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Chapter Title: Imaginando lo no documentado: del archivo a la cultura escolar (2002)

Book Title: Elsie Rockwell


Book Subtitle: Vivir entre escuelas: relatos y presencias
Published by: CLACSO

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Imaginando
lo no documentado
Del archivo a la cultura escolar*

I. ¿Qué busca la Historia acercamientos entre la historia y la etnografía


en la Etnografía? han intentado salvar esta distinción fundamen-
tal. Pero, ¿qué busca la historia en la etnografía?
Las reflexiones que ofrezco provienen de mi ex-
periencia como antropóloga que ha transitado ¿La escala local?
hacia la historia. Sin embargo, quisiera iniciar ¿La vida cotidiana?
con la pregunta en torno al camino inverso,
retomando una preocupación creciente entre ¿La alteridad?
historiadores de recurrir a la etnografía para ¿Las estructuras invariantes de una región?
reconstruir el pasado. Es importante recordar ¿Los sujetos de carne y hueso?
la distancia que existe entre ambas perspecti- ¿El mundo de la oralidad?
vas. El etnógrafo, al trabajar en la actualidad,
¿El significado de las prácticas?
tiene la posibilidad, y la responsabilidad, de
documentar lo no-documentado. En cambio, el ¿Las resistencias populares?
historiador que trabaja con el registro histórico, ¿El lado inconsciente de la humanidad?1
solo puede imaginar lo no-documentado. Los
Todo ello se ha sugerido, en algún momento
* De la edición: Rockwell, E. 2002 “Imaginando lo no- u otro.
documentado: del archivo a la cultura escolar” en Cive-
ra, A.; Escalante, C.; Galván, L. E. (coords.) Debates y
desafíos de la historia de la Educación en México (To- 1 Levi-Strauss (1968) afirmó que mientras la historia
luca: El Colegio Mexiquense y el Instituto de Ciencias de estudia el lado “consciente”, la antropología analiza el
la Educación del Estado de México) pp. 209-233. lado “inconsciente” de la humanidad.

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332 Elsie Rockwell - Vivir entre escuelas: relatos y presencias

De entrada es necesario aclarar que hacer et- ¿Es todo un «modo de vida», o solo un orden
nografía desde la historia no es cuestión de usar simbólico?
un nuevo método, sino de cambiar la mirada ¿Permea la organización social, o solo las
(Geertz, 1973). En el centro de la mirada etno- formas de comunicación?
gráfica se encuentra el concepto de cultura, o
¿Incluye la tecnología, o solo el “saber usar”
más bien, algún concepto de cultura. No se trata
la tecnología?
simplemente de agregar el ‘nivel cultural’ como
objeto de estudio. De hecho, algún concepto de ¿Corresponde a entidades circunscritas —
cultura está presente, implícitamente, en todo nación, pueblo, escuela— o forma redes y
relato histórico. En las historias cuantitativas, circuitos que atraviesan espacios con fron-
la cultura entra por las categorías usadas para teras difusas?
contar personas y hechos. En las historias po- ¿Capta lo constante y lo esencial, o es diná-
líticas, la cultura constantemente atraviesa las mica, híbrida y cambiante?
perspectivas sociales y los juicios de los actores ¿Es constituida o constituyente, o puede ser
y los autores. Lo cultural es ineludible en cual- ambas a la vez?
quier tipo de historia. No obstante, cuando nos ¿Es sistémica o histórica, o puede ser ambas
proponemos estudiar las culturas del pasado, a la vez?
es importante iniciar alguna reflexión sobre el
sentido en que usamos el término. ¿Cómo se distingue la cultura de la ideolo-
No trataré de definir cultura en este mo- gía, la identidad, la vida cotidiana, las men-
mento. Solo quisiera recordar la complejidad talidades, o incluso, de la estructura social?
del debate antropológico en torno a este con-
cepto. Para mencionar algunos de los ejes de Éstas y muchas otras preguntas dan lugar a la
este debate: reflexión sobre la cultura, siempre renovada en
cada campo y frente a cada objeto de estudio.
La cultura, ¿admite lo material, o se limita a Las respuestas nos encaminan hacia diferentes
la esfera de lo ideal? formas de ser consecuentes con un concepto
¿Equivale a «normas, valores y conocimien- de cultura, al incorporar la etnografía al trabajo
tos», o incluye prácticas? historiográfico.

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Imaginando lo no documentado 333

Estudiar las culturas escolares del pasado concebida en toda su heterogeneidad. ¿Cómo
con una mirada etnográfica requiere dos ta- encontrar y reconstruir esa cotidianeidad que
reas importantes, que trataré de desarrollar en vivieron los sujetos en las escuelas del pasado?
este ensayo. Julia nos proporciona varias posibilidades en
Primero, afinar la mirada, pensar acerca su discusión sobre la cultura escolar. En mi lec-
de la noción de cultura escolar que manejamos tura distingo los siguientes ejes.
implícitamente, para lo cual creo importante
retomar los ejes que nos propone el texto de 1. Problematizar la relación entre
Dominique Julia. norma y práctica cultural
Segundo, disciplinar la mirada, para en- Julia (1995: 132-133) parte de la concepción vi-
contrar en el registro histórico los “indicios” gente de la cultura de la escuela como un con-
(como diría Ginzburg) que nos permitan ima- junto de “normas y prácticas”; sin embargo, se
ginar la historia de la cultura, la historia “no propone evitar la “ilusión de la omnipotencia
escriturada” (como lo diría de Certeau). de la escuela” que caracteriza a otras miradas.
A lo largo del ensayo profundiza en el análisis
de las prácticas escolares, de tal manera que
II. Afinar la mirada ¿cómo imagi- el concepto inicial se desdibuja por completo.
nar las prácticas culturales? Los textos normativos conciben a la cultura es-
colar, nos dice Julia, como “un mundo aislado,
El ensayo de Dominique Julia (1995), un tex- inmune a las tensiones y contradicciones del
to que ha tenido resonancia en nuestro conti- mundo exterior”. No obstante, cualquier con-
nente, invita a imaginar una cultura escolar junto normativo cede ante las complejas prác-
diversa, cambiante y permeable debajo de la ticas culturales que ocurren en la vida escolar.
aparente monotonía de la documentación bu- Estas prácticas se muestran heterogéneas, a
rocrática y del esquematismo de los reglamen- pesar de la homogeneidad de una norma es-
tos normativos que han pretendido uniformar crita. Julia (1995: 139-142) relata la forma de
la vida escolar a lo largo de los años. El ensayo producción del documento Ratio studiorum,
plantea la tarea de tender puentes entre los do- que figura en todas las historias de la pedago-
cumentos normativos y una práctica educativa gía como sinónimo de la cultura escolar de las

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escuelas de la Compañía de Jesús. El proceso con el discurso y el documento escrito, y la


duró varios años, en lo que se enviaron versio- práctica con la acción y la oralidad, la relación
nes a las escuelas y se recogieron comentarios entre ambas no es tan sencilla.
para llegar a consensos. En este caso, aparente-
mente, la norma fue resultado de una reflexión Hay normas no escritas —a veces son las
sobre la práctica. No obstante, fue reinterpre- más efectivas.
tada y apropiada de diferentes maneras y para Hay prácticas discursivas y discursos prác-
diferentes fines en cada institución y país. De ticos.
hecho, Julia concluye que es imposible inferir
las prácticas cotidianas a partir de la normati- Hay prácticas que fijan la norma —escrita o
vidad vigente en cualquier corte sincrónico de no— y que vigilan su aplicación.
la historia escolar (1995: 132-133). Algunas normas —producto de prácticas—
En México, las leyes suelen ser el primer reflejan consensos amplios.
documento al que prestamos atención al tratar Algunas prácticas derivadas de normas se
de reconstruir el pasado educativo. También imponen bajo coerción.
suelen alejarnos de la cultura escolar. Es po- Además, muchas normas y muchas prácti-
sible documentar cambios importantes que no cas no tienen nada que ver unas con otras.
contaron con un respaldo legal, así como iden-
tificar artículos legales que tuvieron poca inci-
dencia real. Lo legal incide en las escuelas solo En esta dirección es importante encontrar
cuando determinadas personas se apropian de formas de leer los documentos que tomen
alguna norma y la hacen valer, defendiendo en cuenta el entrelazamiento entre la norma
sus derechos o imponiendo sus prerrogativas. educativa y las prácticas culturales en las
En el largo camino de construcción de las es- escuelas.
cuelas, algunas normas quedan abandonadas,
otras (estando o no vigentes) son interpretadas 2. Imaginar tanto costumbres
y utilizadas según las circunstancias. como mentalidades
Existen fuertes tensiones entre norma y Julia plantea el reto de buscar la cualidad
práctica. Aunque solemos equiparar la norma cotidiana de las culturas escolares, y sobre

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Imaginando lo no documentado 335

todo, de reconstruir las maneras de ser y 3. Mirar a los sujetos, en particular


estar, que conducen a maneras de ver y de a los docentes
pensar (1995:141). Argumenta que la cultura Una tercera indicación para estudiar las prác-
escolar produce una modificación de com- ticas culturales es acercarse a los sujetos. Ju-
portamientos y costumbres, tanto como una lia recomienda fijar la mira en el reclutamien-
transformación de conocimientos y mentali- to y la formación del cuerpo docente (1995:
dades. Para ello, Julia examina la fuerza de 143-148). Propone estudiar “cómo y bajo qué
la tradición jesuita del modus agendi y nota criterios precisos han sido contratados los en-
su incidencia en los cuerpos, a la manera de señantes de cada nivel escolar; cuáles son los
Foucault (1976). saberes y las costumbres que se esperan del
En el esfuerzo por imaginarnos los compor- futuro enseñante.” Este eslabón es particular-
tamientos y las costumbres, algunas normas mente importante para acceder a las prácticas,
explícitas permanecen como referente cen- ya que “los docentes disponen de una gran li-
tral, como espejo que refleja y a la vez oculta bertad de maniobra, pueden modificar lo dis-
lo que quisiéramos conocer. Por ejemplo, los puesto en los libros”.
documentos del siglo XIX que insisten en la En México siempre ha existido una distan-
disciplina y en la higiene escolar, sugieren cier- cia fuerte entre las normas oficiales de contra-
tos hábitos y maneras de estar en la escuela. tación de docentes, por un lado, y la configu-
Los diferentes libros de texto o cuadernos de ración heterogénea del magisterio, por otro.
trabajo pueden dar testimonio no solo de los Los cuerpos de docentes de diferentes niveles
contenidos curriculares, sino también de ma- educativos incluyen a personas que provienen
neras de disciplinar la lectura y la escritura. de diferentes sectores sociales, regiones y for-
Para indagarlo hace falta encontrar otro tipo maciones. Muchos maestros heredan de sus
de evidencia. familiares ciertos saberes del oficio de ense-
Desde esta perspectiva es necesario imagi- ñar. Estas tradiciones se modifican cuando in-
nar los usos de las cosas y las formas de hacer gresan al servicio docente de otros sectores y
y de trabajar dentro del ámbito escolar, antes profesiones (como personas del medio rural,
de poder inferir los conocimientos y las ideo- o ingenieros), trayendo consigo nuevas ma-
logías que transmitían las escuelas del pasado. neras de actuar o de enseñar. Los estudiantes

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también influyen en la continuidad o el cam- na apunta hacia las diferentes concepciones


bio de las prácticas escolares, por ejemplo, y tradiciones educativas. En esos momentos
cuando obligan a los maestros a modificar las encontramos, dice Julia, las resistencias y las
disposiciones institucionales, o a adecuar sus contradicciones de la práctica escolar. Los con-
clases a los saberes que ellos han adquirido flictos, agrega, suelen ocurrir cuando se difun-
en otros ámbitos. Los maestros modifican lo de un nuevo proyecto político para las escue-
dispuesto en los libros bajo la influencia de los las sin que por ello desaparezcan ‘’los antiguos
propios alumnos. patrimonios culturales”. La escuela, “bien lo
Los sujetos —actuando colectivamente— saben los maestros, no lo puede todo” (1995:
dan continuidad a las culturas escolares al re- 143). Los maestros han dado testimonio de las
producir determinadas ideas y prácticas educa- limitaciones de las reformas estatales, como lo
tivas a lo largo de sus trayectorias en el sistema mostró la encuesta hecha a los que vivieron las
escolar. También son ellos quienes logran en reformas de la Tercera República en Francia.
determinadas circunstancias generar cambios No faltan ejemplos de esta dinámica en Méxi-
en las culturas escolares, más allá de lo que su- co. Sin duda, el periodo de la educación socialis-
ceda con la normatividad. Por eso, el hecho de ta, entre 1930 y 1940, es una muestra elocuente
recuperar a los sujetos permite cuestionar las de cómo salen a la luz pública y ocupan un lugar
periodizaciones que se refieren únicamente al en el escenario político profundas divergencias
marco legal de la educación oficial. en torno a la escuela. Aunque la lectura de los
documentos producidos en estos periodos no es
4. Mirar los momentos de crisis fácil, es posible reconstruir a partir de ellos mu-
y de conflicto chas prácticas escolares cotidianas (Quintanilla y
Julia recomienda analizar las crisis que resque- Vaughan, 1997; Vaughan, 1997; y Gonzalbo, 1998).
brajan el discurso normativo y dejan entrever
las prácticas divergentes, las fracturas del sis- 5. Entrever resistencias,
tema (1995:142-143). En torno a los conflictos retraducciones y desenlaces futuros
se expresan argumentos de los diferentes ac- Al final de su ensayo, Julia agrega tres propues-
tores involucrados en las escuelas; lo que cada tas sugerentes que nos pueden develar la com-
parte pone en juego en la negociación cotidia- plejidad de las culturas escolares.

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Una veta poco explorada, mantiene Julia, diciones que impone el orden escolar adquiere
es la de la resistencia ante la inculcación de matices políticos.
pautas culturales en la escuela. El texto su- En segundo lugar, Julia dirige nuestra aten-
giere que el habitus (Bourdieu, 1988) primario ción hacia las transferencias y reinterpreta-
de los estudiantes no opera solo como barrera ciones culturales que ocurren entre sociedad
ante la socialización de la escuela; también ge- y escuela. El trabajo de enseñar y aprender se
nera prácticas alternativas de sociabilidad den- da siempre en estos contextos culturales híbri-
tro de las escuelas. La escuela es un espacio dos. En el plano histórico es posible observar
de construcción paralela y simultánea de dife- cómo prácticas y saberes de muy diversas tra-
rentes órdenes, algunos completamente en ma- diciones (religiosas, académicas, médicas, po-
nos de los jóvenes.2 Julia señala la disyuntiva pulares y muchas otras) han formado parte de
entre la civilidad propuesta por la escuela, y las culturas escolares de cada lugar y época.
las normas de las culturas juveniles. Como han Estos elementos son interpretados, traduci-
mostrado muchos antropólogos,3 la afirmación dos y elaborados por maestros y estudiantes.
de las culturas estudiantiles, ya sea adquiridas Esto nos lleva a imaginar una cultura escolar
en el ámbito familiar o bien producidas en el dinámica, como un espacio de negociación y
ámbito escolar, puede expresar una resisten- de transacción.4
cia hacia las condiciones del trabajo escolar. Finalmente, Julia nos pregunta: “¿Qué queda
Erickson (1984) ha señalado que en muchas de la escuela después de la escuela?” ¿Cómo se
escuelas se deterioran las condiciones de civi- expresa lo que se adquiere en la escuela des-
lidad, sobre todo, el mutuo consentimiento de pués, en el mundo privado o en la esfera pú-
las partes para realizar el trabajo. En estos ca- blica? Solo una concepción dinámica y abierta
sos, dice, la resistencia a aprender bajo las con- de la cultura puede explicar la diversidad de
experiencias vividas por quienes transitan la
2 Willis (1977) describió las “contraculturas escola-
res” para explicar el rechazo a la escuela en poblacio- 4 Varios investigadores han contribuido a esta visión
nes obreras inglesas. de la cultura escolar como producto de una negocia-
3 Ver, por ejemplo, la colección de ensayos en Levin- ción, incluyendo a Erickson (1984), Vaughan (1997), y
son, Foley y Holland (eds.), 1996. Levinson, Foley y Holland (eds.) (1996).

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escuela. La pregunta que plantea Julia ha re- y de prácticas emergentes, que se entrelazan
cibido poca atención.5 Las respuestas cubren con las tendencias dominantes en cualquier
toda la gama; hay quienes afirman que la escue- momento histórico.6
la no deja nada; otros atribuyen a la experien- En las culturas escolares siempre están en
cia escolar el perfil de toda una generación. En juego diferentes órdenes normativos, que en-
lugar de adoptar estas respuestas polares, sería tran en conflicto, o en complicidad.7 Es posible
importante explorar la heterogeneidad de las encontrar prácticas que corresponden a viejas
consecuencias del paso por la escuela. leyes aún tomadas como válidas por los sujetos
locales, o bien docentes que innovan, aunque
6. Historizar nuestra concepción reporten sus actividades en el formulario co-
de la cultura escolar rrespondiente al reglamento vigente. Conviene
El ensayo de Julia sugiere historizar la concep- conocer las tendencias anteriores al periodo
ción de la cultura escolar, tanto la del pasado que estudiamos, para entrever las prácticas que
como la actual. Pero ¿qué significa historizar? aún perduran. Además es necesario explorar
Es claro que no equivale a describir la histo- los márgenes del sistema, donde empiezan a
ria social de la escuela en diferentes cortes circular nuevas ideas y se gestan maneras dis-
sincrónicos del pasado, si con ello se deja la tintas de enseñar y de vivir las escuelas. Todo
impresión de que la cultura escolar corres- esto nos remite a la concepción de diferentes
ponde a la norma vigente en cada momento. temporalidades, expresada en la sugerente
Historizar significa que encontremos en cual- conferencia de Pilar Gonzalbo en Alicia Civera,
quier corte los sedimentos de periodos ante-
riores, así como los cambios que se anuncian,
antes de que queden inscritos en la norma 6 He desarrollado más estas ideas en Rockwell, 1976
oficial. Esta perspectiva es semejante a la de y 1999.
Raymond Williams (1981), quien recomendaba 7 Por ejemplo, en las escuelas posrevolucionarias
buscar la coexistencia de saldos residuales en México convivían los elementos difundidos por los
Institutos Científico-Literarios del Porfiriato con los ini-
cios de una concepción socialista de la educación, bajo
5 Ver De Ibarrola, 1994, como ejemplo de un segui- la égida de la “nueva escuela mexicana” que se cons-
miento de egresados. truía en la SEP (Rockwell, 1996b).

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Imaginando lo no documentado 339

C. Escalante y Galván, L. E. (coords.) (2002) so- da mucho espacio para la imaginación, pero
bre la periodización, al inicio de este encuentro. ¿cómo manejar la imaginación, para que no
La concepción alternativa de la cultura es- rebase lo probable, pero tampoco se detenga
colar sugerida por Julia se inscribe en una co- por falta de evidencia explícita? En lo que sigue
rriente más amplia, heredera del pensamiento intento dar respuesta a estas preguntas.
de Michel Foucault y de Michel de Certeau, que
ha indagado la historia social de las prácticas
culturales en diversos campos. Chartier (1997 Iii. Disciplinar la mirada:
y 1998) ha comparado la encrucijada actual de ¿cómo encontrar indicios de
esta corriente con la sensación de encontrarse una historia sin huellas?
“al borde del acantilado”, donde se ubican “to-
dos los intentos intelectuales que colocan en Sin duda, una mirada informada por la con-
el centro de sus investigaciones o reflexiones cepción de cultura escolar basada en el texto
las relaciones entre producciones discursivas y de Julia apoyaría la historia etnográfica de la
prácticas sociales”. Este trabajo, dice Chartier, educación. Sin embargo, se trata de describir
“siempre está amenazado por la tentación de prácticas culturales que rara vez dejan huellas
borrar toda diferencia entre dos lógicas arti- Julia, 1995: 135).
culadas pero heterogéneas: la que organiza la El trabajo en el aula, si bien es un espacio
producción y la interpretación de los enuncia- que privilegia el uso de la lengua escrita, deja
dos y la que rige las acciones y las conductas” pocos trazos escritos. Incluso los libros de
(Chartier, 1997: 85). texto son elaborados desde fuera, desde un
No es fácil reconstruir el pasado de procesos imaginario pedagógico lleno de buenos deseos
tan intangibles como los de la cultura. ¿Cómo acerca de cómo podrían ser las clases. La pro-
imaginarnos lo que ocurría en las escuelas, si ducción escrita cotidiana suele ser desechada;
no existe una documentación de esa realidad? no es más que una preparación para la práctica
¿Cómo construir un discurso que capte con “real” de escribir, ya fuera del ámbito escolar.
mayor fidelidad prácticas que fueron ocultadas Al estudiar procesos pedagógicos nos encon-
por los discursos contemporáneos que cons- tramos con una práctica esencialmente oral.
tituyen gran parte de nuestras fuentes? Que- Además de la distancia entre discurso y prácti-

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ca, nos topamos con la distancia entre la lógica y exámenes, algunas representaciones gráfi-
de la enunciación escrita y la lógica de la enun- cas, fotografías tomadas en momentos del ri-
ciación oral. tual— completan el acervo para imaginarnos la
La mayoría de documentos de archivo son vida en el aula.8
producto de la gestión escolar. Los docu- No existe otro punto de partida. Julia invita
mentos generados por la supervisión suelen a “no exagerar el silencio de los archivos esco-
hablar de la práctica escolar desde la norma- lares” (1995: 136). Entre otras cosas, Chartier
tividad. A veces se inscriben en un discurso recuerda la importancia de mantener el respe-
construido años atrás, que está repleto de to a las reglas y las operaciones propias de la
lugares comunes, de quejas consabidas, de disciplina, y “seguir el recorrido que conduce
formas de negación de una cultura escolar en del archivo al texto, del texto a la escritura de
movimiento. Junto con estos informes, uno la historia, y de esta escritura al conocimien-
encuentra un sinnúmero de oficios y circula- to histórico” (1997:105). ¿Cuáles pueden ser
res, que componen la red de comunicaciones las reglas que nos permitan caminar desde el
de la burocracia escolar. archivo hacia el conocimiento de la cultura es-
Es necesario buscar otro tipo de informa- colar del pasado? Sin duda, la crítica permite
ción. La conferencia de Mme. Compère y los establecer o cuestionar la autenticidad y la ve-
textos de sus comentaristas (en este volumen) racidad de algunos documentos de archivo. En
nos proporcionan una guía para aproximarnos el caso de las culturas escolares es importante
a otras fuentes disponibles para el mundo edu- construir algunas reglas adicionales.
cativo. Entre los documentos más ricos se en- Una primera es verificar si los documentos
cuentran las cartas de las comunidades y las que exponen normas elaboradas en las ofici-
actas de procesos judiciales. De vez en cuando nas centrales de la Secretaría de Educación
aparece algún documento escrito por los estu- Pública alguna vez llegaron a los estados y las
diantes, peticiones enviadas a las autoridades,
o testimonios acerca de conflictos escolares.
También son útiles los relatos autobiográficos 8 Este acervo se podría enriquecer con los registros
etnográficos, que algún día se podrían usar para estu-
escritos a posteriori (Roche, 1982; y Hebrard,
diar lo que pronto será la historia escolar del último
1985). Otros tipos de documentos —cuadernos milenio.

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Imaginando lo no documentado 341

escuelas que estudiamos. Trabajar en archivos mún en la realidad (cf. Vaughan y Staples, en
locales permite observar si los actores locales esta colección). Desde esta lectura, una prácti-
recibieron esos documentos y, además, si los ca es más común mientras más frecuentes sean
retomaron o no para normar las acciones ha- las disposiciones que intentan eliminarla. Así,
cia las escuelas. Por ejemplo, me fue posible se puede pensar que las numerosas disposicio-
desestimar la aportación de Vasconcelos para nes que fijan multas por no enviar a los hijos a
la historia de la educación en Tlaxcala, al ob- la escuela son evidencia de niveles intolerables
servar que ahí sus ambiciosos planes se reduje- de ausentismo y, por lo tanto, de una resisten-
ron a unos cuantos oficios sin mayor respuesta cia local a enviar a los hijos a las escuelas.
local. Descentrar la mirada en este país de ex- Es necesario tener cuidado con este tipo de
cesivo centralismo ha sido un paso importante inferencias, sin embargo, y buscar otro tipo de
de vigilancia crítica. evidencia. En un informe local en un pueblo
En esta segunda parte quisiera proponer al- de Tlaxcala, por ejemplo, el agente municipal
gunas maneras de descubrir indicios de la prác- confesó que si todos los niños fueran a la es-
tica escolar en los archivos. Uso ejemplos de cuela la maestra “tendría que almacenarlos”, ya
mi propia investigación, con documentos pro- que no podría trabajar con todos a la vez. En
venientes del ramo de Educación Pública del este caso, la falta de cupo en la escuela puede
Archivo General del Estado de Tlaxcala, de los explicar mejor el ausentismo que una supues-
años 1920 a 1940 (Rockwell, 1996b). Limitaré ta resistencia. Además, las disposiciones para
mis comentarios a los documentos que produ- cobrar multas pueden manifestar el interés del
ce el propio aparato administrativo de la edu- ayuntamiento de hacerse de fondos, más que
cación pública. su esfuerzo por promover la asistencia.
En sentido opuesto, solemos inferir que
1. Leer la norma como evidencia una práctica prescrita por la norma era poco
de lo contrario común. Estas pistas bien pueden ser revelado-
La primera manera de inferir prácticas a par- ras de datos de la vida cotidiana. Por ejemplo,
tir de los documentos consiste en suponer que en 1917 llegó una circular a los municipios de
cuando algo se proscribe en alguna ley o regla- Tlaxcala, ordenando que los preceptores usa-
mento, es probable que haya sido práctica co- ran pantalón y zapatos. Este documento sugie-

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342 Elsie Rockwell - Vivir entre escuelas: relatos y presencias

re que había maestros que se identificaban con escuela y, por lo tanto, su posible orientación
los pueblos indígenas, vistiendo calzón blanco pedagógica. Las diferentes formas de producir
y huarache, y que posiblemente también habla- los documentos dan una idea de las capas de
ban mexicano, aunque esto no se mencionara historicidad que se encuentran sobrepuestas
ni se valorara en aquel tiempo. La lectura de en cualquier momento sincrónico que optamos
las disposiciones como indicio de lo contrario por estudiar.
proporciona las primeras pistas de la realidad La materialidad de los textos muestra —
cotidiana. para el periodo y el lugar que estudio— el
paulatino desplazamiento de un conjunto de
2. Observar la materialidad prácticas culturales por otras, con el estable-
de los textos escritos cimiento de las Direcciones de Educación del
Roger Chartier (1997) ha insistido en exami- estado y de la federación. En los archivos se
nar la materialidad de los documentos del ar- observa la progresiva sustitución de informes
chivo. Esto implica observar la escritura del manuscritos, presentados ante las autoridades
documento como tal, antes de analizar su con- locales, inc1uso firmados por ellos, por forma-
tenido. Los documentos son producto de di- tos impresos que llenaban los directores de
versas prácticas de escritura. Para el periodo escuela. El ritmo de este cambio permite apre-
posrevolucionario es interesante observar si ciar el crecimiento de una gestión burocrática
el documento fue escrito a mano o a máquina. de la educación. Es posible reconstruir así un
¿Qué tipo de papel se usó, qué tipo de pluma, proceso que no fue prescrito ni descrito por los
qué estilo de letra? ¿Aparece la caligrafía del contemporáneos.
escribano y del maestro del siglo XIX, o bien la
letra de un vecino del pueblo o de maestro más 3. Leer el discurso sobre la práctica
joven? Los errores pueden mostrarnos los ni- como práctica de un discurso
veles de dominio de la lengua de quien escribió Para mirar más allá del discurso, hacia la prác-
el documento (que puede o no coincidir con tica en el aula, primero conviene examinar el
quien lo redactó). Es posible inferir a partir de discurso mismo. Para ello es útil pensar en el
detalles de la escritura la sucesión de tipos de género al que pertenece el texto y la tradición
maestros que se encontraban al frente de una discursiva en la que se inscribe.

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Imaginando lo no documentado 343

Los siguientes fragmentos fueron produci- mente y se hace que evolucionen los maestros
dos en 1925, por el director federal, quien re- para emplear procedimientos que realmente deri-
porta a la naciente Secretaría de Educación ven de la naturaleza los conocimientos de positi-
Pública e1 progreso de las escuelas recién fun- va utilidad para los habitantes de esta región. El
modo mixto, simultaneo-individual-mutuo va
dadas en Tlaxcala. Corresponden al género de
substituyendo a los antiguos, y la forma experi-
informe a las autoridades, cuyo discurso segu-
mental a la repetitoria mnemónica.10
ro resulta familiar.
En febrero de 1925, el director escribió lo
Junto a la retórica de la resistencia local apare-
siguiente:
ce la retórica de la transformación y la moder-
nización. Para elaborar su informe, el director
[...] ha sido necesario luchar intensamente para
convencer a la gente de la bondad de la forma
usó los informes mensuales de su inspector.
moderna de enseñanza. Sin embargo, existe enor- La comparación entre estos informes permite
me resistencia para todo aquello que no sea la estimar la mediación discursiva, ya que el ins-
trilogía antigua de ‘leer, escribir y contar’.9 pector no describió la enseñanza en el aula en
los mismos términos. De hecho, el informe de
En este ejemplo notamos la retórica de la re- Alaniz mencionó tendencias que difícilmente
sistencia local, y la consabida crítica a la tradi- se pueden observar en una visita de inspec-
ción de enseñar a “leer, escribir y contar”. En ción. También usó giros que cubren cualquier
marzo de ese mismo año, sin embargo, Alaniz eventualidad, como hablar del “modo mixto”.
informó lo contrario: Como sugiere Chartier (1997), el discurso
oficial se separa de la realidad, y se articula
[Los métodos de enseñanza] se han ido modifi- mediante una lógica distinta a la que organiza
cando de acuerdo con las tendencias modernas: a la práctica. Esta modalidad discursiva tiene
la táctica escolar se ha transformado completa-

10 Informe general que rinde el director de Educación


9 Informe de las labores realizadas por la DGEF en el pública Federal en el Estado de Tlaxcala, ante el C.
Estado de Tlaxcala, enero, febrero, 1935. Firma Alfonso Secretario del ramo, 30 de marzo, 1925, firma Alfonso
Alaniz. (Énfasis de la autora). Alaniz. (Énfasis de la autora).

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344 Elsie Rockwell - Vivir entre escuelas: relatos y presencias

su propia historia. Contiene elementos porfi- es necesario nombrarla. Así, es necesario des-
rianos compartidos por muchos normalistas confiar tanto de la presencia como de la ausen-
posrevolucionarios, como hablar de la “forma cia de términos que describen la práctica, para
experimental” y de la “simultaneidad”. La ten- caminar desde los documentos hacia las cultu-
dencia a condenar la resistencia de los padres ras escolares.
y prometer la transformación de la educación,
o a apelar a la modernidad y a la utilidad de 4. Buscar marcas del uso
los conocimientos, reaparece periódicamente de los documentos
cuando las autoridades promueven reformas Julia recuerda que el “manual escolar no es
educativas. Por ello es difícil imaginar prácti- nada sin el uso para el cual ha sido hecho”
cas escolares a partir de este tipo de informes, (1995: 150). Los usos de los materiales esco-
aunque sirven para comprender la práctica dis- lares dejan marcas. Por ejemplo, se pueden
cursiva de la gestión escolar. encontrar respuestas y correcciones a los
No obstante, se encuentran pistas de lo que ejercicios de cuadernos de trabajo, y anota-
posiblemente ocurría en las aulas aun en este ciones en los márgenes de libros de texto o
tipo de textos. Siguiendo la primera regla, ¿por manuales didácticos. Estas marcas sobre un
qué tendría Alaniz necesidad de recordar la texto impreso muestran que los textos efecti-
norma decimonónica de la simultaneidad si vamente entraron en el horizonte cotidiano de
no fuera porque algunos maestros aún separa- las escuelas, y dan idea de prácticas escolares
ban al grupo para enseñar primero a leer, y lue- como la copia, el resumen, la lectura, y la in-
go a escribir? Algunos años después de la Re- terpretación de los textos.
volución, ya no aparece la recomendación de la Algunos textos también contienen marcas
simultaneidad de la enseñanza de la lectura y discursivas (formas de hablar o redactar) que
la escritura, tal vez porque llegó a ser una prác- reflejan su uso social. Por ejemplo, durante los
tica común en las escuelas. Paradójicamente, años mil novecientos veinte, en Tlaxcala por lo
a veces la adopción general de una propuesta menos, se esperaba que los maestros presen-
ocurre justo cuando la discusión sobre sus cua- taran su informe en la ceremonia de clausura.
lidades desaparece del discurso. La práctica se En los expedientes de esos años, los informes
vuelve “invisible” por ser tan normal que ya no escritos todavía se dirigen a la comunidad en

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Imaginando lo no documentado 345

segunda persona, agradeciendo o regañando a rados desde el escritorio”. Sin embargo, hubo
los vecinos y hablándoles de sus hijos, y ade- momentos en nuestra historia en que el intento
más traen firmas de la junta local. Uno puede de establecer una norma a partir de la expe-
imaginarse que se conservaba la práctica de riencia escolar generó un mayor acercamiento
leer el informe ante la comunidad, para recibir entre lo dicho y lo hecho. Durante la década de
su visto bueno. A partir de 1923 se empezaron 1920 a 1930, por ejemplo, la riqueza de los in-
a modificar las relaciones básicas del sistema; formes enviados de las nuevas escuelas rurales
los maestros dejaban de ser propuestos por al director federal, Rafael Ramírez, se ve refle-
los vecinos y pasaron a ser asignados por las jada en las recomendaciones que él enviaba de
autoridades. Este cambio se refleja en los in- regreso a las escuelas, y en las circulares expe-
formes de algunas escuelas, que se dirigían al didas en aquellos años. Una práctica constante
inspector, y contienen quejas o alabanzas sobre del último siglo ha sido la producción de leyes
los vecinos, nombrados en tercera persona. En educativas, proceso que queda documentado
estos casos, a veces encontramos oficios de las en las cámaras (Carbó, 1985) y en los archivos.
juntas locales, quejándose de que “el preceptor En Tlaxcala se esperó mucho para contar con
se fue sin rendir su informe”. Nuevamente, la una ley que retomara la modificación del artí-
yuxtaposición de ambos tipos de informe en un culo tercero constitucional de 1934. Encontré
mismo año muestra las múltiples temporalida- el borrador de una versión de ley, enviado en
des de la historicidad cultural. 1940 por el sindicato (nuevo actor en el esce-
nario en esos años). El documento mecanogra-
5. Reconstruir las prácticas de fiado tiene partes enmendadas y propuestas es-
producción y circulación de la norma critas a mano en los márgenes. La versión ori-
Como comenta Julia, es importante acostum- ginal presentaba la educación como socialista,
brarse a mirar la norma como producto de y especificaba que los candidatos a director e
prácticas. La distancia entre norma y práctica inspector “debieran tener definida ideología so-
puede ser mayor o menor, dependiendo de su cialista.” El lector de esta copia había tachado
forma de producción y circulación. En muchas estas frases, expresión elocuente de la reduc-
reformas es pertinente la queja consabida de ción deliberada del discurso socialista en los
los maestros acerca de los programas “elabo- últimos años del régimen cardenista.

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346 Elsie Rockwell - Vivir entre escuelas: relatos y presencias

La circulación de normas que pretenden re- que en el segundo caso los maestros de cada
gir la educación formal no siempre ha seguido grupo empezaban a cobrar autonomía dentro
el mismo camino. Los archivos locales dan idea de su propio salón.
de qué tanto la norma llegaba a tener presen- Los inventarios escolares también dan idea
cia física en las escuelas y entre los docentes. de las condiciones de trabajo. La compra de re-
Los inventarios escolares muestran las series lojes sugiere un control del tiempo escolar que
de libros utilizados en determinados periodos, ya no dependía de las campanas de la iglesia. El
aunque no siempre es válido suponer que sus control de las llaves escolares por parte de los
orientaciones se traducían en prácticas. directores señala el inicio del proceso de sepa-
ración entre el espacio escolar y la comunidad
6. Examinar los registros de la (Rockwell, 1996a). La anotación de herramien-
cultura material tas agrícolas identifica los casos en que las
Algunos documentos del archivo nos conectan parcelas escolares se trabajaban por la comu-
de manera indirecta con las prácticas cotidia- nidad escolar. Esta imagen del espacio escolar
nas en las escuelas, al proporcionar informa- se enriquece cuando se encuentran fotografías
ción sobre la cultura material. Los planos es- en los informes escolares. El acercamiento a la
colares, por ejemplo, muestran la disposición cultura material es uno de los mejores planos
y las dimensiones del espacio dentro del cual para divisar el grado de apropiación local de
se trabajaba. Durante los años mil novecientos una propuesta educativa gestada en los ámbi-
veinte, muchas comunidades rurales todavía tos centrales del sistema escolar.
preferían construir un aula grande, porque se
prestaba para las reuniones de vecinos. Este 7. Mirar los números y encontrar
modelo contrastaba con el nuevo plan de cons- sus incongruencias
trucción de salones separados para cada gra- Para quienes queremos reconstruir las prácti-
do, que promovían las autoridades educativas cas culturales de otros tiempos parecería ser
tlaxcaltecas. Estos tipos de escuela se relacio- irrelevante el análisis cuantitativo. Todo lo
naban con prácticas diferentes. En el primer contrario. La atención a los números también
caso los directores supervisaban directamente da indicios de prácticas escolares. Para ello
el trabajo docente de sus “ayudantes”, mientras es necesario conocer las tendencias de series

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Imaginando lo no documentado 347

de números, y así ubicar las anomalías. El si- nas. En el grupo “1º A” había 39 alumnos, en
guiente ejemplo, tomado de los archivos que el “1ºB” unos 50, y el resto se repartía entre
he revisado, muestra lo que este tipo de análi- segundo y tercer grados. La distribución era
sis puede aportar. parecida a la de otras escuelas de la época. Sin
Después de la Revolución, los vecinos del embargo, al leer con cuidado el informe apare-
barrio de Ixcotla enviaron varios oficios solici- ce algo interesante. Del “1ºB”, grupo que esta-
tando que se volvieran a establecer sus escue- ba a cargo del profesor Lima, pasaron 40 alum-
las como era la costumbre antes de 1914, cuan- nos al segundo grado. En cambio, del “1ºA”,
do un director se encargaba de todos los niños, solo pasaron 14 alumnos, pero estos últimos
y una directora de todas las niñas. En el viejo ingresaron no al segundo grado, como era de
sistema, cada director atendía a todos los gra- esperarse, sino al “1°B”.
dos, y contaba además con un ayudante, que El detalle de estas cifras permite entrever
generalmente preparaba a los “párvulos” para cómo perduraron prácticas que eran norma-
el trabajo escolar. Para 1929, la norma había les antes de la Revolución. Probablemente,
cambiado. Los inspectores insistían en mezclar el “1°A” fungía como una especie de escuela
niños y niñas y separar grupos por grados, y no de párvulos, donde la maestra Altagracia pre-
consideraban a los párvulos. Si enviaban a un paraba a los niños y niñas, para que pasaran
maestro adicional, éste debía encargarse de un luego al otro primer grado, a aprender a leer
grupo mixto, dentro de la misma escuela. y escribir bajo el riguroso método del profe-
En la negociación con las autoridades, los sor Lima. Posiblemente la maestra se dedi-
vecinos de Ixcotla finalmente lograron que se caba a enseñar español como requisito para
les asignara como director al maestro Andrés aprender a leer y escribir, aunque de eso no se
Lima, miembro de una familia de maestros hablaba en esos años. El profesor Lima segu-
destacados, formado (con primaria completa) ramente mantenía la regla de pasar al segundo
en pleno porfiriato y con unos treinta años de año solo a aquellos que efectivamente habían
experiencia. El maestro rindió un informe de aprendido a leer y escribir, para lo cual mu-
su trabajo a finales de 1929, escrito con su im- chos habrían de pasar dos o más años en el
pecable letra. Reportaba una matrícula total primer grado. El sistema funcionó hasta 1933,
de 167 alumnos, 59 indígenas y 108 no indíge- cuando llegó un maestro joven, con nuevas

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348 Elsie Rockwell - Vivir entre escuelas: relatos y presencias

exigencias. En su plan, la comunidad debía que no están explícitas en el texto mismo. Las
habilitar la parcela escolar y formar organiza- series de oficios que las autoridades se envia-
ciones sociales. La matrícula —reportada este ban sobre un mismo asunto a veces dejan ver
año escuetamente en un informe mecanogra- lo que en el fondo se estaba “haciendo”.
fiado— decayó drásticamente. La reconstrucción de una serie de oficios, lo-
calizados en diferentes expedientes federales y
8. Reconstruir tramas a partir estatales, me mostró algo que ya sospechaba
de series de documentos por otras evidencias: que Bonilla, el goberna-
Una extensión de la regla de buscar múltiples dor callista del estado de Tlaxcala —contra
evidencias de los hechos es seguir el encade- toda norma del periodo— protegía a los curas
namiento de documentos enviados entre diver- (Rockwell, 1997a). Primero, la Secretaría de
sas personas. Esta forma de trabajar da idea Acción Social del Partido Nacional Revolucio-
del poder relativo de los diferentes personajes nario envió al gobernador un oficio citando la
o instancias, por ejemplo, para establecer nue- denuncia hecha por los inspectores federales
vas escuelas o contratar a maestros. Además, en contra de la actividad clandestina de los cu-
revela las complicidades de la trama política ras que se oponían a la educación socialista.
local y las prácticas omitidas o negadas en el Como era costumbre, Bonilla turnó copia del
discurso explícito. oficio a los directores de Educación, pidiendo
Los documentos que producen las autori- que los maestros, tanto estatales como federa-
dades locales generalmente debían apegarse les, dieran “pruebas” de la actividad de los cu-
a la norma, o por lo menos no mostrar una ras. Ningún maestro se atrevió a denunciarlos,
contradicción abierta con ella. Es parte del con lo cual Bonilla pudo informar a las autori-
oficio de ser autoridad saber redactar oficios dades del PNR y de la SEP que no tenía ningu-
que no contradigan la ley. Pero además, estos na evidencia de tal actividad. En la secuencia
oficios no solo informan sobre hechos o giran de más de una docena de oficios se observa la
órdenes, por mucho que sigan esa lógica en su manera como Bonilla redactaba las peticiones
redacción. El acto de enviar un oficio tiene un y los informes, sin contradecir la política edu-
sentido en sí mismo; es decir, las autoridades cativa oficial, pero dando a entender que sus
“hacen cosas” (Austin, 1975), al enviar oficios, indicaciones reales eran otras. La fuerza de es-

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Imaginando lo no documentado 349

tos oficios iba respaldada por un hecho: Bonilla se concibe todo esto como efecto de “una revo-
había despedido a muchos maestros que profe- lución”. ¿Será que “la Revolución” fue solo un
saban ideas socialistas, de tal manera que segu- mito inventado después de que ocurrió? O bien,
ramente se sobreentendía el mensaje implícito. ¿desde las instancias del poder en esos años no
Es un ejemplo claro de la vieja consigna: la dis- se quiso o no se pudo ver lo que ocurría como
posición oficial “se acata pero no se cumple”. lo que era, un movimiento revolucionario?
Por otra parte, si uno se basara en los do-
cumentos del archivo de educación, sería fácil
Iv. Imaginar realidades detrás de concluir que en la zona de la Malinche quedaba
un discurso que las oculta poco del pasado indígena a principios del siglo.
La documentación escolar del porfiriato aún
He intentado mostrar algunas maneras de en- detallaba la «raza» de los niños, usando las ca-
contrar indicios en los documentos, indicios tegorías de indígena, mezclada y blanca, pero
que sirven, como sugirió Ginzburg (1983), para este rubro se fue eliminando poco a poco de la
diagnosticar males y descubrir falsificaciones. matrícula. Según el censo de 1910, una quinta
También sirven para empezar a comprender la parte de la población de los municipios de la
lógica de las prácticas, detrás de las lógicas de Malinche confesaba hablar mexicano, aunque
los enunciados. No obstante, los documentos seguramente estos datos subestimaban la si-
de los archivos educativos tienen limitaciones, tuación real. Los estudios antropológicos (Hill
algunas bastante graves. y Hill, 1999) muestran que la lengua y la cultura
Por ejemplo, de haber leído únicamente es- seguían fuertes en esta zona a mediados del si-
tos documentos para el periodo 1910-1914, uno glo xx, y por lo tanto, deben haber constituido
podría tener la impresión de que no hubo mo- la realidad cotidiana en muchos pueblos de la
vimiento revolucionario en Tlaxcala. Algunos Malinche en la época posrevolucionaria.
oficios de pronto mencionan “bandoleros”, y Sin embargo, el hecho de que muchos alum-
varias maestras renunciaron por “falta de ga- nos fueran nativo-hablantes del náhuatl reci-
rantías”. Durante este periodo se giraron ór- bía poca atención en los círculos educativos.
denes para cerrar sin mayor explicación una Solo en tres informes de inspección de las 34
cuarta parte de las escuelas. No obstante, no escuelas asumidas por la federación en 1925

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350 Elsie Rockwell - Vivir entre escuelas: relatos y presencias

se mencionó el hecho de que muchos niños no instrumentos musicales para la comunidad. Al


entendían el español, y que las maestras “ba- leer estos detalles como prácticas arraigadas
tallaban para enseñar”. Tampoco se encuentra en el México profundo (Bonfil, 1987) es posible
mayor comentario sobre este hecho en los nu- imaginar realidades culturales detrás de la do-
merosos expedientes de capacitación de maes- cumentación oficial que las ignora o las niega.
tros, como conferencias, cursos de invierno, En efecto, luego constaté, por otras fuentes,
normales, congresos pedagógicos. El discurso que en Ixcotla la trama social más tradicional
indigenista del gobierno federal, que empezaba —la misma que sostenía las fiestas, los cargos,
a difundirse a otras partes del país a partir de y la rotación de mandos— también había soste-
la época cardenista, no parecía haber llegado nido la escuela pública local.
a la zona central de Tlaxcala. Tal vez el esfuer- Por ello es necesario complementar los do-
zo liberal por erradicar del discurso cualquier cumentos de archivos educativos con otras
mención de la diferencia cultural o racial había fuentes (ver Compère, en este volumen), inclu-
surtido efecto en esta región. yendo la historia oral. Algunas personas mayo-
Si uno lee los documentos con atención, pue- res de esta región relataron la experiencia de
de encontrar algunas huellas de la realidad cul- conversar con sus compañeros escolares en
tural indígena de la región. Emergen señales, mexicano y de medio entender el español de
por ejemplo, en las actas de las Juntas de Edu- los maestros. Algunos maestros bilingües nati-
cación, constituidas por los vecinos. En aque- vos de la región también confesaron haber usa-
llos años, la norma dictaba una organización do la lengua a pesar de las prohibiciones oficia-
de padres de familia por grupos escolares, con les. Al parecer, hablaban mexicano para ganar-
el director de la escuela al frente. Sin embar- se la confianza de los vecinos y los niños, pero
go, a veces se reportaban las colaboraciones después trabajaban en español. Sin embargo,
en especie o trabajo que daban los padres por el hecho de compartir ciertas referencias cul-
barrio, a la usanza tradicional. En San Isidro turales con sus estudiantes seguramente modi-
Buen Suceso, poblado donde aún ahora los ni- ficó su manera de proceder en clase. A partir
ños hablan mexicano, los vecinos negociaron de ello es posible imaginar una cultura escolar
la entrada de la nueva escuela federal, pidien- entreverada con la cultura local, lo cual no se
do a cambio de su anuencia una dotación de registra en la documentación oficial.

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Imaginando lo no documentado 351

En la actualidad son pocos los niños que tible a nuestros sentidos...” (1952:3 8-39). Bloch
aprenden el mexicano en la región, y la lengua admitió haber comprendido la lógica de una ba-
muere. No se sabe realmente cómo se fue dan- talla solo a partir de su propia participación en
do la sustitución del mexicano por el español, las guerras mundiales, y de haber reconstruido
ni qué tanto las escuelas fueron el vehículo de el ordenamiento del espacio medieval a partir
ese cambio. Uno se pregunta si la realidad ter- de sus recorridos por la Francia rural.
minó por imitar el discurso. De manera análoga, mientras más nos acer-
quemos a las escuelas de hoy y a los tejema-
nejes de la burocracia educativa, producto del
V. Recurrir al presente para siglo xx, más fácil será imaginarnos las culturas
imaginar el pasado escolares de otras épocas. Es importante reco-
rrer las escuelas actuales para poder estimar
Para finalizar quisiera retomar el tema del acer- lo que implicaba la construcción de aquellas
camiento entre la etnografía y la historia, que aulas grandes de piedra y de techo de vigas, y
abrí al inicio del ensayo. Recordé que la etno- para percibir el contexto espacial del trabajo
grafía histórica tiene que imaginar lo no-docu- escolar. Es fundamental haber presenciado la
mentado, porque ya no lo puede registrar. llegada de un supervisor a una escuela, y haber
Para poder acercarnos a la cultura escolar observado lo que atiende y lo que desatiende,
en el pasado necesitamos prestar atención a la lo que le muestran y lo que le ocultan, para
recomendación de uno de los fundadores de la poder interpretar los informes de inspectores
historia social, Marc Bloch. Él insistía en la ne- escolares. Es necesario haber observado cómo
cesidad de conocer bien el presente que uno trabajan los maestros en la actualidad, espe-
vive, para poder comprender el pasado: “siem- cialmente los mayores, para poder imaginarse
pre tomamos de nuestras experiencias coti- posibles formas de trabajar en las escuelas del
dianas, matizadas [...] los elementos que nos pasado. La heterogeneidad actual frente a la
sirven para reconstruir el pasado [...] Porque el norma es testimonio de esa historicidad que ca-
temblor de la vida humana, que exigirá un duro racteriza a las culturas escolares de toda épo-
esfuerzo de imaginación para ser restituido a ca. Si los estudios etnográficos actuales logran
los viejos textos, es aquí directamente percep- documentar esa heterogeneidad, contribuirán

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352 Elsie Rockwell - Vivir entre escuelas: relatos y presencias

a la consolidación de una historia social de las De Ibarrola, M. 1994 Escuela y trabajo en el


prácticas culturales en las escuelas. sector agropecuario en México, (México:
A pesar de las distancias entre las épocas, Miguel Ángel Porrúa).
advertía Bloch, “esta solidaridad de las edades Erickson, F. 1984 “School Literacy, Reasoning,
tiene tal fuerza que [proporciona] los lazos de and Civility: An Anthropologist’s Perspective”
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Unidos: SAGE) Nº 54(4), pp. 525-546.
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Imaginando lo no documentado 353

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