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CONFLICTOS ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO VENEZOLANO

Desde los inicios la Iglesia Católica ha tenido influencia sobre la vida


de los estados y en la estructura de las sociedades. En la medida en que
fue creciendo en adeptos y organización, como una de las tres grandes
religiones monoteístas de la humanidad, fue cobrando espacios de poder.
Los estados encontraron en ella una organización social que reclamaba y
ofrecía autoridad creciente en todos los aspectos de la vida de las
comunidades.

En sus mismos comienzos, por ser la iglesia católica una derivación


de la religión judía, no tuvo mayores problemas dentro del Imperio
Romano, pero se le presentaron muy pronto cuando decidió separarse del
judaísmo. La dilatada experiencia histórica de la organización católica la
ha llevado a transitar todos los caminos imaginables en su relación con los
estados, desde padecer las más crueles persecuciones, hasta convertirse
en persecutora de quienes no profesasen sus creencias, ostentando
poderes omnímodos que le produjeron riquezas, aceptación y repudios
sustentando todo ese protagonismo en la imposición de sus concepciones
sobre el origen divino del poder.

La iglesia católica tiene como razón de su existencia la divulgación y


administración de la doctrina religiosa. Para el ejercicio del apostolado de
su dogma, denominado metafóricamente “actividad pastoral del rebaño”,
cuenta con múltiples instancias y organizaciones religiosas, laicas y
mixtas, ha prestado servicios a la educación general de los pueblos donde
tiene presencia hasta convertirse en una poderosa emprendedora dela
educación privada y, en muchas partes asociada con los gobiernos para
impartir la educación pública. Es muy activa, mediante numerosas

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organizaciones religiosas, en la realización de obras de solidaridad
humanitaria de diferente índole.

Cuanto se ha presentado a lo largo de la historia venezolana tiene su


origen en el conflicto esencial de poderes, poder del estado contra poder
eclesiástico, y en esta clase de conflictos, cuando son antagónicos, es
tenaz la lucha para imponer al adversario o al menos para lograr un
equilibrio que permita cierta coexistencia.

Cuando el estado interviene o interfiere el ejercicio de la religión, de


los aspectos espirituales, es relativamente fácil la explicación del
enfrentamiento de la iglesia. Cuando las divergencias se dan en el campo
de lo político saltan las contradicciones antagónicas en aspectos sociales y
económicos, es decir, en las “cosas terrenales”.

Fueron varios los rompimientos de la convivencia entre gobiernos


venezolanos y la iglesia católica, enfrento y tuvo que soportar ataques
extremos de Páez, Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y Pérez Jiménez
llegando a la expatriación de algunos de sus sacerdotes, expropiación de
algunas de sus propiedades, intromisión en algunas de las gestiones
administrativas que consideraba de su incumbencia y encarcelamientos de
algunos obispos y sacerdotes. La iglesia supo, en todas esas ocasiones,
proteger su cuota de poder terrenal con valor y perspicacia, manejando
con paciencia la seguridad de que al final dela tensiones, siempre
encontraría alguna solución más o menos ventajosa, muchas de esas
ocasiones por no decir siempre, se debieron a tener que aceptar lo que
consideraba el lastre de la Ley de Patronato que continuaría soportando
hasta el 1964.

El Libertador Simón Bolívar supo eludir el rompimiento porque


entendió que en inferioridad de condiciones se impone la paciencia como
regla de oro y la serenidad para acumular condiciones favorables. Su
determinación de elevar el nivel de educación y de moral de los pueblos

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por él liberados, exigían las capacidades intelectuales acumuladas
ventajosamente por la iglesia católica, esta tarea prioritaria demandaba
dominar las pasiones de mandatario omnímodo, ostentado al final de la
guerra de independencia porque entendía que la tarea no dependía
completamente de él y su gobierno, sencillamente porque carecía de la
capacidad institucional requerida para completar la misión de elevar,
mediante la educación, la dignidad de los seres humanos durante la
colonia y que a duras penas se asomaba la independencia mediante la
guerra que tuvieron que enfrentar, además el apoyo del reconocimiento de
la iglesia constituía un factor importante para la estabilización de las
repúblicas recién liberadas.

En los conflictos de estado e iglesia sobresale la exigencia de


respecto al hecho preciso de ser la católica la religión profesada por la
inmensa mayoría del pueblo, así sea dominante y del estado de alineación
religiosa inherente a la práctica de cualquier creencia religiosa. En
condicionamiento mental surgido de la fe, diligentemente administrado por
las organizaciones eclesiásticas de todo signo, deviene en fuerza mental
superior e indiscutible que rige la conducta y el pensamiento humano.

La posición ventajosa constituye compromisos delicados para


muchas organizaciones religiosas porque con facilidad se confunden ellas
con los regímenes políticos, que dominan y subyugan a los pueblos,
cobijados con el manto complaciente de las bendiciones de su religión.

Al revisar la historia desde la época de la invasión europea hasta la


época actual pueden documentarse los siguientes desencuentros entre la
iglesia católica y el estado Venezolano:

 Durante la invasión europea y la colonia no hubo contradicción


alguna porque el compromiso firmado entre el vaticano y la
monarquía española neutralizaba las contradicciones por el poder.
Regía la ley de patronato.

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 Con Simón Bolívar por la vigencia del patronato ratificado en
Venezuela desde 1811 y refrendado en 1824 para la Gran Colombia.
 Con José Antonio Páez por desacuerdos con Monseñor Ramón
Ignacio Méndez en 1830, igualmente por causa de la ley de
patronato.
 Con Antonio Guzmán Blanco por desacato del patronato por parte
de Monseñor Silvestre Guevara y Lira en 1870.
 Con Juan Vicente Gómez quien ordeno la expatriación de Monseñor
Salvador Montes de Oca en 1929.
 Con Marcos Pérez Jiménez por la valiente posición asumida por
Monseñor Arias Blanco, en mayo de 1957, en los inicios del
derrocamiento de la dictadura.
 Con Hugo Chávez por desacuerdos y suspicacias sobre concepciones
políticas, o ideológicas, como fueron calificadas por uno de los
señores obispos.

Las relaciones entre ambos poderes no son de sencilla


administración, al reservarse el estado la conducción de la vida pública
nacional e internacional, como corresponde, con todas las implicaciones
que esto conlleva pudiera no coincidir con la expectativas de la
organización eclesiástica. En segundo lugar, la iglesia por definición, se
reserva la conducción de las cosas de la fe y de la religión, salvo que
según sus postulaciones, al estar constituido el ser humano por cuerpo y
alma se legitima la intervención de la iglesia en las cosas políticas,
terrenales, siempre que considere que están en peligro las cuestiones
espirituales y morales.

Es decir, la iglesia reclama su injerencia en cuestiones terrenales


cuando así lo considera pertinente, de manera que lo difícil es deslindar el
campo específico de su intrusión, al arrogarse la potestad de actuar o de
abstenerse en asuntos de la competencia de los Estados si de acuerdo con

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su doctrina, se trata de cuestiones morales o espirituales. Con frecuencia
se oyen reclamaciones para que los jerarcas y algunos sacerdotes de la
iglesia se abstengan de actuar en política desde su investidura religiosa, y
con la misma frecuencia, sus dirigentes ejercen la libre voluntad de
hacerlo cuando es tolerado por la constitución y los regímenes políticos.

El Obispo Roberto Luckert en Carta Pastoral del 10 de septiembre de


2010 afirma:

“La iglesia, que por razón de su misión y su competencia no se confunde


en modo alguno con la comunidad política ni está atada a sistema
político alguno, es a la vez signo y salvaguarda de carácter trascedente
de la persona humana…. En mi condición de pastor de esta porción del
pueblo de Dios, no podría perdonarme si rehúyo la obligación de
expresarme claramente sobre algunos aspectos de la situación político-
social del país y de nuestra región. Esta decisión está alentada por el
mandato de la iglesia a los obispos donde se nos pide que ante
situaciones de injusticia… el obispo es defensor de los derechos del
hombre,..” Carta Pastoral: Despierta y Reacciona… El tiempo apremia.

RELACIONES ESTADO – IGLESIA EN ÉPOCA DE LA INVASIÓN


ESPAÑOLA

En la época de la invasión europea y del sometimiento cruel de los


pueblos originales propietarios ancestrales de os territorios de América un
hubo enfrentamiento entre los poderes porque la iglesia hacia parte de las
avanzadas españolas debiendo obediencia al patrón que era el Rey de
España. Existían coincidencia entre las cosas terrenales y las cosas de la
fe católica cobijadas ambas bajo el manto del patronato, era este un
acuerdo firmado desde 1943 entre el papa Alejandro VI y los Reyes
católicos de España, según el derecho canónico:

“El derecho de patronato es el conjunto de privilegios con ciertas cargas,


que por concesión de la iglesia, compete a los fundadores católicos de
una iglesia, capilla o beneficio, o también a sus causahabientes”

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Se basa entonces en una concesión recíproca que, como gratitud, la
iglesia otorgaba a los benefactores de la difusión de la religión. Dentro de
tales privilegios sobresale la potestad otorgada a las autoridades civiles
para nombrar o remover a los eclesiásticos en el ejercicio o cargo en una
región. Significa en realidad una especie de sometimiento al rey
renunciando a una potestad eclesiástica, en virtud del patronato la
autoridad civil se comprometía al mantenimiento de los funcionarios, a
financiar la actividad religiosa, así como a construir iglesias y conventos, y
también a recaudar el pago de diezmos y a cobrar los impuestos sobre los
ingresos que captara la institución religiosa, viajando en el tiempo lo que
llegaría a denominarse franquicia comercial.

Durante la invasión y subyugación de América por parte de Europa


la cuestión no era tan compleja, sencillamente porque todos, los
exploradores, marinos, soldados y religiosos debían obediencia absoluta al
rey y, desde el mismo comienzo del sometimiento de los pueblos
originarios americanos, se imponía el poder monárquico sobre los pueblos
indígenas con saña y brutalidad. Para la época el patronato reclamaba a la
iglesia el reconocimiento de la soberanía del monarca y cobraba el tributo
por los ingresos económicos que ella recaudara. La dominación de pueblos
y territorios mediante las armas fue cruel y despiadada, no lo fue menos la
dominación cultural y religiosa porque partían del principio de que, las
mentes y el espíritu de los nativos, estaban dominados por el demonio, “el
enemigo común”. Era pobre y discriminatoria la valoración que tenían de
la condición humana del indio de quien opinaba que sí, bien es
ciertamente hombre, en el sentido moral, eran épocas de sagrada
inquisición.

ÉPOCA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR

El historiador jesuita Alberto Gutiérrez que la actitud inicial de


Simón Bolivar, opuesto a la religión católica, pudo provenir del estudio de

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los enciclopedistas como Rousseau y Voltaire, ellos decían que (llegar a
dios a través de la razón y a experiencia personal), así como de los
conceptos antirreligiosos que habría conocido en las conversaciones con
librepensadores masones en Europa. (Alberto Gutiérrez: La iglesia que
entendió el Libertador Simón Bolívar 1981).

Para el Libertador la educación y la moral eran principios tan


importantes como las victorias en los campos de batalla, debe reconocer
su desvelo e insistencia sobre la necesidad de mejorar el nivel de
educación del pueblo para procurar el desarrollo de las naciones liberales
y para lograr mantener la libertad conseguida por medio de las armas. Con
o menor insistencia pregonaba la necesidad de un elevado nivel moral de
los pueblos obligándolo a buscar apoyo en instituciones como la iglesia
para sustentar la obra de la independencia, estos dos aspectos, educación
y moral, que tanto lo ocuparon, continúan siendo requeridos en la
actualidad como pilares fundamentales de los anhelos de soberanía e
independencia.

El Libertador visualizo la magnitud de la tarea de la educación del


pueblo a medida que fue avanzando su magna obra de independencia
cuando constato que las nacientes repúblicas carecían de una estructura
apropiada para lograr el objetivo. Desde 1810, en compañía de Luis López
Méndez y Andrés Bello, en Londres, se interesó por la posibilidad de
instaurar una Escuela Lancasteriana en Caracas. Apoyo financieramente
en 1824 a Joseph Lancaster para que adoptase el método de aprendizaje
que este ingles había promovido en diferentes países, consistente en
estimular el aprendizaje de los alumnos menos adelantados mediante el
recurso docente de los más desarrollados o mejor dotados
intelectualmente. Empezaba a buscar entonces una institución, o recurso
docente, que pudiera ayudar a resolver ambos problemas cruciales,
miraba ya hacia la iglesia católica, lo expreso sin reserva en el discurso de
Angostura de 1819.

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Es muy posible que Simón Bolívar, para el momento del discurso de
Angostura hubiera reflexionado suficientemente sobre la forma y recursos
para resolver estas dos importantes carencias luego de dos fracasos por
conquistar la independencia de Venezuela, su visión sobre el papel de la
iglesia católica. Bolívar entendió que la única institución que estaba en
capacidad de penetrar la mente de todas las capas sociales, en lo referente
a la educación y la moral, erala iglesia católica para lo cual requería un
acercamiento, un entendimiento que no resulto sencillo ni fácilmente
exitoso.

Puede concluirse de esta etapa de relaciones entre la iglesia y el


estado venezolano que las mismas fueron tensas, cautelosas y
desconfiadas. La iglesia oponiéndose a los gobiernos surgidos de la
revolución de independencia, evitaba enfrentamientos con la monarquía
española, pero seguramente lo crucial del asunto esa sacudirse la ley del
patronato, para la iglesia era indispensable anular la tendencia a
establecer como algo vitalicio dicha ley en las nuevas repúblicas
americanas. En Venezuela regía esa ley por cuanto era integrante de la
Gran Colombia y así lo había dictaminado el Congreso desde 1824 en
Bogotá. Para Bolívar quedaba inconclusa la instalación de una campaña
masiva que elevara la educación y la moral del pueblo.

ENFRENTAMIENTO CON EL GENERAL JOSÉ ANTONIO PÁEZ.


CONSTITUCIÓN DE 1830.

La ley de patronato se mantendría sin modificaciones en Venezuela


hasta cuando el Congreso Constituyente, instalado en Valencia y
auspiciado por José Antonio Páez promulgara la Constitución de 1830.

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Inmediatamente se suscitó una nueva desavenencia con la iglesia, la razón
del enfrentamiento fue la negativa del Arzobispo de Caracas, Monseñor
Ramón Ignacio Méndez de la Barta, donde juro obediencia a la nueva
constitución como lo estipulaba el patronato.

Páez había emitido un decreto el 17 de agosto de ese mismo en el


que manifiesta su voluntad de establecer pactos recíprocos con Colombia
siempre y cuando el “General Bolívar haya evacuado el territorio de
Colombia”. El 26 de agosto promulgo otro “Decreto que prohíbe la entrada
al territorio venezolano a los que son contrarios a la nueva causa”.

La constitución de 1830 selló definitivamente la separación entre


Venezuela y la Gran Colombia, para calibrar la temperatura política de la
época sobre las relaciones entre el estado y la iglesia católica. Se puede
señalar que la constitución no menciona providencia alguna sobre libertad
religiosa o de cultos, quizás por considerarla subsumida dentro de la
libertad de expresión o regulada por la ley de patronato eclesiástico
adoptada por la Gran Colombia en 1824, era cuestiones terrenales que
enfrentaba la iglesia católica y el estado.

ENFRENTAMIENTO ENTRE LA IGLESIA CATÓLICA Y GUZMÁN


BLANCO

Hubo un nuevo desencuentro en el año 1870 cuando se suscitó un


agrio enfrentamiento entre la iglesia y el gobierno de Antonio Guzmán
Blanco que culminó con la expulsión del Arzobispo de Caracas Silvestre
Guevara y Lita, el 28 de septiembre. El choque entre dos poderes tuvo
origen aparente en la negativa del Arzobispo de Caracas Silvestre Guevara
y Lira, el 28 de Septiembre.

Guzmán Blanco “propuso al Congreso en 1876 la creación de una


iglesia independiente de Roma”, así como algunas medidas administrativas

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que afectaban el patrimonio y el poder de la Iglesia: supresión de las
primacías que los fieles adquirían mediante pago a la Iglesia, expropiación
de parte de un convento de monjas clarisas y del Templo de la Santísima
Trinidad que sería destinado para erigir el Panteón Nacional en honor de
los héroes de la patria, restitución de la Facultad de Ciencias Eclesiásticas
a la Universidad Central, cuyos estudios eran privativos del Seminario
Diocesano, instauración del matrimonio civil, secularización de los
cementerios, destierro del Obispo de Mérida Juan Hilario Bosset por
desconocer la Ley de matrimonio civil, entre otras. El Vaticano zanjo las
discordias “induciendo” la renuncia del Arzobispado de Guevara y Lira, y
nombrando nuevo Arzobispo.

En el enfrentamiento entre Guzmán Blanco y la iglesia católica


coincidieron tres factores que afectaban, todos, el poder terrenal de la
iglesia católica:

 en primer lugar el favoritismo político del Arzobispo hacia los


denominados conservadores, herederos de la burguesía
comerciante, de los mantuanos, y de José Antonio Páez en
momentos en que los liberales celebraban el triunfo sobre sus
adversarios
 en segundo lugar la expropiación de bienes materiales del
patrimonio de la Iglesia: como conventos e iglesias y
supresión de primacías que los fieles donaban a la iglesia
 y finalmente el debilitamiento de la hegemonía administrativa
de procedimientos civiles de su esfera como el matrimonio
eclesiástico, secularización de cementerios, reserva de la
enseñanza de las materias eclesiásticas y en general
posibilidad de instaurar una iglesia independiente del
Vaticano.

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Tales acciones se enmarcaban dentro de las protestas de la Ley del
patronato vigente, que el mismo Guevara y Lira había intentado modificar
mediante un proyecto de concordato entre la santa Sede y el estado,
propuesto infructuosamente al Congreso. Este litigio ocasionó la expulsión
del Arzobispo Guevara, del obispo José Hilario Bosset, de Mérida, por
manifestarse en contra del matrimonio civil y, del sacerdote Miguel
Antonio Baralt, de la Guaira, por haber aceptado, éste último, la
instrucción presidencial de ocupar el cargo del Arzobispo Guevara y Lira.
Se imponía así la autoridad omnímoda que caracterizaba a Guzmán
Blanco quien, a no dudarlo, hubiera llevado a cabo una profundización de
todas esas medidas y otras adicionales.

ENFRENTAMIENTO ENTRE MONSEÑOR SALVADOR MONTES DE OCA


CON EL RÉGIMEN DE JUAN VICENTE GÓMEZ. 1929.

Hacia 1929 se suscitó un enfrentamiento entre el gobierno del


dictador Juan Vicente Gómez y el Obispo de Valencia Monseñor Salvador
Montes de Oca. En realidad el decreto de expulsión fue firmado por el
Presidente Juan Bautista Pérez mientras el verdadero detentador del
poder. Juan Vicente Gómez, residía en Maracay.

La causa aparente para la expulsión del Obispo fue la publicación,


en el periódico El observador de Valencia, de un artículo titulado
“Instrucción sobre el Matrimonio” en el que el Prelado recordaba la
normativa canónica sobre el matrimonio eclesiástico, destacando su
preeminencia sobre toda otra unión marital, incluido el matrimonio civil.
El Presidente aplicó la desmedida sanción de expulsión del país a
Monseñor Montes de Oca mediante decreto terminante que, entre sus
apartes decía que, la publicación del obispo:

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“se rebela contra la soberanía nacional…obra contra la Constitución y
disposiciones expresas de la ley de patronato eclesiástico al pretender
que las leyes civiles en materia de matrimonio…sean suplantadas por
máximas, cánones y principios religiosos…

La causa real fue la negativa del Obispo de Valencia de bendecir el


matrimonio civil del Presidente del Estado Carabobo, Hugo Fonseca,
divorciado de su legítima esposa, para casarse con una dama encopetada
de la sociedad valenciana. En su escrito publicado por Monseñor Montes
de Oca sólo transcribió un pasaje del evangelio en el que Jesucristo dice:

“Lo que Dios juntó no lo separe el hombre… El que se divorcia de su mujer


y toma otra es un adúltero, y si una mujer se divorcia de su marido y
toma otro es una adúltera (Marc, X, 812)”. (Decreto de Juan Bautista
Pérez. Citado por Cubillán Fonseca Luis

Y por si fuera poco remató con algo que un Vicario de Roma había
dicho en 1871:”…cualquiera otra unión entre hombre y mujer… aunque
cumpla con la ley civil, no es más que un torpe y pernicioso concubinato.”

Por razones que son de suponer las autoridades descubrieron en el


mensaje un ataque velado contra el General Gómez y con alta probabilidad
contra algunos de los más allegados de su séquito, incursos todos en
inobservancia de la norma canónica, además de que contrariaba al
Gobernador del Estado Carabobo. Justificaron con este recurso legal la
expatriación intempestiva del Monseñor el 11 de octubre de 1929.

La sanción sería levantada dos años después por el propio General


Gómez. El Obispo pertinaz regresaría a Venezuela pero, desde el mismo
Puerto de la Guaira, a su regreso a la patria insistió en la defensa de la
Doctrina católica. El primer púlpito que tuvo a su alcance le sirvió para
repetir: “Lo mismo que dije en la pastoral, condenados el matrimonio de
divorciados, por la cual fui expulsado, lo vuelvo a decir ahora”.

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Regreso a Italia prontamente y en 1942 moría fusilado por los nazis
porque el Monasterio en donde residía había concedido refugio a
perseguidos políticos del fascismo de Benito Mussolini. Se lee en las notas
biográficas consultadas que Monseñor Montes de Oca visitaba con
frecuencia a los prisioneros políticos en el Castillo Libertador de Puerto
Cabello en 1927, entre quienes se contaba el poeta Andrés Eloy Blanco,
cosa que no redundaba en aprecio y prestigio del prelado ante el dictador.
(Fundación Polar. Montes de Oca Salvador. Diccionario de Historia de
Venezuela. Tomo II pág. 998).

De pasadas vale recordar que, para la época, Monseñor Felipe


Rincón González ejercía como Arzobispo de Caracas, entre 1916 y 1936.
Era natural de la Cañada de Urdaneta de Maracaibo. Sus gestiones para
evitar la expatriación del Obispo Montes de Oca fueron infructuosas. El
Arzobispo Rincón González merece una atención especial porque,
aparentemente, su grado de amistad con el dictador Juan Vicente Gómez
atrajo a su persona y su desempeño numerosas desavenencias con la
institución eclesiástica. Murió sin conocer el resultado de una
investigación ordenada por el Vaticano para dilucidar su presunto
desempeño doloso en el manejo de los bienes de la Iglesia, acusación que
nunca fue demostrada.

Sobre su persona y sus ejecuciones existe muy poca información


bibliográfica, tal vez, con la única excepción de una tesis de Maestría en
Historia, de Mariana Blanco Rincón, en la Universidad de Lovaina, Bélgica,
utilizando como tema de la misma la curiosa historia de quien fue su tío
abuelo, se hace mención de la imposición del nombramiento del Arzobispo
Rincón por parte de Juan Vicente Gómez, en contra de la opinión de la
jerarquía eclesiástica de la época. La indulgencia de este pecado no le
resultó leve a Monseñor Rincón, luego de revisar lo relacionado con este
incidente queda en la mente el aparente interés de borrar todo vestigio
sobre la existencia y ejecuciones de este Obispo por parte de la Iglesia

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Católica en Venezuela. (Blanco Rincón Mariana. Relaciones entre el estado
y la iglesia en Venezuela).

El desencuentro entre el gobierno de la época y la iglesia católica


parece ocasionado más por la soberbia del mandatario que por cuestiones
de fondo o de doctrina propiamente porque, si bien la iglesia afirmaba
principios de doctrina, el estado reafirmaba su potestad de imponer la
vigencia del matrimonio civil de libre disolución.

Era una época en la que el poder omnímodo del dictador no toleraba


las más leve disidencia y mucho menos la violación de la ley de patronato.
Pero evidentemente saltaba la contradicción entre dos poderes cuyos
límites mal definidos eran fuente de discordia. Recuérdese que por esta
misma razón, la ley de patronato, en 1767, habían sido expulsados los
jesuitas de todos los territorios de la monarquía española de Carlos III
acusados de construir un gobierno dentro del gobierno.

Según la opinión de García Márquez, “… la voz de la iglesia, una voz que


tiene 20 siglos, sacudió la conciencia nacional y encendió la primera
chispa de la subversión”. Este hito es un ejemplo de cómo la defensa de la
causa democrática no solo es cuestión de palabras sino también, y
principalmente, de hechos por arriesgados que se presenten en
implicaciones y alcances. Los acontecimientos sucedidos merecen ser
visto en detalle porque revelan una de las notables ocasiones en las que la
iglesia católica en Venezuela protagonizó un papel político abierto,
destacado, al enfrentar la dictadura que sojuzgaba al pueblo venezolano
(Gabriel García Márquez).

CONCLUSIONES

La lucha política encarnizada que tiene lugar en Venezuela es sólo


una más de las que se han desarrollado en el mundo, y habrán de

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sucederse, movidas por los mismos intereses que han conducido al
humano desde cuando comenzó a recorrer los caminos de la tierra. No son
otros que los intereses individuales frente a los intereses generales, no son
otros que la lucha por la supremacía de una clase poderosa sobre la clase
de los desposeídos.

La dirigencia de la iglesia católica no escapa a esa lucha y


necesariamente se encuentra salpicada por sus consecuencias. ¿Habrá
existido iglesia alguna dispuesta a respaldar los movimientos de liberación
y el rechazo a la resignación de los empobrecidos? Habrá que responder
que existe en la iglesia de los barrios pobres, en la iglesia de los curas de
pueblos olvidados que acompañan a estos en sus dolores sin dejar que
muera la esperanza mediante la organización social y la lucha política por
un mundo mejor.

Dentro de la iglesia católica en Venezuela y en el resto del mundo


existen, y han existido, religiosos y religiosas, dispuestos a ofrecer su
solidaridad sincera con las causas del pueblo empobrecido, sin temor a
sufrir las represalias de superiores, para ilustrar el hecho social que la
propia iglesia se debate la misma lucha de clases.

Puede concluirse que la religiosidad popular es una manifestación


espontánea para expresar un importante aspecto de la cultura de los
pueblos, modificada o influida grandemente por la calidad de la teoría
religiosa que posea el practicante. Es a la vez una de las formas de
manifestar el estado de alineación social como elemento de sujeción, de
control de forma religiosa, que se transforma en sujeción para maniatar la
de necesidad de liberación.

BIBLIOGRAFIA

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