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Por lo anterior, existe en la literatura diferentes autores que se han esforzado por
definir concretamente qué son las creencias. Entre estos autores se encuentra
Fishbein (1967) y Fishbein y Ajzen (1975, p.131) quienes sostienen que:
La creencia además de ser un vínculo entre un objeto y un atributo con un cierto nivel
de probabilidad, puede concebirse como una condición inicial subjetiva que explica un
conjunto de comportamientos en apariencia inconexos y al entender la causa como
condición inicial, la creencia es una causa del comportamiento. Así, creer implica
tener una serie de expectativas formuladas a modo de hipótesis, que regulan las
acciones y las relaciones del sujeto con su entorno (Olson y Zanna, 1987; Villoro,
1996). En The Oxford Companion to Philosophy (1995) se plantea que debido a que
las creencias implican un despliegue de conceptos, a menos que el individuo entienda
lo que es un determinado objeto, este podrá creer o no en él. Al respecto, Llinares
(1995, p. 9) señala que “… un aspecto importante es que las creencias no pueden ser
directamente observadas o medidas, por lo tanto, se deben inferir de lo que las
personas dicen, pretenden y hacen”.
Una creencia inculcada en los primeros años de vida, cuando el cerebro es más
impresionable, parece adquirir casi la naturaleza de un instinto; por ello, al integrarse
en esquemas o conceptos que se mantienen como verdaderos, la mayor parte de las
veces se mantienen inmutables frente a las contradicciones causadas por la razón, el
tiempo, la enseñanza o la experiencia, pese a ello, estas pueden ser cuestionadas en
el futuro. Abarcan todas las cuestiones acerca de las cuales no se dispone de un
conocimiento seguro, pero en las que se confía lo suficiente para actuar de acuerdo a
ellas. Es así como se les puede ver como el mayor determinante del comportamiento
humano, aunque en un tiempo y contexto específico (Brown & Cooney, 1982; Darwin,
1987; Dewy, 1984, Sigel, 1985, como se citó en, Latorre y Blanco, 2007; Martínez y
Silva, 2010; Nespor, 1987; Pajares, 1992; Solar y Díaz, 2009).
Se calcula que hace 180 millones de años, cuando aún dominaban los reptiles el planeta,
aparecieron los primeros mamíferos sobre la Tierra. La multitud de especies de
mamíferos que comenzaron a desarrollarse a partir de entonces eran muy diferentes a las
que actualmente conocemos y muchas de ellas han desaparecido por completo.
Por pertenecer a la misma familia, las diferentes especies de primates, en especial monos
y simios, guardan similitud con el ser humano. Según algunos estudiosos, el último
ancestro común entre el ser humano y el chimpancé, nuestro primo más cercano, existió
hace 6 ó 7 millones de años. Después de esta separación apareció el primer ,
el llamado Australopithecus, que posteriormente dio lugar al Homo habilis, el primer
especímen del género Homo, al que pertenecemos los seres humanos modernos.
Los límites que señalen el comienzo y el final de los distintos homínidos no son
exactos, se calcula que aparecieron hace 4.5 millones de años y se extinguieron
hace unos 2 millones de años. Durante mucho tiempo debieron coexistir diferentes
tipos, y el final de una especie se entremezcló con las generaciones de otra en el
transcurso de miles de años.
Australopithecus
Sus restos demostraron que estos homínidos medían más de un metro de estatura
y que sus caderas, piernas y pies se aparecían más a los de los seres humanos
que a los de los simios. El cerebro se asemejaba al de estos animales y tenía un
tamaño similar al del gorila. La mandíbula era grande y el mentón hundido.
Caminaban erguidos y podían correr, a diferencia de los simios. Sus largos brazos
acababan en manos propiamente dichas, con las yemas de los dedos planas,
como las de los seres humanos. Se cree que estos seres eran carnívoros, pues a
su alrededor se han encontrado huesos y cráneos que habían sido machacados
para extraer el tuétano y los sesos.
El género Homo
La mayoría de los científicos aceptan que hay dos grandes grupos, o géneros, de homínidos en los
últimos 4 millones de años. Uno de ellos es el género Homo, que apareció hace 2.5 millones de
años y que incluye por lo menos tres especies: Homo habilis, Homo erectus, Homo sapiens. Uno
de los grandes misterios de los estudiosos de la prehistoria es cuándo, cómo y dónde el género
Homo remplazó a los Australopithecus.
Arbol genealógico que
representa la posible
evolución del hombre. Hace
algún tiempo, el diagrama
hubiera sido una línea recta,
pero en la actualidad los
especialistas piensan que la
situación fue más compleja.
En zonas del este de África se encontraron restos de otros homínidos que existieron al mismo
tiempo que los Australopithecus, lo que viene a demostrar que esta especie de homínidos no era la
única sobre la Tierra hace dos o tres millones de años. Como los homínidos que se encontraron
parecen mucho más "hombres", se les ha puesto el nombre de Homo. La primera especie del
género Homo apareció hace 2.5 millones de años y se dispersó gradualmente por Africa, Europa y
Asia.
Una o más subespecies del Homo erectus evolucionaron hasta llegar al Homo sapiens, un nuevo
tipo físico. Los restos más antiguos del Homo sapiens tienen una edad entre 250 mil y 50 mil años.
En sentido estricto se le denomina Homo sapiens neanderthalis: el hombre de Neanderthal. Recibe
este nombre por el lugar dónde se encontró el primer cráneo que demostraba la existencia de su
especie, en el valle de Neander, en Alemania.
El hombre de Neaderthal desapareció bruscamente, su lugar fue ocupado por los hombres
modernos, hace unos 35 mil años.
Después del Neanderthal vino el Homo sapiens sapiens, que es la especie a la cual pertenecemos
los seres humanos modernos. Se han encontrado restos de los primeros miembros de esta rama
en el Cercano Oriente y los Balcanes, fechados entre el 50 mil y el 40
mil antes de Nuestra Era. Quizá avanzaron hacia el norte y occidente
a medida que retrocedía el hielo. Estos seres humanos también
cruzaron el estrecho de Bering, penetrando así en el continente
americano y llegaron a Australia hace unos 25 mil años.
Lo que dio al hombre moderno su control sobre la Tierra no fue su físico, sino su capacidad de
aprovechar y transmitir a sus descendientes la información cultural por medio de su inteligencia.
la historia estudia el pasado del hombre desde que éste apareció sobre la Tierra. Sin
embargo, los historiadores acordaron organizar este pasado en dos grandes períodos: la
prehistoria y la historia, señalando como división entre ambos la aparición de la escritura,
hecho sucedido aproximadamente en el 4.000 a.C.
En la actualidad, esta separación es replanteada por la comunidad científica pues los
investigadores reconocen que no todos los pueblos del mundo conocieron la escritura en el
mismo momento, por lo tanto, no entraron en los tiempos históricos.
Una de las más fascinantes epopeyas del género humano es su evolución técnica. El
cerebro y la mano han dado al hombre aptitudes de inventor, que ha utilizado
constantemente para dominar el medio en su provecho. Los más remotos vestigios de la
humanidad revelan ese afán, esa lucha de las manos hábiles, creadoras de instrumentos
para construir y destruir, para modificar la materia y disponer de energía, para defender
la vida e imponer la voluntad.
El hombre prehistórico, a través de medio millón de años, utilizó la piedra (además de la
madera) para sus armas e instrumentos (Edad de Piedra).
¿Cómo evolucionó esta industria lítica desde sus comienzos?
1°) El hombre del paleolítico inferior poseyó la “industria del cascajo”. Mediante
percusión supo desprender fragmentos de pedernal, de dos caras, para empuñar como
instrumentos contundentes. Estas “hachas de mano” o “golpes de puño”, amigdaloides
(en forma de almendra), por un proceso de descantillado, alcanzaron su mayor perfección
en el períodoachelense, que se remonta a unos 150.000 años antes de Cristo.
2°) Durante el paleolítico medio el hombre perfeccionó la “industria de las lascas”,
descortezando a presión hojas de pedernal, raederas y puntas de flechas (período
musteriense).
3°) En el paleolítico superior el hombre auriñaciense logró, mediante menudos retoques,
notables puntas de dorso arqueado y buriles. Desde unos 20.000 años antes de Cristo la
cultura magdaleniense desarrolló en Europa la industria de los “micro-litas” (pequeños
instrumentos de pedernal hábilmente astillado) e instrumentos de asta y hueso, tales como
punzones, arpones y agujas de coser.
4°) En el período neolítico (que en Europa se inició hacia el año 5000 antes de Cristo) el
hombre aprendió a pulir sus instrumentos de piedra afilándolos mediante la frotación
entre sí.
Los instrumentos más antiguos del hombre son los guijarros toscamente astillados. Los que
se ven abajo (en la parte superior) se remontan al primer período del paleolítico inferior
(600.000 a 200.000 años aproximadamente) . Son llamadas “hachas de mano” o “golpe de
puño” porque se empuñaban directamente con la mano. Mas abajo se puede reconocer un
extremo forjado para la empuñadura. Con estas armas el hombre primitivo logró tener un
instrumento defensivo y ofensivo.
Esta hacha se remonta a 200.000 años aproximadamente. Ya se reconoce en ella un trabajo
más cuidadoso. Las hachas de este tipo, por su forma característica, son llamadas
“amigdaloides” (“amígdala”, en latín, significa almendra). Se han encontrado algunas de 40
cm.
Un punzón y una raedera que se remontan a unos 100.000 años. Obsérvese el borde
cortante conseguido con un minucioso trabajo de descantillado. La longitud de la raedera es
de unos 10 centímetros, aproximadamente.
En esta época fue cuando el hombre aprendió a atar las astillas de piedra agudizada a los
bastones, obteniendo así las primeras y rudimentarias hachas y lanzas. Para hacer las
ataduras utilizaba intestinos desecados de animales.
Edad de los metales: Es la etapa en la cual el hombre descubre el uso de los metales y los
incorpora a su cultura para fabricar distintos elementos. Aparece entonces la metalurgia.
Los historiadores reconocen tres edades de los metales, según el material usado con más
intensidad: Edad de cobre, Edad de bronce y Edad de Hierro.
El cobre fue el primer metal utilizado, seguido del bronce, cuando el hombre aprendió a
fundir cobre con estaño. Con estos metales se hicieron cuchillos, espadas, puñales, vasijas,
adornos, herramientas, etc. Por último apareció el hierro, pero el uso de este metal, que
permitió la fabricación de armas, herramientas y otros elementos de gran dureza, se logró
alcanzar recién en los tiempos históricos.
La prehistoria es entonces, es período fascinante de la humanidad donde todo está por
hacerse y donde todo es posible.
Los periodos prehistóricos vienen definidos por una escala temporal geológica. Los
cambios climáticos delimitan cada periodo, conduciendo a una diversificación en la fauna y
la flora, y a sus consiguientes adaptaciones evolutivas.
Desde hace 5,3 hasta 1,8 millones de años: el Plioceno: Este periodo viene caracterizado
por un clima frío y seco y la presencia de grandes mamíferos. En esta época vivieron los
australopitecos o primeros homínidos. Entre los inventos más importantes se encuentran las
herramientas de piedra rudimentarias.
Desde hace 1,8 millones de años hasta 11.5OO años: el Pleistoceno. Se conoce como la
Gran Edad del Hielo por sus glaciaciones y el desarrollo de enormes bloques de hielo. Los
grandes mamíferos vieron su esplendor, pero acabaron extinguiéndose. El hecho más
significativo de este periodo es la evolución de los primeros humanos.
Hace 1,5 millones de años: Nace la industria de piedra achelense. Se construyen hachas de
mano
de piedra.
Hace 500.000 años: Utilización del fuego.
Hace 200.000 años: Nace el Homo sapiens.
Hace 50.000 años: Se construyen utensilios de hueso y asta. Aparecen los primeros
microlitos en las herramientas de piedra.
Hace 12.000 años: Aparición de la cerámica.
Hace 11.500 años: inicio del Holoceno.
Esta época marca el inicio del periodo interglaciar. El desplazamiento de las placas de hielo
a los polos y el incremento de lluvias favorecen el desarrollo de la civilización humana.
Año 9000 a. C: Domesticación de las ovejas.
Año 9000 a. C.: Se utilizan ladrillos secados al sol para construir casas en Jericó.
Año 8000 a. C.: Se empieza a utilizar el cobre.
Año 7000 a. C: Orígenes de la agricultura. Se cultiva trigo, cebada
y guisantes. Ya en el año 7000 a. C. existen comunidades agrícolas y ganaderas en Oriente
Medio, Grecia, la península de Anatolia, Creta y la orilla occidental del valle del Indo. La
agricultura se extiende por el sur y el centro de Europa.
Año 7000 a. C.: Se cultiva arroz y mijo en China.
Año 6000 a. C.: Se utilizan ladrillos hechos en moldes en la meseta de Anatolia.
Año 4500 a. C: Inicio del periodo predinástico en Egipto.
Año 4000 a. C.: Primeros intentos de producción de material sintético (cerámica vidriada
egipcia).
Año 4000 a. C.: Se empiezan a utilizar hornos para cocer cerámica, por lo que se puede
fabricar a gran escala.Año 4000 a. C.: Primeros sellos (pequeños discos circulares de arcilla
quemada o piedra con una imagen impresa).
Mesopotamia, o «país entre ríos», es una extensa región recorrida por los ríos
Éufrates y Tigris. Sus límites naturales están definidos por los montes Zagros, al este;
los de Armenia, al norte, y los desiertos de Siria y Arabia, al oeste. La única salida al
mar se encuentra al sur, en la cabecera del golfo Pérsico. Los yacimientos más
antiguos del Neolítico mesopotámico se encuentran en el norte; hacia el año 6000 a.
de C. el fenómeno se extiende hacia las zonas de llanura, pero siempre en la mitad
septentrional.
Fue en ese momento cuando tuvieron lugar las fases más desarrolladas de Hassuna,
Samarra y Halaf, esta última desde el Mediterráneo hasta los Zagros.
En el sur, la presencia humana es más tardía. En esta zona se distinguen cuatro
fases protohistóricas a partir del último tercio del sexto milenio, Eridu, Al’Ubaid (El
Obeid), Uruk y Djemdet Nasr, entre el 5300 y el 2900 a. de C. La fase de Eridu se
encuadra en el horizonte cultural de Samarra y de Halaf, pero más importancia tiene la
fase de Al’Ubaid (4400-3750 a. de C.), cuyos elementos característicos se repiten en la
de Uruk (3750-3200 a. de C.).
El hallazgo más sobresaliente de esta fase fue la escritura, cuyos testimonios más
antiguos se sitúan hacia el año 3300 a. de C. Finalmente, se define la fase de Djemdet
Nasr (3200-2900 a. de C.), caracterizada por una continuidad respecto a la anterior,
con extensión de la escritura y perfeccionamiento de las técnicas de producción.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Primeras urbes
La larga prehistoria del sur de Mesopotamia concluye, a partir de la segunda mitad
de la fase de Uruk, con el nacimiento de la civilización urbana. La ciudad se forma en
Mesopotamia a partir de los asentamientos agrarios surgidos en las fases anteriores.
En este proceso el templo desempeña un papel protagonista, como se percibe en el
gran desarrollo alcanzado por la arquitectura religiosa, que llega a tener proporciones
monumentales en Uruk, Ur, Eridu y Lagash.
La fase de Al’Ubaid es la que mejor se adapta para situar la entrada de los
sumerios, que alcanzarían una supremacía étnica y cultural en un momento avanzado
de la fase de Uruk, cuando el desarrollo económico del país iba a desembocar en el
nacimiento de la civilización urbana.
El panorama étnico que existía en el sur de Mesopotamia en la primera mitad del
tercer milenio no se limita al sustrato indígena más antiguo y al elemento dominante
sumerio, pues se documentan desde muy temprano préstamos semitas en la lengua
sumeria, lo que indica que gentes que la hablaban habitaban también en el sur. Estos
semitas procedían de las estepas semidesérticas del oeste del Éufrates y se
establecieron en los valles fluviales.
Mesopotamia
En la dinastía de Lagash destaca el rey Eannatum (2470 a. de C.), que realizó
expediciones al norte de Mesopotamia y consiguió para su ciudad la hegemonía sobre
todo el país; un relieve, la Estela de los Buitres, conmemora sus hazañas.
La historia de Lagash está relacionada con un antiguo conflicto que mantuvo con
Umma hasta que el rey de ésta, Lugalzagesi, destruyó Lagash. Con él la hegemonía
pasó a Umma y su titulatura asumió a los dioses protectores de las ciudades que
sometía, hasta conseguir que el clero de Nippur reconociese su autoridad ungiéndole
como rey de Sumer. Con Lugalzagesi aparece un ideal imperialista que trasciende el
horizonte de la ciudad-estado, aunque no pudo cumplir sus proyectos, pues Sargón de
Akkad le arrebató el poder y fundó un imperio propio.
Las tierras del templo eran de tres clases: kur, o campos de subsistencia, que se
parcelaban y se entregaban en usufructo a los miembros de la comunidad; nigenna, o
tierra reservada para el dios, cuyo producto se almacena en el templo, y de su cultivo
y cuidado se encargaban todos los miembros de la comunidad; y urula, o campos de
cultivo, que se arrendaban mediante el pago de una cuota sobre la cosecha. La mayor
parte de las tierras se encontraban en manos de los templos, que las administraban en
nombre de la divinidad, su único propietario.
Egipto
Desde el comienzo de su historia, Egipto aparece dividido en dos partes muy claras,
el alto Egipto, al sur, y el bajo Egipto, al norte. El límite entre los dos sectores se
encuentra a la altura de El Fayum, que fija la división entre el curso del Nilo y su
desembocadura.
Pero más que el Nilo en sí, lo que da su personalidad y su razón de ser a Egipto es
la propia crecida del río, originada en las lluvias monzónicas de finales de primavera.
Durante tres meses Egipto está cubierto por las aguas, que al retirarse dejan el limo
arrancado a las tierras volcánicas de Abisinia. Aunque no tan peligrosas como las del
Tigris y Éufrates, las crecidas del Nilo no son regulares, por lo que su aprovechamiento
favoreció las tendencias unificadoras, la constitución de un fuerte poder centralizado y,
en definitiva, la estabilidad política.
De este modo, la historia de Egipto comienza cuando el hombre inicia la adecuación
del valle del Nilo, momento en que aparece el Neolítico, cuyas primeras
manifestaciones datan del sexto milenio (tasiense). A partir de la segunda mitad del
quinto milenio la civilización egipcia entra en el Calcolítico, período llamado también
«predinástico», pues en él se establecen las bases de la cultura faraónica. A partir del
3500 a. de C. la cultura egipcia comienza su unificación con la extensión de la fase
gerziense.
La primera etapa del Egipto unificado, o época tinita, está representada por las
dinastías I y II y es un período de transición y de afianzamiento de la unificación, con
una cronología aproximada entre el 3000 y el 2700 a. de C. El nombre «tinita» procede
de Tinis, ciudad del alto Egipto y probable lugar de origen de las familias reinantes. Los
reyes de la I dinastía tenían dos tumbas, una en Abydos, cerca de Tinis, y otra en
Saqqara, en el bajo Egipto.
La I dinastía tuvo que luchar contra algunas ciudades del norte, que no reconocían
la autoridad central, por lo que los reyes procuraban atraerse a las gentes del delta
admitiendo en su familia a destacados elementos de sus ciudades o consagrando
templos dedicados a divinidades del norte, las principales de las cuales fueron incluidas
en el protocolo real.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Imperios mesopotámicos
La formación y características del imperio de Akkad no fueron sino una continuación
de la política practicada por las ciudades sumerias. Pero el papel principal no lo
desempeñó la etnia sumeria, sino la semita, extendida en Mesopotamia central.
Sin embargo, nunca hubo un contraste étnico sumerio-semita, sino que los
conflictos siempre adoptaron la forma de luchas entre ciudades. De uno de ellos
surgirá el imperio de Akkad.
Este imperio fue fundado por Sargón hacia el año 2340 a. de C. Sargón era un
dignatario de la corte de Urzababa, rey de Kis, del que se independizó cuando fue
conquistada por Lugalzagesi, y fundó su propia capital, Agadé, y tomó el nombre de
Sarrukin, «rey justo» o «legítimo», nombre del que deriva el de Sargón.
El orden pudo ser restablecido por Dudu (2195-2174 a. de C.), pero durante el
reinado de su sucesor, Shudurul (2174-2159 a. de C.), el reino de Akkad desapareció.
La acción simultánea de las ciudades sumerias y de los guti, pueblo nómada del norte,
consiguió destruir el imperio levantado por Sargón.
La importancia del reino de Akkad radica en su definición como imperio universal.
Las conquistas de Sargón y de Naramsin englobaban territorios muy extensos entre el
Mediterráneo y el golfo Pérsico, aunque no fueron ocupados de forma permanente,
pues las conquistas respondían a una momentánea necesidad de expansión que
inmediatamente se abandonaba. No obstante, el territorio dominado alcanzó límites
desconocidos hasta entonces, pues comprendía casi toda Mesopotamia y el Elam.
El renacimiento sumerio
En los años inmediatamente posteriores a la caída del imperio acadio se produjo la
revitalización de Sumer y la instalación de un nuevo poder en el territorio de Akkad,
representado por los guti. Si el primer acontecimiento tuvo lugar a la muerte de
Sharkalishari, el segundo es más tardío, puesto que Shudurul representa aún la
tradición del reino de Akkad.
Los guti habitaban en las tierras altas de Mesopotamia, en los valles de la cadena de
los Zagros. La decadencia de Akkad llevó a los guti a destruir la ciudad de Agadé, pero
sólo lograron mantener un dominio intermitente en el norte, mientras que el sur
sumerio regresó a su tradicional sistema de ciudades autónomas.
Una de éstas, Uruk, con el rey Utukhengal a la cabeza, venció a Tiriqan, último rey
de los guti, con lo que desapareció la amenaza de este pueblo (2116 a. de C.).
Esta fase supuso un retorno a la situación anterior a Sargón, pues los reyes
abandonaron la titulatura acadia, adoptaron los títulos tradicionales sumerios y
asumieron el papel de servidores de la divinidad. El mapa comercial de Lagash coincide
casi exactamente con el de Akkad, pero con la diferencia de que la primera no apoyaba
su acción con medios militares y administrativos, sino con instrumentos diplomáticos y
comerciales, con los que logró una notable prosperidad hasta finales del siglo XXII a.
de C., cuando la hegemonía pasó a Uruk.
La III dinastía de Ur
Con Urnammu se inicia una nueva fase imperial en Mesopotamia, dominada por la
III dinastía de Ur y heredera del anterior imperio acadio. Su obra de organización se
reveló muy eficaz durante el reinado de su hijo, Shulgi (2093-2046 a. de C.), auténtico
creador del imperio de Ur. Restauró santuarios y ciudades, reformó el sistema de
pesos y medidas, mejoró las comunicaciones y reorganizó el ejército.
Los triunfos de Shulgi permitieron que, durante casi veinticinco años, la paz reinase
en el imperio de Ur. Sus sucesores inmediatos, Amarsin y Shusin, gozaron de una
situación de estabilidad, sólo alterada por la amenaza de pueblos nómadas como los
amoritas o amorreos, gentes semitas que presionaban desde el valle superior del
Éufrates.
La situación cambió en los primeros años del reinado de Ibbisin (2027-2003 a. de
C.), en los que se inició una rápida decadencia que culminó con la desaparición del
reino. A este hecho contribuyeron el tradicional particularismo sumerio, la presión en el
oeste de los nómadas amoritas y las relaciones con el Elam.
En la jerarquía de Ur, el poder del rey era ilimitado y su posición suprema encontró
su máxima expresión en su divinización, práctica que inició Shulgi y que heredaron sus
sucesores.
A la cabeza de la jerarquía social se encontraba la familia real; después, los grandes
dignatarios y los sacerdotes, y debajo, los funcionarios. Existía una clase media
independiente, llamada mashda, cuyos derechos eran inferiores a los de los
ciudadanos acomodados.
La sociedad sumerio-acadia
Pero fue Shulgi quien más destacó en este aspecto al promulgar el primer código de
leyes conocido, en el que alude a la ordalía fluvial, la situación jurídica del esclavo y las
compensaciones pecuniarias por lesiones corporales. Estos datos indican la madurez
jurídica alcanzada en esta época, precedente del gran impulso que tendrá en la
primera mitad del segundo milenio.
Las creencias religiosas de los sumerios son consecuencia de los cambios producidos
en el Neolítico y responden a los conceptos dominantes en sociedades agrarias y
pastoriles. La influencia acadia favoreció la formación de una religiosidad mixta, pero
que al sustentarse sobre bases similares provocó el surgimiento de sincretismos entre
divinidades de uno y otro grupo.
De ello resulta un panteón sumerio-acadio con numerosas divinidades, de forma que
se hizo necesario algún intento de organización en medios sacerdotales. Aparecen así
las tríadas, en las que la principal era la constituida por las divinidades sumerias An
(dios del cielo), Enlil (viento) y Enki (agua).
Otra tríada de gran importancia era la formada por Nanna (Luna), protector de los
pastores, Utu (Sol), tutelar de la justicia, e Inanna (planeta Venus), diosa del amor y
de la guerra; esta tríada sumeria se correspondía con una similar acadia compuesta
por Sin, Shamash e Isthar.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Civilización de Ebla
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