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JUVENTINO V.

CASTRO

LA SUSPENSIÓN DEL
ACTO RECLAMADO
EN EL AMPARO

EDITORIAL PORRÚA, S. A.
MÉXICO, 1991
404
CAPÍTULO III
NATURALEZA Y ESTRUCTURAS DE LAS
PROVIDENCIAS CAUTELARES.
1. Las providencias cautelares en la doctrina. 2.
Análisis de las providencias y medidas de cautela. 3.
Legislación mexicana.

Creo que el primer reto que se nos presenta para poder captar la esencia de la suspensión
del acto reclamado dentro del proceso de amparo, bajo el método adoptado con gran
convicción por parte de adscribir este instrumento procesal, en forma comparativa, a las
providencias cautelares, consiste en forma lógica en estudiar por nuestra parte la
naturaleza jurídica y la hondura de la providencia cautelar en la doctrina universal, y después
─ en forma comparativa ─, explicar en qué se adapta y en qué aspectos se diversifica
nuestro propio instituto.

Sin embargo, tropezamos con la dificultad ─ que no creemos insuperable pero si


obstaculizante ─, de que no manejamos con mucha fluidez en nuestro medio jurídico las
providencias, medidas o procesos cautelares, precautorios, asegurativos u otras figuras
similares. Todos estos institutos existen en nuestra legislación positiva, y se utilizan hasta
cierto punto con frecuencia, cuando se trata de arraigar a personas que van a ser
demandadas, a menos que puedan asegurar que responderán de las consecuencias de un
juicio por celebrarse; o para asegurar que alguna persona no se substraerá a la acción de un
mandato que aún no se dicta, o que un objeto determinado no va a desaparecer, saboteando
así la acción procesal que apenas se va a intentar; o situaciones concretas de este tipo. Por
ello, no se puede asegurar que no estemos familiarizados con estas providencias o medidas
que datan de siglos, y que son nuestra practica constante.

En cambio, la naturaleza jurídica, los elementos constitutivos de las providencias, la


riqueza de la experiencia de medios jurídicos más acabados que el nuestro, y aspectos
comparativos similares, no son objeto de un interés especial en nuestras prácticas jurídicas.

Curiosamente nuestra mayor riqueza de experiencia en providencias cautelares está


precisamente en la suspensión del acto reclamado dentro del proceso de amparo. O sea,
que la figura jurídica que tratamos de examinar con profundidad en esta obra, es en la que
tenemos mayores experiencias. Pero ni la legislación, ni la jurisprudencia mexicanas se
introducen en gran medida en la estructura teórica, como tampoco en el manejo de la mejor

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doctrina, no sólo para explicar la suspensión, si no para enriquecerla, hacerla avanzar, y
procurar el mejor provecho para una institución básica del derecho de amparo, protector de
las garantías constitucionales, y que entre nosotros no ha progresado porque estamos
ubicados en la casuística, en la práctica de de consultar precedentes, jurisprudencias en
donde aparezca conjuntadas resoluciones tomadas con anterioridad en casos idénticos o
similares, sin que aparentemente nos tomemos la molestia de intentar sistematizar si no la
suspensión en sí al menos las notas fundamentales de la doctrina universal sobre las
providencias cautelares, que mucho provecho nos daría. Todo ello sin que las adoptemos a
ciegas, tratemos de ignorar que en cualquier forma la suspensión es una providencia
cautelar, pero no todas las providencias cautelares se asemejan o se ajustan a la suspensión
en el amparo.

Lo ampliamos bajo las expresiones de FIX ZAMUDIO, 1 quien desde 1961 ya


observaba este fenómeno existente entonces y ahora. Precisaba en esa época dicho autor:
“No obstante la minuciosidad con la cual la ley de Amparo desarrolla los lineamientos
fundamentales establecidos por las fracciones X y XI del artículo 107 de la Constitución
Federal, la ausencia de un criterio definido en cuanto a la naturaleza de esta institución
procesal, sus funciones y efectos, han provocado abusos por parte de justiciables y algunos
juzgadores, que han desvirtuado en la practica los nobles fines de la suspensión, lo que se
deriva a nuestro modo de ver, como lo expresamos al referirnos a la naturaleza del amparo,
de la falta de una verdadera sistematización procesal. En tal virtud existen criterios
disímbolos para caracterizar la suspensión, pues en tanto que, B URGOA la define como un
“acontecimiento judicial procesal creador de una situación de paralización o cesación
temporalmente limitada, de un acto reclamado de carácter positivo”, L EON ORANTES,
expresa que la orden del Juez de Distrito que suspende el acto reclamado es “un
mandamiento de paralización en el proceso de desenvolvimiento de aquel acto”, COUTO
expresa que la suspensión tiene “ efectos de amparo provisional”, y SOTO GORDOA Y
LIEVANA PALMA, aunque sin hacer una referencia expresa de los principios de la ciencia del
derecho procesal, hablan de “medida precautoria.”.

Consideramos que debemos aprender en al mejor forma posible la estructura de las


providencias cautelares, para que, una vez que hayamos obtenido este resultado podamos
afrontar la diferencia especifica o de las divergencias especiales que se dan en la
suspensión en amparo, y así obtener un provecho efectivo. Pretender simplemente una
copia extralógica que, en vez de aclararnos el panorama nos lo va a complicar
peligrosamente, no es meta deseable.

Bajo este entendimiento inicio el examen que se anuncia en este capitulo no sin
aclarar que parto fundamentalmente de la Introducción al Estudio Sistemático de las
Providencias Cautelares 2 que se produjo en 1945, explicándose en la Advertencia que
procede a la obra de PEIRO CALAMANDREI, actuando como Profesor de la Universidad de
Florencia, y en sus términos textuales “contiene la introducción a un curso sobre las
providencias cautelares explicando durante el año pasado a los estudiantes del segundo
bienio de esta Facultad Jurídica”, y que más adelante explica que tienen como objeto
principalmente “llamar la atención de los estudiosos, especialmente de los jóvenes, sobre
una región del derecho procesal que hasta ahora a permanecido en la sombra, y que es
extraordinariamente fecunda. . . en problemas prácticos insospechados, a la solución de los

1
La Jurisdicción Constitucional Mexicana, dentro de la obra de Mauro Cappeletti La Jurisdicción
Constitucional de la Libertad, Imprenta Universitaria, México, 1961, pág. 211.
2
Ed. Bibliográfica Argentina. Buenos Aires, 1945.

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cuales no puede dedicarse de una manera seria quien no se encuentre sólidamente
preparado en el campo de la teoría”.

Este pequeño introito para entrar de lleno ─ y sin mayor explicación ─, en el estudio
profundo del maestro.

Empieza CALAMANDREI 3 por analizar y tomar posiciones para encontrar las


características procesales de las providencias cautelares.

a) En sus relaciones con la cognición (proceso de conocimiento) y con la ejecución.


Según el maestro el criterio a base del cual las providencias cautelares se distinguen de las
no cautelares (a estas ultimas él las llama principales) no se refieren al contenido, esto es a
la cualidad de los efectos, como lo son las que sirven para distinguir las providencias
jurisdiccionales ─ providencias de cognición y providencias de ejecución ─. Sostiene que sin
dejar de ser consideradas en sí mismas, o sea sin forzarlas a ser incluidas entre las ya
mencionadas, su peculiaridad característica esta en que conforman una relación de
instrumentalidad, con lo cual se les liga indefectiblemente con una providencia principal.

O sea: que en forma práctica la cautelar facilita y asegura la principal. No son pues
las cautelares un apéndice de la ejecución forzada, como lo requieren algunos autores
alemanes como GüTHE Y ROSENBERG. Además, es muy importante resaltar la afirmación
de CALAMANDREI de que las providencias cautelares no anticipan los efectos ejecutivos de
la providencia principal, sino que aseguran los efectos decisorios.

Ya esta primera conclusión nos provoca numerosos comentarios en relación con


nuestra suspensión del acto reclamado en el proceso de amparo.

En primer lugar la afirmación de FIX ZAMUDIO 4 de que en el amparo de doble


instancia (o indirecto) la suspensión asume el carácter de un verdadero incidente
(comentando: en cierto modo autónomo, aunque no independiente), de un juicio principal. En
cambio, continua, “en los amparos directos la providencia precautoria no tiene una
tramitación incidental autónoma del juicio en el cual se dictó el fallo que se impugna, sino
que, en realidad, forma parte del procedimiento de ejecución, por virtud de la interposición
del recurso. . . “

La segunda reflexión nos llega igualmente por vía de F IX ZAMUDIO.5 Sostiene que si
bien un sector de la doctrina mexicana y de la jurisprudencia han estimado que las medidas
precautorias en el amparo tienen efectos exclusivamente conservativos, el llega a la
conclusión de que es verdad que esa es la regla general, pero en algunos casos es preciso
otorgar a la medida efectos constitutivos y aun restitutorios, como se señala en el Art.136 de
la Ley de Amparo, en donde se puede poner en libertad al quejoso por detenciones que se
afirma son inconstitucionales, sujetándolo a medidas de seguridad para evitar se sustraiga a
la acción de la justicia en tanto se resuelve el fondo del amparo.

3
Ob. cit.; capítulo V, págs. 135 y ss.
4
Panorama del Derecho Mexicano. Síntesis del Derecho de Amparo. UNAM, México, 1965.
5
Breve introducción al juicio de amparo mexicano. Memoria de El Colegio de México; México, 1977,
pág. 181.

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Con ambas posiciones hemos mostrado nuestra convicción, 6 y afirmamos tanto la
doble naturaleza de nuestra suspensión en el amparo indirecto y en el directo, como la
anticipación de efectos, no solo en el 136 de la ley, sino igualmente en los artículos 124,
últimos párrafos, y 174 en materia laboral.

Agregamos ahora ─ al sintetizar la primera conclusión de CALAMANDREI ─ que


patentemente es verdad que jamás la suspensión anticipa, parcial o totalmente, la decisión
final ─ la principal de que habla el autor ─, sino simplemente asegura la viabilidad de la
sentencia en el amparo, evitando desaparezca, la materia, la sustancia, del proceso que ya
esta en tramite. Habrá oportunidad de referirnos ampliamente sobre la autonomía de la
providencia cautelar en nuestro proceso de amparo ─ sobre todo en la de oficio ─. Por lo
tanto es bien claro que jamás se anticipan los efectos ejecutivos ─ propios de la sentencia ─,
sino únicamente los decisorios.

b) En un segundo ejercicio aclaratorio CALAMANDREI se detiene en las llamadas


providencias con predominante función ejecutiva. Dice que en la tetracotomia chiovendiana
(cognición ordinaria, cognición sumaria, conservación y ejecución forzada), se constituye la
que ahora referimos como una providencia de cognición. Constituye pues una subespecie de
esta ultima y se diferencia por la abreviación (carácter sumario) del procedimiento
instructorio, el cual precede a la emanación de la providencia. Especifica el autor que no
tiene la cautelar una diversidad de contenido (cualidad de los efectos), sino una diversidad
de formación, y así conduce con mayor celeridad y simplicidad el instructorio ordinario para
la creación de una providencia que en puridad es una providencia de cognición. Finalmente
se pronuncia afirmando que una providencia cautelar puede dedicarse a base de una
cognición abreviada y resultar comprendida simultáneamente, por ello, entre las providencias
cautelares por su fin, y entre las providencias sumarias por su modo de formación.

Esto resulta sumamente interesante para el estudio de la suspensión provisional,


pero es fundamental para el autor de esta obra, en sus empeños por lograr la creación en
nuestra legislación de un proceso especial del amparo de la libertad (o sea un habeas corpus
adaptado a nuestro derecho de amparo), que inevitablemente tendríamos que clasificarlo
como una providencia cautelar que supone forzosamente una cognición.

c) CALAMANDREI considera que la tutela cautelar no se puede insertar entre la


cognición y la ejecución –como tertium genus-, colocado con homogeneidad de criterio en el
mismo plano. Piensa que las providencias cautelares, sin embargo, tienen una inconfundible
fisonomía procesal, que permite colocarlas en la sistemática del proceso como categorías
por si mismas, determinables a base de criterios que no se transforman por eso de
procesales en materiales.

Concluye en que la definición de las providencias cautelares ─ sin que no salgamos


del campo procesal ─, han de buscarse más que a base de un criterio ontológico en un
criterio teleológico. No en la cualidad de sus efectos ─ declarativos o ejecutivos ─, si no en el
fin a que sus efectos están preordenados. Este fin consiste precisamente en la anticipación
de los efectos de la providencia principal, ya que estos efectos aparecen desde su inicio,
destinados a extinguirse en el momento en que puedan ceder el puesto o los efectos de la
providencia principal.

6
Tanto en Hacia el amparo evolucionado, como en Garantías y Amparo y El Sistema del Derecho de
Amparo.

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En esta parte tendríamos que comentar que es bien claro en nuestro instituto que lo
persigue es conservar la materia de la controversia constitucional, de manera que cuando
llegue la sentencia esta pueda ejecutarse ─ porque pervive ─, y no se haya escapado entre
las manos por no prever su subsistencia.

Esta ultima consideración es destacable en relación con el pensamiento final de


CALAMANDREI en los siguientes términos: “Una vez que hemos encontrado la característica
procesal de las providencias cautelares en su instrumentalizad, hemos creído que con ello se
pone en evidencia que su nota distintiva debe buscarse mas que en la esencia de las
providencias en si, en la relación en que la misma se encuentra con otra providencia, de la
cual en la definición no puede concebirse desligada”.

Abunda en el pensamiento de que en la sistemática procesal no es dable que el


alcance exacto de la calificación de una providencia no pueda ser comprendido plenamente
si no en contraposición a otra calificación que presenta el termino correlativo indispensable
para la inteligencia de la primera. Así ocurre con las sentencias interlocutorias, y las
definitivas; o en otras providencias judiciales que se diversifican y contraponen como
instructorias y decisorias. Añade que la calificación de cautelar no puede entenderse por si
sola si no la contraponemos con otra principal, que constituyendo lo contrario sirve para
limitar y aclarar a la primera. Así lo han entendido CARNELUTTI y CONIGLIO.

Advierte, sin embargo, que todo esto no debe llevarnos a contraponer ─ en este tema
que estamos manejando ─, providencias que deciden sobre la relación procesal, de aquellas
otras que deciden sobre la relación sustancial.

La providencia cautelar no es una providencia sobre el proceso que se pueda oponer


a la providencia principal. De ahí su insistencia sobre que la característica más importante de
la providencia cautelar en su instrumentalidad. No se empeña en sostener el termino
instrumentalidad, ya que igualmente y con la misma propiedad se le podría sustituir por el
concepto vicariedad. Lo que le importa es que las providencias cautelares están “destinadas
a anticipar, en todo o en parte, los supuestos efectos, decisorios o ejecutorios, de la
providencia principal, y a hacer interinamente sus veces. . . en espera de la emanación de la
misma que, cualquiera que sea su contenido e independientemente de cualquier nuevo
examen, marcara necesariamente el termino de su efímero ciclo vital”.

Consideramos que resulta bien claro que, para atendernos a la terminología y la


conceptuación de CALAMANDREI, estamos hablando dentro del proceso de amparo de la
providencia cautelar que nosotros llamamos suspensión del acto reclamado, contrapuesta
como instrumento de cautela con la providencia principal, a la cual llamamos sentencia o
ejecutoria.

Pero un poco a contracorriente de muchos exámenes de nuestra doctrina,


precedentes y jurisprudencia, resulta que no es aceptable que pretendamos satanizar a la
suspensión como una providencia que no debe pensar o prever el fondo de la sentencia ─ el
mérito ─, de manera que deba entenderse que son dos campos que debemos mantener
separados ─ divorciados ─, como el agua y el aceite, sino muy por el contrario es
necesarísimo tener conciencia que de hecho la suspensión debe anticipar ─ como hipótesis
que finalmente podría no darse ─ una sentencia favorable al quejoso y que se traducirá en la
anulación provisional de una conducta inconstitucional de una autoridad revestida de

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imperium. De ahí la afirmación intuitiva de R ICARDO COUTO 7 que llamaba a la suspensión
amparo provisional. Así todo queda en su lugar, a la luz de la doctrina universal de las
providencias cautelares, sin que por ello tengamos que aferrarnos en cuestiones de
denominación, sino por el contrario de búsqueda de una esencia.

Como corolario de todo lo anterior, el maestro sostiene que la instrumentalidad hace


aparecer en las providencias cautelares la finalidad publicística de su función, puesto que
están dirigidas a garantizar la eficacia y la seriedad de la función jurisdiccional, es decir a
salvaguardar el imperium iudicis como impedimento “a que la soberanía del Estado, en su
mas alta expresión que es la de la justicia, se reduzca a ser una tardía e inútil expresión
verbal, una vana ostentación de lentos mecanismos destinados, como los guardias de la
ópera bufa, a llegar siempre demasiado tarde”.

Una ultima cita textual de la obra de CALAMANDREI que hemos venido examinando,
nos enriquece con un pensamiento final que exige nuestra reflexión: “Incluso se podría decir
que precisamente la materia de las providencias cautelares constituye la zona fronteriza
entre la función jurisdiccional y la, administrativa, de policía”.

La suspensión del acto reclamado en el derecho de amparo es una providencia


cautelar cuyo contenido es una determinación jurisdiccional, de carácter instrumental, que
ordena a las autoridades señaladas por el quejoso como responsables, mantengan
provisoriamente las cosas en el estado que guardan al dictarse la providencia, hasta que se
dicte la providencia principal en la controversia constitucional; pero que bajo la
responsabilidad de la ordenadora permite la toma de otras medidas de cautela que otorguen
provisionalmente el respeto inmediato a las garantías constitucionales que se dicen violadas,
o el disfrute de los beneficios que en forma definitiva y permanente solo puede otorgar la
sentencia; eviten el peligro de la consumación irreparable del acto reclamado debido a la
demora en el acceso a la resolución final que debe decretarse en el proceso; o aseguren la
viabilidad de la acción restitutoria o reparatoria para el caso de que otorgare la protección
constitucional, permitiéndose la eventual y condicionada ejecución del acto reclamado.

Lo primero que debemos resaltar en el anterior intento de explicación ─ más que de


definición ─, es la indeterminación que los autores distintos a C ALAMANDREI muestran por
precisar si debemos de hablar de providencias o bien de medidas cautelares. Es manifiesto
que se usan los términos como equivalentes e intercambiables, pero sin esfuerzo sostenido
para optar por uno u otro.

COUTURE, 8 quien afirma que las medidas cautelares son las dispuestas por el juez
con el objeto de impedir los actos de disposición o de administración que pudieran hacer
ilusorio el resultado del juicio y con el objeto de asegurar de antemano la eficacia de la
decisión a dictarse en el mismo, nos recuerda que medida proviene del bajo latín metita, de
igual significado, post-verbal del verbo latino metior, iri, “medir” cuyo participio pretérito en el
latín clásico era mensus, mientras que en baja época se adopto la forma analógica metitus,
de donde el castellano medido y medida.
7
Tratado Teórico-Práctico de la Suspensión en el Amparo, Ed. Porrúa, segunda edición, 1957. Estudio
en Apéndice De la Suspensión con efectos de Amparo Provisional; págs. 217 y ss.
8
Eduardo J. Couture, Vocabulario Jurídico, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1976, pág. 405.

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En cambio la providencia, por supuesto referida a la judicial, 9 es un cultismo jurídico
tardío, formado sobre el latín eclesiástico providentia,-iae (que se refería solamente a la
Providencia Divina), para servir de sustantivo al verbo proveer en su aceptación jurídica. En
el latín clásico providentia significa “sagacidad, capacidad para prever”. Es un derivado del
verbo provideo-ere “prever”, compuesto de pro “por adelantado” y video, -ere “ver”.

De donde tendríamos que llegar a la conclusión de que porque se prevé por


adelantado una situación que no debe aceptarse pasivamente ─ por sus consecuencias
lesionantes para un posible justiciable ─, debe dictarse una medida adecuada a la dicha
previsión. La providencia se traduce en una medida cautelar.

Cautelar, según el mismo autor que venimos citando, es derivado culto y moderno de
cautela, y éste del latín popular (arcaico y de baja época) cautela,-ae, derivado de cautus, a,
um, ”cauto”, participio pretérito de caveo-ere “prevenir” (se), “tener cuidado”.

No concibo que pueda afirmarse ─ después de los exámenes hechos en el apartado


anterior ─, que la suspensión del acto en el proceso de amparo no tenga nada que ver con
las providencias cautelares, pretendiéndose que no existe relación entre aquéllas y éstas, y
que debe enunciarse la originalidad pionera de nuestra institución por encima de numerosos
antecedentes, institución por encima de numeroso antecedentes, institutos y normas
positivas universales que no demuestran lo contrario. Ya hemos recordado, en el capítulo II
de esta obra, que PALLARES sostuvo que la suspensión del acto reclamado, es una creación
del derecho mexicano.

Cosa bien distinta es analizar y poner de manifiesto peculiaridades y regulaciones


específicas de la suspensión en el amparo, que precisan el diseño teórico y práctico de
nuestra providencia. Inclusive en nuestra propia legislación pueden encontrarse claras
vinculaciones. Actualmente, el capítulo único, título cuarto, del Código Federal de
Procedimientos Civiles ley supletoria del amparo, menciona las medidas preparatorias, de
aseguramiento y las precautorias, y en su articulo 384 dispone: “antes de iniciarse el juicio, o
durante su desarrollo, pueden decretarse todas las medidas necesarias para mantener la
situación de hecho existente.”

PALLARES 10 menciona que los tratadistas modernos entienden por medidas


cautelares las que autoriza la ley para que el titular de un derecho subjetivo asegure
oportunamente su ejercicio cuando carece de un titulo ejecutivo mediante el cual pueda de
inmediato obtener la ejecución judicial del mismo. Después de enumerar algunos de los
principios a que están sujetas, precisa que en nuestra legislación algunas de las existentes
son: embargos precautorios; arraigo; deposito de personas; interdictos tanto respecto de
bienes inmuebles como de personas, en este ultimo caso cuando se trata de las acciones del
estado civil; las medidas provisionales que se dictan en los juicios sucesorios para impedir
que se oculten o dilapiden los bienes dejados por el difunto, medidas ordenadas por el
Código de Procedimientos Civiles en los casos de concurso, y las correspondientes en los
juicios de quiebra; las que se previenen en los juicios de divorcio necesario; las relativas a
los casos de ausentes e ignorados, así como las de guarda de menores y expósitos; y otras
similares.

9
Ob. cit., pág. 489.
10
Eduardo Pallares, Diccionario de Derecho Procesal Civil. Ed. Porrúa; México, 1966, pág. 525.

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Por otra parte, he subrayado en la explicación general que trata en la suspensión de
una medida cuyo contenido es una determinación jurisdiccional. En efecto, CHIOVENDA 11
sostiene que estas medidas provisionales de cautela se distinguen por la naturaleza y las
condiciones de aquellas ─ también provisionales ─, que les son permitidas dictar al juez,
vista la especial certidumbre del derecho o su naturaleza especial; pero enfatiza que no
pertenecen a esta categoría todos aquellos modos de garantizar el derecho en que no
interviene el juez con una resolución, y que consisten en acuerdos de los particulares, como
son las hipotecas y las prendas, y además todos aquellos procedimientos de cautela en que
sí interviene el juez, pero que estando concedidos únicamente en el supuesto de la efectiva
existencia del derecho, son en realidad accesorios al derecho mismo, como podrían ser las
obligaciones de prestar fianza, o el embargo de muebles de un arrendatario.

En el caso del amparo la medida cautelar suspensional puede ser dictada por las
autoridades responsables. En casos de amparo directo; por los jueces de Distrito, en los
indirectos; o por autoridades ordinarias, en auxilio de los últimos jueces citados, en los casos
previstos específicamente en la Ley de Amparo (arts. 38, 39, 40, 144 y 220),
determinaciones todas ellas que son de naturaleza jurisdiccional.

Se expresa en la incompleta definición que el mandato que es el contenido de la


medida suspensional, se dirige a las autoridades señaladas como responsables por el
quejoso. Es cuestión bien examinada y evidenciada que, mientras las ejecutorias de amparo
─ que resuelven definitivamente la controversia constitucional planteada por el quejoso ─
deben ser inmediatamente cumplidas por toda autoridad que tenga conocimiento de ellas,
aunque no hayan figurado con el carácter de responsables en el juicio de garantías, si es
que tuvieren que intervenir en la ejecución del fallo, 12 en cambio el cumplimiento de los
mandatos suspensionales debe estudiarse si solamente deben ser cumplimentados por las
ya precisadas autoridades que señaló el quejoso en su petición de suspensión (último
párrafo del art. 123, 124, in fine; primer párrafo del 130; 136; y muy especialmente el 137 que
instituye una especie de habeas corpus, al ordenarse comparecencia de aquel de quien
exista el temor se le prive de su libertad, para cumplimentarse las órdenes dictadas por el
juez de Distrito en materia de suspensión, o si también deben cumplimentarse por todas las
autoridades, inclusive por las no señaladas en la demanda del quejoso.

Ya con las anteriores consideraciones y notas comparativas, estamos en la


posibilidad de intentar para fines prácticos de explicación ─ utilizable en toda la obra ─, la
siguiente definición, que además de exponerla pretendemos desarrollarla en sus conceptos.
Es esta la definición anunciada:

La suspensión del acto reclamado es una providencia cautelar en los


procedimientos de amparo, de carácter meramente instrumental para
preservar la materia del proceso, y cuyo contenido reviste la forma de un
mandato asegurador del cumplimiento y la ejecución de otra providencia
principal que pudiere ordenar la anulación de la conducta positiva o

11
Giuseppe Chiovenda, Instituciones de Derecho Procesal Civil. Ed. Revista de Derecho Privado.
Madrid, 1936, págs. 297 y 298.
12
Tesis 137 ya citada. Octava Parte del Apéndice 1985, págs. 209 y 210

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negativa de una autoridad publica, haciendo cesar temporalmente sus
efectos obligatorios mientras se resuelve la controversia constitucional.

a) Como quedó de manifiesto en el capítulo II, la casi totalidad de nuestros autores de


amparo están concordes – con alguna que otra excepción ─, en que nuestra suspensión
como instituto instrumental del proceso de amparo es una providencia cautelar. Quizás
algunas pequeñas divergencias sobre la mención de medida cautelar, en vez del uso del
término providencia, o bien el señalamiento de medidas o providencias precautorias, pero
definitivamente una aceptación generalizada de que estamos en presencia de una
providencia cautelar fundamental dentro del proceso de amparo. Por ello, en este especto no
requerimos aclarar mayor cosa.

b) Importante en cuanto nuestro concepto es la mención de que dicha providencia


cautelar ocurre en los procedimientos de amparo. En efecto, en nuestro concepto no es
posible ubicar a la suspensión dentro del proceso o juicio de amparo, porque como
pretendemos analizarlo al examinar la suspensión de oficio, la providencia suspensional
puede tener una categoría autónoma, o sea que de ninguna manera constituye un incidente
en todos los casos. Veamos las consideraciones pertinentes:

1. Piénsese por ejemplo en el caso común de que con apoyo en lo dispuesto en el


artículo 17 de la Ley de Amparo, una persona distinta al supuesto agraviado ─ y tratándose
de actos que importen peligro de privación de la vida, ataques a la libertad personal fuera del
procedimiento judicial, deportación o destierro, o alguno de los actos prohibidos por el
artículo 22 constitucional, y además que el propio supuesto quejoso esté imposibilitado para
promover el amparo ─, se dirija al juez de Distrito en turno, y al interponer la demanda de
amparo, u oficiosamente el juez de Distrito, se plantea y se decreta una suspensión de oficio.
Por supuesto el propio artículo 17 precisa que el juez dictará todas las medidas necesarias
para lograr la comparecencia del agraviado, y si esto se obtiene se requerirá al detenido para
que ratifique la demanda. Continúa la disposición en comento estableciendo que si el
interesado ratifica la demanda se tramitará el juicio; pero que si no la ratifica se le tendrá por
no presentada, quedando sin efecto las providencias que se hubiesen dictado.

No necesitamos ampliar excesivamente la reflexión y el entendimiento de que primero


se dicta la providencia ─ o sea, la suspensión de oficio, o de plano como también se le llama
─, y después habría que decidir, según las circunstancias, si se abre el juicio o no. Por ello la
exactitud de la información de que en estos casos la suspensión no puede constituir un
incidente del principal, porque todavía no sabemos siquiera si el principal va ha existir o no,
si la suspensión continuará o se anula.

Tan se comprende así en los juzgados de distrito, que el expedientillo dentro del cual
se dicta la providencia generalmente es denominado Cuaderno Auxiliar, o sus iniciales C. A.,
seguido del numeral progresivo que le corresponda. Si el agraviado ratifica la demanda, se
abre el juicio y entonces el expediente que se forma ya lleva el número del Amparo Indirecto
correspondiente, o sea se varía totalmente la naturaleza de las actuaciones. Si no ocurre así
quedó de manifiesto que la providencia cautelar tuvo total autonomía produjo todos sus
efectos por sí misma, y jamás consistió en una cuestión incidental de un supuesto principal
nonato.

Similares comentarios merecen las disposiciones de los artículos 38, 39 y 40 de la


Ley que se refieren a hipótesis de aquellos lugares en que no resida juez de Distrito
facultando a los jueces de primera instancia dentro de cuya jurisdicción radica la autoridad

413
que ejecuta o trata de ejecutar el acto reclamado, para recibir la demanda de amparo, y
cuando precisamente el amparo se promueva contra aquella, y no haya en el lugar otra de la
misma categoría, o cuando reclamándose contra diversas autoridades no resida en el lugar
juez de primera instancia, o no pudiera ser habido, se otorga la facultad de recibir la
demanda a cualquiera de las autoridades judiciales que ejercen jurisdicción en el mismo
lugar.

En todos estos casos las facultades otorgadas a autoridades diversas a las que
originalmente corresponde intervenir en los amparos, se ven adicionadas con otras para
mantener las cosas en el estado en que se encuentren ─ es decir dictar providencias
cautelares suspensionales ─, por el término de las setenta y dos horas.

Fácil es entender la autonomía que se deduce de todo esto, ya que al remitir a la


autoridad que reciba la demanda ella dicta la suspensión de plano, en los términos de las
propias disposiciones citadas, y debe remitir demanda y anexos (artículo 144 de la Ley), al
juez de Distrito competente. Diversas cuestiones podrían plantearse después de iniciados
todos estos procedimientos en materia de amparo, pero entre otros pudiera darse el caso y
de hecho se da de que el Juez de Distrito deseche la demanda de amparo – por
improcedente, extemporánea o situaciones similares ─, quedando por tanto sin efecto la
suspensión de plano decretada, con lo cual se pone de manifiesto la autonomía que esta
providencia cautelar tiene, y su validez por sí misma, y por ello su no dependencia incidental
de un principal que constituye precisamente el proceso o juicio dentro del cual incide una
cuestión derivada, lo cual es exactamente la esencia de un incidente.

Con CHIOVENDA 13 podríamos pensar en que no estamos en presencia de una posible


o circunstancial autonomía de algunas providencias cautelares, sino de verdaderas acciones
cautelares distinguibles de las providencias que también se dan por razones de cautela para
conservar la materia de un juicio, y para que pueda producirse la providencia definitiva.

CHIOVENDA habla de una distinción que él subraya dándole énfasis especial: a)


Medidas provisionales de cautela o de conservación, que “se dictan con anterioridad a que
esté declarada la voluntad concreta de la ley que nos garantiza un bien, o antes de que se
lleve a cabo su actuación, como garantía de ésta, y varían según la diversa naturaleza del
bien que se pretende”: lo cual es el concepto generalizado de nuestra suspensión, pero
siempre que sea entendido con esos efectos anticipatorios de la providencia definitiva, que
algunos de nuestros autores le niegan; y b) Acciones aseguradoras, que nosotros
entenderíamos como acciones cautelares, que según él no pueden considerarse como
accesorias del derecho garantizado “porque existen como poder actual cuando todavía no se
sabe si el derecho garantizado existe”.

Para este autor la medida provisional o conservativa responde a la necesidad efectiva


y actual de alejar el temor de un daño jurídico, que sólo puede dilucidarse en definitiva por la
sentencia de un juicio principal; lo cual no es la teleología de la acción aseguradora cuya
resolución cautelar es un derecho del Estado fundado en las necesidades generales de la
tutela del derecho, lo cual observamos en nuestra suspensión del oficio, que se dicta de
plano por el juez, sin formas y con exclusión expresa de una substanciación.

2. También habría que recordar ahora la situación tan profundamente planteada por
FIX ZAMUDIO – y a la cual ya nos hemos referido ─, respecto a que si bien es claro que la

13
Op. cit., págs. 297 y ss.

414
suspensión en el amparo indirecto es una cuestión incidental, o sea que constituye un
incidente (con la salvedad que nosotros hacemos en el punto anterior), en el amparo directo
la suspensión de oficio o a petición de parte la decreta el tribunal señalado como
responsable, lógicamente no lo puede hacer sino en el expediente de ejecución de la
sentencia definitiva, o de la manera como lo dispongan las previsiones procesales federales
o de los Estados correspondientes.

Lo que importa resaltar en estos ejemplos es que tampoco la suspensión es una


providencia dictada en el juicio o proceso de amparo, sino en las providencias de un juicio
ordinario de segunda instancia que dictó la sentencia o resolución que puso fin a un juicio, y
que por supuesto no está tramitando al amparo directo, lo cual le corresponde a un Tribunal
Colegiado de Circuito.

3. Por todo lo anterior hemos considerado pertinente dentro de la definición de la


suspensión que estamos ensayando, no afirmar que la suspensión del acto reclamado es
una providencia cautelar que se decreta dentro del proceso de amparo, sino dentro de los
procedimientos de dicho juicio, puesto que es bien claro en las ejemplificaciones que hemos
utilizado, existen casos numeroso en la que la providencia se da fuera del expediente
principal del amparo.

c) La definición continua refiriéndonos a este carácter de las providencias cautelares


─ que tan caro le es a CALAMANDREI poner de manifiesto, porque entiende que entinta toda la
esencia de la providencia cautelar ─, como lo es la instrumentalidad, palabra con la cual él
no se casa totalmente como lo hemos visto, puesto que dice que en italiano no está
aceptado el término, y el traductor al español de su obra también afirma que no está
aceptada en nuestro idioma, y que por ello el maestro afirma que lo mismo podría usarse el
concepto vicariedad, pero que tiene el mismo defecto de aceptación que el primero, no
resultando por lo tanto útil ninguna sustitución al respecto.

Lo que sí importa resaltar es que las providencias cautelares siempre son


instrumentales. Es decir que de ninguna manera constituyen por sí procesos o juicios
planteables mediante una acción procesal legitimada para reclamar una jurisdicción.
Inclusive cuando hablamos de su autonomía no afirmamos ─ ni podríamos afirmar ─, que
abren un derecho a la jurisdicción en que se llegue hasta el final a una resolución sobre el
mérito (es decir sobre el fondo del asunto), y por ello siempre constituyen un instrumento
procesal.

Quizás por ello no sólo los autores sino nuestra propia Ley de Amparo con frecuencia
se refieren a los procedimientos suspensionales como el incidente de suspensión. Sirva
como ejemplo lo dispuesto en el último párrafo del artículo 35 de la Ley, incluido dentro del
capítulo V, del titulo primero, bajo el rubro: De los Incidentes en el Juicio, cuando dispone:
“Los demás incidentes que surjan, si por su naturaleza fueren de previo y especial
pronunciamiento, se decidirán de plano y sin forma de substanciación. Fuera de estos casos,
se fallarán juntamente con el amparo, en la sentencia definitiva, salvo lo que dispone esta
Ley sobre el incidente de suspensión.”

Por ello si se afirma que la suspensión tiene un carácter meramente instrumental, se


esta entendiendo, a la manera de C ALAMANDREI, que debemos considerar que está atrás o
condicionada a una providencia principal, y ya hemos dicho que esa providencia esencial es
la de anulación del acto reclamado. Esta no será decretada sino hasta el momento en que el

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juez de amparo, y de manera definitiva, decrete la inconstitucionalidad del acto reclamado, y
declare su no obligatoriedad, y en ocasiones inclusive su inexistencia jurídica.

Sería ir demasiado lejos el sacar como conclusión de todo lo anterior que el amparo
en realidad es una medida política y no tanto jurisdiccional. Pero la verdad es esa, como lo
hemos aprendido demostrar en el primer capítulo de esta obra: todo el amparo gira alrededor
de una facultad política otorgada a un poder político, para que éste ─ si es el caso ─ tome
una medida o providencia realmente de carácter político, ya que debe observarse que por el
hecho de concederse el amparo la autoridad responsable no es destituida de su cargo, ni se
le despoja de sus facultades o tributos, ni forzosamente se le consigna a las autoridades
penales por abuso de poder o por un delito cometido en la administración de justicia, aunque
excepcionalmente esto pudiera ocurrir así en los casos notorios en que el acto tenia la
intención dañada de causar un mal, obtener un lucro, o ambas cosas a la vez.

Por lo anterior resulta claro que la sentencia o ejecutoria de amparo ─ cuando


considera que una acción de amparo es procedente y fundada ─, propiamente resuelve
dictar una providencia principal o fundamental, que quitándole validez a un acto concreto de
autoridad, no destituye a ésta, ni la despoja de sus atributos sino simplemente se dirige a
una porción del poder que se le reconoce y conserva, proveyendo que solamente un acto ─
el reclamado ─, carece de validez, si bien es manifiesto que si el acto consiste en una
omisión de la autoridad en la ejecución de un acto que le ordena la Constitución, en estos
casos se provee la conducta que le resulta obligatoria a la autoridad responsable.

No encontramos otra forma más clara de poner de manifiesto todo este proceso que
─ en la parte de la definición que ahora estamos examinando ─, contrapone como dice
CALAMANDREI, y vincula, una providencia que es de cautela, como instrumento de otra
providencia que es de anulación, y como veremos en otra parte de la propia definición, sirve
al mismo tiempo de conservadora de la materia de la controversia que de otra manera no
podría darse por haberse consumado irreparablemente el acto, o al menos impone graves
dificultades para repararlo.

d) Hemos sostenido continuamente que el amparo es un proceso concentrado de


anulación. También hemos hecho la observación que esta característica del amparo pudiera
ser objetada afirmándose que no es posible que se entienda ─ en los casos procedentes ─,
que se anule un acto omisivo. Es decir: si por ejemplo se reclama la violación del artículo 8°
constitucional, en el sentido que una autoridad pública no dio contestación a la instancia de
una persona, y permaneció en silencio, es bien entendido que si la acción de amparo se
declara procedente y fundada no podría anular el silencio o la pasividad, sino traducirse en
una contestación activa y fundada.

Pero esto queda perfectamente aclarado en el artículo 80 de la Ley de Amparo, que


se refiere a los efectos de la sentencia que pudiere dictarse en el juicio, y al referirse a los
actos negativos concluye respecto a la sentencia que concede que “el efecto del amparo
será obligar a la autoridad responsable a que obre en el sentido de respetar la garantía de
que se trate y a cumplir, por su parte, lo que la misma garantía exija”.

Y este elemento fundamental es el que se contiene en la definición propuesta. Pero


es la fuente igualmente de la controversia de los que sostienen que la suspensión nada más
conserva la materia del amparo, frente a los que afirman que no sólo conserva sino anticipa
parte de sus efectos.

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Y es aquí donde se trae a colación principalmente el artículo 136 de la Ley ─ pero en
realidad ocurre en otros muchos casos ─, que si bien está mal redactado porque ordena una
libertad perdida y que pretende obtenerse en forma definitiva cuando se resuelva el fondo del
asunto, sujeta a la libertad, a medidas de aseguramiento mucho muy difíciles de
instrumentar, pero perfectamente posibles.

Entonces, sí se pueden adelantar los efectos de la sentencia favorable. Esto


mediante la suspensión; sin embargo es muy importante tomar en cuenta que esos efectos
no son los mismos si el acto impugnado es positivo o negativo, y que estos deben de
aclararse en un intento de definición de la suspensión como providencia cautelar.

e) La más vieja caracterización de la suspensión es aquella que indica que permite


hacer cesar temporalmente los efectos obligatorios que tenga o pudiera tener el acto
reclamado, mientras se resuelve la controversia constitucional que es la cuestión principal.

Ya hemos insistido que ese cese de efectos es una situación comprometida. Por eso
recordamos a MONTESQUIEU cuando indica que frente a los abusos políticos de la autoridad,
que en todos los países y en todos los tiempos se suceden “habrá que detener el poder con
el poder”, la cual es la posición más alta del amparo, ya que este no atenta contra el poder
público sino que lo aprovecha en su estructura jurídica más honda, para detener el poder sin
destruirlo.

Por supuesto la parte más delicada de este proceso es aquella providencia cautelar,
podríamos llamarla intermedia, principal, o anticipatoria, ya que no frena el poder en forma
definitiva ─ lo cual pertenece evidentemente a la ejecutoria de amparo ─, sino cautelarmente
en forma temporal hasta que la sentencia firme resuelva. A ella se deben atener gobernantes
y gobernados tratándose de un caso concreto que sea puesto a la consideración de un poder
político del Estado Federal.

Queda así explicada la definición que proponemos. Aceptamos que pudiera estar
plena de limitaciones o inconveniencias. Pero al mismo tiempo nos da el pretexto para
examinar elementos muy valiosos de la suspensión, puesta en comparación con la mejor
doctrina de las providencias cautelares, instituto al que indudablemente corresponde.

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