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CAPÍTULO 6

AUTOEFICACIA PARA MENTIR.


ESTUDIO EXPERIMENTAL2
Copyright © 2009. Dykinson. All rights reserved.

2
Esta investigación ha sido financiada por el Ministerio de Ciencia y Tecnolo-
gía con la beca de referencia BSO2001-1006.

Garrido, Martín, Eugenio, et al. Autoeficacia y delincuencia, Dykinson, 2009. ProQuest Ebook Central,
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En las páginas de este capítulo se da, de nuevo un cambio de es-
tilo expositivo. En el capítulo V se han expuestos hipótesis sobre cómo
debería trabajarse con los delincuentes partiendo del supuesto de que
habría que instalar en la percepción de sí mismos la ineficacia para
delinquir. Es una propuesta nueva, aún no investigada, por lo que se
ha abusado intencionadamente de la anécdota frene a las demostra-
ciones empíricas. Volvemos a retomar la exposición científica. Y en
este capítulo de manera especial, pues se expone con los detalles exi-
gidos por la ciencia, una investigación en la que se experimenta con
la conducta de mentir. Se hablará de mentiras «sociales» y «delicti-
vas». Como experimento, se trata de probar la hipótesis de la rela-
ción causal entre autoeficacia y delincuencia. No convendría perder
el enfoque de la investigación desde el principio entendiendo que lo
que se va a hacer es modificar la conducta de mentir. Lo que se trata
de demostrar es la creencia de la capacidad para mentir. Evidente-
mente, como se ha demostrado infinidad de veces, la autoeficacia es
causa directa o indirecta de la conducta.
Los estudios sobre las conductas desviadas, especialmente de los
jóvenes (agresividad sexo arriesgado, consumo de drogas, absentismo
escolar y laboral, etc.) han utilizado prioritariamente análisis corre-
laciónales entre dichas conductas y las circunstancias de riesgo (Bar-
beret, Rechea y Montañés, 1994; Fortin, 2003; Gottfredson y Koper,
1996; Hernández de Frutos, Sarabia Heydrich, Casares García,
2002; Barnes, Welte, Hoffman y Dintcheff, 2005; Kury y Woessner, 2002;
Moffitt, 2005). Las circunstancias de riesgo se agrupan en torno a la
familia, los centros escolares y de trabajo, los compañeros, la comu-
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nidad, los barrios deprimidos, estatus socioeconómico, etc. Natural-


mente, los resultados de estas correlaciones exigirán políticas de asis-
tencia a las familias desestructuradas y a los profesores, mayores
niveles de escolarización, asistencia individualizada que evite el fra-
caso escolar, una integración progresiva de los estudiantes en el mun-
do laboral, etc. (Greenberg, Weisberg, O’Brien, Zins, Fredericks, Res-
nik y Elias, 2003). Políticas que pueden tomarse sin examinar
detenidamente la potencia y la importancia social de las interven-

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ciones (Kraemer, Kazdin, Offord, Kessler, Jensen y Kupfer, 1999).


Frente a estas posturas de contención se han alzado, especialmente
durante los años 90, voces que prefieren desarrollar en los jóvenes, en
sus familias, así como en los centros educativos y de ocio las capa-
cidades intelectuales, sociales, morales, de empatía, de responsabi-
lidad y hasta religiosas para que los adolescentes gestionen sus vidas
dentro de los parámetros de la convivencia ciudadana (Larson, 2000).
Son muchos los programas nacidos al amparo de estos nuevos plan-
teamientos. Catalano, Berglund, Ryan, Lockzak y Hawkins (2002) ha-
cen una amplia descripción de los 25 programas que han ofrecido re-
sultados conductuales positivos a largo plazo en comparación con el
grupo control. Un ejemplo concreto de cómo realizar estas interven-
ciones lo exponen Webster-Stratton y Reid (2004) o August, Realmu-
to, Hekner, y Bloomquist (2001). Pero Catalano, Berglund et al (2002)
mencionan otros estudios con un potente diseño experimental o cua-
si experimental, con manuales claros de cómo intervenir que no mos-
traron tales resultados positivos; el estudio de August, Realmuto et al.
(2001) encuentra mejoras en los comportamientos escolares y no en
las conductas de autorregulación o competencias sociales; Kazdin,
Esveldt-Dawson, French y Unis (1987) lo hallaron sólo con el pro-
grama de entrenamiento en habilidades sociales y no en tratamien-
tos dirigidos a mejorar las relaciones sociales. Estos y otros estudios,
además de apelar a diseños experimentales, exigen resultados a lar-
go plazo (Fortin, 2003; Gottfredson y Gottfredson, 1985; Moffit, 2005).
Algunos, naturalmente, apelan a las diferencias étnicas y culturales;
McAlister, Bandura, Morrison y Grussendorf, 2003) o de género (Bryant
y Zimmermann, 2002; DiNapoli, 2003; Herrera y MacCloskey, 2001,
Lane, 2003)
Tanto los estudios de las circunstancias de riesgo, como las inter-
venciones masivas adolecen, salvo excepciones (Morrison, 2003; Bur-
ton, Evans, Cullen, Olivares y Dunaway, 1999; Romero, Gómez-Fra-
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guela, Luengo y Sobral, 2003) de una teoría psicológica que revele


los componentes y los procesos que explican las conductas juveniles
desviadas (Larson, 2000; Moffitt, 2005; Sherman, 1998). En el presen-
te estudio se pretende explicar la conducta mentirosa y su prevención
desde la teoría cognitivo social. Más específicamente, el presente es-
tudio pretende ser una prueba experimental de la autoeficacia como
causa de la mentita inmoral y delictiva. Para delinquir hay que sen-
tirse eficaces. No delinquir es sentirse eficaces para gestionar

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intencionadamente la propia vida dentro de los cauces marcados


por los compromisos personales.
Desde que en 1977 Bandura propusiera la teoría de la autoefica-
cia como fuente directa o mediadora en el cambio de la conducta
(Bandura 1977 a) y probara que cualquier intervención tendría éxito
en tanto en cuanto modificara la creencia de capacidad del sujeto
para ejecutar lo que antes experimentaba como imposible (Bandura,
Adams, Hardy y Howells 1980, Garrido, 2004), la teoría de la autoe-
ficacia se ha aplicado a distintos campos del la actividad humana: al
escolar (Bouffard, Boisvert, Veceau y Larouche 1995; Pajares, 2002;
Schunk, 1995; Zimmerman, 1995), a la elección de carrera (Hackett,
1995), al mundo laboral (Bandura y Wood, 1989; Garrido 2000; Locke,
Frederick, Lee y Bobko, 1984; Stajkovic y Lutham, 2000), a la salud, a
la drogodependencia, a las fobias, a la confianza personal (Ozer y
Bandura, 1990), al deporte (Balaguer, Escartí y Villamarín, 1995; Es-
cartí y Guzmán, 1999) y ha dado el salto de la autoeficacia personal
a la grupal (Fernández-Ballesteros, Díez-Nicolás, Caprara, Barbara-
nelli y Bandura, 2004). El mismo Bandura hace una amplia revisión
de muchas de estas aplicaciones en su libro: Self-efficacy. The exerci-
se of control (1997).
La autoeficacia se define como la capacidad percibida por el su-
jeto para realizar un determinado curso de acción con la intención
de conseguir objetivos concretos. La conducta delictiva es un curso de
acción para conseguir fines concretos. Sin embargo los estudios so-
bre autoeficacia y delincuencia han tomado una trayectoria antitéti-
ca a la que sería de esperar de esta definición. Siguiendo direcciones
conservadoras (la teoría general del delito de Gottfredson y Hirschi
(1990), han definido la autoeficacia autorreguladora como la capacidad
para oponerse a las propuestas tentadoras de los compañeros. Es una
definición correcta, pues el esfuerzo y la dificultad son inherentes a
la autoeficacia. Todos los estudios sobre el entorno del delito men-
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cionan las malas compañías, aunque su verdadera fuerza reside en


crear expectativas de delito más que en incitar directamente al mismo
(Bryant y Zimmerman, 2002). Además, siguiendo otra línea también
conservadora o tradicional, han propuesto que la autoeficacia para los
logros académicos y las relaciones sociales previene la delincuencia
juvenil (Bandura, Barbaranelli, Caprara y Pastorelli, 1996 a, b; Ban-
dura, Barbaranelli, Caparara y Pastorelli, 2001; Bandura, Caprara,
Barbaranelli, Pastorelli y Regalia, 2001; Bandura, Caprara, Barbara-

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nelli, Gerbino y Pastorelli, 2003). Sería difícil encontrar estudios en


los que el buen rendimiento académico no aparezca como antídoto
contra la desviación juvenil, pero bajo la condición de que el apren-
dizaje motive al estudiante (Larson, 2000; Bong, 2001).
Al no contemplar la posibilidad de la relación directa entre auto-
eficacia y delincuencia pudieran estarse perdiendo oportunidades no
solo teóricas, sino también de prevención. Las funciones de la auto-
eficacia, tal como se definieron desde un primer momento son: elec-
ción de la conducta para la que la persona se juzga capaz, realización
del esfuerzo necesario para llevar a cabo lo elegido y perseverancia
en las tareas elegidas cuando surgen las dificultades. En este contex-
to, tantas veces comprobado, hay que sostener que la conducta delictiva
es una acción elegida por el sujeto y tanto persevera en ella, a veces,
que se habla de carrera delictiva. La lógica lleva a la conclusión de que
para delinquir hay que juzgarse capaz de ejecutar la acción prohibi-
da en cuanto delictiva, más allá de la mera ejecución material. Esto
es lo que Bandura entiende por curso de acción: algo más que la suma
de las partes que la componen; tocar el piano es algo más que aporrear
unas teclas. Quien delinque es porque se siente capaz de delinquir.
Complemento necesario de las funciones de la autoeficacia son los mo-
dos de crearlas: ejecución personal, modelado, persuasión e interpre-
tación de los estados emocionales y corporales. Utilizar la autoefica-
cia para delinquir como proceso de prevención, exigiría propiciar
ejecuciones delictivas fracasadas, ejemplos de abandono de la delin-
cuencia o que fracasaron, persuadir de que no es tan fácil como se cree
e interpretar los estados de arousal que acompaña al delito como de-
mostración de incapacidad. Esta propuesta no es nueva, otros auto-
res ya la han formulado abierta o tímidamente (Garrido, Herrero y Ma-
sip, 2002; Iani Barrese y De Leo, 2000; Ludwig y Pittman, 1999;
Okamoto, 1997, 1998; Okamoto, Tochio y Nakamura, 1996)
Hasta la fecha no se ha realizado ningún estudio experimental so-
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bre la autoeficacia para delinquir. En el experimento que se describe


en este capítulo estudiantes universitarios realizan un test de autoe-
ficacia para mentir. Posteriormente, simulando que participan en otro
experimento de detección de la mentira, narran a un psicólogo clíni-
co alguna circunstancia en la que hubieran mentido, unos han de na-
rrar mentiras que fueron delitos (añadir cifras a un cheque para co-
brar más dinero; mentir en una declaración judicial), otros, mentiras
inmorales (haber sido infieles a la pareja). Sus declaraciones se gra-

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baron. Supuestamente, estas grabaciones habrían de ser escuchadas


por universitarios de otra ciudad. Los estudiantes, según el diseño
experimental, recibieron feedback de haber sido buenos, normales, ma-
los mentirosos o no haber sido evaluados. Utilizando un instrumen-
to tan potente como el feedback de éxito o fracaso a la hora de im-
plantar y modificar creencias de autoeficacia, se esperaba que, quienes
recibieran un feedback de haber logrado engañar a más del 67% de
quienes le escucharon, aumentaría sus creencias personales de ca-
pacidad para mentir.

MÉTODO

El cuestionario. Cuestionario de autoeficacia para mentir (CAM)


Es un instrumento en el que se viene trabajando durante varios años.
Tras una criba previa, se eligieron 30 ítems. Cada ítem consiste en la
descripción de una mentira en una tarea específica. Los ítems se de-
signaron para que representaran diferentes tipos de mentiras: men-
tiras en las relaciones interpersonales, en lo legal, en el lugar de tra-
bajo/universidad y en lo económico. Se incluyeron tanto mentiras
directas (mentir a los padres para que no descubran algo que sabe
que le han prohibido) como indirectas (cambiar el precio de un artícu-
lo en una tienda para que te cueste menos). Siguiendo las normas de
Bandura (2005) se obtuvieron medidas tanto de nivel como de in-
tensidad. El nivel se mide pidiendo al sujeto que conteste, a cada una
de las treinta preguntas, si se considera capaz de ejecutarla o si no se
considera capaz. El número de síes ofrecen la medida de nivel de au-
toeficacia. Luego, repasa las conductas afirmativas e indica, en una
escala de 0 a 10 la confianza con la que se juzga capaz. Se obtiene la
intensidad de la autoeficacia para mentir sumando todas las intensi-
dades y dividiéndolas por el número total de ítems, que en este caso
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eran 30.
Para hallar las características psicométricas del cuestionario res-
ponden a él una muestra de 286 estudiantes, distintos de los parti-
cipantes en el experimento (221 femeninos y 62 hombres; edad me-
dia = 20,98, DS = 2,49). Se lleva a cabo una extracción de componentes
principales con rotación varimax. Se limitan a dos los factores, se-
gún lo aconsejaba el gráfico de sedimentación. El test de esfericidad
de Barlett arrojó un χ2 (435)= 1976.30, p<.001. El índice de Kaiser-

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Meyer-Olkin fue suficiente, KMO = .74. En el apéndice I se resumen los


resultados del análisis factorial y el peso que cada ítem tiene en cada
factor. Se han elegido solamente aquellos ítems que tenían un valor
igual o superior a .40. Con el fin de verificar que la interpretación de
los factores era la correcta se presentaron los ítems a otras dos mues-
tras de estudiantes. A la primera (N = 30, 25 mujeres y 5 hombres, edad
media 22,177 SD = 2.50) que valoraran las treinta conductas descri-
tas en los ítems como legales o ilegales (0= legal y 10 = ilegal). Los
ítems ilegales fueron puntuados más altos y de manera diferente que
los ítem morales (M = 7,83 vs. M = 5,50), t (29) = 5,53, p < .001. De
hecho los ítems ilegales fueron evaluados significativamente por en-
cima de la media de la escala, es decir diferente a 5, t (29) =11,54,
p < .001, lo que no sucedió con los ítem inmorales. El segundo gru-
po (N = 42, 37 hombres y 5 mujeres, con una edad media de 23,19,
DS = 6.05) tuvieron que juzgar sólo la moralidad de los ítems (0 = mo-
ral, 10 = inmoral). Los ítems ilegales fueron considerados más in-
morales (M = 6,90, t (41) =6.49, p <.001) que los inmorales (M = 6,13,
t (41) =6,34, p <.001). Contamos pues con un buen cuestionario para
medir la autoeficacia para mentir que consta de dos factores: ilegal
e inmoral.
Muestra: El número total de los participantes fue de 283. Perte-
necían a tres grupos distintos de estudiantes universitarios. El pri-
mero de los grupos (86) eran estudiantes de primer curso de crimi-
nología en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca;
edad media de 20.50, DS = 3.14, de los cuales 22 eran hombres y 64
mujeres. El grupo segundo lo integraban 45 estudiantes de tercero
de Criminología. Edad media 22.39, DS 2,61, 22 hombres y 23 muje-
res. Finalmente el tercer grupo, 152 participantes, estudiaba tercero
en la Facultad de Psicología de la misma Universidad con una edad
media de 20.84 DS = 1.82; de ellos 18 hombres y 134 mujeres. De los
286 participantes que realizan la primera prueba acuden a recibir el
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feedback 164. Los análisis de χ2 realizados con las variables de tipo


de feedback recibido, tema sobre el que mienten y sexo demuestran
que no existen diferencias significativas entre los que acuden a co-
nocer los resultados de sus pruebas y los que no reciben este feed-
back. Tipo de feedback χ2 (2) = 2.163, p < .339; contenido sobre el que
mienten: χ2 (1) = .0013, p < .90; para el sexo χ2 (1) = .001, p<.97.
Diseño: El diseño es mixto. Consta de una variable intrasujeto:
la aplicación del cuestionario de autoeficacia para mentir antes de

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pasar por la experiencia de mentir y después de haber pasado por la


experiencia de mentir y haber recibido el feedback. Como variables
independientes se utilizan: a) la materia sobre la que mienten: men-
tir en temas inmorales o mentir en temas ilegales; b) tipo de feed-
back que reciben: ninguno, bajo, moderado y alto. Como lo que in-
teresa saber es el cambio de la autoeficacia después de haber recibido
el feedback, la variable intrasujeto se mide hallando la diferencia en-
tre las puntuaciones de autoeficacia mostradas en la segunda aplica-
ción del cuestionario (se espera se modifique dependiendo del tipo de
feedback recibido) y las puntuaciones mostradas en la primera. El
diseño se especifica en la tabla 1
Modo de proceder. El experimento se lleva a cabo en cuatro
fases.
Fase primera: Uno de los investigadores pide un día en clase a los
alumnos que colaboren en la elaboración de un test para medir la au-
toeficacia para mentir. En el mismo papel en que han de rellenar el
cuestionario se les dice y se les lee públicamente, que han de volver
a responder a este cuestionario en un momento final del curso, para
hallar la fiabilidad de la prueba por el método test retest. Como se de-
sea que respondan de manera anónima y libre, se les asegura que han
de identificarse poniendo en las casillas de inicio: sexo, día, mes y
año de nacimiento y los cinco últimos dígitos del DNI. Los autores (Al-
bers-Miller, 1999) han demostrado que el cuestionario anónimo es la
mejor manera de obtener confesiones delictivas. Los sujetos rellena-
ron el cuestionario individualmente y lo entregaron en un lugar de la
clase señalado para ello. Ostensiblemente el profesor no podría nun-
ca saber a quién pertenecía el cuestionario. Lo que los sujetos leye-
ron fue:

«Este es un estudio de validación del cuestionario en que se debe


realizar un retest. Por lo tanto, más adelante se le administrará una
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versión más depurada del mismo. Es necesario que dispongamos de


ambos cuestionarios de cada persona y que podamos unirlos, para
así examinar las variaciones en las respuestas en función del tipo de
cuestionario. A continuación se le presenta un cuestionario en el que
se enumeran una serie de conductas. Lo que tiene que hacer es tomar
como real esta situación. ¿Cuántas conductas, de las que se describen
más abajo, se siente capaz de hacer? Debe leer cada una de ellas y, si
se siente capaz de realizarla, escriba SI en la columna del SI. Si no se
siente capaz, escriba NO en la columna del NO. Posteriormente, lea
de nuevo las conductas en las que ha contestado SI y, en la columna

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de SEGURIDAD, indique la confianza o seguridad con la que se sien-


te capaz de ejecutar esa conducta. 0= poca seguridad, 5 = seguridad
moderada, 10 = seguridad máxima».

El profesor que le aplica esta prueba no vuelve a aparecer en todo


el proceso.
Fase segunda: la entrevista de la mentira. Se pidió a los partici-
pantes de la fase 1, en un contexto en el que no podían relacionar
esta petición con el estudio del cuestionario, que colaboraran en otro
experimento sobre la detección de la mentira. Su tarea consistiría en
mentir y decir la verdad en una entrevista que se grabaría en audio.
Luego, otras personas deberían escuchar tales entrevistas y juzgarían
si estaban mintiendo o diciendo la verdad. Con el fin de maximizar
la participación, se prometió, a quienes quisieran participar, un in-
centivo académico. Los alumnos tuvieron que anotar en una hoja de
papel su nombre y apellidos, DNI, teléfono y correo electrónico, con
el fin de citarlos para la entrevista. Es importante señalar que este
estudio se presentó como algo ajeno al cuestionario previo.
En la investigación sobre la detección de la mentira, normal-
mente se emplea a sujetos que deben mentir o decir la verdad. A
menudo mienten o dicen la verdad a petición del investigador sobre
un vídeo que han visto previamente, o sobre un delito simulado de
poca trascendencia, etc. Son, pues, mentiras con unas implicacio-
nes morales y personales mínimas (Frank y Ekman, 1997). Estos
paradigmas al uso no eran, por lo tanto, válidos para nuestro estu-
dio, en el que era necesario que los sujetos mintieran sobre algo in-
moral o ilegal que tuviera serias implicaciones personales. Se optó,
pues, por invitarles a narrar un episodio de su vida en el que hu-
bieran realizado alguna mala conducta. Ésta debía ser sólo inmoral
(en la mitad de los casos) o ilegal además de inmoral (en los casos
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restantes). Cada sujeto debería narrar dos versiones del episodio.


En una, expondría los hechos tal como habían sucedido realmente.
En la otra, tendría que mentir distorsionando los hechos. Se trata-
ba, pues, de un tipo de mentira muy relevante en lo que concierne
a conductas negativas: los sujetos mentirían sobre comportamien-
tos propios reales, de naturaleza inmoral y, en la mitad de los ca-
sos, también de naturaleza ilegal. El orden de mentir vs. decir la
verdad se contrabalanceó.

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AUTOEFICACIA PARA MENTIR. ESTUDIO EXPERIMENTAL 121

Se dudaba seriamente sobre la disposición de los sujetos a confe-


sar sus comportamientos inadecuados. Por lo tanto, se decidió tomar
algunas medidas orientadas a maximizar la probabilidad de que ac-
cedieran a ello. Primero, la entrevistadora era una psicóloga clínica
experimentada, capaz de crear un adecuado rapport y acostumbrada
a obtener información de tipo personal de sus clientes durante las se-
siones de psicoterapiai. Segundo, se ofrecieron una serie de garan-
tías a los participantes: (a) las entrevistas no se grabarían en vídeo (tal
como habíamos planeado en un principio), sino en audio; esto in-
crementaría el anonimato de los sujetos; (b) se dijo a los participan-
tes que quienes escucharían las grabaciones para juzgar su veraci-
dad serían personas de otra universidad, quienes probablemente no
los conocían; (c) se distorsionaría el timbre de la voz, para que sus vo-
ces fueran irreconocibles; (d) se les pidió que firmaran una hoja en
que desautorizaban todo uso de las grabaciones que fuera distinto
del señalado; (e) se les indicó que si lo deseaban podrían abandonar
el experimento en el momento en que quisieran, y que dicho abandono
no implicaría en modo alguno el no recibir el incentivo académico pro-
metido; y (f) se les entregó un compromiso de confidencialidad firmado
por todo el equipo de investigación. Ninguno de los investigadores, ex-
cepto la psicóloga clínica podía identificar las narraciones con la per-
sona que las había realizado, dado que se trabajó siempre con el có-
digo de los sujetos.
Las entrevistas se realizaron individualmente en un tranquilo des-
pacho de la Facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca.
La entrevistadora citaba telefónicamente a cada participante. Con el
fin de que no corriera la voz sobre la tarea del experimento, justo al
llegar, el participante debía firmar su compromiso a no desvelar nin-
guna información A continuación la entrevistadora daba instruccio-
nes al sujeto. Una vez que accedía a seguir adelante, firmaba el con-
sentimiento informado y recibía el compromiso de confidencialidad
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firmado por el equipo investigador. La experiencia y buen hacer de la


entrevistadora hizo que ninguno renunciara a participar. Se entre-
vistó a un total de 258 personas. La mitad de ellas declaró sobre con-
ductas sólo inmorales pero no ilegales (infidelidad en la pareja, men-
tir a los padres o a un profesor, copiar en un examen, etc.) y la otra
mitad sobre conductas que eran también ilegales (y que abarcaban des-
de el robo de maquillaje hasta el tráfico de estupefacientes, pasando
por conducir ebrio, consumir hachís o marihuana, mentir a la poli-

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122 AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA

cía, declarar en falso en un juicio, allanamiento de morada, delitos in-


formáticos, romper un buzón postal y leer el correo ajeno, etc.). La gra-
vedad de algunos de los hechos narrados y el «mal trago» que pasa-
ron muchos de los entrevistados son factores que permiten inferir
con certeza casi absoluta que los sujetos realmente habían ejecutado
las malas conductas sobre las que declararon. Asimismo, la incerti-
dumbre inicial de los participantes, presente incluso entre los últi-
mos que pasaron por la sesión de entrevista, indica que el compromiso
a no desvelar información se cumplió.
Fase tercera: el feedback: Naturalmente las grabaciones no se en-
viaron a ninguna parte. Sí se conservaron digitalmente. Siguiendo
el diseño experimental, se confeccionó una hoja en la que aparecía el
nombre del sujeto. En ella se le indicaba que había logrado engañar
a un (33%, 50% o 67%) de quienes habían escuchado su declaración,
por lo tanto era un (malo, intermedio o buen) mentiroso y, en una lí-
nea que representaba los percentiles de las personas a las que logra
engañar, se le marcaba su ubicación con una cruz. Este papel, para
seguir manteniendo la confidencialidad, se le entrega al sujeto. A los
participantes que no reciben feedback, cuando venían a recogerlo se
les decía que era mucho el trabajo de escuchar tantas grabaciones,
hubo una elección al azar y la suya no había sido seleccionada. Esta
manera de dar un feedback supuesto y no real se ha utilizado con re-
lativa frecuencia en investigaciones de esta naturaleza (Bandura y
Cervone, 1986).
Cuarta fase. La segunda aplicación. Finalizado el feedback, la mis-
ma persona que lo deba les decía: «Ahora otra cosa, ¿recuerdas una
prueba que te aplicó el profesor…? Si el sujeto lo recordaba, se le de-
cía y señalaba en el papel que había que hacer el retest, si no lo re-
cordaban o si no lo habían hecho, se les pedía que lo hicieran como
grupo control. De nuevo el test era anónimo y podían entregarlo bien
por debajo de la puerta del profesor bien en su casillero.
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Hipótesis

1. Siguiendo lo expuesto en la parte teórica, por lo que respecta


a las habilidades intelectuales y sociales, se espera que los partici-
pantes que reciban un feedback de que son buenos mentirosos au-
menten su autoeficacia en relación con los otros grupos que reciben

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AUTOEFICACIA PARA MENTIR. ESTUDIO EXPERIMENTAL 123

un feedback de que son malos mentirosos o que mienten como la ma-


yoría, así mismo deben diferenciarse del grupo control que no reci-
be feedback.
2. Dada la especificidad de la autoeficacia, se espera que los su-
jetos que han mentido en temas legales aumentarían su autoeficacia
tanto en temas legales como inmorales, porque todo lo ilegal se con-
sidera inmoral, según los resultados de la verificación del cuestiona-
rio. Quienes habían mentido en temas morales se juzgarían más efi-
caces para mentir en temas morales y menos en temas legales.
3. Por esa misma especificidad característica de la autoeficacia,
se espera que los participantes se comporten de manera distinta en
el factor ilegal que en el inmoral.
4. Se espera que los sujetos control no varíen en su percepción
de autoeficacia para mentir.

Resultados

Se presentan los resultados en función de las hipótesis. Por lo tan-


to se tendrán en cuenta a) el tipo de feedback y b) el tema sobre el que
mienten: Estos resultados se presentan, en primer lugar, con la esca-
la completa, seguidamente con las puntuaciones obtenidas en cada uno
de los dos factores.

Autoeficacia general para mentir

Las medidas de nivel, no son significativas ni en la autoeficacia ge-


neral ni en la específica de de cada factor del cuestionario, lo que de-
muestra que los participantes no aumentan en los temas en los que
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se juzgan capaces de mentir tras pasar por la experiencia de narrar


una mentira de su vida. Debe recordarse que la medida de nivel de au-
toeficacia en este tipo de cuestionarios es la cantidad de conductas
que se juzgan capaces de ejecutar; en este estudio el número de síes
marcados en la primera lectura del cuestionario.
Centrándose en la intensidad, utilizando una puntuación que mide
la diferencias entre las autoeficacia antes y después de recibir el fe-
edback sobre la capacidad para mentir no debería ser distinta de 0.

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124 AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA

La prueba z muestra diferencias significativas: M = .35, DS = 1.18; t


(160) = 3.759, p< .000. Esto demuestra que el hecho de mentir y re-
cibir un feedback aumenta significativamente la intensidad para men-
tir en las mismas situaciones. Dicho en otras palabras, como se res-
ta a la suma de la segunda aplicación del cuestionario la suma del
primero, si las diferencias son negativas, mostraría que el feedback ha-
bría disminuido la percepción de autoeficacia para mentir; si la res-
ta fura 0 o cercana a cero, mostraría que los participantes no habrían
modificado su autoeficacia para mentir; en el caso de que fuera posi-
tiva, los sujetos habrían aumentado su autoeficacia para mentir. Lo
que sucede es que sí aumenta la autoeficacia para mentir y que este
aumento no es debido al azar, vuelto a repetir 1000 veces se volverían
a encontrar estas diferencias significativas. Como es una medida glo-
bal, nos descubre poco sobre cuáles son las condiciones que aumen-
tan esta autoeficacia para mentir. Esto exige, como se había propuesto
en el diseño, un análisis estadístico más preciso.
Mediante un ANOVA, se ponen a prueba las dos variables inde-
pendientes que interesan: la temática sobre la que mienten y el tipo
de feedback recibido. Se toma como covariante el sexo, porque los
estudios suelen marcar estas diferencias cuando se trata de con-
ductas desviadas (no existe diferencia significativa respecto a la
edad). Aparece un efecto principal en la medida de intensidad res-
pecto al tipo de feedback que reciben los sujetos F: (3,152= 3, 807. p<
.049, η2 = .055, potencia = .695. Pero el sentido de estas diferencias
es inverso al esperado: los sujetos con mejor feedback son los que
menos crecen en autoeficacia, al contrario, disminuyen (Fig. 17)
También aparece diferencia entre los sexos: los hombres se consi-
deran menos autoeficaces que las mujeres (M = –.25, DS = 1.35 vs.
M = .48, DS = 1.10) para mentir después de recibir el feedback: F =
9.95; η2 = .064, potencia = .88
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El análisis revela un efecto principal cercano a la significación es-


tadística, convencionalmente admitida en las investigaciones psico-
lógicas, en la variable contenido de las declaraciones: moral o legal:
t (158) = -1.884, p<.06, en el sentido de que cambian más su autoefi-
cacia quienes mienten en materia moral que los que mienten en te-
mas legales. Este resultado va en la dirección de las hipótesis de la es-
pecificidad de la autoeficacia: modificar la autoeficacia para mentir
en función de la materia en la que se miente.

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AUTOEFICACIA PARA MENTIR. ESTUDIO EXPERIMENTAL 125

Autoeficacia para mentir

0,7
0,6
0,5
0,4
0,3
0,2
0,1
0
–0,1
No feedback Mal Normal Buen
mentiroso mentiroso
tipo de feedback

Gráfica 19: Puntuaciones medias en autoeficacia después de recibir el feedback.

Con la finalidad de desentrañar más esta especificidad, se llevan


a cabo análisis estadísticos en cada uno de los factores descubiertos
en el cuestionario.
Factor de mentira ilegal. Ninguno de los análisis realizados con
las puntuaciones ofrecidas por las participantes en este factor se acer-
ca, ni remotamente, a la significación estadística. Los participantes
no cambian en absoluto ni el nivel ni la intensidad de su autoefica-
cia en materia delictiva.
Factor de mentira moral. No aparecen diferencias en ninguno de
los análisis que se refieren al nivel, es decir ni aumentan ni dismi-
nuyen significativamente el número de preguntas en las que se juz-
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gan capaces de mentir de las 30 presentadas en el cuestionario. Cuan-


do se analiza la intensidad aparece como factor principal significativo
el feedback: F (3,155 = 3.480, p. = .017, η2 = .063, potencia = .769. Y
lo hace en el sentido de que desciende linealmente la autoeficacia
para mentir desde los que no reciben feedback alguno, pasando por
los normales y bajando aún más quienes conocen haber sido capaces
de engañar a más del 67% de las personas que escucharon su decla-
ración (gráfica 20).

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126 AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA

Mentir en temas morales


1
0,8
0,6
Legal
0,4
Moral
0,2
0
–0,2
Control Mal Normal Buen
mentiroso mentiroso
Grupos experimentales

Gráfica 20: Media de autoeficacia para mentir en temas legales y en temas morales, se-
gún los grupos de feedback.

Reaparece la diferencia entre los sexos: la mujeres ganan en au-


toeficacia media (M = .48, DS = 1.10 mientras que los hombres dis-
minuyen (M = -.25, DS. = 1.35), t (159) = -3.098, p< .002.
Estos resultados esclarecen el sentido de la modificación del cam-
bio de la autoeficacia: en el factor moral y no en el ilegal, a mejor
feedback menos autoeficacia y en las mujeres de manera diferente
que en los hombres.

Discusión

Siguiendo un modo de proceder extensamente probado en auto-


eficacia, se suponía que la conducta inmoral se podría aumentar si-
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guiendo una táctica tan poderosa como el feedback (Bandura y Cer-


vone, 1983, 1989; DeShon, Brown, y Greenis, 1996; Escartí y Guzmán,
1999; Ilies y Jugdge, 2005; Kanfer y Ackerman, 1989; Mason y Bru-
ning, 2001; Narciss, 2004; Prusia y Kinicki, 1996; Vancouver y Tisch-
ner, 2004; VandeWalle, Cron y Slocum, 2001). Atendiendo a los dic-
tados de la teoría cognitivo social, que enfatiza las especificidad de la
conducta y, habiendo hallado que nuestro cuestionario está bien de-
finido en dos factores: mentir en materia ilegal y hacerlo en materia

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AUTOEFICACIA PARA MENTIR. ESTUDIO EXPERIMENTAL 127

solamente moral, se suponía que aumentarían su autoeficacia para


mentir quienes recibieran el feedback de ser buenos mentirosos en
aquel factor en el que encajara su declaración mentirosa.
Examinando la autoeficacia en todo el cuestionario se ha descu-
bierto que el feedback aumenta significativamente la percepción de
autoeficacia para delinquir. El ANOVA, al hacer una análisis por gru-
pos de feedback, muestra que esta ganancia en autoeficacia para
mentir toma una orientación distinta a la esperada en la hipótesis:
aumentan en autoeficacia para mentir los que tienen un feedback
menos positivo respecto a su capacidad para mentir sin ser descubier-
tos, disminuye su autoeficacia para mentir aquellos participantes a los
que se les comunica que han logrado engañar al 67% de quienes es-
cucharon sus confesiones. Se descubre también que las mujeres, por
término medio, ganan en autoeficacia para mentir, tras haber pasa-
do por la experiencia, mientras que los hombres disminuyen en au-
toeficacia en las mismas circunstancias. Con la finalidad de de pro-
bar la especificidad de la autoeficacia, se realizó un análisis por
separado de cada uno de los factores de que consta el cuestionario.
Se descubrió que no existe variación en el factor de mentiras ilegales,
que todos los cambios, estadísticamente significativos, aparecieron en
el factor de mentiras inmorales. De nuevo aparecen las diferencias
entre sexos sólo en el factor de mentiras inmorales sociales. La hi-
pótesis central de la investigación queda probada: que la autoeficacia
para mentir puede modificarse, aunque tal modificación no lo sea, apa-
rentemente, en la dirección señalada por las hipótesis más específi-
cas. En la discusión de estos resultados se matizarán estas conclu-
siones.
Es la primera vez que se intenta implantar experimentalmente au-
toeficacia para engañar intencionadamente a los demás. Siempre con
el consentimiento de los participantes, como se ha mostrado en el
modo de proceder. Lo primero que sorprende es que los resultados sean
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exactamente contrarios a los obtenidos en los procedimientos para im-


plantar la percepción de otras autoeficacias sociales, laborales o para
modificar la percepción y la conducta de las personas que acuden a
tratamientos psicológicos. Parece, pues, que autoeficacia moral si-
gue unos caminos distintos del de las capacidades. Esto en modo al-
guno contradice los resultados hallados en estudios anteriores (Lud-
wing y Pittman, 1999; Garrido et al. 2002; Garrido, Herrero, Rojas y
Masip, 2002) cuando demuestran que la autoeficacia para delinquir

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128 AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA

explica gran parte de la varianza de la conducta delictiva. En las in-


vestigaciones mencionadas la variable dependiente era la conducta de-
lictiva, en el presente estudio la variable dependiente es la percep-
ción de tener capacidades para mentir. Y no se trata de un círculo
vicioso en el que la autoeficacia es a la vez causa y efecto. Se trata de
lo más esencial de la teoría cognitiva: el determinismo recíproco don-
de nada es a la vez causa y efecto sino en cortes sucesivos y ascen-
dentes. Como ya se ha explicado.
En el experimento presente se intentó aumentar la autoeficacia
para delinquir y se ha logrado un efecto contrario a la hipótesis del
feedback. La investigación explícitamente se enmarca dentro de la
teoría cognitivo social y en su entorno debe examinarse (Garrido, 2004).
En la teoría cognitivo social se afirma que la las conductas morales son
difíciles de crear y, sobre todo, de desmontar (Garrido, Herrero, Ma-
sip 2004). Una de sus críticas más rotundas al conductismo es la ima-
gen voluble que éste ha dado del hombre como pasta blanda que el am-
biente conforma a capricho (Bandura 1974, 1977b). Porque los
estándares morales son difíciles de modificar, la teoría cognitivo social
se ha centrado en los mecanismos psicológicos de la desvinculación mo-
ral, cuya mejor excusa es la vinculación moral a la religión o a la pa-
tria o los tratamientos eufemísticos de que se está haciendo algo sa-
ludable para la comunidad (Bandura, 2002). Los valores, las creencias,
los principios morales no cambian, pero se actualizan o sustantivan
en cada circunstancia, tanto que convierten lo inhumano en huma-
no. ¿Es esto un relativismo moral? Pues a medias. Es relativismo en
el sentido de que pueden modificarse. Pero no lo es en cuanto que los
valores morales se sitúan tan dentro de la identidad personal que es
necesario «forzarlos» para no renunciar a ellos en aquellos momentos
en que la contradicción entre la conducta y los valores chirrían.
Aparentemente, los resultados de la presente investigación serían
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una prueba de la dificultad para implantar la creencia de capacidad


para realizar conductas inmorales en las personas.
Cuando se analiza el diseño y el modo de proceder del experi-
mento surge la posibilidad de que se haya producido una reactancia
psicológica (Brehm y Brehm, 1981) o una deseabilidad social (Page,
1981). Aceptando esta hipótesis, los sujetos a quienes se comunica
que son malos mentirosos reaccionarían aumentando la autoefica-
cia para mentir y los que se les dice que son buenos mentirosos tie-

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AUTOEFICACIA PARA MENTIR. ESTUDIO EXPERIMENTAL 129

nen miedo a demostrarlo, porque no es bueno socialmente, y mos-


trarían que no son tan malos como se les dice bajando su manifesta-
ción de autoeficacia para mentir. Pero, en el largo transcurrir del
tiempo de este experimento, se tomaron todas las medidas y se entregó
a cada sujeto un documento en el que se les prometía y decía que nin-
guna de las personas que intervenían en el experimento podría jun-
tar nunca todos los datos para identificar a la persona. Solamente la
entrevistadora supo quien mentía sobre qué. El supuesto experimento
sobre la detección de los signos de la mentira no se relacionó nunca
con el cuestionario de la autoeficacia para mentir. Por lo que se evi-
tó, en lo posible, la reactancia o la deseabilidad social. Además, si se
concede valor a la hipótesis de la deseabilidad social, no se explicaría
por qué no aparece tal reactancia o deseabilidad precisamente en los
sujetos que mintieron en temas legales, los más propensos a la reac-
tancia y a la deseabilidad, y sí en los que mintieron en temas mora-
les. Tampoco se explica que no disminuya o aumente el nivel de au-
toeficacia agregando nuevas conductas a su juicio de capacidad. Habría
que demostrar, como lo hicieron Page y Scheidt (1971) por qué unos
sujetos querrían colaborar y otros no colaborar. Pero aún así, la su-
puesta colaboración se hubieran repartido por igual entre los cuatro
grupos de feedback y no cambiarían los resultados. Tampoco halla
explicación, al amparo de la deseabilidad social, que quienes no re-
ciben feedback aumenten significativamente su autoeficacia para
mentir, porque no tienen que reaccionar a nada. De todas las mane-
ras se considera oportuno, en estudios posteriores, mezclar los ítems
sobre autoeficacia para mentir con otros ítems de relleno o que midan
otras variables de personalidad para que no sea tan claro que se les
pregunta exclusivamente por una conducta poco deseable.
Los tratadistas de la conducta mentirosa (DePaulo, Kashy, Kir-
keldol, Wyer y Epstein, 1996; Masip, Garrido y Herrero, 2002) afirman
que la mentira es un gran invento de la sociedad y que puede consi-
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derarse como una habilidad social. Pudiera serlo, pues pocas situa-
ciones comprometerían más las relaciones personales si las personas
con las que nos relacionamos descubrieran la verdad o la mentira de
lo que les estamos contando. Sin embargo, los resultados presentes
indican que no se fortifica la expectativa de eficacia en esta habilidad
social comunicando a las personas que son buenas mentirosas.
Pero esta idea permite darle una interpretación alternativa a los
resultados, más acorde con los principios de la teoría cognitivo social.

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130 AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA

La capacidad para mentir es una habilidad social, pero una habilidad


que no queremos que nos la reconozcan. Decir a una persona que es
un (buen) mentiroso no es ninguna alabanza, no es un feedback po-
sitivo, sino negativo: no hay duda de que si somos pillados mintiendo
a los demás hay que pagarlo en la relación entre el que engaña y el en-
gañado (deTurk y Steele, 1988, p. 66; deTurk y Goldhaber, 1988). En
esta cultura, mentir es generalmente condenado (De Paulo et al., 1996,
p 980). En este caso decirle a alguien que es mal mentiroso es hacerle
un cumplido: se siente capaz de mentir porque con ello no hace daño
a casi nadie. Resulta difícil interpretar los resultados evitando su com-
ponente moral. No debe olvidarse que el feedback que genera auto-
eficacia es el que otorga satisfacción por los logros alcanzados; no pa-
rece que cause mucha satisfacción decirle a alguien que es un buen
mentiroso. A quien se le dice que es buen mentiroso porque ha lo-
grado engañar a más del 67% de quienes han escuchado su mentira
se le está comunicando que puede mentir con impunidad, y sin em-
bargo baja su autoeficacia para realizar este tipo de conductas. Esto
es comunicarle que puede actuar en contra de sus valores. Es como
hacerle consciente de que cuando miente los demás se lo creen y pue-
de hacerles daño. Por el contrario, comunicarle a alguien que no en-
gaña cuando miente porque es mal mentiroso es proporcionarle una
disculpa para seguir haciéndolo, ya que los demás se dan cuenta y lo
tomarán como una broma o modo de salir de situaciones embarazo-
sas, de defender la dignidad personal o de no ofender la dignidad de
los demás. Todos mentimos una o dos veces al día, y las mujeres algo
más que los hombres (De Paulo et al., 1996); con este experimento unos
saben que sus mentiras hacen daño y otros que no lo hacen. Ahora
unos se sienten menos capaces de mentir: los que creen que sus en-
gaños no son descubiertos. Los que creen no hacer daño se perciben
más sueltos en esta tarea. Si esta es la interpretación correcta se con-
firmarían dos de los supuestos de la autoeficacia y delincuencia: 1) que
no es lo mismo la acción de no decir la verdad, que mentir haciendo
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daño. Es decir, que la autoeficacia para el delito es específica del de-


lito, algo más que la mera ejecución material de una conducta. Si uno
se pone en el lugar de quien recibe el feedback de que es buen men-
tiroso se dice para sí mismo: «tengo capacidad para mentir y quienes
me las escuchan se las creen. Esta reflexión hace que la percepción
de sus mentiras pase de ser mero juego sociales a acciones que cau-
san daño. La misma acción cambia de calificación moral: ya no es una
habilidad social, es un acto inmoral. Este cambio sustancial en la

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AUTOEFICACIA PARA MENTIR. ESTUDIO EXPERIMENTAL 131

concepción de una misma acción hace que el sujeto cambia sustan-


tivamente su capacidad: no se siente capaz de mentir haciendo daño;
2) que el feedback es una fuente de autoeficacia o de ineficacia de-
pendiendo de la valoración que le otorgue su receptor, especialmen-
te cuando se comunica el éxito, aunque no es el experimentador quien
decide los criterios del éxito., sino quien lo percibe. ¿Se recuerda a la
niña que le faltaban los antebrazos?
La muestra de esta investigación: estudiantes universitarios de
dos carreras con carácter de ayuda social, avalaría también esta in-
terpretación. Debería repetirse este experimento con muestras don-
de exista una cultura de la mentira como habilidad social o con jóvenes
en situación de riesgo. O puede idearse la siguiente investigación:
Realizar primero la prueba de la percepción de la mentira como po-
sitiva o como negativa. Luego, por separado, repetir la complicada y
costosa investigación descrita en este capítulo para observar si los
que valoran positivamente la mentira aumentan su autoeficacia para
mentir cuando se les dice que son buenos mentirosos. Siguiendo esta
hipótesis, los que valoran negativamente la mentira disminuirían su
autoeficacia para mentir después de haber recibido la noticia de que
sus mentiras no se descubren.
Acaso la verdadera explicación la diera un estudiante en un mo-
mento en que se presentaban y discutían los resultados. Los partici-
pantes que escuchan que pueden mentir casi impunemente, en te-
mas que nos son graves, sino de convivencia social, se lo creen tanto
que mienten inmediatamente en el test afirmando que no se sienten
capaces de mentir cuando ahora se lo creen más que antes, por eso
su bajada (su mentira) significativa. Los que no reciben feedback y
los que se les descubren sus engaños con facilidad siguen mante-
niendo la misma confianza con la que entraron a recibir el informe
de cuántos le habían descubierto su mentira y su verdad. Con esta
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hipotética explicación se habría mostrado, en un solo experimento,


el aumento de la autoeficacia y sus efectos sobre la conducta. Pero an-
tes de decantarse por esta explicación debe demostrarse lo que se pre-
tende de manera directa: que se ha modifica la autoeficacia para men-
tir en el sentido de la hipótesis de feedback. Esta explicación deja
pasos intermedios no demostrados.
Debe buscarse también una explicación al hecho de que la modifi-
cación de la autoeficacia para mentir aparezca en el factor moral y no

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132 AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA

en el legal. Los participantes de este estudio tienen muy seguro que


no está en su entorno natural el mentir cometiendo delitos: no tienen
que hacer declaración de la renta, no suelen ser interrogados por la po-
licía, no suelen ir a juicio, no suelen robar la tarjeta de otros para ha-
cer compras, ni añaden cifras a un cheque para cobrar cantidades ma-
yores. Por eso no existen cambios significativos en sus conductas
ilegales. En cambio, sí les son familiares las mentiras laborales y so-
ciales: no coger el teléfono para simular que no estás cuando te llama
un amigo, negar a tu pareja que has estado con otra persona, fingir una
urgencia para no realizar un trabajo e irte a casa, mentir a los padres
para que no descubran que has hecho algo que te han prohibido, etc.
Pero, de nuevo, mentimos todos en estas circunstancias, pero no es bue-
no que los demás lo sepan y nos llamen mentirosos. De esta manera
los resultados concuerdan perfectamente con la teoría de la autoefi-
cacia: el mejor feedback no es el que suponían las hipótesis, sino el con-
trario. Para confirmar esta explicación se debería explorar si mues-
tras semejantes a la presente entienden que ser un buen o mal mentiroso
ha de interpretarse como algo positivo o negativo. En la prueba de
percepción de los dos factores se demostró que los consideran nega-
tivos al puntuar alto a cada una de las 30 preguntas del cuestionario
atribuyéndoles inmoralidad, en mayor medida a las mentiras ilega-
les. Recordar ahora aquellos resultaos fortalece la explicación de que
lo que se consideraba un buen feedback no lo era.
El hecho de que se consigan modificaciones en el factor moral y
no en el legal es una prueba de que la autoeficacia no se fabrica en el
aire, sino sobre la realidad concreta en la que viven las personas. A la
autoeficacia se la ha tachado de peligrosa porque puede crear expec-
tativas falsas. Hay pruebas suficientes para afirmar que no se crea en
el aire. Los resultados de este experimento sería una nueva prueba a
añadir en el mismo sentido.
Queda por explicar por qué las mujeres aumentan, por término me-
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dio, su autoeficacia para mentir mientras que los hombres la dismi-


nuyen. Siguiendo con el tono de los argumentos anteriores, parece que
para las mujeres, más que para los hombres es importante la menti-
ra, y decirles que son buenas mentirosas, pudiera parecerles menos
inmoral. Sin olvidarse que, dentro de ese aumento general, a mejor
feedback menor aumento. La orientación es la misma que la mani-
festada por la muestra general. DePaulo y sus colaboradores (DePaulo
y Kirkendol, 1989; De Paulo et al. 1996) demostrando que las menti-

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AUTOEFICACIA PARA MENTIR. ESTUDIO EXPERIMENTAL 133

ras de las mujeres son tan detectables como las de las personas que
tienen interés en mentir o que se juegan algo en la mentira: son des-
cubiertas a través de la comunicación no verbal o, como afirman
Frank y Ekman (1997) porque les delata la expresión de sus emocio-
nes, lo que no sucede con los hombres. Esto se interpretaría como
que la mujer se juega más en sus mentiras que el hombre, y lo que se
juega es su rol femenino de depositaria de la confianza y confidencias
de los demás (DePaulo et al. 1996), por eso el pasar por una expe-
riencia mentirosa, sin ser censurada, aumenta su autoeficacia para
mentir, pero no tanto como para no verse amenazada en sus valores
morales, de ahí el menor aumento de la autoeficacia cuando se ente-
ra de que es buena mentirosa.
Finalmente, ¿por qué crear autoeficacia para delinquir? Porque
si se descubre, también experimentalmente, que la autoeficacia es
importante para ejecutar la conducta delictiva, se impondrá trabajar
este tema para evitarla. La teoría de la autoeficacia se ha aplicado a
promover conductas como la salud, el rendimiento en el trabajo, con-
fianza en las capacidades positivas de las personas. Resulta cuando
menos extraño que Bandura escribiera su libro sobre la agresividad
para demostrar que se aprende mediante el modelado y, sin embar-
go, no haya aplicado con la misma lógica la autoeficacia para expli-
car la conducta agresiva y delictiva Uno de los mayores beneficios de
descubrir que la autoeficacia explica también esta clase de conduc-
tas estaría en que permitiría prevenirlas adecuadamente por haber
descubierto los mecanismos que la elicitan. Cuando se trata de im-
plantar autoeficacia se advierte mucho, por ejemplo, el que se eviten
los fracasos tempranos. Si la delincuencia se explicara, en parte, por
la autoeficacia habría que promover esos fracasos en el arranque
de la carrera delictiva. Lo mismo debería afirmarse del modelado, la
persuasión y la lectura que se haga de los estados anímicos.
Cuando uno se mete en el formalismo de las exposiciones cientí-
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ficas ha de seguir unas pautas marcadas por la comunidad científi-


ca. Este capítulo debía seguirlos, y para el profano pueden haber sido
formalismos tediosos. La investigación puede presentarse también
como una aventura. La aventura presente trataba de explorar si pue-
de modificarse la autoeficacia para mentir. Los preparativos exigie-
ron crear un instrumento fiable y válido: el cuestionario. Las pruebas
a las que se sometió este instrumento lo calificaron como apropiado,
incluso sometiéndolo a la percepción de grupos independientes que

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134 AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA

distinguieron bien entre lo que es una mentira sólo moral o social,


y lo que es, además, una mentira legal o delictiva. Confiando en el
instrumento, se aplicó a la muestra experimental. En momentos y
contextos muy distintos se les dijo que contaran una experiencia di-
ciendo verdad y luego diciendo mentira (o a la inversa según los gru-
pos). Estas declaraciones grabadas van a ser escuchadas por otras
personas. Pasados más de seis meses se les convoca individualmen-
te, mediante anuncio puesto en clase, para que reciban los resultados
del experimento en el que mintieron y dijeron verdad. Ya han llega-
do los resultados de la otra universidad en la que se han escuchado y
juzgado. La persona que les comunica estos resultados no había apa-
recido todavía en ningún momento de la investigación. Cuando se
encuentran con el nuevo interlocutor, a un grupo de participantes les
dice: el trabajo de oír y juzgar tantas grabaciones exigía tanto tiem-
po que hubo que eliminar algunas al azar. «Lo siento, pero las suya
fue una de ellas. No le puedo decir cuántos descubrieron sus verdad
y su mentira». Ahora le voy a pedir un favor. El profesor saca de otra
carpeta el cuestionario de la autoeficacia para mentir y se le dice:
«¿Recuerda el cuestionario que les aplicó el profesor X y en el que se
le dijo que había que volver a repetirlo para saber si era consistente?
Entonces se le dijo que tenía que volver a repetirlo». Mientras se in-
tenta que recuerde aquellas palabras se le señala y subraya la palabra
retest que aparecía y continúa presente en la cabecera del cuestiona-
rio. Si el sujeto lo recuerda, se le pide, por favor, que vuelva a res-
ponderlo con sinceridad. «Cuando finalice, como estaré con otras
personas en el despacho, me lo mete por debajo de la puerta o me lo
deja en mi casillero. Eso puede hacerlo también mañana». Si no lo re-
cuerda se le pide que lo conteste porque sus respuestas formarán par-
te del grupo control. A otros participantes se les dice verbalmente, y
además se le entrega por escrito, el porcentaje de oyentes que han
descubierto cuándo decía verdad y cuando mentía. Se le entrega un
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papel en el que se lee: «han descubierto su mentira el 33, 50, o el 67%


de los que juzgaron su grabación, luego es usted un mal, normal o buen
mentiroso, respectivamente. Para que esto le quedara claro veían su
posición en una línea que partía de la puntuación cero y finalizaba en
100. Luego se le entregaba su página como signo de que eso era una
cosa para él solo.
La aventura de la investigación se hace unos interrogantes que la
convierten en novela de intriga. La intriga de esta aventura es ¿Mo-

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AUTOEFICACIA PARA MENTIR. ESTUDIO EXPERIMENTAL 135

dificarán los participantes su percepción de autoeficacia para men-


tir una vez que se les comunique la calidad de mentirosos que son?
En las investigaciones, a veces, las preguntas apuestan por desenla-
ces concretos basándose en otros aventureros que se adentraron por
vericuetos semejantes. El sendero que se proponen seguir los aven-
tureros de esta investigación está ya muy trillado, es el sendero del
feedback, de la comunicación de éxito o fracaso. Pero nunca se había
utilizado para descubrir si aumenta o disminuye la apreciación de la
capacidad para mentir. Se supone, y esto son las hipótesis, que quie-
nes reciban la información de ser buenos mentirosos, aumentarían la
percepción personal de ser capaces de mentir, mientras que quienes
escuchasen que son malos mentirosos, disminuirían tal creencia.
¿Cómo se sabe si han aumentado o menguado sus creencias de
capacidad para mentir? Comparando los resultados ofrecidos por el
sujeto en la primera aplicación del cuestionario de autoeficacia para
mentir y restando tales resultados de los ofrecidos en la segunda apli-
cación. Si la resta es positiva, ha aumentado la autoeficacia para men-
tir, si negativa, la autoeficacia ha disminuido.
Los resultados son el desenlace de la aventura. Es el momento de
la emoción. Para vivirla hay que estar delante de la pantalla del or-
denador y ver cómo van apareciendo las diferencias y su significa-
ción. Un momento de tensión y goce que sólo los investigadores tie-
nen el privilegio de experimentar.
Vistos en su conjunto, parece que sí se ha logrado aumentar la au-
toeficacia para mentir. Pero este resultado no es suficiente, porque
la aventura había acumulado todo el utillaje necesario para matizar
las características de quienes debían aumentar su autoeficacia, quie-
nes permanecer estables y quienes deberían disminuirla. Hay, pues,
que preguntar más a esos datos: ¿Modifican más su autoeficacia para
mentir los que reciben la información de que son buenos mentiro-
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sos? Eso es lo que se esperaba. Los resultados niegan las hipótesis


más matizadas. Muestran que los sujetos que han mentido en mate-
ria de delito, no modifican su autoeficacia en ninguno de los tipos de
información (feedback) recibidos. En cambio, sí la han modificado
aquellos que mintieron en temas de la vida cotidiana, pero lo hicie-
ron en el sentido contrario a lo esperado por los experimentadores.
A los que se les notificó que eran buenos mentirosos desminuyeron
en autoeficacia para mentir. Lo contrario sucedía con aquellos a los

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136 AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA

que se les informaba que eran malos mentirosos. Aparecía siempre una
diferencia de sexos: las mujeres aumentaban su autoeficacia más que
los hombres en cualquiera de las circunstancia, pero siguiendo pro-
cedimientos cortados por el mismo patrón en la clase de feedback
que recibían.
Conocidos los datos, comienza una de las tareas más duras, pero
más creativas de los investigadores: explicarlos. Aparentemente esto
es una decepción. Se ha recorrido un largo y dificultoso camino, en
tiempo, en movilización de personas, en aparatos de grabación, así
como en cautelas para que todo fuera ético para llegar a unos resul-
tados de fracaso.
¿Son de verdad un fracaso estos resultados? Pues no. En primer
lugar porque se ha logrado modificar la autoeficacia para mentir, por
lo tanto es cierta la hipótesis más esencial del estudio. También se ha
confirmado que las mujeres aumentan su autoeficacia para mentir
tras haber pasado por esta experiencia. Ya es algo. Pero, no es sufi-
ciente. Porque en otras investigaciones la información de éxito au-
menta la percepción de capacidad, mientras que aquí disminuye. Ha
llegado el momento más penetrante del investigador: ¿por qué se dan
resultados invertidos? Porque los resultados se dan y no pueden ne-
garse. La explicación más obvias es que la autoeficacia para aumen-
tar la conducta inmoral se comporta de manera distinta que la auto-
eficacia para las habilidades intelectuales, profesionales y sociales.
Ya es algo: intentar implantar autoeficacia para acciones inmorales
sigue un camino inverso. Reflexionando sobre esto, al investigador se
le enciende una lucecita y halla que, aunque no lo creyera, sus hipóte-
sis se han confirmado de verdad. ¿Cómo? 1) Porque cuando se le dice
a los participantes que son buenos mentirosos, no se les está dando
una información positivas o de éxito, sino negativa: lo que ellos con-
sideraban hasta ahora una costumbre social se les acaba de conver-
tir en un defecto moral real: sus mentiras son creídas y son dañinas;
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es decir, acaban de saber que son «mentirosos dañinos», lo que no


consideran positivo. 2) Como esto lo consideran un fracaso, bajan su
autoeficacia para mentir: «ellos no son malévolos»; 3) El experimen-
tador acaba de enterarse que sus afirmaciones sobre la autoeficacia
para delinquir van más allá de la mera capacidad para ejecutar actos
materiales; los sujetos, hasta el momento en que reciben la informa-
ción, se consideraban capaces de cometer algunas «mentirillas» que
los demás sabían entender. Pero acaba de enterarse de que sus men-

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AUTOEFICACIA PARA MENTIR. ESTUDIO EXPERIMENTAL 137

tirillas son «mentiras» que la gente cree y puede hacerles daño. No,
ellos no se consideran capaces de hacer daño, por lo que al calificar
sus acciones anteriores como «inmorales» ya no se sienten tan capa-
ces de volver a repetirlas. Cuando la acción adquiere un sentido in-
moral disminuye la autoeficacia en poblaciones semejantes a las de
la muestra de participantes.
El experimentador acaba de confirmar algo que estaba buscando
hace tiempo y, sin haberlo pretendido tan explícitamente, acaba de des-
cubrirlo. Se relaja, siente satisfacción personal. Pero eso también hay
que probarlo con otros experimentos más puntuales. Comienza a pen-
sar si eso pasaría igual en ambientes donde la mentira delictiva va
con la profesión, si obtendría los mismos resultados con quienes
valoren positivamente la conducta de mentir, cuál es la explicación de
que las mujeres se comporten de manera distinta que los hombres. Las
nuevas hipótesis se agolpan, el experimentador desearía salir a bus-
car nuevas muestras para someterlas o situaciones de observación
más sofisticada. Ya llegará el momento de programar otras aventuras.
«Por el momento, se dice, ha finalizado la tensión, disfrutemos del des-
cubrimiento».
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CAPÍTULO 7
LA GESTIÓN PERSONAL
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