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IDEA en Platón, teniendo en cuenta sus formas griegas idéa y eîdon,

así como la forma de aoristo eîdon (lo visto) del infinitivo oráo-ô (ver).
¿Qué significa todo esto y por qué Platón “elige” este término para su
concepto estrella?

1.- Pasaje del Menón (72 a-d), “…Ahora bien Menón, siguiendo esta
imagen del enjambre, si al preguntarte yo qué es la esencia de la abeja
(melíttes perì ousías hó ti pot’estín) me dijeras tú que son muchas y de
diversas clases….MEN.- Me parece que sí lo comprendo…”

2.- Una vez que eso ha quedado claro, Sócrates se ocupa de la


areté. Está claro que toda la argumentación del Menon va en la dirección
de la determinación de un ser-areté. Pero –es ahí donde Sócrates echa
mano del vocabulario- su determinación del ser-areté toma la forma de lo
que denomina hén ti eîdos. Este uno (hén), esta cierta unidad que
responde a la pregunta ¿qué es? –lo denomina eîdos. Hay que subrayar
aquí que esta pregunta es una pregunta totalmente ontológica. Eîdos en
Platón designa en general el ser del ente. Sea cual sea el ente del que nos
ocupemos, este ente es el ente que es debido a su eîdos.

¿Qué quiere decir eîdos?

Eîdos es “aquello hacia lo que hay que dirigir la mirada”. Eîdos es


pues una visión que solo se consigue girando la mirada, apartando la
mirada del ámbito sensible, de las cosas. Así para ver el eîdos-abeja del
Menon, hay que desviar, hay que apartar la mirada de las abejas, es decir,
de lo que vemos cuando miramos a esos pequeños insectos zumbadores.
Para decirlo más clásicamente, el eîdos-abeja, es lo ve una mirada no
sensible.

Si vemos el eîdos, entonces es posible poner al descubierto (dêloun)


lo que algo es.

Pero es evidente que lo que no comprende Menon, el protagonista


del diálogo que lleva su nombre, es precisamente la palabra “eîdos”. Y no
la comprende porque es la novedad del pensamiento filosófico. Eído
(o=w) yo veo, es también en griego un verbo de lo más corriente. Un
griego dirá pues: Veo a este hombre = eîdo (con o mega) tòn anthrópon

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toúton. Por lo tanto cualquier griego al escuchar la palabra eîdos entiende
que se trata de una visión, pero Platón va a hacer decir a esta palabra
eîdos, una vista, una visión, que no puede ser vista con los ojos (y por eso
desde Platón, el espíritu se compara a un ojo que ve).

¿Por qué Platón se permite semejante violencia con la lengua


griega? Porque en el uso griego, la forma de aoristo (pretérito indefinido
en español) de eîdo (con o mega=w) (veo), eîdon (vi), no significa solo “yo
vi”, sino yo sé. En todas las lenguas que entran en el grupo de las
denominadas lenguas “indoeuropeas” (tesis lingüística), se puede
identificar el mismo deslizamiento de sentido. En alemán: wissen=saber –
la etimología de wissen reside en el radical *veid, que da eîdo (o=w) en
griego y video en latín. ¿Cuál es la significación fenomenológica de esta
ambigüedad semántica? Los griegos, y solo ellos, comprendieron que la
esencia del saber, sea cual sea dicho saber, consiste en eîdon; no en ver
sino en haber visto. Es desde este haber visto, lo que implica la presencia
de lo visto como tal, como se configura el ver en tanto que saber. Pues
necesariamente todo saber lo es de algo que es, cuyo ser consiste en estar
presente, y como nadie ignora lo presente por excelencia para Platón son
las Ideas, las ya vistas/lo ya visto/ que permiten todo ver.

A esto hay que añadir que los tiempos del verbo horáo (con o
mega=w) (mirar, ver) remiten a tres radicales: el tercero de los cuales id,
tiene un aoristo segundo, eîdon, que como ya hemos visto además de
significar “lo visto” remite a oída y por lo tanto al saber.

Pero veámoslo con más detalle en la propia lengua griega:

El verbo eído (o=w), tiene una forma de aoristo segundo (pretérito


indefinido en español) que es eîdon (vi, viste, vio, visto) de la que derivan
las formas de imperativo íde o idé, de participio presente o gerundio
idón=viendo, así como un perfecto segundo oîda con valor de presente,
que además de significar yo veo, significa yo sé; así como su infinitivo
eidénai que significa saber. No es pues difícil entender que para los
griegos el saber estaba íntimamente vinculado al ver. Una intimidad que
Platón puso de manifiesto en la elaboración de su teoría de las Ideas:
unidades de significación de alcance ontológico. Pues de lo contrario

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según Platón, el enigma del cambio-devenir, junto con el supuesto
ontológico del no-ser, no quedaría resuelto, y el conocimiento verdadero
o episteme, sería imposible, lo cual iba en contra del axioma griego del
sentido inmanente que corresponde al Kósmos y a todo lo que lo habita,
además de no poder hacer frente de manera consistente,
ontológicamente hablando, al pensamiento de los sofistas. De modo que
para Platón el modo de ver que realiza la Idea como unidad que
trascendiendo lo puramente significativo alcanza lo onto-lógico, es el
modo más alto de saber (eidénai); es aquello en lo que se unifica ser y
saber. Pues como escribe Heidegger, viniendo a dar razón filosófica del
vínculo existente entre ver y saber (como presencia, como ser):

“Los griegos no han ilustrado la relación con el ente por medio del
ver porque eran de “tipo visual” sino que (…), eran de “tipo visual” porque
experimentaban el ser del ente como presencia y consistencia.” (Nietzsche
II, p. 182).

Razón por la cual lo griegos no pudieron pensar el no ser, si no es


lógicamente, tal como lo hizo Platón en el Sofista y luego Aristóteles,
dando lugar a la lógica en un sentido que reduce el ser a lo meramente
manejable racionalísticamente, reduciéndolo por tanto al ámbito del
juicio. Liberar al pensamiento de esta herencia griega, restrictiva en
cuanto a la comprensión del ser como lo únicamente presente, es el
esfuerzo deconstructivo de la hermenéutica de Heidegger, en la dirección
de des-fundamentar (abgründen) al pensamiento y en el sentido de
denunciar críticamente sus ilusiones fundamentalistas que solo conllevan
violencia y destrucción de aquello que no se somete a la comprensión del
ser como presente según cada época de su donación. Pues precisamente
desde el pensamiento de la diferencia óntico-ontológica, el ser en cuanto
ser, lo que hace que cada ente sea lo que es, se retira, se retrae en el acto
de darse. Por eso Heidegger dirá que “el ser no es” sino que “el ser hay”;
un “hay” que traduce el alemán “es gibt” como forma impersonal del
verbo geben que significa propiamente “dar”.

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