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Infancia y Adolescencia
parte 1
ÍNDICE
Módulo I - Marco conceptual. Infancias y Adolescencia en el contexto
actual de subjetivación.
Armus, M., Costa, J. (2014). Entre la clínica exagerada y la clínica exasperada. -- p.33
1
Rodulfo, R. (2004). Los niños del psicoanálisis y la necesidad de una revisión de su
estatuto. --- p.86
Barreiro, J. (2007) ¿Qué aprendemos de los niños que no aprenden?. --- p.96
Vasen, J. (2007) La atención que no se presta: el “mal” llamado ADD. --- p.160
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Módulo V - Problemáticas graves en la constitución subjetiva
Arditi, S., Canelo, E., Pandolfi, M., Simari, C., Sztern, M., Sosa, M.E. y Cervone,
Nélida (2005). Reflexiones e interrogantes que son puntos de partida de una
Investigación sobre depresión en niños. --- p.169
Guillén Guillén, E., Gordillo Montaño, M., Ruiz Fernández, I., Gordillo Gordillo, M.,
Gordillo Solanes, T. (2013). ¿Depresión o evolución? --- p.176
Simão dos Santos Calderaro, R., & Vilela de Carvalho, C. (2005). Depressão na
infância: um estudo exploratório. --- p.180
Fraga, M. (2016). Análisis de las respuestas al Test de Pata Negra en niños víctimas
de maltrato. --- p.194
3
Perrone, R y Nannini, M. (1997) Violencia y abusos en la familia. Un abordaje
sistémico y comunicacional. --- p.201
Save the Children (2012) Violencia sexual contra los niños y las niñas. Abuso y
explotación sexual infantil. Guía de material básico para la formación de
profesionales. --- p.235
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Módulo I - Marco conceptual. Infancias y Adolescencia en
el contexto actual de subjetivación.
¿Qué se conserva hoy de la infancia que conocimos? Voy a aclarar por qué dije
“infancia” y no “niñez”; la diferencia es que la niñez es un estadío cronológico
mientras que la infancia es una categoría constitutiva. La niñez tiene que ver con una
etapa definida por el desarrollo mientras que la infancia tiene que ver con los
momentos constitutivos estructurales de la subjetividad infantil. Por eso la apelación
al concepto de infancia que tradicionalmente se usaba para los que no hablan y,
aunque en el psicoanálisis ha sido muy usado para el niño antes de que tenga lenguaje,
creo que la categoría de los que no hablan en el caso de la infancia se marca por este
nuevo paradigma, por esta nueva propuesta, del niño como sujeto. En la medida en
que los niños, aunque hablaran han estado privados de la palabra por muchos años. De
manera que la idea de qué es lo que cambia o qué se conserva de la infancia que
conocimos, se abre en una doble dimensión. Por un lado, en qué marco se constituyen
hoy las condiciones de producción subjetiva de la infancia. Por otra parte, de qué
manera hay un desfase entre las condiciones históricas que han derribado de alguna
manera una serie de derechos de los niños, de derechos logrados durante muchos años
en nuestro país y en el mundo -y ahora me voy a referir a algunos- y de qué manera,
por otra parte, hay un deseo de reposicionarlos. Hay una paradoja en esto, en tanto los
derechos que estamos planteando constituir no son nuevos sino que son derechos que
se han ido perdiendo a lo largo del tiempo. Por eso hablo de qué se conserva hoy de la
infancia que conocimos.
Yo siempre insisto en que la esperanza de un país se mide por la propuesta que tiene
para la infancia. Es a través de lo que se propone a los niños donde se ve claramente la
perspectiva de futuro que un país tiene.
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enfrentando; si alguien se queda sin trabajo, se lo considera un depresivo, si un niño
no puede aguantar ocho o diez horas de clase más tareas extraescolares, más clases el
fin de semana, se lo considera un hiperkinético. O cambió la genética de esta ciudad, o
algo está funcionando mal, en la medida en que hay una definición, hay como una
propuesta en la cual el genotipo que se propone para el porteño, es un genotipo
hiperkinético, a partir de que los niños ya no pueden permanecer sentados la cantidad
de horas que se les propone.
Entonces, esto como para ir abriendo una cuestión que yo considero de alto riesgo y
que podríamos llamarlo el fin de la infancia. El fin de la infancia en tanto moratoria de
producción y de creación de sujetos capaces de pensar bajo ciertos rubros de
creatividad. El terror de los padres porque los niños caigan de la cadena productiva
obliga permanentemente a que los niños estén compulsados a trabajar desde chiquitos.
No solamente abriendo y cerrando coches, sino también en las múltiples tareas que les
son propuestas.
Actualmente los niños estudian para no vivir peor que sus abuelos. Yo tengo pacientes
que dicen cosas extraordinarias, tales como: “Y bueno, si no estudio y puedo ser
tachero... ¿Cuánto gana un taxista? ¿Ochocientos pesos?”... Y hacen cálculos respecto
de lo que les ocurriría si no estudiaran. Con lo cual hay algo que es la caída de los
ideales respecto del conocimiento y lo nuevo es una concepción del conocimiento
como pura mercancía en la cual los sujetos están preparándose para poder ser
subastados en el mercado de intercambio.
Este es uno de los aspectos que tienen que ver con el fin de la infancia y que trae como
consecuencia, también desde otro ángulo, la patologización.
El segundo tema al cual quiero referirme es a los cambios en los modos con los cuales
esto influye en la transmisión de conocimientos y en la forma en la cual se posicionan
los niños ante los adultos que transmiten conocimientos. Es indudable que hay dos
estallidos severos, importantes, no digo que sean de riesgo, sino importantes en cuanto
a los modelos tradicionales. Uno tiene que ver con las formas de procreación, vale
decir con el estallido de la familia tradicional y otro tiene que ver con el estallido de
los modos de circulación de conocimientos. Hay una serie de falsos enfrentamientos,
en mi opinión bastante pobremente planteados, respecto, por ejemplo, a la escuela
enfrentada a los medios de comunicación. Como si la televisión pusiera en riesgo el
que los niños estudien. Cuando yo tengo pacientes adolescentes que se sacan 4 en la
botánica de Linneo y me pueden explicar perfectamente un programa entero de
Animal Planet o de Discovery Channel, donde saben mucha más biología y ciencias
naturales que lo que el colegio pretende enseñarles. El nuevo movimiento en los
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medios de comunicación ha producido, también, un estallido en los modos de los
procesos tradicionales de simbolización, que a los adultos nos son difíciles de seguir.
Pero, además, es indudable que los niños están totalmente parasitados por las
angustias catastróficas de los padres respecto al futuro. Y no sólo de los padres; de
todo el sistema respecto al porvenir, porque no tienen una propuesta. Y este es uno de
los derechos que nosotros tenemos que restituir a la infancia; el derecho a..., como
decía una paciente mía: “Silvia, yo no quiero proyectos, quiero sueños”. Porque en
realidad es imposible estructurar proyectos si no es sobre el trasfondo de los sueños.
Es imposible estudiar si uno no piensa que algún día va a ejercer una profesión. Y es
imposible poder formar una pareja si uno no piensa que algún día va a poder criar bien
a los hijos. De manera que la relación proyecto–sueño es un derecho que los niños
tienen, derecho a que los restituyamos en el eje de la sociedad. Esto del lado de la
cuestión del conocimiento, la escolaridad y los nuevos estallidos.
Otro tema que tiene que ver con esta cuestión está muy ligado a un tema que Eva
Giberti ha trabajado mucho con Los hijos de la fertilización asistida, respecto a que las
nuevas tecnologías abren no sólo un campo de producción simbólica, sino un campo
de producción reproductiva. La humanidad ha tardado cientos de años, digamos
milenios, en poder tener relaciones sexuales sin procrear y ahora está, en este siglo,
preocupadísima por procrear sin tener relaciones sexuales. Esto es absolutamente
extraordinario y se refleja muy claramente en el pensamiento infantil.
Yo he trabajado en estos años para diferenciar dos conceptos: uno que tiene que ver
con la producción de subjetividad y otro que tiene que ver con la constitución
psíquica. Porque no es cierto que todo ha variado. Yo les estoy hablando de que los
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niños siguen haciendo teorías sobre los enigmas. Y aunque les expliquen las cosas,
siguen metabolizando y transformándose en función de las fantasías que los habitan.
La diferencia estaría dada por lo siguiente: la producción de subjetividad es el modo
por el cual la sociedad define las leyes o reglas con las cuales un sujeto tiene que
incluirse en la vida social. Cuando yo era chica iba a la escuela del Estado, y la
maestra revisaba si teníamos pañuelo. Y cuando estaba en segundo grado, como era un
país que no sólo se planteaba comer sino cambiar la estructura social de sus
inmigrantes, en mi escuela que era una escuela culta de provincia, de las escuelas
normales mixtas de origen sarmientino, de las maestras que trajo Sarmiento de
Boston, a mí me hicieron llevar comida y nos enseñaron a usar los cubiertos. La
alimentación escolar hoy es un índice del nivel de regresión del país en su conjunto,
más allá de que sea necesario ejercerlo y sepamos que hay una enorme cantidad de
niños que requieren proteínas para aprender y calorías para poder estar sentados
cuando hace frío. Pero de todas maneras ahí estamos viendo que hay una propuesta de
construcción de la subjetividad que en mi época tenía aspectos verdaderos y aspectos
mentirosos tales como que “el ahorro era la base de la fortuna”.
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alguna vez habrá nueva legislación del matrimonio para personas del mismo sexo.
Hay un gran debate respecto de la adopción homosexual lo cual es una tontería porque
a esta altura los homosexuales, incluso, pueden engendrar: con los nuevos medios de
fertilización asistida en Estados Unidos hay una enorme cantidad de parejas lesbianas
que no tienen por qué adoptar porque hacen fertilización asistida y tienen hijos dentro
de la pareja. Y se turnan para tenerlo. O de hombres que consiguen una amiga con la
cual hacer una implantación de semen, para poder tener niños. Entonces, dejémonos
de discutir cuestiones secundarias cuando lo que se está planteando acá es qué vamos
a considerar nosotros como elemento que sí se sostiene en la constitución del
psiquismo respecto a la relación adulto–niño. Es indudable que el viejo cuento del
Edipo, del niño que amaba a la mamá y odiaba al papá, ya tiene poco lugar: hay pocos
niños con mamá y papá. Ahora los niños tienen que asesinar al padre, al padrastro, al
vecino... Quiero decir que si Edipo hubiera sido porteño hubiera tenido que salir al
cruce de cuatro esquinas para liquidar todo lo que se le oponía para el encuentro con la
mamá.
Se van a producir seres humanos de distintas maneras y estos seres humanos serán
amados por quienes los han encargado. Quiero decir que lo que se mantiene es esta
relación adulto–niño con una asimetría de poder y de saber sobre el niño. Y que esta
asimetría de poder y de saber sobre el niño implica que sea fundamental que la
sociedad encuentre modos de legislación de la relación adulto–niño, en la medida en
que lo que sí se conserva del viejo concepto de Edipo que los psicoanalistas alguna
vez acuñamos, es que hay una circulación erótica entre el adulto y el niño que tiene
que ser pautada por la sociedad en la medida en que el niño está en una situación de
desventaja respecto a conocimientos y posibilidades de dominio, y que el adulto está
en una posición de poder respecto al cuerpo del niño. Con lo cual hay que redefinir el
Edipo. Hoy en psicoanálisis, el famoso complejo de Edipo tiene que ser reformulado
en términos de la interdicción que toda cultura ejerce respecto de la apropiación del
cuerpo del niño como lugar de goce del adulto.
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desmesurado relacionado por supuesto con los modos de la comercialización; los
canales que, en horario de no protección al menor, durante el día, dan los avances de
lo que va a ser visto a la noche, en horario de protección al menor. O, por ejemplo,
todo lo que tiene que ver con los “Reality Show”, que los niños miran esperando el
momento en que pase algo.
Es tal la cantidad de información que los niños están hoy obligados a incorporar que
queda muy poco tiempo para procesarla. Con lo cual la falta de procesamiento
disminuye toda posibilidad metabólica y en la medida en que no hay posibilidad
metabólica, lo secundario y lo principal pasan a ser del mismo orden. ¿Por qué?
Porque nadie sabe cuáles son los conocimientos que van a sobrevivir en cinco años. Es
tal la velocidad de caducidad de los conocimientos que nadie se atreve a erradicar
algunos y a dejar otros. Entonces se les da simultáneamente una enorme cantidad de
conocimientos a los niños, por supuesto, más los que ellos perciben por otras vías.
El tema es el siguiente: cómo hacemos para crear, sin hacer un discurso moralista y
vacío, el contexto de procesamiento de estas condiciones. Porque indudablemente en
la medida en que los sistemas psíquicos entran en cortocircuito a partir del exceso de
estimulación que recibe, más el deterioro de las pautaciones valorativas respecto de la
función del conocimiento, más las formas en que se superponen permanentemente
modelos interhumanos de adquisición de conocimientos y modelos mecánicos de
adquisición de conocimientos (y cuando digo “mecánicos” me refiero a que un chico
puede perfectamente autoabastecerse de conocimientos con la computadora, sin
necesidad de un adulto que lo ayude a procesarlos). Con lo cual, en la medida en que
no hay un adulto que lo ayude a procesar la información, hay una enorme cantidad de
conocimiento que ingresa adecuadamente y otra que ingresa fantaseado.
Entonces, una de las cuestiones es la siguiente: cómo los adultos logramos una
mediatización, con estas nuevas formas de subjetividad, para que no estallen en la
posibilidad de producción de inteligencia, para que no estallen en la posibilidad de
organizaciones que al mismo tiempo sean creativas y, además, racionales.
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reconocimiento del otro en tanto otro. Pero creo que tenemos que plantearnos
seriamente espacios como éste para pensar cómo no nos dejamos ganar por las formas
de desubjetivación imperantes que tienen que ver con la patologización, por un lado
-cuando digo “patologización” me refiero a la etiquetación del niño en hiperkinético,
hiperactivo, desatento, dislálico, discalcúlico, dispráxico, dismamítico... lo que
quieran-, pero realmente esta desestructuración en la que ha entrado la infancia, en una
descomposición sintomática por una parte, que me parece altamente riesgosa, y por
otra parte en la transformación de un niño en un sujeto destinado a la cadena
productiva, sin posibilidad de producción en términos intelectuales.
Es verdad también que los chicos están en este momento, además de en múltiples
tareas, en múltiples tratamientos. ¿Por qué? Porque hay una suerte de perfeccionismo
de capacidades, con lo cual tienen exceso de tratamientos de todo tipo: psicológico,
fonoaudiológico, psicopedagógico. ¿Ustedes vieron el porcentaje de niños que
requieren psicopedagoga y que requieren auxilio escolar?
S. B.: Bueno, Eva Giberti ha escrito sobre esto. Yo tengo la idea de que estos se
incorporan como nuevas fantasmáticas y tienen que ver con los modos con los cuales
los niños y los padres procesan estas situaciones. Estamos viendo aquellos primeros
niños de probeta, ya como adolescentes en este momento, en los consultorios. Es muy
interesante. Pero yo les diría que esto forma parte del modo en que la sociedad en su
conjunto lo procesa. Lo que antes eran situaciones fuera de lo común o anormalidades
ahora son formas de engendramiento que van circulando. Ustedes se dan cuenta de
que en las capas medias argentinas hay una enorme cantidad de niños adoptivos. El
país ha producido una cosa muy impactante; tenemos adopciones de niños del tercer
mundo, por infertilidad en el primer mundo. Es extraordinario lo que ha pasado en
Argentina. Con lo cual tenemos sectores de las clases altas que no engendran y
sectores de las clases bajas que entregan a sus niños. Tenemos simultáneamente
problemas del primero y del tercer mundo. Entonces esto está produciendo situaciones
totalmente inéditas. Porque no son solamente madres solteras o adolescentes, como las
americanas; son mujeres con varios hijos los que entregan periódicamente a los niños.
Hace años que han cambiado las pautas de la sexualidad entre los niños y las niñas, ha
disminuido la edad de comienzo de la sexualidad, hay una enorme cantidad de
embarazos en adolescentes de todos los sectores sociales. Antiguamente, en las
escuelas religiosas, cuando una adolescente se embarazaba era un escándalo; ahora la
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aplauden para que no aborte. Yo no creo que sea perjudicial. Yo creo que habrá que
ver cómo se procesa.
Yo soy muy poco moralista sobre los modos en que los seres humanos resuelven sus
pasiones y angustias siempre que no sea lesionando a otro, o dañándose. Quiero decir
que mi función es hacerme cargo de los efectos sufrientes en los seres humanos, de las
transformaciones en las pautas de cultura y no de pautar, por eso soy psicoanalista y
no monja o cura.
S. B.: El complejo de Edipo tiene una función estructurante. Lo que está cuestionado
es el complejo de Edipo entendido en los términos en que fue concebido en la época
de Freud... Bueno, sigue vigente, pero en poca gente ya. Porque inevitablemente los
descubrimientos psicoanalíticos, en la medida en que son trabajados con la
subjetividad histórica, van produciendo avances en el conocimiento. Con lo cual el
descubrimiento freudiano del Edipo es extraordinario, siempre y cuando hoy se dé
cuenta uno de que ya no pasa por el cuentito, sino que pasa por los modos en los
cuales tiene que producirse una interceptación de la apropiación del cuerpo del niño
como lugar de goce del adulto. El segundo elemento que hay que descartar, en mi
opinión, es la concepción de que esta función instituyente terciaria que tiene la cultura
en la relación adulto–niño, hay que llamarla “nombre del padre”, como la llamó Lacan
o metáfora paterna. Porque allí hay algo extraordinario: Lacan hace un descubrimiento
magistral ligado a Levy Strauss, que es el descubrimiento de que hay una
universalidad, en este aspecto, constituyente. Pero lo llama “nombre del padre o
metáfora paterna”, porque en el fondo conserva el hegelianismo de la sociedad
europea, de creer que se ha llegado al fin de la historia, con lo cual la forma más
acabada de todo esto es el nombre del padre o la metáfora paterna. Hay que conservar
esta idea de Lacan respecto a la función terciaria en la interceptación del goce, que es
un avance importantísimo respecto a Freud, pero yo no puedo decir sin ruborizarme
que esto es la metáfora paterna o el nombre del padre. Mucha gente acá que trabaja
con situaciones de abuso, sabe perfectamente de los horrores que han hecho mis
colegas cuando han pensado que una madre que sustrae el hijo del padre es porque es
una madre fálica que no deja entrar al padre, cuando el padre en ese momento está
funcionando como seductor, como abusador o como apropiador del cuerpo del hijo en
una relación perversa y lo que hace, en ese caso la madre, es tratar de evitarlo.
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S. B.: Bueno, esto es una situación compleja de la relación entre familia y escuela.
Ustedes saben que acá ha habido, desde el siglo XIX, una tensión fuerte entre la
función de la escuela y la función de los padres en la educación, donde la Iglesia
sostuvo durante años que era la familia quien debía hacerse cargo y dar las pautas de
la educación, mientras que el Estado -fundamentalmente en sus pensadores más
avanzados y dentro de la misma institución educativa- se planteaba la construcción del
Estado–Nación, a partir de que fuera precisamente el Estado el que se hiciera cargo.
Pero lo que quiero decir, entonces, es que el problema es que la escuela tiene que
hacerse cargo hoy del nivel de desintegración de la sociedad civil. Pero la escuela
sigue existiendo. Con lo cual, yo creo que la escuela, -es mi opinión y no soy una
pedagoga- tendría que replantearse las formas de recomposición de ciertos nexos
sociales con los padres.
S. B.: Ustedes saben la diferencia que hay entre lo sano y lo normal. Si yo digo
“formemos niños normales”, tengo que formar cretinos y vivillos. En cada época
histórica de crisis severa y de retroceso social la normalidad pasa por la cretinez y la
avivada. Si yo tengo confianza en el futuro tengo que formar sujetos que, aunque sean
un poco disarmónicos con los intereses inmediatos, puedan pautarse en relación a
ciertas propuestas de recomposición de lazos sociales futuros. Es indudable que esta es
una pregunta que apunta a la ideología. Entonces no la voy a responder como
profesional y no sé si me corresponde responderla ideológicamente. Sí sé que hay algo
que compartimos y por eso hoy estamos acá, que es la preocupación por la
recomposición de las relaciones intersubjetivas en el interior de la infancia y de los
derechos del niño. Creo que es alrededor de ese eje estructurante que hay que
rediscutir la cuestión de impartición de pautas. Los modelos de aprendizaje, los
modelos de sexualidad, los modelos de la pautación del ocio. El ocio está en este
momento subvertido en su función; en los niños pobres el ocio se ha convertido en
formas marginales de intercambio atravesados por microculturas que claramente no se
plantean la menor posibilidad de recomposición en el interior de la sociedad. Y en los
niños más ricos, el ocio ha perdido todo lugar y lo lúdico ha quedado capturado
totalmente por el trabajo. El fin de semana es un fin de semana de trabajo. Pero
estamos hablando de que están totalmente determinados por intereses de constitución
de microgrupos con fantasía de poder económico y social los modos con los cuales
hoy se juega el ocio de los niños, que ya no es ocio
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S. B.: Yo creo que uno de los problemas más serios que tenemos en este momento es
la imposibilidad de articular sueños. Fíjense que lo que está pasando con el tema del
voto en blanco y el voto anulado está relacionado con eso, claramente. Está
relacionado con la imposibilidad de soñar, de confiar. Con la imposibilidad de que
alguien “nos haga el bocho”. Yo diría que esto es un debate que tenemos que tener
todos. ¿Qué quiere decir recomponer los sueños? Quiere decir recomponer las
posibilidades que tenemos de una sociedad en la cual no caminemos de manera inerme
hacia el deterioro y la pobreza.
Intervención: Usted afirmó que la esperanza de un país puede verse en sus políticas
de infancia. ¿En qué situación ve a la Argentina con respecto a esto?
El segundo aspecto en que se ve la esperanza de un país es en qué hace con los viejos.
Porque, cuando uno piensa en qué se le está dando a los viejos, piensa que, además, le
está dando un modelo a las generaciones futuras. Quiero decir con esto que una de las
cosas graves que pasa con el tema de los viejos, es que acá se les empezó a llamar
“abuelos” en lugar de “jubilados”. La categoría de “jubilados” es una categoría social
y política y tiene que ver con la deuda que la sociedad tiene con los viejos que han
trabajado y aportado toda su vida, no con la caridad que tenemos que hacer. Entonces,
la categoría “abuelo” ha suprimido de un golpe a un estamento con derechos en el
interior de la sociedad, y lo ha transformado en los viejitos de los que tenemos que
ocuparnos. No es así. No son nuestros abuelitos.
Y esto es lo mismo que pasa con los niños. Nosotros necesitamos proyectar en los
niños, no solamente políticas de infancia, no asistencialismo, sino nuevos modelos en
relación al futuro. Y que se plasme, a partir de ello, una ida y vuelta entre las políticas
de infancia y los nuevos modelos para pensar el futuro de los niños.
También se dice que hoy los niños no leen; no leyeron nunca. En mi época no leía
nadie; no había televisión y tampoco leían; estaban diez horas con el balero. No
justifiquemos. Estaban los que leían y estaban los que no leían. Los que leían seguían
leyendo y los que no leían no leyeron nunca. La televisión no le quita la lectura a
nadie. Es un cuento eso.
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S. B.: Todos estamos muy impactados por la violencia escolar, no solamente entre
pares sino con los maestros. Y esto tiene que ver con la caída de los sistemas de
referencia hacia los maestros. Los maestros han dejado de ser respetables e intocables,
y es muy brutal la posibilidad de que se instalen situaciones de terror con los
adolescentes. Pero creo que tenemos que discutir en primer lugar de qué es efecto la
violencia. Hay un exceso de respuesta fácil. No es efecto de la desintegración familiar
y tampoco es efecto de la televisión. No se puede definir tan simplemente eso.
De este modo, fundamenta Aries, la infancia es una construcción socio histórica que
termina de ser elaborada en el devenir de la modernidad, momento a partir del cual se
pondrá fin a la invisibilidad e indistinción de los niños con respectos a los adultos, en
tanto características salientes de períodos históricos anteriores .
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Utilizando la pintura medieval y renacentista como fuente documental, Ariés señala
que la representación plástica de la infancia durante toda la Baja Edad Media y parte
de la Alta, muestra siempre al niño como un adulto en dimensiones reducidas, sin
rasgos ni vestimentas distintivas.
En este mismo sentido, Franyoise Dolto observa que entre los siglos XV y XVIII el
"niño disfrazado de adulto" es una constante de la pintura, de manera tal que "el
cuerpo del niño, está sepultado bajo sus ropas". Además, agrega, "el préstamo no
afecta sólo al traje, también se confunde al físico.
Según Aries esta particular representación del nirio por parte del arte medieval,
expresado en la presencia hegemónica del <adulto pequeño>, no puede ser reducido a
un mero error o distracción de los artistas del período, por lo que concluye que "el arte
medieval no conocía la infancia o no trataba de representársela; nos cuesta creer que
esta ausencia se debiera a la torpeza o a la incapacidad. Cabe más bien pensar que en
la sociedad no había espacio para la infancia".
Esta tendencia se profundizará aún más a partir del siglo XIX con la prevención de las
enfermedades infecto-contagiosas, que eran las de mayor incidencia en la mortalidad
infantil. Durante este proceso, observa Aries, el niño comienza a despertar
sentimientos de ternura, al mismo tiempo que se evidencia una actitud en los adultos
que ya no es de absoluta resignación o indiferencia con respecto a la desaparición
física de los niños en los primeros años de vida.
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intentos de controlarlas, reducirlas o suprimirlas, por escasas que fueran. Sus efectos,
delimitan ya el despertar en la conciencia y sensibilidad de la sociedad de una idea de
infancia, que a lo largo de los siglos siguientes, habrá de cobrar fuerza e importancia
progresivamente. De esta manera se da inicio a un largo y complejo proceso de
consolidación y reproducción ampliada de la infancia en la que un nuevo tipo de
organización familiar, y la institucionalización de la escuela como estructura educativa
y como ámbito específico para su formación, han de jugar un papel de primer orden.
A partir del siglo XVIII, el niño ya no será visto desde la antigua indiferencia
medieval y dejará de ser percibido como un <hombre pequeño>. Rousseau lo
describirá como un ser con formas de ver, sentir y pensar que le son propias,
diferentes a la vez de las de los adultos. El niño adquirirá una novel centralidad social
- cuya representación pictográfica se corresponde, desde la perspectiva de Ariés, con
el retrato de familia y del niño solo anteriormente mencionado - y será gradualmente
alejado de las actividades recreativas, productivas y educativas, que se estima, solía
compartir con los adultos desde edades muy tempranas durante toda la Edad Media
(1987).
Tanto fuentes francesas como italianas confirman que a fines del siglo XVII e inicio
del XVIII, la familia comienza a retraerse dentro de una casa mejor preparada para la
intimidad, generándose entonces, una nueva organización del espacio privado y una
especialización funcional del mismo (Aries, 1987) A su vez, Dolto recuerda que si
bien la privatización del espacio es un fenómeno de los tiempos modernos, ya en el
siglo XV, en los palacios italianos, se comienza a disponer de ámbitos reservados para
la intimidad de la familia, aunque los patios abiertos permiten aún el tránsito de la
multitud de visitantes (1993).
Luego, el ingreso a este medio de los desarrollos tecnológicos, pondrá fin a "la
promiscuidad familiar" y "desalojará a la convivencia" escribió Dolto, dado que "en
cuanto fue posible saldar varias habitaciones, los niños dispusieron de cuartos
separados de los de sus padres" (1993 :49) En este sentido, observa Aries, la historia
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de la chimenea reúne una particular importancia, dado que la variabilidad en las
posibilidades de calefacción y de cocina resultarán de alto impacto en las prácticas de
sociabilidad cotidianas (1992).
El nexo del niño con el mundo existente fuera de su hogar se materializa a través de la
escuela moderna, que dejará de ser un ámbito de convivencia de niños de diferentes
edades con adultos, para pasar a ser el espacio propio de la infancia, exclusivamente
diseñado para ella. La relevancia de esta institución será tal, que la culminación del
periodo escolar marcará de aquí en más, el fin de la infancia.
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estudio de otras disciplinas tales corno la medicina, la psicología y el derecho, cuyos
notorios desarrollos manifestados a partir del último tercio del siglo XIX, alimentarán
los discursos normativos de control y disciplinamiento sobre la infancia, en aras de
asegurar, entre otros propósitos, la concreción de <los sueños por venir>. Se
incrementa así, cierta voluntad de saber acerca de los niños.
En suma, siguiendo las ideas de Aries, Gélis señala que la afirmación del <sentimiento
de infancia> en el siglo XVIII, debe comprenderse como síntoma de una profunda
transformación de las creencias y de las estructuras mentales en el mundo occidental
que posibilitó el tránsito del tratamiento indistinto de niños y adultos característico del
periodo medieval, a la diferenciación y centralidad del niño en la etapa moderna.
(1992)
Desde esta perspectiva, el niño resultará, por una parte, favorecido en un intercambio
más próximo con sus padres en tanto su salud, alimentación y educación serán objeto
de cuidados, pero al mismo tiempo, perderá en autonomía y en contacto con la vida
comunitaria. De esta manera, el cuidado y la protección para la infancia se
desarrollarán a costa de la dependencia, obediencia y sometimiento de los niños con
respecto a los adultos .
La obra de deMause, publicada a comienzos de los años 70 del siglo pasado, esbozaba
la llamada <teoría psicogénica de la historia>, la cual consideraba que la fuerza central
del cambio histórico no residía en la tecnología ni en la economía, sino
fundamentalmente en las transformaciones de personalidad resultantes de las
interacciones entre padres e hijos a través de sucesivas generaciones (1982)
Según deMause, cuando un adulto <se halla ante un niño>, dispone de tres reacciones
posibles: puede proyectar en el niño los contenidos de su propio inconsciente, puede
realizar una reacción de inversión utilizando al niño como sustituto de una figura
importante en su propia infancia o, en última instancia, puede experimentar una
reacción empática y así lograr satisfacer las necesidades del niño (1982).
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Las reacciones proyectivas y de inversión, resultan más visibles cuanto más se
retrocede en la historia del tratamiento dispensado a los niños, a la vez que la reacción
empática seria la predominante a partir de la mitad del siglo XX El estudio de estas
reacciones le posibilitará a deMause establecer una secuencia continua en las formas
de crianza, en la que es posible diferenciar una serie de seis tipos de relaciones paterno
filiales - infanticidio, abandono, ambivalencia, intrusión, socialización y ayuda - que
han de evolucionar de manera ascendente desde la antigüedad hasta la época
contemporánea (1982)
Desde su perspectiva, tanto los estudios pictográficos de Aries como las fuentes
epistolares de circulación reducida o la parcial búsqueda bibliográfica de Mause no
posibilitan concluir que la no consideración o el trato inadecuado hacia los niños
fueran una práctica masiva en el mundo europeo occidental durante el periodo
medieval. No solo, afirma PolJock - cuya labor investigativa privilegió el uso de
fuentes tales como diarios de vida y autobiografías - no hay evidencia en el
funcionamiento colectivo de las sociedades que permita sustentar la tesis histórica,
.sino más bien que, en general, las distintas sociedades han dado respuestas
satisfactorias al cuidado de los niños .
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En suma, desde su visión, no se registran en el tiempo cambios contundentes ni
variaciones importantes en lo que respecta a la relación entre padres e hijos con los
observados por Aries y de Mause. No obstante, entre 1540 y 1660 Pollock evidencia
el desarrollo de un real interés por la niñez, de Jo cual resultó una mayor preocupación
por la capacitación moral y académica de los niños que habilitará la existencia de un
discurso sobre la infancia y pautará luego la variabilidad de sus contenidos. En
consecuencia, Pollock afirma que en el siglo XVI ya existía un concepto definido de
niñez y aunque posiblemente este se terminó de delinear con el paso del tiempo, en ese
período ya se apreciaban las diferencias entre niños y adultos, y los ámbitos en los que
ambos se distinguían (1993).
Ana Maria Femández señala que varias diferencias quedan invisibilizadas en la noción
de niñez: la clase social, el género, las variables étnicas, geopolíticas y culturales,
entre otras. Esta observación, posibilita caracterizar las condiciones concretas en las
cuales transcurre la vida de los niños, a la vez que contribuye a dar visibilidad a tales
diferencias (1993)
Asimismo, basta recordar que el proceso de separación de la infancia del ámbito del
trabajo como la inclusión exclusiva en el dispositivo escolar no se tramitó para todos
de manera igualitaria y en la misma contemporaneidad. Avanzada la Revolución
Industrial los hijos de los trabajadores y los de los 'campesinos, continuarán viviendo
una muy breve duración de la infancia o de una etapa vital separada de las
obligaciones adultas ya que desde edades muy tempranas comenzarán a trabajar en el
sistema fabril o en las tareas rurales, siendo sometidos a una brutal explotación.
Al respecto son ilustrativos los estudios de Hugh Cunningham, referidos al trato que
recibieron los hijos de los pobres fundamentalmente durante los siglos XVII y XVIII
21
en la sociedad inglesa. Para estos niños deshollinadores, trabajadores de talleres,
fábricas y minas - la infancia era percibida como una etapa de adaptación a los hábitos
del trabajo y la tendencia a hacerlos trabajar fue dominante en todo ese período. La
opinión de que los hijos de los pobres constituían un valor económico para sus padres
perduró hasta el siglo XIX y sólo a partir del siglo XX se aceptará que los hijos de
todas las clases tienen igual derecho a una experiencia de infancia universalmente
accesible. A menudo esto <no alcanza>, observa Cunningham, dado que "la
recuperación de la infancia para los hijos de los pobres nunca fue fácil y nunca
completa" (2010)
Desde su perspectiva, a partir de la finalización del siglo XVII y hasta la mitad del
siglo XX ocurrirán los mayores cambios en la visión de la infancia, consolidándose
una percepción moderna que la caracteriza como una etapa feliz aunque protegida y
dependiente. Al mismo tiempo, los hijos de los pobres serán representados como
explotados a la vez que independientes y salvajes.
En cierta medida la escuela se construyó bajo el supuesto de homogeneidad de la
infancia, por ello, concluye García Méndez, el alumno no coincidente con los atributos
esperados, ya sea actitudinales o intelectuales, será trasladado a otras instituciones -
internados, cárceles - dispensadoras de severos y rigurosos encierros.
22
De esta manera la vinculación histórica entre pobreza y peligrosidad se instala en el
campo de la infancia devenida en minoridad y parece cobrar vida propia. La pobreza
resulta así criminalizada y el abandono es construido punitivamente (Erosa, 2000).
Como resultado de este proceso socio histórico del cual se han expuesto sus sustratos
conceptuales más relevantes, emerge la figura del <menor abandonado-delincuente>,
una especie de <sujeto bicéfalo indiferenciado>, tal cual lo denominó García Méndez,
en tanto abandono e infracción se transforman en una impronta personal, en algo que
pertenece al <ser del sujeto> (1994)
En este sentido, la época <bárbara> reservará para los niños señales de castigo físico
tanto en el ámbito escolar como familiar, así como prácticas de abandono e
infanticidio y trato indiferente, cuando no severidad y extremado rigor en la relación
entre padres e hijos. Por ello, la temprana muerte de estos últimos era factible de ser
sustituida con nuevos nacimientos, resultando así, menor el dolor en medio de la
abundancia.
23
A su vez, la intensidad alcanzada por las prácticas de abandono e infanticidio a
comienzos del siglo XIX, en la ciudad de Montevideo era visible en el "cuadro
doloroso de muchos niños que se encontraban expuestos en las calles, despedazados a
veces por los perros". Los niños eran abandonados en las calles, en los atrios de las
iglesias y en las puertas y ventanas de las casas de "las familias distinguidas por su
caridad"
24
impondrán puntualidad y prolijidad, y lo recluirán en el hogar y en los centros de
estudio, en detrimento – entre otros aspectos - de la proximidad con el mundo adulto y
de la circulación callejera.
Pensar la infancia en tiempos de deshonra o acerca del <siglo del niño> que
no fue.
A lo largo del siglo XX, la infancia será objeto de múltiples y acelerados cambios que
impactarán tanto en su conceptualización como en el devenir de su experiencia
concreta.
Esta será resultado, entre otros aspectos, de la consideración de la infancia como etapa
vital fundamental en lo que concierne al futuro de la sociedad en su conjunto, a partir
de la cual se consolidará el concepto de centralidad en la que la modernidad sustentó
la noción de niñez. El desarrollo de esta perspectiva conducirá a intervenciones cada
vez más notorias de los Estados, con el propósito de asegurarle a la infancia
condiciones de existencia ajustadas a derecho.
¿Qué ocurre entonces con los niños que nacen y crecen en el devenir de la actual
reestructuración capitalista globalizada? ¿Qué significación adquiere la infancia en
25
tiempos de modernidad <invertida>, como califica Hobsbawm a los tiempos que
corren?
¿Adiós a la infancia?
La idea del fin de la infancia es introducida, entre otros, por Neil Postman a
comienzos de los años 80. Postman señala que el acceso estricto a la información,
como resultado de la incorporación en la vida cotidiana de las nuevas tecnologías en
comunicación, constituye una variable fundamental y de suficiente peso para dar
cuenta de la actual desaparición de la idea moderna de infancia. Priorizando en su
análisis el proceso de - masificación del uso de la televisión acaecido en la segunda
mitad del siglo XX en los Estados Unidos, el autor señala que esta incorporación y su
accesibilidad indiferenciada, quebranta la distinción entre infancia y adultez, en la
medida de que no requiere entrenamiento para aprender su funcionamiento, ni
operaciones cognitivas complejas para comprender su mensaje. Cuando el niño accede
a los secretos del mundo adulto, se produce la pérdida inexorable de la inocencia en la
infancia y este acontecimiento es el que concreta su desaparición (Postman, 1999)
Al igual que Postman, Shirley Steinberg y Joe Kincheloe, consideran que por medio
de la televisión los niños han conseguido acceder a una visión de la realidad, no
necesariamente informada, pero sí análoga a la adulta, en la medida de que adquieren
un conocimiento sin restricciones sobre cuestiones que anteriormente se les tenían
vedadas .
De esta manera se afecta la noción tradicional de infancia, que otorgaba a los niños un
tiempo de aprendizaje secuencial y progresivo sobre el mundo, Por el contrario, en la
actualidad se despliega una explosión de información que satura los medios de
comunicación, creando una sensación de vértigo social que se irradia indistintamente
sobre niños y adultos y otorga fundamentos a diversos enunciados que refieren al
crecimiento acelerado de los niños y comunican, en consecuencia, la pérdida de la
infancia. Para ambos autores, se estaría desarrollando un verdadero terremoto cultural
26
que se produce a medida que los niños adquieren un conocimiento sin restricciones
sobre cuestiones que antaño solo eran dominio de los adultos.
RESUMEN
27
provenientes de diversas disciplinas como lo son la Historia, la Medicina, el
Psicoanálisis, la Sociología y la Psicología. A partir de allí reflexionamos sobre la
clínica infantil que actualmente nos ocupa considerando asimismo, las condiciones
actuales en las que se desarrolla nuestro trabajo y nuestro pensamiento desde la
psicología clínica. Se incluyen consideraciones acerca de las prácticas sanitarias
en lo que a las intervenciones clínicas se refiere y una visión crítica sobre los
efectos de ello que se observan en la clínica.
A la vez, cuando los adultos sucumben son los niños quienes sostienen a estos padres
derrumbados, ya sea renunciando a expresar el propio dolor frente a quienes no
pueden contenerlos o bien asumiendo funciones de cuidado con sus hermanos ante la
falta de sostén parental.
Nos preguntamos ¿quién sostiene a quién en esta lógica? El niño queda desamparado
ante la inestabilidad de sus padres.
Los niños empiezan a sentir miedo a sus semejantes, a los pibes chorros, a los niños
que roban, a los que acosan en la escuela, produciendo algo del orden de lo ominoso
en ese miedo al par que se vuelve amenazante.
28
No podemos dejar de mencionar el papel de las instituciones que intervienen en la
constitución de la subjetividad infantil, ya que de hacerlo, estaríamos ubicando al
niño en el lugar del único responsable de su sufrimiento.
Por otro lado, vemos a niños sobreocupados con actividades que no despiertan su
interés mientras los padres están preocupados de mantenerse a flote en medio de
tanta exigencia del mercado, así como también lo vemos en aquellos niños-mochila
que cargan su ropero portátil porque en el afán de una equidad extrema, duermen
cada noche en una casa diferente adaptándose a olores, costumbres, normas disímiles
cada día, mientras no se adaptan en clase.
En algún sentido, las instituciones deben ofrecer sostén para las familias, sobre todo
en estado de vulnerabilidad social, pero aún no están preparadas para semejante
desafío en tanto se siguen aplicando estrategias que poco tienen que ver con las
demandas actuales. La violencia social termina reproduciéndose en la violencia
institucional. La escuela, junto a las instituciones de salud, se han transformado en un
operador sanitario dada la insoslayable tarea de prevención que le compete.
29
Instituida recientemente (SXX) como campo de estudio tanto para las ciencias de la
salud como para las de la educación, la(s) infancia(s) no permanece(n) ajena(s) a los
cambios significativos que las tecnologías han producido tanto en el ámbito privado
como en el público.
30
la medicina en todos los ámbitos de la vida, es importante señalar otro fenómeno
como el de la medicamentalización de la infancia, subrogado directo de la
patologización de la vida cotidiana que señalamos anteriormente. Mencionar aquí
el poder de las multinacionales farmacéuticas en este campo, sería tedioso y escapa
a nuestro objetivo, pero vale la pena detenerse a pensar en el papel que dicha
industria tiene no sólo en el cuerpo médico sino en el público en general.
Inútil sería negar la eficacia de ciertas drogas frente a determinadas conductas, por
eso son tan exitosas.
Intervenciones Psicológicas
La(s) infancia(s) se presenta de forma variada, los niños aparecen con un sinnúmero
de sintomatologías y expresiones diversas porque no todo es síntoma que si no se
aborda desde una perspectiva compleja se corre el riesgo de patologizar rápidamente
conductas que responden a los modos actuales de convivencia, de cotidianidades no
estables, en definitiva, de condiciones de subjetivación novedosas en esta
modernidad líquida al decir de Bauman (2002).
Se ha escrito mucho sobre Déficit Atencional, sobre sus tratamientos, sobre sus
causas, en fin, pero poco sobre los efectos que a nivel vincular (incluyendo la
dimensión familiar y social) produce el diagnóstico y el tratamiento del mismo. Se
31
afirma que estos niños tienen dificultad para poner en palabras sus sentimientos,
conflictos, tensiones, buscando su expresión a través de la descarga motora, siendo
esto también lo que sucede a nivel familiar donde se han encontrado familias que
guardan celosamente secretos innombrables, situaciones traumáticas silenciadas.
Parece obvio que la conducta del niño se relacionaría directamente con estas
consignas (no siempre explícitas) a nivel familiar, no siendo suficiente aún así para
explicar la presencia del Déficit Atencional. Encontramos además un cuerpo sujetado
a exigencias escolares que no siempre acompañan las necesidades actuales de los
niños.
No deberíamos confundir patología con sufrimiento, siendo que ese sufrimiento tiene
su origen en lo social y lo vincular.
32
En este contexto por demás complejo, las soluciones nunca podrían ser simples. El
abordaje del sufrimiento infantil debe contemplar varios niveles simultáneos,
porque el niño raramente nace enfermo psíquicamente, sus conductas se vuelven
inadecuadas a partir de sus experiencias y para un determinado contexto.
Asimismo, las fuentes del sufrimiento vincular estarían dadas por la trasmisión
generacional, o sea las formas de la trasmisión de la vida psíquica y de la violencia y
por el fracaso del velamiento de la imposibilidad vincular o sea, el fracaso de la
esperanza de poder vincularme con ese otro desconocido. Estos indicadores son
importantes a la hora de evaluar cómo funciona una familia y qué indicaciones son
pertinentes para el trabajo en favor de un mayor bienestar en los vínculos
intrafamiliares.
Consideraciones finales
Es de responsabilidad del psicólogo clínico integrar en sus prácticas las técnicas que
hagan posible intervenir en todos estos niveles, buscando diálogos con otras
disciplinas, con otros especializados, con otros significativos para el niño.
33
diagnóstico, en sus dimensiones de inestabilidad y provisoriedad. La detección y la
intervención temprana, en tensión con la posibilidad de diagnósticos apresurados.
Los diálogos posibles o imposibles entre psicoanálisis y neurociencias y ciencias
cognitivas. La problemática de los autismos y sus diferentes modelos teóricos de
abordaje. En el desarrollo de cada uno de estos puntos de complejidad de la práctica
está planteada la cuestión del riesgo del deslizamiento hacia una objetualización
-patologización del niño y su padecimiento desde las distintas miradas, disciplinas y
discursos que se proponen abordarlo.
34
El riesgo vale la pena porque todos compartimos los mismos objetos/ sujetos de
estudio, las mismas unidades de análisis: los niños, su familia y sus padecimientos en
el marco de sus comunidades. Posiblemente nos convoque la idea que el objeto de
trabajo de la medicina, y de la psiquiatría infantojuvenil como rama, es “el cuerpo
que ama, el cuerpo que trabaja, el cuerpo que lucha” (4).Y esto es tan trascendente en
la infancia, que es un período que persiste y no una etapa a abandonar, porque el
desarrollo de un niño es cognitivo, motor, sexual, social, histórico y siempre con
carácter emancipatorio en su evolución: la salud como grados de autonomía, y la
autonomía como grado de independencia; la independencia como capacidad de ser,
hacer, tener y operar sobre uno mismo y sus circunstancias.
La Salud Mental Infantojuvenil toma como referencia esos campos de existencia que
en su entrecruzamiento dan origen al sufrimiento, a la singularidad y al sujeto
mismo: el cuerpo real, el lazo social, lo psíquico y lo mental.
El siglo XXI en nuestro campo, siglo que inicia con una marca fuerte desde del
cognitivismo y de las neurociencias y los debates que desde estos se generan, no
cambia sólo el campo del saber en general sino también el campo de la política, de la
educación y de la clínica. Los tres campos que Freud reunió como artes de lo
imposible: psicoanalizar, educar, gobernar.
35
“La tarea de las Neurociencias es aportar explicaciones de la conducta en términos de
actividades del encéfalo, explicar cómo actúan millones de células nerviosas
individuales en el encéfalo para producir la conducta y como a su vez estas células
están influidas por el medio ambiente, incluyendo la conducta de otros individuos”
Tanto los defensores como los críticos de la ciencia cognitiva opinan que esta
disciplina opera objetivando una serie de funciones de la psique. Si todo queda
representado en el cerebro, lo aún descubierto o no, se puede decir que todo es
posible. Esta lógica se choca con la que toma en cuenta a fenómenos inconscientes;
esta dimensión de la existencia atañe a lo imposible, lo imperfecto, lo
inconmensurable. Desde el punto de vista de las lógicas y las concepciones
científicas que mantienen las teorías sobre la conciencia y las teorías sobre el
inconsciente, los puntos de choque parecerían inevitables. Y aún así hay diálogos
posibles y necesarios de ser intentados.
Con estas dimensiones y estos dominios de acción debemos reconocer que la Salud
Mental en la Infancia es un problema de la Salud Pública y, como tal, hoy plantea
una crisis profunda en la prevención, el concepto de diagnóstico y las estrategias
terapéuticas.
Si hablamos de Salud Pública, debemos retomar el lema de OMS del Día Mundial la
Salud 2001 que fue “Salud Mental, sí a la atención no a la exclusión”, en el Informe
2001 de la OMS se planteó consecuentemente “Salud Mental, nuevos conocimientos,
nuevas esperanzas”.
Este informe, que introduce la gran revolución de las neurociencias y de los efectos
de sus descubrimientos intentando unir ciencia y sensibilidad, sin embargo, no
36
incluye la atención precoz ni asume todo lo que los objetivos del milenio se han
propuesto en cuanto a políticas públicas y derechos.
Los tratamientos a través del aprendizaje tienden a imponer formas de hacer y de ser,
mientras la noción de experiencia recupera lo que cada sujeto puede hacer con su
potencia, su deseo, sus lazos, su dato biológico y su medio ambiente. Este último
aspecto es el que remite a la confrontación clínica y técnica entre el psicoanálisis y la
terapias cognitivo conductuales.
El psicoanálisis y las neurociencias han hecho escuchar sus voces, y han pretendido,
cada uno para sí, los premios mayores cuando se intenta proponer una explicación de
la conducta humana.
Existe una severa preocupación a nivel de la salud global sobre el desfase que se
produce entre la disminución de la mortalidad infantil en muchas áreas geopolíticas y
la falta de programas de detección e intervención temprana, eje fundamental en Salud
37
Mental Infantojuvenil, que mejoren la calidad de vida de la infancia que “sobrevive”.
Esto permite concluir que existe una necesidad de generar programas de capacitación
y detección de signos de sufrimiento precoz y grave en la infancia, sin que esto
signifique diagnosticar apresuradamente.
Sobre el diagnóstico:
No es menor asumir una profunda diferencia entre detectar y diagnosticar, por lo que
esto puede implicar como estigma y nivel de conflictividad en un niño y su familia.
Está claro que una impresión diagnóstica, si hubiera que nombrarla, debe ser una
puerta de entrada y no una puerta de salida, una oclusión que deje marcas subjetivas
trascendentes.
38
G. Untoiglich metaforiza muy bien la idea de que “en la infancia los diagnósticos se
escriben con lápiz”, señalando en esta afirmación la idea de provisoriedad que
pueden tener algunos diagnósticos apresurados o categóricamente oclusivos en ese
móvil terreno que la infancia tiene para su construcción subjetiva y sus oportunidades
neurogenéticas.
En tiempos actuales, un diagnóstico puede dar lugar a que personas con determinadas
características sean incluidas en determinados marcos educativos, o determinados
abordajes terapéuticos o sets de abordajes. Es necesario revisar cada vez cuáles y
cuántos.
En los estudios sobre este trastorno, para quienes lo definen unívocamente como un
trastorno del neurodesarrollo prenatal y posnatal, los investigadores han intentado
dilucidar estas teorías mediante el examen del crecimiento cerebral, las redes
neuronales funcionales, la neuropatología, la electrofisiología y la neuroquímica.
Respecto de las hipótesis etiológicas, hoy estamos frente a datos inciertos. Las
investigaciones genético/ congénitas, especulan con riesgos vinculados a mutaciones
genéticas, alteraciones cromosómicas, alteraciones en la sinaptogénesis, alteraciones
hormonales vinculadas al ritmo circadiano y la secreción de melatonina.
39
Todas estas teorías remarcan la dificultad de comprensión, en la comunicación y en
la aprehensión de los significados sociales.
Algo que cambió radicalmente es que ahora se conciben los sistemas como abiertos y
no cerrados. La otra característica que se impone es que los sistemas son complejos y
para nada lineales y simples. La ciencia hoy apuesta a desentrañar la realidad
aceptando la incertidumbre, lo azaroso, la indeterminación a partir de la lógica de la
complejidad. Ya no se aspira, para comprender las causalidades últimas, reducir lo
psíquico a lo físico-químico, como soñó Freud que alguna vez llegaría a ser posible,
sino todo lo contrario, lo psíquico se complejiza en lo social llegando a plantearse al
sujeto siempre social.
40
analizable por nosotros que lo diagnosticamos. Por otra parte sabemos que el
diagnóstico de neurosis y el diagnóstico de analizabilidad por quien diagnostica son
íntimamente correlativos (Luisa de Urtubey, 1988).
De modo que más allá de esquemas referenciales que utilicemos en nuestra tarea en
los primeros encuentros con el joven, será necesario, para hacer un diagnóstico
psicopatológico, decidir si consideramos que es posible operar con él
transferencialmente y si el contacto con su inconsciente lo alivia y estimula su
curiosidad o al contrario, incrementa su ansiedad paranoide e incluso provoca una
desorganización yoica momentánea. Por nuestra parte será necesario tener claro qué
entendemos por lugar y función de analista por una parte y por otra qué entendemos
por padecimiento psíquico, qué actitud tenemos ante el dolor psíquico y el dolor por la
impotencia y el desconocimiento (ética) y cómo promovemos el grado de
simbolización, que como capital cultural posibilita la elaboración de duelos y
mediatiza la tendencia a la acción, y si consideramos que toda esta empresa será
posible llevarla adelante por nosotros con él en particular. De modo que resulta
paradójico el planteo de categorías y clasificaciones psicopatológicas vs. encuentros
en el “aquí y ahora”.
Como vemos hay un largo trecho entre la psiquiatría que se conduce por organizar un
conjunto de síntomas en síndromes y clasificarlas según el DSM IV, con sus
correspondientes medicaciones… a pensar los padecimientos del paciente en términos
causales y comprensión metapsicológica, referidos singularmente a la analizabilidad
en la transferencia.
41
alteraciones del Yo y afirmó que aquella que cuenta con el factor traumático como el
predominante, tiene mejor pronóstico que las demás.
3. De modo que todas aquellas situaciones traumáticas que Freud menciona que
necesitan de elaboración, sea por resignificación (nachträglich) de lo infantil, sea por
significación de lo nuevo, desconocido, será un quantum de estímulos que necesitará
de representación,en la adolescencia corresponderá a los tres duelos: al cuerpo
sexualmente madurado y a la construcción del objeto no-incestuoso y la asunción de la
responsabilidad de cuidarlos. Es decir, el atravesamiento de la “neurosis adolescente”,
símil a la “neurosis infantil” que la padece todo el mundo.
42
6. Excluyo las psicosis adecuadamente diagnosticadas porque considero que no son
analizables. Serán abordados con otros recursos terapéuticos y psicoterapia. A veces
pueden lograrse restituciones socialmente aceptables.
Contexto
Para concluir, que es un modo de decir, creo que por ahora más que un problema de
psicopatología es pensar cómo entender las nuevas constituciones de subjetividad, la
permanente y vigente imbricación entre intra-inter-transubjetividad, e intentar abordar
no sólo lo central sino lo coyuntural de cada cuadro, en ciertas circunstancias tanto
más dominante lo segundo que lo central.
43
Bleichmar, S. (2007) Acerca de la subjetividad.
¿Por qué el planteo sobre la subjetividad actual? Anoche apunté que en cada época
hay como una agenda científica dominante que implica tener en cuenta lo más
avanzado del pensamiento del tiempo que nos toca. En la Argentina de los '70 lo más
avanzado del pensamiento lo constituyó la llegada de Lacan a la Argentina, el
estructuralismo, el universalismo compartido con Lacan, Levi-Strauss y otros
pensadores que rompieron con el pensamiento colonial, y en particular, la ruptura que
se produjo de los fundamentos del psicoanálisis (PSA) en una mitología biológica. En
los '70 el debate fue algo como la función de la cultura en la producción del sujeto
psíquico y esto implicó revisar los restos de ideologismo que quedaban en PSA. En
realidad cuando digo restos sabemos que el PSA es sincrónico, y que la gente sigue
diciendo cosas de hace un siglo como si fueran grandes verdades actuales.
En los ’80 el debate fue sobre la función de la historia, el debate con el determinismo.
Creo que el problema era el debate superador y no de erradicación de lo anterior. Y
hoy: ¿cuál es en mi opinión el debate fundamental que se tiene...?. Dicho brutalmente
sería que después de un siglo los enunciados psicoanalíticos de base tienen el aire, el
aspecto de apuntar a un sujeto que no es el que conocemos. ¿Qué quiere decir esto?.
Que gran parte de los seres humanos que vemos son distintos a los de la época de
Freud, a los historiales clásicos de Klein, y distintos a muchos de los pacientes de
Lacan. Hay un cambio en la subjetividad, que la gente que conocemos hoy no es la
que nos pintan los historiales clásicos. Es indudable que hay un cambio en la
subjetividad. Un chico que siente culpa por odiar al padre como Hans, tenemos
muchos en los cuales el odio al padre se ha transformado en concorde al Yo a partir de
la hostilidad que la madre o la familia tiene con el padre.
44
La producción de subjetividad tiene que ver con formas históricas, hay una producción
de subjetividad en Atenas, en Esparta, en la Argentina menemista donde el éxito
inmediato va acompañado de cierto rasgo de inmoralidad. La fuerza con que la
producción de subjetividad de una época desmantela enunciados anteriores hace que
uno tenga que apelar a toda la fuerza moral y al conocimiento histórico para
sostenerse. Es evidente que ha habido cambios en la producción de subjetividad. Pero
la producción de subjetividad no es todo el aparato psíquico. Es el lugar donde se
articulan los enunciados sociales respecto al Yo. El aparato psíquico implica ciertas
reglas que exceden la producción de subjetividad, por ejemplo, la represión. Uno
puede decir que ha habido, en Occidente, cierta liberación en el modo de la represión
sexual. Hay un cambio en cómo los y las adolescentes llegan a la sexualidad
actualmente, respecto de mi época. Las adolescentes llegan felizmente y los varones
llegan aterrados. ¿Por qué? Porque los varones tienen que dar pruebas de virilidad,
hasta que no llegan a su primer relación no saben cuán hombre son, si funcionan. En
cambio las chicas, no tienen que dar prueba de nada, ni siquiera gozar demasiado.
Tienen simplemente que acceder a una relación sexual, hasta tal punto que es un valor
negativo no haber tenido relación sexual a cierta edad. Lo que ha desaparecido son
ciertas formas de ejercicio de la genitalidad, pero la represión no.
Sexualidad infantil
45
Es indudable que si hay algo impactante en esta cultura es el modo en el cual el
autoerotismo infantil se ha extendido bajo formas que producen un desplazamiento
lindante en lo perverso
Vamos al tema del Edipo, tema central. El gran aporte del PSA francés de los ’60, que
el Edipo debe ser pensado en términos de circulación, de Levy-Strauss, plantea la
circulación de las mujeres y que Lacan da vuelta al plantear la circulación del falo.
Quiero contar una anécdota para ver la diferencia entre producción de subjetividad y
constitución del psiquismo. Es absurdo pensar que las mujeres de nuestra cultura
quieren un pene para hacer pis. Eso no existe. Lo que las mujeres quieren, es no
depender de un pene del hombre para gozar. No depender de un pene en tanto objeto
tocado por otro. Ahí gana Klein contra Freud. La envidia que se produce de no tener a
disposición el objeto de goce. En realidad, el atributo fálico en sí mismo marca
posiciones. Yo tuve un caso de un nene con problemas de aprendizaje. Yo distingo
entre trastornos de aprendizaje producidos por una falla en la constitución del
psiquismo, y aquellos trastornos neuróticos secundarios. Este niño era inteligente.
Tenía un padre exitoso. En realidad la madre planteaba que el éxito del padre era a
costa de la familia, lo cual aclaro que objetivamente no era así. Ahí estaba la envidia
que sentía por el éxito de él, a tal punto que nunca se veía cuando aparecía por TV
para no apabullar a los niños. Había una suerte de renegación de padre exitoso en el
mundo porque esto permitía avalar la idea de que era un padre fallido respecto a su
función. En cierto momento la madre me dijo algo que me impactó mucho y después
saca al niño del tratamiento: “...yo tengo un proyecto que es la familia...”, y
mirándome me dijo: “...y supongo que ni vos ni él pueden entenderlo...”. Estaba
diciendo que tanto el marido como yo estábamos atravesados por el atributo fálico,
que ambos teníamos un proyecto de éxito en el mundo que marcaba que ella no podía
soportar la confrontación. Cuando empecé a señalar que lo que producía el conflicto
no era el éxito del padre sino la perspectiva con la cual eso circulaba en la familia, que
hacía que el niño tenga que ser fracasado para ser amado por la madre, la idea de él
era que el rasgo éxito era un rasgo que hacía que la madre se quejara y le producía
insatisfacción, ella no pudo soportar que yo trabajara en esa dirección y sintió que yo
desmantelaba toda la arquitectura sintomática con que había armado la familia. Ella
venía a que un psicólogo comprobará que él era un padre fallido porque no llevaba los
niños a la plaza.
46
un ejercicio de rigor-, la propuesta más fuerte que ha generado la humanidad para
analizar el sufrimiento individual y para regular los modos en que el malestar social
no enquista los sujetos en ese malestar sino lo denuncia a partir de su propia práctica.
En todos los casos, la presencia del otro es significativa. Desde las primeras relaciones
con los padres, y especialmente con la madre, y luego con los hermanos, los maestros,
los compañeros de escuela, los compañeros de trabajo, la pareja, la comunidad, el otro
es determinante del bienestar y malestar.
47
Los regímenes de terror, las dictaduras, los atropellos a los derechos humanos, el
autoritarismo, la pobreza, la inmovilidad social, la marginación, la violencia, generan
distintas formas de sufrimiento personal, familiar, comunitario y social.
De la misma manera en que la madre consuela el sufrimiento del niño estando junto a
él, reconociendo su otredad, decodificando en los posible sus mensajes, atendiendo a
sus necesidades, este rol, adecuado a las necesidades de adolescentes y del adulto,
requiere ser asumido por distintos otros, incluyendo las instituciones, el Estado y a los
gobernantes.
SUFRIMIENTO Y CONSUELO
48
continente, ocupa un lugar importante en el tratamiento de pacientes con déficit de
estructura y procesamiento simbólico.
Y que implican:
a) Identificaciones tanáticas.
49
Las transferencias motorizan la vida institucional. Los residuos, conflictos y
malentendidos que se generan a partir de ellas, especialmente cuando son reprimidos,
son en buena parte obstáculos a su desarrollo y generadores de malestar.
Niños desatentos, niños que no hablan, niños que se mueven sin rumbo, niños
desafiantes… nos interpelan y muchas veces son silenciados con diferentes métodos.
Sabemos que pensar los avatares de la infancia es casi imposible sin situar en un
contexto. Los niños están sujetos a modelos socio-culturales que marcan fuertemente
su subjetividad. En este trabajo trataré de plantear algunas de las cuestiones que se
juegan en la actualidad y en qué inciden en la constitución psíquica.
Los desarrollos tecnológicos: una conexión que puede dejar a los niños sin
adultos
Los avances tecnológicos suponen una apertura, una posibilidad de conexión con el
mundo que es absolutamente novedosa y enriquecedora. Poder comunicarse casi
instantáneamente con el resto del mundo amplía el universo, abre caminos, permite
50
una información al instante e inclusive facilita sostener vínculos a distancia. Pero
también trae aparejadas nuevos modos de angustias y soledades.
El predominio del lenguaje visual sobre el verbal también crea una serie de
interrogantes. Las imágenes son representaciones que prevalecen sobre la palabra.
Es diferente la visión del rostro humano, del cuerpo del otro, que viene acompañado
de sabores, olores, sensaciones táctiles y auditivas, a lo visual de las pantallas, que no
sólo estimula de un modo recortado sino que deja al niño pasivo frente a un exceso de
estímulos. Sobre todo, cuando no hay otro con quien intercambiar.
Considero que esta situación no solo provoca niños hiperactivos sino que es
fundamental para pensar las dificultades en la adquisición del lenguaje con las que nos
encontramos cotidianamente. Más que un mundo de palabras, les ofrecemos un
51
universo de imágenes, en el que los flujos de información son muy veloces y en los
que no hay tiempo para el pensamiento, para la construcción de proceso secundario.
Por eso pienso que el uso particular que se hace de los medios como la televisión y la
computadora, incide en este fenómeno de dificultades en la adquisición del lenguaje,
en tanto los niños quedan expuestos durante muchas horas a este tipo de estímulos.
Esto con los niños cobra mucha importancia, en tanto si la infancia es el tiempo del
crecimiento, de las transformaciones, de la apertura de posibilidades, pensar que un
niño tiene que poder cumplir con todos los logros estipulados socialmente en los
primeros años de su vida supone desconocerlo como sujeto en crecimiento. Y esto
puede derivar en sensaciones muy tempranas de fracaso.
De este modo, se supone que el rendimiento de un sujeto durante los primeros años de
su vida determina su futuro, desmintiendo que todo niño, como sujeto en crecimiento,
está sujeto a cambios. Desmentida que lleva a coagular un proceso, dificultando el
desarrollo.
Y suele aparecer la necesidad de resolver todo rápidamente, sin dar lugar a la duda.
Ese niño tiene que acomodarse ya a lo que se espera de él, sin poner en juego el
contexto.
52
importa es la posesión del objeto, más que lo que se pueda hacer con él. El placer
queda degradado a una satisfacción instantánea que tiene más que ver con la pulsión
de dominio (sobre el objeto y sobre el semejante que se lo provee) que con un
despliegue erótico.
Esto está fuertemente motorizado por un mundo en el que la publicidad busca atraer
especialmente a niños y adolescentes como consumidores por excelencia.
También con los tratamientos el tema del consumo cobra importancia. Así como los
adultos consumen pastillas para paliar cualquier tipo de sufrimiento (por insomnio,
exceso de peso, depresión, angustia, etc.) los niños también caen bajo la lógica del
mercado y así se los medica indiscriminadamente.
No se favorece el “jugar solo” bajo la mirada del adulto, como desarrolla Winnicott,
(1971) ni se comparten sus juegos. Se llena de juguetes que se mueven solos, frente a
los que el niño queda como espectador y con los que no puede construir el pasaje
pasivo-activo.
Muchos niños no juegan al football entre ellos, cuando tienen ganas, sino que van a
“la escuelita de football”, no pintan tirados en el piso, sino que hacen un taller de
arte… Es decir, todo se plantea como aprendizaje regulado por adultos. Y el juego
libre está desvalorizado. Se piensa una sociedad donde hay que luchar por un lugar en
forma despiadada y para ello hay que acumular competencias (esta palabra remite
claramente a la idea de preparar para competir). Esto resulta en una presión brutal para
niños y padres y anula la creatividad, en tanto niega al juego ese lugar fundamental de
posibilitador de salidas creativas.
53
Pero en tanto se supone que un niño se prepara para ese futuro temido acumulando
saberes y competencias, lo que se les niega es el medio para desarrollar sus
potencialidades creativas (quizás lo más importante para poder afrontar los cambios).
Todos tienen que saber lo mismo, todos tienen que poder realizar las mismas acciones,
olvidándose de la diversidad de las posibilidades humanas. Mientras tanto, la infancia
deja de ser el tiempo de juegos y cuentos, para convertirse en una preparación para el
“éxito” en una especie de jungla.
Estamos en una época en la que la felicidad ha pasado a ser una exigencia. Es muy
difícil tolerar el sufrimiento, propio y ajeno. La sociedad neoliberal necesita que todo
el mundo esté en condiciones de producir y consumir (sobre todo los niños y los
adolescentes) y para esto no se puede estar deprimido, o por lo menos, no demasiado
deprimido. Es decir, siendo muy feliz nadie se sometería a las exigencias brutales de
la sociedad actual y estar un poco triste puede incentivar los deseos de consumir pero
si se está muy deprimido no se podrá producir ni consumir lo que el mercado requiere.
Por eso los estados anímicos tienen que estar regulados, desde la infancia.
Resumiendo:
54
Se niegan las determinaciones históricas de ese sufrimiento, lo que produce una
desubjetivación del ser humano, en tanto se elimina el factor intersubjetivo en su
estructuración.
Se supone que todos debemos ser engranajes dentro de una maquinaria al servicio de
los intereses de pocos.
Se considera que todo niño tiene que ser un gran consumidor y un futuro productor y
se lo empuja a un supuesto “éxito”, desvalorizando el juego como actividad central de
ese momento de la vida.
55
Podemos realizar intervenciones en las que algo nuevo se construya, en tanto
trabajamos con un psiquismo que, a la vez que está sujeto a la repetición de su
historia, está en plena construcción. Construcción en la que los otros inciden
cotidianamente. Las intervenciones del analista, con niños y adolescentes, pueden
posibilitar la creación de espacios psíquicos.
Ser los que cuestionamos y nos cuestionamos, ubicando al otro como un par con el
que se puede realizar una aventura interesante.
56
contextuales, vinculares y singulares a la vez. El Pensamiento Complejo de Edgar
Morin (2009) atraviesa el análisis y la comprensión de los fenómenos que se
pretenden describir y analizar en la presente investigación.
LA SUBJETIVIDAD JUVENIL
Se afirmaba entonces que la infancia (quizás debiera indicarse en plural dado que no
podría considerarse que haya una infancia homogénea) se presenta de forma diversa,
los niños aparecen con un sinnúmero de características que si no se aborda desde una
perspectiva compleja se corre el riesgo de patologizar rápidamente conductas que
57
responden a los modos actuales de convivencia, de cotidianeidades no estables, en
definitiva, de condiciones de subjetivación novedosas.
Se ha escrito mucho sobre el Déficit Atencional, sobre sus tratamientos, sobre sus
causas y antecedentes familiares incluso, pero poco sobre los efectos que a nivel
vincular (incluyendo la dimensión familiar y social) produce el diagnóstico y el
tratamiento de los problemas atencionales y la hiperactividad.
La autora afirma que estos niños tienen dificultad para poner en palabras sus
sentimientos, conflictos, tensiones, buscando su expresión a través de la descarga
motora, siendo esto también lo que sucede a nivel familiar donde se han encontrado
familias que guardan celosamente secretos innombrables, situaciones traumáticas
silenciadas. Parece obvio que la conducta del niño se relacionaría directamente con
estas consignas (no siempre explícitas) a nivel familiar, no siendo suficiente aún para
explicar la presencia del déficit atencional. La clínica encuentra un cuerpo infantil
sujetado a exigencias escolares que no siempre acompañan las necesidades actuales de
los niños.
Dichas autoras refieren que cuando problemáticas del orden social, educativo, político,
económico e incluso emocional se tratan como problemas de la esfera biológica, se
estaría igualando la vida humana al mundo de la naturaleza. Quedando así exentas de
responsabilidad las instancias de poder donde a su entender, se generan y perpetúan
las dificultades.
Llegado este punto es pertinente recordar que en el ámbito del aprendizaje escolar, las
llamadas “dificultades de aprendizaje” solo son válidas para el sistema aplicado, y de
58
ninguna forma pueden universalizarse. De dicha concepción dependerá que el niño sea
ubicado en una escuela llamada común o en una llamada especial, lo que no constituye
un hecho inocuo. Las políticas educativas varían según los países junto a los sistemas
educativos vigentes que dependerán de las políticas de gobierno, así como también los
efectos de estas acciones pasan a formar parte del acervo cultural que producen los
sujetos.
Los efectos de clasificar a los individuos dentro y fuera de una definida normalidad no
son inocuos, generan discursos que llevan a prácticas de exclusión de algunos que no
son como se espera para determinados sistemas. Ello incluye el sistema sanitario –que
define lo sano y lo enfermo- y el educativo que clasifica niños según su capacidad de
adaptarse a los objetivos de las escuelas llamadas normales o especiales.
59
LOS PROCESOS DE MEDICALIZACIÓN Y PATOLOGIZACIÓN DE
LA VIDA COTIDIANA
En este punto vale la pena detenerse a fin de visualizar que este fenómeno llamado
medicalización no es novedoso. En el siglo XXI las posibilidades de saber y conocer
“todo” mediante la web juegan un papel trascendental a la hora de generar opinión
sobre los tratamientos y la medicación, que muchas veces anteceden la consulta.
Moysés et al (2013) afirman que esto no sólo es producido por el discurso médico sino
también por el psicológico, incluso cierto psicoanálisis y por la institución escolar,
invisibilizándose la trama socio-política detrás. El fracaso de un niño estaría así
60
determinado por sus condiciones neurobiológicas, dejándolo en la más absoluta
soledad para comprender y cambiar las condiciones de su subjetividad de aprendiente.
Esta concepción tiene efectos sobre las estrategias de intervención, las que
mayoritariamente están centradas en el niño, requiriendo de la colaboración de la
familia para sostener el tratamiento farmacológico. Esto funciona como un imán en
todos los niveles discursivos, de manera tal que el niño es señalado (estigmatizado)
desde el ámbito escolar, el club deportivo, el campamento, la familia y el médico.
61
hay un obstáculo que impide el desarrollo del vínculo docente-aprendiente. Todos
sufren junto al niño: su familia, el docente, la institución y los técnicos de la salud.
Los autores se preguntan qué cambia ante el llamado “nuevo niño”, los docentes
continúan sin respuestas pedagógicas ni recomendaciones ni asesoramiento, “pero el
niño más tranquilo parece amoldarse a los ritmos de la Escuela” (Op. citada).
2- DESATENCIÓN E HIPERACTIVIDAD
Una vez más se encuentra que el modelo psicopatológico prevalente, así como las
concepciones de salud-enfermedad determinan la denominación del trastorno.
LA REALIDAD NACIONAL
62
Uruguay no contaba con estudios epidemiológicos en salud mental infantil hasta el
año 2008 en que se publica por parte de docentes de la Clínica de Psiquiatría Infantil
el Estudio epidemiológico sobre la salud mental de los niños uruguayos de las autoras
Viola, Garrido y Varela (2008). Dicho estudio concluye que los niños y niñas entre 6
y 11 años padecen en un 21.9% problemas de salud mental. Siendo la media de 33.9%
para los denominados problemas totales. Esto ubica al país a nivel internacional, en el
rango de una alta prevalencia en trastornos psiquiátricos en la infancia. Las autoras
afirman además que existe una alta asociación entre los problemas de aprendizaje y
los problemas emocionales y comportamentales a lo largo del país.
A través de una investigación de las Dras. Viola y Garrido durante el año 2006 (2009)
han establecido que el Déficit Atencional con Hiperactividad (TDAH) es una de las
afecciones más frecuentes en la infancia uruguaya, confirmando su alta prevalencia y
comorbilidad que afectan los aprendizajes.
63
familiar menos continente y más estresante (menos emotividad y menos
independencia), así como menos cohesivo y más perturbado a nivel de las relaciones
interpersonales. Sienten que su rol parental es más restringido y se sienten menos
competentes. Los resultados muestran que las madres de niños que tienen TDA/H, se
sienten menos cálidas y más afirmativas (power assertive) que las del grupo control, al
tiempo que los papás se dicen más afirmativos que los del otro grupo. Además, los
papás de niños que presentan TDA/H, perciben su relación con los niños muy
negativamente. Esto es sorprendente porque los estudios indican generalmente que las
relaciones madre/niño son más negativas que las que implican a los papás.
Descentrar al niño con TDAH del lugar del enfermo o bien, problematizar el sentido
que el trastorno tiene para la familia, sus compañeros de aula y docentes es una tarea
que se vuelve fundamental a la hora de indicar un tratamiento psicológico. Esto podrá
aportar a la estrategia terapéutica descentrando el diagnóstico de “trastorno” y
ampliando la perspectiva terapéutica.
64
situaciones que de no hacerlo corren el riesgo de quedar coaguladas subsumiendo la
identidad del niño.
La vida cotidiana actual presenta una singularidad marcada por la superficialidad del
contacto mediatizado por las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC)
que ofrecen la ilusión de estar en permanente conexión con alguien. Esto ha facilitado
el pasaje de la vida privada (incluso íntima) al espacio público, escenificando para
otros la propia vida como en un permanente reality show.
65
productiva. Los vínculos se han distanciado, desapegado por el propio estilo de vida,
por lo que las visitas, las charlas con amigos, las vacaciones se han postergado para
algún momento que ya llegará. Mientras estos solían ser los curativos más eficaces a
los males de la vida, ahora se propone un rápido alivio efervescente para no detenerse-
a pensar…
Se crean necesidades que se confunden con el deseo, que no van a poder satisfacerse
nunca porque siempre asoma una nueva propuesta a la que aspirar. Se confunde el ser
con el tener, se accede más a obtener cosas pero para ello hay que trabajar más y por
ende apartarse más de los afectos en busca de una mayor producción.
Familia e instituciones
Simultáneamente, asoman experiencias que pujan por sostener los cambios desde
nuevos paradigmas educativos y sanitarios, sostenidos por padres y madres jóvenes
que buscan asumir y compartir las funciones de corte y sostén.
66
Actualmente, las parejas podrán elegir qué apellido va en primer lugar, si el de la
madre o el padre, operación que mueve los instituidos que hasta el momento
ordenaban la identidad de los ciudadanos, dejando en evidencia muchas veces los
avatares del origen de ese sujeto.
Las instituciones educativas no han quedado por fuera de la afectación producida por
los cambios epocales. Han pasado a ocuparse de cuestiones para las que no fueron
pensadas a partir de la caída de las funciones que tradicionalmente detentaban las
familias. Los docentes sufren porque no están preparados para trabajar con niños
diferentes, las escuelas no siempre tienen éxito en la búsqueda de soluciones dentro de
la misma institución, las familias quedan en soledad frente a la exclusión del niño
problemático. Se genera una práctica nueva que es la de recortar el horario del niño en
la escuela cuando su permanencia provoca desestabilización en el grupo y/o en la
función docente. A su vez, aparecen reacciones desmedidas frente a acciones de los
maestros por parte de padres o madres. Se desplaza la violencia social a la escuela y al
aula.
En las instituciones educativas poco se tolera la diferencia entre los alumnos, aquellos
que serán medidos por el mismo programa en términos de éxito o fracaso del
aprendizaje. ¿Acaso el aprendizaje tiene un solo camino de acceso?
67
Diagnosticar significa conocer a través de estrategias clínicas para las que se utilizan
herramientas específicas. Significa, además, dar sentido a una cierta demanda que se
desplegará o se construirá en el encuentro clínico inaugural.
Untoiglich (2013) afirma que en la infancia los diagnósticos se escriben con lápiz,
justamente porque la clínica con niños es un camino de hipótesis diagnósticas que
forman parte del proceso de cura, pero que no deben constituirse en una marca
indeleble en la vida de ese niño.
68
Pereña, F. (2010). Apuntes para una psicopatología infantil.
1. Introducción
2. Psicopatología y subjetividad
69
un ordenamiento de su desarrollo, quiere decir que la subjetividad introduce una
dimensión inconmensurable y una dimensión conflictiva. Esa dimensión del
conflicto tiene muchas figuras: el amor y el odio, la culpa, la reivindicación, la
reclamación, la ofensa, todas esas figuras del conflicto psíquico, que es en sí mismo
un conflicto inaugural en la medida en que se refiere al hecho mismo pulsional. Por
eso se puede llamar conflicto pulsional, porque el hecho de que la pulsión, a diferencia
del instinto, signifique la presencia del otro en el cuerpo, en vez de una regulación
interna del cuerpo, supone una desregulación de lo instintivo y, por consiguiente, una
introducción del conflicto en la relación con el otro y un desquiciamiento del sujeto
que se expresa como inquietud y permanente desazón.
Por otro lado, el hecho de que el conflicto psíquico sea un conflicto con el otro, le da
el carácter de conflicto moral, como lo explicó Freud en su Proyecto de una psicología
para neurólogos. Que el conflicto sea con el otro, da al conflicto psíquico su carácter
moral porque el otro es tanto condición como obstáculo para vivir.
La pésima relación que hay entre el sujeto y la necesidad hace que la necesidad se
convierta en demanda.
70
sin un dato dado como estable e inmutable, es complicado el diagnóstico y no digamos
la etiología.
71
la vida psíquica y construyen vida psíquica a partir del conflicto que esas fases
plantean con el otro, a partir de distintos objetos corporales, nunca adecuados y que
nunca siguen un proceso madurativo.
72
observación del fenómeno clínico. Un clínico que no observa, sino que adoctrina, no
es un clínico.
Es curioso que todo esto surja a partir de los estudios sobre la memoria en la
formación del yo, no sobre estudios neurológicos anteriores. Ellos distinguen entre
memoria semántica y memoria autobiográfica. La memoria semántica no es como se
entiende habitualmente, como memoria conceptual. Lo semántico se refiere al
significado, pero los neurocientíficos hablan de la memoria semántica como una
memoria exterior, perceptiva y acumulativa, y la contrapone a la memoria episódica
que es la memoria que se refiere a lo que le ha sucedido a un sujeto, que tiene una
73
dimensión de acontecimiento: yo estuve allí y sentí algo, como decía uno de ellos. Y
esto va asociado a su concepción del yo. La memoria semántica apunta a un yo
primitivo, que es el yo del tallo cerebral (base neurológica) basado en la percepción y
en la presencia y que está encaminado a la acción.
74
Para pensar cómo abordar la construcción de la subjetividad, se ha de atender a tres
cuestiones que afectan a niño, a jóvenes, a adultos y a ancianos: el amor, el saber y la
separación o experiencia de la palabra. Tanto el amor como el saber o la experiencia
de la palabra o separación, están relacionados con la condición lingüística humana,
que Hans Blumenberg llamó metafórica. La metáfora es de gran importancia en la
construcción de la subjetividad. Sin la metáfora se está en manos de lo absoluto, lo
que dificulta de manera radical la capacidad de duelo y de inscripción de la pérdida.
Podemos hablar de la metáfora del amor, de la metaforización del saber y de la
experiencia de la palabra como condición de posibilidad de la metáfora, o la
separación como condición de posibilidad de la metaforización. Metáfora
simplemente quiere decir, en relación con el inconsciente, que no hay amor ni saber
que no esté basado en la metaforización, es decir, en el desplazamiento: no hay objeto
adecuado, no hay saber definitivo, no hay ley finalista que ordene estas cosas. Nace
con el sujeto y se acaba y muere con el sujeto.
75
era para Freud un estado psicótico. Es un error, pero él veía esa dimensión del amor
que tiende a lo absoluto, y en esa medida sería psicótico.
76
como si no existiese vínculo con el otro, es como si el autista no entendiese nada del
otro (a esto se le suele llamar “ceguera de la mente”). Es un enigma cómo se puede
construir un mundo propio desconectado del otro.
En la formación del yo la presencia del otro es fundamental, pero tiene también una
dimensión traumática, es decir, es presencia permanentemente intrusa en una supuesta
unidad que está originariamente perdida. Pero el yo a su vez construye una unidad, o
es lo que pretende, construye una envoltura de unidad, y para ello se requiere que el
otro opere como organizador.
77
f) Melancolización, hiperactividad y cuerpo delirante.
El autismo y la anorexia no son las únicas fallas en la formación del yo. Freud habló
de la importancia de la melancolía en la formación del yo. No se puede construir una
unidad yoica si no es a partir del otro, pero también a partir de la separación del otro.
El yo es entonces un intento de construir una unidad a partir de la experiencia de
separación. Cuando el yo no hace duelo, se melancoliza y se introduce en él una
dimensión de muerte, la relación se llena de perplejidad y lo persecutorio, la instancia
superyóica, se externaliza, se pone fuera. No hay experiencia del deseo del otro. Esto
es importante para deslindar muchos fenómenos clínicos. En muchas patologías de la
infancia lo que se ve sobre todo es un fracaso o una gran fragilidad del yo. Por
ejemplo, toda la gama de lo invasivo, la angustia invasiva del yo, que en la infancia
tiene tanta importancia. Freud dijo dos cosas aparentemente contradictorias: que el yo
es sede de la angustia y de la libido. Es sede de la angustia, porque el yo que no trata
la angustia con la libido es un yo melancolizado, expuesto siempre a la invasión del
otro. Puede ser la angustia, puede ser la inhibición y puede ser la hiperactividad. La
hiperactividad se da cuando la pulsión funciona sin límite y, por tanto, sin que la
pulsión se pueda mostrar como demanda, pues el proceso de formación del yo tiene
que ver con el hecho de que una pulsión pase al estatuto de demanda. Está de entrada
la pulsión como demanda, porque en la medida en que el niño pide la presencia de la
madre para mamar, no está pidiendo el alimento, está pidiendo la presencia de la
madre, es una demanda. Pero en la medida en que esa demanda no se pueda
estructurar en la relación con el otro, queda desautorizada, y entonces no hay modo de
conectarse con el otro más que con pasos al acto, como es el caso de la hiperactividad.
78
adolescentes, por ejemplo, se ve que incluso oyen voces o tienen delirios
persecutorios, que en realidad no son delirios sino interpretaciones delirantes. No son
delirios construidos nunca. Son interpretaciones delirantes a falta de un yo
fantasmático interno. Esta externalización del superyó lleva a estar en estado de
vigilancia extrema respecto al otro, o a tener sentimientos erotomaníacos, porque la
función que cumple la erotomanía en la infancia y en la adolescencia es la de poder
sentir con los sentimientos del otro, porque el yo está melancolizado, desconectado.
De esta manera creo que en los tiempos que corren tenemos que hacer una reflexión
particular en relación a ciertos conceptos del psicoanálisis inaugurado por Lacan que
han resultado negativos a la hora de pensar tanto la clínica con niños como la
psicopatología infanto-juvenil.
79
asignado. Esta concepción estructuralista de Lacan implica considerar que el niño es
reactivo al discurso parental. En este planteo tanto la espontaneidad del niño, como
sus propios procesos de metabolización quedan excluidos.
Cuando estamos en presencia de un niño sano, nos damos cuenta de que no se limita
a reaccionar. El niño sano nunca uno no lo encuentra allí donde lo ponen los padres.
Justamente aquel niño que cita Ricardo Rodulfo cuya madre pone en un lugar en el
que lo vuelve a encontrar es un niño severamente perturbado. Por suerte, la mayoría
de los niños no se quedan donde los ponemos.
Cualquiera de nosotros aunque no sea psicoanalista sabe perfectamente que los niños,
cuanto más saludables sean, se tornan a la vez, más impredecibles. La relación adulto-
niño, no es la de un sujeto activo que produce efectos en un sujeto pasivo, que se
limita a recibir, lejos de eso, las investigaciones actuales ponen en evidencia que nos
encontramos frente a un par activo/activo. No se trata de un niño moldeado por el
adulto, crece y forma su subjetividad en diferencia con el adulto, y a la vez “esa”
diferencia es la que interpela al adulto.
En esa articulación donde lo intersubjetivo puede construir algo como síntoma, algo
que pertenezca solamente a la subjetividad del niño, es justamente allí donde se tiene
que insertar un psicoanalista. Ahora si es un niño que por su patología no está
autonomizado, debo realizar un diagnóstico diferencial que me permita saber
exactamente cuál es mi ángulo de trabajo, ese y ningún otro. En la clínica para
constatar la autonomización sintomática debemos poder diferenciar en qué trabajo
psíquico se encuentra el niño por el cual nos consultan a través de procesos de
estructuración subjetiva muy específicos. Debemos dilucidar si asistimos a procesos
de inscripción positiva de lo corporal al cuerpo en tanto superficie continua; si
estamos ante la emergencia de la bipedestación; si asistimos a la separación del no-yo,
etcétera. Entonces, hacer el diagnóstico de la diferencia es pensar si realmente en este
momento de la estructuración subjetiva éste es el paciente con el cual tengo que
trabajar.
Uno de los grandes temas que vengo puntualizando desde hace tiempo es lo que he
denominado la “medicalización de la infancia”. No obstante, la medicalización de la
80
vida cotidiana, es algo que rebasa la clínica con niños y se ha instalado como nuevo
poder.
Más allá de las mejores intenciones y de los métodos científicos más rigurosos, el
objetivo final del orden psiquiátrico es remodelar, racionalizar, rentabilizar
económicamente, aumentar la eficacia y la moralidad.
Cuando empiezo a trabajar con clases sociales por debajo de la línea de pobreza
introduzco en algunas situaciones diagnósticas el Test de Bender, cuyos resultados no
coinciden con la clínica. Pero quién es el que me interroga entonces?: el niño que
tengo frente a mí, al que ni en las entrevistas mantenidas tanto con él como con su
familia permiten detectar ningún indicador de organicidad, pero según los análisis
establecidos para el Test de Bender se certifican indicadores insistentes de
organicidad. Lo que me pregunto desde entonces es si el niño que se presenta frente a
mí es poco estimulado y saludable o está afectado por procesos psicopatológicos con o
sin organicidad. Si creo que la verdad absoluta está en el Test de Bender y no escucho
a la mamá o no puedo ver al niño que tengo enfrente, entonces es mejor que me vaya a
81
mi casa porque no me estoy cuestionando nada. Es fundamental que uno pueda
interrogarse qué es lo que está haciendo. Y después darse cuenta que un diagnóstico
no es una clasificación; lo podremos cuestionar. Insisto: no solamente se trata de
cuestionar a los otros colegas de Salud Mental, sino que además tenemos que
cuestionarnos a nosotros mismos.
PSICOANÁLISIS / CLASIFICACIÓN
En psicopatología tenemos que poder trabajar con lógicas oposicionales; tenemos que
poder diferenciar algo que tenga que ver con la psicosis de algo que no tenga que ver
con la psicosis, tenemos que poder diferenciar una formación clínica a predominio
autista de otra predominantemente psicótica., pero después, estando con el paciente, el
psicoanalista va a tener que “olvidar” lo anterior, porque el psicoanálisis no es una
psicopatología. Y esto muchas veces se ha omitido o confundido.
Teniendo en cuenta que es una batalla sin fin luchar contra la clasificación, distintos
autores franceses (Mannoni, Doltó, etcétera.) se han ocupado bastante de este tema, y
han denunciado lo que implica un rótulo diagnóstico, porque además es muy común
deslizarse del diagnóstico a la clasificación y de aquí al rótulo, y del rótulo al ser, o
sea, el rótulo pasa a ser una cualidad del ser. Lo que quiero decir con esto es que,
Pedrito ya no es más Pedrito, un niño sino que será el Down, el ADD, el psicótico, el
autista; y esto no sólo no describe lo que es (porque no se es una patología), sino que
82
además produce efectos. Por el diagnóstico estoy mentando a la esencia misma de su
ser, y no a la afección que padece; por ejemplo, si le digo a alguien que es tal cosa lo
que estoy borrando es que me estoy encontrando no con el niño que padece de
autismo, o el niño que está afectado por cualquier otra patología, lo que estoy
borrando es que me estoy encontrando con una subjetividad que está frente a mí, y que
es un niño que es muchas otras cosas más que su connotación psicopatológica, es
mucho más que eso, no es reductible a... Pero, ¡cuidado!: no banalicemos la
importancia del diagnóstico psicoanalítico, no reductible a una mera clasificación. El
diagnóstico inicial es fundamental, por eso debemos conocer muy bien la
psicopatología y debemos poder hacer un diagnóstico inicial, para poder “olvidarlo”,
aún para poder modificarlo.
83
¿Qué quiere decir Ricardo Rodulfo con esto de la teorización que hay que tener para
poder olvidar? Que la teorización tiene que estar funcionando entre paréntesis, que
tiene que estar funcionando en el inconsciente del proceso terapéutico.
Uno de los efectos indeseables que tiene lo social e impacta sobre la subjetividad es lo
que Piera Aulagnier llama interpenetración. Según la definición que ella da “la
interpenetración es una particular articulación entre fantasías y enunciados que nos
vienen del afuera próximo. Aquello que vivimos todos los días y aquellas imágenes y
decires que se articulan en creencias bizarras”. Son fragmentos delirantes. Es el
efecto sobre el psiquismo del que padece de intrusiones altamente patologizantes. Son
como esquirlas de granadas que se interpenetran en el psiquismo, pudiéndolo hacer
estallar.
84
Lombroso sería un ejemplo característico de la patología centrada en el paciente: en
esta clasificación se trata de las características morfológicas, hereditarias.
Existe una larga historia en la que se destaca un precursor como Ferenczi en cuanto a
avanzar en un estudio del entorno en que el paciente vive y su contexto histórico.
Pero, más sistemáticamente en la segunda mitad del siglo pasado el modelo
unipersonal queda holgadamente superado. Podemos mencionar el acento que Lacan
pone en los efectos del lenguaje y en aquellos significantes que tienen, a veces una
larga historia generacional; las conceptualizaciones de Bowlby acerca del apego
temprano y los efectos de separaciones mal hechas o pérdidas no dueladas. Winnicott,
tiene un nombre amplio para esto que es el de semiología del medio. Ya no basta con
la semiología del paciente, sino que hay que hacer el inventario de todo lo que puede
ser patológico o patógeno a su alrededor. Ese es un punto muy importante que debe
estar incorporado en la actitud del analista cuando lo consultan por un niño; no estar
centrado solo en los síntomas o trastornos que el niño pueda tener, sino que la
atención flotante pueda abarcar todo lo que sea pregnante en el medio, en los que crían
al niño. No debemos pensar que el diagnóstico se termina con el niño a solas, que los
padres son los que sólo brindan información sobre el niño, o que lo que dicen los
padres es una información que pueda ser escuchada ingenuamente. Por ejemplo: no
pensamos que si una familia no se plantea no tener un hijo, debe interpretarse
literalmente como un “no deseo” de hijo.
Debemos tener lo más claro posible que – en términos estadísticos – la mayor parte de
los daños psíquicos no son generados en sola una situación traumática, sino que se
producen de manera lenta e insidiosa, a raíz de micro comportamientos relacionales
entre el niño y su medio, no sólo el medio familiar ya que cada vez más temprano se
pasa más tiempo en instituciones educativas. Dicho daño es algo mucho más discreto
y silencioso, lo que recuerda bastante la conceptualización de Anna Arendt sobre “la
banalidad del mal”.
85
Cabe aclarar que, en todos los casos, estas políticas, por sí solas, no pueden causar su
efecto sin la sumisión del niño; éste puede revelarse y torcer el curso de las cosas.
Nunca hay una sola respuesta posible, afortunadamente. “Los adultos no hacen al
niño, como dice Winnicott: lo ayudan o no a ser”.
Aún ahora muchos discursos sobre el niño en psicoanálisis son puro psicoanálisis
aplicado, se le aplica el conocimiento extraído de otro campo, esto ya no lo podemos
ni debemos seguir haciendo.
86
Ahora pasaremos a considerar qué retrato de niño se hace en este psicoanálisis
tradicional, delineado básicamente a través del trabajo con adultos neuróticos. Hay
una serie de operaciones a tener en cuenta para despejar cómo está armado este niño
del psicoanálisis.
2. Este hijo es caracterizado específicamente por Freud, y sabemos cómo luego esto se
mantendrá invariable a lo largo de todo el psicoanálisis tradicional, como un pequeño
Edipo, operación fundamental legible por entero a la manera de un sermón, de una
injunción adoctrinante.
Tenemos ya entre mano dos reducciones en el retrato del niño del psicoanálisis
tradicional, la reducción de niño a hijo y la reducción del hijo a pequeño Edipo, doble
reducción que necesita de una serie de elementos adicionales: una determinada lectura
del mito de Edipo tal como nos llega de la cultura griega en versiones consagradas
accesibles como la tragedia de Sófocles, una lectura determinada por la necesidad de
hacer del niño un pequeño pero acabo Edipo.
87
Los mitos no revelan nada, no desnudan la oscuridad de ninguna esencia humana, no
bucean en profundidad alguna; a lo sumo, nos enseñan a operar del pensamiento
inconsciente, sus formas de trabajo y no sus supuestos contenidos primordiales.
3. La conversión del niño en un hijo con inclinaciones edípicas per se bien pronto
moviliza otro recurso indispensable para conciliarse, que es el de la universalización.
Esto lo hace Freud sincrónicamente con su “descubrimiento”, el descubrimiento del
complejo de Edipo, que podría ser como tal un descubrimiento acotado a cierta
población, bajo ciertas condiciones, como tal se convierte en el descubrimiento de la
universalidad del complejo de Edipo, deslizamiento muy a subrayar porque va a ser
más importante el hecho de la universalidad en tanto dé todo su alcance al
“descubrimiento” que el hecho mismo del complejo de Edipo como hecho.
Nuestro problema principal es, ¿por qué después y tan después, casi a nadie se le
ocurrió problematizar la cuestión en su conjunto, integrarse sobre un punto tan
delicado y decisivo como el de la universidad, más todavía proponiéndole esta como
una universalidad sin fronteras espaciales ni temporales? Hoy diríamos que el del
complejo de Edipo es un caso de globalización sin restricciones. Así globalizado, en
este dispositivo de homogeneización, el complejo de Edipo se transforma en “el”
Edipo, pasó de estructura tiempo lógico o estadio evolutivo necesario para patentar al
niño como ser humano, un desfiladero, el desfiladero por donde todo el mundo debe
pasar.
A la niña el psicoanálisis la saca como de una costilla de Adán, durante mucho tiempo
no piensa nada específico para ella sino que la deriva a lo del Edipo con las mínimas
recomendaciones indispensables. Y si en el caso del niño varón hemos visto una doble
reducción, para la niña habrá que añadir una tercera, triple reducción entonces, porque
de ella hay que hacer un pequeño Edipo y esto puede no resultar tan fácil.
Una ética propiamente científica hubiera impuesto a Freud por dos veces consecutivas
renunciar a su creencia en la universalidad del complejo: primero cuando tropezó con
la imposibilidad clínica de sencillamente paralelizar la evolución de la niña con la del
niño, en segundo término cuando se vio obligado a reconocer la existencia en el varón
de todo un mar de impulsos amorosos hacia su padre.
88
¿Y cuál es al respecto la posición de Winnicott, su retrato, si lo hay? En Winnicott,
por lo pronto hay una toma de distancia, a veces explícita, a veces implícita, respecto a
la imagen edípica del niño, en principio un gesto de demora a suscribir
incondicionalmente este retrato y, por otra parte, un desplazamiento muy claro de la
problemática que posibilita dibujar otros retratos, de los cuales me detendrán algunos
de sus ingredientes.
1. La que describe a un pequeño, aún bebé, luchando consigo para “aceptar la realidad
de que desea”, “corriendo el riesgo” de desear, desear como acción, más allá o más
acá de un contenido desiderativo, el que fuere, siguiendo un movimiento que lo aleja
del cuerpo de la madre y que por lo tanto desborda el campo de lo familiar, dirigido a
la invención que es también un hallazgo de estos particulares objetos que llamaremos
juguetes, esos objetos transicionales así como los que luego van a ser los objetos de
“la experiencia cultural”.
2. con una deslumbrante sencillez se describirán los trabajos, trabajos psíquicos que
comprometen la totalidad de los procesos, del bebé y del niño, por ser el
establecimiento de una palabra como ésta, la palabra, nunca puede dejar de estremecer
un texto.
Me gustaría ahora referir algo de mi propia hipótesis, dado este paso yo propongo la
hipótesis de una galaxia mítica. Inmediatamente, convocar la figura de la galaxia
implica la ventaja de una formación compleja y diseminada, ajena a circularidad
aristotélica con su centro siempre fijo. Hablar de una galaxia mítica es entonces hablar
89
de un conjunto descentrado de mitos donde el de Edipo puede y debe tener su lugar
que ya no es el lugar como lugar de dominancia.
Enseguida, pondría en relación esta galaxia mítica con lo que hemos desarrollado en
torno al concepto de mito familiar, planteado como medio propio del niño,
imaginándome inmenso en él, de un modo que altera considerablemente la idea más
difundida de medio en la psicología.
La galaxia evita que el mito familiar se lea sin demora y se reserva como mito edípico
familiar. Por consiguiente, estamos proponiendo un entramado más complejo, con más
de una boca de salida.
Para concluir volvería sobre el término galaxia mítica, haciendo notar cuánto puede
hacer de más justicia a la diversidad de referencias míticas que podemos y que
necesitamos usar en la clínica analítica y que pueden guiar y acompañar nuevas
teorizaciones. En el curso del siglo XX la antropología, con la cual tenemos tantos
lazos, tantos préstamos y tantas deudas cruzadas, dio un paso decisivo, que fue
renunciar a la idea de que la cultura occidental era el centro y era su centro, dio el paso
decisivo de pensar justamente en los pueblos de ese planeta como una galaxia cultural
y no al modo de una estratificación valorativa donde una cultura fuese la verdadera
cultura, la privilegiada, la superior, la mejor y todas las demás sólo representan
estadios primitivos o intermedios hacia ella. La antropología logró hacer un trabajo de
duelo respecto de sí misma y de sus presupuestos iniciales, trabajo que el psicoanálisis
todavía no ha hecho sobre sí.
Las dificultades que presentan los niños en su aprendizaje escolar engloban una
compleja trama de factores, tales como los biológicos, psíquicos, socio-económicos,
políticos, institucionales y pedagógicos, que requieren indudablemente de un abordaje
interdisciplinario. Pero al mismo tiempo, la eficacia de sus resultados depende del
aporte específico de cada disciplina comprometida en su particular recorte de objeto.
90
Nuestro abordaje se centra en el análisis teórico-clínico de las relaciones entre el
psiquismo en constitución y las dificultades de simbolización que se expresan en
problemas de aprendizaje.
A partir de ahí los niños atraviesan un proceso diagnóstico individual donde se ponen
en relación los principales factores de constitución subjetiva y la modalidad singular
de producción simbólica, abarcando desde la producción proyectiva hasta la cognitiva,
cuyo resultado define la pertinencia de la derivación a un tratamiento a cargo del
mismo servicio asistencial.
El análisis de esta relación presupone una perspectiva teórica capaz de tomar una
matriz de producción común para el sujeto, tanto de su constitución psíquica como de
su trabajo de pensamiento. En este sentido, el estudio del proceso de simbolización en
los niños, desde sus orígenes hasta la complejidad que exige la construcción de
conocimientos lógicos, nos permite establecer enlaces conceptuales entre los avatares
de su constitución psíquica y la particular modalidad con que construye sus relaciones
de sentido.
91
Siguiendo este camino, podemos pensar que la construcción de objetividades, en
sentido cognitivo, exige por parte del sujeto como primera condición un movimiento
de deseo hacia los objetos y sus relaciones. Es decir que en primera instancia la
relación entre lo representado y la representación, no es objetivo, sino objetal,
mediado por la posibilidad y el modo de libidinizar su relación con los objetos, a partir
de su propia historia libidinal.
Por esta razón incluimos en el análisis de las relaciones de sentido que el niño
construye con los objetos con los que se relaciona, la trama intersubjetiva de sus
relaciones primarias. Relaciones singulares que en el inicio operan como funciones
simbólicas primarias, materna y paterna, y que se van complejizando a medida que el
niño va incorporando en su trama nuevas relaciones significativas.
CUESTIONES DE INFANCIA
En este proceso el sujeto elabora enunciados que hacen “decible” la relación que la
psique establece con los objetos y que asumen el valor de referencias identificatorias,
de emblemas reconocibles por los otros.
Esos otros que caracterizan la relación con la realidad exterior, se presentan con
deseos independientes y a veces contrarios al sujeto, marcando una distancia, una
diferencia que vuelve inevitable el cambio y la transformación de esos enunciados.
El cambio como resorte temporal del yo, posibilita nuevas simbolizaciones, nuevas
construcciones de sentido, que le permiten elaborar un discurso de su entramado de
relaciones sociales. Y estas simbolizaciones incluyen objetos, que aparentemente no
guardan relación con lo sexual, pero que, sin embargo, reciben la atención del yo, por
su relación con los atributos narcisistas que convocan.
92
CUESTIONES DE INFANCIA
Cornelius Castoriadis define a la “sublimación” como “el proceso por medio del cual
la psique se ve forzada a reemplazar sus objetos propios, o privados, de investidura,
incluida su propia imagen como tal, por objetos que son y valen dentro de su
institución social, y gracias a ésta, a convertirlos, para la psique misma, en causas,
medios o soportes de placer (Castoriadis, 1989, pág. 238).
La sublimación se presenta entonces, como un proceso que pone con relación al placer
como función de toda actividad representativa, y las demandas y exigencias sociales a
las que se ve sometido todo sujeto.
¿Qué es entonces, lo que se pone en juego en el deseo de aprender, sino esta relación
que establece la sublimación?
Pero este proceso no se da en el vacío, el sujeto requiere de los otros como soportes de
significaciones, como donadores de referentes. Y como decíamos anteriormente, el
espacio por excelencia de estos soportes, fuera de las relaciones primarias, está en la
institución educativa.
93
constituir en un espacio que ayude a transformar “ese atado de pulsiones e
imaginación en un sujeto reflexivo”.
94
comprometidas en el aprendizaje, pero muchas veces son detectados recién a partir del
ingreso a la escolaridad, por parte de los docentes, descriptos como chicos con
“problemas de conducta” o “de integración” marcando el desencuentro entre la
exigencia de ordenamiento simbólico de la escuela y la realidad psíquica de ese niño.
Por otra parte, los casos que llamamos ausentes, se caracterizaron por un vacío en el
discurso materno, paterno o de ambos, de referentes externos ligados a la formación
de ideales y de una valoración narcisista del despliegue del niño en el espacio
extrafamiliar.
Para que el niño pueda investir estas relaciones de objeto, debe poder construir nuevas
relaciones de sentido que promuevan su proyección temporal, proceso que Piera
Aulagnier (1977) define como “proyecto identificatorio”, que marca la entrada en
escena del yo a cargo del acceso a la temporalidad y a la historización de lo
experimentado.
95
Es entonces el orden social, a través de su discurso, el que inducirá al sujeto a producir
una valoración narcisista de su despliegue en el espacio extrafamiliar.
Este proceso se relaciona con nuestro segundo eje de análisis cuando las dificultades
se centran en la constitución de la alteridad como condición para el sujeto de relación
con lo desconocido y lo nuevo, como proceso de simbolización sustitutiva asimilable a
sus propios esquemas de representación. Como señalábamos, cuando la trama
subjetiva primaria se constituyó en un marco referencial rígido se vuelve insoportable
para el niño la incorporación de novedades. Estas novedades se presentan como una
exigencia de cambio que se vuelve un conflicto irresoluble, ya que representa
abandonar aquellos enunciados con los que se identifica, por una exigencia que
proviene del exterior a sus relaciones primarias y que es vivida como amenazante.
Aquí la oferta de cambio es significada por el niño como una exigencia de pérdida en
el presente sin que represente para él una ganancia en su proyecto personal. La rigidez
de las certezas primarias limita su despliegue en el espacio extrafamiliar.
Por otra parte estas problemáticas muchas veces se articulan con conflictos generados
en dificultades con la oferta de referentes simbólicos de la escuela adecuados a los que
el niño trae, reforzando la dificultad de historización necesaria para la puesta en
marcha del deseo de aprender.
Resumen
A modo de resumen
96
En este trabajo desarrollaré básicamente tres ideas:
2º) Las relaciones entre dos tipos de estructuras de pensamiento: una estructura
cognitiva que da lugar al pensamiento objetivo y una estructura DRAMÁTICA que
organiza la actividad simbólica, ligada a la construcción del lenguaje, y que da lugar a
la subjetividad.
3º) ¿De qué modo las dificultades de aprendizaje son simbolizadas por el niño?
Veremos a qué paradojas nos enfrenta esta pregunta. “El ‘no sé porque vengo’
ayudaremos a convertirlo en ‘vengo porque no sé’” (Sara Paín, 1983, p.67).¿Cuál es
el territorio de las dificultades de aprendizaje?
Debemos tener en cuenta que acá no estamos ante hechos sino ante saberes. Entonces
sentados los técnicos alrededor de una mesa para pensar en un niño, lo primero es
97
descartar un saber hegemónico, para dar lugar a saberes parciales, contextuales que
puedan convivir, sin someterse unos a los otros, sin “limarse”. Ese es el riesgo: limar
la complejidad, no tolerar la incertidumbre fruto de la opacidad tras la que se oculta y
emerge el sujeto, omitir al sujeto detrás de un rótulo.
Con el abordaje terminológico inaugurado veinte años atrás por el DSM-IV (Manual
Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales, compilado por la American
Psychiatric Association) la patología declina en “TRASTORNO” y no más en
“SÍNDROME”. Las patologías se identifican por una lista de manifestaciones y es
según el número de ellas presentes en el paciente, que se establece el diagnóstico. Esto
a los franceses no les gusta nada. Oponen al DSM-IV la CFTMEA (Clasificación
Francesa de los Trastornos Mentales de la Infancia y Adolescencia). Pero los
reagrupamientos clásicos de síntomas en grandes síndromes, que han intentado una
comprensión de los hechos observados en base a una estructura subyacente que dé
la impresión de coherencia y permita una lectura posible de la complejidad de la
clínica, parecen hoy datar del siglo pasado.
98
periferia “instrumental” al centro “primario”, pero sigue siendo algo “mudo”, ¿ajeno?
Son los otros los que lo miden, lo medican, lo “toleran”. Estamos ante la paradoja
de curar a un sujeto de un trastorno del que el sujeto está ausente.
La perspectiva que sólo considera lo que el niño carece, da lugar al paradigma del
rompecabezas: pensar que a estos niños les falta algo figurado como un agujero en la
cabeza, que tiene una forma similar a la pieza que les falta en el rompecabezas y que
por eso no pueden terminar de armar.
Las teorías acerca del aprendizaje, sea que pongan el acento en la actividad del niño
(Piaget), en el lenguaje, o en la información y sus códigos, etc., son insuficientes a la
hora de la “mediación” que le toca jugar al psicopedagogo, al fonoaudiólogo, al
psicólogo, etc. Se ha descuidado el conocer los funcionamientos preservados lo que
EL NIÑO SÍ PUEDE, que permita tomar una estrategia de compensación y
vicariancias. Pero el camino de las vicariancias difícilmente será elucidado por una
teoría que sólo reflexione sobre la estructura cognitiva. Habrá que dar lugar a los
afectos, a la dimensión subjetiva que viene del otro.
Piaget intentó pobremente delimitar estos territorios. Para él las estructuras cognitivas
se ocupan de la organización de la conducta, mientras que las afectivas de la energía
que las mueve, de su motivación.
¿Hay saber inconsciente sin haber antes un saber consensuado establecido, que
permita reconocer el carácter metafórico del funcionamiento del inconsciente? “Una
frase formulada antes y después de los 6 años, puede adquirir una dimensión
completamente distinta, pues para que haya metáfora tiene que haber una falta de
pertinencia real de los términos empleados que provoque el no-sentido necesario a
cierta emergencia de sentido” dice Sara Paín (id., p.132) y pone el ejemplo de una
niña de menos de 4 años, que define el pasto como “el pelito del mundo”, no poniendo
99
ninguna distancia entre la prosa y la poesía, puesto que para ella el mundo es un gran
ser viviente, y para un ser viviente tener pelos es algo común. El pasto “es” el pelito
del mundo, no es “como” el pelito del mundo.
Un niño con problemas de aprendizaje, estará en graves problemas hasta que no tenga
cosas para enseñarnos como persona interesante, cuando ponga en juego, justamente,
sus problemas de aprendizaje. Porque el niño que “está en la luna” o “en babia” o al
que “no le entra nada”, fácilmente creeremos que nada piensa, o que nada tiene para
enseñarnos. Es posible que el primer esbozo de narración comience por hacernos
sentir “tarados” a nosotros (mecanismo psíquico primitivo de hacer sentir al otro lo
que se ha sufrido pasivamente). Si todo anda bien el niño irá disponiendo de su saber
para organizar el espacio compartido, sin tener que reclamar propiedad sobre él. Podrá
100
mostrar LO QUE SÍ PUEDE, sus habilidades, alcanzando a narrar sus padeceres desde
una postura activa. Hará experiencia de los lugares de enseñante- aprendiente,
desplegando sus fantasías de poder al desplegar su saber.
Vale diferenciar que en algunos de estos niños está más en juego su posición de
sujeto (con fallas en los procesos de simbolización), mientras que en otros el sujeto
“dice” a través de la dificultad de aprendizaje como síntoma.
Castoriadis plantea que la relación con el objeto está atravesada por la subjetividad.
La relación sujeto-objeto no es inmediata sino que está mediatizada por el otro
humano que parasita con sus sistemas representacionales y sexuales el quiebre de la
inmediatez que da surgimiento a la simbolización y a la inteligencia.
101
Por ello, la lógica no es de entrada una lógica aristotélica preparada para entrar
en contacto con el objeto, sino otra lógica para defenderse de los ataques
provenientes del exterior.
102
preconciente o el yo sino en relación a este inconciente al cual sofoca y que
permite constantemente pequeños pasajes de representaciones que hacen que el
objeto real tenga sentido para mí". El perro toma cualquier agua pero para el
hombre los diversos tipos remiten a significados diferentes: les da horror el agua
de pozo, etc.
103
En cuanto a cómo serían los abordajes terapéuticos, un niño con por ejemplo
un grave déficit en la estructuración psíquica (trastorno), no hay que reeducarlo
sino implantar el lenguaje como categoría, fundar lo psíquico, la capacidad de
simbolizar. Sólo luego de esto se puede encarar un análisis. Si no hay
constitución del aparato psíquico de nada sirve interpretar en análisis, o tratar de
'enchufar' estructuras cognitivas, o el fonoaudiólogo tratar de que emita sonidos.
Tampoco sirve corregir problemas de psicomotricidad, en tanto plus de
excitación que no se puede canalizar. No se trata de educar, es decir, de impartir
contenidos, sino de crear las estructuras de base.
En cuanto a las inhibiciones, primero hay que ver qué la produce y luego hacer
psicopedagogía para rellenar las estructuras colgadas.
104
Janin, B. (2002). Vicisitudes del proceso de aprender.
¿Qué es aprender?
Podemos decir que para aprender algo tenemos que poder atender, concentrarnos en
ese tema, sentir curiosidad por eso, luego desarmarlo, desentrañarlo, romperlo para
traducirlo en nuestras propias palabras, reorganizándolo y apropiándonos de él como
para poder usarlo en diferentes circunstancias.
Se aprende a hablar, a caminar (y luego a escribir) para recuperar al otro amado que se
ausenta. Y se aprenden normas (como el control de esfínteres) por sometimiento a la
voluntad de un otro vivido como omnipotente.
105
Freud habla de la diferencia entre sometimiento a las normas educativas e inteligencia.
Así, en El porvenir de una ilusión plantea cómo la educación restringe la vida
intelectual, al reprimir los deseos. El investigar puede entrar en colisión con la
incorporación de conocimientos dados por otros.
El deseo de saber
Pero un niño puede ser vivido por los otros como objeto a ser exhibido o como un ser
peligroso cuyos movimientos deberán ser coartados; o sea, estos pares pulsionales
(sado-masoquismo y exhibicionismo-voyeurismo), sufren avatares que dependen en
gran medida de la respuesta de los otros.
106
Pero el querer saber puede haber quedado obturado, ya sea por represión o porque el
deseo mismo no pudo constituirse.
Para aprender hace falta investir el mundo, atender, poder grabar lo aprendido
(memoria), apropiarse creativamente de ese conocimiento y ligarlo con otros saberes.
Atención, memoria (inscripción), pensamiento (movimientos representacionales) y
elaboración (armado de nuevos pensamientos) serían momentos lógicos que
podríamos plantear como fundamentales en el proceso de aprender. Momentos que
sólo podemos diferenciar con el fin de exponer más claramente algunos conceptos,
pero que se dan en forma conjunta.
Memoria
Así como hay diferentes formas de investir el mundo hay diferentes memorias:
memoria corporal, memoria sensorial, memoria cinética (inscripción de secuencias de
movimientos), memoria de imágenes, memoria de palabras.
Pensamiento
Para poder desarrollar pensamientos hay que pensar tanto lo placentero como lo
displacentero. Si cada vez que reflexionamos sobre un tema, cuando nos encontramos
con algo que nos disgusta, frenamos el pensamiento, volvemos sobre lo agradable,
iremos dejando agujeros en el pensamiento pre- consciente, agujeros que funcionan
como el agujero negro, en el sentido que tienden a atraer a sí todo lo que se conecta
con ellos.
107
enreda; el nuevo pensar es empujado por la necesidad psíquica de expresión de los
procesos pulsionales con un mayor grado de refinamiento. Es decir, hay un proceso de
complejización progresiva en las redes del sistema inconsciente, que plantean la
coexistencia de varias cadenas representacionales y de varias lógicas que operan en
forma simultánea.
El ser tenido en cuenta como sujeto pensante, como sujeto reflexivo por parte de los
padres, es fundamental para que un niño pueda acceder a una lógica secundaria. El
soportar que un hijo sostenga ideas diferentes a las propias y que pueda oponerse a los
propios pensamientos, abre un camino de construcción ideativa autónoma.
Dificultades en el aprendizaje
108
torna imposible en tanto implicaría separarse de los padres y soportar la caída de éstos
como idealizados. Y entonces, cuestionar las normas escolares puede ser un modo de
reafirmar al padre como padre totémico, único portador de normas. De ese modo,
se desmiente la propia castración.
3) Cuando lo que se inscribe va siendo “borrado” del preconsciente por represión.
Así, cuando todo el sistema preconsciente, respetando sus normas consensuales
rígidamente, se erige como defensa contra las pasiones, aparecen trastornos en el
aprendizaje.
4) Cuando el niño está pendiente de la mirada y de la aprobación del maestro,
cuando el movimiento está prohibido por sujeción a la palabra de otros o a los
mandatos superyoicos, también el movimiento representacional puede quedar
obturado.
5) Cuando el terror toma toda la escena y el recordar queda prohibido (a través de
la transmisión inconsciente de una prohibición), por lo que se anula la materia prima
del pensamiento.
Transmisión y creación
También se suele olvidar que lo que se le transmite a un niño es, a veces, más que un
contenido, un modelo de pensamiento o de no-pensamiento. En este segundo caso la
transmisión es de lo inerte, del objeto muerto, de lo inmodificable. Esto último sucede
cuando el conocimiento no aparece como descubrimiento permanente a modificar sino
como un fósil que arrastra a la muerte a todo pensamiento.
Pensar los momentos de la estructuración psíquica nos permite pensar las dificultades
como avatares de un sujeto. Avatares que pueden modificarse. Dificultades que van a
109
dejar de serlo en la medida en que podamos detectar cuál es la conflictiva y cuáles son
entonces las intervenciones pertinentes. Y esto no solamente en el consultorio sino
también en la escuela y en otros ámbitos.
Resumen
Se desarrollan a lo largo del texto las vicisitudes del deseo de saber, los distintos tipos
de memoria y sus avatares, así como las defensas y los modos de pensamiento. Se
plantean, ligado a esto, diversas dificultades con relación al aprendizaje escolar: la
ruptura de la trama representacional inconsciente, la desmentida de un trozo de la
realidad, la represión, la “copia” en lugar de la creación y los efectos de lo traumático.
110
La subjetividad se produce en espacios de encierro, donde habita una
población homogénea y producen el tipo de subjetividad pertinente para ese
segmento social. El paradigma de este tipo de sociedad es la prisión. En la
familia, la escuela pasa algo similar, donde se vigila y castiga a esa población
homogénea por una especie de panóptico. Pertenecer y estar dentro son
sinónimos en la lógica del encierro: pertenecer al conjunto de niños
encerrados en las escuelas, al conjunto de trabajadores encerrados en fábricas. Como
figura, la institución es una figura genérica del Estado-Nación, sobre todo como
productora de subjetividad de un conjunto de términos que se homogeneizan por
pertenencia. La vigilancia y el control producen normalización.
¿Cuál es el estatuto actual de las instituciones? Una institución, para ser tal, necesita
de una metainstitución que reproduzca las condiciones donde apoya. El agotamiento
del estado-nación implica el desvanecimiento de una condición ineliminable para la
existencia institucional. Sin embargo, siguen existiendo instituciones, pero su sentido
es otro. Se trata ahora de organizaciones ligadas a la prestación de un servicio
(capacitación). Entonces, la subjetividad es otra. La correlación entre subjetividad
ciudadana, dispositivos normalizadores y Estado- Nación está agotada. Las
condiciones con las que tienen que lidiar son cambiantes. De esta manera, sin función
ni capacidad de adaptarse a la nueva dinámica, se transforman en galpones. Es decir,
en un tipo de funcionamiento ciego a la destitución de la lógica estatal y a la
instalación de la dinámica de mercado.
111
subjetividad estatal, suponemos la preexistencia de la ley. No podemos pensar
en una ley inmanente, precaria y temporaria. Pero para habitar esta situación
es necesario repensar en concepto de tiempo y de ley, y rehacerse según
este nuevo pensamiento.
CAPÍTULO II
112
El signo remite al referente, y se vuelve sentido común, y además instituye el
sentido en cuestión como sentido común. Para esto es necesario dos
condiciones: permanencia y repetición. El sentido de signo debe permanecer
implícito durante cierto tiempo para que las remisiones puedan repetirse. Pero
además es necesario educar a la comunidad de hablantes en ese ámbito de remisión.
Ese código implícito y ausente es el que vuelve consistente el vínculo entre los
interlocutores. Los interlocutores son semejantes entre sí porque comparten un
código; el código instituye entonces los lugares de emisor y receptor como
lugares equivalentes ante el código aunque distintos entre sí: son diferentes
entre nosotros iguales ante la ley del código. Es decir: somos semejantes.
113
huellas; la conciencia se organiza sobre elementos que puedan ser
recuperados por la memoria. El dispositivo pedagógico logra que la
conciencia ejerce hegemonía sobre la percepción; y para eso el sistema
perceptivo tiene que estar doblegado: cuanto más se reduce los estímulos, más
eficaz resulta el funcionamiento de la razón. En la percepción
contemporánea, la velocidad de los estímulos hace que el precepto no tenga tiempo
necesario para alojarse en la conciencia. La subjetividad informacional se constituye
a expensas de la conciencia. Desde la perspectiva de la subjetividad, el tiempo
no es una idea y una concepción filosófica; es una experiencia.
No hay más niño receptores, no hay más niño destinatarios, porque no hay más
instituidos. La figura del destinatario de solidaria del mundo organizado por
instituciones, lugares instituidos que se ligan con el niño proporcionándole algo que
no tiene, y lo va a transformar en un adulto. Cuando cae esa figura del destinatario
aparece la figura del usuario. Es necesario diferenciar dos posiciones: la del usuario
que solamente usa y la del usuario que genera operaciones, que este apropia de eso
que usa y el que se constituye a partir de eso que usa.
Dialogar con un niño opuesto a educar a un niño. Educar a un niño siempre es saber
sobre él y hacer algo que se sabe que necesita y va a necesitar en el futuro. Lo que
cae en el pasaje de la infancia moderna a la contemporánea en la educación se centra
en la transmisión de valores. La pedagogía disciplinaria marca a los sujetos, los
114
moldea. En circunstancias de destitución de las instituciones no hay dispositivos que
marquen la subjetividad, que la moldeen. Entonces, toda operación actual de
constitución de la subjetividad es situacional. Si el diálogo es lo opuesto al
saber, la operación es lo opuesto al dispositivo.
115
CAPÍTULO V: LA INSTITUCIÓN MATERNA
Toda institución se sostiene en una serie de supuestos, que presuponen para cada caso
un tipo de sujeto que no es precisamente el que llega. Hoy, la distancia entre lo
supuesto y lo que se presenta es abismal. Por su conformación misma, la institución
no puede más que suponer el tipo subjetivo que la va a habitar, pero actualmente la
lógica social no entrega esa materia humana en las condiciones supuestas por la
institución. Entonces tenemos un problema: a las instituciones no les llega la
subjetividad pertinente para habitarlas.
116
procedimientos. Los efectos que intenta pesquisar son los efectos subjetivos
producidos por las operaciones de recepción inducidas por la serie. En ese sentido, es
paradigmático el caso de Los Simpsons. El niño no es el receptor privilegiado de esta
serie, que es también para grandes, aunque sean dibujos, y para chicos, aunque el
horario de emisión no haya sido el horario en que tradicionalmente se pasaban los
dibujos para chicos. Además el conjunto de las operaciones de descodificación que
requiere el dibujo son sumamente complejas, si las comparamos con los dibujos
infantiles tradicionales.
En el caso de Beavis & Butthead, en principio MTV señala un receptor dentro del
perfil de los adolescentes o de los jóvenes. Pero el recorte de edades del marketing ya
no se corresponde con el de la psicología. En general, la política de marketing de los
canales establece que el receptor ideal de cualquier programa tiene entre 5 y 25 años.
En consecuencia, producen todos el mismo fenómeno de recepción: la caída de la
edad como principio de separación entre los sujetos; la aparición de una nueva
modalidad de recepción del discurso: el consumo.
Michael Foucault decía que la sociedad moderna excluye la locura, porque en ella
no hay una voz que podamos tomar en cuenta como pensamiento. Esto pasa
también con los niños, que están excluidos del pensamiento. El niño está tutelado
porque nace desamparado y las instituciones lo amparan. Éstas últimas están
montadas de manera tal que se instala el modelo ya hecho de qué pensar, y entonces
no pueden escuchar el pensamiento de los niños en tanto niños porque sólo pueden
reconocerlos como hijos o alumnos. Que el niño aún no piensa significa que está
lleno de fantasías, de ocurrencias. Con esa concepción, festejamos la
ocurrencia y la cancelamos como pensamiento, porque es una ocurrencia
risueña y sabemos que todavía no es pensamiento. Estamos desestimando el
pensamiento. Los pensamientos son lo que arma la estructura subjetiva, y no
el relleno de una estructura cerebral dada. Las instituciones familia y escuela
117
en tanto instituciones están orientadas a moldear el mecanismo de pensamiento
del niño. Entonces un niño pensará bien si se piensa como semejante de sus
semejantes.
Empiezan entonces a aparecer otras cosas en ese mundo del aguante ligadas con
experiencias de constitución: familias que tienen aguante porque laburan todos,
padres desocupados que “avivan” a sus hijos sobre las drogas, como algo inevitable
que le va a pasar, que tiene que prepararse para eso, tiene que aguantar. Se presenta
una figura paterna distinta a la que aparece en otras condiciones.
118
Cuando hay fragmentación, el pensamiento es situacional, y es desde la
intervención que se puede decir lo que pasa en cada caso.
Los pibes se hacen cicatrices entre ellos. Estas cicatrices no son meros cortes, son
heridas que ellos mantienen abiertas la mayor cantidad de tiempo posible,
produciendo una queloide en la piel.
Desde el principio nos llamó la atención lo que veíamos como falta de disciplina de
los alumnos. Los chicos entraban a cualquier hora y se iban a cualquier hora -sin
pedir disculpas ni permiso; pero además cuando entraban - sea cual fuere el momento
de la clase en que irrumpía se producía una ola de besos. Hacían un ruido
impresionante porque se acercaban corriendo a las sillas para besarse. Y hasta que
terminaban de saludar a todos sus compañeros pasaba un buen rato. Y ésta no era una
situación excepcional sino que ocurría constantemente. Era evidente para nosotros
que no se armaba la situación de clase. El problema era cómo pensar
conceptualmente las situaciones que se daban en la práctica. Para nosotros quedaba
claro que el tipo subjetivo adecuado para la universidad ni siquiera estaba instituido.
El discurso universitario -es decir, una serie de enunciados, de prácticas, de rituales
no producía a los sujetos que tenía que albergar ni a los que tenían que reproducirlo;
el discurso universitario interpelaba a los alumno pero el que contestaba no era un
alumno sino una subjetividad publicitaria.
La figura del modelo publicitario se nos presentaba como un tipo subjetivo diferente
del universitario e inadecuado para la situación universitaria. Los chicos se
comportaban más al uso mediático que al uso universitario. Entonces empezamos a
pensar este problema como un desacople entre dos discursos. La categoría desacople
la inventamos para esta investigación. Y tomamos del psicoanálisis la idea de
síntoma.
119
producción de la subjetividad universitaria. Es decir que no producía ni la
subjetividad de los estudiantes ni, por lo tanto, la de los docentes. Entonces
empezamos a pensar el síntoma como un desacople entre dos discursos.
120
Actualmente estos chicos se preguntan “¿cómo voy a leer un texto que no entiendo
de entrada?”. No es posible entender un texto de entrada. Pero esta observación
carece de sentido para la subjetividad de un chico contemporáneo que le piden al
texto escrito la misma conexión directa que a la tele o al Internet. Antes uno aceptaba
hacer el esfuerzo por el resultado, hoy ese esquema se agotó.
Al no haber subjetividad del que aprende, los chicos inventan sus propias
estrategias para aprender. Cuando pensamos en el desfondamiento de las
instituciones educativas, estamos pensando en el agotamiento de la
capacidad de las instituciones para producir la subjetividad del que aprende y del
que enseña.
Hoy la modalidad de juego no es sólo infantil, es más bien una modalidad de vínculo
con el otro. La infancia actual es mucho más difusa en sus bordes, no es una edad en
la que están los chicos sino más bien un modo de estar en las situaciones. Ya no hay
lugares de transmisión del juego entre chicos, ya no quedan espacios sociales para
jugar. Antes el juego se daba de un modo casi espontáneo; ahora, en cambio, hay que
armar la situación de juego.
Bajo ciertas circunstancias, la tele puede ser una situación de pensamiento. Se puede
constituir una subjetividad de pensar a parte de mirar la TV. En el siglo XIX la
subjetividad social de constituyó a partir de la práctica de la
121
lectoescritura, en el siglo XX a partir de la escucha – se ponía el acento en la
comunicación – y en el siglo XXI a partir de la mirada, es el siglo del
espectador. Entonces, bajo ciertas condiciones la mirada puede ser una
experiencia de pensamiento. Pero, ¿cuáles son esas condiciones? En principio parece
negada la potencia de la TV como un real capaz de producir efectos. La tele puede
ser un soporte de una experiencia, tiene potencia de constituir subjetividad. La
subjetividad mediática sería el resultado de darle a la TV un lugar de causa. Ya
no hay pura conexión sino operaciones de pensamiento a partir de mirar TV.
INTRODUCCIÓN
El aprendizaje es uno de los factores que hacen posible el desarrollo. Aquí sólo
consideraremos desarrollo el proceso que se refiere a los seres vivos, si bien sabemos
que los seres inanimados, las instituciones, etc., también se desarrollan. El desarrollo
es un proceso o conjunto de procesos que conducen a un ser de un estado primitivo,
elemental, a un estado más elaborado y complejo, provisional o definitivo.
Pero también se puede considerar no sólo hasta que el individuo alcanza las
características del adulto, sino hasta la muerte. Asimismo, es importante que si bien
los procesos progresivos son fundamentales, también existen procesos regresivos de
igual importancia, como la muerte celular programada (apoptosis).
122
acción de los genes que determinan la maduración y de la acción del ambiente que
origina el aprendizaje. Entonces, el aprendizaje es un factor que hace posible el
desarrollo de algunos aspectos del sistema nervioso y la conducta considerada en su
forma más amplia. El ambiente puede actuar durante toda la vida del individuo, pero
de diferentes maneras y con diferente intensidad.
Se considerará ahora la definición del aprendizaje y cuáles son los aprendizajes que se
adquieren, que veremos a continuación más extensamente.
Como es bien conocido, existen diferentes teorías que intentan explicar el aprendizaje
y que se dividen en psicológicas y neurofisiológicas. Entre las neurofisiológicas
tenemos la molecular o bioquímica y la teoría sináptica. Esta teoría considera que el
aprendizaje es un proceso que se localiza en la sinapsis, en la que se producen
modificaciones estructurales, químicas y eléctricas. Estas modificaciones que se
producen en la sinapsis son precedidas por modificaciones citoplásmicas y nucleares
de las que destacamos las de los genes. Por lo tanto, es un proceso de adquisición más
o menos permanente debido a la acción de estímulos ambientales que producen
modificaciones sinápticas. Ésta es la base, pero en función del lugar en el que se
encuentran las sinapsis y el estímulo que actúa, el aprendizaje se producirá o no.
Otro hecho destacable es que los estímulos no sólo producen aprendizaje. En los
primeros meses de la vida posnatal, se sabe que es muy importante su función en el
desarrollo dendrítico y sináptico, y también en su remodelación. Estos cambios se
producen en diferentes edades según la zona del sistema nervioso involucrada.
Es también útil recordar que existen ventanas o períodos sensitivos o críticos para el
aprendizaje en que se producen cambios que son más intensos o más rápidos, o en los
que se producen exclusivamente los cambios, lo que es más importante en algunos
animales que en el hombre.
123
aprendizaje es fundamental en la corteza cerebral, no es el único lugar en que se
produce.
Por otro lado, las dificultades primarias son aquellas que afectan a los niños
inteligentes que concurren asiduamente a la escuela y a los que se enseña con métodos
adecuados, que no tienen trastornos motores ni sensoriales que le impidan acceder al
estímulo ni problemas psicológicos que puedan provocarlas. Si bien esto es lo que las
define habitualmente, es interesante recordar lo que dice McDonald Chritchey en su
libro sobre el niño disléxico y que define mejor las dificultades primarias del
aprendizaje. Él considera muy importante para el diagnóstico de dificultad primaria:
– La frecuencia con que son hereditarias y familiares.
– La mayor frecuencia en el sexo masculino.
– La intensidad y especificidad de sus síntomas.
124
– La irreversibilidad total o parcial de la dificultad a pesar del tratamiento
adecuado.
DIAGNÓSTICO
125
Los tres profesionales que participan son un neuropediatra, un psicólogo y el tercero
depende del motivo de consulta: si es una dificultad en la lectoescritura o las
matemáticas, un maestro especializado en dificultades del aprendizaje o un
psicopedagogo; si es una disgrafía o una dificultad motriz, un psicomotricista; si es
dificultad en el lenguaje oral, un fonoaudiólogo. Sin embargo, los padres muchas
veces no dan datos muy importantes en la primera entrevista, sino en diferentes
momentos del estudio. Estos datos también deben formar parte de la historia clínica.
En ésta no deben incluirse sólo los datos relacionados con la dificultad, sino también
aquellos que se refieren a sus posibles causas y los antecedentes personales y
familiares. De esta manera, la lectura de la historia clínica debe dar una idea de qué es
lo que tiene el niño, o sea, que permite realizar un diagnóstico presuntivo que puede o
no orientar el estudio que se realizará.
Se comienza por el examen neurológico, que tiene como fin saber si existen signos
lesionales y cuál es el nivel de desarrollo del niño, signos madurativos. También se
realiza siempre un estudio psicológico que informa acerca del rendimiento intelectual,
mientras que otros estudios formarán parte de lo que mencionamos enseguida.
Para realizar el resto del estudio se pueden seguir tres criterios:
– Un estudio multidisciplinario estándar.
– Un estudio multidisciplinario dirigido a las dificultades que aparecieron en la
historia clínica.
– Un estudio neuropsicológico.
El primero se refiere al estudio de las diferentes funciones que pueden estar afectadas,
aunque su afectación no sea sugerida por la historia. En él se realiza además del
estudio del nivel intelectual, el del nivel del pensamiento, la atención, la memoria, las
praxias, las gnosias y la afectividad. Esto requiere muchas horas de trabajo para
aplicar, evaluar, interrelacionar e informar de los resultados.
126
El primer tipo de estudio tiene la ventaja de que se exploran todas las funciones, con
lo que el diagnóstico sindrómico, además de confirmar o no la dificultad planteada,
muestra otra u otras que pueden modificar el diagnóstico global, el pronóstico y el
tratamiento. Tiene la desventaja de su duración, por lo que a veces es mejor no
profundizar en aspectos no sospechados cuando se trata de una familia a la que se
acaba de conocer, que pueden dejarse para más adelante.
El segundo tiene la ventaja de ser más corto y en la mayoría de los casos puede ser
suficiente, pero requiere la participación de profesionales con mayor experiencia que
puedan cambiar algunos aspectos del estudio.
CONCLUSIONES
Queremos destacar la importancia de este tema por la frecuencia con que consultan
niños porque los padres o los maestros consideran que tienen dificultades del
aprendizaje. La mayoría de ellos presentan otros problemas o patologías que requieren
solución, por lo que se trata de lo que se denomina dificultades secundarias del
aprendizaje. Destacamos que en muchas ocasiones no se trata de problemas del niño,
sino de su ambiente: familia, escuela, sociedad. A veces es algo que tiene lugar en el
niño como una deficiencia de atención, una dispraxia o problemas psicológicos.
Esto hace que el neuropediatra u otros profesionales que se dedican al tema deban de
conocer o tener numerosos datos acerca de temas que van más allá de su formación.
Por ese motivo, el problema del niño con dificultades de aprendizaje se soluciona por
un equipo multi o interdisciplinario que pueda integrar todos los datos obtenidos
acerca del niño, de su familia y de la escuela. De esta manera se llegará a un
diagnóstico que muchas veces no resulta definitivo, pues es difícil desde el comienzo
conocer y comprender las complejas relaciones de los tres sectores actuantes.
Otra cuestión son las dificultades primarias del aprendizaje, poco frecuentes pero que
presentan el interés de lo que no se sabe de ellas, lo que se piensa que se tendría que
conocer mejor o que la causa es diferente de la aceptada. Esto requiere también un
127
diagnóstico lo más preciso posible, pero es necesario tener en mente la necesidad de
investigar.
Introducción
La inquietud es señalada por varios autores como una de las dificultades que presenta
mayor incidencia en la consulta por niños.
Pensar la inquietud sólo como un síntoma que pertenece al niño, como una patología,
es simplificarla y no aprehender el problema en su complejidad.
Se entiende por inquietud aquel comportamiento del niño que pone en un primer plano
el cuerpo, un cuerpo en movimiento, un cuerpo que se hace presente en detrimento de
otros componentes de la subjetividad, que en ocasiones, implica un comportamiento
agitado del niño, y una dificultad en el mantenimiento del mismo sobre una actividad
específica durante cierto tiempo.
128
que ver con los límites del cuerpo, con la imagen corporal y con el lugar de la
motricidad en la dinámica psíquica.
Se destaca el papel que cumple el vínculo con el otro (a través de la mirada, del
contacto piel a piel, de la voz, etc.) en el camino que sigue la pulsión para tramitar la
tensión.
Esa primera organización yoica que supone una primera unidad del cuerpo, tiene su
basamento en los primeros tiempos del contacto con la piel del otro (la madre o quien
cumpla la función) y de cómo se haya producido éste. En el proceso de desarrollo, el
conjunto de las percepciones propioceptivas y táctiles producidas por el contacto con
el cuerpo del otro y las producidas por el movimiento del propio cuerpo serán una
forma particular de investimento del yo.
El investimento pulsional propio de esa segunda piel está formado por la agresividad y
no a partir de la pulsión de apuntalamiento como es la que se produce en la
construcción del Yo piel (Anzieu, 1985).
Si el niño no logra “encontrarse” con el cuerpo del otro, en tanto es un cuerpo que no
consigue apuntalarlo de manera suficiente, no obtendrá la unidad necesaria para que
pueda representarse a sí mismo como Yo. Si la madre tiende a investirse
129
predominantemente a sí misma, su propio cuerpo y sus sensaciones, puede causar
dificultades al niño en este proceso.
El borde que remite al cuerpo se relaciona con las nociones más arriba trabajadas de
Yo-piel (Anzieu) y las de primera y segunda piel (Bick). El apuntalamiento de la
pulsión, es posible si la madre y su entorno apuntalan al niño.
Esa ruptura hace presente el deseo como algo propio para el niño, marcando los
límites de su propio cuerpo y la discriminación-separación del cuerpo del otro. Se
considera que es en esta interfase donde se instala el problema del niño inquieto
(inquietud en el sentido de indicio) en tanto supone la ausencia de la madre, y el terror
a esa ausencia puede dejarlo prendado del deseo del otro.
Serían las fallas descritas en la constitución psíquica lo que no permite a los niños
inquietos, dominar la excitación de los impulsos y ligar la energía a una
representación. La representación permite el reconocimiento y cualificación de la
necesidad pulsional y de esa forma tramitarla de acuerdo al principio de realidad
(Sammartino, 2007). Al no producirse esa ligazón queda un excedente de energía que
será descargada por la vía motriz.
130
Como se dijo anteriormente, el entorno familiar y social tiene la función de apuntalar a
la madre, para que esta pueda cumplir con la función de apuntalamiento del hijo. Es
necesario entonces analizar cuáles son las condiciones del contexto a las que se hace
referencia cuando al hablar de la inquietud como una característica epocal. Se parte de
la premisa que el contexto socio-histórico actual es uno de los factores que inciden en
el aumento de la inquietud en los niños.
131
compromiso entre mundo interior y mundo exterior, es constitutivo del psiquismo, que
se conceptualiza como un sistema abierto a nuevas inscripciones. En la constitución
del psiquismo no hay estrictamente un interior y un exterior, puesto que el mismo
surge de las inscripciones que el otro del vínculo produce.
132
Los dibujos que se presentan a continuación son el producto de la consigna “dibuja
una persona lo más completa que puedas”, por lo que juega un papel importante la
noción de completud del niño, en relación a las fantasías ligadas al cuerpo.
Tal como se señaló más arriba, se ha notado un cambio en las características de las
producciones gráficas de los niños, más específicamente en lo que refiere al dibujo de
la figura humana. Se estableció la premisa a partir de la cual se vincularon esas
características de los dibujos con el contexto social-cultural, con los investimentos del
cuerpo, con los momentos de la constitución de la primera piel.
Se presentarán para dar cuenta de ello, dos tipos de producciones. En primer lugar,
dibujos de niños no consultantes, que tienen entre 6 y 7 años de edad, cuyas
características formales y de contenido dan cuenta de procesos psicológicos que
interrogan sobre las condiciones en las que se produjo la constitución del cuerpo.
En segundo lugar se presentan los dibujos de la figura humana de dos niños que
consultaron por desatención e inquietud, que muestran de un modo particular, cómo su
inquietud se vincula con una falla en la constitución del cuerpo, y de la primera piel
como soporte del Yo.
a) Niños no consultantes.
Los dibujos que se presentan fueron elegidos con un criterio de “casos típicos” en el
entendido que los mismos son característicos de los 60 dibujos recogidos en la
investigación, respecto a uno de los indicadores analizados. Específicamente se
muestran tres producciones cuyas características se vinculan más con el objetivo del
presente artículo y que corresponde al indicador alteración de la gestalt. El 46% de los
dibujos presentó este indicador, que se definió como deformaciones en el cuerpo, o
alteraciones de la simetría. Se eligió en este caso trabajar sobre este indicador porque
el mismo se relaciona con la imagen de sí mismo a través de la imagen del cuerpo, y
con la organización del yo, ambos aspectos implicados en la inquietud.
El primer dibujo es el realizado por Amalia (fig. 1), una niña de 7 años que cursa 1º
año escolar. Se destacan las alteraciones en el cuerpo a nivel de los hombros y el
cuello fundamentalmente, y la diferencia en el tratamiento de los brazos. Se señala
también zonas abiertas que dan cuenta del fracaso en la delimitación yo-no yo
Figura 1
133
Los dibujos de Joel de 6 años (fig. 2) y Luis de 7 años (fig. 3) muestran deformaciones
de distintos grados en el cuerpo que muestran un cuerpo con fallas en su constitución
como unidad que habilita una primera organización del yo.
Figura 2
Figura 3
134
b) Niños consultantes
En este caso los dibujos presentados fueron obtenidos en el marco de consultas por
niños que presentan inquietud, indicio de su sufrimiento, en el sentido explicado más
arriba.
Fernando es un niño de 8 años, que cursa 3º año escolar y que consulta por una
importante inquietud y desatención. La maestra lo describe como un niño muy
inteligente, pero que no logra quedarse quieto en clase, por lo que su rendimiento no
es el esperado.
Figura 4
135
El segundo ejemplo Santiago, es un niño de 9 años con muchas dificultades en su
aprendizaje que responden a su imposibilidad de atender en clase, ya que se mueve
continuamente, a lo que se agregan conductas agresivas con sus compañeros. En su
dibujo (fig. 5) se puede ver el efecto sobre el cuerpo de la sobre estimulación y de las
fallas en el holding, de la que habla Bick en su noción de segunda piel, defensa frente
al temor a la pérdida de integridad. La rigidez del dibujo, que recuerda a un robot, se
puede pensar en relación a la segunda piel, en donde la musculatura cobra un papel
fundamental. El dibujo de Santiago muestra en esa rigidez, esa segunda piel
constituida a partir de la musculatura. En este caso el yo encuentra en esto un soporte
para su integridad, ante el temor a la desintegración por la falta de objeto. Acá la
actividad motriz queda por esto investida ella misma y desviada de su función de
realización.
Figura 5
136
Consideraciones finales
Los dibujos de la figura humana son una producción privilegiada para estudiar ambos
aspectos. Sin embargo, el marco conceptual desde el cual son interpretados también
puede estar atravesado por una lógica medicalizadora, si se pierde el contexto socio-
cultural del niño que lo realiza y tomamos como patológicos elementos del dibujo que
no se corresponde con la norma establecida por el test. Es imprescindible entonces
pensar los dibujos como productos de un compromiso donde se mezclan y entrelazan
las significaciones del objeto, los significantes culturales y las características de la
persona; antes que como técnicas estandarizadas.
137
y ambientales. Al mismo tiempo su funcionamiento está siempre en interrelación con
las demás funciones superiores, lo que la hace más compleja.
138
Otro autor importante de esta corriente es Edward Titchener (1867-1927). Alumno de
Wundt, sus estudios sobre la atención lo llevaron a formular siete leyes del
funcionamiento atencional:
- ley de los dos niveles: refiere a la relación de claridad de los objetos atendidos y no
atendidos.
Un giro respecto de estas concepciones lo dan los autores rusos, fundamentalmente los
creadores de la neuropsicología, Vygotsky y Luria. Los tres principios básicos de la
neuropsicología de estos autores son el origen social de las funciones psicológicas
superiores, su estructura sistémica y su organización dinámica. La estructura sistémica
refiere a la relación entre las funciones psicológicas superiores, percepción, atención,
memoria, pensamiento y lenguaje.
En la misma línea Luria (1986), habla de la atención como un sistema funcional (no
una función) ya que es la resultante final de numerosos procesos, que pueden incluso
estar localizados en áreas diversas del cerebro. Para él la atención es un proceso –en
principio consciente- a través del cual el hombre selecciona información para la
actividad mental e implementa y afianza respuestas adecuadas a la situación. Es
139
consecuencia de un complejo desarrollo socio-histórico en el que la madre cumple un
rol fundamental.
Si tomamos al sueño como el retiro casi total de las catexis del mundo exterior sobre
el yo, la atención vendría a ser el estado opuesto. En este sentido Freud la plantea
como una función del Yo, en su función de inhibidor de los procesos psíquicos
primarios, a la vez que, como el responsable de dirigir las investiduras de atención
hacia el mundo exterior.
Dentro de este marco debe señalarse que además de diferencias entre las
conceptualizaciones expuestas, las mismas presentan también algunas concordancias
de las que queremos destacar:
1º) los componentes afectivos están siempre implicados en el hecho de atender, sea la
motivación, el interés, la emoción o investidura;
2º) que el pasaje de la atención espontánea (refleja, involuntaria o primaria, según los
distintos autores) a la atención voluntaria (activa, psíquica o secundaria) se produce
como consecuencia del desarrollo, en el que es necesaria la presencia de otro;
3º) que siempre supone una selección y la regulación de los estímulos (focalización)
atendiendo a unos e inhibiendo otros;
1) atender supone una investidura de los otros y del mundo, y la capacidad de sostener
dicha investidura
140
2) la atención es una función del yo en tanto inhibidor de procesos psíquicos
primarios, y como instancia que se vincula con la realidad.
4) como función psíquica que depende del yo, su desarrollo está vinculado con la
función de apuntalamiento del psiquismo que cumple la familia y la madre (Käes,
1980).
DESARROLLO DE LA ATENCIÓN
141
desarrollo de la atención, a la vez que el hecho de que la misma se va organizando a
través de las acciones del otro significativo.
CLASIFICACIÓN DE LA ATENCIÓN
La atención sostenida por su parte, hace referencia a asuntos motivacionales más que
cognitivos. El foco atencional es mantenido con esfuerzo resistiendo la fatiga y las
condiciones de distracción. Es conocida también como la capacidad de concentración.
Por último la atención dividida es la capacidad que nos permite alternar entre dos o
más focos de atención. Puede ser entre dos estímulos diferentes, o entre un estímulo y
una imagen mental.
DIFICULTADES DE ATENCIÓN
142
En función de lo planteado en el apartado anterior, las dificultades en la atención se
hacen evidentes cuando el niño no alcanza suficiente reconocimiento o selección de un
estímulo y/o no logra la inhibición de estímulos irrelevantes, aspecto que hace a la
capacidad de focalización. Asimismo se configura una dificultad cuando no puede
sostenerla durante el tiempo que la tarea requiere.
En este sentido pensamos que si el otro del vínculo no sostiene las operaciones
necesarias para investir al niño y al mundo, no estará habilitando los procesos
necesarios para el desarrollo de la atención.
Guilé por su parte (2004) plantea que las dificultades en la atención pueden ser
comprendidas desde tres ejes:
143
simbólicamente un objeto, que transforma continuamente para sobrellevar el impacto
afectivo de la ausencia.
Considero que no hay un diagnóstico único, que hay diversos trastornos de atención y
motricidad y que, para tratarlos, es básico pensar a qué determinaciones responden.
144
transitoriedad, sino: “Es ADD, por eso no atiende en clase, se mueve mucho y
desordenadamente. Es inquieto e impulsivo”. Ya no hay preguntas. Se eluden todas las
determinaciones intra e intersubjetivas, como si los síntomas se dieran en un sujeto sin
conflictos internos, y aislado de un contexto. Y el cartel queda puesto para siempre.
¿Cuáles son los efectos psíquicos en un niño cuando es ubicado como síndrome?. Así,
hay nenes que dicen: “Yo soy ADD”, perdiendo el nombre propio y adquiriendo una
identidad prefigurada, que lo unifica en la invalidez y en la dependencia a un fármaco.
La exigencia social es que los niños cumplan con las exigencias escolares
tradicionales y no sólo eso. Deben estudiar varios idiomas, computación, etc. para no
quedar “fuera del mundo”. Es decir, son generalmente demandas sociales las que
motorizan la medicación.
La atención:
Desde la teoría psicoanalítica, hay dos tipos de atención: una atención refleja o
reflectoria y una atención psíquica o secundaria.
Hay que tener en cuenta que lo que se le pide a un niño es que mantenga durante
mucho tiempo la atención selectiva, en la escuela. Es decir, no sólo se le pide que esté
despierto sino también que atienda selectivamente a lo que la maestra le dice.
145
En Freud, la atención tiene que ver con : la percepción, la conciencia, el yo y el
examen de realidad (en tanto el yo envía periódicamente investiduras exploratorias
hacia el mundo externo).
Esto lleva a pensar que los trastornos en la atención tienen que ver con la dificultad
para investir determinada realidad, o inhibir procesos psíquicos primarios. Y que las
dificultades de atención son efecto entonces de ciertas dificultades en la estructuración
psíquica.
Es bastante frecuente que niños criados en un ambiente de mucha violencia o que han
sufrido migraciones o privaciones importantes, estén totalmente desatentos en clase,
en tanto la violencia deja, entre otras marcas, o una tendencia a la desinvestidura o un
estado de alerta permanente que es acompañado, a veces, con la búsqueda de
estímulos fuertes.
El niño que se repliega en la fantasía puede hacerlo porque el mundo (y sobre todo el
mundo escolar) le resulta insatisfactorio, peligroso, o pone en juego su narcisismo.
Para poder atender sostenidamente a la palabra de los maestros, es necesario que opere
el proceso secundario, ya que si cada gesto, cada palabra, cada movimiento,
desencadena una sucesión de asociaciones imparables, es difícil seguir el discurso de
un otro.
Pienso que muchas veces, en los niños llamados ADD, la investidura de atención no
se puede sostener en relación al mundo. Hay una desinvestidura radical y por
momentos un intento fallido de restitución frente al vacío, a la nada; no se puede
sostener la unificación cinética, no hay un “yo unificado” que permite moverse, la
pulsión de dominio fracasa y no se domina la propia motricidad. Falla el intercambio
con el resto del mundo.
La motricidad:
146
muchas veces con algo patológico a partir de la exigencia del contexto de que un niño
sea alguien quieto, alguien inmóvil.
Hay, sin embargo, niños que sufren y que lo manifiestan con un movimiento
desordenado. Son niños que dan la impresión de quedar pataleando en el aire,
satisfaciendo a través del despliegue motriz lo que no satisface el otro significativo.
No es casual que, en muchos casos, los trastornos de atención estén acompañados por
hiperkinesia e impulsividad. Ambos están ligados a la dificultad para inhibir procesos
psíquicos primarios.
147
simbólica, pero que tiene valor psíquico. Implica la imposibilidad de procesar las
exigencias pulsionales.
Las intervenciones:
Para pensar las intervenciones con el niño es fundamental diferenciar de qué tipo de
desatención, hiperkinesia e impulsividad se trata.
Es diferente pensar en un niño que no sostiene las investiduras del mundo por
identificación con un vacío y al que habrá que ayudarlo a construir, de a poco, la
atención hacia el mundo, acompañándolo en sus intentos, a pensar en un niño que se
aterra de un mundo fantasmático en el que pensamiento y acción están
indiscriminados.
También van a ser diferentes las intervenciones con un niño que no atiende porque no
diferencia estímulo de pulsión y vive en un magma indiferenciado, al que habrá que
marcar las diferencias, ayudarlo a investir el mundo, nombrar los diferentes objetos
enfatizando y modulando diferentes ritmos y tonalidades, a aquellas intervenciones
con un niño que no atiende porque está atento a todo, que vive en un mundo en el que
toda sensación, toda percepción, cobra una dimensión excesiva, como si fueran
múltiples estímulos aguijoneando. Con este último, el tono de voz y la actitud del
analista puede ser suave, monocorde, apuntando a la contención y al sostén, hasta que
el niño pueda ir escuchando tonalidades sin que éstas lo perturben.
Algunos recursos que he utilizado con estos niños son : a) la escritura (o el dibujo); b)
sostener el juego o crear una situación de juego a partir de un acto; c) diferenciar el
juego de la realidad (en la medida en que muchas veces estos niños se sienten
atrapados por un mundo fantasmático del que no pueden salir); d) ir incluyendo
variaciones, como intermediaciones; e) ir armando una envoltura que posibilite
ligazones (pensando que es necesario un aporte externo), envoltura que se arma con
las palabras, el tono de voz, los ritmos del analista.
148
Muniz, A. (2017). Impacto a nivel de los vínculos intrafamiliares
del diagnóstico psicopatológico y del tratamiento por
dificultades en la atención y por hiperactividad en niños
escolares: un estudio de caso múltiple.
1 Las dificultades atencionales y la hiperactividad
Las dificultades en la esfera del aprendizaje pueden caracterizarse por una serie de
alteraciones en las funciones vinculadas al aprender, como ser la percepción (sensorial
y la apercepción), la memoria, la atención, el desarrollo del lenguaje y la maduración
motriz, que junto con la capacidad intelectual que el niño posea darán como resultado
el éxito o el fracaso de acuerdo a las expectativas que el sistema educativo tiene para
ese niño.
Muchas veces esto no parece suficiente ya que, estando el niño en buenas condiciones
para aprender, no se logra el éxito anhelado y es cuando se observa un predominio de
factores emocionales, sociales y ambientales que inciden impidiendo su aprendizaje.
El deseo por aprender, la pulsión epistemofílica y el ser deseado como sujeto
aprendiente son ingredientes tanto o más importantes que lo anterior.
149
El problema se instala porque el niño parece no aprender, lo que pone en evidencia la
cuestión de si es un problema del niño o un problema del método de enseñanza para
estos niños de hoy. Preocupa entonces el efecto patologizante que puede llegar a tener
un diagnóstico cuando el niño tiene la capacidad de atender de otra forma y no como
se espera que atienda. Estos niños a veces sorprenden porque a pesar de parecer
“desconectados”, están al tanto de lo que se da en clase. Otros no lo están, pero
pueden conectarse fácilmente con aquellos temas de su interés (en general juegos,
películas, libros). Janín sostiene entonces que la desatención acompañada de
hiperactividad se debe a las dificultades para inhibir procesos primarios en el niño.
Más adelante el Manual señala que los sujetos presentan dificultades para mantener la
atención y poder finalizar una tarea. “A menudo parecen tener la mente en otro lugar,
como si no escucharan o no oyeran…” (Ibídem). Mantienen frecuentes cambios en la
actividad sin finalizarlas, evitan las tareas que exigen un esfuerzo atencional
sostenido, lo que lleva al rechazo de las tareas escolares. Señala la distracción por
estímulos irrelevantes, presentan efectos a nivel de la socialización con dificultad para
mantener una conversación, escuchar, seguir detalles de un juego o actividad.
Por otra parte, el Manual define la hiperactividad como inquietud, exceso del correr o
saltar en situaciones que no corresponde, definido como un sujeto movido por una
fuerza externa (“motor”) que también se manifiesta en un hablar constante. Se señalan
movimientos permanentes en las extremidades, llegando a observarse conductas de
riesgo por no tomar en cuenta el peligro durante estas acciones.
En 2013 aparece el DSM V que, lejos de ser más críticos y rigurosos con las
clasificaciones en los diagnósticos infantiles, se presenta con un esquematismo
alarmante ubicando a los trastornos en la infancia dentro del capítulo “Trastornos del
desarrollo neurológico” dejando así ubicado lo psicológico en el ámbito de la biología.
150
Se incluye además para el diagnóstico del Déficit Atencional la categoría de “Otro
trastorno por déficit atencional con hiperactividad especificado” aunque no cumpla
con los criterios del TDAH o algún otro trastorno específico del desarrollo
neurológico. Asimismo, incluye la categoría “TDAH no especificado” para
situaciones donde no existe suficiente información para hacer un diagnóstico más
específico (págs. 33-38).
En los años 70 la hiperactividad pasa a ser sustituida por los diagnósticos de déficit
atencional, asociándose en los 80 definitivamente con las alteraciones a nivel
cognitivo. Las sucesivas versiones del manual diagnóstico DSM III, IIIR, IV y V
describen las submodalidades según predomine la hiperactividad, el perfil inatento o
la forma combinada. La hiperkinesia no se diferencia actualmente del resto del cuadro
conocido como déficit atencional.
151
oposicionista desafiante y los trastornos en la esfera comportamental, señalándose
además que un porcentaje algo mayor presenta dificultades para el aprendizaje escolar.
En este ítem se trabajan autores que desde la perspectiva del Psicoanálisis proponen
conceptualizaciones sobre la génesis de las fallas en la atención y en el control del
movimiento y la impulsividad.
Todo ello podrá ser comprendido y tratado en un sentido histórico-libidinal del niño y
su familia. Adquiere relevancia la presencia de un otro capaz de transmitir algo
diferente al vacío que se manifiesta como trastorno en la función atencional en tanto el
niño puede llegar a inscribir un “blanco representacional”, mostrándose borrado y
ausente del mundo. Cuando esta función falla, aparece el vacío. Los niños intentarán
llenar ese vacío con cosas, o con desbordes motrices.
Freud (1895, citado por Janín, 2004) en su “Proyecto de una psicología para
neurólogos” diferencia estímulos externos e internos. Para que dicha diferencia pueda
ser percibida, es necesaria la diferenciación de los procesos inconscientes de los
preconscientes. En los primeros, predomina una atención refleja que Janín denomina
como en el límite entre lo biológico y lo psíquico, mientras que al preconsciente le
corresponde una atención secundaria que es consecuencia de la inhibición de los
procesos primarios. El Yo en los procesos secundarios, es capaz de inhibir los
152
procesos primarios que no diferencian representación de percepción. La investidura
del mundo externo está a cargo de un Yo capaz de inhibir dichos procesos primarios a
fin de conectarse con la realidad, asegurando la diferenciación entre percepción y
alucinación. La atención surge de la percepción, de la conciencia y del examen de
realidad a cargo del Yo. En este planteo, las dificultades atencionales se enmarcan o
bien en las dificultades yoicas para investir la realidad o bien para inhibir los procesos
primarios.
Habría que preguntarse ¿por qué se desconectan los niños? ¿Será que están siempre
estimulados o será que no perciben estímulos? En su recorrido por la teoría de la
estructuración psíquica, Janín refiere que el primer paso para atender al mundo es la
diferenciación adentro-afuera, señalando que esto va a permitir ligar la desatención a
la hiperactividad: no se atiende o bien se responde a todo estímulo “como si la fuga
fuera posible”, pudiendo aparecer tanto situaciones de niños que han retirado las
investiduras del entorno como los que nunca lo invistieron.
Como segundo paso, la autora señala que la investidura del mundo se logra por
identificación con otro, quien le otorga sentido en su acción. Dependerá de la
disposición de la madre-o sustituto- para esta acción, que el niño dirija su interés a los
objetos del entorno señalados (investidos) por ésta.
Retracción narcisista como la intolerancia a las fallas por lo cual el niño sólo atiende a
lo que le resulta fácil. Lo insoportable es la carencia.
Depresión, que implican las fallas por la energía que insume el trabajo de duelo.
Dificultades para acotar la fantasía, encontrando niños que están atentos a procesos
internos o refugiándose en un mundo paralelo.
Estado de alerta que implica una sobreatención primaria, por la cual el niño se conecta
con un afuera pero que es peligroso. Esto conlleva varios riesgos ya que los niños que
viven en un circuito de violencia-desatención pueden caer en la búsqueda de estímulos
fuertes en el mundo, como ocurre con las adicciones. Janín señala el riesgo de dar
medicación “potencialmente adictiva a niños cuya estructuración psíquica tiene
características adictivas”.
153
normal. O sea que cuando se marca un exceso habrá que decir en relación a qué o al
quantum esperable, y ello dependerá de posiciones subjetivas de quién evalúe o sufra
con el movimiento del niño. Lo mucho o lo poco del movimiento dependerá de
condiciones ambientales y situaciones particulares (la escuela, la familia, el tipo de
actividad, etc.) para cada sujeto en situación. Cuando el desborde y el fallo en el
control de cierta movilidad llega a poner en riesgo al niño o a quienes comparten la
cotidianeidad se considera dicha actividad como indudablemente patológica, que
algunas veces ser síntoma-dependiendo de la organización más neurótica de la
personalidad- o bien será indicador de una falla en los procesos secundarios, tal como
se ha visto para los problemas en la atención. Nuevamente se encuentra aquí la
encrucijada entre lo biológico, lo psicológico, lo ambiental y lo cultural como
condiciones coadyuvantes.
154
La función materna al concretar el “trasvasamiento narcisístico” modula el psiquismo
del infans, constituyendo modos de ordenar la descarga pulsional y la apropiación del
cuerpo. Es la implantación pulsional temprana que inviste libidinalmente al infans y
origina líneas de interés libidinal en el mundo, dirá Bleichmar (1999). Asimismo los
aportes de P. Aulagnier (1975) señalan a la madre como el primer representante del
otro, en su función de decodificación e interpretación de las necesidades tempranas del
infans, ofrece posibilidades de apropiarse de los objetos, constituyendo en este vínculo
primordial, la demanda del infans. La autora hace énfasis en el doble encuentro
temprano, con su madre y con su cuerpo, al que adviene el lugar de hijo.
155
Las necesidades del capital, que ya no tiene raíces, han contribuido a modificar el
valor que tenía el trabajo en la vida de los hombres. Precariedad, movilidad,
jubilaciones anticipadas, son características propias de la vida laboral en amplios
sectores de población, que vive así estados de desasosiego e incertidumbre. El fin del
patriarcado en Occidente, que es un logro del movimiento femenino, afecta no sólo al
ordenamiento de la familia sino también a las estructuras jerárquicas en todos los
ámbitos de la vida social.
No cabe duda de que es un signo de los tiempos el hecho de que se preste más
atención a los niños que en otras épocas, pero no es menos cierto que la globalización
y el pensamiento único alcanzan también al sufrimiento infantil que puede acabar
cosificado, banalizado y transformado en objeto de consumo.
156
relaciones tiránicas y comportamientos omnipotentes que buscan compensar la baja
autoestima y dan cuenta de la imposibilidad de soportar la ausencia del objeto
primario. En los casos más graves, hay perturbación del curso del pensamiento con
irrupción de fantasías arcaicas, crudas, violentas, junto a otras más elaboradas.
Todos ellos tienen dificultad para sostener un sintagma lúdico pero se observan
diversos niveles de desarrollo simbólico que van desde:
2) a los niños en los que se descarga por la motricidad la tensión pulsional que no
se puede significar,
Sea cual fuere la estructura que produce un cuadro con hiperactividad y cualquiera que
sea la forma que adopte esa hiperactividad en el niño —o en el adulto—, es siempre
reflejo de un trastorno del pensamiento como regulador de la vida pulsional.
Explica Freud, en Más allá del principio del placer (1920), que corresponde a las
capas superiores del psiquismo el dominar la excitación de los impulsos propios del
proceso primario y que sólo después de haber ligado esa energía podrá imponerse el
principio del placer o su modificación, el principio de realidad. Esa ligadura, que
supone reunir los estados de tensión interna y necesidad, la descarga motora, la
percepción y el afecto, es la representación psíquica a la que se accede a través de un
objeto externo en función materna que se ofrece como agente de la vivencia de
satisfacción.
157
La autoridad está en crisis, no hay duda. Pero hay otros factores que se conjugan con
la falta de límites en el origen de los cuadros infantiles y juveniles que afligen al
mundo actual. No es suficiente el ejercicio de la autoridad, de la prohibición, para que
el niño contenga su vida pulsional; para que el límite resulte continente, otros
continentes han debido generarse muy tempranamente permitiendo ligar y tramitar las
pulsiones en el contexto amoroso, placentero, narcisista del vínculo con la madre.
ANEXO 1
Desatención:
158
a) A menudo no presta suficiente atención a los detalles o incurre en errores por
descuido en las tareas escolares, en el trabajo o en otras actividades.
Hiperactividad:
159
Impulsividad:
ANEXO 2
Niños inquietos, que presentan reacciones impulsivas y con dificultades para aceptar
normas y reglas. Para muchos esto tiene un nombre, una sigla en verdad, que designa
al trastorno: ADD.
160
Profesionales, docentes y buena parte de los medios de comunicación lo consideran
como problema de aprendizaje y comportamiento que responde a un déficit, de
atención, de concentración y, en última instancia, de dopamina.
El ADD es un mal nombre para un problema de época que estalla en las aulas. Un
nombre que se desentiende de los nuevos rasgos de los niños de hoy, del piso inestable
en que pretenden afirmarse padres y maestros, de los cambios en la cultura y la
temporalidad, de los encantos del consumo y de la desorientación de las escuelas.
Todo niño autista, sea cual sea la naturaleza y la gravedad de sus trastornos, debe de
ser reconocido como sujeto portador de una historia personal única y portador de una
vida psíquica específica por mucho que la misma aparezca gravemente desorganizada
durante el examen.
Hay que considerarlo como un sujeto capaz, a condición de que se le ofrezcan las
posibilidades, de organizar una vida relacional con su entorno, vida relacional cuya
naturaleza e importancia convendría reconocer. Por lo tanto, el niño autista es portador
de una vida psíquica que organiza sus modelos relacionales con su entorno, que
origina su sufrimiento actual y que es movilizable y susceptible de mejorar en su
funcionamiento.
Antes de adentrarnos en el meollo del tema conviene aclarar una serie de puntos.
161
a) A mi entender, más que una heterogeneidad, lo que hay es una continuidad tanto a
nivel clínico como metapsicológico entre las psicosis autistas y las psicosis no autistas
precoces y, además, existen formas de paso entre unas y otras. En el caso de las
psicosis no autistas, no se trata únicamente de que haya "trastornos invasivos" del
desarrollo (DSM-3-R), sino de que, al igual que en el caso del autismo, se trata de
auténticas formas de psicosis en las que las modalidades del funcionamiento psíquico,
aun manteniendo su originalidad, se muestran en continuidad con las del
funcionamiento propiamente autista.
162
superficie sensible en un mundo uni o bidimensional en el que no se diferencian los
espacios psíquicos internos
5) Otro punto importante tiene que ver con la manera como el niño inviste y utiliza la
superficie corporal y el interior del cuerpo. La superficie corporal no parece estar
verdaderamente investida de una carga libidinal que le permita una función de
intercambio libidinal con otro. Más aún, el niño parece vivenciar esta superficie
corporal como llena de agujeros y discontinuidades.
163
De forma paralela, va a enraizarse en el interior de la psique naciente del niño el
primer objeto interno a la imagen del objeto externo que el niño ha podido investir. La
solidez de este anclaje o sus eventuales desfallecimientos van a modular toda la
evolución psíquica posterior.
Por lo tanto, este período está marcado por la aparición de intensas angustias de
separación: el niño no soporta la ausencia de la persona especialmente investida por él
(cuidador o educador), por lo que se muestra muy poco sensible a las palabras de
tranquilización provenientes de otras personas. La ausencia del objeto externo la vive
como una especie de aniquilación del mismo. Solo la constitución de un objeto interno
va a poder garantizar la posibilidad por parte del niño de aceptar la separación del
objeto externo; solo entonces va a poder vivir la ausencia como una presencia en otro
lugar.
Van a seguir otras actividades de simbolización pero sin que sea posible sistematizar
el momento preciso de su emergencia en la vida del niño: actividades de juego, de
hacer como, nacimiento de las capacidades de imitación, primeros rudimentos del
lenguaje o incluso la aparición de las primeras operaciones mentales.
164
• Sea cual sea la o más bien las causas del autismo, el autismo y las psicosis precoces
siguen siendo, para nosotros, algo diferente a un simple déficit o a una suma de
déficits aunque éstos existan; se trata de una forma de organización global del
psiquismo y de la personalidad cuya semiología autista no es más que la consecuencia.
• De forma global se puede afirmar que los procesos autistas tienen un sentido y que
este sentido radica en la constitución de un sistema defensivo de lucha en dos
direcciones:
– Desmantelamiento
auto-organizada
– Absorción en lo concreto
165
– Finalmente, ayudar al niño a reconocer la existencia del otro en su alteridad y,
especialmente, como un otro provisto de intencionalidad y pensamiento.
Los niños o jóvenes responden con barreras porque viven como ataques las
sensaciones que no soportan afrontar. La angustia los devasta y se torna impensable.
Los niños con trastornos severos y sus familias traen historias, situaciones de mucho
sufrimiento. Morín define la complejidad como un tejido de eventos, acciones,
interacciones, retroacciones, determinaciones, azares que conforman el mundo de lo
fenoménico. Sus rasgos son los de ordenar lo inextricable, el desorden, la ambigüedad
166
y la incertidumbre, estrategias para lograr la inteligibilidad. La necesidad de un
pensamiento complejo, afirma Morín, se impondrá en tanto vayan apareciendo los
límites, las insuficiencias y las carencias de un pensamiento simplificante y, en esa
medida, estar a la altura de su desafío.
Algunas hipótesis del psicoanálisis que investiga el desarrollo infantil sostienen que el
autismo, en tanto trastorno psicógeno, es entendido hasta ahora como un modo de
psicopatología dentro de los cuadros de las psicosis infantiles de surgimiento precoz,
quizá el trastorno más temprano en el desarrollo mental infantil. La psicoterapia se
propone subjetivar al niño, pensarlo como persona con derecho propio, que pueda
reorganizar su psiquismo y, si es posible, volver a dominar su cuerpo, sus esfínteres,
conectarse con su piel como límite corporal. Subjetivarse, empoderarse de su cuerpo y
de su propio deseo. No se trata de corregir modales o de someter coercitivamente al
paciente y a su familia a las normas esperadas. Si ese niño siente que tiene su propia
voz, su palabra o su gesto propio nos daremos por satisfechos.
Para comprender lo que se vive en esta época, recurre a un término utilizado por Z.
Bauman, “modernidad líquida”, el cual nos remite al hecho de que tanto las
“instituciones, las funciones, los afectos y los sujetos son inestables, están en
constante cambio, son volátiles, trayendo como consecuencia la transitoriedad, la
inseguridad, la debilidad, el desamparo. Por oposición, la “modernidad sólida” nos
remite a lo fijo, lo estable, lo previsible que nos llevaría a la posición nostálgica en la
que “todo tiempo pasado fue mejor”.
Según la autora, los sucesos que caracterizan los tiempos que vivimos actualmente
impactan en la construcción de la subjetividad de los niños, pudiendo observarse de
manera predominante en la clínica, acciones impulsivas, tanto de parte de los niños
como de los padres ya que falta la posibilidad de reflexionar acerca de las situaciones
vividas.
167
En el capítulo 2: Trazando surcos: el trabajo de la parentalidad, Luisa Wettengel pone
de relieve el desafío que significa ejercer la función paterna, con todas las
responsabilidades que ello implica, en una “época de cambio permanente” que afecta
incluso la organización familiar.
168
Asimismo nos va mostrando la evolución del término para definir esta patología o
grupo de patologías en las distintas versiones del DSM, apareciendo en el DSM IV los
cinco trastornos del espectro autista con el nombre de Trastornos Generalizados del
Desarrollo:
• Trastorno autista
• Síndrome de Rett
• Síndrome de Asperger
Menciona las dificultades para el diagnóstico, sobre todo para que se realice de
manera temprana, a pesar de que los padres son buenos observadores de la conducta
de sus hijo y de que los pediatras detectan rápidamente retrasos en el área motriz, pero
no tienen herramientas suficientes y adecuadas para evaluar los retrasos lingüísticos,
sociales e intelectuales.
Arditi, S., Canelo, E., Pandolfi, M., Simari, C., Sztern, M., Sosa,
M.E. y Cervone, Nélida (2005). Reflexiones e interrogantes que
son puntos de partida de una Investigación sobre depresión en
niños.
Resumen
169
El objetivo de este trabajo es presentar interrogantes y reflexiones que fueron puntos
de partida de un proyecto de investigación en curso sobre detección de riesgo
depresivo en niños de 6 a 12 años en escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires.
DESARROLLO
Autores clásicos que han estudiado la psicopatología infantil desde otros marcos
teóricos realizan descripciones y diferencian sintomatología según el momento de la
evolución, desde la lactancia hasta la edad escolar. En niños escolares se consideran
dos ejes en torno a los cuales se agrupa la mayor parte de la sintomatología: uno de
ellos alude a las manifestaciones directamente vinculadas al sufrimiento depresivo,
con conductas de autodepreciación, autodesvalorización y sufrimiento moral
directamente expresado. El segundo se refiere a comportamientos vinculados con la
protesta y a la lucha contra los sentimientos depresivos.
170
trata de un período de al menos dos semanas durante el que hay un estado de ánimo o
una pérdida de interés o placer en casi todas las actividades. Según el criterio del
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, en los niños y
adolescentes el estado de ánimo puede ser irritable e inestable en lugar de triste.
También, en el episodio depresivo mayor, puede existir un aislamiento social o el
abandono de aficiones. Dentro de este criterio indica que las quejas somáticas, la
irritabilidad y el aislamiento social, son más características en los niños. En los niños
prepuberales los episodios depresivos mayores se suelen presentar especialmente
asociado a trastornos de comportamiento perturbador, trastornos por déficit de
atención y trastornos de ansiedad.
CONCLUSIONES
171
función social se interrelaciona con la institución educativa de los niños para potenciar
acciones preventivas, detección precoz y suplir fallas familiares que la escasa
instrumentación de políticas sociales no permite abarcar.
Amparo implica otro que rodea y remite a todo aquello del orden de la realidad
efectiva que protege de las fuerzas exteriores, del posible daño. Y, al mismo tiempo,
implica en el orden de la vivencia (fantasía) la necesidad expresa de un afecto, del
compromiso libidinal del otro en esa función de cuidado y protección. El desamparo
queda así muy próximo (también en su etimología) al desamor, desamparado,
desarmado.
Para que haya aceptación de la pérdida, tiene que mantenerse el amor del objeto (no al
objeto, sino del objeto). Es decir, desde el otro (función materna) surge un elemento
simbólico (frustración) en un contexto libidinal presencial del amor del otro, elemento
imaginario.
El trastorno de ese procedimiento del duelo genera mucho de lo que nos ocupa.
Procedimiento, procesamiento, es tránsito del sujeto en su encuentro con el otro, que
podrá dar cuenta de la depresión. Un no duelo, una imposibilidad de «abandonar los
objetos perdidos».
172
disponibilidad del sujeto de deseo. Es esa falta de objeto la significación cumplida de
la que hablaba Freud. Objeto siempre perdido, será solo reencontrado (los sucesivos
objetos libidinales). Significación, simbolización, es inscripción de una pérdida para
disponer del símbolo, construcción que ordena o articula algo vivido; metáfora que es
vía y realización, a la vez, de dicha significación. Esa tarea de significación es tarea
que se da en el encuentro del niño con su madre que dará lugar y espacio, perspectiva
simbólica para que dicha significación acontezca.
«La frustración tiene valor no solo inaugural sino que conduce a otra cosa: la
castración. El momento de la frustración desemboca sobre otro plano, el del deseo».
173
Surgen la depresión y la melancolía, no como ataque al objeto introyectado, sino
como un defecto de simbolización donde no ocurre una pérdida simbólica. Melanie
Klein describió como tentativas de suicidio inconscientes (golpearse, lastimarse o
ponerse en situación de riesgo).
Resumen
174
padres que recurren a las valoraciones psiquiátricas y psicológicas debido a tales
manifestaciones.
Rene Spitz habla acerca de la ausencia física materna que proporciona en el niño un
daño, dado que la madre proporciona bienestar emocional y físico; si el bebé se ve
privado de estos cuidados maternales se produce un daño que se divide en dos
categorías: la privación emocional y privación emocional total.
Rabinowicz por otro lado, hace referencia a la importancia del pecho materno, el
inicio del uso del dedo índice como exploración del mundo, los juegos de
aparecer/desaparecer, el embadurnamiento con materias blandas (comida, caca,
175
plastilina) como puntos fundamentales en el recorrido de la constitución del nuevo
sujeto. El desamparo que puede vivenciar el niño por parte de su figura primordial
para todas aquellas necesidades elementales, el desencuentro o la no manifestación de
una presencia que lea en el llanto un pedido repercute fuertemente en la forma como
este bebé se constituye.
Los síntomas y signos más propios de sintomatología afectiva en estas primeras etapas
son las molestias gástricas, la agresividad, el negativismo, los trastornos de conducta y
el rechazo o la fobia escolar.
Por todo esto, se observa que la patología depresiva infantil engloba síntomas
heterogéneos, no sólo respecto a la edad adulta, sino que presenta diferencias ligadas a
la edad (preescolar, escolar, adolescente), al sexo, a la presencia o ausencia de
comorbilidad (médica, psicológica) y a la comorbilidad específica con el retraso
mental.
176
Podría dividirse en cuatro etapas desde el inicio de aparición de bibliografía
relacionada con este tema hasta la actualidad: 1) Periodo inicial, con referencias al
concepto de melancolía; 2) S-XIX; 3) La primera mitad del s-XX, con una progresiva
fijación del término “depresión” y su creciente interés; 4) Segunda mitad del s-XX,
con abundante producción bibliográfica y análisis detallados sobre la enfermedad
depresiva.
En la tercera etapa que se distingue, la primera mitad del S-XX, es importante destacar
las aportaciones del Psicoanálisis. La parte más ortodoxa de esta corriente se negó a
admitir las depresiones en la infancia, aunque otros psicoanalistas contradijeron esta
idea. Se discutía si la depresión infantil podía ser considerada una entidad real y
sólida, puesto que algunos psicoanalistas (Rochlin, 1959; Rie 1966) habían
establecido que sin la presencia de un superyó internalizado, plenamente desarrollado,
no podía aparecer la enfermedad depresiva, con lo que el posible comienzo de la
depresión habría que situarlo en la adolescencia y los niños quedaban excluidos de
padecer una verdadera depresión. Melanie Klein, contradiciendo esta idea introdujo el
término de depresión referido a la infancia, con la “posición depresiva”, aunque estas
aportaciones no sirvieron para conceptualizar la depresión infantil y ésta continúo sin
ser aceptada completamente.
Por último, desde la segunda mitad del S-XIX hasta la actualidad, el concepto de
depresión pre- domina y sustituye al de melancolía por completo, el concepto
comienza a extenderse y origina una avalancha bibliográfica a partir de la década de
los 70.
177
desesperanza, la apatía, anhedonia, irritabilidad, sensación subjetiva de malestar),
pudiendo aparecer síntomas de la esfera cognitiva, volitiva y física. Por lo tanto,
podría referirse a un deterioro global del funcionamiento personal, con énfasis
especial en la esfera afectiva.
En las líneas siguientes nos centraremos en los aspectos que resultan nucleares tanto
para el diagnóstico como para las formas clínicas de la depresión en la infancia y
adolescencia.
Una de las variables en la que nos detendremos y que, a nuestro juicio, constituye
mayor importancia es la edad. No cabe duda que las manifestaciones afectivas se
presentan y desaparecen, sintomatológicamente, de modo diferente según la etapa de
desarrollo.
La primera etapa importante en la que nos detendremos será la edad preescolar, del
nacimiento a los 5 años. La patología depresiva en estas edades cursa con ansiedad,
irritabilidad, rabietas frecuentes, llanto inexplicable, quejas somáticas, pérdida de
interés en sus juegos habituales, cansancio excesivo, aumento de la actividad motora,
falla en alcanzar el peso para su edad, retraso psicomotor o dificultad con el desarrollo
emocional, menor capacidad de protesta, disminución de iniciativa y repertorios
sociales y trastornos del sueño, apetito y peso.
178
La adolescencia (11-18 años), periodo en el que los adolescentes normales tienden
hacia la depresión, por lo que se hace especialmente importante poder diferenciar
entre la etapa normal del estado de ánimo depresivo y la depresión patológica.
Numerosos autores han señalado que muchas de las depresiones adolescentes no son
diagnosticadas porque se confunden con la crisis adolescente.
179
aislamiento social y conectada a trastorno de ansiedad por separación, siendo las
formas latentes y encubiertas las más frecuentes. Por último señalar que al ser el nivel
de desarrollo cognitivo mayor en la adolescencia, la clínica depresiva se manifiesta
con un aumento de la baja autoestima, así como de sentimientos de culpa, de
infelicidad o desesperanza.
180
Aún existen grandes dificultades con respecto al diagnóstico, ya que la condición trae
la presencia de comorbilidades y los síntomas muchas veces se manifiestan de forma
enmascarada, siendo más frecuentes los siguientes: trastorno por déficit de atención
con hiperactividad, baja autoestima, tristeza, miedo, trastornos del sueño y bajo
rendimiento académico.
Bock y Côrtes (2000) afirman que la depresión no es solo una enfermedad en niños
tranquilos y desanimados; las manifestaciones de la enfermedad también se pueden
encontrar en el niño agresivo e hiperactivo.
181
predisposición genética se suma a las condiciones adversas de la realidad externa en
los casos no solo de depresión, sino también de otras patologías mentales.
Así, una madre solo podrá acoger y ayudar a su hijo en sus ansiedades depresivas, por
ejemplo, si es capaz de metabolizar sus propios sentimientos respecto a esta área. La
función materna, sumada a otras condiciones ambientales favorables, es fundamental
para que el bebé se desarrolle física y mentalmente sano (Winnicott, 1971).
El autor enfatiza la importancia de que el niño tenga una madre continente con
capacidad de ensueño, para que pueda soportar la frustración, posponer la
gratificación y así adquirir gradualmente la capacidad de simbolizar y pensar. Para el
autor, el niño adquiere la capacidad de pensar a partir de una frustración, de una
182
carencia. Sin embargo, advierte que esta frustración debe ser soportable para el bebé,
de lo contrario podría quedar paralizado, inundado de sus terrores no metabolizados.
Para Klein (1958/1991), los cimientos del superyó aparecen en épocas más primitivas
del desarrollo humano, siendo el resultado de las primeras introyecciones de objetos
buenos y malos, representantes del amor y el odio. Al hablar de la melancolía, Freud
(1917/1985) traza un paralelo con el dolor, diciendo que este último es una reacción a
la pérdida real de un objeto o abstracciones que ocupan ese lugar. En la melancolía,
por otro lado, la pérdida ocurre de forma idealizada; a menudo, el individuo no puede
identificar conscientemente lo que realmente ha perdido en el objeto; Aparece el
sentimiento de culpa y auto-recriminaciones al ego, que se empobrece. Es importante
resaltar que Freud usó el término melancolía para designar estados que se describen
hoy como el de la depresión.
183
El fenómeno del maltrato infantil es una problemática de alta incidencia con
repercusiones en el niño/a y su contexto, y ha estado presente en diferentes momentos
de la historia tal como ha sido considerado por numerosos referentes. Según Puga
(1997) en el siglo XIX, es cuando se comienza a tomar conciencia del problema. En
1959, la Declaración de los Derechos del Niño por las Naciones Unidas, marca un hito
en el proceso de defensa; y en 1989, se aprueba la Convención sobre los Derechos del
Niño.
En Uruguay, la aprobación del Código del Niño en 1934, representó también, un logro
importante en la legislación, en tanto convergen allí, normas de protección a la
infancia.
El abuso sexual es entendido como una forma específica de maltrato infantil, el cual
genera daños que perturban el desarrollo afectivo, moral y social del niño y su familia.
Justificación
El problema del abuso sexual infantil entendido como una forma de maltrato, ha sido
considerado por un conjunto importante de autores/as pertenecientes a diferentes
disciplinas. Autores como DeMause (1982), Badinter (1984), Aries (1987) permiten
explicar las transformaciones históricas que afectaron a las relaciones sociales y
familiares, como efecto de procesos económicos, sociales y culturales. El nacimiento
del sentimiento de infancia que describe Aries muestra una transformación en los
modos de percepción, valoración y cuidado de la infancia.
184
se reproduce en Uruguay, pues, de acuerdo a UNICEF (2009) y MIDES (2008), la
prevalencia y las características visualizadas a nivel sudamericano y mundial: OMS
(2014), Naciones Unidas (2006), Finkelhor (2005) son similares en nuestro país.
Desde hace algunas décadas, tanto los estudios, como las investigaciones y
publicaciones en torno al abuso sexual infantil se han ido multiplicando gradualmente,
pero a pesar de ello, los mismos se enfocan insistentemente en el impacto y las
consecuencias generadas en la víctima, y en las características del victimario.
Escasamente se alude al impacto en el contexto y su familia. Según Bellinzona, et al.
(2005), es a partir de la década del 60 que comienza a tratarse la incidencia del abuso
sexual infantil.
Es necesario considerar que las fuentes aluden algunas a violencia sexual, otras a
abuso sexual infantil y otros a maltrato, entiendo se debe a la conceptualización que
hacen del problema y al objetivo de su investigación.
UNICEF habla de violencia sexual, la cual entiende toma distintas formas: abuso
sexual, acoso, violación o explotación sexual en la prostitución o la pornografía.
Tampoco menciona antecedentes, aunque toma datos de la OMS.
Pinheiro (2006) en el Estudio de las Naciones Unidas sobre la violencia contra los
niños, hacen mención a la violencia en general y muestran cómo lentamente se ha ido
reconociendo la violencia sexual dentro de los hogares. No menciona antecedentes,
pero recopila información de diversas instituciones, países, y reúne datos de
organizaciones tales como la OMS y UNICEF.
185
creciendo en cuanto a número de denuncias (recordemos que incluyen aquí los casos
que ingresan por la Ley de violencia doméstica), superando incluso en el 2011 a las
denuncias por rapiña, el tema produce menor preocupación que la violencia delictual
en la opinión pública. Esto se evidencia en el informe también, pues es al tema que le
dedican más espacio (20 carillas).
Marco Teórico
Sumado a ello, la violencia contra los niños se ha justificado por razones religiosas o
disciplinarias con diversidad de argumentos: se los sacrificaba para mejorar la especie,
como ofrenda a los dioses o método educativo y disciplinario.
Los egipcios, por ejemplo, ofrendaban una niña al río Nilo para que la cosecha anual
fertilizara mejor; en tanto que en la Grecia Clásica se arrojaban desde el monte
Taigeto a los niños enfermos y malformados. Roma cedía al pater familiare derechos
de vida o muerte sobre los hijos, con lo cual podían abandonarlos, castigarlos,
venderlos o matarlos. En Madagascar, las tribus tamalas con el fin de proteger a la
familia sacrificaban al hijo que había nacido en un día infortunado y en China, se
lanzaba a las fieras al cuarto hijo como método de control de la natalidad.
Es recién a partir del siglo XIX cuando se comienza a tomar conciencia del problema
y aparecen publicaciones en relación al tema. Santana-Tavira, Sánchez-Ahedo, y
Herrera- Basto (1998) aluden a Ambrosie Tardieu, quien realiza las primeras
186
observaciones de niños maltratados y describe el síndrome del niño golpeado en 1868.
Tardieu fue un catedrático de medicina legal en París, quien realiza esta descripción
luego de haber realizado 32 autopsias de niños golpeados y quemados hasta la muerte.
En 1871, en Nueva York, sale a la luz, el caso de una niña víctima de negligencia,
maltrato físico y emocional, llamada Mary Ellen. Una mujer vinculada a trabajos de
caridad, pidió ayuda a la “Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los
Animales”, pues hasta ese momento, no existía organismo o institución que se ocupara
de la protección a la infancia. Ella sostenía que los niño/as debían tener los mismos
derechos que un animal indefenso. A partir de ello y con el objetivo de ir
desarrollando un sistema de protección frente al maltrato infantil, se funda la
“Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Niños”.
Por otra parte, para algunos autores, como Bellinzona, et al. (2005), Sigmund Freud
(1856-1939) es pionero en cuanto al reconocimiento del abuso sexual como una forma
de maltrato infantil, pues es mencionado por él a propósito de la teoría de la seducción
(1905), asociando a la etiología de la neurosis con el abuso sexual que sufre un niño
por parte de un adulto, quedando los sedimentos en el inconsciente del sujeto.
Por tanto, es en la segunda mitad del siglo XIX cuando paulatinamente se van
originando respuestas contra la violencia hacia los niños.
187
disciplinar: el de la cultura Bárbara (1800-1860) y el del Disciplinamiento de la
Sensibilidad (1860-1920).
En 1959, las Naciones Unidas proclaman la Declaración de los Derechos del Niño,
marcando un hito en el proceso de defensa, en tanto sintetizan un decálogo de diez
principios, los cuales si bien no legislan tienen un importante peso moral.
Luego, en 1962, dicho autor, junto a Silverman, definen el síndrome del niño
golpeado, concepto que delimitaba las características clínicas de los casos que
ingresaron al servicio de pediatría del Hospital General de Denver, en Colorado. Pero
dicho concepto fue ampliado por Fontana quien indicó que la agresión además de
física podía ser emocional o por negligencia. A partir de ello sustituye el término
golpeado, por maltratado.
La prevención del abuso y el maltrato infantil, pasan a ser un deber de padres y/o
adultos responsables encargados del niño/a o adolescente. Ellos deben procurar
asegurar las mejores condiciones para su pleno desarrollo, velando por todo aquello
que implique su afectividad y su integridad.
De esta forma podemos coincidir con lo que plantea Pinheiro (2006) en el Estudio de
las Naciones Unidas sobre la violencia contra los niños (2006), en el cual tomando a
Reza, Mercy y Krug (2002), refieren a que se sabe de la existencia de diversas formas
de violencia contra los niños, entre ellas, castigos humillantes y brutales, mutilación
188
genital de niñas, desatención, abuso sexual, infanticidio, entre otras, desde hace
mucho tiempo, pero que hasta solo hace unas décadas, no se había concebido la
gravedad de este problema.
Tuana (2009) advierte en este sentido, que “El abuso sexual es un problema histórico,
que ha tenido momentos efímeros de visibilidad y luego ha vuelto a silenciarse”
(p.26).
Pinheiro (2006) en el Estudio de las Naciones Unidas sobre la violencia contra los
niños (2006), es categórico frente a la inaceptabilidad de la violencia y a la
enunciación de que se puede prevenir, pese a ello, reconoce que en la investigación
realizada, se ha confirmado la existencia de actos violentos contra la infancia a nivel
mundial y de forma independiente a la clase social, nivel educativo, cultura y origen
étnico. Es más, aún en contra de las obligaciones que reivindican los derechos
humanos y de las necesidades de desarrollo de los niños/as, la violencia para con ellos,
está admitida de alguna forma y según el estudio, en todas las regiones, siendo incluso
muchas veces autorizada por el Estado.
Pinheiro (2006) en el Estudio de las Naciones Unidas sobre la violencia contra los
niños (2006) plantea la multidimensionalidad de la misma, por lo que entiende es un
problema que exige respuestas multifacéticas y por ello combina la perspectiva de los
derechos humanos, la salud pública y la protección del niño. Para ello ha hecho uso
del importante crecimiento de producción científica que ha examinado causas y
consecuencias, con la inherente y paulatina mejora en la prevención y protección de
los niños. La OMS también coincide en que es posible la prevención del maltrato
infantil pero para ello es necesario un enfoque multisectorial.
El maltrato infantil (MI de ahora en más) no se presenta por tanto, de forma aislada,
sino que involucra factores biopsicosociales. Es un problema multicausal, en el que
189
intervienen las características del agresor y el agredido, el medio ambiente que los
rodea y los estímulos disparadores de la agresión.
Por otra parte, no hay una definición única y universal del MI, sin embargo, todas
coinciden en aspectos de vital relevancia, y entendemos están contemplados en la
expresada por la OMS (2014):
El maltrato infantil se define como los abusos y la desatención de que son objeto los
menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso
sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o
puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su
supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.
En esta misma línea, la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), estipula
respecto al maltrato intrafamiliar concretamente, en su Artículo 19, que:
Los Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para la recuperación tanto
física como psicológica del niño víctima de abandono, explotación o abuso, así como
su reintegración social.
Los Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para promover la
recuperación física y psicológica y la reintegración social de todo niño víctima de:
cualquier forma de abandono, explotación o abuso; tortura u otra forma de tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes; o conflictos armados. Esa recuperación y
reintegración se llevarán a cabo en un ambiente que fomente la salud, el respeto de sí
mismo y la dignidad del niño. (p.12)
1. Maltrato físico
a. Activo: toda acción que siendo no accidental y sea ejecutada por parte de los
padres o cuidadores, genere en el niño daño físico y/o enfermedad, o lo exponga a un
190
grave riesgo de padecerlos. Incluye por tanto: golpear, quemar, morder, tirar del pelo,
empujar, sacudir, entre otros.
2. Maltrato emocional
a. Por acción: refiere a la hostilidad verbal crónica la cual puede darse a través del
insulto, la burla, el desprecio o la amenaza de abandono. También incluye aislar,
aterrorizar, corromper, degradar, manipular, rechazar, amenazar y ser testigo de
violencia.
3. Abuso sexual
El MI es por tanto, no solo una evidente violación a los derechos humanos, sino que
además genera importantes consecuencias físicas y/o psíquicas que inciden
negativamente en el desarrollo del niño/a: desvalorización, sentimientos de culpa,
miedo y desconfianza en el mundo adulto.
191
En la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual (2013) se establecen
diferentes tipos de ASI: penetración anal o vaginal, sexo oral, exhibicionismo,
voyerismo, besos y/o caricias inadecuadas, tocamientos, manoseos, pornografía,
explotación sexual comercial.
Conclusiones
Desde lo manifiesto, los derechos del niño se proclaman y defienden, sin embargo, en
los hechos, resta mucho por hacer y son tomados aún como objeto de derecho. El
entramado histórico, social y cultural, camufla y esconde estas dos realidades: la
cultura “adultocéntrica” y las de las madres de los niños víctimas de ASI, quienes son
permanentemente estigmatizadas.
Asimismo, permanece “invisible” a pesar de los síntomas, tanto en los niño/as como
en las madres, e incluso por profesionales de la salud:
A pesar de los importantes avances, las iniciativas para la protección de los derechos
todavía son insuficientes. La no existencia de vías confiables para la denuncia
contribuye a que el ASI pase desapercibido.
192
fallas en la coordinación de las acciones, que alimentan los temores y la idea de que
son ellas las que tienen que estar interviniendo permanentemente para resolver esta
problemática.
Las resistencias sumadas a las dificultades económicas, hacen que la preocupación del
tratamiento sea pensando solo para con su hijo/a, relegándose ellas, con el cometido
de sostenerlos y reparar el daño que otro hizo, pero por el cual también se sienten
culpables.
Mientras tanto, el pasaje al odio para con el agresor, las desestabiliza dejándolas al
borde del acting tan peligroso y temido. Aquí es donde el apoyo familiar y del entorno
se cristaliza, y cuando está presente, oficia de contenedor.
El rol de la madre en el “ser creído” para con el niño/a es crucial, más que por
cualquier otro familiar, pues oficia como reparador, y fortalece el vínculo madre-
hijo/a
La madre es la figura protectora que puede sostener a ese niño/a y canalizar a través
de la denuncia, la posibilidad de elaborar y reparar. Es por tanto, pilar fundamental
para minimizar los daños.
4. Consideraciones finales
193
respectivamente. Dichos factores inciden en la escucha que requiere el niño y el
problema se agudiza y se reproduce, re victimizándolos, a través de la falta de apoyo y
de sostén de las instituciones y las unidades especializadas.
Asimismo, entendemos que el Estado, en tanto responsable de velar por los derechos y
en congruencia con lo que nos cuestionábamos acerca de la importancia de que
prestaciones como las que otorga la Ley N° 18.850 se contemplen de algún modo
también en el caso de ASI. El objetivo es proporcionar la ayuda para solventar gastos
que surgen a partir de la misma o de lo contrario, brindar los servicios esenciales de
manera adecuada.
El ASI, es una realidad que aún nos desafía, y por supuesto se ha avanzado mucho en
legislación y derechos humanos, pero aún nos queda capitalizarlos en la práctica.
194
MARCO TEÓRICO
MALTRATO INFANTIL
Las proposiciones que hace Ariés se refieren a los cambios que se van produciendo en
el correr del tiempo. Dichos cambios tienen múltiples causas y también múltiples
consecuencias. Las cuales se relacionan con los usos y costumbres, en general
relacionados con el control de la sexualidad y la organización de las fiestas (elemento
muy importante en las sociedades antiguas). La sociedad industrial genera nuevos
espacios para el niño y los adultos. El espacio del niño cambia a nivel familiar, ya que
comienza a tomar importancia la educación, a partir de la cual el niño es separado de
la familia en la escuela, colegio por largos períodos. Considera que esto no puede
suceder si no es porque la familia tiene un lugar diferente. La cual se convierte en un
espacio de afecto, entre los esposos, entre los padres y los hijos, por lo que la
educación de los mismos pasa a ser algo fundamental. Es a partir de Rousseau en 1762
al publicar “Emilio o De la educación” que da impulso a la familia moderna.
Comienza entonces, la idea de preparar al niño para el mundo adulto a través de las
instituciones escolares, la cual generó una separación entre niños, niñas y los adultos.
Los niños comienzan no solo a pertenecer a su ámbito familiar sino también a
instituciones como la escuela y la iglesia.
En ese tiempo surgen y coexisten dos tendencias, una en la que los padres se
encuentran muy entusiasmados con sus hijos, a los que consideran más maduros y
despiertos. Y la otra quienes denuncian esta complacencia de los padres en la
educación de los niños, considerando que mimarlos provoca debilidad.
Cohen Imach (2010) considera que se revelan tres cambios fundamentales a partir del
siglo XV, que llevan al concepto de infancia, principalmente en las ciudades europeas:
1) Preocupación por los aspectos médicos del niño. En ese momento comienzan a
fajar a los niños. Allí surgen dos opiniones diferentes unos consideran que muestra
cuidado y atención, para otros es el símbolo de las imposiciones que sufre el niño, lo
que no es bueno para su desarrollo.
195
2) La entrega por parte de algunas madres de los niños a amas de cría. Por un lado,
esto se relaciona con que la mujer comience a tener otros espacios de los que tenía
asignados. La medicina, entre otros, considera que la mujer se aparta de su función
productora, en tanto educadora, reduciéndose a un papel de reproductora.
La mortalidad infantil evitable, los millones de niños que mueren por año de
enfermedades curables, por falta de higiene, por falta de agua y alimentos que sí
existen y se dilapidan, los millares de niños que mueren apaleados, revelan que la
pesadilla no ha terminado. Y muestran un cuadro inexplicable: si bien las condiciones
económicas y la injusticia en la distribución de los recursos haría pensar que el destino
de los niños es diferente para aquellos que viven en los países desarrollados y aquellos
que viven en los países dependientes, para aquellos que pertenecen a tal o cual clase
social, género o etnia, la realidad actual revela que los malos tratos, los abandonos y la
violencia no están exclusivamente destinados a los que nacen en medios carenciados.
La violencia contra los niños de clases altas, el maltrato por omisión, el abandono al
que son sometidos, bastan para demostrar que el amor maternal, lejos de ser “natural”
o de estar influido por razones económicas, es una construcción “artificial” no lograda
del todo. (Volnovich, 1999)
196
disciplinado a golpes, muchas veces de rebenques y tableros. Tampoco era muy
afectivos principalmente con sus hijos varones a quienes sí se les daba afecto iban a
ser débiles. El padre era una figura autoritaria e incuestionable.
Síndrome de Münchausen by Proxy que consiste en la creación por parte del adulto
de signos y síntomas en el niño que confunden al médico tratante. El niño es así
sometido a peligrosas maniobras diagnósticas y terapéuticas (Ej. La madre contamina
la muestra de orina del niño con sangre menstrual o le administran dosis excesivas de
laxante)
Abuso fetal como todo acto que de manera intencional o negligente cause daño al niño
por nacer, como exceso de alcohol, tabaco, drogas. Ritualismo.
Niños de la guerra.
CARACTERÍSTICAS FAMILIARES
Características de los padres: Existen estudios que muestran una relación entre padres
maltratadores y su infancia como víctima de maltrato. El psicoanálisis intentó dar
respuesta a esta problemática, si bien dicha respuesta es más abarcativa, se puede
pensar la “compulsión a la repetición” como forma de comprender lo que sucede.
Cohen Imach (2010) comenta: El padre suele ser agresivo, tener baja autoestima,
presenta sentimientos de soledad, que se manifiestan en distintas formas de
aislamiento social y hostilidad, es una figura dominante y controladora en su familia,
197
posee concepciones erróneas en relación con el desarrollo normativo de los niños y
basándose en ellas, atribuye maldad a ciertos comportamientos de sus hijos. (p.83)
La misma autora plantea sobre las madres maltratadoras que las mismas suelen
presentar rasgos de inmadurez afectiva, dependencia, desvalorización de sí misma,
inseguridad, baja autoestima, “dificultad para tolerar las preocupaciones que un hijo
trae aparejadas y reaccionan frente a ellas de forma impulsiva y en forma
descontrolada hacia el niño.” (p.84)
Sobre el abuso sexual, Perrone y Nannini (1997) consideran que existen dos tipos de
abusadores. El primero, son hombres suaves, reservados, que aparecen frente a los
demás como moralistas, sumisos, que pueden generar en los niños sentimientos de
ternura y de protección. El segundo, son violentos con la víctima, tienden a controlar,
someter, usando violencia física y psicológica. Las madres que abusan se podrían
enmarcar dentro del primer grupo de Perrone y Nannini, comparten con dicho grupo el
no ejercer presión ni violencia.
Estas personas fueron golpeadas y humilladas a una edad tan temprana que nunca les
fue posible vivir conscientemente en su interior las experiencias de aquel niño
desamparado y atacado, pues para ello hubieran necesitado del adulto comprensivo y
coadyuvante que les faltaba” (P. 69)
Los niños se pueden desenvolver en forma dócil o en otros casos con conductas de
dominio (identificación con el agresor). Debajo de ambas conductas se encuentra baja
autoestima. Unos se comportan con poca flexibilidad corporal, gestual y otros lo
hacen en forma hiperactiva, mostrando la pobreza en la simbolización. Es frecuente,
principalmente en abuso sexual, que presenten trastornos del sueño, como forma de
controlar y vigilar todo lo que sucede, o no querer dormir por las pesadillas o
flashbacks, lo que provoca insomnio de conciliación. También en los caso de abuso
sexual casos pueden presentarse conductas sexualizadas, conocimiento precoz de
sexualidad.
Más allá del tipo del maltrato que el niño haya padecido, los signos que más
destacados son:
a) Agresividad: estos niños suelen ser más agresivos que sus compañeros de clase. Su
agresividad es más fácil de provocar, más intensa y más difícil de controlar. Si bien la
198
mayoría de esos niños no delinquen en su vida futura, una proporción muy alta de los
sujetos que cometen delito ha sido severamente maltratada en su infancia.
b) Autoagresividad: en muchos casos las víctimas del maltrato infantil incorporan una
modalidad autoagresiva para resolver los conflictos, representada mediante intentos de
suicidio o suicidios concretados al llegar a la adolescencia (Bringiotti, 2006). Diversas
investigaciones muestran que los niños maltratados con depresión infantil tienden a
atribuir los sucesos positivos a elementos externos, mientras que se adjudican los
negativos a sí mismos.
c) Baja autoestima: una de las principales características de estos niños, que parece en
la mayoría de las investigaciones y se confirma en el trabajo clínico con ellos, es su
baja autoestima, que casi siempre va unida a sentimientos de desesperanza, de tristeza
y de depresión, dado que han sido objeto (principalmente en el abuso sexual) de un
abuso de confianza, de inseguridad y falta de confianza tanto en sí mismo como en los
otros.
TRAUMA
199
Al no ser capaz de esa representación simbólica, el acontecimiento no puede ser
narrado, no puede ser puesto en palabras. La persona no logra armar una historia
organizada ya que determinados fragmentos del suceso que lo ha perturbado no
pueden recordarse. Puede suceder también que los fragmentos se agolpen en su mente
en cantidades de imágenes y sensaciones sin lograr armar una narración clara y bien
integrada.
Consideran que la magnitud del trauma se relaciona con el tipo de vínculo entre la
víctima y el maltratador, tipo de maltrato, duración, grado de agresividad física o
mental que utilice sobre el niño y la ausencia de una figura protectora. El niño queda
así sujetado en su desarrollo psíquico, incapaz de defenderse, presentado una serie de
síntomas que dificultan su normal vínculo con los otros y con sí mismo.
200
seguridad que le es esquiva. Es la forma que encuentra el niño violentado en su
psiquismo de compatibilizar el amor y la necesidad hacia el adulto o la familia que
siente amenazante y que le provoca sentimientos de rabia, desconfianza y le causan un
profundo dolor. Utilizará así el mecanismo de defensa de la disociación para poder
responder a las demandas parentales y creencias patológicas de sus padres, poniéndose
a su vez a salvo sus conflictos internos como forma de minimizar el estado de
confusión interna y poder vivir una vida sin incongruencias.
Corman (1979) utilizó como antecedente inmediato al test “Blacky Pictures Test”,
creado en EE.UU en 1946 por G. Blum, cuyo héroe es un perrito llamado Blacky.
Ambas técnicas incluyen un mismo personaje en todas las láminas, a diferencia del
CAT-A, que cuenta con diferentes animales. El autor considera que la elección de un
solo tipo de animal para las láminas, hace que el niño pueda proyectarse en él de
forma más expresiva e intensa.
INTRODUCCIÓN
201
réplicas violentas, tanto en la red social como en la familia. Si estos aprendizajes no se
llevan a cabo, es decir, sino se toman en cuenta la diferencia, la singularidad y los
deseos de cada persona, aparece la violencia, y ésta se vuelve el modo habitual de
resolver los conflictos familiares.
Antaño la violencia parecía ser un signo del destino y de lo inevitable. Hoy en día la
justicia interviene más a menudo en los asuntos familiares, porque cada vez hay más
quejas de personas que resultan víctimas de violencia familiar, lo cual revela una
mayor disposición social a ocuparse de esa problemática. Actualmente existe una
tendencia a asimilar espacio familiar y espacio familiar y espacio social.
Pero a pesar de que ahora se escucha a quienes padecen tales problemas, las maneras
de resolverlos e intervenir en los sistemas familiares con interacción violenta siguen
siendo un desafío. Así pues, la evolución natural lleva a buscar, en diferentes niveles,
los modos de intervenir para remediar, calmar o resolver este tipo de problemas.
Premisas
202
Tercera premisa: En principio, debe darse por sentado que todo individuo adulto, con
capacidad suficiente para vivir de modo autónomo, es el garante de su propia
seguridad. Si no asume esta responsabilidad, estimula los aspectos incontrolados y
violentos de la otra persona, con lo que organiza y alimenta una interacción de
carácter violento.
Esta idea nos permite concebir las relaciones humanas desde un punto de vista
transaccional, donde cada individuo debe realizar operaciones tendientes a garantizar
su seguridad personal.
Cuarta premisa: Cualquier individuo puede llegar a ser violento, con diferentes
modalidades o manifestaciones. La violencia y la no-violencia, más que estados
opuestos y excluyentes, corresponden a una situación de equilibrio inestable en un
mismo individuo. Éste no es de por sí violento, pero en determinado contexto o
determinada interacción puede manifestar violencia.
Estas cuatro premisas nos sitúan en una perspectiva sistémica, donde se estudia la
participación de cada persona en el funcionamiento del sistema y se considera que
cada uno tiene que hacerse y pensarse responsable de sus propios comportamientos.
Ahora bien, es necesario definir algunos términos que se utilizarán con frecuencia en
este trabajo. Resulta pertinente comenzar por establecer la diferencia que existe entre
los conceptos de agresividad y de violencia. A través de los siglos, la significación, la
203
connotación y las implicaciones morales de cada una de esas palabras han cambiado, y
hoy se les atribuye un sentido diferente según el contexto social y político al que se
esté haciendo referencia.
El concepto de violencia por primera vez en el siglo XII. Significa el uso abusivo de la
fuerza, el acto de servirse de ésta para obligar a alguien a obrar contra su voluntad, y
esa fuerza puede aplicarse a través de la acción física, la intimidación o la amenaza.
204
El primer paso para elaborar los modelos circulares de comunicación en las
interacciones violentas consiste en identificar las representaciones observadas en
alguna secuencias.
La génesis de la violencia
El orden, las jerarquías, el poder y el lugar que ocupan los individuos en relación con
los demás se organizan a partir de la fuerza, la que llega así a ser la primera ley del
hombre. Desde siempre, el hombre utilizó la fuerza para dominar y transformar la
naturaleza y para asegurarse la supervivencia en el nicho ecológico, pero también para
sojuzgar a los más débiles, cuando cuerpos y bienes podían servir para satisfacer los
deseos de los más poderosos.
205
René Girard estima que el deseo no se limita a la relación entre un objeto y un sujeto.
En realidad, se trata de situaciones de rivalidad alrededor del mismo objeto: “La
rivalidad no es el fruto de una convergencia accidental de dos deseos sobre el mismo
objeto. El sujeto desea el objeto precisamente porque el rival lo desea”
Características de la ley
El hombre mantiene una relación confusa con la ley. Habitado por el deseo,
imprevisible en sus reacciones y su conducta, también mantiene con sus semejantes
una relación confusa y tan compleja como su propia naturaleza.
206
El sujeto pretende ser totalmente libre, actúa con el propósito de satisfacer su deseo,
toma al otro -su semejante- como un objeto destinado a procurarle placer, y ejercer el
dominio y la coerción sobre él, valiéndose de su fuerza o su poder para someterlo.
Es importante destacar que el individuo fluctúa entre un estadio y otro y que, si acepta
o repudia un estadio superior estando en uno inferior, es porque ha comprendido que
esa etapa superior existe. Esto significa que un individuo, aun teniendo conciencia de
la existencia de un estadio más evolucionado, puede negarse a pasar de él.
207
En este estadio predomina aún la ley del más fuerte. Cuando estos sujetos se topan
con los límites, los rechazan y se consideran a su vez amenazados. La confrontación
es inevitable, pues, en efecto, esas personas son un peligro para el orden establecido
por la sociedad.
Se opera pues una triangulación entre el sujeto, el objeto deseado y la ley, que permite
una elección y abre un dilema entre transgresión y renuncia (para evitar el castigo). En
este estadio, el individuo renuncia a su deseo sólo porque la ley lo amenaza y lo vigila.
En el momento en que estima que está fuera del alcance de esa mirada para realizar la
acción prohibida, cometerá la transgresión.
En el estadio 3 la ley está asociada a la protección del otro: el individuo acepta que
es necesario proteger a los demás de su propia pulsión y de su propio deseo.
208
propios desbordes así como los demás. Llega entonces a aceptar la ley como la
instancia que protege a todos “a mi de los demás y a los demás de mi”.
209
transformación en la continuidad: a partir de la integridad de uno mismo se llega a
aceptar la similitud y la diferencia respecto de los demás para convivir con ellos.
En lo que concierne a las interacciones con los individuos a los que se considera
situados en la posición de imponerse, es imperativo poder crear condiciones para
protegerse y para proteger a quienes son susceptibles de sufrir la “ley” de aquellos.
Frecuentemente, observamos que, en un grupo (familia, clase, escuela, contexto
laboral…). En la imposibilidad de fijar los límites convencionales, es conveniente
establecer en lo inmediato, los límites posibles, aun cuando ello implique establecer
una distancia provisoria entre la norma y la transgresión.
Por consiguiente, es esencial crear un contexto de contención en el cual cada uno tome
una responsabilidad que esté a la medida de sus capacidades, de modo tal que, en un
grupo, la contención corresponda a todo y a cada uno.
En el mismo sentido, debe crearse inmediatamente un vínculo con aquel que quiere
imponerse, hay que establecer un intercambio que sea vector de reconocimiento y no
de confrontación. En este tipo de interacción es pertinente no tratar de imponerse, sino
de hacer valer las circunstancia, el contexto y la ley, entendidos como metaniveles en
210
los cuales, tanto el sujeto como el profesional que interviene, se encuentran sometidos
a la misma obligación.
2: La interacción violenta
211
Numerosas investigaciones llevaron a un descubrimiento fundamental concerniente a
la forma e violencia. La violencia no es un fenómeno indiscriminado o multiforme.
Más bien, adopta dos formas distintas:
- la violencia agresión, que se encuentra entre personas vinculadas por una relación de
tipo simétrico, es decir, igualitaria;
- o la violencia castigo, que tiene lugar entre personas implicadas en una relación de
tipo complementario, es decir, no igualitaria.
Violencia y agresión
Puesto que se trata de una relación igualitaria, la escalada desemboca en una agresión
mutua. Poco importa que uno sea más fuerte físicamente, ya que la verdadera
confrontación se realiza más bien en el nivel existencial. Quien domina en lo corporal
puede no dominar en los psicológico, y la rivalidad se desplaza hacia otro ámbito. Los
actores tienen conciencia de esta forma de violencia bidireccional, recíproca y pública.
Cuando se trata de violencia agresión entre adultos, se observa que los interlocutores
aceptan la confrontación y la lucha. Por ejemplo, el marido puede pegarle a su mujer,
pero ésta le arroja un objeto o lo insulta.
Cuando se trata de violencia agresión entre adultos y niños, el caso más corriente es el
estallido de cólera seguido de golpes dirigidos a un niño que no se somete.
212
En ambos casos, y en la continuidad de la relación simétrica, tras la agresión suele
haber un paréntesis de complementariedad que hemos denominado pausa
complementaria.
Violencia castigo
213
En la relación complementaria, la violencia toma forma de castigo y se inscribe en el
marco de una relación desigual. Se manifiesta en forma de castigos, sevicias, torturas,
negligencia o falta de cuidados. Uno de los actores reivindica una condición superior a
la del otro y se arroga el derecho de infligirle un sentimiento, muchas veces cruel, a
quien, por definición, coloca en una clase inferior a la suya.
Cuando se trata de violencia castigo entre adultos, se observa que quien controla la
relación le impone el castigo al otro mediante golpes, privaciones o humillaciones.
En la violencia castigo no hay pausa. El actor emisor considera que debe comportarse
así y a menudo el actor receptor está convencido de que tiene que conformarse con la
vida que le imponen. Al no haber pausas, esta violencia permanece escondida y toma
un carácter íntimo y secreto. Ninguno de los actores habla de ella en el exterior.
214
agresividad frente a la agresión; esta ausencia se refleja en la incapacidad de oponerse
y de protegerse en un contexto de relaciones hostiles.
Por último, se puede identificar un tercer tipo de violencia que constituye una variante
de la violencia castigo: se trata de la violencia castigo con simetría latente. Ésta se
observa cuando el sujeto que se encuentra en la posición baja, obligado a sufrir el
castigo, se resiste a pesar de la relación desfavorable de fuerzas. Aunque debe
someterse a la violencia, muestra su desacuerdo y la voluntad de oponerse, lo cual con
frecuencia aumenta la intensidad del castigo que apunta entonces a quebrar el núcleo
de simetría.
Está violencia se observa con frecuencia en familias en las que, durante años, uno de
los adultos ejerce una autoridad despótica sobre todos los demás miembros que, por su
parte, se acomodan mejor o peor a está realidad. Sin embargo, hay uno que, a pesar de
la presión, se resiste y sufre la penitencia destinada a doblegarlo y a hacerlo abandonar
su posición. Este sujeto percibe que nadie lo protege y conserva una secreta hostilidad
hacia los demás. En este tipo de violencia es frecuente el pasaje al acto (delitos contra
la familia, agresión o suicidio).
La distinción entre las tres formas de violencia - agresión, castigo y castigo con
simetría latente -.
215
La violencia se manifiesta de forma ritualizada: cierta escena se repite de manera casi
idéntica una y otra vez.
Aspecto espacial
Aspecto temporal
Aspecto temático
216
Puede utilizarse el término “temático” por cuanto hay acontecimientos, circunstancias
o contenidos de comunicación que desencadenan el proceso. En algunas familias basta
que ocurran determinados acontecimientos, que se den ciertas circunstancias o que se
recuerden determinados temas para que se produzca sistemáticamente una disputa e
irrumpa la violencia.
Los aspectos espaciales, temporales y temáticos tienen una fuerte carga emocional,
relacionada con la historia personal de los actores y con la de su interacción.
Es evidente que tales mensajes verbales o no verbales actúan como la chispa que
enciende el fuego y determinan el pasaje al acto. En el marco del estudio realizado, se
pudo observar que siempre hay una poderosa actividad que autoriza el pasaje al acto y
anuncia el episodio violento. Es necesario identificar este mensaje particular en las
transacciones, ya que el provocará inmediatamente la agresión física.
217
La relación simétrica se mantiene en un equilibrio rígido. Todo aumento de poder de
uno u otro obliga a un inmediato reequilibrio. Así pues, algunos mensajes puntuales,
analógicos o digitales funcionan como activaciones simétricas en el seno de las
relaciones complementarias, y como activaciones complementarias en el seno de las
relaciones simétricas.
Estos fenómenos deben ser analizados desde un punto de vista comunicacional. Más
que hablar de actitudes, comportamientos e intenciones, conviene analizar los efectos
que estos mensajes tienen en la interacción. Son señales de que está sucediendo algo
peligroso. El equilibrio previo, simétrico o complementario, se ve amenazado por un
gesto o una mirada capaces de romperlo.
4: El acto violento
Para vivir en sociedad y organizar su universo, el hombre necesita contar con algunos
puntos de referencia fundamentales que delimitan el tiempo y el espacio, dándoles,
directa o indirectamente, un sentido al devenir y una connotación a los actos vividos.
Cada persona es protagonista, testigo o depositaria de las situaciones vividas por ella o
por los otros, y el valor que les dé la mirada de acontecimientos dependerá de la clave
de decodificación personal o colectiva.
El hombre que vive en sociedad confiere a todo lo que percibe un sentido y un valor
para construir su propio mapa del mundo. De hecho, poniendo orden en el conjunto de
sus percepciones, realiza operaciones de distinción y construye su universo cognitivo.
218
El concepto “modelo del mundo, ya que supone haber integrado en su mapa un orden
del mundo establecido por las generaciones precedentes, el que por otra parte resulta
compatible con la propia clave personal de descodificación.
Como es obvio, cada persona pone a prueba su propio sistema de creencias, lo que
moviliza y pone en juego estrategias de acomodación o de defensa y también
mecanismos que posibilitan las transformaciones, en propio sistema y en el del otro.
Todo sistema de creencias, e incluso toda ideología, posee una fuerte coherencia
interna, una suerte de coraza protectora contra las sacudidas que depara la
confrontación con otra realidad.
Los sistemas de creencias que fueron encontrados en los casos de violencia contenía
muchos modelos formales e idealizados: cómo debe ser una buena familia, cómo
deben ser un buen bebé y una buena madre, etc. Estas personas viven encerradas en
219
moldes de exigencias o expectativas inalcanzables, que el comportamiento de cada
uno de los miembros de la pareja pone en evidencia.
Una vez que el niño posee su propio sistema de regulación, el relé ya no necesita
seguir funcionando. La complejidad y la madurez marcha a la par de la capacidad de
regulación.
220
Según las definiciones usuales, un relé puede ser:
1. Un lugar o una persona intermediaria entre otras dos.
2. Un aparato destinado a producir determinadas modificaciones en un circuito
cuando en ese mismo circuito se dan ciertas condiciones.
3. Un dispositivo que retransmite la señal que recibe, amplificándola.
4. Un dispositivo que controla la intensidad de la corriente en el circuito
El relé hace a veces de puente entre dos polos y además ejerce un control sobre la
corriente que pasa. Por lo tanto, es sensible al lugar intermedio, a la relación, a las
tensiones de la comunicación.
El relé se activa cuando detecta una perturbación en lo que antes fue llamado
“estabilidad ideal de la relación”. Por lo general, su intervención apunta a evitar que se
amplifiquen los trastornos que dieron origen a la señal. A modo de ejemplo, podemos
citar el caso de alguien que no reacciona cuando oye los gritos de sus vecino, pero que
sí lo hace tan pronto como le llegan ruidos de objetos rotos.
Además, se ha de considerar que aunque el sistema violento necesita del relé, también
éste necesita de aquél.
221
servicios. Esto es particularmente frecuente cuando el relé forma parte de la red
familiar.
La violencia agresión provoca en los actores una conflictiva rivalidad al tiempo que no
les permite reconocer la autoridad. se comprueba que les resulta imposible aceptar las
reglas restrictivas pues experimentan un sentimiento de omnipotencia y no perciben
ninguna frontera en los subsistemas padres/hijos, docente/alumno, por ejemplo.
La violencia con simetría latente tiene múltiples consecuencias a causa del sentimiento
de abandono, de impotencia y de injusticia experimentado durante años.
7: Terapia de la violencia
222
Existe una segunda forma para escapar de la violencia, en la que se tiende a modificar
las condiciones de su aparición. Estas salidas introducen diferencias que vuelven muy
difícil el uso de la violencia, ya sea en el momento mismo o más adelante. Son las
salidas de resolución.
Salidas de evitación
Cuando dos personas se hallan vinculadas por una relación simétrica utilizan
determinadas estrategias para evitar la violencia que se presentaría en forma de
agresión, según fue explicado precedentemente.
223
Lo que a continuación se enumeran son diferentes mecanismos que hemos podido
identificar en los casos de personas que han resuelto definitivamente el problema de la
violencia. En este caso, varias salidas de resolución son utilizadas simultáneamente.
224
- Aprendizaje ligado al estado (bioquímico): cuando el sujeto vive una
experiencia emocionalmente significativa se producen anclajes bioquímicos y
neurobiológicos que condicionan ulteriormente su comportamiento.
Protocolo de tratamiento
225
- Las alternativas a la violencia: cuando la violencia se detiene, cede su lugar
a otras cuestiones de relación que son la verdadera materia de la terapia. En ese
momento es prioritario establecer ritos, procesos de desviación o bloqueo de
los actos de violencia. La terapia comienza cuando la violencia se detiene.
En ciertos casos, quien interviene puede tener dificultades para saber si se trata de
violencia agresión, de violencia castigo o de violencia castigo con simetría latente. Los
elementos de análisis pueden aportar indicios en uno u otro sentido. Pero el relato que
la persona trata haga de su vivencia, de los hechos, su posición existencial, la
importancia y las intenciones que le atribuya al otro, serán parámetros esenciales para
el diagnóstico. La simetría y la complementariedad, aunque son dos conceptos clave,
no denotan un dualismo relacional antagónico y excluyente. Hay simetría en la
complementariedad y complementariedad en la simetría.
226
En la violencia castigo, el castigo podría mantener veleidades de resistencia, pero la
relación de fuerzas es tan despareja que termina por resignarse a sufrir la violencia.
Obsérvese que la complementariedad no siempre significa aceptación por parte de la
persona en posición baja, sino que puede serle impuesta por la fuerza o por
determinantes exteriores.
La violencia castigo con simetría latente permite visualizar claramente este caso. Se
observa la evolución de una violencia castigo hacia una violencia agresión o hasta una
forma de violencia castigo dirigida a los más débiles. En otras palabras, la violencia
sufrida se transforma en violencia ejercida en contra de los antiguos agresores o de
seres más indefensos.
La relación con la ley es el segundo punto que el trabajador social o el terapeuta debe
dejar en claro, para sí y para la familia. Ninguna acción terapéutica puede llevarse a
cabo “fuera de la ley” en complicidad con la familia.
Cualesquiera que sean las modalidades prácticas que se elaboren para cada caso, el
esclarecimiento de la relación con la ley es fundamental y particularmente importante
en el caso de la violencia complementaria. Ésta es la razón por la que en la primera
etapa del tratamiento debe determinarse el tipo de violencia.
227
La experiencia clínica muestra que la relación con la ley es diferente según se trata de
familias en las que tiene lugar la violencia agresión o la violencia castigo. En las
primeras, la ley no es extraña. Estas familias saben que la ley existe y la transgreden a
su pesar, con un sentimiento de malestar y culpabilidad.
Introducción de relé
En esta etapa, el operador hace las veces de relé o pide que otro cumpla esta función.
Se designa a alguien perteneciente a la red para que proteja a los actores e intervenga
en caso de intimidación o de comportamientos violentos.
Violencia agresión
Análisis del sistema de creencias
A fin de avanzar en la acción terapéutica, es preciso aclar.ar cuáles son los modelos de
comportamiento a los que los pacientes se refieren, qué modelo educativo los guía,
qué condición e importancia les dan a los conceptos de obediencia, respeto, etcétera.
Búsqueda de alianza
228
Alianza con todo el sistema apuntando al cambio. El objetivo del terapeuta en esta
etapa del trabajo consiste en posibilitar un reconocimiento mutuo del sufrimiento.
Cada uno debe aceptar que no sólo el otro debe cambiar. El terapeuta tiene que
mostrar la singularidad de cada uno, pero también su implicación y la responsabilidad
en cuanto al surgimiento de la violencia. Si se alcanza esta meta luego se puede definir
la violencia como un fenómeno interactivo.
Este tercero puede ser un miembro del sistema. Debe tener el poder, la
“neutralidad” y la disponibilidad suficientes para intervenir en la relación dual
de las parejas en simetría y evitar la violencia.
● Ritual: Los rituales que aquí son propuestos se sitúan después de las escenas
de violencia o las disputas que podrían haberse evitado. Estos rituales
“posviolencia” apuntan a reforzar la toma de conciencia con respecto a la
gravedad de los actos de violencia, del sufrimiento infringido a todos los
participantes, a canalizar la violencia y a subrayar la interacción social de la
violencia, su impacto y sus consecuencias, de tal manera que no vuelva a surgir
como una fatalidad. También están destinados a hacerse visibles y concreto el
acto violento para evitar que se transforme en una abstracción invisible.
Asimismo, debe convenirse que la realización del rito le corresponde a aquel
que ejerció la violencia, aun cuando haya habido provocación de la otra parte.
Este rito sirve para 1) obtener el acuerdo de los protagonistas implicados para
hacer una acción concreta y material con el fin de terminar con la violencia; 2)
dar carácter concreto y visualizar el acto violento; 3) recordar (observando el
229
montón de alimentos acumulados) que la violencia existió; 4) ampliar los
mecanismos de autocontrol y favorecer la capacidad de optar por actuar o
abstenerse; 5) transformar la agresión en un acto altruista.
Cambio en el consenso implícito rígido: El operador explica, saca a la luz las reglas
del consenso implícito rígido para desmontar el marco, salir de la rigidez, hace
imposible que las parejas “ignoren” su “juego” y sus modalidades. Sólo de ahí en más
se podrá discutir sobre los verdaderos temas conflictivos.Hay que trabajar sobre los
tres aspectos: bloquear los temas fuentes de violencia, cambiar el lugar y modificar las
secuencias.
230
Se trata pues de poner de relieve todas las acciones, los gestos y las palabras utilizados
por los actores que pudieron contribuir, durante el tiempo que duró la pausa
complementaria, para evitar la violencia y llevar una vida más cordial.
La integración de los reguladores es uno de los medios más eficaces para disminuir las
respuestas violentas. A no dudarlo, la confrontación con el juez o la policía, la cárcel,
etc.
Otras terapias
Una vez detenida la violencia emergen otros síntomas que hasta entonces ella había
mantenido ocultos, como depresión, o trastorno del narcisismo. Estos síntomas
plantean la necesidad de un tratamiento más allá de la terapia puntual de la violencia.
Violencia castigo
Análisis del sistema de creencias
Antes de intentar una alianza con el actor emisor es preciso trabajar sobre su sistema
de creencias, puesto que la organización de la alianza estratégica se basará en las
“verdades” del paciente, ya sea para utilizarlas o bien para evitar la confrontación
directa con sus modelos. Si no procedemos así, quien se encuentra en posición
dominante puede sentirse amenazado y esto a veces lleva a un repliegue de toda la
familia o a una intensificación de la amenaza y del castigo sobre la víctima. No es
231
posible realizar cambio alguno sin comprender el sistema de creencias del paciente, ni
tampoco enfrentándolo.
Búsqueda de la alianza
Hacer alianza no significa justificar y legitimar la violencia ejercida sobre el otro, sino
abstenerse de formular juicios de valor y decidir una opción estratégica.
Hay que admitir que el tratamiento de la violencia castigo presenta más dificultades
que el de la violencia agresión a causa de la posición defensiva, hostil o de rechazo de
los sujetos que ejercen la violencia sobre otros. En este grupo se encuentran los
individuos que sufren patologías graves de la conducta.
232
han demostrado ser eficaces para que el actor tomara conciencia y bloqueara
los actos violentos.
- Reencuadrar las actividades puntuales: Es un medio tan eficaz aquí como en el
caso de la violencia agresión.
- Cambiar el sistema de creencias: Para introducir dudas en el sistema de
creencias de la persona se puede inducir otra versión de la realidad, que ponga
en evidencia determinadas percepciones personales o “cegueras” que han
interferido en la relación con el otro.
- Integrar al regulador: Los reguladores, según ha sido explicado, son instancias
exteriores que, una vez interiorizadas, actuarán como inhibidores del acto
violento.
Si tras los primeros contactos el actor violento rehúsa el tratamiento o cualquier otra
forma de seguimiento, si se muestra irresponsable o intratable y si la alianza con él es
técnicamente imposible, se debe organizar una separación física y hacer lo necesario
para proteger la víctima y trabajar con el actor en posición baja, según las siguientes
secuencias:
- Cambiar la representación de sí mismo y la de sus relaciones con la persona
violenta: Por ejemplo: “Solo una persona muy fuerte y determinada puede
soportar la violencia y las humillaciones que tú has sufrido.” “Probablemente
usted tenga la capacidad de anestesiarse al dolor y sufrimiento. Es una gran
cualidad, pero no se fíe, porque en este momento resulta muy peligrosa para su
integridad física y moral.”
- Proponer modelos de simetría relacional: Se procura alentar y modificar el
equilibrio de la relación desigual cambiando la posición del sujeto y buscando
alianza y apoyo exterior.
- Para ello, se le ha de hacer conocer su dignidad: Hay que mostrarle la fragilidad
del actor violento, respaldar la decisión de cambiar la relación y convencerlo de
su derecho a reivindicar la igualdad. El terapeuta debe guiarse por una norma
233
ética clara, en ningún caso la diferencia (sexo, edad, raza, etnia) puede justificar
la desigualdad. Dos palabras clave ayudan a completar esta noción: lo
inaceptable (lo que la persona no puede aceptar sin que constituya un atentado
a su dignidad) y lo inadmisible (lo que el observador estima incompatible con
su propia ética).
- Cambio del sistema de creencias: También la aproximación a la persona en
posición baja pasa por el conocimiento de su sistema de creencias, condición
previa para intentar las intervenciones destinadas a modificar la coherencia de
dicho sistema. Sus convicciones y la idea que ella se hace de su lugar o del
papel que ha representado en la relación con el otro han contribuido a
mantenerla en posición de víctima. Se trata de cambiar la idea del destino, de la
fatalidad, de la predeterminación inscrita en las instrucciones primarias legadas
y que han sido aceptadas como verdades inmutables.
- Otras terapias: Pueden completar la primera etapa del tratamiento o situarse a
continuación de ella. Como se verá más adelante, en ciertos casos extremos de
violencia castigo, la persona en posición baja está sometida a una influencia
psicológica que se manifiesta por un estado de conciencia alterada idéntico al
estado de trance. Se observa que “obedece” las órdenes del actor violento y se
abandona a su tiranía y su arbitrariedad. La violencia se ritualiza hasta la
perversión y la tortura.
Ineludiblemente, las situaciones de violencia castigo con simetría latente son las más
difíciles de seguir, de tratar y de enmarcar en un proceso de cambio.
234
La idea de referencia que debe guiar las intervenciones es que el sujeto que ha sufrido
la violencia castigo con simetría latente es refractario a toda eventualidad de volver a
colocarse en una posición baja (considerada ahora ultrajante) de someterse a una
autoridad (asociada al despotismo) independientemente de cuál sea el nuevo contexto.
Esta posibilidad despierta en él sentimientos de angustia y agresividad.
Save the Children (2012) Violencia sexual contra los niños y las
niñas. Abuso y explotación sexual infantil. Guía de material
básico para la formación de profesionales.
Introducción
El abuso sexual infantil es una de las formas más graves de violencia contra la
infancia y
235
conlleva efectos devastadores en la vida de los niños y las niñas que lo sufren. Sin
embargo, estas prácticas, que se han presentado siempre en la historia de la
humanidad, sólo han empezado a considerarse como un problema que transgrede las
normas sociales cuando -por un lado- se ha reconocido su impacto y las consecuencias
negativas que tienen en la vida y el desarrollo de los niños o niñas víctimas y -por otro
lado- se ha reconocido al niño como sujeto de derechos.
El abuso sexual infantil implica la transgresión de los límites íntimos y personales del
niño o la niña. Supone la imposición de comportamientos de contenido sexual por
parte de una persona (un adulto u otro menor de edad) hacia un niño o una niña,
realizado en un
contexto de desigualdad o asimetría de poder, habitualmente a través del engaño, la
fuerza, la mentira o la manipulación.
El abuso sexual infantil puede incluir contacto sexual, aunque también actividades sin
contacto directo como el exhibicionismo, la exposición de niños o niñas a material
pornográfico, el grooming o la utilización o manipulación de niños o niñas para la
producción de material visual de contenido sexual.
Cualquier forma de violencia sexual contra los niños y las niñas es un problema social
que tiene consecuencias en su vida, en su entorno y en todos y cada uno de los
contextos en los que el niño o la niña víctima se desarrolla. De ahí que los ámbitos
para la intervención en la protección de los niños y las niñas contra este tipo de
violencia incluyan, desde la familia y su entorno social, a los ámbitos educativo,
sanitario y policial, así como el legislativo y de políticas públicas.
Cabe diferenciar tres modos fundamentales en los que se manifiesta esta violencia de
naturaleza sexual contra la infancia:
1. Abuso sexual infantil con o sin contacto físico.
2. Imágenes de abuso sexual a través de las TIC.
3. Explotación sexual infantil y trata.
Definiciones
236
En la conceptualización del abuso y la explotación sexual infantil se encuentran
diversas definiciones de tipo psicológico, jurídico, médico y social que ponen el
énfasis en diferentes aspectos de esta realidad.
Por ejemplo, el Comité de Derechos del niño, en su Recomendación Nº 13, define así
el abuso y explotación sexual:
“Constituye abuso sexual toda actividad sexual impuesta por un adulto a un niño
contra la que este tiene derecho a la protección del derecho penal. También se
consideran abuso las actividades sexuales impuestas por un niño a otro si el primero es
considerablemente mayor que la víctima o utiliza la fuerza, amenazas y otros medios
de presión. Las actividades sexuales entre niños no se consideran abuso sexual cuando
los niños superan el límite de edad establecido por el Estado parte para las relaciones
consentidas.
A. Incitación o coacción para que un niño se dedique a cualquier actividad sexual
ilegal o psicológicamente perjudicial.
B. La utilización de un niño con fines de explotación sexual comercial.
C. La utilización de un niño para la producción de imágenes o grabaciones sonoras de
abusos sexuales a niños.
D. La prostitución infantil, la esclavitud sexual, la explotación sexual en el turismo.”
También prescribe una definición para los delitos relativos a la prostitución infantil:
“se entenderá el hecho de utilizar a un niño para actividades sexuales a cambio de
dinero o de la promesa de dinero, o de cualquier otra forma de remuneración, pago o
ventaja, con independencia de que dicha remuneración, pago, promesa o ventaja se
ofrezcan al niño o a una tercera persona:
a. Reclutar un niño para que se dedique a la prostitución o favorecer la participación
de un niño en la prostitución.
237
b. Obligar a un niño a dedicarse a la prostitución o beneficiarse de un niño explotarlo
de otro modo para tales fines.
c. Recurrir a la prostitución infantil.”
En el mundo
Por otro lado, el Estudio de Naciones Unidas sobre violencia contra la infancia, de
2006, menciona que una revisión de encuestas epidemiológicas de 21 países,
238
principalmente países de ingreso alto y medio, halló que por lo menos el 7% de las
mujeres (variando hasta 36%) y el 3% de los hombres (variando hasta 29%) afirmaron
haber sido víctimas de violencia sexual durante su infancia. Según estos estudios,
entre el 14% y el 56% del abuso sexual de niñas y hasta el 25% del abuso sexual de
niños fue perpetrado por parientes, padrastros o madrastras.
Datos y estimaciones
Con la ratificación de la Convención sobre los derechos del niño, los Estados tienen la
responsabilidad de adoptar medidas apropiadas y eficaces, legislativas y políticas, para
prohibir y erradicar la violencia contra la infancia, incluyendo el abuso y la
explotación sexual infantil.
Prevención
239
Persecución
Naciones Unidas establece que los Estados tienen que adoptar las medidas necesarias
para eliminar, tipificar como delito y castigar de manera efectiva todas las formas de
explotación y abuso sexual de niños -también en la familia o con fines comerciales-, la
utilización de niños y niñas en la pornografía y en la prostitución infantil, la trata de
niños y niñas, la explotación de niños y niñas en el turismo sexual, incluyendo los
supuestos en que esos actos se lleven a cabo a través de Internet.
Protección
Una de las circunstancias que inciden en la recuperación de los niños y las niñas
víctimas de abuso sexual o de explotación es la respuesta -institucional o del medio
social inmediato- que recibe ante la revelación, el descubrimiento o la denuncia de
esta situación de violencia.
La prevención es, de los tres aspectos, el que implica a la práctica totalidad de los
ámbitos de intervención pública y alcanza a la sociedad en su conjunto. La
sensibilización ante las múltiples formas de violencia sexual contra la infancia, la
educación de los niños y las niñas para su autoprotección y la adecuada formación de
los profesionales que trabajan desde distintos ámbitos con menores de 18 años para la
detección temprana de estas situaciones, son los ejes vertebradores de las
intervenciones en este sentido.
240
Factores que favorecen las dinámicas del abuso y la explotación sexual
infantil
Factores sociales
–– Falta de concienciación del niño o la niña como sujetos de derechos. Los niños son
particularmente dependientes de los adultos encargados de su protección.
–– Los estereotipos de género. Los parámetros de belleza y de éxito en los que se hace
una sobrevaloración del cuerpo y de los modelos que promueven los medios masivos
de comunicación.
–– Validación social de la violencia y el abuso del poder dentro de las relaciones
cercanas.
–– La tolerancia o validación social de ciertas formas de agresión física, de cierto tipo
de relaciones sexuales con niños o niñas.
–– El desconocimiento de la trascendencia que tienen las vivencias en la infancia para
el desarrollo y la vida de las personas.
–– Falsas creencias sobre la sexualidad infantil y de la sexualidad adulta.
–– Tolerancia social en la utilización de los niños, niñas o adolescentes en pornografía
o
en prostitución infantil.
–– Costumbres culturales que promueven el matrimonio temprano.
–– El consumo de alcohol y de sustancias psicoactivas ha demostrado ser un factor
asociado al abuso sexual infantil.
Factores familiares
Factores personales
De los niños o las niñas:
241
–– Los niños o las niñas que presentan discapacidad son más vulnerables a ser
víctimas
de todas las formas de violencia.
–– Niños y niñas más pequeñas.
–– Niños o niñas que no tienen vínculos de apego seguro con sus cuidadores o con
carencias afectivas.
–– Niños o niñas que crecen en un entorno de violencia de género.
–– Niños o niñas que no tienen información sobre situaciones de riesgo o que no
tienen información clara sobre sexualidad.
–– Las niñas están en mayor riesgo de ser víctimas de abuso sexual o de explotación
sexual que los niños.
De los agresores:
–– Familias donde se ejerce la violencia de género y donde los estereotipos machistas
influyen notoriamente en sus vidas.
–– Historias de infancia con presencia de maltrato físico, psicológico o sexual.
–– Poca capacidad de empatía.
–– Distorsiones cognitivas.
–– Consumo de pornografía infantil.
–– Trastornos de la personalidad psicopática.
Las manifestaciones que pueden presentar un niño o una niña víctima de abuso sexual
infantil son diversas. Es importante señalar que la ausencia o la presencia de algunas
de estas manifestaciones o síntomas no comprueban por sí mismas la existencia o no
de un abuso sexual hacia un niño o una niña.
Conocer las consecuencias y sintomatología originada por el abuso sexual infantil, sin
embargo, es muy importante para que los profesionales tengan elementos para su
detección y para una intervención adecuada.
Consecuencias físicas
–– Hematomas.
–– Infecciones de transmisión sexual.
–– Desgarramientos o sangrados vaginales o anales.
–– Enuresis, encopresis.
–– Dificultad para sentarse o para caminar.
–– Embarazo temprano.
242
Consecuencias psicológicas iniciales del abuso sexual infantil
Problemas emocionales:
–– Miedos.
–– Fobias.
–– Síntomas depresivos.
–– Ansiedad.
Baja autoestima.
–– Sentimiento de culpa.
–– Estigmatización.
–– Trastorno por estrés postraumático.
–– Ideación y conducta suicida.
–– Autolesiones.
Problemas cognitivos:
–– Conductas hiperactivas.
–– Problemas de atención y concentración.
–– Bajo rendimiento académico.
–– Peor funcionamiento cognitivo general.
–– Trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
Problemas de relación:
–– Problemas de relación social.
–– Menor cantidad de amigos.
–– Menor tiempo de juego con iguales.
–– Elevado aislamiento social.
Problemas funcionales:
–– Problemas de sueño (pesadillas).
–– Pérdida del control de esfínteres (enuresis y encopresis).
–– Trastornos de la conducta alimentaria.
–– Quejas somáticas.
Problemas de conducta:
–– Conducta sexualizada:
Masturbación compulsiva.
Imitación de actos sexuales.
Uso de vocabulario sexual inapropiado.
Curiosidad sexual excesiva.
Conductas exhibicionistas.
–– Conformidad compulsiva.
–– Conducta disruptiva y disocial:
- Hostilidad.
- Agresividad.
- Ira y rabia.
243
Trastorno oposicionista desafiante.
1. Mantén la calma y evita hacer preguntas que puedan intimidar al niño o la niña.
2. Puedes hacer preguntas más vagas para asegurarte de lo que ha querido decir o para
evaluar su seguridad. Ten en cuenta que no hay que presionarle para que cuente lo que
ha ocurrido, ni pedirle detalles de la situación de abuso sexual: esa es la tarea de los
profesionales encargados de la evaluación, en las condiciones para ello.
3. Creer al niño a la niña lo que te cuenta. No le culpes con preguntas como: ¿por qué
no has contado antes?, ¿por qué lo permitiste?, etc.
4. Mantener una actitud respetuosa con el niño o la niña víctima. Agradécele la
confidencia y explícale que deberás comunicárselo a alguien más porque temes por su
244
seguridad, de manera que no podrás mantenerlo en secreto. No es necesario que toda
la institución se entere de lo que le ha ocurrido al niño o la niña.
5. Reportar, a la mayor brevedad posible. Haz un informe escrito describiendo
exactamente lo que el niño o la niña ha contado.
6. Buscar atención especializada. Si crees que es un caso de urgencia y que el niño o la
niña corre un riesgo inminente, contacta con la policía o con los servicios sociales de
la zona. En internet, encontrarás los teléfonos y correos de contacto. En la Guía de
recursos de abuso sexual infantil, de Save the Children, hay información útil.
7. Explícale el siguiente paso al niño (por ejemplo, decirle que tendrás que informar a
quien tengas que hacerlo). Brinda explicaciones claras a los niños y las niñas y a sus
familias. Asume que es una situación que requiere una respuesta rápida y
especializada.
Código Penal
En primer lugar, es necesario repasar la norma donde se tipifican las conductas para su
persecución penal, lo que implica a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y
al ámbito judicial fundamentalmente.
245
En las sucesivas reformas, desde su entrada en vigor en 1995, se ha profundizado y
mejorado técnicamente la regulación de las agresiones y los abusos sexuales
cometidos sobre menores de 13 años. La última reforma incorporó un nuevo capítulo
denominado “los abusos y agresiones sexuales a menores de trece años” (art. 183 y
art. 183BIS). Entre los delitos en este sentido se encuentra tipificado el child grooming
o ciberacoso sexual contra la infancia, con el que se pretende dar respuesta a los
riesgos derivados del uso de las nuevas tecnologías, anticipando la intervención penal
cuando el propósito de la toma de contacto sea la comisión de un delito sexual contra
un menor de edad. Se incrimina de forma expresa la conducta del cliente de
prostitución de menores e incapaces y se crean modalidades agravadas en los delitos
de prostitución para el caso de que la víctima sea menor de trece años. En esta misma
reforma, se incorporó al Código Penal español el delito de trata en el artículo 177BIS.
Ley de Extranjería
III PESI
Este protocolo recoge expresamente el abuso sexual como una de las cuatro categorías
básicas de maltrato infantil y prescribe una serie de actuaciones generales y
particularizadas por ámbitos específicos.
246
Una de las actuaciones que prescribe este protocolo es el funcionamiento del Registro
unificado de maltrato infantil.
II PENIA
El plan recoge una lista de medidas operativas para la realización de los 5 objetivos
que se fija:
• Mejorar el conocimiento de la realidad.
• Prevención y sensibilización social.
• Mejorar la protección.
• Revisar el marco jurídico.
• Mejorar los mecanismos de cooperación internacional.
Uno de los objetivos que se fija el plan es impulsar los derechos y la protección de la
infancia con relación a los medios de comunicación y a las tecnologías de la
información en general.
Estándares internacionales
Naciones Unidas
• Comité de los derechos del niño. Vigilancia del ejercicio de los derechos del niño
247
El Comité de los derechos del niño es el órgano de expertos independientes creado por
la propia Convención que supervisa su aplicación por los Estados parte. El Comité
también supervisa la aplicación de los protocolos facultativos de la Convención
relativos a la participación de niños en los conflictos armados y a la venta de niños, la
prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía.
Consejo de Europa
248
tiene como objetivo supervisar la puesta en práctica de las medidas previstas en el
convenio en cada país.
Pretende proporcionar a los niños y las niñas, sus familias y cuidadores y las
sociedades conocimientos y herramientas para prevenir la violencia sexual contra los
niños, niñas y adolescentes y, de este modo, crear conciencia acerca de todo lo que
constituye violencia sexual contra la infancia.
Unión Europea
Análisis de la realidad
249
reconstruye el camino judicial que un niño o niña y su representante legal tienen que
seguir en España para lograr protección y justicia en casos de abuso sexual infantil.
Formación de profesionales
250
• Guía básica para la identificación, derivación y protección de las personas
víctimas de la trata con fines de explotación sexual (Red española contra la trata
de personas, 2010)
Incidencia política
Dirigida al Gobierno, así como al resto de instituciones del Estado, con propuestas
específicas para una mejor protección y garantía de los derechos de la infancia en
nuestro país durante la X Legislatura.
Informe de Save the Children en el que se pone de manifiesto la necesidad de una Ley
integral para combatir la violencia contra la infancia que, entre otras cosas, identifique
las distintas formas de violencia y promueva políticas de prevención.
Los Estados Partes se comprometen a proteger al niño contra todas las formas de
explotación y abuso sexuales. Con este fin, los Estados Partes tomarán, en particular,
todas las medidas de carácter nacional, bilateral y multilateral que sean necesarias para
impedir:
La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño establece los compromisos
asumidos por los Estados que la ratifican para proteger a los niños, niñas y
251
adolescentes contra toda forma de abuso y de explotación sexual. Asimismo, el
Protocolo Facultativo de esta Convención, relativo a la venta de niños, la prostitución
y la utilización de niños en pornografía, compromete a los Estados a legislar
debidamente para garantizar, ante todo, la protección de los niños, niñas y
adolescentes y a penalizar a los adultos implicados en estas situaciones que vulneren
sus derechos. No solamente quienes promueven y facilitan la prostitución infantil
están cometiendo un delito, sino también quienes la consumen.
INTRODUCCIÓN
252
Se considera el fenómeno de la ESCIa en un cruce de dimensiones donde se advierten
las relaciones de dominación masculina y adulta céntricas, aspectos económicos y
políticos, dentro del locus de la sexualidad entendida como construcción socio-
histórico-cultural.
Los acuerdos internacionales previos a la Convención sobre los Derechos del Niño
constituyeron expresiones de buena voluntad, pero no tratados con fuerza legal. Esto
significa que los Estados podían estar de acuerdo con la declaración sin estar
jurídicamente obligados a garantizar la vigencia de estos derechos. La Convención
sobre los Derechos del Niño es un conjunto de normas y obligaciones que dan a los
niños y adolescentes un papel protagónico en la sociedad.
El artículo 19 establece:
Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales
y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso
físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el
abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un
representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo.
253
• La autoprostitución adulta no está penalizada; por ello se tiende a hacer
extensiva la no penalización para el caso de los adolescentes.
Los diversos procesos que han atra- vesado los niños, niñas y adolescentes antes de
llegar a la situación de pros- titución incluyen violencias de distin- to tipo,
especialmente abuso sexual, ausencia de vínculos familiares positivos, muchas veces
falta de autoestima, situaciones de pobreza aguda… En fin, una serie de elementos que
permiten afirmar que esos adolescentes no están en una situación de elección; sin
embargo, no es posible desconocer que personas en las mismas circunstancias toman
decisiones diferentes, es decir que tienen cierto margen para optar, aunque sea muy
restringido.
CONCLUSIONES
254
2. La prostitución es la consecuencia de la demanda; sin embargo, el cliente no
solo permanece invisible, sino que no existe una sanción social respecto a su
comportamiento.
5. Es preciso implementar una política integral para las víctimas de la pIA, que
tome en cuenta las especificidades de la experiencia que han vivido estos niños y
adolescentes. Eso exige considerar que adaptarse a vivir en situación de prostitución
significó, para la mayoría de las víctimas, desarrollar dispositivos de autodefensa a fin
de tolerar la situación, especialmente respecto a la aliena- ción corporal y al
sometimiento a la voluntad ajena. Es preciso desarrollar metodologías de intervención
y ofrecer albergues adecuados, así como programas específicos para los niños, niñas y
adolescentes que han estado en situación de explotación sexual comercial.
255
colocarla en la sociedad en su conjunto. El fenómeno es constitutivo de la trama
social; existe y se perpetúa por esa razón.
Sin embargo, no es posible dejar fuera a las principales víctimas de este fenómeno,
justamente los niños y adolescentes. Es preciso darles la voz, permitir que ellos y
ellas puedan presentar sus propias perspectivas, se constituyan en sujetos, para
entender también el lugar que la prostitución ocupa en sus vidas y tomar conciencia de
con qué parámetros la comparan y la valoran. También es necesario observar, a través
de las múltiples razones de sus ingresos y permanencias en la situación de
prostitución, la heterogeneidad y complejidad del fenómeno: las muchas cosas
diferentes a las que refiere la expresión prostitución de niños y adolescentes.
Hay una violencia instituyente del fenómeno, que este a su vez reproduce y refuerza.
La dominación masculina y adultocéntrica tiene en el control de la sexualidad un
mecanismo privilegiado. La prostitución infantil la pone en acto y su práctica la
refuerza y reproduce a toda la sociedad.
Como se explicó en la primera parte de este libro, se puede considerar que la violencia
puede adoptar tres formas interactivas esenciales:
- La violencia agresión, que se manifiesta entre dos personas que participan en
una relación simétrica.
- La violencia castigo, que surge entre dos personas que participan en una
relación complementaria.
- La violencia castigo con simetría latente, que se manifiesta entre una persona
que fue obligada a adoptar la posición baja y quien la puso en esa posición.
256
apoyándose en la evidencia de que ambos pertenecen a clases diferentes, lo que hace
que uno pueda atribuirse prerrogativas sobre el otro.
Se puede asociar el tipo de relación en la que aparecen los abusos sexuales con la
forma más extrema de la violencia castigo, y en encontrar en las relaciones incestuosas
las características de la complementariedad morbosa.
La relación psicológica en la que uno ejerce un dominio abusivo sobre otro será
determinada hechizo. La relación de hechizo puede crearse por efecto del terror, la
amenaza, la violencia, la confusión, etc.
Tan pronto como se revelan los abusos sexuales cae la ciudadela familiar y se
desencadena una crisis que involucra a todos los individuos pertenecientes a la
familia. El temor a las sanciones judiciales, a las condenas, a las separaciones, a los
reproches y a la vergüenza puede atentar contra el sistema de defensa habitual de cada
miembro del grupo. Desaparece el sistema de defensa común, de modo que cada uno
lo sustituye por un sistema de defensa individual, con el que se trata de protegerse lo
mejor posible de las consecuencias de la revelación
257
- Es preciso tener la certeza de que la víctima se halla protegida en la realidad:
constatar que los abusos sexuales han cesado efectivamente y que la víctima
está a cubierto de toda presión por parte del abusador o su familia;
- Independientemente de que la intervención se sitúe en el marco de una
prescripción terapéutica judicial o que responda a un pedido voluntario de la
familia, se corre el riesgo de que ésta confundida al terapeuta con la instancia
judicial, y que tenga dudas sobre el destino de las informaciones que le ofrece.
El nuevo padre o la nueva madre, con el acuerdo de su pareja, debe negociar su lugar
en relación con los niños del otro. En ciertos casos, está negociación no puede
realizarse por el rechazo o las dificultades de unos y otros. El sentimiento de
responsabilidad del adulto con respecto al niño puede entonces volverse difuso, al
igual que ciertas fronteras intergeneracionales: los abusos sexuales cometidos por el
padrastro son extremadamente frecuentes (en las familias reconstruidas el riesgo de
incesto es dos veces más alto).
258
Paradójicamente, la indiferenciación de los papeles y de las funciones familiares
puede dejar intacta una aparente pareja parental y conyugal. A veces ésta es el único
“superviviente” tras la revelación del incesto o el abuso sexual.
En todas las familias con transacción incestuosa la interdicción del incesto se desplaza
a la de la palabra: esta prohibido hablar. El secreto se guarda celosamente, tanto más
cuanto que a menudo lo refuerzan las amenazas verbales o la violencia física. Más allá
de su confusión y sus dudas, el niño no puede imaginar fácilmente cómo escapar de un
sistema del que es tan dependiente. Los objetivos prioritarios son la solidaridad y la
cohesión familiares.
La pareja conyugal
Poco se ha dicho sobre el lazo conyugal en las familias con transacciones incestuosas.
Éste no puede sino perder su carga afectiva a partir del momento en que padre e hija
comparten todos los espacios, puesto que la hija ocupa el lugar de la madre y se
vuelve pareja del padre.
Los factores de miedo o de dependencia material pueden ser buenas razones para que
la esposa acepte la situación, pero a veces el padre encuentra en su hija lo que su
mujer le niega.
259
familia se muestra en actitud de repliegue social. Aparentemente púdico y moralista, e
incluso religioso, el abusador envía un mensaje de fragilidad asexuada. A la hora de
definir la relación se muestra sumiso, acepta el predominio de su mujer, y a priori
puede inspirar ternura, simpatía y deseo de protección.
El segundo tipo de abusador busca ampliar su coto de caza y codicia a todas las
personas que puedan servirle de pareja sexual. La relación conyugal es un
epifenómeno en medio de múltiples relaciones sexuales ocasionales o estables, cuyas
presas bien pueden ser parientes cercanos, Lo sexual se expone sin pudor y
públicamente, a modo de vitrina de la sexualidad triunfante del abusador.
Perfil de la madre
260
“interior”, en cuyo caso estarán deprimidas o frágiles. pero no se las podría colocar a
todas en una misma categoría.
Las características de estos niños están referidas a su edad, su relación con el mundo
exterior y su lugar en la familia. La edad promedio de la víctimas de incesto es
variable, pero la mayor parte se sitúa alredeodr de los 12 o 13 años. Aunque los casos
de caricias y tocamientos se dan a edades mucho más tempranas (a menudo en niños
de 7 u 8 años), la realización completa del acto sexual casi siempre tiene lugar en el
momento de la pubertad.
261
Dentro de la familia, la víctima tiene una posición doble; es a la vez la sacrificada y la
que goza de un lugar de privilegio con respecto al padre, cara y cruz de la misma
situación.
2. Características de la relación
Relación complementaria
La relación desigual
262
Normalmente, la relación adulto/ niños, aunque complementaria, es al mismo tiempo
igualitaria. Respetar los derechos y los lugares de cada uno es una condición
imprescindible para que todos puedan crecer en el espacio familiar. Para poder
cumplir con su tarea, los padres, en su condición de adultos, disponen de poderes,
pero se supone que sólo pueden hacer uso de tales prerrogativas para beneficiar al
niño.
El adulto lo utiliza en provecho propio, su posición le sirve para sus fines sexuales. La
relación desigual se convierte así en una relación abusiva.
Relación abusiva
El niño está “programado” para el beneficio sexual del adulto. Cuando el abuso sexual
se prolonga durante años, lo que es frecuente, la víctima queda atrapada en una telaraá
relacional que de a poco carcome su resistencia y sus posibilidades de oposición. Sin
embargo, esto no equivale a su consentimiento.
Relación de impostura
El abusador esgrime una amplia gama de argumentos, pero siempre con una única
meta: hacerse, mediante la astucia, del objeto deseado. De ahí que la impostura sea
una de las características de la relación abusiva, y que se la puede asimilar a una
estafa.
263
Perversión de la dialéctica autoridad/ responsabilidad
Jay Haley sostiene que no se puede tener responsabilidad sin poder. Según él, la
responsabilidad sin poder es una alienación. Pero también es cierto que el poder
supone en sí una responsabilidad. Así como la responsabilidad sin poder llevar a la
culpabilidad y la impotencia, el poder sin responsabilidad lleva al delirio y al absurdo.
264
Una de las características de estas relaciones en su opacidad con respecto a los
observadores exteriores: el secreto está bien guardado, no hay palabra que pueda
revelarlo. Por la capacidad que tienen para cerrarse, estas familias a menudo escapan
al “control” de tipo social.
Relación de hechizo
La gran mayoría de los incestos padre/ niño y de los abusos sexuales en general
ocurren sin violencia “objetiva” de tipo agresión. Aun si el primer acto sexual abusivo
puede definirse como una violación, la víctima lo vive en una especie de estado
segundo, de conciencia reducida.
Un padre le pide a su hija que salude a sus compañeros. Con actitud de protección
paterna la toma por los hombros y, a la vez que sonríe, proclama que seguramente ella
terminará siendo prostituta. La niña experimenta un profundo malestar debido a su
dificultad para descodificar si lo más importante es el gesto del padre o sus palabras.
El lenguaje de conminación
Este lenguaje hace que se modele el sistema de creencias del niño o que éste se
encierre en la culpa. El lenguaje de “conminación” quiere decir que la comunicación
va en un solo sentido, que no hay escucha del otro, sino voluntad de obtener un
resultado predeterminado, pero al margen del diálogo, al margen de los intercambios
de puntos de vista. En la conminación, quien emite el mensaje omite el acuerdo
voluntario y libre de quien lo recibe.
265
diferencia de la orden por el hecho de que ésta da a entender muy bien la jerarquía de
los actores y deja lugar para que eventualmente el receptor la rechace o se rebele.
La represalia oculta
La represalia oculta hace que al niño le resulte evidente que cualquier intento por
cambiar el statu quo perjudicará a él y a su familia. Torturan el espíritu de estos niños
ideas de destrucción, verguenza, separación, suicidio y muerte.
Hay una diferencia entre la represalia oculta y la amenaza. La primera provoca una
perturbación más intensa, porque conlleva la idea de que el mal y sus consecuencias se
originan en la acción defensiva de la víctima. Vale decir que esta acción se volvería
contra aquel que tratase de defenderse. Las cosas están presentadas de tal modo, que el
sufrimiento de la víctima aparece como si fuese el resultado de su propia reacción
defensiva. El abusador no participa. La situación se asemeja a la de alguien que
estuviera atado y corriera el riesgo de asfixiarse al tratar de moverse.
4. La relación de hechizo
Rituales
En el relato de las víctimas, se observa a menudo que la escena de abuso secual tiene
lugar después de una “preparación” destinada a paralizarlas psicológicamente. Cuando
no es una amenaza o violencia directa es una especie de ceremonia que anuncia el
266
abuso. Se trata a veces de un simple cambio en la mirada, otras veces de palabras
pronunciadas, de actitudes o incluso del montaje de un escenario que la víctima
conoce y el abusador utiliza cada vez, ritualmente, a modo de prólogo. Sirve para
fortalecer el poder del abusador y debilitar la capacidad de resistencia de la víctima.
El uso de las palabras “ritual” y “rito” obedece más a su campo de aplicación que a
una verdadera diferencia de significación. “Rito” se utiliza más bien en un contexto
religioso, mientras que “ritual” se utiliza en contextos más amplios, Por lo tanto,
“ritual” tiene la misma significación que “rito”, pero sin connotación religiosa.
Los rituales tienen como función marcar la pertenencia (a un grupo, a una secta),
permitir la separación (ritos de partida, de crecimiento, etc), acceder a una
triangulación o llegar a un nivel “meta” que permita alcanzar un sentido (rituales de
meditación, de regulación, ritos de cortesía, de encuentro, etc).
267
- Rituales consensuales y no consensuales. Este aspecto merece particular
atención porque establece una diferencia entre los distintos rituales, diferencia
que resulta esencial para comprender el hechizo.
Trance
Así pues, el trance es un proceso psíquico natural de transición, que desdibuja los
límites de la identidad y el tiempo. Por lo tanto, se lo puede producir en una relación
consensual o no consensual.
268
En el segundo caso, cuando se trata de una relación no consensual, uno de los
participantes utiliza el trance con un objetivo no definido ni aprobado por la otra
persona, que no es consciente de la experiencia.
Se observa lo siguiente:
- los rituales bipersonales y consensuales se utilizan en una relación de tipo
hipnótico;
- los rituales bipersonales y no consensuales se utilizan en una relación de
hechizo;
- los rituales colectivos y no consensuales se utilizan en una relación de hechizo
y de trance colectivo;
- los rituales colectivos y consensuales producen un estado de trance socializado
en el que los aspectos relaciones quedan sustituidos por el sistema de creencias
y la pertenencia al grupo.
El hechizo
En el caso del hechizo, en cambio, la relación de dominio no está anunciada así, tan
claramente. Se observa una colonización del espíritu de uno por el otro. Se trata de
una suerte de invasión de territorio, una negación de la existencia, del deseo, de la
alteridad y de la subjetividad de la víctima. La diferenciación se vuelve incierta, las
fronteras interindividuales se esfuman y la víctima queda atrapada en una relación de
alienación. Por cierto, la víctima ignora las condiciones que la llevaron al hechizo,
desconoce el sentido de las intenciones y los comportamientos de la persona
dominante y no puede detectar nitidez sus efectos, porque esta última le envía una
imagen especular engañosa: “Aunque digas lo contrario, estoy seguro de que esto te
gusta…”.
269
El abusador no considera en absoluto la realidad de la víctima como sujeto. Ella es lo
que él quiere que sea, con la única meta de su beneficio personal.
En la dominación se ejerce una autoridad sin posibilidad de ser cuestionada, existe una
dialéctica de dominación y de sumisión que se ejercita con o sin el acuerdo del sujeto
subordinado; existe una supremacía basada en la fuerza psíquica y física y en la
impunidad resultante.
La influencia está basada en un flujo inefable que algo o alguien ejerce sobre otro, sea
éste una persona o un objeto. Se trata de una ascendencia, sea ésta una persona o un
objeto. Se trata de una ascendencia, de un poder sutil que provoca un efecto cierto sin
que se pueda establecer, sin embargo, una relación inmediata entre causa y efecto.
Efracción
270
Efracción significa penetrar en una propiedad privada por fractura, por medio de la
fuerza, transgredir la frontera y los límites del territorio. Así, pues, la efracción inicia
la posesión, la prepara, es su etapa previa.
La efracción es, pues, la primera “maniobra” del abusador contra la víctima así como
es la primera acción del brujo para hechizar.
Captación
Las tres primeras forman parte del caudal sensorial y sensitivo de una persona, hacen
posible el paso de las informaciones entre el individuo y su contexto, y lo vuelven
permeable y sensible a su ambiente.
El tacto. Así como la mirada es el canal más sutil e inasible, el tacto representa la
praxis de captación más notable e irrefutable.
271
Verdadero y falso se mezclan de tal modo, que ambos están ausentes de esta nueva
entidad. El objeto se presenta como si tuviera una calidad que en realidad no tiene. EL
observador sólo llega a ser consciente de esa situación cuando se da cuenta de que es
el objeto de una ilusión creada solo para él. Está siendo atraído hacia una trampa.
La programación
En todo aprendizaje hay dos niveles: contenido y contexto. Es sabudo que los alumnos
aprenden mejor si han entablado una buena relación con el profesor. El aprendizaje,
vale decir, el hecho de adquirir un conocimiento o una costumbre, implic apropiarse
del objeto enseñado en un contexto interactivo.
Despertar sensorial
Erotización
En la relación abusiva, este proceso se realiza de modo negativo. El cuerpo del niño,
preparado para reaccionar ante las estimulaciones sensoriales, no puede evitarlas, o lo
hace, pero a expensas de una disociación imposible. El mecanismo sensitivo se activa,
sin posibilidad de control ni contención. La erotización y la excitación no tienen ni un
acompañante ni un destinatario adecuados.
272
El niño que es el objeto de la estimulación del adulto se halla indefectiblemente
implicado, cualquiera que sea su respuesta; ya coopere, participe, se abstenga, acepte o
se resista, en ningún caso puede evitar el estado de perturbación sensitiva.
Repetición
Esta idea es difícil de aceptar. Resulta insoportable suponer que la víctima puede
buscar la repetición de situaciones que le provocan sufrimiento. Sin embargo, en
algunos casos extremos, la excitación provoca en ella un condicionamiento y una
dependencia que la conducen a mantener el vínculo morboso que la une al abusador
con todas sus consecuencias.
Pero es primordial recordar que aun en los casos extremos, donde aparentemente la
víctima solicita la repetición de los episodios, el abusador es el único que da origen a
estos comportamientos paradójicos.
Secreto
El secreto supone la convicción de que las vivencias en cuestión son contra natura.
Entre las personas involucradas nace entonces un vínculo de facto, sin alternativas.
Pacto
273
El pacto es transtemporal, no negociable e indisoluble. Por ello, aun cuando el secreto
es revelado, la víctima sigue sintiéndose obligada a no denunciar a nadie, a
permanecer fiel y leal a las condiciones implícitas del acuerdo.
Responsabilidad
En los casos de abuso sexual, todo se presenta a los ojos del niño de modo tal que éste
cree ser enteramente responsable de lo que pudiera ocurrirle a su familia.
Fatalidad
La fatalidad que antes pesaba sobre las situaciones de abusos sexuales ahora es menos
“real”. Pero, sin embargo, la víctima sigue con la idea de que cualquier intento de
rebelión ocasionaría enormes sufrimientos a toda la familia.
En un nivel individual, la víctima vive con la convicción de que, haga lo que haga,
siempre estará en la categoría de las personas despreciables, marginadas por el
carácter singular y reprensible de su experiencia. Por desgracia, la realidad suele
confirmar las peores aprensiones de la víctima, ya que la evolución de las situaciones,
los relatos y los testimonios de los abusadores muestran que a menudo los otros
miembros de la familia invierten los papeles.
Vergüenza
274
La vergüenza es el resultado del comportamiento humillante del abusador con
respecto a la víctima. Las palabras obscenas y la descalificación hacen creer a la
víctima que es indigna por naturaleza.
Mientras el abusador del primer tipo se presenta más como víctima de su destino y
alega amar a sus víctimas, el del segundo tipo reivindica activamente su posición,
niega, rechaza, denuncia la injusticia y el complot del que es víctima.
La víctima del primer tipo (el reservado y amable) mostrará una dependencia afectiva
respecto del abusador durante un largo período, justificará el acto abusivo y
experimentará un sentimiento de confusión y culpa. Tendrá dificultades para criticar
lo ocurrido, creerá lo que diga el abusador y, en consecuencia, tenderá a protegerlo. La
familia, por su parte, se organizará para defenderlo y para minimizar sus actos.
La víctima del segundo tipo de abusador sexual (descrito como agresivo y violento)
habrán vivido una experiencia de amenaza, de sumisión forzada con un sentimiento de
injusticia, de vergüenza y de indignidad.
Por lo general, la primera parte del trabajo se realiza con la víctima sola, quien en
alguna medida recupera el sentimiento de igualdad gracias a que no está presente el
abusador, y al mismo tiempo se prepara para confrontarse con él. Esta primera etapa
275
apunta a restablecer la frontera personal y marcar la intimidad y la pertenencia al
grupo de pares. Se trata de que la víctima, en contra de los aprendizajes precedentes,
vuelva a encontrar la voluntad de protegerse de las intrusiones y salir de la confusión y
la indiscriminación, diferenciando lo que es personal de lo que no lo es.
El trabajo sobre la captación apunta a que el paciente pueda sustraerse del hechizo.
Consiste en revelar las técnicas utilizadas por el abusador, poner de manifiesto las
artimañas de que éste se valía para volver dócil a su víctima.
276
los sentimientos) y hemisferio derecho (sector de la globalidad, de la intuición, de la
búsqueda de consuelo, de la memoria del cuerpo y de las emociones), es fácil aceptar
que la terapia de las víctimas debe intervenir en estos dos tipos de funcionamientos.
La naturaleza del hechizo hace que sea necesario nombrarlo como tal para que la
víctima pueda identificar y comprender el fenómeno psicológico y relacional sufrido
en el que continúa participando sin saberlo.
Como se dijo, en este momento del tratamiento aparecen, con respecto al terapeuta o a
otras personas, comportamientos que parecen ser manifestaciones actuales de la
programación. Se las ha de señalar, para que no comprometan el trabajo terapéutico.
De lo contrario, pueden interrumpirlo o hacer que el paciente se muestra menos
interesado.
Esta etapa consiste en hacer que la víctima pueda pasar del lugar de objeto al de
sujeto, que pueda convertirse en observador del abusador, que tome distancia con
respecto a éste y se anime a tomar la iniciativa.
277
Descripción de las técnicas del abusador y de los rituales familiares
Llegados a este punto, es posible abordar los aspectos más confusos, contradictorios y
complejos de la experiencia de la víctima y tratar de que expresar lo inconfesable, así
como manejar la ambigüedad de sus sentimientos que van de la erotización a la
vergüenza, del placer a la humillación.
Por fin, el paciente está preparado para vivir las últimas experiencias destinadas a
sacarla del trance, para que recupere su capacidad crítica. El hechizo, por cierto, sólo
acaba cuando la víctima se da cuenta de que puede retirarle al abusador el poder que le
había concedido.
EPÍGRAFE
278
desaparición real y fantaseada de los garantes metasociales, metafísicos,
metalógicos: a los contenedores de nuestras angustias e ideales, a aquello que nos
ha hecho lo que somos”
INTRO
ERRANTE
¿Cómo se siente?
¿Cómo se siente?
¿Estar sin hogar?
¿Cómo un total desconocido?
¿Cómo un vagabundo?
Bob Dylan*
Planeta es la expresión que se utiliza en astronomía para designar a una gama de
cuerpos celestes que además de orbitar en torno de una estrella carecen de luz propia.
Esta última característica, sin embargo, no los convierte en cuerpos totalmente opacos,
ya que su movediza superficie refleja la luminosidad proveniente del astro alrededor
del cual giran. De este modo, el brillo planetario puede rastrearse por las noches
mezclado en el conjunto estelar de la Vía Láctea, o bien, ser percibido solitariamente
tanto en las horas del crepúsculo como en las del amanecer con ese fulgor sin
palpitaciones que claramente lo distingue del de las estrellas.
El vocablo planeta deriva, justamente, de una voz griega cuyo significado es errante.
La acepción más común de esta expresión se aplica a algo o a alguien que vaga sin
rumbo fijo, o bien, que en su defecto cambia de emplazamiento constantemente. Es
de esta forma como se pone en evidencia que desde su misma raíz etimológica la
noción de planeta se encuentra ligada de manera indeleble a la condición de viajero
279
A partir de este planteo cualquier tentativa de iniciar una exploración del Planeta
Adolescente con el propósito de lograr un relevamiento de sus expresiones culturales
nos enfrentará con un ineludible desafío. El abigarrado entrecruzamiento de variables
que influyen, condicionan y determinan la expresividad de los sucesos que se
despliegan a lo largo de sus latitudes nos obliga a internarnos mar adentro de las
dificultades que apareja un abordaje desde una perspectiva de enfoques múltiples.
Por lo tanto, para poder encarar una empresa de tales características será necesario
recurrir al auxilio de un conjunto de mapas provenientes del cuerpo de un inacabado,
e inacabable, atlas psicoanalítico. Estas hojas de ruta trazadas sobre la base de las
referencias surgidas tanto de la teoría como de la práctica del psicoanálisis nos
guiarán a través del territorio adolescente de la misma manera que lo hacían las
estrellas cuando orientaban a los viejos expedicionarios.
280
Justamente, una de sus características más peculiares es que la condición adolescente
debe ser reformulada por cada nueva generación en función y, a la vez en contra, de
las pautas socioculturales dominantes. De este hecho se desprende su típica, pero
también durante mucho tiempo poco comprendida estructuración paradojal.
En este sentido, sería más pertinente hablar de una doble puesta en crisis. Por un
lado, la que acomete a los jóvenes que deben soportar que la contienda se libre ya no
en la cartesiana división entre sus cuerpos y mentes sino en la profundidad de su ser.
Por otro lado, la que la sociedad sufre desde los cimientos a la azotea de su edificio
conceptual y valorativo con la incursión de cada camada adolescente.
Desde hace tiempo se viene afirmando dentro del campo psicoanalítico, la concepción
de que el sujeto surge de un entramado vincular (Aulagnier, P. 1975). La vigencia de
esta conceptualización se hace notar en los desarrollos más recientes que ya se atreven
a plantear la idea de una tópica intersubjetiva (Kaës, R. 1993). Es que el papel de los
otros en la constitución de la subjetividad, en ocasión de los vínculos que entre los
sujetos se establecen viene de larga data (Freud, S. 1905). Por lo tanto, sería
importante revisar el lugar que estos tienen durante la llamada transición adolescente
(Blos, P. 1979). En este sentido, una articulación entre lo singular, lo vincular y lo
social nos permitiría dar cuenta de algunos de los diversos atravesamientos que
sufrimos en tanto nos vislumbremos como sujetos pertenecientes a un determinado
281
campo cultural. De esta forma, se podría visualizar claramente cómo nuestras diversas
inserciones se juegan en relación con una superposición de contextos, temática que la
irrupción adolescente deja particularmente al desnudo. Reconocernos, pues,
vinculados a un macrocontexto, es decir, a una pluralidad de dimensiones que nos
incluyen y nos determinan en gran medida allana el camino hacia una lectura en
transversalidad. Justamente, aquella que a mi juicio requiere la adolescencia para
poder ser comprendida.
CAPÍTULO UNO
OTRO MUNDO.
282
paulatinamente a marcar con su inevitable influencia el pulso de los cambios que
habrían de acaecer en las sociedades industrializadas.
En este sentido, la tarea inicial para la que será convocada la franja adolescente será
la de ocupar el lugar que dejarán vacante los milenarios ritos de iniciación
correspondientes a la pubertad. No obstante, este lugar no conservará su clásica
configuración sino que verá transmutada su espacialidad puntual en una amplia
dimensión temporal, dimensión que habrá de cobijar a un grupo de sujetos que a raíz
de las demandas del nuevo esquema socioeconómico serán alistados en la categoría
de pasajeros en tránsito.
283
un significado simbólico, sino también con el propósito de reforzar la sumisión a las
leyes y costumbres de la tribu.
De esta forma, investida de la manera más simbólica posible, de un día para otro los
niños se transformaban en adultos. Por medio de los ritos de la pubertad, se da al
adolescente una identidad personal que está a la misma altura de la de todos los
demás; de ahí en adelante sabe cuál es la acción que requiere cada situación
determinada. Posee una identidad personal; pero ésta es en gran medida la misma que
la de todos los demás, y sus ideales y objetivos son idénticos” (Pearson, G. 1958 ibíd.
pág. 76).
Esta inédita situación es la que dará origen al compás de espera entre el fin de la
infancia y la incorporación al trabajo. A partir de ese momento, y en este
significativo punto de inflexión, es donde comienza a formarse y ensancharse la
brecha entre la niñez y el mundo adulto, arrojando definitivamente a la caducidad los
vestigios sobrenadantes del ya inoperante rito de iniciación. Por tanto, tal como ya
fuera anticipado, será en esta imprecisa brecha donde se producirá el paulatino
afincamiento de los pasajeros de la transición adolescente.
Sin embargo, a pesar de que la revolución tecnológica fue el aporte más significativo
que se originó en el campo socioeconómico para catalizar la irrupción adolescente,
deberemos aceptar que su presencia se constituyó en condición necesaria pero no
suficiente.
Por ende, la invitación a que cada uno delinee su propio camino sin desconocer, en
el mejor de los casos, la referencia de los que lo precedieron, pero sin tener en cuenta
una visión de conjunto, se encarnó en la figura que se difundiría como la ansiada
concreción del modelo individualista de la burguesía capitalista: el self made man,
una nueva versión del héroe solitario y autoengendrado.
284
No obstante, a pesar de que la conjunción entre la Revolución Industrial y el
individualismo habían gestado las condiciones para que los adolescentes comenzaran
a tener un papel relevante, esta franja poblada de sujetos con un psiquismo en
construcción tuvo durante décadas un muy relativo peso en el campo sociocultural.
Solamente su presencia se tornó conmocionante para la sociedad cuando este
colectivo de pasajeros en tránsito encontró un imaginario propio con el cual poder
referirse a sí mismo.
De este modo, hubo de transcurrir mucho tiempo desde su aparición hasta que los
adolescentes pudieron identificarse mutuamente entre sí. Recién a partir de ese
momento pudieron cohesionarse y otorgarse un lugar discriminado donde encontrar
un conjunto de referentes para sustentar su pertenencia. Fue no casualmente la
imagen, en este caso en formato cinematográfico, la que otorgó la posibilidad de
verse en y a través del sesgo de unos ojos ajenos para poder así capturarse y ser
capturados en una representación que de ahí en más entró en comercio asociativo a
través de su circulación por los innumerables circuitos culturales, sociales,
económicos, políticos y artísticos.
Fue Edgar Morin quien planteó que a partir de la aparición de James Dean en las
pantallas cinematográficas, aquel joven y exitoso actor norteamericano que encontró
la muerte manejando como un suicida, “la adolescencia llegó a ser consciente de sí
misma como grupo particular de edad, oponiéndose a otros grupos de edad y
definiendo su propio espacio imaginario y modelos culturales”. El rostro de James
Dean “se convirtió en la cara de la adolescencia, cambiante, contradictoria,
melancólica, incierta. Su martirio fue el de millones de adolescentes del mundo: la
incomprensión, el rechazo, la soledad.” (Monteagudo, L. 1995 pág. 2).
285
y sin demasiada precisión se aglutinó bajo la denominación de movimiento
contracultural, en un intento de dar entidad a un heterogéneo conjunto de posturas
opuestas al statu quo de la cultura adulta.
En la actualidad esta alianza entre el público joven y sus trovadores sigue en pie a
pesar de las versiones descafeinadas con que se presenta la propuesta de estas bandas
musicales, cuyos blasones salvo escasas excepciones ya no se legitiman en lo
contracultural o en la propuesta de un mundo mejor o a lo sumo distinto, sino en sus
fortunas millonarias, en sus giras internacionales y en su persistente presencia
mediática. Aquel ambicioso deseo de cambiar el mundo propalado durante las
décadas del ‘60 y ‘70 por numerosos grupos sobrevivió a través de los años ‘80 en el
recordado tema “I ‘d like to change the World” interpretado por la banda Ten years
alter, pero esto ya es historia.
En las distintas gamas con que los adultos rechazan la adhesión que los jóvenes
mantienen con los movimientos musicales que los representan, junto a las conductas
éticas y estéticas que caracterizan su estilo de vida, se denota una de las maneras en
que se escenifica la pugna entre las generaciones. Las tensas relaciones entre los
adultos y sus futuros sucesores, vividos en muchas oportunidades como rivales o
usurpadores, no han bajado sus decibeles durante todos estos años y seguramente no
lo harán, ya que el enfrentamiento generacional por más latente que permanezca no
ha de desaparecer.
Por otra parte, el giro que tomó el mercado publicitario en las últimas décadas
dirigiendo la mayoría de sus ofertas de consumo constante a la franja adolescente
modificó los hábitos y los actores del proceso de producción-distribución-consumo.
Es que, finalmente, la sociedad posindustrial aceptó la presencia de esta franja etárea
286
en la medida en que sus intereses se vieron favorecidos. De esta manera, su lugar
terminó virando de la inexistencia total (recuérdese que hace apenas 30 años no había
productos ni comercios exclusivos para adolescentes), al papel protagónico del mito
del héroe occidental.
LA IMPERTINENCIA DE BIOLÓGICO
287
objetos incestuosos, junto a la asunción de una identidad sexual estable, acarreará un
reordenamiento y una resignificación dentro de los registros intrapsíquico e
intersubjetivo que de no haber grandes perturbaciones producirán el salto cualitativo
que dará lugar al advenimiento del sujeto adulto.
No obstante, será justamente en este último tópico donde aunque nos pongamos de
acuerdo acerca de la existencia de excepciones no tendrán cabida las dudas. En
general la entrada en escena de las perturbaciones no se hará rogar por mucho
tiempo, independientemente de que su origen se produzca en el interior del sujeto, en
su ámbito familiar y/o en el macrocontexto social.
En lo que a nosotros respecta, y más allá del sustrato corporal que servirá de escenario
para la puesta en escena adolescente, la conceptualización biologista en clave
monolítica lejos está de ayudarnos. La ausencia del fenómeno adolescente en otras
culturas, sociedades y épocas, tal como ya hemos visto, y las peculiares características
que toma en las que existe y se perpetua no puede ser explicado solamente desde esta
perspectiva.
LA SOBREDETERMINACIÓN CULTURAL
Por lo tanto, en función del recorrido elegido para rodear el fenómeno que nos
convoca y a partir de los temas hasta aquí planteados se prefigura la siguiente
hipótesis. La adolescencia sería la resultante de una compleja producción cultural que
se configuró en un preciso punto de inflexión en la trayectoria de transformaciones
que sufrieron las sociedades occidentales. Su aparición se dio en un momento de
288
cambio de variables tecnológicas, económicas, sociales, culturales e históricas que
permitieron, facilitaron y demandaron la apertura de una nueva dimensión para
canalizar el fenómeno que la conjunción de estas mismas variables había posibilitado.
De la misma manera, y en el mismo sentido en que se configura el proceso por el cual
una estructura y sus contenidos se constituyen simultáneamente, tal como claramente
se deriva del modelo con el que en los últimos tiempos ha comenzado también a
pensarse el origen y la conformación del psiquismo (Aulagnier, P. 1975 ibíd. pág. 25).
LA MUTACIÓN PSICOANALÍTICA
289
cultura a través de la singularidad de sus autores. Por ende, las teorías científicas en
tanto pertenecen a la misma cultura que las genera no están exentas de su presencia y
accionar. El narcisismo habita en ellas como las vetas que matizan y que sólo en
apariencia interrumpen la homogénea textura de los mármoles. El veteado es, en
realidad, parte indeslindable de su estructura (Cao, M. 1994c). Por esta razón, sería
pertinente que un enfoque epistemológico evalúe, en la graduación, que las
características de estas teorías lo hagan posible, qué proporción de narcisismo
contienen. Esto permitiría calcular su futura refractariedad cuando accedan, tarde o
temprano, a la categoría de obstáculo epistemológico, fatalidad inevitablemente
reservada a todo fruto del discurrir científico.
Por su parte, los integrantes de los diversos grupos que abandonaron las ramas
estructuralistas, en tanto no pudieron evitar un destino de petrificación, hicieron en
sus desarrollos hincapié en la presencia, participación e importancia que tenían tanto
el semejante (en sus diferentes funciones: materna, paterna, fraterna, como objeto,
como rival, como modelo, como auxiliar), como la cultura en la estructuración del
psiquismo. Esto permitió que el psicoanálisis abandonara, a pesar de resistencias aún
hoy vigentes, la postulación de un psiquismo solipsista que sostuvo de manera
hegemónica a partir de los años posteriores a la muerte de Freud y con la que trabajó
clínicamente y teorizó a los pacientes que pudo retener en sus cedazos. Con las
honrosas excepciones de Winnicott y del propio Lacan, aquel joven autor que en 1938
teorizó sobre la coestructuración del sujeto y la familia en su escrito sobre el complejo
como factor concreto de la psicología familiar. De esta forma, aquel trabajo se
constituyó en pionero de lo que luego transitarían sus desarrollos acerca del sujeto, o
sea, de cómo éste se constituye dentro del trabajo de la intersubjetividad.
Por otra parte, el mentado retorno a Freud no sólo reverdeció los viejos conceptos
metapsicológicos sino que también echó una nueva luz sobre los llamados, y muchas
veces poco valorados, escritos sociales. A partir de estos presupuestos y junto a la
declinación del positivismo como cosmovisión hegemónica el camino se encontraba
allanado para continuar con la conceptualización iniciada por Freud acerca de uno de
los tópicos más controvertidos y apasionantes: el de la interrelación entre lo psíquico
y lo social.
290
entre los registros intrasubjetivo, intersubjetivo y transubjetivo. Así nacieron
conceptos como el de violencia primaria y secundaria, contrato narcisista, seducción
generalizada, envolturas psíquicas, imaginario grupal, grupos internos, pacto
denegativo, aparato psíquico grupal, teatros de la mente, narcisismo de vida y de
muerte, proceso terciario, etc.
De este modo, el papel que cumple la cultura a través de la mediación que hacen los
otros significativos del sujeto, a raíz de los cuidados que necesita el recién nacido
originados en su desamparo y prematurez, es fundante para posibilitar el acceso al
registro simbólico, aquél que nos caracteriza como humanos en tanto sujetos sujetados
a una cultura y a sus respectivas leyes. Recordemos, en este sentido, que sujeto
“califica el arreglo singular de realidad psíquica, en tanto está bajo la dependencia y la
construcción de un orden irreductible que lo constituye”, por lo tanto, el sujeto “está
sujetado a pesar de él al orden del inconsciente y al orden de la realidad externa”
(Kaës, R. 1993a ibíd. pág. 123).
291
incluye los ideales y los valores; transmite la cultura y la palabra de certeza del
conjunto social” (Kaës, R. 1993a ibíd. pág. 327).
Precisamente, las voces de la comunidad enuncian y transmiten las pautas que definen
la realidad del mundo, la razón de ser del grupo y el origen de sus modelos. De esta
forma, desde el inicio el sujeto se ve condicionado por el medio cultural donde
adviene a través de los otros que lo esperan y que lo informarán y conformarán acorde
a dicha cultura mediante la intromisión fundante del psiquismo que produce la
violencia primaria. Desde ese momento el otro, en tanto coautor y coprotagonista del
vínculo, y a la vez transmisor de la cultura que los sustenta a ambos a la manera de
una red (Cao, M. 1993), será interiorizado y pasará a formar parte del paisaje
intrasubjetivo de sus grupos internos, aunque en forma indiscriminada en el
comienzo. Este vínculo original y originario con el otro, modelo de toda vinculación
posterior, será resignificado en ocasión de todo nuevo contacto con un semejante.
292
Por tanto, para que el desenvolvimiento del sujeto se oriente hacia la singularización
será necesaria, además de la función materna, la presencia del tercero a través de una
función paterna discriminada. Y, si bien, esta función se encuentra en germen desde
el inicio en el deseo de la madre por el padre, la configuración de este verdadero otro
del otro entrará a escena a posteriori para introducir las reglas del juego societario
que abren la puerta al registro simbólico y sus pertinentes regulaciones. El campo
cultural, por lo tanto, habrá de generar inevitables determinaciones sobre el proyecto
identificatorio del sujeto, ya que desde ningún punto de vista éste podrá estar
disociado totalmente de los valores e ideales que rigen dicha cultura a la que
inalienablemente pertenece. No obstante, el sujeto podrá experimentar variaciones en
su sujetamiento a través de las modificaciones que pueden producirse en el seno de
sus grupos internos.
CAPÍTULO DOS
EXPRESO IMAGINARIO
Yo te convido a creerme
Silvio Rodríguez
Para proseguir con un nuevo tramo de nuestra exploración nos embarcaremos ahora
en la travesía de una de las dimensiones más llamativas del Planeta Adolescente, en
este caso, la que se despliega en el campo de lo imaginario. Precisamente, esta es la
dimensión que impregna de virtualidad el pasaje por la estación de transbordo y
enlace en la que termina configurándose el fenómeno adolescente.
293
En las sociedades industrializadas, como ya hemos visto, este fenómeno surgió
funcionalmente para constituirse en el imprescindible proceso de empalme que debe
efectuarse entre el universo de la niñez y el de los adultos. Estos dos universos se han
constituido como los puntos de referencia (uno de partida y otro de llegada),
señalados de manera inexcusable en el itinerario evolutivo de los sujetos
pertenecientes a cualquier cultura de la órbita occidental.
Para lograr que este empalme se efectúe de una manera satisfactoria, es decir, para
que los niños previo paso por la transición adolescente puedan acceder al status
adulto en condiciones de poder afrontar sus ventajas y requerimientos, será necesario
que cada uno de ellos tenga una prolongada y obligatoria estadía en los talleres de la
remodelación identificatoria.
La explicación que intentaba lograr un respetable consenso para dar cuenta de esta
situación, como ya había ocurrido en casos como el de los pacientes fronterizos, era
la de la aparición de una nueva variedad de cuadros psicopatológicos. Sin embargo, a
pesar del esfuerzo para colegir y sistematizar las particularidades de estos casos,
continuaba girando la interrogación acerca de si éstos, a la manera del planeta que no
estaba, no pre existían al momento de su descubrimiento debido a que el espectro con
el que se manejaban los instrumentos teóricos no alcanzaba a detectarlos. O bien, y
en un sentido opuesto, que las continuas modificaciones de las pautas socioculturales
con su indiscutible impacto sobre la dimensión personal, familiar e institucional
determinarán nuevas combinaciones en el complejo ensamblaje de los factores que
posibilitarían el desencadenamiento de un padecimiento psíquico.
294
En este sentido, uno de los modelos conceptuales que más vapuleado resultó, tanto en
la apreciación de su dinámica como en el terreno de su génesis, fue el de aparato
psíquico.
Por lo que el concepto de aparato en tanto sea pensado como un artilugio mecánico
que funciona en forma ciega y automática ha quedado mortalmente devaluado frente
al irreversible embate que venimos sufriendo por parte del maremoto informático. En
este sentido, creo que en el futuro próximo va a ser necesaria una profunda revisión
del funcionamiento del psiquismo desde una óptica más cercana al concepto de
interfaz.
Es que este concepto remite a un dispositivo por medio del cual se ponen en
conexión dos sistemas heterogéneos que por sí mismos no podrían hacerlo, ya que
carecen de los canales de comunicación adecuados para lograrlo. Esta conexión
permite que entre dichos sistemas se produzca un intercambio físico, químico e
informativo, tal como ocurre en numerosos procesos biológicos donde la interfaz es,
por ejemplo, una membrana o un tejido que arbitra el intercambio entre dos medios
diferentes.
Sin embargo, el catálogo de las interfaces no se agota sólo con aquellas que pudieran
provenir del campo de la biología. La vida cotidiana de la segunda década del nuevo
milenio está prácticamente manejada por interfaces. La mayoría de las creaciones de
la tecnología actual funcionan de acuerdo a este dispositivo tal como lo reflejan las
botoneras (incorporadas o remotas), desde donde se manejan los diversos
electrodomésticos. Aunque su hegemonía viene perdiendo terreno a manos del
manejo táctil de las pantallas con las que ahora pueden operarse. No obstante, su
presencia más elocuente se la debemos al dispositivo virtual de la interfaz
informática, el cual nos brinda cuando cargamos el programa del procesador de
textos un simulacro de hoja de papel donde es posible escribir de una manera
equivalente a la que medio siglo atrás hubiéramos implementado en una vieja
Remington.
Este dispositivo virtual es el que permite que tanto los elementos físicos de la
computadora (hardware), como sus sistemas operativos (software), estén en
condiciones de relacionarse con la persona que está frente a la pantalla manejando el
teclado.
295
En este sentido, el modelo del que deriva el concepto de interfaz podría aplicarse sin
temores al campo de la vida psíquica, ya que estaría en condiciones de dar cuenta de
los procesos por los cuales se producen los intercambios informativos entre los
diversos sistemas que componen la primera versión del aparato psíquico
(inconciente, preconciente, conciente). Estos, a su vez, no desaparecen en la segunda
versión, sino que quedan subsumidos en los terrenos contiguos y superpuestos de las
diversas instancias. Al conjunto de estos sistemas podríamos sumar otro que podría
parecer nuevo aunque en realidad es tan viejo como aquellos. Sin embargo, este no
alcanzó a tener un lugar oficial en la teoría. Me refiero al sistema de los signos de
percepción.
En una carta dirigida W. Fliess, fechada en diciembre de 1896, Freud describe a los
signos de percepción como la primera transcripción de lo percibido. Declara estar en
ese momento trabajando “con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha
generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material
preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos
nexos, una retranscripción” (Freud, S. 1950 pág. 274). De este modo, descubrimos
una vez más como su ingenio, a pesar de la fuerte identificación con la atmósfera
predominantemente mecanicista que se respiraba en la época de sus primeros
descubrimientos, podía saltar por encima de las vallas del determinismo positivista y
avanzar en el hallazgo de nuevos modelos.
Vale aclarar que estas máquinas inteligentes no funcionan como el cerebro humano,
sino que sólo logran imitar de manera rudimentaria algunas de sus operatorias. Por
ende, las transcripciones que pueden producir aún se encuentran a años luz de las que
ocurren en el campo de la dinámica psíquica. En consecuencia, para continuar con la
temática de los modelos de funcionamiento psíquico es necesario que me aparte de
esta digresión informática, ya que lo que aquí interesa no es tanto describir la
especificidad de alguno de los muchos tipos de interfaces que existen sino
apropiarnos de la utilidad de su modelo de funcionamiento.
Después de todo, hace ya más de un siglo que, justamente, en relación con el recién
estrenado aparato psíquico el mismísimo Freud nos hacía una advertencia liminar
cuando escribía que “Tenemos derecho, creo, a dar libre curso a nuestras conjeturas
con tal que en el empeño mantengamos nuestro juicio frío y no confundamos los
andamios con el edificio” (Freud, S. 1900 pág. 530).
296
Por lo tanto, se impone hoy día en el campo del psicoanálisis seguir el camino
iniciado por aquellos pioneros que introdujeron conceptos de otras disciplinas.
Es que las envolturas corporales provistas por la primigenia simbiosis biológica que
se establece durante el embarazo son perdidas por el recién nacido tan pronto como
finaliza el parto. Estas envolturas serán reemplazadas por la simbiosis psicológica
que se establece durante los primeros años de vida. Será, justamente, en esos tiempos
y bajo su tutela que la función materna mediante la vía regia del vínculo y a través
del trabajo de volver homogéneo lo heterogéneo irá proveyendo los significantes que
permitirán la construcción de un modelo prototípico de semantización. Modelo
construido a imagen y semejanza del que ella misma posee y con el que el sujeto
contará para poder progresivamente inteligir tanto el mundo que lo rodea como a sí
mismo.
297
encuentra apuntalada en un contexto vincular, por lo que desde “el punto de vista
psicológico, nunca es una madre la que trae un niño al mundo: es un grupo, la
parentela, el entorno” (Kaës, R. 1979 ibíd. pág. 30).
TRANSBORDO IMAGINARIO
El criterio utilizado para contextualizar al sujeto que consulta dentro de una serie de
marcos de vinculación que quedan sucesivamente incluidos en otros de mayor
amplitud (amistades, pareja, familia, inserción institucional, nivel socioeconómico de
origen, nivel socioeconómico actual, nivel de instrucción, etc.), se encuentra siempre
presente cuando abordamos su situación vital más allá de la condición etárea que
califica a la persona. No obstante, este criterio adquiere mayor relevancia en el caso
de los adolescentes donde la agitada presencia de dichos marcos de vinculación se
hace mucho más ostensible.
Se trata, tal como he venido planteando, del momento vital donde se interrogan, se
cuestionan y finalmente se resignifican los datos estimados durante la niñez para
comprender y aprehender la compleja dinámica del mundo adulto. No obstante, esta
significación y apropiación se va a configurar sobre la base de la incorporación de un
conjunto de nuevos datos, aquellos que son necesarios para definir la elección de los
lugares desde los cuales el adolescente pueda incorporarse y participar en dicho
mundo. Participación que ya no se efectuará sólo desde la fantasía sino desde los
imperiosos condicionamientos que la realidad social, política y económica imponga
en ese preciso momento histórico sobre el medio cultural.
Este nuevo defasaje (ya que la sexualidad, tal como lo plantea Freud, llega para las
posibilidades del sujeto primero demasiado temprano y luego demasiado tarde),
reflotará algunos de los restos hundidos en el naufragio del Complejo de Edipo
impulsando una reedición del mismo dentro de un contexto poblado de renovados
peligros y facilitaciones. Por ende, el giro que pueda producirse en la tramitación del
reeditado complejo permitirá el acceso a otro nivel de elaboración, siempre y cuando
las condiciones internas del sujeto logren una combinación propicia con las variables
de los contextos familiar, institucional y social. Sin embargo, la adolescencia,
debemos recordarlo una vez más, es tierra fértil para el despliegue de lo contestatario,
de lo panfletario y de lo utópico con toda la pasión que genera el huracán hormonal,
pero también con la pregunta generatriz acerca de los lugares tanto posibles como
imposibles de ocupar en ese misterioso y atemorizante teatro que es la sociedad de
los mayores.
298
La perspectiva psicoanalítica, por lo tanto, no se ciñe únicamente a la búsqueda de
una nueva identidad para ese traje prestado que es el cuerpo pospuberal, sino que
también dirige su atención hacia el sufrimiento que conlleva la resignación de los
lugares perdidos de la historia infantil y hacia la entrada como sujeto semiautónomo
al corpus social adulto.
De este modo, será en torno al abordaje de los lugares a ocupar en una determinada
cultura que se habrá de desplegar la temática del estatuto virtual de la adolescencia.
Esto se debe a que los adolescentes son sujetos que, además, de vivir las vicisitudes
de sus respectivos reposicionamientos identificatorios se encuentran por definición
haciendo un transbordo entre las estaciones de la niñez y la adultez. Ya han dejado de
ser niños, pero todavía no son adultos..
Poseen ciertas prerrogativas, pero aún no han podido apropiarse de la totalidad (de la
que será, en todo caso y según la posición que ocupen, su propia totalidad), de los
emblemas y de los derechos societarios. Por esta razón, los jóvenes se encuentran en
una situación virtual, ya que pueden y a la vez no pueden. Necesitan todavía
mantenerse enlazados de manera dependiente a los adultos y simultáneamente,
repudio mediante, aspiran a manejar con decisiones propias cierto recorte de sus
vidas en forma autónoma. Recorte del que, por la razón o por la fuerza, comienzan a
participar. En este sentido, su situación es, por cierto, compleja, contradictoria y
ambigua.
Así pues, el temor de los adultos a la pérdida de sus preciados lugares se ve reforzado
por una situación bifronte. En primer término, entran en conflicto con o, mejor dicho,
contra los jóvenes, ya que a partir de sus movimientos estos desatan inevitablemente
una contienda por los lugares, los ideales y los valores establecidos. En segundo
término, el conflicto revierte sobre ellos mismos, ya que en su tránsito estos jóvenes
los espejan con los adolescentes que ellos mismos fueron, o bien, que quisieron y no
pudieron ser. De este modo, su psiquismo genera, con o sin conciencia, una multitud
de comparaciones apreciativas cuyo foco se centra en las limitaciones que en su
299
momento padecieron y que posiblemente, a manera de un sintomático arrastre, aún
sigan padeciendo.
Al quedar planteada como una encrucijada esta situación gesta una dinámica de
colisión entre las generaciones, una pugna que fue bautizada con el nombre de
enfrentamiento generacional. Una de las consecuencias de esta bulliciosa batahola es
la creación de un espacio que se construye como una formación de compromiso entre
los deseos y las defensas de los bandos contendientes, pero que en todos los casos
adquiere un formato transicional. La constitución de este espacio, que
denominaremos imaginario adolescente, funcionará como marco generador de una
cultura propia que denotará con su pertenencia la identidad de quienes lo habiten y, a
su vez, les permitirá el despliegue creativo dentro de un campo de pruebas que se
habrá de mantener a cierto resguardo de la intromisión adulta.
Este espacio imaginario-simbólico que nuclea a los sujetos que atraviesan esta
ecuación vital se convierte en una estación de transbordo, a la manera de un
aeropuerto donde deben esperar el avión que enlace los destinos que articula esta
escala. Configurado, de esta suerte, como un no-lugar (Augé, M. 1995), como un
lugar inexistente, como un utopos, el imaginario adolescente se reviste de la
virtualidad que caracteriza al transitorio juego de imágenes con el que se ensamblan
los espejismos.
Esta virtualidad, este dominio de la imagen, esta tierra de nadie decorada como
parque de diversiones en que se constituye la adolescencia determina que el
transbordo imaginario se acometa tanto en el registro intrasubjetivo como en el
intersubjetivo, ya que la virtualidad de los lugares a ocupar (virtuales en tanto no se
ocupen, o mientras dure la preparación para ocuparlos), no se dirime y resuelve
solamente en el plano de la fantasía intrapsíquica sino también en el plano de los
intercambios con los otros del vínculo. Es que con su mayor o menor permeabilidad
300
ayudarán o dificultarán un proceso de singularización que, a su vez, se encuentra
sostenido por la red tejida por el entramado cultural.
De este modo, la categoría a la que pertenecen los codiciados lugares que entran en
juego en este preciso momento de la vida de los sujetos y por los que se desata la
pugna generacional, se corresponde punto a punto con la noción de identidad de la
misma manera que matemáticamente lo hacen dominio e imagen en el terreno de las
funciones inyectivas. Así pues, el permanente recambio de estas identidades las torna
virtuales por lo efímero de su duración. Esa es la esencia imaginaria del transbordo,
una transición de carácter netamente creativo a nivel de los montajes identitarios,
donde como decía el poeta “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”.
LA REMODELACIÓN IDENTIFICATORIA
Por esta razón, cada vez que un sujeto se encuentra en ocasión de ocupar un lugar
dentro del entramado social de su cultura (que puede abarcar un amplio espectro,
como por ejemplo el que va desde el ingreso a la escuela primaria hasta la
jubilación), se pone en juego la historia de los escenarios vinculares donde los
posicionamientos subjetivos se fueron configurando por vía de los interjuegos
plasmados entre los registros intersubjetivo y transubjetivo.
Por lo tanto, los representantes de las investiduras pulsionales que se ponen en juego
en el procesamiento psíquico que acompaña al movimiento de acceso a dichos
lugares, más allá de los diversos caminos que puedan tomar (transcripción,
sublimación, represión, descarga, etc.), y sin perder la conexión con los escenarios
301
intrasubjetivos que resulten posibles o potables para cada sujeto, deberán
necesariamente apuntalarse sobre estas matrices sociales de identificación, las cuales
estarán determinadas por la situación societaria de cada momento histórico.
De este modo, el acceso a cada nuevo lugar, como ya vimos respecto de los ritos de
iniciación, se encuentra pautado de antemano por una serie de normativas sociales.
Esta situación obliga a los sujetos a sumergirse en un conjunto de nuevas pautas y
codificaciones que luego de ingresadas en el seno de su registro intrasubjetivo, y en
función de una renovada exigencia de trabajo, conducen al proceso de construcción,
deconstrucción, reconstrucción y reensamblado que caracteriza al psiquismo
adolescente.
Sin embargo, para los otros adolescentes, aquellos que no buscaban la salida por la
vía del peligroso circuito que se inicia con el sentirse rechazados por la sociedad, que
continúa con el ejercicio de la violencia como respuesta y que se cierra con la
automarginación frente al nuevo rechazo, la asunción del ideario superficial tampoco
los habría de guarecer de los males que caracterizaron a aquella época.
302
proyección futura y de los medios necesarios para obtener el acceso a ellos. Los
lugares disponibles para que los jóvenes ocupen hoy no son los mismos que los de
una década atrás y menos aún que los de los años ‘50, ya que no han cesado de
transformarse con el paso del tiempo.
303
En este sentido, la remodelación identificatoria no se va a restringir solamente al
campo de la instancia yoica, su indetenible avance alcanzará incluso a las altas
cumbres donde mora el Ideal del Yo. Por lo tanto, mediante este trabajo nuevos
referentes marcharán a la manera de relevos a integrar el campo del Ideal del Yo,
contribuyendo a la remodelación del cuadrante y de los puntos cardinales de la
brújula con la que el sujeto orienta el norte de sus ideales, de sus valores y del
proyecto identificatorio.
CAPÍTULO TRES
304
solamente el momento en que estás,
si es presente, el presente y nada más.
Vox Dei
Por consiguiente, la urdimbre que resulta de este proceso es tan intrincada que sólo
me será posible abordar algunos de los complejos y escurridizos fenómenos que
contribuyeron a dicha transformación, así como también, dar cuenta de un número
limitado de aspectos que vieron la luz como parte de sus efectos o consecuencias.
La peculiar alianza que reúne a campos tan diversos como el del neoliberalismo, el
relato posmoderno y los usualmente denominados medios masivos de comunicación
permitirá pesquisar un conjunto de situaciones que han tenido una gravitación
decisiva en la metamorfosis cultural de fin de siglo.
DE VANGUARDIAS Y CONFINES
305
muchas veces injustamente minusvaloradas al momento de evaluar su incidencia en
los cambios que se producen en el ámbito de las producciones subjetivas de cualquier
sociedad. Su participación se desarrolla tanto como referente y pilar de las
realizaciones culturales que emergen en una determinada época, así como también, se
erige en gestora (ya por su decidido apoyo, ya por su neta oposición), de por lo
menos una parte del diseño del imaginario social del período histórico siguiente.
Por lo tanto, la modernidad, desde esta lectura, se presenta como un período ubicado
entre dos asaltos históricos (simbólicos y concretos), a las edificaciones que
306
representaron la política opresiva ejercida en su momento por las respectivas castas
dirigenciales de cada una de aquellas épocas. La fatal circularidad de este proceso da
muestras del fracaso del movimiento iluminista y sus diversas continuaciones,
especialmente los socialismos en su intento de cambiar el rumbo de la ideología y de
la ecuación de poder que gobernaba al mundo.
La idea de la muerte de las ideologías, por su parte, apunta en el mismo sentido que
lo planteado para el fin de la historia, en tanto que la rigidez bipolar establecida entre
las utopías individualistas y las comunitarias se estableció como un dilema de
imposible resolución. Salvo en el caso que se produjera la aniquilación de uno de los
dos términos en conflicto, solución sugerida por la disyunción excluyente que
provendría del discurso totalizante de un yo ideal, cuya aspiración narcisista sería la
de ser reconocido como único (Bleichmar, H. 1983).
Por lo tanto, lo que llegaría a su fin con el advenimiento de los tiempos posmodernos
es la pugna por una visualización del mundo en clave unívoca. De esta forma,
caducaría la posibilidad de que por medio de un brutal forzamiento, del que
lamentablemente existieron y siguen existiendo sobrados ejemplos históricos, un
grupo de sujetos (a la manera de una secta de iluminados), o una sociedad con fuerte
espíritu fundamentalista (a la manera de una cruzada religiosa purificadora), intente
imponer al resto una cosmovisión única y excluyente, la suya.
Esta propuesta rica en matices es uno de los más importantes aportes del relato
posmoderno y merece seguir siendo trabajada con detenimiento. No obstante, con lo
que no es posible coincidir es con la distorsión y el aprovechamiento que otras
vertientes de la posmodernidad aliadas con la cosmovisión neoliberal han hecho de
estos términos. Pues, de esa manera, como a continuación veremos, se pretende
congelar primero y cancelar después la imprescindible dimensión de cambio.
307
Su argumento central plantea la llegada a término de los procesos históricos.
Estos, de ahí en más, ya no mostrarían cambios sino que se estacionarían en una
perdurabilidad sin tiempo en tanto las variables que los generaban habrían dejado de
operar.
Las implicaciones que esta concepción infiltra en el aquí y ahora de los actores
sociales es que a éstos no les quedaría otra opción que la de velar por sus propios
intereses, ya que el socius que integran habría quedado cristalizado políticamente en
la forma de las llamadas democracias de mercado.
308
En consecuencia, el vacío es la sensación que se adueñó de los sujetos frente a la
retirada de los códigos, valores e ideales que por generaciones reglaron los
intercambios sociales (ya simbólicos, ya concretos). El proceso de banalización, que
como una bandada de buitres hambrientos voló en círculos sobre la exhausta tabla de
valores enarbolada por la modernidad, generó efectos devastadores tanto en los
psiquismos individuales como en numerosos aspectos del entramado social cuya
funcionalidad contribuía al sustentamiento de aquellos.
309
Las sensaciones de vacío e inmutabilidad descriptas condujeron a un callejón sin
salida, ya que las únicas opciones en apariencia viables quedaron limitadas al convite
de alguna forma de alienación, a saber: asunción militante de los nuevos valores,
inmersión tanática en los paraísos artificiales, resignación cuasi religiosa con alto
monto de indiferencia, o bien, insensibilización defensiva permanente.
Fue justamente alrededor de esta crisis sobre el futuro, a lo largo de este vacío
identificatorio, dentro de esta anomia paradojalmente maníaca y paralizante a la vez,
donde fermentó el germen de la desazón que arrasó en la década de los años ́90 el
continente latinoamericano y que hoy arrasa a europeo.
La familia y los centros educativos de todos los niveles, que habían ocupado el lugar
más representativo durante el siglo pasado por cumplir con la doble función de
puntal y faro en la modelización socializante de los sujetos, quedaron englobados de
lleno en este proceso crítico cuando se detectaron las primeras pérdidas en la razón
de sus funciones específicas. Esto se hizo manifiesto en el progresivo vaciamiento de
sentido de sus propuestas, o aún más dramáticamente, cuando comenzó a hacerse
evidente cómo habían perdido parcial o totalmente el rumbo que desde siempre había
marcado y sostenido su identidad.
310
La creciente complejidad con la que fue revistiéndose la sociedad maquinista a raíz
de su vertiginoso desarrollo tecnológico, la cual desembocó en la versión
posindustrial de fin de siglo, implicó la creación e incorporación de nuevas instancias
modelizadoras que complementaron y sostuvieron la labor de la familia y la escuela,
como por ejemplo lo hizo la literatura (heredera de la tradición oral de las sagas
míticas), cuando alcanzó masividad a través de la producción de libros a gran escala.
No obstante, los prenunciados avances técnicos, tan poco imaginables a corto plazo,
recalaron en la literatura de ciencia-ficción, única rama literaria que los acogió y les
permitió anticiparse como fantasía. Luego, cuando aquellos se plasmaron en
realidades concretas, indujeron una pérdida de terreno a las instancias tradicionales
de modelización, las cuales comenzaron a ser reemplazadas por otras no tan nuevas,
ya que su coexistencia databa de años, pero con un lenguaje, una penetración y un
poder acumulado capaz de torcer la trayectoria de cualquiera de los viejos baluartes.
Me refiero a los llamados medios masivos de comunicación.
Desde su aparición a principios del siglo pasado (los diarios lo hicieron un poco
antes, circa 1880), y gracias a su paulatina, sofisticada e indetenible complejización
técnica pasaron de ser una curiosidad y un mero entretenimiento a convertirse en una
poderosa herramienta de sugestión.
Ser visto y escuchado a través del éter da veracidad al hecho ocurrido y permite en
muchas personas el reencuentro con una mismidad que ya no se logra con prácticas
ligadas a valores en desuso, los cuales van desde la meditación filosófica a la
creación artística, pasando por la concurrencia a oficios religiosos, o bien, la
pertenencia a la otrora deificada cultura del trabajo.
Situándonos nuevamente del lado del espectador, la ilusión de estar conectado a una
lente que capta la totalidad de lo que ocurre mediante sucesivos flashes, junto a la
convicción de que aquello que se percibe es la realidad in statu nascendi, impide
detectar el recorte que de esa realidad se hace. Este recorte responde, por su parte, a
311
intereses y a posturas ideológicas ligadas a los sectores del poder económico que
manejan las empresas de los medios televisivos y radiales monopolicamente unidos
en un indetenible proceso de integración a las de los medios gráficos y también a los
de la televisión por cable.
Sin embargo, a pesar de que los espectadores no son meros receptores pasivos del
conjunto de significaciones transmitidas por los medios pueden resultar víctimas de
la paradójica desinformación que produce una vertiginosa sucesión de imágenes
(visuales, sonoras, etc.). El efecto de atiborramiento que así se obtiene puede llegar a
impedir que los sujetos emerjan de la estrategia de fragmentación con que se presenta
la información (y en una segunda instancia el conocimiento), que los medios
proponen e imponen. El efecto que se consigue tanto en los espectadores
desprevenidos como en los que mantienen una relación casi adictiva con la pantalla
mágica es que únicamente dan crédito a una información sólo en el caso de haberla
visto previamente dentro del marco de su única y certera ventana al mundo.
NI MASS NI MEDIA
En este sentido, y en primer lugar, los medios no cautivan masas como lo haría el
líder descrito por la teoría psicoanalítica. Este logra ubicarse en ese lugar por medio
de la depositación de las instancias ideales que los integrantes del conjunto hacen
sobre él, invistiéndolo así con un poder omnímodo e indiscutible (Freud, S. 1921).
En segundo lugar, la mutua identificación por comunidad de intereses y lugares que
los miembros de la masa establecen entre sí y que contribuye complementariamente
a mantenerlos unidos tampoco se establece entre los televidentes.
312
Por lo tanto, si realmente existiera la intención por parte de los medios de
comunicación de comportarse como un encantador de serpientes los efectos de un
previsible fracaso no se harían esperar. Es que la tecnología que vehiculiza a los
medios audiovisuales de comunicación no se propone cautivar masas, sino que se
dirige a audiencias formadas por sujetos que no se encuentran ligados entre sí más
que por el anonimato y una personal propensión a la seducción catódica.
Por su parte, entre los espectadores y los virtuales habitantes de la pantalla mágica
(conductores, actores, participantes del público, etc.), sí se producen procesos
identificatorios. Estos se desencadenan de la misma manera que la que se da en el
caso de los lectores de obras literarias que difractan sus grupos internos (Kaës, R.
1985), sobre los personajes de la novela o del cuento identificándose frecuentemente
con algunos de ellos y sus circunstancias (Cao, M. 1992b). Lo que no se produce,
como ya anticipamos, son identificaciones entre los miembros de la audiencia, los
cuales permanecen aislados en su absorta contemplación salvo en los casos del
mimético y limitado contagio que produce entre los fans (ya no son los hinchas
discepole años y ahora hasta se incluyen las mujeres), la trasmisión de un encuentro
deportivo. Esta diferencia marca una distancia definitiva con la masa que requiere
de la identificación interpares para poder sostener su tejido libidinal.
313
televidentes vía sugestión. De esta forma, se los invitará a seguir consumiendo
mediante la oferta de emblemas que funcionen a la manera de modelos
identificatorios, objetos o ideas que porten para los teleconsumidores la promesa de
llenar los huecos que han quedado baldíos en su subjetividad luego del fracaso de las
instituciones en la trasmisión de los valores y en la cimentación de las bases de la
estructura del proyecto a futuro. A este tren en marcha es al que intentan
denodadamente subirse los anunciantes, los políticos, los variopintos pelajes de
adivinadores y los buscadores de rating.
En el curso de la década de los '90 el resultado del accionar de los medios sobre los
sujetos contribuyó a la pasivización de su actitud vital, complementando así los
efectos que producen la caducidad de la dimensión de futuro y la inmovilidad en la
que habría caído la dinámica societaria.
314
de todas las voces que la vienen anunciando ininterrumpidamente desde que esta
tecnología hiciera su entrada a escena en el éter.
A la luz de los hechos que jalonan su historia ya no resulta pertinente discutir si los
medios son buenos o malos, apocalípticos o integrados. Son una realidad tecnológica
a la que no podemos renunciar, pero sí, comprender y aspirar a que sobre ella pese
cierto control consensuado que evite la censura por omisión o por atiborramiento y
que permita la expresión de todos los actores sociales. En todo caso, que sea el
espectador frente a un menú variado, heterogéneo y plural quién decida qué ver, o
bien, que simplemente apague el receptor.
A partir del momento en que el sujeto contempla la imagen unificada y completa que
el Otro le devuelve y de la cual se apropia para restañar la sensación de estar
fragmentado se establece una matriz que servirá de modelo a los posteriores
intercambios identificatorios. La profusión de imágenes con que los medios
audiovisuales bombardearán al sujeto tendrá como blanco este registro imaginario,
que por su parte siempre se encontrará dispuesto a nuevas adquisiciones que permitan
la ampliación del territorio yoico.
315
Acordaremos entonces, conque el “desarrollo de la imagen modifica enormemente
nuestra relación con la realidad en la medida en que los medios tienden a sustituir la
mediación que permitía la construcción de las relaciones sociales” (Augé, M. 1995
ibíd. pág. 2). Los intercambios y vinculaciones sociales fueron, de esta manera,
perdiendo terreno a medida que avanzaba su proceso de banalización y terminaron en
gran medida sustituidos por relaciones comerciales.
Por su parte, los avisos publicitarios que transitan por los medios tienden a denotar
cualquier tipo de vinculación que se plasme en sus guiones con las marcas de los
productos que patrocinan.
De esta forma, a la manera de un círculo que se cierra sobre sí mismo, se pudo sumar
al ya habitual manejo publicitario del sustrato pulsional del sujeto teleconsumidor el
monitoreo planificado de su vía identificatoria. El devenir histórico del marketing de
audiencias encontró aquí un significativo punto de inflexión.
CAPÍTULO CUATRO
316
Pink Floyd
Paralelamente, para esa misma época los adolescentes fueron afianzando su lugar en
la sociedad mediante la legitimación de su cultura a través de la construcción de un
imaginario que fue rechazado, a veces violentamente, por la intransigencia de la
franja adulta.
Estos inocentes mensajes inicialmente dirigidos hacia las regiones psíquicas donde
moraba la racionalidad de los sujetos viraron en su dirección hacia las áreas más
profundas de la personalidad a partir de la llegada de las técnicas de investigación
motivacional. La intención final que perseguían los publicistas con estas nuevas
técnicas ya no era la de lograr que aquellos enseres fueran adquiridos por presentarse
como imprescindibles para sobrellevar la vida cotidiana, sino que buscaban “la
manera de precondicionar al cliente para que compre sus productos” (Packard, V.
1959 pág. 32).
En los albores de la década de los años ‘50 Estados Unidos se vio en la necesidad de
planear una nueva política comercial. La victoriosa finalización de la Segunda
Guerra Mundial trajo como consecuencia tanto la redistribución de la masa de
recursos económicos como la de su tecnología asociada, ya que hasta entonces ambas
317
se encontraban alistadas en la industria bélica. Este movimiento dio el puntapié
inicial para el desarrollo de una creciente modernización tecnológica junto a una
explosiva expansión del aparato productivo.
Si un ama de casa, por ejemplo, tenía un artefacto doméstico que aún funcionaba
bien había que inducirla publicitariamente a que deseara cambiarlo por otro nuevo
que contara con todos los adelantos del momento y a la vez que desechara el viejo. El
logro de este objetivo no se circunscribía solamente al nivel individual, la idea era
fomentar un efecto multiplicador basado en la inducción, el contagio, o bien, la
imitación sostenido por un persistente bombardeo publicitario. Una vez puesto en
marcha en forma masiva este proceso inició un indetenible encadenamiento que
englobó a cada vez más porciones de la sociedad, provocando a escala general la
aparición de un novedoso fenómeno.
318
No obstante, el cambio al que asistimos, el cual años atrás hubiera sido impensable,
coloca a los niños y adolescentes en el lugar de blanco preferencial del bombardeo
publicitario. Este nuevo estatuto al que adscriben, el de ser los naturales
destinatarios de los mensajes comerciales y los potenciales consumidores de los
objetos que moran en los mismos, se debe, en principio, a que son los que más horas
pasan frente al televisor. Y, en segunda instancia, por su influencia antes inédita en
la decisión familiar sobre qué comprar. Sin embargo, éstas, como se verá, no son las
únicas razones.
Hace 50 años no había productos exclusivos para adolescentes y dos siglos atrás
éstos prácticamente no existían. Su aparición, como ya hemos visto, data de los
efectos que trajo aparejado el cambio introducido por la Revolución Industrial, tanto
en el aparato productivo como en las relaciones sociales.
319
adolescente que, de esta manera, cumple con su función transicional de conducir al
joven, vía transbordo, a los territorios del universo de la cultura adulta.
Este proceso de asimilación del espíritu del mundo adulto y de acomodación a sus
pautas a través de la recreación del imaginario adolescente, juntamente con su
inmersión en el mismo, se tramitará por medio del pasaje a través de los distintos
grupos que el joven integre y por la pertenencia que en ellos logre constituir. En este
sentido, los grupos se conformarán en los progresivos peldaños donde se apuntalará
su tránsito adolescente, tal como ya venía ocurriendo desde la infancia pero con un
matiz diferencial.
320
El recién nacido es recibido en el preformado grupo familiar que de ahí en más
cumplirá con las funciones del grupo primario (Cooley, CH. 1909), o sea, las de
producir sujetos sociales mediante la construcción de un registro identificatorio.
Posteriormente, esta tarea se complementará y completará en los grupos secundarios,
como por ejemplo los que se desarrollan en las instituciones escolares, que si bien se
centran en una tarea específica permiten en alguna medida seguir apuntalando la
construcción de la identidad, ya que el registro donde discurre el grupo de trabajo se
encuentra siempre infiltrado por la incidencia de lo fantasmático (Bion, W. 1948)
(Cao, M. / L’Hoste, M. 1996).
Ahora bien, dentro de las correlaciones que pueden hacerse entre diversos conceptos
teóricos, el de imaginario adolescente podría ser emparentado con el de objeto
generacional en tanto que este último “(...) agrupa a aquellos fenómenos con los
cuales nos formamos un sentido de la identidad generacional” (Bollas, C. 1992 ibíd.
pág. 309). Esta identidad generacional, que tiene como función hacer de soporte a la
pertenencia, puede hacerse eco de un carácter transicional que la mantenga flexible a
la hora de incorporar nuevos elementos que desencadenen en su seno alteraciones o
modificaciones nutrientes. O, por lo contrario, que se cristalice en una dinámica
cerrada y entrópica, a la manera de lo que ocurre en los grupos burocratizados
(Bernard, M. 1987). La instalación de este tipo de dinámica impide el
enriquecimiento del campo yoico y de la dimensión fantasmática de los sujetos, tal
como sucede por ejemplo en el caso de las sectas o de las familias con un
funcionamiento psicótico.
321
identidad generacional, la cual mantuvo invariables una serie de aspectos a lo largo
del transcurso de las diferentes épocas, tal como el de considerarse y/o ser
considerados rebeldes, contestatarios, utópicos, etc. Estos conocidos aspectos, que
sobrevivieron al paso del tiempo y que en muchos casos devinieron en estereotipos,
están intrínsecamente asociados a la reformulación que se produce en el psiquismo
durante la adolescencia.
Por otro lado, las diversas modificaciones que se van plasmando en el plano social a
raíz de la alteración de estos anclajes permiten un gradual deslizamiento hacia los
cambios sociales, o bien, gestan una dinámica explosiva de resultados muchas veces
inciertos.
En este sentido, las artes en general han de proveer las hebras que contribuirán a
urdir la trama donde se proyectarán los guiones fantasmáticos de las consecutivas
generaciones adolescentes. En este arduo proceso el papel que ocupará la
cinematografía en los orígenes del movimiento juvenil a través de la iconografía
322
fílmica de James Dean fue progresivamente reemplazado por la música proveniente
de cantautores y bandas.
Este recambio se apoya en que los músicos se ofrecen como un eficaz modelo
identificatorio debido a que ellos mismos son también jóvenes que han logrado
ocupar un lugar en el mundo adulto (especialmente si pudieron emerger del
underground). Y, además, porque sus canciones tienen la importante tarea
sublimatoria de recrear las fluctuaciones internas y externas de la atmósfera
adolescente. La propagación de sus letras y acordes por el éter cultural contribuye a
la re-creación del imaginario adolescente, a la elaboración de la problemática del
transbordo y a la descarga de parte de las angustias y excitaciones que agitan las
jóvenes velas yoicas.
IDENTIDAD EN VACÍO
¿Por qué este heterogéneo conjunto etáreo que vagó sin rumbo ni anclajes por
décadas fue estatuido como la encarnación desiderativa del sujeto de fin de siglo?
323
movimientos contraculturales de cada época (en tanto cuestionaran lo clásico, lo
establecido). La fragmentaria alianza entre neoliberalismo y posmodernidad intentó
con bastante éxito adoptarlos e incluirlos en su hégira, colocándolos en el lugar
reservado para el modelo ideal y estandarizado del sujeto social que desde luego toda
época histórica tiene. A pesar de lo contradictorio que esto resultaba para la vocación
vanguardista, contracultural y confrontatoria que consensuadamente caracteriza al
imaginario adolescente.
Ahora bien, en atención a los elementos que surgen del análisis de las variaciones
que introdujo en el imaginario adolescente la llegada del posmodernidad se hace
necesario recordar resumidamente los factores que caracterizan la dinámica
psíquica de toda adolescencia.
324
metabolización de las vivencias de extrañeza por su nueva forma que se conjugan en
la búsqueda de una dimensión mental donde ensamblar las viejas representaciones
con las nuevas, dando lugar a una nueva instancia yoica.
325
No obstante, los efectos que se derivan de la instauración de las nuevas pautas
socioculturales no se circunscriben solamente a los temas que circulan alrededor de
la imagen. La dimensión temporal, eje liminar en la constitución de los sujetos
pertenecientes a las culturas occidentales, también se vio enfrentada a una poderosa
transmutación.
326
Quedará, entonces, solamente la posibilidad paliativa de consumir y desechar
objetos.
CAPÍTULO CINCO
HISTORIAS DE FAMILIA
327
Qué va a ser de ti lejos de casa
nena, qué va a ser de ti
Esta difícil articulación que cada generación adolescente debe establecer en el seno
del campo social es tributaria del proceso que se desarrolla en el seno de las familias
donde se gestan y de donde emergen estos adolescentes, moldeados en la fragua del
imaginario social de cada período histórico. Los contenidos de esta dimensión son
simultánea y concordantemente recepcionados, canalizados y retransmitidos por el
contrato narcisista establecido a nivel del grupo familiar, medio privilegiado a través
del cual se realiza la metabolización que los miembros del conjunto hacen de las
pautas socioculturales en boga.
A partir de la década de los ´80 los adolescentes y sus respectivas familias se vieron
involucrados en un vertiginoso clima de alteraciones que afectó con la misma
intensidad tanto a los clásicos esquemas referenciales como a las posibilidades de
metabolización, vía trabajo psíquico, de estos cambios. Dichas alteraciones
generaron una atmósfera de crisis que, en su inevitable circularidad, profundizó las
irreversibles modificaciones que ya se venían produciendo no sólo en la fisonomía de
la estructura familiar, sino también en las características de los lugares que la misma
cultura ofrecía y donde los miembros de aquéllas podrían, en el mejor de los casos,
insertarse.
Por otra parte, esta historización resulta ineludible si se desea contextualizar las
modalidades que fue adoptando la familia a la luz de las modificaciones producidas
328
en el campo sociocultural. Y, en este mismo sentido, si se pretende evitar la caída en
un solipsismo que se nutre, únicamente, de la noción de una estructura familiar de
características inmanentes.
Esta nueva era, tecnotrónica o posindustrial, que asienta sus pilares en la alianza
filosófico-económica que surge de la extrapolación del relato de la posmodernidad
con la restauración del capitalismo salvaje que se desplegará durante el siglo XIX,
cuenta entre sus logros con el haber literalmente barrido con gran parte de la
jerarquía axiomática que casi por dos siglos identificó a la modernidad.
Esta alianza contó para ello con los grandes avances a escala tecnológica que
permitieron en el campo económico automatizar primero y robotizar después la
producción industrial a gran escala. De esta forma, este tipo de producción trepó a
una inédita dimensión global y, a la sazón, el mundo se vio inundado por una clase
de enseres, que gracias al concurso de estos nuevos medios de producción ya no sería
pertinente que se los denominara manufacturas, debido a que en su fabricación
prescinden casi totalmente de la mano del hombre.
Esta obsesiva e indetenible carrera entre los fabricantes (cada vez más aglomerados
en un menor número de corporaciones que concentran la mayor parte del poder
industrial), por estar constantemente a la vanguardia y por diversificar cada vez más
su inserción en los mercados, no sólo internos sino también externos, encuentra su
sostén en la avidez que genera una mayor demanda de innovaciones. Esta, por su
parte, se sigue sustentando en el éxito comprobado de la política comercial de
generación de necesidades, basada en una hábil estrategia de difusión publicitaria.
329
cuyo insondable afán de lucro le impidió (o simplemente no le importó), medir las
consecuencias sociales y ecológicas que sus políticas expansionistas trajeron
aparejadas. De esta manera, el neoliberalismo y su catecismo ideológico impidieron
planificar y distribuir equitativamente a escala mundial el aumento del estándar de
vida que se produjo mediante el recambio cualitativo del aparato productivo a raíz
del advenimiento de la sociedad posindustrial.
que casualmente resultaron financiados por los operadores económicos de los países
más ricos.
Por otra parte, la vertiginosa obsolescencia que había comenzado a regir para los
productos se fue transfiriendo paulatinamente sobre el personal, que de esta manera
debió mantener una constante actualización de sus conocimientos y/o especializarse
en otras disciplinas para estar a la altura del empleo de las nuevas tecnologías. Esta
situación trajo como consecuencia que se generará una profunda escisión en el
mercado laboral, la cual fue valorizando una mente de obra cada vez más calificada
y mejor remunerada versus la pauperización una mano de obra en constante
depreciación y reciclaje (ya que por no saber hacer lo mismo se contrata al empleado
que genera menos costos).
La desorientación que se abatió sobre los sujetos que no pudieron adaptarse a las
pautas provenientes de la instalación del paradigma de la sociedad posindustrial se
entronca con la difusión masiva de la informática y su imprescindible manejo a la
hora de obtener un trabajo con cierto grado de calificación. Claro que esta situación,
por su parte, no implica ningún reaseguro sobre una posible y estable ubicación
laboral.
En relación con lo hasta aquí planteado es muy importante subrayar, que muy lejos
de convertirse en la excepción, el arribo de la alianza entre la visión posmoderna y
330
el neoliberalismo socioeconómico excedió los marcos macro y microeconómico para
inundar el resto de las dimensiones del socius con su arrolladora prédica. De esta
manera, sus consecuentes efectos fueron impregnando el campo social con las
tonalidades de su discurso, socavando la axiomática de la modernidad y gestando la
desarticulación de los esquemas de referencia tradicionales, aquellos que por
generaciones los sujetos habían utilizado a la manera de una brújula.
331
nuevos medios de producción alumbrados por el paradigma histórico de la
Revolución Industrial sobre la que desde una visión sociológica retrospectiva con
relación a la familia nuclear fue rotulada bajo la genérica denominación de familia
ampliada o familia extensa clásica.
“En una sociedad como ésta, las familias tendrán tanta profundidad generacional
como los factores demográficos lo permitan, pues abandonar la familia equivale a
renunciar al acceso a los medios de producción primaria, a perder la posibilidad
misma de subsistencia. No se planteará la cuestión del abandono de su familia de
origen por el individuo en busca de independencia económica o para fundar ‘su
propia’ familia, pues, para los individuos, la independencia económica es
inalcanzable” (Harris, C. 1983 ibíd. pág. 130).
332
Por lo tanto, la imposibilidad de abandonar a la familia en pos de otro destino
afincaba en los sujetos el sentimiento de pertenencia a la comarca donde habían
nacido y donde seguramente habrían de morir. A la sazón, los valores y emblemas
familiares (en muchos casos coincidentes con las idiosincrasias zonales), debían
mantenerse como marcas irrecusables de la identidad por pertenencia, ya que así
quedaba garantizado el lugar de los sujetos en el grupo familiar y, por tanto, su
identidad en relación con los propios y con los ajenos.
Las actividades artísticas, como ya hemos visto, configuran una de las instancias
elaborativas privilegiadas que la sociedad dispone para la tramitación de sus
problemáticas, conflictos y contradicciones (Cao, M. 1992b). En este sentido, la
maleabilidad de los materiales con que trabajan la literatura, la cinematografía y sus
respectivos medios asociados (el periodismo, la televisión, etc.), a diferencia de la
pintura y la escultura permite que la tramitación de aquellas problemáticas tenga una
mayor llegada, efectividad y repercusión en los miembros de las sociedades del siglo
en curso.
333
Esto fue lo que ocurrió en el caso de la familia ampliada, donde la posibilidad de
subsistencia de aquellos modelos se hallaba seriamente amenazada a raíz de las
profundas transformaciones que sacudían a la sociedad preindustrial.
Consecuentemente, el proyecto identificatorio también se vio alterado debido a que
los marcos referenciales con los que los sujetos podían contar para el trazado de un
plan a futuro se vieron conmocionados con la caída de los ideales y valores que
guiaron a las generaciones precedentes.
En este sentido, la familia ampliada como producto de los nuevos vientos que
arrasaron con el feudalismo crepuscular y que dieron origen tanto a las naciones
como a la urbanización fue también víctima de la celada de lo instituido. Su
resistencia al cambio, al igual que en el caso de la longeva sociedad feudal, fue
quebrada por fuerzas de un poder inconmensurable y sus miembros debieron
sobrellevar como pudieron el temporal que se abatió sobre su realidad histórica y sus
respectivos psiquismos.
334
que esta transformación introdujo abrió paso a una mayor libertad de los sujetos
para elegir su destino (vocación, trabajo, pareja, etc.), ampliando así sus opciones,
sus modelos identificatorios y sus formas de pensamiento. Sin embargo, este
aflojamiento los introdujo asimismo en una dimensión desconocida hasta el
momento, la de una angustia ligada a la incertidumbre que brinda la opción
individual como disyuntiva vital.
Como ya hemos consignado, desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad la
familia nuclear cumplió un papel insustituible en las sociedades occidentales. La
consolidación de su rol como sostén del aparato productivo del maquinismo,
mediante la generación de los sujetos que habrían de manejarlo y el consecuente
consumo de los bienes resultantes de su producción, permitió ampliar la demanda
laboral y los lugares a ocupar en una sociedad que multiplicaba las oportunidades en
una ascendente trayectoria espiralada.
335
los contornos del grupo familiar, los cuales resultaron motivados por la modificación
de las costumbres que introdujo, por una parte, el indetenible avance tecnológico y,
por otra, las continuas innovaciones aportadas por el giro del caleidoscopio y siempre
renovado imaginario adolescente.
Por otro lado, sería posible, entonces, pensar los distintos momentos históricos de
microcrisis como parte de los sucesivos reposicionamientos suturantes o
transicionales que se produjeron como fruto de cada una de las oportunidades y de
los peligros que atravesó desde su aparición la familia conyugal. Sin embargo, no
casualmente la mayoría de estas microcrisis hicieron su aparición durante el curso
del siglo XX, ya que esta recortada centuria contó a partir de los años ‘50 con la
concentración de avances tecnológicos más grande de toda la historia de la
humanidad y porque en esa misma década se consolida definitivamente el imaginario
adolescente.
A partir del momento en que este fenómeno toma las riendas se comienzan a
profundizar velozmente una serie de cambios en las dinámicas societarias que ya se
venían perfilando desde tiempo atrás. Hacia 1989, fecha en que algunos autores
ubican el fin de la modernidad (Feinmann, J. 1995), y otros el del siglo (Daniel, J.
1995), el ya maltrecho sistema de valores legado por el iluminismo humanista había
entrado en su faz agónica, dejando su lugar al código selvático del sálvese quien
pueda. De esta forma, los actores sociales se vieron catapultados a un individualismo
rayano en lo salvaje, el cual terminó de carcomer los alicaídos tejidos solidarios.
336
la era posindustrial y en las posturas filosófico-pragmáticas del gobierno conjunto
entre el neoliberalismo y la posmodernidad. Y, si bien, el valor de la individualidad
fue desde siempre el acicate preferido por el capitalismo para desarrollar sus
campañas de conversión ideológica nunca llegó a tener tanta prensa y aceptación
como en estos tiempos, hasta el punto de desplazar a las utopías comunitarias del
templo sagrado de los meta ideales.
No obstante, este resumido listado con situaciones impensables a principios del siglo
XX quedaría más que incompleto si no incluyéramos a las familias homoparentales
(aquellas formadas por parejas homosexuales), las cuales últimamente han podido
legitimar jurídicamente tanto su unión como la crianza de hijos propios o adoptados.
Asimismo, debemos incluir las nuevas técnicas de fertilización asistida, las cuales
otorgan la posibilidad de que una mujer sea madre sin tener una pareja y en edades
que poco tiempo atrás resultaban infrecuentes.
Sabemos que desde sus albores la familia conyugal generaba sujetos que luego de su
respectiva instrucción (no necesariamente escolar), irían a ocupar casi con seguridad
un puesto en la cadena de producción. En el mejor de los casos, la obtención de ese
puesto se lograría según la calidad y la cantidad de su capacitación, como lo viene
planteando desde sus comienzos el capitalismo en su versión darwiniana de la
supervivencia del empleado más apto.
337
manera, se perdió definitivamente el rumbo que orientaba los criterios de inserción
en la sociedad adulta que tuvieron vigencia durante la modernidad.
¿Tendrá, por lo tanto, la familia nuclear sus días contados como le ocurrió a la
parentela, o se salvará con algún enroque de último momento?
CAPÍTULO SEIS
TIEMPOS VIOLENTOS
Serú Girán
338
Las sucesivas crisis que se abatieron sobre los modelos familiares que marcaron con
su presencia el pulso de la historia social de occidente no finalizaron solamente con
el relevo de los viejos y escorados modelos por sus novedosos reemplazantes. El
insanable impacto que acusaron en sus cimientos develó, además de la funcionalidad
socioeconómica que cada uno de ellos cumplía, su intrincación y concomitancia con
las construcciones culturales que en cada momento gobernaron los destinos
societarios.
Es que la estructura familiar “es mediadora primordial entre la cultura y ese sujeto
en vías de constitución, de modo análogo la cultura media entre las reglas
transculturales y los grupos y sujetos que la conforman” (Gomel, S. 1991 pág. 158).
En este sentido, el papel que la familia nuclear cumplió (y aún sigue cumpliendo), es
de primordial importancia a la hora de evaluar cuál será, finalmente, su capacidad de
metabolización frente al cúmulo de cambios que trae consigo el despuntar del nuevo
milenio.
A la manera del grupo primario, la familia forja las estructuras mentales donde se
funda y se desarrolla la subjetividad de los individuos que nacen en ella. Por lo
tanto, su función principal es proporcionar los elementos que coadyuven a forjar la
identidad del recién llegado mediante el trabajo psíquico al que la función materna lo
somete y mediante el cual se produce la metabolización de los primeros modelos
identificatorios. Con todo, durante los primeros años estos modelos serán provistos
por el entorno familiar, pero más adelante se verán complementados por diversos
aportes provenientes de vinculaciones que estén más allá de aquel entorno.
339
La metabolización de lo heterogéneo va a desarrollarse de manera diferenciada de
acuerdo al funcionamiento que caracteriza a cada uno de los diversos estadios por los
que transcurre la actividad de representación. En los primeros momentos de la vida
psíquica del sujeto, cuando el proceso originario gobierna en soledad, los estímulos
que intentan irrumpir en él apenas esbozado ámbito psíquico serán tamizados por la
función materna. Esta, con el propósito de volverlos compatibles y, por tanto,
metabolizables con los elementos y las reglas del medio psíquico donde van a
introducirse, le prestará su envoltura representacional a la heterogeneidad que
caracteriza al conjunto de aquellos estímulos. Sin embargo, este préstamo no será en
ningún caso gratuito, ya que la modelación representacional que brinda la función
materna en esos primeros momentos será impuesta sin opción por medio de la
violencia primaria.
De esta manera, se fundan las bases para que el sujeto cuente con un sistema psíquico
donde pueda operar su flamante actividad de representación, ya que las puestas de
sentido que la madre aporta al infans en los primeros tiempos se transforman en su
psique en un sistema de representación idéntico a las significaciones aportadas. Este
contorno envolvente, esta información que la función materna imprime sin
proponérselo, es semejante a la que deja la presión del cuño en el lacre caliente. Por
tanto, lo que se imprime es el circuito de un sistema, una forma de codificar los datos
y los estímulos que provienen de un exterior que todavía no es posible representar
como tal. Parafraseando a Marshall McLuhan, el medio es el mensaje (Cao, M.
1993).
340
establecimiento de un proyecto identificatorio, imprescindible para forjar una
representación de sí mismo a futuro. El sujeto, de acuerdo al procesamiento que haga
de la inducción modelizadora, podrá incorporar a las bases de su proyecto
identificatorio diversas cualidades y magnitudes provenientes de los aportes que de
su entorno familiar, grupal e institucional, construyendo a partir de ellos una síntesis
propia.
Desde esta perspectiva se desprende con claridad que todo proyecto identificatorio se
encuentra sobredeterminado por el contrato narcisista y el pacto denegativo
establecidos en el ámbito de cada familia. Estos, a su vez, serán tributarios del recorte
cultural en el que se hallan insertos. Por tanto, las relaciones de interdependencia de
estos cuatro términos determinan una serie de pautas, propias de cada sociedad en
cada período histórico, que permitirán perfilar los lugares a ocupar en la misma y las
formas prescriptas para lograrlo.
341
retrospectivamente con otros, cómo el entramado de la subjetividad es fruto de una
producción cultural que se halla condicionada sí y sólo sí (la doble implicación que
utiliza el lenguaje matemático), por los vaivenes del macrocontexto.
De este modo, se inició el ocaso de una modalidad que había sido transmitida
generacionalmente. Las pautas que por años habían servido para delimitar la
conveniencia de las vocaciones y de los matrimonios se hundieron como el Titanic
mientras la orquesta seguía tocando en cubierta. Este lento pero inexorable proceso
comenzó a trastornar la dinámica de las familias que fueron adiestradas en función
de las pautas de cierto imaginario social a medir el futuro con la vara del progreso
en línea recta, aquel que era garantizado por el esfuerzo, la dedicación y el estudio.
Entre los sujetos de mediana edad a los que su formación y experiencia les resultaba
inservibles y aquellos jóvenes que sopesaban con desánimo la posibilidad de que la
formación que pudieran adquirir les permitiera ocupar algún lugar satisfactorio a
corto plazo se detectaba una problemática en común: la dimensión del futuro se
hallaba en ambos casos cuestionada.
Con todo, si en esta descripción incluimos también a aquella franja de sujetos que ni
siquiera puede aspirar a tener un lugar dentro del sistema, los marginados y
excluidos, deberemos entonces trocar la idea de un futuro cuestionado por la de su
patética desaparición. Este tipo de conflictiva, inexistente años atrás, definió un
nuevo panorama en el horizonte cultural. La subjetividad que habría de producir una
familia inmersa en esta atmósfera, se vería matizada por un tipo de tonalidades
inéditas para las épocas en las que gobernaba el referente del pleno empleo.
342
Por el contrario, este proceso se reciclará con variaciones en una incontable cantidad
de oportunidades a lo largo de la vida de un sujeto. Y, si por lo general, su labor
queda silenciada, donde indefectiblemente se detectará el rumor de su trabajo es en la
articulación o en la fractura que se produce en las sucesivas superposiciones espacio-
temporales donde se cruzan las vicisitudes de los recambios generacionales. Tal
como ocurre en el caso de la adolescencia.
343
De este modo, el tan temido enfrentamiento generacional, que por una parte gravita
espontánea e inevitablemente hacia la colisión, por otra, contribuye al
distanciamiento material, simbólico y afectivo respecto de los otros originarios. Esto
ocurre tanto para evitar el grueso de los movimientos sísmicos que produce el
cimbronazo de la resignificación pulsional como para cuestionar la validez y
legitimidad del campo de los valores e ideales paternos, aquel que hasta el momento
detentaba la hegemonía como modelo y apoyatura. En este sentido, el rango del
cuestionamiento termina abarcándolo todo, desde el ideario familiar hasta sus usos y
costumbres, gracias a la irrupción de otra pluralidad de modelos que aporta el
macrocontexto a través de las amistades, el grupo de pares, los adultos extra-
familiares, la vida institucional, los medios de comunicación, etc.
Por tanto, para que este proceso transcurra de la manera más aceitada posible, lo cual
no implica ausencia de sufrimiento para ninguno de los actores, es necesario que los
padres se mantengan íntegros, coherentes y consistentes tanto con sus
posicionamientos subjetivos como con sus valores e ideales, permitiendo así que se
consume exitosamente el asesinato simbólico por parte de los adolescentes. Este
tendrá lugar siempre y cuando los padres no entreguen su estandarte en forma
pusilánime ni, en su versión contrapuesta, se atornillen a una omnipotencia
apabullante e invulnerable que paralice o anule el movimiento independentista.
Tampoco es deseable para la potabilidad del desenlace un aplacamiento artificial de
la beligerancia que intente diluir el enfrentamiento y que derive en una
sobreadaptación de ambas partes con el telón de fondo de una familia ideal sin
enojos ni diferencias, o bien, de una agrupación integrada por amigos más que por
padres e hijos.
No obstante, no tan lejos de las problemáticas que se suscitan en este terreno las
situaciones conflictivas que se verían más remarcadas son las que se relacionan con
las vicisitudes propias de la tramitación del desprendimiento. A partir de este planteo
podría delinearse un espectro representativo de las múltiples circunstancias (normales
o no), que involucran a la trabajosa salida exogámica. Este espectro oscilaría entre
dos polos bien definidos con sus respectivos corrimientos hacia una zona de valores
promedio.
344
En primera instancia, nos encontramos con el polo de la dificultad de lograr un
desprendimiento con un mínimo de sufrimiento psíquico. Esta conflictiva se puede
presentar en sus variantes de la sujeción tiránica por parte de los padres, del portazo
estentóreo por parte del adolescente, o bien, de la formación de compromiso que
provee la sintomatología (neurótica o narcisista) con que la que se intenta resolver
fallidamente el conflicto. Desde luego, que estas variantes no incluyen la cuestión de
la imposibilidad de desprenderse, puesto que en ese caso nos enfrentaríamos con
padecimientos que se internan en la órbita de los cuadros fronterizos y las psicosis.
De todas estas posibilidades, las relativas al primer polo son más fácilmente
asimilables a un estilo promedio que podría corresponderse con los tiempos
modernos, aunque aún hoy sigan persistiendo en diferentes formatos. Mientras que
las que se agrupan en torno al segundo polo se adecuan mejor a los tiempos
posmodernos que corren.
Por lo tanto, frente a la posibilidad de que sus frágiles instancias yoicas se vean
desbordadas por este cúmulo de vicisitudes, los adolescentes oponen a la situación
diversos recursos defensivos. Es así como surgen la resignación, el descrédito de los
345
adultos, el desprecio de lo social instituido, la sobreadaptación, el apuntalamiento
invertido (del adulto desorientado o indefenso), etc
Por ende, frente a una atmósfera familiar tan poco tolerante con las diferencias y tan
cargada de rechazo los jóvenes pueden, en un intento de arrancarse de raíz que
coincide con la tentativa de renegar de sus propias fuentes, tomar el camino del
portazo y abandonar prematuramente el núcleo familiar por diversas vías: casamiento
(con o sin embarazo previo), convivencia, o simple mudanza (en las variantes
solitarias o con amigos).
En otra gama de casos donde los modelos familiares y sus inserciones se encuentran
vapuleados por la irrupción de los códigos instrumentados por la sociedad
postindustrial la crisis se despoja de sus vestiduras sociales para avanzar de manera
implacable sobre la interioridad de aquellos modelos e inserciones. Aquí el
enfrentamiento generacional se vuelve peligroso debido a otras razones. Como, por
ejemplo, cuando el liderazgo económico de los progenitores (especialmente el del
padre), se encuentra debilitado o se ha desvanecido el desenlace del enfrentamiento
puede teñirse de una connotación mortífera que exceda los niveles de angustia que el
joven pueda tolerar. A la sazón, el adolescente capaz de obtener mejores réditos
económicos que sus padres intentará retirarse del enfrentamiento para evitar destruir
no sólo la imagen idealizada y omnipotente de los padres, sino también su anclaje
como referente respecto de la realidad material.
346
De cualquier manera, aunque no medie desenlace trágico alguno la credibilidad en
los modelos identificatorios comienza a deteriorarse en forma irreversible. Esto
comenzó a ocurrir en la medida de que el desinvestimiento que produjo la aplicación
de los parámetros del neoliberalismo gobernante dio paso a una cultura caracterizada
por el vale todo, donde el deslinde entre lo que quedaba dentro del campo de lo legal
y lo que marchaba por fuera de él se desdibujaba irremediablemente.
A los sujetos pertenecientes a las culturas preindustriales les ocurrió con la llegada
del maquinismo, mientras que a los miembros de la sociedad industrial cuando la
tercera ola acometió con su marejada. En ambos casos, tanto unos como otros se
vieron enfrentados con severas dificultades para metabolizar los voluminosos
cambios que se produjeron en el macrocontexto a raíz del relevo del paradigma
histórico correspondiente a cada una de estas épocas.
347
De esta suerte, la cíclica e inexorable caducidad de cada uno de los paradigmas
históricos que en su momento gobernaron la dinámica societaria se encuentra
directamente correlacionada con las repercusiones en la estructuración de los
modelos de vinculación que se establecen en el ámbito de los integrantes de cada
cultura. Estas repercusiones en los registros intrasubjetivo e intersubjetivo serán
asimiladas, acomodadas y retransmitidas para su metabolización en el escenario de
los contextos familiar y social por medio de un conjunto de representaciones con
perfil e identidad propio dentro del imaginario social, las cuales podrían nuclearse
alrededor del concepto ya mencionado de matrices sociales de identificación.
Por tanto, para poder hacerse cargo de este papel social la adolescencia debió
afirmarse primeramente como franja etárea independiente y discriminada. Este
proceso se inició justamente en un momento de gran trastocamiento social a partir de
los cambios propulsados por la crisis en la que se sumió el aparato productivo con la
llegada de la Revolución Industrial. A raíz de estos severos cambios los jóvenes
perdieron su lugar de aprendizaje bajo la tutela familiar para ser instruidos en
instituciones creadas para tal fin y cuyo antecedente inmediato era la propia fábrica
que entrenaba y capacitaba a los nuevos operarios. Este traspaso de la órbita familiar
a la pública no sólo representó un cambio irreductible, sino también un requerimiento
348
para el desarrollo y sustento de la novel sociedad, la cual debía ilustrar masivamente
ya que sus necesidades productivas así se lo imponían.
349
¿El paradigma histórico de la sociedad de la tercera ola incluye el papel de la
bisagra generacional o de interfaz para el imaginario adolescente? ¿Qué ubicación
se reserva entonces para la dimensión de futuro y para los cambios en la sociedad?
Las severas transformaciones que acarrearon los relevos del paradigma histórico
gobernante dieron lugar tanto a ventajas como a desventajas. Las familias ampliadas
que sintieron como el brutal impacto con que imponía sus reglas la Revolución
Industrial quebraba su espinazo axiomático no saludaron su llegada cantándole loas
mientras su entidad social se extinguía a la manera de los dinosaurios. Otro tanto
podría plantearse para la familia nuclear en relación con los efectos que emanan de la
indetenible instalación de la sociedad posindustrial, si es que aquella estructura no
lograra evitar su inscripción en la lista de nuevas víctimas.
Por otra parte, la conexión global vía Internet que hasta la década del ´80 parecía
propiedad de la literatura de ciencia-ficción permitió que la información sea hoy
asequible por distintos medios a millones de personas. Otro tanto ocurre con los
avances tecnológicos y científicos que han aumentado la expectativa de vida para
muchas personas y no sólo en los países del primer mundo.
Sin embargo, a pesar de lo promisorio de estas noticias el siglo pasado se cerró con
un panorama muy sombrío. “En una sociedad sin finalidad ni significación, el
‘mensaje social’ se reduce, pues, a la idea del vínculo, y el vínculo es tanto más
eficaz cuanto que está perfectamente vacío de sentido y es indefinidamente
reinterpretable (...) Esta manera de regular el comportamiento de una sociedad es tan
extraña a nuestras tradiciones que, para describirla, sólo tenemos términos
peyorativos, tan peyorativos que parecen vulgares a unos especialistas que temen
parecer menos inteligentes si son menos matizados” (Guéhenno, J.M. 1993 pág. 92).
350
El neoliberalismo que en su flujo embriagó a multitudes de ciudadanos y en su
reflujo nos dejó la resaca de sus iniquidades intentó y sigue intentando arrasar los
últimos bastiones del Estado de Bienestar (Welfare State). Con ello no sólo entroniza
a la jungla y sus reglas como escenario relacional, sino que delega en los sujetos las
obligaciones contraídas por aquél. De esta forma, se invierten sus funciones y se
rompe el pacto que lo originó, en tanto abandona los lugares y obligaciones que
acumuló a lo largo de los dos últimos siglos. De aquí, que la falta de credibilidad que
gozan los que hacen y medran con la política se extienda metonímicamente a toda
autoridad y, por tanto, a toda ley.
No nos corresponde, pues, hacer predicciones sobre lo que podría ocurrir en las
próximas décadas ya que los pronósticos no gozan de seriedad epistemológica. De
todas maneras, el destino de las familias y sus miembros correrá paralelo a los
diversos avatares que se produzcan en el complejo territorio del macrocontexto, el
cual no va a estar exento de sorpresas. Sin embargo, también dependerá de la
posición en la que coloquemos las velas para recibir los nuevos vientos. De esa
manera, podremos calcular cuáles son las posibilidades de navegar en este mar
picado de amenazas contra la subjetividad.
CAPÍTULO SIETE
(AL) ABORDAJE CLÍNICO DE LOS ADOLESCENTES
Invitame a ver tu
historia
Charly García
351
Las dificultades que se presentan a la hora de definir un conjunto de pautas que guíen
un abordaje desde la clínica psicoanalítica para el trabajo con adolescentes, no se
alejan demasiado de las que ya apreciamos y padecimos en el curso de la exploración
cultural del Planeta Adolescente. Esto se debe a que las dimensiones intersubjetivas y
transubjetivas irrumpen en el ámbito de los tratamientos con la misma fuerza con la
que determinan los fenómenos de su cultura.
Los papeles que juegan tanto la dimensión social como la familiar cobran un peso
significativo en las problemáticas que acosan a los jóvenes. Es por esta razón que las
diversas y heterogéneas temáticas que se fueron desplegando a lo largo de este viaje
exploratorio se imbrican de manera profunda entre sí. Y, como veremos, tendrán una
inevitable gravitación en el trabajo psicoanalítico con adolescentes.
Por otra parte, en una línea claramente alejada de la enfermedad mental y mucho
más contemplativa del papel que cumple el entorno social en su configuración, se
ubicaron las ideas esbozadas por otros autores provenientes del campo psicoanalítico.
Estos desarrollos se volvieron finalmente clásicos gracias a la amplitud de criterio
con que enfocaron al fenómeno adolescente, delineándolo como un período
normalmente anormal (Aberastury, A. / Knobel, M. 1970).
Desde luego, tanto estas perspectivas como otras cuando recogen la temática de las
pérdidas sufridas durante este ciclo vital con un enfoque que no acentúa el sesgo
psicopatológico, como por ejemplo la que considera a la temática adolescente como
una “reactivación narcisista debido a situaciones de duelo” (Aryan, A. 1985 pág.
352
446), no se hallan despistadas del sendero que conduce al corazón del fenómeno, ya
que este desemboca en la intelección de la adolescencia como un período de crisis en
el ámbito psíquico, familiar y social.
A esta altura del siglo psicoanalítico sería difícil imaginar que, parafraseando cierto
eslogan político, la única verdad que se pone en juego en el encuadre témporo
espacial delimitado por la sesión sea la realidad psíquica. La inserción de los sujetos
en las redes vinculares y sociales en las que se mueven y a las cuales pertenecen
excede esta conceptualización, ya que la trama que se construye entre paciente y
353
analista por más especial que sea es sólo una de ellas. La avidez de referentes y de
experiencias modelizadoras que presenta el adolescente introduce inevitablemente, y
a veces hasta con violencia, a las otras realidades en el consultorio.
Estos interrogantes se encuentran, en cualquier caso, lejos de ser retóricos. Más aún
en el trabajo con adolescentes que con su despliegue (transferencial, por supuesto),
implican al analista de manera ineludible obligándolo a estar de cuerpo presente.
Pero, no para que éste zafe jugando la basa del muerto ni para que eluda el convite
con el gastado giro de “y a vos qué te parece”, sino para quitar los cerrojos que
impiden utilizar (usar diría Winnicott), la dimensión modelizante del apuntalamiento
(aquella con la que los jóvenes también se conectan con los otros significativos que
circulan fuera del consultorio), en función de sostener el procesamiento de su
remodelación identificatoria.
354
se mantenía anclado en la difusa zona de la imposibilidad de gestar un proyecto a
futuro para sí mismo gracias a las tres materias que aún debía del secundario.
Mis entradas y salidas del rol de la figura paterna que Daniel proyectaba sobre mí,
matizadas con sus similitudes y diferencias respecto del original (especialmente la
novedosa posibilidad de jugar conmigo y con los objetos del consultorio), permitió la
paulatina construcción de la figura de un padre más cercano a lo humano que las
imagos terroríficas o idealizadas que Daniel portaba en su trama fantasmática. Esta
construcción de una imagen paterna con sus respectivas virtudes y defectos, con
quien poder confrontarse, reclamarle por su abandono y al cual poder enterrar no
hubiera sido posible dentro de un encuadre de estricto rehusamiento, ya que la
disponibilidad libidinal de Daniel no lo hubiera resistido.
Así, por ejemplo, ocurrió con su propuesta acerca de qué merendáramos juntos en la
sesión. A tal fin, Daniel concurría con su sándwich o alfajor y su latita de gaseosa
luego de los infructuosos intentos para que yo se los proveyese. Y, si bien, su
invitación a participar en el ágape era declinada por mí, nunca interfería en su
despliegue, ya que por el momento él necesitaba tomar la leche conmigo. Más
adelante, cuando pudimos trabajar con mayor profundidad el vínculo
prematuramente trunco con su padre, está puesta en escena fue cediendo
paulatinamente hasta desaparecer.
355
que el terapeuta se vea acosado por las nostalgias o las peripecias no resueltas de su
propia adolescencia.
Por lo tanto, desde nuestro lugar de analistas no nos “corresponde combatir la crisis
de adolescencia, curarla o acortarla; antes bien corresponde acompañarla y, si
supiéramos cómo, explicarla para que el sujeto saque lo mejor de ella” (Mannoni,
O. 1988 ibíd. pág. 130). Es en este sentido que se plantea como válida la perspectiva
de ejercer una suerte de acompañamiento analítico del adolescente, “ya que debido
al divorcio generacional, la intimidad analítica hace copartícipe al analista de
experiencias y situaciones vitales del paciente” (Pérez T., A. 1961 ibíd. pág. 171).
356
pivotean y se superponen desde las necesidades infantiles de contención que obligan
a encarnar alguna de las figuras paternas, desde la transitoria paridad que inspira una
suerte de complicidad empática y desde el delimitante promontorio rocoso de la
modelación adulta.
Otro párrafo aparte requiere el tema del diván. Su implementación técnica como un
deprivador sensorial que permita la fluidez del proceso asociativo y que conduzca, a
su vez, a un estado de progresiva regresión ha sido comprobadamente eficaz en el
tratamiento de adultos neuróticos. A medida que nos alejamos de ese campo el
dispositivo del diván va perdiendo efectividad. No sólo no podemos usarlo en
patologías graves, sino que tampoco lo usamos con niños, ni obviamente en
dispositivos multipersonales.
357
se niegan terminantemente a aceptarlo o incluso, previamente anoticiados, se
anticipan negativamente a cualquier sugerencia respecto del mismo.
Esta situación, al igual que la referida a los modos de intervención, a la rigidez del
encuadre y al manejo de la transferencia genera también un nuevo espectro de
cuestionamientos que conducen a la reflexión acerca de la necesidad de una
especificidad técnica para el tratamiento de adolescentes.
Por otra parte, no debemos olvidar que el propio Freud implementó el recurso del
diván debido a la fatiga que le causaba mantener un rictus neutral en su rostro
durante su larga jornada laboral. Sin embargo, como ya hemos visto, no se trata de
mantener un rehusamiento a ultranza en el tratamiento con adolescentes. Más aún, a
veces es necesario utilizar al igual que en el tratamiento con niños formas lúdicas
(ya con palabras, ya con objetos), para favorecer el despliegue fantasmático y la
recurrencia transferencial.
Es en este sentido que desaconsejo la utilización del diván como una forma más de
intentar la construcción de un forma específica para el abordaje clínico de los
adolescentes, fundamentalmente por la calidad del encuentro entre paciente y
analista, donde el papel de este último “es avanzar junto al adolescente en el camino
de su transformación” (Garbarino, M. 1988 pág. 234).
358
usualmente se implementan en cualquier tratamiento que tenga por soporte la teoría
psicoanalítica. Aunque a esta altura de los acontecimientos ya podríamos hablar de
las teorías psicoanalíticas y tomar definitivamente noticia de la lucha entre
paradigmas que se desarrolla entre ellas. A esto aludía cuando englobaba ciertos
conceptos dentro del marco de pertenencia de las distintas escuelas psicoanalíticas, o
bien, cuando hacía referencia al versus entre evolucionismo y estructuralismo.
ESTRATEGIAS MULTIPERSONALES
Otro tanto ocurre con las modificaciones que se producen en la relación entre el
sujeto y el conjunto familiar a partir de la llegada de la adolescencia. Estas
modificaciones operan sobre el contrato narcisista suscripto en el grupo familiar, el
cual inevitablemente sufre las consecuentes zozobras de una futura resuscripción al
verse él también expuesto al embate que genera este momento vital.
359
El reposicionamiento familiar que se produce con la llegada de la problemática
adolescente conlleva una nueva contratación. Por una parte, el efecto siniestro que
detona en los padres estar en presencia de un extraño conocido obliga a pactar con él
nuevas reglas de convivencia, necesarias a partir de la novedad de su manejo
semiautónomo. Por otra parte, la avidez en la búsqueda de nuevos modelos (de
pensamiento, de acción, éticos, axiológicos, etc.), pone en tela de juicio las eternas
verdades familiares, incuestionables e incuestionadas hasta poco tiempo atrás.
Pero, ¿qué sucederá en una familia que detenta una rigidez a prueba de cambios
adolescentes? Por otra parte, ¿qué pasará con el niño que no quiere resignar su
lugar en el mundo de la infancia?
¿Cómo sobrellevarán este período aquellas familias que no han preparado a sus
vástagos ni a sí mismas para el cambio y el desprendimiento? Y, consecuentemente,
¿cómo se darán las condiciones para asesinar simultáneamente al niño maravilloso
y al omnipotente padre de la horda?
Este espacio puede consistir en entrevistas periódicas con los padres, abordajes
familiares, sesiones vinculares con el adolescente y alguno de sus padres (bastante
usuales en parejas de padres separados), o bien, la combinación de alguno (o de
todos), de estos encuadres junto al trabajo con el adolescente.
360
en su dinámica libidinal y en la (re)creación e intercambio de nuevos lugares. De esta
manera, es factible destrabar la sujeción alienante a los objetos primordiales que
padecen los jóvenes, mediante el trabajo en vivo y en directo con la encarnadura de
dichos objetos en la persona de sus padres.
Este encuadre mixto se arma de acuerdo a los requerimientos de cada caso y puede
fluctuar en función de las modificaciones o dificultades que se produzcan durante el
tratamiento. Este justamente puede concluir cuando finaliza el ciclo vincular
necesario para destrabar la firma del nuevo contrato, o bien, transformarse en otro
tratamiento con otro encuadre, tal como usualmente sucede cuando el adolescente u
otro miembro de la familia pide un espacio propio para trabajar los desgajamientos
personales de las problemáticas surgidas del conjunto.
361
detectadas, pero la explosión de las rutinas familiares que detona con la adolescencia
las hace visibles por un tiempo a través de la dolorosa denuncia que el adolescente
lleva a cabo, cuando es empujado por la dinámica familiar a convertirse en el
depositario de ese lugar, si es que ya no lo soportaban desde la misma niñez.
De cualquier manera, aunque no mediara una forma defensiva del pacto denegativo
del orden del repudio ni de la desmentida y nos manejáramos en el registro neurótico,
la oferta por parte de la familia de lugares alienantes que impidan, obstaculicen y/o
demoren el proceso de desprendimiento del adolescente es la materia común de un
gran número de motivos de consulta.
EPÍLOGO
VOLVER AL FUTURO
yo vengo a
ofrecer mi corazón
Fito Páez
362
burbujear desde su primer movimiento. Es por esta misma razón que deciden vivirlo
a pesar del miedo, las dudas y las ilusiones. Saben que luego no tendrán otra opción
que transbordar, mientras tanto...
El mundo de los mayores tantas veces prometido está ahí al alcance de su mano, pero
aún no es posible incluirse en él totalmente. Lo que sí pueden hacer es prepararse
para acceder a esos lugares que desean mientras templan el malestar por la
frustración que proviene del aplazamiento. Esta situación conduce en muchas
oportunidades a un versus de ribetes dramáticos a raíz de la angustiosa
administración de este par de contrarios que oscila entre la resignada u odiosa espera
y la trasgresión.
No obstante, a pesar de los numerosos sismos que acompañaron la llegada del final del
segundo milenio, la problemática adolescente lejos de resolverse, aquietarse o
desaparecer sigue en la segunda década del siglo XXI vibrando al compás cambiante
de las variaciones socioculturales. De este modo, afirma y recambia los meridianos de
su anclaje significativo en tanto y en cuanto mantiene su estatuto virtual de doble
imagen especular.
Será prerrogativa del espíritu de cada época y de la actitud de los sujetos que la
transitan encontrar la síntesis que impida la cristalización del imaginario
adolescente, ya que la virtualidad del u-topos puede mantenerse impregnada con una
363
perspectiva dinámica que subtienda los lugares y las representaciones hacia un polo
transicional, o bien, con una perspectiva estática que haga de los lugares y las
representaciones un enclave ideológico inamovible.
Amores…
El amor... ¿Cómo pasar del amor infantil por los padres a un amor exogámico?
Enamoradizos, los adolescentes se fusionan con el otro y viven cada separación como
un desgarro.
364
Y el sexo... en el encuentro apasionado y sin soportes... como rescate en el otro, como
descubrimiento de sí mismo…
El adolescente puede actuar lo que el niño fantasea, pero muchas veces con la lógica
megalomaníaca infantil.Adolescentes que antes y ahora no son los mismos.
Sin embargo, a pesar de todos los cambios, la mirada social sigue siendo la de “estar
en guardia”. Los adolescentes fueron, son y serán peligrosos para todo lo establecido,
para los protectores de que nada cambie, para los que necesitan que reine “la paz de
los sepulcros”.
Los adolescentes siguen viviendo el amor como fusión con el otro y cada separación
como un desgarro. Pero en una disociación mucho más clara que la que existía en otra
época, pueden separar sexo y amor (en realidad, juegos sexuales y amor) y se jactan,
mujeres y varones, de “haber estado con cuatro en una noche”.
365
toda costa (ser eternamente adolescente), ocupar poder a costa de otros, tratar de no
sentir
Y esto nos hace pensar: ¿Cómo pueden desplegarse los adolescentes si los adultos los
toman como modelos? ¿Cómo identificarse con otros, más grandes, si ellos mismos
son ubicados como objeto de identificación? “Estoy harta de ser madre de mi madre”,
decía una paciente.
Sabemos que todo adolescente busca valores alternativos a los de los padres, que la
sociedad les ofrece casi inevitablemente modelos e ideales a los que intentará
responder y en el cumplimiento de los cuales intentará recuperar la imagen perdida, el
narcisismo golpeado. Es decir, mientras se es un niño, se puede suponer amado por
todos, si se es amado por los padres, y este es casi un derecho por el simple hecho de
existir, pero la salida al mundo implica la puesta en juego de las propias posibilidades
frente a otros. Y ahí lo difícil es sostener el amor a sí mismo en base a logros, en una
sociedad que, a diferencia de las primitivas, no señala con claridad ni las metas ni el
recorrido.
Considero que en los últimos años se han producido modificaciones en los modelos
culturales dominantes y que la crisis económica, así como los cambios políticos, han
cuestionado los ideales vigentes. El individualismo, la eficiencia y el dinero como fin
en sí mismo han pasado a ser valores de nuestra cultura. La idea de progreso ha sido
puesta en jaque.
Desbordados y sobreexigidos, los adultos tienen que realizar tal esfuerzo para
sostenerse a sí mismos (ser “sobrevivientes” es un término muy usado por nuestra
generación y que alude a múltiples sentidos) que les resulta muy difícil sostener y
contener a otros. “Sobrevivir” remite a la muerte. ¿Cómo mostrarles un camino hacia
la vida, cómo ayudarlos a confiar en sus posibilidades? ¿Qué terrores se nos
presentifican, vuelven desde ellos cuando salen al mundo?
366
los vaivenes afectivos, los estados de desesperación, las demandas de amor. O quizá
porque frente al propio tambaleo, la angustia del otro se hacía intolerable.
Pero también vacío por ausencia de ideales, porque cuando se apartan e intentan
romper con los modelos parentales se encuentran con un mundo de normas poco
claras, de un “todo vale”, “sálvese quien pueda”, de una exigencia de “sé exitoso”
aunque es casi imposible , “estudiá”, aunque no se sabe para qué sirve, “trabajá,
aunque no vas a ganar ni para mantenerte”. Buscar un lugar se hace difícil. Y el futuro
aparece riesgoso. Frente a esto, no es extraño que los adolescentes se refugien en el
“aquí y ahora”, en un puro presente.
A veces, si sienten que los padres se viven a sí mismos como derrotados, no pueden ni
siquiera discriminarse a través de la pelea. ¿Con qué padres identificarse entonces? ¿A
quiénes enfrentar si los adultos han perdido de entrada la batalla? ¿Cómo sostener la
idealización necesaria para poder desidealizarlos si el narcisismo parental fue puesto
en crisis?
Es notorio cómo privilegian los adolescentes música e imagen como lenguajes y cómo
descreen de las palabras de los adultos. Quiebre de redes identificatorias, sentimientos
de inseguridad e impotencia, bombardeo de los medios de comunicación, exceso de
mensajes confusos, pérdida del valor de la palabra, cuestionamiento de la idea de
justicia... un mundo en el que los adolescentes deben encontrar su lugar.
Así, al consultorio llegan muchas consultas por adolescentes que no quieren seguir
estudiando, que desertan del colegio secundario.
En lugar de una afirmación (quiero ser... alguien diferente de lo que son tus sueños,
que aparece en otros adolescentes), con lo que nos encontramos es con un negativismo
absoluto, claramente autodestructivo. Quiero... nada.
Es decir... parece que el punto “no estudia ni trabaja”... muestra el límite, el borde...
ese tiempo sin futuro... ¿por no querer crecer? ¿porque crecer es peligroso?
367
Si bien la adolescencia es un momento vital proclive a las situaciones de crisis, si bien
hay en todos los planos una suerte de terremoto interno, considero que gran parte de la
patología que vemos en los adolescentes de hoy (deserción escolar, intentos de
suicidio, uso de alcohol y drogas, fugas reiteradas, anorexia y bulimia), debe ser
pensada en un contexto de falla en la constitución del ideal del yo cultural. Así, uno de
los problemas más graves en los adolescentes actuales es la ausencia de proyectos, lo
que refleja un vacío interno.
Los duelos
Y hay adolescentes que parecen no soportar los duelos y cambios que implica la
adolescencia y, más que una pérdida a elaborar, enfrentan un dolor terrorífico.
Perder los soportes infantiles se torna insoportable cuando esos soportes no fueron
firmemente internalizados. Más que la pérdida de algo, mientras lo demás permanece,
parece ser el derrumbe de todo el edificio lo que está en juego.
368
Los vínculos que establecen tienen un carácter de adhesividad, pero son superficiales.
No pueden amar ni se sienten amados.
369
Eero Rechardt y Pentti Ikonen (1991) afirman que la destrucción del objeto
estimulante y/o la fuente de la libido puede servir para apaciguar el exceso de libido
no ligada, resultando de este modo posible pensar los desbordes agresivos de estos
chicos como intentos de aniquilar la pulsión, proyectada afuera.
Los ideales
Freud afirma que la ética supone una limitación de lo pulsional. Pienso que, si
consideramos el movimiento de la pulsión sexual y el entramado de Eros y Tánatos en
la misma, podríamos decir que la transmisión de una ética de vida implicaría una
370
limitación en el movimiento de retorno de la pulsión, es decir, en el efecto de la
pulsión de muerte, en el cerramiento que implica la desaparición de la pulsión misma
como motor y a la vez el sostenimiento del movimiento como búsqueda permanente,
como derivación a otras metas.
¿Por qué son tantos los adolescentes que, en esta época, toman caminos
autodestructivos?
Los valores que predominan en nuestra cultura, como el éxito fácil, la apariencia, el
consumo, no tienen peso. Podríamos decir que son valores triviales, que no ayudan a
la complejización sino que favorecen las fantasías omnipotentes y megalomaníacas.
La idealización del poder y de la magia refuerzan los ideales del yo-ideal. En lugar de
proyectos, hay un “ya” demoledor.
En una época en la que, como afirma Cornelius Castoriadis: “No puede no haber crisis
del proceso identificatorio, ya que no hay una autorrepresentación de la sociedad
como morada de sentido y de valor, y como inserta en una historia pasada y futura”
(Castoriadis, C.1996), ¿a qué y con quién identificarse?
La tensión entre el yo y el ideal del yo se resuelve en una derrota que aparece como
derrumbe narcisista. Sentimiento que puede ser rápidamente encubierto con la euforia
que da el alcohol o la cocaína, entre otras drogas. Omnipotencia prestada que tapa por
momentos el dolor intolerable.
371
Los adolescentes que aparecen en la película Elefant (en la que se relata la matanza
que se hizo en Columbine, una escuela secundaria de EE.UU.), matan para divertirse.
Pero lo llamativo en la película es la ausencia de adultos. No están o están como una
mirada amenazante o como seres tambaleantes, a los que hay que cuidar y sostener. Si
no, son una especie de sombra que puede complicar, enojarse, pero que no sostiene ni
cuida. En Elefant, hay un vacío de palabras y, sobre todo, un vacío de preguntas.
Vacío que es llenado por imágenes de la tele, por movimientos automáticos, ...sin
personas ni proyectos.
La violencia
Ginette Michaud plantea que el repudio de los antiguos ideales y el vacío de ideales
que deberían reemplazar a aquellos induce al adolescente a construir ‘neonecesidades’
y una ‘neorrealidad’ (Michaud, G.; 1984). Y dice que los adolescentes a los que todo
se les satisface inmediatamente dejan de desear y quedan en un estado de desazón.
372
El púber intenta organizar la pregunta acerca de los orígenes, situarse en un lazo de
filiación.
Para salir del encierro en que lo deja la pubertad, cuando se declaran rupturas o fallas
del orden simbólico, el púber crea un delirio o hace un pasaje al acto (suicidio, crimen,
etc.).
En relación con el lugar del analista, Octave Mannoni retoma a Winnicott y dice que
“nuestro papel es afrontar, lo cual da por sobreentendido que no se trata de soportar
pasivamente ni de reprimir ciegamente” (Mannoni, O.; 1994, pág. 23).
373
en gran medida de que encuentren esos reaseguros en el mundo externo y a la vez que
el contexto les ofrezca un espacio de sostén narcisista.
Ahora, es habitual que el adolescente sienta “su necesidad de los otros como una
dependencia intolerable. Se siente disminuido y amenazado frente a esta necesidad
que lo confronta a una pasividad enloquecedora. La necesidad del otro se convierte en
una invasión por parte de este transformada en una fuerza aspirante. Su necesidad ya
no es sentida como tal por el paciente sino como una necesidad del otro sobre él”
(Jeammet, P., 2002, pág. 65).
“El desarrollo de la personalidad está atrapado en este dilema: para ser él, debe
alimentarse de los otros y al mismo tiempo necesita diferenciarse de estos otros. Hay
aquí una contradicción potencial: ¿cómo ser él mismo si para serlo necesita a la vez
ser como el otro y diferenciarse del otro?” (Jeammet, P., 2002, pág. 68).
Es decir, los adolescentes pueden luchar contra sus propios deseos, en tanto sienten
que el desear implica necesitar a otro que puede no estar. Y, para peor, la presencia del
otro puede hacer resurgir el dolor por la ausencia posible, cuestión a tener en cuenta
en la transferencia.
A la vez, una tarea fundamental de todo adolescente es escribir una historia. Y esto en
un momento en que no quiere recordar su infancia y le cuesta proyectarse a un futuro.
Los proyectos
Muchas veces, cae sobre niños y adolescentes la exigencia de sostener a los adultos,
de hacerse cargo de lo que sus padres no pueden resolver. Ya en los últimos años, las
demandas parentales vienen siendo desmedidas y se viene transmitiendo a los hijos un
vaticinio catastrófico: “nunca va a poder solo”, “se piensa que lo voy a mantener toda
la vida”. “¿No se da cuenta de que no doy más?”. Vaticinio que no es más que la
proyección en el hijo de la propia sensación de fracaso en relación con los propios
proyectos. No hay proyectos para ellos y, cuando los hay, estos tienen tal distancia con
las posibilidades reales del niño que su cumplimiento se torna imposible. Mientras los
adultos fluctúan entre la furia y la tristeza, los adolescentes se deprimen: “No me
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quieren, nunca están conformes conmigo”. “No sé qué es lo que esperan de mí”. “Si
nada sirve, para qué seguir estudiando”. La muerte aparece como alternativa.
Piera Aulagnier afirma: “Si el futuro es ilusorio, lo que es indudable, el discurso de los
otros debe ofrecer en contraposición la seguridad no ilusoria de un derecho de mirada
y de un derecho de palabra sobre un devenir que el yo reivindica como propio; solo a
ese precio la psique podrá valorizar aquello de lo que ‘por naturaleza’ tiende a huir: el
cambio” (Aulagnier, P.; 1977, pág. 169). Es decir, el temor al futuro deja a los
adolescentes en una dependencia sin salida.
Rosine Crémieux (2000) plantea que uno de los elementos constitutivos del psiquismo
es la esperanza de obtener ayuda externa. ¿Qué efecto de desfallecimiento psíquico
puede acarrear el que no haya esperanzas a nivel colectivo y que el mundo externo
aparezca como peligroso?
Podemos decir que los proyectos son la presencia de la pulsión de vida allí donde el
narcisismo primario se quiebra, muestran la distancia con el ideal y a la vez lo ubican
como posible. Proyectos y esperanza permiten desplegar el empuje pulsional de un
modo mediatizado, frenar la pura insistencia de la muerte.
Proyectos y esperanza que nos ubican, desde una mirada diferente, en pensar al
adolescente como alguien que crece, que va a los tumbos, que descubre y cuestiona,
que actúa por desesperación y porque siente que tiene que jugarse y mostrarse, que no
teme a la muerte porque se considera inmortal y porque puede ser mártir o héroe y que
deberá ir armando, en fin, a su manera, un mundo distinto del de sus padres, en lo
privado y en lo público.
Y que debe ser acompañado en ese trayecto sin ser lanzado al precipicio ni encerrado
en la prisión endogámica.
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