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Guía para terapeutas y consejeros familiares

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1.Discapacidades físicas y sensoriales. Alberto Espina / Asunción Ortego

2.Vocabulario básico de orientación y terapia familiar. José A.Ríos (coord.)

3.Familia, evaluación e intervención. Silvia López / Valentín Escudero

4.La transmisión de modelos familiares. Adriana Wagner (coord.)

5.La adopción: situación y desafíos de futuro. Jesús García Alba (coord.)

6.Los ciclos vitales de la familia y la pareja. José A.Ríos

7.Psicoterapia de parejas. Pedro Jaen / Miguel Garrido

8.Terapia familiar breve. José L.Rodríguez-Arias / María Venero

9.La pareja: modelos de relación y estilos de terapia. José A.Ríos

10.Un modelo de intervención sistémica en la escuela. Ma del Pilar Berzosa

11.Instrumentos de evaluación familiar manual. Equipo EIF

12.Intervención psicoeducativa con familias. Félix Loizaga (coord.)

13.La relación familia-escuela. Silvia López

14.Manual de evaluación familiar y de pareja. Alberto Espina

Alberto Espina

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Guía para terapeutas y consejeros familiares

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Introducción

Capítulo 1

EL ECOSISTEMA

1. El contexto ecológico

2. Individuo

Bibliografía

Capítulo 2

EL MODELO SISTÉMICO

1. Teoría de la Comunicación Humana

2. Teoría General de los Sistemas

3. Teoría de los Grupos

4. Teoría de los Tipos Lógicos

5. La evolución del modelo sistémico. De la primera cibernética al construccionismo


social

6. La segunda cibernética

7. El construccionismo social

Bibliografía

Capítulo 3

TEORÍAS SOBRE EL DESARROLLO Y LA FAMILIA SURGIDAS DESDE EL


PSICOANÁLISIS Y LA ETOLOGÍA QUE HAN INFLUIDO EN LA TERAPIA
FAMILIAR SISTÉMICA

1. Las relaciones primitivas desde el modelo psicoanalítico

5
2. Las fases del desarrollo psicológico según Mahler

3. Teoría del apego

4. Pautas parentales de crianza

5. La transmisión generacional en las familias

Bibliografía

Capítulo 4

LAS EMOCIONES

1. Alexitimia

2. Empatía

3. Emoción expresada (EE)

4. El terapeuta y las emociones

Bibliografía

Capítulo 5

LA PAREJA

1. Sobre la elección de pareja

2. El amor

3. El enamoramiento

4. Tipos de amor

S.La sexualidad en la pareja

Bibliografía

Capítulo 6

ESTRÉS Y APOYO SOCIAL

Bibliografía

6
Capítulo 7

EL DUELO

1. Manifestaciones del duelo normal

2. Duelo y familia

Bibliografía

Capítulo 8

TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD Y PSICOPATOLÓGICOS

1. Personalidad y trastornos de personalidad

2. Psicopatología

Bibliografía

Capítulo 9

EL GENOGRAMA

1. Formato del genograma

2. Tipos de genogramas

3. Pautas que observar en el genograma

Bibliografía

Capítulo 10

LA ESCULTURA COMO TÉCNICA DIAGNÓSTICA

1. Tipos de escultura

2. Técnicas psicodramáticas utilizadas en el proceso de la escultura

3. Análisis de la escultura

Bibliografía

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Capítulo 11

GUÍA PARA LA EVALUACIÓN FAMILIAR

1. Evaluacion de la demanda

2. Analisis de las primeras entrevistas con la pareja o familia

3. Evaluacion de la familia o pareja

4. Planificacion terapéutica

S.Intervenciones del terapeuta

6. Evaluacion de los resultados

7. Desarrollo de la guía de evaluación familiar

8. Análisis de las primeras entrevistas con la pareja o familia

9. Evaluación de la familia o pareja

Bibliografía

Capítulo 12

ESCALAS DIAGNÓSTICAS

1. Escalas de evaluación clínica para el modelo circunflejo de los sistemas maritales y


familiares (CRS)

2. Escala de evaluación del ajuste didáctico

3. Valoración de las pautas parentales de crianza

4. Valoración de la alexitimia

5. Valoración de sintomatología psiquiátrica

6. Evaluaciónde la autoestima

7. Escala para evaluar el cambio

8. Técnicas usadas en terapia familiar y de pareja

8
Bibliografía

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Este manual es fruto del desarrollo que he ido haciendo desde que comencé a formar
terapeutas de familia y pareja, allá por 1985. En su inicio eran unos apuntes que
pretendían facilitar la enseñanza, ofreciendo esquemas para poder evaluar a las familias
y parejas. Posteriormente, en 1993, lo amplié como material del Máster de Terapia
Familiar y de Pareja de la Universidad del País Vasco que dirigí hasta venir a vivir a
Málaga en 2003.

A lo largo de todos estos años he ido añadiendo y quitando cosas con vistas a ofrecer
a los alumnos una guía que permita tener en cuenta y evaluar los diferentes aspectos del
ecosistema que considero importantes para ayudar a las familias y parejas que nos
consultan. He incluido al individuo, pues las familias están constituidas por personas con
su propia idiosincrasia, al igual que a otros contextos que conforman el ecosistema.

He incluido temas sobre la familia que he ido trabajando en investigaciones y


artículos teóricos, intentado sintetizar en un libro lo que me parece, hoy en día, que se
debe tener en cuenta y conocer para hacer terapia familiar y de pareja desde una
perspectiva integradora (ecosistémica), para poder hacer una terapia cortada a la medida
de la familia/pareja, lejos de los re duccionismos que a veces marcan las escuelas en su
lucha por ser la única y mejor.

No he hecho referencia a instrumentos de medida que se muestran en dos excelentes


libros de esta colección y a los que remito al lector:

-Equipo EIF (2008). Manual de instrumentos de evaluación familiar. Madrid.


Editorial CCS.

-López, S. y Escudero, S. (2003). Familia, evaluación e intervención. Madrid.


Editorial CCS.

Así mismo, remito al lector a otro libro de esta colección que ofrece un diccionario
actualizado de términos utilizados en la terapia familiar y es de gran ayuda para no
perderse entre tanta terminología:

-Ríos, J. A. (2003). Vocabulario básico de orientación y terapia familiar. Madrid.


Editorial CCS.

También puede ser de gran utilidad para complementar este manual, otro libro de

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este último autor:

-Ríos, J. A. (1992). Manual de orientación y terapia familiar. Madrid. Instituto de


Ciencias del Hombre.

A diferencia de los libros de la colección, he ubicado la bibliografía después de cada


capítulo para facilitar su acceso en cada tema particular.

Seguro que me he dejado muchas cosas y que he puesto otras que pueden parecer
innecesarias, pero lo escribo hoy. Mañana quizá mi visión cambie y vea desde otras
perspectivas, pero en este manual recojo lo que me ha servido para ayudar a alumnos y
familias, a unos a aprender y a otros a mejorar su vida.

Espero que te sirva de ayuda para poder ayudar mejor.

Alberto Espina

Centro de Psicoterapia y Estudio de la Familia de Málaga


www.centrodepsicoterapia.es

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En este capítulo vamos a describir brevemente conceptos y teorías referidos a la familia
y al ecosistema que creemos necesarios para una adecuada evaluación.

1. EL CONTEXTO ECOLÓGICO

El contexto ecológico es el medio en el que se juegan las relaciones y está formado por
diferentes sistemas abiertos. Los sistemas abiertos son aquellos que intercambian
información con su medio, el cual constituye su universo. Los miembros que lo integran
pueden formar parte del medio de otro sistema. El ambiente ecológico está compuesto
por (Bronfembrenner, 1979):

•Microsistema. La interacción es directa e incluye patrones de actividades, roles y


relaciones interpersonales. Por ejemplo, la guardería para el niño.

•Mesosistema. Sistema de microsistemas, que incluye las interrelaciones de dos o


más entornos en los que la persona participa activamente. Aquí se ubicaría la
familia.

•Exosistema. Sistemas que influyen en el entorno en el que vive una persona pero en
el que no participa activamente. Un ejemplo sería el trabajo de uno de los padres.

•Macrosistema. Cultura, subcultura, sistema de creencias e ideología que da


coherencia a un sistema de menor orden.

Los problemas y relaciones deben ser «leídos» en su contexto personal y social; para
ello, el estudio del ecosistema en el cual surgen y se desarrollan es de capital importancia
para hacer una evaluación que permita diseñar una intervención «cortada a la medida».
En la figura 1 se pueden ver los sistemas que componen el ecosistema mediados por el
factor tiempo.

FIGURA 1

EL CONTEXTO ECOLÓGICO

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La evaluación de un sistema incluye todos estos niveles, concretados en el individuo,
la familia nuclear, la familia extensa, el contexto comunitario, la subcultura y la cultura.
En la intervención terapéutica se crea un sistema temporal, el sistema terapéutico, que
brinda apoyo afectivo e instrumental, ya sea éste un acompañamiento más o menos largo
en el tiempo o una intervención en un momento de crisis.

Para cada sistema existen técnicas de evaluación pertenecientes a diferentes modelos

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teóricos y disciplinas. En la evaluación se debe localizar el sistema-clave disfuncional y
los sistemas disfuncionales secundarios, observar si existen sistemas que inciden
negativamente en el sistema-clave, el momento evolutivo, los factores estresantes y la
red social de apoyo, todo lo cual permite el abordaje de los sistemas implicados,
estableciendo un orden de prioridades y una estrategia de intervención.

A lo largo de este manual vamos a ir describiendo los diferentes sistemas y las


implicaciones que tiene su estudio para la evaluación y planificación de la intervención.
Ahora vamos a referirnos brevemente al contexto ecológico y a los diferentes niveles
que hay que tener en cuenta al evaluar a un individuo.

En el individuo, Slaikeu (1984), propone diferentes áreas para evaluar: Conductual,


Afectiva, Somática, Interpersonal y Cognitiva, todo lo cual constituye el perfil CASIC
de la personalidad. El estudio de estas áreas permite realizar una evaluación global de la
persona, que sirva de referencia para diseñar una intervención específica en la que no
dejemos de lado algún elemento sobre el cual intervenir y en el que apoyarnos.

El individuo está inmerso en un contexto amplio en el que los diferentes sistemas


que lo componen influyen y son influidos por él, de manera que en la evaluación
exploraremos en detalle el ecosistema y las relaciones entre los diferentes sistemas. La
familia nuclear y la extensa. Desde el modelo sistémico, la familia es conceptualizada
como un sistema interaccional insertado en un contexto interdependiente. La familia
posee una estructura organizativa compuesta por subsistemas, entre los que existen unos
límites más o menos claros y una jerarquía que rige la vida familiar y el reparto de roles
y funciones. Dentro de esa estructura tienen lugar una serie de procesos, regidos por
diferentes estilos comunicacionales, asociados a la vida emocional e instrumental de la
familia y que determinan el grado de rigidez o flexibilidad del sistema.

Dentro del contexto comunitario, el sistema socioprofesional y escolar pueden ser el


sistema-clave disfuncional y directa o indirectamente debemos intervenir en ellos, otras
veces pueden ser fuentes de apoyo o estrés. Por ejemplo, un cambio de trabajo,
escalafón, colegio, conflictos institucionales, etc. El sistema jurídico está implicado en
casos de divorcio, adopción, criminalidad..., y la definición de la posición del terapeuta
con sus objetivos debe ser prioritaria para evitar disparidad de criterios que atasquen la
resolución del problema. Los seguros públicos o privados también pueden formar parte
del contexto terapéutico; por ejemplo, cuando el paciente está obteniendo una baja o
pensión de invalidez por el trastorno y las ventajas que ello suponen se convierten en un
freno a la resolución del mismo. Las instituciones asistenciales pueden ser un punto de
apoyo o generar más estrés. El derivante es posible que favorezca el cambio o, por el

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contrario, tal vez jugar un rol homeostático al estar atrapado en el juego familiar
(Selvini, 1986). Las instituciones hospitalarias o ambulatorias pueden colaborar en el
tratamiento o producirse rivalidades que dificulten el cambio. Carl y Jurkovic (1983)
hablan del «triángulo entre agencias» para referirse a situaciones triangulares que
implican a una familia y a dos sistemas de servicios; este conflicto entre agencias surge
después de que haya aparecido un conflicto entre una agencia y su cliente, de manera
que la otra agencia sirve para diluir el estrés. En estos casos es frecuente que los
terapeutas atribuyan las dificultades a la familia en lugar de abordar el problema entre las
agencias implicadas.

Respecto a la subcultura (clase social, religión, raza) y la cultura (medio, país),


destacar que el terapeuta estará atento a los valores del sistema en el que interviene para
respetarlos y acomodarse a ellos, evitando que sus propios valores distorsionen la
percepción del contexto en el cual interviene.

Vamos a ir viendo cada sistema para describir aspectos que deben ser tenidos en
cuenta a la hora de realizar una evaluación que permita una intervención adecuada.

2. INDIVIDUO

La personalidad CASIC (Slaikeu, 1984) permite tener en cuenta los diferentes niveles de
la persona y es de gran utilidad para una evaluación ecosistémica.

•(C) Subsistema conductual. Se refiere a las actividades manifiestas. Se evalúan los


excesos y deficiencias, capacidad o incapacidad en particular; se analizan los
antecedentes y las consecuencias de las conductas clave.

•(A) Subsistema afectivo. Se refiere a los sentimientos hacia cualquier aspecto de la


vida en general o respecto de un suceso traumático. Se evalúan la congruencia
social, si se expresan o no y si son apropiados a las circunstancias.

•(S) Subsistema somático. Se refiere a todas las sensaciones corporales. Se evalúan


las correlaciones entre la angustia psicológica y/o problemas físicos y los
problemas que un estado de crisis ha agravado.

•(1) Subsistema interpersonal. Se refiere a la cantidad y calidad de relaciones


sociales. Se evalúan la resolución del conflicto, el modo de relación interpersonal
o el papel asumido con las diversas personas.

•(C) Subsistema cognitivo. Se refiere a los procesos mentales. Se evalúan metas

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vitales, pensamientos recurrentes, racionalización, sobregeneralización,
pensamiento irracional o pensamiento psicótico.

TABLA 1

NIVELES DE LA PERSONALIDAD CASIC

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•Conducta. Se exploran los hábitos de vida: alimentación, sueño, vida sexual,
ejercicio, trabajo... Las formas de afrontamiento del estrés, uso de substancias, el
manejo de la agresividad, auto y heteroagresividad, ocio y tiempo libre. El
modelo conductual, con las teorías del condicionamiento clásico, operante y el
aprendizaje social, aporta una guía útil para evaluar observacionalmente la
conducta, mientas que los modelos psicoanalítico y fenomenológico-existencial
se adentran en las motivaciones conscientes e inconscientes que generan las
conductas.

•Afecto. Las emociones condicionan en gran medida las relaciones, el bienestar y la


salud. Detectar los estados emocionales será tarea del terapeuta. Las emociones le
ofrecerán las claves de las relaciones, y su adecuado manejo le permitirá realizar
una buena acomodación empática que ayudará a construir el sistema terapéutico.

En primer lugar, detectar las seis emociones básicas: alegría, tristeza, ira, miedo,
asco y sorpresa, para adentrase en la complejidad de los estados emocionales y
sentimientos. Es importante ver qué emociones se muestran y cuáles se ocultan,
muchas veces, detrás de otra emoción, por ejemplo, la ira que oculta el miedo o la
tristeza. La adecuación o no de las emociones al contexto relacional y las
incongruencias entre los lenguajes digital y analógico serán objeto de especial
atención. El modelo psicoanalítico y la corriente fenomenológica-existencial se
han adentrado en el mundo emocional desmarañando la complejidad de las
vivencias y relaciones emocionales. (Ver apartado sobre las emociones.)

•Soma (cuerpo). A la hora de valorar el estado somático deberemos conocer las


enfermedades somáticas que padezcan los sujetos que nos demandan ayuda y su
familia. Es muy frecuente que la familia padezca algún grado de estrés, lo cual
puede descompensar enfermedades previas, por ejemplo, hipertensión arterial. El
terapeuta debe interesarse por la salud física de la fami lia, pues de esa forma
recoge una información valiosa que puede o no estar asociada al problema y,
además, realiza una buena acomodación interesándose por ellos. La derivación al
médico se impone en muchos casos. No está de más que el terapeuta recabe
información sobre las enfermedades que pueda padecer algún miembro de la
familia para ver qué consecuencias puede producir el estrés en ellas y cuáles son
los hábitos de vida saludables. En los trastornos de la conducta alimentaria es de
obligado cumplimiento.

Es importante conocer cuáles son los mecanismos de adaptación del organismo


ante situaciones estresantes, para entender consecuencias somáticas y para

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explicar a la familia los fenómenos que están ocurriendo en ellos, lo cual resulta
tranquilizador. (Ver apartado sobre estrés y apoyo social.)

•Relaciones interpersonales. Las relaciones familiares, con amigos, vecinos,


compañeros de trabajo..., nos hablarán de fuentes de apoyo y estrés. Los estilos de
afrontamiento y los modos relacionales, influidos por el contexto y los tipos de
personalidad, construidos en las relaciones tempranas, serán objeto de estudio en
este apartado. Para evaluar el contexto relacional seguiremos los modelos teóricos
aplicados a los mismos: familia, pareja, instituciones... Nos referiremos a las
relaciones interpersonales más adelante.

•Cognición. El sistema de creencias, filosofía de la vida, valores y mitos, heredados


de las relaciones familiares, fantasías y sueños actuales, imágenes mentales del
pasado o futuro, autoimagen, propósitos de la vida y razones de su validez,
distorsiones cognitivas, creencias irracionales, actitud general hacia la vida...

El sistema familiar de creencias, valores y mitos ha sido desarrollado a través de


generaciones y ha ido construyendo su historia dentro del medio cultural en el que está
insertado. Esta historia incluye la percepción que tiene la familia de la realidad interna y
externa e influirá en su adaptabilidad al medio.

Pattison (1973, 1977) plantea la siguiente tabla para delimitar las diferentes zonas
del ecosistema y los tipos de intervención adecuados para cada una.

TABLA 2

ZONAS PSICOSOCIALES

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Bibliografía

Bronfembrenner, V. (1979). La ecología del desarrollo humano. Buenos Aires. Paidós.

Carl, D. y Jurkovic, G. J. (1983). «Triángulo entre agencias: problemas en las relaciones

19
agencia-familia». Family Process, 22, 441-451.

Pattison, A. (1973). «Social systems pychotherapy». American Journal of


Psychotherapy, 27, 296-309.

-(1977). «Clinical social systems interventions». Psychiatry, 38, (4), 25-32.

Selvini, M. (1986). «Verso un modelo generale dei giochi psicotici nella familia».
Terapia familiare, 21, 5-21.

Slaikeu, K. A. (1984). Intervención en crisis. México. El Manual Moderno.

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Sin pretender describir en profundidad cada teoría, pues no es el objeto de este manual,
vamos a revisar brevemente las diferentes teorías que han influido en el desarrollo del
modelo sistémico. Este modelo surge a partir de la Teoría General de los Sistemas y la
Pragmática de la Comunicación Humana, pero se le van sumando teorías, hasta resultar
difícil saber cuál es la base teórica del modelo o cuántos submodelos se engloban en el
modelo sistémico (ver tabla 3).

TABLA 3

TEORÍAS INCLUIDAS EN EL MODELO SISTÉMICO

1. TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA

Watzlawick, Beavin y Jackson publicaron en 1967 el libro Pragmática de la


comunicación humana, el cual supuso un cambio radical en la forma de ver los
problemas humanos. Uno de los conceptos fundamentales de este trabajo es la
descripción sobre la comunicación humana recogida en los Axiomas exploratorios.
Watzlawick et al. (1967) señalan que algunas propiedades de la comunicación encierran

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consecuencias interpersonales básicas:

1. La imposibilidad de no comunicar

«No es posible no comunicarse.»

Afirman que toda conducta es comunicación, la cual es, en definitiva, un conjunto de


modos de conducta (verbal, tonal...) entendido como un sistema de elementos
comunicativos. No existe no-conducta, por tanto, no existe no-comunicación (las
palabras, los silencios... tienen el valor de mensajes y estos influyen sobre los demás). El
problema de la intencionalidad o no de la comunicación no tiene que ver con la
existencia o no de ésta. Una consecuencia clínica de este axioma es que el síntoma es
conducta, luego comunica algo, es un mensaje en un contexto relacional.

Beavin (1993) sugiere corregirla secuencia lógica del axioma. Respecto a «toda
conducta en una situación interaccional es comunicación», propone «en una situación
interaccional, toda conducta es comunicación». En cuanto a «uno no puede no
comunicar» dice que en tal situación «alguna conducta es comunicación». Señala que
este axioma fue aplicado a «decir nada diciendo algo», cuando no se puede hablar
claramente, y propone cambiar el término «descalificación» por el de «equivocación».

2. Comunicación digital y analógica

«Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente. El


lenguaje digital cuenta con una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa,
pero carece de una semántica adecuada en el campo de la relación; mientras que
el lenguaje analógico posee la semántica, pero no la sintaxis adecuada para la
definición inequívoca de la naturaleza de las relaciones» (Watzlawick et al.,
1967).

La comunicación digital está caracterizada como binaria, palabra, aspecto de contenido,


lógica, compleja y versátil. La comunicación analógica utiliza magnitudes positivas
discretas, análogas a los datos, con semejanzas autoexplicativas (ideograma, gesto, no-
verbal...); es más simple, arcaica y menos versátil. Está asociada al nivel connativo:
postura, gesto, expresión facial, inflexión de la voz, la secuencia, el ritmo, la cadencia de
las palabras mismas, el contexto.

Beavin (1993) cuestiona la afirmación de que es imposible negar analógicamente y


la división de la comunicación en: a) comunicación verbal = codificación digital =

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información de contenido y b) comunicación no verbal = codificación analógica =
información relacional, la cual implicaba la existencia de canales separados verbales y
no verbales.

3. Los niveles de contenido y relaciones de la comunicación

«Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional tales


que el segundo clasifica al primero y es, por ende, una metacomunicación»
(Watzlawick et al., 1967).

Toda comunicación implica un compromiso y define una relación, transmite información


e impone conductas. En la comunicación existen dos niveles: a) Referencial-informativo
(contenido) y b) connativo (relación).

El análisis de las conexiones entre ambos aspectos ha sido referido en la teoría


cibernética como: información (datos) e información sobre la información (cómo utilizar
los datos). En la Teoría sobre la Comunicación Humana, estas co nexiones se traducen
en que el aspecto referencia) transmite datos y el conativo cómo deben entenderse. Este
último aspecto es, por tanto, una metacomunicación.

La metacomunicación adecuada es indispensable para la percepción del self y del


otro.

4. La puntuación de la secuencia de los hechos

«La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias de


comunicación entre los comunicantes» (Watzlawick et al., 1967).

Los intercambios - interacciones entre comunicantes - constituyen una cadena de


vínculos triádicos superpuestos, cada uno de los cuales es comparable a la secuencia
estímulo-respuestarefuerzo. La puntuación de la comunicación (secuencia
comunicacional) organiza los hechos de la conducta; compartimos muchas convenciones
de puntuación que sirven para reconocer secuencias de interacciones comunes e
importantes. La falta de acuerdo en la manera de puntuar es causa de conflicto en las
relaciones. Por otro lado, la naturaleza de éstas depende de la puntuación de las
secuencias de comunicación entre los comunicantes. La puntuación de la secuencia de
los hechos sigue una lógica lineal (causa-efecto), por ejemplo, «estoy callado porque el
otro no calla»: mi conducta sería consecuencia de la del otro, el cual puede argumentar
lo contrario. Esto lleva a una atribución de responsabilidad y culpa («el otro tiene la

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culpa de que yo actúe así»). Frente a esta visión se ubica la causalidad circular, según la
cual cada uno influye en y es influido por el otro.

5. Interacción simétrica y complementaria

«Todos los intercambios interaccionales son simétricos o complementarios según


se basen en la igualdad o en la diferencia» (Watzlawick et al., 1967).

En la interacción simétrica los participantes tienden a igualar su conducta recíproca


independientemente de si el área es la bondad o la maldad, la fuerza o la debilidad. En la
inte racción complementaria, la conducta de uno de los participantes complementa la del
otro, constituyéndose un tipo distinto de gestalt. En la relación complementaria uno de
los participantes ocupa la posición superior o primaria y el otro la posición inferior o
secundaria.

La simetría o desconfirmación están asociadas a la definición del self del otro. Si


ambos se aceptan como interlocutores y se está de acuerdo con lo que comunican, se
trata de simetría basada en la confirmación. Si se aceptan como interlocutores pero
rechazan la propuesta del otro, sería una simetría basada en el rechazo, que puede llevar
a una escalada simétrica en la que cada uno intenta imponerse al otro. Si uno no valora al
otro como interlocutor nos encontramos con una relación complementaria en la que el de
la posición superior desconfirma al que ocupa la posición inferior. Generalmente, el
miembro sintomático ocupa la posición inferior y puede ser definido como tonto, loco o
inútil.

Características del doble vinculo

•Contexto: relación intensa que posee gran valor para la supervivencia física o
psíquica. (Situaciones: familia, enfermedad, dependencia económica, cautiverio,
amistad, amor, lealtad ideológica, tradición, influencia de las normas sociales,
relación terapéutica.)

•Mensaje: afirma algo - afirma algo sobre su propia afirmación - ambas afirmaciones
son mutuamente excluyentes:

-Instrucción o mensaje primario en el que hay una amenaza de castigo si no se


cumple una orden.

-Instrucción secundaria que contradice a la primera en un nivel más abstracto;


también lleva amenaza de castigo. Suele ser no verbal pero también puede ser

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verbal (por ejemplo, negando la instrucción primaria).

-Instrucción terciaria que impide a la víctima escapar del campo, bien con
amenazas o con promesas de amor.

•Respuesta: imposibilidad de evadirse del marco establecido por el mensaje:


metacomunicando o retrayéndose. Si se percibe correctamente el doble vínculo,
se genera la culpa o el castigo.

•Patogenicidad: si es duradero y crónico. El doble vínculo impone una conducta


paradójica que perpetúa el patrón de comunicación doblevinculante.

Aunque estos conceptos prendieron rápidamente en los terapeutas de familia, Beavin


(1993) afirmó que lo que más le preocupaba de la publicación de 1967 (Watzlawick,
Beavin y Jackson) no era la imprecisión y exceso de generalización de los
planteamientos propuestos en esta obra, sino la expansión especulativa de estos
conceptos y la ausencia de investigación experimental sobre los principios y fenómenos
de la comunicación. Nos encontramos una vez más con el choque entre el entusiasmo de
los clínicos por una teoría y la ausencia de investigación experimental.

Básicamente, en la comunicación debemos tener en cuenta cuatro elementos:

-Emisor, la persona que está emitiendo, comunicando algo.

-Receptor, la persona que recibe el mensaje.

-Mensaje, qué transmitimos y cómo se emite.

-Contexto, en el que tiene lugar la comunicación.

2. TEORÍA GENERAL DE LOS SISTEMAS

Los trabajos de Von Bertalanffy (1968, 1978, 1979, 1980) y de Ashby (1956) sobre los
sistemas fueron aplicados al estudio de la familia viéndola como un sistema abierto, es
decir, que intercambia información con el medio. La teoría sistémica permite
comprender la naturaleza de los sistemas interaccionales: el isomorfismo entre los
sistemas físicos, organismos y sociedades, sin que ello signifique que son lo mismo.

Von Bertalanffy (1968) definió los sistemas como «creaciones que constan de
elementos entrelazados», propuso que el sis tema es más que la suma de sus partes y se
centró en la observación de los patrones de interacción dentro de un sistema más que en

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sus partes aisladas. El sistema es definido como el «conjunto de objetos, así como las
relaciones entre los objetos y entre sus atributos» (Hall y Fagen, 1956): los objetos son
los componentes o partes del sistema, los atributos son las propiedades de los objetos, en
el caso de la interacción: conductas comunicacionales, y las relaciones, lo que mantiene
unido el sistema.

Los sistemas interaccionales serán de dos o más comunicantes en el proceso o en el


nivel de definir la naturaleza de su interacción. El tiempo es una variable muy
importante y debe ser una unidad integral. El medio es el conjunto de todos los objetos
cuyos atributos, al cambiar, afectan al sistema y también a aquellos objetos cuyos
atributos son modificados por la conducta del sistema. Desde la definición de «medio» y
de «sistema» puede derivarse que cualquier sistema es posible dividirlo en subsistemas
(los objetos pertenecientes a uno pueden considerarse parte del medio de otro sistema).
Los sistemas pueden ser abiertos (intercambian con el medio) o cerrados (no existe
importación o exportación de energía). Los individuos que se comunican se estudian en
sus relaciones horizontales y verticales con otras personas y otros sistemas.

Propiedades de los sistemas abiertos

Totalidad: cada una de las partes de un sistema está relacionada de tal modo con los
otros, que un cambio en una de ellas provoca un cambio en todas las demás y en el
sistema total.

La no-sumatividad: como corolario de esta propiedad, proporciona una guía negativa


para la definición del sistema. Se hace necesario dejar las partes de lado en beneficio de
la gestalt u organización o cualidad emergente que surge de la interacción de dos o más
elementos. En cierta medida, contradice esta propiedad el hablar de comunicaciones
unilaterales, o dicho de otro modo, puntuar de modo privilegiado ciertas interrelaciones.

En los sistemas existe la tendencia a la segregación o mecanización progresiva (Hall


y Fagen, 1956; Von Bertalanffy, 1980). Consiste en que las partes del sistema van
evolucionando hacia una mayor independencia, bien por el decaimiento del conjunto,
bien por su crecimiento, produciéndose una separación creciente entre subsistemas y una
diferenciación de funciones. Un sistema centralizado es aquel en que un elemento o
subsistema juega un papel predominante en su funcionamiento. El elemento central actúa
como disipador (Von Bertalanffy, 1980; Hall y Fagen, 1956), de manera que un pequeño
cambio en él repercute de forma muy considerable en todo el sistema.

Retroalimentación: frente a la estéril elección entre sistemas deterministas y sistemas


causales teleológicos, está el descubrimiento de la retroalimentación (por la cibernética):

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la relación circular altamente compleja constituye un fenómeno muy distinto de las
nociones causales más simples y ortodoxas, pero no menos científico. La
retroalimentación es un proceso por el cual el sistema regula sus respuestas ante los
estímulos que afectan a sus estructuras y funciones, creándose de esta forma un
equilibrio dinámico.

La naturaleza específica de este proceso de retroalimentación es de mayor interés


que el origen y el resultado. La teoría «lineal» de causa y efecto no es válida en los
sistemas abiertos en los cuales la causalidad es circular. «A» influye en «B» y es influido
a su vez por «B».

Las retroalimentaciones pueden ser:

1.Negativas: cuando neutralizan la información nueva llegada al sistema,


favoreciendo el «no-cambio», la homeostasis (Jackson, 1957, 1965).

2.Positivas: cuando aumentan la desviación provocando el cambio, la morfogénesis


(Hoffman, 1981).

Equifinalidad: en un sistema circular y automodificador, los resultados no están


determinados tanto por las condiciones iniciales como por la naturaleza del proceso o los
parámetros del sistema. Si esto es así, no solamente condiciones iniciales distintas
pueden llevar a un mismo final, sino que diferentes resultados pueden ser producidos por
las mismas causas. El sistema constituye su mejor explicación y el estudio de su
organización actual es la metodología adecuada.

Los sistemas biológicos son abiertos, con tendencia al orden y a la estructuración,


mientras que los sistemas cerrados tienden a un equilibrio estático llevando a la muerte.
Los sistemas abiertos intercambian información con el medio consiguiendo un aumento
del orden y una diferenciación progresiva de las partes, llegando a un estado uniforme.
El primer principio de la termodinámica nos habla de la conservación de la energía. El
aumento de entropía lleva al desorden, mientras que la disminución (negentropía) lleva
al orden.

Existen diferentes tipos de sistema según su reacción al cambio: rígido


(morfoestático, busca la estabilidad), caótico (morfogenético, busca el cambio, es
inestable), intermedio (equilibrio) y pendular (fases rígidas y caóticas).

Sistemas interaccionales estables

27
Un sistema es estable respecto a algunas de sus variables si éstas tienden a permanecer
dentro de límites definidos. Relaciones estables son aquellas que son importantes para
los participantes y son duraderas (familia, amistades...). ¿Por qué se mantiene una
relación dada, sobre todo teniendo en cuenta que en algunas la patología y el sufrimiento
perduran? Podría haber factores identificables intrínsecos al proceso de la comunicación,
a parte de la motivación y el simple hábito, que sirven para vincular y perpetuar la
relación.

Efecto limitador de la comunicación: en una secuencia comunicacional, todo


intercambio de mensajes disminuye el número de movimientos siguientes posibles. El
contexto, más o menos restrictivo, siempre determina hasta cierto punto las
contingencias, pero además, los mensajes manifiestos intercambiados se vuelven parte
del contexto interpersonal. También limita el vis-a-vis la definición de una relación
como complementaria, o el hecho de imponer una puntuación particular; es decir, según
este concepto de comunicación, no sólo resulta afectado el emisor, sino también la
relación (incluido el receptor).

Reglas de la relación: en toda comunicación los participantes se ofrecen entre sí


definiciones de la relación, que pueden confirmar, rechazar o modificar las del otro; la
familia es un sistema gobernado por reglas.

La familia como sistema

•Totalidad: la conducta de cada individuo está regida por la de los otros y depende
de ella. Por ejemplo, a veces un paciente mejora y se produce una crisis en otro de
los miembros de la familia.

.No-sumatividad: el análisis de una familia no es la suma de los análisis individuales


de sus miembros. Muchas de las cualidades individuales de los miembros, en
particular la conducta sintomática, son de hecho inherentes al sistema; por
ejemplo, la conducta o control dual, los síntomas del paciente parecen proteger al
cónyuge.

•Retroalimentación: el sistema actúa sobre las entradas (acciones de los miembros o


del medio) al sistema familiar y las modifica. Debe examinarse la naturaleza del
sistema y sus mecanismos de retroalimentación, así como la naturaleza de la
entrada. La homeostasis producida por la retroalimentación negativa puede
manifestarse a través de las conductas alteradas del paciente, lo cual bloquea su
emancipación para que el sistema no cambie (Haley, 1980).

28
•Calibración y funciones escalonadas: calibración es el intervalo soportado por la
homeostasis y las funciones escalonadas, los intercambios de calibración que
permiten lograr efectos más adaptativos. Por ejemplo, a lo largo del ciclo vital la
familia va adaptándose a los cambios internos (edad de los hijos), calibrándose
con nuevas reglas de una manera escalonada.

Desde el punto de vista sistémico (Von Bertalanffy, 1968) y de la segunda


cibernética (Maruyama, 1963), los sistemas que intercambian información con el medio
tienen tendencias que llevan a la estabilidad (homeostasis) y al cambio (morfogénesis).
El sistema se encuentra en una situación de equilibrio homeostático. Pero estresores
internos (momento evolutivo) y/o externos (acontecimientos vitales estresantes)
introducen un exceso de información en el sistema y quiebran su equilibrio. Frente a
ello, se ponen en marcha retroalimentaciones negativas para intentar neutralizar la
información nueva y recuperar el equilibrio (homeostasis), pero si resultan ineficaces se
activan retroalimentaciones positivas, la capacidad morfogenética, para buscar
alternativas y poder adaptarse a esa nueva situación. Puede que esos mecanismos sean
eficaces y se neutralice el impacto encontrando un nuevo equilibrio; en este caso, la
crisis ayudará al crecimiento y desarrollo del sistema. Pero si las propuestas de cambio
no son eficaces, nos encontramos con que las soluciones intentadas de un modo
anárquico y masivo van desorganizando cada vez más al sistema.

El exceso de morfogénesis provoca lo que Maruyama (1963) llama la, Desviación de


la Amplificación, que puede llevar al caos, pues de un sistema que estaba funcionando
de un modo predecible en un medio controlado, se pasa a un sistema tensionado en el
que cada vez se intentan más soluciones para resolver la situación problemática y esa
hiperactividad impide la consecución de un mínimo equilibrio necesario.

Prigogine (1980) habla de la «termodinámica del no-equilibrio» según la cual los


sistemas se organizan en un área de estabilidad o estado estacionario, en el cual sufren
continuas oscilaciones o fluctuaciones que hacen que esté siempre en movimiento. Si
estas fluctuaciones son amplias pueden llevar al sistema a una fase crítica llamada
«bifurcación» a partir de la cual el sistema puede evolucionar hacia otros estados
estacionarios imprevisibles. Este equilibrio dinámico entre retroalimentaciones positivas
y negativas permite al sistema evolucionar, pues cada estado estacionario no es idéntico
a sí mismo y por ello se puede hablar de una «retroalimentación evolutiva».

El modelo sistémico ha sido criticado por algunos autores (Gurman, 1983; Jacobson,
1985) por no utilizar el méto do científico para evaluar sus resultados, mientras que
autores sistémicos dudan de la utilidad de instrumentos «lineales» para medir una

29
realidad «circular» (Keeney, 1983, 1994; Schawartzman, 1984).

3. TEORÍA DE LOS GRUPOS

Galois (1852) escribió unos postulados básicos concernientes a las relaciones entre
elementos y totalidades. Según su teoría, un grupo tiene las siguientes propiedades:

1.Está compuesto por miembros que poseen un denominador común y cualquier


combinación entre ellos da un miembro del grupo; por ejemplo, los números. Esta
propiedad del grupo permite cambios dentro del grupo, pero impide situarse fuera
del sistema a cualquier miembro del mismo.

2.Se pueden combinar miembros en distinto orden y el resultado de la combinación


es igual.

3.Un grupo contiene un miembro de identidad tal que su combinación con cualquier
otro miembro da este otro miembro, lo que significa que mantiene la identidad de
dicho otro miembro; por ejemplo, una suma de 0. Lo esencial es que un miembro
pueda actuar sin provocar cambios.

4.Cada miembro tiene un recíproco u opuesto, de manera que la combinación de


cualquier miembro con el opuesto da lugar al miembro de identidad; por ejemplo,
5 + (-5) = 0. Esta combinación da lugar a un acentuado cambio, pero el resultado
es un miembro del grupo.

Esta teoría proporciona una base para pensar acerca de la clase de cambios que
pueden tener lugar en un sistema que permanece invariable.

4. TEORÍA DE LOS TIPOS LÓGICOS

Desarrollada por Withehead y Russel (1910), postula que «cualquier cosa que
comprenda o abarque a todos los miembros de una colección, no tiene que ser un
miembro de la misma»; por ejemplo, humanidad-hombre. Existe una diferencia
primordial entre miembro y clase; una clase no puede ser miembro de sí misma; por
ejemplo, si queremos hablar acerca de un lenguaje, necesitaremos un metalenguaje para
expresar su propia estructura.

De la Teoría de los Tipos Lógicos se derivan dos conclusiones:

1.Los niveles lógicos deben ser estrictamente separados a fin de evitar paradojas y

30
confusiones; por ejemplo, lenguaje metafórico y literal.

2.Pasar de un nivel al inmediatamente superior (es decir, de un miembro a la clase)


supone una variación, una transformación de la mayor importancia teórica y
práctica, pues proporciona un camino que conduce fuera del sistema.

Esta teoría permite considerar la relación entre miembro y clase y la metamorfosis


que representan las mutaciones de un nivel lógico al inmediatamente superior. Si se
confunden los tipos lógicos en la comunicación humana, tienen lugar las paradojas. Por
ejemplo, si decimos a alguien de una forma imperativa «sé espontáneo», le estamos
diciendo que haga algo involuntario (la espontaneidad), voluntariamente (obedecer
nuestra orden). En las funciones biológicas (sexualidad, sueño) es frecuente que
paradojas del tipo «tengo que dormir», «tengo que excitarme sexualmente», provoquen
disfunciones al querer imponer voluntariamente una respuesta (tipo lógico) en un campo
(tipo lógico) en el que toda respuesta es involuntaria.

Los tipos lógicos dieron pie para que Bateson (1972) hablara de dos tipos de
aprendizaje: protoaprendizaje y deuteroaprendizaje o «aprender a aprender». Más tarde
distinguió el aprendizaje cero (la mera recepción de información), aprendizaje I
(cambios en el aprendizaje cero: se corresponde con la noción de aprendizaje de la
psicología experimental), aprendizaje II (cambios en el aprendizaje 1,
deuteroaprendizaje), aprendizaje III (cambio del aprendizaje II, muy difíciles de
conseguir) y aprendizaje IV (que se daría sólo a nivel filogenético) (Bateson, 1960,
1979).

Miembros del Mental Research Institute de Palo Alto (MRI) (Watzlawick, Weakland
y Fish, 1976; Watzlawick et al. 1974; Fish et al. 1982) han utilizado estas dos teorías
para explicar tipos de cambios que se pueden dar en un sistema:

•El «cambio 1»: tiene lugar dentro de un determinado sistema que en sí permanece
inmodificado.

•El «cambio 2»: su aparición cambia el sistema mismo.

Por ejemplo, una persona que tiene una pesadilla puede hacer muchas cosas dentro
del sueño: correr, gritar, luchar..., pero la pesadilla sigue. Esto es un «cambio 1»,
cambios dentro del sistema. Pero si esta persona despierta, cambia de estado, realiza un
«cambio 2». «El "cambio 2" es introducido en el sistema desde el exterior y, por tanto,
no es algo familiar o inteligible en términos de las vicisitudes del "cambio 1". Visto
desde fuera del sistema supone un cambio de las premisas (las reglas de combinación en

31
términos de la teoría de los grupos) que rigen el sistema como totalidad» (Watzlawick et
al., 1974).

Watzlawick et al. (1974) plantean que la idea de una jerarquía en los niveles de
abstracción aplicada a la comunicación humana lleva a la paradoja de la
autorreflexibilidad, ya que el comunicar algo sobre la comunicación es en sí mismo una
comunicación, aunque se le llame metacomunicación.

Von Foester (1981) cuestionó la Teoría de los Tipos Lógicos de Russell, señalando
que el observador participa en lo que observa, por lo que sus enunciados son
autorreferenciales y, por consiguiente, están cargados de paradojas. Keeney (1994),
poniendo el ejemplo del cretense que afirma «todos los cretenses mienten», señaló que
«las observaciones del observador pueden incluir su propio proceso de observación». En
el ejemplo, si se incluye en los cretenses (nivel lógico), miente al decir esa frase, si se
pone fuera, como observador de los cretenses, no miente.

5. LA EVOLUCIÓN DEL MODELO SISTÉMICO. DE LA PRIMERA CIBERNÉTICA


AL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL

Las principales aportaciones del modelo sistémico, llamado también enfoque


comunicacional, recurrente, ecosistémico, evolutivo, ecológico (Bateson, Jackson,
Haley, Weakland, 1956: Bateson, 1972, 1979 y 1993), fueron:

.El pensamiento circular.

•La consideración del individuo como un sistema abierto. La unidad de


supervivencia es el individuo más el ambiente con el que interactúa.

.El intercambio que se produce entre el individuo y su contexto es un intercambio de


información, lo cual implica circularidad. Los comportamientos sintomáticos son
comportamientos comunicativos apropiados y congruentes con las modalidades
comunicativas del contexto relacional dentro del cual se manifiestan.

•La mente no es totalmente identificable con el individuo, sino que se extiende a vías
y mensajes que conectan al individuo y el ambiente, dada su inseparable
correlación. El organismo no se adapta a un ambiente dado, sino que individuo y
ambiente coevolucionan.

Era un modelo basado en la primera cibernética, centrado en la autocorrección y la


homeostasis, más que en la potencialidad evolutiva. De esta manera, se perdía la

32
dimensión tiempo. El sistema no tenía historia. Sólo les interesaba el presente, el aquí y
ahora. Se centraron en la pragmática de las interacciones observables, y apenas en la
semántica de las comunicaciones, entendiendo como semántica los procesos a través de
los cuales los individuos perciben, categorizan e interpretan las conductas propias y
ajenas.

6. LA SEGUNDA CIBERNÉTICA

El modelo sistémico tradicional se basaba en la primera cibernética, limitándose a


examinar la relación entre lo que entra en un sistema y lo que sale de él, dejando de lado
los procesos que acontecían en el interior del sistema, como si de una «caja negra» se
tratara. Según este planteamiento, el observador se mantiene fuera del fenómeno
observado, dando la sensación de que es capaz de manipular y controlar unilateralmente
el sistema que está observando. La cibernética se centraba, en sus inicios, en el concepto
de retroalimentación negativa como mecanismo clave para el mantenimiento de la
estabilidad del sistema (homeostasis).

Desde la primera cibernética la mente es vista como «caja negra» y los terapeutas se
centran en los patrones de interacción familiar con el objeto de describir y explicar la
psicopatología con términos que transcendieran al individuo, tales como homeostasis,
mitos y reglas. Watzlawick, Beavin y Jackson (1967) conceptualizan los problemas en
términos de relaciones, funciones y parámetros del sistema.

Posteriormente evolucionó hacia la llamada cibernética de segundo orden o


cibernética de la cibernética (Von Foerster, 1981; Maturana, 1970, 1988, 1996, 1997;
Maturana y Varela 1986, 1990), que permite abordar los procesos complejos
característicos de los sistemas dotados de autoorganización y de lenguaje, los llamados
«Sistemas que Observan». Maruyama (1963) añadió los procesos de retroalimentación
positiva (morfogénesis), de manera que los procesos de estabilidad y cambio se
sucederían para mantener la estabilidad y permitir los cambios necesarios para su
adaptación al medio.

El paso de la cibernética de primer orden a la de segundo orden, o cibernética de la


cibernética (Von Foerster, 1991), supone que los sistemas observados no son
independientes del observador. El observador forma parte del sistema que observa,
contribuyendo a construir la realidad que observa. En este planteamiento se habla de
autor-referencia y autonomía, y se centra en el rol del observador que construye la
realidad observada (Keeney, 1983, 1993). El observador entra a formar parte del sistema
que observa en el momento mismo en que empieza a observarlo, produciéndose una

33
«circularidad constructiva» entre observador y sistema observado. Este paso ha supuesto
dos importantes consecuencias (Onnis, 1991):

•De un lado, la caída de los mitos de la neutralidad (de la separación sistema


observador-sistema observado) y de la posibilidad de alcanzar un conocimiento
objetivo de la realidad (entendido como verdad absoluta).

•De otra parte, la renuncia del terapeuta a la pretensión de controlar el proceso


terapéutico y a prever las salidas.

Prigogine (1980), Prigogine y Stengers (1984), Prigogine y Nicolis (1982), con sus
estudios sobre la termodinámica del no-equilibrio, reintroducen la dimensión tiempo en
el sistema: la «flecha del tiempo» indica la dirección evolutiva del sistema y su
irreversibilidad. Para Prigogine, el equilibrio de un sistema es siempre dinámico. Si por
algún motivo las fluctuaciones internas o externas a las que está permanentemente
expuesto el sistema, se amplifican suficientemente, harán que el sistema entre en fase
crítica, más allá de la cual puede dirigirse a un cambio de estado, hacia direcciones y
salidas que son impredecibles a priori. Esta tendencia evolutiva se mantiene por una
continua interacción circular de feedbacks negativos y positivos (feedback evolutivo)
que garantizan la posibilidad de desarrollo del sistema.

7. EL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL

En un intento por integrar la posición interaccional y el constructivismo (que recupera al


individuo con sus procesos mentales), aparece el construccionismo social (Schaffer,
1977) afir mando que muchas funciones consideradas intrapersonales, se llevan a cabo
dentro de un contexto interpersonal, y que de este contexto derivan su significado
funcional. Los procesos cognitivos y emocionales, con las modalidades particulares de
cada individuo, se construyen, deconstruyen y reconstruyen en la interacción social.

El construccionismo social ha calado en el modelo sistémico desarrollando nuevos


abordajes (Simon, Stierlin y Wynne, 1985; Onnis, 1991; Ugazio, 1991; Hoffman, 1990,
1996; Goolishian, 1990). El foco de atención se ha desplazado de lo interaccional
observable aquí y ahora, a:

-La articulación entre individuo y familia, y entre psiquismo y relaciones.

-A la relación entre comportamiento interactivo observable y aspectos no


observables de la interacción, como son: intenciones, constructos semánticos,
premisas, emociones, lealtades, el significado que la familia atribuye al síntoma y

34
a las interacciones, etc.

-A la recuperación del pasado, en cuanto historia susceptible de rescribirse y a la


recuperación de las proyecciones de futuro, en cuanto expresiones del modo con
que decodificamos actualmente la realidad.

Al integrarse el terapeuta, como observador, en el campo de observación, adopta una


posición de mayor cercanía, y sustituye las técnicas de tipo «instructivo» o
«prescriptivo» por otras basadas en el diálogo, de forma que pueda crearse un nuevo
contexto conversacional que permita co-crear una realidad diferente de significados y de
patrones de comportamiento. Según Goolishian y Anderson (1987), las conversaciones
crean los problemas y los implicados son los que conversan sobre el tema. La función
del terapeuta es la de perturbar, la de introducir en el sistema elementos de mayor
complejidad, a través de su interacción con la familia y de las hipótesis que propone,
para ampliar la visión unívoca y estereotipada que el sistema tiene de su propia realidad,
de modo que pueda reconsiderar elegir y poner en marcha proce sos evolutivos capaces
de generar nuevas premisas y patrones de comportamiento que resulten más adaptativos,
dejando que sea el propio sistema quien tome la dirección y cree la forma del proceso de
cambio (Keeney, 1983).

Desde ahí se va construyendo una epistemología de la complejidad (Bocchi y Ceruti,


1985; Ceruti, 1986; Morin, 1977; Prigogine, 1986; Prigogine y Stengers, 1984;
Prigogine y Nicolis, 1982), que implica el reconocimiento de una pluralidad de modelos
de interpretación de lo real, con la conciencia de que ninguno de éstos puede proponerse
como modelo «omnicomprensivo».

En resumen, a partir de las diferentes teorías se han ido formando las escuelas de
terapia sistémica.

Desde la teoría de la comunicación humana (Watzlawick, Beavin y Jackson, 1967),


se afirma que la conducta transmite información. El síntoma, al ser una conducta,
adquiere las características de mensaje a través del cual transmitimos algo; el síntoma es
comunicación. La conducta es un mensaje en un contexto relacional y las interacciones
se rigen por la causalidad circular, según la cual cada uno influye y es influido por los
demás.

Desde la Teoría General de los Sistemas (Von Bertalanffy, 1968), la familia es vista
como un todo, un grupo, diferente a la suma de los individuos que lo forman, que tiene
sus propias leyes. En ese contexto existe un estructura formada por subsistemas
(Minuchin, 1974): parental, conyugal y fraterno, entre los que puede haber límites claros,

35
difusos o rígidos y que estará regulado por una jerarquía que puede ser autoritaria,
democrática o «de dejar hacer» (Haley, 1976).

En relación con los procesos que tienen lugar en el sistema, la Teoría de los Tipos
Lógicos (Withehead y Russel, 1910) permite conceptuar los niveles relacionales,
mientras que la Teoría de los Grupos elaborada por Galois se aplica a los cambios que se
producen en el sistema sin que el sistema cambie de modo de funcionar. Con la
cibernética de primer orden (Maruyama, 1963) se plantea que los sistemas tienen tenden
cias al equilibrio (morfostasis) y al cambio (morfogénesis) y con la cibernética de
segundo orden (Maturana, 1970; Maturana y Varela, 1972; Von Foerster, 1981, 1984,
1985, 1991) se desarrolla el concepto de los sistemas auto observantes, los cuales pueden
analizar su propia información y generar cambios. El constructivismo, según el cual los
constructos cognitivos conforman un esquema desde el que se construye la realidad tal y
como planteó Kelly, también ha sido recogido en las terapias sistémicas, así como el
construccionismo social, según el cual las ideas conceptos y memorias surgen del
intercambio social y son mediados por el lenguaje, de manera que, a través de la
conversación con la gente cercana, el individuo desarrolla el sentido de identidad. El
desarrollo evolutivo del sistema, a lo largo del ciclo vital, será tenido en cuenta como un
factor contextual más.

Según se centren en unos u otros aspectos, las terapias sistémicas se agrupan en tres
modelos de intervención (Sluzky, 1983): el estructural, el procesual y el centrado en
«visiones del mundo». El modelo estructural describe las características de la familia
«normal» y estudia las disfunciones, atribuyendo a las mismas la patología. La terapia
irá dirigida a corregir las disfunciones relacionales, especialmente de límites y jerarquía,
esperando que la patología desaparezca al funcionar adecuadamente la familia. El
terapeuta será directivo reajustando límites, otorgando el poder, etc., ya sea en la sesión
(Minuchin) o fuera de ella (Haley). En este modelo tenemos la escuela estructural
(Minuchin, 1974) y la estratégica (Haley, 1976, 1980; Madanes, 1981).

Desde el modelo procesual los problemas son vistos como conductas repetitivas que
se encuentran ancladas en patrones interpersonales, centrándose especialmente en la
puntuación de la secuencia de los hechos y en las reglas que determinan los roles. Las
intervenciones se centrarán en las pautas recursivas que contienen la conducta
problemática, esperando que al desaparecer ésta, la familia recupere alternativas perdidas
cuando se formó el patrón disfuncional. Para ello se utilizan las prescripciones de
síntomas y conductas, predicción de la recaída, reencuadramiento etc. La escuela del
MRI sigue este planteamiento (Watzlawick, Fisch, Weakland).

36
El modelo de visiones del mundo se basa en que la construcción de la realidad está
anclada en la naturaleza dialéctica de la relación entre las visiones del mundo,
percepciones, cogniciones y la comunicación, todo lo cual determina las reglas
interpersonales. Desde esta perspectiva los síntomas, estilo e historia de la familia están
engarzados en un todo común. El terapeuta cambiará fragmentos específicos de su
«realidad» que sirven de soporte a los patrones interaccionales asociados a los
problemas, por medio de la connotación positiva y el ofrecimiento de «realidades
alternativas». En este modelo, las familias de origen cobran un especial significado
(White, Hoffman, Sluzki). (Ver tabla 4.)

TABLA 4

MODELOS DE TERAPIAS SISTÉMICAS

37
Ante esta multiplicidad de niveles en juego, las clásicas relaciones de oposición
dicotómicas de origen cartesiano del tipo «o/o» (intrapsíquico o relacional; mundo
interno o mundo externo; individual o familiar; terapia de primer orden o terapia de
segundo orden, etc.) han sido sustituidas por una lógica complementaria del tipo «y/y»
(intrapsíquico y relacional; mundo interno y mundo externo; individual y familiar;
terapia de primer orden y terapia de segundo orden, etc.). En esta nueva concepción, el
enfoque sistémico sigue siendo útil ya que permite correlacionar circularmente diversos
niveles de realidad, cada uno de los cuales puede presentar especificidades propias y
exigir por ello, instrumentos específicos de interpretación (diferentes posiciones de
observación) y de intervención (Onnis, 1991; Anderson y Goolisbian, 1988).

En este manual de evaluación vamos a recoger métodos e instrumentos válidos desde


las diferentes posiciones descritas, con vistas a que terapeutas de diferentes modelos
puedan enriquecer la visión de una realidad compleja como es la de las relaciones
humanas.

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42
En este apartado vamos a describir brevemente algunas teorías surgidas desde el
psicoanálisis que han influido poderosamente en la terapia familiar, dado que muchos de
los teóricos de la terapia familiar sistémica venían de este modelo.

1. LAS RELACIONES PRIMITIVAS DESDE EL MODELO PSICOANALÍTICO

1.1. Las relaciones objetales

Klein (1952) desarrolló una teoría de las relaciones objetales basada en el término
«posición», el cual implica un tipo de relación de objeto en el que surgen ansiedades
específicas y unos mecanismos de defensa del «yo» para protegerse de esas ansiedades.
En los primeros días de vida tiene lugar la posición confusional: el bebé no puede
organizar la experiencia, porque todavía no tiene un «yo» suficientemente desarrollado,
lo cual le crea una ansiedad confusional.

Pasados los primeros días de vida se desarrolla la posición esquizoparanoide, de


«esquizo» (división) y «paranoide» (persecución), en la que se divide la realidad en
bueno y malo. Para intentar ordenar la confusión, el niño divide la experiencia en cosas
que son gratificantes y cosas que son frustrantes (ella hablaba de pecho bueno y de
pecho malo). En la medida en que gratifica, el pecho es amado y sentido como «bueno»,
y en la medida que es fuente de frustración, es odiado y sentido como «malo» (Klein,
1952).

Hacia los seis meses de vida el niño comienza a entrar en la posición depresiva. Va
integrando la experiencia, percibiendo que la madre a veces gratifica y a veces frustra.
Cuando se odia, se siente culpa, y ello impulsa a reparar. Si el «yo» no se siente capaz de

43
reparar, recurre a negar el daño hecho, la realidad misma, que el objeto era bueno, lo
cual se da en las reacciones maníacas como forma de negar la culpa y la pérdida
irreparable (Klein, 1952).

Mediante la construcción de representaciones de los objetos (imagos) y de sí mismo,


el ser humano desarrolla un modelo internalizado de relaciones humanas. Así,
hablaremos de la «familia interna» para referirnos a las relaciones que mantienen las
representaciones de los familiares que guardamos en nuestro mundo interno; Klein
(1952) hablaba de los «ciudadanos del mundo interno».

En terapia ayudaremos a las familias a contrastar los objetos reales con los
internalizados para lograr un diálogo a dos niveles, interno y externo, en el que se
aborden las expectativas frustradas, los conflictos, e iniciar el proceso de la
reconciliación. Ayudamos a diferenciar al otro de la imagen que tengo de él, y a
diferenciar al sujeto del objeto, es decir, favorecemos la diferenciación que permite la
autonomía. En las relaciones familiares vamos a observar estos modos de
funcionamiento como dinámica grupal; por ejemplo, familias evacuativas en las que el
exterior es vivido como malo y no se responsabilizan de sus actos, o familias
introyectivas en las que la culpa tiñe todas las relaciones. También encontraremos
individuos esquizoides y depresivos, no sólo dependiendo de su personalidad, sino del
rol que se les atribuya. El conocer el concepto de «posición» nos permitirá comprender
la visión del mundo, cómo entienden y perciben la realidad, e intervenir desde ese
conocimiento.

Además de la escisión (dividir al objeto), la proyección (echar fuera lo no deseado) y


la introyección (meter dentro cosas del exterior), otros mecanismos de defensa
primitivos que adquieren gran importancia en estos estadios del desarrollo, son la
idealización, la negación, las identificaciones proyectiva e introyectiva.

a)Idealización. Según Klein (1952), ante una madre vivida como demasiado
frustrante y/o peligrosa, el niño prefiere pensar que es maravillosa. La
idealización sirve, pues, para protegerse de la persecución y la frustración. La
idealización oculta, bajo la apariencia de una relación maravillosa, un conflicto
muy profundo.

b)La negación y la confusión. La negación lleva a no aceptar una realidad no


deseada y puede provocar, junto con la proyección, la confusión como defensa.
Este fenómeno se suele dar en la primera fase del duelo, cuando la realidad de la
pérdida es tan dolorosa que no se puede aceptar y la confusión es una salida al no
poder entender ni «ver» nada.

44
1.2. La comunicación en las relaciones primitivas

Bion (1963a, 1963b, 1967) desarrolló un modelo de la comunicación que se da entre el


bebé y la madre basado en las identificaciones proyectiva e introyectiva.

El niño vive experiencias dolorosas percibidas como aniquilantes; su frágil «yo» se


quiebra al no poder metabolizar la experiencia y aparece una angustia de muerte. Si
aparece la madre, le deposita, mediante la identificación proyectiva (Klein, 1946), esa
parte suya que está horrorizada por el do lor mortal (terror sin nombre). Si la madre
recoge esta parte del niño que percibe la angustia de muerte, siente el sufrimiento y le
devuelve tranquilidad, calma al bebé transmitiéndole una sensación de calidez, de apoyo,
de cuidado. Para Bion, la madre está haciendo ahí de «continente» (identificación
introyectiva, base de la empatía). El niño le ha echado «contenidos» desagradables, le ha
echado todo lo que está sufriendo y esta madre recoge todo ese sufrimiento, lo
transforma en calma, en apaciguamiento, el bebé introyecta un dolor apaciguado y una
madre continente que fortalece su «yo». Este sería el modo más primitivo de
comunicación, aceptar una parte del otro y sentir lo que él siente; poner una parte de
nosotros en el otro para que la contenga y nos ayude.

Un concepto fundamental en el desarrollo evolutivo, es que la psique del ser humano


y sus emociones se van modulando, construyendo, a través de la interacción con el otro.
Es decir, en la medida en que el niño empieza a relacionarse con el otro, está
aprendiendo unos modelos de vínculo que le ayudan a estructurar su mente. De manera
que lo intrapsíquico, la personalidad, se construye en la interacción. El niño, a través de
esta relación en la que encuentra un continente, va aprendiendo a ser continente de sí
mismo y a pensar sobre la base de lo que se le transmite y explica.

El terapeuta que cumple esta función recibe el sufrimiento del paciente («el que
sufre») y le devuelve tranquilidad, una manera de entender lo que le está pasando y que
hay alguien que sí le entiende y le recoge, empatizando sin verse desbordado. Va
pasando del «yo participante», a través de la empatía desde una posición cercana, al «yo
observador», desde una posición más lejana que le permite contextualizar el problema y
ayudar.

2. LAS FASES DEL DESARROLLO PSICOLÓGICO SEGÚN MAHLER

«Denominamos al nacimiento psicológico del individuo proceso de separación-


individuación": el establecimiento de un sentimiento de separación respecto de
un mundo de realidad y de una relación con él, particularmente con respecto a

45
las experiencias del `propio cuerpo"y al principal representante del mundo tal
como el infante lo experimenta, el "objeto primario de amor"» (Mahler, Pine y
Bergman, 1977).

Este proceso se desarrolla principalmente del cuarto mes a los 36 meses, aunque a lo
largo de todo el ciclo vital se van a dar movimientos asociados a las fases por las que
avanza este proceso. Cada fase supone un período en que se hace una contribución
cualitativamente diferente al desarrollo psicológico del individuo. 1. La fase autística
normal sirve para la consolidación postnatal del desarrollo fisiológico extrauterino.
Promueve la homeostasis postfetal. 2. La fase simbiótica normal marca la capacidad
filogenética del ser humano para investir a la madre dentro de una vaga unidad dual, que
constituye la tierra primordial a partir de la cual se forman todas las relaciones humanas
siguientes. 3. La fase de separación-individuación se caracteriza por un continuo
aumento de la conciencia de separación del «sí-mismo» y del «otro», que coincide con
los orígenes del sentimiento de sí-mismo, de la verdadera relación de objeto, y de la
conciencia de una realidad existente en el mundo exterior (Mahler, 1968, 1975; Mahler,
Pine y Bergman, 1977).

Las pautas de acercamiento-alejamiento:

«Son pautas cambiantes con que el infante se aleja de la madre y vuelve a ella.
Cada sub fase tiene sus pautas características, determinadas por el progresivo
desarrollo motor y cognitivo del niño y por las cambiantes necesidades de
distancia o cercanía».

Estas pautas tienen relación con la «distancia óptima»:

«A medida que el infante crece y se desarrolla, hay para cada estadio una
posición entre madre e hijo que es la que mejor permite a éste desarrollar las
facultades que necesita para crecer, es decir, para individualizarse. Durante el
estadio simbiótico el infante se amolda al cuerpo de la madre; durante la sub fase
de diferenciación comienza a separar su cuerpo del pecho de la madre para poder
explorarla libremente mediante el tacto y la visión de cerca. El infante en período
de ejercitación se distancia en el espacio para tener oportunidad de explorar;
durante el acercamiento el deambulador necesita ir y volver para encontrar a su
madre disponible, pero sin que ésta interfiera. La distancia óptima la fija el
narcisismo secundario en desarrollo, y también la cambiante relación objetal y
las funciones del yo en desarrollo» (Mahler, Pine y Bergman, 1977).

Según estos autores, detallando más el proceso, las fases del desarrollo psicológico

46
del infante humano son:

1. Fase autística normal (primeras semanas de vida)

Se dan respuestas instintivas a los estímulos que son reflejas y consisten en reacciones de
desbordamiento y descarga, cuyo fin es el mantenimiento del equilibrio homeostático.
No hay discriminación entre dentro y fuera, animado e inanimado. La satisfacción de
necesidades pertenece a su propia órbita autística y omnipotente. Se da el narcisismo
primario en que la satisfacción de necesidades no se percibe como proveniente del
exterior, se trata de la «omnipotencia infantil absoluta» (Ferenczi, 1923).

2. Fase simbiótica normal (de uno a cinco meses)

El yo rudimentario del infante pequeño no es adecuado para la tarea de organizar sus


estímulos internos y externos para asegurar su supervivencia; la vinculación
psicobiológica entre la madre que cría y el bebé es lo que complementa el yo
indiferenciado del infante. La madre, con su capacidad empática, favorece que se repita
el alivio de las necesidades: hambre, tensión..., funcionando como yo auxiliar.

«La simbiosis se refiere a un estadio de interdependencia sociobiológica entre el


infante de uno a cinco meses y su madre, un estado de relación preobjetal o de
satisfacción de necesidades, en el cual aún no se han diferenciado las
representaciones intrapsíquicas del sí-mismo y de la madre. Desde el segundo
mes el infante se comporta y funciona como si él y su madre fueran una unidad
dual omnipotente dentro de un límite único y común (la "membrana
simbiótica")» (Mahler, Pine y Bergman, 1977).

Ruptura del cascarón:

«Proceso de salida del estado simbiótico de unidad con la madre, en el sentido


intrapsíquico. Es la "segunda" experiencia de nacimiento, el nacimiento
psicológico, el proceso por el cual comienza a ser aprehendido el mundo de "1o
otro que no es la madre". El infante que ha eclosionado ya abandonó el vago
estado crepuscular de simbiosis y está más permanentemente alerta y receptivo
para los estímulos de su ambiente, más bien que sólo para sus propias
sensaciones corporales, o para las que emanan de dentro de la órbita simbiótica»
(Mahler, Pine y Bergman, 1977).

3. Fase de separación-individuación (de 5 meses a 2 años y medio)

47
El infante muestra una creciente capacidad de reconocer a su madre como una persona
especial, de aprehender e inspeccionar el mundo no materno, y de apartarse, poco a
poco, de la madre. Sigue dos caminos: el de la separación, que lleva a la conciencia
intrapsíquica de la separación, y el de la individuación, que lleva a la adquisición de una
individualidad distinta y única. Existen cuatro subfases del proceso de separación-
individuación: a) diferenciación, b) ejercitación, c) acercamiento, y d) consolidación de
la individualidad y comienzo de la constancia objetal emocional» (Mahler, Pine y
Bergman, 1977).

3.1. Subfase de diferenciación (de 5 a 9 meses)

«Comienza a disminuir la dependencia corporal de la madre, a medida que la


maduración de funciones locomotrices parciales produce el primer intento de
apartarse de ella. Las con ductas características que posibilitan la demarcación
del yo respecto del no-yo son la exploración visual y táctil del rostro y el cuerpo
de la madre; el apartar el cuerpo del de la madre para explorar un mundo más
amplio y poder mirarla; la verificación entre la madre y otros. El placer que
producen las incipientes funciones del yo y el mundo exterior se expresa en
estrecha proximidad con la madre. Al mismo tiempo, parece ocurrir la
diferenciación de una imagen corporal primitiva, pero distinta» (Mahler, Pine y
Bergman, 1977).

3.2. Subfase de ejercitación (de 9 a 14 meses)

El infante es capaz de alejarse activamente de la madre y volver a ella, primero


gateando y más tarde por el dominio de la locomoción vertical. Es un período en el cual
la exploración del ambiente, animado e inanimado, y la ejercitación de capacidades
locomotrices están muy investidas de energía libidinal. El infante merodea lejos de la
madre, pero cuando se fatiga o se le agota la energía, busca restablecer el contacto
corporal con ella. Este «reabastecimiento» lo revigoriza y restablece su interés anterior
en la ejercitación y exploración.

3.3. Subfase de acercamiento (de 15 a 24 meses)

Se caracteriza por un redescubrimiento de la madre, que es ahora un individuo


separado, y por una vuelta a ella después de explorar el mundo. Existe una creciente
comprensión de la separación, y, junto con ella, de la vulnerabilidad. Son comunes las
reacciones adversas ante separaciones breves, y ya no se puede sustituir fácilmente a la

48
madre, ni siquiera por adultos familiares al niño. Crisis de acercamiento. Existen dos
tendencias, que se transforman a menudo en ambivalencia: desea estar unido a la madre,
y al mismo tiempo, separado de ella. Aparecen berrinches, quejas y humor triste, y se
producen fuertes reacciones a la separación.

«Durante la sub fase de acercamiento el niño sigue a veces cada movimiento de


su madre como una sombra; no puede perderla de vista o permitir que salga de
su vecindad inmediata. A veces, observamos la conducta opuesta: el ni ño huye y
espera a que su madre lo alce en brazos anulando así, por breves momentos, la
"separación"» (Mahler, Pine y Bergman, 1977).

Escisión. Mecanismo de defensa que a menudo se encuentra durante la subfase de


acercamiento (una vez lograda una cierta medida del desarrollo del yo); el deambulador
no puede tolerar fácilmente los sentimientos simultáneos de amor y odio hacia la misma
persona. El amor y el odio no se amalgaman; la madre es sentida alternativamente como
toda buena o toda mala. Otra posibilidad consiste en que la madre ausente sea sentida
como toda buena, mientras los otros se vuelven todos malos. Por ende, el deambulador
puede desplazar la agresión al mundo no-materno, a la vez que exagera el amor por la
madre ausente y anhelada, hiperidealizándola. Cuando la madre vuelve, desquicia la
imagen ideal y los reencuentros con ella son a menudo penosos, porque la función
sintética del yo joven no puede curar la escisión. En la mayoría de los casos se hace
posible una síntesis gradual del todo «bueno» y el todo «malo» por el yo en desarrollo.

3.4. Subfase de individualidad y constancia objetal emocional (de 2 años en adelante)

«Se logra un cierto grado de constancia objetal y se establece en medida


suficiente la separación de la representación del yo y del objeto. La madre se
percibe claramente como una persona separada y ubicada en el mundo exterior, y
al mismo tiempo tiene existencia en el mundo interno representacional del niño»
(Mahler, Pine y Bergman, 1977).

3. TEORÍA DEL APEGO

Bowlby (1969, 1973, 1980) y Ainsworth y Bell (1970) estudiaron desde el psicoanálisis
y la etología, el lazo afectivo que se establece entre el niño y las personas de su entorno
cercano y que le impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas. Estos autores
llaman «apego» a este vínculo afectivo que se ca racteriza por: esfuerzos por mantener la
proximidad, mantener un contacto sensorial privilegiado, exploración del mundo desde
la figura de apego, como base segura, y ansiedad ante la separación y sentimientos de

49
desolación ante la pérdida.

En el apego se distinguen tres componentes: las conductas de apego, un modelo


mental de la relación y los sentimientos. Las conductas de apego incluyen llamadas,
vigilancia y aproximación a la figura de apego. El modelo mental incluye recuerdos de la
relación, el concepto que se tiene de la figura de apego y de sí mismo, las expectativas
sobre la relación y la visión del contexto en el cual se sitúa la misma. Finalmente, en una
buena relación de apego se dan sentimientos de seguridad asociados a la proximidad y el
contacto, y ansiedad ante la pérdida.

Ainsworth et al. (1978) describieron tres tipos de apego según el grado de seguridad
que mostraban los niños con su madre. La seguridad la valoraron a través de la facilidad
con que el niño explora ambientes nuevos en presencia-ausencia de la madre, el éxito
con que la madre consuela al niño y las conductas de proximidad y contacto que adopta
el niño después de situaciones estresantes.

Los tres tipos son:

1. Apego seguro. La madre percibe, interpreta y responde adecuadamente a las


demandas del niño. La relación es cálida y la madre emite respuestas coherentes.

2. Apego inseguro con rechazo o evitación. El niño no parece molesto por la


ausencia de la madre y tiende a evitar o ignorar a los padres. Los padres son rechazantes.
La madre no está disponible y el niño mantiene una neutralidad afectiva (defensiva),
manifiesta poco estrés cuando se le deja solo y explora. Se centra en el
juego/exploración a expensas de la interacción.

Las estrategias de regulación emocional por parte del niño consisten en diluir su
expresión emocional a consecuencia del rechazo de sus conductas de apego. Se muestra
independiente, maduro y autónomo. Los niños evitativos presentan una expresión
contenida del afecto negativo, pero de manera desigual e impredictible (Ainsworth et al.,
1978).

La madre se siente incómoda ante sus propias emociones. Las señales del niño le
llevan al rechazo, con lo que amplifican el afecto negativo en el niño, creando conflicto
y no dando validez a los sentimientos del pequeño ni ayudándole a manejarse con ellos.
Las estrategias de cuidados maternos se basan en el cuidado distante. Estas madres se
evalúan a sí mismas y a sus hijos como alguien que no vale la pena, y tienen tendencia a
enfatizar los aspectos negativos de sus interacciones (George y Solomon, 1999).

50
3. Apego inseguro con ambivalencia. No usan a la madre como base de seguridad, su
interés en la exploración es bajo, toleran mal el estrés, se muestran ansiosos en la
separación y, cuando vuelve la figura de apego, se presentan ambivalentes, oscilando
entre el deseo de contacto y la angustia de separación por un lado, y el rechazo, por otro.
Las estrategias de regulación emocional por parte del niño son: exagerar sus demandas
de atención, mostrar extrema dependencia hacia la figura de apego y enfatizar la
inmadurez. Las respuestas de los padres son incoherentes y están menos disponibles. Las
madres se caracterizan por una cierta incertidumbre, tanto a nivel representacional como
conductual. Presentan incapacidad para integrar lo positivo y lo negativo, lo bueno y lo
malo, lo deseable y lo indeseable. Sus estrategias de cuidados se basan en tener al niño
cerca, al considerar que pueden protegerle mejor, aunque no son capaces de hacerlo de
una forma adecuada. Tienen tendencia a ser intrusiva, interfiriendo en la autonomía o la
exploración del niño.

Según Spieker y Booth (1988), entre un 57% y un 73% de los niños de la población
normal tienen un apego seguro en el que los padres son cálidos y sensitivos y los niños
no temen expresar el enfado, la autonomía se adecua a la edad de los hijos y para padres
e hijos existe libertad para estar solo o acompañado. El apego inseguro con rechazo o
evitación se da en un rango del 15% al 32% de los niños. Los padres de este grupo a
menudo olvidan su infancia y tienden a idealizar a sus padres como forma de negar una
relación en la infancia vivida como negativa. Con sus hijos suelen mantener una
distancia emo cional y física para reducir la probabilidad de explosión emocional que
lleve al rechazo, lo cual implica una pérdida de sensibilidad hacia las necesidades del
hijo. El niño no aprende a explorar sentimientos e intimidad y se muestra aparentemente
independiente. El apego inseguro ambivalente se da en un rango del 4% al 22% e incluye
estilos transaccionales aglutinados, padres preocupados que se dedican a rumiar
problemas pasados y se sienten abandonados si los hijos se autonomizan; los hijos son a
menudo parentalizados.

Main y Salomon (1986) incluyeron un cuarto tipo de apego al que llamaron


«desorganizado/sin resolver» que alcanza un rango de 15% a 25% en la población
normal pero un 80% en los casos de maltrato. Este apego incluye una mezcla de
evitativo y ambivalente o un conflicto de acercamiento/evitación creado por el miedo a
la figura de apego que puede maltratar al niño. Los padres son categorizados como «sin
resolver», pues no han elaborado la pérdida de su figura de apego o han tenido un trauma
reciente que no han logrado remontar (Ainsworth y Eichberg, 1991). El niño suele
presentar conductas desorganizadas y confusas cuando se reencuentran con la figura de
apego. Las madres normalmente han sido víctimas de algún trauma que no han resuelto,
siendo ansiosas y temerosas. Proyectan sus miedos ante las circunstancias actuales,

51
frecuentemente expresan sus emociones de forma intensa y con miedo y son incapaces
de reconocer las demandas de su hijo.

Los estilos de apego son «modelos de interacción social y estrategias de regulación


emocional» (Shaver y Clarke, 1994). Aunque las formas primitivas de expresión
emocional pueden ser modificadas por nuevas relaciones, modelan a su vez a éstas, con
lo cual se autoperpetúan. Implican respuestas conductuales específicas para regular las
emociones y proteger al self del rechazo y el abandono, y la creación de esquemas
cognitivos.

El modelo de apego que tenga un sujeto va a influir poderosamente en la


consideración que tiene de sí mismo y de los demás, de manera que los que han tenido
un apego seguro tendrán más confianza en sí mismos y se relacionarán me jor con los
demás, habiendo desarrollado un adecuado manejo del mundo emocional y capacidades
empáticas. El concepto de apego seguro está íntimamente relacionado con los de madre
«suficientemente buena» de Winnicott, el «pecho bueno introyectado» de Klein y la
«función continente» de Bion, y todos hacen referencia a lo necesario que es un vínculo
adecuado con los padres para que el niño se pueda desarrollar sano. Winicott (1956)
hablaba de la «preocupación maternal primaria» para referirse a un estado de
sensibilidad exaltada en el que la madre puede hacerse cargo de las necesidades del bebé,
y de la función de «sostenimiento» (holding) (Winnicott, 1960) que realiza la madre para
proteger al bebé contra estímulos negativos y proveerle de cuidados, de manera que sea
una madre «suficientemente buena» para que su hijo se desarrolle a nivel psicológico y
emocional.

Apego adulto

Respecto a las relaciones y diferencias entre el modelo de apego en la infancia y en la


edad adulta, Weiss (1982) establece tres características para diferenciarlos:

1.En los adultos, las relaciones de apego se producen generalmente entre iguales y
no entre quien recibe los cuidados y el cuidador.

2.El apego en la adultez no es tan estable como para predominar sobre otros sistemas
relacionales, mientras que en la infancia es más estable.

3.El apego en la edad adulta incluye, frecuentemente, una relación sexual.

Estresores leves no evocan los comportamientos de apego en la edad adulta, ya que


el sujeto puede confiar en la disponibilidad de la figura de apego a pesar de una ausencia

52
de proximidad física (Hinde y Stevenson-Hinde, 1976). Además, el adulto tiene
estrategias ya interiorizadas y exteriorizadas para poder dar respuesta a la activación del
sistema de apego (Blass y Blatt, 1990). El adulto depende de la representación interior
que hace de su relación con la figura de apego, elaborada en la infancia y que se
construye y desarrolla a lo largo de los años con experiencias de apego sucesivas y
variadas (Bowlby, 1969-1982). Las características del modelo de apego adulto se
resumen en la tabla 5.

TABLA 5

EL APEGO EN LA EDAD ADULTA

53
El apego, a diferencia de otras relaciones de los adultos, está basado en los efectos
que provoca la ausencia de otros tipos de vínculo. Al producirse la ausencia de un
vínculo de apego, el sujeto experimenta una soledad persistente que no puede ser
compensada por otros. En general, los sujetos que no tienen acceso a una comunidad

54
experimentan una angustia asociada con este aislamiento, debida a una baja afiliación,
entendida como la falta de asociación en la que los intereses compartidos y las
circunstancias similares ofrecen una base para la lealtad mutua y un sentido de
comunidad (Weis, 1982).

En la infancia la relación que se establece con la figura de apego es complementaria,


mientras que en la relación de pareja adulta ese tipo de relación se considera inadecuada,
valorándose mejor las relaciones igualitarias. Para Hinde y Stevenson-Hinde (1976), en
los adultos, cuando se percibe un peligro y la seguridad se ve amenazada, las relaciones
recíprocas pueden funcionar como complementarias.

De acuerdo con la teoría de Bowlby y las aportaciones que realizó Weiss, se podría
definir el apego adulto como las relaciones en las que se busca o mantiene la proximidad
de otro preferido o especial para alcanzar una sensación de seguridad. Según West y
Sheldon-Keller (1994), los adultos, al establecer la relación de pareja, tratamos de hacer
una planificación de futuro que nos aporte seguridad y permanencia.

El hecho de buscar seguridad implica el conocimiento de que todas las relaciones no


son duraderas ni seguras. Este aprendizaje se realiza si las respuestas del cuidador
fracasan y se transfieren al mundo representacional. Sin embargo, las actitudes,
expectativas y sentimientos en las relaciones de apego adulto no serían el resultado
directo del aprendizaje en el apego infantil, pues sólo persistirían estos modelos de
trabajo cuando se han producido dificultades al tratar de establecer un apego de calidad e
intensidad consistente en las primeras experiencias. Es decir, si los acontecimientos de
apego subsiguientes refuerzan un modelo de apego negativo, el potencial organizador de
los patrones de apego primario es al tamente poderoso. De este modo, los modelos de
trabajo primario forman parte de las experiencias de apego posteriores. Es necesario, por
tanto, tratar de comprender las tendencias del mundo representacional que han persistido
en el tiempo y determinan las consecuencias posteriores del apego, y para ello hay que
observar atentamente las relaciones que el sujeto ha establecido posteriormente.

Hazan y Shaver (1987) describieron tres tipos de apego adulto: seguro, inseguro-
evitativo y ansioso-ambivalente. Los sujetos con apego seguro están cómodos con la
intimidad y son capaces de confiar en los demás; estos sujetos piensan de ellos mismos
que son fáciles de conocer y dudan poco de sí mismos; también piensan que el amor de
pareja existe en la vida real y que no tiene por qué desvanecerse con el tiempo, plantean
que sus relaciones amorosas más importantes han sido relativamente felices y se
caracterizan por la amistad y la confianza.

Las personas con apego inseguro-evitativo se ven a sí mismas incómodas en la

55
intimidad y no les gusta depender de los demás; perciben a sus madres como personas
frías que les rechazaban con frecuencia, cuestionan la naturaleza duradera del amor y sus
experiencias amorosas más importantes han estado marcadas por el miedo a la intimidad
y por dificultades para aceptar a sus parejas.

Los sujetos con apego ansioso-ambivalente buscan niveles extremos de intimidad y


temen que los abandonen o no los quieran lo suficiente. Estos sujetos se referían a las
injusticias a las que sus padres les sometían, pensaban que no eran entendidos por los
demás y dudaban mucho sobre sí mismos. Les resultaba fácil enamorarse, pero como no
solían encontrar el amor verdadero, pensaban que había pocas personas que estuvieran
tan dispuestas como ellos a comprometerse en una relación a largo plazo. Sus relaciones
amorosas más importantes estaban marcadas por la obsesión y los celos, el deseo de
unión y reciprocidad, una fuerte atracción sexual y los extremos emocionales.

Bartholomew (1990), Bartholomew y Horowitz (1991) plantearon la existencia de


cuatro tipos de apego adulto (ver tabla 6).

TABLA 6

MODELO DE APEGO ADULTO

Según estos autores, aquellas personas que hayan desarrollado un modelo negativo
del otro serían resistentes o temerosas, pero siempre teniendo en cuenta el nivel de
dependencia desarrollado. Las personas que desarrollan un modelo del otro positivo
serían seguras o preocupadas y de nuevo el nivel de dependencia se convertiría en el

56
factor que habría que tener en cuenta. Según Hazan y Shaver (1987), el apego temeroso
se asocia al evitativo, el resistente al seguro y evitativo, y el preocupado al ansioso-
ambivalente.

En la tabla 7 podemos observar las relaciones entre los estilos de apego infantil y los
estilos de apego de los padres, así como la interacción entre padres e hijos.

TABLA 7

CARACTERÍSTICAS ASOCIADAS A LAS RELACIONES DE APEGO

57
4. PAUTAS PARENTALES DE CRIANZA

Las pautas de crianza han sido asociadas al desarrollo psicoafectivo de los hijos, lo cual
está íntimamente asociado a los estilos de apego.

Parker, Tupling y Brown (1979) desarrollaron un cuestionario autoaplicado, el

58
Parental Bonding Instrument (PBI), para medir dos dimensiones de las pautas de crianza:
el cuidado (CUI) (entendido como preocupación contra indiferencia y rechazo) y la
sobreprotección (SOB) (conductas contra los estímulos de independencia del hijo) que el
hijo percibe en sus padres, referido a sus 16 primeros años de vida, aunque evalúa
actitudes percibidas en la actualidad. Sobre la base de estos factores, se construye una
tipología de los vínculos parentales percibidos:

1.Óptimo (alto cuidado, baja sobreprotección).

2.Ausente o débil (bajo cuidado y baja sobreprotección).

3.Constreñido (alto cuidado y alta sobreprotección).

4.Control sin afecto (bajo cuidado y alta sobreprotección).

Al estar este cuestionario íntimamente ligado a las pautas parentales de crianza,


vamos a describirlo en detalle aquí. Consta de 25 ítems de los cuales 13 forman la
subescala de sobreprotección y 12 la de cuidado, con cuatro opciones de respuesta (Muy
de acuerdo, Acuerdo moderado, Desacuerdo moderado y Muy en desacuerdo), con
puntuaciones de 0 a 3. Cada ítem debe ser contestado, en forma retrospectiva o actual,
para el padre y para la madre.

La escala de cuidado (CUI) hace referencia a: calidez emocional, preocupación por


el bienestar del hijo y valoración positiva del mismo, frente a rechazo e indiferencia.
Mientras que la escala de sobreprotección (SOB), a: control, sobreprotección, intrusión,
contacto excesivo, infantilización y prevención de la conducta independiente, que tienen
alto valor en sobreprotección frente a fomento de la independencia, que tienen bajo
índice de sobreprotección.

Otros autores (Kendler, 1996; Martin et al., 2004) han hallado tres factores: el
cuidado (compuesto por los mismos ítems que en el de Parker et al. [1979]), y la
sobreprotección, que se divide en dos factores: autoritarismo (Kendler, 1996) o
restricción (Martin et al., 2004) y sobreprotección (Kendler, 1996) o intrusión (Martin et
al., 2004).

Parker (1983) encontró en una muestra australiana que las puntuaciones medias para
cuidado materno eran de 27,0 y 13,5 para sobreprotección, mientras que las
puntuaciones medias para los padres eran de 24,0 en cuidado y 12,5 en sobreprotección.
En una muestra del País Vasco (Espina et al., 1996) encontramos en un grupo control sin
patología las siguientes puntuaciones medias: cuidado materno 29,19, sobreprotección

59
materna 16,50; cuidado paterno 21,56 y sobreprotección paterna 16.

La fiabilidad de la escala, en cuanto a la consistencia interna, informada por el autor


es muy buena (Parker, 1983): de 0,88 para cuidado y 0,74 para sobreprotección);
mientras que la fiabilidad interjueces mostró índices de r = 0,78 para cuidado y r = 0,49
para sobreprotección. Parker (1984) resume los estudios realizados sobre la fiabilidad
test-retest de la escala en distintas muestras clínicas y no clínicas. Los resultados eran
buenos para ambas y mejores para la escala de cuidado respecto a la de sobreprotección.
La validez concurrente ha sido, así mismo, ampliamente estudiada (Parker, 1984 y 1986;
Kazarian et al., 1987; MacKinnon et al., 1991). En resumen, los resultados de estos
trabajos señalan que el PBI es una medida válida de las características parentales
percibidas, así como de las características parentales actuales. Además, el PBI no se ve
afectado por el ambiente familiar, «percepción compartida». La validez predictiva, en
cuanto a diferenciar muestras clínicas y sujetos normales, así como para predecir el curso
de una enfermedad, ha sido investigada por Parker (1979 y 1981) en los trastornos de
ansiedad y depresivos. En diferentes tipos de pacientes psiquiátricos han sido
investigados por numerosos autores (Espina y Pumar, 1999). En toxicomanías, el PBI ha
sido utilizado por Schweitzer y Lawton (1989).

Schweitzer y Lawton (1989) estudiaron la percepción que tenían los hijos de las
actitudes de sus padres hacia ellos me diante el Parental Bonding Instrument (PBI) de
Parker et al. (1979) en una muestra de 63 adictos a opiáceos y un grupo control de 50
estudiantes con una edad semejante. Entre sus resultados destaca que en el grupo de
toxicómanos predominaba el vínculo de control sin afecto, mientras que en el grupo
control, el vínculo óptimo. Este control sin afecto debe considerarse un estilo de parental
de alto riesgo y se caracteriza por frialdad, rechazo, indiferencia, control e intrusión en la
vida del hijo, y una falta de estímulo para la autonomía. Espina et al. (1996), aplicando el
PBI a toxicómanos hallaron que también el vínculo de control sin afecto era el más
frecuente en éstos, mientras que el vínculo óptimo era el más frecuente en el grupo
control.

Espina, Fernández y Pumar (2000), utilizando una adaptación infantil del PBI,
encontraron que el vínculo de control sin afecto era el más frecuente en niños con
trastornos del habla y del lenguaje.

Humphrey y Stern (1988), basándose en la teoría de las relaciones objetales,


proponen que las familias en las que aparecen trastornos de la alimentación
experimentan fallos a la hora de proporcionar un ambiente parental contenedor. Estos
autores creen que estos fallos son transmitidos de una generación a otra. Muchos de los

60
estudios empíricos sobre los estilos parentales en los trastornos de la alimentación están
basados en el Parental Bonding Instrument (PBI) (Parker, Tupling y Brown, 1979). Los
datos de los estudios empíricos son variables y no concluyentes.

Gómez (1984) quería comprobar si el desarrollo psicosexual estaba relacionado con


los problemas con la bebida. Para ello comparó pacientes que referían problemas con el
alcohol con sujetos controles sin ningún tipo de patología y con pacientes con trastornos
alimentarios. Con dicho fin utilizó el PBI y encontró que, en la percepción de la figura
materna, las bulímicas no diferían de las controles; las anoréxicas puntuaban a sus
madres significativamente más bajo en cuidado y más alto en protección. En cambio, no
diferían de las controles en la percepción de la figura paterna, mientras que las bulímicas
mostraban una significativa falta de cuidado.

Pole, Waller, Stewart y Parkin-Feigenbaum (1988) hallaron que mujeres bulímicas


puntúan significativamente más bajo en cuidado con respecto a sus madres que las
controles (75% vs. 47%, respectivamente); las puntuaciones para los padres son
similares, aunque se acercan a la significación estadística. El cuadrante que más
distingue a los grupos es el de vinculación óptima, al que pertenece un 43% de las
controles frente al 5,4% de las bulímicas. Concluyen que los síntomas bulímicos estarían
disfrazando un desarrollo del ego deficitario relacionado con una pobre empatía parental
más que a un problema básico de autocontrol.

Rhodes y Kroger (1992) comparan la percepción de las pautas de crianza entre


adolescentes con trastornos alimentarios y un grupo control libre de síntomas. Concluyen
que el control sin afecto maternal, caracterizado por la sobreprotección, inhibición de la
individuación, intrusismo, infantilización y la falta de calidez emocional, se asocia en
mayor medida que la paterna con los trastornos alimentarios. Además, encuentran que
las pacientes puntúan alto en ansiedad de separación, bajo en separación saludable, alto
en ansiedad a ser «engullido» y alto en negación de la independencia. Es decir, aparece
un modelo en el que cuando se mueven lejos sienten ansiedad de separación pero cuando
están cerca temen ser engullidos.

Russel et al. (1992) aplicaron el PBI a anoréxicas, otras pacientes psiquiátricas y un


grupo normativo, y hallaron que en las pacientes anoréxicas y en el grupo control era
más frecuente el vínculo óptimo y en las otras pacientes el de control sin afecto.
Vandereycken (1994) aplicó el PBI a anoréxicas y a sus padres y encontró que las
madres percibieron un vínculo de control sin afecto en ambos padres; los padres
percibieron a sus padres como neutrales y a sus madres como sobreprotectoras. Mientras
que sus hijas percibían un vínculo óptimo con su madre y débil con el padre.

61
En un estudio realizado con jóvenes del País Vasco hemos podido confirmar ver la
íntima relación entre las pautas de crianza y la salud mental (Espina, Ochoa de Alda y
Ortego, 2007).

Esta forma disfuncional de parentalidad o distorsión perceptual, o ambas, puede ser


un epifenómeno de la atmósfera negativa en las familias con trastornos. Las tristes
relaciones entre padre e hijos, la crónica emoción negativa, puede ser a la vez causa y
consecuencia de las interacciones que minan las preocupaciones parentales y el
desarrollo de los hijos. Por otra parte, unas pautas parentales de crianza inadecuadas
pueden actuar como un factor predisponente a padecer trastornos psicológicos.

5. LA TRANSMISIÓN GENERACIONAL EN LAS FAMILIAS

Bowen (1978) habló del proceso de diferenciación del self, referido al grado en que el
sujeto permanece o no separado del otro. La diferenciación está asociada con la madurez
emocional, mientras que el grado extremo de indiferenciación se da en la relación
simbiótica. Las personas poco diferenciadas necesitan constantemente de los otros y no
toleran la soledad. El grado de diferenciación del self determina la existencia de un self
sólido o de un pseudoself. El self sólido se constituye a base de creencias, opiniones,
convicciones y principios vitales definidos con claridad que se incorporan a partir de
experiencias sometidas a un proceso de razonamiento intelectual. El pseudoself se gesta,
por el contrario, por la presión emocional del grupo, que exige que el individuo siga los
ideales y principios asumidos por la cultura grupal, lo cual le hace dependiente en exceso
del grupo con los consiguientes problemas emocionales y relacionales. Las familias en
las que no se da un adecuado proceso de diferenciación tendrían una «masa de ego
indiferenciada», es decir, estarían fusionadas, aglutinadas, y en la pareja la angustia
frente a la fusión puede provocar el distanciamiento emocional. Muchas veces, aspectos
del self no aceptados son fruto de experiencias inadecuadas en la generación anterior,
que han impedido que se dé el proceso de individuación. Las vinculaciones irresueltas
con los padres (Bowen) determinan que cuanto más bajo es el nivel de diferenciación,
peor podrá el sujeto separarse del pasado para iniciar su vida en la generación actual.

Boszormenyi-Nagy (1965) también aplica a las relaciones familiares los conceptos


de límites, simbiosis, individuación, proyecciones e identificaciones proyectivas y, más
adelante, Boszormenyi-Nagy y Sparks (1973) desarrollan una teorización basada en la
conciencia moral, el súper-yo e ideal del yo, aplicado a la familia. Estos autores hablan
del libro de cuentas familiar para referirse a un sistema multigeneracional de
obligaciones y deudas que deben pagarse con el tiempo. El sistema de obligaciones,
llamado súper-yo contrautónomo, permite al grupo subsistir haciendo una atribución de

62
roles que sacrifica al individuo en aras del bienestar grupal. El síntoma surgiría cuando
hay una acumulación excesiva de injusticias en la contabilidad del sujeto que se
convierte en paciente, o cuando la lealtad a la familia exige el sacrificio de su
autonomización. En ambos casos, el paciente designado obtiene poder a través de los
síntomas y culpabiliza a los demás.

La lealtad tiene como marco de referencia la confianza, el mérito, el compromiso y


la acción, más que las funciones psicológicas del «sentir» y el «conocer», y determina
una obligación ética vinculada al sentido del deber, la ecuanimidad y la justicia con los
miembros comprometidos en esa lealtad. Los sistemas de lealtad pueden basarse tanto en
la colaboración no explicitada, como en los mitos gestados por la familia, y sus efectos
se manifiestan al surgir la amenaza de desvinculación de un miembro.

Cada generación recibe en forma proporcional a lo que recibió la generación


anterior, y las expectativas planteadas a cada una de ellas se equilibran con los cuidados
y solicitud que se le brindan. La calidad de la paternidad dependerá, pues, de lo que los
padres vivieron de niños. Generación tras generación los compromisos de lealtad
verticales (con las generaciones anteriores o posteriores) entran en conflicto con los
horizontales (la familia actual y los hermanos), y al establecer nuevas relaciones, en
especial el matrimonio, se plan tea la necesidad de forjar nuevos compromisos de lealtad
y cuanto más rígido sea el sistema de lealtad originario, mayor desafío deberá afrontar el
sujeto.

Otro concepto utilizado por estos autores es el de «parentalización», el cual hace


referencia a la «distorsión subjetiva de una relación» en la que se ubica al hijo en el
papel del propio padre, ya sea en la fantasía o mediante una actitud de dependencia. Es
decir, se recrea la relación con los padres en la relación actual con los hijos o con el
propio cónyuge. El mecanismo de defensa de identificación proyectiva juega un papel
fundamental en la parentalización, pues los padres depositan un objeto interno en el hijo;
por ejemplo, el padre introyectado.

La parentalización determina los siguientes roles: 1. Rol de cuidador de los propios


padres. 2. Rol sacrificial en el que el sujeto renuncia a su vida por la unión familiar, ya
sea siendo solícito o mostrándose como «el malo» en el que pueden depositar todo lo
negativo para mantenerse unidos (chivo expiatorio). El compromiso puede llevar a la
indiferenciación simbiótica, al consagrarse a la familia de origen para siempre,
renunciando a la más mínima autonomía. 3. Roles neutrales, generalmente jugados por
los hermanos «sanos y triunfadores», que deben cumplir con la expectativa familiar sin
poder desarrollarse con un ritmo adecuado a su edad. El valor de estos hermanos en la

63
dinámica familiar se ve cuando intentan alejarse de la familia y comienzan a
manifestarse los problemas encubiertos.

La lealtad puede llevar a que «las amenazas de divorcio de los padres puedan detener
los esfuerzos que los hijos adolescentes o jóvenes realizan en pos de su emancipación»
(Boszormenyi-Nagy y Spark, [1973]).

Framo (1970) plantea que la elección del síntoma viene determinada por la dinámica
intrapsíquica del paciente y por las relaciones familiares. Las situaciones de la vida no
sólo se interpretan inconscientemente a la luz de los objetos internos, lo cual provoca
que se originen expectativas deformadas de otras personas, sino que se intenta
inconsciente y activamente forzar y cambiar las relaciones para que se adecuen a los
modelos internos de rol. Estos procesos de asignación irracio nal de rol cumplen la
función de recobrar los antiguos objetos de amor a través de los miembros reales de la
familia actual, impidiendo así el temor a la pérdida y la aflicción. Según Framo, las
personas están actuando constantemente viejos conflictos y buscan mediante el
matrimonio, los hijos, los amigos, los enemigos y los terapeutas, las respuestas de apoyo
que les permitirán mantener la relación con los modelos internos del rol y evitar el
surgimiento de ansiedades y temores asociados con esas relaciones internas. Con los
conceptos de asignación del rol y deformación proyectiva de trasferencia, Framo (1965a,
1965b, 1971, 1996) destaca que los hijos representan expectativas de los padres
basándose en introyecciones paternas, sus roles pueden estar determinados incluso antes
de que nazcan, y les obligan a cumplir responsabilidades prematuras para las que son
adiestrados durante años y que son reforzadas por normas y mitos familiares. Todo esto
impide la individuación del hijo y permite a los padres mantener la fantasía de que no
han perdido a sus propios padres al tenerlos representados, de alguna manera, en sus
hijos. Algunos síntomas se desarrollan en función de los esfuerzos por librarse del rol
asignado y otros como reflejo de tal designación, y las dificultades actuales están
relacionadas con los esfuerzos reparadores para corregir, controlar, defenderse y
suprimir viejos y molestos paradigmas relacionales pertenecientes a la familia de origen,
y la elección de las relaciones está condicionada al intento de encontrar soluciones
interpersonales a conflictos intrapsíquicos.

Para Framo (1970), aunque no todos los síntomas estén determinados


interpersonalmente, siempre tienen repercusiones a ese nivel, lo cual determina su
naturaleza, curso, conservación o eliminación. El nivel intrapsíquico y el transaccional
son necesarios para una visión de conjunto en la que los lazos familiares hacen que el
hijo rechace, reprima, deforme o proyecte para aliviar la ansiedad que le provoca la
tensión entre su auto conservación y la lealtad a su familia, es decir la formación,

64
selección, mantenimiento, intercambio y disminución de los síntomas se consideran en
función de la interacción entre el sistema individual y el sistema familiar de relaciones.

Stierlin (1975, et al., 1977) sigue algunos planteamientos de Boszormenyi-Nagy y,


utilizando las perspectivas psicoanalítica y sistémica, describe cinco niveles de análisis
de las relaciones familiares.

a)Individuación vinculada. Hace referencia a la co-individuación que se da entre los


miembros de la familia cuando la individuación de cada uno permite relacionarse
de una manera más evolucionada. Cuando hay infraindividuación se puede llegar
a la relación simbiótica y si se da la supraindividuación, las fronteras son
excesivamente rígidas y los sujetos están aislados. También puede darse una
oscilación pendular entre estos dos extremos; en todos los casos falla la capacidad
y disposición al diálogo.

b)Ligazón y expulsión. Están asociadas a la separación entre las generaciones y


puede darse a varios niveles. La excesiva ligazón provoca trastornos
psicosomáticos y psicóticos y la expulsión es una forma de maltrato infantil que
lleva a las sociopatías en los hijos. Es frecuente que los duelos inconclusos
jueguen un importante papel en la ligazón y expulsión.

c)Delegación. De encargos que se transmiten de una generación a otra con una gran
exigencia de lealtad. Se torna disfuncional cuando la exigencia del legado supera
las capacidades del sujeto.

d)Legado y mérito. Hace referencia al libro mayor familiar de méritos de


Boszormenyi-Nagy.

e)El estatus de la reciprocidad. En él confluyen los otros cuatro aspectos, sólo que
ahora se refieren a las relaciones actuales. Es negativo cuando se da una escalada
simétrica por el poder, lo que Stierlin llama «clinch maligno».

Hellinger (1996, 2000, 2002, 2003) recoge las aportaciones de las escuelas
transgeneracional (Boszormenyi-Nagy y Spark, 1973; Bowen 1978; Framo, 1996;
Stierlin, 1975) y estratégica (Haley, 1974, 1980; Madanes, 1981) y les imprime un
sentido espiritual y transcendente. Este autor ha desarrolla un trabajo sobre
constelaciones familiares basado en las reglas familiares asociadas a los valores y
conceptualizadas como las órdenes del amor, y están representadas por el vínculo y la
conciencia:

65
-Vínculo: la vinculación a través de los lazos afectivos entre los seres humanos
permite la supervivencia física y emocional. Este concepto está asociado al apego
como primera vinculación afectiva.

-Conciencia: es la conciencia moral (súper-yo) que nos quía e induce el sentimiento


de culpa cuando no se siguen los preceptos morales aprendidos en primer lugar en
el seno de la familia y hechos propios posteriormente (introyectados). La
inocencia tiene que ver con cumplir con las normas, rituales o leyes no escritas en
el sistema. En el proceso de crecimiento hay una parte de culpa inevitable, la que
supone dejar de ser niños, ser adultos con criterio propio y crear nuestra propia
familia.

Las órdenes del amor son tres: de pertenencia, de jerarquía y de dar y tomar.

1a orden: pertenencia

Todos los elementos de un sistema tienen derecho a pertenecer a dicho sistema, incluso
los miembros ausentes. Si no se reconoce explícita o implícitamente, afectará
negativamente al mismo, especialmente a los miembros más débiles. Cuando un
miembro es excluido, ya sea olvidado, excluido o rechazado, la conciencia del sistema
induce a un miembro de una generación posterior a asumir («amor ciego») el destino de
la persona excluida, lo cual le impedirá desarrollar su propio destino y, muchas veces, le
supondrá una limitación importante en su vida.

2a orden: jerarquía

Los elementos (miembros) que llegaron antes al sistema tienen prioridad sobre los que
llegaron después y deben ser reconocidos como tales, y es su derecho y deber mantener
su lugar de prioridad. Los pequeños, los que llegaron después, no pueden ocupar el lugar
de un miembro del sistema que llegó antes, tampoco pueden asumir su destino, sus
culpas, ni juzgarle. Por otra parte, estos últimos tienen prioridad en la atención y el
cuidado. El desorden se produce cuando no se atiende a la familia nuclear por atender a
la de origen, cuando el nuevo no tiene un lugar seguro que le garantice cuidado y
atención, o cuando a éste se le ofrece un lugar jerárquico superior.

3a orden: «dar» y «tomar»

Lo mayores dan y los menores toman. En las relaciones igualitarias es recíproco el dar y
tomar. El desorden está asociado a la reciprocidad: si no se da entre iguales, el

66
desequilibrio produce malestar. Por el contrario, entre generaciones son los intentos de
reciprocidad o de «igualar la deuda» lo que provoca el malestar. El manejo adecuado
está asociado al agradecimiento y la humildad de aceptar lo que se recibe desde una
posición inferior.

Sobre estas bases, Hellinger desarrolla un trabajo sobre las familias de origen y la
actual, utilizando, principalmente, la técnica de la escultura.

El trabajo de reconstrucción de la trama intergeneracional permite entender las


relaciones actuales a la luz de la dimensión histórica del sistema con el que interactúa el
terapeuta, que incluye la historia del paciente, de sus padres y sus relaciones con la
familia de origen. A nivel de la intervención, este planteamiento permite abordar
problemas no resueltos y demandas insatisfechas que se transmiten de generación en
generación a la espera de una solución.

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72
En el abordaje ecosistémico o contextual, también hay un espacio destacado para el
mundo emocional. Ya veíamos que las emociones forman parte de la personalidad
CASIC y, al fin y al cabo, los sistemas están formados por individuos, holones diría
Minuchin, con sus propias emociones, las cuales condicionan en gran medida los modos
de vinculación.

Según Lazarus y Lazarus (1994), las emociones constan de un estado emocional


subjetivo, un impulso a actuar, cambios corporales que preparan y mantienen el
afrontamiento de la situación desencadenante del estado emocional y un lenguaje
corporal que comunica esas emociones a los demás. Siguiendo ese planteamiento,
podemos hablar de tres componentes principales en las emociones:

•Experiencia (cognitiva-subjetiva) que sirve para adaptarse cognitivamente y matizar


las cualidades de las emociones.

•Fisiológico-adaptativo. Cambios neurofisiológicos y endocrinos (físicos) que


regulan la intensidad de la emoción y la adaptación fisiológica.

•Conductual-expresivo. La expresión emocional (social) permite la adaptación social


y la comunicación del estado emocional.

1.La experiencia emocional se procesa a nivel cognitivo y su función es la


adaptación cognitiva y la discriminación de la cualidad de la emoción. A nivel
neuroanató mico implica el sistema reticular autónomo (SRA) activando el
córtex, el neurocórtex y el sistema límbico.

2.Los cambios neurofisiológicos y bioquímicos tienen como función la adaptación


fisiológica y la regulación de la intensidad de la emoción, las estructuras
neuroanatómicas implicadas son el sistema reticular autónomo que activa el
sistema nervioso autónomo (SNA), el hipotálamo, el sistema límbico y el sistema
endocrino.

3.La expresión emocional actúa en el nivel social y sus funciones son la adaptación
social y la comunicación de los estados emocionales, las estructuras
neuroanatómicas implicadas son el SRA activando la conducta, la corteza motora
precentral, el sistema límbico, el hipotálamo, la amígdala y el hipocampo.

73
Las tareas centrales del desarrollo emocional incluyen la habilidad de identificar y
entender los sentimientos propios, de interpretar y comprender adecuadamente los
estados emocionales de los otros, de organizar las emociones y su expresión de una
forma constructiva y de regular la propia conducta, desarrollar empatía hacia los otros y
crear y mantener relaciones.

El desarrollo de las expresiones emocionales implica la habilidad para producir


diversas emociones y para reconocer y discriminarlas en uno mismo y en los otros
(Garrido, 2000). Las emociones básicas: alegría, miedo, tristeza, ira, sorpresa y
repulsión, permiten responder rápidamente a estímulos biológicamente relevantes y
adaptarse al medio. Cuando existe una mala regulación emocional, aparecen alteraciones
transitorias, como la ansiedad y los excesos comportamentales, y crónicas que se
expresan en procesos psicopatológicos. Las emociones apoyan las funciones ejecutivas
cerebrales cuando están bien reguladas, pero interfieren en la atención y la toma de
decisiones cuando están mal controladas (Damasio, 1994).

Wundt (1896) desarrolló una teoría tridimensional del sentimiento: agrado-


desagrado, tensión-relajación y excitación-calma. Cada una de las emociones se formaría
con una combinación de estas dimensiones. Zajonc (1980) sostiene que las dimensio nes
aceptadas por casi todos los autores son agrado-desagrado y la intensidad de la reacción
emocional. La primera sería exclusiva y característica de las emociones. Oatley (1992)
resalta en las emociones la disposición para la acción y la «cualidad fenomenológica».
Para Izard (1977) y Plutchik (1980), las emociones son fenómenos neuropsicológicos
específicos fruto de la selección natural, que organizan y motivan comportamientos
fisiológicos y cognitivos para facilitar la adaptación.

Reeve (1994) propone que la emoción cumple tres funciones: a) Funciones


adaptativas. b) Funciones sociales. c) Funciones motivacionales

La función adaptativa se refiere a la movilización de energía y el dirigir la conducta


hacia un objetivo. Plutchik (1980) propone una funcionalidad para las emociones (ver
tabla 8).

TABLA 8

FUNCIONES DE LAS EMOCIONES

74
Las emociones favorecen la interacción social de varias formas: controlando la
conducta de los demás (por ejemplo, la ira), permitiendo la comunicación de los estados
afectivos y promoviendo la conducta prosocial (por ejemplo, la alegría) (Izard, 1977). La
inhibición de las emociones también cumple una función social obvia, pues puede no ser
adecuado mostrar una emoción determinada en un contexto dado. La creación de una red
social de apoyo estará muy vinculada a la expresión emocional.

La emoción energiza la conducta motivándola, pues tiene la función adaptativa de


facilitar la ejecución de la conducta necesaria ante cada exigencia; por ejemplo, la ira
facilita la defensa, la alegría, la atracción interpersonal, la sorpresa, la atención ante
estímulos. Según Izard (1993), las emociones básicas son: placer, interés, sorpresa,
tristeza, ira, asco, miedo y desprecio, y tienen estas características:

-Tener un sustrato neural específico y distintivo.

-Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva.

-Poseer sentimientos específicos y distintivos.

-Derivar de procesos biológicos evolutivos.

-Manifestar propiedades motivacionales y organizativas de funciones adaptativas.

Para Ekman y Davidon (1994) son siete las emociones básicas: ira, alegría, asco,
tristeza, sorpresa, miedo y desprecio.

75
El tema de las emociones básicas es controvertido, pero por tener características
comunes en todos los seres humanos y poseer patrones de reacción afectiva distintivos y
generalizados, son aceptadas por casi todos los autores seis emociones: alegría, tristeza,
ira, sorpresa, miedo y asco.

Las emociones básicas permiten responder rápidamente a estímulos biológicamente


relevantes:

.Alegría: proactiva, seguridad, diversión, repetir.

•Tristeza: aislamiento, ensimismamiento, reintegrar.

•Miedo: anticipación, huida, alejamiento, proteger.

•Ira: resentimiento, explosión, destruir.

•Asco: rechazo de lo no deseado, rechazar.

•Sorpresa: sobresalto, alerta, asombro, orientar.

1.La alegría favorece la recepción e interpretación positiva de los estímulos


ambientales. Tiene más estabilidad que el placer, favorece la consecución de
objetivos. Se asocia a una congruencia entre lo que se desea y lo que se posee,
entre las expectativas y las condiciones actuales y en la comparación con los
demás. Facilita la empatía, lo que favorecerá la aparición de conductas altruistas,
el rendimiento cognitivo, la solución de problemas y la creatividad (Isen, 1984),
así como el aprendizaje y la memoria. Incrementa la capacidad para disfrutar de la
vida. Establecer nexos y favorecer las relaciones interpersonales. Produce
sensación de fuerza, competencia, transcendencia y libertad, sensación de
bienestar, autoestima y autoconfianza (Averill, 1994).

2.La ira es el componente emocional del complejo agresividad-hostilidad-ira. La


hostilidad hace referencia al componente cognitivo y la agresividad al conductual.
Se asocia a la frustración, situaciones injustas (Izard, 1977) o atentados contra
valores morales (Berkowitz, 1990). La atención se localiza en los obstáculos
externos que impiden la consecución del objetivo. Suele aparecer incapacidad o
dificultad para la ejecución eficaz de procesos cognitivos. Moviliza las respuestas
de ataque-fuga y puede evitar las respuestas indeseables de otros. La experiencia
subjetiva es la de necesidad de actuar de forma intensa e inmediata (física o
verbalmente) para solucionar, de forma activa, la situación problemática. Suele

76
ser desagradable e intensa.

3.El miedo se produce ante un peligro real y la reacción es proporcional a éste.


Suelen provocar miedo situaciones novedosas y misteriosas, especialmente en
niños, altura y profundidad, experiencias previas, dolor y anticipación del dolor,
pérdida de sustento. Activa el síndrome general de adaptación. La valoración
primaria es la de amenaza y la secundaria, la ausencia de estrategias de
afrontamiento apropiadas (Lazarus, 1993). Facilita la huida o evitación de la
situación peligrosa. Al prestar una atención casi exclusiva al estímulo temido,
hace que el organismo reaccione rápidamente ante el mismo. Moviliza gran
cantidad de energía. Genera aprensión, desasosiego, malestar, preocupa ción,
recelo por la propia seguridad o por la salud y sensación de pérdida de control.

4.La tristeza la provocan: separación física o psicológica, pérdida o fracaso,


decepción, situaciones de indefensión, ausencia de predicción y control. Seligman
(1975) sugiere que la tristeza aparece después del miedo debido a que ésta es el
proceso oponente del pánico y la actividad frenética. Produce dolor crónico,
sensación de pérdida o daño irreparable y localización de la atención en las
consecuencias a nivel interno de la situación. Puede inducir la depresión (tríada
cognitiva, esquemas depresivos y errores en el procesamiento de la información).
Favorece la cohesión, la empatía, el altruismo y la comunicación con otras
personas (Averill, 1994). Se disminuye el ritmo de actividad. Se valoran otros
aspectos de la vida a los que antes de la pérdida no se prestaba atención. La
experiencia subjetiva es de desánimo, melancolía, desaliento y pérdida de energía

5.La sorpresa es una reacción emocional neutra, que se produce de forma inmediata
ante una situación novedosa o extraña y que se desvanece rápidamente, dejando
paso a las emociones congruentes con dicha estimulación (Reeve, 1994). La
provocan acontecimientos inesperados y estímulos novedosos no muy intensos.
Produce un aumento brusco de estimulación, interrumpiéndose la actividad que se
está realizando en ese momento. Aumenta la actividad cognitiva para facilitar una
reacción emocional y conductual apropiada ante una situación novedosa y los
procesos atencionales, exploración e interés por la situación novedosa. La
reacción afectiva es indefinida, aunque agradable. Puede producir una sensación
de incertidumbre por lo que va a acontecer.

6.El asco provoca sensaciones fisiológicas claras: aumenta la reactividad


gastrointestinal (por ejemplo, náuseas) y la tensión muscular. Lo provocan
estímulos desagradables potencialmente peligrosos o molestos. Sirve para huir o

77
evitar situaciones desagradables o potencialmente dañinas para la salud. Los
estímulos pueden ser olfativos, olorosos, acústicos y visuales, así como estar
muchas veces vinculados a los alimentos.

Las emociones complejas son una mezcla de varias emociones dirigidas hacia el
mismo objeto, pero despertadas por varios, y a menudo contradictorios, aspectos del
objeto o la situación; por ejemplo, la nostalgia puede ser una mezcla de tristeza con
esperanza, los celos integran furia, miedo, envidia. Vamos a describir, a modo de
ejemplo, algunas:

Elorgullo manifiesta un sentimiento de superioridad sobre otro, enderezando la


cabeza y el cuerpo entero. La gente que muestra orgullo generalmente lleva una
pequeña sonrisa, inclina levemente la cabeza hacia atrás, visiblemente expanden
su postura y alzan los brazos por encima de su cabeza o bien se ponen las manos
en la cintura. Expandir la postura en esta expresión crea una impresión de
grandeza y así se expresa el sentido de dominación; y el inclinar la cabeza hacia
atrás quizá le permite al individuo observar por encima de la gente mostrando
superioridad. La persona arrogante mira a los demás desde lo alto, bajo los
párpados. Apenas accede a mirarles, o bien atestigua su desprecio por ligeros
movimientos de las ventanas de la nariz o de los labios.

-La vergüenza se relaciona con sentirse expuesto y encontrarse carente de dignidad o


valía. Implica sentirse mirado con desprecio o inferior a los otros. Se asocia con la
tendencia a retraerse o esconderse

-La culpa es un estado más complejo que la vergüenza, implica juicios aprendidos en
relación a acciones o comportamientos específicos. La culpa motiva el sentir que
se tiene que pagar por haber obrado mal.

-Resignación e impotencia: cuando alguien quiere indicar que no puede hacer una
cosa o impedir que algo se produzca, suele alzar los dos hombros con un
movimiento rápido. Al mismo tiempo, para completar la ac titud, vuelve los
codos hacia dentro, doblados los brazos, alza las manos abiertas volviéndolas
hacia fuera y apartando los dedos. Va acompañado de frases como estas: «no es
culpa mía», «me es imposible conceder ese favor», «que siga su camino», «yo no
puedo detenerle». El encogimiento de los hombros expresa también la paciencia o
la ausencia de toda idea de resistencia.

-El rubor es la más especial y la más humana de todas las expresiones. La coloración
del rostro que entonces se produce es debida al relajamiento de las paredes

78
musculares de las pequeñas arterias, que permite a los capilares llenarse de
sangre. El rubor no sólo es involuntario, sino que el deseo que tenemos de
reprimirle, atrayendo nuestra atención sobre nuestra persona, nos dispone más a
él.

-El dolor no está asociado con ninguna tendencia de acción que permita prevenir el
daño, pero sí posee un valor para la supervivencia. Lo logra enseñando a la
persona a evitar las cosas que se ha descubierto que pueden ser dolorosas. Si el
dolor emocional es intenso, las personas se sienten fuera de control y
experimentan dolor físico en sus estómagos, en sus cabezas y en su cuerpo en
general. Informan de que se sienten desbordadas, tienen miedo de ser incapaces
de parar de llorar, así como de perder el control. Dicen sentirse débiles, hechas
añicos, rotas, rasgadas, con heridas abiertas y como vacías y sin esperanza.

Greenberg y Paivio (2000) hablan de «esquemas emocionales», los cuales: «No se


basan únicamente en la emoción, implican una síntesis compleja de afecto, cognición,
motivación y acción, que proporciona a la persona un sentido integrado de ella misma y
del mundo, así como también un significado subjetivamente sentido».

Las emociones son el resultado de un proceso de construcción complejo que sintetiza


diferentes niveles de procesamiento de la información. Las fuentes de información son
afectivas, cognitivas, motivacionales y sensoriales, y todas ayudan a determinar la
experiencia y la acción humanas. Lo que gesta el sentimiento es la síntesis de muchos
niveles de procesamiento, que produce el darse cuenta, y un proceso consciente de
integración de emoción y razón. Las emociones emergen a la conciencia cuando se
atiende la sensación corporal, y ésta se simboliza en el darse cuenta. El material
simbolizado conscientemente se piensa para crear un nuevo significado, y para ayudar en
la resolución del problema y la toma de decisiones. Las experiencias emocionales son
experimentadas como sentimientos y significados complejos, por ejemplo, «estar en una
nube», «en el fondo del abismo», son generados por los esquemas.

Los esquemas emocionales constituyen el nivel de procesamiento más elevado, más


que el razonamiento consciente o que la conducta automática. Nos proporcionan la
sensación de ser seres humanos, o la de «sentirnos en la cima del mundo», o la sensación
de malestar, o de «ser una basura». Este procesamiento guía el pensamiento consciente y
la acción, y nos aporta una sensación de tono emocional acerca de las cosas (la
sensación-sentida corporalmente), que resulta crucial a la hora de la toma de decisiones.

Todo ello constituye una integración personal de lo biológico y lo vivencial, y actúa


como una fuente de información acerca de nosotros mismos en relación con el mundo

79
que nos rodea.

Greenberg y Paivio (2000) distinguen entre emociones primarias y secundarias. Las


emociones primarias son respuestas emocionales ante una experiencia. Pueden ser
adaptativas, como el miedo ante la amenaza, la tristeza ante la pérdida o el enfado ante la
agresión, pues ayudan a enfrentar un peligro para la supervivencia, bien a través de
desencadenar la propia acción, de proveer información al propio individuo o de la
activación de sentimientos de ayuda en los demás. También hay emociones primarias no
adaptativas, como el miedo fóbico. Éstas son respuestas que se han desarrollado en
contextos inadecuados para el desarrollo, pero son primarias porque no son subsiguientes
a ninguna respuesta que le precede e inicialmente fueron adaptativas.

Las emociones secundarias son una reacción a otra emoción anterior, y comprende el
significado que para su self tiene el sentir la emoción primaria. Pueden ser una reacción
defensiva o evitativa de la primaria, porque ésta no se acepta o supone una amenaza para
el self, por ejemplo, ira para ocultar la tristeza vivida como debilidad (frecuente en los
hombres), o lo contrario, tristeza para ocultar la ira (frecuente en las mujeres). Otras
veces son consecuencia de la evaluación que se ha realizado de la emoción primaria, por
ejemplo, cuando una persona que ha tenido una pérdida se deprime, y a continuación se
castiga y se odia a sí misma por ello, ya que considera que eso es una debilidad.

Greenberg y Paivio (2000) proponen también el concepto de emoción instrumental,


referido a las emociones que sirven para provocar respuestas en el otro, por ejemplo,
llorar para que el otro se sienta culpable, aunque lo que tenga sea miedo. Son
instrumentales porque se ha aprendido que su expresión tiene consecuencias relacionales
y se han vuelto habituales. Pueden usarse de modo consciente y deliberado o de modo
inconsciente y automático.

FIGURA 2

EMOCIONES PRIMARIAS

80
FIGURA 3

EMOCIONES SECUNDARIAS E INSTRUMENTALES

Tenemos dos sistemas básicos de información: uno basado en las emociones, de tipo

81
vivencial, y otro basado en lo racional, de tipo conceptual. La integración de estos
sistemas acabará produciendo la conducta adaptativa. A medida que experimentamos
sentimientos, con frecuencia también reflexionamos sobre ellos conscientemente.
Organizamos de forma constante la experiencia, integrando el aprendizaje cultural con la
sensación emocional para llegar a crear un significado nuevo. Los dos niveles de
producción del significado guían el funcionamiento humano: el conceptual consciente y
el vivencial tácito. La integración de estos dos niveles es lo que nos lleva a un
funcionamiento adaptativo.

Las tablas 9 y 10 pueden servir de guía para detectar y consignar qué estados
afectivos detectamos en la entrevista y cómo nos sentimos nosotros con una familia en
particular.

TABLA 9

ESTADOS AFECTIVOS Y SENTIMIENTOS

TABLA 10

LISTA DE ADJETIVOS DE COMPROBACIÓN DE MÚLTIPLES ESTADOS


AFECTIVOS

82
El desarrollo emocional está íntimamente ligado al apego. El primer aprendizaje
emocional se realiza con la figura de apego y la calidad del mismo determinará, en gran
medida, el funcionamiento emocional. (Ver apartado sobre el apego.)

1. ALEXITIMIA

La dificultad para procesar cognitivamente las emociones ha sido recogida en el

83
constructo «alexitimia». Según Nemiah (1977), los cuatro aspecto más destacables en la
alexitimia son: a) dificultad para identificar y describir sentimientos, b) dificultad para
distinguir los componentes somáticos (sensaciones) de los subjetivos (emociones) de la
activación emocional, c) pobreza de fantasías y d) un estilo cognitivo externamente
orientado (concreto, utilitarista, literal, referido a acontecimientos externos) y un estilo
de vida orientado a la acción.

Las características de la alexitimia (Kristal, 1979) son:

A.Rasgos esenciales

1.Pensamiento simbólico reducido o ausente. Es utilitario, minucioso, centrado en el


exterior, no expresando sus motivaciones, deseos, tensiones o sentimientos.

2.Limitada capacidad para fantasear. Existe una inhibición de la capacidad de la


fantasía como realizadora de deseos, lo cual les impide la representación de los
impulsos y la simbolización de las tensiones como un paso previo a la acción.

3.Dificultad para expresar los sentimientos con palabras. Al tener dificultades en


contactar con su realidad psíquica no pueden diferenciar estados emocionales y
localizar sensaciones y experiencias corporales, recurriendo a expresar sus
demandas con el cuerpo.

B.Rasgos accesorios

1.«Pseudoadaptación social». Su comportamiento es rígido y excesivamente


dependiente de las convenciones sociales.

2.Relaciones sociales estereotipadas, muy dependientes o evitativas, con gran


dificultad para empatizar.

3.Impulsividad como expresión de conflictos. Se descontrolan con facilidad al no


poder elaborar previamente los conflictos.

4.Personalidad inmadura (Ruesch, 1948). No desarrollan una adecuada


individuación, lo cual está asociado a su deficiente expresión simbólica. Los tipos
de personalidad más frecuentes son: introvertidos, pasivo-agresivos, pasivo-
dependientes.

5.Resistencia a la psicoterapia tradicional. Al no discriminar sentimientos de


sensaciones corporales y tener deficitaria la capacidad de simbolizar, no poseen la

84
capacidad de introspección necesaria para las psicoterapias dinámicas.

Las áreas afectadas en la alexitimia son (Kristal, 1979): a) trastorno cognitivo en el


que los símbolos se usan como un mero signo, sin integrarlos en un contexto personal, b)
trastorno afectivo caracterizado por la dificultad de diferenciar las sensaciones
corporales de las emociones y para expresar con palabras estas últimas, lo cual produce
ausencia de expresividad emocional y actuaciones impulsivas inesperadas y c) trastorno
de las relaciones interpersonales en el que la dificultad de empatizar ocupa un lugar
predominante.

Los sujetos alexitímicos padecen alteraciones a nivel cognitivo: fallos en la


simbolización, y a nivel afectivo: poca expresividad emocional, impulsividad y
dificultad de empatizar. Estas dificultades para manejarse con las emociones llevan a los
sujetos alexitímicos a no manejarse adecuadamente en las situaciones estresantes que se
les presentan en las relaciones interpersonales, siendo propensos a la somatización y a
las descargas impulsivas como forma de evacuar la tensión que no pueden procesar
cognitivamente.

Emde (1988) y Stern (1984) destacan la función integrativa y comunicativa de los


afectos y de los mecanismos cognitivos implicados en su regulación y modulación. Estas
funciones estarían alteradas en los alexitímicos, por lo que son vulnerables a un
incremento de la tensión provocada por estados indiferenciados de activación emocional.
El problema fundamental es el déficit en el procesamiento cognitivo de las emociones,
independientemente de su fuente, y el conflicto intrapsíquico sería una fuente de
activación. El origen de este déficit puede estar tanto en variaciones de la organización
cerebral como en los defectuosos patrones de intercambio afectivo durante el desarrollo
infantil. (Emde, 1988; Stem, 1984; Taylor, 1984, 1987; Edgcumbe, 1984; Osofsky y
Eberhart, 1988) o en las relaciones familiares actuales, como plantean Onnis y Di
Genaro (1987). Hemos hallado alta tasa de alexitimia en padres de hijas con trastornos
de la conducta alimentaria (Espina, 2003).

2. EMPATÍA

En el nivel social, la expresión emocional y su comprensión por parte del receptor es un


elemento clave en la comunicación emocional. Este aspecto es recogido en el constructo
«empatía». La empatía es una respuesta emocional que sur ge del estado emocional de
otro y que es congruente con un estado emocional. Esta reacción afectiva vicaria puede
ocurrir como respuesta a estímulos externos, indicadores del estado afectivo del otro o
como resultado de la inferencia de su estado emocional sobre la base de la observación

85
de la situación en la que está el otro (Eisenberg y Strayer, 1987).

Según Feshbach (1987), la empatía es una respuesta emocional compartida que es


contingente a elementos cognitivos. Es una función formada por tres factores: a)
habilidad para discernir claves afectivas en otros, b) la capacidad cognitiva de adoptar la
perspectiva y el rol del otro, c) sensibilidad emocional para experimentar emociones.

La empatía está formada por componentes cognitivos, afectivos y motivacionales. El


componente cognitivo se desarrolla por medio de: a) capacidades innatas: observación
de «señales emocionales», contagio mimético emocional y mimetismo motor, b) sistema
de interacción niño-adulto: observación de modelos y adquisición de patrones,
reproducción de emociones y conductas, este sistema permite al niño actuar
intencionalmente y atribuir intencionalidad a las acciones de los demás, c) motivación
personal y atribuciones cognitivas: experiencia de vida y conocimiento social que
condiciona las percepciones y la orientación y disposición de la respuesta empática. El
componente afectivo o fisiológico (SNA) prepara al cuerpo, estimula la atención, apoya,
reelabora o niega el estímulo y orienta la conducta.

Si tiene mayor peso el componente cognitivo hablamos de la empatía como


habilidad cognitiva para reconocer y comprender los pensamientos y sentimientos de los
demás, y si nos referimos al componente afectivo la empatía es vivida como una
experiencia vicaria de los sentimientos de los otros, siendo una respuesta afectiva
congruente, el componente cognitivo será siempre un prerrequisito. A su vez, la empatía
puede ser: a) empatía disposicional, que es una capacidad básica estable para empatizar,
un rasgo de la personalidad, b) empatía situacional, que depende de factores personales y
situacionales, es un estado.

Según la intensidad de la reacción emocional activada en el contacto con la emoción


del otro, encontramos personas que reaccionan con baja intensidad sintiendo ternura y
compasión hacia el otro, por lo que orientan la conducta hacia él ofreciéndole ayuda para
paliar su sufrimiento. Pero si la reacción emocional es intensa aparece alarma, ansiedad e
inquietud, orientando el sujeto la conducta hacia sí mismo intentando aliviar su malestar
y/o huyendo. Feshbach y Feshbach (1986) proponen varias etapas para el desarrollo de la
empatía. El sujeto debe discriminar el estado emocional de los demás, asumir su
perspectiva, poseer la habilidad para responder afectivamente a la vivencia del otro y
ejecutar la respuesta. El aprendizaje emocional se realiza en primer lugar a través de la
comunicación, que tiene lugar en los vínculos tempranos, determinando en gran medida
la capacidad empática del sujeto.

86
3. EMOCIÓN EXPRESADA (EE)

Este concepto surge a partir de estudios realizados con familias que tenían a un miembro
con esquizofrenia. Se observó que los pacientes que, dados de alta, volvían a su casa,
recaían en mayor proporción que los que iban a hogares protegidos. Este dato llevó a los
investigadores a estudiar las características de estas familias que pudiesen estar
relacionadas con la recaída.

Así, Brown et al. (1972) desarrollaron una entrevista semiestructurada, la


Camberwell Family Interview (M), que se aplicaba a los parientes cercanos al paciente
(padres, cónyuges...) y que recoge información objetiva (distribución del tiempo en la
familia e interacciones cara a cara) y subjetiva (sentimientos presentes y pasados
dirigidos al paciente y expresados digital y analógicamente). A partir de la CFI, se
valoran cinco escalas seleccionadas de las diferentes variables de la conducta emocional
de los familiares estudiados y son las que constituyen la «emoción expresada».

Las tres primeras tienen un valor pronóstico de la recaída y las puntuaciones que de
ellas se obtengan van a determinar que unos familiares sean calificados como altos o
bajos en emoción expresada. Aunque los primeros estudios estuvieron dirigidos a
familias con un paciente esquizofrénico, actualmente, esta prueba es utilizada para
evaluar la emoción expresada en gran número de patologías, como depresión,
toxicomanías, trastornos de la conducta alimentaria, enfermedad inflamatoria intestinal,
etc.

Escalas de la EE

Comentarios críticos: comentarios en los que un familiar expresa desaprobación,


resentimiento o disgusto hacia el paciente. Hay que tener en cuenta el contenido del
mensaje, el tono de voz, etc. Los comentarios críticos se corresponden con el rechazo del
self de la persona a la que van dirigidos.

Hostilidad: implica un rechazo global de la persona a la que van dirigidos, no sólo el


de una conducta, y una impresión negativa generalizada del paciente.

Implicación emocional excesiva: hace referencia a tres actitudes hacia el paciente:


sobreprotección, hipercontrol y respuesta emocional excesiva ante la conducta del
paciente.

Calor: valora manifestaciones de afecto, cariño, comprensión e interés hacia el


paciente.

87
Comentarios positivos: comentarios que expresan aprobación y valoración del
paciente.

Diferentes estudios (Leff et al., 1987) han demostrado que reduciendo el nivel de
emoción expresada de los familiares mediante intervenciones psicosociales, entre las que
se encuentran la terapia familiar y los grupos de apoyo a familiares, se consigue reducir
la tasa de recaídas. Si nos encontramos unos padres estresados, frustrados, que se sienten
impotentes, desesperanzados, es muy fácil que recurran a adoptar conductas inadecuadas
con el hijo. Han probado ya de todo y nada vale. Frecuentemente van a caer en
conductas altas en emoción expresada, conductas que pueden ser hipercríticas, hostiles o
sobreprotectoras.

Generalmente, las conductas hipercríticas y hostiles están asociadas a la rabia que


provoca la frustración y al desconocimiento del problema, dando lugar a expresiones del
tipo: «mi hijo actúa así porque le da la gana», «eres un inútil, no vales para nada, nos
estás amargando la vida a todos», que son muestra de la incomprensión de los padres
respecto al problema, del desconocimiento de la patología y de la impotencia para la
resolución de la enfermedad.

Esos comentarios y actitudes frente al hijo enfermo van a incidir negativamente en el


paciente, favoreciendo la recaída. Las conductas sobreprotectoras incluyen el control
excesivo, conductas simbióticas, de excesiva vinculación y cercanía con el paciente, y
respuestas emocionales excesivas como: «no vivo desde que mi hijo está enfermo, sufro
muchísimo...». Estas actitudes pueden ser un intento de solución o un medio de descarga,
de exteriorizar toda la tensión que están sintiendo. Pero siempre provoca en el paciente
un estado de crispación y culpa que dificulta aún más la mejoría y la curación.

Los familiares de EE alta y baja tienen características cognitivas, afectivas y


conductuales que los distinguen (Leff y Vaughn, 1985). Las diferencias se dan en cuatro
aspectos:

1.El respeto del familiar hacia las necesidades de relación del paciente. Los
familiares de EE baja respetan el deseo de los pacientes de estar solos o mantener
la distancia social, sin ser intrusivos con ellos, mostrando más empatía y
comprensión. Los familiares de EE alta son intrusivos, poco empáticos, no
proporcionan apoyo emocional al paciente, son menos compasivos, más irritables
y suelen intentar controlar actividades rutinarias del paciente, dando consejos que
el paciente no solicita.

2.Actitud sobre la legitimidad de la enfermedad. Los familiares de EE baja creen que

88
la enfermedad existe y tratan de comprender al paciente, atribuyendo sus con
ductas anómalas a la enfermedad y adoptando una conducta tolerante. Los
familiares altos en EE carecen de esa objetividad, se muestran intolerantes y
tienden a pensar que los pacientes, si lo quisieran, podrían controlar sus síntomas.

3.Expectativas sobre el funcionamiento del paciente. Los familiares de EE baja


toleran mejor el mal funcionamiento del paciente. Los familiares de EE alta
tienen expectativas más altas sobre los pacientes, tolerando peor su mal
funcionamiento.

4.Reacción emocional ante la enfermedad. Los familiares de EE baja no dan señales


de ansiedad y suelen tener gran capacidad para afrontar las situaciones más
problemáticas, no sólo calmando al paciente, sino también al resto de la familia.

TABLA 11

CARACTERÍSTICAS DE LOS FAMILIARES DE EE BAJA Y ALTA

La flexibilidad es la característica que mejor distingue a las familias de EE baja de


las familias de EE alta (Leff y Vaughn, 1985). Sugirieron que los familiares mostrarían

89
conducta altas en EE ante patologías caracterizadas por períodos de marcadas
exacerbaciones seguidas de períodos de remisión, en oposición a aquellas patologías más
estables de curso crónico.

4. EL TERAPEUTA Y LAS EMOCIONES

El terapeuta deberá entrenarse en la lectura y expresión emocional para poder captar y


transmitir estados emocionales. Si puede percibir adecuadamente los sentimientos del
paciente, podrá discriminar y empatizar con él. Si conecta con sus propios sentimientos,
los podrá usar terapéuticamente como guía. El trabajo personal es aquí imprescindible
para poder navegar adecuadamente en el mundo de las emociones. Las descripciones
sobre la expresión de las emociones en el ser humano (Darwin, 1967) y ejercicios
sencillos como mirarse al espejo y conectar con diferentes emociones, así como observar
fotografías que reflejan estados emocionales, son de gran ayuda para descifrar, a través
de la expresión, la emoción.

Greenberg y Paivio (2000) proponen tres fases en el trabajo con las emociones que
puede ser de utilidad para su evaluación en el curso de la sesión:

Fase 1: creación del vínculo: a) atender, empatizar y validar sentimientos con una
actitud empática, b) identificar los procesos cognitivo-afectivos que subyacen y/o
generan el estado emocional.

Fase II: a) evocar y activar la emoción, b) explorar favoreciendo el despliegue de la


experiencia que genera sentimientos de malestar.

Fase III: restructuración emocional. Esta fase es de intervención.

Estos autores proponen pautas de actuación para trabajar con las emociones que son
útiles para la evaluación de los estados emocionales. (Ver tabla 12.)

TABLA 12

INTENCIONES Y ACCIONES DEL TERAPEUTA EN EL TRABAJO CON LAS


EMOCIONES

90
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94
En la mayoría de las familias que nos consultan existe una pareja, la hubo, viene
directamente la pareja o alguno de los miembros tiene una relación estable con otra
persona que no es de la familia. Conocer la dinámica de las relaciones de pareja y los
procesos que condicionan la elección de la misma, son objeto de este apartado.

En cada sociedad existen modelos de selección de pareja específicos que hace que
criterios válidos para una cultura sean totalmente rechazados en otra. Una primera
clasificación de la elección de pareja, desde un punto de vista sociológico, hace
referencia a si la pareja es elegida en el mismo grupo social (endogamia) o se busca
fuera (exogamia). La endogamia viene definida por la pertenencia a la misma raza,
religión, etnia, clase social y residencia. La razón de ser de la endogamia es el
mantenimiento de la integridad del grupo, de manera que el matrimonio exogámico es
percibido como un peligro y, por ello, se educa primero y se sanciona socialmente
después, si miembros de diferentes grupos se emparejan entre sí. La endogamia puede
verse favorecida también por enfrentamientos entre grupos sociales, siendo la exogamia
una traición hacia el grupo de referencia, como describió magníficamente Shakespeare
en Romeo y Julieta. Una conducta exogámica común a prácticamente todas las
sociedades es la prohibición de relaciones sexuales entre parientes (tabú del incesto).

Stone (1990) describe cuatro opciones básicas en la elección matrimonial:

1.Matrimonio convenido, en el que la familia decide quiénes se van a casar, sin el


consentimiento de los hijos.

2.Elección realizada por los padres (con o sin participación de los parientes) pero
con el derecho a veto de los jóvenes, especialmente varones y en determinadas
situaciones.

3.Elección por parte de los hijos con la posibilidad de veto de los padres.

4.Elección libre de pareja: los jóvenes se limitan a informar a sus padres, pero éstos
no tienen derechos sobre esa elección.

Estas opciones correlacionan a su vez con los motivos que guían la elección y que,
según Stone (1990), son cuatro:

1.La consolidación económica, social o política de la familia, de manera que el

95
matrimonio es un contrato entre las familias para obtener beneficios mutuos.

2.Lograr obtener cariño, compañía y amistad mediante un noviazgo largo.

3.Desarrollar un vínculo sexual, a partir de la atracción física mutua, estimulada por


la experiencia prematrimonial.

4.Un amor romántico, basado en la pasión.

La selección concertada es característica de las sociedades preindustriales y en


Japón, donde la mitad de los matrimonios son concertados por las familias o por medio
de un casamentero, mientras que la libre elección se da en la sociedad industrial y
postindustrial, en las cuales el individuo es considerado como alguien capaz de decidir
en los asuntos importantes de su vida, entre los cuales se encuentra la elección de pareja;
esto se ve favorecido por el acceso de la mujer al mundo laboral, por la mayor libertad
concedida a los hijos y el valor dado al amor romántico. En las sociedades de
matrimonios concertados se suele recurrir al matrimonio de niños, o compromisos
familiares de que sus hijos cuando lleguen a una determinada edad se casarán y a la
segregación de parejas potenciales y compañías, como medio de controlar las relaciones
amorosas. Mientras que en las sociedades en las que prevalece la elección libre se
estimula el desarrollo de una capacidad de decisión en este terreno.

Actualmente en la sociedad occidental, la exogamia se ve favorecida por la


movilidad geográfica, el individualismo de la sociedad industrial y la secularización de
la población, aunque existen determinados factores que, a pesar de que la elección libre
de pareja sea la norma en casi todos los países occidentales, hacen que esa libertad se vea
mediatizada en gran medida.

Entre los factores que favorecen la homogamia (unirse al semejante) destacan los
sociodemográficos: educación, proximidad física, raza, religión, etnia, clase social, edad,
etc., de manera que es más fácil que se constituya una pareja entre personas próximas, de
la misma religión y raza, etc., aunque, lógicamente, esto varía según las culturas e
individuos.

Cualidades personales que influyen en la elección de pareja:

1.Educación: el individuo se socializa en su núcleo familiar y en él aprende modelos


de relacionarse con los demás, incluyendo el tipo de pareja deseable.

2.Proximidad: el barrio, escuela, colegio, trabajo etc., son los lugares en los que los

96
sujetos de ambos sexos se relacionan e intiman y de ahí surgirán en la mayoría de
los casos las parejas; a ello se le llama asociación diferencial, la cual está
constituida por la accesibilidad geográfica y el tiempo que se pasa juntos, lo que
determina una implicación funcional. No debemos olvidar que este contexto
relacional está profundamente determinado por la clase social, raza, etc.

3.Raza: la exogamia racial fue prohibida en EEUU durante bastante tiempo, de


manera que los matrimonios interraciales estaban penalizados por la ley;
actualmente, en los países occidentales están permitidos es te tipo de
matrimonios, pero la endogamia racial sigue siendo la norma; pueden darse
matrimonios entre personas de diferente raza, pero en muchos casos se ven
sometidos a un rechazo en la propia familia y en la sociedad. Este rechazo
muchas veces es ocultado en determinadas clases sociales porque está mal visto
ser racista, pero pocos padres ven de buen grado que sus hijos puedan casarse con
personas de otras razas, por ejemplo, negros o gitanos.

4.Religión: la mayoría de las religiones ven en los matrimonios interreligiosos un


peligro para su identidad y cultura grupal y exigen el matrimonio endogámico,
basándose en que la ceremonia del casamiento y los derechos y deberes
planteados a los cónyuges difieren en cada religión y, además, la educación
religiosa de los hijos podría verse comprometida si cada padre desea que sus hijos
profesen su religión y no la de su cónyuge. La Iglesia católica permite
actualmente el matrimonio con miembros de otra confesión religiosa siempre que
exista un acuerdo premarital en el que se comprometan a llevar un estilo de vida
católico y que se eduque a los hijos en esa religión.

5.Etnia: generalmente es mejor visto el matrimonio interétnico que el interracial,


siempre que el aspecto religioso no se vea comprometido.

6.Clase social: la educación, ocupación e ingresos sirven de guía para clasificar a las
familias en tres niveles socioeconómicos: alto, medio y bajo. La adscripción a una
clase social va unida a una educación en la que la filosofía de la vida, valores,
actitudes, expectativas y posibilidades de alcanzarlas hace que personas de la
misma clase social tiendan a tener intereses y metas semejantes y, por tanto,
puedan trazar más fácilmente un proyecto de vida juntas. A su vez, el tener en
común los aspectos antes citados favorece el ajuste de la pareja.

7.Edad: tradicionalmente, en los matrimonios, la mujer ha sido más joven que el


hombre, y ello podía en parte ser debido a la diferencia jerárquica entre el hombre
y la mujer a favor del primero, de manera que la experiencia de vida del marido

97
podía ser usada como un elemento de poder y control sobre la joven esposa; otro
aspecto es que el objetivo del matrimonio era tener hijos y la exigencia de que los
hombres debían estar preparados para poder hacerse cargo del sustento de la
familia. En la sociedad occidental, los avances conseguidos en la igualdad de los
sexos han llevado consigo una disminución de la diferencia de edad en la pareja,
aunque todavía suele ser la esposa más joven. En segundas nupcias esta diferencia
se suele incrementar, siendo más aceptable socialmente un matrimonio de un
hombre mayor con una mujer joven que lo contrario, quizá debido a que en
nuestra sociedad se mantiene en alguna medida la escisión entre madre
(asexuada) y prostituta (sexuada) descrita por Freud a principios de siglo, lo cual
es favorecido por la valoración de la juventud y belleza de la mujer como parte
fundamental de su atractivo sexual, mientras que en el hombre no se da tanta
importancia a estos aspectos.

8.Las cualidades personales están influenciadas por los aspectos culturales y en cada
sociedad se valorarán determinadas características elevándolas a la categoría de
cualidades. En nuestra cultura son bastante comunes las siguientes a la hora de
elegir pareja: atracción física, se resalta más en la mujer, aunque con los cambios
producidos hacia la igualdad de ambos sexos se ha diluido algo esta diferencia,
que todavía es excesiva, pues coloca a la mujer en el lugar de un objeto bello que
adquirir, mientras que en el hombre se valora la inteligencia, la fuerza y la
capacidad de trabajo; compañerismo, amistad, apoyo mutuo, tolerancia, etc., que
favorecen una relación duradera; comunicación, que implica expresar las propias
opiniones y deseos y la escucha empática, lo cual permite satisfacer al otro,
negociar las diferencias y resolver los conflictos; ajuste sexual, la búsqueda de
una persona que satisfaga las necesidades sexuales es un factor importante en la
elección de pareja y, según Spanier y Lewis (1980), el ajuste sexual depende del
valor que se le otorga, la permisividad y la clase social.

Varios autores (Insko, 1980; Walster y Walster, 1978; Lasswell y Lasswell, 1987)
hablan de factores positivos y negativos que influyen en la elección de pareja. Los
negativos son aquellos que reducen el número de personas que podemos seleccionar
como pareja y que conducen a la homogamia, es decir, a elegir como pareja a personas
que tienen características semejantes o, mejor, a no elegir a las personas que son
diferentes. En cuanto a los factores negativos, estos autores hablan de las
descalificaciones interactivas para referirse a la exclusión que hacemos de las personas
que no interactúan bien con nosotros, que «no nos caen bien», debido fundamentalmente
a la falta de empatía, a que no nos comprenden, a que no se ponen en nuestro lugar, lo
cual produce un fallo en la comunicación. La falta de acuerdo en la conducta y el interés

98
sexual también pueden ser factores negativos en la elección, y el acuerdo, un factor
positivo. Los factores positivos estimulan el deseo de emparejamiento y lo mismo que
los factores negativos, pueden cambiar a lo largo del ciclo vital.

1. SOBRE LA ELECCIÓN DE PAREJA

Existen bastantes teorías, la mayoría de ellas elaboradas desde la psicología social, que
intentan explicar por qué se elige a una persona como pareja.

Algunas de estas teorías se centran en aspectos de la relación social, como la


búsqueda de una persona semejante (homogamia) que no plantee excesivos problemas
(teoría del equilibrio [Heider, 1958]); las ventajas y desventajas que implica la relación
(teoría del intercambio de Thibaut y Kelley, 1959); la igualdad de ese intercambio (teoría
de la igualdad de Walster et al., 1978); o la complementariedad de las nece sidades
mutuas (teoría de las necesidades complentarias de Winch, 1958, 1967).

Otras destacan el proceso de constitución de la pareja; entre ellas tenemos la teoría


del filtro de Kecnhoff y Davis (1962), la teoría de la formación premarital diádica de
Lewis (1973) o la de las atracciones alternativas de Levinger (1965) y Adams (1980).
Básicamente, estas teorías describen una serie de estadios que van desde los primeros
filtros sociodemográficos hasta el compromiso.

Ishwaran (1992) clasifica las teorías de selección de pareja en dos grupos: el modelo
de secuencia fija y el circular-causal. El modelo de secuencia fija se centra en los
factores sociodemográficos y las características psicológicas que hacen de filtro para la
selección; entre ellos tenemos los ya estudiados de raza, religión, clase social, medio,
educación, valores, hábitos y apariencia. Estos filtros harían que la selección de pareja se
dé entre personas de características semejantes y la relación iría avanzando a lo largo de
estadios en los que se profundizaría en el conocimiento de la personalidad y conducta del
otro, para ver si es atractivo para establecer una relación duradera. Si se van pasando los
estadios, la relación continúa hasta el matrimonio, si no, se interrumpe y, después de un
período de soledad, se vuelve a empezar.

El modelo circular-causal plantea que la relación puede cambiar la percepción que


tiene el sujeto del mundo, de manera que lo importante es la relación que se establece, y
da lugar a un compromiso basado en el conocimiento mutuo (Reiss, 1981; Levinger,
1974; Stephen, 1984). La relación seguiría también un proceso en el que se pasarían
unos filtros, pero la comunicación que se va dando en la pareja crearía una
interdependencia que llevaría a la creación de una estructura nueva que influiría en la

99
conducta y creencias de los dos. Levinger (1966) señala que la relación se mantiene
porque existe una atracción o una imposibilidad de dejarla, que en la comparación con
otras alternativas resulta más fuerte, si no es así la relación se rompe. Estos autores
plantean tres niveles de relación:

1.Nivel de consciencia. En este nivel un sujeto se siente atraído por otro sobre la
base de homogamia (raza edad, religión, clase social, educación), la proximidad
espacial y el interés por otras personas. Esta atracción le lleva a acercarse para
interactuar y recabar información sobre aspectos atribuidos a esa persona; si se
confirman, sigue la relación y si no, se aleja.

2.Nivel de contacto superficial. Basado en convencionalismos sociales, en él se


evalúa el nivel de satisfacción comparado con relaciones semejantes (teoría del
intercambio), la similaridad percibida y la colaboración supuesta determinarían la
afiliación. En este nivel influyen el tiempo y la oportunidad de contacto social e
intercambio, la atracción visible de uno y la percepción de reciprocidad probable
o cooperación en el otro.

3.Nivel de reciprocidad. Los dos comparten responsabilidades, se brindan


conocimiento mutuo y formalizan de alguna manera su relación, manteniéndola y
tendiendo a aumentar la autoestima y satisfacción del otro. En este nivel existe
agrado por parte del otro y satisfacción por la relación previa, la relación se hace
más profunda, se comunican sobre la misma y existe una acomodación y
formación de normas compatibilizándose las actitudes, los valores y las
necesidades.

En ambos modelos existen filtros en el desarrollo de la relación que llevan a una


mayor profundización en el conocimiento del otro; pero, mientras que en el modelo de
secuencia fija la información aporta datos para la selección, en el modelo circular-causal
el sistema de creencias y valores y las actitudes se van adaptando al otro para crear una
acomodación mutua en la que los sistemas cognitivos de ambos se funden, creando un
sistema nuevo que les lleva a unir sus percepciones, su manera de entender el mundo, lo
cual aumenta su interdependencia.

Dicks (1967) integra diferentes aspectos y teorías, y afirma que el matrimonio


obedece a: a) necesidades sociales (estabilidad y seguridad en las relaciones entre sexos
y crianza de los hijos), b) interacción, en la que se busca obtener un saldo positivo en
cuanto a satisfacciones y c) niveles de interacción: homogeneidad social (homogamia),
expectativas conscientes, fuerzas inconscientes que fluyen entre ambos, conformando
vínculos positivos o negativos. Según este autor, para que la pareja sea satisfactoria hace

100
falta satisfacción en, por lo menos, dos de estos niveles.

Todas estas teorías resaltan algunos aspectos que pueden influir en la elección de
pareja, y aunque la mayoría de ellas no tienen un soporte empírico que las avale, nos
pueden ayudar a comprender sobre qué base se eligen las parejas. La teoría
psicodinámica es de especial utilidad para el clínico, porque permite hipotetizar sobre
aspectos psicológicos complejos que observamos en parejas disfuncionales.

Desde el psicoanálisis se plantea que la búsqueda de pareja se basa en el intento de


recuperar una relación pasada: «Encontrar al objeto es en el fondo reencontrarlo» Freud
(1905). La calidad de esa relación dependerá de en qué fase del desarrollo evolutivo esté
el sujeto fijado, dicho de otra manera, qué tipo de relación desea recuperar: una unión
simbiótica omnipotente con la madre (relación preedípica), un sustituto del padre amado
(relación edípica) o una persona en la que el sujeto, después de renunciar a los deseos
edípicos, identificarse con el padre/madre y conformar su personalidad, elige una pareja
con la que interactuar (elección postedípica).

Diks (1967) recoge variables socioculturales y plantea que en la elección de pareja


hay que tener en cuenta tres aspectos: el individuo con sus características personales, los
factores socioculturales que gravitan en torno a la pareja y los factores inconscientes con
los vínculos de amor-odio.

Este autor plantea tres niveles en la relación de pareja: a) áreas de cooperación


realista, b) área de las imágenes internas compartidas, que hace referencia a lo que se
proyecta en el otro y lo que se introyecta de él, y c) área de las polarizaciones en la que
uno representa las posibilidades y funciones de las que carece el otro. Sobre esta base, la
elección de pareja podría ser de tres tipos:

1.Desplazamientos simples de las expectativas de roles fundadas en las


identificaciones directas con las actitudes de los padres y las culturas familiares;
es decir, buscar en la pareja una reproducción de la pareja de los padres o elegir
por las características del padre amado.

2.Elegir lo opuesto al modelo de los padres o a las características del padre amado
(defensa contra los deseos edípicos).

3.Búsqueda en el otro de los aspectos propios reprimidos (lo que no acepto en mí lo


encuentro en el otro y lo vivo a través de él).

Para Lemaire (1979), la elección de pareja está profundamente influida por la

101
búsqueda de un equilibrio personal en el que la organización defensiva frente a las
pulsiones temidas juega un papel capital. «La elección del objeto de amor debe
responder a estos dos criterios a la vez: debe ser el origen de satisfacciones de la mayor
parte de los deseos conscientes y, al mismo tiempo, contribuir a reforzar al «yo» y a su
seguridad propia, frente a este conjunto pulsional que en todo adulto conserva la huella
de los cambios de la evolución histórica del sujeto.»

Según este autor, la elección puede basarse en:

1.Búsqueda de las imágenes parentales (elección edípica).

2.Elección de lo contrario para protegerse de deseos edípicos demasiado intensos.

3.Elección como defensa contra pulsiones peligrosas, es decir, elegir a alguien que
nunca despertará lo que tememos, por ejemplo, si un sujeto teme una dependencia
excesiva se buscaría una pareja que no facilite ese tipo de relación.

A partir de los trabajos de Klein (1952) y Fairbairn (1952), la elección de pareja se


basará, más que en las características del otro, en el tipo de relación objetal que se desea
establecer, el vínculo más que el individuo; esta relación será una reproducción de una
relación pasada percibida en los padres o tenida con uno de ellos.

Desde la perspectiva psicoanalítica, el concepto de colusión introducido por Laing


(1961) es de gran utilidad en la clí nica para comprender determinado tipo de relaciones
de pareja. Laing describe la colusión como un «juego de autoengaño mutuo» en el que
«la persona no utiliza aquí a la otra como una nueva percha donde colgar sus
proyecciones, sino que pugna por encontrar en la otra la corporación de su proyección o
por inducirla a que llegue a serlo... La colusión del otro es necesaria para completar la
identidad que el yo se siente impelido a mantener» (Laing, 1961). Es decir, que en la
pareja colusiva se intenta que el compañero sea lo que uno necesita depositar en él para
poder mantener la imagen de sí que se quiere tener. Por ejemplo: «al ser el otro muy
dependiente de mí, me aseguro de que yo no soy así».

Dicks (1967) utiliza el término «colusión» para referirse a la relación de pareja y


señala que la elección está motivada por el redescubrimiento en el otro de aspectos
reprimidos y perdidos del se1f. Una vez constituida la pareja, se formará «una
personalidad conjunta e integrada que permite a cada unidad el redescubrir aspectos
perdidos de las relaciones objetales primarias escondidas o reprimidas, y que son re-
experimentadas en la co-implicación con el cónyuge mediante identificación proyectiva»
(Dicks, 1967). Para Dicks este proceso sería normal en todas las parejas, dándose un

102
juego de identificaciones proyectivas e introyectivas en las que se depositan en el otro
partes del self no toleradas.

También desde la teoría de las relaciones objetales, Willi (1975, 1987) ha


desarrollado el concepto de colusión que aplicó Dicks a las relaciones de pareja y lo
define como «el juego conjunto no confesado, oculto recíprocamente, de dos o más
compañeros a causa de un conflicto fundamental similar no superado».

La colusión se compone de varios elementos:

1.Un conflicto básico semejante no resuelto les lleva a realizar un juego relacional
secreto.

2.El conflicto común les lleva repartirse roles opuestos que forman un todo.

3.Uno de los integrantes de la pareja intenta autocurarse ejerciendo un rol progresivo


y el otro un rol regresivo.

4. Estas conductas progresivo-regresivas favorecen la atracción y la unión en la


pareja, pues esperan que el otro les libre de su conflicto básico y les satisfaga en
sus necesidades.

5.Si la convivencia es duradera, el intento de curación colusiva fracasa,


reapareciendo en uno mismo lo depositado en el otro.

«La colusión corresponde al juego inconsciente de la actitud de los integrantes


de la pareja, cuya evolución afectiva está marcada por caracteres comunes,
ligados en cada uno a una problemática individual no resuelta, problemática
reprimida que escapa de la conciencia tanto de uno como del otro. Este conflicto
interior común y no resuelto se traduce en papeles diferentes que adopta cada
integrante de la pareja, y esa unión en torno a este mismo conflicto fundamental
favorece la divergencia de los comportamientos, donde uno asume caracteres
regresivos acentuados, mientras que el otro se ve llevado a una actitud
aparentemente mucho más progresista» (Willi, 1975).

Este autor describe cuatro aspectos relacionales básicos en la constitución de la


pareja:

1.El narcisismo. En cual el desarrollo del sí-mismo propio se opone a la


autorrealización en el compañero y por medio de él. En un extremo estaría la
individuación y la autonomía frente a la pareja y en el otro, la fusión y la

103
abnegación.

2.La oralidad. Hace referencia al cuidado recíproco y la responsabilidad asumida


hacia el otro.

3.La relación sádico-anal. Los dos polos son el control y poder frente a la
dependencia y entrega pasiva.

4.La relación fálico-edípica. Aquí entrarían los roles tradicionales «masculino» y


«femenino».

Las relaciones colusivas pueden desarrollarse en cualquiera de esos niveles


relacionales, configurando los cuatro tipos de colusión:

1.Colusión narcisista, en la que los integrantes de la pareja no tienen bien


desarrollado su sí-mismo e inten tan compensar esa deficiencia: el progresivo
siendo admirado por el otro, lo cual le reafirma como valioso, y el regresivo
teniendo a quien admirar y valorándose a través de su compañero.

2.Colusión oral. Ambos tienen un conflicto con el hecho de ser cuidado: el


progresivo lo evita haciendo de madre que cuida y el regresivo, de niño. De esta
manera el progresivo se siente valorado en la medida en que es necesitado,
asegurándose de que nunca le va a faltar nada, pues lo tienen todo, y el regresivo
recibe lo que no tuvo en su infancia.

3.Colusión anal-sádica. El progresivo se protege del temor a ser dominado mediante


conductas de poder y exigencia de obediencia y el regresivo se somete, pero
desde su posición inferior puede gobernar sutilmente al progresivo, por ejemplo,
haciéndose el torpe y boicoteando el gusto del progresivo por el orden.

4.Colusión fálico-edípica. Ante la duda sobre la propia identidad sexual, el hombre


recurre a una conducta falsamente viril, al ocultar sus tendencias femeninas, y la
mujer a una falsamente femenina, ocultando sus aspectos masculinos. Cada uno
busca confirmación en ese rol estereotipado de lo «femenino» y lo «masculino».

En todas las relaciones colusivas juegan un papel fundamental los mecanismos de


defensa de la identificación proyectiva e introyectiva desarrollados por Klein (1946). En
la identificación proyectiva, el «yo» expulsa los aspectos de la personalidad que no son
aceptados y los deposita en el otro, que lo acepta por identificación introyectiva, por
ejemplo, si el progresivo no puede mostrase pasivo y dependiente por temer quedarse

104
atrapado ahí, y el regresivo ser independiente por temor a ser rechazado, al unirse, cada
uno deposita en el otro lo que no tolera en sí mismo, de manera que no serían dos
personas que pueden ser a ratos dependientes y a ratos independientes, sino que uno
juega a ser la cara y el otro la cruz de un misma moneda.

Al unirse, cada uno puede asegurase de que lo negado no está en él, pues lo ve en el
otro y, de paso, al ser pareja, puede sentirse completo sin peligro, pues lo que tenía que
negar lo tiene en su pareja. Para este autor, la colusión es un conflicto neurótico de
pareja en el que la relación se constituye como una defensa frente a temores
inconscientes; cada uno evita hacerse cargo de una parte suya depositándola en el otro.
Esto determina una polarización en la que un cónyuge se muestra progresivo,
sobrecompensado, hiperfuncional, y el otro, regresivo, descompensado e hipofuncional,
con la esperanza de resolver un conflicto de no aceptación de lo depositado en el otro. Es
de destacar la circularidad de la relación y el mutuo refuerzo de la conducta del otro para
poder mantener el equilibrio de ambos.

En la misma línea, Catherall (1992) plantea que las identificaciones proyectivas


están asociadas a la dificultad de cada miembro de la pareja de «contener» los
sentimientos y pensamientos conflictivos y, a nivel relacional, destaca el hecho de que
ambos son participantes activos en el juego, y cómo los individuos se manejan con los
sentimientos negativos, cada uno individualmente y como equipo.

En las relaciones sanas se da también un juego entre parte progresiva o «adulta»


(fortaleza, competencia, acción, etc.) y regresiva o «infantil» (necesidad de protección,
amparo, dependencia, ternura, etc.), pero existe un intercambio flexible en el que ambos
pueden jugar los dos roles, alternándose en el cuidar y ser cuidado, ser activo y pasivo.
Podríamos aplicar aquí los criterios psicoanalíticos para calificar las defensas del «yo»
como sanas: que sean flexibles, variadas y elaboradas (no excesivamente primitivas).

Sería más adecuado utilizar los términos «activo y pasivo» en lugar de «adulto e
infantil», «progresivo» y regresivo», que parecen incluir la idea de que la ternura, la
dependencia o el desear ser protegido, es de «niños», y si añadimos los sesgos genéricos,
de «mujeres»; frente a la fortaleza y acción, que serían «adultas», clásicamente
«masculinas». Parece que no nos acabamos de librar de la ideología «masculina» que
tanto empobrecimiento afectivo e infartos de miocardio ha traído consigo.

Vemos, pues, que desde el psicoanálisis el concepto de colusión, en el que


intervienen identificaciones proyectivas e introyectivas, explica las motivaciones
inconscientes que determinan la elección de pareja neurótica y su mantenimiento.

105
2. EL AMOR

En la Grecia antigua Platón describió el amor como una tendencia a completarse con el
otro: el ser humano estaría incompleto y en la unión con el otro alcanzaría su completud.
El saber popular ha recogido esta propuesta con la frase de «encontrar la media naranja».
Platón hacía más hincapié en el amor espiritual, la belleza y bondad, que en el corporal o
puramente sexual y, por ello, a este tipo de amor se le ha llamado «amor platónico», en
el cual queda excluida la sexualidad. Este tipo de amor se da frecuentemente en la
adolescencia y está asociado a la dificultad de abordar las relaciones sexuales, aunque un
componente de este tipo de amor se da en las relaciones de amistad. Pero para establecer
una relación de pareja estable hace falta incluir un amor que no excluya lo sexual.

A partir del siglo x, se habla de un amor en el que se incluye la sexualidad: se


llamará amor romántico y alcanzará su apogeo en el siglo xix. Pero estas
categorizaciones eran bastante simplistas y es en el siglo xx cuando se comienzan a
desarrollar teorías que intentan explicar qué fenómenos están implicados en el proceso
de amar.

3. EL ENAMORAMIENTO

El enamoramiento provoca una intensa activación fisiológica que se va a reflejar en los


niveles: emocional, cognitivo y conductual. A nivel afectivo se siente un intensa
atracción hacia la persona amada, deseo de ser correspondido, euforia al ser
correspondido y depresión cuando no; se siente atracción sexual como forma de unión
plena, de fusión con el otro y temor al abandono. A nivel cognitivo aparecen
pensamientos intrusivos y preocupación por el otro, se le idealiza, se desea conocerle y
ser reconocido, se fantasea continuamente con él, desaparece de su atención todo lo que
no tenga que ver con el ser amado y surge gran incertidumbre respecto a poder conseguir
y/o mantener su amor. A nivel conductual existe un acercamiento para conocerle y
hacerse conocer, se le ofrecen presentes para ganar su amor y se deja de lado lo que no
tiene que ver con la persona amada.

El deseo de intimar y la imposibilidad temporal de lograrlo estimulan la fantasía y la


idealización del otro y de la relación con él, lo cual favorece el enamoramiento. Hatfield
y Walster (1978) describen el enamoramiento como un proceso en el cual, a partir de un
estado de ausencia de relaciones íntimas, de incompatibilidad con la pareja actual o de
un período de transición en el ciclo vital, surge un sentimiento de soledad y el deseo de
encontrar a alguien que llene ese vacío afectivo junto con la incertidumbre de que eso
pueda darse. Ese deseo se comienza a alimentar con la fantasía de encontrar al ser

106
amado, hasta que se centran en una persona de la que el sujeto se enamora. Después, la
pasión cederá paso a una relación emocional más pausada en la que la intimidad ocupará
un lugar destacado o desaparecerá el enamoramiento y se buscará otra persona. El
enamoramiento será tanto más intenso cuanto más necesitada esté la persona, y será más
«loco» cuanto más inmadura sea la persona o más crítico sea su momento vital; por
ejemplo, la etapa media de la vida en la que los individuos toman conciencia del tiempo
pasado y del que les queda y desean revivir la adolescencia con un amor intenso como
forma de combatir el paso del tiempo.

Tennov (1979) se centró en el estudio de los estados afectivos que se dan durante el
enamoramiento y acuñó el término de «limerence» para describir una emoción intensa
caracterizada por: obsesión por la persona amada, deseo intenso de ser correspondido,
variaciones del humor dependiendo de la acti tud de la persona amada, ceguera hacia
otras posibilidades de amar, temor a ser rechazado que hace sentirse inseguro ante el ser
amado, preocupación excesiva por cualquier cosa que haga o diga el ser amado e
idealización. La naturaleza de la «limerence» está determinada por cuatro dimensiones:
velocidad de inicio, intensidad, duración y si se es correspondido. Si las cosas van bien,
el enamorado estará eufórico y si van mal caerá en la depresión. Peele (1975) ha
comparado estos estados con los que padece el toxicómano y habla de un «síndrome de
abstinencia amoroso» en el que el amante no correspondido, se angustia, no come, ni
duerme, no puede concentrase en nada y toda su atención se centra en conseguir al ser
amado, como si de una dosis de droga se tratara.

Desde el psicoanálisis, el proceso de enamoramiento implica el uso de varios


mecanismos de defensa: la escisión, negación, identificación proyectiva e idealización.
Mediante la escisión se pone en un lado todo lo bueno del ser amado y en el otro, todo lo
negativo que se niega; nos queda así la percepción de una persona que sólo tiene cosas
buenas. Pero además, el amante deposita en su amado aspectos positivos propios, con lo
cual aparece a sus ojos como más maravilloso aún (identificación proyectiva) y,
finalmente, se le idealiza como fuente de toda bondad y belleza. Este proceso implica un
empobrecimiento del «yo», al depositar en el otro todo lo bueno, y coloca al enamorado
en una posición de gran vulnerabilidad al no ser nada sin su amado.

Klein (1946) decía que detrás de toda idealización se encuentra la persecución; dicho
de otra manera, si exageramos las cualidades positivas de otra persona, es porque
ocultamos aspectos negativos. ¿Por qué necesita el enamorado ocultar lo negativo de su
amado? Porque cuanto más maravilloso sea, más le gratificará, porque ese amor es
movido por un deseo de sentirse omnipotentemente unido a la persona amada, de manera
que nada les falte. Desde el punto de vista psicoanalítico, se trata de reproducir la unión

107
omnipotente con la madre (yo ideal), y para ello se desfigura la realidad del otro a costa
del empobrecimiento propio, lo cual aumenta el anhelo. Si se está con el amado se tiene
todo, si no, ocurre el derrumbe.

Este proceso de enamoramiento es normal y está relacionado con profundos anhelos


del ser humano, pero poco a poco cede paso a un amor más realista en el que se aceptan
los aspectos negativos del otro, el que no nos va a poder dar todo y el que nos va a pedir
algo a cambio. Si no se acepta esa realidad (castración), la relación será muy traumática
y se irá cambiando de pareja buscando ese amor imposible que todo lo tiene y todo lo da.

4. TIPOS DE AMOR

Una primera división es la que destaca, por un lado, la pasión y las necesidades
insatisfechas (eros) y, por otro, la preocupación, el cuidado del otro y el respeto
aceptándole como es (ágape). En el primer tipo tenemos los planteamientos de Berscheid
y Fe¡ (1977) y en el segundo los de Fromm (1956) y Maslow (1968); este último autor
distingue entre el «amor deficitario», que sería aquel en el que el sujeto desea ser amado
de una forma egoísta, y el «amor del ser», que no es posesivo, es altruista y menos
dependiente.

Otros autores más recientes han realizado una conceptualización multidimensional


del amor, entre ellos tenemos la de Lee (1977, 1988), el cual ha desarrollado una
tipología que se compone de tres estilos de amor primarios y otros tres secundarios que
surgen de la combinación de los primarios. Los tres primarios son eros, storge y ludus y
los secundarios, manía, ágape y pragma.

A.Estilos primarios

1.Eros: se inicia con una profunda atracción física que desencadena gran pasión.

2.Storge: está basado en la amistad, el afecto y el compromiso.

3.Ludus: se apuesta por el pluralismo y la libertad, no aceptando la idea de dedicarse


a una persona toda la vida.

B.Estilos secundarios

4.Manía: es un amor posesivo, siendo frecuentes los celos. Es una combinación de


eros y ludus, e implica el deseo de una relación intensa y excitante, enamorándose
fácilmente y manipulando la relación para no sentir que da más de lo que recibe.

108
5.Pragma: es un amor homónimo en el que se busca la compatibilidad. Se forma con
la combinación de Ludus (manipulación y control) y Storge (al encontrar la
persona deseada, la relación es de afecto y compromiso).

6.Ágape: es un amor altruista y se compone de oros y storge.

Estos estilos de amar pueden cambiar con el paso del tiempo o con el tipo de
relación establecida. Según Hendrick y Hendrick (1986), los estilos eros, ágape y storge
son predictores de satisfacción en la pareja, mientras que los estilos manía y ludus no.

Otro autor que ha desarrollado una teoría multidimensional del amor es Sternberg
(1988), el cual habla de tres componentes que, combinados, darían lugar a diferentes
tipos de amor. Dichos componentes son:

-Intimidad: incluye los sentimientos que promueven la proximidad, vinculación y


conexión; como son: comprensión, apoyo, interés, valoración, comunicación
íntima, etc.

-Pasión: en ella se incluye el deseo sexual, la atracción física, el deseo de dominio y


sumisión, y de afiliación.

-Decisión/compromiso: en primer lugar, está la decisión de que se ama al otro y, en


segundo, el compromiso de mantener ese amor.

Estos componentes dan lugar a siete tipos de amor:

1.Cariño y/o afecto: sólo se da la intimidad y caracteriza la amistad.

2.Encaprichamiento: sólo pasión.

3.Amor vacío: sólo decisión/compromiso. Se da en las relaciones de compromiso o


al final de las relaciones duraderas.

4.Amor romántico: en él se combinan la pasión y la intimidad.

5.Amor de compañero: incluye intimidad y compromiso. Se da en relaciones de


larga duración en las que la pasión no existe.

6.Amor fatuo: se compone de pasión y compromiso; es fatuo porque el compromiso


es poco profundo.

7.Amor consumado o completo: incluye los tres componentes, es decir, intimidad,

109
pasión y compromiso.

Ambas tipologías tienen puntos comunes, llamando de forma diferente a los mismos
conceptos, pero lo interesante de ellas es la matización de diferentes elementos que
llevan a estilos de amor con características específicas y que pueden ser más o menos
compatibles, dependiendo de las expectativas puestas en la relación, lo cual matiza en
gran medida la atracción que lleva a la creación de una pareja estable, que va a ser
dinámica y en la que van a surgir siempre conflictos y reequilibramientos entre la
proximidad y la distancia y la dependencia y la independencia.

5. LA SEXUALIDAD EN LA PAREJA

Masters y Johnson (1967) propusieron un modelo de la respuesta sexual humana de


cuatro fases:

1.Fase de excitación: ante estímulos eróticos.

2.Fase de meseta.

3.Fase de orgasmo.

4.Fase de resolución.

Kaplan (1974) considera que la distinción entre fase de excitación y meseta no está
suficientemente avalada, y cuestiona la poca importancia dada a los factores psicológicos
y motivacionales. Propone un modelo trifásico: fases de deseo, de exci tación y orgasmo,
destacando que cada fase tiene bases neuroanatómicas diferentes, pudiendo verse
alteradas independientemente y generar trastornos específicos en cada fase.

Schnarch (1991) propone un modelo tridimensional, considerando que el deseo no es


únicamente una fase previa, sino que precede y acompaña a las de excitación y orgasmo.
En oposición a los otros autores, destaca que la activación fisiológica ya se produce en la
fase de deseo.

Aunque las clasificaciones en fases entrañan siempre la posibilidad del solapamiento


entre las mismas, son útiles si se toman como una guía, más que como una verdad
inmutable. A la hora de explorar la relación sexual de la pareja nos interesa en qué
momentos de la respuesta sexual surgen los problemas, para ver qué implicaciones
biopsicosociales tiene la disfunción. En cada fase se dan los siguientes fenómenos:

110
Fase de deseo

Se experimenta la sensación física de estar sexualmente necesitado y se sienten deseos


de estar con el otro. Se segregan testosterona, neuropéptidos y feromonas. Es una
respuesta instintiva. A nivel psicológico, influyen los sentimientos de afecto y de amor y
estímulos externos, como los atributos físicos del individuo, su forma de comunicarse,
los olores, el lenguaje corporal, etc.

La motivación juega un papel importante y está asociada a los deseos de unión con
el otro, de sentirse amado, seguro, acompañado. El deseo se ve modulado por las normas
sociales y culturales. La motivación puede verse afectada por las respuestas emocionales,
por ejemplo, tabúes y fobias. Este impulso presenta una enorme variación individual y
de género y se ve afectado negativamente por la dieta, el estrés, las enfermedades tanto
crónicas como agudas, y la depresión.

Fase de excitación

A nivel biológico se activa el sistema parasimpático y se produce una vasodilatación


pélvica. En la mujer, erección del clí toris, engrosamiento y crecimiento de los labios
mayores y menores, y lubricación de la vagina y del introito vaginal. El clítoris aumenta
de volumen, se produce una erección de los pezones y luego, una expansión del tercio
superior de la vagina, con elevación del útero. Puede aparecer un rubor sexual,
enrojecimiento de la cara anterior del tronco.

En el hombre, la vasocongestión del área genital provoca la erección del pene al


llenarse de sangre los cuerpos cavernosos y esponjoso. También suele producirse una
erección de los pezones y rubor sexual.

Fase de meseta

Sigue activado el sistema parasimpático, la vasocongestión es máxima y aumenta el tono


muscular, la presión arterial, la frecuencia respiratoria y cardíaca.

En la mujer, aumenta el tamaño del útero, el clítoris se retrae, produciéndose su


máximo crecimiento. Hay dilatación de los músculos vaginales con un engrosamiento
del tercio externo de la vagina, plataforma orgásmica, y se produce cambio de color de
los labios. En el hombre, los cuerpos esponjosos llegan a su máxima dilatación,
produciendo aumento considerable de volumen y rigidez del pene. Se llega a la secreción
de las glándulas de Copper, responsables de la lubricación. Hay elevación y crecimiento
testicular.

111
Fase de orgasmo

Se activa el sistema simpático. La presión arterial, la frecuencia respiratoria y cardíaca


aumentan y aparecen contracciones rítmicas de los músculos de la base pélvica
acompañadas de sensaciones placenteras.

En la mujer se dilata el orificio cervical externo y aparecen contracciones rítmicas de


la plataforma orgásmica, siendo el correlato fisiológico del orgasmo. Se contraen,
asimismo, otros grupos de músculos: elevador del ano, del útero y del esfínter anal
externo, músculos esqueléticos y espasmo carpopedal (músculos extensores mano y pie).

En el hombre se produce la eyaculación, contracciones rítmicas del conducto


deferente, de la próstata y del conducto eyaculados, con expulsión de semen. Estas
contracciones son el correlato fisiológico del orgasmo masculino. Se contraen los
músculos bulbocavernosos, pubeocoxígeos (piso pélvico) y del ano, y hay contracciones
espasmódicas rítmicas de los músculos esqueléticos, además de darse el espasmo
carpopedal. En el clímax de ambos sexos se producen espasmos musculares, cambios en
la expresión facial, jadeos, gemidos, risas, llanto, etc. Luego viene un estado de
relajación con sensaciones placenteras en la región pelviana.

Fase de resolución

Todos los parámetros vuelven a niveles previos. Puede aparecer sudoración y, al


mantenerse el tono parasimpático genital, volver a la fase de excitación con respuesta
orgásmica múltiple. Si se restablece el tono parasimpático visceral, el cuerpo se hace
insensible a la estimulación erotogénica, apareciendo el período refractario. En la mujer
existe una mayor predisposición a los orgasmos múltiples (tono parasimpático genital).

En el hombre, se produce la detumescencia de los cuerpos cavernosos y esponjoso,


con pérdida de la erección del pene. Existe posibilidad de múltiples orgasmos sólo si
persiste el tono parasimpático genital y la vasocongestión se mantiene. Si no se produce
esta persistencia, sobreviene el período refractario que puede ser más o menos largo.

Si no ocurre orgasmo, se mantiene una vasocongestión pélvica crónica que ocasiona


molestias pélvicas y en la zona genital.

FIGURA 4

RESPUESTA SEXUAL FEMENINA

112
FIGURA 5

RESPUESTA SEXUAL MASCULINA

113
A parte de este breve resumen sobre la sexualidad humana, recomendamos, para el
trabajo con parejas, los libros de Kaplan, ya sea como consulta o para orientar una
terapia sexual.

Desde el punto de vista de la intervención con parejas y sus diferentes abordajes, son
de gran utilidad los trabajos de Jaén y Garrido (2005) y Ríos (2005, 2006).

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118
En el contexto ecológico prestaremos especial atención a las fuentes de apoyo y estrés
social, pues la salud de los sujetos está muy condicionada a estas dos variables.

Selye definía el estrés como un conjunto de respuestas fisiológicas inespecíficas


(respuestas del sistema nerviosos simpático y de los sistemas neuroendocrinos
corticosuprarrenales y medulosuprarrenal) a estímulos físicos externos o internos. Para
Sarason (1980), la respuesta al estrés está formada por los siguientes factores:

a)Demanda del medio (o naturaleza de la tarea que desarrollar).

b)Habilidades específicas del organismo para llevar a cabo la tarea o cumplir con las
demandas.

c)Características personales (fisiológicas, cognitivas y motoras).

d)Apoyos sociales y ambientales.

e)Experiencias previas e historia personal.

Lazarus y Folkman (1984) señalan que en la evaluación de una situación como


estresante hay que tener en cuenta los factores personales y situacionales:

a)Factores personales: sistema de creencias sobre la enfermedad y el control


percibido sobre ella, valores, atribuciones causales (factores internos/externos,
controla bles/incontrolables, estables/inestables, globales/específicas). La
personalidad y los hábitos.

b)Factores situacionales: características objetivas y subjetivas de la situación. Entre


las características objetivas de la situación, Rodríguez Marín (1995) destaca:
potencialidad estresante, controlabilidad, la posibilidad de que la situación cambie
por sí misma, la ambigüedad, la potencialidad de ocurrencia o recurrencia de la
situación, momento del ciclo vital.

Lazarus y Folkman (1989) clasificaron las situaciones estresantes según su


intensidad en: cataclismos, sucesos vitales estresantes de considerable magnitud (muerte
en la familia, divorcio, emigración) y pequeñas contrariedades diarias.

119
TABLA 13

ACONTECIMIENTOS VITALES ESTRESANTES Y SUS UNIDADES DE CAMBIO


DE VIDA

120
El peso específico de cada estresor variará según el contexto y cómo es vivido, por
ejemplo, un divorcio puede ser vivido como liberador más que como estresor. Selye
(1956, 1976, 1980) explicó la respuesta del organismo a las situaciones estresantes con
el Síndrome General de Adaptación (SGA), el cual se desarrolla a lo largo de tres fases:

1.Alarma: ante una situación de estrés, el organismo moviliza el sistema nervioso


autónomo (SNA), con la finalidad de atacar o huir y para ello: aumenta la
frecuencia cardiaca, se contrae el bazo para verter sangre en el torrente sanguíneo,
la sangre se dirige a músculos, cerebro y corazón, para preparar la acción, au

121
menta la capacidad respiratoria, las pupilas se dilatan, aumenta la coagulación de
la sangre y el número de linfocitos.

Si el estresor desaparece, se activa el sistema nervioso parasimpático y el cuerpo


se recupera. Si el estresor continúa, se pasa a la seguiente fase.

2.Fase de resistencia: en ella se activa el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal


segregándose glucocorticoides que proporcionan al organismo energía para
mantener el equilibrio hormonal. Si continúa el estresor se pasa a la última fase.

3.F ase de agotamiento: el organismo cae por debajo de su capacidad habitual debido
a la falta de energía y de recursos para adaptarse a las demandas de la situación.
Los órganos sufren daños (por sobrecarga) y puede llevar al desfallecimiento o a
la muerte.

El Sistema Nervioso Autónomo (SNA) mantiene el control de la actividad de


órganos internos responsables de que las condiciones vitales sean óptimas (frecuencia
cardiaca, función intestinal, riego sanguíneo de riñones, etc.). Dentro del SNA existe el
Sistema Nervioso Simpático (SNS) y el Sistema Nervioso Parasimpático (SNP). Ambos
se complementan, el SNS activa, mediante la secreción de adrenalina y noradrenalia, los
niveles basales o de reposo del organismo para poder actuar en situaciones que así lo
requieren, mientras que el SNP se encargará de reducir la actividad simpática y volver al
nivel basal (aminorando el ritmo cardíaco, reduciendo la presión arterial, enviando
sangre al aparato digestivo, etc.).

Por otra parte, el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA) ejerce un importante


papel en la respuesta fisiológica al estrés. En primer lugar, en el hipotálamo se libera
corticotropina (CRH), que es transportada hasta la hipófisis. En la hipófisis, la CRH
estimula la secreción de la hormona adrenocorticotropa (ACTH), que promueve la
liberación al torrente sanguíneo de glucocorticoides, los cuales favorecen la formación
de glucosa y tienen efectos antiinflamatorios e inmunosupresores (Veithflanigan y
Sandman, 1985; Sandi, 2000).

TABLA 14

EFECTOS DE LA ACTIVACIÓN DEL SISTEMA ENDOCRINO Y


NEUROENDOCRINO

122
Los efectos de la respuesta al estrés en los niveles fisiológico, emocional, motor y
cognitivo pueden verse en las tablas 15 y 16.

TABLA 15

CONSECUENCIAS GENERALES DEL ESTRÉS

123
TABLA 16

REACCIONES FISIOLÓGICAS AL ESTRÉS

124
FIGURA 6

PROCESO DE RESPUESTA AL ESTRÉS

125
FIGURA 7

MODELO DE ESTRÉS-AFRONTAMIENTO

126
Rodríguez Marín (1995) clasifica los recursos de afrontamiento en:
físicos/biológicos (salud, energía, resistencia, clima, condiciones de la vivienda),
psicológicos/psicosociales (capacidad intelectual, autoestima, creencias, capacidad de
solución de problemas, control), culturales y sociales (creencias, costumbres, apoyo
social).

TABLA 17

127
RESPUESTAS DE AFRONTAMIENTO

Según Lin y Ensel (1989), el apoyo social es el proceso por el cual los recursos en la
estructura social (comunidad, redes sociales y relaciones íntimas) permiten satisfacer
necesidades (instrumentales y expresivas) en situaciones cotidianas y de crisis.

La red social de apoyo (familiares, amigos, vecinos, grupos de autoayuda...) está


íntimamente ligada a la salud, la satisfacción vital y el desarrollo personal (Caplan,
1974; Cohen y Syme, 1985). Los sujetos con un buen apoyo social pueden tolerar las
situaciones de estrés sin enfermar, mientras que las mismas situaciones pueden provocar
graves desarreglos somáticos y psíquicos si no se cuenta con una buena red de apoyo que
ayude a afrontar las diferentes situaciones de estrés que se producen a lo largo de la vida.

House y Kahn (1985) distinguen cuatro tipos de apoyo social: a) Apoyo emocional
(amor, comprensión empática, confianza...) que favorezca la expresión de sentimientos,

128
b) apoyo instrumental, focalizado en las necesidades materiales, c) información sobre la
enfermedad y redes de apoyo y d) valoración de las dificultades y cómo las afrontan.

TABLA 18

NIVELES DE ESTUDIO DEL APOYO SOCIAL

129
Sluzki (1996) describe la red social personal como un mapa formado por cuatro
cuadrantes: familia, amistades, relaciones laborales o escolares y relaciones
comunitarias, de servicio o de credo.

En ellos existen tres áreas:

-Un círculo interior que incluye las relaciones íntimas (familiares con contacto
cotidiano, amigos cercanos, etc.).

-Un círculo intermedio de relaciones personales con menor grado de compromiso


(relaciones familiares, sociales o profesionales con los que se tiene contacto
personal pero sin intimidad).

-Un círculo externo de relaciones ocasionales («conocidos», familiares lejanos,


feligreses, etc.).

Este autor señala que la red social de apoyo afecta a la salud del individuo de varias
formas:

-La reacción de alarma se mitiga con la presencia de figuras familiares.

-Las relaciones sociales contribuyen a proveer sentido a la vida de sus miembros.

-La red provee una retroalimentación cotidiana acerca de las desviaciones de salud.

-La red social favorece muchas actividades personales que se asocian positivamente
con estilos de vida saludables: rutina de dieta, ejercicios, de sueño, de adhesión a
tratamientos y, en general, cuidados de salud.

Todo lo cual disminuye la evaluación negativa de una situación estresante al ofrecer


soluciones alternativas y disminuir la respuesta del sistema neuroendocrino (House,
1981), de manera que el apoyo social está positivamente asociado con la salud.

Bibliografía

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130
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132
Las pérdidas jalonan el ciclo vital de individuos y familias, dejando tras de sí un rastro
de dolor que influye poderosamente en las relaciones familiares, así como en los
vínculos futuros. La elaboración de los duelos por las pérdidas, serán objeto de estudio
detallado por parte del terapeuta.

Bowlby (1980) conceptualiza el duelo como todos los procesos psicológicos,


conscientes e inconscientes, que una pérdida pone en marcha y lo divide en cuatro fases:

1.Fase de embotamiento de la sensibilidad. Dura de unas horas hasta una semana y


puede verse interrumpida por episodios de aflicción y cólera. El sujeto se siente
aturdido y le cuesta aceptar la realidad.

2.Fase de anhelo y búsqueda del objeto perdido. Aparece anhelo intenso, llanto,
inquietud, insomnio y cólera dirigida a quienes considera responsables de la
pérdida, y como protesta por no poder recuperar al objeto amado. Este deseo de
recuperación puede llevar a no aceptar la pérdida, predominando entonces la rabia
hacia los que intentan consolarle. «La búsqueda inquieta, la esperanza
intermitente, el desengaño repetido, el llanto, la rabia, las acusaciones y la
ingratitud son rasgos de la segunda fase del duelo y deben ser entendidos como
expresiones de la imperiosa necesidad de encontrar y recuperar a la persona
perdida» (Bowlby, 1980: 109).

3. Fase de desorganización y desesperanza. Durante esta fase es frecuente la


aparición de momentos de desesperanza y depresión.

4.Fase de reorganización. La aceptación de la pérdida conlleva una redefinición de sí


mismo (huérfano, viudo, divorciado...) y de su situación, el desempeñar papeles
nuevos y el adquirir nuevas habilidades.

1.MANIFESTACIONES DEL DUELO NORMAL

1.Sentimientos: tristeza, enfado, culpa, ansiedad, autorreproche, soledad, fatiga,


impotencia, shock, anhelo, alivio, insensibilidad, miedo a la repetición del
acontecimiento, vergüenza por no haber sido capaz de prevenir o posponer el
hecho, rabia hacia el fallecido, culpa, tristeza.

133
2.Sensaciones físicas: vacío en el estómago, opresión en el pecho y garganta,
anergia, disnea, hipersensibilidad al ruido, debilidad, despersonalización,
sequedad de boca.

3.Cogniciones: incredulidad, confusión, preocupación, sentido de presencia,


alucinaciones, soñar con el fallecido.

4.Conductas: trastornos del sueño y alimentarios, conducta distraída, aislamiento


social, evitar recordatorios, buscar y llamar en voz alta, hiperactividad, llorar,
suspirar, visitar lugares o llevar y atesorar objetos que le recuerdan a la persona
que ya no está.

En el duelo normal, que puede durar entre uno y dos años, es frecuente que persista
una sensación de que el muerto está presente, ya sea como una compañía constante o en
algún lugar específico. También es frecuente una sensación de soledad que nadie puede
mitigar; Weiss (1975) diferencia la soledad fruto del aislamiento social, que se puede
aliviar con la compañía, del aislamiento emocional, que sólo puede ser ali viado con una
relación de mutuo compromiso que brinde seguridad. El trabajo del duelo requiere un
gran esfuerzo y aumenta la vulnerabilidad a la enfermedad y la tasa de muertes
prematuras (Osterweis et al., 1984).

El tipo de pérdida (muerte, separación, amputación, objetivos en la vida, etc.) y el


contexto amplio en el que se produce va a determinar, en gran medida, que el proceso
del duelo sea adecuado o no. Entre los aspectos que se deben explorar en detalle, cara a
la intervención, se encuentran los siguientes:

-Identidad y rol de la persona perdida. Relación ambivalente con ella, confluencia


con una crisis vital...

-Edad, sexo, personalidad y situación vital de la persona que sufrió la pérdida.

-Causas y circunstancias de la pérdida. Entre las adversas tenemos la muerte súbita,


la exigencia de cuidados prolongados antes de la muerte, si la muerte entraña
mutilación del cuerpo, cómo se informó de la muerte, a quién se culpa de la
misma, muertes violentas, suicidio, etc.

-Aspectos psicosociales del que sufre la pérdida. Apoyo y estrés social, si tiene que
hacerse cargo de niños pequeños, situación económica, posibilidades de
reorganizar su vida, sistema de creencias en torno a la muerte, actitud de parientes
y amigos, etc.

134
Weisman (1976) distingue entre muerte oportuna e intempestiva. La oportuna es
aquella en que la supervivencia se iguala a la esperada. La intempestiva puede ser
prematura, inesperada (accidente) o trágica (violenta). El duelo puede adquirir
características de crisis cuando la muerte es intempestiva. La intervención inicial en una
crisis por pérdida intempestiva consiste, según este autor, en transformar
cognoscitivamente las dificultades de las muertes intempestivas dentro de formas más
aceptables. Worden (1991) propone las siguientes tareas para elaborar el duelo: a)
aceptar la realidad de la pérdida, b) trabajar emociones y dolor, c) adaptarse a un medio
sin el ausente y d) reubicar al fallecido y continuar viviendo. Mientras que Neymeyer
(2001) sugiere los siguiente desafíos del duelo: reconocer la realidad de la pérdida,
abrirse al dolor, revisar nuestro mundo de significados, reconstruir la relación con lo que
se ha perdido y reinventarnos a nosotros mismos.

Toda pérdida entraña unas cargas a las que sujeto y familia deben responder. Entre
ellas destacan las siguientes:

1.Cargas propias del duelo. Son los componentes-síntomas y signos-propios de la


aflicción: dolor, angustia, rabia, desesperación, sensación de vacío, soledad,
ansiedad de separación, etc.

2.Cargas no intrínsecas al proceso. Se trata de los obstáculos que entorpecen y


dificultan el desarrollo del proceso de duelo y que están directamente
relacionados con la aflicción y la pérdida: falta de información, evitación,
represión, aislamiento, rechazo, entorno conflictivo no sano para el desarrollo del
duelo, etc.

3.Asuntos pendientes. Son todas aquellas cosas relacionadas con pérdidas previas de
todo tipo (además de los asuntos pendientes por la pérdida actual) y que no fueron
adecuadamente resueltas en su momento, generando una impronta en la situación
actual y/o alterando la capacidad de la persona para resolver la pérdida actual.

4.Crisis concurrentes. Los asuntos pendientes, que suelen dificultar la elaboración


del duelo, son: a) cosas que no se dijeron o no se hicieron, b) errores que se
cometieron, c) enfados sin resolver, d) agradecimientos que no se manifestaron, e)
expectativas o sueños que no se llevaron a cabo.

El duelo complicado tiene las siguientes características:

.Factores relacionales: ambivalencia, relación narcisista, dependiente, víctimas.

135
.Factores circunstanciales: desaparecidos, pérdidas múltiples.

•Factores históricos: duelos inacabados, depresión, pérdidas tempranas.

•Factores de personalidad: alexitímicos, «independientes», «fuertes».

•Factores sociales: pacto de silencio, negación, ausencia de red social de apoyo.

Tipos de duelos complicados (Worden, 1991):

•Duelo crónico: no hay conclusión

•Duelo retrasado: activado por otra pérdida.

•Duelo exagerado: depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, abuso de


substancias, manía.

•Duelo enmascarado: síntomas físicos, hiperactividad, delincuencia, depresión.

El diagnóstico del duelo complicado lo podemos realizar observando las siguientes


pautas:

-Gran emocionabilidad al hablar del fallecido.

-Acontecimiento nimio provoca reacción intensa.

-Temas de pérdidas en la entrevista.

-Momificación.

-Síntomas semejantes a los del fallecido.

-Cambios radicales en el estilo de vida.

-Imitar al fallecido.

-Depresión, baja autoestima y culpa crónicas.

-Impulsos destructivos.

-Tristeza inexplicable (vacaciones y aniversarios).

-Fobia hacia la enfermedad y muerte.

136
-Circunstancias en torno a la muerte (bajo apoyo social, conductas evitativas en
torno a la muerte).

Neymeyer, Prigerson y Davies (2002) proponen una visión de la elaboración del


duelo desde el modelo operativo interno en el que se basa el sujeto para construir una
teoría básica del self, de los otros y del mundo, a modo de esquemas mentales que le
sirven para interpretar la experiencia. La teoría del apego que desarrollamos en otro
apartado está en la base de este planteamiento (Bowly, 1983).

FIGURA 8

MODELO DE LOS CAMINOS SEGUIDOS POR EL DUELO COMPLICADO Y EL


DUELO NORMAL SOBRE LA BASE DEL SIGNIFICADO QUE EL
SUPERVIVIENTE OTORGA A LA PÉRDIDA

137
2. DUELO Y FAMILIA

La pérdida de un miembro de la familia exige una reorganización del sistema familiar


para adaptarse a la nueva situación. Walsh y McGoldrick (1988) describen cuatro tareas
que la familia debe realizar ante la pérdida de uno de sus miembros:

138
1.Reconocimiento compartido de la realidad de la muerte. Se favorece con los
funerales, el entierro y visitas a la tumba por parte de todos, incluyendo niños.

2.Experiencia compartida del dolor de la pena, expresando libremente todos los


sentimientos asociados.

3.Reorganización del sistema familiar, asumiendo las funciones del rol del difunto.

4.Establecimiento de nuevas relaciones y metas en la vida, lo cual se ve muchas


veces dificultado por un sentimiento de lealtad al muerto, el temor a nuevas
pérdidas, etc.

Mientras que Moos (1995) propone las siguientes tareas para el duelo familiar: a)
reconocer la muerte, b) favorecer la expresión emocional, c) aceptar la ausencia, d)
redistribuir los roles intrafamiliares y e) redistribuir los roles extrafamiliares.

La familia suele mostrar las siguiente reacciones ante la pérdida: a) tendencia


centrípeta, incluyendo a la familia extensa, lo cual provoca un cierto aislamiento social,
b) búsqueda de apoyo social para la subsistencia, c) aumento de la fragilidad que invita a
la ayuda y d) tregua en los conflictos familiares. Dándose a nivel comunicacional:
cambios en la cantidad, temas y canales de comunicación; a nivel estructural: confusión
de roles y jerarquía, redistribución de alianzas; y a nivel social: aislamiento, rechazo de
la red de apoyo y sobreprotección de los miembros (Moos, 1995).

Para poder elaborar adecuadamente el duelo son importantes las siguientes


características del sistema familiar: flexibilidad y grado de diferenciación de sus
miembros, la aparición de síntomas en algún miembro de la familia, la coincidencia de
acontecimientos vitales estresantes (otras pérdidas, nacimien tos, cambio de domicilio,
etc.) y el haber tenido pérdidas no elaboradas, todo lo cual debe explorarse
cuidadosamente (Espina, Gago y Pérez, 1993).

FIGURA 9

EVALUACIÓN DEL DUELO

139
Vamos a referirnos seguidamente a dos pérdidas especialmente significativas en el
seno de la familia: la de un hijo y la de un progenitor.

La pérdida de un hijo es difícilmente elaborable, por la herida narcisista que supone


y porque mueren a la vez expectativas y proyección en el futuro de los padres, además
de todo lo que implica cualquier pérdida de un ser querido. Shiff (1977) y Videka-
Sherman y Lieberman (1985) llaman la aten ción sobre el deterioro de la relación de
pareja y el aumento de divorcios en los padres que han perdido a un hijo pequeño. Ello
es propiciado por los roles sociales atribuidos al hombre y la mujer, según los cuales el
hombre tiene que ser instrumental y no expresar sus emociones y la mujer ser expresiva
haciéndose cargo de las emociones; de manera que el hombre se vuelca en el trabajo y se
encierra en sí mismo y la mujer muestra depresión y pena. Ella se siente abandonada e
incomprendida y él no puede expresar sus sentimientos.

140
Ante la pérdida de un hijo es importante ayudar a elaborar el duelo a los hermanos y
no desatender sus necesidades. No es infrecuente que los padres tengan otro hijo para
cubrir el vacío dejado por el muerto; esto puede ayudar a los padres, pero puede originar
problemas en el nuevo hijo si es un sustituto del muerto y no puede desarrollar su propia
identidad.

En la pérdida de un progenitor hay que tener en cuenta el grado de desarrollo de los


hijos y su capacidad para comprender la pérdida, no hay que excluir a los niños de la
experiencia de la pérdida y hay que procurar que algún familiar cumpla el rol que
desempeñaba el difunto. Más adelante, los hijos pueden ver dificultada su
autonomización si deben hacer compañía al padre viudo.

Paul (1967) y Paul y Grosser (1965) resaltan la importancia de duelos incompletos


para la aparición de patología en algún miembro del la familia, el cual vendrá a ocupar el
lugar del difunto. En este sentido, la sintomatología cumpliría una función homeostática,
al neutralizar la pérdida evitando el cambio que debería afrontar el sistema. Es frecuente
también que la familia estreche sus lazos dificultando la individuación de sus miembros
(en el divorcio sucede algo semejante). Guthell y Averiy (1977) describen casos en que
después de la muerte de un progenitor aparecía el incesto como una defensa frente a la
pérdida. Pincus y Dare (1978) describen los secretos familiares como intentos de evitar
las culpas y el dolor de la pérdida, a costa de rigidificar el sistema, disminuyendo la
confianza entre sus miembros y obligando a invertir energía en mantenerlos.

Todo ello hace que la exploración de los duelos sea de gran importancia en la
evaluación familiar, para lo cual es de mucha ayuda el genograma y el conocer las
características de los procesos de duelo y los significados que se atribuyen a las pérdidas,
así como el contexto ecológico en el que tiene lugar.

Para finalizar este breve resumen de aspectos que hay que tener en cuenta a la hora
de evaluar los duelos, ofrecemos una guía de exploración muy útil elaborada por
Neymeyer (2001).

Exploración de una pérdida (Neymeyer, 2001)

•¿Qué recuerda de la forma en que reaccionó ante el acontecimiento cuando sucedió?

141
•¿Cómo han cambiado sus sentimientos al respecto a lo largo del tiempo?

•¿Cómo respondieron ante la pérdida las personas que formaban parte de su vida en ese
momento? ¿Y ante su reacción?

•¿Quién era usted en el momento de la pérdida, a nivel de personalidad, etapa del


desarrollo y principales preocupaciones?

•¿Cuál fue para usted la parte más dolorosa de la experiencia?

Preguntas de explicación

•¿Qué sentido le dio a la muerte o pérdida en aquellos momentos?

142
•¿Cómo interpreta la pérdida ahora?

•¿Qué filosofía o creencia religiosa le ayudaron a asimilar la pérdida? ¿Qué efecto tuvo
la pérdida en ellas?

Preguntas de elaboración

•¿Cómo ha afectado esta experiencia a su sentido de prioridades?

•¿Cómo ha afectado esta experiencia a su visión de sí mismo o del mundo?

•¿Qué lecciones sobre el amor ha aprendido sobre esta persona o esta pérdida?

•¿De qué modo cambiaría su vida si esta persona siguiera viva/si esta pérdida nunca

143
hubiera sucedido?

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Worden, J. W. (1991). El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia.


Barcelona. Paidós.

145
Los tipos de personalidad están asociados a diferentes visiones del mundo y de sí mismo.
A la hora de empatizar con los miembros de la familia, es necesario que sepamos la
manera de pensar y sentir de cada uno para poder realizar una adecuada acomodación
que permita la creación de la alianza terapéutica. Por ello, el conocimiento de la
personalidad es tan importante en la evaluación y tratamiento familiar.

Por otro lado, la psicopatología debe ser tenida en cuenta en la evaluación, pues,
además de conocer la sintomatología y curso de los trastornos, las implicaciones
biológicas de muchos de ellos pueden condicionar en gran medida el tratamiento y no
podemos caer en las «terribles simplificaciones» de pensar, por ejemplo, que un cuadro
esquizofrénico crónico es expresión de la conflictiva familiar.

1. PERSONALIDAD Y TRASTORNOS DE PERSONALIDAD

La personalidad es una configuración de patrones de respuesta del comportamiento


característica de un individuo, evidentes en la vida corriente. Es una totalidad, que
habitual mente es estable y predecible. Cuando esa totalidad excede los límites de lo
«normal» en la mayoría de los individuos y cuando los rasgos se vuelven rígidos e
inadaptados y producen deterioro funcional y malestar subjetivo, hablamos de trastornos
de la personalidad.

Un trastorno de la personalidad es una pauta de experiencia y conducta interna


duradera que se aparta de las expectativas de la cultura de un individuo, es generalizada
e inflexible, aparece en la adolescencia o en la primera edad adulta, es estable, produce
malestar o perjuicio. Esa pauta se manifiesta en dos o más de las siguientes áreas:
cognición (percepción del yo, los demás o los acontecimientos), afectividad (el rango, la
intensidad, la estabilidad, lo apropiado o inapropiado de la respuesta emocional), el
funcionamiento interpersonal y el control de impulsos (DSM-IV-TR; APA, 2000).

El estudio de la personalidad se ha realizado desde criterios dimensionales y


categoriales. Desde el punto de vista categoriai se clasifican los trastornos de la
personalidad basándose en descripciones clínicas de casos prototípicos (DSM, CIE). Lo

146
prototípico son las características o propiedades más comunes de los miembros de una
categoría. La ventaja de las tipologías categoriales es que resultan de fácil utilización por
los clínicos.

Por otro lado, el modelo dimensional cuantifica los rasgos relevantes de los
trastornos de la personalidad que descansan en un continuo que va de lo normal a lo
patológico. Desde esta perspectiva, los trastornos de la personalidad tienen límites
borrosos entre ellos y con la personalidad normal. Los perfiles dimensionales se agrupan
en categorías: introversión/extraversión, dureza/emocionabilidad...

Las características de los rasgos en los trastornos de la personalidad son:

•Generalizados y persistentes.

•Egosintónicos (sintonizan con el sujeto); egodistónicos (el sujeto los rechaza como
ajenos).

•Aloplásticos.

•Se mantienen rígidamente.

Desde el punto de vista dinámico, la protección contra los impulsos internos y el


estrés externo involucra patrones de defensa idiosincrásicos para protegerse de las
ansiedades subyacentes. Las defensas pueden o no controlar la ansiedad eficazmente.
Los mecanismos de defensa más frecuentes son:

•Introyección: depresivos.

•Disociación: histriónicos.

•Aislamiento, formación reactiva: obsesivo-compulsivos.

•Proyección: paranoides.

•Actuación (acting out): antisociales y límites.

•Identificación proyectiva: límites.

Según el DSM-IV-TR (APA, 2000), hay diez trastornos de personalidad, agrupados


en tres grandes tipos.

TABLA 19

147
TRANSTORNOS DE PERSONALIDAD

148
Beck y Freeman (1995) proponen una clasificación de los trastornos de la
personalidad en la que se tienen en cuenta los esquemas cognitivos, asociados a los
sistemas de creencias sobre uno mismo, el otro y el mundo, y cómo se maneja el sujeto
en las relaciones interpersonales. No nos vamos a extender en este tema, pues tratarlo de
una forma apropiada excedería con creces el objetivo de este manual; simplemente
transcribimos una tablas elaboradas por estos autores, que nos han resultado de utilidad
en la práctica clínica y pueden ayudar al terapeuta familiar a la hora de evaluar los estilos

149
de personalidad de los diferentes miembros de la familia, para poder empatizar más
fácilmente.

TABLA 20

CREENCIAS BÁSICAS Y ESTRATEGIAS ASOCIADAS CON LOS TRASTORNOS


TRADICIONALES DE LA PERSONALIDAD

150
151
TABLA 22

ESTRATEGIAS TÍPICAS HIPERDESARROLLADAS E INFRADESARROLLADAS

152
2. PSICOPATOLOGÍA

A la hora de trabajar con cuadros psicopatológicos, el terapeuta familiar se encuentra


muchas veces ante dos peligros: a) ver un trastorno como algo propio del sujeto,
desconectado del contexto relacional, por ejemplo, una fobia que se asocia a la relación
de pareja, y b) ver el trastorno como determinado únicamente por el contexto relacional,

153
obviando la gravedad del cuadro y su posible sustrato biológico, por ejemplo,
esquizofrenia. Tenemos una gran responsabilidad a la hora de valorar la gravedad de un
cuadro y sus implicaciones en los diferentes sistemas, por ello no debemos caer, ni en
visiones reduccionistas (por ejemplo, biologicista), ni en «terribles simplificaciones»
(por ejemplo, intentar abordar un cuadro de anorexia nerviosa únicamente contando con
las relaciones familiares sin tener en cuenta los aspectos médicos).

Para poder tener una visión realista y desapasionada en relación con los modelos
teóricos, nos parecen útiles dos cosas: a) tener como guía el DSM-IV-TR, especialmente
los terapeutas y orientadores que no son psicólogos ni psiquiatras, aunque a todos nos
hace falta repasar trastornos que no estamos muy habituados a ver, y b) disponer de
instrumentos de evaluación que permitan un diagnóstico más exhaustivo. Sin olvidar que
existen cuadros psicopatológicos con una importante carga biológica y que el curso de
los mismos es muy variado.

Un libro muy útil, pues recoge escalas de evaluación de gran utilidad en la práctica
clínica, es: Bobes García, J. y cols. (2001). Banco de instrumentos básicos para la
práctica de la psiquiatría clínica. Ars Médica. Novartis.

Otras escalas clínicas que solemos utilizar son:

-Inventario multifásico de personalidad de Minnesota para adolescentes (MMPI-A).


(Butcher et al.). Ed. TEA.

-Inventario multifásico de personalidad de Minnesota (MMPI-2). (Hathaway y


McKinley). Ed. TEA.

-Inventario clínico multiaxial de Millon III (MCMI-III). (Millon). Ed. TEA.

-Inventario clínico de Millon para adolescentes. (MACI). (Millon). Ed. TEA.

-SCL-90. Cuestionario de 90 síntomas. Derogatis. Ed. TEA.

-Cuestionario de ansiedad estado/rasgo (STAI). Spielberger, Gorsuch y Lushene.

-Cuestionario de ansiedad estado/rasgo en niños (STAIC). Spielberger. Ed. TEA.

-Beck Depression Inventory (BDI) (Beck, 1961).

-Cuestionario de ansiedad infantil (CAS). Gillis. Ed. TEA.

154
-Escala de depresión para niños. Lang y Tisher. Ed. TEA.

-Evaluación del trastorno por déficit de atención con hiperactividad. (EDAH). Faré y
Narbona. Ed. TEA.

-Inventario de trastorno de la conducta alimentaria. (EDI-2). Garner. Ed. TEA.

Algunos tests proyectivos útiles en la evaluación familiar son:

-Test del dibujo de la familia. Lluis. Ed. TEA.

-Test del dibujo de la figura humana. Goodenough y Harris. Ed. TEA.

-Test del árbol. Stora. Ed. TEA.

-Casa-árbol-persona (HTP) (Buck y Warren). Ed. TEA.

Bibliografía

American Psychiatric Association (2000). Manual Diagnóstico y Estadístico de los


Trastornos Mentales. (DSM-N-TR). Barcelona. Masson.

Beck, A.T.Freeman, A. (1995). Terapia cognitiva de los trastornos de personalidad.


Barcelona. Paidós.

Bobes García, J. y cols. (2001). Banco de instrumentos básicos para la práctica de la


psiquiatría clínica. Ars Médica. Novartis.

155
En las entrevistas familiares pasamos de recoger información sobre el problema actual a
evaluar el contexto relacional. De la familia nuclear a la extensa y otros sistemas. Del
presente a la historia familiar. De la información de hechos al funcionamiento y
relaciones familiares. De «realidades» a hipótesis.

El genograma es un «instrumento para incorporar categorías de información familiar


al proceso de resolución de problemas» (McGoldrick y Gerson, 1985). Es muy útil para
recoger información y transmitir un modo sistémico de pensar. Consiste en dibujar un
árbol genealógico con información sobre los miembros de una familia y sus relaciones
en, al menos, tres generaciones. Muestra a la familia de una forma que ofrece
rápidamente información sobre estructura y patrones relacionales, favoreciendo la
elaboración de hipótesis sobre cómo un problema puede estar conectado con el contexto
familiar y su historia.

La información del genograma se puede obtener entrevistando a uno o varios


miembros de la familia. Al realizarlo con varios miembros de la familia, tenemos la
oportunidad de comparar perspectivas y observar directamente las interacciones.

Los genogramas muestran:

-La estructura de la familia.

-Las relaciones entre sus miembros.

Los usos más frecuentes de este instrumento son:

-Como sistema de registro que integra datos biopsicosociales. Es de gran utilidad en


las revisiones de casos con otros profesionales.

-A través de la recogida de datos ofrecemos una visión relacional de los problemas,


lo cual facilita la reconversión de la demanda.

-Permite la detección de factores de riesgo biopsicosociales en la familia.

-Para la identificación de recursos familiares.

-Observar las transmisiones generacionales.

156
Solemos hacer el genograma de la familia nuclear en la primera sesión, después de
recoger los datos sociodemográficos y antes de hablar del problema que les trae a
consulta. Si vemos que es importante, recogemos en ese momento los datos de la familia
extensa, pero generalmente lo dejamos para la sesión siguiente. Si la familia extensa es
numerosa y/o hay frecuentes separaciones y uniones, les decimos que recojan y ordenen
los datos antes de hacer juntos el genograma completo. Esta recogida de información
conlleva el contacto con otros familiares, ver el álbum familiar, revisar informes
médicos, sociales, cartas..., la información circula y muchas veces la familia se implica
más fácilmente en una visión sistémica de sus dificultades activando, a su vez, recursos.
Un genograma sencillo con un sujeto puede llevar media hora, pero si incluimos a más
miembros de la familia y más información, llevará bastante tiempo, pero no se trate
únicamente de recoger información, sino que en el mismo acto de recogerla estamos
interviniendo y enriqueciendo la visión que tiene la familia sobre sí misma.

En el genograma se recogen los siguientes datos de, al menos, tres generaciones:

-Datos sociodemográficos: nombres, edades, profesión, estudios-nivel y estado


actual, ocupación, estado, hijos, abortos, nacimiento de feto muerto, quiénes
viven en casa, situación laboral y económica.

-Ciclo vital. Se recogen fechas de: matrimonios, separación, divorcio, pérdidas,


nacimientos, defunciones, causas de defunciones, hijos adoptivos... Bowen (1978)
recomendaba hacer el calendario familiar en el que se consignan en dos columnas
los acontecimientos vitales familiares y los problemas. Es importante estar atentos
a los momentos críticos, como nacimientos, muertes, migraciones..., cómo fue
vivido por cada uno y cómo afectó al sistema. En el genograma podemos incluir
todo ello dando una visión relacional de los problemas a la luz de la historia
familiar y de cómo han afectado éstos a la misma.

-Religión y etnia. Migraciones. Personas importantes para la familia. Red social de


apoyo (amigos, familiares, instituciones, asociaciones...) y acontecimientos
vitales estresantes. Problemas médicos, emocionales, de conducta, laborales,
drogas, alcohol, legales. Relaciones con servicios sanitarios y de ayuda.

-Situación del hogar: quiénes viven en casa, dónde viven los que se fueron y cuándo
se fueron.

Relacionesy roles: cómo ven las relaciones propias y las de los demás, tanto en la
familia nuclear como en la extensa. Respecto a los roles, es interesante recoger
información sobre los roles complementarios: bueno/malo, exitoso/fracasado,

157
sano/enfermo, débil/fuerte, cálido/frío, servicial/egoísta, cercano/distante,
abierto/cerrado, dominante/sumiso... Los apodos o motes también muestran datos
sobre los roles. Así mismo son útiles las preguntas sobre cómo les ven otros:
«cómo cree que ve su suegro la relación con su esposa», «cómo le veía su madre
a la edad de su hijo».

1. FORMATO DEL GENOGRAMA

Para realizar el genograma se ofrece el enlace que permite bajarse de Internet el


programa «GenoPro», un programa de descarga gratuita que funciona bajo Windows y
que permite, tras su instalación, la confección de genogramas. GenoPro es un programa
intuitivamente fácil de utilizar, simple al uso y capaz de realizar el árbol genealógico
más completo. El programa de instalación completo tiene aproximadamente 1,2 Mb, lo
que le permite una rápida bajada de internet.

A.Los símbolos usados para describir la estructura y características de los miembros


son las siguientes (McGoldrick y Gerson, 1985):

Persona índice o paciente identificado:

El fallecimiento se representa con una X y la edad al morir. Las fechas de


nacimiento y muerte se indican a la izquierda y la derecha sobre la figura.

158
El matrimonio se simboliza conectando con una línea que baja y cruza, con el esposo
a la izquierda y la esposa a la derecha. Una letra «m» seguida por una fecha indica
cuándo la pareja se casó: m. 65 = matrimonio 1965.

Las líneas oblicuas significan una interrupción en el matrimonio: 1 diagonal para


separación y 2 para un divorcio.

Las parejas no casadas se señalan con una línea de segmentos. La fecha importante
aquí es cuándo empezaron a vivir juntos.

Los matrimonios múltiples se indican de izquierda a derecha, con el más reciente al


final.

159
Cuando una de las esposas ha tenido un matrimonio anterior, se ponen los
matrimonios más recientes al centro.

Los hijos se dibujan de izquierda a derecha, comenzando por el mayor.

Las pautas de interacción familiar:

Relaciones interpersonales

160
Miembros del hogar actual del que surge las demanda.

161
Tipos de familia:

•Familia nuclear (1).

•Familia monoparental (2).

•Familia reconstituida (3).

Información demográfica, enfermedades y problemas.

•La edad se representa dentro del símbolo de cada miembro. Las fechas de

162
nacimiento y muerte se escriben sobre el símbolo correspondiente. La ocupación
o profesión, así como los problemas de salud, se escriben a la derecha del
símbolo.

Acontecimientos vitales estresantes y recursos familiares.

•Se representan a la izquierda del símbolo correspondiente a la sigla AVE seguida de


un número de orden cuando se trate de más de un acontecimiento vital estresante.
En la parte inferior se describe el tipo de conflicto, junto a la sigla AVE y el
número asignado.

•Con un asterisco, se anotan el apoyo y red social para enfrentar las crisis familiares.
El asterisco se coloca sobre el símbolo correspondiente, anotando con un número
el puesto que ocupa en la red social. En el lado derecho, se describe el tipo de
apoyo social solicitado.

B.Historia clínica: en el genograma se pueden añadir datos de problemas y


enfermedades.

C.Otros datos que se pueden añadir son: antecedentes étnicos y fecha de


inmigración, religión, educación, trabajo, de sempleo, jubilación, problemas con la ley,
fechas en que dejaron el hogar algunos miembros...

163
TABLA 23

CATEGORÍAS INTERPRETATIVAS DEL GENOGRAMA

164
2. TIPOS DE GENOGRAMAS

Pluut (1995) ha enriquecido el genograma proponiendo distintos tipos para mostrar a


través de dibujos otros aspectos de la familia, como son los hobbies, adicciones,
enfermedades y datos étnicos. La transmisión a través de las generaciones se ve
fácilmente mediante los dibujos y la familia puede jugar dibujando, más o menos bien, e
ideando símbolos entre todos para describir cada concepto. Es conveniente dibujar cada
tipo de genograma en colores diferentes para que no se confundan y además se ven
mejor las líneas de transmisión.

llugrama

En el ilugrama se plasman los deseos y aficiones (hobbies). Es muy útil con niños al ser
lúdico e interactivo. A lo largo de las sesiones, se pueden añadir con otro color los
cambios producidos.

FIGURA 10

ILUGRAMA

165
Organograma

En el organograma se representan las enfermedades y molestias somáticas de cada


miembro. Permite ver las transmisiones generacionales e incluir el leguaje de los
órganos (analógico) en la sesión.

Se les puede preguntar: ¿cómo habla, además de con la boca, cada miembro de la
familia? Se acepta el idioma de los órganos y, si hay niños, se les da el papel de
traductores, por ejemplo: «pon la oreja en la pierna de mamá y cuéntanos qué dice».

FIGURA 11

ORGANOGRAMA

166
Adictograma

En el adictograma se representan las adicciones, no sólo al alcohol, tabaco, juego y


drogas, sino todo lo que es compulsivo: limpieza, deportes, trabajo, Internet, ordenador,
comida...

FIGURA 12

ADICTOGRAMA

167
Cutturgrama

El culturgrama se realiza cuando atendemos a familias transculturales. A través de las


banderas de cada país, podemos hablar de la cultura de cada uno, de su país, y ver entre
todos cómo se ha hecho la integración.

FIGURA 13

CULTURGRAMA

168
Hof y Berman (1986) proponen el genograma sexual en el cual se recoge
información sobre la sexualidad e intimidad, masculinidad y feminidad, secretos, mitos,
creencias, con quién se puede hablar de qué, tabúes, infidelidades, etc. El proceso que
proponen estos autores es el siguiente: a) introducción, b) creación del genograma
sexual, c) exploración y discusión de los temas que han surgido en su elaboración, d)
revisión del proceso, y e) integración de todo ello en el tratamiento.

Otras variantes son el árbol genealógico con fotografías de cada miembro y la


biografía con fotografías. En esta última, el sujeto pone en una cartulina grande una serie
de fotografías (10-15) en las que se refleja su historia familiar y personal, comenzando
por sus abuelos, padres de novios, boda, nacimientos, eventos significativos... Con el
material construido se trabaja en sesiones familiares, de pareja o individuales. Este
formato es muy útil en el trabajo con la familia de origen del terapeuta (FOT).

3. PAUTAS QUE OBSERVAR EN EL GENOGRAMA

Como hemos ido viendo, la información que podemos recoger con el genograma es muy
extensa y, generalmente, no disponemos de demasiado tiempo como para dedicarlo a
hacer un genograma exhaustivo. Dependiendo del tiempo del que dispongamos y de la
familia con la que estemos trabajando, podremos profundizar más o menos en el
desarrollo del mismo y obtener todo el juego que puede dar. De todas formas, hay
aspectos que debemos tener en cuenta a la hora de extraer la información que nos puede
resultar útil para pensar con la familia sobre su historia y relaciones. Entre ellos

169
destacan:

•Pautas que se repiten: síntomas o problemas, alianzas, coaliciones, tríadas rígidas,


modos de afrontar conflictos, funcionamiento de subsistemas.

•Nombres: a través de los nombres se transmiten legados (por ejemplo, seguir la


profesión de un padre), se desarrollan líneas sucesorias (por ejemplo, la abuela, la
madre y la hija, se llaman igual), se «revive» a un fallecido (por ejemplo, a un
hijo se le pone el nombre del hermano muerto, viéndose obligado a «ser» su
hermano y no poder desarrollar su propia identidad). Hay nombres «importantes»
(por ejemplo, Alejandro, César, Iván, Venus, Elena), nombres con un cierto
significado social en un momento dado (por ejemplo, en los años setenta, el
nombre «Emmanuele» estaba asociado a una película erótica), nombres que
marcan cualidades (Virtudes, Modesta, Pura, Blanca), roles (Auxiliadora,
Amparo, Socorro, Remedios, Angustias), nombres del santoral del día que nació,
que pueden ser anodinos o incluso horribles, nombres tan feos que parecen una
venganza, nombres de actores, nombres extranjeros. También pueden mos trar la
relación de fuerzas en la pareja y las relaciones con la familia extensa (por
ejemplo, la primera hija lleva el nombre de la abuela paterna). En resumen,
observando las repeticiones de nombres, sus cualidades, las líneas sucesorias que
marcan, podemos extraer mucha información sobre expectativas, transmisiones,
valores, roles, funcionamiento del subsistema parental y conyugal, y relaciones
con las familias de origen.

•Fechas: de muertes, nacimientos, abortos, hechos traumáticos, aniversarios, fechas


significativas para la familia, con un significado cultural (Navidades, Reyes,
Pascua, Ramadán). El «calendario familiar» que proponía Bowen, en el que «se
casan» acontecimientos y problemas, es de gran utilidad para hacer hipótesis
relacionales en el contexto.

•Transiciones inesperadas en el ciclo vital: embarazos de adolescentes, muertes


intempestivas, emigración, casamientos, separaciones.

•Profesiones y estudios. Si se repiten, nos hablan de valores, unión familiar y


legados. Si lo hijos tienen los estudios que no tuvieron los padres, podemos
pensar en cualidades del subsistema parental, fomento del desarrollo y
autonomización, de crecer a través de los hijos.

.Número de hermanos y diferencias de edad entre ellos. Nos puede dar datos sobre el
funcionamiento del subsistema fraterno (por ejemplo, el mayor dista mucho del

170
segundo, es probable que cumpla funciones parentales; el pequeño está
descolgado, tiene bastantes probabilidades de ser malcriado y verse dificultada su
emancipación; el del medio observa). Si lo asociamos a los nombres y el efecto
que tiene sobre las expectativas, alianzas, legados..., podemos pensar sobre las
relaciones entre hermanos y sobre su lugar en la familia.

En los otros tipos de genogramas veremos las pautas repetitivas, excepciones,


legados, herencia... Observando detenidamente el genograma, se abre un mundo de
narraciones que pueden ayudar a familia y al terapeuta a construir y reescribir historias
más sanas.

El escudo familiar

Se solicita al sujeto, familia o pareja, que elaboren un escudo de armas de su familia en


el que representen: valores, mitos, imagen exterior de la familia, lados fuertes y débiles.
El escudo se dibuja con dos o tres apartados (referidos, por ejemplo, a las familias de
origen y nuclear) y alrededor se ponen lemas de la familia (por ejemplo, lealtad, trabajo,
sinceridad).

El mapa familiar

El mapa familiar sirve para ver la distribución del hogar y en qué habitación está cada
uno. La cercanía o distancia nos puede dar información sobre las relaciones, alianzas,
funciones del subsistema parental (por ejemplo, si el bebé duerme con ellos, o en la otra
punta de la casa). Cuáles son los lugares en los que se abordan los conflictos, a dónde se
retira cada uno si quiere intimidad, cuál es el refugio..., se recogen datos de la superficie,
estado, ubicación... del hogar

El ecomapa recoge gráficamente el contexto ecológico en el que se halla la familia,


con las distancias y el tiempo que hace falta para llegar a los diferentes sistemas
(sanitario, servicios sociales, amigos, familiares, policía...).

Bibliografía

Bowen. M. (1978). Family therapy in clinical practice. Nueva York. Jason Aronson.

171
Hof, A. y Berman, C. (1986). «11 genograma sessuale». Terapia familiare, 22, 45-55.

McGoldrick, M. y Gerson, R. (1985). Genogramas en la evaluación familiar. Barcelona.


Gedisa.

Pluut, R. (1995). Comunicación personal.

172
La escultura es una técnica psicodramática que fue desarrollada por terapeutas familiares
partidarios de utilizar técnicas activas (Satir, 1972; Dhul, Kantor y Dhul, 1973; Papp,
Silverstein y Carter, 1973; Papp, 1976). En los años cincuenta del siglo xx, Kantor,
estudió el significado del espacio en las relaciones humanas y se planteó plasmar de una
forma metafórica dichas relaciones a través de formas espaciales. Más tarde, al estudiar
la teoría de los sistemas, desarrolló la idea de plasmar espacialmente las relaciones, el
contexto y las situaciones a través de la «escultura familiar». Básicamente, la escultura
consiste en solicitar a un miembro de la pareja o familia que represente espacialmente las
relaciones familiares actuando como un escultor que modela actitudinalmente y sitúa en
el espacio a los diferentes miembros de la familia, creando un grupo escultórico que
muestra cómo ve las relaciones entre ellos.

El grupo del Instituto de la Familia de Boston (Dhul, Kantor y Dhul) define la


escultura como «un proceso dinámico, activo, no lineal, que retrata las interrelaciones en
el espacio y el tiempo, de forma que hechos o actitudes se pueden percibir y
experimentar simultáneamente. Ésta va dirigida a proporcionar los significados,
metáforas e imágenes de las interrelaciones de manera que puedan ser compartidos por
todos aquellos que participan y observan» y basan esta técnica en los presupuestos del
«aprendizaje por la experiencia» del psi codrama (Moreno, 1946). Estos autores
proponen la escultura como una forma preverbal de conocer los sistemas en los que uno
está inmerso para poder cambiar los papeles que juega. El utilizar el lenguaje corporal
permite evitar el uso defensivo de las palabras, que muchas veces sirven para ocultar,
más que para mostrar.

Satir (1972) la utilizó para mostrar didácticamente su teoría de los roles familiares y
Papp (1976) cuestionó el uso del término «escultura» por referirse a algo estático,
mientras que las relaciones humanas son dinámicas, y propone el término «coreografía»,
pues en realidad se trata de «coreografiar modelos transaccionales (alianzas,
triangulaciones y corrientes emocionales) y los evidencia tal como lo hace una escena de
movimiento silencioso. Y permite al terapeuta dibujar el sistema con espacio, tiempo,
visión, audición, energía y movimiento» (Papp, 1976). Aunque el término propuesto por
Papp nos parece más adecuado para las escenificaciones con movimiento y el mismo
Kantor proponía usar la técnica de la escultura pudiendo dotarla de movimiento, vamos a
usar el término original por ser el más utilizado y porque la escultura puede ser también

173
estática. La técnica de la escultura se puede usar con individuos, familias, parejas,
coterapeutas, equipos de trabajo y otros sistemas.

Encuadre

La escultura requiere un coordinador o director que será el terapeuta, un escultor que


será el encargado de «esculpir», uno o varios sujetos que serán esculpidos, también
puede haber un auditorio que hace de caja de resonancia emocional observando la escena
y, como todas las técnicas psicodramáticas, requiere un espacio dramático en el que se
realiza, claramente diferenciado del espacio «real». Este espacio dramático puede ser una
parte de la sala en la que se realiza la terapia dedicado a ello, o el centro de la misma
retirando simplemente la mesa u objetos que puedan estar ahí.

1. TIPOS DE ESCULTURA

En relación al factor tiempo se puede hacer la escultura presente, pasada o futura. En la


escultura del presente pedimos a los sujetos que uno de ellos modele a los otros como si
fueran de cera en una actitud que defina cómo les percibe en la relación y luego se sitúe
a sí mismo, de manera que configuren un grupo escultórico que muestre cómo es su
relación desde el punto de vista del escultor; después, otro miembro de la pareja o
familia hace lo mismo, lo cual permite contrastar las visiones diferentes que tienen de su
relación. Esta escultura sirve para mostrar la relación actual y se utiliza en primer lugar
como diagnóstico al permitir al terapeuta observar la interacción y cuál es la
problemática que traen sin que puedan recurrir al uso defensivo del lenguaje verbal.

También se puede usar como técnica para desbloquear una situación de impasse, por
ejemplo, cuando se enzarzan en discusiones interminables en las que cada uno pretende
imponer su visión de la «realidad» recurriendo a un lenguaje racionalizado; la escultura,
al utilizar el lenguaje analógico, ofrece la posibilidad de conectar con el lado emocional,
pues la postura «arrastra» fácilmente la emoción, por ejemplo, si están hablando
fríamente de «lo que sucede», al encontrarse en una postura que muestra una actitud o
emoción (odio, amor, anhelo, rechazo...), es frecuente que el sujeto conecte con esa
emoción y pueda hablar desde ella abandonando la actitud defensiva. Puede suceder
también que la escultura filtre aspectos de la relación negados o desconocidos. La
escultura del presente se utiliza al principio de la terapia, por ejemplo, en la tercera o
cuarta sesión, como método diagnóstico, aunque también se puede usar cuando el
proceso está más avanzado, para ver cómo están en ese momento de la terapia y
compararlo con cómo estaban al principio de la misma. Así mismo, se puede utilizar
como técnica para propiciar el cambio, por ejemplo mostrando posturas que ofrezcan

174
modos de relación alternativos.

Escultura del pasado

Pedimos a la pareja/familia que hagan una escultura, por ejemplo, de hace diez años, de
cuando se conocieron, de un momento significativo, etc. Es muy ilustrativo pedirles que
hagan esculturas hacia atrás en el tiempo, de cinco en cinco años, a partir de la escultura
del presente, pues muestra los cambios a través del ciclo vital y permite, en el diálogo
posterior, revisar su historia desde la emoción activada con la escultura y ver a qué
acontecimientos o situaciones se vinculan los cambios que han ido habiendo en su
relación. Por otro lado, se pueden rescatar momentos en los que la relación era
satisfactoria, lo cual cambia muchas veces la actitud hacia los demás en el momento
presente.

Escultura del futuro

Esta escultura está relacionada con el método de proyección hacia el futuro desarrollado
por Moreno, «en la representación psicodramática del futuro se pide al paciente que
represente no sólo sus deseos, sino sus planes realizables. Especialmente importante es
hacerle valorar qué es lo que realmente podría ocurrir en el futuro; por decirlo así, hacer
de él su propio profeta» (Moreno, 1959). En la escultura proponemos que esculpan su
relación tal y como la imaginan, por ejemplo, dentro de diez años, de manera que
proyecten sus fantasías, deseos y temores. Esta escultura tiene un gran valor pronóstico,
pues permite observar hacia dónde creen que va a ir su relación, contrastar las diferentes
visiones de su «futuro» y analizar en profundidad el por qué y el para qué de lo esperado.
Pen (1985), Chasin et al. (1989) Onnis (1991, 1992) y Onnis et al. (1994) plantean que la
escultura del futuro conecta a la familia y pareja con su potencial evolutivo y les
estimula a buscar nuevas alternativas. Este tipo de escultura ha sido propuesta por Onnis
para trabajar con familias con miembros que sufren trastornos psicosomáticos y sugiere
que la escultura del futuro expresa, más que un deseo de cambio, una resistencia y un
temor al mismo.

Escultura deseada

Se les sugiere esculpir una escultura que represente cómo desearían que fuera su
relación. Sirve para explorar expectativas contrastando los deseos de ambos y,
comparándola con la escultura presente, permite ver la diferencia entre deseos y
realidades; además podemos trabajar dramáticamente el pasaje de la escultura real a la
deseada y ayudar a reflexionar sobre las implicaciones que tendría el alcanzar esa
relación deseada en términos de ganancia y coste. Con parejas, muchas veces va a servir

175
para que vean si son compatibles sus deseos como para seguir caminando juntos o si
deben buscar caminos diferentes; la negociación cara a conseguir una relación deseada
compartida en la que cada uno debe renunciar a algo es mucho más fácil a través de la
escultura deseada, pues la activación emocional y la sinceridad «corporal», junto con
plasmar en el «aquí y el ahora» el cómo desean su relación y expresar el grado de
satisfacción alcanzado, les sitúa en una posición más comprometida que la simple
exposición de deseos más o menos alcanzables, más o menos compartidos. Una variante
de la escultura deseada es la «escultura ideal», en la que se plasma un deseo, vivido en
cierta medida como irreal, pero que responde a deseos profundos, muchas veces
vinculados a mitos familiares y personales que dificultan una relación realista.

Escultura temida

Se representa la relación que se temería tener, por ejemplo, demasiado cercana o


demasiado lejana; sirve para explorar los temores en la relación y, vinculándola con la
escultura deseada, permite analizar la relación entre temor y deseo. Grodeck (1923) en su
libro del ello decía: «Temor es deseo», haciendo referencia a que cuando tememos algo
en una relación es debido, muchas veces, a que una parte de nosotros desea lo que
tememos, mientras que otra parte no. El temor surge no sólo frente a lo temido, sino por
la fuerza que nos empuja hacia lo temido, que en el fondo también es deseado. En las
relacio nes de familia y pareja este es un campo de análisis muy rico, pues permite
descubrir qué temores están relacionados con qué deseos no dichos ni afrontados por
cada uno, lo cual, de no clarificarse, produce muchas contradicciones e incongruencias
en la comunicación, favoreciendo la confusión, y acaba produciendo mucha
insatisfacción en la relación. Esta escultura se puede desarrollar según el modelo de
«escenas temidas» propuesto por Pavlovsky et al. (1977).

Escultura simbólica

Se sugiere a los miembros de la familia/pareja que se imaginen que son animales u


objetos con los que se sientan identificados de alguna manera y a partir de ahí que
esculpan una escultura. Al igual que las dramatizaciones simbólicas, ofrece la
posibilidad de expresar vivencias no conscientes o que son difícilmente transmisibles, a
la vez que se esquivan mejor las racionalizaciones al entrar en el terreno de la fantasía en
el que la razón lógica no tiene lugar.

Escultura mítica

Caillé (1985, 1988, 1994) propone realizar, después de la escultura del presente, llamada
por él «escultura fenomenológica o viviente», una «escultura mítica o cuadro de sueño»

176
para la que se pide a los sujetos que, en estado de relajación, fantaseen, a modo de
ensueño dirigido, en qué tiene de singular su familia, y a partir de ahí den una forma
vegetal, animal, mineral o humana, a cada miembro de la familia o pareja. Es un tipo de
escultura simbólica, pero este autor la encuadra dentro de un proceso y una teoría de las
relaciones de pareja, por lo que tiene su singularidad.

Otras esculturas

A partir de un sueño de algún miembro de la familia/pareja se puede hacer una


«escultura onírica» para explorar los sentidos simbólicos del sueño aplicado a su
relación. La escuela trans generacional hace especial hincapié en las familias de origen
para analizar las relaciones en las propias familias y ver de qué forma influyen en la
pareja y familia nuclear. Esculpir las familias de origen tal y como la ve uno y aportar la
visión del cónyuge facilita el estudio de las lealtades, mitos, legados, roles, etc. de la
familia de origen que influyen en cada miembro de la pareja y repercuten en su relación
(Espina, 1995). Landau (1982, 1985) llama «escultura de transición» al procedimiento
por el cual cada miembro de la pareja realiza una escultura de su familia de origen «real»
y luego desarrolla otras esculturas alternativas implicándose cada miembro en la
escultura del otro. Finalmente, se comentan las relaciones entre las esculturas y la
conexión entre las familias de origen y la pareja actual.

Coreografía

Papp (1976) propone utilizar este término en lugar del de «escultura» y sugiere que esta
técnica se use, más que como un modo de entender el sistema, como una forma de crear
nuevos modelos para cambiar el sistema, y ello lo consigue mediante la exploración de
transacciones alternativas usando el espacio y el movimiento.

2. TÉCNICAS PSICODRAMÁTICAS UTILIZADAS EN EL PROCESO DE LA


ESCULTURA

Las más utilizadas son:

Aparte o soliloquio, consiste en pedir a uno de los actores que exprese en voz alta
qué es lo que siente en la postura y situación en que se encuentra; sirve para que el sujeto
tome conciencia «desde el rol» y transmita sus vivencias a los demás.

Cambio de roles, se detiene la escena y se solicita a los actores que intercambien sus
papeles, permite que cada uno, al ponerse en el papel del otro, comprenda mejor lo que

177
siente y pien sa, favoreciendo la empatía y ofreciendo una visión más compleja de la
relación al ver la complementariedad de sus roles.

Doble, un yo-auxiliar (miembro del equipo terapéutico) se sitúa detrás de uno de los
protagonistas y expresa lo que cree que está negando, o simplemente lo que le sugiere su
actitud que no es expresado por él; permite explicitar lo no dicho y desarrollar un
diálogo proponiendo, a través del yo-auxiliar que hace el doble, otras alternativas a lo ya
dicho por los actores.

Espejo, un yo-auxiliar, o el mismo terapeuta, representa lo que uno de los actores


hace, para que se vea a sí mismo como en un espejo; esta técnica hay que utilizarla con
delicadeza, pues el sujeto puede sentirlo como una burla.

Representación directa de un hecho de la vida de los protagonistas: esta técnica


puede ser una escultura dinámica o utilizarse como continuación de una escultura
estática para explorar aspectos de la vida de relación.

Representación simbólica

Es semejante a la escultura simbólica sólo que está dotada de movimiento; en ella se


sugiere una situación que simbólicamente esté asociada al conflicto, lo cual permite
explorarlo con menos ansiedad por parte de los protagonistas y, a su vez, que estén
menos a la defensiva.

Expresión de un objeto o una parte del cuerpo: se solicita a un protagonista que tome
conciencia de, por ejemplo, cómo tiene su puño cerrado mientras está en una actitud
afectuosa, que se imagine que él es el puño cerrado y que le haga hablar con el oponente,
o con una parte de su cuerpo que muestra otra actitud diferente. Esta técnica sirve para
dar vida a lo no consciente que se expresa a través de pequeños detalles observables en
la escultura. Con los objetos podemos hacer algo semejante, favoreciendo la
comunicación a través de un objeto que posea un valor simbólico en la relación, por
ejemplo, una cuerda, un oso de peluche, muñecos... el uso de muñecos (niños, adultos,
ancianos, personajes de cuentos, personajes míticos, animales...) como se usan en el
psicoanálisis infantil permite dramatizar situaciones de la familia a través de objetos
intermediarios, haciéndoles hablar e interactuar, lo cual compromete menos y facilita la
expresión de opiniones o afectos comprometidos. Además del uso de técnicas
psicodramáticas, es de utilidad el disponer de una cámara de fotos para fotografiar las
diferentes esculturas y «objetivarlas» para su posterior análisis con la pareja, ya sea en la
misma sesión o en otro momento del proceso terapéutico; filmarlas en vídeo es también
muy útil, sobre todo cuando imprimimos movimiento al trabajo de la escultura.

178
Proceso terapéutico

Es semejante al usado en psicodrama, pues al fin y al cabo la escultura es una técnica


psicodramática. En primer lugar, debemos delimitar el espacio dramático en el que se
desarrollará la escultura, lo cual forma parte del encuadre en psicodrama, y acto seguido
se desarrolla el proceso que se inicia eligiendo la escena que representar. Moreno (1959)
proponía tres fases en el proceso psicodramático: a) La puesta a punto o caldeamiento en
la que los actores se «ponen en situación» para representar la escena, b) la representación
de la escena y c) la vuelta al grupo en la que se comenta lo observado y sentido.

En la escultura, el terapeuta propone a los miembros de la familia/pareja la


realización de un juego para ayudarles a comprender mejor su relación, les explica que
consiste en que esculpan en silencio, utilizando la postura, distancia y gesto, su relación
tal y como la ven; primero colocando al otro y luego a sí mismo, de manera que
configuren una escultura que muestre su estilo de relación. Si van a representar una
escena de su vida familiar que muestre su relación, se le pide al escultor que cierre los
ojos y que visualice con el mayor detalle posible (lugar, hora, estado emocional) la
escena antes de dramatizarla. Eligen quién empieza, se le da un tiempo para «caldearse»
y pensar sobre cómo percibe la relación y realiza la escultura moldeando a los demás
como si fueran de arcilla. Una vez esculpida la relación tal y como la ve un miembro, el
terapeuta pide a cada uno que tome conciencia de su postu ra: hacia dónde se dirige su
mirada, sus pies, sus manos, su tronco, su cabeza, qué expresión adopta, cómo se sienten
así, qué puede estar transmitiendo con cada gesto... Luego que se centre en cómo percibe
a los demás: qué le sugieren sus actitudes, qué cree que pueden estar diciéndole, qué
pueden sentir..., después se puede poner en movimiento la escultura, actuando los
movimientos sugeridos o proponiendo otros, o utilizar otras técnicas psicodramáticas
para desarrollar lo mostrado en la escultura original y poder profundizar en la relación
(Espina, 1997; López y Población, 1997).

Luego se invita a otro miembro a hacer su escultura y se repite lo anterior. Después


del trabajo psicodramático se les invita, ya sentados, a hablar sobre la experiencia y el
terapeuta ayuda a hacer lecturas sistémicas y dinámicas sobre lo mostrado. Una vez
cerrado este ciclo, se pueden proponer otras esculturas: futura, ideal, temida, etc.,
siguiendo el mismo modelo, e ir analizando, por ejemplo, qué les haría falta para llegar a
la ideal, qué perderían, qué ganarían... pasar de la deseada a la temida y contrastarlas,
hacer esculturas viajando al pasado, de cinco en cinco años, deteniéndose en los
momentos más significativos, para dar una dimensión histórica a la relación actual.
También podemos pedirles que pongan un título metafórico a la escultura utilizando un
lenguaje poético o, por lo menos, lo más descriptivo posible (Dhul, Kantor y Dhul,

179
1973); tareas para casa, por ejemplo, que nos escriban para la próxima sesión una
historia de su familia/pareja basada en las esculturas y dando una versión de los hechos
diferente en algo a la «versión oficial», escribirla desde la mirada del otro, desde la
mirada de su madre o padre, etc.

Chasin et al. (1989) proponen dramatizar, con parejas, el futuro ideal y transformar
el pasado a través escenas dramáticas que pueden ser esculturas. El proceso seguido es el
siguiente: cada miembro es invitado a describir sus lados fuertes y sus metas en la
relación de pareja, y luego se les proponen tres dramatizaciones:

a)Una escena en la que ilustre que ocurriría si sus metas individuales en la relación
de pareja fueran alcanzadas.

b) Cada uno escenifica una situación dolorosa de su infancia en la que habría


deseado unas metas semejantes; los roles negativos no los juega el otro miembro
de la pareja sino el terapeuta.

c)Construyen una versión diferente, deseada, de la escena traumática infantil y en


ella el cónyuge juega un papel benigno. Finalmente, se comenta la visión que
tienen del problema de su relación.

Estos autores plantean que dramatizar el futuro y revisar el pasado, ofreciendo una
posibilidad de cambio, expande sus percepciones y abre nuevas opciones de sentir,
pensar y actuar en la pareja, en contra de la «realidad» firmemente defendida por cada
miembro de la pareja. El ver que el pasado puede cambiarse a través de las
dramatizaciones en las que el cónyuge juega un rol benigno, les ayuda a creer en la
posibilidad de alcanzar el futuro deseado con su pareja. «Al alterar el tiempo, el lugar y
la persona, las ideas estáticas de cada uno sobre sí mismo, el otro y la pareja, se quiebran
y el movimiento se hace posible» (Chasin et al., 1989).

Todas estas posibilidades de trabajo a través de la escultura nos permiten crear un


espacio diferente en el que la relación se ve desde varios vértices y adquiere matices que
antes no tenía, al estar los miembros de la pareja/familia atrapados en un discurso
monolítico y estéril.

3. ANÁLISIS DE LA ESCULTURA

Como ya hemos comentado, la escultura se construye jugando con el espacio, la postura


y la mirada, a lo que podemos añadir el movimiento. El terapeuta estará atento al sentido
metafórico de estas variables, aplicado a la relación de la familia/pareja. La distancia nos

180
habla del grado de separación-individuación, de la intimidad, del compromiso afectivo,
grado de disponibilidad..., en suma, de la distancia emocional. El gesto nos habla de la
actitud hacia el otro, pero hay que tener en cuenta que es un gesto con muchos matices:
mientras el cuerpo está orienta do hacia el otro, un pie está dirigido hacia el exterior,
¿qué parte se quiere ir?, ¿hacia dónde?, ¿por qué?, ¿para qué?; los cuerpos están
abrazados pero las pelvis no se tocan, ¿están evitando la intimidad sexual?; esas manos
que se cogen, ¿están al mismo nivel?, ¿una sujeta a la otra?, ¿están tensas, relajadas,
crispadas, cálidas?; uno de los miembros pone una mano detrás suyo, ¿qué oculta?, ¿hay
algo que no desea compartir? El lenguaje corporal tiene multitud de matices, de detalles
que, al mostrarlos, al hacerles hablar, enriquecen la percepción de la relación. En
términos psicoanalíticos diríamos que la escena manifiesta (escena dramática) permite
conectar con la escena latente (imaginaria) que permanecía en el inconsciente,
haciéndola despertar (Martínez Bouquet, 1977). La estructura, tipo de pareja, colusión,
poder, jerarquía, reglas, normas, valores, mitos, secretos de la familia... van apareciendo,
filtrándose a través de pequeños gestos y detalles insignificantes que, invitados a
«hablar», nos contarán muchas cosas desconocidas, largamente ocultadas a uno mismo y
al otro, y los participantes al ir alternando el «yo observador» con el «yo participante»
pueden comprender muchas cosas a través de la experiencia emocional que activa el
lenguaje corporal y, junto al terapeuta, construir una realidad más compleja en la que
todos participan influyendo en y siendo influidos por el otro.

Utilidad de la escultura

Se puede utilizar con diferentes fines: diagnóstico, pronóstico y terapéutico.

1.Diagnóstico, es el que nos ocupa en este manual: la escultura nos permite observar
las relaciones bloqueando la palabra que tan a menudo sirve para ocultar en lugar
de para mostrar. Por otra parte, los miembros de la familia/pareja suelen tener,
como todos, contradicciones, luchas entre diferentes tendencias, deseos y temores
inconfesados incluso para ellos mismos, historias desconectadas de su relación
actual pero que ejercen una poderosa influencia sobre ella, mitos, lealtades
transgeneracionales no explicitadas. Aspectos que muchas ve ces no son
conscientes para los mismos sujetos y que la escultura, al utilizar el lenguaje
corporal que no está tan sujeto al control de yo consciente, permite que se filtren
detalles que, señalados y desarrollados por el terapeuta con el uso de las técnicas
antes descritas, nos abren las puertas a un mundo más complejo y rico que los
estereotipos que muchas veces construyen los miembros de la familia/pareja para
intentar explicar u ocultar lo que les sucede. El diagnóstico a través de la
escultura lo podemos realizar en diferentes momentos del proceso terapéutico

181
para evaluar el mismo; es muy útil utilizarla en las primeras sesiones, tercera o
cuarta, y cuando la terapia está más avanzada

2.Pronóstico, para ver hacia dónde puede ir la familia/pareja, las expectativas que
tienen y lo realistas y compartidas que pueden ser; la escultura del futuro arroja
mucha luz sobre estos aspectos y nos permite realizar un pronóstico sobre la
familia/pareja.

3.Terapéutico. La escultura es también un instrumento de cambio, pues además de


mostrar interacciones nos sirve para hacer propuestas alternativas y experimentar
en el aquí y ahora de la sesión otros modos de relación; en momentos de impasse
o aquellos en los que predomina la racionalización, la escultura permite activar el
proceso terapéutico, ayudando a la familia/pareja a salir de la vía muerta en que
se hallan y ponerles en un camino de desarrollo evolutivo.

La escultura también introduce en la terapia lo lúdico, bastante necesario en la


convivencia, y favorece el desarrollo de la creatividad y espontaneidad sin las cuales la
vida familiar se va muriendo, «intentamos proveer de un contexto que construye sobre
los recursos existentes, reduce restricciones, añade variedad para darse cuenta de
posibilidades de sentimientos, pensamientos y acciones y estimular al cliente a encontrar
nuevas soluciones propias» (Chasin et al., 1989). El uso de las esculturas del pasado,
presente y futuro introduce la variable tiempo en una relación que muchas veces está pe
trificada y reactiva el potencial evolutivo y de cambio, «se establece de esta manera, a
través de la esculturas, un juego de imágenes reflejadas circularmente que llegan a ser un
verdadero proceso de co-creación entre terapeuta y familia» (Onnis, 1992). Este autor
resalta el hecho de que al hacer la escultura el terapeuta es co-constructor de la realidad,
abandonando el rol de observador externo y neutro que se le atribuía al aplicar a la
terapia el modelo homeostático (Von Bertalanffy, 1956), con lo cual el trabajo con las
esculturas «temporales» entronca con la segunda cibernética y los sistemas
autobservantes (Von Foester, 1981; Maturana y Varela, 1980). En el encuentro
terapéutico, familia y terapeuta ofrecen sus visiones, intercambian información en un
diálogo que permite construir una visión de la realidad más compleja, lo cual es
favorecido en gran medida por el uso de la escultura.

Desde el punto de vista psicoanalítico, las esculturas propuestas son el contenido


manifiesto de otras escenas (latentes) en las que juegan fantasmas y relaciones antiguas
que se actualizan (Espina, 1995, 1996). El uso del cuerpo permite conectar más
fácilmente con las emociones y vínculos pasados, actuando a modo de estímulos diurnos
que activan recuerdos depositados en el inconsciente. Muchos gestos y posturas harán

182
las veces de «actos fallidos corporales» que filtran elementos del inconsciente
permitiendo su acceso a la conciencia; «al dramatizar se perfora, se hiende la cáscara
discursiva que envuelve todo y se penetra hasta los significados imaginarios contenidos,
alcanzándose muchas veces la pulpa de las cosas y los hechos... (en relación al
psicoanálisis) la materia dramática posee similares cualidades de intensidad emocional,
actualidad, compromiso; es que en ambas, la transferencia y la dramatización resultan
influidas con facilidad por lo imaginario, se constituyen en buenos reveladores de lo
imaginario» (Martínez Bouquet, 1977).

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185
1.EVALUACIÓN DE LA DEMANDA

1.Derivante:

-Profesionales de la salud mental (psiquiatras, psicólogos...).

-Médicos.

-Servicios y trabajadores sociales.

-Maestros, psicólogos escolares.

-Familiares, pacientes, conocidos...

-Relación del derivante con la familia o pareja.

-Relación del derivante con el centro/terapeuta receptor.

2.Ficha telefónica.

3.Portador del síntoma o problema (en su caso):

-La pareja o familia como tal.

-Uno de los miembros de la pareja o familia.

4.Síntomas o problemas presentados:

-Trastornos psicosomáticos.

-Trastornos psiquiátricos.

-Problemas sexuales.

-Problemas de conducta.

-Problemas relacionales.

186
-Otros.

5.Persistencia del síntoma o problema:

-Agudo.

-Crónico.

-Recidivante.

6.Percepción apriorística del funcionamiento del sistema:

-Cronificado.

-En crisis.

-Sistema de nueva creación.

7.Demanda explicitada:

-Tratamiento individual.

-Tratamiento de pareja o familia.

8.Reconversión de la demanda:

a)Hecha por la derivación:

-Por profesionales exteriores al centro.

-Por profesionales del centro.

b)Hecha por nosotros:

-En el caso de que la demanda haya sido de tratamiento para uno de los miembros
de la pareja o familia.

-Aceptación de la demanda de tratamiento de pareja o familia.

2.ANÁLISIS DE LAS PRIMERAS ENTREVISTAS CON LA PAREJA 0 FAMILIA

1.Miembros que forman el sistema. Genograma.

187
2.Sistema terapéutico.

3.Primera sesión:

-Terapeuta(s) que les vieron. Supervisor.

-Distribución espacial.

-Fases (según modelos): social, definición del problema, interacción, exploración


de la familia extensa y otros sistemas, fijación de metas.

-Momento de aparición del síntoma o problema.

-Portador del síntoma o problema.

-Portavoz de la pareja o familia.

-Soluciones intentadas frente al síntoma o problema. (Tipo de cambio.)

-Conflictos anteriores: duelos, separaciones (matrimonios, etc.), llegada de otros


miembros (nacimientos, etc.), crisis económicas, crisis cronológicas,
inmigración, enfermedades somáticas graves, descontrol psíquico de un
miembro, etc.

-Acostumbramiento al uso de profesionales de la salud mental: organicistas,


psicoterapeutas, etc.

-Instancias paralelas, psicólogos, neurólogos y psiquiatras, médicos,


psicoterapeutas, asociaciones e instituciones.

-Influencia contradictoria de los mismos: SÍ / NO.

-Nivel sociocultural: recursos económicos. Nivel educacional.

4.Técnicas utilizadas por el terapeuta. (Ver anexo de resumen de técnicas.)

5.Contrato terapéutico:

-Objetivos.

-Número y frecuencia de las sesiones (fijo, variable).

188
-Duración de las sesiones (fija, variable).

-Duración de la terapia (prefijada, abierta).

-Miembros que deben acudir.

-Honorarios.

-No especificado.

3.EVALUACIÓN DE LA FAMILIA 0 PAREJA

1.Genograma (trigeneracional).

2.Evaluación comunicacional.

2.1. Comunicación digital y analógica:

-Congruencias: SÍ / NO.

-Incongruencias: SÍ / NO.

-Contradicciones: SÍ / NO.

2.2. Puntuación de la secuencia de los hechos:

-Realizada por los miembros del sistema.

-Realizada por el terapeuta.

2.3. Nivel de metacomunicación.

2.4. Definición del self del otro:

Entre los miembros del sistema:

-Confirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Desconfirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Rechazo: SÍ / NO. Ejemplos.

Hacia el terapeuta:

189
-Confirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Desconfirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Rechazo: SÍ / NO. Ejemplos.

Del terapeuta hacia la pareja o familia:

-Confirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Desconfirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Rechazo: SÍ / NO. Ejemplos.

2.5. Descalificaciones de la comunicación:

-Autocontradicciones: SÍ / NO.

-Tangencializaciones: SÍ / NO.

-Cambios de tema: SÍ / NO.

-Oraciones incompletas: SÍ / NO.

-Malentendidos: SÍ / NO.

-Estilo oscuro o manierismos idiomáticos: SÍ / NO.

-Interpretaciones literales de la metáfora o viceversa: SÍ / NO.

2.6. Nivel de metacomunicación.

2.7. Función comunicacional del síntoma o problema. (El para qué.)

2.8. Comunicación paradójica. Doble vínculo.

2.9. Clima y expresividad emocional.

2.10. Conflicto abierto, negado.

2.11. Pautas transaccionales preferibles y alternativas disponibles.

2.12. Resumen del diagnóstico interaccional.

190
3.Evaluación estructural.

-LÍMITES Y FRONTERAS: entre individuos, subsistemas (conyugal, parental,


fraterno), con la familia extensa y otros sistemas.

-GRADO DE INDIVIDUACIÓN DE SUS MIEMBROS.

-FUNCIONAMIENTO DE LOS SUBSISTEMAS: adecuado o no.

-TIPO DE SISTEMA EN CUANTO A LÍMITES: aglutinado, desligado, de


límites claros.

-DÍADAS y TRÍADAS.

-TRÍADA RÍGIDA: problema crónico de límites entre generaciones, un miembro


de una generación está involucrado en un conflicto con dos miembros de otra
generación, por ejemplo, padres e hijos. Tipos de tríada rígida:

•Triangulación: ambos padres quieren que el hijo se posicione por su bando y lo


paralizan.

•Rodeo: los padres evitan el conflicto conyugal ocupándose de problemas de


conducta o psicosomáticos de su hijo.

•Coalición estable: el hijo se une a un padre contra el otro.

-ALIANZAS Y COALICIONES: transitorias o constantes; manifiestas u ocultas.

-JERARQUÍA: democrática, autoritaria, «dejar hacer».

-VALORES, REGLAS Y ROLES. (Transmisión generacional.)

-REGLAS: riqueza, flexibilidad, coherencia y adecuación.

-ROLES: funcionales o no, claros o confusos, rígidos.

-MITOS.

4.Tipo de familia:

-FAMILIA DE ORIGEN.

191
-FAMILIA NUCLEAR.

-FAMILIA RECONSTITUIDA.

-FAMILIA MONOPARENTAL...

5.Análisis del sistema:

-Tendencias morfogenéticas y morfostáticas.

Tipo de sistema:

-Abierto / Cerrado (ver Wertheim).

-Rígido / Caótico - Intermedio / Pendular (Ausloos).

6.Momento evolutivo del sistema y adecuación a sus tareas. El ciclo vital.

7.La familia ante la enfermedad. La carga familiar.

8.Ecología del sistema. Puntos de estrés y de apoyo. (Ver capítulo 1.)

9.Función y patrones de mantenimiento del síntoma.

10.Hipótesis dinámica. Hipótesis sistémica.

11.Uso de instrumentos de evaluación (individual, de pareja, familiar).

4.PLANIFICACIÓN TERAPÉUTICA

-Metas terapéuticas. Se perfilan los objetivos terapéuticos en orden de importancia:


por ejemplo, desaparición o atenuación de síntomas, cambios en la comunicación,
estructura, procesos y visiones del mundo del sistema, conexión con redes de
ayuda, etc.

-Estrategia: estructuración de la terapia. Cada escuela de terapia familiar tiene su


propia estrategia en cuan to a los objetivos y el modo de alcanzarlos. La
planificación de la terapia y las técnicas utilizadas a lo largo del proceso
terapéutico se consignarán.

-Tipo de terapia familiar y/o de pareja recomendada.

192
•¿Incluirías sesiones individuales? ¿Con quién?

•Duración estimada de la terapia y número de sesiones.

-Otros tratamientos recomendados: farmacológicos, dietético, psicoterapia


individual, de grupo, etc.

-Intervenciones en el ecosistema.

-Dificultades y puntos de urgencia para la intervención. Se recogen los peligros


(suicidio, agresión, abandono...) y se señalan para tenerlos en cuenta a la hora de
elaborar la planificación terapéutica.

5.INTERVENCIONES DEL TERAPEUTA

(Consignar en la observación de sesiones en vivo o de vídeo)

-Acomodación, creación del sistema terapéutico.

-Explicitación o no del contrato terapéutico.

-Número fijo de sesiones o no.

-Establecimiento de normas comunicativas entre los miembros de la pareja o familia


y entre éstos y el(los) terapeuta(s).

-Mantenimiento de la iniciativa y del control.

-Realización de entrevistas individuales con alguno de los miembros de la familia o


pareja.

-Alianza con algún miembro del sistema (hacerle el portavoz, confirmarle,


reforzarle, etc.).

-Prescripción de comportamientos, actitudes, formas de relación y de comunicación:

a)Paradójicas.

b)Simples.

-Prescripción de tareas y rituales. Verificación de su cumplimiento.

193
-Juego de roles. Escenificaciones.

-Recuperación de abandonos.

-Rectificación de errores.

-Uso de medicamentos.

-Control del ecosistema. Incorporación de representantes del mismo.

-Otras intervenciones (ver anexo de técnicas).

6.EVALUACIÓN DE LOS RESULTADOS

-Síntoma o problema. Mejoría, desaparición, no cambio, empeoramiento.

-Disminución o aumento del estrés familiar.

-Cambio estructural, procesual y de las visiones del mundo en la familia.

-Derivación.

-PRONÓSTICO para la próxima sesión y para la terapia:

•Cumplimiento de tareas.

•Mejoría.

•Empeoramiento.

•Abandono.

-INFORMANTES.

-INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN.

-SEGUIMIENTOS.

-ANÁLISIS DE LOS FRACASOS:

•Fallos en el sistema terapéutico (acomodación, distancia terapéutica, afectos...).

•Evaluación incorrecta (en qué nivel).

194
•Estrategia inadecuada.

•Técnicas inadecuadas o mal utilizadas.

•Problemas en el sistema.

•Opinión de la propia familia o pareja.

•Otros.

7. DESARROLLO DE LA GUÍA DE EVALUACIÓN FAMILIAR

7.1. Evaluación de la demanda

Derivante. Puede tratarse de personas, familias, servicios e instituciones.

Este dato es de gran importancia por varios motivos: en primer lugar, es


imprescindible conocer qué relación existe entre el derivante y la persona o personas que
acuden a sesión, recoger información sobre el tipo de vínculo y la calidad del mismo; en
segundo lugar, nos interesa conocer las expectativas del derivante cara a nuestra
intervención. Puede ser que coincidamos en los objetivos o que se produzca un conflicto
por no estar de acuerdo. En este último caso deberemos tener en cuenta la ascendencia
del derivante sobre el derivado y valorar qué camino seguir antes de involucrar a la
familia en un proceso terapéutico que puede verse lastrado por la oposición del
derivante.

Ponerse en contacto con el derivante es lo más razonable, así podremos conocer sus
expectativas e intercambiar opiniones, dentro de lo permitido por el secreto profesional.
La conveniencia de realizar este contacto debe ser comentada previamente con la
familia, por lo que, si es necesario, le llamaremos después de conocer a la familia.

Debemos tener cuidado en no aferrarnos a las ideas o valoraciones que sobre el caso
tengan el derivante y tratar de mantener la máxima objetividad posible sobre el caso.
Poder mantener esta postura neutral nos va a ayudar a ver el problema desde nuestra
perspectiva, quizá diferente a desde la que se ha sido visto hasta ahora.

Selvini (1980) resaltaba la importancia de analizar a fondo qué posición había


adquirido el derivante en la familia, y afirmaba que muchas veces el derivante se había
convertido en un miembro opuesto al cambio (homeostático) en la familia. Su
comportamiento no tendría por qué responder a motivaciones conscientes contra la

195
terapia o el terapeuta, sino que más bien respondería a movimientos inconscientes
dirigidos a mantener su lugar importante en el seno de la familia, por lo que establecería
una rivalidad encubierta con el terapeuta.

Esta autora describió tres tipologías familiares en relación con el derivante


saboteador:

-Familias sonrientes: no presentan ansiedad por la situación que les trae a terapia,
son familias que vienen a prestarnos su ayuda para que resolvamos el problema
de uno de sus miembros. En estos casos es muy probable que el remitente se
«haya hecho cargo» del paciente identificado, generalmente por delegación de la
familia tras un exhaustivo examen aprobado por ella. Si el terapeuta familiar trata
de implicarlos en el proceso terapéutico sin abordar esta cuestión, fracasará con
toda seguridad.

-Familias furiosas: la familia se muestra como un frente hostil hacia el terapeuta, sus
miembros cierran filas entre ellos y analógicamente expresan un rechazo hacia el
terapeuta. Son familias acomodadas al remitente, que viven con mayor malestar
los cambios que supone acceder a un nuevo tratamiento que la convivencia con
una persona que padece un trastorno. Generalmente, no aceptan tratamiento y
suele ser el propio paciente identificado quien espontáneamente atribuye su
problemática a razones más o menos ilógicas, siempre extrafamiliares, para
abandonar la terapia.

-Familias protestonas: son familias que se «quejan» por todo, por horarios,
distancias, cambios realizados para acudir a sesión, honorarios, etc., presentan
muchas dificultades para realizar las prescripciones terapéuticas y muestran
deseos de que nuestra intervención termine para volver con el remitente, que era
una persona con la que se sentían en familia y no les forzaba a realizar esfuerzos
añadidos.

Sin embargo, en muchas ocasiones, si no en la mayoría, los derivantes son guiados


por el deseo de ayudar sinceramente a la familia y pueden convertirse en aliados en el
proceso terapéutico. A veces ya han realizado una reconversión de la demanda
vinculando la problemática de uno de sus miembros a la situación familiar, otras les
hablan del sufrimiento familiar y la necesidad de asesoramiento, de los recursos de la
familia y de lo beneficioso del contacto con un profesional que pueda orientarles para
resolver mejor la problemática que les afecta.

Ficha telefónica. Recoge información objetiva sobre el caso: nombres, edades,

196
fechas de nacimiento, teléfono, dirección, etc. y también información subjetiva de la
persona que la ha realizado, impresiones del terapeuta, valoración de cómo se ha
percibido a la persona con quien se ha hablado. (Ver tabla 24.)

En este primer contacto tiene lugar, siguiendo el segundo axioma de la


comunicación humana, una recogida de información básica (contenido) y sobre el tipo
de relación (nivel relacional) que tenemos con el informante, lo cual puede tener una
importancia relevante cara al resto del tratamiento. No debemos olvidar que no sólo
evaluamos, sino que somos evaluados para ver si se pueden abrir a nosotros, si
inspiramos confianza y profesionalidad.

Del mismo modo podemos averiguar, a través de esta entrevista, el grado de


ansiedad y preocupación del informante y el sufrimiento de la familia. Al finalizar este
primer contacto telefónico, el profesional que lo haya realizado recoge las impresiones
que ha obtenido al hablar por teléfono; por ejemplo, si se ha sentido más o menos a gusto
con la persona con quien ha hablado o si, por el contrario, la conversación ha discurrido
en un tono distante y desconfiado, si había o no un alto grado emocional o, por el
contrario, extremada frialdad. De este modo podrá avanzar pequeñas pinceladas sobre
cómo ubicarse en la primera sesión.

Tal y como plantean Di Blasio, Fischer y Prata (1986), la utilidad de la entrevista


telefónica en el marco sistémico de abordaje familiar consistirá en recoger información
para establecer el nivel relacional existente y de ese modo poder formular hipótesis de
partida que luego serán contrastadas en la entrevista, y también decidir quién acudirá
primero. Por otro lado, la entrevista telefónica ayudará a percibir los modelos
disfuncionales, muchas veces manifiestos desde un principio, y que tienden a
reproducirse a lo largo de la terapia.

TABLA 24

LA FICHA TELEFÓNICA

197
Como resulta difícil poder hablar por teléfono con más de un miembro de la familia,
cuando ésta se encuentre ya en sesión y con el fin de evitar suspicacias o prejuicios por
parte de los otros miembros de la familia acerca de posibles confidencias y alianzas con
el terapeuta por parte de la persona que se ha puesto en contacto, es conveniente iniciar
las presentaciones con aquellos miembros con los que no se ha hablado aún y decir la
información previa para contrastarla con sus opiniones.

Portador del síntoma o problema. Puede ser la pareja, la familia o uno de sus
miembros. Por nuestra parte iremos cambiando la demanda de la familia desde una
perspectiva individual hacia una familiar o relacional y lo vamos a ir haciendo en el
transcurso de la entrevista inicial, con el modo de realizar las preguntas, las formas de
hablar, ofreciendo una visión circular de las relaciones.

198
Hay que tener siempre en cuenta que una cosa es quién se presenta como el portador
del síntoma y otra diferente la maraña relacional que en ocasiones abarca a la familia y
hace que un miembro se erija como problemático, a veces con el fin oculto de llevar al
resto a terapia. En este sentido tendremos que ir con sumo cuidado no descalificando lo
que la familia opina y lo que le trae a terapia, evitando adelantar lo que nosotros
percibimos como problema y a quién o quienes implican.

Síntomas o problemas presentados. Si es un trastorno psicosomático, trastorno


psiquiátrico, problema sexual, de conducta, relacional u otro tipo de problema. De
nuevo, como decíamos al hablar del derivante, reiteramos la necesidad de no cerrar
puertas a nuevas perspectivas y valoraciones sobre el caso que nos ocupe. Es importante
que en aquellos casos que hayan estado en otros tratamientos no nos cerremos al
diagnóstico que la familia o pareja pueda traer de antemano, dado que ello ha podido ser
un elemento clave en el fracaso del tratamiento anterior.

Hay que descartar cualquier trastorno orgánico que pudiera ser el origen del
problema. Aunque se detectara una alteración biológica, la intervención psicológica
puede ser necesaria.

Para un adecuado diagnóstico clínico es de gran utilidad el uso del Manual


Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR) (APA, 2004), o la
CIE-10 de la Organización Mundial de la Salud (1999), pues, lejos de etiquetas
cosificantes, permiten perfilar el cuadro clínico con sus consecuencias en la vida del
sujeto y su familia, evolución, pronóstico, etc. La posible sintomatología debe ser
explorada en todos los miembros de la familia, así como los efectos de la carga, en los
cuadros crónicos. En muchos casos no existe patología física ni psíquica y la demanda
va orientada a problemas evolutivos y relacionales.

Exploraremos cuándo apareció el problema, quién dio la alarma, cómo lo vio cada
uno. Si existían otros problemas antes de que apareciera el actual y si su aparición tuvo
alguna influencia en el problema anterior. Si han observado cambios a lo largo del
tiempo, cómo ven el futuro con y sin problema. Qué cambios ven como beneficiosos y
posibles. Quiénes conocen el problema, cómo lo ve cada uno, si existieron problemas
similares en algún miembro, soluciones intentadas.

TABLA 25

EXPLORACIÓN DEL SÍNTOMA 0 PROBLEMA

199
Feixas y Miró (1993) proponen varios tipos de preguntas circulares que son de gran
utilidad para explorar las relaciones familiares:

1. Definición del problema

A.Presente. ¿Cuál es el problema en la familia actualmente?

Diferencias. Cuando papá está en casa, ¿el niño come tan poco o come más?

(Des)acuerdos. ¿Estás de acuerdo con la visión del problema que tiene tu hijo?

Explicación. ¿Por qué crees que ocurre este problema?

B.Pasado. ¿Era esto antes un problema? ¿Cómo empezó a serlo?

Diferencias. ¿Cómo estaba el problema de X antes de que naciera su hermana?

200
(Des)acuerdos. ¿Quién está de acuerdo con papá cuando afirma que esto ya era
tema de preocupación mucho antes?

Explicación. ¿Por qué crees que esto era tan relevante entonces?

C.Futuro/Hipotéticas. ¿Qué crees que pasará con este problema dentro de cinco
años?

Diferencias. ¿Cómo sería el problema en la familia si X encontrara trabajo y se


fuera de casa?

(Des)acuerdos. Si tomaras una decisión, ¿estaría tu madre de acuerdo con ella?

Explicación. Si esto sucediera, ¿qué explicación le darías?

2. Secuencia de interacción

A.Presente. Cuando mamá y X se pelean, ¿qué hace papá?

Diferencias. ¿Reacciona igual papá que mamá cuando suspendes un examen?

(Des)acuerdos. ¿Quién estaría de acuerdo contigo en que mamá le chilla a papá


cada vez que llega tarde a casa?

Explicación. ¿Cómo te explicas la tendencia de papá a enchufarse el televisor


cada vez que esto pasa?

B.Pasado. ¿Mamá siempre ha mediado entre tu hermana y papá?

Diferencias. ¿Reaccionó mamá de forma diferente a papá cuando te pusiste


enferma?

(Des)acuerdos. ¿Estuviste de acuerdo con tus padres cuando decidieron enviar a


tu abuela a una residencia?

Explicación. ¿Cómo te explicas que tu madre dejara el trabajo cuando papá


empezó a beber?

C.Futuro/Hipotéticas. Si papá y mamá no pelearan, ¿cómo estaría Marta?

Diferencias. ¿En qué cambiaría la relación entre tus padres si mamá volviera a

201
estudiar en la Universidad?

(Des)acuerdos. ¿Crees que mamá está de acuerdo en que acabarían


divorciándose si ella volviera a la Universidad?

Explicación. Papá, ¿por qué crees que tu hija y tu esposa están de acuerdo en
que os separaríais si mamá volviera a la Universidad?

3. Comparación/clasificación

A.Presente. ¿Quién está más convencido de que algo anda mal en su conducta? Y
después de él, ¿quién más lo cree?

Diferencias. ¿Te molesta su conducta de una forma diferente a como le molesta


a mamá?

(Des)acuerdos. ¿Quién suele estar más en desacuerdo con papá? ¿Y quién más?

Explicación. ¿Quién crees que tiene la mejor explicación para este problema?

B.Pasado. ¿Antes de que María se fuera, quién era el más próximo a papá? Y
después de él, ¿quién lo era más?

Diferencias. ¿Era Pedro el más próximo a mamá también antes de que


empezara este problema?

(Des)acuerdos. ¿Estás de acuerdo con mamá en que tus padres se llevaban


mejor antes de que tú te marcharas de casa?

Explicación. ¿Cómo explicas la proximidad existente entre papá y mamá


durante este tiempo?

C.Futuro/Hipotéticas. ¿Quién será el más próximo a mamá cuando los chicos


crezcan y se vayan de casa?

Diferencias. ¿Qué cosas harías de forma distinta si tus padres se llevaran bien?

(Des)acuerdos. Si tu abuela estuviera aquí, ¿con quién estaría más de acuerdo?

Explicación. Y tú, mamá, ¿por qué papá piensa que X será la más próxima a ti
cuando los chicos crezcan?

202
Persistencia del síntoma o problema. Puede ser aguda, de reciente aparición; crónica, en
aquellas situaciones en las que el problema existe desde, al menos, seis meses; y
recidivante, la problemática o sintomatología aparece y desaparece.

En este apartado debemos prestar especial atención a qué factores se han podido
descuidar en otras terapias, en el caso de que las haya habido, y también qué actitudes
tiene la pareja o familia hacia la terapia. Deben estudiarse explícitamente las
experiencias terapéuticas previas, qué se hizo, cómo se sintieron, en qué momento
estaban, cómo la vivieron...

Percepción apriorística del funcionamiento del sistema. El sistema puede hallarse en


crisis (alta morfogénesis y estrés), cronificado (alta homeostasis), ser un sistema de
nueva creación que tiene alta morfogénesis, pero no necesariamente alto estrés, etc.

Demanda explicitada y postura. Existen diferentes tipos de demanda:

a)Alivio de síntomas.

b)Demanda de alivio de trastornos psicosomáticos.

c)Demanda desplazada «para terceros», en la que el demandante habla del problema


de otra persona: esposa, padres, hijo adolescente, etc., que generalmente no desea
venir a terapia.

d)Demanda «empujado por terceros»: son pseudodemandas o pseudomotivaciones;


suele tratarse de una demanda bajo presión del mundo que rodea al paciente o de
una autoridad, por ejemplo, la justicia, en el caso de toxicómanos que han
delinquido.

e)Demanda mágica de curación: el terapeuta es visto como un brujo o curandero que


hará desaparecer el trastorno.

f)Demanda racional intelectualizada: el paciente desea entender intelectualmente lo


que le sucede.

g)Demanda de comprender intelectual y afectivamente sus conflictos.

h)Demanda de cambio relacional.

En relación con el sistema, encontramos varias opciones: demanda de tratamiento


individual y tratamiento de pareja o familiar. Este apartado se refiere a la posibilidad de

203
tratar a uno o más miembros en la sesión; sin embargo, cabe señalar que aunque se
decida realizar una terapia familiar no se excluyen sesiones individuales con miembros
de la familia, sesiones con hermanos, padres o con los subsistemas que sea necesario
trabajar.

Tipos de posturas (Fish, Weakland y Segal, 1982).

1.Receptor pasivo: busca los consejos y propuestas del terapeuta.

2.Asume activo la terapia, utilizando al terapeuta como caja de resonancia de sus


disquisiciones. El terapeuta es como un testigo pasivo de sus procesos.

3.Desea una responsabilidad recíproca terapeuta-paciente en la búsqueda de


soluciones.

4.El «comprador fingido»: no busca un cambio real.

5.El paciente restrictivo: boicotea la terapia desde el inicio, proponiendo condiciones


que la hacen inviable.

En la demanda, estos autores plantean explorar:

-¿Cuál es el problema?

-¿Quién hace que esto represente un problema?

-¿Para quién y cómo constituye un problema?

-Soluciones intentadas.

-Postura del paciente.

Otros autores que han hecho propuestas interesantes sobre la actitud hacia el cambio
son Prochaska y DiClemente (1992), los cuales desarrollaron el modelo transteórico
según el cual, el cambio se da de un modo gradual a través de varias fases que
representan los aspectos temporales y motivacionales del cambio intencional. En cada
fase se desarrollan una serie de habilidades y tareas necesarias para pasar a la siguiente
etapa. El tiempo en cada etapa puede variar, mientras que las tareas son realizadas en
orden para conseguir el movimiento exitoso hacia la siguiente etapa.

Estos autores afirman que los terapeutas que no emparejan procesos apropiados a la
fase de cambio del cliente, no saben ayudar a cambiar a las personas. Las fases son las

204
que se exponen a continuación.

Fase de precontemplación

En esta fase no se prevé un cambio de conducta, muchas veces ni se plantea la


posibilidad de cambiar, tanto a nivel cog nitivo como emocional. No se quiere cambiar.
En esta fase no se pide ayuda para el cambio y si acuden a consulta lo hacen empujados
por terceros, lo cual hace que tiendan a abandonar la terapia. Desde este modelo, el
objetivo sería ayudarles a pasar a la fase siguiente.

Fase de contemplación

El sujeto piensa cambiar en un futuro previsible, cree que puede hacerlo, pero está muy
ambivalente ante el cambio. Le cuesta arriesgarse iniciando la acción y no quiere dejar
los beneficios inmediatos de su conducta-problema. Piensa en cambiar y que algún día
pasarán a la acción. En esta fase está bastante abierto a la información y hablar sobre
pros y contras del cambio.

Suele tener la esperanza de que la información tomará la decisión por ellos, por eso
esperan. La información y los incentivos para el cambio son elementos importantes para
ayudar a los contempladores.

Fase de la preparación

Se plantea iniciar la acción en un futuro cercano. Los motivos para cambiar claramente
pesan más que los costes. Se desarrolla un plan concreto para cambiar y se pueden dar
pasos pequeños para reducir sus conductas-problemas. El sujeto quiere cambiar
rápidamente y eso le lleva al desánimo y la recaída. Una evaluación realista y sólida de
las dificultades que entraña el cambio y el ponerlo como prioridad en el plan de vida
actual son buenos indicadores del compromiso para el cambio.

Fase de acción

En esta fase, el sujeto se pone a la tarea de cambiar y colabora con el terapeuta. Se tiene
disponibilidad para el cambio a corto plazo, se aprende de los errores, se desarrollan
planes, se toman iniciativas. Es conveniente ayudarle a incrementar sus expectativas de
autoeficacia, lo cual es una tarea importante en este estadio, ya sea localizando en
actividades exitosas o atribuyéndole el éxito.

Fase de mantenimiento

205
El sujeto trabaja para consolidar las ganancias que ha conseguido durante la acción para
continuar sin recaer y desarrolla la capacidad de evaluar situaciones de riesgo, posibles
recaídas, así como sus propios recursos de afrontamiento. La exploración, la información
y la retroalimentación con una actitud empática son de gran ayuda en esta fase para
prevenir la recaída que sería la última fase.

Las fases del cambio se pueden dar en diferentes niveles cara a distintos problemas,
lo cual complejiza su abordaje. Por ejemplo, estar en fase de acción para un problema
con sus hijos y en precontemplación para un problema de la pareja. La dimensión de los
niveles organiza las causas psicológicas y los controles de conducta del problema en una
jerarquía que va de mayor a menor disponibilidad de conciencia. Prochaska y
DiClemente (1992) distinguen cinco niveles:

-Nivel síntoma/situación.

-Cogniciones mal adaptadas.

-Conflictos interpersonales.

-Conflictos con la familia de origen.

-Conflictos intrapersonales.

Este modelo se ha utilizado especialmente en adicciones y trastornos de la conducta


alimentaria y nos resulta de gran utilidad en la terapia familiar.

Desde el modelo conductual se plantean una serie de pasos para resolver problemas
que nos pueden ser de utilidad para explorar de qué forma los aborda la familia.

TABLA 26

PASOS QUE SEGUIR PARA LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS

206
Reconversión de la demanda. Esta reconversión puede ser realizada por la
derivación, un profesional exterior, del mismo centro, o por nosotros, en el caso de que
la demanda haya sido de tratamiento para uno de los miembros de la pareja o familia y
éstos acepten la idoneidad de hacer un tratamiento familiar o de pareja. Consiste en pasar
del objetivo de «cambiar al paciente» al objetivo de cambiar la interacción familiar que,
desde el marco de la terapia familiar, favorecería el mantenimiento de los síntomas.

8.ANÁLISIS DE LAS PRIMERAS ENTREVISTAS CON LA PAREJA 0 FAMILIA

1.Miembros que forman el sistema. Genograma. El genograma es el mejor medio de


plasmar la información que, respecto a su propia familia, nos dan los sujetos que
acuden a sesión. Es un instrumento de gran utilidad por su sencillez y su
capacidad analítica. Consiste en dibujar la composición familiar (mínimo tres
generaciones) con símbolos y conexiones que muestran con rapidez el estado de
las relaciones en el sistema. Además permite ob servar las diferentes perspectivas
que cada miembro del sistema tiene en referencia a lo antes señalado, el efecto
Rashomon (McGoldrick y Gerson, 1985). Nos permite a su vez analizar las
posibles pérdidas habidas en el sistema, años de los miembros y de los eventos
sucedidos en el mismo. (Ver capítulo 9.)

2.Sistema terapéutico. Formado por terapeutas y unidad de intervención (individuo,


pareja, familia). El contexto terapéutico: un solo terapeuta, coterapia, con o sin
supervisión en vivo, con espejo de visión unidireccional tras el cual estarán otros
miembros del equipo, características del centro, etc., deben ser tenidos en cuenta a
la hora de valorar el sistema terapéutico.

207
3.Primera sesión. Se recomienda recoger la información acerca de lo que pasó en la
sesión.

-Terapeutas que les vieron. Quiénes fueron, cada uno con su nombre, las personas
que se presentaron para llevar a cabo la terapia y en caso de que existiera
supervisión también debe señalarse, al igual que la presencia de personal
detrás del espejo de visión unidireccional.

-Distribución espacial. Qué lugar ocupa cada uno en la sala, quién está cerca de
quién, cómo se sientan, qué actitud física muestran..., lo cual muchas veces
ofrece un mapa relacional actual, como si de una escultura se tratara. Se
incluirá también el espacio ocupado por el/los terapeuta/s. La observación y
anotación en este apartado nos va a permitir establecer el sistema de
relaciones existentes entre los miembros que acuden a sesión, posibles
alianzas o coaliciones, dependencias, etc.

-Fases de la primera sesión. Variarán según las diferentes escuelas de terapia


familiar. Es de utilidad seguir un proceso en varias fases, cuyo orden puede
cambiarse adaptándose a la situación con una familia concreta.

Fase Social. Fase dedicada a las presentación de los profesionales, del marco y las
condiciones de la terapia y a la presentación de los miembros del sistema que
acuden a sesión, orden de presentación, nombres, edades, profesiones, aficiones,
tiempo que pasan juntos, actividades que realizan en común, actitudes... En esta
fase se procura que la familia se sienta cómoda, para lo cual la cortesía, actitud
empática, respetuosa y relajada del terapeuta son claves. A nivel informativo
recogemos datos de la familia o revisamos los de la ficha telefónica, si se hizo,
para cotejarlos. Es de gran utilidad realizar en este momento el genograma,
aunque no sea de una manera exhaustiva.

Fase de definición del problema. Se centra en la razón por la cual acuden a terapia,
qué les ha traído, por qué han decidido acudir en este momento. Se recogerá la
opinión de todos y se explorará qué se les dijo para venir. Si ha habido otro tipo de
tratamientos anteriores para resolver el problema que les trae, se recogerá
información referente a los motivos que llevaron al abandono de aquel tratamiento
o a la no resolución del problema, desde el punto de vista de la pareja o familia.

Fase de exploración de la familia extensa y otros sistemas. Se observarán las


interacciones en el sistema, se explorará la existencia de familia extensa y la
calidad de las relaciones que pueda haber con ella, así como la fluidez de las

208
mismas. Además pueden existir otros sistemas de apoyo, amigos, compañeros de
trabajo, etc., que se deben rastrear. Fase de interacción. En la que se invita a la
familia a «danzar» para observar cómo interactúan, entre sí y con el terapeuta.

Fase de fijación de metas, proceso que seguir y contrato terapéutico:

Momentode aparición del síntoma o problema. En este apartado se recogen las


diferentes impresiones que los participantes tienen sobre cuándo apareció el
problema por el cual vienen a terapia. Pueden existir diversas apreciaciones
que deben ser recogidas en la elaboración de la evaluación, así como los
posibles síntomas prodrómicos que anteceden a dicho síntoma. En el caso de
que existan divergencias imposibles de ser unificadas por la familia, el
terapeuta no puede seleccionar unas frente a otras, sino recoger la información
aportada por los miembros que forman la pareja o familia y tratar, más
adelante, de verificar o rechazar información. La puntuación de la secuencia
de los hechos estará muchas veces en el origen de la divergencia.

La aceptación por parte de los terapeutas de una información frente a otra, en este
momento inicial del trabajo, puede ser entendida por la familia como una alianza
con alguno de los miembros y cerrar vías de comunicación para el futuro.

-Portador del síntoma o problema, que ya ha sido recogido con anterioridad y que
en este momento vuelve a constatarse, y si se observara a otro miembro con
actitudes o comportamientos sintomáticos, también lo señalaríamos en la
evaluación.

Portavozde la familia o pareja, aquella persona que lleva «la voz cantante», la que
se dedica a explicar qué ocurre, a quién le ocurre y cómo le ocurre; aquella
persona que habla por los demás y que maneja la información. También suele
ser la persona a quien todos miran antes de hablar, como si fueran a pedirle
permiso (cosa que en realidad hacen). Lo habitual es que ocupe un lugar
central en la sesión, pero también puede estar en un lateral, cerca de alguno de
los terapeutas.

-Soluciones intentadas frente al síntoma o problema: es necesario explorar cuál ha


sido el tipo de solu ciones que se han ido buscando para hallar una solución al
problema que les trae a terapia. Por un lado vamos a saber qué ha ocurrido y
quién ha intervenido antes que nosotros, es decir, qué tipo de recursos se han
utilizado y por qué no han dado los frutos deseados. Aquí podemos encontrar
que, dependiendo del tipo de problema, se han buscado soluciones médicas,

209
psicológicas con otros modelos de abordaje, abogados, etc.

Un aspecto esencial que analizar en esta fase de la evaluación es el tipo de cambio


que la familia o pareja ha aplicado, tipo 1 o 2 de cambio (Watzlawick, Weakland
y Fisch, 1974). La Teoría de Grupos nos aporta información sobre los cambios
que pueden ocurrir dentro de un sistema sin que éste se vea modificado (cambio
1), mientras que la Teoría de los Tipos Lógicos se va a centrar en los cambios que
suceden en un sistema y que van a generar un cambio del sistema mismo (cambio
2). (Ver capítulo 2.)

-Conflictos anteriores: hechos que han dejado huellas negativas, que hayan podido
generar patología, que han podido causar un estrés excesivo en la experiencia
de cada miembro. Éstos pueden ser tanto manifiestos como intuidos.

Es importante rastrear los duelos que se hayan podido dar en la historia de la


familia y tratar de observar de qué modo han sido resueltos. En los mismos
términos exploraremos las separaciones, tanto matrimoniales como de otro tipo
(emigración, riñas familiares...), cómo se ha vivido la llegada de otros miembros a
la familia, desde nacimientos a la convivencia con otros familiares. (Ver apartado
teórico sobre el duelo.)

A modo de ejemplo podríamos decir que, en general, nuestra sociedad confiere un


carácter positivo a la llegada de un bebé a una familia, lo consideramos una buena
noticia; sin embargo, no son ex traños los casos en los que este hecho puede
causar inquietud, miedo o ser vivido como desajustado o perturbador; así pues
trataremos de entender cuál ha sido el modo de procesar dichas experiencias por
las personas que están en sesión, en lugar de aplicar convencionalismos sociales a
los hechos. Otro tipo de hechos que pueden dar información en este apartado son
las posibles crisis económicas y pondremos especial interés en observar cómo se
va adaptando el sistema al período de ciclo vital en el que se halle inmerso.

Posibles enfermedades somáticas graves y descontrol psíquico de algún miembro


de la familia serían más ejemplos de lo que en este apartado debemos explorar y
que se valorarían como conflictos vividos por la familia con anterioridad al hecho
que les trae a consulta.

Acostumbramientoal uso de profesionales de salud mental, tanto biologicistas


como psicoterapeutas. En ocasiones observamos este acostumbramiento en el
modo de exponer los hechos que tienen los miembros de la familia, en el
cómo van relatando las circunstancias, como si fuera un discurso aprendido y

210
repetido en varias ocasiones, «lo que hay que decir»..., esto nos permite
averiguar lo habituados que pueden estar en la relación con profesionales; no
debemos olvidar que valoramos no sólo aquello que se dice, sino cómo se
dice.

-Instancias paralelas, existencia de otros profesionales que actúen en el caso a


otros niveles, como psiquiatras, psicólogos, neurólogos, médicos de cabecera,
psicoterapeutas, asociaciones, etc.

-Influencia contradictoria de los mismos, ¿están más o menos de acuerdo estos


diferentes profesionales sobre qué ocurre a la familia o, por el contrario, hay
divergencia o incluso desvalorizaciones respecto al trabajo que el otro puede
llevar a cabo?

Es importante conocer esta información porque no debemos caer en peleas


interprofesionales y tratar que la familia se posicione; debemos rastrear a fondo
esta cuestión y si se observa la existencia de dichas interferencias en relación a
nuestro trabajo, sería adecuado hablarlo con la familia y pedir autorización para
conectar con los otros profesionales y/o instituciones para aclarar malentendidos y
acercar posturas en beneficio de la familia. (Carl y Jurkovic, 1983).

-Nivel socioeconómicocultural. La adaptación a la familia debe hacerse teniendo


en cuenta sus características socioculturales.

4.Técnicas utilizadas por el terapeuta. (Ver anexo.)

5.Contrato terapéutico, señalamos los objetivos que nos marcamos, el número y


frecuencia de las sesiones (fijo, variable), la duración de las mismas (fija,
variable), la duración de la terapia (prefijada, abierta), los miembros que deben
acudir, los honorarios de las mismas, etc.

9. EVALUACIÓN DE LA FAMILIA 0 PAREJA

9.1. Genograma trigeneracional

Trataríamos de recoger información de varias generaciones familiares con el fin de


conocer posibles alteraciones, funcionamientos inadecuados, patologías, roles
dominantes, puntos fuertes, funcionamientos favorecedores, etc. Es evidente que las
familias van transmitiendo, de generación en generación, información tanto positiva

211
como negativa que ayuda a que las personas configuren determinados modelos de
funcionamiento y respuesta. Del mismo modo que se transmiten legados y existen
vínculos entre generaciones que pueden condicionar el funcionamiento de los
individuos. (Ver capítulo 9).

En ocasiones puede resultar complicado realizar esta labor, por no poseer los
individuos presentes en la sesión la información adecuada; si esto fuera así y se
considerara necesaria, se puede pedir que para la próxima sesión se informen.

9.2. Evaluación comunicacional

Se trata de analizar a fondo el funcionamiento comunicacional de la familia. Para ello


nos basaremos en la Teoría de la Comunicación Humana (Watzlawick, Beavin, Jackson,
1967). Vamos a revisar brevemente los conceptos, desarrollados en el capítulo de bases
teóricas, de una forma más cercana a la vida diaria.

Revisión de axiomas de la comunicación

•La imposibilidad de no comunicar. Al ser humano le resulta imposible dejar de


comunicarse, siempre estamos transmitiendo información, siempre estamos
comunicando algo, pues con las actitudes transmitimos algún tipo de información.
Por ejemplo, voy en el tren y tengo delante a una persona, ésta quiere hablar,
establecer comunicación conmigo, para ello lo más normal es que me mire, haga
comentarios banales a cerca del tiempo, del viaje, etc., pero si eludo sus
comentarios mirando para otro lado, contestando parcamente o cerrando los ojos,
le estoy transmitiendo que no deseo tener comunicación o contacto con ella;
aunque no le hable le estoy transmitiendo información.

Esto conlleva una implicación importante cara al modo de entender la patología,


dado que si yo siempre transmito información con mi conducta y el síntoma es
generalmente una conducta, el síntoma comunica algo, es un mensaje de algo, que
como profesionales deberemos descubrir. Por ejemplo, un miembro de la pareja
expresa un deseo sexual y el otro contesta que le duele la cabeza. Si esta pauta se
repite, no pareciendo el do lor de cabeza en otras situaciones, podemos pensar
que, a través de este síntoma, le puede estar diciendo «no quiero tener relaciones
sexuales contigo». Ese síntoma sirve para evitar algo que no desea, pero sin
conflicto. No se le dice que no, es el síntoma el que se lo impide.

De modo que con el planteamiento de que la conducta siempre transmite algo, al

212
enlazarlo con que el síntoma es una conducta, lo que se afirma desde la Teoría de
la Comunicación Humana es que el síntoma adquiere las características de
mensaje, a través del cual transmitimos algún tipo de información. En esta teoría
se deja de lado lo que sucede dentro del individuo, que sería el punto de partida
psicoanalítico de la lucha interna entre las tendencias intrapsíquicas, y se plantea
que con la conducta sintomática se está transmitiendo algo al otro; así pues, el
síntoma es información para el otro.

Esto no supone que todo síntoma sea siempre un mensaje y que siempre quiera
decir algo, pero desde la perspectiva comunicacional vamos a tener en cuenta en
primer lugar: «¿Este síntoma puede estar transmitiendo algo? ¿Qué puede estar
diciendo esta persona a los demás con su conducta sintomática?».

•Comunicación digital y analógica. Las personas podemos comunicarnos mediante


las palabras, lenguaje digital, y también mediante el lenguaje no verbal, preverbal
o corporal, lenguaje analógico.

Las palabras constituyen un lenguaje bien estructurado con dígitos, pero el


lenguaje preverbal, analógico, es un lenguaje simbólico, menos estructurado.

El lenguaje digital es mucho más claro, mientras que el lenguaje analógico puede
ser más ambiguo, en el sentido de «yo no quise decir eso»; este lenguaje se presta
más a interpretaciones, es más difícil de controlar respecto a afirmaciones o
negaciones sobre algo, pero, por otro lado, es mucho más difícil engañar con él,
pues el cuerpo no miente.

El lenguaje analógico, a pesar de ser menos claro, dada la inexistencia de un


código preciso que nos permita descifrar con exactitud el significado de un gesto,
una mueca, una retirada de la mirada, un giro corporal, etc., es mucho más
sincero; por esta razón suele decirse que el lenguaje analógico está por encima del
lenguaje digital. Una frase digital puede emitirse con diferentes tonalidades de
voz, con distintas actitudes corporales y, dependiendo de cómo sea expresada,
adquiere un sentido, u otro totalmente diferente. Un ejemplo de ello podría ser la
frase «te odio», que dicha de forma seria, con un tono despreciativo adquiriría un
sentido diferente a cuando está acompañada de un tono jovial o lúdico y es dicha
con una sonrisa.

El lenguaje analógico es por ello una metacomunicación del digital, está por
encima del digital, ya que plantea cómo debe ser entendido este último.

213
El término metacomunicación, desde la Teoría de la Comunicación Humana se
entiende de diferentes maneras: por un lado cómo debe ser entendido el lenguaje
digital; otro sentido de la metacomunicación hace referencia a «hablar de la
comunicación», por ejemplo en una pareja uno propone al otro actividades y éste
último siempre las rechaza; un día, el que las propone plantea hablar de qué es lo
que está pasando en su relación, eso es metacomunicar. Un tercer y último aspecto
metacomunicacional al que se refiere esta teoría es aquel en el que un mensaje
digital explica cómo debe ser entendido otro mensaje digital, por ejemplo cuando
se dice «es broma» después de haber emitido otro mensaje digital.

Llegando a este punto cabe preguntarse, ¿para qué sirve hablar de dos niveles de
comunicación en terapia? La respuesta es clara: en las relaciones humanas, las palabras
muchas veces sirven para ocultar más que para comunicar; lo que nos interesa es qué
está comunicando el lenguaje analógico, qué nos está transmitiendo esta persona: cómo
se sien ta, con qué tono de voz habla, con qué actitud lo dice, qué gestos utiliza cuando
habla y cómo reacciona ante lo que dice el otro. Estos serían algunos de los ejemplos
más significativos del para qué de la atención al lenguaje analógico.

Fijándonos en si lo que se dice con la palabra es lo mismo que lo que se dice con el
cuerpo, podremos observar si la comunicación es congruente o incongruente; por
ejemplo, si una persona nos comunica digitalmente que está deprimida y lo hace con una
sonrisa en la cara y jovialidad en sus ojos, esos mensajes no encajarían: existiría una
disonancia entre ambos niveles de lenguaje. En otras ocasiones observamos cómo padres
o madres avisan constantemente a sus hijos de represalias ante un inadecuado
comportamiento de éstos, pero nunca cumplen dichas represalias; este tipo de disonancia
entre lo que digo y cómo lo digo o entre lo que digo que voy a realizar pero nunca
cumplo son llamados mensajes incongruentes, mensajes que crean una comunicación
distorsionada en la que no se sabe muy bien a qué debe uno atenerse porque le dicen una
cosa y hacen otra, y eso genera confusión; por ejemplo, se le puede enviar a un hijo el
mensaje digital que le dice que «puede ir con sus amigos», al mismo tiempo que con el
lenguaje analógico se le envía el mensaje de «no me abandones» y en este momento no
se puede metacomunicar: la comunicación se queda cerrada favoreciendo la existencia
de problemas en la interacción entre los individuos. Por ello es importante nuestra
atención a estos niveles en la terapia.

Diferente a la incongruencia es la contradicción, en la que dos mensajes digitales son


opuestos. El receptor tiene más posibilidades de percibir el error y manifestarlo como tal,
llamar la atención sobre la contradicción expresada, de manera que no caben
ambigüedades como con el lenguaje analógico.

214
•Niveles de contenido y relacional de la comunicación. En comunicación
encontramos dos niveles: el conativo o relacional y el informativo. Hablando
transmitimos información; por ejemplo, en un aula donde se está impartiendo una
clase vemos a una persona que está transmitiendo una información concreta a
otras personas (profesor), ese sería el nivel informativo, qué se está di ciendo y,
por otro lado, observaríamos una disposición espacial (diferente orientación,
alumnos frente al profesor, la tarima, estar de pie y sentados, etc.) que nos
hablaría del nivel relacional, en el que existe una relación asimétrica entre un
profesor y los alumnos.

Si dejamos este ejemplo evidente de un aula de estudio y nos trasladamos a una


relación entre dos personas, en la calle, en el hogar, que están hablando de
cualquier cosa, deberíamos fijarnos por un lado en qué están diciendo, aspecto
informativo, y observar quién está «arriba» y quién «abajo», qué se le está
transmitiendo al otro respecto a qué lugar ocupa en esa interacción.

Esto se lleva a cabo en todas las relaciones humanas; cuando se empieza a tratar con
alguien a quien no conocemos, por un lado, comienza a darse un «juego» de transmisión
de información y, por el otro, se trata de definir la relación, saber quién es quién, dónde
estamos, de qué podemos hablar, de qué no, hasta dónde sí, hasta dónde no... Todo ese
juego es un análisis que realizamos para definir la relación.

Lo que nos importa en terapia respecto a la comunicación es lo relacional, la


definición de la relación. Cuando escuchamos a una pareja o a una familia, nos interesa
saber de qué se hablan, pero sobre todo cómo se ubican a nivel relacional.

.La puntuación de la secuencia de los hechos. Pensamos sobre la base de la lógica


aristotélica, según la cual se utiliza la causalidad lineal, es decir, hay un antes y un
después, y lo que empieza primero es la causa de lo segundo.

Esto sirve muy bien para muchos fenómenos naturales, pero no en las relaciones
humanas en las que este tipo de pensamiento acarrea muchos problemas, dado que
si ponemos un origen puntual en el surgimiento de determinados problemas, tal
afirmación conlleva un principio de culpabilidad, hay un culpable que provoca
algo en un momento determinado, es decir, se produce una atribución de
culpabilidad o de responsabilidad. Un ejemplo de esto podría ser una esposa que
regaña habitualmente a su esposo y éste se retrae leyendo constan temente el
periódico; podríamos hacer una lectura en ambas direcciones: la versión del
esposo es que ella empezó riñéndole y él se encierra en la lectura, la esposa por su
parte podría decir que le riñe porque él se pone a leer el periódico sin ocuparse de

215
ella. A ambas narraciones realizadas por parte de las personas que conforman esta
pareja las llamamos desde la perspectiva de la Teoría de la Comunicación
Humana «puntuación de la secuencia de los hechos». Hay unos hechos, en el caso
que nos ocupa: leer el periódico/regañar. Si aplicamos la causalidad lineal, la
culpa la tendrá uno solo. Los autores de esta teoría plantean que la causalidad
lineal, no sirve en las relaciones humanas sino que hay que aplicar una causalidad
circular. Lo que interesa no es decir quién empezó sino qué juego relacional se
está llevando a cabo; el terapeuta no se posiciona acerca de quién tiene o no la
razón sino que va a tratar de conocer el estilo relacional circular que esta pareja
está desarrollando, en el que la actitud de uno potencia la del otro y es potenciada
a su vez por la del otro, entrando en un circuito en el que la causalidad es circular.

Con este axioma, el de entender la relación como un círculo, el terapeuta se va a


poner en una posición neutral, lo que no quiere decir en ningún caso que nadie tenga
responsabilidades en la relación, pero el terapeuta no debe ejercer como un juez. Hay
que señalar que la excepción a este principio de neutralidad sería la situación de
maltrato, en este caso también podríamos decir que se establece un juego que va a llevar
a una circularidad de violencia, pero aquí los dos no tienen la misma responsabilidad
porque se establece en relaciones complementarias, por ejemplo, un adulto y un niño, o
bien un hombre que habitualmente va a tener más fuerza física que una mujer. Por eso el
terapeuta no va a imponer la neutralidad y va a intervenir para evitar dicho abuso.
Aunque el terapeuta funcione desde la neutralidad, deberá intervenir cuando haya daño
físico o psicológico contra alguno de los miembros. Como plantea Stierlin (1979), la
neutralidad no supone no sentir o no ser justo, supone una posición mediante la que se
puede llegar a todos de un modo adecuado sin ser ofensor ni juez, sino justo.

Alcanzar esta posición neutral supone para el terapeuta un esfuerzo muy importante,
ya que no por ser un terapeuta uno llega a dejar sus propios valores, creencias y
experiencias a un lado, pero sí debe hacer el esfuerzo de «vencerlos» en las situaciones
que así lo requieran; si esto no fuera posible a pesar de supervisar el caso, la actitud más
coherente es la de derivar el caso a manos de quien pueda asumirlo de ese modo neutral.

•Interacción simétrica y complementaria. Todas las relaciones se pueden basar en la


similitud o en la diferencia. Así tendremos relaciones simétricas en las que los dos
interlocutores están al mismo nivel y relaciones asimétricas o complementarias.
Esto está muy relacionado con la definición del self del otro. En una interacción
se puede confirmar al interlocutor, valorándolo y aceptando lo mismo su persona
que lo que dice, reconociéndole como interlocutor y aceptando sus
planteamientos. Esto se puede hacer digital o analógicamente, es decir, en

216
palabras o mostrando atención e interés. Esa persona se puede sentir reconocida
en lo que transmite. La desconfirmación del self implica que se anule o rechace,
de alguna manera, a la otra persona como tal. Finalmente, el rechazo del self
implica a su vez rechazar al otro en algún aspecto y no como persona, solo
rechazamos aspectos de lo que dice o hace.

Se llama escalada simétrica a una relación en la que los dos están confirmados como
interlocutores, pero en vez de la confirmación predomina el rechazo. Si este rechazo va
en aumento se llega a la escalada simétrica, en la que cada uno rechaza la opinión del
otro y quiere imponer la suya: se pasa a una pelea por el poder. Esto se produce en la
escalada simétrica basada en el rechazo.

En las parejas ocurre en numerosas ocasiones lo que acabamos de analizar; son


peleas en las que cada uno impone su versión, rechazando la del otro, pero al otro se le
acepta como interlocutor. Pueden darse dos tipos de relación simétrica: en uno de ellos
predomina la confirmación y en el otro predomina el rechazo, que puede llevar a la
escalada simétrica.

En una relación asimétrica o complementaria uno está en una posición inferior y el


otro en una superior. Si la complementariedad es muy extrema, es decir, que siempre es
el mismo quien está arriba y el mismo quien está abajo, desconfirmado, hablaremos de
una complementariedad rígida. Se le dicen al otro cosas como «eres un inútil, no sirves
para nada, no vales nada, déjame a mí que tú de esto no sabes nada, eres tonto, estás
loco...». Esta complementariedad es mucho más patológica. En la escalada simétrica son
dos bravos luchadores, mientras que en la complementariedad rígida muchas veces uno
es el sano y otro el enfermo, uno es el listo y el otro es siempre el tonto, uno es capaz y
el otro incapaz. Se da una polaridad muy extrema, una relación complementaria rígida es
muy distinta a una relación en la que dos se complementan con habilidades diferentes.

En una relación de pareja va a ser frecuente que cada uno sea experto o más hábil
que el otro en determinados ámbitos; podríamos decir que se da una especialización, de
manera que uno puede hacer mejor unas cosas y otro, otras, y eso da riqueza a la pareja y
a la relación entre ambos. Esto no implicaría necesariamente una relación
complementaria: cada uno acepta la posición superior del otro en un área y viceversa y
eso daría una relación simétrica basada en la igualdad al equilibrar las áreas de
experto/no experto. La salud de la relación se mide, en gran parte, por las
confirmaciones.

Elementos del proceso de comunicación: a) recibir el mensaje, escuchar y determinar


los sentimientos e intención del emisor. b) procesarlo: contextualizar el mensaje,

217
opciones de respuesta sopesando las consecuencias. c) emitir: momento adecuado,
utilizar la comunicación verbal y no verbal de un modo adecuado.

Dimensiones de los mensajes: describir conductas (actué de tal manera por...),


intenciones (me gustaría...), emociones (estoy contento/enfadado por...), percepciones
(me parece que...), interpretaciones (creo que estás así por...).

La comunicación funcional se caracteriza por:

•Claridad de los mensajes verbales.

•Coherencia entre los canales verbales y no verbales.

•Congruencia entre los mensajes de los miembros.

•Capacidad de metacomunicar.

•Foco de atención compartido (capacidad de mantener y desarrollar juntos un foco


de atención en el tiempo).

•Estratégicas directas: estrategias de negociaciones entre dos o más miembros frente


a un conflicto o decisión que tomar.

•Capacidad para escuchar las opiniones de cada uno.

La comunicación disfuncional se caracteriza por:

-Confusión en los mensajes.

-Incongruencia entre lo verbal y lo no verbal.

Incongruenciaentre los mensajes de los diferentes miembros.

•Las rupturas: brusca modificación del tema, del contexto, de la intención u


orientación de la comunicación sin transición y sin que la persona que habla lo
señale como tal.

-Respuestas por otra persona (no le deja hablar).

-Mensajes contradictorios.

-Indicaciones paradójicas: «¡Sé espontáneo!».

218
- Doble mensaje.

•Foco de atención no compartido: imposibilidad de concentración; los miembros de


la familia no llegan a formular sus opiniones y posiciones.

•Estrategias indirectas: desviación del foco o sobre la tarea o sobre la relación: es


decir, desviación de la tensión fuera del campo transaccional.

•Ver si cada uno es escuchado, confirmado, rechazado, descalificado o ignorado en


sus comportamientos, declaraciones, sentimientos, necesidades, derechos, etc.

• Estos comportamientos relacionales tienen que ser repetidos para ser considerados
como disfuncionales.

Descalificaciones de la comunicación

En el curso de la comunicación pueden existir estrategias que anulan de alguna manera


la comunicación. Tienen lugar cuando el tema tratado es especialmente problemático.
Alteran la significación y la calificación de los mensajes intercambiados. Entre ellas
destacan las siguientes:

•Autocontradicciones: una persona envía dos mensajes digitales que se niegan


mutuamente.

•Tangencialización: en el curso de una conversación, un sujeto se «va por las


ramas», sigue hablando del tema pero alejándose del tronco; por ejemplo, si se
está hablando de las finanzas familiares, hablar de la economía mundial.

•Cambio de tema: se evita el tema conflictivo de una forma más drástica.

•Oraciones incompletas.

•Malentendidos: el mensaje no es entendido con la intención que le daba el emisor.

•Estilo oscuro (manierismos idiomáticos): el estilo del discurso no es habitual y el


interlocutor experimenta extrañeza. Es frecuente en los psicóticos.

•Interpretaciones literales de la metáfora y viceversa: el lenguaje literal y el


metafórico pertenecen a dos niveles lógicos diferentes y si se confunden, la
conversación resulta en apariencia incomprensible; por ejemplo, hablando de la
fortaleza de su madre, su hijo se pone a describir un castillo con todo detalle, sin

219
hacer mención a su madre. Otro ejemplo, padre: «me has dejado helado», hijo:
«¿te traigo algo caliente?» (sin ironía). Es frecuente en los psicóticos.

•Autodescalificación: el emisor del mensaje no llega a formular una opinión, ni a


mantenerla, sin añadir otros mensajes que invalidan esta opinión (desmentido,
anulación, denegación).

•Descalificación del interlocutor:

-La huida (o cambio de sujeto).

Laespecificación (respuesta específica a una pregunta general).

Lapregunta superflua (que invalida el mensaje recibido anteriormente).

•La pseudoconfirmación (la divergencia de opinión se presenta como un acuerdo; el


acuerdo se formular como un desacuerdo).

•El falso recibo (la respuesta se sitúa en un plano lógico diferente al de la pregunta).

•La corrección (se corrige el mensaje del interlocutor, para precisar o enriquecer,
pero, en realidad, modificando el sentido).

•La omisión (un elemento importante del mensaje recibido es ignorado en la


respuesta).

•Otras variantes de «respuestas laterales» sin olvidar la utilización estratégica del


silencio.

•Nivel de metacomunicación: hace referencia a la capacidad de hablar sobre las


relaciones. Si la metacomunicación es alta, se podrán abordar problemas y
entender mejor al otro. Si es baja, los conflictos serán evitados, no resueltos.

•El síntoma como comunicación: ya veíamos que el síntoma es conducta y la


conducta comunica algo, pues es imposible no comunicar. El síntoma es visto
como mensaje dentro de un contexto relacional y adquiere un sentido.

•Comunicación paradójica. Doble vínculo.

La paradoja surge cuando se mezclan diferentes niveles lógicos; por ejemplo, los
actos voluntarios con los involuntarios «tienes que quererme», «duérmete», «no tienes
que desear eso». Puede darse entre sujetos o con uno mismo en su diálogo in terior. La

220
consecuencia de las paradojas en un contexto relacional es el bloqueo de la interacción, a
no ser que se pueda metacomunicar para aclarar la paradoja. El doble vínculo es un tipo
de comunicación paradójica (ver en el capítulo 2 el apartado sobre teoría de la
comunicación humana).

-Clima y expresividad emocional (ver el capítulo 4).

-Conflicto abierto/negado. Si el conflicto es abierto es más sencillo su abordaje. Los


conflictos negados requieren paciencia del terapeuta para esperar el momento
adecuado para sugerirlo de una forma aceptable, o recurrir a intervenciones
indirectas y paradójicas. Si un conflicto negado se afronta antes de tiempo o
inadecuadamente, el abandono está asegurado.

-Pautas transaccionales preferibles y alternativas disponibles.

Observando las redundancias en la comunicación extraemos las reglas que rigen el


sistema y cuáles son los estilos interaccionales. En el curso de la sesión, el terapeuta
explorará otras alternativas valorando la resistencia que opone el sistema al cambio. De
esa manera se va favoreciendo la flexibilidad del sistema y que vaya adoptando pautas
transaccionales más sanas.

9.3. Evaluación estructural

El grupo de la Child Guidance Clinic, dirigido por Minuchin (1967, 1974, 1978, 1981,
1984), ha desarrollado la Teoría Estructural de la Familia. Esta teoría ha sido aceptada
ampliamente y sus conceptos fundamentales son los siguientes:

-La familia se modifica juntamente con la sociedad y debe acomodarse a ella. La


familia y el concepto de sus funciones cambiará a medida que cambie la sociedad.

-La familia cumple dos funciones: una interna, protección psicosocial de sus
miembros, y otra externa, de acomodación a la cultura. Debido a las dificultades
transicionales, la tarea psicosocial ha alcanzado más importancia.

-La matriz de identidad.

La familia imprime al sujeto un sentimiento de identidad independiente. La


experiencia de identidad posee dos elementos:

1.Sentimiento de identidad influido por su sentido de pertenencia a una familia

221
específica.

2.Sentimiento de separación, se logra a través de la participación en diferentes


subsistemas familiares.

La familia es un sistema que opera dentro de contactos sociales específicos y tiene


tres componentes:

-Sistema sociocultural abierto en proceso de transformación.

-Muestra un desarrollo desplazándose a través de una serie de etapas que exigen una
reestructuración.

-Se adapta a las circunstancias cambiantes manteniendo la continuidad y fomentando


el crecimiento psicosocial de cada miembro.

9.4. La estructura familiar

La estructura familiar es un conjunto invisible de demandas funcionales que organizan


los modos de interacción de sus miembros. Opera a través de pautas transaccionales, que
son transacciones repetidas acerca de qué manera, cuándo y con quién relacionarse.
Éstas apuntalan el sistema y regulan la conducta de los miembros. Son mantenidas
mediante dos sistemas de coacción:

1.Genérico: normas universales que gobiernan la organización familiar. Ejemplo, la


jerarquía de poder.

2.Idiosincrásico: expectativas mutuas de los miembros de la familia; su origen está


en los años de negociaciones explícitas e implícitas.

Las pautas permanecen dando una eficacia funcional y, a su vez, una resistencia al
cambio. Las transformaciones se dan cuando deben responder a cambios internos y
externos.

El sistema familiar se diferencia y desempeña sus funciones a través de sus


subsistemas, que pueden ser formados por generación, sexo, interés o función. En cada
subsistema hay diferentes niveles de poder y se aprenden habilidades diferenciadas.

Tipos de subsistemas

1.Subsistema conyugal: se constituye de dos adultos con la intención expresa de

222
constituir una familia. Sus principales cualidades son:

-La complementariedad: permite a cada uno ceder sin sentir que se ha dado por
vencido.

-La acomodación mutua: pueden actualizar aspectos creativos de sus pautas que
permanecían latentes y apuntalar los mejores rasgos de cada uno; pero
también pueden estimularse rasgos negativos.

La pareja cumplirá funciones de apoyo, colaboración y satisfacción mutua. Este


subsistema tiene necesidad de un límite que lo proteja de la interferencia de las
demandas y necesidades de otros sistemas. Si falla en sus funciones, pueden
buscar la satisfacción de sus necesidades en otra generación (hijos, padres) o en
otros sistemas.

2.Subsistema parental: se crea al nacer el primer hijo. Se debe trazar un límite que
permita el acceso del niño a los padres y, al mismo tiempo, le excluya de las
relaciones conyugales.

Con el crecimiento de los hijos surgen demandas al sistema parental, el cual debe
modificarse para satisfacerlas. La relación de paternidad requiere la capacidad de
crianza, apoyo, educación, guía y control. Las proporciones de estos elementos
dependen de las necesi dados de desarrollo del niño y de las capacidades de los
padres, pero esta relación requiere el uso de la autoridad. Si fallan las funciones de
crianza hablaremos de negligencia física, si falla el apoyo, educación, guía y
control, de negligencia psicológica.

3.Subsistema fraterno: experimenta las primeras relaciones con iguales. Los niños
aprenden a cooperar, negociar, competir... Las pautas que aprenda en esta relación
le servirán al niño en su relación con iguales extrafamiliares (esto se observa
principalmente en las dificultades de autonomía y capacidad de compartir en
niños sin hermanos).

9.5. Límites y fronteras

Su función es proteger la diferenciación dentro del sistema, evitando la interferencia de


unos subsistemas con otros en su funcionamiento. Los límites han de ser claros, pero no
rígidos, es decir, que permitan el contacto entre los miembros de los diferentes
subsistemas pero que a la vez impidan la interferencia de otros en el funcionamiento de
cada subsistema (Minuchin, 1978). Entendiendo los límites como lugares de intercambio

223
además de líneas de demarcación, éstos deben permitir a cada uno de los miembros
desarrollar sentimientos de pertenencia sin sentirse invadidos o abandonados; de esta
manera, se favorece el desarrollo de la autonomía, de la competencia personal, la
intimidad y una independencia sana.

La privacidad también tiene que ver con los límites entre individuos: el tener las
cosas a salvo de miradas ajenas, que no entren en el cuarto sin permiso del que lo habita.
Si los padres no respetan esos límites, son intrusivos.

Los límites de un subsistema están constituidos por las reglas que definen quiénes
participan y de qué manera. La función de los límites reside en proteger la diferenciación
del sistema. Para un buen funcionamiento familiar es necesario que los límites entre los
individuos, entre subsistemas, con la fa milia extensa y otros sistemas sean claros. Según
el tipo de límites aparecen tres tipos de familias:

-Familia aglutinada: los límites son escasos y flexibles, hay un grado elevado de
comunicación. El sentido exaltado de pertenencia requiere un importante
abandono de la autonomía. Responden a toda variación con excesiva rapidez. Su
lado fuerte es el apoyo, el cuidado y el compartir, su lado débil la dificultad de
autonomizarse. Es típico de los países del sur.

-Familias desligada: límites rígidos, con una comunicación escasa, las funciones
protectoras están perjudicadas a nivel emocional, aunque a nivel material pueden
ser muy efectivos. Los sujetos pueden funcionar de forma autónoma, pero los
sentimientos de lealtad, pertenencia o capacidad de interdependencia y de requerir
ayuda cuando la necesitan son más limitados. Su lado fuerte es la autonomía y el
respeto a la privacidad; su lado débil el apoyo emocional. Más frecuente en los
países del norte.

-Familia de límites claros: en ellas existe un equilibrio entre pertenencia y


autonomía.

Los límites con la familia extensa y otros sistemas. Con la familia extensa es
importante observar si existe intrusismo descalificador cara a los padres o la pareja. Los
abuelos a veces descalifican a los padres, los suegros interfieren en la relación de pareja,
los cuñados... En ocasiones, un miembro de la pareja está más casado con su padre o
madre y así no pueden construir su propia pareja. Esto se da más en las familias
aglutinadas y ocasiona serios problemas en la familia nuclear. Las relaciones con otros
sistemas también implican un marcaje de límites, por ejemplo con el trabajo.

224
Cuando los límites intergeneracionales no son respetados, pueden parecer alianzas y
coaliciones transgeneracionales disfuncionales. La alianza implica una unión y el apoyo
mutuo entre dos o más personas. Se comparten intereses sin estar dirigida contra nadie.
La coalición, en cambio, es la unión de dos miembros contra un tercero. Es un acuerdo
de alianzas establecido para mutuo beneficio de los aliados frente a un tercero. La
coalición divide a la tríada en dos compañeros y un oponente.

Coleman (1984) define la disfunción de la intimidad familiar como un patrón insano


de expresión de intimidad dentro de la familia (por ejemplo, expresión inconsciente de
amor o desaprobación, invasión de límites, etc.). Corresponde a un patrón de
pensamientos, sentimientos y conductas que impide un balance de identidad (separación)
e intimidad (apego) que parece necesario para las relaciones satisfactorias. Este autor
habla de tres tipos de disfunción en los límites:

a)Límites extremadamente rígidos. Se requiere la adherencia a un código de


conducta predeterminado, con independencia de las variables situacionales que
intervengan. Las reglas que gobiernan la interacción son fácilmente identificadas
por la negación de nuevas posibilidades y la intolerancia de la imperfección. Las
relaciones se empobrecen, se favorece el aislamiento y el sistema tiende a la
detención del desarrollo. Los individuos que siguen este patrón no podrán
conectar con nadie, ni física ni psicológicamente o, si lo hacen, lo restringirán
completamente a sus límites y modos. Si los otros traspasan los límites que han
sido rígidamente impuestos, éstos sienten que pierden su intimidad, por lo cual
están constantemente en guardia, vigilantes. Como consecuencia no pueden
intimar de una manera satisfactoria.

b)Límites muy flexibles o porosos. El sistema puede ser invadido por el medio
externo o por otros subsistemas dificultando la definición de la relación de cada
miembro con los demás y consigo mismo, apareciendo la vivencia constante, para
al menos algunos miembros, de «intrusión».

c)Invasión del espacio del otro. En este caso el receptor es anulado. En la relación
adulto-niño, el adulto tiene un poder dictatorial y trata al niño como un objeto sin
derecho a personalidad propia y sin privacidad física ni emocional. Este patrón es
característico del abuso emocional, abuso psicológico, incesto psicológico o
encubierto. La característica más notable de esta conducta es que una persona
tiene todo el poder en la relación, de manera que el receptor no tiene elección de
recibir o no la interacción deseada.

Los individuos con un patrón de invasión no entienden el respeto de los límites ni el

225
sentido de privacidad de otra persona. Esta perturbación en el desarrollo psicológico se
manifiesta más tarde en problemas en el desarrollo de la intimidad durante la
adolescencia. La invasión de límites finalmente obstaculiza o destruye la intimidad.

Minuchin (1974) propuso el término de tríada rígida para referirse a un problema


crónico de límites entre generaciones, en el que un miembro de una generación está
involucrado en un conflicto con dos miembros de otra generación, por ejemplo: padres y
un hijo.

En la tríada rígida los padres utilizan al hijo para alejar o evitar sus conflictos,
creando un límite rígido con el resto de los hermanos. Existen tres tipos:

-Triangulación: ambos padres quieren que el hijo se una a él en contra del otro. El
hijo se queda paralizado ante el conflicto de lealtad. Si esa es la pauta habitual a
lo largo de su desarrollo, tendrá problemas para posicionarse en las relaciones,
pues implicarían para él una posible traición. Puede ser una persona tímida y
retraída que evita todo lo que tenga que ver con el posicionamiento ante un
conflicto.

-Rodeo: los padres evitan el conflicto conyugal ocupándose de problemas de


conducta o enfermedades psicosomáticas de su hijo. Ante el conflicto conyugal
atrofian el subsistema conyugal hipertrofiando el parental. Al hacer esto, se
vuelven sobreprotectores y se ponen a buscar problemas en sus hijos donde no los
hay. Si se centran en la crianza y la salud, propiciarán la aparición de síntomas
somáticos. Hace muchos años me invitaron a la casa de unos amigos. Me ense
ñaron su hogar y, por último, me llevaron a un cuarto donde estaba «lo más
importante de la casa». El cuarto era una sauna y en la cuna, el bebé. Les pregunté
por el excesivo calor y la humedad. La respuesta del padre, que era médico, fue
que para protegerle de catarros. Me acordé de que mi abuelo nos decía que la
calle vacunaba a los niños y pensé que siempre que saliera de la sauna se
enfriaría. Una amiga común me explicó otro día que eran de países diferentes y
habían tenido muchos conflictos hasta que nació el bebé, se volcaron en él y
desapareció el conflicto. A costa de que su hijo no pudiera desarrollarse en el
exterior. A los años se separaron. Este es un típico ejemplo de rodeo centrado en
lo somático. Otras veces los padres califican como problemáticas conductas
absolutamente normales en sus hijos y discuten por el hijo «problemático». En
ambos casos, si el hijo mejora, ya sea espontáneamente o por intervención de
terceros, por ejemplo, un terapeuta individual, aparecen los problemas
conyugales. El hijo vuelve a presentar los «problemas» y la paz conyugal vuelve.

226
Este fenómeno fue observado por psicoanalistas que veían cómo los padres
retiraban de la terapia al niño en cuanto mejoraba, volviendo a empeorar.

Coaliciónestable: uno de los padres se une al hijo en coalición contra el otro


progenitor; por ejemplo, el hijo ataca al padre en nombre de su madre y es
atacado por su padre desviando los ataques a la madre. Este hijo será «pareja» de
su madre, viendo comprometida su autonomización, y le será muy difícil tener
pareja extrafamiliar. Por otro lado, en la relación con los padres el hijo aprende lo
que es un hombre, una mujer y la relación entre ambos. El modelo de relación de
pareja aprendido no le servirá para establecer una relación sana. Además, y desde
el punto de vista psicoanalítico, se identifica con aspectos de ellos y va
conformando su propia identidad personal y de género. El tener la puerta cerrada
a las identificaciones con el padre «enemigo» le ocasionará problemas en su
desarrollo y sus relaciones.

La tríada rígida, en cualquiera de sus posibles manifestaciones, va a impedir la


emancipación del hijo, quien va a presentar diversas patologías que le incapacitan para
ser autónomo, consiguiendo así que el sistema no cambie.

Alianzas y coaliciones. En la alianza dos o más sujetos se unen por afinidad en algo.
En la coalición la unión es contra alguien; por ejemplo, dos hermanos están muy unidos,
practican deporte, se ayudan en los estudios, con los amigos... Serían aliados para la
consecución de metas y para compartir experiencias ayudándose mutuamente. Pero si un
día se unen contra los padres para reivindicar algo, estarían coaligados. La unión puede
ser transitoria o constante. Por otro lado, puede ser manifiesta u oculta.

9.6. Jerarquía

Haley (1974, 1980) ha hecho hincapié en el uso del poder dentro del sistema familiar. En
relación al poder la familia puede ser:

-Autoritaria: las normas son impartidas desde el subsistema parental sin discusión.
Este tipo de familias suelen constreñir en exceso al hijo, que puede someterse o
rebelarse, pero que no aprende a discutir y consensuar. Suele ser un sistema rígido
en el que es frecuente el maltrato psicológico y puede darse el abandono
emocional.

-Democrática o igualitaria: en este tipo de familias las normas son explicadas en


relación a sus ventajas y desventajas, discutidas y consensuadas, teniendo en

227
cuenta el momento evolutivo de los hijos. Sistema flexible.

-«Dejar Hacer» o caótica: en estas familias no existen normas, no ofreciendo a los


hijos la contención normativa, dejándolos abandonados a sus impulsos, ni la
contención emocional. El sistema es caótico y en él es más fácil que se den
diferentes tipos de maltrato (abandono físico y emocional, maltrato físico y
psicológico y abuso sexual).

9.7. Valores, reglas y roles

Los valores son creencias transmitidas culturalmente y guían al sujeto sobre lo que es
importante en la vida, el bien y el mal, el comportamiento adecuado e inadecuado...
Sirven para la socialización y la supervivencia del grupo. Se transmiten
intrafamiliarmente: de padres a hijos, entre hermanos, de otros familiares y
extrafamiliarmente: a través de los medios de comunicación, los personajes públicos, la
escuela, la religión, personas significativas...

Entre los valores clásicos en las familias de nuestra cultura destacan la unión, el
trabajo, el esfuerzo, el cuidado, la privacidad, el compartir, la armonía, el respeto a los
mayores... Los valores construyen una visión del mundo y de las relaciones.

Los valores son abiertos y reconocibles, mientras que las normas (reglas) son
encubiertas. Los valores son individuales, pero su invocación puede tener repercusiones
interpersonales. Son utilizados como una táctica interpersonal para afirmar o imponer
una norma. Las normas describen las relaciones interpersonales. Los valores determinan
las normas, reglas y roles, por ejemplo, si el valor es el cuidado, la norma es atender al
necesitado, la regla determina el rol de cuidador y el cómo debe cuidar. En terapia es
muy importante conocer los valores de la familia para adaptarnos a ellos, de esa forma
seremos aceptados por el sistema familiar. En las intervenciones nos apoyaremos en sus
valores, por ejemplo, al hacer «lecturas» sobre la dinámica familiar, al prescribir tareas,
etc.

Podremos cambiar reglas y roles, pero apoyándonos en sus valores, no


cuestionándolos; por ejemplo, si una familia tiene el valor de que se tienen que querer
por encima de todo, lo cual puede favorecer la creación de un mito de armonía, evitan
discutir, pues lo interpretan como desamor. El tera peuta puede mostrarse sorprendido
porque en una familia que se quiere tanto, no tengan la confianza de discutir, como si no
confiaran en que su amor fuera lo suficientemente poderoso como para soportar la
tensión del conflicto. La creatividad del terapeuta para, respetando los valores, cambiar

228
la dinámica familiar, es clave.

Jackson (1968) describe a la familia como un sistema gobernado por reglas: sus
miembros se relacionan de una manera organizada y repetitiva. Las reglas prescriben y
limitan la conducta de los individuos en lo que atañe a una amplia variedad de zonas de
contenido para formar un sistema «razonablemente estable». Estas reglas hacen
comprensible y predecible la conducta y favorecen la homeostasis.

Las reglas conforman una serie de formas y estilos que se repiten en la dinámica
relacional de la familia; el concepto de redundancia de los sistemas está en la base de la
observación de las reglas. Las reglas del sistema familiar definen quiénes participan y
cómo en las diferentes actividades familiares; por ejemplo, si observamos varias veces
que cuando habla la madre se callan todos, podremos inferir que existe esa regla, la cual
puede estar basada en el valor del respeto a la madre como eje de la vida familiar, y a su
vez determina el rol de madre rectora.

Las reglas pueden ser:

a)Reconocidas: son explícitas y comprenden acuerdos en distintas áreas, tales como


normas de convivencia, asignación de tareas, responsabilidad de ciertos papeles,
expresión de necesidades personales.

b)Implícitas: regulan funcionamientos sobreentendidos acerca de los cuales la


familia no tiene necesidad de hablar. La mayoría de las reglas son implícitas, la
familia se ha hecho a actuar así, son rutinas como los horarios de las comidas,
quiénes deben estar a la mesa, quién sirve, etc.

c)Secretas: se pueden detectar con la observación de las redundancias.

d)Metarreglas a través de las cuales lo que eran las reglas generales del contexto
quedan superadas porque uno de los miembros del sistema va más allá de lo
acordado.

En las reglas observaremos su flexibilidad, coherencia, funcionalidad, adaptación al


ciclo vital y su grado de consenso.

El rol es un modelo abstraído de la posición legal, cronológica o sexual de un


miembro de la familia, que describe ciertas conductas esperadas, permitidas o prohibidas
de la persona en ese rol. El concepto de rol es inseparable de una visión de la estructura
familiar en la que las conductas están limitadas culturalmente. Se clasifica a las personas

229
por su conformidad o no a categorías predeterminadas, producto de un estereotipo
cultural. Las reglas crean roles, quién debe hacer qué. Los roles son limitados y puede
existir un contra-rol que le resalte y muestre una dualidad, por ejemplo, sano/enfermo,
fracasado/exitoso, formal/desastroso, cariñoso/seco, servicial/egoísta, divertido/abunido.
Es frecuente hallar estas dualidades en la pareja y entre los hijos. Observaremos si son
adecuados, funcionales, «reales», flexibles, rígidos, claros, confusos, justos. Algunos
roles son delegados, por ejemplo, las funciones de crianza en un hijo mayor, lo cual
puede ser adaptativo si uno de los padres está enfermo, o claramente injusto y limitador
del desarrollo de ese hijo.

9.8. Mitos familiares

En el mito coexisten elementos reales y fantásticos que contribuyen a una realidad


funcional para cubrir necesidades emocionales del ser humano, como la de dar sentido a
un conjunto de sucesos ambiguos que resultan amenazadores al no reconocerse su
intencionalidad.

Ferreira (1966) describe el mito como «un número de creencias bien sistematizadas
y compartidas por todos los miembros de la familia respecto de sus roles mutuos y de la
naturaleza de su relación». Estos mitos familiares contienen muchas de las reglas
secretas de la relación. Estas creencias organizadas en cuyo nombre la familia inicia,
mantiene y justifica muchas pautas transaccionales son compartidas y apoyadas por to
dos los miembros como si se tratara de verdades absolutas. Al crear un mito se traducen
una serie de acontecimientos y conductas reales en un relato compartido, en el que cada
uno puede encontrar una lectura de sus propias experiencias cotidianas, del sentido de la
vida, sintiéndose al mismo tiempo miembro del grupo.

El mito favorece el mantenimiento de la homeostasis del grupo que lo ha producido.


Actúa como una especie de termostato que entra en funcionamiento cada vez que las
relaciones familiares corren peligro de ruptura, desintegración y caos.

El mito da a cada miembro un rol que es aceptado por todos y cuyo desafío se
convierte en verdadero «tabú». El mito prescribe atributos a cada uno de los miembros
de la familia. En términos de la relación, los mitos familiares tienen un valor económico
muy preciso. En su manifestación implícita, son verdaderos programas de acción que
ahorran cualquier pensamiento o elaboración posterior. Andolfi y Angelo (1985)
sugieren tener en cuenta al menos tres generaciones para la creación y comprensión de
un mito.

230
Los ritos son una serie de actos y conductas estrictamente codificados dentro de la
familia, que se repiten a lo largo del tiempo y en los cuales participan sus miembros. A
través de ellos se transmiten valores, actitudes y conductas ante situaciones o vivencias
específicas. A la vez, sirven de soporte a los significados que cada uno les atribuye,
enriqueciéndose con el tiempo. Los ritos familiares están influidos por las convenciones
y valores sociales superponiéndose con éstos y son portadores de creencias de la familia
no verbalizadas que son transmitidas a través del cumplimiento del ritual y las
modificaciones que se le hacen.

Parece ser que en el contexto de la relación familiar, para cada rol individual
definido existe un contra-rol oculto en la persona de otro o de otros miembros de la
familia. Cuando una familia le adjudica a uno de sus miembros el título de «paciente»,
automáticamente le confiere a uno o más de los otros miembros la etiqueta opuesta de
«no paciente». Y, en la misma medida en que lo primero implica un rol, lo segundo
implica lo que debemos llamar un contra-rol, que afirma y complementa al otro.

Los mitos son más frecuentes e inalterables en las relaciones patológicas.

El origen de la mayoría de los mitos se suele perder en el comienzo de la relación.


Algunos mitos se transfieren de generación en generación. El mito familiar tiende a
formar parte de la «imagen interna» de la familia y expresa la forma en que es percibida,
no tanto por los demás, como por sus miembros, desde dentro. Suele ser un intento de
afrontar conflictos antiguos y, si estaba larvado, vuelve a aparecer en momentos
difíciles.

Los secretos son información digital no transmitida voluntariamente, por ejemplo,


adopción. Lo no dicho se transmite analógicamente, por ejemplo, si a los padres les cae
mal un vecino. El secreto mantiene la homeostasis del sistema y está vinculado a los
mitos. Un secreto aparece cuando una ley moral, explícita o no, es amenazada de
transgresión, lo cual atentaría contra la imagen individual o familiar. El secreto otorga
poder al que lo mantiene, pero es amenazado si lo revela. El secreto se transmite gracias
a las reglas que impiden su revelación.

Stierlin (1979) clasifica los mitos en tres grupos:

1.Mitos de armonía: todo discurre sin problemas ni conflictos. La historia familiar


está llena de unión y amor, no han existido conflictos y no logran entender por
qué ahora tienen un problema. Pero, poco a poco, van apareciendo pequeños
detalles que cuestionan esa visión de la realidad, se descubren secretos largamente
guardados y, si actuamos con prudencia y respeto, la familia podrá integrar su

231
historia, repartir responsabilidades y éxitos y llevar una vida más plena.

2.Mitos de perdón y expiación: una o más personas (vivas o muertas) son las únicas
responsables de la situación en la que se encuentra la familia. El rol de «chivo
expiatorio» es clave en este mito. Al igual que los judíos, que una vez al año
echaban todos sus pecados sobre un chivo y lo abandonaban en el desierto con la
convicción de que se llevaba consigo todos sus pecados y les dejaba limpios, el
chivo expiatorio en las familias se hace cargo de las faltas de los demás,
convirtiéndose en el responsable de todos los males, las desgracias y los
conflictos de la familia. Este rol suele recaer en el paciente identificado o en
algún miembro de la familia extensa, a veces ya fallecido. Restituir a la persona
que sufre el rol y repartir justamente las responsabilidades es una tarea clave para
que la familia se reorganice de una forma más sana.

3.Mitos de rescate: todo sufrimiento, así como cualquier injusticia presente en la


vida familiar e individual, pueden ser borrados y alejados por la beneficiosa
intervención de una persona omnipotente. Se espera que esa persona logre en su
vida las metas que no pudieron alcanzar un padre, hermano o abuelo. A veces la
familia deposita ese rol en el terapeuta con la esperanza de que solucione todos
los problemas de una forma mágica, sin que se deban cuestionar nada, ni cambiar.
Es un legado engañoso.

Bagarozzi y Anderson (1996) cuestionan los planteamientos de Ferreira y afirman


que los mitos pueden ser homeostáticos o morfogenéticos y que las familias pueden
tener varios mitos que evolucionan a lo largo del ciclo vial. Los mitos nos permitirían
organizar la experiencia dándole un sentido psicológico. Según estos autores, los mitos
familiares constan de los siguientes componentes y procesos:

1.Los mitos personales de cada miembro de la pareja, heredados de sus familias de


origen.

2.Los mitos conyugales que se van desarrollando a medida que la pareja se va


consolidando.

3.Los mitos de la nueva familia que aglutinan los anteriores.

Estos autores proponen un método de trabajo con los mitos muy elaborado e
interesante.

Entre nosotros, Garrido y Fernández-Santos (1998) han realizado un estudio

232
empírico sobre mitos maritales propuestos por Lazarus, que arroja luz sobre la
complejidad de un terreno tan ambiguo como es el de los mitos.

9.9. Tipo de familia

Familia de origen

Formada por tres generaciones o más: abuelos, hermanos, padre, tíos, hijos, sobrinos,
nietos, esposos..., se incluyen también las familias políticas: suegros, cuñados, nueras,
yernos...; en las familias aglutinadas tiene gran importancia, pues las relaciones son
estrechas. En el estudio del genograma, las constelaciones familiares, los legados..., es
decir, todo lo que tiene que ver con lo transgeneracional, la familia de origen es el centro
de estudio (Garrido y Espina, 1995).

El estudio de la influencia de unas generaciones en las siguientes fue iniciado por


psicoanalistas que trabajaban con familias (ver en el capítulo teórico el apartado sobre
aportaciones psicoanalíticas sobre el desarrollo y la familia).

Familia nuclear

Padres e hijos. Antes era el sistema familiar más frecuente, pero hoy en día es el 25 por
ciento en EEUU En nuestro país está en franco retroceso frente a otros tipos de familia.
Gran parte de lo desarrollado por las escuelas de terapia familiar se ha basado en la
familia nuclear, por lo que el terapeuta necesita estudiar a fondo los otros tipos de
familia, con sus características, para no intentar «calzarlas» en modelos de
funcionamiento que le son ajenos. En caso contrario, el terapeuta corre el riesgo de ver
como «anormal» cosas que son absolutamente adaptativas en los otros tipos de familia.

Familia reconstituida

Formada por una pareja que previamente tuvo hijos con otra persona. Se juntan bajo el
mismo techo hijos de diferentes padres. Autores como Serrano (1986) y Krahenbuhl
(1989) prefieren traducir «stepfamilies» como «familiastras», aunque no existe ese
término en castellano y a pesar de la carga negativa que conlleva el sufijo «-astra»,
especialmente aplicado a la ma drastra (en el diccionario ideológico de la lengua
castellana el sentido figurado de ese término es «cualquier cosa molesta o perjudicial»)
(Casares, 1977); otros autores hablan de familias ensambladas, recompuesta o segunda
familia. Todos los términos hacen referencia a una familia en la que dos adultos forman
un nuevo núcleo familiar al cual, al menos uno de ellos, trae un hijo habido de una
relación anterior.

233
Se forma a partir de la muerte del cónyuge anterior, de un divorcio o una separación.
Es importante señalar que el padre biológico ausente forma parte de la familia
reconstituida y que, como señala Gorell (1990), los padrastros son padres adicionales,
pero no sustitutos, pues el padre biológico es quien tiene los derechos legales y
emocionales sobre sus hijos. El padrastro debe tener un rol definido y aceptado por los
demás y será complementario al del padre biológico.

Las relaciones con los abuelos, que ya podían verse alteradas en el caso de un
divorcio, se pueden complejizar bastante, sobre todo si los dos miembros de la nueva
pareja traen hijos propios, pues se duplicaría el número de abuelos. Si no se casan, puede
haber un rechazo hacia la nueva pareja por parte de éstos, lo cual aumenta los problemas.

Como señalan McGoldrick y Carter (1980), nuestra cultura carece de esquemas o


rituales para las familias reconstituidas y el mito romántico sobre la «familia feliz
intacta» sigue prevaleciendo; según estas autoras, es necesario desarrollar un nuevo
paradigma de la familia que incluya las relaciones y roles de las familias reconstituidas.

Visher y Visher (1993) resaltan seis diferencias en la familias reconstituidas: a) los


adultos y los niños se unen en diferentes momentos evolutivos, b) tienen modelos
diferentes en relación a la familia, c) los vínculos padres-hijos preceden a la pareja, d)
existe un padre biológico fuera del hogar o en la memoria, e) en muchos casos los hijos
tienen dos hogares y f) si intentan constituirse en familia nuclear clásica, los hijos
rechazan que el padrastro suplante al padre. A estas diferencias, Krahenbuhl (1989)
añade que las familias reconstituidas han pasado por fases y crisis evolutivas por las que
no han pasado las familias nucleares, debiendo elaborar una pérdida pasada (muerte,
separación), definir tareas, roles, fronteras y límites.

Visher y Visher (1993) atribuyen a las familias reconstituidas exitosas las siguientes
características: a) el tener expectativas realistas, entre las cuales destaca el no esperar
una adaptación y el nacimiento de un amor mutuo instantáneo; b) el haber elaborado los
duelos por las pérdidas (muerte, divorcio, expectativas de matrimonio exitoso); c) que la
pareja esté unida disponiendo de tiempo para ir consolidando su relación; d) la existencia
de rituales y tradiciones constructivos, por ejemplo la celebración de los cumpleaños y
las Navidades (se pueden mantener los específicos de cada familia o combinarlos
construyendo unos nuevos); e) las nuevas relaciones son satisfactorias, para ello
necesitan tiempo de ajuste mutuo que va a estar mediatizado por la edad y número de
hijos, y si viven en el hogar o no. Un capítulo importante es el del rol que juega el
padrastro: todos los autores recomiendan que el padrastro no intente imponer la
disciplina desde el principio, pues va a ser mal recibida por los hijastros y la madre

234
acabará por ponerse del lado de sus hijos enfrentándose a su nueva pareja; más adecuado
es que el padrastro intente establecer una relación amistosa y que la madre se encargue
de la disciplina y, posteriormente, colabore el padrastro en ese campo. Si los niños son
pequeños y el padre biológico no ejerce ninguna autoridad, incluso con ayuda de un
terapeuta, el padrastro podrá hacerlo con cautela; f) ya hemos comentado que en las
familias reconstituidas está incluido el padre biológico que no vive con los niños; aunque
muchas veces es prácticamente imposible por las peleas interminables entre ex
cónyuges, la colaboración parental en la que se incluyen padres biológicos y padrastros
es bien asumida por los hijos y les evita conflictos de lealtad.

Las tareas y exigencias de la familia reconstituida (Visher y Visher, 1993) son:

-Realizar la transición de la cultura familiar previa a la de la familia reconstituida.

-Desarrollar un sentido de pertenencia.

-Solidificar y madurar la nueva relación de pareja.

-Mantenimiento de los vínculos previos padre-hijo.

-Desarrollo de nuevas relaciones (padrastros-hijastros y entre hermanastros).

-Relación parental cooperativa entre los hogares.

Krahenbuhl (1989) habla de cuatro tipos de familia reconstituida:

1.Con madrastra. El padre que vive con sus hijos se une a otra mujer; en este caso, la
imagen de la madrastra mala que no quiere a los pobres niños puede estar
presente como realidad preconcebida o sobrevolar como un fantasma temido al
inicio de esta relación, especialmente cuando los niños son huérfanos. Para
combatir esta imagen, se puede caer en una necesidad compulsiva de que la
madrastra ame desde el primer momento a sus hijastros, cayendo en la paradoja
del «se espontáneo» que hace que ese «amor» sea falso y/o provoque un
sentimiento de culpa en la madrastra por no poder sentir lo que no siente y la
incomprensión del marido y el resto de los familiares que le exigen, muchas veces
sin decirlo, que sea como fue la madre de los niños a la vez que están todos
convencidos de que nunca podrá serlo, ni lo desean.

Si la madre biológica vive, el que no se quede con los niños puede deberse a algún
problema, no siendo infrecuentes el maltrato infantil, enfermedad mental o
adicción. En este caso, la competencia con la madrastra y el conflicto de lealtad en

235
los hijos será la regla.

2.Con padrastro. Es la más frecuente, ya sea por divorcio o por viudedad. La


adaptación es más fácil porque el hombre, si trabaja, está menos tiempo en el
hogar y porque generalmente la madre atraviesa dos tipos de problemas ya
descritos al hablar de la familia monoparental: económicos y de disciplina. El
padrastro puede aparecer como el salvador de la familia, aunque los problemas de
lealtad en los hijos y las rivalidades si el padre biológico vive, también estarán
presentes.

3.Con padrastro y madrastra. Cada miembro de la pareja trae sus propios hijos a la
familia, y quedan fuera dos padres biológicos. El choque de ideologías y estilos
educativos y las «diferencias» entre hijos propios y ajenos son escollos habituales.

4.Con hijos comunes. En cualquiera de los otros tipos la nueva pareja tiene un hijo.
El tener ese hijo puede estar motivado por el deseo de ser una familia nuclear
«normal» o simplemente por querer tener un hijo juntos; si la relación anterior
fracasó, puede estar presente la fantasía de que ese hijo será diferente porque se
quieren, lo mismo que será distinta la historia de su relación. Las diferencias entre
hijos e hijastros pueden ser aquí bastante dramáticas, aunque, como señala
Serrano (1986), puede actuar de aglutinante familiar si los hijastros son
adolescentes.

Familia monoparental

Un padre y sus hijos. Las familias monoparentales pueden tener varios orígenes: el
divorcio o separación, la viudedad y la madre soltera. La mayoría de estas familias se
componen de madre e hijos (el 92% en EEUU) y se ha escrito bastante sobre las
carencias y dificultades que padecen, entre las que destacan los problemas económicos,
el excesivo apego de las madres con sus hijos debido a que se convierten en su soporte
emocional, la falta de disciplina al ejercer más fácilmente el rol expresivo que el
instrumental, la idea, influenciada por el pensamiento psicoanalítico, de que los hijos
tendrán una falta de modelo de identificación masculino, la depresión de la madre al
sentirse excesivamente cargada de responsabilidades, algunas de las cuales no había
ejercido antes, la dificultad de emancipación de los hijos, la falta de límites entre
subsistemas, etc. Todo ello se manifiesta a veces en problemas de conducta en los hijos.

Todos estos problemas pueden darse con mayor frecuencia en las familias
monoparentales, pero no son exclusivos de ellas y, como señala Walters (1988), desde
una perspectiva feminista, muchos de los estudios y conclusiones sobre este tipo de

236
familias están influidos por la idea de que la mujer sola no puede hacerse cargo de una
familia y especialmente del rol instrumental que estaría reservado al hombre.

Walters (1988) realizó un estudio con 25 familias monoparentales (20 con madre)
que consideraban que funcionaban bien e identificaron las siguientes características
como determinantes de un adecuado funcionamiento: la existencia de una única
autoridad, el que un solo progenitor pueda ejercer los roles instrumental y expresivo, el
compañerismo entre progenitor e hijos, el ejercicio de múltiples roles por parte de cada
uno de los miembros, adaptándose a las necesidades reales, y la visión de la familia
como una unidad interdependiente en la que todos se brindan apoyo.

9.10. Análisis del sistema

Wertheim (1980) describe una tipología de los sistemas familiares basada en las
propiedades morfostáticas y morfogenéticas, muy útil en la clínica.

Propiedades morfostáticas: procesos autocorrectores que mantienen la estabilidad del


sistema.

Propiedades morfogenéticas: procesos autocorrectivos que permiten el cambio, el


crecimiento, la innovación y la puesta en marcha de la viabilidad del sistema.

La teoría sistémica tradicional equipara la morfostasis con la rigidez del sistema; hay
que tener en cuenta que sin un grado óptimo de morfostasis, el sistema no podría
sobrevivir como grupo social cohesionado.

Modelo alternativo de Wertheim (1975):

1.Morfostasis consensuada (MC): distribución del poder adecuadamente equilibrada


dentro de la familia. Estabilidad del sistema que ha sido consensuada por sus
miembros.

2.Morfostasis forzada (MF): estabilidad «aparente» del sistema, que se mantiene


gracias a la ausencia de una validación consensual genuina de sus miembros.
Contribuye a la alienación familiar e individual.

3.Morfogénesis espontánea (SM): cambio adaptativo y natural del sistema como


respuesta a las exigencias intra o extrasistémicas.

4.Morfogénesis inducida (IM): capacidad del sistema para un cambio adaptativo

237
como respuesta a una intervención positiva, inducida extrasistémicamente
(terapéutica).

Teniendo en cuenta estas variables, los sistemas pueden ser:

a)Abierto: actúa como parte de una red transaccional interconectada que incluye los
subsistemas individuales y el mundo extrasistémico.

b)Cerrado: homeostáticamente controlado por reglas familiares establecidas, con


poco feedback tanto a nivel individual como suprafamiliar.

c)Parcialmente abierto:

1.Externamente abierto: interactúa libremente con otros sistemas sociales, pero la


comunicación intrasistémica es mínima o está homeostáticamente controlada.

2.Internamente abierto: circula libremente la comunicación intrasistémica y la


extrasistémica es limitada.

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239
Ausloos (1981) clasifica los sistemas familiares, de acuerdo con las tendencias
morfogenéticas y morfostáticas, en:

1.Caóticos, cuando la morfogénesis es excesiva, no existiendo reglas que determinen


las relaciones. Este tipo de familias suele generar personalidades disociales al no
aprender normas socializadas de conducta.

240
2.Rígidos, cuando predomina la morfostasis frenando el desarrollo evolutivo de sus
miembros. En esas familias pueden aparecer trastornos que bloquean la
emancipación.

3.Pendulares, cuando funciona oscilando entre los dos modos: reglas excesivamente
rígidas y ausencia de la misma, suele observarse en algunas familias de
alcohólicos y drogodependientes.

4.Flexibles, cuando las tendencias morfostáticas y morfogenéticas funcionan de una


manera adecuada a las necesidades internas (ciclo vital) y externas.

9.11. Momento evolutivo del sistema y adecuación a sus tareas. El ciclo vital familiar

El concepto de ciclo vital hace referencia a que las familias (Friedman, 1989), al igual
que el individuo, tienen un proceso vital que se desarrolla a lo largo de etapas (Carter y
McGoldrick, 1989), transiciones (Barnhill y Longo, 1978) o crisis (Pittman, 1990).

La importancia del ciclo vital familiar está asociada, en terapia, a que generalmente
las familias atraviesan crisis evolutivas, los aspectos evolutivos son claves en muchos
casos clínicos y a que las transiciones evolutivas, estén asociadas o no al origen del
problema, son parte del contexto del mismo (Barnhill y Long, 1978). El pasaje de una
etapa a otra exige una transformación del sistema familiar a varios niveles relacionales:
comunicacional, de resolución de problemas y ne gociación, emocional (intimidad y
distancia), jerárquico, límites entre subsistemas... (Hoffman, 1989). Esta transformación
del sistema implica cambios en sus miembros que atraviesan momentos evolutivos muy
diferentes, por ejemplo, edad media de la vida, adolescencia, inicio de la edad adulta,
nido vacío, apertura al mundo exterior, formación de pareja, llegada de padres ancianos
al hogar...

Por otro lado, cada vez se dan en mayor medida los llamados «ciclos vitales
alternativos»: el «ciclo de divorcio» (Stern y Manocherian, 1989; Herz, 1989), las
familias reconstituidas, familias monoparentales. Sin olvidar los grandes cambios que
provoca en las familias la emigración, la pobreza, las muertes intempestivas..., todo ello
mediado por factores culturales, sistemas de creencias, contexto amplio, etc.

Haley (1974, 1980) resaltó la importancia del ciclo vital en la aparición de


problemas asociados a dificultades de pasaje de una etapa a otra. Pittman (1990) afirma
que los problemas surgen cuando la familia trata de evitar la crisis en lugar de adaptarse
a ella y cuando trata de acelerarla. Barnhill y Longo (1978) hablan no sólo de una

241
detención, sino de una regresión a etapas anteriores en búsqueda de un equilibrio
conocido o reactualizando problemas no resueltos.

Las crisis ofrecen oportunidades de crecimiento (Pittman, 1990), siendo, por la gran
carga morfogenética que conllevan, momentos de gran interés para la intervención. El
pasaje por las etapas del ciclo vital puede entrañar peligros, pero, obviamente, el sistema
se desarrolla y crea nuevos sistemas (los hijos se emparejan y tienen hijos); en suma, la
vida sigue.

Las fases del ciclo vital son:

a)Deseo de formar una pareja.

b)Elección de pareja. enamoramiento.

c)Noviazgo.

d)Consolidación.

e)Construcción de un mundo común y creación de la familia. Alianza conyugal


(ajuste recíproco de valores, expectativas, afectivo-sexual, relaciones,
planificación del futuro...).

f)Nacimiento del primer hijo. Funciones parentales, colaboración y fronteras con la


familia extensa. Reubicación de la relación conyugal en el contexto del
funcionamiento parental.

g)Hijos en edad escolar. Organización del horario escolar y laboral. Funciones


parentales. Refuerzo de la socialización de los hijos. Delimitación clara de
subsistemas. Coparticipación progresiva en tareas domésticas.

h)Hijos adolescentes. Autoafirmación de la identidad adolescente con padres en la


edad media de la vida. Conflicto generacional. Límites interindividuales y entre
subsistemas. Jerarquía congruente en el sistema parental. Integración progresiva
de los hijos en las decisiones familiares.

i)Emancipación de los hijos. Reencuentro en el «nido vacío». Tolerancia al


alejamiento progresivo de los hijos y a sus nuevas relaciones. Revisión del
subsistema conyugal, pasado, presente y perspectivas de futuro. Renegociación en
la relación de pareja. Relaciones y actividades en el exterior.

242
j)Jubilación. Declive físico, reorganización vital, duelo. Rol de abuelos,
negociaciones con los hijos y nuevas funciones parentales. Los hijos ayudan a los
padres.

k)Vejez. Cambio de roles con los hijos que pasan a ser cuidadores, aunque sus
padres siempre sigan ayudándoles. Balance vital. Confrontación con la muerte.
Despedida.

Al conocer en qué fase del ciclo vital se encuentra la familia, veremos si ésta lleva
adecuadamente las tareas propias de ese momento evolutivo y evaluaremos
retrospectivamente el grado de estrés que la transición ha generado. El conocer los
acontecimientos vitales que la familia ha atravesado permite identificar situaciones de
riesgo potencial: divorcio, familias monoparentales, enfermedad crónica o fallecimiento
reciente de uno de los miembros. Con el recurso «la línea del tiempo» (Stanton, 1992) o
el calendario familiar (Bowen, 1978), el terapeuta va reconstruyendo con la familia, su
historia.

Si aparecen atascos, el ayudarles a pasar a la siguiente fase puede ser un objetivo


terapéutico. La redefinición de los problemas en términos evolutivos permite normalizar
las conductas, dar una visión evolutiva de los problemas, lo cual los hace transitorios, y
desculpabilizar. En la tabla 28 mostramos el ciclo vital según diferentes autores y en la
tabla 29, las tareas, riesgos y oportunidades que conlleva cada etapa.

9.12. El ciclo vital de la familia reconstituida

Comienza con la desintegración del primer matrimonio, ya sea por divorcio, separación
o muerte, y requiere en primer lugar la elaboración del duelo de esa pérdida (Espina,
1991), para lo cual puede hacer falta un año o más y la disolución completa de la
relación con el ex cónyuge, lo cual puede llevar de dos a cuatro años. Es necesario
aceptar la realidad de la ruptura, estabilizar el divorcio, resolver la ira y la culpa,
desarrollar nuevos roles y responsabilidades y modificar la relación con el ex esposo;
como señala Serrano (1986), se pasa de una familia nuclear a una binuclear.

La disolución de la anterior familia se hace real y el hijo mayor debe renunciar a su


rol de padre-esposo, reconocer a su progenitor como ser sexuado y aceptar la presencia
de un rival en casa, el cual se ve obligado a competir con el hijastro, y si éste es
huérfano, con el padre idealizado. Los hijos menores de 11 años prefieren reconstruir la
familia nuclear, deseando que el padrastro haga de padre, mientras que para los mayores
de 11 años éste puede ser un amigo si se supera la rivalidad. El conflicto de lealtad en los

243
hijos hacia el padre ausente (aunque haya muerto) puede llevarles a boicotear la nueva
pareja y debe abordarse elaborando el duelo; y si el padre vive, intentando una
colaboración entre padres biológi cos y padrastro para el cuidado de los hijos. Es
conveniente que los hijos y el padre ausente conozcan previamente a la nueva pareja,
para ir llegando a acuerdos.

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246
247
La mayoría de las segundas nupcias no son tan románticas como las primeras y están
marcadas por razones prácticas, como la crianza de los hijos, la soledad, las necesidades
económicas, de afecto y sexuales; si están presididas por el impulso son frecuentes los
fracasos, pues ya comentábamos que muchas de las nuevas parejas acaban en divorcio.
El nuevo matrimonio o unión (muchas veces, por la pensión o por el temor a un nuevo
matrimonio, la nueva pareja no se casa) repercute también en la familia extensa; los

248
abuelos pueden ganar o perder nietos, yernos y nueras, y ello obliga a una reorganización
más amplia en la que se reelabora el pasado haciéndolo parte del presente e integrando
las nuevas experiencias en su ciclo vital. A veces un hijo adolescente trae con su
conducta a un padre ausente problemático, reactualizando transacciones que estaban
sancionadas en la nueva familia (Serrano, 1986; Gorell, 1990).

Según Carter y McGoldrick (1980), el desarrollo de la formación de una segunda


familia sigue este proceso:

1.Entrando en la relación.

-Actitud previa.

-Recuperación de la pérdida del primer matrimonio («divorcio emocional»


adecuado).

-Cuestiones que desarrollar.

-Nueva disposición al matrimonio y a la formación de una familia y madurez para


tratar su complejidad y ambigüedad.

2.Conceptualización y planificación del nuevo matrimonio y la nueva familia.

-Aceptación de los propios temores, de los del nuevo cónyuge y los de los niños
sobre el segundo matrimonio y la formación de una segunda familia.

-Aceptación de la necesidad de tiempo y paciencia para ajustarse a la complejidad


de:

a)Los múltiples nuevos roles.

b)Límites: espacio, tiempo, familia y autoridad.

c)Cuestiones afectivas: culpabilidad, lealtad, conflictos, deseo de mutualidad,


heridas pasadas sin resolver.

-Planificación:

a)Trabajar abiertamente en la nueva relación pero evitar la pseudomutualidad.

b)El mantenimiento de la cooperación coparental con el ex cónyuge.

249
c)Ayudar a los niños para que resuelvan sus temores, conflictos de lealtad y
pertenencia a ambos sistemas.

d)Favorecer la integración del nuevo cónyuge y los niños en la familia.

e)Intentar mantener la relación de los niños con el resto de la familia del ex


cónyuge.

3.Segundo matrimonio y reconstrucción de la familia.

-Resolución final de la atadura al primer cónyuge y del «ideal» de la familia


intacta.

-Aceptación de un modelo diferente de familia con límites permeables.

a)Reestructuración de los límites familiares para permitir la inclusión del nuevo


cónyuge.

b)Rehabilitación de las relaciones a través de subsistemas que permitan un


entretejido de varios sistemas.

c)Hacer un espacio para que los niños mantengan relaciones con los padres
biológicos ausentes, los abuelos y demás familia.

d)Compartir recuerdos e historias que favorezcan la integración de la segunda


familia.

Krahenbuhl (1989) plantea tres tipos de conflictos en la fase de fundación:

1.Negación de ser una familia reconstituida; los hijos tienen que llamarles «papa» y
«mamá» ante lo cual se rebelan.

2.Sobreimplicación del padrastro/madrastra. El padrastro puede intentar imponer


disciplina y la madrastra todo su amor, antes de ser aceptados por los niños.

3.Expulsión del hijastro problemático, muchas veces identificado con el progenitor


biológico ausente, al cual se etiqueta como «enfermo o irresponsable sin
remedio».

Para Pittman (1987), las familias reconstituidas tienen más crisis a lo largo del ciclo
vital y describe nueve áreas que pueden generarlas.

250
1.Intromisión de cónyuges anteriores. Los hijos, la pensión y los suegros suelen ser
puntos de unión entre los ex cónyuges y, muchas veces, favorecen la continuidad
de viejas rencillas y manejos sadomasoquistas. Si persiste algo rescatable entre
ellos, es frecuente que exista una relación de ayuda en caso de necesidad, ya sea
personal o cara a los hijos. Esto, que es positivo, puede provocar celos en la nueva
pareja que no entiende bien esa relación y ve peligrar su lugar ante el fantasma de
la reconciliación, o simplemente se sienta a disgusto viendo que el ex cónyuge le
da algo a su pareja que a él/ella ni siquiera le pide; de alguna manera esto puede
ser vivido como que ese matrimonio no se ha roto del todo, pues cuesta ver esa
relación como la de dos personas que han vivido muchas cosas juntos y, aunque
hayan decidido que la convivencia no era posible, ello no quita para que
conserven buenos recuerdos de su relación y áreas de colaboración.

2.Amenazas de no continuar la relación marital. Como uno o los dos ya han pasado
por la experiencia de la separación, es una posibilidad más real y amenazadora
ante cualquier discrepancia.

3.Discusiones económicas. Después de la primera experiencia, con todos los


problemas económicos que acarrea, es frecuente que la nueva pareja desee
mantener las cuentas separadas «por lo que pueda pasar»; el tema de los subsidios
del ex cónyuge suele ser algo conflictivo, sobre todo cuando éste no paga lo que
debe (lo cual es muy frecuente) y el nuevo cónyuge no desea hacerse cargo de las
necesidades de unos hijos que no son suyos. Si la pensión es pagada
religiosamente, o uno de los cónyuges es viudo y cobra una pensión, puede ser un
factor que les lleve a no casarse y a exponerse al rechazo de familiares y vecinos.

4.Entradas y salidas de los hijos. Si existen dos hogares, los adolescentes pueden
chantajear con irse al otro hogar si no se les deja hacer lo que desean; si la madre
depende emocionalmente de ellos puede ser fuente de múltiples conflictos y de la
desesperación del nuevo cónyuge.

5.Autoridad diferente para cada hijo. Si tienen hijos propios de antes del nuevo
matrimonio, cada uno tenderá a aplicar la autoridad a su manera con sus hijos,
dándose diferencias que dificultarán la integración del subsistema fraterno.

6.Boicot de los hijos al matrimonio. Si desean expulsar al extraño, éste puede


ponerse autoritario o agresivo y el progenitor acabará poniéndose del lado de sus
hijos, abriéndose una brecha en la pareja.

7.Celos del progenitor ausente hacia la relación de sus hijos con el nuevo cónyuge.

251
Puede intentar boicotear el nuevo matrimonio y creará problemas de lealtad en los
hijos.

8.Desdibujamiento de las fronteras sexuales, entre padrastro e hijastros y entre


hermanastros.

9.Diferencias de los abuelos con los nietos. Pueden favorecer a sus herederos y ver a
los otros como intrusos, sobre todo si rechazan al nuevo cónyuge.

Los niños pequeños se verán afectados por los siguientes problemas (Visher y
Visher, 1993): la elaboración de la pérdida, las lealtades divididas, desubicación entre
los hermanos, la pertenencia a dos hogares, expectativas no realistas, fantasías de que sus
padres se puedan volver a unir, sentimientos de culpa por responsabilizarse del
divorcio... Todos estos problemas se expresarán a través de síntomas, sobre todo
trastornos de conducta y fracaso escolar, como ya hemos señalado.

En los adolescentes los conflictos giran en torno a los siguientes temas: la carencia
de acuerdo en la disciplina, la lealtad dividida (el adolescente toma partido o enfrenta a
las partes mostrándoles su conflicto y demandando coherencia), el resentimiento por los
cambios impuestos, la tendencia de la nueva familia a fomentar la cohesión en un
momento en el que el adolescente se estaba despegando, la ansiedad en relación a la
sexualidad, sobre todo la atracción que puede despertarse hacia la pareja de su progenitor
o hacia los hermanastros.

9.13. La familia ante la enfermedad. La carga familiar

En el desarrollo de una enfermedad se establecen tres fases: fase de crisis, fase crónica y
fase terminal. Rolland (1984) propone el siguiente esquema para representar dichas
fases:

FIGURA 14

LÍNEA DE TIEMPO Y FASES DE LA ENFERMEDAD

252
Siguiendo a Rolland (2000), la fase de crisis se inicia con los pródromos, una serie
de síntomas anteriores al diagnóstico que provocan preocupación en el paciente y en su
familia acerca de la salud del mismo. Tras el diagnóstico, esta fase de crisis requiere un
período de adaptación.

La fase crónica se desarrolla entre la fase de crisis y la fase terminal, cuando


predominan las cuestiones relativas a la muerte. Esta fase puede ser constante,
progresiva o con cambios episódico, según cuál sea el curso de la enfermedad. Paciente
y familia tratarán de llevar una vida lo más normal posible bajo las condiciones
«anormales» que les ha tocado vivir.

En la fase terminal entran en juego las cuestiones relativas al duelo, la separación, la


pérdida y la reanudación de la vida normal por parte de la familia, una vez que el
paciente ya haya fallecido.

Respecto al papel de la familia en la enfermedad crónica, existen cuatro perspectivas


principales (Steinglass y Horan, 1988):

1.La familia como recurso. Destaca el papel protector y de ayuda de la familia ante
la enfermedad.

2.La familia psicosomática. La familia es un factor de riesgo, al contribuir a la


aparición de la enfermedad y/o a un curso desfavorable.

3.Efectos de la enfermedad sobre la familia.

4.Influencias de la familia en el curso de una enfermedad crónica. Visión sistémica


que tiene en cuenta la interacción entre el funcionamiento familiar y las

253
características de la enfermedad. Los efectos pueden ser positivos o negativos
sobre el curso de la enfermedad.

Rolland (2000) propuso una tipología psicosocial de la enfermedad crónica tomando


en consideración las siguientes categorías: comienzo, curso, desenlace e incapacitación
(ver figura 15).

FIGURA 15

TIPOLOGÍA PSICOSOCIAL DE LA ENFERMEDAD

Las variables descritas en la figura 15 influirán notablemente en el ajuste del


paciente y de su familia a la enfermedad; por ejemplo, una enfermedad de comienzo
gradual permite un mayor período de ajuste, mientras que la enfermedad de comienzo
agudo implica una tensión inmediata y relativamente más intensa. Del mismo modo, el
ajuste requerido en trastornos de curso progresivo, constante o recurrente, variará
considerablemente. Desde el punto de vista biológico, las enfermedades de curso
progresivo serían las más graves (sida, artritis reumatoide, enfermedad de Alzheimer), ya
que implican un continuo deterioro del paciente. Desde el punto de vista psicosocial,
estas enfermedades conllevan permanentes cambios de roles en las familias,
incertidumbre y agotamiento. Además, el curso progresivo de estas patologías puede ser
lento o rápido, lo que también influirá en su ritmo de adaptación.

Las enfermedades de curso constante no requieren cambios frecuentes de roles.

254
Las enfermedades de curso recurrente o episódico se caracterizan por una alternancia
de períodos de ausencia de síntomas y períodos de crisis. El ajuste a dichas
enfermedades requiere un alto grado de flexibilidad. Según Rolland (2000), estas
enfermedades pueden llegar a convertirse en las más ex¡ gentes a nivel psicosocial, ya
que implican un estado de constante alerta acerca de cuándo se producirá la siguiente
crisis, lo que supone un importante desgaste físico y psicológico tanto para el paciente
como para la familia. El desenlace de una enfermedad tiene un importante impacto
psicosocial en el sistema familiar, ya sea la muerte o la incapacitación.

El modelo psicosocial de Rolland integra las fases y la tipología de la enfermedad,


con el modelo sistémico de la familia, haciendo hincapié en las fortalezas y debilidades
de ésta, favoreciendo una mejor comprensión de la enfermedad para realizar una
adecuada evaluación y posterior intervención.

Ante la enfermedad de un miembro de la familia, la misma se construye una


definición de la situación y su respuesta estará determinada por el significado creado por
la familia sobre la enfermedad, el cual, a su vez, favorecerá un clima emocional que
influirá en la interpretación de otras situaciones ajenas al problema en sí mismo. El
hecho de que la tensión emocional se generalice a otros aspectos independientes a la
enfermedad, creará o agudizará conflictos interpersonales entre los miembros de la
familia. Todo ello se traduce en un mayor o menor grado de desorganización del sistema
familiar, que estará asociado a la vulnerabilidad del sujeto, y del sistema familiar en su
conjunto. De todas formas, esa desorganización lleva también implícita una capacidad de
reorganización, que a su vez, dependerá de los recursos de los cuales disponga ese
sistema familiar (recursos sociales, como los asistenciales, personales y familiares). Para
que esos recursos puedan contribuir a una reorganización del sistema, necesitará de un
adecuado apoyo emocional e instrumental.

FIGURA 16

FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA FAMILIAR ANTE LA AFECCIÓN DE UNO


DE LOS/AS HIJOS/AS

255
La enfermedad, como hemos visto, provoca intensas reacciones emocionales que
amenazan la estabilidad personal y familiar. Para poder afrontar la situación, paciente y
familia atraviesan por fases similares a las producidas por la pérdida; en este caso se
pierde la salud y expectativas puestas en la vida.

Las características del sistema familiar, especialmente su flexibilidad y grado de


diferenciación de sus miembros, y otras variables, como la aparición de síntomas en
algún miembro de la familia, la coincidencia de acontecimientos vitales estresantes
(otras pérdidas, nacimientos, cambio de domicilio, etc.) y el haber tenido pérdidas no
elaboradas, son de suma importancia para la elaboración del duelo y deben explorarse
cuidadosamente.

TABLA 30

256
LA FAMILIA ANTE LA ENFERMEDAD CRÓNICA Y LA DISCAPACIDAD

9.14. La carga familiar

La carga se refiere al efecto adverso que tiene la enfermedad del paciente y el cuidado
del mismo en la vida de los familiares. Brown (1967) definió la carga como el impacto
de vivir con un enfermo en el estilo de vida o en la salud de los miembros de la familia,
mientras que Goldberg y Huxley (1980) la entienden de forma más general como el
efecto del paciente sobre la familia.

La carga puede ser objetiva y subjetiva (Schene, 1990). La carga objetiva se refiere a
los problemas prácticos como las alteraciones en la vida familiar, en la relación de
pareja, el aislamiento social y las dificultades económicas. La carga subjetiva hace
referencia a las reacciones que los miembros de la familia experimentan, por ejemplo,
ansiedad, depresión y sentimientos de pérdida. La carga fue estudiada primero en
familias con enfermos mentales (Platt, 1982; Fadden, Bebbington, y Kuipers, 1987),
pero posteriormente se ha extendido a las enfermedades físicas discapacitantes
(Chwalisz, 1996; Espina y Ortego, 2003; Taussig, 1999).

El ciclo vital de la familia y de los individuos que la componen se puede ver alterado
por la enfermedad, ya sea retrasándose, por ejemplo, en los adolescentes que deben
volcarse hacia la familia en un momento centrífugo, o acelerándose en los niños que se
pueden ver privados de la atención necesaria y se ven empujados a salir al exterior
prematuramente.

257
Otro aspecto importante que tener en cuenta, es la forma de relacionarse con el
paciente. La actitud emocional de los familiares hacia éste ha sido estudiada a través del
constructo emoción expresada (EE) (Leff y Vaughn, 1985) y se ha comprobado que las
conductas críticas, hostiles y sobreimplicadas de los familiares favorecen la recaída en
diferentes patologías. En las enfermedades crónicas es frecuente la aparición de
trastornos depresivos, y el criticismo y la hostilidad propician la recaída en pacientes
depresivos (Hooley, 1986).

Schene y cols. (1994) señalan las siguientes dimensiones de la carga familiar:

-Tareas de la casa: la enfermedad de uno de los miembros de la familia influirá sobre


las tareas del hogar, ya que no se podrá dar un reparto equitativo de dichas tareas
y otra persona deberá asumir las del paciente. A ello hay que añadir las tareas
adicionales del cuidado, supervisión y control del paciente.

-Relaciones familiares: las relaciones interpersonales se ven afectadas por la


enfermedad al crearse tensiones y cambios en los estilos de convivencia,
provocando todo ello un malestar subjetivo en sus miembros.

-Relaciones sociales: en muchas ocasiones, los familiares se aíslan y pierden


contacto con amigos, vecinos, otros familiares..., por lo que pierden apoyo social,
lo cual les hace más vulnerables a padecer problemas de ansiedad, depresión, etc.

-Tiempo libre y desarrollo personal: las aficiones y el tiempo libre quedan en un


segundo plano, llegando a desaparecer.

-Finanzas: los ingresos económicos de las familias también se ven afectados al dejar
de trabajar el paciente o porque el cuidador primario (frecuentemente la madre)
deja de trabajar y, en todos los casos, los gastos aumentan (medicinas...), etc.

-Hijos y hermanos: cuando el paciente convive aún con sus padres y hermanos, estos
últimos también se ven afectados por recibir a veces menos atención por parte de
sus padres, por verse forzados a realizar más tareas de la casa, etc.

-Salud: la carga afecta a la salud física (pérdida de apetito, dolores de cabeza, de


estómago...) y mental (tensión, irritabilidad, ansiedad, insatisfacción y depresión)
de los familiares.

-Malestar subjetivo: sentimientos de culpa, incertidumbre, ambivalencia, odio,


angustia, compasión, sentimientos de pérdida...

258
Padierna y Martínez (1988) señalaron una serie de factores determinantes de la carga
familiar, que se resumen en el siguiente esquema:

FIGURA 17

FACTORES DE LA CARGA FAMILIAR

En resumen, el impacto en una familia de una enfermedad crónica produce una serie
de alteraciones en su estructura, en el proceso normal de su ciclo vital y en la respuesta
emocional:

•Pueden darse patrones rígidos de funcionamiento.

•Una falta de flexibilidad puede dificultar el paso de la configuración en crisis a la


crónica. Aun cuando el paciente ya es capaz de reasumir sus funciones, los
recursos físicos y psíquicos de la familia siguen movilizados intensamente.

•Se puede desarrollar una relación tan estrecha entre el cuidador primario y el

259
enfermo que el resto de la familia queda excluida, surgiendo muchas veces
problemas de pareja.

•Sobreprotección del enfermo.

.Los roles familiares y las funciones sufren un profundo cambio. Quien se hace cargo
del enfermo gana estatus en la medida en que éste lo pierde.

•Si el enfermo es un padre, la/s personas que realicen tanto el cuidado como las
funciones que él desempeñaba, tiene/n que aprender a hacer cosas que antes no
sabía/n. Si se trata de un hijo, surge la parentalización.

•Si el enfermo es un hijo, su proceso de emancipación se ve dificultado.

•Normalmente el monto de cuidados dentro de la familia lo realiza una sola persona,


el denominado cuidador primario. Su viabilidad depende de tres condiciones: que
la persona que desempeña este papel sienta que es compatible con su proyecto de
vida, tenga momentos de respiro y que la naturaleza de la enfermedad haga viable
el cuidado (Navarro, 1995).

•El impacto de la enfermedad y la evolución dependerán del momento evolutivo en


el que se encuentre la familia, pero tendrá también gran importancia su
naturaleza; son especialmente duras las enfermedades progresivas que cursan por
fases críticas y muy seguidas (McDaniel, Hepworth, y Doherty, 1992).

•Si está centrada en sí misma con tareas como la crianza de los hijos, un momento
centrípeto del ciclo, pueden producirse celos por parte de quien en ese momento
también necesite atención. Existe el peligro de que la familia se atasque en este
período, pero lo normal es que sólo lo prolongue.

•Si está centrada fuera de sí misma, con tareas como la emancipación de los hijos,
momento centrífugo del ciclo, tendrá que simultanearlo con la función centrípeta
del cuidado del enfermo.

•No hay respuesta de curación para el enfermo crónico, sino cuidados paliativos.
Esta realidad hace que se magnifiquen los procesos emocionales.

•Se producen ambivalencias entre lo que se siente o no se siente hacia el enfermo y


el sentimiento de no tener derecho a ello por la suerte que está corriendo.
Además, los miembros de la familia pueden no estar de acuerdo con el rol que se
les ha asignado a causa de la enfermedad.

260
•Se puede llegar a una conspiración de silencio, manteniendo un mito de armonía
sobre las expresiones de sentimientos negativos y problemas, tanto los actuales
como los previos a la enfermedad. Un objetivo normal de este mecanismo es el
mantener en la persona enferma, dentro de unos valores no extremos, su
mecanismo adaptativo de negación y su esperanza, que le permiten un control de
lo que le está ocurriendo.

•Situación de duelo por la salud y funciones perdidas. Contraída la enfermedad y


cronificada, ya nada podrá ser como antes y se pierden objetivos vitales muy
estimados.

•Se puede llegar a sobreproteger al enfermo en el afán familiar de evitarle cualquier


esfuerzo.

9.15. Ecología del sistema. Puntos de estrés y apoyo

(Ver capítulo 6.)

Minuchin (1974) señala dos presiones a las que se ve sometida una familia:

-Interna: originada por la evolución de sus miembros y subsistemas.

-Externa: requerimientos de acomodarse a las instituciones que influyen en sus


miembros.

Estas presiones exigen una transformación constante de los miembros de la familia


en sus relaciones mutuas para que puedan crecer y el sistema familiar conserve su
continuidad.

El estrés sobre un sistema familiar se puede originar en cuatro fuentes:

1.Contacto estresante de un miembro con fuerzas extrafamiliares:

a)Esta transacción puede limitar el sistema conyugal; por ejemplo, los problemas
laborales del marido originan una pelea con la mujer.

b)Puede afectar a través de los límites de los subsistemas la misma fuente de


estrés que afecta a un miembro; por ejemplo, problemas laborales de los
padres, pelea entre éstos, desvío de los problemas a los hijos. Esto reduciría el
peligro del subsistema conyugal pero afectaría al hijo. Puede también darse
una alianza de la madre con el hijo excluyendo al padre, si es coalición, es una

261
pauta transaccional transgeneracional disfuncional.

c)Una familia en su totalidad estresada por el contacto extrafamiliar de uno de sus


miembros; por ejemplo, pérdida del trabajo por parte del padre. Si la familia
responde con rigidez, pueden aparecer pautas transaccionales disfuncionales.
Cuando el problema persiste, pueden darse dos casos:

-Si ha habido un apoyo por parte de la familia: en este caso hay que intervenir en
la interacción del miembro con el agente que lo afectó.

-Si no ha habido apoyo: las intervenciones del terapeuta se dirigirán a la familia.

2.Contacto estresante de toda la familia con fuerzas extrafamiliares:

La intervención del terapeuta debe evaluar la familia si es viable; o lo que ocurre


es que está sobrecargada, en cuyo caso deberá actuar como consejero de la
familia.

3.Estrés en los momentos transicionales de la familia:

Deben aparecer nuevos subsistemas y negociarse nuevas reglas; los conflictos


serán resueltos por negociaciones de transición:

-Resolución-crecimiento.

-No resolución-mayor dificultad.

Los problemas de transición pueden ser:

a)Por cambios en la evolución de los miembros; por ejemplo, la adolescencia de


alguno de los hijos con una mayor demanda de autonomía. Las transacciones
deben modificar la relación para pasar de ser una relación padres-hijo a ser
una relación padresjoven adulto.

b)Cambios en la composición de la familia: aumento o disminución del número de


miembros. Deben desarrollarse nuevos subsistemas y líneas de diferenciación:
el nuevo miembro deberá adaptarse a las reglas y, a la vez, el antiguo sistema
debe modificarse para incluir al nuevo miembro.

4.Estrés referente a problemas de idiosincrasia:

Áreas determinadas de la familia que dan lugar a pautas transaccionales; por

262
ejemplo, retardo mental de algún hijo, defecto físico, etc. En caso de
enfermedades largas en que se da una recuperación, haría falta una readaptación.

El esquema conceptual de una familia normal presenta tres facetas:

1.Una familia se transforma a lo largo del tiempo, adaptándose y reestructurándose


de tal modo que pueda seguir funcionando. Ante el estrés responde apegándose a
esquemas inadecuados.

2.La familia utiliza algunas pautas suficientes para requerimientos habituales. Los
límites deben ser firmes pero lo suficientemente flexibles como para permitir
modificar las pautas cuando las condiciones externas o internas lo requieran.

3.Una familia se adapta al estrés de un modo tal que mantiene la continuidad de la


familia al mismo tiempo que permite reestructuraciones. Si responde, con rigidez,
aparecen pautas disfuncionales.

9.16. Función y patrones de mantenimiento del síntoma

Los patrones relacionales ligados a la génesis, desarrollo y mantenimiento de la conducta


sintomática y su posible función estabilizadora (homeostática) en el sistema familiar se
recogen en dos conceptos: función y patrones de mantenimiento del síntoma (Sluzki,
1983).

La función del síntoma hace referencia a que la conducta sintomática adquiere un


sentido en el seno de las relaciones familiares; por ejemplo, si un niño tiene pesadillas y
no duerme por la noche, los padres tienen que estar pendientes de él e incluso dormir
separados para que el niño no tenga miedo. Si la relación de pareja es insatisfactoria, el
síntoma del niño les puede venir bien para no afrontar la intimidad sexual. Si el niño
mejora de sus pesadillas, la pareja sentirá ansiedad al tener que dormir juntos, pudiendo
llegar a boicotear el cambio, siendo conscientes o no de ello.

Los patrones de mantenimiento son aquellas conductas que refuerzan, a modo de


círculos viciosos, la conducta; por ejemplo, si el niño no durmió la noche de Reyes por el
nerviosismo y los padres, aunque tengan una excelente relación de pareja, se preocupan
en exceso y transmiten al niño que ese es un gran problema, el niño se preocupará ante la
ansiedad de los padres y no dormirá. Al cambiar los patrones de mantenimiento, el
problema desaparecerá rápidamente. Tanto la función del síntoma como los patrones de
mantenimiento pueden ir unidos, lo cual dificulta su eliminación, pues descompensaría
al sistema (ruptura de la homeostasis).

263
Unas escuelas sistémicas se centrarán en la función del síntoma, otras en los patrones
de mantenimiento y otras en ambos aspectos.

9.17. Hipótesis dinámica y sistémica

La hipótesis dinámica hace referencia al «porqué» del problema, a qué se debe que el
individuo presente determinado síntoma o problema. La explicación es intrapsíquica,
sucede dentro del sujeto, la «caja negra» de los teóricos de la comunicación humana.

La teoría psicoanalítica se apoya en una serie de supuestos básicos (Berstein y Nieze,


1980):

1.La conducta humana y su desarrollo está determinado por factores intrapsíquicos,


bajo la forma de impulsos, deseos, motivos y conflictos.

2.Estos factores intrapsíquicos constituyen las causas subyacentes de la conducta


manifiesta, sea ésta normal o problemática.

3.La infancia constituye el período crucial donde se establecen las bases de la


conducta y sus problemas a través de la satisfacción o frustración de una serie de
impulsos y necesidades básicas en las relaciones tempranas del niño con las
personas que le rodean, principalmente los padres.

4.Tanto la evaluación clínica como el tratamiento o la investigación están centrados


en las influencias y funcio nos de diversos aspectos de la actividad intrapsíquica,
a través de procesos enmascarados no susceptibles de observación directa.

Desde esta teoría, los síntomas se explican a varios niveles:

1.Genético. El desarrollo del sujeto en su interacción con el medio, de manera que


las experiencias, déficit y calidad y cantidad de gratificaciones, determinan un
desarrollo normal o estancamientos (fijaciones) en etapas del desarrollo que
implican un modo de funcionamiento mental primitivo y, por ello, inadecuado en
una fase acorde con la edad. Es decir, la psicopatología se entendería como
fijaciones en, o regresiones a, momentos evolutivos anteriores (Abraham, 1924).

2.Estructural. El desarrollo anómalo determina una estructuración mental


disfuncional que genera síntomas como un intento de lograr un equilibrio o como
expresión directa del mismo. Desde esta perspectiva, tenemos que estudiar el
desarrollo y funcionamiento del yo y el súper-yo y la fuerza de las pulsiones

264
agresivas y sexuales. La organización de la personalidad es hoy en día más
importante que los conflictos aislados para entender la psicopatología.

3.Dinámico. Cuando el yo no puede manejar adecuadamente un conflicto entre el


ello (instintos), el súper-yo (moral) y la realidad, debe recurrir a mecanismos de
defensa drásticos que pueden llevar a la formación de síntomas. Por ejemplo,
cuando desde el ello surge un sentimiento de odio (afecto) hacia el padre
(representación) y el súper-yo considera que tal sentimiento es impropio de un
hijo y, por tanto, censurable, el yo debe buscar una solución y para ello utiliza
mecanismos de defensa que evitan tener en la conciencia el «odio a mi padre»; los
mecanismos de defensa conseguirán separar el afecto (odio) de la representación
(padre) para evitar el tomar conciencia de ese hecho. Así, si el sujeto utiliza la
negación («yo no odio a mi padre»), la proyección («él me odia mí») y el
desplazamiento («en realidad no me odia él, sino que me odian [por ejemplo] los
gatos») nos encontramos con que el niño teme a los gatos, pues cree que le
quieren atacar, desarrolla una fobia. Los síntomas serían una formación de
compromiso entre las diferentes tendencias; en este caso, el ello podría decir: «El
odio ha salido a la luz, que es lo que yo quería» y el súper-yo: «Pagarás con la
misma moneda, el odiar, pues los gatos te odian». El precio de ese equilibrio es el
síntoma. Si el sujeto tiene un impulso menos intenso y/o un súper-yo menos
censor y/o un yo más fuerte (con mecanismos de defensa variados, flexibles y
evolucionados) podrá manejarse con el conflicto sin síntomas; por ejemplo,
pensando cosas como «aunque a veces le odie, también le quiero». Los síntomas
tienen, pues, un significado inconsciente y están íntimamente ligados a un
conflicto psíquico y, más generalmente, la conducta está determinada por los
procesos psicológicos conscientes e inconscientes y la interacción con el medio.

El modelo psicoanalítico concibe la patología como multideterminada, de manera


que la constitución sexual (herencia biológica) y las experiencias infantiles (herencia
ambiental) configuran una disposición (estructura de la personalidad basada en la
fijación de la libido en una fase determinada) que, unida a factores desencadenantes
actuales, puede llevar al desarrollo de la patología mental.

La hipótesis sistémica hace referencia al «para qué» del problema. Qué función,
sentido e información cumple el síntoma dentro de un contexto relacional. Las teorías
aplicadas son las descritas al hablar del modelo sistémico en el capítulo de bases
teóricas.

9.18. Uso de instrumentos de evaluación: individual, pareja y familia (ver escalas)

265
Los instrumentos de evaluación son de gran utilidad para, desde otra perspectiva, valorar
los diferentes sistemas del contex lo: familia, pareja, individuo con los diferentes niveles
(conducta, afecto, soma, interpersonal y cogniciones) y otros sistemas.

La elaboración de informes se va a ver enriquecida con el uso de instrumentos de


evaluación y permite a otros profesionales unificar criterios a la hora de valorar el caso,
de manera que lo subjetivo del terapeuta se vea contrastado con lo relativamente objetivo
de la evaluación psicométrica.

Los libros del Equipo EIF (2008) y López y Escudero (2003), de esta misma
colección, ofrecen instrumentos de gran utilidad para la evaluación familiar.

En el apartado de las escalas ofrecemos algunos instrumentos que hemos utilizado en


investigaciones, que nos han resultado de gran utilidad en la clínica e investigación y
sirven de complemento a los recogidos en los libros antes citados.

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271
Como ya hemos señalado en la introducción, en dos libros de esta colección encontrarás
instrumentos de evaluación de las relaciones familiares muy necesarios para el terapeuta
y el consejero familiar:

-Equipo EIF (2008). Manual de instrumentos de evaluación familiar. Madrid.


Editorial CCS.

-López, S. y Escudero, S. (2003). Familia, evaluación e intervención. Madrid.


Editorial CCS.

A nivel clínico y psicosocial:

-Bobos García, J. y cols. (2001). Banco de instrumentos básicos para la práctica de la


psiquiatría clínica. Ars Médica/Novartis; se recogen multitud de escalas de gran
utilidad.

En este capítulo vamos a describir algunas escalas que no se recogen en los libros de
esta colección y que nos parecen útiles para trabajar desde un modelo ecosistémico, el
cual tiene en cuenta tanto al individuo, como al contexto en el que está insertado. La
razón de incluir escalas individuales en un libro sobre evaluación familiar es que la
familia está formada por individuos, los cuales tienen sus propias características
personales y, como decíamos anteriormente, debemos conocer aspectos de los mismos,
tanto para la evaluación como para la intervención.

Estas escalas las hemos utilizado en las investigaciones realizadas sobre familias y
diferentes patologías. En la pági na web <www.centrodepsicoterapia.es>, están
disponibles libros y artículos en los que mostramos teorizaciones y resultados de las
investigaciones en las que utilizamos estos instrumentos.

Ofrecemos escalas para evaluar las relaciones familiares, de pareja y pautas


parentales de crianza. No hacemos referencia a las escalas de Beavers y otras de Olson,
por haber sido abordadas en los libros antes citados. La Family Environment Scale
(Moos y Moos, 1981), la hemos utilizado en varias investigaciones, pero actualmente
está descatalogada, por lo que no la incluimos aquí.

Referidas al individuo, presentamos escalas para evaluar síntomas, autoestima,

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alexitimia y actitud ante el cambio.

Finalmente, ofrecemos una lista de técnicas de terapia familiar para facilitar la


evaluación de las sesiones de terapia familiar por parte de los alumnos.

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1. ESCALAS DE EVALUACIÓN CLÍNICA PARA EL MODELO CIRCUNFLEJO DE
LOS SISTEMAS MARITALES Y FAMILIARES (CRS)

David h. Olson

Instrucciones

En el modelo circunflejo existen tres dimensiones principales: cohesión familiar,


adaptación (cambio) familiar y una dimensión facilitadora de la comunicación familiar.
Cada dimensión tiene varios conceptos que ayudan a definir y a describir la dimensión
global. Antes de hacer una evaluación clínica de una pareja o una familia, el terapeuta o
el entrevistador debe ría revisar todos los conceptos y descripciones en la escala de
evaluación para la cohesión, adaptabilidad (cambio) y comunicación familiar.

276
Al hacer una evaluación clínica, el terapeuta debería evaluar a la pareja o familia en
términos de cada uno de los conceptos para cada dimensión. Con el objeto de obtener
esta información, la entrevista clínica puede ser semiestructurada. Aunque no se
recomiendan técnicas específicas concretas o ningún formato particular para la
entrevista, hemos encontrado útil animar a la pareja o familia a que dialoguen entre sí en
relación a cómo manejan estos temas generales, por ejemplo, el tiempo, el espacio, la
disciplina, etc. A menudo es esclarecedor preguntar a la familia cómo suele ser una
semana típica y cómo manejan sus actividades rutinarias, la toma de decisiones y sus
conflictos.

Después de finalizar la entrevista, el terapeuta debería leer cuidadosamente las


descripciones para cada concepto y seleccionar el valor de la escala que sea más
relevante para esa pareja o familia como una unidad. Aunque algunos individuos o
unidades diádicas pueden ser clasificadas de diferentes maneras, es importante recordar
que la clasificación final debería basarse en cómo la pareja o familia funcionan como un
grupo.

Si una o más personas funcionan de manera diferente al resto de la familia, se puede


hacer una descripción independiente de esa persona, utilizando coaliciones e individuos
desligados: subescala de cohesión. Por ejemplo, es posible tener una familia «aglutinada
rígidamente» con un marido «caóticamente desligado».

Se debería dar una puntuación global para cada dimensión (cohesión, adaptabilidad y
comunicación). La puntuación global debería estar basada en una evaluación global o
«gestalt» más que en una suma de las puntuaciones en las subescalas. De esta forma, se
hace posible clasificar a la familia o pareja en uno de los cuatro niveles de cohesión
(desligada, separada, conectada o aglutinada) o en uno de los cuatro niveles de
adaptabilidad familiar (rígida, estructurada, flexible y caótica).

La evaluación clínica está diseñada de manera que un terapeuta pueda describir el


tipo de sistema marital o familiar e identificar también en qué características podría ser
más útil centrarse de cara a la intervención.

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2. ESCALA DE EVALUACIÓN DEL AJUSTE DIÁDICO

La valoración de la relación de pareja es de gran utilidad, no sólo para el diagnóstico,


sino también para la evaluación del cambio. La Dyadic Adjustment Scale es la más
utilizada en investigaciones con parejas.

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La Dyadic Adjustment Scale (DAS) de Spanier (1976, 1989) es una escala
autoaplicada de 32 ítems y mide la cantidad y la calidad de cualquier tipo de relación de
pareja a través de cuatro aspectos de las relaciones:

-CONSENSO (CO): se refiere al grado de acuerdo entre los miembros de la pareja


en cuanto a las actividades domésticas, ocio, dinero, religión, amistades...

-SATISFACCIÓN (SA): mide la cantidad de tensión en la relación, como la


consideración del desenlace de la relación. Se refiere al grado de satisfacción de
cada miembro en la pareja. A mayor puntuación, menos tensión o mayor
satisfacción.

-EXPRESIÓN DE AFECTO (EA): sería la satisfacción individual respecto a las


expresiones de afecto en la relación. Recoge tanto aspectos sexuales como
expresiones afectivas.

-COHESIÓN (CH): se basa en la frecuencia con la que realizan actividades en


común.

La escala se acompaña de una hoja de corrección, en la que se reparten los ítems en


función de las subescalas que componen. Cada ítem corresponde únicamente a una
subescala, obteniendo una puntuación de cada subescala sumando sus ítems. La
puntuación total de la escala se calcula sumando las puntuaciones de las cuatro
subescalas (entre 0 y 151). Spanier propone la transformación de las puntuaciones
directas, tanto la total como la de cada subescala, en puntuaciones T, en las que la media
sería 50 y la desviación típica, 10. El autor comenta que puntuaciones inferiores a 45
indicarían un ligero empobrecimiento del ajuste marital (correspondería a una
puntuación directa de 105). Otra forma diferente de interpretar los resultados del DAS es
la propuesta por autores como Burger y Jacobson (1979), que proponen identificar las
puntuaciones inferiores a 100 como indicadoras de un pobre ajuste marital.

Ofrece una medida global del ajuste diádico en cada miembro de la pareja. En las
investigaciones se usan habitualmente dos puntos de corte: a) puntuaciones > 105
indican buen ajuste, y b) Crane et al. (2000) proponen un punto de corte de 107 como
indicador de distress y no distress en cada miembro de la pareja, puntuaciones inferiores
a ésta, indicarían una peor calidad del ajuste marital para cada miembro. Estos autores
sugieren que este punto de corte equivale a la puntuación criterio de 100 en la Marital
Adjustment Test (Locke & Wallace, 1974).

Por otra parte, evalúa la calidad de la relación sobre la base de la diferencia de

288
puntuación (valor absoluto) obtenida en el ajuste total de cada miembro de la pareja (una
diferencia > de 5 puntos entre ambos indica mala calidad de ajuste).

Según diferentes autores (Spanier, 1976; Spanier y Thomson, 1982; Antill y Cotton,
1982), los índices de fiabilidad están demostrados y son buenos. La consistencia interna
de la escala total, calculada a través del coeficiente alfa de Cronbach, es de 0,96; en
consenso, a = 0,90; en satisfacción, a = 0,94; en cohesión, a = 0,86, y en expresión de
afecto, a = 0,73.

La escala debe pasarse en presencia del evaluador, evitando que la pareja haga
comentarios sobre la misma. El DAS es la escala más usada para evaluar el ajuste
diádico de la pareja en contextos clínicos y de investigación (Piotrowski, 1999).

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3. VALORACIÓN DE LAS PAUTAS PARENTALES DE CRIANZA

El Parental Bonding Instrument (PBI) (Parker, Tupling y Brown, 1979) evalúa las pautas
parentales de crianza, descritas en el apartado del apego. Este cuestionario muestra
actitudes y conductas de los padres y tipos de vinculación.

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4. VALORACIÓN DE LA ALEXITIMIA

Como hemos visto en el apartado teórico, las emociones son de gran importancia en la
terapia familiar. Las dificultades en el procesamiento cognitivo de las emociones traerá
consigo problemas relacionales, por lo que una adecuada evaluación permitirá al
terapeuta conocer más a fondo «el terreno» para ayudar mejor.

La Toronto Alexithymia Scale de 20 ítems (TAS-20) (Bagby, Parker y Taylor,


1994a; Bagby, Parker y Taylor, 1994b) es un autoinforme que mide el grado de
alexitimia, como escala de respuesta tipo Likert de cinco puntos (1-5) que refleja desde
el total acuerdo al total desacuerdo en cada uno de los ítems.

Consta de tres factores:

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1.FI (dificultad para identificar sentimientos y diferenciarlos de las sensaciones
fisiológicas que acompañan a la activación emocional).

2.FII (dificultad para describir sentimientos).

3.FIII (patrón de pensamiento orientado a lo externo).

Siguiendo los criterios de Taylor et al. (1996), Rastan et al. (1997) y los datos
normativos de la población española (Martínez-Sánchez, 1996), el punto de corte del
TAS-20 en: <51 no alexitimia, >52 y <59 alexitimia baja, >60 alexitimia alta.

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300
5. VALORACIÓN DE SINTOMATOLOGÍA PSIQUIÁTRICA

En muchos casos el terapeuta familiar se enfrenta a patologías psiquiátricas que


requieren una adecuada valoración; la escala que ofrecemos es de fácil utilidad y permite
un rápida evaluación de sintomatología y gravedad de la misma.

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302
A continuación, se detallan los ítems que componen la escala y el contenido básico
de cada uno:

1.Preocupación somática. Grado de preocupación por la salud corporal.

2.Ansiedad. Presencia de inquietud, tensión, temor, preocupación.

3.Depresión. Tristeza y cogniciones, desesperación y pérdida de autoestima.

4.Culpa. Preocupación o remordimiento por la conducta pasada.

5.Hostilidad. Incluye peleas y otras expresiones de actitud o acciones hostiles.

6.Desconfianza. Creencia de que otras personas han actuado de forma maliciosa.

7.Contenido del pensamiento. Incluye delirios, ideas grandiosas y persecutorias,


inserción y robo del pensamiento.

8.Grandiosidad. Opinión exagerada de sí mismo, convicción de habilidad, poder o


identidad especial.

9.Alucinaciones. Percepción en ausencia de estímulos externos.

10.Desorientación. Confusión respecto a personas, lugares, tiempo.

11.Desorganización conceptual. Grado en que el discurso es confuso,


desconectado o desorganizado.

303
12.Excitación. Tono emocional elevado, capacidad de reacción aumentada,
impulsividad.

13.Retardo motor. Reducción del nivel de energía, observado en la lentitud de


movimientos y el discurso.

14.Sentimiento embotado. Limitación de expresión emocional, indiferencia y


monotonía.

15.Tensión. Manifestaciones físicas y motrices de tensión, nerviosismo y


agitación.

16.Comportamiento y actitud. Conducta extraña, movimientos estilizados, actos o


posturas inapropiadas.

17.No cooperación. Resistencia, resentimiento o falta de buena voluntad para


cooperar en la entrevista.

18.Abandono emocional. Incapacidad del paciente para relacionarse


emocionalmente durante la entrevista.

19.Suicidio. Deseo expresado, intento o acciones para dañarse o matarse.

20.Autonegligencia. Conductas de higiene, apariencia y alimentación más bajas de


lo normal.

21.Conducta extraña. Declara conductas que son raras, poco corrientes o


psicóticamente criminales.

22.Ánimo elevado. Sentimiento de bienestar exagerado, euforia desproporcionada


con las circunstancias.

23.Hiperactividad. Incremento en el nivel de energía observado en movimientos


y/o rápido discurso.

24.Distracción. Grado en que las secuencias del discurso y las acciones son
interrumpidas por estímulos externos mínimos.

Factores de la BPRS-E

FACTOR 1: PENSAMIENTO DELIRANTE.

-Maneras y posturas.

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-Conducta extraña.

-Contenido pensamiento anormal.

-Alucinaciones.

-Trastornos somáticos.

-Hostilidad.

-Autonegligencia.

-Desconfianza.

-Desorganización conceptual.

-Grandiosidad.

-No cooperación.

FACTOR 2: AGITACIÓN PSICOMOTRIZ.

-Hiperactividad.

-Excitación.

-Ánimo elevado.

-Tensión.

-Distracción.

FACTOR 3: ENLENTECIMIENTO PSICOMOTRIZ.

-Sentimiento embotado.

-Retardo motor.

-Abandono emocional.

-Grandiosidad. (-)

-Ánimo elevado. (-)

FACTOR 4: DEPRESIÓN.

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-Ansiedad.

-Suicidio.

-Culpa.

-Depresión.

-Contenido pensamiento anormal.

FACTOR 5: OPOSICIÓN.

-Desorientación.

-Desconfianza.

-No cooperación.

-Grandiosidad.

-Preocupación somática. (-)

-Contenido pensamiento anormal. (-)

FACTOR 6: DESORGANIZACIÓN CONCEPTUAL.

-Desorganización conceptual.

-Autonegligencia. (-)

-Distracción.

-No cooperación. (-)

-Alucinaciones.

6. EVALUACIÓN DE LA AUTOESTIMA

El autoconcepto puede definirse como las percepciones que el individuo tiene de sí


mismo, o como la totalidad de los pensamientos y sentimientos de un individuo que
hacen referencia a sí mismo (Rosenberg, 1979).

El modelo teórico de Shavelson et al. (1976) destaca la multidimensionalidad del


autoconcepto al estar formado por diversos constructos o aspectos relacionados pero

306
distinguibles. Otros autores plantean una sola dimensión, como la medida por Rosenberg
(1965) o la defendida por Coopersmith (1967).

La autoestima se encuentra íntimamente relacionada con el autoconcepto y puede


definirse como la actitud positiva o negativa hacia un objeto particular, el sí mismo
(Rosenberg, 1965), lo que supone un componente valorativo del autoconcepto.

La autoestima es aquello que sentimos, pensamos y manifestamos acerca de


nosotros. Está en relación con la valoración que el ser humano realiza acerca de sí
mismo y con los sentimientos que ésta le produce. Tiene dos aspectos: a) cognitivo, con
él hacemos referencia a la valoración que hacemos de nosotros, y b) emocional, tiene
que ver con el aprecio o amor que sentimos hacia nosotros mismos.

La persona con autoestima alta no necesita «hacerse valer» constantemente ante los
demás y se acepta a sí misma. Tiene pensamientos positivos sobre sí misma: «soy
capaz...», «yo puedo...», «me gusta como soy». La persona con la autoestima baja
piensa: «No valgo nada» o «no valgo tanto como...», «no sé si puedo...», «no me gusto».

Las consecuencias de una autoestima alta son que el sujeto se siente seguro de sí
mismo en sus relaciones, siendo capaz de una independencia adecuada a su edad,
cumpliendo con sus obligaciones y sintiéndose capaz de cumplirlas y, sobre todo, con
mayor capacidad para afrontar dificultades, mayor resistencia en los conflictos y un
interés constante en avanzar y en cumplir sus objetivos.

La autoestima se empieza a formar desde el comienzo de la vida. La forma en que


los padres se relacionan con el niño en sus primeros años determina la valoración inicial
que el niño hace de sí mismo. En esta corta edad, la autoestima está basada en la
aceptación y relación con los padres y familiares más cercanos. En los primeros años de
vida, el niño no tiene un concepto de sí mismo, sino que éste se va formando
progresivamente en función de mensajes que va recibiendo y de las relaciones que se van
creando a su alrededor.

En la construcción de la propia identidad existen mensajes que le ayudan a definirse


(¿quién soy?) y otros que le dicen cómo debería ser. Los segundos le ayudan a formar lo
que quiere ser. Con este punto de referencia (lo que quiero ser), va a analizar lo que los
demás le van devolviendo sobre lo que va siendo. De este análisis o valoración personal
surgen los pensamientos y sentimientos sobre él mismo: la autoestima.

La formación del ideal de persona se hace a partir de las normas y valores que el
infante va recibiendo de los padres (en primer lugar) y de los profesores y personas

307
adultas, desde que el niño es pequeño. Más tarde incorpora las valoraciones de sus
iguales. Los demás se convierten en un espejo donde el niño se ve.

En la formación de la autoestima tiene una importancia capital los mensajes que los
padres y adultos en general transmiten al niño. Estos mensajes son de tres tipos:

1.Aquellos que transmiten una idea de sí mismo (como un espejo) y que le ayudan a
definirse.

2.Aquellos que le transmiten las normas y valores que el niño va interiorizando para
analizar la realidad y a sí mismo.

3.Aquellos que le transmiten una forma de situarse ante las equivocaciones y errores.

Todo esto es clave para que desde la infancia se vaya construyendo un buen
autoconcepto y una sana autoestima.

La Escala de Autoestima de Rosemberg (EAR) (Rosemberg, 1965) tiene por


objetivo evaluar el sentimiento de satisfacción que una persona tiene consigo misma.
Este instrumento consta de 10 ítems generales que puntúan de 1 a 4 en una escala tipo
Likert. El rango del cuestionario es de 10 a 40, con una puntuación tanto mayor cuanto
mayor es la autoestima. El punto de corte utilizado es 28.

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7. ESCALA PARA EVALUAR EL CAMBIO

La actitud hacia el cambio es un factor pronóstico de gran importancia en psicoterapia.


En la terapia familiar nos encontraremos muchas veces con que los diferentes miembros
de la familia muestran distintas actitudes hacia el cambio. Su valoración ayudará a cada
individuo a progresar hacia relaciones más satisfactorias.

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8. TÉCNICAS USADAS EN TERAPIA FAMILIAR Y DE PAREJA (Minuchin y
Fischman, 1981)

A la hora de evaluar una sesión de terapia familiar el profesional debe tener en cuenta las
técnicas que utiliza el terapeuta, especialmente en contextos de formación. Por ello
incluimos aquí un resumen de técnicas.

1. Creación del sistema terapéutico. Apoyo y comprensión hacia la familia

ESTRATEGIAS:

1.1. Unión. Acciones del terapeuta con el fin de relacionarse con la familia.

1.2. Acomodación. Aceptación de la organización y estilo de la familia para lograr la


alianza.

Mantenimiento de pautas transaccionales. Proporcionar un apoyo programado a


la estructura familiar. Rastreo. Planteamiento de preguntas que clarifiquen la
situación familiar.

Mimetismo. Señalamiento de las semejanzas entre el terapeuta-familia.

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1.3. Coparticipación. Hacer saber a la familia que el terapeuta los comprende y
trabaja para ellos.

Brindar protección y seguridad desde diferentes posiciones de proximidad.

Cercana. Instrumento: confirmación (valida la realidad familiar).

Intermedia. Instrumento: rastreo (recopilación de datos).

Distante. Instrumento: dirigir en su condición de especialista.

2. Cuestionamiento de la organización familiar

ESTRATEGIAS:

2.1. Cuestionamiento del síntoma. Reencuadramiento

TÉCNICAS:

2.1.1. Escenificacion. Pedir que la familia «dance» en presencia del terapeuta.


Observación reglas que rigen pautas de interacción.

2.1.2. Enfoque. Organización y estructuración de los datos.

Seleccion elementos. Elaborar un tema para trabajar con él.

Redefinición del sintoma. Cambio de la visión de la realidad familiar.

Desfocalización en otro síntoma.

2.1.3. Intensificar. Hacer que la familia «oiga» el mensaje.

Repetición del mensaje. Repetición del contenido y la estructura.

Repetición de interacciones isomórficas. Repetición de mensajes que en la


superficie parecen diversos.

Modificación del tiempo. Prolongación o reducción del tiempo que dura la


interacción.

Cambio de la distancia. Ruptura de la distancia «adecuada» que suele mantener


la familia entre sí.

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Modificación del componente afectivo.

Exageración del síntoma. Adoptar un carácter fatalista.

Desacentuación del síntoma. Normalizar.

2.2. Cuestionamiento de la estructura familiar. Reestructuración

TÉCNICAS:

2.2.1. Fijación fronteras. Modificar la participación de los miembros de diferentes


holones.

-Variar la distancia psicológica.

-Variar la duración de la interacción.

-Mantenimiento de la regla: nadie debe hablar por otro, decir lo que siente o
piensa.

2.2.2. Desequilibramiento. Modificar la jerarquía de las personas dentro del holón.

Alianza con miembros de la familia. Con miembro periférico o posición


inferior (apoyo) o con miembro dominante (sobreintensificación).

Alianza alternante. Atribuir pericias diferentes y complementarias entre los


distintos subsistemas.

Ignorar a miembros de la familia. Desatender a niños acaparadores y


refractarios o al miembro dominante.

Coalición contra miembros de la familia. Cuestionar y descalificar la pericia de


un miembro de la familia.

2.2.3. Enseñanza de la complementariedad. Visión de la realidad interrelacionada.


Cuestionamiento del conocimiento habitual de los miembros sobre sí
mismos y los demás.

Cuestionamiento del problema. No existencia de paciente individualizado, sino


relaciones disfuncionales. Cuestionamiento del control lineal. Apuntar la
reciprocidad de las conductas.

316
Cuestionamiento del modo de recortar los sucesos. Ampliar el concepto de
tiempo y encuadrar la conducta individual como parte de un todo más vasto.

2.3. Cuestionamiento de la realidad familiar. Reestructuración

TÉCNICAS:

2.3.1. Empleo de constructos cognitivos. Diferente concepción de la realidad, sin


síntomas, flexible y pluralista.

Constructos universales. Cosas que «todo el mundo sabe».

Verdades familiares. Justificaciones de la familia. Metáforas que simbolizan su


mundo usadas como instrucción para ampliar la realidad.

Consejo especializado. Explicación diferente basada en la experiencia,


conocimiento del terapeuta.

2.3.2. Intervenciones paradójicas. Uso ante familias rígidas, resistentes al cambio


y para evitar una lucha por el poder entre familia-terapeuta.

Basadas en el desafío: redefinición del síntoma con connotación positiva.

•Prescripción del síntoma.

•Restricción.

•Refrenamiento.

Basadas en la aceptación y el desafío:

•Inversiones. Directiva para que un miembro de la familia invierta su actitud o


conducta, para provocar respuesta paradójica en otro miembro. En las familias
hay miembros cooperadores y resistentes.

•Coro griego. Consulta como refuerzo de las intervenciones del terapeuta.

Alternativas:

-Aceptar el no poder cambiar. Se sitúan en posición inferior.

-No aceptar el no poder cambiar. Romper la pelea familia-terapeuta.

317
2.3.3. Insistencia en lado fuerte de la familia. Búsqueda de alternativas de
interacción que genere conductas competentes con el fin de dar la vuelta a
la imagen que la familia expone de sí misma.

2.4. Técnicas generales de reestructuración

2.4.1. Dramatización de pautas transaccionales. Hacer que la familia actúe en


lugar de describir.

2.4.2. Recreación de canales de comunicacion. Estimular la comunicación


intrafamiliar en la sesión.

2.4.3. Manipulación del espacio. Redistribución geográfica de los miembros de la


familia en sesión.

Ubicación. Metáfora para intimidad o distancia entre personas.

Proporciona indicios de alianzas y coaliciones.

Centralidad y aislamiento.

Estimula el diálogo.

Modo efectivo de trabajar los límites.

2.4.4. Señalamiento de los límites. Crear intercambio flexible entre autonomía e


interdependencia de miembros de la familia.

Límites de los subsistemas:

-Conyugal.

-Parental.

-Fraterno.

2.4.5. Intensificación del estrés. Explorar la flexibilidad del sistema familiar y la


capacidad de reestructurarse y crecer.

Bloqueo de pautas transaccionales. Obstruir el flujo de comunicación a lo largo


de los canales habituales.

318
Acentuación de las diferencias. Señalar las diferencias que la familia ha
escamoteado.

Desarrollo del conflicto implícito. Destruir el mecanismo de evitación de


conflictos.

Unión en alianza o coalición. El terapeuta se une temporalmente a un miembro


o subsistema de la familia.

2.4.6. Asignación de tareas:

-En sesión: para dramatizar las transacciones de la familia y sugerir cambios.

-Para casa: deberes que el terapeuta asigna.

2.4.7. Manipulación del humor. Utilizar el afecto predominante de la familia, para


manipular distancia, redesignar el afecto, e introducir intensidad.

2.4.8. Apoyo, educación y guía.

2.4.9. Técnica del «sí, pero...».

2.4.10. Técnica del «sí y...».

OTRAS TÉCNICAS:

RESUMEN DE TÉCNICAS

319
320
321
Bibliografía

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Scale». Journal of Marriage and the Family, 2, 15-28.

324
Libros para analizar y mejorar la forma de vida en la sociedad actual

1.Mente sana, cuerpo sano

Ramiro J.Álvarez

2.La relación de ayuda

Luciano Cian

3.Comunicarse para ser feliz

Fernando Moreno Muguruza

4.El chamán urbano

Ramiro J.Álvarez

5.El enfoque interno

Ramiro J.Álvarez

6.El jardín interior

Fernando Moreno Muguruza

7.El arte de comunicarse en familia

Rosina y Gino Costa

8.Sólo este momento

Helena Soler y Carmelo Lezana Les

9.Soy tierra que camina

Chamalú

10.Ser yo mismo.

325
Serafín Ruiz

11.¿Cómo hablas tú conmigo?

joachim Engl y Franz Thurmaier

12.Guía práctica de salud mental

Alfonso López Caballero

13.Curso práctico de autoestima

Alfonso Barreto

14.Los desafíos del Centauro

Adrián Kertesz

15.¡Yo, sí quiero llevarme bien...!

M' P.Berzosa y M' P.Rinconada

16.Emociones inteligentes

Alfonso Barreto

17.Propuestas para mejorar la autoestima

R.Mesquita y R.Alberto

Colección destinada a la formación de animadores socioculturales de personas mayores


y a proporcionar materiales útiles para su trabajo

1.La actividad física en las personas mayores

J.Valbuena / M.Fernández (coords.)

2.Programa de psicoestimulación preventiva

326
Anna Puig

3.La animación con personas mayores

Carolina Elizasu

4.Ejercicios para mejorar la memoria

Anna Puig

5.Programa de entrenamiento de la memoria

Anna Puig

6.Ejercicios para mantener la cognición

Anna Puig

7.Ejercicios para mejorar la memoria/2

Anna Puig

8.Ejercicios para mejorar la memoria/3

Anna Puig

9.Ejercicios de agilidad mental

Ignacio Olivar

327
Índice
Introducción 9
1. El contexto ecológico 11
2. Individuo 15
Bibliografía 19
1. Teoría de la Comunicación Humana 21
2. Teoría General de los Sistemas 25
3. Teoría de los Grupos 30
4. Teoría de los Tipos Lógicos 30
5. La evolución del modelo sistémico. De la primera cibernética al
32
construccionismo social
6. La segunda cibernética 33
7. El construccionismo social 34
1. Las relaciones primitivas desde el modelo psicoanalítico 42
2. Las fases del desarrollo psicológico según Mahler 45
3. Teoría del apego 49
4. Pautas parentales de crianza 58
5. La transmisión generacional en las familias 62
1. Alexitimia 83
2. Empatía 85
3. Emoción expresada (EE) 86
4. El terapeuta y las emociones 89
1. Sobre la elección de pareja 98
2. El amor 105
4. Tipos de amor 108
S.La sexualidad en la pareja 109
1. Manifestaciones del duelo normal 133
2. Duelo y familia 138
1. Personalidad y trastornos de personalidad 145
2. Psicopatología 153

328
1. Formato del genograma 157
2. Tipos de genogramas 165
3. Pautas que observar en el genograma 169
1. Tipos de escultura 174
2. Técnicas psicodramáticas utilizadas en el proceso de la escultura 177
3. Análisis de la escultura 180
1. Evaluacion de la demanda 185
2. Analisis de las primeras entrevistas con la pareja o familia 187
3. Evaluacion de la familia o pareja 188
4. Planificacion terapéutica 191
S.Intervenciones del terapeuta 192
6. Evaluacion de los resultados 193
7. Desarrollo de la guía de evaluación familiar 195
8. Análisis de las primeras entrevistas con la pareja o familia 206
9. Evaluación de la familia o pareja 211
1. Escalas de evaluación clínica para el modelo circunflejo de los
275
sistemas maritales y familiares (
2. Escala de evaluación del ajuste didáctico 287
3. Valoración de las pautas parentales de crianza 293
4. Valoración de la alexitimia 297
5. Valoración de sintomatología psiquiátrica 301
6. Evaluaciónde la autoestima 306
7. Escala para evaluar el cambio 310

329

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