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La amplia tradición de anulación de

deudas en Mesopotamia y en Egipto


del 3º al 1º milenio antes de J.C.
24 de agosto de 2012 por Eric Toussaint
   

Es esencial atravesar la pantalla de humo de la historia contada por los


acreedores y restablecer la verdad histórica. Anulaciones generalizadas de
deuda han tenido lugar de forma repetida en la historia.
Hammurabi, rey de Babilonia, y las anulaciones de deuda
El Código de Hammurabi se encuentra en el Museo del Louvre de París. De
hecho, el término “código” es inapropiado, pues Hammurabi nos legó más bien
un conjunto de reglas y de juicios sobre las relaciones entre los poderes
públicos y los ciudadanos. El reino de Hammurabi, “rey” de Babilonia (situada
en el Iraq actual), comenzó en 1792 antes de J.C. y duró 42 años. Lo que la
mayor parte de los manuales de historia no señalan es que Hammurabi, como
otros gobernantes de las ciudades-estado de Mesopotamia, proclamó en varias
ocasiones una anulación general de las deudas de los ciudadanos con los
poderes públicos, sus altos funcionarios y dignatarios. Lo que se ha llamado el
Código de Hammurabi, fue escrito probablemente en 1762 antes de J.C. Su
epílogo proclamaba que “el poderoso no puede oprimir al débil, la justicia debe
proteger a la viuda y al huérfano (…) a fin de hacer justicia a los oprimidos”.
Gracias al descifrado de los numerosos documentos escritos en cuneiforme,
los historiadores han encontrado la huella incontestable de cuatro anulaciones
generales de deuda durante el reinado de Hammurabi (en 1792,1780, 1771 y
1762 antes de J.C.).
En la época de Hammurabi, la vida económica, social y política se organizaba
alrededor del templo y del palacio. Estas dos instituciones, muy imbricadas,
constituían el aparato del estado, el equivalente a nuestros poderes públicos
de hoy, en los que trabajaban numerosos artesanos y obreros, sin olvidar los
escribas. Todos eran alojados y alimentados por el templo y el palacio.
Recibían raciones de alimentación que les garantizaban dos comidas
completas por día. Los trabajadores y los dignatarios del palacio eran
alimentados gracias a la actividad de un campesinado al que los poderes
públicos proporcionaban (alquilaban) tierras, instrumentos de trabajo, animales
de tiro, ganado, agua para el riego. Los campesinos producían en particular
cebada (el cereal de base), aceite, frutas y legumbres. Tras la cosecha, los
campesinos debían entregar una parte de ella al estado como alquiler. En caso
de malas cosechas, acumulaban deudas. Además del trabajo en las tierras del
templo y del palacio, los campesinos eran propietarios de sus tierras, de su
vivienda, de su rebaño y de los instrumentos de trabajo. Otra fuente de deudas
de los campesinos estaba constituida por los préstamos concedidos a título
privado por altos funcionarios y dignatarios a fin de enriquecerse y de
apropiarse los bienes de los campesinos en caso de no pago de esas deudas.
La imposibilidad en la que se encontraban los campesinos de devolver las
deudas podía llevar igualmente a su reducción a la esclavitud (miembros de su
familia podían igualmente ser reducidos a la esclavitud por deudas). A fin de
garantizar la paz social, en particular evitando un deterioro de las condiciones
de vida de los campesinos, el poder anulaba periódicamente todas las
deudas [1] y restauraba los derechos de los campesinos.
Las anulaciones generales de deuda se han escalonado en Mesopotamia
a lo largo de 1000 años
Las proclamaciones de anulación general de deudas no se limitaron al reino de
Hammurabi: comenzaron antes de él y se prolongaron después de él. Se tiene
la prueba de anulaciones de deuda que se remontan al año 2400 antes de
J.C., es decir seis siglos antes del reino de Hammurabi, en la ciudad de Lagash
(Sumer), los más recientes se remontan a 1400 antes de J.C., en Nuzi. En
total, los historiadores han identificado con precisión una treintena de
anulaciones generales de deuda en Mesopotamia entre 2400 y 1400 antes de
J.C. Se puede seguir a Michael Hudson [2] cuando afirma que las anulaciones
generales de deuda constituyen una de las características principales de las
sociedades de la Edad del Bronce en Mesopotamia. Se encuentran por otra
parte en las diferentes lenguas mesopotamicas expresiones que designan
estas anulaciones para borrar la deuda y poner las cuentas a cero: amargi en
Lagash (Sumer), nig-sisa en Ur, andurarum en Ashur, misharum en
Babilonia, shudutu en Nuzi.
Estas proclamaciones de anulación de deuda eran ocasión de grandes
festividades, generalmente en la fiesta anual de la primavera. Bajo la dinastía
de la familia de Hammurabi fue instaurada la tradición de destruir las tabletas
sobre las que estaban inscritas las deudas. En efecto, los poderes públicos
tenían una contabilidad precisa de las deudas en tabletas que eran
conservadas en el templo. Hammurabi muere en 1749 antes de J.C., tras 42
años de reinado. Su sucesor, Samsuiluna, anula todas las deudas con el
estado y decreta la destrucción de todas las tabletas de deudas salvo las que
se refieren a deudas comerciales.
Cuando Ammisaduqa, el último gobernante de la dinastía Hammurabi, accede
al trono en 1646 antes de J.C., la anulación general de las deudas que
proclama está muy detallada. Se trata manifiestamente de evitar que ciertos
acreedores se aprovechen de algunos fallos. El decreto de anulación precisa
que los acreedores oficiales y los cobradores de impuestos que han expulsado
campesinos deben indemnizarles y devolverles sus bienes bajo pena de ser
ejecutados. Si un acreedor ha acaparado un bien por presión, debe restituirlo
y/o pagarlo por entero, si no lo hace es condenado a muerte.
Como consecuencia de este decreto, se pusieron en pie comisiones a fin de
revisar todos los contratos inmobiliarios y eliminar los que estaban afectados
por la proclamación de anulación de deuda y de restauración de la situación
anterior, statu quo ante. La puesta en práctica de este decreto era facilitado por
el hecho de que, en general, los campesinos espoliados por los acreedores
continuaban trabajando en sus tierras aunque éstas se hubieran convertido en
propiedad del acreedor. A partir de ahí, anulando los contratos y obligando a
los acreedores a indemnizar a las víctimas, los poderes públicos restauraban
los derechos de los campesinos. La situación se degradará un poco más de
dos siglos más tarde.
Los límites de los actos de anulación de las deudas
En Mesopotamia, durante la Edad del Bronce, los esclavos por deudas eran
liberados pero no los demás tipos de esclavos (en particular los que eran
prisioneros de guerra).
Los actos de anulación de deuda no deben ser presentados como decisiones
que hicieran progresar la emancipación social, se trataba de restaurar el orden
anterior, que incluía numerosas formas de opresión. Sin embargo, sin
embellecer la organización de estas sociedades de hace 3000 a 4000 años,
hay que subrayar que los gobernantes intentaban mantener una cohesión
social evitando la constitución de grandes propiedades privadas, tomando
medidas para que los campesinos mantuvieran un acceso directo a la tierra,
limitando el aumento de las desigualdades, vigilando el mantenimiento y el
desarrollo de los sistemas de riego. Michael Hudson subraya, por otra parte,
que la decisión de declarar la guerra correspondía a la asamblea general de
los ciudadanos y que el “rey” no tenía el poder de tomar la decisión.
Parece que, en la cosmovisión de los mesopotamios de la edad del bronce, no
hubo creación original por un dios. El gobernante (ruler), confrontado al caos,
reorganizó el mundo para restablecer el orden normal y la justicia.
Después de 1400 antes de J.C., no se ha encontrado ningún acto de anulación
de deuda. Las desigualdades se reforzaron y desarrollaron fuertemente. Las
tierras fueron acaparadas por grandes propietarios privados, la esclavitud por
deudas se enraizó. Una parte importante de la población emigró hacia el
noroeste, hacia Canaan con incursiones hacia Egipto (los faraones se
quejaban por ello).
A lo largo de los siglos que siguieron, considerados por los historiadores de
Mesopotamia como tiempos obscuros (Dark Ages) -a causa de la reducción de
las huellas escritas-, se tienen sin embargo pruebas de luchas sociales
violentas entre acreedores y endeudados.
Egipto: la piedra Rosetta confirma la tradición de las anulaciones de
deuda

La piedra Rosetta de la que se apropiaron miembros del ejército napoleónico


en 1799 durante la campaña de Egipto fue descifrada en 1822 por Jean-
François Champollion. Se encuentra hoy en el British Museum en Londres. El
trabajo de traducción fue facilitado por el hecho de que la piedra presenta el
mismo texto en tres lenguas: el egipcio antiguo, el egipcio popular y el griego
del tiempo de Alejandro Magno. El contenido de la piedra Rosetta confirma la
tradición de la anulación de las deudas que se instauró en el Egipto de los
faraones a partir del siglo VIII antes de J.C., antes de su conquista por
Alejandro Magno en el siglo IV antes de J.C. Se lee en ella que el faraón
Ptolomeo V, en 196 antes de J.C., anuló las deudas debidas al trono por el
pueblo de Egipto y más allá.
Aunque la sociedad egipcia del tiempo de los faraones fuera muy diferente de
la sociedad mesopotámica de la Edad del Bronce, se encuentra la huella
evidente de una tradición de proclamación de amnistía que precede a las
anulaciones generales de deuda. Ramsés IV (1153-1146 antes de J.C.)
proclamó que quienes huyeron podían volver al país. Quienes estaban
encarcelados eran liberados. Su padre Ramsés III (1184-1153 antes de J.C.)
hizo igual. Hay que señalar que en el 2º milenio, parece que no había
esclavitud por deudas en Egipto. Los esclavos era prisioneros de guerra. Las
proclamaciones de Ramsés III y IV concernían a la anulación de los atrasos de
impuestos debidos al faraón, la liberación de los presos políticos, la posibilidad
para las personas condenadas al exilio de volver al país.
Solo a partir del siglo VIII antes de J.C. se encuentran en Egipto
proclamaciones de anulación de deudas y de liberación de los esclavos por
deudas. Es el caso del reinado del faraón Bocchoris (717-711 antes J.C.), cuyo
nombre fue helenizado.
Una de las motivaciones fundamentales de las anulaciones de deuda era que
el faraón quería disponer de un campesinado capaz de producir suficientes
alimentos y disponible cuando fuera necesario para campañas militares. Por
estas dos razones, era necesario evitar que los campesinos fueran expulsados
de sus tierras por la influencia de los acreedores.
En otra parte de la región, se constata que los emperadores sirios del primer
milenio antes de J.C. adoptaron igualmente la tradición de anulación de las
deudas. Lo mismo ocurrió en Jerusalén, en el siglo V antes de J.C. Como
prueba, en 432 antes de J.C., Neemías, ciertamente influenciado por la antigua
tradición mesopotámica, proclama la anulación de las deudas de los judíos
endeudados hacia sus ricos compatriotas. Es en esa época cuando se redacta
la Torah. La tradición de las anulaciones generalizadas de deuda formará parte
de la religión judía y de los primeros textos del cristianismo vía el Levítico que
proclama la obligación de anular las deudas cada siete años y en cada jubileo,
es decir, cada 50 años.
Conclusión
Hoy, la devolución de la deuda constituye innegablemente un tabú. Es
presentada por los jefes de estado y de gobierno, los bancos centrales,
el FMI y la prensa dominante como inevitable, indiscutible, obligatoria. Los
ciudadanos y ciudadanas deberían resignarse al pago de la deuda. La única
discusión posible es sobre la forma de modular el reparto de los sacrificios
necesarios a fin de conseguir suficientes medios presupuestarios para
mantener los compromisos tomados por la nación endeudada. Los gobiernos
que han pedido prestado han sido elegidos democráticamente, los actos que
han realizado son por tanto legítimos. Hay que pagar.
Es esencial atravesar la pantalla de humo de la historia contada por los
acreedores y restablecer la verdad histórica. Anulaciones generalizadas de
deuda han tenido lugar de forma repetida en la historia. Esas anulaciones
corresponden a diferentes contextos. En el caso que acabamos de evocar, las
proclamaciones de anulación generalizada de deuda eran tomadas a iniciativa
de gobernantes preocupados por preservar la paz social. En otros casos, las
anulaciones fueron resultado de una lucha social exacerbada por la crisis y el
ascenso de las desigualdades. Es el caso de Grecia y Roma antiguas. Otros
escenarios hay que tomar en cuenta también: la anulación de deuda decretada
por países endeudados que plantean un acto soberano unilateral, la anulación
de deuda concedida por los vencedores a un país vencido o/y aliado... Una
cosa es cierta: a escala histórica, la deuda juega un papel motor en numerosas
grandes conmociones sociales y políticas.
Traducido por Alberto Nadal



Eric Toussaint (doctor en ciencias políticas, presidente del CADTM de


Bélgica, www.cadtm.org, miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia).
Damien Millet y Eric Toussaint han dirigido el libro colectivo La Deuda o la Vida,
Editorial Icaria, Economía, ISBN: 9788498883848, Año Publicación: 2011,
páginas: 336, que recibió el Prix du livre politique à la Foire du livre politique de
Liège en 2011). Último libro publicado, Damien Millet et Eric Toussaint, AAA,
Audit, Annulation, Autre politique, Le Seuil, Paris, 2012.
Notas
[1] Las deudas entre comerciantes no eran objeto de estas anulaciones.
[2] Este artículo está esencialmente basado en la síntesis histórica presentada por
Michael Hudson, doctor en economía, en varios artículos y obras: “The Lost Tradition of
Biblical Debt Cancellations”, 1993, 87 páginas ; “The Archaeolgy of Money”, 2004. Michael
Hudson forma parte de un equipo científico pluridisciplinar (ISCANEE, International
Scholars’ Conference on Ancient Near Earstern Economies) que comprende filólogos,
arqueólogos, historiadores, economistas, que trabajan sobre el tema de las sociedades y
las economías antiguas de Próximo Oriente. Sus trabajos son publicados por la
universidad de Harvard. Michael Hudson inscribe su trabajo en la prolongación de las
investigaciones de Karl Polanyi. Igualmente produce análisis sobre la crisis
contemporánea. Ver en particular, “The Road to Debt Deflation, Debt Peonage, and
Neoliberalism”, febrero 2012, 30 páginas. Entre las obras de otros autores que, desde la
crisis económica y financiera iniciada en 2007-2008 han escrito sobre la larga tradición de
anulación de deuda, conviene leer: David Graeber, Debt : The First 5000 Years,
Melvillehouse, New York, 2011, 542 páginas.

La remisión de las deudas en la


Tierra de Canaán durante el primer
milenio antes de Cristo
4 de diciembre de 2012 por Isabelle Ponet
   
La justicia social, sobre todo en la forma de la remisión de las deudas que
subyugaban los pobres a los ricos, fueron un leitmotiv de la historia del antiguo
Israel [1].
Según el libro de Deuteronomio, los israelitas tienen la obligación de liberar
cada siete años a sus esclavos hebreos, los que se habían vendido a ellos por
deudas, y de abastecerles liberalmente de sus ovejas, de sus eras y de su
lagar, para que no volvieran a casa con las manos vacías (cf. Dt. 15:14 y Ex.
21:12).
Como la ley casi ni se aplicaba, el Levítico [2] la reafirma con una adaptación:
«Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus
moradores [...] y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a
su familia» (Lv. 25:10). Y para garantizar que en esta ocasión la ley fuera
respetada, los códigos describen de forma detallada cómo habrá de realizarse
la compra y venta de bienes entre particulares en función del número de años
transcurridos desde el aniversario anterior (es decir del número de años que
quedan antes de tener que devolver los bienes al propietario anterior).
Si añadimos a estos pasajes los innumerables versículos que prohíben prestar
con intereses a sus semejantes y de empeñar bienes, nos podemos hacer una
idea de cómo los israelitas de la tierra de Canaán intentaban mantener un
cierto equilibrio social.
Desde el 2000, las búsquedas arqueológicas en Oriente Medio, la historia de
los escritos egipcios y asirio-babilónicos, al igual que el análisis de los
anacronismos del texto bíblico, han aportado numerosas revelaciones que
transforman de forma decisiva nuestra imagen de los orígenes del pueblo
hebreo [3].
Ni los múltiples y detallados archivos de los imperios de Oriente Medio, ni los
vestigios materiales, corroboran que los hebreos se instalaran y volvieran a
dejar la tierra egipcia en el siglo XIII antes de Cristo. Los relatos que
reconstruyen esta odisea, fueron de hecho redactados por encargo del rey
Josías y de la gran reforma deuteronómica que inició en el siglo VII a. C. En el
721, los asirios invadieron el norte del Reino de Israel y tomaron como rehenes
a príncipes y sacerdotes. Josías, que en aquel entonces reinaba sobre el Reino
del Sur, soñaba con poder unificar por fin ambos territorios y a ambas
poblaciones, que profesaban una religión similar. Para conseguirlo, hizo que
los escribas redactaran, basándose en héroes conocidos, el relato de las
hazañas de David y Salomón, quienes se supone que gobernaban
solemnemente un único país, adorando a un único Dios, en un único templo.
Josías también hizo que se añadiera como preludio la historia de Abraham y de
sus hijos, y de otros personajes de su pueblo en la tierra de Egipto.
En realidad, los archivos egipcios, que relatan en detalle todos los incidentes
fronterizos, no dejan constancia de la llegada y después del éxodo masivo de
los hebreos a mitad o a finales del segundo milenio a. C. Sin embargo, la
epopeya bíblica se basa en el recuerdo latente en Canaán de la invasión del
delta egipcio por parte de los hicsos, y de su violenta expulsión en el segundo
milenio. Además, el relato del éxodo refleja claramente las convulsas
relaciones entre Josías y el imperio egipcio del siglo VII a. C.
En cuanto a Jerusalén, en tiempos de David y de Salomón (1.000 años a. C.),
este era de un pueblo diminuto, sin desarrollo económico ni intelectual, incapaz
de dotarse de un ejército, de construir un templo y de redactar textos religiosos.
David y Salomón a lo sumo eran jefes de clanes montañeses. Sin embargo,
hacia el 640, el Reino de Judá y su capital logran desarrollarse aprovechando
el declive del Reino del Norte y el posterior debilitamiento de los asirios.
Los profetas como abogados de la remisión de las deudas
El joven rey Josías decidió insuflar ánimo a su pueblo mediante el relato de sus
esplendorosos orígenes, pero también intentó brindarle una armadura moral y
espiritual sólida. Por esto, los textos del Deuteronomio que encargó están
marcados de principio a fin por el espíritu de los profetas que, arriesgando su
vida, hacían frente a los poderosos para exigir justicia social, respeto para los
pobres y los débiles, el rechazo de conceder préstamos con intereses y la
remisión de la deuda que esclavizaba a una gran parte del pueblo llano
expoliándole sus tierras [4]. El desarrollo económico que vivía en ese momento
el Reino del Sur venía acompañado por un gran cambio social y una gran
precariedad. Los lazos entre los campesinos y sus tierras, las antiguas familias
y sus territorios se habían roto. Desde el 740 a. C., el profeta Isaías repudiaba:
«Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta
ocuparlo todo! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?» (Is. 5:8). De
ahí la exigencia del Deuteronomio de liberar regularmente a los esclavos
hebreos para que estos pudieran recuperar sus tierras y su ganado.
El sueño de Josías se desmorona al ser asesinado por los egipcios en el 609.
La situación social y política seguiría degradándose en los años posteriores, a
pesar de las intervenciones de las nuevas generaciones de profetas como las
de Jeremías y Ezequiel: «¡Basta ya, oh príncipes de Israel! Dejad la violencia y
la rapiña. Haced juicio y justicia; quitad vuestras imposiciones de sobre mi
pueblo, dice Jehová el Señor. Balanzas justas, efa justo, y bato justo tendréis»
(Ez. 45: 9-10).
Un pasaje de Jeremías ilustra de otro modo el alcance de la ley sobre la
remisión de las deudas. Ante el avance de los ejércitos enemigos hacia
Jerusalén, en el 587 a. C., Jeremías defiende, en nombre de Dios, la misión del
rey Sedecías (soberano por aquel entonces del Reino de Judá) que exige a los
poderosos de su reino que liberen de forma inmediata a todos los siervos por
motivos de deuda (Jr. 34: 8-17). Jeremías recuerda con vehemencia la antigua
exigencia de dejar en libertad a los esclavos... que de hecho, el rey necesita
para reunificar patrióticamente las clases sociales antes de la batalla y para
dotarse de suficientes tropas libres de cualquier obligación servil. Este texto,
redactado un siglo después, tras el exilio, más que manifestar la
posición profética destaca la creciente influencia de las tradiciones asirio-
babilónicas de la remisión de las deudas por parte del monarca sobre la cultura
judaica. De hecho, en el 587, Nabudoconosor se hace con el Reino de Judá y
lleva cautivas a Babilonia a las élites dirigentes. Ciro, en el 538, les autoriza a
volver a su país. En el 445, uno de los sucesores, Artajerjes, ordena a su
copero Nehemías que organice la reconstrucción del templo de Jerusalén.
Nehemías participa activamente en la reforma política y espiritual llevada a
cabo en la capital siguiendo la línea instaurada por Josías: compromiso con
el templo, pero a la vez exige con vehemencia justicia social.
Existe un incidente que demuestra que Nehemías conocía la antigua tradición
de la remisión de las deudas practicada en Mesopotamia entre los años 2.500
y 1.500 antes de nuestra era [5]. La situación social con la que se encontró en
Judea era deplorable: «Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus
mujeres contra sus hermanos judíos. Había quien decía: Nosotros, nuestros
hijos y nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano
para comer y vivir». Y había quienes decían: «Hemos empeñado nuestras
tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del
hambre». Y otros decían: «Hemos tomado prestado dinero para el tributo del
rey sobre nuestras tierras y viñas. Ahora bien, nuestra carne es como la carne
de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que nosotros
dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras
hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras
tierras y nuestras viñas son de otros» (Ne. 5:1-5).
Para hacer frente a crisis sociales tan acuciantes, en las que los grandes
propietarios acaparaban de tal manera las tierras y la mano de obra campesina
que comprometían la estabilidad del orden social, los jefes de los estados
mesopotámicos de la Edad de Bronce habían instaurado a partir de 2.500 a. C.
la remisión periódica de las deudas y la liberación de esclavos por deuda. Esta
tradición desapareció de Mesopotamia tras el 1.500 a. C., pero fueron muchos
los rastros escritos que perduraron en la Babilonia del s. VI a. C. en la época
del cautiverio de los judíos en esta ciudad [6].
Nehemías utilizaría el mismo medio para lograr la cohesión en el reino de Judá,
que era una mezcla de distinguidas personalidades que volvieron tras el exilio y
del pueblo llano que había permanecido allí. Convencido de que el país se
degradaría militar, económica y espiritualmente si sus gobernantes no
garantizaban la justicia social, Nehemías incluyó la ley de la remisión de
deudas en un marco religioso, la Alianza con Jehová. Desde entonces es el
propio Dios quien exige la remisión de las deudas y la puesta en libertad de los
esclavos y de sus tierras ya que esta sólo pertenece a Dios.
«Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor […] reprendí a los nobles y a
los oficiales […] Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus
olivares y sus casas, y la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del
aceite, que demandáis de ellos como interés […] Así sacuda Dios de su casa y
de su trabajo a todo hombre que no cumpliere esto, y así sea sacudido y
vacío» (Ne. 5: 6-13).
De este modo, Nehemías tomó partido decididamente por los derechos de los
campesinos sin tierra enfrentándose a una clase que había acaparado el poder
gracias a su influencia económica. Sin embargo, el interés de este pasaje
reside en que manifiesta claramente la revuelta popular contra la arrogante
violencia de los ricos, y la exigencia por parte de los campesinos de poner a su
servicio la antigua ley israelita de la remisión de deudas [7].
¿Pero de dónde proviene la ley de liberación de los siervos por deuda y de
devolverlos a su tierra, su clan, sus casas y su ganado? Antes de responder a
esta pregunta, hay que resolver otro interrogante.
¿Cuál es el origen de los israelitas?
A diferencia de lo que se suele representar, los israelitas no invadieron Canaán
tras haber pasado 40 años en el desierto del Sinaí (lugar en el que nunca se
han encontrado huellas de su paso).
Conforme a lo que hoy en día sabemos, los israelitas fueron beduinos,
pastores nómadas cananeos que solían seguir a sus rebaños hasta las
proximidades de las ciudades-estado de Canaán. Cambiaban su ganado por
cereales.
Cuando lo largo de los s. XIII y XII a. C., las ciudades se iban desmembrando
por distintas razones, estos pastores nómadas se convirtieron en parte
sedentarios en las Altas Tierras, desde Samaria hasta Jerusalén, para cultivar
ellos mismos los alimentos básicos que no conseguían en la ciudad. Los
pueblos, de los que se han encontrado vestigios, aún se conciben como
campamentos de pastores. Se desarrollarían con mayor rapidez en el norte
(Reino de Israel), donde las plantaciones de olivo y las viñas dan abundantes
frutos y les permitirían acceder fácilmente al comercio internacional. Judá, por
el contrario, situada en el sur, mucho más árida y alejada de las grandes vías
de comunicación, se estancaría. Sin embargo, ambos reinos parecen compartir
leyendas de héroes comunes, una lengua y un alfabeto similar, al igual que
una religión común, cuya característica material más distintiva es la prohibición
del cerdo. Allí no se ha encontrado ningún rastro del consumo o la cría de
cerdos, a diferencia del resto de tribus cananeas. Tampoco queda rastro
ninguno de altares o santuarios.
Estas numerosas comunidades (de hasta 250 personas) vivían de forma muy
simple. No se han descubierto productos de lujo o joyas en las tumbas o casas.
Estas últimas tenían todas más o menos el mismo tamaño, «lo que prueba un
reparto bastante igualitario de la riqueza entre las familias». [8]
A partir del siglo XII, los israelitas de las Tierras Altas establecieron medidas
que impidieron que los propietarios más afortunados en el reparto de tierras,
capital o fuerzas humanas, pudieran acaparar los primeros excedentes de
producción. Así, se establecen poco a poco reglas que, periódicamente,
«ponen sus contadores a cero» para mantener un equilibrio de las
comunidades sin dignatarios, para evitar que unos tengan que endeudarse con
otros.
De este modo, los profetas (como se ve primero en el Deuteronomio y luego en
el Levítico) también se apoyan en el recuerdo perenne de las primeras
comunidades aldeanas para formular sus exigencias de liberación periódica de
los siervos. Sin embargo, la situación ha cambiado. En el siglo VI a. C., hace ya
tiempo que los excedentes fueron acaparados por los príncipes y nobles.
Desde entonces y a lo largo del tiempo, la ley versará cada vez más sobre las
relaciones interpersonales cuando no sirva única y exclusivamente a los
intereses de los gobernantes. Ha perdido por lo tanto su fuerza de interpelación
política. Al final del primer siglo, sólo tendrá en la mayoría de los casos un
significado espiritual: la remisión de los pecados.
Además, el Levítico es muy claro al respecto: la ley sólo atañe a los siervos
hebreos, de la misma religión que el amo. Estos no deben liberar esclavos
conseguidos (por conquistas) en el extranjero. Únicamente los textos más
tardíos del libro de Isaías abrirán perspectivas más universales (Is. 61: 1-2).
Para resumir, la ley de remisión de las deudas y la liberación de la servidumbre
por deudas en los israelitas de Canaán adquiere matices muy diferentes según
la época. Y sobre todo, según sea utilizada por los príncipes para gestionar la
situación política o reclamada por los profetas y las poblaciones oprimidas.
Sea como fuere, la remisión de deudas y la liberación de esclavos por deudas
se erradicó por completo en las culturas de Oriente Próximo en el siglo I de
nuestra era, incluido en Judea. La situación social se degradó tanto, que el
rabino Hilel [9] estableció un decreto según el cual los deudores debían en
adelante firmar que renunciaban al disfrute de su derecho a la remisión de las
deudas. [10]
La remisión de las deudas en el Nuevo Testamento
¿Qué pasa con la remisión de las deudas en el Nuevo Testamento, entre los
siglos I y III d. C.?
Los Hechos de los Apóstoles, que pretenden reflejar la vida de los primeros
cristianos, muestran una imagen idílica: «Nadie consideraba sus bienes como
propios, sino que todo era común entre ellos; ninguno padecía necesidad,
porque todos los que poseían tierras o casas las vendían» (Hechos 4: 32-34).
La segunda carta de Pablo a los corintios muestra lo mismo: «No se trata de
que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de
que haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la
necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad
de ustedes» (2 Cor. 8: 13-14).
Este «comunitarismo» no buscaba cambiar el sistema social de la época, el
Imperio romano. Simplemente protegía a la comunidad de sus peores excesos.
Como ejemplo, he aquí la postura de Pablo en relación con las autoridades y
los amos: «Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no
hay autoridad que no provenga de Dios... En consecuencia, el que resiste a la
autoridad se opone al orden establecido por Dios» (Carta a los romanos 13: 1-
2). «Esclavos, obedezcan a sus patrones con temor y respeto, sin ninguna
clase de doblez, como si sirvieran a Cristo» (Carta a los efesios 6: 5) .
A su vez, la posición de Jesús sobre la remisión de las deudas, bajo los
conceptos que ya se han citado varias veces (y especialmente en el evangelio
de Lucas capítulo 4), aparece marcada por un aire profético revolucionario.
Lucas sitúa el pasaje al comienzo de la vida pública de Jesús y realiza una
guía de lectura de todo lo que acontecerá. Jesús, según Lucas, acude a una
sinagoga un día de sabbat y elige leer el pasaje de Isaías 61 mencionado
anteriormente más arriba. No lo cita palabra a palabra, e insiste más en el
aspecto concreto, y no espiritual, del trabajo de liberación que él realiza en ese
momento. Como Isaías, le otorga un significado claramente universal.
Recordemos que el año de gracia del Señor (año de jubileo) al que él instaba
exigía a la vez reposo de la tierra, remisión de las deudas y liberación de los
esclavos. «Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como
de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron
el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba
escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la
unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor”. (…) Entonces comenzó a decirles:
“Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”» (Lucas 4:
16-21).
En pleno Imperio romano esclavista, que rechazaba ferozmente el concepto de
remisión de las deudas, las palabras de Jesús sólo podían ser vistas como una
declaración de guerra al sistema judeo-romano en vigor. No extraña entonces
que algunos versículos más adelante, Lucas ya cite un primer intento para
darle muerte. Antes de que se le arrestara, Jesús tendrá aún tiempo de realizar
un gesto material muy simbólico: volcar las mesas de quienes cambiaban
divisas en el templo de Jerusalén. Ni los grandes sacerdotes judíos, ni las
autoridades romanas pudieron permitirlo.
Parte 1



El CADTM publica una serie de artículos sobre las anulaciones de la deuda, las
luchas para conseguirlo, el lugar de la deuda en los conflictos políticos,
sociales y geoestratégicos a lo largo de la historia. Para poder realizarlos, el
CADTM ha contado con la ayuda de numerosos autores diferentes. El primer
artículo de la serie es: Toussaint, E. La amplia tradición de anulación de
deudas en Mesopotamia y en Egipto del 3º al 1º milenio antes de J.C.,
publicado el 24 de agosto de 2012. http://cadtm.org/La-amplia-tradicion-de-
anulacion
Isabelle Ponet es licenciada en estudios religiosos, militante en favor de la
defensa de los derechos de los sin papeles, y autora de Un Tiers Monde à
domicile. Mondialisation, migrations, expulsions et travail clandestin, cahier
POS nr10, FLL Bruxelles 2000, obra que establece el vínculo entre la opresión
actual de las poblaciones del Sur, especialmente a través del mecanismo de la
deuda, y la explotación de los trabajadores clandestinos del Norte.
Traducción desde el francés: Sara Gilgado, Alejandra Uribe, Alejandro
González Amador

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