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Unidad 1.

ESCUELA DE CHICAGO

Ezra, Robert- La ciudad y otros ensayos de ecología urbana.

INTRODUCCIÓN

Los logros de las ciencias naturales hicieron válida para algunos la idea de que todas las
ciencias debían adoptar su modelo de progresión, caracterizado por la hegemonía de un único
paradigma teórico.

La obra de Robert Ezra Park, constituye una referencia básica para todos los sociólogos urbanos
y otros estudiosos de la ciudad. La sociología urbana no puede explicarse sin recurrir a la figura
de Park y al trabajo que emprendió junto con sus discípulos de Chicago: su esfuerzo culminó en
la formalización institucional de la sociología de la ciudad como disciplina.

Junto con el departamento de Sociología de la universidad de Chicago, contribuyó a impulsar


otras líneas de estudio: la sociología de los problemas raciales y sociales, la criminología, la
sociología de la desviación y del conflicto, etc.

La debilidad teórica de Park no radica en una postura antiteoricista, pues su pensamiento no


carece de una concepción de fondo de las sociedades humanas. Otro rasgo de su obra, la
encontramos en la indefinición conceptual que, por lo demás, es una constante entre los
ecólogos de Chicago. El armazón teórico de Park se articula a través de un sencillo modelo de
explicación de los fenómenos sociales (y urbanos, en particular) cuya originalidad no puede
cuestionarse, aunque no se comparta: el paradigma ecológico – la ecología humana -, uno de
los ejes fundamentales sobre el que se ha desarrollado la sociología urbana y otros estudios.

II

Park, como muchos otros miembros del departamento de sociología, procedía de un ámbito
geográfico y social desde el que pudo asistir a los procesos de cambio desde una óptica
privilegiada. El país estaba atravesando un proceso de industrialización y urbanización de ritmo
acelerado.

Se hizo amigo de John Dewey, cuya perspectiva sobre la importancia de los procesos
comunicativos en la sociedad le influiría poderosamente. Dewey, mostraba que la sociedad
existía en y por la comunicación, había que entender la comunicación como un factor de
integración social que hacía posible la vida individual y colectiva en un conjunto
interrelacionado.

Con Franklin Ford, Park proyectó un nuevo tipo de diario, ambicioso para la época; debía
erigirse, por un lado, como un aparato pedagógico para la explicación y comprensión de la
realidad social; por otro lado, como instrumento político tendente a la consolidación de la
democracia mediante la formación de una cultura cívica.

La prensa constituía un nuevo dispositivo de control social en la sociedad moderna y a la vez


era un elemento de integración y preservación cultural.

Park comenzó a sumergirse en el conocimiento directo de los problemas sociales de la ciudad:


la inmensa y desesperada pobreza urbana, el alcoholismo, opio, los disturbios, las casas de
juego, las epidemias, los inmigrantes. La ciudad se antojaba ya un laboratorio social donde
analizar los problemas de desorganización social y los nuevos tipos sociales que surgían en su
caótico crecimiento. El diario le servía como órgano en el que registrar los distintos
acontecimientos y tomar el pulso del cambio social, con finura y rigor.

Estudió filosofía con J. Royce y W. James. En Royce encontramos la preocupación por los
problemas de la desorganización social, asociada a veces a la inmigración (“los forasteros”) y
otras veces al espíritu de chusma. La filosofía de James era de la esperanza y de la posibilidad
que no renegaba de la ciudad norteamericana aunque se mantiene a una cierta distancia
prudencial y no deja de considerar que toda unidad grande es algo hueco y brutal.

Park reconoce el papel civilizador de la ciudad y los beneficios de la moderna metrópoli en


cuanto a su libertad y a sus estímulos.

III

El crecimiento de Chicago fue muy rápido; en un siglo realizó el tránsito de la nada a la


metrópoli y esa explosión demográfica fue consecuencia de las migraciones.

Hacia mediados del S. XIX, la ciudad pasó a convertirse en el punto nodal de una extensa red
ferroviaria y de canales que la conectaban con otros estados. Desde diferentes estados y desde
países de Europa comenzaron a afluir miles de personas en busca de oportunidades que ofrecía
su rica y variada economía: la explotación del hierro, la industria siderúrgica, las serrerías, la
industria conservera y el comercio intermediario.

Chicago era una “experiencia étnica” y una experiencia social tan dolorosa como estimulante;
en buena medida, también, el resultado del liberalismo americano combinado con la movilidad
territorial y social de la población. Moderna, culta, cuna de movimientos artísticos y
arquitectónicos.
Era a la vez pacata y protestante. Allí se acumulaban culturas diferentes, situaciones personales
y tipos sociales diversos. El caos y la eterna pobreza, el paro y el crimen, los disturbios étnicos y
los conflictos laborales; todo era uno de repente nada. El febril Chicago era el sueño americano
y sus peores pesadillas; todo hacía de la ciudad un inmenso, privilegiado y frágil laboratorio de
estudio sociológico.

Antes de los estudios para explicar la desorganización social de la ciudad hubo individuos y
colectivos que se propusieron mitigar los efectos de la movilidad social, del desarraigo y de las
patologías sociales asociadas a la miseria de los inmigrantes.

En 1892, el departamento de sociología de la universidad americana se fundó de manera


independiente. El primer director fue Small, quien estaba najo la influencia de Spencer y el
pragmatismo darwiniano.

Small poseía intuición y grandes cualidades organizativas que después se mostraron esenciales
para la institucionalización de la sociología en los EE.UU y para el dominio del departamento
hacia la investigación empírica, la observación directa y la documentación. No resultaba
demasiado desconcertante que alumnos y profesores descendieran al mundo de los hombres, a
las calles de los barrios bajos, a las colonias de inmigrantes, para observar, describir, relatar y
explicar lo que allí sucedía.

IV

Los estudios urbanos de la escuela ecológica no eran en rigor las primeras investigaciones
sociológicas que se acometían para descifrar la naturaleza de la ciudad o para encauzar su
dolencia. Park y los suyos ofrecían todo bajo el envoltorio de la ecología humana y
proporcionaron con ello la primera perspectiva sociológica que hacía de la ciudad su objeto de
estudio.

Desde la sociología hubo anteriores aproximaciones teóricas a la ciudad, fundamentalmente las


que realizaron Weber, Marx, Durkheim, Simmel y Sombart; sus investigaciones formaban parte
de una estrategia de conocimiento más amplia y ambiciosa: el estudio científico de la sociedad.

El modelo parkiano acogía las perspectivas spencerianas y darwinistas; pero una de las caras del
modelo pertenecía por completo a la sociología formalista de G. Simmel.

Fue el planteamiento de Simmel sobre la vida urbana, la alienación y el secreto y a su


“digresión sobre el extranjero” lo que cautivó a Park. Presentaba a la metrópoli como el centro
de una trama compleja de experiencias sociales características de la modernidad. Escenario
privilegiado de la tragedia cultural moderna y del drama histórico que enmarca el conflicto
eterno entre el individuo y la sociedad, en las grandes ciudades parecía emerger un tipo social
nuevo: el hombre indolente.

Simmel no consideró nunca la metrópoli como un ámbito negativo y desintegrador, sino que
comprendió que una sociedad bifronte había que construir necesariamente un marco espacial
específico y la personalidad que surgía en su seno.

La ecología humana se ha interpretado en términos de un programa biologicista aplicado al


estudio de la naturaleza de lo social.

La sociología americana, bajo la influencia de Spencer y Darwin, adoptó dos direcciones


básicas: el darwinismo social y el darwinismo reformista. Las diferencias entre estas dos
orientaciones descansan en la intencionalidad de obrar, es decir, de intervenir en la evolución
social.

El darwinismo social se convirtió en el sustento ideológico del laissez – faire capitalista. Su


carácter era, pues, conservador y más que la posibilidad, negaba la conveniencia de una acción
social encaminada a intervenir en el decurso de los procesos “naturales” de la evolución. El
darwinismo reformista, consideraba oportuno y necesario introducir reformas sociales que
sirvieran al progreso. Chicago optó por esta lectura.

La concepción ecológica clásica de la comunidad urbana como un sistema dinámico donde la


competencia opera como fuerza organizadora refleja también el planteamiento de la economía
liberal. Las leyes del mercado explican a su vez el deterioro de la zona de transición pues los
propietarios abandonan a su suerte y a la especulación los inmuebles en ese sector.

Park nunca se mostró plenamente convencido de que los fenómenos sociales pudieran ser
explicados sólo a partir de concepciones biológicas. La llamada de atención al principio
sociológico de la cooperación competitiva es buena prueba de ello; también el hecho de que
explique el orden social de la ciudad como resultado de la integración de la naturaleza y la
cultura, al considerar un orden biótico y un orden moral.

La explicación de la vida social en la ciudad nunca deja de remitirse a la esfera de la


comunicación simbolica y a los procesos de interacción. “La sociedad no existe más que en y
por la comunicación. A través de los medios de comunicación los individuos comparten una
experiencia común y mantienen una vida colectiva”.

La teoría ecológica parkiana se levanta desde el concepto “darwinista” de la “lucha por la


existencia”. La competencia es el principio activo en la regulación y ordenación de la vida en el
reino de la naturaleza. Mediante la competencia se controla la distribución y el número de los
organismos vivos y se preserva el equilibrio en los sistemas que definen un hábitat.

La ecología define el hábitat y a sus habitantes como comunidad. Las características esenciales
de una comunidad son para Park:

1. una población organizada territorialmente.

2. más o menos arraigada al suelo que ocupa.

3. con unidades individuales que viven en una relación de mutua interdependencia simbiótica
más que social, en el sentido en que ese término se aplica a los seres humanos.

La sociedad se presenta como un área donde la competencia biótica declina y la lucha por la
existencia adopta formas más sublimadas y superiores, esto es, formas consensuales y
compartidas: las normas, valores, leyes, tradiciones y costumbres sociales.

Tomando el modelo naturalista, Park observa que la comunidad urbana presenta una clara
partición en lo que da en llamar áreas funcionales o naturales cuya existencia está ligada
directamente al principio natural de la competencia y a la dominación.

La comunidad urbana es una realidad donde el cambio está presente. La sucesión se manifiesta
perfectamente en el caso de los diferentes grupos étnicos y sociales cuando invaden un área y se
apropian de ella, sustituyendo al grupo que anteriormente ocupaba el área en cuestión.

La comunidad humana queda definida como un agregado de organismos espacialmente


localizados y arraigados que conforman una estructura social a través de un conjunto
naturalmente reglado de interacciones.

La tensión entre naturaleza y cultura permanece a lo largo de la teoría parkiana ecológica y se


resuelve de forma dicotómica por la superposición dialéctica entre infraestructura y
superestructura, como afirma Park, el hombre erige sobre las bases de la comunidad biótica una
estructura institucional fundada sobre la tradición y la costumbre.

Park advierte que la gran ciudad, por su tamaño y densidad, por su diversidad étnica y
profesional, por las formas culturales y tecnológicas que muestra y por esa misma división del
trabajo que opera en su seno define una nueva forma de existencia: nuevos y distintos patrones
de interacción social, de comportamiento y de organización comunitaria.

El tipo social que mejor representa la movilidad territorial es sin duda el hobo: el vagabundo, el
trabajador ocasional que deambula de un sitio a otro, de una ciudad a otra, sin patria, sin techo y
sin dueño. La movilidad proporciona un tipo de mentalidad particular.
El “hombre marginal” de Park es fundamentalmente el judío, el judío emancipado, un tipo
social que presenta el cosmopolitismo típicamente ciudadano frente a lo local, lo abstracto y
racional frente al sentimiento. El judío errante no es sino un hibrido cultural; es decir, el tipo
urbano por excelencia.

Una de las características de la gran ciudad como orden natural y moral es su configuración
espacial en áreas segregadas, donde residen grupos sociales distintos. El individuo puede
moverse entre estos grupos y rehuir de ese modo las constricciones del grupo primario.

La vida social en la ciudad es inestable y frágil. Y el reverso de todas esas mutaciones es la


desorganización social, la desintegración moral de los individuos. La ruptura de los vínculos
primarios, de las ataduras locales, de sus inhibiciones, la pérdida de influencia por parte de la
iglesia y de la familia, la movilidad extrema, todo eso puede llegar a provocar la ruptura del
control social tradicional y formas de comportamiento desviadas, como la delincuencia, el
alcoholismo y la prostitución.

Parte de las investigaciones de Park y de la escuela ecológica siguen esa dirección: los procesos
de aculturación y desintegración moral en la ciudad. El control social adopta una forma
indirecta pero no menos efectiva: la moda y la opinión pública. No desaparecen los tribunales y
la policía e incluso el control ecológico de los grupos locales todavía logra mantenerse en
muchos ámbitos socio territoriales.

La comunicación se erige en la sociedad como instrumento de cohesión social que concilia el


desarrollo individual con el desarrollo colectivo. Aquí se adivina el interés y el esfuerzo de la
sociología parkiana por el mantenimiento del orden y el consenso, el principal problema de la
sociedad y objeto fundamental de su teoría, aunque se aborde a través de otros objetos.

1. La ciudad. Sugerencias para la investigación del comportamiento humano en el medio


urbano.

La ciudad no es simplemente un mecanismo físico y una construcción artificial: está implicada


en los procesos vitales de la gente que la forman; es un producto de la naturaleza y, en
particular, de la naturaleza humana.

Dentro de los límites de una comunidad urbana operan fuerzas que tienden a producir un
agrupamiento ordenado y característico de su población y de sus instituciones.

Denominamos ecología humana a la ciencia que trata de aislar esos factores y describir las
constelaciones típicas de las personas e instituciones producidas por la convergencia de tales
fuerzas.
La ciudad también es una unidad económica, cuya organización está fundada sobre la división
del trabajo.

La organización de la ciudad, el carácter del entorno urbano y la disciplina que impone están en
definitiva determinados por el tamaño de la población, por su concentración y su distribución en
el interior del área urbana.

La ciudad antigua era ante todo una fortaleza, un lugar de refugio en tiempos de guerra. La
ciudad moderna, en cambio, es sobre todo una plaza de comercio y debe su existencia al
mercado alrededor del cual se desarrolla.

La división del trabajo generó un incremento de la interdependencia de las diferentes


ocupaciones. Así se constituye una organización social en la cual el individuo se convierte cada
vez más en un sujeto dependiente de la comunidad de la que es parte integrante.

El control social, en las condiciones de vida urbana, pude quizá ser mejor estudiado en los
intentos emprendidos para acabar con el vicio y controlar el tráfico de alcohol.

2. El espíritu del hobo: reflexiones sobre la relación entre mentalidad y movilidad.

La criatura humana conserva bastante del mundo vegetal en lo que se refiere al irresistible
apego del hombre hacia los lugares y sus características; en la incorregible e irracional ambición
del hombre por poseer un hogar donde vivir y vegetar.

En el proceso de locomoción, los hombres son capaces de desarrollar aquellas aptitudes


mentales más características, esto es, la destreza para el pensamiento abstracto y su hábito.
También es en la locomoción donde se desarrolla el tipo peculiar de organización que llamamos
“social”. Lo particular de un organismo social es el hecho de que está compuesto de individuos
capaces de locomoción independiente.

El problema con la mentalidad del hobo no es la falta de ocupación; está con toda seguridad en
continuo movimiento, pero carece de destino, y naturalmente, jamás llega ningún lugar. El
deseo de vagar ha asumido para él un cierto carácter de vicio.

El hobo ha sacrificado la necesidad humana de asociación y organización a su pasión romántica


de libertad individual. La locomoción, define la naturaleza de la sociedad misma. Pero a fin de
asegurar la permanencia y el progreso de la sociedad, los individuos que la componen deben
estar localizados para mantener la comunicación.

3. La comunidad urbana como modelo espacial y orden social.

La posición de los individuos con respecto a los otros en la comunidad constituye lo que
Durkheim y su escuela llaman el aspecto morfológico de la sociedad.
Entre los efectos provocados por el crecimiento de la comunidad puede destacarse la selección
social y la segregación de la población, y la creación de grupos sociales naturales, de un lado, y
de áreas sociales naturales, de otro. Tales segregaciones se abren paso, en primer lugar, sobre
una basa lingüística y cultural; en segundo lugar, sobre una base racial.

La movilidad mide el cambio y la desorganización social porque un cambio social entraña


siempre un cambio de posición en el espacio y porque todo cambio social implica una cierta
desorganización social.

Como observo Dewey, la sociedad solo existe en y por la comunicación, y la comunicación no


implica una transferencia de energía como la que parece tener lugar entre las unidades sociales
individuales; la comunicación implica más bien una transformación de los individuos que se
comunican.

La sociedad en que vivimos se antoja invariablemente un orden moral donde la posición de un


individuo asi como la idea que construye de si mismo vienen determinadas por las actitudes de
los otros y por los modelos en que se apoya el grupo.

4. La organización de la comunidad y el temperamento romántico.

Las personas competentes son especialistas preocupados en un ámbito limitado de la


experiencia humana en el que han elegido operar. Las personas incompetentes son las que
todavía mantienen eso que en cierto sentido podría ser llamado un vivo interés en las
comunidades locales de nuestras ciudades.

5. El hábitat del gang.

La existencia de pandillas no se limita a la ciudad. Cada pueblo tiene al menos su pandilla de


jóvenes, se compone de vagabundos, rateros y jóvenes buscavidas que se forman y mantienen
imitando las maneras de los machos indómitos de cualquier lugar.

Las pandillas investigadas en Chicago son típicas y pueden hallarse en cualquier otro lugar.
Representan un tipo específico o una variedad de la sociedad, y lo que resulta particularmente
interesante de ellas es el hecho de que son tan elementales en lo que respecta a su organización
como espontaneas en lo que se refiere a su origen.

Las pandillas estudiadas aquí no son meramente un producto de la ciudad, sino que al mismo
tiempo son el producto de un sector perfectamente definido y conocido de la ciudad.

6. El gueto.
La ciudad no está solo un artefacto sino además un organismo. Su crecimiento es natural; es
decir, descontrolado y sin plan. Las formas que tiende a asumir son aquellas que representan y
corresponden a las funciones para las que está llamada a desempeñar.

Lo que han sido llamadas “áreas naturales de la ciudad” son simplemente sectores cuya
localización, carácter y funciones han sido determinados por las mismas fuerzas que han
conformado el carácter y las funciones de la ciudad como conjunto.

7. La ciudad como laboratorio social.

Es en el medio urbano donde éste alcanza por vez primera una vida intelectual y adquiere
aquellas características que le distinguen de los animales inferiores y del hombre primitivo. Al
crear la ciudad, el hombre se recrea a sí mismo.

Con la nueva libertad y el desarrollo de la división del trabajo se introduce un nuevo orden
social; la ciudad se convierte en centro y foco de cambios sociales cuya extensión y complejidad
crecientes han terminado por hacer de la metrópoli urbana.

Los primeros estudios locales fueron más prácticos que teóricos. Se trataba de estudios sobre la
salud y la vivienda, sobre la pobreza y el crimen, y sirvieron de base de toda una serie de
reformas.

La comunidad urbana representa un complejo de tendencias y sucesos que pueden ser


conceptualizados y objeto de un estudio independiente. La ciudad constituye una entidad dotada
de una organización característica y de una historia típica, y que las distintas ciudades son lo
bastante parecidas como para que, dentro de ciertos limites, lo que se sabe de una pueda
suponerse como cierto de otras.

Un sector de la ciudad es denominado “área natural” porque surge sin plan previo y desempeña
una función. La existencia de estas áreas naturales, cada una con su función característica,
proporciona ciertos indicios sobre lo que el análisis de la ciudad arroja: que la ciudad no es solo
un artefacto sino en un cierto sentido y hasta cierto punto, un organismo.

La ciudad es una constelación de áreas naturales, cada una de las cuales posee su medio
característico y ejerce una función especifica en la economía global de la ciudad. Crece por
expansión pero mantiene el carácter selectivo y segregativo de su población, de tal modo que
cada uno encuentra al final el lugar en que puede vivir o donde debe hacerlo.

Por la naturaleza intrínseca de la sociedad y de las relaciones sociales, nuestros problemas


sociales se encuentran de ordinario encarnados en personas y en comportamientos individuales.

Los estudios sobre la personalidad tienen su origen, al parecer, en eso que Simmel llama “los
enemigos interiores” – el pobre, el criminal, el loco.
Los tribunales de menores se convirtieron en clínicas del comportamiento. Someter al
delincuente a un periodo de prueba era invitarle a participar en una experiencia, bajo la
dirección de un responsable de libertad provisional, cuyo propósito era su reinserción.

Hoy no se cuestiona que la idea que el individuo posee de sí mismo, el papel que juega en la
sociedad y el carácter que con el tiempo adquiere, están ampliamente determinados por las
relaciones que él crea y, en general, por el mundo en que vive.

Las áreas urbanas se diferencian tanto por el tipo y las características de la vida social que
contiene como por los modos de vida o el precio del suelo en el que se sitúan.

8. Ecología humana.

Las características esenciales de una comunidad así definida son:

- Una población territorialmente organizada.


- Más o menos arraigada completamente al suelo que ocupa.
- Cuyas unidades individuales mantienen relaciones de interdependencia mutua cuya
naturaleza es simbiótica antes que social, en el sentido en que ese término se aplica a los
seres humanos.

Las denominadas áreas naturales o funcionales de la comunidad metropolitana deben su


existencia directamente al factor de la dominación, e indirectamente a la competencia.

La distribución de la población asi como la localización y los limites de las áreas residenciales
que ocupan están determinados por un sistema de fuerzas similar aunque subordinado. El área
de dominación en cualquier comunidad es por lo general el sector donde los valores del suelo
son más altos. Los valores del suelo determinan la localización de las instituciones sociales y de
las empresas comerciales.

La sociedad es siempre y por doquier una organización de control: su función es organizar,


integrar y canalizar las energías inherentes a los individuos que la componen.

La ecología humana es, fundamentalmente, un intento de investigar los procesos por los cuales
el equilibrio biótico y el equilibrio social se mantienen una vez alcanzados, y los procesos por
los cuales, cuando dichos equilibrios se alteran, la transición se realiza desde un orden
relativamente estable a otro.

9. La ciudad, fenómeno natural.

Se la puede concebir como un simple agregado territorial, tal como tiende a hacerse en los
censos de población; como una especie de artefacto en el que la estructura material de la ciudad
está totalizada en un armazón de conceptos jurídicos que reglamenta y controla la vida de los
individuos en el seno de la comunidad y como una unidad funcional en la cual las relaciones
entre los individuos que la integran están determinadas no solo por las condiciones impuestas
por la estructura material de la ciudad ni siquiera por las regulaciones formales de un gobierno
local.

En la sociedad humana hay otra forma fundamental de interaccion o proceso: se trata de la


comunicación. La función de la comunicación, es la de generar el acuerdo entre los miembros
de una sociedad, que finalmente asume la forma de costumbre, de tradición y de otras
modalidades de solidaridad, más intimas y personales.

Burgess, Ernest – El estudio del delincuente como persona.

Lombroso, Tarde, Bonger y Ferri, elaboraron teorías generales sobre el delito y el delincuente
sobre la base de la observación, la especulación y la información estadística.

Las teorías generales del delito, cuando son analizadas por separado, han tenido de
desautorizarse y debilitarse mutuamente, poniendo así en peligro toda la estructura del estilo de
interpretación europeo.

Las teorías criminológicas generales

Los sistemas criminológicos de Lombroso y Tarde se ubican en extremos lógicos. Para


Lombroso, el delincuente era una variedad biológica; para Tarde era un producto social.

Lombroso no tenía dudas de que el delincuente como una subespecie de la raza humana
expresaba en realidad la persistencia o el retroceso hacia un tipo salvaje, que en las condiciones
de la sociedad moderna se encontraba irresistible e innatamente impulsado, a la criminalidad, de
la misma manera que el epiléptico a los ataques de epilepsia.

Tarde sostuvo que el delincuente no nacía sino que se construía como tal. El delincuente no era
un loco, ni un salvaje, ni un degenerado, ni un epiléptico, ni una combinación de todos estos,
sino un tipo profesional creado por la sociedad, parcialmente como resultado de su propio delito
y parcialmente como un producto de la justicia penal. El principio de imitación brindaba una
explicación completa del delito. El delito se ajustaba a las leyes de la moda.

La teoría de Bonger de la criminalidad como resultad de las condiciones económicas puede ser
clasificada como un tipo especial dentro de las teorías de la causación social. Bonger intento
explicar el delito en términos de la economía marxista. Se dedicó a acumular estadísticas para
probar que, en la organización capitalista de la sociedad, los miembros del proletariado eran
forzados al delito, ya sea como víctimas del orden económico y político o como rebeldes contra
él.
Ferri es mencionado en último lugar porque su sistema criminológico es ecléctico: evitando el
extremo biológico de Lombroso y el extremo social de Tarde. Ferri, tomo una posición “a mitad
de camino”. En lugar de construir su sistema de pensamiento sobre la base limitada de una
causa, intentó hacerlo sobre el fundamento más amplio de causas múltiples. Formuló una
clasificación comprensiva de las causas de los delitos y de los tipos de delincuentes.
“El delito es el resultado de múltiples causas. Los factores del delito pueden dividirse en
individuales o antropológicos, físicos o naturales y sociales. Los factores antropológicos
comprenden la edad, el sexo, la profesión, el domicilio, etc. Los factores físicos son: la raza, el
clima, la fertilidad y disposición del suelo, la temperatura, etc. Los factores sociales
comprenden la densidad de la población, la emigración, la opinión pública, las costumbres y la
religión. Todos los delincuentes pueden ser clasificados en cinco grupos: delincuentes locos,
delincuentes natos incorregibles, delincuentes habituales o delincuentes por hábito adquirido,
delincuentes ocasionales y delincuentes emocionales.”

El delincuente como individuo.

Las teorías generales del delito probaron ser de escaso valor práctico en el tratamiento del
individuo y en la comprensión de su comportamiento.

Healy planteó el ideal del estudio completo del delincuente. El método de observación general,
especulación teórica y acumulación de información estadística disponible fue sustituido por el
método del estudio de caso. El estudio del comportamiento fue ubicado ahora sobre una base
empírica, inductiva.

Su estudio puso de manifiesto un punto importante: que el estudio del delincuente es un estudio
del comportamiento humano y no el estudio de una variedad biológica especial de la raza
humana como sostenía Lombroso, ni de una clase social separada como afirmaba Tarde.

Concibió su tarea como la búsqueda de todas las influencias, factores y fuerzas que determinan
el comportamiento. Era natural que fuera más exitoso estudiando al delincuente como un
individuo que como una persona. Su formación personal fue en psiquiatría y psicología. Su
técnica fue altamente desarrollada en los aspectos individuales del comportamiento del
delincuente.

El delincuente como persona.

En sociología la distinción entre el individuo y la persona es en este momento clara. El estudio


del individuo, de la reacción del organismo a su entorno, entra en los campos de la psiquiatría y
la psicología. El estudio de la persona, como producto de la interacción social con sus pares, cae
en el dominio de la sociología.
Park define a la persona: “la persona es un individuo que tiene un estatus. El estatus significa la
posición en la sociedad. El individuo inevitablemente tiene algún estatus en cada uno de los
grupos sociales de los que sea miembro. En un grupo social dado el estatus de cada miembro
está determinado por su relación con los demás miembros de ese grupo. Todo grupo pequeño
tiene un estatus dentro de algún grupo más amplio del que es parte y éste está determinado por
su relación con todos los otros miembros de ese grupo más amplio.”

Entre los tipos de mutación en el estatus, tal vez el ejemplo más simple sea el causado por el
desplazamiento, como por el cambio de residencia. Healy descubrió en casos de niños
delincuentes, que un cambio de barrio por parte de la familia se correlaciona con un alto grado
de éxito en su reforma.

La persona, es el individuo con estatus. La personalidad puede ser considerada entonces como
la suma o la coordinación de los rasgos que determinan el rol y el estatus del individuo en el
grupo social. Algunos rasgos del individuo afectan definitivamente su posición social. Su
posición en el grupo estará determinada principalmente por las relaciones personales, tales
como su participación en el grupo, su carácter, su patrón personal de conducta y su tipo social.

El estatus de la persona en el grupo social es en última instancia una cuestión de actitudes


sociales: la concepción del individuo de su propio rol y las actitudes que los demás miembros
del grupo, la comunidad y la sociedad tienen hacia ese individuo.

La sociología de la delincuencia.

El interés de la nueva sociología se ha focalizado sobre la definición del punto de vista


experimental, la clasificación de los problemas a ser investigados y el desarrollo de una técnica
de investigación.

La persona es concebida en sus interrelaciones con la organización social, con la familia, el


vecindario, la comunidad y la sociedad.

El delincuente es ante todo una persona y sólo después un delincuente. De allí que sea correcto
estudiarlo primeramente como una persona y en segundo lugar como un ofensor a las leyes de la
sociedad organizada.

Thomas y Znaniecki - El campesino polaco en Europa y en América.

La desorganización del inmigrante.

- La desmoralización.
La desmoralización es la decadencia de la organización de la vida personal de un miembro
individual que pertenece a un grupo social. En el estudio de la evolución de las comunidades
campesinas en Polonia.

La desmoralización del individuo no está conectada de ninguna forma regular e inequívoca con
la desorganización social, es decir, con la decadencia de las reglas de conducta y las
instituciones sociales existentes. Su existencia en un grupo social ciertamente indica que las
reglas e instituciones prevalecientes en este grupo son inadecuadas, no se corresponden con las
actitudes reales de los miembros y no pueden proporcionar a los últimos una organización de la
vida que se adapte a sus temperamentos individuales y sea capaz de regular su conducta de
acuerdo con las demandas de la vida social en las condiciones dadas.

La desorganización social es particularmente favorable al aumento de la desmoralización


individual, mientras la prevalencia de la reconstrucción social es un factor de progreso moral.
Las diferencias entre los individuos dan cuenta del hecho de que, incluso frente a una
desorganización rápida, muchos miembros del grupo son capaces de preservar la antigua
organización de su vida o de crear una nueva por sus propios medios.

Los efectos de la desorganización social y la reconstrucción social en la moralidad individual


dependen de la superioridad relativa del nuevo sistema sobre el antiguo como instrumento de
control del individuo por parte de la sociedad o viceversa.

En Polonio el desarrollo del nuevo sistema se acompañó de un progreso moral general de la


clase campesina que contrarrestó de modo extraordinario la desmoralización que produjo la
decadencia de las viejas instituciones.

En EE.UU, el progreso moral debido a la nueva organización creada por los inmigrantes
polacos es menos general e intenso que la desmoralización resultante del hecho de que las viejas
reglas pierden su influencia en el individuo aislado de su entorno social original.

El nuevo sistema aquí sería incapaz de controlar la conducta individual tan eficientemente como
lo hizo el antiguo sistema en Polonia, por eso el desarrollo sorprendentemente rápido de las
nuevas instituciones en la sociedad polaco – estadounidense, aunque frenó el ritmo de la
desmoralización, no pudo impedir que descendiera lente pero inconfundiblemente el nivel moral
medio de los inmigrantes en general en lugar de hacerlo subir, ni tampoco proporcionar a la
sociedad los medios adecuados para tratar los casos de desmoralización radical.

Todas las actitudes que capacitan al individuo para llevar una vida social normal son el
resultado de una larga serie de influencias sociales que han actuado en el acervo original de su
temperamento y se han forjado en un carácter.
Las tendencias naturales de un individuo si no son controladas y organizadas por la educación
social, producirán inevitablemente una conducta que desde el punto de vista social, debe
juzgarse como anormal.

Un individuo que ha crecido como miembro de un grupo primario coherente y permanente y


está acostumbrado a confiar, en todos los casos de regulación de la conducta, está más
desamparado cuando su entorno no le proporciona estímulos suficientemente continuos,
variados y coercitivos para la acción socialmente normal que un individuo acostumbrado a
sentirse satisfecho con esos estímulos sociales superficiales como los que se pueden obtener de
los simples conocidos o los contactos de negocios. Sabe cómo regular su conducta de acuerdo
con unos esquemas abstractos y generales y suple cualquier insuficiencia de las influencias
sociales presentes con ideas personales que la sociedad le ha ayudado a desarrollar en el pasado.

El inmigrante campesino es capaz de mantener su estatus moral, a pesar del debilitamiento de la


respuesta y el control social, simplemente debido a la fuerza de sus hábitos mentales.

Cuando el hábito se rompe, porque la educación social del individuo fue insuficiente en el país
de origen, porque su temperamento es más refractario de lo normal a las influencias sociales
dadas, o porque la tensión que las nuevas condiciones provocan resulta ser demasiado fuerte, el
inmigrante medio carece de la preparación necesaria para construir una nueva organización de
su vida con elementos tales como la moralidad individualista abstracta, el misticismo religioso y
los sistemas legal y económico que el encuentra en los EE.UU.

Para reorganizar su vida sobre una nueva base necesita un grupo primario tan fuerte y coherente
como el que dejó en su país. La sociedad polaco – estadounidense le proporciona algunos
esquemas nuevos de vida, pero no bastan para cubrir todas sus actividades. Así, un cierto
descenso de su nivel moral es inevitable. Aunque no siempre conduce a una desmoralización
activa y a una conducta antisocial, se manifiesta al menos en lo que podemos llamar
desmoralización pasiva, un debilitamiento general o parcial de los intereses sociales, una
creciente estrechez o superficialidad de la vida social del individuo.

La segunda generación si no entra en contacto directo y continuo con aspectos de la vida


estadounidense que son mejores que aquellos con los que la comunidad inmigrante está
familiarizada, degenera aún más, tanto porque los padres tienen menos que dar que lo que han
recibido por lo que respecta a principios sociales como porque los hijos crecidos en las ciudades
estadounidenses tienen más libertad y respetan menos a sus padres. Esta generación esta mejor
adaptada intelectualmente a las condiciones prácticas de la vida estadounidense.

Sería de esperar que en la segunda generación encontráramos menos casos de desmoralización


activa y conducta antisocial que en la primera generación, que atravesó la crisis de adaptación a
las nuevas condiciones. El número de delitos es más alto entre los hijos de inmigrantes que entre
los inmigrantes mismos.

Una consecuencia característica de la vida del grupo primario, es que la desorganización


individual raramente a limita a un solo dominio y abarca gradualmente toda la personalidad.
Cuando un individuo rechaza una tradición social de su grupo, usualmente las demás tradiciones
pierden su influencia en él debido a la estrecha asociación entre ellas.

Un inmigrante de la primera generación que se desmoraliza en cualquier ámbito particular en


general pierde pronto el control moral de sí mismo y todas sus actitudes institucionales se
desmoronan. Podemos encontrar actitudes familiares y comunitarias desorganizadas y
tendencias económicas más o menos normales durante algún tiempo.

- El asesinato.

Desde el punto de vista sociológico hay dos tipos muy diferentes de crímenes: el crimen dentro
del propio grupo del individuo y el crimen que comete el individuo fuera de su grupo. Los
límites del propio grupo dependen del alcance dentro de la cual él reconoce los lazos de la
solidaridad social activa como vinculantes. Para el salvaje estos límites son los de su tribu
particular; para el ignorante campesino del viejo estilo coinciden prácticamente con su
comunidad primaria; para el hombre civilizado moderno medio son los de su nación; para el
criminal habitual no van mucho más allá de su banda.

Cuando estudiamos el homicidio entre otros crímenes en las comunidades campesinas de


Polonia, hay que tratar principalmente con el primer tipo de crimen, es decir, con el crimen que
el individuo comete dentro de su propio grupo.

Los homicidas de extranjeros son muy raros entre los campesinos. Los contactos sociales entre
el individuo y el mundo social fuera de su propia comunidad son relativamente pocos y
superficiales, por lo que no existen muchos motivos para la violencia, mientras, con bastante
independencia de las consideraciones de la solidaridad social, el campesino necesita
verdaderamente motivos muy fuertes para realizar cualquier acto anormal debido al carácter
estable y regulado de su vida habitual y debido a la fuerza de su deseo de seguridad.

En la vida campesina un homicidio suele ser la solución trágica de una compleja situacion social
que implica: 1) más tendencias individuales poderosas; 2) un conjunto de condiciones sociales
que imposibilita al individuo realizar esas tendencia sin eliminar a la persona o las personas que
obstaculizan su camino, y 3) casi siempre el sentimiento de que él ha sido el agraviado y que esa
persona o esas personas han sido las primeras en romper el principio de solidaridad.
La avaricia, el miedo, el deseo sexual, los celos y la venganza, fuertes debido a que han sido
alimentados durante mucho tiempo, constituyen los factores usuales de homicidio, y es claro
que las situaciones que dan lugar a esas emociones tienden a desarrollarse sólo dentro de propio
grupo del individuo.

Basándonos en el conocimiento sobre el debilitamiento de todos los lazos sociales y tradiciones


entre los inmigrantes, podemos esperar que aquí la naturaleza del crimen en general y del
homicidio en particular sea muy diferente.

La mayoría de los motivos que impulsaban la acción de los campesinos en su país de origen,
han dejado de existir, se han debilitado porque todos los lazos sociales se han relajado. Un
individuo rara vez se encuentra en una situacion que le parezca insoluble si no es con el
homicidio, porque sus deseos, menos determinados por la tradición, son menos exclusivos;
normalmente dispone de muchas formas de satisfacerlos y ningún lazo institucional puede atarlo
contra su voluntad.

No hay necesidad de recurrir a medios violentos para deshacerse de miembros indeseables de la


familia de un individuo, porque éste simplemente los puede abandonar.

Pero si, por lo tanto, el homicidio trágico, el homicidio con motivos poderosos cometido dentro
del propio grupo del individuo, pasa a ser relativamente raro aquí por la falta de motivos, hay un
campo amplio para el segundo tipo de homicidio, el homicidio sin tragedia ni conflicto que se
comete fuera del grupo del criminal. El inmigrante entra en contacto con extraños, su actitud
usual hacia este entorno social no es simplemente de indiferencia. Es defensiva, llena de
desconfianza, con una vaga sensación de peligro y una expectación continua del mal o la ofensa.

La desconfianza hacia los extranjeros era la actitud habitual del campesino.

Las experiencias del inmigrante en este país contribuyen a mantener y desarrollar esa actitud de
desconfianza general, y su primer movimiento suele estar lleno de aprensión u hostilidad
implícita. El nerviosismo que le producen las condiciones inestables de la vida hace que exagere
con facilidad el mal más pequeño.

El crimen es siempre una reacción de un acto de agresión pasado o presente. Lo importante no


es el lado objetivo del acto, sino el significado que le da el hombre que responde con un intento
de homicidio. El individuo contra el que va dirigido un acto de agresión interpreta ese acto
como una provocación a la lucha.

La reacción homicida implica en el inmigrante una predisposición diferente de la que


encontramos en cualquier sociedad organizada. El homicida, en sus relaciones con el mundo
exterior, no se siente respaldado por ningún grupo social fuerte suyo y no es consciente de ser
miembro de una sociedad organizada y estable. Su familia es demasiado débil o está muy
dispersa como para proporcionarle un refugio social seguro donde obtener la respuesta y el
reconocimiento que necesita e ignorar las provocaciones exteriores debido a su sensación de
importancia social y seguridad.

La nueva comunidad polaco – estadounidense no es un arbitro adecuado para las peleas


personales, porque carece de poder coercitivo y, en general, apenas se interesa por las
necesidades individuales. Los sistemas legal y policial estadounidenses son diferentes de lo que
es para el campesino una justicia adecuada, por lo que no puede identificarlos con el orden
social.

Al campesino polaco le gusta recurrir a la ley como instrumento de lucha y lo haría con mucha
frecuencia durante el primer periodo de su estancia en este país si comprendiera las
instituciones. Cuando empieza a ser capaz de utilizar esas instituciones ha olvidado ya la
tradición de recurrir a la ley para las luchas personales y se ha acostumbrado ya a la idea de la
auto reparación.

- Conclusión

El campesino polaco no es y no puede ser exactamente el mismo tipo de hombre que el


estadounidense nacido en Estados Unidos, porque su carácter lo ha moldeado su entorno social,
y su entorno social tiene un conjunto de tradiciones, una organización y una forma y nivel de
vida muy diferentes por su complejidad concreta de los que son familiares para el lector
estadounidense.

El campesino estaba adaptado a la vida de una comunidad agrícola permanente, asentada


durante muchos cientos de años en la misma localidad y cuyo cambio era tan lento que las
generaciones se adaptaban a los cambios con muy poco esfuerzo o reflexión abstracta. El
campesino no estaba acostumbrado a esperar sucesos desconocidos en el transcurso de su vida
en su comunidad y, si le ocurrían, confiaba en su grupo.
Unidad 2

SUTHERLAND

Edwin, Sutherland – Ladrones profesionales

Las características esenciales en la profesión de ladrón se refieren a la habilidad técnica, el


modo de comportarse, el espíritu de equipo, el modo de vida y la organización. Se deduce que
esta profesión se asemeja al resto de las organizaciones establecidas de las que difiere por sus
implicaciones.

1- Complejidad de las técnicas.

El ladrón profesional está dotado de una gran habilidad. Todos los recursos de si ingenio están
orientados a preparar y a ejecutar el delito, a esconder las mercancías robadas, a salir airoso del
proceso en caso de detención y a controlar durante el curso de la acción todas las operaciones
que implica. La destreza manual y la fuerza física son factores secundarios; los elementos
principales son la inteligencia, el sentido del negocio y saber expresarse bien.

Los ladrones que no poseen estas cualidades fundamentales son considerados aficionados. Lo
mismo pasa con los atracadores que están especializados en grandes golpes. Tampoco son
considerados profesionales si su trabajo está basado exclusivamente en la destreza manual o en
la fuerza.

Desde el punto de vista técnico la distinción entre ladrones profesionales y no profesionales es


relativamente frágil. La técnica del oficio únicamente se adquiere trabajando con ladronas
profesionales ya que, no existe ningún centro de formación sino simplemente una cooperación
constante en el trabajo en el que todos los problemas realizando siempre el mismo tipo de delito,
pero estas personas se ven sorprendidas y caen fácilmente en celadas pues no tienen un plan
previamente fijado frente a una situación inesperada y carecen de recursos y de relaciones para
salir de un mal paso.
Los ladrones se especializan en un número restringido de golpes. Los contactos del hampa, en
donde se encuentran delincuentes a otra. A veces se entretienen en cambiar sus hábitos y
abandonan sus viejos métodos por otros nuevos, por lo general no suelen hacerlo.

2- La sociedad de ladrones

El ladrón profesional posee un estatuto definido por su habilidad técnica, su situación


financiera, sus relaciones, su comportamiento y sus conocimientos adquiridos en el curso de su
vida errante. Su rango social está determinado por la actitud que tienen los otros delincuentes
respecto a él y también por la de los policías, jueces y periodistas.

El término ladrón es considerado un título honorifico y dicho así, sin adjetivos, se refiere a un
profesional. Los profesionales desprecian a los aficionados. No quieren codearse con aquellos
ladrones que no utilizan los métodos correctos establecidos en la profesión.

Los profesionales están en desacuerdo entre ellos a la hora de establecer jerarquías en el interior
del cuerpo: algunos establecen dos categorías de ladrones, los que se dedican a los grandes
golpes y los que se dedican a las minucias, en función del tiempo de preparación y de las
relaciones de que disponen.

Entre los profesionales del robo cada uno dispone de un valor personal del mismo modo que
ocurre entre los médicos o los abogados. Entre ellos el sentido del honor juega un papel
preponderante.

3- El espíritu de equipo entre los ladrones.

La profesión de ladrón implica un conjunto de sentimientos compartidos y de experiencias


comunes. Los carteristas tienen reacciones similares ante las futuras víctimas y ante las
circunstancias particulares en las que actúan. Estas semejanzas se deben a un subsuelo común
de experiencias y a los gestos que deben de realizar en situaciones parecidas.

Este espíritu de cuerpo se prolonga en todas las actividades de la misma vida de los ladrones y
se manifiesta de modo especialmente claro en la lucha contra su enemigo común: la ley. De este
espíritu se derivan un conjunto de reglas, hábitos de apoyo y solidaridad que son comunes a
todo el medio.

La necesidad de puntualidad ilustra bien este espíritu de cuerpo: es un principio esencial entre
los asociados del crimen el llegar a las citas a la hora en punto. Se trata de no hacer esperar al
cómplice. Es fácil comprender la importancia de esta regla dado el constante peligro a ser
detenido. Si un individuo es arrestado su cómplice corre peligro también. La única excusa
válida para no llegar a tiempo es haber sido detenido, y en este caso el cómplice tiene mucho
interés en salir a escape para no correr la misma suerte.
Una de las ofensas más graves que un ladrón puede infligir a otro es delatarlo o denunciarlo.
Los profesionales la violan menos que los otros delincuentes porque están menos sujetos a las
presiones que los obligan a la delación. La mayoría de los ladrones aguantarán los peores
castigos antes de entregar a sus camaradas. Existen dos razones al menos para actuar de este
modo; la primera, es que quien no lo hace así pierde su prestigio, no encontrará cómplices y será
objeto de represalias; la segunda, se fundamenta en la lealtad y el espíritu de solidaridad. La
reacción espontanea de los delincuentes hacia sus delatores es su puesta en cuarentena que
expresa su desagrado, su miedo y su odio.

El espíritu de equipo implica una escala de valores y un corporativismo que enmarcan al ladrón
en su carrera delictiva.

Entre los indios el individuo que forma parte de las tribus criminales está inmerso en un
contexto coherente y no tiene ningún remordimiento cuando ataca a alguien que no es de su
grupo porque socialmente su acción no le causa ningún perjuicio. No hay en america un solo
delincuente que, pese a estar integrado en el grupo, no se sienta enfrentado a la mayoría de la
sociedad.

El ladron profresional en América se siente un fuera de la ley, y esto es cierto sobre todo para
los ladrones que proceden de la clase media que son muchos. Cuando forman parte de las
bandas del “medio” se sienten unos renegados.

Chic Conwell cuenta que el ladron busca argumentos para sentirse libre: evita pensar en las
consecuencias de sus actos así como toda reflexión acerca de los últimos días de su vida.
Cuando está solo en la cárcel no puede dejar de pensar en todos estos problemas y tiembla ante
la idea de reemprender sus actividades delictivas.

De vuelta a la banda adopta de nuevo este espíritu bravucón que caracteriza a los ladrones. En
estas circunstancias no puede desarrollar todas sus cualidades personales, pero su aislamiento
disminuye lo mismo que su soledad, y su vida profesional vuelve a ser posible porque forma
parte de un grupo en el que tiene una vida social de ladrón que implica una cultura y unos
valores reconocidos por el conjunto de los ladrones. El robo profesional es una profesión de
grupo.

4- La profesión de ladrón en oposición a otros grupos.

El ladrón profesional está en cierto modo separado del resto de la sociedad. Reside con
frecuencia en los bajos fondos debe mantener una cierta reserva con sus vecinos, mantenerse a
una cierta distancia si quiere mantener ocultas sus ocupaciones.
Las barreras que delimitan al grupo de los ladrones son más de orden funcional que geográfico;
los propios ladrones las establecen fundándose en la comunidad de sus intereses y
principalmente en la seguridad y en la salvaguarda de sus personas. Es muy difícil penetrar en
sus grupos.

La definición de ladrón profesional se fragua en el interior mismo del grupo restringido. Todo el
que es recibido y reconocido en el grupo como ladrón profesional adquiere ese estatuto,
mientras que el que no es aceptado y reconocido no lo adquiere, sean cuales sean sus métodos
de trabajo.

El trabajo de oficio es definido pues como tal por la asociación a la que perteneces. Sería un
error pensar que los ladrones profesionales viven completamente separados del resto de la
sociedad, y que si entran en contacto con ella es sólo para robar.

Los ladrones tienen amigos honrados y respetuosos con las leyes que saben a qué se dedican.
Reciben también la ayuda de personas y de organismos considerados legales y protectores
oficiales de la sociedad; encuentran en estas gentes y en estos organismos un sistema de
depredación controlada que se asemeja bastante a la suya.

Los ladrones profesionales y los políticos, ligados por el interés que encuentran en este control
abusivo, suelen trabajar juntos para obtener beneficios recíprocos. La cooperación entre la
policía y los tribunales es necesaria en la medida en que ambos organismos están bajo el control
de la administración.

El ladrón profesional depende de los valores fundamentales del orden social en el que vive. Es
sensible a lo que sucede, como todo el mundo. Se deja influenciar; le gusta el dinero y también
los objetos que éste puede proporcionar; en este sentido sus esfuerzos coinciden a la perfección
con el moderno modo de vida. Es un profesional que posee el sentido y la responsabilidad del
trabajo en equipo, pero en lo que se refiere a todo lo demás está íntimamente ligado a la
sociedad en su sentido más amplio y a valores que reinan en ella.

5- Organización de la profesión de ladrón

El robo organizado es el delito organizado. Se trata más bien de un sistema basado a la vez en la
jerarquización y en el espíritu de solidaridad.

La organización de los ladrones profesionales reposa esencialmente en las relaciones existentes


entre sus miembros ya que cada uno aporta su contribución al patrimonio común.

El conocimiento de métodos y de lugares es también una de las características de la profesión.


Las discusiones en los lugares de reunión tienen por objeto explicitar estas informaciones y
readaptarlas a situaciones nuevas. También en la clandestinidad se organizan sistemas de
servicios sociales. En una situacion peligrosa un ladrón puede ayudar a su compañero
advirtiéndole directamente o, por el contrario, desapareciendo para evitar sospechas.

Realizan colectas para ayudar a un ladrón o a una mujer de un ladrón que están en prisión. La
reciprocidad es una regla general y tácitamente se sobreentiende que, cuando pueda, la persona
ayudada devolverá lo recibido.

Para ser ladrón profesional es preciso ser conocido y reconocido como tal por los otros
miembros de la profesión. El robo es una vida de grupo en la que únicamente se puede entrar y
permanecer mediante el consentimiento del grupo. Para ser miembro la condición absoluta es la
de ser reconocido por los colegas y, a la vez, la de aceptar el conjunto de los estatutos de la
profesión y las leyes del grupo.

Las etapas indispensables para acceder a esta posición privilegiada son la elección y el
padrinazgo, factores esenciales en la génesis de la profesión de ladrón porque muchos son los
llamados más pocos son los elegidos.

Los aspirantes a ladrón están en permanente contacto con los profesionales: la confianza
recíproca, la comprobación de determinadas cualidades, la resolución rápida en situaciones
difíciles, etc., determinan progresivamente una carrera. Una carrera se puede quebrar en
cualquier momento, bien por parte del aspirante, bien por decisión del grupo de profesionales.

La elección es el resultado de una simpatía recíproca que nace tras los primeros contactos entre
ladrones profesionales, y chulos, aficionados, atracadores o personas empleadas en trabajos
legales tales como asalariados de hoteles o vendedores. Los contactos pueden también
establecerse en la cárcel, en los sitios donde trabajan los ladrones, o en los locales donde se
reúnen y divierten. Resulta fácil sentir simpatía por los ladrones profesionales ya que la mayor
parte de ellos son muy seductores.

No basta con sentir una inclinación hacia el robo para que cristalice la vocación de ladrón. El
profesional sabe apreciar las cualidades de un sujeto que va a entrar a formar parte de su red de
relaciones. El sujeto en cuestión debe poseer inteligencia y valor, facilidad de palabra, honradez,
seriedad, autocontrol y determinación para la acción.

Es una ocasión fortuita la que origina que el profesional se interese por un nuevo adepto. Un
joven pierde su empleo y entra a formar parte de una red de ladrones aficionados. Si se
establece una amistad éste puede pedirle que se una a su banda para realizar tareas menores. Si
acepta, recibirá instrucciones verbales sobre la planificación del golpe y de su papel específico
en él. Si realiza su cometido de un modo satisfactorio le confiarán otras tareas cada vez más
importantes.
La educación no se transmite en forma de lecciones, sino por impregnación, mediante la
inmersión en el “medio”. El novato será rechazado si no es receptivo a esta cultura, o si es
incapaz de asimilar determinados procedimientos técnicos.

Durante este período de aprendizaje se inicia en las prácticas del oficio y adquiere el espíritu de
equipo. Si sabe responder bien a esta confianza su integración en el medio será total y entonces
se le concederá el título de ladrón profesional.

Solo o acompañado el aspirante podría intentar utilizar las técnicas y se convertiría así en un
profesional autodidacta. Tampoco contaría con las relaciones personales, ni la confianza de los
intermediarios, políticos y demás familia, tan necesarios para actuar con seguridad. Una persona
preparada siguiendo este método acabaría posiblemente muy pronto en la cárcel.

Un ladrón puede dejar de ejercer su arte y ello sucede generalmente cuando ha violado las
reglas de la profesión, o bien cuando la edad, el miedo, la droga o el alcohol lo han
incapacitado. Dejará rápidamente de contar con compañeros de trabajo, perderá la confianza del
consejero y de los policías. Dejará de ser reconocido como profesional lo que quiere decir que,
de hecho, dejará de serlo. Pero si, por el contrario, interrumpe sus actividades por propia
iniciativa y conserva integras sus capacidades seguirá siendo considerando como un profesional.

Carr – Saunders y Wilson enumeraron así las características de las carreras profesionales:
habilidad técnica, asociación reconocida, reglamentación oficial de las condiciones de admisión,
autorización para su ejercicio así como reglas morales que regulan los beneficios económicos y
refuerzan su sentido social.

La profesión de ladrón posee la mayoría de estas características, aunque posiblemente de un


modo menos rígido, pues la sociedad de ladrones no cuenta con estatutos jurídicos escritos ni
con reglamentos que se expongan al público.

Lo que no existe entre los ladrones es el punto de vista moral que atenúa el sentido pecuniario.
Un ladrón profesional a quien se le mostró este texto así lo admite, pero precisa que, si esta
cláusula constituyese realmente, en la práctica, una condición de admisión, descendería
enormemente el número de médicos y abogados.

La profesión de ladrón tiene como finalidad esencial conseguir dinero con la mayor seguridad
posible. El ladrón consigue la seguridad al menos por tres vías. En primer lugar, elige los golpes
que presentan un mínimo de riesgos. La segunda razón, es que gracias al entrenamiento y a la
experiencia adquieren una maestría que les permite controlar las situaciones peligrosas. El
ladrón debe ser capaz de manipular las sensaciones y los sentimientos de la gente para conseguir
sus fines. El tercer pilar de cobertura se asienta en las relaciones que le permiten salir airoso de
situaciones difíciles.
Para el ladrón se trata de sortear todas las dificultades, aunque para ello tenga que devolver lo
robado a fin de que la víctima retire la denuncia.

Los delincuentes logran prosperar gracias a la corrupción de los servicios públicos. Gracias a
este sistema de corrupción organizado todos los actos de la vida pública están controlados:
votación de leyes, adjudicaciones, concesiones de licencias, depósitos de fondos bancarios,
nombramientos para diferentes puestos.

La protección concedida a los delincuentes forma parte del sistema general de prevaricación
controlada de la cual no es más que una rama la otorgada a los ladrones profesionales.

La protección de los que violan las leyes en el terreno del juego, la prostitución y el alcohol, se
realiza a gran escala y mediante una poderosa organización. Cuando tienen lugar crímenes
violentos los delincuentes pueden recurrir también al soborno aunque es más raro.

En este estado de delincuescencia moral el criminal puede navegar a sus anchas. Este clima
podría definirse con el término de desorganización social y se caracteriza, no sólo porque nadie
se preocupa en realidad de suprimir el crimen, sino, además porque los propios funcionarios
cooperan con los delincuentes para que trabajen con seguridad.

La profesión de ladrón, con todas estas características y sus implicaciones sociales, parece haber
surgido con la desintegración del sistema feudal y los desplazamientos de población que ello
supuso. Desde el momento en el que los servicios prestados se pagaron en dinero, el siervo
adquirió el derecho a cambiar de residencia para encontrar el mejor salario y el amo puedo
prescindir de su criado cuando ya no lo necesitaba.

Los siervos, sin empleo y sin domicilio, andaban errantes por los caminos a la búsqueda de
trabajo o formando bandas de vagabundos y ladrones. Vivían en los barrios marcados por la
miseria en donde se perdían en el anonimato de la escoria de la sociedad. Los bandidos de la
época habían fabricado juegos de cartas fraudulentos y salvoconductos que constituyen los
primeros antecedentes de la profesión de ladrón y de timador. La literatura de la época nos
descubre que los carteristas se asociaban para actuar en una determinada zona.

Las leyes de represión eran más duras con los pobres que con los ladrones. Estos eran más
inteligentes, perfeccionaban sus técnicas y realizaban sus actividades de un modo secreto. Si los
delincuentes de la época no se sentían muy preocupados por las fuerzas del orden, se debía
sobre todo a que conseguían protecciones de alto rango.

El oficio fue enormemente rentable hasta finales del siglo XIX. Los ladrones tienen sus
tabernas, sus tiendas, sus comercios, sus casas, sus particulares reglamentos; existe entre ellos
una clase superior y una clase inferior, es un Estado dentro del Estado.
Un ladrón que sale de la cárcel es asistido inmediatamente por la comunidad que le da casa,
comida y le prodiga amistades. Curan a sus enfermos, entierran a sus muertos, se ocupan de los
huérfanos. El barrio de los ladrones permite a los delincuentes escapar de la policía pues los
miembros de un clan son capaces de todo con tal de salvar a uno de los suyos.

La transformación de la sociedad se encuentra pues en el origen de la profesión de ladrón. Las


modernas medidas de represión adoptaron fundamentalmente tres modalidades. En primer
lugar, se desarrollaron técnicas de protección destinadas a los comerciantes, a los banqueros, las
casas de huéspedes y los joyeros.

La represión puede realizarse, en segundo lugar, mediante redadas masivas ordenadas por el
comisario de policía o por el fiscal.

Una tercera vía para la represión de los rateros consiste en formar un personal más honrado en
la policía y en la magistratura.

Estos esfuerzos de represión tienden en general a eliminar a los ladrones profesionales pero
dejan intocable toda la maquinaria que los rodea. Los esfuerzos para mejorar el personal que
lucha contra el delito quedan confinados exclusivamente a las áreas gubernamentales. Para que
la lucha contra el crimen se realice con seriedad resulta indispensable la modificación de la
organización social en el sentido de buscar ante todo el respeto del interés general y del
bienestar social.

Edwin, Sutherland – El delito de cuello blanco.

Sociología y reformismo social

Hay muchos trabajos que pusieron en relieve la estrecha relación existente entre la naciente
sociología norteamericana y los movimientos filantrópicos reformistas surgidos.

Small asumió en 1892 la dirección del primer Departamento de Sociología de los EE.UU; entre
los profesores de sociología del Departamento dominaban los que compartían proyectos
reformistas de inspiración cristiana.

La sociología era definida por este primer grupo de pioneros como una ciencia inductiva y de
observación, una ciencia experimental alejada por tanto de la filosofía de la historia.

En la génesis de la sociología de Chicago se produjo una estrecha vinculación entre sociología y


reformismo social. El planteamiento de los primeros sociólogos de Chicago estaba por tanto
más próximo de las concepciones de los socialistas de cátedra que de las teorías revolucionarias
de los movimientos sociales radicales.
Small reclamaba la autoridad de la joven ciencia social contra aficionados y agitadores
especialmente de extrema izquierda. Esta primigenia sociología norteamericana, si la
comparamos con la sociología europea, surgía marcada por una doble innovación: 1) Abandono
de la preocupación central por el capitalismo, que hasta entonces había estado en la base de la
reflexión sociológica de los sociólogos clásicos europeos. La cuestión social fue substituida por
los problemas sociales. 2) Abandono de la sociología histórica para adoptar como modelo el
paradigma ecológico de las ciencias naturales.

Sociología es por tanto la organización de todo el material proporcionado por el estudio positivo
de la sociedad.

En Chicago, la sociología se nutrió de la perspectiva interaccionista introducida por el trabajo


social, una perspectiva que se vio potenciada por el pragmatismo en tanto que escuela de
pensamiento genuinamente norteamericana que se institucionalizó entre 1895 y 1900, es decir,
coincidiendo con la institucionalización de la sociología en Chicago.

Los principales representantes del pragmatismo en Chicago fueron nada menos que John Dewey
y George Mead. Los pragmatistas asumían una concepción relacional de la verdad que en
términos sociológicos se tradujo por una mayor sensibilidad para escuchar el punto de vista de
los actores sociales.

Los sociólogos de Chicago se sirvieron más bien del concepto de desorganización social –
enraizado en el darwinismo social – que confiere una mayor importancia al medio ecológico, al
medio social. La ciudad pasaba a convertirse así en el espacio de observación natural de la
naciente ciencia social norteamericana. La ciudad es un mosaico de pequeños mundos en
conflicto. La desorganización social es más un fenómeno colectivo que un fenómeno individual.

Sin duda la desorganización reenvía a un orden alterado, trastocado, pero también a una
reorganización posible. Y en la medida en que esos procesos de desorganización y
reorganización no son exclusivamente de naturaleza biológica, sino más bien de naturaleza
humana, urbana, cultural, los sociólogos de Chicago llegaron a conceder una importancia
primordial a las regiones morales al orden moral. Hacer sociología en Chicago equivalía a
objetivar el clima moral en las distintas áreas sociales de la ciudad.

Edwin Sutherland, la forja de un sociólogo del delito.

Cuando Sutherland ingresó en el Departamento de Sociologia en Chicago, en 1906, uno de sus


primeros y más influyentes profesores fue Charles Henderson. Henderson fue uno de los
sociólogos más influyentes del Departamento. Estaba especializado en la criminología, la
reforma de las cárceles, la delincuencia juvenil, el seguro de sanidad y la integración del hombre
moderno en un contexto secular y religioso. En 1911 regresa a la Universidad de Chicago para
culminar sus estudios.

Me parece que la relación de Sutherland con Veblen, aunque fallida en parte, no debe ser pasada
por alto. Veblen analiza el espíritu de un capitalismo industrial, cada vez más movido por el
desarrollo de la tecnología y la creciente importancia del crédito, conducía a conclusiones muy
en la línea de los procesos de petrificación social señalados también por Weber. Había
introducido el concepto de depredación para describir los comportamientos de industriales
regidos por un egoísmo voraz propio del salvajismo de las clases altas.

El tipo ideal de hombre adinerado se asemeja al tipo ideal de delincuente por su utilización sin
escrúpulos de cosas y personas para sus propios fines, y por su desprecio duro de los
sentimientos y deseos de los demás, y carencia de preocupaciones por los efectos remotos de
sus actos; pero se diferencia de él porque posee un sentido más agudo del status y porque
trabaja de modo más consistente en la persecución de un fin más remoto, contemplado en
virtud de una visión de mayor alcance.

Su interés continuaba centrado en los temas criminológicos, en la sociología del delito.


Sutherland señala que su estudio de la sociología responde a un interés en los métodos para
mejorar las condiciones sociales.

Uno de los presupuestos básicos que parecen compartir los estudiosos de la criminología es que
para luchar contra el mundo del delito es preciso conocer al criminal, sus costumbres, y los
métodos de los que se sirve para cometer sus fechorías.

En la prisión, el delincuente resulta físicamente accesible y se lo puede observar durante un


largo y continuado periodo de tiempo. En la cárcel muchos presos refrescan su memoria y están
dispuestos a cooperar en proyectos de criminología científica.

Hay dos grandes dificultades para el estudio de los delincuentes en las prisiones. La primera es
que los delincuentes que se encuentran en las prisiones no son todos los delincuentes, sino
únicamente un selecto grupo de delincuentes. Los delincuentes más hábiles e inteligentes, o los
que están integrados en el crimen organizado tienen menos probabilidades de ser detenidos que
los delincuentes que son débiles mentales. No se trata de una dificultad insalvable pues incluso
personajes como Capone y alguno de sus lugartenientes ya habían por esta época visitado las
cárceles. Hay que ser cauteloso a la hora de presentar tipologías y servirse de las estadísticas
oficiales, y sobre todo a la hora de generalizar y de extraer conclusiones a partir de datos
provenientes de la observación realizada en las cárceles.

La segunda dificultad se deriva de que la prisión no es el hábitat natural del delincuente. Esta es
explicita y que concurra a prevenir los actos delincuentes.
Las principales condiciones para la formación del concepto de delito de cuello blanco estaban
dadas. Para avanzar era preciso verificar empíricamente que los criterios de selección del
sistema penal son socialmente selectivos. En este sentido resultó decisivo su encuentro con un
ladrón profesional. Era un ladrón alto, bien vestido, de buena presencia y modales afables,
locuaz y observador, un ladrón al estilo de los que aparecen en algunas películas de amor y lujo.

En él se pone muy claramente de manifiesto que los ladrones profesionales eluden casi siempre
la acción de la justicia y por tanto no sufren condenas en las cárceles. A las cárceles van sobre
todo delincuentes comunes procedentes de las clases bajas que se sirven fundamentalmente de
métodos intimidatorios para perpetrar los delitos. Pero si los ladrones profesionales, casi nunca
van a las cárceles ¿qué ocurre entonces con los delincuentes de clases altas?, ¿cuáles son los
delitos de las clases altas?, ¿cómo consiguen evitar los delincuentes de clases altas las condenas
penales y la reclusión? Cuando se cran las condiciones intelectuales para objetivar un problema
se abre también la vía a soluciones posibles.

Durante su estancia en Chicago, Sutherland tuvo tiempo suficiente para darse cuenta de que las
conexiones entre el crimen organizado y los poderes públicos corruptos estaban muy
extendidos, tanto en los medios policiales como en la magistratura y la administración.

Chicago, ciudad sin ley.

Cuando en 1892 se abría el primer Departamento de Sociología de una Universidad


Norteamericana. Chicago era ya una ciudad industrial en plena expansión. Entre 1887 y 1897 la
superficie de la ciudad se multiplicó por cinco y la población por cuatro. Entre 1900 y 1930, la
superficie de la ciudad creció únicamente un %10 en extensión mientras que la población se
duplicó.

En 1920 la suma de emigrantes rusos, alemanes y polacos pasaba de 350.00 y la de suecos,


irlandeses, italianos y checos de los 200mil. Como señaló el sociólogo Halbwachs, el hecho de
que exista en la Universidad de Chicago una escuela de sociología original se debe en parte a
que los sociólogos ansiosos de materiales empíricos no tenían que alejarse demasiado de sus
despachos para encontrarse con su objeto de estudio. Se desplegaba una gran ciudad industrial
en progresivo crecimiento acelerado en donde se daban cita los problemas urbano, la miseria, el
fraude, las salas de baila, las apuestas, el contrabando de licores y el gansterismo, con los
centros de trabajo social, las asociaciones filantrópicas, las ligas contra la depravación y el
vicio, y también las agencias públicas y privadas de colocación.

La alianza entre los poderes públicos corruptos y las mafias dio paso a la impunidad. Las
cárceles se llenaban de pequeños y pobres rateros mientras los grandes delincuentes se paseaban
desafiantes acompañados de las autoridades de la ciudad que ellos mismos habían contribuido a
hacer elegir.

Una ley de 1933 abolía de raíz la prohibición. El crimen organizado pasaba a refugiarse en el
juego y en el anonimato, los capos de la mafia intentaban adoptar la apariencia de legalidad.
¿Qué ocurría en realidad bajo el manto prestigioso y protector del mundo de los negocios
honorables, allí donde el tipo ideal de hombre adinerado, el capitalista dispone sin escrúpulos de
cosas y personas para sus propios fines? ¿Iban estos personajes a seguir gozando de un espacio
de opacidad al margen de toda consideración ética y jurídica?

Fue preciso que Sutherland hiciese acopio de sensibilidad, inteligencia, valor y entereza moral,
para poder pensar, y a la vez investigar, cómo el mundo de delito no era ajeno al mundo
caliginoso y secreto de las sociedades anónimas.

Crónica del hampa.

Chicago, la ciudad del crimen organizado, era al mismo tiempo una ciudad fascinante por la
diversidad de una población caracterizada por la multiculturalidad y por la afluencia incesante
del dinero y de la fuerza de trabajo. Esta ciudad fue también el caldo de cultivo que hizo posible
el nacimiento de la novela negra.

El acta de nacimiento del concepto de delito de cuello blanco tuvo lugar sin embargo en la
Presidential adress en 1939, un mes después de que Al Capone abandonase la prisión.

Sutherland intenta establecer una comparación entre el delito de la clase alta – cuello blanco –
compuesta por personas respetables o, en último término respetadas, hombres de negocios y
profesionales, y los delitos de la clase baja compuesta por personas de bajo status
socioeconómico.

La fuerza del concepto de delito de cuello blanco creado por Sutherland no solo deriva a abrir
todo un inmenso espacio para la observación y la reflexión de la sociología criminal sino que
también procede de invalidar para siempre las teorías tradicionales del delito. El nuevo concepto
de delito de cuello blanco es inseparable de la teoría también elaborada por Sutherland sobre la
asociación diferencial.

Delito de cuello blanco y asociación diferencial forman entre si una pareja dialéctica pues en
este caso el descubrimiento de un nuevo continente –un mundo delictivo oculto y desconocido-
obligaba a remodelar el mapa general y por tanto las teorías explicativas de la delincuencia.
El 1939 marca un antes y un después en la criminología de Sutherland. Fue también el año en el
que Capone abandonó la cárcel.

La teoría de la asociación diferencial.

Sutherland desarrollaba su teoría de la asociación diferencial, una teoría que venía exigida por la
ruptura operada en el campo de la sociología del delito por el concepto de delito de cuello
blanco.

Desplazó el crimen del callejón para introducirlo en los consejos de administración. Hay
delincuentes pobres pero los delincuentes pobres no son los únicos delincuentes. Las altas tasas
de la delincuencia de cuello blanco se dan precisamente en las zonas residenciales ajardinadas
en donde viven los magnates de las grandes empresas rodeados de un lujo ostentoso.

Ésta teoría es el resultado de aplicar el procedimiento de la inducción analítica que Sutherland


retomó de su discípulo Lindesmith. Los pasos a dar para la elaboración de la teoría eran los
siguientes:

1. Se define el tipo de conductas que se quieren explicar, en este caso las conductas
delincuentes.

2. Se formula una conjetura o hipótesis explicativa de este tipo de conductas.

3. Se estudia caso por caso a la luz de la hipótesis avanzada con el fin de proceder a la
validación, rectificación o falsación de la hipótesis de partida.

4. Si la hipótesis no da cuenta de los hechos debe ser a su vez modofocada para explicar el caso
negativo.

5. Se repite este procedimiento de modificar la hipótesis hasta que se logra la certeza práctica de
que se ha establecido una teoría explicativa válida. En el caso de Sutherland el resultado fue la
teoría de la asociación diferencial.

Teoría sociológica del comportamiento criminal:

1) El comportamiento criminal se prende.

2) El comportamiento criminal se aprende en contacto con otras personas mediante un proceso


de comunicación.

3) El comportamiento criminal se aprende sobre todo en el interior de un grupo restringido de


relaciones personales.
4) Cuando se ha adquirido la formación criminal ésta comprende: a) la enseñanza de técnicas
para cometer infracciones que son unas veces muy complejas y otras veces muy simples, b) la
orientación de móviles, de tendencias impulsivas, de razonamiento y de actitudes.

5) La orientación de los móviles y de las tendencias impulsivas está en función de la


interpretación favorable o desfavorable de las disposiciones legales.

6) Un individuo se convierte en delincuente cuando las interpretaciones desfavorables relativas


a la ley prevalecen sobre las interpretaciones favorables.

7) Las asociaciones diferenciales pueden variar en lo relativo a la frecuencia, a duración, la


anterioridad y la intensidad.

8) La formación criminal mediante la asociación con modelos criminales o anticriminales pone


en juego los mismos mecanismos que los que se ven implicados en cualquier otra formación.

9) Mientras que el comportamiento criminal es la manifestación de un conjunto de necesidades


y de valores, no se explica por esas necesidades y esos valores puesto que el comportamiento no
criminal es la expresión de las mismas necesidades y de los mismos valores.

La criminalidad está en función de la organización social, es la expresión de la organización


social. Un grupo puede estar organizado bien para favorecer la eclosión del comportamiento
criminal, bien para oponerse a ese comportamiento. La mayor parte de los grupos son
ambivalentes, y las tasas de la criminalidad son la expresión de una organización diferencial de
grupo. La organización diferencial del grupo, corresponde a la explicación por la teoría de la
asociación diferencial del proceso mediante el cual los individuos se convierten en criminales.

Para el sociólogo norteamericano una persona accede al comportamiento delictivo porque


mediante su asociación con otros, principalmente en el seno de un grupo de conocidos íntimos,
el número de opiniones favorables a la violación de la ley es claramente superior al número de
opiniones desfavorables a la violación de la ley.

La teoría de la asociación diferencial, al sustituir el concepto de desorganización social, sobre el


que reposa una buena parte de la sociología de Chicago, por el de organización social
diferencial, abría la vía al estudio de valores, las culturas y subculturas en conflicto. ¿Quién
impone las reglas y en beneficio de quiénes?

Las reacciones contra el concepto de delito de cuello blanco y la teoría de la asociación


diferencial no se hicieron sin embargo esperar. Desde posiciones próximas al marxismo se le
reprocho a Sutherland que no se sirviese de conceptos tales como capitalismo, lucha de clases y
otros. Desde los presupuestos tradicionales de la criminología, la psiquiatría y la psicología se le
acusó de diluir los procesos de decisión de los sujetos en las interacciones sociales y de
prescindir de la idea de una personalidad delincuente.

Sutherland puso más énfasis en los procesos de transmisión de los comportamientos


delincuentes que en los de recepción y elaboración personal.

Para Tappan, delincuente es el que es definido como tal por los tribunales de justicia mediante
condenas formales. La réplica de Sutherland parece sin embargo convincente pues se basa en la
impunidad de la que gozan los ladrones profesionales: delincuente es quien transgrede las leyes
o no el transgresor de procedimientos posteriores de condena. Sutherland llegó a considerar
delincuentes no solo a los que atentan contra la letra de la ley sino también a quienes vulneran el
espíritu de la ley puesto de manifiesto por el legislador.

Entendía que el excesivo juridicismo y garantismo en lo que se refiere a los delitos de cuello
blanco lejos de propiciar un sistema de defensa de los derechos ciudadanos lo que crea es una
doble balanza de la justicia: de un lado la balanza que penaliza sistemáticamente los delitos de
los pobres y de otro la que se muestra complaciente y condescendiente con los delitos de los
ricos.

En los años 50, la sociología de la desviación y la psicología del delincuente se tendieron a


bifurcar en los EE.UU: de un lado las teorías del control social, del otro las teorías psicológicas
de la delincuencia basadas en factores de personalidad. La propia teoría de la asociación
diferencial se vio también atrapada en esta dinámica, mientras que los análisis marxistas
procedían a una lectura en términos de lucha de clases y crímenes de los poderosos en el otro
polo se produjeron lecturas psicosociológicas.

Sutherland pasaba por ser un radical que efectivamente arremetía contra las injusticias de las
agencias oficiales de justicia. Su concepción de las justicia no coincidía puntualmente con las
leyes y menos aún con los procedimientos penales, de modo que su teoría parecía demasiado
crítica como para ser socialmente asumida en un clima político militarizado y atravesado por la
dialéctica infernal del amigo y el enemigo.

Delitos de máxima peligrosidad.

En los años 80 se produjo el punto álgido de la resaca neoliberal y también el inicio de una
especia de reflujo. Los escándalos políticos y financieros hacían estragos en la mayor parte de
los países industriales avanzados precisamente cuando los amantes del misterio conmemoraban
el centenario de los crímenes de Jack el Destripador.

El tráfico de influencias, la información confidencial, las operaciones irregulares o


manifiestamente ilegales constituían por lo general el reverso de las opas hostiles, la compra de
paquetes de acciones que permitían tomar por asalto los consejos de administración, las
fusiones, ‘el saneamiento’ y la venta de los activos de las empresas hasta descapitalizarlas
convirtiéndolas en mera cáscaras sin contenido.

La judicatura norteamericana había comprendido que para salvar al capitalismo de su propia


voracidad era preciso intervenir ya que el auge de operaciones financieras de carácter
especulativo minaba las bases del capitalismo productivo. La ley contra Organizaciones
Corruptas y contra el Fraude Organizado permitió al Estado embargar todos los beneficios
derivados de delitos probados y sirvió de punta de lanza para devolver una cierta tranquilidad al
siempre agitado mundo de los negocios.

La transición democrática fue lenta a la hora de tipificar los delitos económicos hasta el punto
que las audiencias absolvían los delitos fiscales recorriendo al vacío normativo.

Los años 80 fueron para los mercados financieros algo semejante a las ciudades sin ley del
lejano y salvaje oeste. Bordeando las leyes, burlándolas, e incluso abiertamente
transgrediéndolas, proliferaron los ladrones de etiqueta, los chorizos con chistera y guante
blanco capaces de combinar las maquinaciones con el chantaje, el encubrimiento y la falsedad
con las redes clientelísticas, la arrolladora simpatía natural y los paseos en yates de ensueño con
los poderes y las influencias.

En un país en el que quien no se enriquece es porque no quiere, los pobres pueden o no ser
honrados, pero en todo caso son sospechosos de debilidad mental. En un país en el que
únicamente los pobres van a la cárcel, los ricos pueden o no ser delincuentes, pero en todo caso
gozan de la patente de la impunidad. En un país en el que los pobres son sospechosos de
debilidad mental y los ricos gozan de impunidad se produce necesariamente un proceso de
deslegitimación democrática pues quienes dicen gobernar para promover la igualdad social se
convierten en realidad encubridores o socios de sus más declarados enemigos. Hacer coincidir
el derecho con la justicia es hoy la única vía para evitar que el incremento de las desigualdades
y el autoritarismo amenacen a la sustancia misma de la sociedad.

Los delitos comunes y los delitos de cuello blanco son objeto de un tratamiento procesal
distinto, y también de un diferente tratamiento policial y penitenciario. Las redes de control
social se tejen en una trama densa para luchar contra los delitos comunes, pero las tramas se
agigantan para dejar impunes los delitos de los delincuentes de cuello blanco.

Rituales de la impunidad.

Gracias a los trabajos de Sutherland conocemos mejor la mecánica que facilita la impunidad de
los delincuentes de cuello blanco. Los grandes procesos de estos delincuentes presentan la
apariencia de la singularidad que les otorga el prestigio social del acusado pero en realidad no
pueden ser mas repetitivos y rituales.

En un primer momento, el presunto delincuente, cuando se produce la orden de detención, se


declara inocente y víctima de una maquinación. Confunden su caída con la caída del mundo.
Los más débiles formulan en voz alta el chantaje: su me detienen tiraré de la manta. Los que
cuentan con más apoyos guardan un significativo silencio.

Los socios del presunto delincuente tratan por todos los medios de informarse sobre como está
la situación y de ponerse también a buen recaudo. La caída de un pez gordo es como una
revolución de un hormiguero. Las reglas del juego se han alterado, como medida preventiva los
socios más próximos preceden al cambio de titularidad de sus bienes o a hipotecarlos, el efecto
sorpresa de la detención pesa sobre ellos como una losa. Los abogados tienen que recorrer a
gran velocidad el camino recorrido por la justicia para darle la vuelta.

Para los abogados es muy importante ganar tiempo, para el primer golpe, lo que requiere entre
otras cosas conseguir la libertad provisional del acusados. Saben que ejecutivos y hombres de
negocios son predominantemente condenados en tribunales penales cuando usan métodos
delictivos similares a los métodos empleados por los delincuentes de las clases bajas.

La cárcel, esa institución punitiva por antonomasia para las clases populares, estigmatiza,
desvaloriza las alegaciones, marca con la infamia al reo, y tiñe todo el proceso de verdadera
criminalidad. El objetivo fundamental es hacer salir al delincuente “honrado” de la cárcel
cuanto antes.

Una de las estrategias mas socorridas es proceder a la inundación documental de los juzgados
señalando faltas pistas, abriendo nuevos frentes y nuevas alegaciones. Se trata de hacer aun más
complejos los delitos y aun más difusos sus efectos.

Decía Foucault que la complejidad del aparato judicial, la parafernalia que rodea al tribunal en
el acto de juzgar, la teatralidad de los estrados, no tiene tanto por objeto probar la inocencia o
culpabilidad del reo cuanto mostrar la inocencia del propio tribunal.

Cualquier gobierno tiene la obligación moral de atajar los delitos de cuello blanco, los crímenes
de máxima peligrosidad social, ya que lo está en juego en esta lucha por la justicia es la
legitimidad misma del Estado de derecho.

El sociólogo, investigador de verdades ocultas.

El concepto de delito de cuello blanco significa un punto de no retorno, un camino parcialmente


trillado por el que podemos avanzar para detectar las debilidades de la justicia y ponerles
remedio, un camino por tanto que permite avanzar hacía sociedades más justas.
Sutherland ha hecho del sociólogo del delito algo semejante al héroe de la novela negra. El
sociólogo comprometido con la verdad incómoda a los poderosos. No es extraño que la
sociología criminal, tiene a ser sustituida por la psicología jurídica y/o filosofía del derecho,
saberes mucho más acomodaticios e instrumentalízales.

El problema del delito de cuello blanco

Las estadísticas delictivas muestran que el delito tiene un alto índice en la clase socioeconómica
baja y un bajo índice en la clase socioeconómica alta.

La concentración de delitos en la clase baja ha sido demostrada por dos tipos de estudios de
investigación. Primero, el análisis de casos de delincuentes y de sus padres muestra una alta
incidencia de pobreza. El segundo método para demostrar la concentración de delitos en la clase
baja es por el análisis estadístico de las zonas de residencia de los delincuentes; “la distribución
ecológica de delincuentes”.

En Chicago, la delincuencia de los jóvenes está positivamente correlacionada, en altos


coeficientes con el desempleo y con viviendas condenadas como insalubres, y negativamente
con el alquiler; la delincuencia de los jóvenes también muestra una correlación alta con la
delincuencia femenina juvenil, con la delincuencia de jóvenes adultos y con la delincuencia
adulta.

Las teorías sobre la conducta delictiva han dado gran importancia a la pobreza como causa del
delito o a otras condiciones sociales y rasgos personales que están asociados con la pobreza. El
supuesto de estas teorías es que la conducta delictiva puede ser explicada sólo por factores
patológicos, ya sean sociales o personales. Las patologías sociales que han sido subrayadas son
la pobreza, y relacionada con ésta, la mala vivienda, la falta de recreación organizada, la falta de
educación y las rupturas de la vida familiar.

Las patologías personales eran, primero, anormalidades biológicas; la siguiente explicación fue
la inferioridad intelectual, y más recientemente, la inestabilidad emocional. Algunos creían que
las patologías personales eran heredadas y eran la causa de la pobreza, así como de la conducta
delictiva, mientras que otros creían que las patologías personales eran producidas por la pobreza
y por las condiciones patológicas asociadas con la pobreza, y que esta patología personal
contribuía a la perpetuación de la pobreza y de las patologías sociales relacionadas.

Estas patologías sociales y personales no son una explicación adecuada de la conducta delictiva.
Las teorías generales de la conducta delictiva que toman sus datos de la pobreza y de las
condiciones relacionadas con ella son inadecuadas e inválidas: primero, porque las teorías no
concuerdan sólidamente con los datos de la conducta delictiva; y segundo, porque los casos en
que se basan estas teorías son una muestra sesgada de todos los actos delictivos.
Primero, muchos de los hechos sobre la conducta delictiva no pueden explicarse por la pobreza
y sus patologías relacionadas: a) la pobreza y sus patologías relacionadas evidentemente no
pueden explicar la diferencia en los índices delictivos de los dos sexos; b) muchos grupos de las
fronteras han estado en pobreza extrema y sin embargo tienen índices bajos de delincuencia
juvenil y adulta; c) muchos grupos que residen en barrios bajos de las ciudades viven en gran
pobreza pero tienen índices bajos de delincuencia juvenil y adulta; d) ciertos grupos inmigrantes
han emigrado de comunidades campesinas de Europa, donde tenían índices delictivos bajos
aunque vivían en la pobreza, y han llegado a ciudades norteamericanas donde tienen altos
índices delictivos; e) estudios de la relación entre los índices delictivos y el ciclo de negocios
han mostrado no hay ninguna asociación significativa, entre las crisis económicas y los delitos
contra la propiedad.

Estas conclusiones sobre el delito y el ciclo de negocios, cuando se consideran en relación con
los estudios ecológicos, plantean la pregunta: ¿Por qué la pobreza, cuando se distribuye
espacialmente por zonas de residencia, muestra una asociación alta y uniforme con el delito,
pero cuando se distribuye cronológicamente en ciclos de negocios, muestra una asociación
ligera e inconsistente? El factor causal no es la pobreza en el sentido de necesidad económica,
sino las relaciones sociales e interpersonales que a veces están asociadas con la pobreza y a
veces con la riqueza.

Segundo, las explicaciones convencionales de la conducta delictiva son inválidas porque están
basadas en estadísticas viciadas en dos aspectos: a) las personas de la clase socioeconómica alta
son más poderosas política y financieramente y escapan a la detención y a la condena mucho
más que las personas que carecen de ese poder; b) mucho más importante es la parcialidad en la
administración de la justicia penal en las leyes que se aplican exclusivamente a los negocios y a
las profesiones y que, por tanto, comprenden sólo a la clase socioeconómica alta.

La tesis de este libro, planteada positivamente, es que las personas de la clase socioeconómica
alta participan en bastantes conductas delictivas; que esta conducta delictiva difieren de las
conductas delictivas de la clase baja, principalmente en los procedimientos administrativos que
se utilizan en el tratamiento de los delincuentes.

Estas violaciones de la ley por parte de personas de la clase alta, son por conveniencia llamadas
delitos de cuello blanco. El delito de cuello blanco puede definirse como un delito cometido por
una persona de respetabilidad y estatus social alto en el curso de su ocupación.

Lo significativo del delito de cuello blanco es que no está asociado con la pobreza. Si se puede
mostrar que los delitos de cuello blanco son frecuentes, se considerará inválida una teoría
general que muestre que el delito se debe a la pobreza y a sus patologías relacionadas.
El delito de cuello blanco en la política ha sido usado por algunas personas como indicador
aproximado para medir el delito de cuello blanco en el comercio.

En la medicina se encuentra la venta ilegal del alcohol y las drogas, el aborto, los servicios
ilegales a los delincuentes del bajo mundo, informes fraudulentos y testimonios en casos de
accidentes, fraude en la declaración de impuestos, casos extremos de tratamiento innecesario y
operaciones quirúrgicas, especialistas faltos, restricción de la competencia y división de
honorarios.

El costo financiero del delito de cuello blanco es probablemente varias veces superior al costo
financiero de todos los delitos que se acostumbra a considerar como el “problema delictivo.”
Los delitos de cuello blanco violan la confianza y, por lo tanto, crean desconfianza; esto reduce
la moral social y produce desorganización social. Muchos de los delitos cuello blanco atacan los
principios fundamentales de las instituciones norteamericanas. Los delitos comunes producen
poco efecto en las instituciones sociales o en la desorganización social.

¿Es un delito, el delito de cuello blanco?

La definición del delito es importante sólo como medio para determinar si la conducta debería
incluirse dentro de los límites de una teoría de la conducta delictiva. El problema es: desde el
punto de vista de una teoría de la conducta delictiva, ¿son los actos ilegales de las
corporaciones, análogos a los hurtos, robos y otros delitos que se incluyen corrientemente
dentro de los límites de las teorías de la conducta delictiva?, un acto es delictivo únicamente si
el tribunal penal ha determinado oficialmente que la persona acusada de ese acto ha cometido
un delito.

El criminólogo que está interesado en una teoría de la conducta delictiva, necesita saber sólo
que un cierto tipo de actos son definidos legalmente como delitos y que una persona
determinada ha cometido un acto de esta clase.

La característica esencial del delito es que es una conducta prohibida por el Estado como daño a
ese Estado y contra el cual el mismo debe reaccionar, por medio del castigo. Los criterios
abstractos, considerados como elementos necesarios en una definición de delito, son la
descripción legal de un acto como socialmente dañino y la provisión legal de una pena para ese
acto.

La definición legal de un daño social puede determinarse fácilmente por las palabras en los
estatutos – “delito” o “mala conducta” en alguno, y “discriminación”, “injusticia” o “infracción
en todos los demás. Pueden dividirse en dos grupos las personas injuriadas: primero, un número
relativamente pequeño de personas que participan de la misma ocupación que los delincuentes o
en ocupaciones relacionadas con aquella, y, segundo, el público general como consumidores o
constituyentes de las instituciones sociales que son afectadas por las violaciones de las leyes.

Las leyes antitrust están diseñadas para proteger a los competidores, y también para proteger la
institución de la libre empresa como regulador del sistema económico y, por lo tanto, para
proteger la institución democrática de los peligros de la gran concentración de riqueza en las
manos de los monopolios.

Las leyes contra la falta publicidad fueron establecidas para proteger a los competidores de la
competencia injusta, y también para proteger a los consumidores del fraude.

La ley nacional de relaciones laborales está estructurada para proteger a los empleados de la
coerción por parte de los patronos, y también para proteger al público en general de las
interferencias con el comercio, debidas a las huelgas y cierre de las fábricas.

Las leyes contra las infracciones fueron establecidas para proteger a los propietarios de patentes,
derechos de autor y marcas de fábrica contra la privación de su propiedad y contra la
competencia injusta.

Cada una de estas leyes tiene una base lógica en la ley común, y es una adaptación de la ley
común a la organización social moderna. Surgieron principalmente de las consideraciones del
bienestar de la sociedad organizada. Cada una provee una sanción penal y así resuelve el
segundo criterio en la definición del delito.

La Ley Sherman Antitrust decía explícitamente que una violación de la ley es una falta. Hay tres
métodos de que la ley se ejecute, y cada uno comprende procedimientos sobre las faltas.
Primero, puede ser ejecutada por la acusación delictiva común que termina en multa o
encarcelamiento. Segundo, el fiscal general de los EE.UU y los diversos fiscales de distrito
tienen el “deber” de “reprimir y prevenir” las violaciones de la ley por peticiones para
mandatos, y las violaciones de los mandatos son castigables como rebeldía. Tercero, las partes
agraviadas por las violaciones de la ley están autorizadas a demandar por daños, con una
provisión mandatoria de que los daños determinados sean tres veces los agravios sufridos.

Estos daños en exceso de la reparación son penas por violación de la ley. Estos tres métodos de
cumplimiento están basados en decisiones de que una ley penal fue violada y, por lo tanto, que
un delito fue cometido.

Las violaciones de estas leyes complementarias con resultas generalmente por la Comisión
Federal de Comercio. Tiene dos sanciones principales bajo su control, a saber: la estipulación y
la orden de cese y desistimiento. La Comisión puede aceptar una estipulación de la corporación
de que no violará la ley en el futuro. Si se viola una estipulación o si no se acepta, la Comisión
puede emitir una orden de cese y desistimiento.

Un acto ilegal no es definido como delictivo por el hecho de que sea castigado, sino por el
hecho de que es castigable. El hurto es un delito, así el ladrón sea sometido a libertad a prueba o
sentenciado a prisión. El castigo por rebeldía no es un castigo por violación de la ley original y
que, por lo tanto, la ley original no contiene una sanción penal.

Las leyes que conciernen a la falsa publicidad son de dos tipos. Primero, la falsa publicidad en
la forma de etiquetas falsas se define en la Ley de Alimentos y Drogas Puras como una falta, y
es castigable con una multa. Segundo, la falsa publicidad generalmente se define en la Ley de
Comisión Federal de Comercio como competencia injusta. Las sanciones penales están
disponibles bajo estas leyes y todas las decisiones en los datos de falsa publicidad prueban que
las corporaciones cometieron delitos.

La Ley Nacional de Relaciones Laborales de 1935 define una violación como “práctica laboral
injusta”.

Las leyes referentes a infracciones son más complejas, son faltas castigables con multas.

Las leyes referentes a manipulaciones financieras, como la violación de la confianza, las


manipulaciones del mercado de valores, y la falsa representación en la venta de valores, están
generalmente basadas en las leyes de fraude o violación de la confianza.

La secuencia de estipulación, orden de cese y embargo indican que se designan las variaciones
en la vergüenza pública; los argumentos y las tácticas usadas por las corporaciones para
protegerse a sí mismas contra la vergüenza publica en conexión con estas órdenes, indican que
las corporaciones las reconocen como castigos.

La Ley Sherman Antitrust se convirtió en el modelo en todos los subsiguientes procesos


autorizados para resolver delitos de corporaciones.

Aunque las sentencias civiles pueden ser tan severas en sus efectos financieros como las
sentencias penales, sin embargo no comprenden el estigma que espera al proceso y a la condena.
La mayoría de los acusados en los casos de antitrust no son delincuentes en el sentido usual.

Si se sustituyese una multa civil por una multa penal, una violación de la ley antitrust sería
ciertamente tan delito como lo es ahora. Lo que se eliminaría sería el estigma de delito; el
estigma de delito se ha vuelto un castigo por sí solo, que se puede imponer en conexión con
otros castigos o retenerse, igual que es posible combinar la prisión con una multa o tener una
multa sin prisión. Una multa civil es un castigo financiero sin el castigo adicional del estigma,
mientras que una multa penal es un castigo financiero con el castigo adicional del estigma.
Cuando se impone el estigma del delito como un castigo, se coloca al acusado dentro del
estereotipo popular de “el delincuente”. En la sociedad primitiva “el delincuente” era
esencialmente el mismo que “el extraño”, mientras que en la sociedad moderna el estereotipo
está limitado, en gran parte, a la clase socioeconómica más baja. El %75 de las personas
condenadas a las prisiones estatales probablemente no son delincuentes en el sentido usual de la
palabra.

El delito de cuello blanco es similar a la delincuencia juvenil respecto al estigma. El estigma del
delito ha sido eliminado menos completamente de la delincuencia juvenil que de los delitos de
cuello blanco, porque los procedimientos para el primero se alejan menos de los procedimientos
penales convencionales, ya que la mayoría de los delincuentes juveniles provienen de la clase
baja y porque los jóvenes no están organizados para proteger su buen nombre.

Aquellos que insisten en que la culpabilidad moral es un elemento necesario en el delito,


argumentan que la delincuencia está ausente en las violaciones de la ley que han eliminado el
estigma del delito.

Las violaciones de estas leyes seguramente no ocasionan tanto resentimiento como el asesinato
y la violación, pero no todas las leyes en el código penal comprenden resentimientos iguales por
parte del público. Dividimos los delitos en felonías, que producen mayor resentimiento, y en
faltas, que ocasionan un resentimiento menor.

Los delitos de cuello blanco estarían en la parte más baja de la clasificación en este sentido,
pero no fuera del todo. Muy pocos de los delitos comunes producen mucho resentimiento en el
ciudadano corriente a menos que los delitos sean muy espectaculares o a menos que le afecten a
él o a sus amigos inmediatos.

El miedo y el resentimiento se desarrollan en la ciudad moderna principalmente como resultado


de una acumulación de delitos, como son representados en los índices delictivos o en las
descripciones generales. Finalmente, no todas las partes de la sociedad reaccionan de la misma
manera contra las violaciones de una ley determinada.

La implementación diferencial de la ley tal como se aplica a las grandes corporaciones, puede
explicarse por tres factores: el status del hombre de negocios, la tendencia hacia el no castigo y
el resentimiento relativamente desorganizado del público hacia los delitos de cuello blanco.

Primero, los métodos usados en el cumplimiento de cualquier ley son una adaptación a las
características de los posibles violadores de esa ley, a juicio de los legisladores y del personal
judicial y administrativo. Los responsables del sistema de justicia penal tienen miedo de
enfrentarse al hombre de negocios; ese enfrentamiento puede dar como resultado una reducción
de las contribuciones a los fondos necesarios para la campaña para ganar la próxima elección.
Los legisladores admiran y respetan a los hombres de negocios y no pueden concebirlos como
delincuentes.

Un segundo factor en la explicación de la implementación diferencial de la laye según se aplica


a los delitos de cuello blanco, es tendencia a no usar métodos penales. Se aprecia en general en
el abandono casi total de las penas extremas de muerte y tortura física; en la suplantación de
métodos convencionales penales por métodos no penales como la Probation, y los métodos de
trabajo de casis y políticas educativas en las prisiones. Las reducciones de métodos penales
pueden explicarse por una serie de cambios sociales: el creciente poder de la clase
socioeconómica mas baja, hacia la cual iban dirigidas antes la mayoría de las penas; la inclusión
dentro del campo de las leyes penales de una gran parte de la clase alta, como lo ilustran las
regulaciones de trafico; la creciente interacción social entre las clases que ha dado como
resultado una creciente compresión y simpatía.

El tercer factor en la implementación diferencial de la ley en el campo del delito de cuello


blanco, es el resentimiento relativamente desorganizado del público hacia esta clase de delito.
Pueden darse tres razones por la relación diferente entre la ley y las mores en este campo: a)
muchos de los delitos de cuello blanco pueden ser apreciados sólo por las personas que son
expertas en las ocupaciones en que ocurren; b) los medios de comunicación de masas no
expresan los sentimientos morales organizados de la comunidad respecto a los delitos de cuello
blanco, en parte porque estos son complicados y no pueden presentarse fácilmente como
noticias; c) estas leyes para la regulación del comercio pertenecen a una parte relativamente
nueva y especializada de los estatutos.

Las leyes respecto a los delitos de cuello blanco que ocultan la criminalidad de la conducta han
sido menos efectivas que otras leyes penales para reforzar los mores.

Los delitos de cuello blanco que se discuten acá tienen el criterio general de conducta delictiva,
es decir, definición legal de daños sociales y medidas legales de acciones penales. Son análogos
a otros delitos.

Estos delitos de cuello blanco generalmente no han sido considerados por los criminólogos
como análogos a otros delitos y no se han incluido en el campo de las teorías de conducta
delictiva porque los procedimientos administrativos y judiciales han sido diferentes para estas
violaciones de la ley penal que para otras violaciones de dicha ley.

Esta implementación diferencial de la ley penal según se aplica a los comerciantes, es explicable
por el status del comerciante, la tendencia a no utilizar métodos punitivos y el resentimiento
relativamente desorganizado del publico hacia los delitos de cuello blanco.
Hace tres o cuatro generaciones, los tribunales decidieron unánimemente que las corporaciones
no podían cometer delitos. Estas decisiones se basaban en: primero, como la corporación es un
artefacto legislativo y no tiene una mente o alma, no puede tener intención criminal y, por lo
tanto, no puede cometer un delito. Segundo, como una corporación no está autorizada a hacer
actos ilegales, sus agentes no están autorizados a hacerlos. Tercero, salvo unas pocas
excepciones, las únicas penas que pueden imponerse a las corporaciones, si se encuentran
culpables de delitos, son multas.

La legislación es, en parte, un artefacto de las corporaciones, igual que las corporaciones son, en
parte artefactos de las legislaturas. El requisito de que la intención criminal tiene que ser
demostrado, ha sido eliminado de un creciente número de leyes penales, como se ha descrito
antes.

Restricción del comercio.

Los comerciantes han cometido muchos delitos por restricción del comercio contra otros
comerciantes y contra los consumidores.

Las grandes corporaciones usan tres métodos principales en la restricción del comercio, a saber,
consolidaciones, uniformidad de precios y discriminación de precios.

Se ha planteado que los delitos de cuello blanco no sólo lesionan a los individuos, sino también,
en contraste con los delitos comunes, producen cambios fundamentales en nuestras
instituciones.

El sistema económico era un sistema de libre competencia y de libre empresa (laissez faire). La
libre competencia era el regulador del sistema económico. Las leyes de abastecimiento y
demanda, que funcionan durante la libre competencia, determinaban los precios, las ganancias,
el flujo del capital, la distribución del trabajo y otros fenómenos económicos.

La corrupción política y el soborno surgen fundamentalmente de los esfuerzos de los


comerciantes por obtener privilegios especiales. El sistema de la democracia ha sido sustituido
por el control de jefes y maquinarias políticas.

Prácticas laborales injustas.

La Ley Nacional de Relaciones Laborales contiene una prohibición y un mandato. Prohíbe que
los patronos interfieran a los empleados que desean organizar sindicatos para llevar a efecto
contratos colectivos, e impone a los patronos la obligación positiva de participar de buena fe
con los empleados en ese contrato colectivo. Una violación de esta ley es definida como
“practica laboral injusta”. La violación de esta ley no es calificada explícitamente como un
“delito”, puede considerarse como tal, ya que la ley es aplicada en última instancia por una
sanción penal.

Los tribunales sostuvieron finalmente en 1842 que los empleados tenían el derecho legal de
organizarse en sindicatos, muchos patronos lucharon enérgicamente contra el ejercicio de este
derecho por parte de sus empleados, y la sociedad era frecuentemente alterada por conflictos
entre los trabajadores y los patronos.

Los hombres de negocios generalmente consideran al personal del gobierno como políticos y
burócratas, y a las personas autorizadas para investigar las prácticas de los negocios como
“espías”. Creen que cuanto menos gobierno haya mejor será, al menos hasta que necesitan un
favor de éste; y muchas veces consideran la promulgación de una ley como un delito en vez de
serlo la violación de la ley. El desprecio del hombre de negocios por la ley, al igual que el del
ladrón profesional, surge del hecho de que la ley les impide su conducta.

Los delitos de cuello blanco no son sólo deliberados, también son organizados. La organización
para el delito puede ser formal o informal. Las organizaciones formales para el delito de las
corporaciones se encuentran más generalmente en la restricción del comercio; se encuentra
también en las conferencias de los representantes de corporaciones sobre planes en las
relaciones de trabajo.

Los puntos de semejanza entre el delito de cuello blanco y el robo profesional presentan
diferencias igual que semejanzas. El punto más significativo de diferencia reside en los
conceptos que tienen que si mismo los delincuentes y en el concepto que tiene el público sobre
ellos. El ladrón profesional se ve a sí mismo como un delincuente y así lo ve el público en
general, se enorgullece de su reputación como delincuente. El hombre de negocios se ve a sí
mismo como un ciudadano respetable y, por lo general, así lo considera el público.

Algunos criminólogos han insistido en que el delincuente de cuello blanco no es


verdaderamente un delincuente, ya que no se ve a sí mismo como tal. Este punto de vista está
basado en dos falacias de la lógica: tomar la parte por el todo y tomar la palabra por su esencia.
El problema general de la criminología es la explicación de la conducta delictiva.

El concepto de sí mismo como delincuente está basado en una caracterización general y en un


tipo ideal. Muchas acusadas de un delito y han sido enviadas a una prisión dicen: “pero yo no
soy realmente un delincuente”. Esas personas no se identifican a sí mismas como el tipo ideal.
Dos de los factores principales en la identificación de sí mismos con el tipo ideal son el
tratamiento oficial como delincuente y la asociación personal íntima con aquellos que se
consideran a sí mismos como delincuentes.
El delincuente de cuello blanco no se considera a sí mismo como delincuente, porque con él no
se emplean los mismos procedimientos oficiales que con los otros delincuentes, y porque debido
a su status de clase, no tiene asociaciones personales íntimas con aquellos que se definen a sí
mismos como delincuentes. Se ven generalmente a sí mismos como violadores de la ley.

El público no piensa que el hombre de negocios sea un delincuente, no encaja en el estereotipo


de “delincuente”.

El hombre de negocios es bastante diferente del ladrón profesional. En el robo profesional, el


hecho del delito es un asunto de observación directa y el problema importante para el ladrón es
esconder su identidad para poder evitar el castigo, pero no para mantener su status en el público
en general. En el delito de cuello blanco, por el contrario, el problema importante para el
delincuente es ocultar el hecho del delito, ya que la identidad de la firma que viola la ley es
generalmente conocida.

Las características del delito de cuello blanco dependen hasta cierto punto de la forma de la
organización de negocios. Se plantea que las grandes firmas son más legales y más honestas que
las firmas pequeñas.

Una teoría del delito de cuello blanco.

El delito de cuello blanco tiene su génesis en el mismo proceso general que otra conducta
delictiva, a saber, la asociación diferencial.

La hipótesis de la asociación diferencial plantea que la conducta delictiva se aprende en


asociación con aquellos que definen esa conducta favorablemente y en aislamiento de aquellos
que la definen desfavorablemente; y que una persona en una situación apropiada participa de
esa conducta delictiva cuando el peso de las definiciones favorables es superior al de las
definiciones desfavorables.

Esta hipótesis y otras pueden aprobarse adecuadamente solo por estudios de investigación
organizados específicamente para este objetivo y por contacto directo con las carreras de los
hombres de negocios.

La difusión de prácticas ilegales es el segundo tipo de evidencia de que el delito de cuello


blanco es debido a la asociación diferencial.

Los medios de comunicación de masas de por sí participan en delitos de cuello blanco y


especialmente en restricción del comercio, falsa representación publicitaria y prácticas laborales
injustas. Así, los comerciantes están protegidos de críticas severas por los medios de
comunicación de masas, y permanecen en aislamiento relativo de las definiciones que son
desfavorables a esas prácticas.
La asociación diferencial es una explicación hipotética del delito, desde el punto de vista del
proceso por el cual una persona es iniciada en el delito. La desorganización social es a su vez
una explicación hipótesis son complementarias y una es la contrapartida de la otra. Ambas se
aplican al delito común, así como a los delitos de cuello blanco.

La desorganización social puede ser de dos tipos: anomia, es decir, la falta de standards que
dirigen la conducta de los miembros de una sociedad en general; o bien la organización dentro
de una sociedad de grupos que están en conflicto respecto a prácticas específicas.

Dos condiciones son favorables a la desorganización de nuestra sociedad en el control de la


conducta comercial: primero, el hecho de que la conducta es compleja, técnica, y no es
inmediatamente observable por parte de ciudadanos inexpertos; el segundo, el hecho de que la
sociedad está cambiando rápidamente sus prácticas comerciales.

La forma de anomia de la desorganización social está relacionada con el cambio del anterior
sistema de libre competencia y libre empresa, al sistema en desarrollo del colectivismo privado
y regulación gubernamental de los negocios.

El conflicto de standards es la segunda forma de desorganización social. Es semejante a la


asociación diferencial, porque comprende una proporción entre organización favorable a la
violación de la ley y organización favorable a la violación de la ley y organización desfavorable
a la violación de la ley.

Variaciones de los delitos de las corporaciones.

Frecuentemente se sugiere que el delito debe ser explicado por las características psicológicas
de los delincuentes.

Una escuela ha subrayado las desviaciones físicas del tipo delincuente, otra la falta de
inteligencia y una tercera las perturbaciones emocionales. Todas estas escuelas emplean la
misma lógica y se diferencian solo en las características que señalan como importantes en la
etiología de la conducta delictiva.

Si los rasgos personales desempeñan una parte importante en la etiología de los delitos de cuello
blanco, deberían aparecer especialmente en las variaciones.

Es necesario considerar la hipótesis de los rasgos personales como una explicación de los
delitos cuello blanco. Esta hipótesis ha sido desarrollada hasta cierto punto por Clinard.

Su argumento es que los rasgos personales deberían ser incluidos en las explicaciones de la
conducta delictiva como complementos, en vez de como sustitutos, para las definiciones
culturales que se han sugerido bajo los títulos de asociación diferencial y desorganización
social.
Surgen varias preguntas cuando se consideran los rasgos personales como complementos a una
teoría general de la conducta delictiva. Primera, ¿cuáles son los rasgos personales que deben
considerarse como posibles factores? Nadie puede dar una respuesta definitiva a este problema;
la hipótesis de los rasgos personales no ha sido desarrollada, sino que ha sido dejada como una
orientación vaga para una explicación.

Segunda, probablemente muchas personas que insisten en que la personalidad debe ser incluida
entre los factores explicativos, no han entendido adecuadamente la asociación diferencial como
una explicación.

Tercera, es dudoso que puede hacerse una combinación lógica de la asociación diferencial, la
cual es esencialmente un proceso de aprendizaje y de los rasgos personales que
presumiblemente son el producto del aprendizaje.

Este estudio ha intentado hacer dos cosas: primero, presentar evidencias de que las personas de
la clase alta comenten muchos delitos y estos delitos deberían incluirse dentro del campo de las
teorías generales de la conducta delictiva; segundo, en vista de estas evidencias, presentar
algunas hipótesis que puedan explicar la conducta delictiva tanto de cuello blanco como otra.

El primero de estos objetivos ha sido llevado a cabo al encontrar que una muestra de grandes
corporaciones ha violado las leyes con gran frecuencia. La evidencia no justifica una conclusión
de que la clase más alta es más delictiva o menos delictiva que la clase más baja, ya que la
evidencia no es lo suficientemente precisa como para justificar comparaciones ni se dispone de
standards comunes o definiciones.

Las hipótesis de que el delito es debido a patologías personales y sociales no se aplica a los
delitos de cuello blanco, y si las patologías no explican estos delitos no son factores esenciales
en los delitos en general, y, por lo tanto, no son factores esenciales en los delitos que
ordinariamente confrontan los departamentos policiales y los tribunales penales y juveniles.

La hipótesis de la asociación diferencial y desorganización social puede aplicarse a los delitos


de cuello blanco, así como a los delitos de la clase más baja.

The White Collar Criminal.

Se define al delincuente de cuello blanco como a una persona con elevado status
socioeconómico que viola las leyes destinadas a regular sus actividades profesionales.

Por una parte se podría diferenciar al delincuente de cuello blanco de la persona con un status
socioeconómico bajo que viola el código penal común o las normas especificas de comercio que
le afectan; por otra se le puede diferenciar de la persona con elevado status socioeconómico que
viola el código penal común en ámbitos que no tienen relación alguna con sus ocupaciones
profesionales.

La hipótesis en la que se funda este concepto de delito de cuello blanco es que este delito difiere
de otros en el modo mediante el cual se hace efectiva la ley, pero es afín con ellos en el proceso
genético que origina la conducta delictiva.

1. El delito de cuello blanco es realmente delito. Las leyes que definen esta conducta responden
a los dos criterios propios de las leyes penales a los que se alude generalmente para diferenciar
la ley penal de otro tipo de leyes; y, esos criterios consisten en la definición legal de un acto
como un acto socialmente perjudicial, y en la provisión legal de una pena para dicho acto. Que
la conducta es definida como socialmente perjudicial se pone de manifiesto en las propias
palabras que se utilizan en las leyes tales como delito, ofensa, injusticia, discriminación e
infracción.

2. Las leyes que definen el delito de cuello blanco se aplican específicamente de un modo muy
distinto al del código penal. Las personas acusadas por delitos de cuello blanco rara vez son
detenidas, rara vez se les toman las huellas dactilares, pocas veces son conducidas antes los
tribunales o ingresan en la cárcel.

3. La diferente aplicación de las leyes que se refieren a los criminales de cuello blanco se
explica fundamentalmente por el elevado estatus socioeconómico de estos delincuentes. Los
legisladores han creído que estas variaciones cesarían cuando llamasen la atención de estas
personas respetables, ya que estas personas no responden al criminal tipo y no deben ser
tratadas como delincuentes. Se ha demostrado que la confianza en los hombres de negocios
estaba justificada en tanto que clase, ya que los delincuentes de cuello blanco muestran una tasa
mucho más alta de reincidencia que otros delincuentes.

4. El delito de cuello blanco, tal como ha sido definido, está muy presente en la sociedad
norteamericana.

5. Si las precedentes definiciones de delito de cuello blanco y los argumentos utilizados son
justificados, el concepto de delito de cuello blanco tiene una gran relevancia desde el punto de
vista de las teorías de la conducta criminal que ha sido descuidada por los criminólogos.

Los criminólogos han puesto gran énfasis en la pobreza y en patologías sociales y personales
que habitualmente se asociaban con ella; han resaltado estos factores porque habían reducido
sus estudios a criminales de las clases bajas y han basado, de este modo, sus teorías en una
sesgada muestra de todos los criminales. Los respetables hombres de negocios que violan las
leyes raramente son pobres y raramente presentan patologías sociales y personales.
Si las patologías sociales y personales no explican la conducta de los delincuentes de cuello
blanco, y presumiblemente tampoco explican la conducta de otros criminales, teniendo en
cuenta que los delincuentes de cuello blanco constituyen un tipo específico de delincuentes que
son el resultado de la manera cómo se aplica la ley.

Las patologías sociales y personales de las clases delincuentes bajas pueden ser accidentales, del
mismo modo que un “aire malsano” puede ser la causa accidental de la malaria. Se trata de
explicar el delito de cuello blanco y los otros delitos en términos de procesos que son comunes a
ambos tipos de delitos. Estos factores comunes han de buscarse en las “leyes de aprendizaje” y
en la organización moderna, cuya especificidad radica en las relaciones culturales.

Si el concepto de delito de cuello blanco está justificado tiene también implicaciones desde el
punto de vista del tratamiento y la prevención de la conducta delincuente. La redistribución de
la riqueza puede ser altamente deseable por otras razones pero probablemente no sea un medio
para controlar el crimen. Puede ser altamente deseable por otras razones corregir o prevenir los
conflictos emocionales, pero probablemente esto tendrá un reducido efecto en la prevención o
corrección de la conducta delincuente.

Edwin, Sutherland – Una exposición de la teoría.

La explicación científica de un fenómeno puede ser expuesta ya sea en términos de los factores
que están operando en el momento de la ocurrencia o en términos de los procesos que operaban
en la historia anterior de ese fenómeno. En el primer caso, la explicación es mecanicista, en el
segundo, histórica o genética; ambas son utilizables.

Los esfuerzos realizados para construir explicaciones del tipo mecanicista han sido
notablemente infructuosos porque han estado concentradas en intentos de aislar patologías
sociales y personales. El trabajo desde este punto de vista ha resultado en la conclusión de que
los factores inmediatos en el comportamiento delictivo residen en el complejo persona situación
inmediata tal como es definida por la persona. Un ratero puede robar de una frutería cuando el
propietario no está a la vista pero frenarse si lo está.

El segundo tipo de explicación del comportamiento delictivo es elaborado en términos de la


experiencia de vida de una persona y es una explicación histórica o genética de la conducta
criminal. Una situación será definida por una persona de acuerdo con las inclinaciones y
habilidades que ha adquirido hasta esa fecha.

Los siguientes párrafos presentan una teoría genética (la teoría de la asociación diferencial) del
comportamiento delictivo bajo la concepción de que un acto criminal ocurre cuando está
presente una situación apropiada para su realización, tal como es definida por una persona.
1) La conducta criminal es aprendida. Negativamente, esto significa que la conducta criminal,
como tal, no es heredada; también, que la persona que no está entrenada en el delito no inventa
el comportamiento criminal, así como una persona no elabora invenciones mecánicas a menos
que haya tomado entrenamiento es mecánica.

2) La conducta criminal es aprendida en interacción con otras personas en un proceso de


comunicación; la cual es verbal en muchos casos pero incluye también “la comunicación de los
gestos”.

3) la parte principal del aprendizaje de la conducta criminal tiene lugar al interior de grupos
personales íntimos. Esto significa que las agencias impersonales de comunicación, tales como el
cine y los periódicos, juegan un papel relativamente poco importante en la génesis de la
conducta delictiva.

4) Cuando el comportamiento criminal es aprendido, el aprendizaje incluye: a) las técnicas de


comisión del delito, que son algunas veces muy complicadas y otras muy simples; b) la
dirección específica de las motivaciones, impulsos, racionalizaciones y actitudes.

5) La dirección específica de las motivaciones e impulsos es aprendida a partir de definiciones


de los códigos legales como favorables y desfavorables. En algunas sociedades, un individuo
está rodeado de personas que invariablemente definen a los códigos legales como reglas que
deben ser observadas, mientras que en otras está rodeada de personas cuyas definiciones son
favorables a la violación de los códigos legales.

6) Una persona deviene delincuente a causa de un exceso de definiciones favorables a la


violación del derecho por sobre definiciones desfavorables a la violación del derecho. Éste es el
principio de la asociación diferencial. Cuando las personas se vuelven delincuentes, lo hacen a
causa de contactos con patrones criminales y también a causa de aislamiento con relación a
patrones anti-criminales. Cualquier persona, asimila la cultura circundante a menos que existan
otros patrones que estén en conflicto con ella.

7) Las asociaciones diferenciales pueden variar en frecuencia, duración, prioridad e intensidad.


Esto significa que las asociaciones con comportamientos delictivos, y también las asociaciones
con comportamientos anti-delictivos varían en estos puntos. La “frecuencia” y la “duración”
como modalidades de las asociaciones son obvias y no necesitan explicación. La “prioridad” es
considerada importante en el sentido de que el comportamiento respetuoso del derecho
desarrollando en la primera niñez puede persistir a lo largo de la vida, y también que el
comportamiento delictivo desarrollando en la primera niñez puede persistir a lo largo de la vida.
La “intensidad” no está definida precisamente, pero tiene que ver con cosas tales como el
prestigio de la fuente de un patrón criminal o anti- criminal y con las reacciones emocionales
relacionadas con las asociaciones. En una descripción precisa de la conducta delictiva de una
persona estas modalidades serían expresadas de una forma cuantitativa y se alcanzaría una
proporción matemática.

8) El proceso de aprendizaje de la conducta criminal por asociación con patrones delictivos y


anti- delictivos involucra todos los mecanismos que están involucrados en cualquier otro
aprendizaje. Esto significa que el aprendizaje del comportamiento delictivo no se restringe al
proceso de imitación. Una persona que es seducida, aprende el comportamiento criminal por
asociación, pero este proceso no sería comúnmente descripto como imitación.

9) Aunque el comportamiento delictivo es una expresión de necesidades y valores generales, no


es explicado por esas necesidades y valores generales, dado que la conducta no delictiva es una
expresión de las mismas necesidades y valores. Los ladrones por lo general roban para ganar
dinero, pero también los trabajadores honestos desarrollan su actividad para ganarlo.

No es necesario explicar por qué una persona tiene las asociaciones que tiene. En un área en la
que la tasa de delitos es alta un chico que es sociable es muy probable que tenga contactos con
otros chicos en el vecindario, aprenda conductas delincuentes de ellos y se vuelva miembro de
una banda; en el mismo vecindario un chico con rasgos psicopáticos que sea solitario, puede
quedarse en su casa no vincularse con los otros chicos en el vecindario y no hacerse delincuente.
Las asociaciones de una persona se determinan en un contexto general de organización social.

La explicación precedente del comportamiento delictivo fue expuesta desde el punto de vista de
la persona que se involucra en una conducta criminal. Es posible afirmar teorías del
comportamiento delictivo desde el punto de vista de la comunidad, la nación u otro grupo.

El problema está generalmente vinculado con las tasas de delitos e involucra una comparación
de las tasas de delitos de grupos diversos se debe a la desorganización social.

El término “desorganización social” no es enteramente satisfactorio, y parece preferible


sustituirlo por el término “organización social diferencial”.

El delito esta enraizado en la organización social y es una expresión de esa organización social.
Un grupo puede estar organizado a favor del comportamiento delictivo o bien organizado en
contra de ese comportamiento. Las comunidades están organizadas tanto a favor de
comportamientos criminales como anti criminales, y en este sentido la tasa de delitos es una
expresión de la organización grupal diferencial.

La organización grupal diferencial como explicación de una tasa de delitos debe ser coherente
con la explicación del comportamiento delictivo de la persona, dado que la tasa de delitos es una
afirmación resumida de la cantidad de personas en el grupo que cometen delitos y la frecuencia
con la que los cometen.

Unidad 3.

Andrés, Palacio – La comprensión clásica del suicidio, de Durkheim a nuestros días.

Cual podría ser el aporte de Durkheim que su idea de las sociedades suicidógenas y del suicidio
anómico haría a la concepción mínima del suicidio para el psicoanálisis. Todo ello con el
objetico de aclarar cuál podría ser la utilidad de un concepto amplio como el de discurso, desde
una posición crítica de las ciencias cognitivas contemporáneas y su definición y abordaje del
fenómeno del suicidio en general.

Se considera al suicidio pues como una más de las enfermedades mentales; y a la depresión,
como la explicación más difundida y como la justificación más pertinente para explicar dicho
fenómeno.

Si bien no desconocemos la posible influencia de la llamada depresión en los actos suicidas,


consideramos que está es más una consecuencia de un estado patológico mucho más profundo;
y por ello consideramos que existe una raíz común al suicidio y a la depresión.

Durkheim y su concepción del suicidio.

Es considerado hoy uno de los padres de la sociología positivista y una de las mayores
influencias para que la ciencia europea adoptara a las estadísticas como método de abordaje,
comprensión y explicación de los comportamientos sociales del ser humano.

En el texto sobre El Suicidio Durkheim estudia cuales serían predominantemente las posibles
influencias más significativas a la hora de explicar los suicidios en una amplia zona de países
europeos, para su caso, los más importantes en el siglo XIX.

Su estudio nos enseña que pueden descartarse, desde hace más de un siglo, las siguientes
explicaciones para el fenómeno del suicidio: los factores económicos, los factores climáticos y
geográficos, la guerra, la religión, etc., es decir, una serie de factores que podríamos considerar
radicalmente externos al individuo. Esto lo llevó a determinar una conclusión contundente de su
estudio: existirían sociedades suicidógenas, o sea, sociedades donde el suicidio es una
tendencia, como podría serlo la pobreza, ya que es una de las consecuencias directas de lo que
sucede en el discurso de dichas sociedades, sobre todo con respecto a la administración de sus
reglas.
Con su concepción del suicidio, el mismo Durkheim ha despachado ya las ideas más difundidas
por los medios de comunicación y algunas de las hipótesis más fuertes de las ciencias
cognitivas.

Continuando con la teoría sobre el suicidio, Durkheim, aplicando su método estadístico y


sociológico al suicidio, llega a la conclusión central de que este fenómeno debe ser considerado
como un hecho social; en cuanto hay que buscar su causa fundamental en la llamado por él:
anomia social.

La anomia social es el concepto que nos señala que existirían sociedades donde la ausencia de
normas o la existencia de normas contradictorias, determinan una comunidad en la que no se ha
regulado debidamente con leyes una situación concreta. Durkheim considera que el suicidio
anómico, es un ejemplo de ello, ya que es una forma del suicidio que se produce por graves
alteraciones del orden social.

La anomia, como estado social, es: una falta de dirección que suele aparecer en las épocas de revolución social. En el
individuo se corresponde con un desconcierto o inseguridad o lo que hoy se suele definir como alienación o pérdida
de identidad. Es un estado de la sociedad donde los valores tradicionales han dejado de tener autoridad, mientras que
los nuevos ideales, objetivos y normas todavía carecen de fuerza. Anomía es un estado social en que cada individuo o
cada grupo buscan por sí solos su camino, sin un orden que lo conecte con los demás, es frecuente en las
comunidades sociales cuyos valores y normas pierden fuerza.

La anomia proviene del desajuste entre la estructura social y la conciencia cultural, sobre todo
cuando hay una contradicción entre las leyes escritas y las exigencias sociales nuevas, vinculado
todo esto con una desviación social, es decir, a la existencia de modelos de conducta marginales
o no permitidos. La totalidad de suicidios en una sociedad dada, medida por la proporción de
suicidios, es tratada como un hecho social que solamente puede ser explicado sociológicamente,
y no por las motivaciones individuales que llevan al suicidio. La unidad de análisis es la
sociedad, no el individuo.

De su estudio comparativo en varias sociedades europeas infirió tres categorías de suicidios:

1) Suicidio egoísta: es aquel que resulta de la alienación del individuo respecto de su medio
social. Este tipo es común allí donde factores culturales, como en el protestantismo, subrayan el
individualismo y el esfuerzo concentrado en el Yo, factor determinante en esta modalidad de
autosacrificio. Este tipo de suicidio se reduce notablemente en tiempo de crisis, sea política,
económica o de estado de guerra.

2) Suicidio Altruista: es el que se encuentra en sociedades rígidamente estructuradas que ponen


por encima del individuo un código de deberes de sentido grupal y hacen del sacrificio por el
grupo una exigencia moral. Es el suicidio que se comete animado por una fuerte ideología, o por
una extrema vergüenza cuando alguien ha quebrantado las normas de su grupo.
3) Suicidio Anómico: es el que se da cuando existe una falla o dislocación de los valores
sociales, que lleva a una desorientación individual y a un sentimiento de falta de significación
de la vida.

En las tres categorías, la probabilidad de que un individuo dado sea expuesto a situaciones que
conduzcan al suicidio está sobre determinada por la estructura social en la cual el individuo
existe.

Para Durkheim, la felicidad humana solo podía estar garantizada si los placeres del individuo
quedaban limitados por normas sociales aceptadas, por una sociedad donde las normas y las
leyes sean claras y transparentes, sin contradicciones coyunturales de sus ideas. Bajo
circunstancias en las que esas normas se desintegraban, el individuo se sumía en un estado de
desorganización personal, aquel que Durkheim denominaba: anomía. El suicidio anómico será
la modalidad del suicidio más importante.

Durkheim y los paradigmas contemporáneos de la psicología.

Hace tiempo un hecho es lugar común en la sociología y la patología mental: la enfermedad no


tiene realidad y valor de enfermedad más que en una cultura que la conoce como tal. Si
consideramos que el sujeto es en parte fruto del discurso del Otro, del deseo del Otro; y la
sociedad y el sujeto no tendrían más que una relación moebiana en estos términos mediada y
mediatizada por el discurso.

En una sociedad se considerarían patológicos los fenómenos que al alejarse de la media, señalan
las etapas superadas de una evolución anterior, o anuncian las fases próximas de un
acontecimiento que se prepara apenas.

Un hecho social no puede ser llamado normal por una sociedad determinada más que en una relación a una fase
igualmente determinada de su desarrollo.

Para las ciencias cognitivas hablar de enfermedad sería marginal por naturaleza, y relativo a una
cultura en la sola medida en que es una conducta que no se integra a ella, a sus normas, leyes y
valores. Para Durkheim la enfermedad es la virtualidad estadística de un alejamiento de la
media.

Durkheim y los psicólogos americanos entonces, han hecho de la desviación y del alejamiento
de la media la naturaleza misma de la enfermedad, por efecto de una ilusión cultural que es
común, y que Foucault nos señala de la siguiente manera: nuestra sociedad no quiere
reconocerse en ese enfermo que ella encierra y aparta o encierra. Algunos de los análisis
contemporáneos de psicólogos y de sociólogos, que hacen del enfermo un desviado, y que
buscan el origen de lo morboso en lo anormal, no son más que otra proyección de temas
culturales, aquellos mismos que perpetuarían la enfermedad, y, por ende, al suicidio anómico
mismo.

Por eso es que sostenemos, siguiendo a Foucault, que una sociedad se expresa positivamente en
las enfermedades mentales que manifiestan sus miembros.

Foucault plantea una pregunta: ¿cómo se expresa esta sociedad, a pesar de todo, en el enfermo
que ella denuncia?

Lo que nos parece más apreciable de la concepción teórica de este autor sobre el suicidio, es la
idea de que existirían sociedades suicidógenas; aquellas sociedades que animan el suicidio de
sus habitantes; es decir, señalamos la existencia de ciertas determinaciones psíquicas para el
suicidio que pueden ser encontradas en los discursos de los pueblos.

Richard, Cloward – Medios ilegítimos, anomia y comportamiento desviado.

Aquí se representa un intento por fusionar dos grandes tradiciones sociológicas de pensamiento
acerca del problema del comportamiento desviado.

La primera, ejemplificada por el trabajo de Durkheim y Merton, puede ser llamada la “teoría de
la anomia”. La segunda, ilustrada por los estudios de Shaw, Mckay y Sutherland, puede
denominarse la teoría de la “transmisión cultural” o de la “asociación diferencial”.

Estas teorías se desarrollaron en forma más o menos independiente. Mediante su fusión puede
construirse una teoría del comportamiento desviado más adecuada.

Variaciones en la disponibilidad de los medios legítimos: la teoría de la anomia.

La teoría de la anomia ha atravesado dos grandes etapas. Durkheim analizó el modo en que
diversas condiciones sociales generan una “ambición excesiva” y cómo, a su vez, estas
aspiraciones ilimitadas producen un quiebre en las normas de conducta.

Merton, dirigiendo su atención a los patrones de disyunción entre las metas culturalmente
prescriptas y las posibilidades socialmente estructuradas para alcanzarlas a través de medios
legítimos.

Una nueva variable es incorporada en el desarrollo del esquema de la anomia: el acceso


diferencial a las metas a través de medios ilegítimos.

Etapa 1: las aspiraciones ilimitadas y el quiebre de las normas reguladoras.

Durkheim realiza una distinción entre las “necesidades físicas” y las “necesidades morales” del
hombre. En su análisis, las necesidades físicas se encuentran reguladas por la estructura
orgánica del hombre. Dicha estructura es incapaz de regular de deseos sociales.
Para que un hombre funcione sin “fricciones” las pasiones deben ser limitadas, pero dado que el
individuo no puede limitarlas por si mismo, ese límite debe ser establecido por una fuerza
exterior a él. Esta fuerza externa es para Durkheim el orden social. Si este orden social es
alterado, las aspiraciones del hombre tienden naturalmente a ascender. En estas condiciones se
produce la “anomia” (o “desregulación”).

El estado de anomia o desregulación se agudiza dado que las pasiones se encuentran


indisciplinadas, precisamente cuando requieren una mayor disciplina.

Durkheim analiza los momentos en los que la función del orden social es quebrada. Identifica
numerosos estados, entre los que se encuentran la repentina depresión económica, la repentina
prosperidad y el rápido cambio tecnológico. El primero de estos estados genera un
comportamiento desviado.

La prosperidad puede causar un efecto similar, si la mejora de las condiciones económicas se


produce en forma abrupta. La brusquedad misma de los cambios aumente las aspiraciones más
allá de las posibilidades de realización, tensionando el aparato regulador de la sociedad.

Para Durkheim, las esferas del comercio y la industria se encuentran en un estado crónico [de
anomia]; afirma que la fuente de excitación en la sociedad es predominante, el estado de crisis y
anomia es constante y por ende, normal. La avaricia se manifiesta sin encontrar un freno
adecuado.

Son las presiones de luchar por metas “infinitas” o “alejadas”, en la mirada de Durkheim, las
que generan un quiebre en las normas reguladoras.

Etapa 2: la disyunción entre las metas culturalmente establecidas y las oportunidades


socialmente estructuradas.

Merton, en su trabajo Estructura Social y Anomia, sugiere que las metas y las normas pueden
variar en forma independiente y que esto puede generar estados de desajuste. Identifica dos
tipos de disyunciones: puede desarrollarse un énfasis muy fuerte, y en algunos casos exclusivos,
en el valor otorgado a determinadas metas, con una preocupación mínima respecto a los medios
institucionales prescriptos para alcanzar esas metas.

Esto constituye un tipo de cultura desajustada. Por otro lado, un segundo tipo aparece
actividades originalmente concebidas como meramente instrumentales son transformadas en
prácticas con un contenido propio, careciendo de otros objetivos la mera conformidad se
convierte en un valor central. Merton observa que entre estos dos tipos extremos existen
sociedades en las que se mantiene un tenso equilibrio entre la importancia otorgada a las metas
culturales y las prácticas institucionalizadas y éstas constituyen sociedades relativamente
estables e integradas aún cuando resulten cambiantes

Merton puede definir en forma más precisa el concepto de anomia: la anomia [puede ser]
concebida como el quiebre de la estructura cultural, que tiene lugar cuando existe una
disyunción aguda entre las normas y las metas culturalmente establecidas y las capacidades
socialmente estructuradas de los miembros del grupo de actuar de acuerdo con ellas.

De los tipos de sociedad descriptos, Merton centra su análisis en el primer, aquel en el cual
existe un énfasis muy fuerte sobre determinadas metas, sin un correlativo énfasis en los
procedimientos institucionales dispuestos para alcanzarlas. Afirma que en estas sociedades, la
anomia ocurre porque los miembros de la misma interiorizan la importancia otorgada a las
metas culturalmente establecidas.

El enfoque se centra en el modo en el que la estructura social tensiona la estructura cultural.


Pueden identificarse distintos patrones que inciden en el acceso diferencial a las metas
culturalmente aprobadas a través de medios legítimos; por ejemplo, diferencias de edad, sexo,
“estatus étnicos” y clase social. La presión hacia la anomia y falta de normas varía entre las
diferentes posiciones sociales.

Merton extiende la teoría de la anomia principalmente en dos puntos: por un lado, identifica los
tipos de sociedades anómicas y desajustadas, enfocándose en la relación entre las metas
culturales y las normas; por otro, al dirigir su atención hacia los patrones diferenciales de acceso
a las metas culturales a través de medios legítimos muestra como la estructura social ejerce una
fuerte presión sobre la estructura cultural, generando la anomia o falta de normas.

Etapa 3: el concepto de medios ilegítimos.

Surge el interrogante acerca de cómo dichas presiones son resueltas o cómo los hombres
reaccionan ante ellas. En este sentido, Merton enumera cinco categorías de comportamiento o
adaptaciones que puede emerger: conformidad, innovación, ritualismo, retraimiento y rebelión.
Estas adaptaciones varían de acuerdo con la aceptación o rechazo por parte del individuo de las
metas culturales y de su adhesión o violación a las normas institucionales. La distribución de
estas adaptaciones responde a dos variables: el grado relativo de la presión ejercida y los valores
que gobiernan el uso de los distintos medios ilegítimos.

Es una idea sociológica tradicional que los valores sirven para ordenar las elecciones de las
adaptaciones desviadas. Estudios comparativos de grupos étnicos, han demostrado que algunos
de ellos desarrollan distintas formas de comportamiento desviado: los judíos presentan un bajo
grado de alcoholismo y de psicosis alcohólicas. El énfasis en la racionalidad, el miedo a la
agresión explicita y otros presuntos componentes del sistema de valores judío constriñen los
modos de desviación que implican una pérdida del control sobre el comportamiento.

Merton sugiere que las tasas diferenciales de comportamiento ritualista e innovador en las clases
medias y bajas son el resultado de énfasis diferenciales en la socialización. La importancia
otorgada a las normas en las clases medias presumiblemente predispone a las personas a
manejar la tensión involucrándose en comportamientos ritualisticos antes que en
comportamientos innovadores.

Los miembros de las clases más bajas, pueden violar esas convenciones sintiendo menos culpa y
ansiedad. Los valores ejercen una influencia canalizadora, limitando las elecciones de las
adaptaciones desviadas de personas ubicadas en distintos estrados del sistema social.

Además de la presión social que ocasiona un aumento de la desviación y de los valores, que
determinan las elecciones de la adaptación, debe tenerse en cuenta una variable más: la
disponibilidad diferencial en el acceso a los medios ilegítimos.

La teoría de la anomia supone que los medios convencionales están diferencialmente


distribuidos que algunos individuos por su posición social, gozan de ciertas ventajas que son
negadas a otros.

Sutherland, afirma que la inclinación a robar no es una explicación suficiente de la génesis del
ladrón profesional. La persona debe ser apreciada por los ladrones profesionales; una persona
sólo puede ser ladrón profesional si es reconocido y recibido como tal por otros ladrones
profesionales. Las motivaciones o las presiones hacia la desviación no son, por si mismas, causa
suficiente del comportamiento desviado.

La disponibilidad de los medios ilegítimos está controlada, entonces, por varios criterios, de la
misma forma en que se ha observado respecto de los medios convencionales. Ambos sistemas
de oportunidad son 1) limitados más que infinitamente disponibles y 2) disponibles
diferencialmente según la ubicación de las personas en la estructura social.

Cuando empleamos el término “medios”, sea legítimos o ilegítimos, al menos dos cosas están
implicadas: primero, que existen ámbitos apropiados de aprendizaje para la adquisición de los
valores y habilidades asociados a la ejecución de un determinado rol; y segundo, que el
individuo tiene oportunidades para desempeñar dicho rol una vez que se encuentra preparado
para ello. El término abarca tanto las estructuras de aprendizaje como las estructuras de
oportunidad.

Un buen ejemplo es el reclutamiento y la preparación para la carrera en una organización


delictiva. Existen ambientes de aprendizaje criminal muy fértiles para los jóvenes, permiten la
integración de ofensores de distintas edades, por lo que los jóvenes están expuestos que facilitan
la adquisición de valores y habilidades criminales. Son reclutados dentro de estos patrones de
asociación diferencial más jóvenes de los que pueden ser absorbidos por la estructura criminal
adulta.

Sutherland en 1944, sugiere que el comportamiento desviado es parcialmente una función de


oportunidades para la comisión de determinados crímenes tales como desfalcos, robos bancarios
o relaciones sexuales ilícitas. No se ocupa de las diferenciaciones en el acceso a las
oportunidades como un concepto a ser incorporado sistemáticamente a una teoría del
comportamiento desviado.

Sostiene que “la oportunidad” es una explicación necesaria pero no suficiente de la comisión de
actos criminales, ya que no todas las personas que tienen la oportunidad de cometer un desfalco,
de ingerir drogas, o de involucrarse en relaciones sexuales ilícitas lo hacen. Observa que la
teoría de la asociación diferencial no constituye una explicación plena de la actividad criminal,
pues a pesar de la asociación diferencial es axiomático que las personas que cometen un crimen
deben haber tenido la oportunidad de hacerlo. La asociación diferencial no es la causa
determinante del comportamiento desviado.

En las afirmaciones de Sutherland el término “oportunidad” tiene adjudicados dos significados


posibles. En el primer sentido, Sutherland parece referirse a la oportunidad como una parte de la
estructura de aprendizaje. Los principales elementos de su teoría de la asociación diferencial
son, por un lado, que el comportamiento criminal se aprende y que el comportamiento criminal
se aprende en la interacción con otras personas en un proceso de comunicación.

Para Sutherland, la comisión de un acto criminal dependerá de la existencia de dos condiciones:


asociaciones diferenciales que favorezcan la adquisición de los valores y las habilidades
criminales y condiciones que inciten la actividad criminal.

Podemos preguntarnos 1) si las diferenciaciones en el acceso a los ambientes de aprendizaje


ilegítimos están estructuradas socialmente y 2) si existen diferenciaciones que limiten el
cumplimiento de los roles ilegítimos.

Diferenciaciones en la disponibilidad de los medios ilegítimos: la tradición de la


subcultura.

La idea de la existencia de diferenciaciones en la disponibilidad de los medios ilegítimos se


encuentra implícita en una de las corrientes más importantes de la teoría criminológica
norteamericana. La atención se dirige a los procesos a través de los cuales los individuos son
incorporados a los espacios de aprendizaje criminal y posteriormente inducidos al desarrollo de
roles criminales.
En sus estudios sobre la ecología del comportamiento desviado en el ámbito urbano, Shaw y
McKay, observaron que el crimen y la delincuencia se encontraban confinados a áreas
delimitadas y que, incluso, esos comportamientos persistían a pesar de los cambios
demográficos que se producían en dichas áreas. Así comenzaron a referirse a la “tradición
criminal” y a la “transmisión cultural” de los valores criminales. Debe otorgarse especial
importancia a la inegracion de ofensores de distintas edades.

El acceso a los roles criminales depende de asociaciones estables con otros individuos de los
cuales se aprenden los valores y habilidades necesarios para el desarrollo de esos roles. Shaw y
McKay estaban describiendo las estructuras del aprendizaje desviado, esto es, los caminos
alternativos a través de que los individuos buscan el acceso a las metas que la sociedad
considera valiosas.

Shaw y McKay visualizaban las áreas de los barrios bajos como “desorganizadas”. Aunque se
referían a las actividades criminales como organizadas, a menudo describían a las áreas que
presentaban una alta tasa de delincuencia como desorganizadas porque los valores que se
transmitían eran criminales en lugar de convencionales.

Sutherland fue uno de los primeros en percibir que el concepto de desorganización social
oscurecía la existencia de patrones estables de interacción entre los portadores de valores
criminales. Las áreas habilitadas por las clases bajas estaban organizadas en términos tanto de
valores convencionales como de valores criminales, estaba convencido de que estos sistemas de
valores alternativos estaban sostenidos por sistemas estandarizados de relaciones sociales. El
crimen, lejos de ser una actividad azarosa y desorganizada, era típicamente un sistema de
acuerdos humanos complejo y estable. Por ello rechazó el concepto de “desorganización social”
y la sustituyó por el de “organización social diferenciada”.

Sutherland podía enfocar con más claridad la forma en la que la estructura social consistía un
“ámbito de aprendizaje” para la adquisición de valores y habilidades desviados. En el desarrollo
de la teoría de la “asociación diferencial” y de la “organización social diferenciada”, estuvo muy
cerca de afirmar explícitamente el concepto de diferenciaciones en el accesos a los medios
ilegítimos. Estaba interesado en los procesos de aprendizaje.

Whyte rechazó la visión de los barrios bajos como desorganizados. La contribución consiste
primeramente en mostrar que los individuos que participan en empresas ilícitas estables no
constituyen un segmento aislado de la comunidad.

La visión de Whyte acerca de la vida en los barrios bajos difiere en cierta medida de aquella
transmitida por el término “organización social diferenciada”. Se ocupa del modo en el que los
ocupantes de estos distintos roles están integrados en una estructura única y estable que
organiza y define la vida de la comunidad.

Salomon Kobrin en su artículo “Los conflictos de valores en las áreas de delincuencia”; sugiere
que las áreas urbanas varían en el grado en que los portadores de los valores convencionales y
desviados se integran entre sí.

El sistema de valores criminales “permanece implícito”, ya que este tipo de área está
caracterizado principalmente por la ausencia de una actividad adulta, sistemática y organizada
en la violación de la ley, a pesar de que numerosos adultos en estas áreas cometan esas
violaciones.

El análisis de Kobrin conduce a la conclusión de que las estructuras de oportunidades ilegales


tienden a emerger en las áreas de las clases más bajas sólo cuando surgen patrones estables de
acomodamiento e integración entre los portadores de valores convencionales y desviados.
Cuando estos valores se mantienen desorganizados e implícitos, o cuando sus portadores se
encuentran abiertamente en conflicto, las posibilidades de desempeñarse en roles criminales
estables son más o menos limitadas.

Entre los numerosos criterios que rigen el acceso a estos medios ilegítimos, las diferencias de
clase se encuentran sin duda entre las más importantes.

Algunas consideraciones para un enfoque integrado del comportamiento desviado.

Estas tradiciones se orientan hacia distintos aspectos de un mismo problema: las


diferenciaciones en el acceso a las oportunidades.

Al incorporar el concepto de acceso diferencial a medios ilegítimos, la teoría de la anomia


puede extenderse hasta incluir estudios y teorías sobre el comportamiento desviado en la
criminología norteamericana aparentemente disimiles.

La distribución del comportamiento desviado.

Un problema al que se han enfrentado los criminólogos es la ausencia de datos concretos sobre
las diferenciaciones sociales en la actividad criminal. Muchos autores han sostenido que las
tasas delictivas más altas se encuentran en los estratos sociales más bajos. Otros han sugerido
que en las clases media y alta dichas tasas pueden ser mucho más altas de lo que comúnmente
se piensa.

En ausencia de datos empíricos adecuados, los investigadores han intentado resolver este
problema son una evaluación de la medida de las presiones hacia la desviación en las distintas
partes de la estructura social. Por ejemplo, Merton afirma que su propósito principal es
descubrir cómo algunas estructuras sociales ejercen una fuerte presión sobre ciertas personas
dentro de la sociedad, hacia conductas disconformitas antes que conformistas.

Merton sugiere que existe una correlación entra las “presiones hacia la desviación” y la “tasa de
desviación”.

Desde una perspectiva teórica pueden surgir algunas preguntas al respecto. La primera de ellas
sería si debemos esperar que la correlación se equilibre o que varíe en función de la distribución
del acceso a los medios ilegítimos. Existen tres posibilidades: 1) que el acceso se distribuya en
forma uniforme a través de la estructura social; 2) que el acceso varíe en forma inversa a la
posición de clase; y 3) que el acceso varíe en forma directa a la posición de clase.

Si el acceso a los medios ilegítimos está distribuido uniformemente a través de la estructura


social, la correlación propuesta probablemente presente una tasa de comportamiento innovador
más alta en las clases más bajas parece experimentar presiones más fuertes hacia la conducta
desviada y se encuentran menos constreñidas por prohibiciones internas respecto del empleo de
medios ilegítimos.

Modos de adaptación: el caso de retraimiento.

Teniendo en cuenta las condiciones de acceso a los medios legítimos e ilegítimos, podemos
especificar un poco más las condiciones bajo las que emergen los distintos modos de
comportamiento desviado. Esto puede ilustrarse con el caso del retraimiento.

Como fueron definidas por Merton, las adaptaciones retraídas involucran categorías de
comportamiento tales como el alcoholismo, las adicciones a las drogas y los aislamientos
psicóticos.

Los procedimientos que llevan al retraimiento son explicados por Merton de la siguiente forma:
el retraimiento surge como producto de los constantes fracasos al intentar acercarse a la meta
establecida por medios legítimos y de la incapacidad para utilizar los medios ilegítimos, debido
a las prohibiciones internalizadas. El conflicto es resuelto abandonando ambos medios
precipitantes: las metas y los medios. El escape es completo, el conflicto es eliminado y el
individuo asocializado.

Un elemento crucial que alienta al retraimiento es la internalización de restricciones con


respecto al uso de medios ilegítimos.

Merton parece asumir que estas prohibiciones son esenciales porque la lógica de su esquema
debería llevarlo a la conclusión de que tendría lugar el comportamiento innovador.

Las adaptaciones retraídas pueden surgir con una asiduidad considerable entre aquellos que
fracasan en ambos mundos, el convencional y el desviado.

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