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Mejoramiento Continuo ( Kaizen

lante del otro, una y otra vez: eso es kaizen.

"Swallow Fall Stairway" por Nicolas Raymond bajo licencia CC


BY 2.0.

Cuando queremos terminar grandes proyectos, lograr metas


importantes o hacer cambios significativos a
nuestros hábitos, solemos asumir metas grandiosas, como
empezar a ir al gimnasio cinco días a la semana o estudiar un
nuevo idioma todos los días. Aunque asumir una mentalidad de
cambio es positivo, enfrentar todas nuestras metas como si
fueran un enorme cambio a nuestra vida puede resultar
contraproducente, porque cualquier pequeña falla o
desajuste terminará desmotivándonos.

El principio que rige el kaizen: una serie de mejoras continuas y


pequeñas es mejor que un solo cambio grande

Es en ese punto donde nos conviene hablar y pensar en la


filosofía kaizen. Kaizen (改善, ‘cambio beneficioso" o
"mejora’ en japonés), es un término que significa
"mejoramiento continuo", y su aplicación se conoce por las
siglas MCCT: "mejora continua hasta la calidad total". En su uso
común, es conocida como una estrategia de calidad en las
empresas, y es una filosofía que se asocia a la manera de
trabajar de ciertos sistemas de producción industrial, tanto
orientales como occidentales. El origen de la filosofía proviene
de la cultura japonesa, donde se encuentra enraizado el
concepto de que cada día debe contener en sí la posibilidad de
una mejora.

Sin embargo, el hecho de que no formemos parte de una


enorme empresa multinacional no significa que no podamos
beneficiarnos de la filosofía kaizen. El principio que rige kaizen
es que una serie de mejoras continuas y pequeñas es mejor
y más efectiva que un solo cambio grande, y su enorme
poder yace en su capacidad para sobrepasar nuestra respuesta
natural al miedo y poner fin de este modo a nuestros
impulsos de procrastinación. Tememos a los cambios grandes,
pero las acciones pequeñas, llevadas a cabo de manera
continua en el tiempo, pueden tener un impacto mucho mayor,
convirtiéndose en hábitos y generando resultados permanentes.
"My first steps" por Gustavo Devito bajo licencia CC BY 2.0.

Demasiado pequeño para fallar


En el centro del kaizen está la idea de que nuestro principal
obstáculo es el temor al cambio, el vernos intimidados por un
reto tan grande que podría hacernos fallar. Pero si
cambiamos una enorme meta por una pequeña acción, ese
impulso generador nos pone en movimiento y puede generar la
bola de nieve que necesitamos. Si siempre hemos soñado con
escribir una novela, proponernos de golpe escribir 2000
palabras al día puede que no sea la mejor idea. Pero podríamos
proponernos escribir cincuenta: hacer el cambio tan fácil que
sea difícil fallar, y luego de que nos hayamos acostumbrado a
éste, incrementar el reto.
Un paso en la dirección correcta cada día es mejor que ningún
paso

En el libro "Un pequeño paso puede cambiar tu vida", Robert


Maurer narra la historia de una paciente con problemas graves
de salud que necesitaba cambiar su vida sedentaria. Otros
médicos le habían recomendado de manera enfática que debía
hacer al menos media hora de ejercicio al día, pero siendo una
madre trabajadora al borde de la pobreza, no tenía ni un
minuto en el que no tuviera que estar corriendo de un lado
al otro, y para cuando finalizaba sus tareas, sólo le quedaban
energías para colapsar delante del televisor.

Maurer le pidió que hiciera un pequeño cambio: que caminara


en el sitio, delante del televisor, un minuto al día. Por
supuesto que esto no es ejercicio suficiente para curar un
problema de salud, pero al mes de hacerlo, la mujer se había
habituado, y podía seguir caminando en el sitio por cinco o diez
minutos. Luego había perdido el miedo al ejercicio físico, y
comenzó a usar las escaleras en vez del ascensor, y a incorporar
otras formas de movimiento en su vida. Eso es
kaizen: introducir cambios a nuestros hábitos de manera tan
subrepticia que no tengan tiempo de defender su
permanencia.

Si has tenido dificultades en generar cambios reales en tu vida,


es posible que debas probar con cambios pequeños, llevados a
cabo de manera continua. En mi experiencia personal, el
momento que determina si voy a salir a correr un día
determinado o no, es el momento en que me pongo los
zapatos: ponerte los zapatos puede ser todo lo que necesitas
para cambiar un hábito.

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