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El oído
El oído es el responsable de captar las vibraciones que nos llegan del exterior y
transformarlas en impulsos nerviosos para que lleguen a nuestro cerebro para ser
interpretadas. El oído se divide en tres zonas todas conectadas entre sí.
Zona externa del oído: está compuesta por el pabellón auditivo u oreja y el
conducto auditivo externo. El oído externo cuenta con glándulas que producen
cera y pelos, mediante los cuales logra dirigir las ondas sonoras hacia la
siguiente zona: el oído medio.
Zona media del oído: está formada por el tímpano que es el encargado de
conducir las ondas sonoras hacia el oído interno. Además, este está
conectado, gracias a la trompa de Eustaquio, con la nariz y la garganta que
regula la entrada y salida de aire con el fin de equilibrar las posibles diferencias
de presión.
Zona Oído Interno: aquí se encuentran una serie de canales membranosos
situados en la parte densa del hueso temporal y que se dividen en tres partes
caracol, vestíbulo y canales semicirculares, comunicadas entre sí.
Será gracias a los en la presión del aire que recoge la zona externa los que lleguen al
tímpano para que se produzca la vibración que tras pasar por la cadena de huesecillos
nos envíe la información a nuestro cerebro. Del mismo modo, los pelos situados
también en la zona externa informarán de la posición de la cabeza con respecto a los
cambios de presión.
La nariz
La nariz es otro de los órganos sensoriales más importantes. Un órgano responsable
de que podamos percibir olores, aunque no se limita a esto. De hecho, muchas de las
sensaciones que percibimos en nuestra boca y que atribuimos al sentido del gusto son
en realidad olfativas y tienen su origen en los nervios olfativos. El olfato es, además,
nuestro sentido más estrechamente relacionado con la memoria.
La nariz se divide en región interna, formadas por ambas fosas nasales, el apéndice
nasal y la región externa. En las fosas nasales se encuentra también una gran cantidad
de pelos fuertes, que dificultan el paso de cuerpos extraños.
Se aceptan actualmente siete tipos de receptores, que reconocen siete moléculas
volátiles principales y que, al combinarse, dan lugar a una práctica infinidad de olores
distintos. Estas siete moléculas o tipos de olores principales son los siguientes:
Alcanfor
Almizcle
Flores
Menta
Éter (líquido para limpieza en seco)
Acre (avinagrado)
Podrido
El ojo
Su función es interpretar las vibraciones electromagnéticas producidas por la luz para
que estás sean traducidas por el cerebro gracias al nervio óptico. El ojo o globo
ocular tiene forma esférica y está compuesto por tres capas:
La esclerótica, cuya función es la de proteger al ojo
La úvea formada por la coroides
El cuerpo ciliar y el iris
Finalmente, la retina, que es la zona sensible a la luz y por lo tanto la más
importante.
Cada movimiento del globo ocular, sin importar a que dirección enfoque, se realiza
gracias a seis músculos oculares.
La piel
Por último, terminamos con el órgano sensorial encargado de transmitir el sentido del
tacto. A través de la piel somos capaces de percibir todo aquello que palpamos o que
está en contacto directo con nuestro cuerpo, desde objetos a sustancias.
Todo esto se consigue gracias a los receptores del tacto situado en la capa externa de
la piel denominada epidermis. De este modo todas las sensaciones captadas por los
receptores serán enviadas al cerebro mediante las fibras nerviosas.
Un detalle importante es que cada zona de la piel no posee el mismo número de
receptores de ahí que está sea más o menos sensible.