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De qué se trata

Nadie que se dedique seriamente a la economía puede prescindir de esta obra opulenta. En más de 800
páginas La riqueza de las naciones se presenta al lector como un hito clásico, pragmático y fácilmente leíble
de la historia económica. La obra y su autor Adam Smith circulan por todos los libros de texto sobre
economía. Sin embargo, las tesis de Smith –que hoy día se citan a menudo de manera fragmentaria o incluso
incorrecta– despliegan toda su fuerza innovadora social y económica solo en contexto. En una época en la
que los estados nacionales absolutistas se estaban apoderando de las reservas mundiales de metales
preciosos y trataban de aumentar su propia riqueza con una política de exportación dirigista, Smith
desarrolló una idea completamente nueva sobre la riqueza de un país: la fuente de la riqueza de un país no
es el oro, sino el trabajo realizado por sus habitantes. Impulsada por el interés personal de los individuos, la
actividad económica del mercado debe equilibrarse como si estuviera guiada por una “mano invisible”. El
Estado únicamente debe proporcionar determinados bienes públicos y un marco regulatorio. Aun cuando la
imagen de Smith de una armonía económica y social se ha resquebrajado un poco con el tiempo, en los
últimos 250 años sus ideas han inspirado a economistas reconocidos como David Ricardo, Vilfrido Pareto,
Friedrich August von Hayek y Milton Friedman.

Ideas fundamentales
En 1776 Adam Smith sentó las bases de la economía política clásica con su obra La riqueza de las naciones.
Critica la intervención dirigiste del mercantilismo en la estructura económica; rechaza los aranceles
proteccionistas y otras medidas que obstaculizan el libre comercio.
 El sistema del mercantilismo protege solo a los productores, mientras que los consumidores
resultan perjudicados.
 En Smith el intercambio de personas y la división del trabajo son prerrequisitos importantes para la
producción eficiente y el intercambio de bienes.
 El intercambio de bienes requiere un mercado que cuanto más grande sea, mejor funcionará el
intercambio de mercancías.
 El dinero como medio de intercambio reduce los costos de transacción porque es ampliamente
aceptado y duradero.
 El valor real de un bien es el valor del trabajo que contiene; este precio real no fluctúa, mientras
que el precio nominal está sujeto a cambios.
 El precio de mercado surge del acuerdo entre proveedores y compradores.
 La parte de los activos utilizados para obtener ganancias se denomina capital.
 Cuanto más libremente pueda actuar la gente respecto a la economía, más productiva y eficiente
será.
 El Estado no debe intervenir en la economía, sino únicamente proporcionar defensa nacional,
jurisprudencia y determinadas instituciones públicas.
 La riqueza de las naciones inspiró a muchos representantes de la economía política clásica y
neoclásica; por ejemplo, a Ricardo, Mill, Pareto, Von Hayek y Friedman.

Resumen

El progreso a través de la división del trabajo


La división del trabajo ha mejorado considerablemente la productividad. En lugar de que un trabajador
individual produzca un producto él solo, la producción también se puede dividir en pasos individuales y
distribuirse entre varios trabajadores. Por ejemplo, un trabajador no calificado tal vez pueda producir unos
pocos alfileres al día. Esta actividad incluye 18 pasos de trabajo distintos. Pero si 18 trabajadores realizan
solo uno de estos pasos a la vez, ¡pueden terminar con miles de alfileres al final del día! De hecho, la división
del trabajo es uno de los mayores logros de una sociedad progresista. Se formó porque las personas son
propensas por naturaleza a intercambiar bienes. Cada individuo tiene diferentes talentos y, con ayuda de la
economía de trueque, la gente podría especializarse en determinadas actividades: el panadero hornea pan,
el sastre proporciona ropa, el carnicero, carne, y demás.
El mercado y la invención del dinero
Para que el trueque funcione se necesita un mercado donde los proveedores y los compradores se reúnan.
El tamaño del mercado tiene una influencia directa en la escala de la división del trabajo. Si el mercado es
muy pequeño, la especialización no funciona. En un pueblo pequeño, por ejemplo, nadie necesita un
cargador, pero, en cambio, en una gran ciudad hay una gran demanda de ellos. Donde hay vías navegables,
el comercio recibe un buen impulso. Un barco transporta mercancías más rápida y eficazmente y a mucha
mayor distancia que lo que sería posible con carretas. Pero para cualquier comerciante, la rapidez puede ser
un problema: ¿Qué hace si no encuentra un socio con quien comerciar? La solución fue la invención del
dinero como medio de intercambio. Al principio se utilizaron como moneda productos naturales, como el
ganado o la sal, pero a la larga se empezaron a usar metales preciosos. Para prevenir el fraude los metales
preciosos se calibraban y se marcaban con grabados oficiales, así surgió la moneda acuñada.

Precio natural y precio de mercado


Sin embargo, a pesar del dinero, lo que expresa el verdadero valor de un producto es lo que le cuesta a una
persona determinada la producción de este bien, cuyo valor corresponde al trabajo y esfuerzo que se
requiere para producirlo. Por ejemplo, si para matar a un castor se requiere el doble de esfuerzo que para
matar a un venado, entonces, el castor vale dos ciervos. Por tanto, el valor real es el trabajo expresado en el
valor de cambio. Este valor de un bien no fluctúa, porque siempre se le asocia la misma cantidad de trabajo:
este es el precio real de una mercancía. En cambio, el precio nominal sí puede fluctuar, por ejemplo, por la
pérdida de valor del oro o la plata. Dependiendo de la riqueza o pobreza de una sociedad, los bienes
generan precios típicos que corresponden aproximadamente al valor de los costos involucrados. Este es el
precio natural de un producto.
La oferta y la demanda
Por lo general, el vendedor quiere obtener utilidades por la venta del producto. Si el vendedor no logra
obtener este margen de beneficio, debe vender sus bienes al llamado precio de compra. Esto, por supuesto,
es realmente molesto, porque podría haber invertido su dinero en otros bienes. La ganancia perdida es
también su pérdida. El precio de mercado es el precio que realmente se puede obtener y depende de la
relación entre la oferta y la demanda en el mercado. Si la oferta predomina, los precios caen. Por el
contrario, los precios suben si la oferta es escasa. Si la oferta y la demanda están en equilibrio,
probablemente la mercancía cambiará de propietario al precio natural. Si un proveedor logra crear un
monopolio, puede mantener la oferta de un producto artificialmente baja y conseguir así el precio.
La remuneración del trabajo
Antes de que la tierra se convirtiera en propiedad privada y se acumularan grandes cantidades de capital en
manos de gente rica, todas las ganancias de su trabajo le pertenecían al trabajador. Pero hoy día cualquiera
que haga uso de los terrenos debe ceder parte de sus ganancias. Lo mismo se aplica a los que trabajan para
otros: el empresario siempre retendrá parte de las ganancias del trabajo. Por supuesto, puede haber
desacuerdos respecto al salario entre los empleadores y los empleados. Pero una cosa debe ser cierta: el
salario nunca debe estar por debajo del nivel de subsistencia. Junto al mercado de bienes, también existe un
mercado laboral. Si aumenta la demanda laboral, los empleadores competirán entre sí para contratar a los
mejores.
La composición y el uso del capital
Cuando aun no se había implementado la división del trabajo, nadie necesitaba capital ni acopio de
provisiones. Si la gente tenía hambre, cazaba; si necesitaba ropa, utilizaba pieles de animales, y demás. Pero
desde que se introdujo la división del trabajo, fue necesario almacenar provisiones: materias primas para su
trabajo, alimentos y vestimenta para la familia. Los que tienen más de lo necesario tratarán de obtener
beneficios de este excedente. Esto se convierte en su capital. Se pueden distinguir dos tipos de capital.
Cuando producimos bienes, hablamos de capital circulante. Las máquinas, las herramientas o los terrenos se
denominan capital fijo o activos fijos. Lo mismo que se aplica al capital de las personas se aplica al capital de
todo el país, pero existe una parte de la riqueza de un país que se utiliza de inmediato y no produce
utilidades. La segunda parte son los activos fijos que consisten, por ejemplo, en la maquinaria, los negocios,
los terrenos e incluso las habilidades de sus ciudadanos. El capital circulante del país está compuesto por
todo el dinero circulante, sus reservas de provisiones, los bienes a medio terminar y los terminados. En
cuanto al dinero, el papel moneda es mucho más fácil de producir y mantener que las monedas de oro y
plata. Además, el papel moneda es igual de eficiente, conveniente y seguro, siempre y cuando el poder
adquisitivo del dinero siga siendo el mismo.
La decadencia de la agricultura
Existe un orden natural que controla el uso del capital. Las personas que viven de los frutos del trabajo en el
campo deben invertir, en realidad, la mayor parte de su fortuna en la agricultura. Así, el comercio, incluso el
comercio exterior con otros países, pasaría a segundo plano para ellas. Pero este orden se revirtió cuando se
desarrollaron los estados europeos modernos. En ese entonces, el comercio exterior estimuló al comercio y
juntos llevaron a mejoras importantes en la agricultura. Pero después de la caída del Imperio romano, el
cultivo de la tierra y la crianza de ganado empezaron a tambalearse en la historia de Europa. Los bandidos
que destruyeron el Imperio también desarticularon el fructífero comercio entre las ciudades y la población
rural. Como consecuencia, las ciudades se debilitaron y los agricultores abandonaron sus campos.
La libertad y la propiedad
Europa Occidental cayó víctima de la pobreza y algunos grandes terratenientes se apoderaron de los campos
en barbecho. La tierra perdió su importancia como medio de subsistencia y se convirtió en un símbolo de
poder y protección. Los agricultores de esa tierra se subordinaron a sus señores feudales, los terratenientes,
de muchas formas: los señores feudales eran dueños no solo de la tierra, sino también de las semillas y el
ganado. Básicamente, los agricultores eran poco más que esclavos y nunca se hacía nada más que lo
necesario, porque la gente solo se esfuerza y hace todo lo posible para que su cosecha sea rica si puede
disfrutar de los frutos de su trabajo. Cada grado de libertad adicional que se dé a los agricultores llevará
también a una mayor productividad, una mejor cosecha y, en resumen, a mayor riqueza.
El surgimiento de las ciudades
A diferencia de la población rural, los habitantes de la ciudad obtuvieron libertad e independencia mucho
antes. Los artesanos y comerciantes que vivían en las ciudades eran favorecidos a veces por sus protectores
mediante la exención del peaje en puentes y pasos, el impuesto de capitación y otros tributos. Los
habitantes de las ciudades también eran libres en otras formas: podían elegir representantes populares,
unirse en comunidades y decidir por sí mismos quién heredaría todos sus bienes.
“Es posible que la división del trabajo incremente y mejore las fuerzas productivas del trabajo más que
cualquier otra cosa””.
Los citadinos podían construir muros y establecer sus propias defensas, mientras que los agricultores
estaban sin protección ante cualquier intrusión. Sin embargo, el aumento de las ciudades también benefició
a la población rural, ya que estas ofrecían un mercado adecuado para los productos agrícolas. Los habitantes
de las ciudades compraban tierras en barbecho y las cultivaban; el orden, las leyes y la seguridad de las
ciudades se extendieron a todos los pueblos de los alrededores.
Los defectos del sistema mercantil
En el sistema económico mercantil hay dos puntos fundamentalmente erróneos, a los que, sin embargo,
varios países se apegan ciegamente. Primero, una nación se considera rica si posee mucho oro y plata. Por
eso, el objetivo declarado de muchos países es acumular grandes cantidades de metales preciosos. Por
ejemplo, las exportaciones de estos metales estaban estrictamente prohibidas o, por lo menos, se gravaban
con altos impuestos. Afortunadamente, los comerciantes señalaron que, aunque al principio pagaran con
oro las mercancías, revenderlas a otros países traería aun más oro para su propio país. Por consiguiente,
Inglaterra retiró las prohibiciones de exportación de metales preciosos. No obstante, después se introdujo
una práctica mucho más funesta: la balanza comercial positiva. Se prefiere exportar que importar. Para ello,
se prohibió la importación de todos los bienes que se podían producir en el propio país, así como importar
bienes de países con los que se tuviera una balanza comercial negativa. Al mismo tiempo, se fomentaron las
exportaciones de diversas maneras:
Se otorgaron reembolsos a los exportadores si sus productos estaban originalmente sujetos a una tasa.
Se concedieron primas a algunos oficios.
Mediante contratos comerciales especiales, se otorgaron privilegios a los productos nacionales en el
extranjero.
Se fundaron colonias para construir monopolios allí.
“El trabajo es, por tanto, la medida real o verdadera del valor de cambio de todas las mercancías””.
Sin embargo, todo este sistema mercantil es una estructura engañosa y sumamente peligrosa, pues solo
beneficia a los productores y comerciantes, pero descuida a los consumidores. A fin de cuentas, los
consumidores se beneficiarían si los productos nacionales compitieran con los importados.
Las tareas del Estado
Los intentos del Estado por impulsar o restringir la economía en diferentes sectores son perjudiciales, ya
que, en lugar de fomentar el progreso, lo coartan. El objetivo debe ser el libre desarrollo de todos los
participantes del mercado. Mientras cumplan con las leyes y normas, deberían estar expuestos al libre juego
de las fuerzas del mercado. Por supuesto, el Estado tiene tareas específicas que los individuos privados
nunca podrían realizar, que son las siguientes:
Defensa nacional – La primera obligación del Estado es proteger a sus ciudadanos contra ataques hostiles.
Para ello, debe tener un ejército o, por lo menos, una milicia.
Justicia – Para que impere la ley y prevenir la violencia entre ciudadanos, el Estado debe proporcionar
tribunales, administración judicial y policía.
Instituciones públicas – El Estado debe hacerse cargo de todas las instituciones en las que los individuos
privados no pueden obtener utilidades. Estas incluyen escuelas y universidades, pero también iglesias,
calles, puentes y canales.
“El hombre depende de su trabajo para vivir y su salario debe ser lo bastante alto para que por lo menos
pueda sobrevivir con él””.
Para que el Estado pueda llevar a cabo estas tareas, depende de los ingresos fiscales. Son admisibles los
impuestos sobre pensiones, utilidades y salarios. El principio más importante de los impuestos es que estos
deben imponerse en una proporción predeterminada y lógica de los medios de los ciudadanos. Solo se
puede gravar la parte de los ingresos ganada bajo la protección del soberano.
Acerca del texto
Estructura y estilo
Adam Smith dividió su obra principal en cinco libros, cada uno de los cuales contiene entre tres y once
capítulos. En el primer libro analiza los métodos de perfeccionamiento de la productividad y la distribución
del trabajo entre los diferentes sectores de la población. En el segundo, explora la pregunta de qué papel
desempeña el capital y cómo se puede utilizar. El tercero trata de la diferente distribución de la riqueza en
distintos países. En el cuarto, Smith aborda el lado político de la economía y, finalmente, en el quinto y
último libro discute el papel que debe desempeñar el Estado en el sistema económico. Si bien es cierto que
Smith se dirige a los conocedores de la materia, también quiere ser comprendido por los lectores que no son
expertos. Aunque al principio las más de 800 páginas del libro pueden parecer desalentadoras, se dan
muchos ejemplos obvios que hacen que, incluso hoy, la obra sea fácil de leer.
Planteamientos de interpretación
Adam Smith considera que el egoísmo es la fuerza motriz central para la riqueza de un país: cualquier
persona que actúa egoístamente también sirve de manera indirecta a la comunidad. Con esto, Smith se
opone a la ética cristiana que condena el afán de riqueza como inmoral.
Adam Smith redefinió la riqueza nacional: lo decisivo no son las reservas de dinero ni los recursos naturales,
sino el potencial inmaterial, es decir, la mano de obra colectiva.
Smith tuvo un fino olfato para un cambio de tendencia importante: la división industrial del trabajo, que
constituye el concepto clave de su teoría, a pesar de que la economía real de su época aún no estaba
organizada mediante una división del trabajo.
Contrariamente a lo que se afirma con frecuencia, Smith no considera que el Estado sea prescindible. Por el
contrario, todas las tareas que no ofrecen utilidades para las personas privadas solo pueden ser llevadas a
cabo en la medida suficiente por el Estado.
Sin embargo, Smith rechaza la constante injerencia del Estado en la estructura económica de los
participantes del mercado, desalentada por el caos normativo del mercantilismo.
Smith sigue el proyecto de una “economía política”. Esto significa que la economía y la política están
inextricablemente unidas, pero que el Estado no debe regular la economía, sino dejarla a los intereses
propios de los ciudadanos.
La obra de Smith se considera precursora del liberalismo económico y el capitalismo. Sin embargo, se
encuentra muy al principio de este desarrollo y no podía prever con toda claridad que también es posible la
falla del mercado y que las regulaciones del mercado se pueden justificar.
Antecedentes históricos
La política económica del mercantilismo
Cuando el tratado de Adam Smith apareció en 1776, en casi toda Europa prevalecía una política económica
llamada mercantilismo. Ya desde finales de la Edad Media, se habían desarrollado los estados nacionales
absolutistas. Si bien no todos los gobernantes absolutistas eran tan radicales como el rey francés Luis XIV,
que acuñó el famoso dicho de “L’État c’est moi” (El Estado soy yo), todos los gobernantes absolutistas
buscaban la riqueza que requerían para la Corte, el ejército y todo el aparato estatal. El prerrequisito
material para esto era el uso productivo de los recursos del país, para lo cual no existía un concepto
uniforme ni tampoco una teoría científica. Esto llevó a diferentes variantes de esta política económica en
distintos países (por ejemplo, la camerística restrictiva en el Imperio alemán y el mercantilismo más bien
moderado en Inglaterra).
Básicamente, el mercantilismo se trata de una economía de administración centralizada, en la que el Estado
se involucraba de manera dirigida en el ciclo económico. Algunas de las medidas estatales fueron el
establecimiento de precios mínimos y máximos, una política de expansión de la población (facilidades para
la inmigración y prohibición de la emigración) y la promoción de los oficios, la agricultura y el comercio. Los
sectores de la economía particularmente prometedores fueron convertidos en monopolios por el Estado y
se establecieron subsidios y aranceles para proteger la economía nacional. En particular, el comercio
exterior se convirtió en el centro de la política. En todas las circunstancias debían lograrse excedentes de
exportación, es decir, se quería establecer una balanza comercial positiva. Paralelamente, en el propio país
se acumulaban grandes cantidades de metales preciosos, incluso a través de la explotación de las colonias.
Con su teoría, Adam Smith cambió de manera decisiva el punto de vista de la política económica. Su idea del
libre comercio y la política del laisser-faire encontraron cada vez más seguidores a principios del siglo XIX.
Historia de la influencia de la obra
Se puede decir con todo derecho que el libro de Adam Smith representa uno de los pilares teóricos más
importantes del sistema capitalista. Smith se opuso a la política de intromisión del mercantilismo y fundó así
la doctrina de la economía política. Desarrolló las principales ideas de la teoría económica clásica que luego
siguieron desarrollando economistas como David Ricardo (1772-1823) y John Stuart Mill (1806-1873). La
teoría del valor del trabajo de Smith, que mide el valor de una mercancía según el trabajo invertido en ella,
fue adaptada por Karl Marx (1818-1883) para su propia ley del valor.
A mediados del siglo XIX, la teoría económica neoclásica continuó desarrollando las ideas de la economía
política clásica. Uno de sus representantes más importantes fue Vilfredo Pareto (1848-1923). Los neoclásicos
cambiaron el centro de la teoría del valor del trabajo a la utilidad marginal que un consumidor le asigna a
una mercancía.
Los principios de Smith acerca de la división del trabajo y la libertad de comercio, así como sus ideas sobre la
dinámica del mercado y las funciones del dinero siguen teniendo efecto hasta nuestros días. Economistas
como Paul Samuelson (1915-2009), Friedrich August von Hayek (1899-1922) y Milton Friedman (1912-2006)
redescubrieron a Smith para nuestra época y propagaron sus ideas como la base de una política económica
pragmática.
Según el economista austriaco Joseph Alois Schumpeter (1883-1950), La riqueza de las naciones de Adam
Smith es “el libro más exitoso sobre las ciencias económicas, es decir, la obra científica más exitosa
publicada hasta hoy, con la posible excepción de El origen de las especies de Darwin”.

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