Al observa a los bebés, muchas cosas cobran sentido y uno entiende la relación que existe entre aspectos del desarrollo tan esenciales como la seguridad del niño y el que inicie un determinado movimiento o no. A veces nos preguntamos: por qué este bebé aún no camina, por qué no habla. Y puede que la explicación la encuentres en esta teoría.
Lo primero que debemos entender, al hablar de los organizadores del desarrollo, es
que los seres humanos somos neurobiopsicosociales. Si, es un poco complicado decirlo. Pero se refiere a que nuestro desarrollo y crecimiento tiene que ver con factores internos y físicos (neurológicos y biológicos), con factores psicológicos y emocionales (el carácter y cómo se moldea, las experiencias de vida, etc) y factores sociales, contextuales que influyen en cómo se despliega esa biología y emocionalidad en el mundo.
Chokler, nos dice: “El desarrollo de la persona a lo largo de su vida, muy
particularmente desde la primerísima infancia – la protoinfancia- implica un proceso de organización progresiva y de complejización creciente de las funciones biológicas y psicosociales. Comprendemos el desarrollo como el conjunto de transformaciones internas que permiten al sujeto la adquisición de las competencias necesarias para ejercer progresivamente actitudes cada vez más autónomas.” (p. 1) Implica una organización progresiva, porque en un inicio nuestra biología es desorganizada, dispersa, hasta pareciera un poco sin sentido, sin finalidad. Con las experiencias que va viviendo el bebé con su entorno, con las personas que lo rodean, se va construyendo un sentimiento de unidad, de continuidad y cohesión, que permite configurar el YO y que lleva a conformar la propia identidad. De ahí la importancia de todas las experiencias tempranas, que deben ser ricas, amorosas y armoniosas. O si existe algo negativo (que obviamente siempre lo hay en esta vida), es importante que el bebé tenga la experiencia de que frente a eso “malo” que le ocurre, hay una posibilidad de contención o de algo “bueno”. Por ejemplo: frente a la sensación de hambre, hay una madre que nutre, que alimenta, que sacia el hambre. En relación a lo neurobiopsicosocial, Chokler, basándose en Pichón Riviere, nos dice que: “El proceso de constitución del sujeto humano es producto de una compleja transformación evolutiva. Lo biológico, entre ello lo neurológico, constituye la base material para las relaciones adaptativas con el mundo externo. Aun dependiente en gran parte de lo genético y de lo congénito, lo biológico está a su vez entramado en la urdimbre social que realmente genera a la persona”. (p. 2) No debemos olvidar, que a pesar que el niño se está organizando y construyendo su identidad, lo concebimos como un ser completo, constructor activo de su desarrollo y de su persona, desde el momento de su nacimiento. No es una persona inconcompleta a la que “hay que construir” (o destruir) o que “en un futuro será persona”. Tomándonos de las palabras de Myrtha Chokler: “Nuestra concepción de sujeto – que se apoya evidentemente en una elección ética y epistemológica – reconoce al bebé como un ser activo, abierto al mundo y al entorno social del cual depende, capaz de iniciativas, sujeto de acción y no sólo de reacción, como ser pleno de emociones, de sensaciones, de afectos, de movimientos, de miedos y ansiedades, de pensamientos lógicos con una lógica a su nivel, capaz de establecer vínculos, intensamente vividos en el cuerpo, porque el bebé es todo cuerpo” (p. 3) Lo he comentado ya otras veces en relación al rol del adulto con el infante, pero no debemos olvidar que debemos ser facilitadores del desarrollo, mediadores de la relación del bebé con el mundo que lo rodea. Hay estudios que plantean que problemas como la hiperactividad, el déficit atencional, la baja motivación o la agresividad, han sido “creados” por los adultos en el mundo actual. Yo le agregaría “criados”. Son problemas que generamos muchas veces en nuestros niños por sobrestimularlos u “obligarlos” a realizar determinados movimientos o asumir actitudes para las que aún no están preparados. Nos olvidamos de respetar sus propias iniciativas e intereses y de comprender que son capaces, por sí mismos, de lograr todo aquello que debemos lograr en términos del desarrollo psicomotor, a su propio ritmo, en una espiral progresiva. Para mi, todo esto cobra mucho sentido en nuestro mundo actual: tan acelerado, que quiere todo lo más rápido posible y en el que bombardeamos constantemente a nuestros niños con elementos que los sobrestimulan: con la alimentación hiperazucarada y salada, los gimnasios y multiples juguetes superestimulantes que les entregamos, los videojuegos, los celulares, la televisión, las múltiples exigencias para sean superultramegadestacados en el colegio y los más “exitosos”…. Y podríamos seguir con la lista. Pero… retomemos: el niño, entonces, se relaciona con otros, a partir de otros y en oposición a otros (Chokler). El medio, lo anida, le facilita u obstaculiza el aprendizaje, o más bien “matrices de aprendizaje”, para que se produzcan una serie de transformaciones progresivas que generarán su proceso de crecimiento. Y aquí entran en juego los organizadores del desarrollo. Ellos son los que, al interrelacionarse, facilitan u obstaculizan este proceso. Entonces, resumiendo: nacemos con una estructura biológica originaria que nos permite relacionarnos con el ambiente. Pero es la interacción de los organizadores del desarrollo la que influirá en nuestro proceso de crecimiento o desarrollo, a partir de esta base biológica. De la calid ad en que interactúen y se relacionen estos organizadores, dependerá el curso de nuestro desarrollo. Antes de pasar a detallar y definir cada organizador, mencionaré cuáles son los 5 organizadores del desarrollo: vínculo de apego, comunicación, exploración, seguridad postural y orden simbólico.
Los organizadores del desarrollo
1. Vínculo de apego: Como sujeto completo y competente que es, el niño, desde el nacimiento, es capaz de establecer lazos con su entorno, especialmente con los adultos: “Los lazos primordiales con los adultos que lo cuidan, constituyen el vínculo
de apego (J. Bowlby,1976). Su función es proteger,
contener, sostener y tranquilizar al niño en su contacto con el mundo, que, por ser nuevo y renovado permanentemente, le despierta curiosidad, interés y también inquietud, alarma y ansiedad.”(Chokler). La calidad de este vínculo, del sostén que realiza el adulto: su cercanía o lejanía, su capacidad de contenerlo o no, de acompañarlo y apaciguarlo; determinará cómo se sienta ese niño: sostenido, contenido, confiado en su entorno, apaciguado, calmado o; frustrado, temeroso, ansioso. Es decir, determinará sus matrices afectivas, relacionales y sociales. Es el adulto, el que desde el nacimiento, calma, tranquiliza, aporta seguridad al bebé. El vínculo de apego, tiene la función de neutralizar la ansiedad que genera un mundo desconocido. Aunque aún no hablamos de la relación entre los organizadores, es necesario decir que sin un vínculo de apego seguro, es difícil que el niño se atreva a explorar el mundo que lo rodea, por ejemplo, o a comunicarse con él. De ahí la importancia de la interacción con los otros organizadores.
2. Comunicación: Es fundamental entender que la
comunicación va más allá de las palabras. Si comprendemos al bebé como un sujeto completo, nos daremos cuenta que se comunica desde el momento de nacer, desplegando progresivamente todo un repertorio de comunicación con el mundo que va creciendo hasta el desarrollo del lenguaje. Desde el nacimiento, existen las miradas, los gestos, mímicas, voces o balbuceos, movimientos, etc., que nos indican claramente intenciones comunicativas. Sólo debemos aprender a descifrar estos códigos. Simples posturas o determinados movimientos o actitudes, se pueden transformar en comunicación por el sólo hecho de la interpretación del adulto, que les otorga significado y le señala al niño, de esta forma, que así puede comunicarse, dando origen a un intercambio de señales.
3. Exploración: La motricidad es utilizada
por el niño, no sólo para desplazarse o alcanzar un determinado objeto, sino también para “aprender a pensar”. Es a través de la exploración que el bebé conoce el mundo que lo rodea, le permite apropiarse de su medio, conocerlo y construir aprendizaje. De ahí la importancia de permitir la exploración, de facilitar todos aquellos momentos que lo pongan en contacto con el mundo. Mientras más le demos la oportunidad de hacerlo por sí mismo y nosotros seamos simples mediadores que le presentamos ese mundo pero no lo “elaboramos” por él, más rica será esta interacción, más rico el desarrollo de su pensamiento. 4. Seguridad postural: Este organizador está fuertemente ligado al del vínculo, Tiene que ver con la sensación íntima de equilibrio o de desequilibrio. La seguridad postural, se basa en la motricidad, pero su despliegue, permite configurar el yo de cada persona. En el despliegue del movimiento, el bebé va conociendo su cuerpo, dominándolo progresivamente y confiando en sí mismo, lo que influye profundamente en el desarrollo de la personalidad del bebé. Acá también podemos ver una fuerte interacción con los otros organizadores: si yo permito al bebé explorar el mundo libremente, le trasmito el mensaje de que “confío en él”, eso le permite atreverse a moverse, adquirir mayor confianza postural y, por lo tanto, aportarle al sentimiento de unidad, confianza en sí mismo y seguridad. Acá volvemos a tocar el tema de la importancia de poner a los bebés boca arriba y que, progresivamente, vayan alcanzando y dominando otras posturas, sin llevarlos a ellas, dejándolos que lo hagan por sí mismos.
5. O rden simbólico: Chokler nos señala que este quinto
organizador tiene que ver con el conjunto de: creencias, valores, saberes sociales y culturales del entorno que rodea al bebé. Son las representaciones sociales, todo aquello que está a la base de nuestra cultura (que la distingue de otras culturas), y que implícitamente marca nuestro desarrollo. Son acuerdos tácitos, que pasan muchas veces desapercibidos pero que marcan nuestra forma de ser y estar en el mundo. Por ejemplo: Hay países en lo que a penas nace el bebé se le da un shock de agua congelada, para que se acostumbre a las temperaturas muy frías en que va a crecer y desarrolle las defensas necesarias para este ambiente. En otros países esto sería una aberración y pensaríamos que puede llevar al niño a la muerte. Obviamente esta primera experiencia va a marcar en el niño su visión del mundo. Lo mismo ocurre con la concepción de sujeto de la que hemos estado hablando: si lo veo como sujeto incompleto y hago todo por el bebé, le trasmito que él no es capaz de lograr su propio desarrollo, de constituirse como persona. Si lo considero desde el punta de vista contrario, le trasmito seguridad, confianza en sí mismo y es distinto el adulto futuro que estaremos configurando. De ahí la importancia de todo lo que trasmitimos culturalmente y que se traspasa desde el momento de nacer (o incluso desde antes).
Como señalaba, la interacción de estos organizadores es crucial a la hora de configurar
el desarrollo. Podemos pensar en múltiples relaciones y ejemplos, pero mencionaré algunas de ellas, destacando que ningún organizador es más importante que el otro, es su interacción la que permite esta espiral progresiva de crecimiento. Lo veremos en un ejemplo: la adquisición de la marcha, evento tan crucial y tan esperado por los padres. Muchas veces nos preguntamos, cuando miramos al bebé de al lado, ¿por qué mi hijo aún no camina? Sabemos que las edades son relativas, pero el evento es tan esperado que, cuando vemos a otro niño de edad similar al nuestro, nos desesperamos y pensamos que nuestro bebé se encuentra desfasado. Es ahí cuando nos preguntamos qué hicimos mal y qué serie de ejercicios deberemos hacer ahora para que camine lo antes posible. Sin embargo, adquirir la marcha es un evento profundamente complejo, en el que han estado interactuando constantemente y desde el nacimiento, los organizadores, para que, en un momento determinado, se produzca este evento. ¿De qué manera? El vínculo de apego ha sido crucial a la hora de aportarle al niño la seguridad que requiere para atreverse a explorar el mundo y conocerlo. Esa exploración le ha permitido, al mismo tiempo, vincularse con el mundo e ir comprendiéndolo. En esa interacción, el bebé ha podido desplegar diferentes posturas, se ha encontrado con facilitadores y barreras a sus movimientos, se ha comunicado con el mundo y ha ido creciendo en seguridad y autonomía, si el orden simbólico que lo rodea le ha permitido la exploración y libertad de movimiento que requiere para confiar en él.
Que un niño camine,
depende de los movimientos y posturas que ha desarrollado previamente, de la seguridad y entorno que se le ha brindado para poder desplegarlas. Si yo lo presiono para que camine poniéndolo en un andador, por ejemplo, es probable que realice movimientos similares a los de la marcha. Sin embargo, pronto nos daremos cuenta que parece “olvidarse de caminar” o que lo hace de forma muy inestable perdiendo rápidamente el equilibrio. Esto es porque no le hemos permitido segurizarse posturalmente. No le hemos brindado la posibilidad de que adquiera la postura y el movimiento por sí mismo y, por lo tanto, lo hemos coartado en su seguridad interna. En cambio, el niño que poco a poco pasa del boca arriba al boca abajo, que se pone de lado, que es capaz de rolar, que se sienta, gatea, se para afirmado en algo, etc., es un niño al que le permitimos ir explorando su corporalidad, encontrándose progresivamente con su cuerpo, conociéndolo y haciéndose cada vez más seguro. Ese niño, sin duda, adquirirá una marcha mucho más confiada y completa, en el sentido que no la “olvidará”, pues quedará marcada a fuego en su esencia, como un aprendizaje adquirido por sí mismo, desde la confianza en lo que él ha aprendido. Podemos aplicarlo a otros ejemplos: como el momento en un niño aprende a hablar o el que vaya adquiriendo conocimiento y desarrolle su pensamiento. Son todos procesos en los que interactúan estos organizadores, configurando la personalidad del niño, su esencia y ampliando progresivamente sus capacidades. Una vez más, les dejaré una invitación: observen a sus niños en actividades espontáneas y vean cómo interactúan estos organizadores, Hay minutos en que se ven más presentes unos sobre otros, pero les aseguro que les será fácil encontrarlos. Los animo a que me dejen sus comentarios y comparten lo observado en esta experiencia.