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Leyenda de las tablillas que cantan

El relato habla acerca de unas tablillas cubiertas de símbolos y signos pintados para el canto y el baile.
Eran colocadas en templos antes de que amaneciera por los Mascadores de Luna. Dichas tablillas eran
fragmentos de himnos a los dioses, cantos de guerra en fortalezas y canciones floridas.
Las tablillas eran cantadas desde los templos y casas de la población. De hecho, si eran elegidas, los
autores de dichas tablillas eran premiados y coronados con ofrendas. Pero las que no se cantaban eran
encendidas en fuego de los murciélagos. Los Mascadores de Luna que habían sido rechazados se iban a
los bosques para componer nuevos cantos y pintar nuevas tablillas.
Hasta siete veces podían podían hacer esto, en siete ciclos de la luna. Si esto sucedía y las tablillas de un
Mascador de Luna era rechazada 7 veces, caía sobre él el peor de los castigos. Era sacrificado en medio
de danzas y una tablilla hecha de chocolate y en forma de corazón se le sacaba del pecho.

 Utuquel
Uno de los Mascadores de Luna llamado Utuquel ya había participado 6 veces. Esta era su séptima vez
intentando ser coronado. Así que se dirigió al templo del Dios de la Lluvia. Y dejó allí su tablilla que era
un canto a los vegetales fantasmas, árboles que fingen esqueletos de guerreros en lucha.

Finalmente, su canto fue elegido y se comenzó a entonar. Pero Utuquel se quedó horrorizado cuando se
dio cuenta de que su tablilla se hizo realidad. Una tormenta avanzó descuartizando ceibas y dejando
humo, esta derribaba palmeras y cocales de hojas que eran tenazas de alacranes.

Quiso pedir perdón por su magia, negar su canto y desconocer su creación. Entonces todo se calmó y
comenzó una ceremonia. Un guerrero le dio el nombre de Flechador de Cantos de Guerra al ganador
Utuquel. También le entregó el dardo de la noche adamantina.

Utuquel sostuvo su tablilla frente a los capitanes allí reunidos. Cada uno se detenía y soplaba signos
pintados en ella para avivar sus colores, símbolos y magia. De repente el Caudillo jefe de la Fortaleza
Espejeante borró de un soplo lo que el poeta había escrito en la tablilla premiada.
Entonces Utuquel depositó su tablilla en blanco en lo más alto de uno de los volcanes. Esta se convirtió
en una de las nubecillas de donde nacen los colores del arcoiris.

Leyenda Máscara de cristal

Cuenta la leyenda que Ambiastro era un escultor que vivía en una montaña y se dedicaba únicamente a
esculpir dioses y animales. Trabajaba con piedra, madera y lodo, parte de un juramento que él hizo con
su arte.
Un día, el viejo artista decidió salir en búsqueda de nuevos materiales y encontró una brillante piedra de
cristal. Tan grande y luminosa que no podía llevarla a casa, decidió instalarse en medio del bosque y
comenzar a esculpirla.
Fueron día y noches sin descansar hasta terminar de esculpir aquella piedra de cristal y al final terminó
de tallar la hermosa máscara de cristal. Al volver a su vieja cabaña, sus antiguas esculturas habían
cobrado vida y decididas a matarlo, comenzaron a golpearlo.
Desesperado y confundido, Ambiastro tomó su pieza de cristal para protegerse y la colocó en su rostro.
Entonces, el hombre huyó de casa y al lograr salir de allí ya era demasiado tarde, el viejo escultor había
muerto, pero la máscara de cristal seguía ocultando su rostro. Allí fue donde la obra esculpida se
convirtió en la Máscara de cristal de la Diosa Nana Lluvia.
La campana difunta
Cuenta la leyenda que tres fundidores asturianos llegaron a Guatemala a finales del siglo XVII. Estos
fundidores se encargaban de hacer campanas para las iglesias y de esta forma fueron viajando por
América y partieron de regreso a España.

Cuando llegaron al convento de las monjas clareanas, los asturianos comenzaron el proceso de fundición
para la campana de su iglesia, de esta forma recogieron el oro de todas las monjas.

Cada monja entregaba su joya más preciada a las fundidoras y veía como ésta se quemaba. Sor Clarinete
de las Indias era una monja amarilla de ojos dorados, que no tenía ningún tipo de joya para entregar al
fundidor.

Por sugerencia de una compañera y con la fijación de hacer un sacrificio mayor que el de las demás, Sor
Clarineta decide en sueños tomar sus ojos y arrojarlos a la fundición. De esta manera, la campana sería
la de Santa Clara de Indias y honraría su sacrificio.

Tras su sacrificio, Sor Clarineta pide ser absuelta por su soberbio sacrificio, petición que le es denegada.
Se dice que, cuando la campana sonó por primera vez, gritó para ser absuelta, al igual que Clarineta
después de dar sus ojos.

La leyenda de los matachines


En la “Leyenda de los matachines” dos matachines se enamoran de una mujer, la cual, incapaz de
decidirse por ninguno de ellos, se va a trabajar al burdel de la Pita Loca. Los matachines van a buscarla,
prometiendo (lo tienen jurado) que, si no la encuentran viva, se matarán a machetazos.
Cuando fueron a buscarla, se dieron cuenta que se había suicidado. Su espíritu deambula por el burdel,
la pita-loca les dice que les permitirá acostarse con el cadáver, ellos enfurecidos y atonitos le cortan
ambas manos.
Luego, aparece una anciana que los lleva hasta la plaza donde juraron matarse, pero un sin numero de
acontecimientos evitan la pelea, principalmente, sobrenaturales. Todo esto porque Rascaninagua,
dueño de aquellos cerros, decretó un no derramamiento de sangre. Sin embargo, Tamachín desea que
uno de los dos muera, mientras Chitanam no está seguro.
Rascaninagua les ofrece talismanes que convertirán a Chitanam en naturaleza (árbol) y en mineral a
Tamachin, pero deben asegurarse de nunca ser heridos en sus nuevas formas y, jurar que su sangre será
la última derramada en Macitan. En las peleas de danzas y machetes, quedan tan solo ensangrentadas
sus prendas, sus cuerpos se convirtieron en un árbol de caoba y en una montaña. Sin embargo, un rayo
les alcanza.

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