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Universidad Técnica de Manabí

Facultad de ciencias humanística y sociales

Carrera de psicología

Mayo a septiembre 2022

Carrera en línea

EVALUACIÓN PSICOLÓGICA I

La evaluación psicológica es la disciplina de la psicología científica que se ocupa de la

exploración y el análisis del comportamiento de una persona (pareja, familia o grupo), a los

niveles de complejidad y con los métodos de evaluación y diagnóstico psicológico científicos de

recogida de información que se estimen oportunos en diversos ámbitos de la psicología.

Reconocer los límites y posibilidades de los instrumentos más eficaces para la evaluación

psicológica.

La materia evaluación psicológica permite a los estudiantes aprender a recopilar información

relevante de la persona evaluada a través de diferentes metodologías y herramientas tales como:

Las entrevistas, el uso de técnicas psicométricas, la observación conductual, el uso de

autoinformes y registros, entre otros.

A lo largo del semestre los estudiantes revisan introducción al estudio de la evaluación

psicológica. Consideraciones generales Desarrollo histórico de la evaluación psicológica, El

proceso de la evaluación, psicológica, Límites y alcances de la evaluación psicológica,

Condición deontológica de la evaluación psicológica. Técnicas e instrumentos de evaluación


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psicológica El método clínico, El análisis del contenido, la autobiografía, test proyectivos y

psicométricos. la observación y la entrevista: El rol de la observación en la evaluación

psicológica Partes de la entrevista psicológica, El proceso de la entrevista, Recogida de datos y

su análisis: Evaluación de las habilidades cognitivas Evaluación de los procesos de atención,

Evaluación de las funciones ejecutivas, Evaluación del pensamiento crítico, El informe

Resultado aprendizaje

- Identificar el objeto, problemas y métodos de la evaluación psicológica.

- Argumentar los resultados de la aplicación de técnicas de evaluación psicológica.

Índice

Unidad 1

1. Introducción al estudio de la evaluación psicológica consideraciones

1.1 Antecedentes históricos de la evaluación psicológica.

1.1.2. Antecedentes Pre-Científicos.

1.1.3. Antecedentes Científicos.

1.1.4. Psicofísica: Estudios de Weber y Fechner.

1.1.5. La Psicología como ciencia Experimental: Wundt.

1.1.6. Teoría de la Evolución Charles Darwin.


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1.1.7. Las diferencias individuales de Galton.

1.1. 8. La Psicometría como Rama de la Psicología.

1.2 desarrollo histórico de la evaluación psicológica

1.2.1. Evaluación psicológica: una breve aproximación.

1.2.2. La Evaluación Psicológica a lo largo de los años

1.2.3. Concepto de evaluación psicológica

1.2.4. Definición actual de la evaluación psicológica

1.2.5. Objetivos de la Evaluación psicológica

1.2.6. Diferencias entre instrumentos, pruebas, técnicas y test

1.2.7. Condiciones que debe reunir un buen test o técnica (Moreno, 2005).

1.2.8. Concepto de Valoración

Evaluación

1.2.9. Características de la valoración Fernández Ballester (1999)

1.3 la evaluación: origen y desarrollo de un nuevo campo profesional

1.3.1 Los comienzos de la evaluación y la pérdida del planteamiento inicial

1.3.2 Expansión de la cultura de la evaluación

1.4 límites y alcances de la evaluación psicológica


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1.4.1. Alcances

1.4.2. Limitaciones

1. 5 condición deontológica de la evaluación psicológica

1.5.1. Aspectos deontológicos, éticos y legales en la evaluación psicológica.

1.5.2. Aspectos éticos de la evaluación

1.5.3. Psicólogo evaluador

1.5.4. Las personas implicadas en la evaluación

1.5.5. Conclusiones

Unidad 1

1. Introducción al estudio de la evaluación psicológica consideraciones.

1.1 Antecedentes históricos de la evaluación psicológica.

La evaluación psicológica es una disciplina científica dedicada a la exploración y análisis

científico de la conducta humana. Las pruebas psicológicas se usan para tener información más

amplia acerca de las fortalezas y debilidades de las personas, así como para planear un

tratamiento o intervención. Se puede hablar de antecedentes precientíficos y científicos de la

evaluación psicológica.

Antecedentes Pre-Científicos.

Las primeras evaluaciones datan del año 2200 a. C en China, donde los funcionarios de

gobierno eran evaluados a petición del emperador para determinar su competencia profesional.
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Estas pruebas fueron ampliadas y convertidas en exámenes escritos durante la dinastía Han. Se

continuó ampliando hasta incluir habilidades de música, escritura, aritmética, y la caligrafía tenía

un peso importante, así como las filosofías de Confucio. El filósofo Platón menciona en La

República que todos los hombres son básicamente iguales, sin embargo, difieren en sus

aptitudes, en cada persona, por naturaleza, estarían desarrolladas unas capacidades más que otras.

Aristóteles, el discípulo de Platón, plantea que hay diferencias en las características mentales y

morales de los individuos, proponía que se analizara el carácter y los hábitos psicológicos de las

personas con base en sus características corporales (fisionomía). En la fisionomía se relacionan

los signos corporales con el carácter y las facultades mentales de las personas. Doctrinas

Humorales como estas ya habían sido postuladas anteriormente. Establecen que el ser humano

está compuesto por cuatro humores: flemático (apático), colérico (iracundo), sanguíneo (alegre)

y melancólico (triste). Por su lado, Rene Descartes considero que no es posible llevar a cabo

evaluaciones objetivas cuantificadas y subyació en la creación de las pruebas subjetivas y

proyectivas. Para John Locke, al igual que Descartes, el objeto del conocimiento humano son las

ideas, pero a diferencia de él, considera que no hay más ideas en nuestro entendimiento que las

que provienen de la experiencia. La influencia médica en esta etapa se debe a Franz Joseph Gall,

quien planteo que las facultades psíquicas estaban localizadas en el cerebro y que podían ponerse

al descubierto al analizar las protuberancias craneales. Pensaba que las funciones mentales se

encontraban ubicadas en zonas específicas del cerebro, y que, dado que el cráneo es el recipiente

del cerebro, observando sus formas y protuberancias se podían determinar las características de

personalidad de los sujetos.

Antecedentes Científicos.
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En 1816 el astrónomo alemán Friedrich Bessel se interesó en las diferencias de cifras que

presentaban observadores astrológicos entrenados y descubrió que estas diferencias dependían

del tiempo de reacción del observador, las llamo “ecuación personal” es decir, las tendencias

características a estimar las observaciones asignándoles una determinada cantidad, ya sea por

defecto o exceso. Con esto se reconoció que las personas difieren en sus juicios y que tales

diferencias individuales pueden ser medidas, que el ser humano puede cometer errores y que los

elementos de la ciencia psicológica tienen un margen de error que hay que considerar y tener en

cuenta. Adolphe Quetelet, astrónomo belga, afirmaba que era posible identificar regularidades

de comportamiento que caracterizan al hombre promedio y así contrastarlas contra el

comportamiento de individuos aislados a través de las desviaciones de los mismos sobre una

curva normal. Llego a la conclusión de que una distribución normal de las características

humanas mostraba el error de la naturaleza de los seres humanos, es decir, que la meta de la

naturaleza era crear al hombre normal o promedio, y que los accidentes o errores de la naturaleza

se podrían poner de manifiesto en los extremos de la curva normal.

Psicofísica: Estudios de Weber y Fechner.

El estudio de las sensaciones. Se dirigió a la solución del problema de la relación entre

las sensaciones percibidas por las personas al cambiar los estímulos que se les presentaban. Se

interesaron por estudiar el umbral de consciencia (limen) que es el punto o el umbral en el cual

se llega a adquirir conciencia visual, auditiva o cenestésica de la existencia de un objeto. Weber

estaba interesado en descubrir la diferencia mínima perceptible y la diferencia mínima no

perceptible. La primera es la diferencia que el ser humano puede percibir entre dos estímulos que
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comienzan siendo iguales, pero luego uno de ellos empieza a variar hasta que la persona pueda

determinar la desigualdad. En la diferencia mínima no perceptible, se le presentan al sujeto dos

estímulos muy distintos y poco a poco se modifica uno de ellos hasta que el individuo reporte la

desigualdad. La ley de Weber indica que la cantidad de excitación que se necesita para distinguir

entre una sensación y otra, está en una relación constante con la sensación inicial. Si la cantidad

de excitación se aumenta poco a poco, la primera sensación no cambia al principio, y para que el

sujeto pueda percibir el aumento, se requiere un aumento importante proporcional a la excitación

primera.

Gustav Fechner continuó el estudio de la Ley de Weber. Fechner consideraba la

psicofísica como el estudio de las relaciones que hay entre los sucesos del mundo físico

(estímulos) y las respuestas psicológicas (sensaciones). Definía la psicofísica como la ciencia de

la relación funcional entre el cuerpo y la mente. Se le considera el padre de la psicofísica.

Demostró que los problemas de la psicología pueden analizarse mediante métodos cuantitativos,

y además se ve reflejada su importancia en el amplio desarrollo posterior de las pruebas

psicológicas.

La Psicología como ciencia Experimental: Wundt.

Medición de lo subjetivo mediante técnicas de auto informe. Se le atribuye la creación

del primer laboratorio de psicología experimental. Su objetivo era determinar la relación de los

fenómenos psíquicos con sustratos orgánicos, particularmente cerebral. Sus aportaciones:

• Concentra la experimentación en psicología y enfatiza la importancia de realizar

las observaciones de todos los sujetos bajo condiciones tipificadas.


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• Contextualiza a la psicología dentro de las ciencias naturales como ciencia

empírica, y por tanto separada de la filosofía.

• Postula el método experimental para el estudio de la conciencia.

• Limita sus observaciones a los procesos más elementales de la conciencia

(tiempos de reacción, sensaciones, percepciones, psicofísica, reacciones motrices) al

considerar que los fenómenos mentales más complejos como el pensamiento no podrían ser

estudiados en el laboratorio.

Teoría de la Evolución Charles Darwin.

El biólogo inglés Charles Darwin publica El origen de las Especies en la que concebía a

los animales y las plantas en un estado de cambio constante. Establece que las diferentes

especies, mediante un mecanismo de selección natural, se adaptan y subsisten, y otras se

extinguen (la supervivencia del más apto). La teoría de la evolución de Darwin favoreció el

estudio de las diferencias individuales en psicología, ya que estas diferencias en las plantas y

animales explicaban su diversa capacidad para adaptarse y sobrevivir, algunas de las

características de los seres humanos podrían ser explicadas bajo la misma base de la herencia.

Las diferencias individuales no solamente empezaron a concebirse como algo totalmente normal,

dejando de considerarse como errores de la naturaleza.

Las diferencias individuales de Galton.

Sir Francis Galton, primo de Darwin, manifestó su interés en comprobar la heredabilidad

de las características individuales y la medición de los rasgos humanos. Postulaba que no solo las

características físicas se heredan sino también las características personales se transmitían de


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padres a hijos. Galton intento crear el estudio de la eugenesia cuyo propósito era el mejoramiento

de la raza humana y la creación de un mundo de seres humanos superiores por medio del control

de la reproducción, en donde se alentaría a las personas con talentos especiales a reproducirse, y

se desalentaría a los individuos menos dotados a que tuvieran hijos. También contribuyo

intentando medir las características psicológicas. Enfatizó las diferencias individuales de acuerdo

con las facultades mentales. Emprendió el primer programa de administración de mediciones de

características humanas en su Laboratorio Antropométrico. Fue el primer investigador en

psicología que utilizó y desarrolló métodos estadísticos para analizar los datos provenientes de

sus mediciones. Por sus grandes contribuciones se le conoce como el padre de la psicología

diferencial. No lo dice en el material, pero también fue el descubridor de que las huellas digitales

son diferentes y únicas en cada individuo.

Primeras Pruebas Mentales. Cattell.

Psicólogo estadounidense. Sostuvo que el objeto prioritario de la disciplina es el uso de

procedimientos objetivos en el estudio de las ejecuciones de los sujetos, sin atribuir a estas

inferencias o atributos subyacentes. Se concentra en la creación de laboratorios de psicología

experimental y en la elaboración y aplicación de pruebas. Consideraba que era posible obtener

una medida del funcionamiento intelectual mediante la medición de los procesos elementales,

tales como las funciones sensoriales, perceptivas y motoras. Acuñó el término test mental.

Aplico pruebas a estudiantes para predecir su desempeño académico. Las pruebas fueron un

fracaso total, pero la publicación de los resultados fallidos sirvió para que se abandonaran el uso

de pruebas sensoriales y motoras como indicadores de la capacidad intelectual.


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Época moderna siglo XX.

Alfred Binet y Theodor Simón planteaban que la medición de la inteligencia debería

abordarse mediante procesos psicológicos o mentales superiores. La capacidad intelectual se

debería revelar en el razonamiento, la imaginación y el juicio. Destaca que una prueba

psicológica debería contar con tres requisitos: tareas simples, aplicación rápida y resultados

contrastables con otros observadores. Binet indicó qué pruebas debería esperarse que pasara un

niño normal de una edad determinada. En la prueba la dificultad iba aumentando pregunta tras

pregunta, y luego se obtenía un promedio por edades. Cuando un niño lo hacía mejor que el

promedio entonces se consideraba más dotado. Esta prueba se fue modificando añadiendo más

preguntas, y adaptando las preguntas por edades. El nivel más alto que un niño podía contestar se

le llamaba “edad mental”, de esta manera se comparaba la edad cronológica de cada niño

evaluado con su edad mental para determinar su nivel de atraso. La escala de Binet-Simón fue la

primera prueba realmente psicométrica en la historia de la psicología. Luego esta prueba fue

revisada por Terman en la Universidad de Stanford, y de ahí se le conoció como el test Stanford-

Binet.

William Stern había planteado que la diferencia absoluta entre el nivel que un niño

alcanzaba en la escala Stanford-Binet y la edad cronológica para determinar el nivel de atraso o

adelanto presentado, no era del todo apropiada, ya que esta diferencia no significa lo mismo en

diferentes edades, por lo que sugirió que se dividiera la edad mental del niño entre la edad

cronológica, a esto se le llamo Coeficiente Intelectual (CI), luego Terman sugirió a su vez

multiplicar por 100 para que diera un numero entero.


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Las guerras mundiales. Pruebas colectivas de Inteligencia.

En 1917 cuando USA entro a la primera guerra mundial, se considera la necesidad de

evaluar más de un millón de reclutas para detectar su capacidad intelectual y admitirlos en las

diversas tareas del ejército. Se estableció una comisión de APA y se utilizó una prueba llamada

Army Alpha Test donde se ponían a prueba el razonamiento aritmético, seguimiento de

instrucciones orales, juicio en materias práctica, entre otras cosas. Posteriormente se construyó

una segunda prueba Beta que no era verbal, para analfabetos e inmigrantes. Como resultado de la

aplicación de estas pruebas se excluyeron ocho mil personas no aptas para la milicia. También el

psiquiatra ruso Rorschach elaboro durante esta guerra el Test Rorschach o de las manchas de

tinta para medir la personalidad y determinar la conducta manifiesta del individuo y sus más

profundos impulsos.

Durante la segunda guerra mundial, se presentó la necesidad de ubicar más de diez

millones de personas en una amplia gama nueva de posiciones de navegación aérea. Se requirió

baterías de pruebas y pruebas de aptitudes mecánicas, destreza motora etc. La segunda guerra

mundial tuvo como consecuencia la instrumentación del mayor programa de pruebas jamás

emprendido, lo cual permitió la ampliación de los fundamentos lógicos y los métodos de

medición en psicología de las pruebas.

La psicometría como rama de la psicología.

Si la psicología ya era considerada como una disciplina científica, su elaboración tenía

que estar supeditada a un modelo matemático que explicase los resultados, además de contar con

las garantías indispensables de confiabilidad y validez. Finalmente, en 1954 se publican las


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primeras recomendaciones técnicas para el uso de las pruebas. Para que un procedimiento se

considere como evaluación psicológica debe reunir varios requisitos:

• Un evaluado y un evaluador, y la necesidad de un objetivo y un contexto para

desarrollar dicha evaluación.

• Un marco teórico que permita la ubicación de la hipótesis.

• Una técnica o procedimiento de medida y la interpretación de los valores

obtenidos.

• Disposición de los sistemas categoriales pertinentes que permitan la clasificación

del evaluado a partir de los resultados que se hayan obtenido al aplicarle los procedimientos

de medición.

1.2 Desarrollo histórico de la evaluación psicológica.

Evaluación psicológica: una breve aproximación.

Evaluación psicológica, del griego (psykhé-diá-gignosko); concepto que puede ser

traducido como “el conocimiento profundo del alma” A pesar de lo que pueda parecer a simple

vista, esta disciplina no siempre ha sido denominada con este término; pues lo que hoy

conocemos como Evaluación psicológica antiguamente recibía el nombre de Psicología del

Diagnóstico o Psicodiagnóstico, cuya función principal era dar un diagnóstico exhaustivo sobre

la persona.

La Evaluación Psicológica a lo largo de los años.


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A lo largo de la historia, el contenido de la “psykhé” ha ido variando a medida que ha ido

avanzando y evolucionando la Psicología como Ciencia gracias a los avances clínicos y

tecnológicos realizados en el campo Durante los primeros años del siglo XX el objeto principal

de la disciplina era el alma, objeto de estudio no cuantificable. Sin embargo, hacia los años 40, la

disciplina cambia el objeto de estudio de la disciplina (el alma) centrando toda su atención en la

mente; hecho, asimismo, subjetivo ya que como el alma ésta tampoco es cuantificable, Sin

embargo, conforme pasa el tiempo la disciplina va tomando nuevas formas, adaptándose a las

corrientes psicológicas predominantes en la época, siendo ahora la conducta el principal objeto

de estudio de la disciplina. No obstante, el interés por la conducta no duraría mucho tiempo,

pasando la disciplina a centrar toda su atención el modelo cognitivo-conductual, modelo teórico

mantenido hasta la actualidad. Según este marco teórico el diagnostico psicológico se realizaría

mediante la cuantificación de conductas directamente observables.

Concepto de evaluación psicológica.

El concepto de evaluación psicológica como tal surge como resultado de la Segunda

Guerra Mundial, fruto de la evaluación de los aspirantes a soldados, en las que éstos debían

mostrar sus habilidades y capacidades. Una de las primeras definiciones pormenorizadas del

concepto es ofrecida en 1975 por McReynolds. Según ese autor la evaluación psicológica sería el

proceso mediante el cual una persona intenta conocer, comprender o captar a otra.

Definición actual.
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En palabras de Fernández Ballesteros (1999) la evaluación psicológica seria la disciplina

encargada del estudio científico del comportamiento ya sea de un sujeto o un grupo de éstos con

el fin de explicar y controlar su conducta.

Objetivos de la Evaluación psicológica.

En la literatura científica, son muchos los autores que han tratado de establecer los

objetivos fundamentales de la disciplina. Sin embargo, en la actualidad parece ser que todavía no

existe un consenso al respecto De manera resumida podríamos establecer que la evaluación

psicológica persigue cuatro objetivos fundamentales. No obstante, estos pueden variar en función

de la literatura consultada.

• Identificar la conducta problema: Uno de los objetivos principales de la

evaluación es identificar la conducta problema o conflicto. Problema, que en la mayoría de

las ocasiones nada tiene que ver con la queja o motivo de consulta del paciente.

• ¿Qué variables están implicadas?: Mediante la evaluación psicológica podemos

establecer el origen o causa de la conducta problema, es decir, que variables lo desencadenan,

modulan o mantienen.

• ¿Qué se persigue mediante la evaluación psicológica?: Como hemos

comentado previamente, la evaluación psicológica puede tener varios fines: descriptivo,

comprensivo, predictivo y/o explicativo.

• ¿Por qué? ¿Para qué?: Una vez realizada la evaluación psicológica podremos

llegar a un diagnóstico que nos permitirá seleccionar las técnicas más adecuadas para reducir

el conflicto.
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Diferencias entre instrumentos, pruebas, técnicas y test.

En la literatura científica podemos encontrar diferentes instrumentos, técnicas o

procedimientos para realizar la evaluación psicológica. No obstante, ¿sabemos las diferencias

entre cada uno de ellos? En el siguiente apartado, trataremos de realizar una definición clara y

precisa de cada uno de ellos, intentando que el lector establezca las diferencias existentes entre

cada uno de estos conceptos.

Instrumento

En palabras de Fernández-Montalvo (1997) un instrumento es todo aquello que el

evaluador puede utilizar como legítima fuente de datos acerca de un sujeto. En resumen, dentro

de este grupo se incluirá todo aquello a partir de lo cual podemos obtener datos.

Prueba

Según Gregory (2001) las pruebas son procedimientos estandarizados mediante el cual

una conducta es descrita en categorías o puntuaciones [5].

Técnica

En palabras de Fernández Ballester (1999) el concepto de técnica haría referencia a todos

aquellos dispositivos mediante los cuales podemos obtener o recoger información sin ningún tipo

de material tipificado [2]. Puede ser definida como un sistema de recogida de información en la

que los estímulos pueden o no estar tipificados, por ejemplo existen las entrevistas cerradas

cuyas preguntas son iguales en todos los sujetos, o las entrevistas abiertas en las que varían las

preguntas de un sujeto a otro.


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Test

Según la definición aportada por Moreno Rosset en el años 2005 los test son instrumentos

estandarizados y tipificados que nos informan de la puntuación obtenida por un sujeto en

relación a su grupo de referencia.En contraposición con las técnicas, se trata de instrumentos

estandarizados y tipificados.

• Condiciones que debe reunir un buen test o técnica (Moreno, 2005).

• Un test o técnica debe facilitar la mayor información posible.

• Debe aplicarse en el menor tiempo posible, reduciendo los costes de su

aplicación.

• No debe influir de manera notable sobre el evaluado.

• Cumple los requisitos psicométricos oportunos, los cuales deben cumplirse

siempre para garantizar la fiabilidad del mismo.

Concepto de Valoración (Evaluation).

No debemos confundir la evaluación psicológica con la valoración ya que en ocasiones se

tomen como sinónimos son términos completamente distintos. En palabras de Fernández

Ballesteros (1999) la valoración psicológica es la investigación del mérito, valor o éxito de

tratamientos, intervenciones o programas concretos llevados a cabo con el fin de producir

cambios comportamentales en el contexto social. En resumen, el concepto de evaluación hace

referencia al proceso y herramientas necesarias para el análisis psicológico de los sujetos;

mientras que el concepto de valoración haría referencia a un conjunto de actividades necesarias

para establecer la eficacia de un programa o intervención.


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Características de la valoración Fernández Ballester (1999).

• La información es imprescindible para tomar decisiones. Las fuentes pueden ser

diversos enfoques y/o análisis. Podemos establecer la valoración como un sinónimo de

sopesar, para ello necesitamos un mínimo de información, cuando tenemos poca información

elegir es más fácil. Sin embargo, para valorar necesitamos una mínima información que

obtenemos de la Evaluación del paciente.

• Los datos finales siempre deben permitir la mejora del programa en marcha

• Es preciso tener siempre en cuenta los objetivos a corto, medio y largo plazo, es

decir, no debemos centrarnos en exclusiva en los resultados finales. El resto de datos nos

pueden permitir mejorar el programa garantizando mejores resultados.

• En relación al punto anterior, deben tenerse en cuenta tanto los efectos deseados

como no deseados.

• El análisis siempre debe ser multivariado, ya que la información proviene de

diferentes fuentes y contextos.

• Los sistemas y procedimientos mediante los cuales se obtiene la información

deben ser fiables, válidos y útiles.

1.3 la evaluación: origen y desarrollo de un nuevo campo profesional.

Estudiar el comienzo de la evaluación es importante para comprender sus pilares

fundamentales. Éstos tienden a perderse en el diseño de una evaluación concreta, en un momento

determinado y con una serie de recursos.


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La evaluación tiene su origen en la

misma forma de ser del hombre, se asienta en la

curiosidad humana y el deseo de hacer mejor las

cosas. La evaluación nació cuando alguien

preguntó: ¿cómo sabemos qué es bueno?, ¿cómo

sabemos que lo que hemos hecho está bien y bajo qué criterios? Siempre hemos mirado el

mundo con espíritu crítico y lo importante es hacer un uso constructivo de ese espíritu para

mejorar el mundo en que vivimos.

Los comienzos de la evaluación y la pérdida del planteamiento inicial

Al estudiar el origen y evolución de la evaluación se pone de manifiesto que tratamos con

una disciplina de muy reciente creación en la que todavía queda mucho por hacer. Aunque los

seres humanos han tratado de resolver los problemas sociales usando razonamientos y pruebas

desde hace siglos, la evaluación como medio de mejorar y asistir la calidad de los programas

nació en la segunda mitad de la década de los 60.

Una lección aprendida de las importantes inversiones realizadas durante las décadas de

los 60 y 70 es la imposibilidad de tener recursos para resolver todos los problemas y aprovechar

todas las oportunidades. Es necesario priorizar las inversiones y para hacerlo eficazmente hace

falta una base para decidir dónde y cómo invertir. Como no todo puede ser hecho, debe haber

una base para decidir qué cosas merece la pena hacer.

En el caso de los Estados Unidos que puede considerarse como el país con una tradición

más rica y una institucionalización más temprana de las prácticas de evaluación en el seno de las
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administraciones públicas la evaluación comenzó con los ambiciosos programas sociales

financiados federalmente de la iniciativa Great Society en la segunda mitad de los años 60. Se

hicieron grandes inversiones en estos programas pero los complejos problemas que se intentaban

resolver con ellos no desaparecieron. Comenzaron los recelos y comenzó una creciente presión

para que se demostrase la eficacia de las distintas intervenciones para proceder después al reparto

de los limitados recursos.

Esta presión se ha extendido a todos los países donde se ha ido adoptando la evaluación,

primeramente Canadá y norte de Europa y actualmente la influencia de esta presión se extiende

globalmente como vía de asegurar la eficacia de las inversiones por parte de gobiernos y

organismos financiadores.

De esta forma el objetivo inicial de la evaluación de mejorar los programas se ha ido

transformando en demostrar que éstos funcionan, con el empobrecimiento que ello supone. A

esta situación ha contribuido decisivamente, además de la presión mencionada, la influencia del

método científico en la realización de la mayor parte de las evaluaciones. Este método se basa en

una metodología hipotético-deductiva para la medición del impacto usando técnicas rigurosas de

análisis estadístico. Quizá es adecuado para el análisis de la eficacia pero es muy limitado para

ayudar a comprender el complejo mundo que vivimos actualmente.

Como resultado de ambos factores el histórico crecimiento de la presión por demostrar la

eficacia y el dominio de un modelo basado en la medición del cambio muchas evaluaciones no

han tratado temas tan importantes como el proceso, la implementación o mejora de los

programas, y se han centrado en el impacto y la medición del cambio. Se apartan así otras
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cuestiones igual de importantes y se ponen en peligro enriquecedoras iniciativas participativas

por no poder ser evaluadas dentro de este esquema.

En la actualidad, se está haciendo hincapié en la importancia de los procesos de

evaluación (no solo los resultados), las metodologías participativas y contenidos de evaluación

más allá del impacto. Sin embargo, es importante conocer la evolución de este campo profesional

para conocer los peligros y presiones que influyen en ella y que siempre tienden a volver, y dar

paso a sus inmensas posibilidades para mejorar la vida en nuestras sociedades.

Expansión de la cultura de la evaluación.

Michael Quin Patton (1999) afirmó que la evaluación es una cultura. Entendiendo el

término cultura como un sistema compartido de creencias, valores, normas, costumbres,

comportamientos, conocimiento y lenguaje que los miembros de una sociedad usan para afrontar

el mundo que les rodea y crear modos de pensar y comprenderse mutuamente. En este sentido, la

evaluación es una cultura compartida por los evaluadores y todos aquellos que entran en contacto

con su trabajo.

Esta cultura de la evaluación ha ido ganando un creciente reconocimiento (Díaz-Puente,

Cazorla, and Dorrego, 2007) y una notable influencia a la hora de impulsar procesos de cambio

(Kirkhart, 2000), promover nuevas capacidades y generar aprendizaje (Taut, 2007), así como

mejorar la toma de decisión política.

Varios indicadores ilustran la progresiva adopción de la cultura evaluadora: el uso cada

vez mayor de la evaluación para sustentar la toma de decisiones en políticas locales, nacionales o
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internacionales; el crecimiento exponencial de organizaciones profesionales de evaluación; y la

creciente diversidad internacional de los asistentes a las conferencias que se organizan en todo el

mundo sobre evaluación.

En relación al primer indicador es claro que en el campo de las políticas públicas la

práctica de la evaluación se ha ido extendiendo enormemente y está ayudando a dar base

científica a la toma de decisiones. Países pioneros en la adopción de esta cultura evaluadora

fueron los países norteamericanos y del norte de Europa entre los años 60 y 70. De ahí se ha ido

extendiendo enormemente al sur y centro de Europa y demás continentes: Australia, África, Asia

y Latinoamérica. En esta expansión de la cultura de la evaluación han jugado un papel

importante los principales organismos internacionales, especialmente en los países en vías de

desarrollo. Organizaciones como el Banco Mundial o la OCDE han trabajado con numerosos

gobiernos de estos países para lograr el reconocimiento y aplicación de la evaluación. En estas

organizaciones los componentes de seguimiento y evaluación se han ido proporcionando desde

que a mediados del decenio de 1970 se prestó atención especial al desarrollo rural y al alivio de

la pobreza.

Otro indicador claro del crecimiento de la cultura de la evaluación es el crecimiento

exponencial de las asociaciones y redes de evaluación en éstos último años. Comenzando su

creación en Canadá (en 1981 se creó la Canadian Evaluation Society, CES) y los Estados Unidos

(en 1986 se creó la American Evaluation Association, AEA), actualmente existen alrededor de

unas 100 organizaciones nacionales y regionales de evaluación en todo el mundo. Muchas de


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ellas organizan conferencias y eventos que ayudan al intercambio de experiencias y a seguir

extendiendo la cultura de la evaluación a nivel internacional.

Esta internacionalización ha sido acompañada de esfuerzos para construir una comunidad

evaluadora a nivel global con el objetivo de compartir experiencias y ayudarse mutuamente. Un

importante hito aquí fue el lanzamiento de la Asociación Internacional para la Evaluación del

Desarrollo (International Development Evaluation Association, IDEAS) en el 2002 y la

Organización Internacional para la Cooperación en Evaluación (International Organization for

Cooperation in Evaluation, IOCE) in 2003. La asociación IDEAS proporciona cooperación

profesional entre los evaluadores que trabajan en el campo del desarrollo y la organización IOCE

proporciona cooperación entre las organizaciones de evaluación nacional y regional que existen

en el mundo, además de fomentar la demanda de evaluación y apoyar la organización de las

diferentes asociaciones que la componen.

1.4 Los comienzos de la evaluación y la pérdida del planteamiento inicial.

El nacimiento de un nuevo campo profesional.


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Estudiar el comienzo de la evaluación es importante para comprender sus pilares

fundamentales. Éstos tienden a perderse en el diseño de una evaluación concreta, en un momento

determinado y con una serie de recursos.

La evaluación tiene su origen en la misma forma de ser del hombre, se asienta en la

curiosidad humana y el deseo de hacer mejor las cosas. La evaluación nació cuando alguien

preguntó: ¿cómo sabemos qué es bueno?, ¿cómo sabemos que lo que hemos hecho está bien y

bajo qué criterios? Siempre hemos mirado el mundo con espíritu crítico y lo importante es hacer

un uso constructivo de ese espíritu para mejorar el mundo en que vivimos.

1.5 expansión de la cultura de la evaluación.

1.6 Límites y alcances de la evaluación psicológica.

1. 6 Condición deontológica de la evaluación psicológica.

Condición deontológica de la evaluación psicológica. La evaluación psicológica, proceso

en el cual un profesional de la salud mentad interviene con un paciente, para realizar un examen

de las funciones mentales, capacidades y habilidades del paciente, este proceso, el psicólogo

establece un vínculo con el usuario y en la práctica profesional de dicho proceso debemos ejercer

normas, deberes y obligaciones que incluyen atributos y valores íntegros, que promuevan el

respeto a los derechos y la dignidad de las personas, por este esto nos exige una responsabilidad

profesional.

Dado que la psicología comprende diversas áreas de aplicación, y así mismo múltiples

modelos teóricos, lo que ocasiona que los psicólogos asuman roles distintos para ejercer su
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profesión. Es necesario señalar que la relación psicólogo- paciente, no es la misma que

establecen otros profesionales y otras personas, ya que esta se forja por la confianza y sobre todo

la intimidad, el respeto mutuo ya que estará centrada y dirigida a mejorar la estabilidad mental y

emocional del paciente.

La deontología se caracteriza por incluir principios éticos y morales en los que debemos

dar buena imagen al bienestar de nuestra profesión y su calidad científica, dando a su vez respeto

a la dignidad personal y profesional de los psicólogos, sobre todo el respetar al paciente

ejerciendo la confidencialidad necesaria en base a los problemas que se estén abordando, sin que

Los problemas personales de nosotros los psicólogos interfieran en nuestro juicio o que

ocasiones una mala praxis al momento de elaborar un informe de las evaluaciones de algún caso.

Se debe entender siempre que la responsabilidad que conlleva nuestra profesión con cada

paciente es muy alta, y que cualquier falta o incumplimiento a las normas o principios no nos

exime de dicha responsabilidad y las consecuencias de la mala praxis. Por este motivo considero

fundamental que él o la estudiante de psicología, un posible futuro profesional, que, en ejercicio

de la profesión, adquiera los conocimientos referentes a los principios y normas establecidos que

se deben seguir y en los que, al momento de ejercer nuestra práctica, ejercer dichos fundamentos.

Creo que para abordar la deontología en la psicología es necesario tener conocimientos

de la legislación y códigos nacionales, de esta manera inducir en aquellos estudiantes y

profesionales que aún no ejercen o que estén poco relacionados con dichas normativas a las que

nos deberemos regir. La deontología implica el aplicar la ética y la moral en la práctica de la

profesión, por dicho motivo es primordial tener discernimiento sobre los limites hasta que
25

podemos llegar con un paciente, deberemos desarrollar principios éticos como la

responsabilidad, la integridad, la justicia, el respeto de los derechos humanos y la dignidad de

todas las personas.

El código de la deontología nos propone que existen principios que son planteados en

base al respeto y dignidad de las personas, pueblos, cuidado competente y por el bienestar de las

personas además de la integridad y responsabilidades profesionales y científicas que deben

seguir los profesionales para con la sociedad.

Los problemas personales de nosotros los psicólogos interfieran en nuestro juicio o que

ocasiones una mala praxis al momento de elaborar un informe de las evaluaciones de algún caso.

Se debe entender siempre que la responsabilidad que conlleva nuestra profesión con cada

paciente es muy alta, y que cualquier falta o incumplimiento a las normas o principios no nos

exime de dicha responsabilidad y las consecuencias de la mala praxis. Por este motivo considero

fundamental que él o la estudiante de psicología, un posible futuro profesional, que, en ejercicio

de la profesión, adquiera los conocimientos referentes a los principios y normas establecidos que

se deben seguir y en los que, al momento de ejercer nuestra práctica, ejercer dichos fundamentos.

Creo que para abordar la deontología en la psicología es necesario tener conocimientos de la

legislación y códigos nacionales, de esta manera inducir en aquellos estudiantes y profesionales

que aún no ejercen o que estén poco relacionados con dichas normativas a las que nos deberemos

regir. La deontología implica el aplicar la ética y la moral en la práctica de la profesión, por

dicho motivo es primordial tener discernimiento sobre los limites hasta que podemos llegar con

un paciente, deberemos desarrollar principios éticos como la responsabilidad, la integridad, la


26

justicia, el respeto de los derechos humanos y la dignidad de todas las personas. El código de la

deontología nos propone que existen principios que son planteados en base al respeto y dignidad

de las personas, pueblos, cuidado competente y por el bienestar de las personas además de la

integridad y responsabilidades profesionales y científicas que deben seguir los profesionales para

con la sociedad.

Aspectos deontológicos, éticos y legales en la evaluación psicológica.

Si bien la técnica es un prerrequisito de una actuación profesional ética, esta debe ser

también informada a la luz de cuestiones que, en el transcurso del desarrollo y consolidación de

la Psicología como profesión, el colectivo que lo forma ha convenido como esenciales para un

ejercicio responsable de esta. El manejo ético de las relaciones profesionales que establecemos es

una «competencia específica» (Kleinke, 1998) que debe ser dominada por profesionales que, en

continua revisión de los propios actos, velen por la integridad de su trabajo y de su profesión.

Para favorecer este objetivo conviene tener presente el contexto normativo ético aplicable a la

evaluación psicológica, empezado por el Código Deontológico del Psicólogo (en adelante CDP;

Colegio Oficial de Psicólogos, 1987) que, actualmente, regula en sus 61 artículos, y entre otros,

el trabajo del psicólogo/a (en adelante psicólogo) en diferentes aspectos del ejercicio profesional

en España. Cabe destacar, no obstante, que desde hace tiempo está en marcha un proyecto para la

elaboración de un nuevo código español que, actualmente, se encuentra aprobado por la

Comisión Deontológica Estatal y está pendiente de aprobación por la Junta de Gobierno del

Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos de España (Bermejo, 2007). El nuevo

código tratará de mejorar el código vigente y actualizarlo a los nuevos tiempos y situaciones en
27

los que se desarrolla la labor del profesional de la Psicología, todo ello en consonancia con las

orientaciones proporcionadas por el Meta código de la Federación Europea de Asociaciones de

Psicólogos (European Federation of Psychologists Associations - EFPA, 1995). El texto de la

EFPA se propone servir de guía, o marco, sobre el que se fundamenten los códigos éticos de los

países de procedencia de las asociaciones que conforman la EFPA. Por otro lado, en el año 2002

se adoptó el texto, actualmente vigente en Estados Unidos, de Ethical Principles of Psychologists

and Code of Conduct (American Psychological Association - APA, 2002), que dedica el capítulo

9 específicamente a la evaluación psicológica. Este código está más actualizado y es más

explícito, sirviendo de orientación para aspectos que no están regulados en el actual código

español (del Río, 2005). Por ello, gran parte de lo que sigue se enmarcará en torno a su

articulado. Los códigos profesionales enuncian una serie de principios éticos que constituyen

ideales o aspiraciones compartidas, en general, por los psicólogos (Knapp y Vande- Creek,

2007), como valores comunes a perseguir en las actividades propias de la profesión y en el

trabajo con las personas. En general, los códigos de ética pueden categorizar los principios de

manera ligeramente diferente, pero estas diferencias son más nominales y de énfasis que

sustanciales (Knapp y VandeCreek, 2007). En su cuerpo ético, el Código de la APA de 2002

adoptó cinco principios éticos generales: beneficencia y no-maleficencia, fidelidad y

responsabilidad, integridad, justicia y respeto a los derechos y dignidad de las personas. En

cuanto a la Meta-Código de Ética de la EFPA de 1995, los principios enunciados fueron: respeto

a los derechos y dignidad de las personas, competencia, responsabilidad e integridad. El CDP

español incluye, en su artículo 6, los principios: respeto a la persona, protección de los derechos

humanos, sentido de responsabilidad, honestidad y sinceridad para con los clientes. Los códigos
28

incluyen además un conjunto normativo o deberes profesionales, que rigen la profesión del

psicólogo, actuando a modo de «reglas de un pacto explícito» entre el colectivo profesional de

psicólogos y la comunidad en la que prestan sus servicios (Fierro, 2001). Estas normas, en

general, deben estar en consonancia con la legislación del país en el que se inscriben, a la que, en

caso de contradicción o duda, se supeditan.

Aspectos éticos de la evaluación psicológica.

La evaluación psicológica conlleva, en primer lugar, una relación en la que una persona

trata de entender a otra. En tanto que persona, la evaluada es única, activa y, en general,

responsable de las decisiones sobre su vida y sobre su futuro. En tanto que profesional, el

evaluador utiliza sus conocimientos y herramientas para aproximarse a la persona evaluada

quien, en definitiva, es la verdadera experta sobre sí misma. Pero, como persona que también es,

el evaluador es susceptible de establecer una buena relación profesional y desarrollar su labor

con garantías o, también, de que sus prácticas pierdan valor por los motivos más variados:

erigirse en rol de experto que sabe lo que le conviene al cliente; laxitud en los procedimientos o

dejadez; creer que con una breve interacción verbal con la persona evaluada es suficiente para

«saber lo que le pasa» a esta; dar recomendaciones de manera precipitada, antes de haber

proporcionado la suficiente oportunidad para haber realizado un apropiado análisis; aplicar sus

propias preconcepciones y sesgos, o dejar que sus propias convicciones y valores afecten a su

trabajo; dejarse llevar por sus propias emociones sobre lo que le acontece a la persona evaluada o

a sí mismo (por ejemplo: mostrar tristeza, enfado, etc.), sin percatarse de la conveniencia de

gestionar las mismas; trabajar en condiciones que mermen su capacidad; tener previamente, o
29

establecer, relaciones afectivas o de otro tipo con la persona evaluada, etc. Estas y otras

circunstancias que pueden colocar al profesional en una situación de posible confusión o riesgo

de una práctica profesional poco adecuada, deben ser, cuanto menos, consideradas con seriedad.

En ese sentido, es importante que, al menos, el profesional actúe de manera informada y

reflexiva sobre su propia actuación. Es por ello que los códigos éticos son una buena herramienta

que nos recuerda la importancia y los límites del trabajo que desempeñamos, sustentados estos

en la responsabilidad profesional (Amigo, 2000), que no puede menoscabarse por descuidos o

intereses personales.

Si ello es así para el conjunto de todas las actividades profesionales en las que el

psicólogo se implica, cabe destacar aún más lo referente a los procedimientos empleados en la

evaluación psicológica. Consideremos el

siguiente caso real Una alumna que está cursando el segundo año de un máster en

Psicología Clínica de una universidad española relata, todavía con cierta desazón, su experiencia

durante la realización de las prácticas, junto con otro compañero, en un centro profesional

durante el primer año de dicho máster. Durante los primeros contactos con la psicóloga, tutora de

las prácticas, esta les pidió a los dos alumnos que completaran un test proyectivo que consistía en

la elaboración de un dibujo. Una vez realizados y entregados estos, la profesional proporcionó

una interpretación del dibujo del compañero caracterizándolo, entre otras cosas, de extrovertido y

creativo. Cuando posteriormente observó el dibujo realizado por la alumna, se detuvo

momentáneamente para, a continuación, decir aparentando cierta incomodidad: «Bueno, esto ya

lo miraremos el próximo día» mientras guardaba el dibujo en su carpeta. La alumna volvió a su


30

casa preocupada mientras, según cuenta, le asaltaban dudas acerca de «¿qué habrá visto mal en

mí, en mi pasado o en mi familia?». Durante los siguientes días hizo acopio en la biblioteca de

todo material relacionado con dicho test proyectivo, para intentar indagar en las posibles

interpretaciones que pudieran darse a su dibujo. Nunca recibió información o comentario alguno,

por parte de la psicóloga, acerca de este.

En ocasiones, parecería que la aplicación de tests psicológicos pudiera darse como un

juego, de forma anecdótica, informal o casual. Sin embargo, la utilización de estos, sea en las

condiciones que sea, debería hacerse con la seriedad debida al propio hecho de la evaluación.

Desconocemos, por otro lado, si los objetivos de la evaluación estaban claros, eran

oportunos a los efectos de la realización de las prácticas y cómo pudo afectar esta situación a la

relación entre la psicóloga y la alumna.

En cualquier caso, la psicóloga tenía la responsabilidad de una apropiada devolución de

los resultados de la aplicación de dicho test. Si esta fue la reacción de una persona licenciada en

Psicología, que estaba completando el primer año de un máster en Psicología Clínica, ¿qué

cabría esperar en personas que no tienen por qué tener los más rudimentarios conocimientos de

Psicología? Cabe esperar que el propio hecho de ser evaluado pueda ser un acontecimiento en sí

mismo y que la persona pueda prestar especial atención a cualquier gesto, actitud o reacción del

profesional, al que considera cualificado para decirle cosas relevantes sobre sí misma. No

debemos olvidar que la evaluación es una práctica cotidiana en nuestras relaciones con los

demás, en las que somos, continuamente, evaluados y evaluadores A la gente le gusta recibir

información sobre sí misma, especialmente si contiene descripciones favorables (Dickson y


31

Kelly, 1985). Incluso personas inicialmente escépticas llegan a otorgar credibilidad a

descripciones agradables sobre sí mismas que supuestamente han sido elaboradas por astrólogos

(Glick, Gottesman y Jolton, 1989; citados por Aiken, 2003). Además, prefieren informes

generales acerca de su personalidad que otros mucho más particulares (Rodríguez González,

2005), pareciendo más inclinadas a aceptar explicaciones complejas e intrincadas de su conducta

que otras basadas en motivos humanos relativamente ordinarios (Aiken, 2003). El hecho de que

una persona evaluada pueda aceptar e incluso mostrar satisfacción hacia informes que contengan

descripciones vagas, genéricas y triviales de sí mismo (Forer, 1949), puede incitar a emitir

informes poco comprometidos y que, en definitiva, no sirvan para la toma de decisiones ni a los

propósitos para los que fue requerida la evaluación. La emisión de este tipo de informes que

manejan generalidades o afirmaciones que, aunque parezcan específicas para un determinado

individuo, son aplicables a la mayoría de los individuos, se conoce como efecto Forer, efecto de

validación subjetiva, o efecto Barnum (Meehl, 1956); el último término hace alusión a un

destacado empresario y artista circense norteamericano que era conocido por sus dotes para el

engaño. Forer (1949) aplicó un test de personalidad a sus estudiantes, a los que posteriormente

distribuyó una descripción de personalidad, elaborada por él mismo a partir de fragmentos de

horóscopos. Los estudiantes valoraron el grado en que tal descripción se ajustaba a ellos en una

escala de 0 (nada) a 5 (mucho), como una descripción buena o excelente de su personalidad,

siendo la puntuación media del grupo de estudiantes 4,26. De hecho, las personas parecen

sentirse mejor caracterizadas por estas descripciones tipo Barnum que por datos de personalidad

obtenidos en base a pruebas objetivas y validadas (Dickson y Kelly, 1985). Este efecto de

aceptar descripciones casi universalmente aplicables se ha relacionado, entre otros factores, con
32

la credulidad popular ante los horóscopos, el tarot u otras pseudociencias (Rodríguez Sutil,

1996). Estas consideraciones nos alertan sobre la cautela debida a la hora de facilitar datos y

realizar recomendaciones en un informe psicológico.

De cara a que esta información sirva de utilidad, se deben evitar ambigüedades y

generalidades, así como no limitarse a meras descripciones obvias, de sentido común o

simplemente esperables dada la procedencia del sujeto (Rodríguez González, 2005) Frente a

estas nociones populares, la evaluación psicológica es una práctica científica que sigue un

procedimiento metodológicamente consensuado, reúne una serie de garantías y es susceptible de

ser replicada.

El proceso de evaluación psicológica se da en respuesta a la demanda concreta que se

haya efectuado, persigue unos objetivos determinados y debe responder a cuestiones y

necesidades específicas. En la medida en que los resultados de la misma deben ser útiles en la

toma de decisiones, pueden tener importantes implicaciones para la vida de la persona, que

pueden ser positivas y negativas (Koocher y Keith-Spiegel, 2008). En ocasiones, son la base para

la toma de decisiones sobre custodia infantil, concesión de permisos carcelarios, asignación a

grupos de enriquecimiento escolar, selección para un empleo, ingresos hospitalarios, diseño de

un plan de tratamiento efectivo, etc. Es por ello, que el objetivo que se persigue a la hora de

efectuar una evaluación psicológica es que sea ética, precisa, útil y ajustada a los avances en la

investigación y teoría (Pope y Vasquez, 1998). En dicho proceso se entremezclan aspectos que

tienen que ver con el profesional evaluador, el cliente y/o la persona evaluada y los
33

procedimientos y materiales empleados en la evaluación, todo ello inserto en el contexto en el

que esta tiene lugar.

Psicólogo evaluador.

Como se ha expresado en otra parte, el proceso de evaluación psicológica implica

actividades profesionales que van mucho más allá del simple despliegue de habilidades técnicas

en la aplicación de tests psicológicos. En ocasiones, la apariencia engañosamente sencilla de

algunos de los procedimientos empleados en la evaluación psicológica, como la aplicación de

determinados tests, pueden llevar a creer que cualquier persona, incluso ajena a la profesión,

puede fácilmente utilizarlos (Knapp y VandeCreek, 2007). La labor del psicólogo va mucho más

allá, siendo este el responsable de la selección apropiada de los procedimientos e instrumentos de

evaluación, su aplicación, interpretación e integración de los resultados y su devolución. Por eso

el uso y custodia del material psicológico está reservado al psicólogo (art. 19; CDP, 1987; art.

9.11; APA, 2002). Ya se ha expuesto la importancia de la consideración de conceptos tales como

fiabilidad, validez y precisión de la medida. En la base de muchos de los problemas éticos

derivados de una mala utilización de procedimientos e instrumentos de evaluación se encuentra

el desconocimiento y/o negligencia de estos aspectos que comprometen la calidad de la

evaluación y de las decisiones subsiguientes. Ello, tanto en lo que se refiere a la construcción de

los instrumentos y procedimientos (art. 9.05; APA, 2002), como a su selección y adecuada

utilización (art. 9.02.a.; APA, 2002). El siguiente caso ilustra alguno de estos aspectos: Un

psicólogo desarrolló un «cuestionario de relaciones de pareja», basándose en su experiencia de

trabajo con estas, que incluía cuestiones que había observado comúnmente en dichas relaciones.
34

Su intención era colocar el test en su página web junto con unas instrucciones de corrección en

las que, arbitrariamente, asignaba rangos de puntuaciones para relaciones: «problemáticas,

potencialmente roblemáticas y seguras» [adaptado de Knapp y VandeCreek, 2007]. Con cierta

frecuencia, algunos profesionales desarrollan listados de preguntas o juntan ítems de

instrumentos preexistentes, que estiman relevantes para su utilización en un determinado ámbito,

y los emplean, en ocasiones, sin apreciar la importancia de establecer previamente las

propiedades psicométricas de tales nuevos instrumentos. Afortunadamente Knapp y VandeCreek

(2007) refieren en el caso mencionado que el psicólogo buscó asesoramiento de forma previa a

colocar el «test» en su página web. Además de las limitaciones psicométricas, el consultor le

alertó de los límites de las evaluaciones on-line y del problema de no atender al posible malestar

que los resultados pudieran causar sobre las personas evaluadas. De especial relevancia es la

selección apropiada de los procedimientos e instrumentos de evaluación que emplean los

psicólogos, así como adaptar su interpretación a las necesidades únicas de los individuos

evaluados (Knapp y VandeCreek, 2007). De este modo, debe prestarse atención a la utilización

de instrumentos de evaluación con poblaciones culturales o raciales diversas, para las que estos

instrumentos pueden no estar adaptados (art. 9.02.b.; APA, 2002). Por ello, de forma creciente en

nuestras sociedades se requiere una sensibilidad y conocimiento multicultural (del Río, 2005) por

parte de los psicólogos que, en ocasiones, deben contar con la participación de intérpretes o

deben adaptar sus recursos a clientes de otras culturas para los que hay poca información

disponible. En estos y otros casos, los psicólogos realizan modificaciones a los procedimientos

de recogida de la información para adaptarse al caso particular (por ejemplo, personas con

discapacidad, deterioro cognitivo, dificultades de concentración, fatiga,


35

etc.). Esto supone que las normas estandarizadas dejan de ser directamente aplicables y

las inferencias «estándar» que se extraen de dichas normas son cuestionables (Pope y Vasquez,

1998). En caso de producirse estas desviaciones, los psicólogos deben tratar de proporcionar

evidencias de la validez de los procedimientos modificados empleados, ser conscientes de los

efectos que ello puede tener en la interpretación de los resultados y hacerlo constar en las

limitaciones. Otra consideración a la hora de seleccionar los instrumentos es asegurar que los

mismos estén actualizados en relación con los propósitos presentes y no resulten, por tanto,

obsoletos (art. 9.08.b.; APA, 2002), pareciendo en general preferible optar por las versiones más

recientes de los instrumentos, en caso de existir estas. En ocasiones, en las revisiones de

instrumentos previos se ha corregido ciertos elementos sexistas o de insensibilidad a la

diversidad cultural. De forma similar, no deberán considerarse los resultados de test que no estén

actualizados para el propósito actual (art. 9.08.a.; APA, 2002). Considérese el siguiente caso real,

expuesto por Koocher y Keith-Spiegel (2008) como sigue:

Elena duración empezó a trabajar para una empresa eléctrica hace 8 años. Había

respondido a unos test de habilidades generales, de papel y lápiz, durante el período de

contratación. Recientemente ha optado a un puesto de nivel más alto, que ha sido ofrecido por la

empresa, pero el departamento de personal no está considerando seriamente su solicitud porque

sus puntuaciones en los tests de hace 8 años estuvieron por debajo de las equeridas para el nuevo

puesto [adaptado de Koocher y Keith-Spiegel, 2008]. Este caso llama la atención sobre la

conveniencia de que los psicólogos a cargo de un proceso de selección traten de asegurarse de

que la empresa no emplee puntuaciones no actualizadas como base para decisiones futuras, así

como sugerir la retirada de los datos, que hayan quedado obsoletos, de los archivos de los
36

empleados. En general, los datos y resultados deben conservarse en un archivo del cliente

siempre y cuando sirvan a un propósito válido y útil y continúen reflejando el estado de la

persona evaluada (Koocher y Keith-Spiegel, 2008). Por otro lado, es cuestionable el uso de un

solo instrumento como base para fundamentar decisiones o realizar recomendaciones, debiendo

usarse múltiples criterios que aporten rigor a la evaluación psicológica realizada (art. 9.01a;

APA, 2002). Ello supone, además, la consideración de posibles asunciones no contrastadas o

sesgos por parte del evaluador. En no pocas ocasiones las conclusiones emitidas se basan más en

el conocimiento de la historia previa del individuo (por ejemplo, ocurrencia de un episodio

psicótico previo) o en informaciones proporcionadas por otros profesionales, que en un examen

actualizado pormenorizado. No obstante, la información contenida, en caso de existir, en

historiales previos de evaluación y tratamiento puede ser un recurso de enorme valor de cara a

asegurar una evaluación exhaustiva (Pope y Vasquez, 1998). El psicólogo es responsable de la

integración, interpretación y devolución de los resultados de la evaluación, aun cuando haya

podido utilizar ayudantes en la aplicación de instrumentos de evaluación o haya recurrido a

servicios automatizados de corrección e interpretación de tests (arts. 9.06 y 9.10; APA, 2002). En

el primer caso, los psicólogos deberán asegurarse de la cualificación de las personas que trabajen

a su cargo en tareas de evaluación (art. 9.07; APA, 2002), involucrarse en su entrenamiento,

monitorizar su trabajo y compartir la responsabilidad del proceso y producto de la evaluación

(Koocher y Keith-Spiegel, 2008). En cuanto a la utilización de ordenadores para la

administración, corrección, generación de perfiles e interpretación, pese a la controversia

suscitada al respecto (sobre todo en lo que se refiere a la interpretación automatizada), se acepta

siempre y cuando se consideren tan solo un elemento más de la evaluación y no reemplacen el


37

juicio e interpretación de los psicólogos, que tienen la responsabilidad plena del informe final y

de su devolución a los evaluados (art. 9.09; APA, 2002). Como señalan Knapp y VandeCreek

(2007), las interpretaciones derivadas de servicios automatizados se basan en normas de grupo y

no están adaptadas para tomar en consideración las circunstancias presentes en la vida del

cliente.

Al respecto de la devolución de los resultados, Kenneth S. Pope (1992; citado por Pope y

Vásquez, 1998) afirma que es un proceso dinámico e interactivo en el que los resultados e

implicaciones de la evaluación se comparten con la persona evaluada. Según Pope y Vásquez

(1998), en ocasiones se descuida tal interacción por la ausencia de tiempo en el contexto

organizacional en el que se inserta el profesional. Los psicólogos pueden ser reacios o

experimentar malestar al comunicar «malas noticias», sentir incomodidad al tratar de adaptar la

jerga profesional al lenguaje del cliente, o ante las expectativas de clientes que desean recibir

respuestas claras. Con frecuencia, el objetivo de la evaluación es asignar un diagnóstico clínico a

la persona evaluada. Se han hecho muchas consideraciones respecto a las posibles consecuencias

adversas de aplicar categorías diagnósticas, como la posible estigmatización de los individuos

sobre los que se aplican y la influencia de la etiqueta sobre los mismos y las personas de su

entorno, de modo que el diagnóstico actúe como una profecía auto cumplida por la que «el

propio paciente acepta el diagnóstico con todos los significados y expectativas sobreañadidos y

se comporta en consonancia» (Rosenhan, 1973; p. 7), así como la perdurabilidad de dicho

diagnóstico clínico del que, una vez asignado, es difícil desprenderse. Por otro lado, en

ocasiones, estos diagnósticos sirven de base para la planificación de tratamientos y para la toma

de decisiones sobre el futuro de estas personas. No obstante, en ocasiones, las etiquetas


38

diagnósticas pueden derivar consecuencias positivas para los que las reciben, por ejemplo,

sirviendo de eximente o atenuante de la responsabilidad de un acto criminal, de cara al

cumplimiento de los criterios de un seguro, para la obtención de cobertura sanitaria, o de

subsidios, etc. Por todo, las consideraciones hasta aquí planteadas adquieren especial relevancia

para concienciar acerca de la necesidad de maximizar el rigor de las evaluaciones que conduzcan

a un diagnóstico clínico y de cuidar la terminología empleada (art. 12; CDP, 1987).

Las personas implicadas en la evaluación.

Cliente y sujeto de la evaluación no tienen por qué coincidir.

Además de la persona implicada, la evaluación puede ser solicitada, utilizada o ambas

cuestiones por progenitores, la autoridad judicial, el departamento de personal de una empresa,

profesionales educativos o médicos que trabajan con el sujeto u otros. Cada vez en mayor

medida se confiere una importancia esencial a la obtención del consentimiento informado de la

persona, previo a su evaluación, y preferentemente en formato escrito. No se trata de un trámite

que se obtenga una vez y baste, sino que debe ser ampliado o renovado de forma continua según

transcurra la relación profesional (art. 3.1.3; EFPA, 1995), dando suficiente espacio y

oportunidad para aclarar, discutir y prever las consecuencias de los procedimientos empleados.

Parece razonable hacer esfuerzos en este sentido, aun en supuestos en los que el

psicólogo no esté obligado a recabar dicho consentimiento (evaluación requerida por la autoridad

pública; actividad rutinaria en contextos educativos, institucionales u organizacionales; proceso

de incapacitación legal...) (art. 9.03; APA, 2002) reconociendo, de este modo, el papel

protagonista de la persona en un proceso que, en definitiva, le atañe. Del mismo modo, si bien el
39

psicólogo puede estar eximido de compartir los resultados de la evaluación con las personas

evaluadas en estos contextos, cabe recomendar que se ejercite la responsabilidad habitual con

ellas, aunque ello pueda requerir negociar, con una institución contratante, el cauce para la

devolución de los resultados a las personas.

La persona evaluada tiene derecho legal a acceder a la información recabada sobre sí

misma en el transcurso de la evaluación y, en caso de que no sea competente para entenderla,

también tienen derecho sus representantes legales. No obstante, el artículo 42 del CDP establece

la salvedad de que «no se derive un grave perjuicio para el sujeto o para el/la psicólogo/a». Si

existe un acuerdo general a este respecto, no ha sido así en lo que se refiere a la naturaleza de la

información a la que se debe tener libre acceso (Koocher y Keith-Spiegel, 2008). Ha existido

reticencia a compartir los «datos brutos» de la evaluación (puntuaciones, observaciones y

respuestas de los clientes a los tests) con personas no cualificadas, entendiendo que podrían ser

malinterpretados o incorrectamente utilizados por estas. No obstante, cuando sea requerido por la

autoridad judicial o por petición firmada del propio sujeto, en general, se deberá dar acceso a tal

información. Esta es la razón por la que se recomienda una actitud preventiva por parte del

profesional, manteniendo sus ficheros con la conciencia de que pueden ser requeridos por la

persona evaluada o por un tribunal. En lo que se refiere a las anotaciones, Bados (2008)

recomienda que los profesionales «apunten en un documento separado sus anotaciones

particulares sobre el caso y las menciones que afecten a terceras personas», puesto que el cliente

no tiene derecho a conocer estas.


40

En tanto que «confidente necesario» (Vasallo, 2001), el profesional que recibe información de

cara a la prestación de sus servicios tiene el deber de mantener en privado esta. Por tanto, con carácter

general, según las normas éticas y legales, el psicólogo está obligado a guardar secreto profesional de las

confidencias que le son realizadas. De este modo, la revelación de cualquier información personal a un

tercero (por ejemplo, otros profesionales que trabajan con la persona o familiares) solo puede hacerse

con el expreso consentimiento del cliente (art. 40; CDP, 1987), siendo por tanto recomendable obtener

la autorización por escrito (del Río, 2000). Ello es así aun cuando la evaluación haya sido requerida por

otra instancia distinta que el propio sujeto, instituciones u organizaciones en general que, cuando sean

conocedores del informe psicológico solicitado, quedan comprometidos a «no darle difusión fuera del

estricto marco para el que fueron recabados» (art. 43; CDP, 1987). Volviendo al caso de «Elena

Duración», los archivos deberían estar bajo la tutela del psicólogo y no de la empresa, quien solo

debería tener acceso al informe; en caso de que un psicólogo que trabajara para una empresa cesara en

su puesto, este debería tratar de asegurar que cualquier material de evaluación del que hubiera sido

responsable quedara, cuanto menos, bajo la custodia de otro psicólogo. Por otro lado, aun contando

con el consentimiento del evaluado, en caso de compartir algún tipo de información con terceras

personas (por ejemplo para recabar asesoramiento de otro profesional) el psicólogo tratará de no

revelar la identidad de la persona (art. 43; CDP, 1987). No obstante, ese derecho y deber de

confidencialidad cede ante ciertos supuestos, que incluyen el requerimiento judicial de la información,

así como el deber de informar de situaciones en las que se vea comprometida la integridad de la propia

persona o terceras, o del propio profesional. (art. 8, CDP, 1987; art. 4.5.b, APA, 2002). En cualquier caso,

la información revelada deberá ser la estrictamente necesaria a los efectos para los que sea requerida.

Asimismo, es importante que estos límites a la confidencialidad sean explicados a la persona al

comienzo de la relación profesional. Por otro lado, el hecho de que el psicólogo deba recabar
41

información íntima sobre el sujeto, en el contexto de una tarea evaluadora que persigue unos fines

determinados, no le confiere el derecho a indagar sobre aspectos irrelevantes de la esfera privada de la

persona (art 39; CDP, 1987). Considérese el siguiente caso: Sean Batería, Ed.D., fue contratado como

consultor del Departamento Municipal Central de Bomberos. Agrupó una serie de test, incluyendo el

MMPI, láminas de Rorschach, Test de Apercepción Temática, Dibujo de la Persona y una serie de frases a

completar, para administrárselos a los potenciales bomberos junto con el examen ordinario. Varios de

los bomberos protestaron alegando que dichos test constituían una invasión de su intimidad. (Adaptado

de Koocher y Keith-Spiegel, 2008). Esta cuestión ha sido objeto de controversia suscitando la

presentación de quejas, en el ámbito judicial, por parte de personas que entendían vulnerado su

derecho a la intimidad. De especial relevancia es atender esta problemática, teniendo en cuenta que las

personas a las que los profesionales evalúan pueden estar en una situación de vulnerabilidad, derivada

del propio sufrimiento que les ha motivado a buscar ayuda, o en una situación de desventaja, en la

medida en que perciban que de las conclusiones del informe pueden derivarse consecuencias

importantes para ellos, como la valoración de la idoneidad para la adopción de un menor, decisiones

sobre custodia infantil, selección para un puesto de trabajo, etc. Una consideración importante y que es

objeto frecuente de reclamaciones ante comités de ética es que, en general, no se deben emitir juicios o

recomendaciones sobre una persona sin haberla evaluado (Santolaya, 2001). En relación a los informes

psicológicos de parte, presentados en situaciones de conflicto matrimonial en juzgados de familia,

Carmen del Río (2000) señala que la conducta antiprofesional que es objeto de reclamación más

frecuente ante comisiones deontológicas, es la siguiente: «Comentar aspectos personales y/o

psicológicos, o de su relación con los hijos, de uno de los cónyuges sin haberlo evaluado, utilizando

únicamente la información que proporciona el otro cónyuge u otros allegados». Especial relevancia

tiene atender a los casos en que sea el propio menor el que efectúe su demanda de evaluación, sin el
42

consentimiento de sus padres o representantes legales, o tan solo con el de uno de los progenitores, por

ejemplo, el que ostenta su guarda y custodia, sin el conocimiento, autorización o ninguno de estos del

otro progenitor que, sin embargo, comparte su patria potestad. El CDP establece al respecto de las

intervenciones profesionales, que: «En caso de menores de edad o legalmente incapacitados, se hará

saber a sus padres o tutores» (art. 25; CDP; 1987). En casos de separación matrimonial, la sentencia del

Juzgado de Primera Instancia Nº 75 de Madrid, de cinco de febrero de 2008, estableció en sus

razonamientos jurídicos que: «la elección de un profesional para el menor no puede decidirse de forma

unilateral por uno de los progenitores, dado que dicha cuestión entra en el ámbito del ejercicio de la

patria potestad y no puede considerarse como una mera cuestión a desarrollar en el ámbito de la

guarda y custodia». Estas y otras cuestiones son descuidadas, con cierta frecuencia, en casos donde se

alegan abusos sobre un menor por parte de uno o ambos progenitores, en ocasiones fruto de

actuaciones precipitadas por parte del psicólogo que, probablemente con el deseo de prestar ayuda de

la forma más inmediata posible, se ha erigido en un rol que no le correspondía: el de «protector» o

«salvador» del menor, sin atender al hecho de que quien puede suplir al progenitor o progenitores en el

ejercicio de la patria potestad es la autoridad judicial (Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, 2009).

Conclusiones.

El conocimiento de estos y otros aspectos éticos y deontológicos que informan la

profesión del psicólogo es importante. Considerar que no se necesita ahondar en «asuntos de

ética» en el contexto de la docencia en los estudios de Psicología, por ser asuntos que atañen a la

propia ética de los alumnos, supone creer que lo hasta aquí expuesto es evidente en sí mismo y

que depende de la voluntad de los futuros profesionales que han de realizar su labor

salvaguardando los principios y normas éticas que, quizás, deban conocer por generación
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espontánea. Este tipo de opiniones, que se oyen en ocasiones, revela un pobre entendimiento de

las cuestiones que afectan a nuestro quehacer profesional. Para concluir, cabe destacar la

importancia primordial que se le concede a la formación en Ética y Deontología de los

estudiantes de Psicología, siendo el «compromiso ético» una de las competencias específicas

incluidas en el Libro Blanco del Grado en Psicología de la Agencia Nacional de Evaluación de la

Calidad y Acreditación (ANECA, 2005; citado por del Río, 2009).

Carmen Almendros Rodríguez Universidad Autónoma de Madrid

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