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EL DERECHO PENAL DEL AMBIENTE

En el tema referido al Derecho Ecológico, indicamos que el resultado depredante del factor social, ha
obligado a la sociedad a concebir formas de control de la acción devastadora del hombre y a regular
sus actividades hasta racionalizarlas. Surge de la norma constitucional, el Derecho Penal del
Ambiente, que podemos definir, como “el conjunto de normas jurídicas de carácter coercitivo, que
fija los límites de intervención y modificación de la naturaleza en la explotación y aprovechamiento
de los recursos naturales, tipificando los hechos violatorios como delitos e imponiendo las sanciones
correspondientes”.

En tal sentido, la ley Orgánica del Ambiente, mediante principios y normas reguladoras, orienta y
dispone el tratamiento de las conductas humanas atípicas, que inciden en el ambiente y en los
recursos naturales, dañándolos o poniéndolos en peligro de daño, y que la Ley Penal del Ambiente
contempla como delitos.

Es así como el Estado, para el beneficio colectivo, ha hecho valer su acción imperial, decretando
normas penales especializadas y particulares, que aun cuando se fundamentan en la tan repetida
acción preventiva de este derecho, establece normas tipificadoras de “delitos ecológicos o
ambientales”, que a su vez penaliza como tales, dentro de la calificación de “delitos de peligro”, tal
como hemos repetido en diferentes temas de la materia. Se materializa de esta manera, la
tipificación como delito del “daño ambiental”, que, de acuerdo con la LOA, es “toda alteración que
ocasione pérdida, disminución, degradación, deterioro, detrimento, menoscabo o perjuicio al
ambiente o a alguno de sus elementos”.

Cuando nos referimos a la relación del Derecho Ecológico con el Derecho Penal, indicamos que este
último, por contener como derecho público interno, las normas relativas a los hechos punibles y las
sanciones aplicables a quienes resulten culpables, es la rama del Derecho que más interés ha tenido
para el Derecho Ecológico, por constituirse en el respaldo por vía directa y supletoria, de su acción
coercitiva, además de servir de fundamento y calificación integrante de los instrumentos normativos
ecológicos, los cuales contienen normas dispositivas de carácter penal, considerando al ilícito
ecológico como una categoría de antijuridicidad capaz de constituirse en delito, para cuya violación
establece las penas correspondientes.

1. Autonomía del Derecho Penal del Ambiente

A partir del 5 de diciembre de 1991, con la promulgación de la “Ley Penal del Ambiente”, la materia
penal ambiental se constituyó en una rama autónoma y especial. Situación que fue ratificada y con
especificidad orgánica en la reforma de la Ley Orgánica del ambiente en 2007. La ley Penal del
Ambiente establece procedimientos penales especiales en el área administrativa, es decir, las reglas
procesales que debe aplicar la administración en su función sancionadora, a fin de evitar que se
cometan irregularidades y abusos en perjuicio de los particulares y sus derechos, tales como la
garantía del derecho de defensa en toda instancia del proceso, el sistema probatorio para demostrar
el ilícito, los plazos que deberán respetarse en la secuencia de las actuaciones procedimentales, etc.
En la Ley Orgánica del Ambiente se crean los órganos correspondientes a la Jurisdicción Penal
Especial del Ambiente.

2. CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS DEL DELITO AMBIENTAL

En nuestro estudio hemos dado especificidad al denominado: delito ecológico o ambiental,


concebido como la “conducta típicamente antijurídica, culpable e imputable a una persona, que
causa un daño o pone en peligro de daño al ambiente, y es sancionada con una pena”.
Evidentemente, es un delito o crimen contra el medio ambiente que es sancionado dada la
existencia de la legislación medioambiental. Delito que se ha conformado a una espacialidad
universal. Es una definición filosófica que se fundamenta en el deber de todos y cada uno de
participar en la protección del medio ambiente, entendido como el bien común, que debe ser
preservado.

Esta perspectiva se desarrolló en especial en el derecho anglosajón y en el derecho europeo del


medio ambiente desde los años 70’. Para la perspectiva pragmática, el delito contra el medio
ambiente es una infracción contra la legislación medioambiental, cuya sanción judicial está
clasificada en la categoría de crimen. Con esta perspectiva, se hablaría de contravención
medioambiental o de infracción medioambiental.

Según un informe gubernamental estadounidense de 2000, un delito ecológico es una actividad


criminal incluida en alguna de las siguientes categorías: comercio ilegal de especies en peligro de
extinción, pesca ilegal, tala indiscriminada de bosques, comercio ilegal de minerales preciosos,
comercio de materiales nocivos a la capa de ozono y, finalmente, contaminación por desechos
tóxicos. Pero de manera general, con aceptación generalizada, la noción de delito ecológico
concierne generalmente los siguientes campos:

• Emisión contaminante que afecte el agua, el aire, el suelo o la salud humana o de los
ecosistemas;

• Tráfico de especies en peligro de extinción o destrucción de su hábitat;


• Poner en los elementos del medio ambiente por una mala gestión de desechos peligrosos,
tóxicos, radioactivos, etc.;

• Explotación o sobrexplotación ilegal de un recurso natural;

• Inobservancia de la legislación medioambiental, que conlleve graves consecuencias para el


medio ambiente o la salud.

La principal característica del delito ecológico o medioambiental es de ser considerado como un


“delito de peligro”, es decir, que se conforma como tal, aunque el peligro, por su propia naturaleza,
no se materializa en una lesión. El punto de partida consiste en la presunción, que debe probarse,
que la conducta que se invoca ha provocado un resultado peligroso o ha creado un riesgo
constatable de la realización de un comportamiento humano (acción) potencialmente lesivo. Es
decir, debe ser un hecho cuyo procedimiento lógico a seguir en la investigación y en la prueba de la
relación de causalidad, ha de partir de la acción peligrosa para demostrar que dio lugar a un peligro
intrínseco que pueda ser materializado.

Esta característica del delito ecológico conlleva a que la prueba es distinta a las de los tradicionales
delitos de lesión. Para el curso lógico que ha de desarrollar el análisis de la investigación, tendente a
demostrar la existencia de un peligro es inverso al que ha de seguirse cuando se trata del análisis y
constatación de un daño efectivo ocasionado por una emisión o vertido nocivos. Mientras que, en
los delitos de lesiones, será preciso, una vez observado el resultado exterior evidente para los
sentidos y consistente en un daño (físico) o menoscabo fácilmente constatable del bien jurídico -por
ejemplo, la muerte de alguna persona, una enfermedad, la destrucción de la cosa, etc., se conforma
con investigar qué comportamiento humano provocó causalmente tal resultado.

3. LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA en materia ambiental

La tutela judicial efectiva es un derecho reconocido por la Constitución como consecuencia del
Estado de Derecho, en el que se elimina la auto-tutela y se establece la tutela a cargo de los órganos
judiciales definidos específicamente, quienes dirimen las controversias y poseen el monopolio de la
administración de justicia.

La Constitución venezolana reconoce los derechos de acceso a la justicia y tutela judicial efectiva, en
virtud de los cuales: “toda persona puede acceder a los órganos de administración de justicia para
obtener la tutela judicial efectiva de sus derechos e intereses, incluidos los colectivos o difusos”. A
tal efecto, los referidos órganos están representados por las cortes y tribunales que forman parte del
Poder Judicial, así como por los demás órganos del sistema de justicia previsto en la Constitución,
entre los cuales se encuentran los ciudadanos que participan en la administración de justicia o que
ejercen la función jurisdiccional de conformidad con la ley.

Como una de las implicaciones del Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia, en que se
constituye a Venezuela por obra de la Constitución, ésta exige al Estado, garantizar una justicia
gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable,
equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles. De esta forma
se consagra la justicia gratuita, como un derecho humano, que encuentra su principal fundamento
en los derechos a la igualdad y a la tutela judicial efectiva, que tiene por objeto permitir el libre
acceso de toda persona a la justicia, sin discriminación alguna.

Como consecuencia de lo expuesto, y dado que sólo la Sala Constitucional será competente para
resolver las acciones de amparo en el Tribunal Supremo de Justicia, la ley orgánica respectiva deberá
eliminar la acción cautelar de amparo que se ejerce conjuntamente con el recurso contencioso
administrativo de nulidad y que permite a las Salas Político Administrativa y Electoral, suspender los
efectos de los actos administrativos cuya nulidad les corresponde conocer y decidir. Para ello, la
legislación deberá dotar al juez contencioso administrativo de todo el poder cautelar necesario para
decretar de oficio o a instancia de parte, cualquier tipo de medida cautelar que fuere necesaria para
garantizar la tutela judicial efectiva de los administrados y el restablecimiento de sus situaciones
jurídicas infringidas mientras dure el proceso de que se trate, bien sea a través de la suspensión de
los efectos del acto administrativo correspondiente, o a través de órdenes de hacer o no hacer,
incluyendo el pago de sumas de dinero, que se impongan a la administración dependiendo del caso
concreto.

De igual manera y con el objeto de hacer efectiva la tutela judicial de los administrados y garantizar
su derecho de libre acceso a la justicia, la ley orgánica deberá eliminar la carga que tienen los
administrados de agotar la vía administrativa antes de interponer el recurso contencioso
administrativo de nulidad, lo cual debe quedar como una opción a elección del interesado, pero no
como un requisito de cumplimiento obligatorio. Aunado a ello, la legislación deberá establecer
expresamente que en caso de que un acto administrativo estuviere viciado de inconstitucionalidad o
de algún vicio que acarree su nulidad absoluta, no operará en modo alguno, el plazo de caducidad
para el ejercicio del recurso contencioso administrativo de nulidad. Lo anterior tiene por objeto
ofrecer al administrado una protección de sus derechos humanos acorde con el principio de
progresividad consagrado en la Constitución, una vez eliminada la acción de amparo cautelar contra
actos administrativos.

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