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LA RENOVACION ESPIRITUAL

Inicio, Reinicio, Perseverancia y Crecimiento

Pasos para la renovación Espiritual (Nehemías Capítulo 8 en adelante)

I. Volver a la palabra de Dios (Neh. Cap.8a)


A. Comprender la importancia de la palabra de Dios en su vida (esencial para
la renovación espiritual)
B. Buena actitud para recibir la palabra de Dios (La disposición es clave para
recibir la palabra de Dios)
C. Disciplina y estudio de la palabra de Dios (Observación, Interpretación y
Aplicación, los tres pasos para el estudio de la palabra de Dios)

II. Ser serios en cuanto a la obediencia (Neh. Cap.8b) (Debemos leer a fin de poder
seguir las instrucciones que recibimos)
A. Tiene que ver con el hambre o el deseo
B. tiene que ver con la humildad
C. tiene que con la honestidad
D. tiene que ver con el hábito

III. Dispuestos en Confesión y arrepentimiento por el Pecado

A. Arrepentimiento con quebrantamiento de Espíritu


B. Reflexionando en las bendiciones de Dios
C. Reconociendo su condición de pecado, de condenado y necesitado

IV. Presentar un corazón dispuesto en adoración


A. La adoración es resultado de la concentración en las escrituras 
B. la adoración es resultado de la confesión de nuestro pecado
C. la adoración es reverencia a la majestad de  Dios 
D. La adoración es respuesta a las obras de Dios
E. la verdadera adoración no es simplemente una experiencia es una
expresión
F. la verdadera adoración no es pasiva y melancólica es poderosa y
majestuosa 
V.

ASUMIR RESPONSABILIDAD POR LA CONDUCTA

Capítulo 13

Después de cumplir su primera comisión (445–433 a. de C.), Nehemías regresó a la corte de Persia, pues
Artajerjes no quería estar sin él. Pero algún tiempo después obtuvo permiso de nuevo para volver a
Jerusalén con objeto de poner fin a ciertas irregularidades que se habían deslizado solapadamente. I.
Son separados de Israel los extranjeros (vv. 1–3). II. Con especial indignación echa a Tobías del
alojamiento que había conseguido en las cámaras del templo (vv. 4–9). III. Asegura el mantenimiento de
sacerdotes y levitas (vv. 10–14). IV. Refrena la profanación del sábado (vv. 15–22). V. Corrige el pecado,
introducido de nuevo, de casarse con mujeres extranjeras (vv. 23–31).

Versículos 1–9

1. En aquel tiempo, expresión vaga (mejor que en aquel día—v. 1—), se leyó al pueblo lo que dice la Ley
(Dt. 23:3–5) acerca de no admitir amonitas ni moabitas en la congregación de Jehová. Las razones que
aquí se dan (v. 2) son las mismas que en Deuteronomio 23:4, 5: se habían portado muy mal con Israel
durante la peregrinación del pueblo por el desierto. Los autores no están de acuerdo (nota del
traductor) sobre la fecha del episodio que aquí se narra. M. Henry lo interpreta como sucedido en el
mismo día de la dedicación del muro. Otros opinan que se llevó a cabo poco después. Pero lo más
probable es que sucediera (como el resto del capítulo) en el segundo viaje de Nehemías, cuya fecha
exacta desconocemos.

2. El pueblo estuvo dispuesto a cumplir lo que mandaba la Ley (v. 3). Véanse los beneficios que
comporta la lectura pública de la Palabra de Dios, pues nos descubre el pecado y el deber, el mal y el
bien, y nos muestra en qué hemos errado. Separaron, pues, de lsrael a todos los mezclados con
extranjeros (lit. a toda mezcla). Este rigor sobrepasó lo mandado por la Ley (v. Dt. 23:7, 48).

3. El caso particular de Tobías el amonita. Como se ve por su indignación contra Nehemías (Neh. 2:10),
albergaba contra Israel la misma enemistad que sus antepasados. Vemos aquí:

(A) La vileza que el sumo sacerdote Elyasib cometió al prestarle alojamiento en una de las cámaras del
templo. Era amigo de Tobías, primero por parentesco (v. 4) y luego por afecto. Además, un nieto suyo se
casó con una hija de Sanbalat (v. 28). Un cruce similar debió de efectuarse entre su familia y la de
Tobías. No tenía nombre la vileza de alojar a este perverso amonita en las cámaras del templo de Dios,
pues equivalía a erigir un ídolo cerca del verdadero Dios. Cuando un amonita no podía entrar en la
congregación de Israel, ni siquiera a la décima generación (es decir, nunca), este perverso amonita se
alojaba dentro del templo mismo. Bien pudo añadir Nehemías: Cuando sucedía esto, yo no estaba en
Jerusalén (v. 6). ¡Él no lo habría permitido de ninguna manera!

(B) La valentía con que Nehemías, gobernador delegado por el rey, arrojó del templo a Tobías con todas
sus pertenencias. Cuando, al venir esta vez a Jerusalén, se enteró de la intimidad surgida entre el sumo
sacerdote de Israel y el sumo enemigo de Israel, le dolió en gran manera (v. 8). Nehemías tenía
autoridad y estaba dispuesto a usarla por el honor de Dios; así que expulsó a Tobías, sin temor al
resentimiento de éste ni al de Elyasib. Así purificó nuestro Salvador el templo, a fin de que la casa de
oración no continuase siendo cueva de ladrones. Así también, todos los que estén dispuestos a expulsar
el pecado del corazón, templo vivo de Dios, han de expulsar igualmente todo cuanto sirve de incentivo y
pábulo a la concupiscencia.

(C) Una vez limpias las cámaras del templo, Nehemías hizo volver a ellas los utensilios de la casa de Dios,
las ofrendas y el incienso (v. 9). No pudo hacerlo antes porque no cabe concordia entre el santuario de
Dios y los ídolos (2 Co. 6:16). Sólo cuando el pecado es arrojado del corazón por el arrepentimiento y se
le aplica por fe la purificadora sangre de Cristo, puede ser equipado con las gracias y dones del Espíritu
de Dios para toda obra buena.

Versículos 10–14
Nehemías corrige ahora otro abuso.

1. No les habían sido dadas a los levitas las porciones que les correspondían (v. 10). Ellos, en lugar de
quejarse y reclamar lo suyo se habían marchado a sus heredades respectivas. El texto no da motivo para
pensar que el pueblo les negaba las porciones debidas porque ellos abandonasen su ministerio, sino que
ellos marchaban a buscarse otro empleo porque el pueblo no les sostenía. ¡Triste suerte la de los
ministros que tienen que dedicarse a otros trabajos porque la aportación de las congregaciones no les
llega para vivir, y más triste aún la condición de tales congregaciones, pues se privan así de un fructífero
ministerio!

2. Nehemías culpó de ello a los oficiales y les exigió cuentas (v. 11): «¿Por qué está la casa de Dios
abandonada? ¿Por qué se ha permitido que los levitas carezcan de lo necesario?»

3. Inmediatamente les hizo venir y los restableció en sus funciones (v. 11) o, como dice el hebreo, en sus
puestos. Obligó entonces al pueblo a traer los diezmos (v. 12) y procuró que se diese cuanto antes a los
levitas la porción que les correspondía (v. 13).

4. Al no tener ninguna recompensa de parte de quienes se habían beneficiado de todos estos buenos
servicios, Nehemías se dirige a Dios, que es muy buen pagador (v. 14): «Acuérdate de mí, oh Dios, en
orden a esto». No dice: Prémiame, sino: Acuérdate de mí. Vemos que Nehemías era muy dado a estas
breves oraciones o jaculatorias.

Versículos 15–22

Otro ejemplo de la reforma en la que Nehemías se mostró tan activo. Él revivió la santificación del
sábado y mantuvo la autoridad del cuarto mandamiento del Decálogo.

1. La ley del sábado era muy estricta; y con buen motivo, pues nunca está la religión en el trono cuando
los sábados están por el suelo. Nehemías descubrió que esta ley había sido miserablemente violada
incluso en Judá. (A) Los agricultores pisaban en los lagares y acarreaban el grano en sábado (v. 15), a
pesar del precepto expreso de no hacer tales labores en el día de reposo (Éx. 34:21). (B) Los que venían
a Jerusalén a vender sus productos cargaban a sus asnos con toda suerte de carga en el día de reposo, a
pesar de otro precepto expreso en contra de tal costumbre (Dt. 5:14; Jer. 17:21). (C) Los de Tiro venían a
Jerusalén en día de reposo para vender allí toda mercadería (v. 16).

2. Nehemías se lanzó a corregir estos abusos:

(A) Dio testimonio contra este abuso (vv. 15, 21) y reprendió por ello a los jefes, especialmente a los
nobles de Judá como culpables del pecado: ¿Qué cosa tan mala es ésta que vosotros hacéis? Es notable
el tiempo presente en el hebreo, formado con el pronombre (que así está explícito) y el participio. No
eran ellos los que prensaban las uvas, ni acarreaban el grano, ni vendían el pescado pero al permitir la
violación del sábado, son tenidos por tan culpables o más que los que de hecho lo violaban. Si los que
están en autoridad, civil o religiosa, emplean el día de reposo en vanos espectáculos, vanas visitas y
vanas conversaciones, los comerciantes y negociantes de toda clase lo emplearán en sus oficios y
negocios, teniéndolos como más excusables que las vanidades de los otros. Nehemías les hace ver (v.
18) que, si no hacen caso, tienen motivos para esperar ulteriores castigos: Vosotros añadís ira sobre
Israel profanando el día del sábado.
(B) Trató de evitar la profanación del día de reposo puesto que deseaba la reforma del pueblo. Si los
podía reformar, no necesitaría castigarles; y si se veía precisado a castigarles, era a fin de que se
reformasen. Esto debe servir de ejemplo a los magistrados, a fin de que sepan usar con discreción la
brida lo mismo que la espuela, y así no tengan necesidad de echar mano de la fusta. Ordenó que las
puertas de Jerusalén permanecieran cerradas desde el atardecer del viernes hasta la mañana del sábado
y puso allí a sus criados para que nadie introdujese carga en la ciudad (v. 19). Amenazó a los que venían
a las puertas de la ciudad con mercancías diciéndoles que si volvían, les echaría mano (v. 21). Encargó a
los levitas que se purificasen y viniesen a guardar las puertas (v. 22), para dar así ejemplo al pueblo.
Cuando magistrados y ministros de Dios unen sus fuerzas para bien, se puede esperar que haya buenos
resultados. La medicina que empleó tuvo efectos drásticos y duraderos, pues vemos a los judíos, en
tiempo del Salvador, yéndose al otro extremo, con escrúpulos y minucias fuera de ley en cuanto a la
santificación del día de reposo. Concluye Nehemías todo esto con otra breve oración (v. 22).

Versículos 23–31

Un ejemplo más del celo de Nehemías por la purificación de sus compatriotas como pueblo especial de
Dios.

1. Se habían corrompido de nuevo ya que habían tomado mujeres extranjeras. Ya hubo queja de esto en
los días de Esdras, y se hizo bastante en este punto (Esd. caps. 9 y 10). Nehemías, como buen
gobernador, inquirió el estado de las familias que estaban a su cargo, a fin de corregir lo que en ellas
había de defectuoso y purificar así las corrientes de aguas saneando las fuentes. Halló que muchos judíos
habían tomado mujeres de Asdod, de Amón y Moab (v. 23). Habló con los niños y vio que la mitad de
ellos no sabían el idioma del país (v. 24), sino el de sus respectivas madres.

2. Medidas que tomó Nehemías para corregir esta corrupción.

(A) Les mostró la maldad de este pecado y la obligación que él tenía de advertírselo. Cita un precepto
para probar cuán grande era el pecado que cometían, y les hace jurar la observancia de dicho precepto:
No daréis vuestras hijas a sus hijos, etc. (v. 25), que está tomado de Deuteronomio 7:3. Cita también un
precedente, para mostrar las consecuencias nefastas de dicho pecado (v. 26): «¿No pecó en esto
Salomón, rey de Israel?»

(B) Se mostró profundamente disgustado de esto, a fin de despertar en ellos la convicción de pecado (v.
25): Los reprendí, los maldije, hice azotar a algunos de ellos y les arranqué los cabellos. Es decir discutió
con ellos para convencerles de que sus excusas no tenían ningún valor; después les maldijo, esto es,
pronunció sobre ellos una especie de anatema o imprecación de los castigos divinos, como los pecados
de estos delincuentes merecían y les arrancó el pelo, lo cual era temido, más por la vergüenza de la
calvicie que por el dolor de la operación. En un caso como éste, Esdras se habría arrancado su pelo, pero
Nehemías optó por arrancar el de ellos. Quizá no sea aventurado decir que, en tales circunstancias, un
carácter enérgico como el de Nehemías era más efectivo que la mansedumbre de Esdras. Es curioso
observar (nota del traductor) que el autor del Eclesiástico (libro tenido por la Iglesia de Roma como
inspirado, pero que nosotros no admitimos como canónico), al hacer elogio de los hombres más ilustres
de Israel, silencia a Esdras, mientras que hace grandes elogios de Nehemías (Ecco. 49:13).

(C) Después de hacerles jurar (v. 25) que no volverían a cometer ese pecado, puso particular empeño en
purificar de él las familias de los sacerdotes. Se enteró de que un nieto del sumo sacerdote Elyasib se
había casado con una hija de Sanbalat, aquel notorio enemigo de los judíos (2:10; 4:1), mezclándose así
con los samaritanos (v. 28). Parece ser que éste se negó a separarse de su mujer, por lo que Nehemías lo
arrojó de su lado, es decir, lo depuso y lo declaró inhábil para ejercer el sacerdocio. Dice Josefo que se
llamaba Manasés y que cuando Nehemías lo echó, se fue a casa de su suegro, quien erigió para él un
templo en el monte Guerizim y le constituyó allí sumo sacerdote; de aquí nacieron las pretensiones de
los samaritanos, las cuales perduraban en tiempo del Salvador (Jn. 4:20). Nehemías dice de ellos (v. 29):
Acuérdate de ellos, Dios mío, por haber contaminado el sacerdocio, etc. Y concluye todo esto (y el libro)
con otra breve oración por sí mismo (v. 31): Acuérdate de mí, Dios mío, para bien.

Ester1

1 Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bıb́ lico de Matthew Henry (pp. 491–493). 08224
TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.

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