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Economía/política/Estado
Más de una vez se constata que la exigencia de un Estado fuerte, capaz de cohesionar
política y socialmente, es también su principal límite, ya que el Estado se torna el
espacio de la plena competencia, evitándose los enfrentamientos directos entre los
Nación/clases/hegemonía
El carácter de masa que debe darse a la acción política y al amplio grado que
requiere la heterogeneidad de los frentes de lucha, hacen suponer que algún
tipo de forma política de carácter movimientista es el más apropiado para
una estrategia como la que postulamos.
A pesar del elevado grado de ideologización que impregnó los estudios sobre la
cuestión en la región, y de las profundas transformaciones económicas que se están
produciendo en la forma de articulación de los capitales en la etapa actual de la acu-
mulación, cierto es que el referente nacional, en cuanto referente político y socio-
cultural, sigue siendo un punto de tensión permanente en razón de su contradicción
original.
Por otro lado, la no constitución plena de los sujetos sociales implicó que las estra-
tegias de lucha se hayan caracterizado mucho más por su carácter de movimiento
que por su organización clasista.
Capitalismo y democracia
Tanto los escritores clásicos liberales como el propio Marx veían incompatibili-
dades en la convivencia entre capitalismo y democracia: los liberales buscando
proteger la libertad y la independencia de las amenazas igualitarias y Marx perci-
biendo la democracia como una forma de exacerbar las contradicciones de clase
(Offe, 1984, p. 356).
Przeworski (1989, p. 162) señala que el presupuesto incorrecto del análisis mar-
xista es aquel relativo a la imposibilidad de conciliación en cuanto al conflicto dis-
tributivo, ya que las experiencias democráticas del siglo XX demostraron no solo
la compatibilidad entre los dos términos, vistos como antagónicos por los pensa-
dores del siglo XIX, como indicaron los fundamentos de su mutua adecuación. En
las palabras de Offe (1984, p. 397), los mecanismos responsables por el patrón de
coexistencia fueron el sistema partidario competitivo y el Welfare State keynesiano o,
en otras palabras, la mercantilización de la política y la politización de la economía
privada.
Al contrario, por lo tanto, de las expectativas de Marx, fueron exactamente el
mecanismo de representación (sufragio + partidos + parlamento) y la satisfacción de
las necesidades a través de su objetivación material que constituyeron la condición
de posibilidad de expansión conjunta de la acumulación y de la democracia.
Así, de la negación de esta posibilidad, el pensamiento político pasa a tornarla
paradigmática. Si bien la teoría liberal clásica reconocía la inequidad del sistema
político y temía la posibilidad que la dictadura de la mayoría sea impuesta a través
del sufragio universal, su versión contemporánea, el pluralismo, aleja esta amenaza
al presuponer que la múltiple fragmentación de intereses a que cada individuo está
sometido impediría las organizaciones clasistas y duraderas (Stepan, 1980, p. 35).
Los partidos políticos cumplirían la función esencial de agregar esas demandas frag-
mentadas a través del voto, modelo en el cual el ciudadano se transforma en un
consumidor.
La crisis actual del capitalismo repone en el orden del día las discusiones sobre
las relaciones entre democracia y capitalismo, evidenciando elementos tales como la
determinante presencia del Estado, la no competitividad de los grupos —organizados
en poderosos lobbies—, el alto grado de concentración de las unidades productivas,
1
Nota del traductor: La expresión empreguismo aquí traducida como empleísmo es de uso muy fre-
cuente en Brasil y hace referencia a la práctica demagógica que consiste en otorgar cargos en la admi-
nistración pública del Estado a cambio de favores políticos.
El legado de la seguridad
Abordajes teóricos
Caracterización
A pesar de las diferencias en los abordajes teóricos, existe una enorme convergencia
en la manera como los estudiosos caracterizan los sistemas de seguridad social en
América Latina.
La primera característica que debe ser señalada, en la incipiente teorización al res-
pecto, es que en América Latina pueden ser encontrados algunos de los más antiguos,
fuertes y complejos mecanismos de ingeniería política en el campo de la protección
social: comparables en varios aspectos a los más tradicionales sistemas europeos.
Para tener una idea podemos tomar datos tales como el hecho de que en 1990 se
conmemoró el 75º aniversario de la primera ley de accidentes de trabajo en Uruguay
y el 65º aniversario de las primeras leyes de pensión en Chile, siendo pioneros entre
los países del tercer mundo, además de anteceder también a países más desarro-
llados, como los EEUU. Otro dato significativo es el relativo al volumen de recursos
involucrados en los sistemas de seguridad social, cuyos gastos alcanzaban, en la
década de 1970, 14% y 17% del PBI en los dos países pioneros, y, en la década de 1980,
estaban en torno del 10% del PBI en cinco países de la región (BID, 1991).
Los esfuerzos del estudio de Mesa-Lago (1978) para establecer un esquema clasifi-
catorio de los diferentes países de la región, de acuerdo con un conjunto de variables,
fue provechoso en la medida en que permitió agruparlos en tres grupos compa-
rables según un criterio de antigüedad de los sistemas: los pioneros, los medianos y
los recientes.
En su clasificación podemos encontrar un primer grupo de países pioneros
—Chile, Uruguay, Argentina, Cuba y Brasil— donde el sistema de seguridad social
se inició primero, alrededor de 1920, cuyos trazos principales serían el elevado nivel
de estratificación en el montaje de los sistemas y la persistente crisis fiscal que atra-
viesan desde hace más de cuatro décadas (exceptuándose el caso de Cuba que tuvo
un desarrollo posterior distinto).
Nacidos como sistemas fragmentados, cada institución protegiendo un grupo
ocupacional diferente por medio de subsistemas independientes: