y de la exclusión social
de grupos de la población sea el instrumento o el resultado de la mejora en la seguridad
alimentaria y la nutrición.
El hambre ha aumentado en muchos países donde la economía se ha ralentizado o
contraído, ( covid 19) sobre todo en países de ingresos medianos. Además, las
conmociones económicas están contribuyendo a prolongar y agravar las crisis
alimentarias ocasionadas ante todo por conflictos y perturbaciones climáticas.
EL RETRASO DEL CRECIMIENTO EN NIÑOS ESTÁ DISMINUYENDO CON DEMASIADA LENTITUD Y
PERSISTE LA ANEMIA EN LAS MUJERES; PERO EL SOBREPESO Y LA OBESIDAD ESTÁN AUMENTADO
HOY EN DÍA EN LA MAYORÍA DE LOS PAÍSES, SEÑALANDO EL HECHO DE QUE SE REQUIEREN
MAYORES ESFUERZOS PARA DETENER E INVERTIR ESTA CRECIENTE EPIDEMIA.
La prevalencia del sobrepeso está aumentando en todos los grupos de edad con aumentos
especialmente acusados entre los niños en edad escolar y los adultos. En todo el mundo,
la mayoría de los niños en edad escolar no comen suficientes frutas u hortalizas,
consumen regularmente alimentos de preparación rápida y refrescos gasificados y no
practican actividades físicas diariamente.
Este mundo tan diferente exige nuevas formas de pensar sobre el hambre y la inseguridad
alimentaria y sus consecuencias para la nutrición. Es imperativo que nadie padezca
hambre. Pero también hemos de reconocer que hay muchas personas que, si bien no están
“hambrientas”, en el sentido de que padezcan un malestar físico ocasionado por una
carencia grave de energía alimentaria, pueden, no obstante, encontrarse en situación de
inseguridad alimentaria. Tienen acceso a los alimentos que satisfacen sus necesidades
energéticas, pero no la seguridad de que el acceso sea duradero, y pueden verse obligados
a reducir la calidad o la cantidad de los alimentos que consumen para sobrevivir. Este
nivel moderado en la gravedad de la inseguridad alimentaria puede contribuir a diversas
formas de malnutrición y tiene consecuencias graves para la salud y el bienestar.
Las personas que experimentan una inseguridad alimentaria moderada afrontan
incertidumbres sobre su capacidad para obtener alimentos y se han visto obligadas a
reducir, en ocasiones durante el año, la calidad o la cantidad de alimentos que consumen
debido a la falta de dinero u otros recursos. Esta hace referencia, por tanto, a una falta de
acceso continuado a los alimentos, lo cual disminuye la calidad de la dieta, altera los
hábitos alimentarios normales y puede tener consecuencias negativas para la nutrición, la
salud y el bienestar. En cambio, en el caso de las personas que afrontan una inseguridad
alimentaria grave es probable que se hayan quedado sin alimentos, hayan experimentado
hambre y, en las situaciones más extremas, hayan pasado varios días sin comer, lo cual
pone su salud y bienestar en grave riesgo.

SOBERANÍA ALIMENTARIA

Producción agropecuaria y régimen de desarrollo del buen vivir

Art. 281.- La soberanía alimentaria constituye un objetivo estratégico y una obligación


del Estado para garantizar que las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades
alcancen la autosuficiencia de alimentos sanos y culturalmente apropiado de forma
permanente.

Para ello, será responsabilidad del Estado:

1. Impulsar la producción, transformación agroalimentaria y pesquera de las pequeñas y


medianas unidades de producción, comunitarias y de la economía social y solidaria.

2. Adoptar políticas fiscales, tributarias y arancelarias que protejan al sector


agroalimentario y pesquero nacional, para evitar la dependencia de importaciones de
alimentos.
3. Fortalecer la diversificación y la introducción de tecnologías ecológicas y orgánicas
en la producción agropecuaria.

4. Promover políticas redistributivas que permitan el acceso del campesinado a la tierra,


al agua y otros recursos productivos.

5. Establecer mecanismos preferenciales de financiamiento para los pequeños y


medianos productores y productoras, facilitándoles la adquisición de medios de
producción.

6. Promover la preservación y recuperación de la agrobiodiversidad y de los saberes


ancestrales vinculados a ella; así como el uso, la conservación e intercambio libre de
semillas.

7. Precautelar que los animales destinados a la alimentación humana estén sanos y sean
criados en un entorno saludable.

8. Asegurar el desarrollo de la investigación científica y de la innovación tecnológica


apropiada para garantizar la soberanía alimentaria.

9. Regular bajo normas de bioseguridad el uso y desarrollo de biotecnología, así como


su experimentación, uso y comercialización.

10. Fortalecer el desarrollo de organizaciones y redes de productores y de consumidores,


así como la de comercialización y distribución de alimentos que promueva la equidad
entre espacios rurales y urbanos.

11. Generar sistemas justos y solidarios de distribución y comercialización de alimentos.


Impedir prácticas monopólicas y cualquier tipo de especulación con productos
alimenticios.

12. Dotar de alimentos a las poblaciones víctimas de desastres naturales o antrópicos que
pongan en riesgo el acceso a la alimentación. Los alimentos recibidos de ayuda
internacional no deberán afectar la salud ni el futuro de la producción de alimentos
producidos localmente.

13. Prevenir y proteger a la población del consumo de alimentos contaminados o que


pongan en riesgo su salud o que la ciencia tenga incertidumbre sobre sus efectos.

14. Adquirir alimentos y materias primas para programas sociales y alimenticios,


prioritariamente a redes asociativas de pequeños productores y productoras.
Art. 282.- El Estado normará el uso y acceso a la tierra que deberá cumplir la función
social y ambiental. Un fondo nacional de tierra, establecido por ley, regulará el acceso
equitativo de campesinos y campesinas a la tierra.

Se prohíbe el latifundio y la concentración de la tierra, así como o privatización del agua


y sus fuentes. el acaparamiento

El Estado regulará el uso y manejo del agua de riego para la producción de alimentos,
bajo los principios de equidad, eficiencia y sostenibilidad ambiental.

Agroecología

El concepto de soberanía alimentaria tomó mayor relevancia a partir de la Cumbre


Mundial de la Alimentación en 1996, tras una demanda de la sociedad civil, en especial
de la Via Campesina. Más allá de la noción de seguridad alimentaria que ya venía
impulsada por la FAO, la idea de soberanía suponía, no solamente la responsabilidad de
los estados nacionales en cuanto a la producción de alimentos, sino también, el acceso a
los alimentos, la protección de los mercados locales y todos los temas relacionados, como
pueden ser la reforma agraria y acceso a la tierra, la defensa de los modos de producción
y la énfasis en la agricultura campesina (familiar, indígena), la sostenibilidad
socioambiental de los modelos agrícolas, etc. En el 2002, el Foro por la Soberanía
Alimentaria, realizado en Roma sacó un concepto básico que dice: “La soberanía
alimentaria es el derecho de los pueblos, comunidades y países a definir sus propias
políticas agrícolas, pesqueras, alimentarias y de tierra que sean ecológica, social, al
concepto de seguridad alimentaria de la FAO, que dice que es necesario garantizar el
acceso a los alimentos, para todos y a todo el momento, en cantidad y con cualidad, para
las necesidades de una vida saludable y activa. Ambos conceptos presentan un conjunto
de presupuestos que llevan a creer que es imposible alcanzar los objetivos planteados en
el marco de los modelos convencionales agroquímicos de agricultura que tienen, además,
el foco en la producción de commodities para la exportación, como ocurre en nuestros
países. Desde los conceptos arriba, nace la convicción de que los sistemas menos
dependentes de insumos externos, más biodiversos, más acordes con las realidades
locales, con las condiciones ecológicas específicas de cada ecosistema y sistemas
culturales de la gente que los manejan, y que atiendan a otras dimensiones de la
sostenibilidad, solo pueden ser construidos a partir de otro enfoque paradigmático, capaz
de dar cabida a una propuesta innovadora de desarrollo rural y agricultura que sea capaz
de atender a los presupuetos de la soberanía y seguridad alimentaria. En esta perspectiva
la actividad agrícola necesita proteger y conservar los recursos naturales, así como
producir alimentos sanos, libres de contaminantes químicos y accesibles a toda la
económica y culturalmente apropiadas a sus circunstancias únicas. Esto incluye el
verdadero derecho a la alimentación y a producir los alimentos, lo que significa que todos
los pueblos tienen el derecho a una alimentación sana, nutritiva y culturalmente
apropiada, y a la capacidad para mantenerse a sí mismos y a sus sociedades.” Asociado
población. Además, la agricultura para ser sustentable y acorde a los conceptos de
seguridad y soberanía alimentaria no puede ser causante del éxodo rural, y no puede ser
responsable por la contaminación del aire, del suelo y del agua. Tampoco puede ser
generadora de externalidades que afecten negativamente a la salud. Por lo tanto, caminar
en el sentido de la construcción de estilos de agricultura de base ecológica es parte del
imperativo socioambiental de nuestra época. La Agroecología, es una de las orientaciones
que participan en la construcción de un desarrollo rural sostenible, desde el pensamiento
alternativo, y se genera como una respuesta al reto de buscar un desarrollo sustentable.

Análisis de evoluciones de la agricultura en Economías y sociedades modernas y


globalizadas, reflexión sobre caso Ecuador.

El fenómeno de la globalización impregna todos los aspectos de la vida diaria, en los


ámbitos político, económico, comercial y en nuestra vida como seres sociales. Y aunque
simboliza la idea de esperanza de progreso en un mundo mejor y más unido, también
encierra diversas amenazas en los planos económico, técnico, político, estructural,
ideológico y cultural, por lo que hay quienes discrepan sobre los beneficios que cabe
esperar de este proceso, por otra parte ya irreversible, y opinan que la globalización
profundizará las diferencias hoy existentes y llevará al mundo a un caos total.

Tras realizar un breve análisis de los orígenes históricos de las tendencias


globalizadoras, se pasa revista a los beneficios que, en los tiempos actuales, cabe esperar
del mismo, y también a los perjuicios que puede causar tanto a los países ricos como a los
que están aún en desarrollo cmo Ecuador, como estamos viendo ya, por ejemplo, en los
movimientos migratorios incontrolados y en la progresiva pérdida de peso de los “estados
nacionales”, que produce, en contrapartida, reacciones nacionalistas, racistas y xenófobas
de diversa índole, pero siempre peligrosas para la seguridad común.

El fenómeno de la globalización afecta de manera muy importante a la agricultura,


dada la enorme importancia del comercio de sus productos a escala mundial. La creación,
en 1995, de la Organización Mundial del Comercio, que marcó el fin de los ocho años de
negociaciones de la llamada “Ronda Uruguay” del GATT, ha beneficiado a la agricultura,
implantando normas que garantizan a los países en desarrollo un mejor acceso a los
mercados mundiales y tratan de reducir o eliminar prácticas anteriores, demasiado
proteccionistas. Todo ello ha motivado un espectacular aumento de las exportaciones
agrícolas, forestales y pesqueras, cuyo valor se ha multiplicado por veinte desde 1970
hasta 2016.

Sin embargo, esa evolución no beneficia a todos por igual. Los países menos avanzados
siguen encontrando dificultades para sacar sus productos al mercado mundial en
condiciones de competitividad y, por tanto, van quedando cada vez más marginados. Para
invertir esta tendencia, se necesitan muchos más recursos financieros y técnicos con el fin
de ayudar a estos países a estabilizar sus macroestructuras económicas, planificar mejor
sus políticas hacia el sector agrario, reforzar sus capacidades institucionales, mejorar sus
técnicas productivas aumentando su productividad y competitividad y conocer sus
oportunidades de exportación.
No podemos olvidar tampoco el factor humano, su bajo nivel técnico y escasa o nula
cobertura de servicios sociales, que impiden un desarrollo humano sostenible, sin el cual
no podrá insertarse en un mundo cada vez más globalizado.

Solo ayudando a esos países a vencer los problemas mencionados se podrá romper el
círculo vicioso en que se mueven los más de 80 países de bajos ingresos y déficit
alimentario. Esperamos que las reuniones de la OMC y de la UNCTAD establezcan
compromisos firmes en ese sentido, que lleven a materializar la idea de un mundo global,
más justo y humano, iniciando el camino de la erradicación de la pobreza y sus secuelas
de subdesarrollo y hambre.

El concepto de globalización es hoy día común en el ámbito de la cooperación para


el desarrollo. Pero a la hora de interpretar dicho concepto, hay toda una variedad de
criterios. Para unos, representa la vía hacía un mundo mejor y más solidario, es decir, una
forma de acabar con las enormes desigualdades que existen en el mundo. Para otros, en
cambio, es un concepto utópico, cuya puesta en práctica llevará al mundo al caos.
Para hablar de globalización, nos tenemos que situar en un plano más bien teórico.
¿Qué significa la globalización en la conciencia de nuestra vida cotidiana? De hecho, ya
tenemos “globalizados” en muchos aspectos de la vida corriente, que compartimos con la
mayoría de los países del mundo: Internet y el correo electrónico, la TV vía satélite, los
efectos del “agujero” de la capa de ozono, el fenómeno de El Niño, la crisis económica,
etc. No existe ningún proceso físico, económico o social en cualquier parte del mundo
que no nos afecte a todos en mayor o menor grado. Aunque todavía parezca utópico, ya
se empiezan a manejar conceptos tales como “la aldea global”, “la sociedad mundial” o
“la comunidad de los pueblos” que transcriben con otras palabras, la idea de globalización
y tenemos la sensación de que la globalización es un fenómeno irreversible que ya nadie
podrá parar.
Por otra parte, los crecientes esfuerzos de asociación de países, tales como la Unión
Europea, MERCOSUR, NAFTA, o los anunciados Unión Europea-América Latina,
Unión Europea-USA, son intentos de globalizar, a nivel regional o subregional, todos los
aspectos de nuestra vida diaria.

Sin duda es atractiva la idea de un mundo unido e interconectado, más seguro y


solidario, en el que cada país aporte lo que tenga y reciba lo que necesita y en el que hayan
desaparecido la pobreza y las enormes diferencias que hoy separan a unos pueblos de
otros. Pero el camino hacia esa globalización es difícil y, aunque avanza poco a poco, no
está exento de altibajos. La construcción de esa sociedad mundial choca con los
acontecimientos que se suceden día a día: conflictos bélicos, guerras civiles,
desplazamiento de poblaciones por motivos étnicos o religiosos, exacerbamiento de los
nacionalismos, etc. Observamos cómo se ahondan las divisiones sociales, cómo aflora el
racismo y la xenofobia, el fundamentalismo religioso, y como se producen movimientos
migratorios masivos que frecuentemente chocan con fronteras herméticamente cerradas
o con barreras muy difíciles de saltar.

En realidad, el concepto globalización encierra un doble significado. Por una parte,


simboliza la idea de esperanza de progreso, de paz y la posibilidad de un mundo unido y
mejor; pero, por otra, representa una mayor dependencia y falta de autonomía, y encierra
amenazas diversas. Esta disyuntiva trae consecuencias a veces nefastas, como los
nacionalismos agresivos o los brotes de racismo que ya hemos mencionado. Por ello
debemos reflexionar seriamente sobre el proceso de la globalización, considerándolo
sobre todo como un fenómeno sociopolítico, analizando sus causas y previendo con
lucidez sus consecuencias a largo plazo. La tarea no es fácil, pues involucra aspectos
técnicos, económicos, políticos, culturales e ideológicos.

En el terreno económico, la globalización trae consigo la liberalización del tráfico de


mercancías, capitales y servicios, la internacionalización de la producción y el
predominio, cada vez más notorio, de las grandes empresas multinacionales. Sin embargo,
el capital se ha “globalizado” mucho más fácilmente que la fuerza de trabajo, que sigue
vinculada a sus países de origen y, si decide emigrar, lo hace muchas veces en condiciones
de alto riesgo para sus vidas, como bien sabemos aquí en España.

En el plano técnico, la globalización significa la propagación de nuevas tecnologías,


especialmente las relacionadas con la transferencia electrónica de información que nos
permiten unir en tiempo real, regiones y países muy distantes del mundo. Por otra parte,
el estímulo a actividades que requieren una mano más cualificada da impulso a la mejora
de la educación superior y la reforma de las políticas sociales. Las mayores inversiones
en capital humano y el rápido proceso tecnológico nos permiten vislumbrar una mayor
prosperidad, pero para materializar este progreso, los gobiernos deberán apoyar las
tendencias creadas por los mercados y facilitar la adaptación a los cambios que aquellas
traen consigo.

Ya son muchos los países que integrados en varios esquemas regionales, se han
comprometido a alcanzar el objetivo del libre cambio de un horizonte bien definido,
generalmente el año 2020 y tienen conciencia de que, para lograr eso, es preciso sanear
sus economías, lograr la estabilidad macroeconómica y alcanzar la máxima eficacia en la
gestión de su riqueza y de su capital social, humano y material.

En el plano político, se comenzó a hablar de globalización, sobre todo, al término de


la “Guerra Fría” que dividía el mundo en dos bloques antagonistas, y que representó el
triunfo del mundo desarrollado democrático y liberal sobre el de la economía planificada
y centralizada en el Estado. Por otra parte, el hondo y absolutamente necesario proceso
de transformación que han iniciado las Naciones Unidas permite abrigar la esperanza de
que algún día, sea esta organización mundial la que desempeñe la función de “Gobierno
Mundial”.
En lo ideológico y cultural, la globalización puede entenderse como la
universalización de determinados valores: por ejemplo, el reconocimiento general de los
principios democráticos y de los derechos humanos fundamentales. Sin embargo, también
puede verse como la implantación generalizada de un modelo de sociedad de consumo de
estilo capitalista, en el que imperan las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, lo
que trae consigo, indefectiblemente, la concentración de empresas en “holdings” cada vez
más grandes y poderosos, como vemos a diario con la fusión de bancos, empresas de
comunicación de masas y otras grandes empresas multinacionales.
LA GLOBALIZACIÓN Y LA AGRICULTURA

El proceso de globalización se viene desarrollando, desde hace varias décadas, teniendo


como telón de fondo un crecimiento sostenido de la economía mundial en su conjunto y
en particular de la producción agraria, y las exportaciones de sus productos. Además, en
un mundo donde las barreras comerciales se suavizan, o tienden a eliminarse
completamente, donde se reducen los controles al movimiento de capitales y donde las
inversiones, los conocimientos técnicos y de gestión pueden trasladarse rápidamente de
un país a otro, se dan las condiciones favorables para que los países en desarrollo más
competitivos puedan participar en este proceso.

Los ocho años de negociaciones de la llamada “Ronda Uruguay” del GATT, (de 1985
a 1994), que dieron origen a la creación, el 1º de enero de 1995, de la Organización
Mundial del Comercio (OMC), representan un hito en la globalización del comercio y un
cambio de rumbo en la evolución de la política agrícola mundial. Por primera vez en la
historia, se incorporaron a la agricultura normas que garantizan a los países en desarrollo
un mejor acceso a los mercados mundiales, al reducir las prácticas proteccionistas
anteriores que distorsionaban la producción y el comercio, facilitando éste y haciéndolo
más competitivo. Todo ello se plasmó en una serie de decisiones que figuran como anexos
al Acuerdo de Marrakech de creación de la OMC y que se refieren, entre otras cosas, a la
agricultura, a las medidas fitosanitarias, al comercio agrícola, etc., también se ha facilitado
el acceso a la ayuda internacional y a las subvenciones a las explotaciones.

De todos estos acuerdos, el que más nos interesa para el tema que nos ocupa es el
Acuerdo sobre la agricultura, que integra en este sector las normas del comercio
internacional. Las tres disposiciones principales del acuerdo tienen como finalidad:

Mejorar el acceso a los mercados.


Reducir las ayudas internas.
Reducir las subvenciones a la explotación.

Es decir, eliminar las prácticas anteriores que distorsionaban la producción y el


comercio, facilitando un sistema comercial agrícola equitativo y orientado al mercado.
Como excepción. Algunos productos agrícolas quedaron excluidos, como el caucho, los
productos pesqueros y forestales, los cuales, actualmente, se han incluido.

Por lo que respecta a los aspectos comerciales, se trata de asegurar que las normas
técnicas de envasado y embalaje, marcado y etiquetado, no creen obstáculos innecesarios
al comercio internacional. Sin embargo, el Acuerdo reconoce que cada país tiene derecho
a tomar las medidas necesarias, en el grado que considere oportuno, para asegurar la
calidad de sus exportaciones, proteger la salud de las personas y animales t preservar el
medio ambiente, pero siempre que dichas medidas no creen obstáculos al comercio
internacional.

La adopción de estas medidas ha ocasionado un espectacular aumento de las


exportaciones (agrícolas, forestales y pesqueras) a nivel mundial en los últimos años, de
lo que se han beneficiado todos los países (desarrollados y en desarrollo), como se deduce
de las cifras siguientes:
Años. Cifras en miles de millones de
dólares.
1980 1990 2000 2010 2015
Exportaciones mundiales 306,4 462,4 627 789,5 897,6
Exportaciones de los 88,9 119,7 174 228,3 296,3
PVDs

Aunque, sin duda, la globalización del comercio crea oportunidades cada vez
mayores de expansión comercial para los países en desarrollo y, en consecuencia,
ayuda a su crecimiento económico, también es cierto que durante el proceso de
reformas conducente a la plena liberalización del comercio agrícola, los países menos
adelantados y los países en desarrollo, netos importadores de alimentos, pueden
sufrir efectos negativos en cuanto disponibilidad de suministros suficientes de
productos alimenticios básicos, procedentes de proveedores externos, en condiciones
y a precios razonables.

Por ellos se siguen manteniendo los flujos de ayuda alimentaria, en forma de donación,
a niveles suficientes para cubrir las necesidades de esos países, así como los recursos de
asistencia técnica y financiera a los mismos, con el fin de que puedan mejorar sus
productividades y modernizar las infraestructuras de sus sectores agrícolas.

La asistencia técnica se orienta, sobre todo, a ayudar a los países menos avanzados y
los importadores netos de alimentos, a enfrentar las consecuencias del Acuerdo Agrícola
sobre los precios, la producción, el consumo y el comercio mundiales de los productos
alimenticios básicos más necesarios, así como los efectos de las variaciones de los precios
mundiales a determinar y conocer las oportunidades de exportación para sus productos,
como resultado de las modificaciones en las estructuras arancelarias de los países
desarrollados y las posibilidades de diversificar sus exportaciones agrícolas.

Sin embargo, para sacar el máximo provecho de esta nueva situación, es esencial que
los países en desarrollo, y especialmente los menos avanzados, desarrollen sus propias
capacidades nacionales en el contexto de los nuevos acuerdos en vigor. Pero aunque la
adaptación a la nueva situación y el cumplimiento de los compromisos contraídos no
sucede al mismo ritmo en todos los países, quedando muchos de ellos marginados, sin
embargo, estos países disponen de opciones para impulsar la producción agrícola y
alimentaria interna de forma compatible con los compromisos contraídos en el Acuerdo
Agrícola, aunque todas ellas requieren modificaciones sustanciales de sus políticas de
producción, consumo y estabilización macroeconómica.

Las causas de esta situación son bien conocidas: baja productividad de la agricultura,
restricciones de tipo político, institucional y tecnológico, elevada variabilidad estacional
y anual, escasez de agua y frecuentes sequias, falta de oportunidades de empleo fuera del
ámbito agrícola, insuficiencia y variabilidad de los ingresos tanto en zonas rurales como
urbanas. Como vemos, todos ellos son factores determinantes de la pobreza.
Sabemos que una baja productividad agrícola quiere decir que los recursos humanos,
naturales y de capital no se están aprovechando plenamente, con graves consecuencias
para la economía del país. Y aunque la productividad aumente lentamente, los excedentes
de la producción nacional son siempre insuficientes para satisfacer, a precios asequibles,
las necesidades de una población que crece a mayor ritmo. Por lo tanto, la inseguridad
alimentaria se vuelve crónica y los recursos naturales tienden a utilizarse de una manera
no sostenible.

Se calcula que la población mundial para el año 2025 habrá alcanzado a 8300 millones.
Además, y para empeorar aún más las cosas, en los próximos 30 años, el porcentaje de
población urbana, con respecto a la total, pasará del 30% actual hasta casi el 60% de dicho
total. En este estado de cosas, los mercados y el comercio interno serán mucho más
importantes que en el pasado, ya que el número de personas que antes producían sus
propios alimentos será mucho menor. En muchas regiones donde se sitúan los países
PIBDA, la insuficiencia alimentaria puede llegar a alcanzar cotas pavorosas. Quizá el caso
más grave se presente en el África Subsahariana (la región más pobre del mundo en su
conjunto), donde el sector agrícola será incapaz de alimentar a la población de dicha
región, que pasará de los 550 millones en el año 1999 a 1200 millones en el año 2025,
estando ya hoy subnutrida en un 37%.

¿Qué se puede hacer ante esta situación, desde el punto de vista de la creciente
globalización mundial?

Intentar cubrir ese creciente déficit a base de ayuda alimentaria permanente y a fondo
perdido no es una solución viable ni sostenible. En realidad, los recursos que se destinan
a ayuda alimentaria vienen disminuyendo paulatinamente en los últimos años. Pero
tampoco lo es el recurrir a importaciones comerciales de alimentos, dadas las escasas
perspectivas que tienen esos países pobres de aumentar sus ingresos en divisas y la pesada
carga exterior que tienen que soportar.

Para esos países, la opción más adecuada consiste en acelerar el crecimiento de la


producción y la productividad agrícolas en el marco de sus posibilidades de uso pleno de
sus recursos humanos y el uso sostenible de sus recursos naturales, sin llegar a agotarlos,
pues cada día que pasa, cada hectárea de tierra agrícola deberá producir más alimentos
para alimentar a más personas.

En la denominada “Agenda 21” de la Cumbre de la Tierra sobre medio Ambiente y


Desarrollo, ya se mencionaba que:

“la agricultura tendrá que hacer frente a este reto, sobre todo mediante el aumento
de la producción en las tierras que ya se están utilizando, evitando el
aprovechamiento aún más intenso de tierras que solo son marginalmente aptas
para el cultivo” (Capítulo 14.1 del “Programa 21”) y “es preciso dar prioridad al
mantenimiento y mejoramiento de la capacidad de las tierras agrícolas con
mayores posibilidades para responder a la expansión demográfica” (Capítulo 14.3
del “Programa 21”).
Esta última cita se refiere, claro está, a las tierras naturalmente fértiles. A las que tienen
capacidad de responder a las técnicas de mejoramiento de los suelos, las situadas en
condiciones climáticas favorables, las que ofrecen posibilidades para la aplicación de
nuevas tecnologías, mejores métodos de regulación del agua y sistemas agrícolas de
probada eficacia y adaptados a su propio medio.

Es obvio que en éstas, los costos de producción serán menores y mayores los
rendimientos de las inversiones que se realicen. Pero no basta eso. Hay otros factores,
como la distancia a los mercados, la mala infraestructura de vías de comunicación, el
deficiente marco institucional, el apego a las prácticas agrícolas tradicionales,
determinadas actitudes culturales reacias a todo cambio y, en general, el entorno
normativo, que influyen en la relación costo/beneficio de una posible inversión y por tanto
en el potencial de una zona determinada para producir alimentos.

Para ayudar a estos países, en un contexto mundial globalizado, todas las soluciones
pasan por adoptar una serie de acciones que deben incluir lo siguiente:

Refuerzo institucional.
Mejoramiento tecnológico de la producción.
Eliminación de barreras comerciales a sus productos.
Supresión o alivio de la carga de la deuda.

Todas las oportunidades de progreso que ofrece la globalización tienen relación con el
crecimiento global de la economía mundial, la diversificación de socios externos, la
apertura de nuevos mercados, la posibilidad de localizar la producción allí donde ofrezcan
mayores ventajas competitivas, el acceso a los recursos de las Instituciones Financieras
Internacionales, es decir todo aquello que permita aumentar la oferta productiva en
condiciones de competitividad. Como he comentado anteriormente, hasta ahora, esas
oportunidades de progreso solo han beneficiado a unos pocos países en desarrollo y han
acarreado nuevos riesgos que, a veces, afectan negativamente o incluso paralizan el
desarrollo sostenible de otros, que quedan fuera del comercio mundial, de los flujos
financieros y de la transferencia de tecnología.

En una hipótesis optimista de fuerte crecimiento, se prevé que, en los próximos 20 años
la producción agrícola aumentará como mucho al mismo ritmo que viene haciéndolo en
los últimos 15 años, y ello será debido más a un aumento gradual de la productividad que
al incremento de la superficie cultivada. En lo que se refiere al suministro de alimentos,
y aunque la demanda adicional de algunos grandes países en desarrollo podría quedar
cubierta con el aumento de sus producciones internas, (como es el caso de China o la
India), ello no impedirá que el comercio internacional de productos agrícolas sufra una
fuerte expansión en los próximos años.
Si por el contrario, nos situamos en una hipótesis pesimista, es decir, la de un fuerte
aumento de la demanda de alimentos y una menos autosuficiencia alimentaria en China
y la India, nos enfrentaremos a una situación que, entre otras cosas, ocasionaría un alza
importante de los precios mundiales de los alimentos.
Por otra parte, un eventual aumento de las importaciones de alimentos por parte de
países o regiones con mercados hasta ahora fuertemente protegidos (caso de la Unión
UT 5
SESIÓN # 16

Preguntas y respuestas sobre la sesión anterior

CAPACIDAD TEÓRICA PARA INTERPRETAR DINÁMICAS AGRARIAS Y


COMPORTAMIENTO SOCIAL ÉTNICO

Durante los últimos años se ha generado un marcado interés en círculos académicos y


políticos por la cuestión de la etnicidad. A pesar de las muchas dificultades de orden
conceptual que han surgido en este debate, se ha ido generando un amplio consenso
respecto al carácter “construido” del fenómeno étnico. Esta interpretación ha comenzado
a ganar fuerza debido a la creciente percepción de que la etnicidad sólo cobra relevancia
en relaciones sociales antagónicas o conflictivas. De esta manera, se ha subrayado que la
etnicidad no es un atributo fijo e inmutable de una población o grupo social determinado.
La etnicidad más bien estaría representando un conjunto de características, prácticas y
percepciones socioculturales que delimitan la existencia de colectividades humanas en
una forma flexible y dinámica. Las características étnicas surgen de prácticas sociales,
culturales o simbólicas que buscan dotar a esta colectividad de autenticidad y de
elementos de diferenciación frente a otros grupos y categorías. Así la etnicidad a menudo
asume un papel estratégico en situaciones de competencia o conflicto social.

No obstante, es menester especificar claramente lo que constituye la construcción étnica.


No es suficiente con sólo afirmar de qué se trata de cultura, y que la cultura se transforma
de acuerdo a los cambios que se dan en las estructuras sociales o en las prácticas sociales
de diversos actores. La “etnicidad” se refiere específicamente a la identificación de una
colectividad social a partir de antecedentes históricos, la existencia de un pasado
común, la identificación con un territorio, el uso de un mismo idioma, junto a otros
elementos culturales y simbólicos compartidos por los miembros de esta
colectividad.
Hacemos hincapié en la importancia de estos criterios ya que a menudo se hace un uso
indebido del concepto etnicidad, incluso cuando se trata de procesos culturales distintos,
tales como procesos religiosos, lingüísticos o de carácter regional.

Al estudiar la etnicidad, nos distanciamos explícitamente del concepto de“raza”humana


en su sentido biológico y genético (como la utilizada, Ya ha quedado suficientemente
establecido que en este sentido no existen razas humanas. Lo que sí es significante desde
el punto de vista sociológico es que hasta ahora diversas nociones de “raza” han sido
formuladas y empleadas para intentar explicar y legitimar la existencia de desigualdades
económicas, políticas o culturales, haciéndose referencia a la apariencia física de las
personas. En la medida en que elementos de apariencia física entran en la distinción entre
grupos humanos, estos obtienen significación social por medio de atribución o
autoasignación y así entran en el terreno de “elementos culturales compartidos” De esta
manera tanto “raza”como racismo constituyen nociones socioculturales que se
incorporan en el universo más amplio de la etnicidad.
Nociones dinámicas de etnicidad

La palabra clave es “autenticidad” como base de inclusión o exclusión social Lo que


confiere un sentido étnico a cualquier colectividad es que reclama su autenticidad a base
de los elementos ya mencionados más arriba. Esta autenticidad, a su vez, sirve como base
de las identidades individuales y colectivas, otorgando legitimidad al status social, a
la noción de pertenencia, y a la movilización estratégica en procura de ciertos fines o
recursos en disputa con otros agentes sociales. Pues bien, lo que sugerimos aquí es que
esta autenticidad no representa una realidad dada, sino que constituye el producto de
procesos de construcción social y cultural. Esto hace de la etnicidad un fenómeno
dinámico que nutre a la transformación sociocultural.
Si intentamos ubicar el enfoque que proponemos dentro del reciente debate en
torno a la etnicidad, podemos constatar de que no concuerda con las visiones
“primordialista”, “esencialista”, ni tampoco con un enfoque estrictamente
“instrumentalista” de la etnicidad. Recordemos que el enfoque primordialista plantea
que la etnicidad es un atributo fijo de colectividades sociales, que se basa en raíces
históricoculturales muy profundas que se imponen sobre la colectividad, pasando a
determinar de esta manera la identidad cultural de cada uno de sus miembros. El carácter
fijo de la etnicidad se le relaciona a veces a la existencia de mecanismos de reproducción
cultural de orden genético y en otras ocasiones, a la fuerza eterna de los lazos sanguíneos,
del parentesco, del idioma, de la comunidad y de las costumbres. Tal enfoque parte de
algunos supuestos que en nuestra opinión no parecen ser sustentables. En primer lugar,
la etnicidad aparece como algo estático, impermeable al cambio. Y en segundo lugar, la
identidad étnica se presenta como una camisa de fuerza que se impone a los actores
sociales en función de su incorporación en la colectividad.

En su crítica al pensamiento primordialista, el enfoque instrumentalista adopta una


posición totalmente opuesta. Desde esta perspectiva, se ve a la etnicidad como un
artefacto que es inventado y utilizado por agentes con un objetivo preciso, generalmente
relacionado a la dominación política (Cohen, 1969; Horowitz, 1985). Si bien esta
interpretación hace posible la formulación de una noción más dinámica de la etnicidad,
también posee un enfoque demasiado reduccionista. A saber, la etnicidad es vista como
algo manipulado por líderes casi ad libidum, sin que se preste la requerida atención a los
contextos sociales y culturales en los cuales se desempeñan.

La noción de la construcción étnica que nosotros proponemos se aproxima a lo


que podríamos llamar una visión “situacionista” en la medida en que argumentamos que
la etnicidad surge y se transforma en el contexto de las relaciones y conflictos sociales
presentes tanto en el pasado como en la actualidad. Mas esto no significa que los
elementos con que se construye la etnicidad son siempre arbitrarios, ad hoc o adoptados
por simple conveniencia. Para poder “funcionar” deben estar directamente vinculados a
una fuente de prácticas y símbolos que legítimamente pueden ser atribuidas a la
colectividad en cuestión o adoptadas por ella. Así surge el famoso concepto de
“boundaries” (fronteras socioculturales), las distinciones étnicas no se derivan de las
características intrínsecas de una colectividad social, sino más bien de la existencia de
fronteras socioculturales entre diferentes colectividades. La visibilidad de distinciones
étnicas se manifiesta precisamente en esta frontera, en la cual los llamados “marcadores
simbólicos” subrayan las diferencias culturales entre ambos grupos. Una crítica que
posiblemente se le puede hacer a esta noción es que las fronteras culturales asumen un
contenido sui géneris muy particular y por lo tanto no logran clarificar la dinámica
etnocultural fuera del ámbito directo del encuentro intergrupal. En otras palabras, los
grupos que se enfrentan siguen siendo vistos como algo dado y relativamente
permanente.

Otro concepto que nos parece oportuno mencionar aquí, el cual tratamos en
profundidad en otra ocasión es el de la etnicidad como “estrategia”. Este enfoque destaca
el papel de la etnicidad en la competencia por recursos sociales. Si bien aún creemos en
el valor explicativo de esta noción, también estamos conscientes de que si se mira a la
etnicidad tan solo como un proceso movilizador, como algo organizado, con metas claras,
con liderazgos y una agenda política, existe ciertamente el riesgo de obtener una visión
demasiada parcializada del fenómeno. En tal caso, obviamente se tendería a ignorar las
bases sociales y culturales del “repertorio” étnico que pueda existir de forma más
implícita y latente al nivel de la vida diaria y de las prácticas rutinarias. La transformación
social con base en una dinámica étnica no puede ser siempre el resultado de estrategias
definidas o explícitas, pero lo que sí está claro es que siempre tiene que vincularse a un
repertorio étnico más amplio.

Por otra parte, la etnicidad no existe en sí misma o por sí misma. En nuestra opinión,
los procesos de construcción étnica siempre se vinculan a ciertos cambios sociales a través
de los cuales se reformula la posición de diferentes categorías o grupos entre sí y con
respecto a ciertos recursos económicos o políticos fundamentales. El enfrentamiento no
se da solamente entre grupos previamente definidos que pasan a delinear sus “boundaries”
en términos culturales. La construcción étnica también puede surgir de la profundización
de la estratificación social, de cambios políticos dentro de los estados nacionales, de
movimientos migratorios regionales o internacionales, etcétera. Lo que queremos
subrayar aquí es que estos procesos generan presiones sobre las condiciones de
sobrevivencia, poder, e identidad de individuos y grupos. La construcción étnica aparece
entonces como uno de los recursos para enfrentar estas presiones, especialmente cuando
instituciones modernas, tales como el Estado, el mercado o la ciudadanía se ven
fuertemente erosionados (Melucci, 1989). La construcción étnica surge a menudo ligada
a formas de protesta social.

La construcción étnica puede proceder de diferentes maneras y hacer uso de


diversos recursos culturales, generalmente en combinaciones complejas y aparentemente
arbitrarias. Más adelante sugeriremos una tipología con diversas modalidades de
construcción étnica. Basta indicar por el momento de que aún subsiste una confusión
respecto a la naturaleza de dicho repertorio étnico. Lo que vemos es que nuevamente surge
la distinción entre una posición esencialista y otra de carácter instrumentalista. La primera
de éstas indica que en el caso de que la activación de la etnicidad pueda responder a una
lógica situacionista o estratégica, la materia prima de que se hace uso siempre proviene
de las profundas raíces de una cultura y de tradiciones ancestrales que son reproducidas
dentro de la colectividad La segunda línea interpretativa defiende la idea de que el aludido
legado ancestral es inexistente, y que las identidades, prácticas y símbolos étnicos son
“invenciones” (véase Hobsbawm y Ranger, 1983; Sollors, 1989).

Nuevamente preferimos adoptar a este respecto una posición intermedia, ya que


pensamos que el repertorio de la construcción étnica generalmente combina elementos
históricos con elementos inventados, lo que además incluye el reciclaje de elementos
existentes para su uso dentro de un nuevo contexto. El problema es que en la práctica
resulta bastante difícil establecer la diferencia entre estos dos tipos básicos de “materia
prima”. Casi por definición, los mismos elementos que consideramos históricos han
sufrido el impacto de la permanente reformulación histórica. A su vez, la “invención de
la tradición” no puede basarse en elementos escogidos al azar; para que dicha invención
eche raíces, debe incluir características reconocibles que le den un aura de historicidad.
Lo que resulta fundamental para comprender la construcción étnica no es el análisis casi
químico de sus componentes para así intentar diferenciar entre etnicidades “verdaderas”
y “falsas”. El significado social (y político) de la construcción étnica es que siempre hace
flamear las banderas de la autenticidad. En otras palabras, los elementos étnicos
construidos son por definición auténticos, incuestionables y eternos. Eso resulta
fundamental para la legitimidad y viabilidad de dicha construcción. Para los participantes,
la dimensión objetiva de la autenticidad étnica no es lo más importante. Lo que cuenta es
el establecimiento subjetivo de la autenticidad como “una experiencia vivida” (Rival,
1997: 138), es decir, como marco de referencia para guiar tanto las prácticas y relaciones
sociales, como la incorporación y la exclusión. Pensamos así que más bien se debería
hablar de la “invención” de lo étnico. Sus ingredientes pueden poseer cualquier origen o
inspiración, pero su recomposición es algo nuevo que reivindica el status de lo “viejo” o
incluso de lo “eterno” (véase De Vos y Romanucci-Ross, 1995: 356 et seq.).

El resurgimiento de la cuestión étnica en América Latina caso Ecuador

Al igual que en otras regiones del mundo, el asunto de la etnicidad en América


Latina ha adquirido durante la última década una creciente importancia académica,
política y social. En la construcción histórica del continente, los conceptos de “raza” y
“sangre” fueron fundamentales en la edificación del orden colonial basado en la supuesta
superioridad del ibérico (o europeo) sobre los individuos de origen indígena o africano.
La expansión del fenómeno del mestizaje ayudó por una parte a aglutinar de cierta manera
a un orden social extremadamente estratificado, pero por otra constituyó un serio desafío
para la continuidad de la segregación racial como elemento central del sistema colonial.

Tras la independencia, las nociones uniformantes de “ciudadanos” y “compatriotas”


se constituyeron en herramientas esenciales en los esfuerzos de las elites políticas y
sociales por consolidar los estados nacionales. A partir de los años treinta del siglo XX la
noción de “pueblo” y “clase” comenzaron a acrecentar su influencia en los discursos
nacionales, a medida que permitían, por un lado, vincular a los sectores populares al
objetivo oficial del logro del desarrollo, y por otro, a la necesidad de llevar a cabo
profundos cambios sociales como lo demandaba la izquierda latinoamericana. De esta
manera, lo que vemos es que mientras el Estado y las elites políticas controlaban la
movilización social a través de mecanismos populistas y el uso de discursos nacionalistas,
los sectores de izquierda y reformistas pasaban a subordinar lo étnico ante categorías de
clase o la noción de la marginalidad. En ambos casos, la etnicidad se veía negada o
relegada a un plano inferior (e incluso arcaico) del proceso de construcción de identidades
colectivas

En relación a los sectores indígenas, durante la mayor parte de este siglo ha


dominado la noción primordialista de la etnicidad, partiendo de la base de que estos vivían
en “comunidades tradicionales”. En dichas comunidades se habría reproducido el mundo
precolombino, desvinculado o marginalizado de las realidades nacionales. Para los
indigenistas esta situación era motivo de preocupación. Esta separación cultural era
considerada como indeseable ya que iba acompañada de la exclusión económica y social
de las masas indígenas. Por otro lado, los indigenistas buscaban en las comunidades
nativas el “alma” de la Nación, expresada en concepciones tales como “el México
profundo”, que debía ser integrada en la construcción de la identidad nacional. El discurso
indigenista, empero, tampoco dejó mucho espacio para la gestación de identidades étnicas
“desde abajo”, es decir, desde el seno de los sectores populares (Wade, 1997: 83-4).

Sin embargo, a partir de los años ochenta, la noción de la etnicidad no sólo ha sido
objeto de muchos estudios académicos sino que sobre todo se ha convertido en una fuerza
de movilización social y de cambio cultural (Yashar, 1996). Ese fue lo que nos llevó en
un libro anterior a analizar la dimensión estratégica de la etnicidad en la región (Baud et
al., 1996). En dicho libro, discutimos la etnicidad en relación a la formación de
comunidades rurales, la constitución de las naciones modernas, y los procesos
migratorios. Cabe señalar que junto a las dimensiones recién mencionadas, sería también
útil explorar la dimensión étnica de las relaciones productivas y de los procesos laborales.
De allí se desprendería el hecho de que a menudo las categorías de etnicidad y de clase
tienden a confluir, que la diferenciación y jerarquización étnica refuerzan la
subordinación económica y la exclusión social de los sectores populares.

Las dimensiones étnicas de la transformación sociocultural en América Latina se


han manifestado a menudo sólo de forma “latente”, a pesar de la imagen de que las
sociedades latinoamericanas representarían una suerte de “mestizaje étnico” Lo que más
bien se observa en América Latina es la confluencia de elementos étnicos de
estratificación y conflicto con elementos socioeconómicos (o de “clase”), políticos y
jurídicos. De esta manera, en la época colonial, las diferenciaciones étnicas eran
encapsuladas por intermedio de una demarcación jurídica (que no era completamente
hermética) de poblaciones “indias” y “serviles” y a través de un complejo tejido de
estamentos sociales que integraron la noción de “sangre” y de status socioeconómico.
Esto hace que en la actualidad sea prácticamente imposible vincular a comunidades que
son consideradas como nativas a la existencia de una supuesta continuidad sociocultural
desde tiempos precolombinos.

En el campo de la migración (tanto interna como internacional y transoceánica)


observamos el potencial que posee la generación de estrategias étnicas. Dichas estrategias
se generan tanto en situaciones donde los migrantes intentan reforzar diversas ventajas
socioeconómicas o políticas ya adquiridas o cuando se espera que la estrategia étnica les
permita poner fin a posición de marginalidad dentro de sociedad receptora.

Solo a partir de fines del siglo XX se observa el enérgico surgimiento de la etnicidad


como un recurso estratégico en si, tanto entre grupos indígenas como poblaciones negras
y de origen inmigrante. No cabe duda que el fuerte “efecto demostración” del actual auge
mundial del discurso étnico ha contribuido a fortalecer este fenómeno. Pero incluso así,
vemos que a menudo el discurso étnico sirve para alcanzar otros objetivos de carácter
económico y político. Durante la última década, los fenómenos más significativos en este
sentido han sido la intensificación de las demandas por el logro de autonomía territorial
(más bien económica que política) y la creciente presión para el reconocimiento del
carácter multiétnico y multicultural de las naciones latinoamericanas.

SESIÓN # 17
Preguntas y respuestas sobre la sesión anterior.

RESPONSABILIDAD CIENTÍFICA FRENTE A DESAFÍOS


CONTEMPORÁNEOS PARA ESTRUCTURA Y SOCIEDAD AGRARIA.

La ciencia y tecnología son elementos clave del bienestar sustentable en las sociedades
modernas, ya que enriquecen el patrimonio cultural de las naciones y estimulan la
capacidad para innovar en este aspecto la UNESCO , agrega que el conocimiento tecno
científico es “fuente de autonomía y de creación de capacidades, [y] puede ser un
instrumento decisivo del desarrollo”. Reconoce que la ciencia y tecnología, deben de
utilizarse para satisfacer las necesidades básicas del ser humano como son: la salud, el
abastecimiento del agua, la gestión de los residuos, la gestión de energía, en la agricultura
para el abastecimiento de alimentos, entre muchos aspectos más.

A la C y T le incumben aportar conocimientos para reducir la pobreza, hacer apta a la


sociedad para prevenir desastres, reaccionar ante las catástrofes y emprender las tareas de
reconstrucción, como también, acortar la brecha cognitiva y promover la cooperación
intercultural, para un progreso seguro en el plano social y económico, para lograr los
Objetivos del Desarrollo Sustentable (ODS) propuestos por la Organización de las
Naciones Unidas (ONU).

En este sentido, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)


ha mencionado que los países que experimentaron aceleradas tasas de crecimiento en su
productividad total de los factores entre la década de los ochenta y los noventa, también
experimentaron tasas de crecimiento en el registro de patentes por arriba del promedio
[en el ámbito de la ciencia y la tecnología]. Aun cuando las patentes no miden
directamente la innovación, constituyen un indicador del desempeño tecnológico de un
país.

En buena medida la investigación, la tecnología como la manera de innovar nos permiten


afrontar los retos actuales que como sociedad tenemos que solucionar. Recordemos que
los desafíos socioambientales son cada vez más complejos y suelen ser muy
heterogéneos, como es el cambio climático, la producción energética mayormente limpia,
contar con economías cada vez más competitivas, y satisfacer las necesidades de salud y
alimentarias del conglomerado social que cada vez es mayor.

En este sentido, debemos retomar el contexto de desarrollo sustentable como aquel que
cita, entendemos el desarrollo sustentable, particularmente fuerte, como la vía para
mejorar sostenidamente y de forma equitativa la calidad de vida del ser humano, edificado
este desarrollo sustentable a partir de pautas apropiadas de protección, preservación y
conservación del ambiente, con una explotación razonable de los recursos endógenos, de
forma tal que se garanticen las expectativas y los intereses de las generaciones futuras,
como también los de las actuales.

Con esta línea conductora, la señala que la ciencia, tecnología e innovación se constituyen
en instrumentos para la transformación, avance y sostén de las estructuras productivas,
del uso cada vez más equilibrado de los recursos naturales, de los grandes alcances en
materia de atención en salud hoy existentes, del progreso en el abasto de alimentos a
comunidades vulnerables y del ascenso en el contexto educativo en muchas naciones,
entre otros aspectos.
A través de la ciencia los hombres sabios los que se dieron cuenta que podían mejorar
los medios de producción mediante la introducción de nuevas tecnologías. La utilización
del arado pesado permitió el cultivo más profundo de los suelos, la rotación de los cultivos
el mejor aprovechamiento de suelos fértiles, se introdujo también la mejora de sistemas
de regadíos, el uso de terrazas para aprovechar el cultivo de laderas. Por otro lado, la
organización del suelo llevó a diferentes asociaciones agrícolas que permitieron el
desarrollo del comercio a gran escala. Sin duda la Agricultura estuvo en la base del
desarrollo de la edad media, época que no fue tan obscura como se nos ha hecho creer.

Durante la edad moderna también fue la Agricultura el centro de la actividad comercial


entre el nuevo y el viejo mundo, la que se vio marcada por la expansión e intercambio de
los cultivos. Fue en esta época que la ciencia comenzó nuevamente a marcar una nueva
revolución en la Agricultura con la introducción de la mecanización, el uso de abonos
químicos y estudios científicos como la edafología. En esta época se marca la diferencia
entre los países desarrollados y subdesarrollados. Los primeros invirtieron grandes
esfuerzos en tener un desarrollo científico y tecnológico aplicado a una Agricultura de
grandes rendimientos, asociados a mercados dinámicos y libres, mientras que los
segundos dejaron de lado el desarrollo científico y mantuvieron mercados rígidos
asociados a políticas de fuerte control central, gobernados por las monarquías que
finalmente vieron caer sus imperios.

Finalmente podemos observar el desarrollo de la Agricultura hoy, capaz de alimentar a


los siete mil millones de habitantes que sobrepoblamos nuestro afligido planeta. Con
suelos y recursos hídricos cada vez más escasos, solo el gran desarrollo de las ciencias
como la biología y la química, con el aporte de la ingeniería así como de todas sus
aplicaciones, permite y permitirá mantener el desarrollo de la humanidad que aunque cada
vez más tecnológica, sigue ligada a lo que la Tierra nos puede entregar. Solo hay que
pensar que gracias al desarrollo científico un granjero que a principios del siglo veinte
podía alimentar solo a cinco personas, hoy puede mantener a ciento treinta personas,
gracias a la tecnología, los agroquímicos y las variedades actuales. El uso del suelo se ha
hecho también cada vez más eficiente gracias a la manipulación genética, la mejor gestión
de suelos y nutrientes.

Capítulo aparte merece la manipulación genética que está en boca de muchos hoy. La
mejora de las especies cultivadas no es cosa de hoy, sino que está ligada a la historia
misma de la Agricultura. Desde que el primer agricultor seleccionó los mejores granos
para asegurar que la próxima siembra iba a ser de mejor calidad, hasta el científico que
hoy en un laboratorio introduce cambios a nivel genético, que permiten que los cultivos
sean más resistentes a enfermedades o puedan ser cultivados más intensivamente y en
diferentes condiciones de suelo o de clima. Hace mucho tiempo que el manejo genético
se introdujo en la Agricultura, solo ha cambiado la manera de hacerlo. El trigo que
consumimos hoy es muy distinto de las primeras gavillas salvajes con que se hacía el pan
de los constructores de pirámides en Egipto o zigurats en la antigua Mesopotamia.

La Agricultura y la ciencia han estado sin duda estrechamente ligadas al desarrollo de la


humanidad y este vínculo es imposible de romper si lo que se quiere es un futuro de mayor
desarrollo y equidad.

SESIÓN # 18
Preguntas y respuestas sobre la sesión anterior.
DINÁMICAS AGRARIAS Y RURALIDAD EN ECUADOR

Resumen En Ecuador, la emigración internacional de los campesinos andinos constituye


actualmente la dinámica más importante de las recomposiciones territoriales en el medio
rural. La disminución lógica de la mano de obra, que corresponde en definitivo a la
marginalización progresiva de la agricultura familiar, provoca una transformación del
paisaje agrario con nuevas prácticas campesinas y una recomposición del tejido
socioeconómico, gracias a las remesas que favorecen las inversiones. Por consecuencia,
asistamos actualmente a una redefinición de las actividades rurales, con nuevas lógicas,
nuevos actores y redes que sobrepasan la escala local. Este texto se propone analizar las
consecuencias concretas de la migración en los espacios de salida y abrir el debate sobre
el rol de dicha dinámica en las recomposiciones territoriales en los Andes rurales, a partir
del caso de dos parroquias– respectivamente ubicadas en las provincias de Cañar y del
Azuay.

REFORMA AGRARIA

El verbo reformar indica la acción de rehacer, modificar, enmendar o volver a formar


algo. La acción y efecto de reformar (o reformarse), por su parte, recibe el nombre de
reforma.

Agrario es lo perteneciente o relativo al campo. El término también se utiliza para


referirse a la política que defiende los intereses del sector de la agricultura.

La fusión de estos conceptos en el de reforma agraria se utiliza para hablar del conjunto
de las medidas económicas, sociales, políticas y legislativas que sirven para modificar la
estructura de la propiedad y de la producción de la tierra. Estas reformas intentan
evitar que la distribución de la tierra se halle en pocas manos; porque en ese caso, los
dueños (latifundistas) pueden especular con su valor y no fomentan necesariamente su
uso productivo.

Latifundio. Hacienda agrícola de gran extensión que pertenece a un solo propietario.

El objetivo de la reforma agraria, de este modo, es reemplazar la clase social de los


latifundistas por una clase de medianos y pequeños agricultores, cada uno dueño de
su propia porción de tierra para trabajarla. Para lograr esto, es necesario cambiar la
tenencia de la tierra para que pase de los pocos latifundistas a los muchos pequeños
productores.

Esto puede realizarse a través de una expropiación (se quita la propiedad a los
latifundistas sin ningún tipo de indemnización) o mediante mecanismos compensatorios
(se exige a los latifundistas que se desprendan de sus tierras, pero se les entrega algo a
cambio).

La mayoría de los países latinoamericanos, en general, han impulsado algún tipo de


reforma agraria a lo largo de su historia.
Las Fases de la Reforma Agraria

La reforma agraria se compuso de muchas fases, las cuales tuvieron lugar en diferentes
momentos de la historia; a su vez dentro de cada fase hubo diversos hechos
significativos. A grandes rasgos se habla de tres importantes etapas, las cuales son:

Primer Fase: Consecuencia de las revoluciones burguesas. Después de las revoluciones


que tuvieron lugar en Europa Occidental, hubo muchos cambios en las sociedades que
impulsaron mejoras a la vida cotidiana. Uno de ellos estuvo vinculado con la estructura
de la distribución de las tierras, y se sucedieron varios procesos de reforma agraria. En
esta primera fase, los campesinos de la clase humilde se opusieron a la hegemonía de los
terratenientes y consiguieron hacerse con tierras para explotar por sí mismos.

Segunda Fase: Final de la Primera Guerra Mundial. En Rusia surgió una revolución
encabezada por los campesinos bajo el lema “tierra, pan y libertad”, que fue una
consecuencia de la iniciada anteriormente en otros países europeos como Inglaterra y
Francia. Y se extendió a otros países.

Tercera Fase: Final de la Segunda Guerra Mundial. Después de la segunda guerra y tras
la derrota de Japón, en este país tuvieron lugar una serie de revueltas que llevaron a la
redistribución de las tierras. Esto mejoró la calidad de vida de aquellas personas que se
encontraban en condiciones máximas de pobreza; además la agricultura se vio impulsada
por el uso de nueva maquinaria. Posteriormente, también hubo revoluciones agrarias en
Italia, Estados Unidos e incluso varios países de Latinoamérica.

Pese a los numerosos intentos por mejorar la distribución de las tierras en todo el mundo,
al día de hoy continúan existiendo problemas derivados de la tenencia de la
propiedad agrícola. Grandes extensiones de territorio se encuentran en manos de
terratenientes (generalmente poderosas multinacionales) y esto deja fuera de la
producción a muchas personas que no pueden acceder a un terreno donde cultivar para
vivir de su producción.

No obstante, la reforma agraria sigue en pie y cada vez con más ímpetu los activistas
que buscan una vida más equilibrada abogan por los derechos de la mayoría. ¿Podríamos
decir que estamos en la cuarta Fase? ¿Será ésta la última?
En Ecuador 11 de Julio de 1964 se dicta la Ley de Reforma Agraria y Colonización por
la Junta Militar de Gobierno, creando el Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y
Colonización (IERAC), los aspectos más relevantes de esta Ley fueron los siguientes:
a. Tierras expropiables: Comentado [T1]: Pregunta 3
Las ociosas (las no explotadas por más de tres años, o explotadas por quienes no tuvieren
vínculo contractual con el propietario; las deficientemente explotadas; las tierras cuyo
rendimiento sea notoriamente inferior al promedio de la zona agrícola respectiva; las
tierras que violen las leyes que regulan el trabajo agrícola y la tenencia de la tierra, etc.).
b.- Se exceptúan:
Las empresas promovidas por el IERAC, y las propiedades eficientemente explotadas.
c.- Se declara abolido eliminado el huasipungo y la yanapa. (HUASIPUNGO.- Terreno
que un hacendado proporciona a un peón para que siembre sus propios alimentos a cambio
de que trabaje para él; es frecuente en el área serrana de los Andes.)
d.- Reversión de tierras incultas, aquellas que han permanecido ociosas por 10 años.
e.- Integración del minifundio. El minifundio es una pequeña extensión de tierra donde
se desarrolla una actividad agrícola y/o ganadera. Lo contrario es el latifundio, de mayor
extensión. ... En todo caso, se entiende que el tamaño del minifundio no permite que su
explotación sea rentable, por lo que se relaciona a la economía de subsistencia
f.- Legalización de posesión pacífica de la tierra
g.- Intervención de las haciendas del Estado
h.- Promover el incremento de la producción agropecuaria y su conservación,
almacenamiento, transformación y comercialización
i.- Impulsar la forestación y reforestación
j.- Proporcionar asistencia técnica, social y educativa orientada a la producción
agropecuaria
k.- Promover la formación de cooperativas
En síntesis, la Ley de Reforma Agraria y Colonización de 1964 desarrolló un proceso de
reforma agraria de manera gradual y progresiva, trató de impulsar la constitución de
empresas agropecuarias eficientes, basadas en relaciones salariales, por otro lado trató de
castigar a las tierras improductivas y acabar las relaciones precarias en la agricultura.
Sin lugar a duda, el mayor aporte de esta ley fue la definición de función social de la
propiedad:

La propiedad privada agraria cumple con su función económica-social cuando


reúne los requisitos siguientes: Comentado [T2]: Pregunta 4
a.- Explotación eficiente de la tierra;
b.- Responsabilidad y dirección del propietario;
c.- Conservación y renovación de los recursos naturales;
d.- Cumplimiento de las leyes que regulan el trabajo agrícola, y
e.- No constituir formas de acaparamiento de los recursos territoriales.
La organización de la producción arrocera bajo el sistema precario entró en crisis en la
década de 1960, los factores fueron diversos:
La notable migración especialmente a Guayaquil, convierte al arroz en un producto de
consumo básico, originando un crecimiento brusco de la demanda de la gramínea por el
crecimiento demográfico en Guayaquil, y por otro lado el proceso migratorio del campo
a la ciudad ocasiona una baja en la producción del arroz.
b.- La baja inversión infraestructural y técnica de la explotación precaria, más las
situaciones climáticas agravaron la producción. La sequía del año 1968, ocasionó que la
producción de arroz disminuyera en un 45 % del nivel habitual promedio.
Estos factores determinaron la necesidad de transformar las relaciones precarias en las
tierras destinadas al cultivo del arroz. Se realizaron grandes movilizaciones campesinas
en rechazo a este sistema precario, los campesinos organizados en pre-cooperativas, se
negaron al pago de los cánones de arrendamiento, a lo que se sumaron las invasiones de
tierra.
En 1966 se formó el Sindicato de Productores y Trabajadores Agrícolas del Litoral
“SIPPTAL” en defensa de los terratenientes frente a las pretensiones de los campesinos
precaristas. Esta situación motivó la expedición de la Ley de Abolición del Trabajo
Precario en la Agricultura, en 1970. Las reacciones sobre la Ley fueron muy violentas, se
pretendió conseguir su suspensión o su modificación mediante su reglamento.
El 15 de Diciembre de 1970, se expide el Decreto Supremo 1001, destinado
específicamente a la abolición del precarismo en tierras destinadas al cultivo del arroz,
sus efectos fueron inmediatos, especialmente en los cantones Daule y Yaguachi.

El 9 de Octubre de 1973 se dicta una nueva Ley de Reforma Agraria, la misma que fue
decretada por el gobierno de las Fuerzas Armadas dirigido por el General Guillermo
Rodríguez Lara, esta Ley a diferencia de la de 1964, tenía una conceptualización más
amplia del significado de la reforma agraria, no fijó límites máximos de tamaños como
criterio de afectación. Fue una Ley más radical que la de 1964, exigía una explotación
eficiente de más del 80 % del predio y que el nivel de productividad fuera por lo menos
igual al establecido por el Ministerio de Agricultura y Ganadería para la zona, para que
el predio no fuese afectado. Se introdujo además el concepto de acaparamiento de tierras.

La Ley de 1973 habla de un proceso de reforma agraria integral, que pretendía:

a.- Aprovechar adecuadamente los recursos naturales,


b.- Lograr la plena ocupación de la fuerza de trabajo en el medio rural,
c.- Alcanzar el crecimiento sostenido de la producción y productividad del sector
agropecuario,
d.- Elevar y redistribuir los ingresos y en general elevar el nivel de vida de los
ecuatorianos.
Todo esto suponía la redistribución de la propiedad y del ingreso, eliminar el latifundio e
integrar el minifundio.
A partir del año de 1977, perdió importancia la reforma agraria en el Ecuador como
cuestión social.

En 1978 se creó dentro del Banco Central del Ecuador, el Fondo de Desarrollo del Sector
Rural Marginal “FODERUMA”, con la finalidad de financiar la ejecución de proyectos
de desarrollo rural.
En 1979 se expide la Ley de Fomento y desarrollo Agropecuario, su objetivo fue
incrementar la producción y productividad del sector en forma acelerada y contínua para
satisfacer las necesidades de alimentación de la población ecuatoriana, producir
excedentes exportables y abastecer de materia prima a la industria. Esta Ley se caracterizó
por el retiro progresivo de la intervención estatal en las estructuras de tenencia de la tierra.

El 6 de Marzo de 1979 se expide la Ley de Fomento y Desarrollo Agropecuario, la que


establece un mecanismo decisivo para el sector productivo agropecuario:
a.- Contempló diversos beneficios en materia de liberación de impuestos internos y de
importación de insumos agropecuarios,
b.- Introdujo nuevos criterios para considerar un predio como eficiente, tales como:
emplear fertilizantes, semillas en niveles y calidades adecuadas,
c.- En la explotación ganadera utilizar sementales mejorantes e inseminación artificial
mejorante,
d.- Cumplir las normas técnicas de regionalización agraria y de siembra,
e.- Contar con el concurso de la técnica, mecanización agrícola en armonía con la
conservación de los recursos naturales y el tamaño de la explotación,
f.- Contar con la infraestructura necesaria para la producción, observancia estricta de las
normas contenidas en las leyes de sanidad animal y vegetal y otras relativas a la materia,
g.- Administrar directamente la explotación por parte del propie-tario o administradores,
en caso de sociedades,
h.- Mantener un registro básico de producción,
i.- Los invasores de tierra no podrán ser beneficiarios del proceso de reforma agraria ni
de colonización.

El gobierno de Roldós y Hurtado, en 1979, desarrolla un nuevo concepto junto a la


Reforma Agraria y Colonización, surge el Desarrollo Rural.
Otro proyecto de desarrollo en la década de 1960 fue el de “Milagro-Babahoyo”, llevado
a cabo por la Comisión de Desarrollo de la Cuenca del Río Guayas “CEDEGE”, con
concepción de desarrollo regional, y con el componente fundamental el riego, así como
también el Proyecto de Desarrollo Múltiple Daule-Peripa, uno de los proyectos más
grandes e importantes del país. Su denominación “propósito múltiple” se debe a que sus
finalidades sobrepasan las de regadío, desarrollo agrícola y generación de energía.
El Proyecto fue originalmente planificado para desarrollar un área de 260.000 hectáreas,
en el extremo sur de la Cuenca. La Presa de almacenamiento se encuentra ubicada en el
curso superior del Río Daule y forma un embalse de 6.000 millones de metros cúbicos de
agua que se utilizan para el riego de las áreas bajas del Daule y de la Península de Santa
Elena, para agua potable y control de la salinidad y además el trasvase hacia la Provincia
de Manabí (Presa de Poza Honda y La Esperanza).

El gobierno del Presidente Sixto Duran Ballen elaboró dos importantes instrumentos
para el desarrollo rural: la formulación del Programa Nacional de Desarrollo Rural
PRONADER y la creación de la Secretaría de Desarrollo Rural Integrado, con ello se
inicia un nuevo período en la planificación del desarrollo rural integral, considerando el
desarrollo rural como una acción prioritaria dentro de la estrategia general del desarrollo
nacional. Se planteó articular las unidades productivas agropecuarias en su conjunto.
El Desarrollo Rural Integrado “DRI” estaba orientado a beneficiar a los grupos de
poblaciones que no habían sido adecuadamente atendidos por los servicios del Estado,
comprendiendo en ellos los minifundistas, asalariados agrícolas, campesinos sin tierra y
en general a poblaciones rurales marginales.
El programa específico de desarrollo rural integrado se orientó a ocho grandes
programas:
1.- Desarrollo Rural Integral
2.- Reforma Agraria
3.- Colonización
4.- Fomento Agrícola
5.- Fomento Pecuario
6.- Desarrollo Forestal
7.- Comercialización y Mercadeo Agropecuario
8.- Recursos Hidráulicos, Riego y Drenaje.
El programa de desarrollo rural integrado contempló 17 proyectos y pretendía beneficiar
a 450.000 campesinos de bajos ingresos.

El 1980 se creó el Subsistema de Desarrollo Rural Integral coordinado por la Secretaría


de Desarrollo Rural Integral “SEDRI”
En 1986 la Federación de Campesinos de la Sierra (ECUARUNARI) y la Confe-deración
de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (CONFENAIE), se unieron y
formaron la Confederación de Nacionalidades indígenas del Ecuador (CONAIE).

En 1990 se realizó un levantamiento indígena demandando el reconocimiento de los


territorios indígenas en la Amazonía y la continuación del proceso de reforma agraria.
En 1994 se realizó un nuevo levantamiento indígena el mismo que logró que el gobierno
nacional reconociera los territorios ancestrales de las comunidades indígenas y su
adjudicación sin costo alguno.
En 1994 en el gobierno del Arquitecto Sixto Durán Ballén se promulgó la Ley de
Desarrollo Agrario, la misma que puso fin a los esfuerzos reformistas, la que ha sido
catalogada como liberal. Esta Ley permite vender, dividir o cambiar las estructuras
comunitarias de las tierras con la aprobación de las dos terceras partes de los miembros
de la comunidad.

Con esta Ley desaparece el Instituto de Reforma Agraria y Colonización (IERAC) y es


sustituido por el Instituto de Desarrollo Agrario (INDA), siendo una de sus principales
funciones la titulación para legalizar la actual situación de la tenencia de la tierra.

La Ley de Desarrollo Agrario se orienta fundamentalmente al fomento, desarrollo


y protección integral del sector agrario para garantizar la alimentación de todos los
Ecuatorianos e incrementar la exportación de excedentes, dentro de un marco de
manejo sustentable de los recursos naturales y del ecosistema.
Se establecen políticas agrarias orientadas a la:

1.- Capacitación integral del campesinado en general, y transferencia de tecnología,


2.- Al aprendizaje de técnicas modernas y adecuadas,
3.- Implementar seguros de créditos,
4.- Organizar un sistema nacional de comercialización interna y externa de productos
agrícolas,
5.- Mejorar los ingresos de los campesinos,
6.- Garantizar el derecho individual y colectivo de la tierra,
7.- Facilitar de manera especial el derecho de acceder a la titulación de la tierra,
8.- Estimular las inversiones en el sector,
9.- Garantizar un sistema de libre importación para la adquisición de insumos y
maquinarias para el sector,
10.- Protección al agricultor de ciclo corto que siembre productos de consumo interno,
11.- Incentivar la creación de mercados de mayoristas y centros de acopio,
12.- Promocionar la investigación y la tecnología
Se mantiene el principio de función social de la propiedad sobre la tierra, cuando está en
producción y explotación, se conserven adecuadamente los recursos naturales renovables
y se brinde protección al ecosistema, se garantice la alimentación para todos los
ecuatorianos y se generen excedentes para la exportación.
Se garantiza el trabajo directo, aquel en el cual el propietario asume los riesgos y costos
de la producción; se prohíbe el trabajo precario en el cultivo de la tierra.
Se consagra la compraventa y transferencia libre del dominio de las tierras rústicas de
dominio privado sin autorización alguna.
Se facilita la integración de minifundio para crear unidades de producción que aseguren
al propietario un ingreso compatible con las necesidades de su familia.
Se promueve la organización de formas asociativas, de servicios, de producción y
propiedad, con programas de integración parcelaria.

Se mantiene como causales de expropiación.


a.- Las tierras rústicas de dominio privado cuando sean explotadas mediante el sistema
de trabajo precario o formas no contempladas en esta ley como lícitas
b.- Cuando para su explotación se empleen prácticas, incluyendo usos de tecnologías no
aptas, que atentes gravemente contra la conservación de los recursos naturales renovables,
concediéndose un plazo hasta de 2 años calendario para que se rectifiquen dichas prácticas
y en ningún caso será menor a un año.
c.- Cuando las tierras aptas para la explotación agraria se hayan mantenido inexploradas
por más de dos años consecutivos y siempre que no estuvieren en áreas protegidas y de
reservas ecológicas.
d.- Cuando el predio esté sujeto a gran presión demográfica.

El 23 de Noviembre del 2000 el Congreso Nacional promulgó la Ley Reformatorio a


la Ley de Desarrollo Agrario, la misma que se publicó en el Registro Oficial # 216 del 1
de Diciembre del 2000, que faculta al INDA realizar el avalúo de la tierra que antes por
Ley lo realizaba la DINAC, simplificando de esta manera los procesos de titulación y
expropiación de la tierra.
El INDA, dentro de un intento de desconcentración de funciones, la institución pretende
brindar un servicio ágil y oportuno, atender solicitudes de adjudicación de tierras,
levantamientos de hipotecas, copias de planos, expropiaciones, presentación de títulos,
adjudicaciones y tratar de elaborar un catastro de tierras agrarias adjudicadas por el ex.-
IERAC y el INDA.
La falta de coordinación interdepartamental, la suspensión de los programas de
capacitación, la inestabilidad de sus autoridades, la falta de equipamientos en
delegaciones y direcciones distritales del INDA, no han permitido alcanzar los objetivos
propuestos.
Finalmente, podemos identificar tres grandes etapas en el proceso de Reforma
Agraria en el Ecuador:
1.- Prevalencia de propiedad latifundista de la estructura agraria y explotación con bajos
niveles tecnológicos.
2.- Fuerte intervencionismo del Estado en la liquidación de las formas pre-capitalistas de
producción e inicio del proceso de modernización de la explotación agraria.
3.- Retiro progresivo de la intervención del Estado en las estructuras de tenencia de la
tierra y por el contrario gran impulso al desarrollo agroindustrial.
Se podría afirmar que el proceso de Reforma Agraria ha llegado a su límite y que es el
mercado el principal medio de preocupación de la política agraria del Ecuador.
Por otro lado, la ausencia de títulos de propiedad en el sector agrario, sigue siendo el
principal problema que afecta a los medianos y pequeños productores, sin que se observen
medidas eficaces tendientes a resolver a corto o mediano plazo esta situación.

POLÍTICAS AGROPECUARIAS Y LEY DE TIERRAS

La concepción de la política agrícola está experimentando cambios en todo el mundo.


Históricamente, uno de los principales instrumentos de la política agrícola ha sido el
gasto público. En todos los países se han efectuado erogaciones fiscales para una Comentado [T3]: Pregunta
variedad de propósitos en el sector. Algunas de las formas más prominentes de gasto han
sido las inversiones en infraestructura para propósitos tales como riego, almacenamiento,
transporte y mercadeo; la provisión directa de crédito a los productores y subsidios al
crédito privado; la financiación de la investigación, la extensión, y la producción de
semillas; financiación de los d éficit incurridos por los programas de compra de granos
a los agricultores a altos precios y su venta a los consumidores a precios más bajos; y los
pagos directos en programas ligados al no cultivo de tierras y otros esquemas de ayuda.

LEY ORGANICA DE TIERRAS RURALES Y TERRITORIOS ANCESTRALES


TITULO PRELIMINAR
Art. 1.- Ambito de aplicación. La presente Ley es de orden público y de jurisdicción
nacional. Las disposiciones de esta regulan las relaciones del Estado con las personas
naturales y jurídicas, nacionales y extranjeras, en materia de tierras rurales; y de
comunas y comunidades, pueblos y nacionalidades en cuanto al reconocimiento y
adjudicación a título gratuito de territorios que se encuentran en posesión ancestral; y a
la protección y seguridad jurídica de tierras y territorios de su propiedad.
Art. 2.- Objeto. Esta Ley tiene por objeto normar el uso y acceso a la propiedad de la
tierra rural, el derecho a la propiedad de la misma que deberá cumplir la función social
y la función ambiental. Regula la posesión, la propiedad, la administración y
redistribución de la tierra rural como factor de producción para garantizar la soberanía
alimentaria, mejorar la productividad, propiciar un ambiente sustentable y equilibrado; y
otorgar seguridad jurídica a los titulares de derechos.
Además esta Ley garantiza la propiedad de las tierras comunitarias, el reconocimiento,
adjudicación y titulación de tierras y territorios de comunas, comunidades, pueblos y
nacionalidades indígenas, pueblo afroecuatoriano y pueblo montubio, de conformidad
con la Constitución, convenios y demás instrumentos internacionales de derechos
colectivos.
Art. 3.- Posesión y propiedad ancestral. Para efectos de esta Ley, se entiende por tierra
y territorio en posesión y propiedad ancestral, el espacio físico sobre el cual una
comunidad, comuna, pueblo o nacionalidad de origen ancestral, ha generado
históricamente una identidad a partir de la construcción social, cultural y espiritual,
desarrollando actividades económicas y sus propias formas de producción en forma
actual e ininterrumpida.
La propiedad de estas tierras y territorios es imprescriptible, inalienable, inembargable e
indivisible, su adjudicación es gratuita y está exenta del pago de tasas e impuestos.
El uso y usufructo sobre estas tierras no puede modificar las características de la
propiedad comunitaria incluido el pago de tasas e impuestos.
Art. 4.- Tierra rural. Para los fines de la presente Ley la tierra rural es una extensión
territorial que se encuentra ubicada fuera del área urbana, cuya aptitud presenta
condiciones biofísicas y ambientales para ser utilizada en producción agrícola, pecuaria,
forestal, silvícola o acuícola, actividades recreativas, ecoturísticas, de conservación o de
protección agraria; y otras actividades productivas en las que la Autoridad Agraria
Nacional ejerce su rectoría. Se exceptúan las áreas reservadas de seguridad, las del
sistema nacional de áreas protegidas, áreas de protección y conservación hídrica,
bosques y vegetación protectores públicos, privados y comunitarios, patrimonio forestal
del Estado y las demás reconocidas o declaradas por la Autoridad Ambiental Nacional.
SESIÓN # 19
Preguntas y respuestas sobre la sesión anterior.

CAPITULO II
DE LA AGRICULTURA FAMILIAR CAMPESINA
Art. 28.- Definición. La agricultura familiar campesina es una modalidad productiva,
agropecuaria, de recolección, acuícola, forestal o silvícola, que implica una forma de
vida y una realidad cultural, que combina funciones económicas, ambientales, sociales y
culturales.
Se caracteriza por:
a) Limitado acceso a la tierra y al capital;
b) El uso preponderante de la mano de obra familiar;
c) La vinculación al mercado a través de la venta de productos primarios o elaborados,
trabajo asalariado, compra de insumos y bienes de consumo; y,
d) La diversificación de actividades generadoras de ingreso en el interior del hogar.

Su objetivo es la reproducción social de la familia en condiciones dignas que


contribuyan a garantizar la soberanía alimentaria. La propiedad de los medios de
producción, la gestión de la unidad productiva y las inversiones pertenecen a la familia.
La mayor parte del trabajo es aportada por los miembros de esta; y, en su interior se
realiza la transmisión de valores, prácticas y experiencias, desarrolladas en una unidad
productiva o en varias unidades que trabajan asociadas.
Las personas naturales o jurídicas de la agricultura familiar campesina deberán tener un
vínculo territorial o de vecindad con la unidad productiva familiar.
Art. 29.- Producción rural familiar campesina. La producción rural familiar campesina
en general consiste en las diversas formas de actividad económica practicadas con
predominio de la mano de obra familiar y cuyos ingresos provienen de la propiedad o
posesión de una determinada unidad productiva bajo su gestión, que incluye la
producción agropecuaria, acuícola, silvícola, recolección, artesanía y turismo.

Art. 30.- Clasificación de la agricultura familiar campesina. Esta agricultura tiene


cuatro modalidades principales:
a) Agricultura familiar campesina de subsistencia, en la cual los miembros de una misma
familia con su gestión, capacidades técnicas, medios de producción, recursos y mano
de obra, gestiona el ciclo agrícola y se destina parte de lo producido al auto consumo
familiar;
b) Agricultura familiar campesina de transición, es aquella en la cual la producción sobre
la base del ciclo agrícola se realiza principalmente con mano de obra familiar y donde
las condiciones de la unidad productiva familiar permiten obtener excedentes para su
comercialización y generan ahorro y especialización productiva;
c) Agricultura familiar campesina comunitaria es aquella vinculada a unidades
productivas de propiedad colectiva o comunal;
d) Agricultura familiar campesina consolidada es aquella conformada por unidades
productivas familiares cuyas condiciones productivas le permiten generar excedentes,
contratar regularmente mano de obra, adoptar formas empresariales e integrarse a
cadenas y mercados nacionales o internacionales; y,
e) Las demás que puedan generarse.

La agricultura familiar campesina puede adoptar cualquier modalidad de organización


asociativa y comunitaria prevista en la Ley y será beneficiaria de manera prioritaria de
las políticas públicas para el mejoramiento de la productividad y el fortalecimiento de la
soberanía alimentaria.
El Estado implementará políticas para el fortalecimiento organizativo, la integración de
la organización productiva, la comercialización, acceso a mercados, asistencia técnica,
innovación tecnológica, la capacitación en gestión asociativa a los campesinos y
campesinas de la agricultura familiar y el apoyo a sus iniciativas productivas.
Definición. La Unidad Productiva Familiar es una unidad de medida económica,
estimada en un número de hectáreas de tierra productiva, que le permite a una familia
rural percibir los ingresos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas que
garantice el buen vivir, y que contribuyan a la formación de un patrimonio.
Esta unidad de medida se aplicará para determinar el número de familias beneficiarias
en relación con la extensión del predio en programas de redistribución de tierra.
SESION 20

PREGUNTAS DE LA CLASE ANTERIOR

Abandono de la agricultura y migración

MIGRACIÓN CAMPO-CIUDAD

El país tiene una población migrante estimada de 1,4 millones de personas; lo que
representa el 11,2% de su población mayor a 10 años de edad. De esta cifra, el 87,1% se
encuentra fuera del país, mientras que el 12,9% corresponde a migrantes internos, como
se muestra.
El 29% de la población migrante del país tiene origen en el área rural, y el 71% en el área
urbana. Con respecto al total de la población rural, los migrantes de esta área representan
el 10,2%; en similar proporción, los migrantes del área urbana representan el 11% del
total de su población

Con respecto a la población rural migrante, el 93% se desplazado a otros lugares dentro
del país, mientras que el 7% ha viajado al exterior. Con respecto a la población migrante
a nivel urbano, el 85% se ha desplazado en el interior de país y el 15% restante
corresponde a las personas que han migrado fuera del país.

Las principales motivaciones del fenómeno de la migración rural en el país han sido
relacionadas con dos elementos fundamentales. Primero, la necesidad de buscar medios
de vida en otros lugares, porque, en su localidad de origen, se han vuelto insuficientes
para su supervivencia; ya sea por razones económicas, como por desastres naturales. Y
en segundo lugar, por la apropiación de nuevos imaginarios de bienestar o desarrollo
provenientes del medio urbano. La creciente necesidad de recursos monetarios, tanto para
financiar una producción agrícola con estándares de competitividad definidos por el
mercado, como para solventar necesidades de vestido, salud, educación e incluso
alimentación de la familia, ha sido identificado por los migrantes como la principal causa
de inviabilidad de los medios de vida en la el área rural (Adams, 1964; Pérez, 2001)

Falconí (2010) destaca, en su investigación histórica de la migración en el país, que en la


década de 1960, un hito en el fenómeno de la migración rural fue el origen de la industria
ecuatoriana (urbana), que desplazó a mano de obra rural agrícola, especialmente del
sector bananero y cacaotero. En los años 70, la principal causa de migración interna fue
el boom petrolero, que causó desplazamiento de personas entre zonas rurales (hacia los
campos de extracción) y hacia zonas urbanas debido al incremento de los ingresos
públicos y el consiguiente crecimiento de la infraestructura urbana y del aparato estatal.
En la década de 1980, la bonanza del país disminuyó por la caída de los precios del crudo,
lo cual ocasionó un período de reseción y consiguiente migración no solo interna rural,
sino también urbana al exterior. En la década de los 90, el conflicto bélico de Ecuador
con Perú, el Fenómeno del Niño y la destitución de un presidente de la república, fueron
factores de inseguridad e inestabilidad económica que causaron desplazamientos de
personas al exterior y en el interior del país (desde las provincias del sur hacia el Norte y
desde la región Costa hacia la Sierra). La primera década del 2000, inició con la crisis del
sistema financiero y económico (monetario) del país, y la destitución del presidente de
turno, factores que desencadenaron nuevos flujos importantes de migración.

DESPOBLAMIENTO RURAL En el Ecuador, mientras la tasa de crecimiento anual


promedio de las zonas urbanas fue del 2,69%, de las zonas rurales fue del 0,9%, en el
período 2001-2015; es decir, las zonas urbanas crecieron tres veces más rápido que las
rurales. El decrecimiento de la población que experimentó el 28% de las parroquias
rurales del país, contribuyó a este lento crecimiento de las zonas rurales con respecto a
las urbanas.

El caso del despoblamiento de parroquias rurales de Loja es generalizado en el 73% de


las mismas, cuya población en conjunto ha decrecido en 12.571 personas. En valores
relativos, el decrecimiento de la población de las parroquias varía entre el 40%, en el caso
de Manu, y el 1% en Chaquinal. Similar es el caso de Cañar, donde ha existido un
despoblamiento en el 74% de sus parroquias rurales. En menor proporción, la población
ha decrecido en el 67% de las parroquias rurales de Chimborazo, en el 48% de las del Oro
y en el 43% de las de Azuay. Si se analizan las tendencias de crecimiento de las áreas
rurales del país por rango de edades, a lo largo del período 2001-2014, es notorio que el
número de personas menores a 15 años duplica al de 15 a 24 años de edad. Sin embargo,
la baja tasa de crecimiento de la población en rango de 14 a 24 años de edad sugiere que
existe desplazamiento desde las zonas rurales a las urbanas.

ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN RURAL también se observa cómo la


población rural de menores de 15 años de edad es decreciente en un 2% durante los 13
años de análisis, la de personas entre 16 y 24 mantiene un ligero crecimiento del 2% y la
de personas entre 25 y 34 años se ha incrementado en un 4% en el mismo período. En
contraste, la población rural de entre 25 y 34 años ha crecido en 25%, la de entre 35 y 64
años ha crecido en un 32%, y la población de más de 64 años se ha incrementado en un
34%. Estas tendencias de crecimiento poblacional indican que la población rural del país
está sufriendo un proceso de envejecimiento. El área rural tiene porcentajes más altos de
población menor a 20 y mayor a 64 años que el área urbana. Al contrario, el área urbana
tiene porcentajes mayores que el área rural de población entre 20 y 64 años de edad. En
el área rural, el porcentaje de adultos mayores es más bajo en la Amazonía, con 4,15%,
le siguen la Costa y Galápagos, con el 6,68%. La Sierra tiene un porcentaje más alto de
adultos mayores, que alcanza el 8,42%. De las provincias de la Sierra rural con mayor
porcentaje de personas mayores a 65 años es Loja (12%), le siguen Bolívar y Chimborazo
con aproximadamente un 10% de adultos mayores. En la Costa rural, las provincias con
mayor proporción de personas mayores a 64 años es Manabí (con 7,71%) y El Oro
(7,56%) (2010).

SESIÓN # 21
Preguntas y respuestas sobre la sesión anterior.

El Ecuador del siglo XX1

El Ecuador es un país andino de diversas características propias de las naciones tropicales,


con todos los pisos térmicos y diferente climatología en la serranía y zona costera.

La Republica del Ecuador es la octava economía de América Latina, si se tiene en cuenta


la magnitud del producto interno bruto -PIB-. En el 2012, el PIB alcanzó un monto de
$US 70.836.0 millones de dólares americanos. Su composición está representada por tres
sectores fundamentales: el primario, con una participación del 21.4 %; el secundario
alcanza una cifra de 25.3 % y el más importante por su tamaño, el sector de servicios, con
una cifra de 58.3 %.

La estructura económica del Ecuador está poco diversificada y depende en gran medida
de la producción de bienes de la agricultura, minería y pesca. Los productos típicos de la
agricultura de exportación están representados por el banano, primer productor mundial;
el cacao, algodón, flores, diversos frutos y productos de pan coger provenientes de las
zonas frías. Los productos de exportación de la minería son el petróleo y otros minerales.
De esta materia prima proviene la mayor parte de los recursos que soportan el crecimiento
y la futura industrialización del Ecuador. El país sureño posee un subsector pesquero
relativamente desarrollado, que procura parte importante de las divisas, además de
generar empleo. Los productos de la industria pesquera de exportación son: atún,
camarón, harina de pescado y otros derivados.

Por su parte, la industria produce manufacturas livianas y algunos bienes de capital;


productos procesados con algún valor agregado importante y de relativa intensidad de
mano de obra. También sobresale la producción de equipos y medios de transporte.

El sector terciario cubre una amplia variedad de servicios, algunos de escasa importancia;
otros relacionados con las finanzas, el transporte aéreo, naviero y terrestre.

El Ecuador exporta básicamente materias primas como petróleo, derivados del petróleo y
productos de la minería y agricultura. El petróleo se localiza en la región amazónica y es
el motor principal que jalona la actividad productiva, además de proveer de divisas
necesarias para financiar el gasto público. Por lo mismo, el crecimiento económico del
país se halla estrechamente vinculado a este recurso natural.

La nación andina tiene como unidad de cuenta o moneda el dólar americano, lo cual es
resultado de la política de dolarización llevada a cabo a partir de 2000. La dolarización
se puso en práctica en el país para reducir la inflación galopante que en el año mencionado
alcanzó el 100 % y fue parte de la gran inestabilidad macroeconómica experimentada por
el país.

El Ecuador ha logrado importantes resultados en el aspecto social: el índice de desarrollo


humano, IDH, mejoró en los dos últimos decenios y actualmente es de 83 puntos, puntaje
bastante cercano a los de los países desarrollados y por encima del promedio de América
latina. No obstante, gran parte de la población indígena del país está dentro de las más
pobres de América del Sur, aspecto por el cual las últimas políticas estatales en el campo
social focalizan el gasto público en el objetivo de estimular el crecimiento económico
inclusivo, con progreso social, justicia y equidad (Escribano, 2012), además de logros
materiales

Ecuador, nuestra patria, como toda Latinoamérica ha entrado en el siglo XXI en medio
de una gran crisis, que no solo ha sumido en la más angustiosa miseria a nuestro pueblo,
sino que ha desatado una sensación colectiva de inestabilidad, de pesimismo, de ansiedad.
Al crónico desempleo, sostenida alza del costo de la vida, migración forzosa, violencia e
inseguridad se han sumado una ausencia de vinculación al Ecuador y un vacío profundo
de identidad. Las causas económicas de la crisis que experimental del Ecuador son
conocidas del mismo modo, las consecuencias sociales y el empobrecimiento del país, En
efecto, es esencialmente una crisis política y que, por lo tanto, la crisis económica y social
es consecuencia de la anterior.
En cualquier caso, resulta triste que se insista en los modelos autoritarios por más que se
revistan con fachada democrática ya que no quedan vestigios de respeto a las minorías y
consecuentemente no se conoce el significado del Estado de Derecho. Los Chávez,
Morales, Ortega y Castro, socios de Correa en sus fechorías, en realidad instauran una
patética kleptocracia y marcan una peligrosa situación en el continente en medio de
problemas agudos en otras partes del mundo, también debidas a los atropellos del
Leviatán.
El 2020 fue un año difícil para el Ecuador. La emergencia sanitaria causada por la
COVID-19 provocó una profunda recesión que redundó en un repunte de la pobreza.
Esta crisis amplificó los desequilibrios macroeconómicos que el país estaba intentando
subsanar desde el fin del boom de los precios del petróleo y forzó al gobierno a
reestructurar la deuda con los tenedores de bonos. Además, la crisis puso en evidencia
algunas debilidades estructurales como la carencia de amortiguadores
macroeconómicos, la elevada informalidad, un sistema de salud poco preparado y las
grandes brechas en el acceso a servicios públicos.

El próximo gobierno tiene la oportunidad de consolidar los cambios que el país necesita
para retomar una senda de crecimiento y la prosperidad compartida. El primer desafío
del próximo gobierno será conseguir el apoyo de la población, del sector privado y de
los actores políticos para que, en conjunto, se superen los efectos inmediatos de la crisis
y se sienten las bases para una recuperación inclusiva y sostenible.

A poco más de un año de inicio de la pandemia, Ecuador requiere hacer frente a


desafíos inmediatos asociados con la crisis sanitaria como contener las nuevas olas de
contagios, agilizar la vacunación, promover la recuperación de la actividad económica y
proteger a los grupos más vulnerables. Superar estos desafíos es crítico para evitar que
la crisis se prolongue profundizando el descontento social que podría minar la
posibilidad de establecer los acuerdos necesarios para afrontar desafíos más
estructurales.

A pesar de haber hecho un esfuerzo por balancear su economía, Ecuador aún necesita
reequilibrar sus finanzas públicas para evitar un aumento insostenible de la deuda a
tiempo que consolida la confianza en la estabilidad macroeconómica y la dolarización.
En un contexto externo muy desafiante, el crecimiento y la creación de empleo de
calidad podrían verse favorecidos por una mejora sistemática del ambiente de
inversiones.

Por otro lado, Ecuador requiere mejorar la eficiencia de sus políticas públicas para
proteger a la población más vulnerable y mejorar el acceso a oportunidades económicas.
En este sentido es crítico afrontar desafíos de larga data como los altos índices de
desnutrición infantil, promover una mayor calidad de los servicios públicos de calidad y
mejorar la eficiencia y progresividad del gasto en salud, educación y protección social.
Para tal efecto, es fundamental basar la toma de decisiones en evidencia, y mejorar la
gestión de los recursos públicos y la coordinación entre los diferentes niveles de gobierno
y sectores

ÍNDICES DE POBREZA EN ECUADOR

En el presente documento se exhiben los resultados de pobreza y desigualdad, obtenidos


a partir de la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (ENEMDU) del
mes de junio de 2019 que es elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos
(INEC).

El estudio registra que la pobreza por ingresos a nivel nacional en junio de 2019 se ubicó
en 25,5% en comparación al 24,5% de junio de 2018, el incremento de 1,0 puntos
porcentuales no es estadísticamente significativo. Para el mismo periodo, la pobreza a
nivel rural pasó de 43,0% a 43,8%, una variación de 0,9 puntos porcentuales no
estadísticamente significativa. La pobreza urbana en junio de 2019 fue de 16,8%, mientras
que en junio de 2018 se ubicó en 15,9%, una variación de 1,0 p.p. no significativa
estadísticamente.
En junio de 2019 la pobreza extrema a nivel nacional se ubicó en 9,5% frente al 9,0% del
mismo mes del año anterior, el incremento de 0,5 puntos porcentuales no es
estadísticamente significativo. En el área rural la pobreza extrema pasó de 18,1% a 17,9%,
reducción de 0,2 puntos porcentuales que no es estadísticamente significativa. En el área
urbana la pobreza extrema pasó de 4,7% a 5,6%, lo que implica una variación de 0,9 p.p.
que no es estadísticamente significativa.

El coeficiente de Gini, se ubicó en junio de 2019 en 0,478 a nivel nacional, 0,462 en el


área urbana, y 0,432 en el área rural. Las variaciones respecto al año anterior no fueron
estadísticamente significativas.

SESIÓN # 22
Preguntas y respuestas sobre la sesión anterior.

DERECHOS DEL BUEN VIVIR

En el Título II de Derechos, Capítulo segundo de Derechos del Buen Vivir, se establecen


los derechos de que gozan las personas en general. En la sección primera, Agua y
alimentación, se norman los siguientes derechos: Art. 12.- El derecho humano al agua es
fundamental e irrenunciable. El agua constituye patrimonio nacional estratégico de uso
público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida. Art. 13.- Las
personas y colectividades tienen derecho al acceso seguro y permanente a alimentos
sanos, suficientes y nutritivos; preferentemente producidos a nivel local y en
correspondencia con sus diversas identidades y tradiciones culturales.

El Estado ecuatoriano promoverá la soberanía alimentaria. En estos dos artículos se


incorporan dos innovaciones: el derecho al agua y la idea de la soberanía alimentaria
(Silva, 2008: 137), como distinta a la de seguridad alimentaria. De hecho, la soberanía
alimentaria cuenta con un capítulo específico en la Constitución, el capítulo tercero del
Título VI acerca del Régimen de desarrollo. Sobre el derecho al agua, Silva (2008: 133)
afirma:

la Constitución de 2008 considera al agua como patrimonio nacional estratégico, como


parte de los sectores estratégicos y que prohíbe expresamente su privatización. En la
sección segunda, Ambiente sano, se incluyen los siguientes derechos: Art. 14.- Se
reconoce el derecho de la población a vivir en un ambiente sano y ecológicamente
equilibrado, que garantice la sostenibilidad y el Buen Vivir, Sumak Kawsay. Se declara
de interés público la preservación del ambiente, la conservación de los ecosistemas, la
biodiversidad y la integridad del patrimonio genético del país, la prevención del daño
ambiental y la recuperación de los espacios naturales degradados. Un aspecto importante
de este artículo es que incorpora la dimensión ambiental y declara la preservación y
conservación del ambiente de interés público. Otro rasgo relevante es que se considera al
ambiente sano y ecológicamente equilibrado como un medio para lograr la sostenibilidad
y el Buen Vivir.

El Buen Vivir, más que una originalidad de la Carta Constitucional, forma parte de una
larga búsqueda de modelos de vida que han impulsado particularmente los actores
sociales de América Latina durante las últimas décadas, como parte de sus
reivindicaciones frente al modelo económico neoliberal.

EL Buen Vivir es un principio constitucional basado en el ´Sumak Kawsay´, que recoge


una visión del mundo centrada en el ser humano, como parte de un entorno natural y
social.
En concreto el Buen Vivir es:
“La satisfacción de las necesidades, la consecución de una calidad de vida y muerte digna,
el amar y ser amado, el florecimiento saludable de todos y todas, en paz y armonía con la
naturaleza y la prolongación indefinida de las culturas humanas. El Buen Vivir supone
tener tiempo libre para la contemplación y la emancipación, y que las libertades,
oportunidades, capacidades y potencialidades reales de los individuos se amplíen y
florezcan de modo que permitan lograr simultáneamente aquello que la sociedad, los
territorios, las diversas identidades colectivas y cada uno -visto como un ser humano
universal y particular a la vez- valora como objetivo de vida deseable (tanto material
como subjetivamente y sin producir ningún tipo de dominación a un otro)”. Plan Nacional
para el Buen Vivir 2009 – 2013.
¿Cómo se relacionan el Buen Vivir y la educación?
La educación y el Buen Vivir interactúan de dos modos. Por una parte, el derecho a la
educación es un componente esencial del Buen Vivir, ya que permite el desarrollo de las
potencialidades humanas, y como tal, garantiza la igualdad de oportunidades para todas
las personas.
Por otra parte, el Buen Vivir es un eje esencial de la educación, en la medida en que el
proceso educativo debe contemplar la preparación de futuros ciudadanos, con valores y
conocimientos para fomentar el desarrollo del país

El género y la cultura como indicador de desarrollo.

MUJERES RURALES
El proceso migratorio, aunque tiene variaciones territoriales, ha afectado de manera
especial a las mujeres rurales. Esto porque, dada la estructura social que prioriza al
hombre como sujeto de las oportunidades sociales, son ellos quienes migran de forma
temporal o definitiva. Al salir los hombres del campo quedan las mujeres y los hijos al
cuidado de los cultivos y los animales. Esto genera una sobrecarga laboral de las mujeres
que se expresa un incremento de las horas de trabajo productivo (cultivo, cuidado de
animales y comercialización), sin cambiar sus responsabilidades en el trabajo
reproductivo y de cuidado.
(¿Qué otras actividades hacía tu mamá?) La labor de la casita, netamente: cuidar los
animales, hacer el aseo de la casa, el aseo de las ropas (…) Ah, sí, sí. También bajaba
a vender, por ejemplo, las plantas medicinales, así como toronjil, la manzanilla, así
cuando había feria (…) mi mamá sabía ir a trabajar en una organización que se llama San
F rancisco. Ahí consiguieron tierras comunitarias. Entonces trabajaba en comunidad, y
me acuerdo que me iba cargando a espaldas y trabajábamos en el páramo… se sembraba
papas, las habas, me acuerdo, mellocos, y se sembraba en grupo. Y se cosechaba en grupo
(V.T., Ambatillo-Ambato, 12-09-2009).
Además, el trabajo de “reproducción y cuidado” debe multiplicarse y ampliarse,
incluyendo el trabajo no remunerado en beneficio de la comunidad o las organizaciones
sociales (CONAMU, 2005: 12).
El marido iba a las reuniones comunitarias, la mujer quedaba cocinando, haciendo el
almuercito, haciendo sus quehaceres. En cambio, ahora es lo contrario: los hombres salen
a hacer su trabajo, de albañiles, peones y la mujer es la que se queda para ir a las reuniones
de la comunidad, para matricular a sus hijos… (M.S., Chibuleo San Pedro-Juan Benigno
Vela, 25-08-2009).
Medir la sobrecarga laboral y la carga global de trabajo de las mujeres rurales resulta
difícil pues mucho del trabajo realizado, tanto a nivel productivo como reproductivo
queda invisibilizado en las estadísticas oficiales. Se puede intentar dar cuenta de esta
situación a través de varios indicadores aproximativos como se hace a continuación. Al
comparar las tasas de crecimiento de la población rural entre el 2003 y el 2010 (tabla se
observa la mayor presencia femenina en el sector rural. A partir de los 30 años hay más
presencia de mujeres que de hombres en el campo. Por eso, la tasa de crecimiento de la
población rural masculina es menor a partir de este rango de edad. Entre 30 y 39 años, la
población masculina ha decrecido en 7,32% entre 2003 y 2010. La población femenina
también migra y decrece, pero en menor magnitud (0,08%). La población de más edad ha
crecido en general, pero las mujeres a una tasa mayor, lo que indica que se quedan más
en el campo. Al mirar la condición laboral de las mujeres registradas en la PEA se puede
observar una mayor precariedad para las mujeres. Ellas son las más afectadas por el
subempleo y el desempleo.
Consecuentemente, son las mujeres quienes tienen menos acceso a la ocupación plena, y
por efecto, menos acceso a ingresos estables y mayor efecto de la pobreza sobre ellas.
Apenas el 12% de la PEA femenina disfruta de una ocupación plena en el sector rural. En
promedio para el período 2007-2010, el 72% de las mujeres subempleadas se encuentran
en la Sierra, 18% en la Costa y 10% en la Amazonia. En general, las mujeres de la Sierra
están más integradas al trabajo formal. El desempleo, en cambio afecta más a las mujeres
de la Costa. Sin embargo, todos los datos presentados hasta ahora subestiman la
participación de la mujer en la economía, tanto del lado del trabajo reproductivo, que hace
viable la marcha de la economía formal, como del trabajo productivo. Esto porque las
estadísticas oficiales no reconocen al trabajo doméstico como un componente activo de
la fuerza laboral, sino que lo clasifica entre la población económicamente inactiva.
Además, porque detrás de la denominación “ama de casa”, se ocultan una enorme
variedad de actividades productivas con poca o nula remuneración. Una constatación que
resulta fundamental para mostrar la presión de la sociedad patriarcal sobre las mujeres,
se representa abrumadora a la mayoría de mujeres que asumen el papel de “amas de
casa”, es decir, el trabajo de reproducción material y afectivo de la familia: el 99,6% de
las amas de casa son mujeres. Directamente proporcional con su menor participación en
la PEA, son las mujeres de la Costa quienes más se declaran amas de casa. Esto quizá
quiere decir que su trabajo sufre de mayores grados de invisibilización.
No incluir a las amas de casa dentro de la PEA deja por fuera del cálculo a un importante
número de mujeres que trabajan y producen; equivale casi tres veces a las mujeres de la
Costa; el 40% de las mujeres activas en la Sierra y 69% de la Amazonía (INEC-
ENEMDU, 2010). A nivel nacional, para el 2010, las amas de casa representan el 29% de
la PEA. Si las amas de casa se sumaran a la PEA femenina, el aporte de las mujeres a la
PEA nacional significaría aproximadamente el 50%, y no el 35% de los datos oficiales.
Quizá, el indicador que más se aproxima a la realidad laboral de las mujeres es la carga
global de trabajo que mide en tiempo el trabajo extra doméstico remunerado, y el tiempo
dedicado al trabajo no remunerado que a su vez contempla: el trabajo doméstico, el
trabajo voluntario en la comunidad y el trabajo para autoconsumo (como el agrícola, que
no se calcula dentro del extra doméstico-remunerado porque se realiza dentro del hogar).
A nivel nacional la carga global de trabajo es mayor para las mujeres que para los
hombres. Pero son las mujeres rurales quienes trabajan más horas semanales, porque
combinan no solo las tareas domésticas con el trabajo productivo, sino que deben ampliar
su trabajo reproductivo y de cuidado en el dedicado a la reproducción de las comunidades
y las organizaciones. Además, complementan el trabajo productivo en finca con el de
comercialización, se observa que en el campo ellas trabajan 22 horas semanales más que
los hombres (82:58 horas de trabajo semanales las mujeres y 60:11 los hombres) y siete
horas más que las mujeres urbanas. En general, las mujeres reciben un ingreso mensual
promedio menor que el de los hombres. Las mujeres de la Sierra son las más afectadas a
pesar de ser quienes más horas trabajan a nivel nacional. En un promedio grueso, ellas
reciben, mensualmente, 69 dólares menos que los hombres; mientras que en la Costa
reciben 44 dólares menos y en la Amazonía 55 dólares menos. Si se observan las
diferencias entre el trabajo remunerado y no remunerado para hombres y mujeres, se
puede apreciar la magnitud de la asimetría entre géneros. A nivel nacional el 48% de las
actividades que hacen las mujeres no son remuneradas. Pero las más afectadas son las
mujeres rurales, cuyas actividades no remuneradas ascienden a cerca del 60%. En
contraste, los hombres a nivel nacional ven remuneradas el 78,6% de sus actividades, y
el 72,4% a nivel rural. Las mujeres indígenas, que en su mayoría viven en la Sierra y
trabajan para abastecer al mercado interno, son las que menos reconocimiento tienen de
su trabajo: el 55,8% de sus actividades no son remuneradas. A las mujeres mestizas no se
les remunera el 46,7% de sus labores y a las mujeres afroecuatorianas el 45,3%. Las
mujeres rurales, sobre quienes pesa gran parte de la labor agropecuaria que alimenta al
país, son quienes peores condiciones laborales tienen, en términos de precariedad e
ingresos. Pero además soportan una carga de trabajo superior a cualquier otro grupo
social, encargándose de la producción, la comercialización de productos agropecuarios,
además de los trabajos reproductivos del hogar, los trabajos de cuidado, y aquellos que
tienen que ver con el funcionamiento de las organizaciones comunitarias. Como
conclusión se puede afirmar que la estructura laboral rural en Ecuador se caracteriza por
el subempleo estructural, que condena a la mayor parte de la población a condiciones de
empleo precario en términos de salarios, estabilidad y posibilidades de satisfacer las
necesidades básicas. El estudio sobre brecha de ingresos refleja altos niveles de
explotación laboral en todo el país pero principalmente en las zonas de agricultura
empresarial; su competitividad se fundamenta en los bajos salarios. La proletarización,
fenómeno relacionado a la migración campo-ciudad, ha cambiado el panorama
demográfico en el campo, evidenciándose un paulatino envejecimiento de la población
rural. Otro de los efectos del modelo de acumulación es la enorme carga global de trabajo
que soportan las mujeres rurales. Buena parte de esta carga no es reconocida como
actividad productiva, a pesar de ser la base de reproducción de todo el sistema económico.

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