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UNIVERSIDAD DEL CAUCA

FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES


CIENCIA POLÍTICA
GALÍNDEZ CERTUCHE JOHJAN DANIEL
11/09/2020
Síntesis Sobre Modernidad Líquida.

El Poder Ya No Está En Manos de Los Política.

El sociólogo polaco Zygmund Bauman aborda la cuestión política dentro de su


denominada modernidad líquida, en primera instancia, como una disolución de la
estática tradicional, esto es, la exaltación del carácter individual por encima de lo
colectivo, aunque no necesariamente en ese estricto orden. En contraposición, nos
brinda un contraste entre la cuestión pública y la cuestión privada, un remanente
contiguo desde la perspectiva del autor. Asimismo, establece un paralelismo
comparativo entre las bases del capitalismo de antaño y el capitalismo vigente en el
mundo moderno, enarbolando la destrucción de los principios y valores cuyas bases
cimentaran a las sociedades en su existir, ahora cambiadas por las demandas propias de
la dinámica moderna.

En consecuencia, la degradación de las creencias espirituales y religiosas, el civismo, la


familia como institución primigenia y por supuesto, el Estado como ente regulador del
comportamiento colectivo y regente de los destinos humanos, tan inamovibles en
antaño, ahora son cuestionados y degradados con calificativos llevados a la práctica de
obsoletos, retrógrados y anticuados. A lo anterior, se suma el sistema de juegos, es
decir, el racionalismo materialista moderno, en donde, como su nombre lo indica, ha de
prevalecer el interés fetichista de la posesión de bienes materiales antes que un tan
anhelado bienestar individual y social en materia de resolución de mínimos vitales.

En este orden de ideas, en armonía con el párrafo predecesor, es imperativo decir que el
sociólogo Bauman establece lo que denomina como la incertidumbre de los fines. Esto
no es otra situación diferente a la de una de las caracterizaciones de mayor
reconocimiento dentro del sistema moderno capitalista, cuyo propósito, a fin de cuentas,
no es otro que el de dar mayor envergadura a la finalidad antes que al procedimiento o
medio para llegar a la finalidad o producto. Así y todo, la fluidez del mundo moderno es
asimilada como la tiranía y/o esclavitud del hombre más próximo a la
contemporaneidad, paradójicamente, sinónimo de libertad. Dentro de esta absurda pero
real lógica, Zygmund asegura que, si bien las soluciones están al alcance de la mano del
consumidor perfecto, es tiempo para tratar de dar con las problemáticas que puedan
llegar a contrarrestar cualquier sensación de sosiego medianamente prolongado. Ya que,
no ha de ser rentable dentro de las dinámicas de juego del capitalismo más próximo,
una quimera o utopía que tenga realmente un lugar entre los espacios que a veces deja
el sistema.

Por consiguiente, y teniendo como objetivo fundamental proseguir con la coyuntura de


fondo (la modernidad líquida), a continuación, este científico social hace especial
énfasis en las aptitudes volubles propias de esta temporalidad sin parangón. En primer
lugar, ahonda en la condicional de la infinitud de posibilidades que “padece” el
individuo de dicha temporalidad, asumiendo la idea de que no puede haber un
establecimiento sempiterno de propósito en sí. En segundo lugar, la cuestión de la
autoridad o autoridades, desechables, no hegemónicas ni perdurables, o en palabras más
simples, un proceso de seducción persuasiva entre autoridades, ahora asesores, y los
electores, en otros tiempos, ciudadanos o seres senti-pensantes. Y, por último, el tercer
lugar se lo lleva la destrucción conceptual sino práctica, de sociedad.

Desde luego, si partimos del significante y significado práctico y teórico del concepto
de sociedad en tempestivas horas modernas, pareciera una noción ambigua. La latente
exaltación del Yo, del ego en su noción más fidedigna, ha destruido en fondo si aún no
en forma, aquello a lo que podríamos integrar dentro de la palabra sociedad. Las
aportaciones y exaltaciones personales rayadas en el extremo individualismo y
egoísmo, contribuyeron con afabilidad a su implosión. La razón fundamental por la
cual, el poder ya no yace en la política como desde la génesis lo fuera, se debe en gran
parte, a propósito de conceptos definidos (o indefinidos), a que la política es la
resolución de demandas colectivas por parte del ente regulador, el Estado, cuyo
protagonismo es cada vez más diezmado por las lógicas capitalistas de juego del mundo
moderno materialista tanto en las filas mercantiles como socialistas.

Los Derechos Económicos Ya No Están En Manos de Los Estados.

En otro orden de ideas, en el espectro económico encontramos que la modernidad


líquida de Zygmund Bauman, resalta a la adicción consumista como una de las
principales causalidades del progresismo economicista y, por ende, individual. El
entender a las personas ya no como productoras bajo la cosmogonía y cosmovisión del
viejo y pesado mundo del capitalismo industrial primitivo, sino ahora, como
consumidores, establece una relación de dominio de lo público sobre lo privado, aunque
solamente desde la explotación de la humanidad de cada ser y sus experiencias vividas
(espectacularización de la política, la economía y de la vida propia).

Por otra parte, como bien se ha dicho, las estrategias del fordismo y el bienestar
económico del salario justo en aseguramiento de la jubilación y fidelización del
trabajador de fábrica como mecanismo de control, en la modernidad líquida ya no ha de
ser viable dadas las nuevas condiciones de juego del capitalismo más light y
cosmopolita. La dominación industrial del abnegado S. XX, ha quedado en la parte de
atrás de alguno de los vehículos construidos en la Ford, Renault u otras. El fordismo y
su pacto tripartito de funcionabilidad entre capital, dirección y trabajo, ha sido
reemplazado por las lógicas de la modernidad y su capital y trabajos móviles.

En concordancia, la anterior premisa se adhiere a la banalidad de la cabeza o jefe o líder


capitalista de la modernidad. La racionalidad instrumental como sinónimo de
burocracia, planteada por el también sociólogo alemán, Max Weber, al parecer es
compañera de viaje del capitalismo financiero e industrial propio de la rusticidad de sus
primeros tiempos. Al menos, lo ha de ser en forma si no en fondo. Seguido a ello, la
desdicha del consumidor en el exceso y ya no en la escasez, nos advierte acerca de los
peligros que tare consigo la pérdida de propósito para los entes individualizados del
capitalismo contemporáneo, los hijos de la modernidad líquida de la que Bauman tanto
nos plantea.
En consecuencia, aspectos tales como la compulsividad y la ansiedad de posibilidades
de compras, la explotación y reemplazo de la necesidad por el deseo, la destrucción de
la normatividad productiva, la falsa libertad, el consumismo en su máximo esplendor y,
por último, el paradigma de las formas de vida burguesas, aún para los pobres,
contribuyeron al fin de los derechos económicos a la batuta del Estado.

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