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“ORGANIZADORES DEL DESARROLLO”

Sobre el libro de Mirtha Chokler.


Al observa a los bebés, muchas cosas cobran sentido y uno entiende la relación que
existe entre aspectos del desarrollo tan esenciales como la seguridad del niño y el que
inicie un determinado movimiento o no. A veces nos preguntamos: por qué este bebé
aún no camina, por qué no habla. Y puede que la explicación la encuentres en esta
teoría.

Lo primero que debemos entender, al hablar de los organizadores del desarrollo, es


que los seres humanos somos neurobiopsicosociales. Si, es un poco complicado
decirlo. Pero se refiere a que nuestro desarrollo y crecimiento tiene que ver con
factores internos y físicos (neurológicos y biológicos), con factores psicológicos y
emocionales (el carácter y cómo se moldea, las experiencias de vida, etc) y factores
sociales, contextuales que influyen en cómo se despliega esa biología y emocionalidad
en el mundo.

Chokler, nos dice: “El desarrollo de la persona a lo largo de su vida, muy


particularmente desde la primerísima infancia – la protoinfancia- implica un proceso
de organización progresiva y de complejización creciente de las funciones biológicas y
psicosociales. Comprendemos el desarrollo como el conjunto de transformaciones
internas que permiten al sujeto la adquisición de las competencias necesarias para
ejercer progresivamente actitudes cada vez más autónomas.” (p. 1)
Implica una organización progresiva, porque en un inicio nuestra biología es
desorganizada, dispersa, hasta pareciera un poco sin sentido, sin finalidad. Con las
experiencias que va viviendo el bebé con su entorno, con las personas que lo rodean,
se va construyendo un sentimiento de unidad, de continuidad y cohesión, que permite
configurar el YO y que lleva a conformar la propia identidad. De ahí la importancia de
todas las experiencias tempranas, que deben ser ricas, amorosas y armoniosas. O si
existe algo negativo (que obviamente siempre lo hay en esta vida), es importante que
el bebé tenga la experiencia de que frente a eso “malo” que le ocurre, hay una
posibilidad de contención o de algo “bueno”. Por ejemplo: frente a la sensación de
hambre, hay una madre que nutre, que alimenta, que sacia el hambre.
En relación a lo neurobiopsicosocial, Chokler, basándose en Pichón Riviere, nos dice
que: “El proceso de constitución del sujeto humano es producto de una compleja
transformación evolutiva. Lo biológico, entre ello lo neurológico, constituye la base
material para las relaciones adaptativas con el mundo externo. Aun dependiente en
gran parte de lo genético y de lo congénito, lo biológico está a su vez entramado en la
urdimbre social que realmente genera a la persona”. (p. 2)
No debemos olvidar, que a pesar que el niño se está organizando y construyendo su
identidad, lo concebimos como un ser completo, constructor activo de su desarrollo y
de su persona, desde el momento de su nacimiento. No es una persona inconcompleta
a la que “hay que construir” (o destruir) o que “en un futuro será persona”.
Tomándonos de las palabras de Myrtha Chokler:
“Nuestra concepción de sujeto – que se apoya evidentemente en una elección ética y
epistemológica – reconoce al bebé como un ser activo, abierto al mundo y al entorno
social del cual depende, capaz de iniciativas, sujeto de acción y no sólo de reacción,
como ser pleno de emociones, de sensaciones, de afectos, de movimientos, de miedos
y ansiedades, de pensamientos lógicos con una lógica a su nivel, capaz de establecer
vínculos, intensamente vividos en el cuerpo, porque el bebé es todo cuerpo” (p. 3)
Lo he comentado ya otras veces en relación al rol del adulto con el infante, pero no
debemos olvidar que debemos ser facilitadores del desarrollo, mediadores de la
relación del bebé con el mundo que lo rodea.
Hay estudios que plantean que problemas como la hiperactividad, el déficit atencional,
la baja motivación o la agresividad, han sido “creados” por los adultos en el mundo
actual. Yo le agregaría “criados”. Son problemas que generamos muchas veces en
nuestros niños por sobrestimularlos u “obligarlos” a realizar determinados
movimientos o asumir actitudes para las que aún no están preparados. Nos olvidamos
de respetar sus propias iniciativas e intereses y de comprender que son capaces, por sí
mismos, de lograr todo aquello que debemos lograr en términos del desarrollo
psicomotor, a su propio ritmo, en una espiral progresiva.
Para mi, todo esto cobra mucho sentido en nuestro mundo actual: tan acelerado, que
quiere todo lo más rápido posible y en el que bombardeamos constantemente a
nuestros niños con elementos que los sobrestimulan: con la alimentación
hiperazucarada y salada, los gimnasios y multiples juguetes superestimulantes que les
entregamos, los videojuegos, los celulares, la televisión, las múltiples exigencias para
sean superultramegadestacados en el colegio y los más “exitosos”…. Y podríamos
seguir con la lista.
Pero… retomemos: el niño, entonces, se relaciona con otros, a partir de otros y en
oposición a otros (Chokler). El medio, lo anida, le facilita u obstaculiza el aprendizaje, o
más bien “matrices de aprendizaje”, para que se produzcan una serie de
transformaciones progresivas que generarán su proceso de crecimiento. Y aquí entran
en juego los organizadores del desarrollo. Ellos son los que, al interrelacionarse,
facilitan u obstaculizan este proceso.
Entonces, resumiendo: nacemos con una estructura biológica originaria que nos
permite relacionarnos con el ambiente. Pero es la interacción de los organizadores del
desarrollo la que influirá en nuestro proceso de crecimiento o desarrollo, a partir de
esta base biológica. De la calid
ad en que interactúen y se relacionen estos organizadores, dependerá el curso de
nuestro desarrollo.
Antes de pasar a detallar y definir cada organizador, mencionaré cuáles son los 5
organizadores del desarrollo: vínculo de apego, comunicación, exploración, seguridad
postural y orden simbólico.

Los organizadores del desarrollo


1. Vínculo de apego: Como sujeto completo y competente que es, el niño, desde el
nacimiento, es capaz de establecer lazos con su entorno, especialmente con los
adultos: “Los lazos primordiales con los adultos que lo cuidan, constituyen el vínculo

de apego (J. Bowlby,1976). Su función es proteger,


contener, sostener y tranquilizar al niño en su contacto con el mundo, que, por ser
nuevo y renovado permanentemente, le despierta curiosidad, interés y también
inquietud, alarma y ansiedad.”(Chokler). La calidad de este vínculo, del sostén que
realiza el adulto: su cercanía o lejanía, su capacidad de contenerlo o no, de
acompañarlo y apaciguarlo; determinará cómo se sienta ese niño: sostenido,
contenido, confiado en su entorno, apaciguado, calmado o; frustrado, temeroso,
ansioso. Es decir, determinará sus matrices afectivas, relacionales y sociales. Es el
adulto, el que desde el nacimiento, calma, tranquiliza, aporta seguridad al bebé. El
vínculo de apego, tiene la función de neutralizar la ansiedad que genera un mundo
desconocido. Aunque aún no hablamos de la relación entre los organizadores, es
necesario decir que sin un vínculo de apego seguro, es difícil que el niño se atreva a
explorar el mundo que lo rodea, por ejemplo, o a comunicarse con él. De ahí la
importancia de la interacción con los otros organizadores.

2. Comunicación: Es fundamental entender que la


comunicación va más allá de las palabras. Si comprendemos al bebé como un sujeto
completo, nos daremos cuenta que se comunica desde el momento de nacer,
desplegando progresivamente todo un repertorio de comunicación con el mundo que
va creciendo hasta el desarrollo del lenguaje. Desde el nacimiento, existen las miradas,
los gestos, mímicas, voces o balbuceos, movimientos, etc., que nos indican claramente
intenciones comunicativas. Sólo debemos aprender a descifrar estos códigos. Simples
posturas o determinados movimientos o actitudes, se pueden transformar en
comunicación por el sólo hecho de la interpretación del adulto, que les otorga
significado y le señala al niño, de esta forma, que así puede comunicarse, dando
origen a un intercambio de señales.

3. Exploración: La motricidad es utilizada


por el niño, no sólo para desplazarse o alcanzar un determinado objeto, sino también
para “aprender a pensar”. Es a través de la exploración que el bebé conoce el mundo
que lo rodea, le permite apropiarse de su medio, conocerlo y construir aprendizaje. De
ahí la importancia de permitir la exploración, de facilitar todos aquellos momentos que
lo pongan en contacto con el mundo. Mientras más le demos la oportunidad de
hacerlo por sí mismo y nosotros seamos simples mediadores que le presentamos ese
mundo pero no lo “elaboramos” por él, más rica será esta interacción, más rico el
desarrollo de su pensamiento.
4. Seguridad postural: Este organizador está fuertemente ligado al del vínculo, Tiene que
ver con la sensación íntima de equilibrio o de desequilibrio. La seguridad postural, se
basa en la motricidad, pero su despliegue, permite configurar el yo de cada persona.
En el despliegue del movimiento, el bebé va conociendo su cuerpo, dominándolo
progresivamente y confiando en sí mismo, lo que influye profundamente en el
desarrollo de la personalidad del bebé. Acá también podemos ver una fuerte
interacción con los otros organizadores: si yo permito al bebé explorar el mundo
libremente, le trasmito el mensaje de que “confío en él”, eso le permite atreverse a
moverse, adquirir mayor confianza postural y, por lo tanto, aportarle al sentimiento de
unidad, confianza en sí mismo y seguridad. Acá volvemos a tocar el tema de la
importancia de poner a los bebés boca arriba y que, progresivamente, vayan
alcanzando y dominando otras posturas, sin llevarlos a ellas, dejándolos que lo hagan
por sí mismos.

5. O rden simbólico: Chokler nos señala que este quinto


organizador tiene que ver con el conjunto de: creencias, valores, saberes sociales y
culturales del entorno que rodea al bebé. Son las representaciones sociales, todo
aquello que está a la base de nuestra cultura (que la distingue de otras culturas), y que
implícitamente marca nuestro desarrollo. Son acuerdos tácitos, que pasan muchas
veces desapercibidos pero que marcan nuestra forma de ser y estar en el mundo. Por
ejemplo: Hay países en lo que a penas nace el bebé se le da un shock de agua
congelada, para que se acostumbre a las temperaturas muy frías en que va a crecer y
desarrolle las defensas necesarias para este ambiente. En otros países esto sería una
aberración y pensaríamos que puede llevar al niño a la muerte. Obviamente esta
primera experiencia va a marcar en el niño su visión del mundo. Lo mismo ocurre con
la concepción de sujeto de la que hemos estado hablando: si lo veo como sujeto
incompleto y hago todo por el bebé, le trasmito que él no es capaz de lograr su propio
desarrollo, de constituirse como persona. Si lo considero desde el punta de vista
contrario, le trasmito seguridad, confianza en sí mismo y es distinto el adulto futuro
que estaremos configurando. De ahí la importancia de todo lo que trasmitimos
culturalmente y que se traspasa desde el momento de nacer (o incluso desde antes).

Como señalaba, la interacción de estos organizadores es crucial a la hora de configurar


el desarrollo. Podemos pensar en múltiples relaciones y ejemplos, pero mencionaré
algunas de ellas, destacando que ningún organizador es más importante que el otro, es
su interacción la que permite esta espiral progresiva de crecimiento.
Lo veremos en un ejemplo: la adquisición de la marcha, evento tan crucial y tan
esperado por los padres.
Muchas veces nos preguntamos, cuando miramos al bebé de al lado, ¿por qué mi hijo
aún no camina? Sabemos que las edades son relativas, pero el evento es tan esperado
que, cuando vemos a otro niño de edad similar al nuestro, nos desesperamos y
pensamos que nuestro bebé se encuentra desfasado. Es ahí cuando nos preguntamos
qué hicimos mal y qué serie de ejercicios deberemos hacer ahora para que camine lo
antes posible.
Sin embargo, adquirir la marcha es un evento profundamente complejo, en el que han
estado interactuando constantemente y desde el nacimiento, los organizadores, para
que, en un momento determinado, se produzca este evento. ¿De qué manera?
El vínculo de apego ha sido crucial a la hora de aportarle al niño la seguridad que
requiere para atreverse a explorar el mundo y conocerlo. Esa exploración le ha
permitido, al mismo tiempo, vincularse con el mundo e ir comprendiéndolo. En esa
interacción, el bebé ha podido desplegar diferentes posturas, se ha encontrado con
facilitadores y barreras a sus movimientos, se ha comunicado con el mundo y ha ido
creciendo en seguridad y autonomía, si el orden simbólico que lo rodea le ha permitido
la exploración y libertad de movimiento que requiere para confiar en él.

Que un niño camine,


depende de los movimientos y posturas que ha desarrollado previamente, de la
seguridad y entorno que se le ha brindado para poder desplegarlas. Si yo lo presiono
para que camine poniéndolo en un andador, por ejemplo, es probable que realice
movimientos similares a los de la marcha. Sin embargo, pronto nos daremos cuenta
que parece “olvidarse de caminar” o que lo hace de forma muy inestable perdiendo
rápidamente el equilibrio. Esto es porque no le hemos permitido segurizarse
posturalmente. No le hemos brindado la posibilidad de que adquiera la postura y el
movimiento por sí mismo y, por lo tanto, lo hemos coartado en su seguridad interna.
En cambio, el niño que poco a poco pasa del boca arriba al boca abajo, que se pone de
lado, que es capaz de rolar, que se sienta, gatea, se para afirmado en algo, etc., es un
niño al que le permitimos ir explorando su corporalidad, encontrándose
progresivamente con su cuerpo, conociéndolo y haciéndose cada vez más seguro. Ese
niño, sin duda, adquirirá una marcha mucho más confiada y completa, en el sentido
que no la “olvidará”, pues quedará marcada a fuego en su esencia, como un
aprendizaje adquirido por sí mismo, desde la confianza en lo que él ha aprendido.
Podemos aplicarlo a otros ejemplos: como el momento en un niño aprende a hablar o
el que vaya adquiriendo conocimiento y desarrolle su pensamiento. Son todos
procesos en los que interactúan estos organizadores, configurando la personalidad del
niño, su esencia y ampliando progresivamente sus capacidades.
Una vez más, les dejaré una invitación: observen a sus niños en actividades
espontáneas y vean cómo interactúan estos organizadores, Hay minutos en que se ven
más presentes unos sobre otros, pero les aseguro que les será fácil encontrarlos. Los
animo a que me dejen sus comentarios y comparten lo observado en esta experiencia.

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