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EXPERTOS, ACTORES

LOCALES ESTATALES
Y HOGARES TITULARES

Un enfoque relacional
sobre los programas
de transferencias monetarias

Carolina Maglioni
Martín Hornes
(compiladores)

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Hornes, Martín
Expertos, actores estatales y hogares titulares: un enfoque rela-
cional sobre los programas de transferencias monetarias / Martín
Hornes. – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Martín
Hornes, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-88-0986-1
1. Estado. 2. Políticas Públicas. 3. Actores Sociales. I. Título.
CDD 306.3

ISBN: 9789878809861
Imagen de tapa: Timon Studler en Unsplash
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
Expertos, actores locales estatales y hogares titulares
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Sentidos plurales del dinero estatal

Nominaciones técnicas, tensiones


y disputas en la gestión cotidiana
de las transferencias monetarias

MARTÍN HORNES

En el transcurso del mes de agosto del año 2008, exacta-


mente un año antes de obtener el título de licenciado en
trabajo social, logré insertarme laboralmente en un pro-
grama de transferencia monetaria (TM) municipal deno-
minado Envión1, perteneciente al Municipio de Avellane-
da2. El mismo estaba dirigido a adolescentes de entre 12 y
18 años que se encontraran en situación de vulnerabilidad
social con el objetivo de ayudarlos a concluir sus estudios
secundarios y de ofrecerles -a contraturno de la escuela-
talleres de apoyo escolar, capacitación y oficios. La asisten-
cia escolar y las actividades complementarias se constituían
como las condiciones necesarias para que los adolescentes

1 Con vistas a conservar la identidad y la confidencialidad de las personas que


me otorgaron su confianza y se brindaron hacia la investigación, reemplaza-
ré las identidades personales y las referencias sobre el territorio donde se
desarrolló el trabajo etnográfico a partir del uso de nombres ficticios. Para el
caso de las referencias institucionales al programa Envión mantendré las
denominaciones reales, pues entiendo que nos ayudarán a contextualizar y
comprender a la intervención estatal en cuestión con mayor especificidad.
2 El municipio de Avellaneda es la primera localidad lindante con la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.

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beneficiarios recibirían un estipendio mensual en forma de


beca que ascendía a la suma de $150 (para la época, un valor
aproximado a unos 49 dólares estadounidenses).
A pocos días de mi inserción profesional comencé un
arduo trabajo técnico de identificación de posibles titulares
del programa Envión. Por varios días visité los hogares de
numerosas familias de Villa Asunción que formaban parte
de la lista de espera del programa de TM. Durante dichos
encuentros comencé a experimentar una extraña situación
al momento de lidiar con la presencia del dinero imbricado
en el Envión. Tiempo más tarde, y acudiendo a aportes
de la sociología y la antropología económica, comenzaría
a develar algunas de esas inquietudes presentes en padres,
madres, adolescentes y agentes locales estatales para refe-
rirse a las múltiples formas que adquiere el dinero estatal
(Hornes, 2020a).
El objetivo de este capítulo es vislumbrar los múltiples
significados sociales y morales que atraviesan y dan forma
al dinero transferido desde las TM, observando las inter-
venciones de los actores sociales involucrados en la ges-
tión territorial de los programas sociales: los agentes locales
estatales pertenecientes al programa Envión, por un lado, y
los adolescentes y hogares titulares de TM, por otro. Nos
interesa explorar las definiciones programáticas y técnicas
sobre las entregas de dinero establecidas por el Envión,
pero, a su vez, constatar tales cualidades con las percepcio-
nes y apreciaciones resultado de las interacciones entre los
actores locales estatales comprometidos en las políticas de
TM y los hogares titulares de las mismas.
El capítulo se organizará de la siguiente manera. En un
primer apartado, describiremos al programa Envión des-
tacando sus características y esquemas programáticos, y
señalando las similitudes que guarda con otros programas
de TM. En un segundo apartado, nos detendremos en la
descripción de un evento significativo –Entrevista de admi-
sión– vinculado a la implementación del programa en Villa

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Asunción3. Dicha instancia resultará propicia para poder


analizar las interacciones cara a cara entre los actores loca-
les estatales y los adolescentes y grupos familiares impli-
cados. En un tercer y último apartado, reflexionaremos
en torno a las tensiones que se producen entre los aspec-
tos programáticos del Envión y las evaluaciones sociales y
morales que realizan los agentes estatales.

Cuestiones programáticas y nominaciones estatales

El programa Envión empezó a implementarse durante el


mes de abril del año 2005 por iniciativa de quien en ese
momento ocupaba el cargo de Intendente Municipal, Bal-
domero Álvarez De Olivera –más conocido como “Cacho
Álvarez”-. La propuesta de impulsar el programa Envión en
el municipio corría en paralelo a los avances de los progra-
mas de urbanización y mejoramiento de viviendas que se
llevaban a cabo en las zonas más pobres del distrito.
Inicialmente, el programa estaba dirigido a adolescen-
tes de entre 12 y 18 años que se encontraran en situación de
vulnerabilidad social, con el objetivo de que finalizaran sus
estudios secundarios y participaran -a contra turno de la
escuela- en talleres de apoyo escolar, capacitación y oficios4

3 Seguimos las sugerencias de Diana Milstein (2009; 47-49) para observar


eventos significativos, considerándolos como interacciones específicas don-
de los actores sociales experimentas situaciones complejas, las cuales no
dejan de estar inscriptas en la cotidianeidad de sus prácticas.
4 En los primeros días de agosto de 2009, “Cacho” Álvarez asume como
Ministro de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires y anuncia el
lanzamiento del programa a nivel provincial. La propuesta tendría como
destinatarios a los adolescentes y jóvenes de 12 a 21 años en situación de
vulnerabilidad social de la Provincia de Buenos Aires, los cuales recibirían
un estipendio mensual correspondiente a $350 (para la época, un valor
aproximado a unos 90 dólares estadounidenses) en calidad de beca y una
tarjeta magnética que habilitaría el cobro por cajeros automáticos. En ese
contexto, y en analogía con los hallazgos de Sabina Frederic y Laura Masson
(2006), el programa Envión se convertiría en un emblema de la personalidad
política de “Cacho” y de cierta forma de hacer política.

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A condición de cumplir con estos requisitos previamente


especificados, los adolescentes beneficiarios recibirían un
estipendio mensual en forma de beca que ascendía a la suma
de $150. El cobro de ese dinero se haría efectivo por inter-
medio de la tesorería del municipio y a través de la denomi-
nación de un responsable autorizado que debía guardar una
relación de parentesco directo con el beneficiario. Dicho
rol debía ser representado específicamente por la madre o
mujer responsable del adolescente en cuestión.
La primera sede del Programa Envión se ubicaba en
la denominada Villa Tranquila, lindante con la localidad de
Dock Sud. Las instalaciones en que funcionaba el programa
formaban parte de la vieja y ya desafectada fábrica produc-
tora de alimentos Unilever. Hacia fines del año 2006, y tras
su primer año de ejecución, se redactó un informe institu-
cional en el cual quedaban establecidos los lineamientos de
la política del programa Envión.
La propuesta elaborada por el Instituto Municipal de
Inclusión Social y Calidad de Vida establecía que en cada
uno de los barrios donde se implementará el programa
habría una sede específica para las distintas actividades. La
misma se consideraría como una unidad ejecutora depen-
diente del instituto municipal, dirigida por la figura de un
coordinador general y conformada por distintas áreas de
trabajo consecuentes con los objetivos del programa (Edu-
cativa y formación en oficios, Recreativa y Social).
En el marco de la estrategia municipal de brindar
“mayor contención para los adolescentes en riesgo social”
(Documento institucional: “El programa Envión. Instituto
de Inclusión Social y Calidad de Vida”. Pág. 1.), la estructura
programática establecía que en cada barrio debía contar con
un “Padrón de aspirantes”. En dicho padrón se volcarían los
resultados de los censos realizados durante el desarrollo de
los programas de urbanización y mejoramiento de vivien-
das llevados a cabo en cada villa o asentamiento precario.
Una vez confeccionado el padrón de aspirantes, se esta-
blecerían “criterios de prioridad” para las incorporaciones,

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considerando la aplicación del “Índice de Vulnerabilidad”


confeccionado por las autoridades del instituto:

ÍNDICE DE VULNERABILIDAD

Hogares pobres.
Tipo 1 – Vulnerabilidad Baja
Hogares con clima educativo bajo.

Hogares con niños y/o jóvenes que


(estando en edad de asistir) no
asisten a ningún establecimiento
educativo.

Hogares pobres cuyo jefe de hogar


presenta problemas de inserción en
Tipo 2 – Vulnerabilidad Media el mercado de trabajo (son
desocupados/ hacen changas o
cartonean/ tienen un plan de
empleo).

Hogares con niños y/o jóvenes que


(estando en edad de asistir) no
asisten a ningún establecimiento
educativo.

Hogares con núcleo completo, con


4 menores o no/ Núcleo
incompleto, jefatura femenina y 1 a
2 menores de 14 años/ Núcleo
incompleto, jefatura masculina y 1
a 3 menores de 14 años.

Hogares pobres cuyo jefe de hogar


Tipo 3 – Vulnerabilidad Alta presenta problemas de inserción en
el mercado de trabajo (son
desocupados/ hacen changas o
cartonean/ o tienen un plan de
empleo) y con niños y/o jóvenes
que (estando en edad de asistir) no
asisten a ningún establecimiento
educativo.

Fuente: documento institucional: “El programa Envión. Instituto de


Inclusión Social y Calidad de Vida”, pág. 4.

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Los trabajadores sociales que nos desempeñábamos en el


Envión éramos los encargados de realizar las altas al programa.
Teniendo como insumo el “Padrón de Aspirantes”, los técnicos
realizábamos las visitas domiciliarias a los hogares de los can-
didatos para confeccionar los denominados Informes Sociales. A
partir de la elaboración de dichos informes se estimaba el “Índi-
ce de Vulnerabilidad” de cada hogar y se evaluaba la pertinencia
de incorporar a los adolescentes candidatos al programa.
La estructura de financiamiento del programa estaba com-
puesta por aportes del Estado nacional (infraestructura), de la
secretaría municipal (contratación del personal), y por el aporte
de los distintos establecimientos industriales radicados en las
localidades en que se ejecutaba el programa. Esto último resul-
taría ser una de las particularidades centrales del Envión, ya que
se buscaba establecer una relación de proximidad con las indus-
trias radicadas en el partido con un doble objetivo: en primer
lugar, que esas industrias participaran en el financiamiento de
las becas de los adolescentes beneficiarios; en segundo lugar,
que los mismos establecimientos industriales fueran potencia-
les empleadores de los adolescentes que transitaban por el pro-
grama.
La estrategia de relación con las industrias se convirtió en
la piedra angular para financiar aquello que en el diseño original
del programa había sido denominado como “sistema de incenti-
vos”. Como se intentará reflejar en la escena etnográfica selec-
cionada, en la cotidianeidad de la implementación del progra-
ma, el “sistema de incentivos” será identificado por los distintos
actores con el nombre de “beca”:

este incentivo tiene como propósito, tal como su término lo


indica, incentivar a los jóvenes y a sus familias a participar del
programa, recompensando a aquellos jóvenes que asumieron
la responsabilidad de realizar el esfuerzo que se exige progra-
máticamente y logrando al mismo tiempo mayor atracción y
buena predisposición por parte de los jóvenes y sus familias.
(Documento institucional: “El programa Envión. Instituto de
Inclusión Social y Calidad de Vida”. Pág. 6.)

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A partir del año 2008, el programa inició un proceso de


expansión local a la vez que entró en una etapa de profesio-
nalización5. El viejo Instituto Municipal tomó carácter de
Subsecretaría de Inclusión Social y, bajo la dirección de una
especialista en políticas sociales y licenciada en Sociología,
se produjo la apertura de dos nuevas sedes: el Programa
Envión Isla Maciel, en el mes de marzo, y el Programa
Envión Villa Asunción, en el cual me desempeñaría profe-
sionalmente, en el mes de agosto.
En mis primeros días de trabajo tuve la oportunidad
de conocer las distintas sedes del programa como instancias
de inserción y capacitación necesarias para desempeñar-
me en mi cargo. Dicho período de instrucción implicaba,
a sí mismo, la lectura de un boceto de presentación del
programa titulado “Criterios de admisión y procedimiento.
Programa Envión”. El mismo reforzaba los aspectos progra-
máticos establecidos en el informe institucional precedente
a los fines de “ampliar las estrategias de búsqueda de los
potenciales beneficiarios” y elaborar un “listado de benefi-
ciarios que priorizará a los de mayor vulnerabilidad social”.
(Documento institucional: “Criterios de admisión y proce-
dimiento. Programa Envión”, Pág. 2). Uno de los objetivos
de esta instancia de instrucción era que cada uno de los
técnicos se informara acerca de las características genera-
les del programa, sus objetivos y formas de intervención,
el perfil del beneficiario, las etapas de selección e ingreso,
las condicionalidades que los adolescentes debían cumplir,

5 Tomo prestado el término profesionalización de Sabina Frederic (2004)


para denotar y ejemplificar la presencia de esquemas de reestructuración
política en el escenario local. Dichos esquemas estuvieron vinculados a la
emergencia de una directriz política que buscaba borrar todo rasgo denomi-
nado como “clientelar” o “punteril” de las lógicas de asistencia y promoción
que perseguía el programa Envión. Bajo esta premisa, ante lo que era visto
como un problema moral de la política, la dirección del programa desplazó a
mediadores de la política local/ barrial, reubicó distintas sedes del progra-
ma, y promovió la proliferación de técnicos de distintas disciplinas sociales
en sus equipos de trabajo.

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los montos que recibirían y las formas/ medios en que se


realizaban las transferencias en dinero.
Las cualidades programáticas hasta aquí desarrolladas
permiten observar que el programa Envión reúne las carac-
terísticas medulares de los denominados programas de TM,
esto es, ser una política social centrada en una transferencia
directa de dinero en efectivo dirigida a los hogares pobres
con menores a cargo, a condición de que dichos menores
cumplan con ciertos requisitos previamente especificados
en materia de salud y educación.
Sin embargo, como sugiere Agudo Sanchíz (2009) a
partir de una amplia discusión sobre su experiencia como
antropólogo consultor en el Programa Oportunidades de
México, la descripción etnográfica y la interpretación de las
políticas públicas debe ser de utilidad para, por un lado, des-
articular los modelos racionalizadores que acompañan la
programación de las políticas sociales, y por otro lado, para
observar que se trata de técnicas y tecnologías de gobierno
que no están exentas de negociaciones, complicidades, ten-
siones, conformidades fingidas y conflictos entre los diver-
sos actores sociales que se encuentran involucrados6.
Siguiendo los argumentos de Agudo Sanchíz, en las
páginas que siguen se reflexionará sobre una escena etno-
gráfica central vinculada a la implementación del programa
de TM Envión. A partir de la escena Entrevista de admisión
describiremos un evento significativo en la aplicación de la
política, la cual retrata las cualidades que adquieren ciertos
espacios de interacción entre los actores locales estatales

6 En la misma línea argumentativa, Franzé Mudanó (2013) señala que el ejer-


cicio reflexivo sobre las políticas públicas debería dotarnos de herramientas
que nos permitan trascender el modelo burocrático y estatocéntrico que las
define “‘como entidades objetivas’, resultado de decisiones racionales adop-
tadas por alguna ‘autoridad’ competente, -gobiernos, cuadros técnicos,
expertos, instituciones delegadas...- que organizan acciones sobre la base de
un conocimiento igualmente racional y experto con el objetivo de resolver
problemas o situaciones específicas ‘existentes’, a fin de producir resultados
–esperablemente- ajustados al diagnóstico que les precede” (Mudanó,
2013: 11).

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encargados de la ejecución del programa municipal y los


adolescentes y hogares titulares de la TM. Esta escena nos
permitirá mostrar el ejercicio de performatividad experta
sobre el dinero que deben encarnar los agentes locales esta-
tales en los barrios populares al mismo tiempo que lidian
con los cuestionamientos y las negociaciones que los ado-
lescentes y los hogares titulares realizan sobre los signifi-
cados de las TM.

Entrevista de admisión

A menudo mantenía conversaciones con Beto, parados


sobre la salida de la calle Pergamino que marcaba el inicio
del pasillo en el cual se encontraba su casa. Beto siempre
vestía igual: unos jeans azul oscuro gastados, zapatos de
trabajo, y camisa o campera según la ocasión. “¿Cuándo van
a dar más planes? ¿Te acordas de mi pibe…Lucas?”, así se refería
al Programa Envión y a la visita domiciliaria que él y su
familia habían recibido de mi parte, tras inscribirse en la
lista de espera del programa.
A Beto lo conocí una tarde de enero de 2009, recorrien-
do el barrio y realizando entrevistas de admisión a poten-
ciales beneficiarios del programa. Desde el momento en que
se acercó a hablarme -tímidamente y con su bicicleta en
mano- no hizo más que hacer referencia al “plan de las becas
para los chicos”. En aquel entonces, Beto trabajaba arman-
do plantas acuáticas en su casa junto a su mujer, Elsa. Por
mucho tiempo había sido operario en una de las más gran-
des curtiembres que se encontraba en el barrio que, luego
de la crisis económica del año 2001, había sido vendida a un
grupo inversor que la convirtió en un frigorífico dejando a
una enorme cantidad de vecinos del barrio sin trabajo.
Desde aquel primer encuentro no pasaron muchos días
para que Lucas se presentara en las instalaciones del pro-
grama a inscribirse en la lista de espera. Tenía 16 años, de

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gran altura y un cuerpo robusto, digno de desempeñarse


como pívot en la cuarta categoría del básquet amateur del
Racing Club de Avellaneda. Lucas estaba cursando segundo
año por segunda vez en el colegio privado Don Bosco, don-
de se encontraba becado por la colaboración que su mamá
prestaba en la capilla que la institución tenía en el barrio.
También estudiaba ingles dos veces por semana a contra
turno del colegio en un instituto privado que se encontraba
en el centro de Avellaneda.
Como al resto de los adolescentes que se inscribían en
la lista de espera del Envión, le transmití a Lucas la infor-
mación respecto de la modalidad de otorgamiento de las
becas. Las mismas se otorgaban desde la Subsecretaría de
Inclusión Social del municipio, una vez que se había reali-
zado la selección de los beneficiarios, en base a las entrevis-
tas domiciliarias que los trabajadores sociales del progra-
ma realizábamos a aquellos que se inscribían en la lista de
espera. Sin embargo, los técnicos visitábamos los hogares
estableciendo parámetros de prioridad según el nivel de
criticidad en que se encontrara el adolescente y su grupo
familiar. Considerando las cualidades del perfil de Lucas
(escolarizado y contando con la posibilidad de acceder a
actividades extra programáticas) pasaría un tiempo hasta
que un técnico realice dicha visita.
Transcurrieron unos meses hasta que volví a tomar
contacto con Lucas y su familia. Nuestro encuentro no fue
programado, simplemente cedí ante las innumerables can-
tidades de veces que Beto me interceptaba por el barrio y
me interrogaba acerca de la posibilidad que Lucas acceda al
Envión. En cada uno de aquellos encuentros se presentaba
mencionando: “soy el padre de Lucas Rejidor, ¿te acordás?”, y
luego me preguntaba sobre el estado de las becas. Más de
una vez me llamaba la atención respecto del ingreso de
otros adolescentes al programa, los cuales “se inscribieron
después que Lucas”, y “encima están todo el día vagueando en
una esquina”.

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No recuerdo con exactitud la fecha precisa en que me


deje empujar por las presiones de Beto. Era una tarde fría
de invierno teñida de una fina garúa. Guardo un registro
detallado en mis notas de campo:

Cuando me quise dar cuenta, Beto ya me había sumado en el


recorrido hasta su casa, comentándome lo difícil que resul-
taba conseguir los materiales para la confección de las plan-
tas acuáticas: ‘compraba los materiales en (Florencio) Varela,
pero al tipo lo agarro la AFIP (Administración Federal de
Ingresos Públicos), parece que no tenía nada en regla’. Ya está-
bamos llegando a la puerta de su casa, cuando nos cruzamos
con su hermano. Después de saludarlo y hablar sobre unas
personas que yo no conocía Beto lo despidió afectivamente.
Llegamos hasta la puerta de su casa. La vivienda luce bastante
desmejorada: al frente la puerta es un pal de los que se utiliza
para la carga y descarga de mercadería, con una reja roja
totalmente desvencijada y recortada de forma imperfecta. Si
bien las paredes de la casa son de ladrillo macizo, el techo está
compuesto de chapas acanaladas agujereadas que dejan filtrar
agua por varios lugares.
Mientras entramos a la casa y tras el anuncio de Beto, se
produce todo un movimiento en el hogar: ‘Elsa, Lucas… estoy
con el chico del Envión´. En el barrio me reconocían como
‘Tincho’ o ‘el chico del Envión’, por lo cual esta denominación
me resultó indiferente. Casi como enloquecida se presentó
Elsa, movilizando a su paso las latas de pintura que conte-
nían el agua que caía irrefrenablemente del techo. Parecía
alborotada, no esperaba mi presencia y se preocupaba por
asegurar un espacio en el cual pudiera sentarme: ‘Disculpa el
desorden’ no paraba de decirme, mientras a gritos le pedía
a su hija que bajara la televisión, ordenara cosas tiradas y
se fuera a su cuarto.
Luego de revolver toda la casa Elsa encontró un lugar donde
sentarme. Nos ubicamos en el living- comedor, a metros de
una pequeña cocina emplazada sobre la pared lindante con
la pieza de Beto y su mujer. Elsa me ofreció algo para tomar
y le dije que con mate estaba bien. Entonces volvió a lla-
mar a vehementemente a su hijo: ‘¡Lucas! Te dijo tu padre
que está el chico del Envión’. Igualmente, Lucas tardó unos

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minutos en hacerse presente y pareció no importarle dema-


siado la demora.
Casi como en todas las oportunidades que converse con
Lucas, luce como si estuviera cansado, de un andar pesado a la
vez que sereno. Sorprende el metro ochenta de altura para sus
16 años como, así también, la seriedad con la cual habla. Nos
saludamos tímidamente mientras Elsa revoloteaba por sobre
nosotros, inquieta y expectante, paseando el termo de aquí
para allá. Al notar esta situación, les mencione que la idea
de la visita era conversar informalmente para conocernos un
poco más. Mientras que Elsa no parecía tranquilizarse, Beto
deambulaba por la casa como restándole importancia a mi
ansiada presencia o delegando en su mujer esta instancia.
Lucas me contó cómo era un día de si vida, las actividades
que realizaba, cuáles eran sus gustos. Por la mañana asistía
al colegio Don Bosco, dónde también cursaba un taller de
oficio por la tarde, y solía acercarse ‘algún que otro sábado a
la murga del colegio’. Lunes, miércoles y viernes tenía entre-
namiento de básquet en Racing donde jugaba como titular en
la posición de pivot. Los días martes y jueves, cursaba ingles
en un instituto privado en el centro de avellaneda.
Lucas conversaba pausado pero sostenido y, entre pausa y
pausa, Elsa interrumpía con afirmaciones: ‘yo quiero que vaya
al Envión para que lo ayuden en el colegio, para que salga
un poco’. Elsa estaba en lo cierto con esta última afirmación,
ya que no solía cruzarme con Lucas en la calle o ligarlo con
algún grupo de adolescentes del barrio. Lucas no tardaría en
afirmar: ‘la mayoría de mis compañeros de la escuela son de
Sarandí o (Villa) Domínico, por eso no salgo mucho por acá’.
Si bien para Elsa resultaba una preocupación la escasa sociali-
zación de Lucas en el barrio, también implicaba un alivio: ‘los
chicos de acá están todo el día en la calle, yo no quiero que
él ande en la calle. Están todo el día en la esquina, a la noche,
fumando o tomando vaya a saber qué cosa. Yo no entiendo
dónde están los padres de esos chicos’.
Le conté a Lucas sobre las características del Envión, las obli-
gaciones con las cuales había que cumplir y las actividades
que se realizaban. Indirectamente le propuse reflexionar en
torno a una posible participación, considerando la cantidad
de actividades que tenía a lo largo de la semana. Elsa com-
prendió el motivo de mi intervención y arrojó: ‘El si tiene que

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ir al Envión va a dejar de entrenar’. Afirmación que no resultó


nada agradable para Lucas, quien no dudo en mencionar: ‘yo
no voy a dejar de entrenar’. Por unos segundos reinaron en
la mesa unas miradas que oscilaban entre cómplices y ame-
nazantes. Elsa recurrió a una frase sentenciadora: ‘llegado el
momento, lo hablaremos con tu padre’.
Retomo la conversación con Lucas como para poder ir fina-
lizando la entrevista. Decido preguntarle porque quiere par-
ticipar del Envión, a lo cual Lucas responde: ‘y todos quieren
estar en el Envión… por los talleres, por las chicas y, por la
plata, obvio’. Si bien se sonrojo completamente por lo que
dijo, era la primera vez que notaba en Lucas una expresión
fuerte en su rostro, levantando las cejas y poniendo énfasis
en sus palabras. Lucas dispara de la silla cuando le agradezco
por el tiempo y le comentó que voy a seguir conversando
con su mamá.
Antes de que pueda dar el puntapié inicial de la conversación,
Elsa arremete sin vacilar: ‘ojalá que haya algún lugarcito’.
Por supuesto que se refiere al otorgamiento de la beca y a
una futura incorporación de Lucas al programa: ‘sabes que
yo estoy preocupada, porque Lucas no sale mucho, no tiene
amigos en el barrio. El sale nomás que va de acá a enfrente
de lo de su primo, me gustaría que conozca más chicos del
barrio. Y así también lo pueden ayudar con la escuela, es el
segundo año que me repite’.
Aprovecho dicha afirmación para mencionarle a Elsa las con-
dicionalidades que implica participar del programa, entre las
cuales se destaca la terminalidad educativa. Elsa asegura que:
‘esta bueno, así ellos de alguna manera se van preparando a
lo que va a ser la vida de más grandes: tener obligaciones,
cumplir un horario… es como un trabajito, ellos cobran su
platita también’. Elsa no demora en mencionar que, en los
ingresos económicos del hogar, la beca no sería un detalle
menor: ‘lo de las plantas no sabemos hasta cuándo va a durar,
y con lo que gano yo pagamos algunas cositas. Viste como
son los adolescentes, te pide y te piden, él podría usarlo para
comprar sus zapatillitas, para sus cositas’.
Como para ir finalizando, le vuelvo a comentar a Elsa las
características del proceso de selección de los beneficiarios.
Ella escucha atentamente y espera a que finalice de desple-
gar mi discurso técnico sobre las instancias del proceso para

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mencionar: ‘Mira, yo no quiero ser atrevida… pero te voy a


decir la verdad: muchos de los chicos que están en el Envión,
son los mismos que los ves todo el día en la esquina, que algu-
nos dicen que andan robando y es verdad, y que los padres
no saben ni lo que hacen sus hijos’. Toma un respiro hondo
y prosigue: ‘vos podés ir una vez a la casa, y te van a pintar
todo color de rosas, o incluso algunos se deben hacer los
pobrecitos. Después le sacan la plata que cobran los chicos y
la gastan en vaya a saber qué’.
La verdad es que no esperaba este cambio repentino en el
tono de la conversación por parte de Elsa, a la vez que me
resulta interesante escuchar su opinión. Intento responder a
sus inquietudes argumentando que el programa está dirigido
a adolescentes con propiedades similares a los que ella descri-
bió. Vehementemente me responde: ‘Entonces, chicos como
Lucas no van a quedar nunca, que tiene que hacer… estar
todo el día vagueando’. Elsa hace una pausa, baja repentina-
mente las manos y tiende a encoger su cuerpo, parece como
abruptamente angustiada: ‘perdóname, es la impotencia, por-
que cuando acá armaron el programa a los chicos los pusie-
ron a todos a dedo: porque eran del comedor o de la capilla.
A nosotros nunca nos toca nada’. Intento tranquilizarla men-
cionando que uno de los principales objetivos de la visita
domiciliaria es conocer en profundidad la situación socioeco-
nómica de cada familia en particular. También le aseguró que
consideramos a este proceso de selección como el más trans-
parente y como la mejor opción para que los adolescentes
que formen parte del programa sean los que más lo necesiten.
Elsa me mira fijo y a los ojos para decirme: ‘bueno, esperemos
que tengamos suerte y haya un lugarcito para Lucas’.
Me despido de Elsa y es ahí recién cuando reaparece Beto,
parado en el patio y junto al portal de la puerta. ‘¿Ya está?’ me
pregunta, mientras me abre la puerta y comienza escoltarme
por el pasillo en dirección a la calle Pergamino. Mientras
caminamos, busco excusas para evadir el tema de la entrevista
bromeando con un vecino del barrio que llevaba puesta la
remera del club de fútbol Arsenal de Sarandí. Sin embargo,
cuando llegamos a la calle no duda en preguntar: ‘¿Para cuán-
do vamos a saber si quedo o no quedo?’. Un tanto agotado,
introduzco nuevamente las características referidas al proce-
so de selección de los beneficiarios. Beto me escucha con una

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atención trascendental, aunque creo que simplemente quiere


escuchar un sí o un no.
Lejos de convencerlo con mis palabras, me despido estre-
chándole la mano y aguantando un potente apretujón.

Resulta pertinente reconstruir este evento significativo


porque expone las similitudes que guardaban las visitas
domiciliarias. La visita de admisión era el último eslabón de
una serie de interacciones con ciertos rituales: las charlas en
el barrio, la inscripción en la lista de espera y la visita domi-
ciliaria, ponían en movimiento encuentros donde se iban
conformando las condicionalidades referidas al programa
Envión. Se trataban de espacios sucesivos donde los agentes
estatales nos convertíamos en engranajes claves de las polí-
ticas de TM, y de las definiciones y condiciones expertas
que se intentaban propagar.
El encuentro en el hogar con el objetivo de concretar
una de las etapas de ingreso al programa Envión, marcaba
un punto de inflexión y se configuraba como una “escena
social” (Weber, 2002) particular. Por unos minutos se modi-
ficaba la cotidianeidad del hogar y todo el grupo familiar
mostraba una atenta disposición para con el visitante, a la
vez que su casa se convertía en un espacio de exposición de
la intimidad del mismo7.
Como pudimos observar en la escena etnográfica que
reconstruye el encuentro con Lucas y su familia, los téc-
nicos vinculados al programa movilizábamos cierto reper-
torio para definir el marco adecuado en que debía darse
el intercambio, utilizando la dimensión performativa de la
palabra y otros dispositivos materiales (Dubois, 2014 y en
ésta publicación). Constantemente hacíamos hincapié en la

7 En dichos encuentros las familias se sometían a una “minuciosa y delicada


tarea de exposición y cuidado de sí” (Wilkis, 2008). Laura Zapata (2005)
explora cómo a través de visitas domiciliarias y otras instancias de interac-
ción las voluntarias de Cáritas construyen formas de reconocer y clasificar
un universo de pobres que “merecen” asistencia. Véase: Zapata, L. (2005) La
mano que acaricia la pobreza: etnografía del voluntariado católico. Serie etnográ-
fica IDES. Buenos Aires: Antropofagia.

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214 • Expertos, actores locales estatales y hogares titulares

noción de “beca” para hablar del dinero, asociábamos dichas


transferencias a responsabilidades y condiciones sobre los
jóvenes y las familias, y evocábamos ciertos instrumentos
técnicos –informe social- para otorgar transparencia a un
proceso de selección siempre sospechado por la asociación
entre dinero y prácticas “punteriles” o “clientelares”.
Pero la escena etnográfica permite a su vez observar
la otra cara de la moneda: los jóvenes y sus familias tam-
bién movilizaban ciertos repertorios morales (Tebet Mari-
nis, 2014). La regular exposición que las familias realizaban
consistía en una descripción de las deficitarias condiciones
materiales y simbólicas de vida, las dificultades económicas
que atravesaban y la multiplicidad de problemáticas que
atribuían a sus hijos para ser considerados como potencia-
les beneficiarios del Envión. Las conversaciones versaban
sobre problemáticas familiares de profunda intimidad tales
como; episodios de violencia doméstica, infidelidades, abu-
sos, y severas enfermedades o muertes trágicas8. De esta
forma no sólo intentaban dar cuenta de su legítima con-
dición de precariedad sino, también, buscaban clasificarse
dentro del universo de potenciales beneficiarios portado-
res de un capital moral distintivo de aquellos “vagos” que
no merecían formar parte del programa (Hornes y Salerno,
2019).
La reconstrucción etnográfica del espacio de admisión
evidencia que aquello que anudaba los repertorios de agen-
tes estatales y hogares receptores eran los múltiples signi-
ficados sociales y morales que posee el dinero. Pese a que
los técnicos utilizábamos formulas hechas en cada uno de
los encuentros pautados (los intentos por abrir y cerrar las
interacciones de la misma manera o la intencionalidad de

8 Siguiendo a Goffman (1970) podríamos considerar que aquellas escenas se


convertían en uno de los componentes del ritual del intercambio; espacios
en los cuales se comunica la moralidad de los actuantes a través de “actos
donde por medio de su componente simbólico el actor demuestra cuán
digno es de respeto o cuan dignos son los otros de respeto” (Goffman,
1970: 25).

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Expertos, actores locales estatales y hogares titulares • 215

inscribir la categoría de “beca”), los intercambios desembo-


caban en una ambigüedad propia de la imposibilidad de
otorgarle una definición unívoca al dinero transferido. La
batería de saberes y prácticas de expertise resultaban frus-
tradas frente a las racionalidades prácticas a través de las
cuales los actores interpretaban los sentidos plurales del
dinero en el mundo social de Villa Asunción.

Saberes y significados plurales sobre el dinero

“El plan de los 150 (pesos)” no paraban de repetir padres,


madres o adolescentes mientras los técnicos buscábamos
desarticular el binomio plan-dinero. “Los chicos que están en
el Envión son los mismos que los ves todo el día en la esqui-
na, que algunos dicen que andan robando”, repetía Elsa ante
la posibilidad de que Lucas no fuera considerado para ser
incluido en el programa. Lo incomodo o tedioso que me
resultaban todas aquellas situaciones, tenía que ver con la
imposibilidad de observar la trama de actores y sentidos
que se conectaban en torno al dinero proveniente de las
políticas sociales.
En trabajos anteriores estudiamos a los saberes exper-
tos en programas de TM considerando que se trataban de
un conjunto de conocimientos que se ensamblaban bajo
diferentes formas de intervención social donde convergen:
saberes especializados, procesos técnicos, dispositivos dife-
renciados y narrativas sobre el mundo social para dotar
de significado al dinero transferido a partir de las políticas
sociales. Nuestra hipótesis de trabajo nos permitió com-
probar que las concepciones de los expertos en TM sobre
el dinero refieren no sólo, a una forma de conocimiento
que se moviliza para representar un estado de elementos en
torno a las políticas sociales sino, como un conjunto de ins-
trumentos y prácticas que contribuyen a la configuración y
al diseño de un dinero específico. Se trata de definiciones

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216 • Expertos, actores locales estatales y hogares titulares

diseñadas por economistas que, arrastran y llevan consigo


las premisas que porta el dinero en el campo económico,
utilizando tales cualidades generales del dinero para lograr
un efecto performativo en el diseño de una moneda especí-
fica de las políticas sociales (Hornes, 2019).
Explorando la escena etnográfica referida a la entrevis-
ta de admisión podemos afirmar que, a pesar de los sabe-
res expertos o diseños programáticos establecidos en los
documentos institucionales, y de las interacciones cotidia-
nas concretas entre los agentes estatales y las personas asis-
tidas, el efecto performativo que pretende una definición
unívoca sobre el dinero transferido resulta inconcluso. Que
exista una multiplicidad de sentidos respecto del dinero
transferido indica que las condicionalidades prescriptas no
clausuran la significación social del dinero.
Pese a las sucesivas instancias en las cuales los técnicos
señalábamos los atributos del programa Envión (el marco
institucional, la población objetivo, las formas de acceso y
condiciones) persistían los sentidos plurales sobre el dinero
transferido. Ante la mirada atenta sobre la producción de
condiciones que puedan otorgarle una definición unívoca
al dinero, los actores movilizaban un conjunto de raciona-
lidades o sentidos prácticos que mostraban cómo los signi-
ficados plurales sobre el dinero introducen negociaciones
sobre la definición de condiciones legítimas.
La reconstrucción de la entrevista de admisión nos
permite identificar cómo la producción de condiciones y
significados sobre el dinero excede los ámbitos de encuen-
tro entre agentes estatales y beneficiarios. Los repertorios
morales que se desplegaban en los hogares oscilaban entre
dos polos diferenciados que buscaban trazar condiciones
legítimas e ilegítimas. Por un lado, trataban de otorgarle al
dinero un significado asociado a la inclusión social, des-
tacando la preeminencia de la inserción de sus hijos y las
mejoras en aspectos educativos. Por otro, sancionaban las
transferencias de dinero efectuadas a aquellos que clasifi-
caban como inmorales de recibir el beneficio, sea por no

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Expertos, actores locales estatales y hogares titulares • 217

cumplir con las condicionalidades o por la vida que desa-


rrollaban en el barrio.
Los sentidos plurales que adquiere el dinero transferi-
do para los distintos hogares y actores sociales atraviesan
los límites establecidos desde las dimensiones programáti-
cas y las estrategias enunciadas por distintos agentes ins-
titucionales. Las condicionalidades a las cuales se refieren
los miembros de los hogares se encuentran alejadas de los
esquemas planteados en el diseño y ejecución de las TM
y mucho más próximas a un significado del dinero que se
discute, se negocia, se disputa, movilizando un conjunto de
sentidos ordinarios en contextos sociales y culturales espe-
cíficos (Hornes, 2021).
El dinero de las políticas sociales de TM contiene una
matriz diseñada por los saberes expertos, pero también
posee una vida social que desborda tal diseño. En este capí-
tulo nos aproximarnos a los conflictos que deben afrontar
los actores locales estatales a la hora de encarnar los signifi-
cados expertos sobre el dinero. Según el caso, dichos actores
se debaten entre reproducir tales significados o incorporar
sus propias definiciones, e incluso puede que utilicen los
significados asociados a esos dineros para clasificar y eva-
luar a los titulares y a los hogares receptores de TM.

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Fuentes documentales

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– Municipio de Avellaneda: “El programa Envión”.
Diciembre 2006.
Instituto Municipal de Inclusión Social y Calidad de Vida
– Municipio de Avellaneda: “Criterios de admisión y
procedimiento. Programa Envión”. Diciembre 2006.

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