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5. La legítima defensa
Una de las excepciones más relevantes al principio de la prohibición del
uso de la fuerza en las relaciones internacionales es la legítima
defensa66. Como establece la Carta de las Naciones Unidas en su art.
51:
«Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente
de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado
contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo
de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz
y la seguridad internacionales...».
La proporcionalidad de un ataque depende de la importancia militar del
objetivo. Tal y como establece el art. 51.5.b) del Protocolo I Adicional a
los Convenios de Ginebra, se consideran ataques indiscriminados y, por
tanto, quedan prohibidos, «cuando sea de prever que causarán
incidentalmente muertos y heridos entre la población civil, o daños a
bienes de carácter civil, o ambas cosas, que serían excesivos en relación
con la ventaja militar concreta y directa prevista». Por ende, como vemos,
no se excluyen totalmente los daños colaterales, pero tienen que ser
proporcionales con la ventaja militar que se espera conseguir. Es decir,
en cada ataque con drones se deberá llevar a cabo un análisis muy
cuidadoso de la ventaja militar que supone un determinado objetivo en
relación con los daños incidentales que previsiblemente va a causar dicho
ataque. En este punto, debemos reconocer que, a pesar de que no
contamos con datos totalmente fiables, los daños colaterales asociados a
algunos de los ataques con drones nos hacen dudar seriamente de que
hayan sido ataques respetuosos del principio de proporcionalidad141.
Por último, los principios de necesidad militar y de humanidad son
principios complementarios a la hora de limitar la discrecionalidad de las
partes en un conflicto142. El principio de necesidad militar permite
solamente el uso de aquella fuerza que sea necesaria para alcanzar los
objetivos legítimos del conflicto. Y recordemos que el objetivo de un
conflicto no es acabar sistemáticamente con el adversario, sino «la
sumisión del enemigo de la manera más rápida posible y con el mínimo
gasto de vidas humanas y de recursos»143. Por su parte, el principio de
humanidad establece la prohibición de «armas, proyectiles, materia y
métodos de hacer la guerra de tal índole que causen males superfluos o
sufrimientos innecesarios»1.