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PRIMERA PARTE CAPÍTULO I.

CONCEPTO DE CONTRATO.

1. Definición doctrinal de contrato.

El Contrato es un “acto jurídico bilateral o convención que crea derechos y obligaciones”.


Esta definición es consecuencia del principio de la autonomía de la voluntad y sus
subprincipios:

a. En la fase de formación del contrato, estos subprincipios son (1) el consensualismo y


(2) la libertad contractual.
b. En la fase de ejecución del contrato (es decir, cuando la relación jurídica ya se
encuentra constituida), estos subprincipios son (3) la fuerza obligatoria de los
contratos, y (4) el efecto relativo de los contratos.

2. Concepto de contrato en el Código Civil.

El artículo 1438 CC señala que “contrato o convención, es un acto por el cual una parte se
obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa. Cada parte puede ser una o
muchas personas”.

Críticas:

a. Contrato y convención no son lo mismo. La convención es el género (acto jurídico bilateral


que crea, modifica o extingue obligaciones) y el contrato es la especie (actos creador de
obligaciones).

b. La definición se salta un paso: pareciera que el objeto del contrato fuera la cosa que se
debe dar, hacer o no hacer. Sin embargo, el objeto del contrato son las obligaciones que
éste crea. La cosa que se deber dar, hacer o no hacer, no es sino que el objeto de estas
obligaciones y se conoce como prestación.

3. Elementos de los contratos.

i. Elementos comunes a todos los contratos. Estos son la causa lícita, el objeto
lícito, la capacidad y el consentimiento libre y espontáneo, como lo prescribe el
artículo 1445 CC.
ii. Elementos comunes a cada contrato. Estos son los elementos de la esencia, de la
naturaleza y accidentales, como lo prescribe el artículo 1444 CC.

4. Funciones de los contratos.

Función social: medio de cooperación y colaboración entre los hombres.


Función económica: circulación de bienes y servicios, redistribución de la riqueza, etc.
5. Subfunciones de los contratos.

i. De cambio (compraventa) iv. Custodia (deposito)


ii. Crédito (mutuo, contratos v. Laboral
bancarios) vi. Previsión (seguros)
iii. Garantía (fianza, hipoteca, vii. Recreación prenda)
viii. Cooperación
SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO I. CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS POR EL CÓDIGO CIVIL.

1. Contratos unilaterales y contratos bilaterales. (Art. 1439 CC)

El criterio utilizado para distinguir entre contratos unilaterales y bilaterales es


estrictamente TÉCNICO-JURÍDICO: se observa cuantas partes quedan obligadas.

En el contrato unilateral una de las partes se obliga para con otra que no contrae
obligación alguna.

En el contrato bilateral las partes contratantes se obligan recíprocamente.

En el contrato propiamente bilateral o sinalagmático perfecto las obligaciones de


las partes nacen al mismo tiempo (por ejemplo, obligación de pagar el precio y
obligación de entregar la cosa).

En cambio, los contratos sinalagmáticos imperfectos nacen como contratos


unilaterales, pero ulteriormente emerge una obligación para la parte que originalmente
estaba dispensada. Este contrato, sigue siendo unilateral, ya que la clasificación opera
al momento de formación del contrato.

Los contratos plurilaterales son aquellos que provienen de la manifestación de


voluntad de dos o más partes, todas las cuales resultan obligadas en vistas de un
objetivo común. El ejemplo típico es el del contrato de sociedad.

Esta distinción es importante, porque sólo en los contratos bilaterales se puede aplicar:

a. La excepción de contrato no cumplido, o de “mora purga la mora”


(artículo 1552 CC).
b. La resolución por inejecución, más conocida como cláusula resolutoria tácita
(artículo 1489 CC).
c. La teoría de los riesgos (artículo 1550 CC).
d. La teoría de la imprevisión.

2. Contratos gratuitos y onerosos. (Art. 1440 CC)

El criterio utilizado para distinguir entre contratos gratuitos y onerosos es ECONÓMICO:


se observa cuantas partes son beneficiadas u obtienen una utilidad con el contrato.

El Código define los contratos gratuitos como aquellos que tienen por objeto la
utilidad de una de las partes, sufriendo la otra el gravamen.

contratos onerosos como aquellos que tienen por objeto la utilidad de ambos
contratantes, gravándose cada uno a beneficio del otro.

Inconscientemente, suele superponerse esta clasificación a la anterior, diciendo que los


contratos unilaterales son gratuitos y los bilaterales son onerosos.
Sin embargo, la primera clasificación atiende a un criterio técnico mientras que la
segunda a un criterio económico. Por eso podemos encontrar contratos unilaterales
onerosos, como el mutuo de dinero, y bilaterales gratuitos, como el mandato no
remunerado (muy típico en las relaciones de familia).

Esta distinción es importante porque:

1. En silencio de las partes, se aplica el artículo 1547 CC que establece que en los
contratos onerosos, el deudor responde de la culpa leve, y en los contratos gratuitos se
debe distinguir: si el contrato cede en el sólo beneficio del deudor (comodato) éste
responde la culpa levísima; si el contrato cede en el sólo beneficio del acreedor
(donación) el deudor responde por la culpa grave.

2. La doctrina ha entendido que las obligaciones de garantía (responder por la evicción


o por los vicios oculto de la cosa) reguladas sólo a propósito de determinados contratos
(como la compraventa y el arrendamiento) son elementos de la naturaleza de todos los
contratos onerosos.

3. Los contratos gratuitos son por lo general intuito persona, y por ende opera el
artículo 1455 CC, referido al error en la persona.

** Estos 3 primeros son los más importantes. Hay que saberlos.

4. Los contratos gratuitos imponen deberes de reconocimiento a quienes reciben los


beneficios (ver artículos 1428 y ss., 321, 1417 y 1626 del Código Civil).

5. En la acción pauliana basta probar la mala fe del deudor, cuando el contrato es


gratuito, pero en caso de ser oneroso, debe también probarse la mala fea del tercero
que contrata con él (Art. 2468 CC).

6. Si el arrendador transfiere a título gratuito (o “lucrativo”, como dice el Código) la


cosa arrendada, el adquirente está obligado a respetar el contrato de arrendamiento
(Art. 1962 CC).
3. Contratos conmutativos y aleatorios. (Art. 1441 CC)

Esta es una subclasificación de los contratos onerosos.

El Código define al contrato conmutativo como aquel en que cada una de las partes
se obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente de la otra.

Esta definición es completamente anacrónica. Hoy se ha superado el concepto de


“equivalencia en las prestaciones”, ya que es evidente que si Juan entrega $200 a Pedo
por un auto, Juan considera más valioso el auto que los $200 que entrega.

De este modo, el “valor” de las cosas es subjetivo. Además, la definición sólo sirve para
las obligaciones de dar y hacer, sin incluir las de no hacer, sin motivo aparente.

A su vez, el Código Civil define los contratos aleatorios como aquellos en que la
equivalencia consiste en una contingencia incierta de ganancia o pérdida. Esta
definición es aun peor, porque es imposible que una cosa sea equivalente a otra si su
valor es incierto.

En realidad, esta clasificación no atienda a la equivalencia de las prestaciones, sino que


a la posibilidad de hacer un cálculo racional de los beneficios que se obtendrán con el
contrato. En la compraventa de un auto, hay conmutatividad, porque sé lo que estoy
comprando, el año, sus condiciones, etc. En la compraventa de una partencia minera o
en la compraventa de “las crías que tengan el próximo año las vacas 1 y 2 del ganado”,
hay aleatoriedad, porque no se cuanto mineral queda por extraer ni cuantas crías
tendrán las vacas 1 y 2 el próximo año.

La importancia de esta distinción radica en que la lesión enorme y la teoría de la


imprevisión, sólo se aplican a los contratos conmutativos.

4. Contratos principales y accesorios. (Art. 1442 CC)

El contrato principal es aquel que subsiste por si mismo sin necesidad de otra
convención (compraventa, arrendamiento).

El contrato accesorio es aquel que tiene por objeto asegurar el cumplimiento de una
obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella.

En doctrina existen 2 clases de contratos accesorios. Los contratos accesorios de


garantía o cauciones y los contratos accesorios dependientes. Sin embargo, para el
Código sólo existen los primeros.

La cauciones, como lo prescribe el artículo 46 C.C. son “cualquiera obligación que se


contrae para la seguridad de otra obligación, propia o ajena”. Se clasifican en:

i. Cauciones reales: se afecta un bien o bienes al cumplimiento de una


obligación (prenda, hipoteca).
ii. Cauciones personales: se afecta uno o más patrimonios al
cumplimiento de una obligación (fianza, solidaridad, cláusula penal).

Los contratos accesorios dependientes son aquellos que están supeditados a otra
convención, pero sin garantizar su cumplimiento. Por ejemplo, las capitulaciones
matrimoniales hechas antes del matrimonio, sólo van a tener valor si se celebra el
matrimonio: dependen de éste.

La importancia de esta clasificación radica en que “lo accesorio sigue la suerte de lo


principal”.

5. Contratos consensuales, solemnes y reales. (Art. 1443 CC)

El Código Civil dice que el contrato real es aquel que para que sea perfecto requiere
de la tradición de la cosa a que se refiere.

Esta definición es incompleta, porque si bien algunos contratos reales se perfeccionan


con la tradición, como el mutuo, otros sólo se perfeccionan con la entrega de la cosa,
como en el comodato.

El contrato solemne es aquel que está sujeto a la observancia de ciertas formalidades


especiales (solemnidades), de manera que sin ellas no produce ningún efecto civil
(escritura pública en compraventa de bienes raíces, escritura pública o privada en el
contrato de promesa).

El contrato consensual cuando se perfecciona por el sólo consentimiento, esto es, basta
el acuerdo de voluntades (mandato, compraventa de bienes muebles). En teoría, el
consensualismo es la regla general. Sin embargo, existentes muchas EXCEPCIONES,
cuales son los variados contratos reales y solemnes, y muchas otras tantas
ATENUANTES que son las formalidades por vía de prueba, por vía de publicidad o
habilitantes.
CAPÍTULO II. OTRAS CLASIFICACIONES DE LOS
CONTRATOS

El Código Civil no agota todas las posibles clasificaciones. También la doctrina agrega
otras.

1. Contratos nominados e innominados.

Los contratos nominados son aquellos que están regulados en la ley (mandato,
compraventa, arrendamiento).

Los contratos Innominados son aquellos que no están regulados, y son producto de
la autonomía privada y libertad contractual (por ejemplo, contrato de know-how). Es
importante esta distinción para determinar las normas supletorias (elementos
naturales) de los contratos innominados: ¿hay que aplicar reglas generales? ¿Hay que
aplicar las normas de los contratos “más parecidos”? ¿Hay que desentrañar la voluntad
de las partes?

2. Contratos de ejecución instantánea, de ejecución diferida y de tracto


sucesivo.

Los contratos de ejecución instantánea son aquellos en los cuales las obligaciones
se cumplen apenas se celebra el contrato que las generó (compraventa de un diario en
un kiosco, de una cena en un restaurante).

En los contratos de ejecución diferida las obligaciones se cumplen dentro de un


plazo (el vendedor entrega la cosa y espera el pago del precio para dentro de un mes).

En los contratos de tracto sucesivo el cumplimiento va escalonado en el tiempo,


durante un lapso prolongado (contrato de arrendamiento, compraventa con pago en
cuotas, entrega de mercadería mes a mes).

Importancia:

1) La nulidad y resolución en los contratos de ejecución instantánea y diferida operan


con efecto retroactivo (compraventa, por ejemplo, el comprador devuelve la cosa, y el
vendedor devuelve el dinero). Pero en los contratos de tracto sucesivo esto es
imposible devolver determinadas prestaciones (el arrendatario no puede devolver “el
haber habitado la casa”), y por tanto este efecto retroactivo no se produce.

2) La teoría de la imprevisión es con respecto a los de tracto sucesivo y también puede


aplicarse a aquellos de ejecución diferida. Pero es imposible en los contratos de
ejecución instantánea, porque no hay tiempo para que surja un imprevisto.

3) La cláusula de aceleración o de caducidad convencional del plazo es típica de los


de tracto sucesivo. Este tema se profundiza en el estudio de las obligaciones a plazo.
3. Contratos individuales y colectivos.

En los contratos individuales para la creación del contrato es necesaria la


manifestación de voluntad de todos los involucrados jurídicamente (regla general). En
cambio, en los contratos colectivos se crean obligaciones para personas que no
concurrieron a su celebración, que no consintieron, o que incluso disintieron,
oponiéndose a la celebración del contrato (contrato colectivo de trabajo).

4. Contratos libremente discutidos y contratos de adhesión.

Los contratos libremente discutidos son aquellos en que las partes han deliberado
en cuanto a su contenido, examinando y ventilando atentamente las cláusulas del
contrato.

En cambio, el contrato de adhesión es aquel cuyas cláusulas son dictadas o


redactadas por una sola parte.

La otra se limita a aceptarlas a adherirse a estas (contrato con VTR, contrato de


transporte con el Transantiago, etc.).

Se ha criticado que en realidad, en los contratos de adhesión igualmente es


fundamental la voluntad de quien “se adhiere” y por ellos se ha dicho que en realidad el
rasgo decisivo de la adhesión se encuentra en el desequilibrio del poder negociador de
los contratantes: el contrato es en realidad creado por el oferente que dicta las
cláusulas de éste.

Respecto a su naturaleza jurídica existen 2 tesis:

1) Tesis anticontractual. No son realmente contratos, el consentimiento supone un


debate entre las partes, lo que implica la igualdad de situación de ellas.

2) Tesis contractual. Es un contrato, la voluntad del aceptante es indispensable para


la conclusión del acto. La adhesión es un modo especial de aceptación. Ambos
consentimientos tienen jurídicamente el mismo valor, aunque no participen en las
mismas condiciones.

Para corregir los abusos de los contratos de adhesión se han creado determinadas
reglas de interpretación de estos contratos:

i. La regla de interpretación contra el redactor consiste en interpretar las cláusulas


ambiguas en contra del oferente que redactó todo el contrato. Nuestro Código
Civil la contempla en el inciso segundo del artículo 1566.
ii. La regla de preferencia de la cláusula manuscrita sobre la impresa se justifica en
el hecho de que en lo manuscrito habría más deliberación que lo impreso de
antemano por el redactor del contrato. El Código Civil no la contempla.
Más allá de estas reglas, existen otras soluciones que pretenden evitar abusos por
parte de quien tiene más poder negociador.

a) Contratos dirigidos y regulación estatal de determinadas cláusulas, como por


ejemplo es el que el Estado imponga máximos tarifarios (se retoma en el siguiente
capítulo).

b) Homologación por el poder publico de los modelos de contratos estandarizados que


se van a ofrecer después a los consumidores. Por ley se establecen “modelos” que los
oferentes deben seguir.

c) Generalización de los contratos tipo bilaterales (se profundiza más adelante).

d) Actividad de los organismos antimonopolios o defensores de la libre competencia


(FNE, TDLC).

5. Contratos preparatorios y definitivos.

El contrato preparatorio o preliminar es aquel mediante el cual las partes estipulan


que en el futuro celebraran otro contrato que por ahora ellas no pueden concluir o que
esta sujeto a incertidumbre, siendo dudosa su factibilidad (contrato de promesa,
contrato de opción).

El contrato definitivo es aquel que se celebra cumpliendo con la obligación generada


por el contrato preparatorio.
CAPÍTULO III. CATEGORÍAS CONTRACTUALES.

Los contratos también se pueden identificar según categorías, esto es, en determinados
tipos de contratos que tienen características especiales, como las que se exponen a
continuación.

1. El contrato dirigido. En los contratos dirigidos, la reglamentación legal tiene


carácter imperativo, sin que las partes puedan alterar, en el contrato particular, lo
establecido de manera general y anticipada por el legislador, sea en su contenido y
efectos, o en la persona con la cual se debe contratar. El ejemplo típico es el del
contrato de trabajo, ya que el Código del Trabajo entrega determinados derechos
irrenunciables al trabajador, que forman parte de este contrato.

2. El contrato forzoso. Es aquel que el legislador obliga a celebrar (seguro


obligatorio) o da por celebrado (mandato tácito y recíproco entre los socios de una
sociedad colectiva).

Se clasifica en:

a) Contrato forzoso ortodoxo: El Estado obliga a contratar (1ª etapa), pero la


persona es libre de contratar con quien lo desee (2ª etapa).

b) Contrato forzoso heterodoxo: El Estado obliga a contratar y con quién


contratar. No hay libertad contractual. La mayoría de la doctrina le niega el
carácter de contrato al contrato forzoso heterodoxo, porque la voluntad no tiene
participación. López Santa María dice que en verdad hay que distinguir entre el
acto de constitución de un contrato (acuerdo de voluntades) y la relación jurídica
(contractual) ya constituida. Según este autor, esta clase contratos es
efectivamente un contrato desde la perspectiva de la relación jurídica constituida,
esto es, en la medida que se observa que hay obligaciones que cumplir entre un
deudor y un acreedor.

3. El contrato tipo. Acuerdo de voluntades en cuya virtud las partes predisponen las
cláusulas de futuros contratos, que se celebraran masivamente. Por ejemplo, por un
acuerdo entre una asociación de usuarios y Entel se regulan las cláusulas que luego
cada usuario, en forma individual, va a tener al contratar con esta empresa.

Estos contratos son ventajosos porque con la estandarización de las relaciones


jurídicas, la fase de negociaciones precontractuales se reduce y disminuye el costo de
las transacciones. Pero pueden tener desventajas en los casos en que se imponen
cláusulas abusivas.

Clasificación.

1) Contrato tipo unilateral o cartel. Las partes que fijan las cláusulas son grupos
económicos o empresas cuyos intereses son convergentes. Es una especie de
colusión.

2) Contrato tipo bilateral. Las partes que participan en la conclusión del contrato tipo
tienen intereses divergentes. Participan tanto las empresas como los clientes.
En este punto es importante entender que una de las fuentes de las “cláusulas
generales de contratación” son los contratos tipos. Éstas son cláusulas o disposiciones
redactadas de antemano, de manera abstracta, para ser empleadas después en una
serie ilimitada de contratos. Otra fuente de esta clase de cláusulas es la voluntad
exclusiva de una sola persona o predisponerte.

4. El contrato ley. Aquel por el cual el Estado garantiza que en el futuro no modificara
ni derogara las franquicias contractualmente establecidas (contrato de inversión
extranjera en el cual al inversor se le aseguran determinadas condiciones
tributarias). La jurisprudencia ha respaldado la eficacia de los contratos leyes, y
ha señalado que el Estado no puede unilateralmente desahuciarlos, porque se trata
de convenciones de carácter bilateral.

5. El subcontrato. Es un nuevo contrato derivado y dependiente de otro contrato


previo de la misma naturaleza. El Código Civil regula los contratos de
subarrendamiento, delegación del mandato y subfianza.

Requisitos del contrato base:

a. Debe ser de ejecución diferida o tracto sucesivo.


b. No debe ser traslaticio de dominio.

Características de la subcontratación:

a) Presencia de 3 partes
b) Dependencia al subcontrato base
c) Debe actuar con los derechos y obligaciones que del contrato base emanan
d) Si se extingue el contrato base, se extingue el subcontrato.

Distinción subcontrato de cesión de contrato.

La cesión de contrato es el traspaso por uno de los contratantes a un tercero de su


integra posición jurídica en un contrato determinado, lo que debe hacerse con la
concurrencia de la voluntad del contratante primitivo, y desapareciendo definitivamente
el cedente del escenario del contrato.

6. El autocontrato. Acto jurídico que una persona celebra consigo mismo, sin que sea
menester la concurrencia de otra, y en el cual ella actúa, a la vez,
(1) ya sea como parte directa y como representante de la otra parte, como el
mandatario que compra lo que el mandante le encomendó vender; (2) ya sea como
representante de ambas partes, como el corredor de bolsa que representa tanto al
vendedor como al comprador de acciones; (3) ya sea como titular de dos
patrimonios sometidos a regímenes jurídicos diferentes, como en el caso de la
partición consigo mismo.

Naturaleza jurídica del autocontrato:

Para algunos, como Alessandri, se trata de un acto jurídico unilateral, ya que


concurre una sola voluntad, y por ende no puede ser un contrato, toda vez que este
requiere de un acuerdo de dos o más voluntades. Sin embargo, en el acto jurídico
unilateral el autor sólo predispone de su patrimonio, mientras que en el acto consigo
mismo la voluntad del autor dispone de dos patrimonios.
Para otros, se trata de un acto híbrido ya que se asemeja al acto unilateral, por el
hecho de requerir una sola voluntad, y al contrato, por el hecho de que pone dos
patrimonios en relación.

También están los que piensan, como Luis Claro Solar, Planiol y Ripert, que la
autocontratación es un contrato. Ellos piensan que es contradictorio que un acto
jurídico unilateral cree obligaciones contractuales, y afirman que si el acto jurídico
produce efectos contractuales no se trata sino de un contrato. Luis Claro Solar
fundamenta esta posición diciendo que la persona que actúa como representante no
manifiesta su voluntad sino la del representado. López Santa María comparte la
posición de estos autores, pero no su fundamentación porque:

(1) la representación así concebida es la representación-ficción, que hoy ha sido


superada por la representación-modalidad y

(2) no se aplica a los actos en que una persona dispone de dos patrimonios propios.
Para este autor, la fundamentación es más sencilla: en Derecho una voluntad puede
perfectamente escindirse en dos y los efectos son propiamente contractuales (la
relación jurídica que se constituye es contractual).

7. Contrato por persona a nombrar. Contrato en que una de las partes se reserva la
facultad de designar, mediante una declaración ulterior, a la persona que adquirirá
retroactivamente los derechos y asumirá las obligaciones inicialmente radicadas en
su patrimonio. El Código Civil desconoce esta figura por completo. No sucede lo
mismo con el Código de Comercio: en la comisión el comisionista puede reservarse
el derecho de declarar más tarde a cuenta de qué persona celebra el contrato.
(Art. 256
C. Com.). Este contrato lo podemos encontrar generalmente ligado al cumplimiento
de un mandato. Según Abeliuk es completamente válido en nuestro derecho, en
virtud del principio de la autonomía de la voluntad.

EJ: Un vecino –mandante- quiere comprar el inmueble aledaño a su casa, pero quiere
mantener en reserva su nombre, ya que si el dueño del inmueble que se desea comprar
lo sabe, subirá el precio. Para lo cual encarga a un tercero la gestión de este negocio,
manteniendo oculto su nombre y posteriormente nombrándolo.

8. Contrato por cuenta de quien corresponda . Aquel en el cual una de las partes
inicialmente queda indeterminada, con la seguridad de que después será
individualizada.
Diferencias

Contrato por cuenta de quien


Contrato por persona a nombrar
corresponda

Existe un contratante fungible, que Existe un contratante “formal”, que


puede llegar a ser definitivo en caso no es en realidad parte, sino sólo un
de que no se nombre otro. instrumento, un medio.

El nombramiento del otro contratante En este caso, la designación del otro


depende de la voluntad del contratante no es voluntaria, sino que
contratante fungible, quien se reserva necesaria.
este derecho.
TERCERA PARTE.

“PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA CONTRATACIÓN. (AUTONOMÍA DE


LA VOLUNTAD Y BUENA FE)”

CAPÍTULO I. AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD.

1. Autonomía de la voluntad.

Principio de la autonomía de la voluntad. Toda obligación reposa esencialmente


sobre la voluntad de las partes. Ésta es, a la vez, la fuente y medida de los derechos y
de las obligaciones que el contrato produce.

Subprincipios de la autonomía de la voluntad:

a. Consensualismo. Etapa de formación o génesis del contrato


b. Libertad contractual. Etapa de formación o génesis del contrato

c. Fuerza obligatoria. Etapa de los efectos del acto ya formado


d. Efecto relativo. Etapa de los efectos del acto ya formado

2. Fundamentos de la autonomía de la voluntad.

Fundamento filosófico. La autonomía de la voluntad reposa en la afirmación de la


libertad natural del hombre. Es reconocida por el derecho positiva luego de la
Revolución Frances y la explosión del concepto de ciudadanía. El hombre no puede
quedar obligado por actos en los cuales no ha consentido y toda obligación querida por
el hombre debe producir efectos.

La misión del derecho positivo es asegurar a las voluntades el máximo de


independencia. El estado debe dejar hacer y dejar pasar, permitir que los hombres
concluyan en la más amplia libertad sus intercambios de bienes y de servicios.

Fundamento económico. La autonomía de la voluntad es el fruto del liberalismo


económico. El contrato garantiza la justicia y utilidad social, pues el libre juego de las
iniciativas individuales asegura espontáneamente la prosperidad y el equilibrio
económico, lo que se basa en una igualdad formal o teórica entre las partes
contratantes.
CAPÍTULO II. CONSENSUALISMO CONTRACTUAL.

1. Contratos consensuales.

El examen de este principio consiste en averiguar si los contratos surgen a la vida


jurídica como simples pactos desnudos, bastando la sola manifestación de voluntad
(tesis consensualita), o si es menester que los contratos para que produzcan los efectos
queridos por las partes cumplan con ciertas formalidades (tesis del contrato como pacto
vestido).

Dentro de la clasificación que realiza el artículo 1443 del Código Civil serían contratos
consensuales los NO solemnes ni reales. Y siguiendo la teoría de la autonomía de la
voluntad la regla general debiese ser el consensualismo propiamente tal, es decir, aquel
acto jurídico que se perfecciona por el solo acuerdo de las voluntades contratantes.

Sin embargo, en Chile los contratos si bien se llaman consensuales, muchas veces son
formales, en cuanto precisan el cumplimiento de alguna formalidad, ya sea habilitante,
de publicidad, convencional o de prueba.

¿Ud. celebraría contratos medianamente importantes por un simple acuerdo verbal?

En consecuencia, hay dos tipos de contratos consensuales. Los propiamente


consensuales (muchas veces en la vida diaria se está contratando sin la conciencia de
hacerlo, por ejemplo al comprar una bebida en un supermercado) y los consensuales
formales (que si bien el Derecho no les impone formalidad alguna, si lo hace el peso de
la realidad).

2. Excepciones y atenuantes del consensualismo.

Excepciones. (quiebre total del consensualismo) Los contratos reales y los contratos
solemnes.

Atenuantes: (aquí el quiebre al subprincipio del consensualismo es menos fuerte que


en las excepciones)

i. Formalidades habilitantes. Tienen como finalidad brindar protección a los


incapaces. Casi siempre consisten en una autorización. Si por ejemplo contrata
el incapaz relativo, necesita autorización de su representante legal; si contrata el
representante legal y el contrato tiene trascendencia patrimonial para el incapaz,
por regla general, requiere autorización judicial. Su omisión acarrea la nulidad
relativa.

ii. Formalidades de publicidad. Su objetivo es obtener la divulgación o noticia a


los interesados de haberse celebrado un acto jurídico. Protegen a terceros que
puedan ver comprometido sus intereses por afectarles los efectos de los
contratos. Consisten en notificaciones, publicaciones, inscripciones y
subinscripciones, entre otros.
Se clasifican en substanciales (por ejemplo, notificación al deudor de la cesión de
créditos), cuya omisión acarrea la inoponibilidad, y de simple noticia (por
ejemplo, publicación de 3 avisos en el diario por haber perdido un cheque), cuya
omisión otorga acción reparatoria a quien se vea perjudicado.

iii. Formalidades de prueba. Se exigen para acreditar en juicio la celebración de


un contrato.

Deben extenderse por escrito todos los contratos que contengan la promesa o la
entrega de una cosa que valga más de 2 UTM. La omisión se sanciona con la
inadmisibilidad de la prueba de testigos (1708 y 1709 C.C.). No obstante el contrato se
puede probar por otros medios de prueba (peritaje, inspección, confesión).1

iv. Formalidades convencionales. Son aquellas pactadas por las partes. No


obstante un contrato ser consensual pueden las partes pactar libremente una
formalidad, como la escrituración por instrumento público o privado, si la
formalidad no se cumple, el contrato el imperfecto y las partes pueden
desdecirse del cumplimiento. Pero si las partes cumplen con sus prestaciones, sin
cumplir con esta formalidad, se entiende que han renunciado a ella en virtud del
principio de la autonomía de la voluntad.

1
En este punto hay que notar que las solemnidades por vía de solemnidad también son formalidades
de prueba. Esto porque evidentemente los contratos solemnes sólo pueden probarse con la
solemnidad respectiva, de otro modo no existen o son nulos absolutamente, dependiendo de la
postura que se adopte. Esta regla se encuentra establecida en el artículo 1707 C.C.
CAPÍTULO III. SUBPRINCIPIO DE LA LIBERTAD
CONTRACTUAL.

1. Planteamiento general y remisiones.

La libertad contractual supone:

1. Libertad de conclusión. Libertad para elegir si contratar o no, y para elegir con
quien contratar.

2. Libertad de configuración interna de los contratos. Las partes pueden fijar


las cláusulas o contenido del contrato como mejor les parezca.

Límites a la libertad contractual:

a. Ley, orden público y las buenas costumbres.


b. La mayor ruptura de este principio esta dada por el contrato dirigido
(atenta contra la libertad de configuración) y por el contrato forzoso
(atenta contra la libertad de conclusión).
CAPÍTULO IV. SUBPRINCIPIO DE LA FUERZA
OBLIGATORIA DE LOS CONTRATOS.

1. Fuerza obligatoria del contrato. Ley y contrato.

Este principio se expresa en el a aforismo jurídico “pacta sunt servanda”, es decir los
pactos deben observarse, las palabras deben cumplirse, los contratos obligan.

En nuestro Código Civil se encuentra este principio inmerso en el Art. 1545 C.C.:
“Todo contrato legalmente celebrado es ley para los contratantes, y no puede ser
invalidados2 sino por su consentimiento mutuo o por causas legales”. Con la finalidad
de reforzar la fuerza obligatoria de los contratos, Bello, recurrió a la metáfora de
comparar los contratos con la ley, siendo que si bien ambos son obligatorios, las
diferencias son numerosas.

¿Por qué es incorrecto que el 1545 C.C. hable de invalidad? ¿Pueden las partes declarar nulo un acto?
¿Recuerda las causales de nulidad?

2. Fundamentos de la fuerza obligatoria de los contratos.

Teoría voluntarista tradicional. La fuerza obligatoria tiene su fundamento en el


querer de las partes. La voluntad es todopoderosa.

Concepción idealista de Gounot. Los contratos son sancionados por el derecho, no


porque emanen de voluntades individuales que tendrían por ellas mismas un valor
jurídico absoluto e incondicionado, sino porque son efectivamente justas o
legítimamente presumidas de tales.

Ideas de Giorgio. La fuerza obligatoria es una idea uniforme, de todos los tiempos y
pueblos, atestiguada por el sentido común de todo género humano.

Kelsen. La fuerza obligatoria del contrato es delegada por la ley. Recordar que para
este autor todas las obligaciones tienen como única fuente el Derecho objetivo.

Sincretismo de Ghestin. La fuerza obligatoria del contrato encuentra su fundamento


en el derecho objetivo y no en la voluntad de las partes. El contrato es un instrumento
al servicio del derecho objetivo. Lo anterior no implica que la voluntad no tenga un rol
relevante.

***La obligatoriedad del contrato se traduce en su intangibilidad, es decir, el contrato


válidamente celebrado no puede tocarse por las partes en forma independiente, ni por
el juez, ni por el legislador. Sin embargo esta intangibilidad no es absoluta.***
3. La fuerza obligatoria de los contratos frente al legislador.

a) Leyes de emergencia. En situaciones muy excepcionales, pueden surgir leyes que


alteren el contenido de un contrato, como aquellas que le otorgan más plazos a
determinados deudores para pagar, o aquellas que rebajan determinados intereses.

b) Normas permanentes. También existen leyes que sin importar lo que diga el
contrato, le otorgan determinados efectos. Por ejemplo,

1.- Leyes que interpretan determinadas cláusulas (1879 C.C.).


2.- Leyes que admiten cambiar el contrato por una circunstancia especial, es decir,
aquellas que aceptan la teoría de la imprevisión (2180 C.C.).
3.- Leyes que mandan mantener en el tiempo una relación contractual, aunque las
partes la den por terminada (normas del arrendamiento).

Estas normas en realidad no son una excepción a la intangibilidad de los contratos,


porque, al ser permanentes, se entienden incorporadas en todo contrato al momento de
su celebración3.
3
Por ello sabemos que es importante determinar el momento en que se perfeccionó el consentimiento.

c) Leyes especiales que modifican los contratos en curso.

Como se esbozó recién, el artículo 22 de la Ley sobre Efecto Retroactivo de las Leyes
prescribe que “en todo contrato se entenderán incorporadas las leyes vigentes al
tiempo de sus celebración”. Sin embargo, como esta norma es ley, es perfectamente
posible que una nueva ley establezca que en determinados contratos deba aplicarse
ésta y no la ley del momento de la celebración del contrato. Ley nueva y ley especial se
deben aplicar por sobre la ley antigua y general. Así, el legislador, en principio, estaría
facultado para alterar el contenido de los contratos mediante leyes especiales.

Sin embargo, se ha argumentado que este efecto “súper activo” de la ley que se
incorpora a los contratos, se encuentra protegido por la constitución, y que por ende no
puede ser alterado por una nueva ley. En efecto, el artículo 19 Nº24 CPR, prescribe que
“La Constitución asegura a todas las personas… el derecho de propiedad en sus
diversas especies sobre toda clase de bienes corporales e incorporales”. Y el artículo
576 C.C. dice a su vez que las cosas incorporales son derechos reales o personales.

Por tanto, la Constitución protege también la propiedad sobre los derechos


personales, originados de los contratos, y como todo derecho adquirido, no pueden
ser alterados por ninguna ley.

“La idea de que la garantía constitucional del derecho de propiedad es de la mayor


amplitud —en razón de la existencia de derechos sobre derechos o propiedad sobre
cosas incorporales— se ha consolidado en los campos más diversos. Así, en varias
sentencias, la Corte Suprema ha admitido el derecho real de dominio sobre derechos
laborales y previsionales, de manera que si éstos han sido adquiridos al amparo de
una ley, no puede otra ley posterior alterarlos”
4. La fuerza obligatoria de los contratos frente al juez. Doctrina de la
imprevisión o de la variación de las circunstancias vigentes al contratar.

El principio “pacta sunt servanda” establece que los contratos deben cumplirse, sin
importar bajo que respecto. Sin embargo, existen casos en que uno puede pensar que
por razones de justicia, lo más adecuado sería que el juez resuelva o revise el contrato,
con el afán de que las contraprestaciones tengan una determinada equivalencia. Este es
el ámbito de aplicación de la Teoría de la Imprevisión, que propone 2 métodos
correctivos ante casos de injusticia, cuales son
(i) La revisión judicial de los contratos, y
(ii) La resolución del contrato por excesiva onerosidad sobreviniente.

EJ. La empresa de transportes “Temuco” debe entregar a la fábrica de repuestos


“Iquique” un determinado conjunto de piezas. La empresa de la IX región cumple
siempre con sus obligaciones transportando las cosas por tren. Sin embargo, luego de
celebrado el contrato, un fuerte terremoto sacude a Chile, haciendo casi imposible el
cumplimiento del contrato en los tiempos estipulados. La única forma es por avión, lo
que eleva los costos de transporte 10 veces. Con ello, la empresa de transportes sólo
va a tener pérdidas con la operación. El cumplimiento aún es posible, pero en
términos muy distintos a los previamente convenidos. Ante esto, la teoría de la
imprevisión postula que se le permita al transportista resolver el contrato (resolución) o
solicitar que el juez le permita cumplir en términos menos onerosos, como en un plazo
distinto, o entregando menos piezas, etc. (revisión).

En Chile no hay norma expresa, y existen normas especiales que aplican expresamente
la institución, y otras que explícitamente la rechazan.

Casos en que el C.C la acepta:

1) Art 2180 C.C. El comodante puede exigir anticipadamente la restitución de la cosa si


le sobreviene una necesidad imprevista y urgente
2) Art. 2221 C.C. el depositario puede obligar al depositante a recibir la cosa antes de
lo esperado.
3) El artículo. 2003 C.C., regla 2ª . Permite al empresario exigir la revisión judicial del
contrato de construcción por suma alzada recabando un aumento del precio que las
partes habían pactado, si circunstancias desconocidas, como un vicio oculto del
suelo, ocasionaren costos que no pudieron preverse.

Casos en que se rechaza:

1) Art. 1983 C.C. El arrendatario de un predio rustico no puede pedir la rebaja de la


renta si sobreviene destrucción o deterioro de la cosecha.
2) Art 2003 C.C. _egal 1ª. El empresario no puede pedir aumento de precio si con
posterioridad aumenta el valor de los materiales o de la mano de obra.
Dado que existen normas que la aceptan y otros que la rechazan, el verdadero campo
de aplicación de la teoría de la imprevisión está en aquellos casos en que no se regula
expresamente. Quienes están a favor de su aplicación, exigen los siguientes requisitos
para que opere:

1) Contrato de ejecución diferida o tracto sucesivo pendiente.


2) Contrato bilateral, oneroso y conmutativo
3) Sobrevinencia de un suceso imprevisible e inimputable a las partes.
4) Que el suceso dificulte altamente el cumplimiento, sin que lo haga imposible (si
lo hiciera imposible, pasaríamos al terreno de la Teoría de los Riesgos).

5. Revisión judicial y la resolución por excesiva onerosidad sobrevenida.

REVISIÓN JUDICIAL

A. Posturas a favor de la revisión judicial. Posturas equivocadas y mal


fundadas (según López Santa María).

Cláusula rebus sic stantibus. En todo contrato se entiende incorporada una cláusula
según la cual el contrato debe cumplirse según lo estipulado sólo si las cosas se
mantienen tal como están al momento de su celebración. Es decir, ante cualquier
cambio de las circunstancias debe permitirse al deudor incumplir o cumplir en términos
distintos.

Enriquecimiento sin causa. Esta teoría supone que el acreedor se estaría haciendo
injustamente más rico a costas del deudor que se empobrece cumpliendo en términos
mucho más onerosos que aquellos previstos al momento de contratar. La verdad es el
acreedor no se enriquece ni más ni menos con el cambio de circunstancias, por mucho
que el deudor sí se empobrezca.

*** No puede recibir aplicación este principio dentro de esta teoría, ya que el
enriquecimiento si tiene una causa jurídica: el contrato.

Doctrina del abuso del derecho. Esta postura sostiene que el acreedor que exige el
pago de la obligación estaría haciendo un uso abusivo de este derecho, ya que el
cumplimiento en los términos estipulados le provoca un claro daño al deudor.

Para que exista abuso del derecho es necesario,


1) Que se cause daño, ejerciendo un derecho.
2) Que no sean derechos absolutos4.
3) Que el ejercicio del derecho sea abusivo.

¿Cuándo el ejercicio del derecho es abusivo?


Es el caso en que se ejerce con la intención de causar daño.

4
Esto es discutible. El derecho de propiedad es absoluto, pero puedo abusar de él si lo utilizo en el sólo
perjuicio de otra persona.
Ahora, ¿qué ocurre si no hay dolo de por medio?

Aun puede haber abuso del derecho, para determinarlo se usan dos criterios:

a) Verificar si se usa fuera de su finalidad económica.


b) Establecer que el abuso del derecho es un acto ilícito, y que por ende sigue las
reglas de la responsabilidad extracontractual, siendo posible ejercerlo tanto culposa
como dolosamente.

B. Posturas a favor de la revisión judicial. Posturas bien fundadas


(según López Santa María).

Reglas de la responsabilidad contractual. El artículo 1558 C.C. establece que en


caso de incumplimiento culposo sólo deben indemnizarse los daños previstos, y en caso
de que sea doloso, tanto los previstos como los imprevistos. De este modo, puede
decirse que no es justo exigir al deudor que cumpla con una obligación que ha devenido
onerosa por una causa imprevista, porque la ley claramente limita su responsabilidad a
los hechos previstos. Así, en el ejemplo que dábamos en un principio, la empresa de
transportes no debería indemnizar los daños en caso de incumplimiento, porque estos
fueron totalmente imprevistos.

Argumento de la buena fe objetiva. El artículo 1546 C.C. prescribe que "los


contratos deben ejecutarse de buena fe, y, por consiguiente, obligan no sólo a lo que
en ellos se expresa, sino que a todas las cosas que emanan precisamente de la
naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella". En este
sentido, atentaría contra la buena fe, contra el correcto comportamiento, el hecho de
que el acreedor le exija al deudor el cumplimiento de una obligación en términos tan
inequitativos. La buena fe obligaría a las partes a exigir lo justo.

Método de la libre investigación. Esta teoría se pregunta si la solución es moral o


económicamente justa.

RESOLUCIÓN POR EXCESIVA ONEROSIDAD SOBREVENIDA.

Los razonamientos antes expuestos le permitirían al deudor solicitar al juez que


revise el contrato, para que cumpla en forma menos gravosa.

La resolución es un mecanismo distinto, por el cual el deudor le solicita al juez que


ponga fin al contrato porque le es muy oneroso cumplir, por la ocurrencia de un hecho
imprevisto y sobreviniente. El acreedor demandado tendría la facultad de enervar la
acción permitiendo que el contrato sea cumplido en términos menos gravosos.
6. Adaptación del contrato a las nuevas circunstancias, por mutuo acuerdo
de las partes. Cláusulas de adaptación.

• La governtnent take clame, introducida por las grandes empresas


distribuidoras de petróleo, que les permite trasladar a los compradores del crudo
los aumentos de precio impuestos por los países productores.

• La first refusal clause, o cláusula de alineamiento sobre las ofertas de la


competencia, por la cual el vendedor se compromete a bajar el precio del
suministro, si bajan los precios practicados por sus competidores en el mercado.

• La cláusula del cliente más favorecido, por la cual el proveedor promete a su


comprador proporcionarle los mismos beneficios que pudiere, en el futuro,
acordarles a otros clientes.

• La cláusula de alza y de baja, por la cual las partes se obligan a revisar el


contrato, modificando los términos financieros, en caso de aumento o de
disminución del nivel de los salarios o del costo de las materias primas.

• La cláusula de fuerza mayor, destinada a garantizar la sobrevida del contrato,


aunque ocurra el caso fortuito indicado. A fin de evitar la terminación del
contrato a largo plazo, por imposibilidad de ejecución, convencionalmente se
modifica el efecto normal de la fuerza mayor, que es la extinción de las
obligaciones, estipulándose que si sobreviene la fuerza mayor se suspenderá por
un determinado lapso el contrato, luego del cual recuperará vigencia sobre
nuevas bases, las que se negociarán por las partes contratantes durante el
período de suspensión.

• Cláusula HARDSHIP, permite a cualquiera de las partes exigir una adaptación


del contrato si se produce un cambio en las circunstancias que las llevaron a
vincularse, de modo que este cambio le ocasione un rigor injusto.

7. Otras técnicas de modificación.

Fijación por la autoridad de ciertas bases que incentivan o permiten la reprogramación


voluntaria de lo inicialmente pactado. Por ejemplo en la crisis económica de la década
del 80, se promovió por parte de la autoridad una renegociación entre bancos y
deudores, tendiente a ampliar el plazo para pagar, subvencionando a la banca para
estos efectos.
8. La terminación del contrato o el agotamiento de su fuerza obligatoria.

Art. 1545 C.C. “Un contrato (…) no puede ser invalidado sin por su consentimiento
mutuo o por causas legales”. El artículo debiera decir “terminado” y no “invalidado”,
porque la nulidad no puede ser declarada por el acuerdo de las partes. En este caso, el
mutuo acuerdo no es sino la resciliación o mutuo discenso, que es un modo de extinguir
las obligaciones que se encuentra también comprendido en el encabezado del artículo
1567 C.C.

Lo importante es saber que un contrato termina por 2 medios: por el mutuo acuerdo de
las partes o por causas legales. Estas causales pueden ser normales o anormales.

Terminación normal. El contrato termina en forma normal cuando se cumplen las


obligaciones de cada parte, es decir, cuando se produce el PAGO, o cualquier de las
formas análogas al pago (dación en pago, compensación, novación, confusión).

Terminación anormal. El contrato termina en forma anormal cuando las partes lo dan
por terminado (resciliación) o cuando concurre otro modo de extinguir distinto al pago,
como los enumerados en el artículo 1567 C.C., a los que se puede agregar la
resolución, el vencimiento del plazo extintivo, la muerte, la revocación, etc.

9. Recurso de casación en el fondo por infracción de la ley del


contrato. Procedencia.

El articulo 767 C.P.C. establece como causal para casar en el fondo determinadas
sentencias el hecho de que estas hayan incurrido en una infracción de ley que influya
sustancialmente en lo dispositivo del fallo. El alcance del vocablo ley en esta norma es
claro: se refiere a la ley en sentido formal.

Lo que se ha discutido es si el articulo 1545 C.C. al establecer que un contrato


legalmente celebrado es una ley para las partes equipara la ley del contrato a la ley
en el sentido formal en que se encuentra definida en el articulo primero del Código de
Bello.

Si bien algunos piensan que la identificación entre la ley del contrato y la ley
propiamente tal es total, la gran mayoría de los autores y de la jurisprudencia han
concluido que el articulo 1545 C.C. emplea el vocablo ley en sentido metafórico. Lo que
esta norma verdaderamente pretende es otorgarle obligatoriedad al contrato, bajo la
consigna de que las promesas deben cumplirse o "pacta sunt servanda".
Dada esta conclusión, no cabe fundar un recurso de casación en el fondo en una infracción a
la "ley" del contrato, precisamente porque no es una ley. Sin embargo, el artículo 1545 C.C.
evidentemente si es verdaderamente ley. Por ende, si el juez infringe la "ley" del contrato,
la casación bien puede fundarse en la infracción a la norma legal recién citada.

Por ejemplo,

-Lo siguiente es incorrecto “Vengo en solicitar la casación en el fondo de la sentencia X


por haber incurrido en una infracción sustancial a la cláusula 20 del contrato, ya que
ésta es una ley para las partes”.
-Lo siguiente es correcto “Vengo en solicitar la casación en el fondo por infracción al
artículo 1545 del Código Civil, toda vez que el juez ha hecho caso omiso a la cláusula
20 del contrato, la cual es obligatoria para él y las partes, dado lo prescrito en la norma
infringida”.
CAPÍTULO V. SUBPRINCIPIO DE EFECTO RELATIVO Y ABSOLUTO DE LOS
CONTRATOS U OPONIBILIDAD DE LOS CONTRATOS.

Según el “principio de efecto relativo de los contratos”, éstos solo generan


derechos y obligaciones para las partes contratantes que concurren a su celebración,
sin beneficiar ni perjudicar a los terceros. La ley del contrato solo es ley para las
partes.

Existen deterioros de este principio, por dos vías:

1.- Excepciones al efecto relativo.


2.- Efecto expansivo o absoluto de los contratos.

Sujetos concernidos por el principio del efecto relativo de los contratos.

Los únicos verdaderamente ligados por la ley del contrato son las partes. Los terceros
pueden tener (relativos) o no tener (absolutos) una relación económica o jurídica con el
contrato.

Partes. Aquellos que concurren a la celebración del contrato, personalmente o


representados. También, los herederos y causahabientes a titulo universal son partes,
según el principio “ultra vires hereditatis”, que reza que uno contrata para sí y para con
sus herederos.

Terceros absolutos. Aquellos terceros que no tienen ni el más mínimo interés ni


ligazón con el contrato celebrado por las partes,

Terceros relativos. Aquellos que se ven afectados económica o jurídicamente por un


contrato. Ellos son los:

Causahabientes a titulo singular. Aquellos que suceden a una persona, por


acto entre vivos (compraventa) o por causa de muerte (legado), en un bien
determinado. Les afectan los actos realizados sobre la cosa antes de que les
transfiera mediante un contrato o se les transmitiera mediante un legado (testamento).

La cuestión reviste interés cuando se trata de derechos personales que limitan los
poderes del causante sobre la cosa. Ej.: un sujeto se obliga a través de una cláusula de
no competencia, ¿su causahabiente queda obligado?

Acreedores de las partes. Estos tienen un interés económico en los contratos


celebrados por sus deudores, ya que puede verse afectado su derecho de prenda
general. En este ámbito actúa plenamente el efecto expansivo, absoluto o reflejo de los
contratos, que explicaremos más adelante.
Excepciones al efecto relativo de los contratos.

Nos encontramos con excepciones al efecto relativo de los contratos en aquellos casos
en que el contrato produce efectos sobre terceros absolutos, como en

a. Los contratos colectivos, y

b. La estipulación a favor de otros.

Art 1449 C.C. “Cualquiera puede estipular a favor de una tercera persona, aunque no
tenga derecho para representarla; pero sólo esta tercera persona podrá demandar lo
estipulado; y mientras no intervenga su aceptación expresa o tácita, es revocable el
contrato por la sola voluntad de las partes que concurrieron a él.

Constituyen aceptación tácita los actos que sólo hubieran podido ejecutarse en
virtud del contrato”.

Intervinientes:
i. Estipulante
ii. Promitente
iii. Tercero beneficiario

Teorías sobre la naturaleza jurídica:

i. Teoría de la oferta. 2 convenciones: (1) promitente – estipulante; (2)


estipulante ofrece su crédito al beneficiario

ii. Teoría de la agencia oficiosa o gestión de negocios ajenos. Por la


aceptación del tercero, se transforma el cuasi contrato de agencia oficiosa en
mandato. El beneficiario es parte y no tercero.

iii. Teoría de la declaración unilateral de voluntad. El promitente adquiere el rol


de deudor del tercero, por su exclusiva voluntad.

iv. Teoría de la adquisición directa del derecho. La figura es original, de


carácter excepcional, hay una derogación del principio del efecto relativo. El
derecho se crea directamente a favor del tercero, desde el instante mismo en
que se celebra el contrato entre estipulante y promitente, aunque el tercero lo
ignore. La aceptación es solo un requisito para que él pueda exigir la prestación,
un presupuesto de exigibilidad, pero no crea el derecho.
Efectos entre los intervinientes:

i. Entre estipulante y prometiente. Son las partes del contrato. Pero solo el
beneficiario puede exigir lo estipulado. El estipulante no puede exigir para si, lo
que puede hacer es solicitar el cumplimiento en favor del tercero. Si puede exigir
el cumplimiento de la cláusula penal, en caso de no cumplirle el prometiente al
tercero.

ii. Entre prometiente y beneficiario. El beneficiario es acreedor del prometiente,


desde el momento de la celebración del contrato aunque lo ignore, y aunque
conociéndolo no haya aceptado. El tercero tiene acción contra el prometiente
para exigir el cumplimiento, una vez que haya aceptado.

iii. Entre estipulante y beneficiario. Son extraños, el derecho del beneficiario


nunca se radica en el patrimonio del estipulante.

2. La promesa de hecho ajeno.

Art. 1450 C.C. “Siempre que uno de los contratantes se compromete a que por una
tercera persona, de quien no es legítimo representante, ha de darse, hacerse o no
hacerse alguna cosa, esta tercera persona no contraerá obligación alguna, sino en
virtud de su ratificación; y si ella no ratifica, el otro contratante tendrá acción de
perjuicios contra el que hizo la promesa”.

El único que resulta obligado es el promitente, que se compromete a obtener que otra
persona acepte efectuar la prestación en favor del acreedor. Lo que promete es un hecho
propio –conseguir la aceptación-.

Si el fracasa, el promitente debe indemnizar perjuicios. El acreedor solo puede


solicitar el cumplimiento por equivalencia.

Si el tercero acepta y no cumple, él es el único responsable, salvo que el promitente


se haya obligado solidaria o subsidiariamente.
Efecto reflejo, absoluto o expansivo (IMPORTANTE).

Es común decir que los derechos reales tienen un efecto absoluto, porque todos deben
respetarlos, y que los derechos personales tienen un efecto relativo, porque sólo deben ser
respetados por el deudor.

Sin embargo, en términos estrictos, podemos encontrar casos en que determinados


contratos también obligan a personas distintas a las partes que concurrieron a su
celebración. Por ello, se dice que el efecto relativo se “expande” afectando a terceros. El
ejemplo típico es el del arrendamiento.

El artículo 1962 C.C. establece que en determinados casos ahí enumerados el adquirente de
un bien deberá respetar el contrato de arriendo que el actual dueño de la cosa ha celebrado
con un tercero. El numeral primero prescribe que si uno adquiere una cosa a título gratuito
(o “lucrativo” como dice la ley) se está obligado a respetar el arrendamiento. El numeral
segundo prescribe que si se adquiere a título oneroso no se debe respetar el arriendo, salvo
que éste conste en escritura pública. Y por último, el numeral tercero prescribe que los
acreedores hipotecarios deben respetar el arrendamiento, siempre y cuando éste se haya
celebrado por escritura pública, y además ésta se encuentra inscrita en el Conservador.

Desde una perspectiva más amplia, todos los contratos tienen un efecto absoluto o reflejo,
ya que todo contrato es también un hecho social, que no puede ser desconocido por nadie.
Si Pedro y Juan celebran una compraventa,

¿acaso los acreedores de Juan podrían desconocer la existencia de este contrato?


Por supuestos que no5.

¿Acaso alguien podría decir que nunca se celebró?


Por supuesto que no.

Los contratos no sólo son una realidad jurídica, sino también material, que no puede
ser desconocida por nadie.

5
Aquí alguien podría decir que si, en el caso en que concurra el fraude pauliano. Sin embargo, se ha
concluido, como se verá a propósito de “Los efectos de las obligaciones” que esta es una acción de
inoponilidad y no de nulidad.
CAPÍTULO VI. BUENA FE CONTRACTUAL.

La buena fe evoca la idea de rectitud, de corrección, con 2 acepciones:


Buena fe subjetiva y buena fe objetiva.

1. Buena fe subjetiva. (estar de buena fe)

Ésta puede definir como la conciencia personal de actuar conforme a


derecho. Se deduce de los artículos 706 y 707 del Código Civil

Casos:
a. Posesión (707 C.C)
b. Matrimonio (51 L.M.C) (matrimonio putativo)
c. Pago de lo no debido.
d. Contratos (saneamiento, renuncia del socio, acción pauliana, etc).
2. Buena fe objetiva. (actuar de buena fe) (art 1546)

Es la que más interesa en el ámbito de los contratos.

“Art. 1546. Los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no
sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan
precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre
pertenecen a ella.”

Impone a los contratantes el deber de comportarse correcta y lealmente en sus


relaciones mutuas, desde el inicio y hasta incluso después de terminada la relación
contractual. El estándar de conducta es un parámetro flexible cuya
determinación es tarea del juez. A diferencia de la buena fe subjetiva que se
aprecia en concreto, la buena fe objetiva se aprecia en abstracto.

Como el estándar de la buena fe tiene valor normativo, la decisión es susceptible de ser


revisada por vía de casación en el fondo.

3. Buena fe en el iter contractual.

a. Tratos preliminares. Esta etapa puede subdividirse. Antes de la oferta, los deberes
de lealtad son prácticamente puros deberes de información, y estamos en el terreno de
la responsabilidad precontractual. Luego de la oferta, sabemos que el Código de
Comercio entrega reglas especiales.

b. Celebración del contrato. La buena fe impone la necesidad de equiparar las


condiciones de contratación, para que las partes puedan incidir equitativamente en la
distribución de los riesgos.

Actualmente, se ha postulado la ampliación del principio de la buena fe para terminar


con los abusos contractuales de los más poderosos.

c. Cumplimiento del contrato. El artículo 1558 C.C. agrava la responsabilidad por


incumplimiento cuando este se ha efectuado con dolo o mala fe. Producto de la buena
fe se han ido gestando ciertas ideas normativas:
1.- Desestimación de la resolución por incumplimiento de poca monta. 2.-
Posibilidad de revisar los contratos en caso de excesiva onerosidad
sobreviniente.
3.- Interpretación de los contratos según la buena fe.

d. Terminación del contrato y relaciones postcontractuales. La idea es impedir


conductas mediante las cuales una parte pudiese disminuir las ventajas patrimoniales
de la otra. Los deberes clásicos son los de reserva y secreto.
Cuarta parte.

“Interpretación de los contratos”.

CAPÍTULO PRIMERO. INTERPRETACIÓN SUBJETIVA DE


LOS CONTRATOS.

El articulo 1560 de C.C, consagra la idea de “conocida claramente la intención de los


contratantes, debe estarse a ella mas que a lo literal de las palabras”. Cuando el juez no
encuentra la voluntad real debiera buscar la voluntad virtual, pero en nuestro Código Civil
esto no es así, toda vez que lo principal es encontrar la voluntad real de las partes más allá
de las palabras

Es la búsqueda de una voluntad “psicológica” de las partes

Requisitos para que haya lugar a la interpretación.

Se dice que debe haber pasajes obscuros en las clausulas, pero es tan amplio y
ambiguo el termino, que en definitiva no es aplicable. En conclusión el único
requisito para que sea procedente la interpretación es que exista una
contienda entre las partes.

Causas de contienda.

a. Ambigüedad del contrato.


b. Oscuridad del contrato.
c. Términos insuficientes.
d. Términos excesivos.
e. Términos empleados de manera dudosa.

Reglas de interpretación.

Reglas de interpretación. Principios y modelos que sirven de base a los razonamientos


del intérprete, y que le ayudan en la búsqueda de la intención común de los contratantes.

Casos de interpretación legal.


El legislador no se limita a dar una indicación al interprete, sino que realiza, abstracta y
anticipadamente y en todas sus partes la interpretación.
f. Casos en que el legislador fija el sentido que debe darse a una
determinada cláusula.
g. Casos en que las partes no se pronuncian sobre un aspecto particular
(regulación sobre la compraventa).
h. Caos en que la voluntad de las partes es interpretada por el legislador,
frente a un silencio absolut (normas sucesión intestada).
REGLAS DE INTERPRETACIÓN ESTABLECIDAS EN EL CÓDIGO CIVIL

Nuestro legislador en los artículos 1560 a 1566 C.C. ha establecido una serie de
normas para la interpretación de los contratos. El principio clave se encuentra
contenido en el artículo 1560 C.C. “Conocida claramente la intención de los
contratantes, debe estarse a ella más que a lo literal de las palabras”.

Luego se establecen una serie de criterio que pueden ser clasificados de la siguiente
manera.

2. Reglas de interpretación relativas a los elementos internos o intrínsecos


del contrato.

a. Regla de la armonía de las cláusulas Art. 1564 inc. 1º C.C. “Las cláusulas
de un contrato se interpretaran unas por otras, dándose a cada una el
sentido que mejor convendrá al contrato en su totalidad.”
b. Regla e la utilidad de las cláusulas Art. 1562 C.C. “el sentido en que una
cláusula puede producir efecto, deberá preferirse a aquel en que no sea
capaz de producir efecto alguno”
c. Regla del sentido natural Art. 1563 C.C. “en aquellos casos en que no
apareciere voluntad contraria deberá estarse a al interpretación que mejor
cuadre con la naturaleza del contrato”
3. Reglas relativas a los elementos externos del contrato.

a. Regla de la aplicación restringida del texto contractual Art. 1561


C.C. “por generales que sean los términos de un contrato, solo se
aplicaran a la materia sobre que se ha contratado”.
b. Regla de la natural extensión de la declaración Art. 1565 C.C.
“cuando en un contrato se ha expresado un caso para explicar la
obligación, se entenderá por solo eso haberse querido restringir la
convención a ese caso, excluyendo a los otros a que naturalmente se
extienda”.
c. Regla de los otros contratos de las partes sobre igual materia Art. 1564
inc. 2º C.C. “podrán también interpretarse por las de otro contrato entre
las mismas partes y sobre la misma materia”.
d. Regla de la interpretación autentica Art 1564 inc. 3º C.C. “o por la
aplicación practica que hayan hecho de ellas ambas partes, o una de las
partes con aprobación de la otra”.

4. Reglas subsidiarias de interpretación contractual.

a. Reglas de las cláusulas usuales Art. 1563 inc. 2º C.C. “las


cláusulas de uso común se presumen aunque no se expresen”.
b. Regla de la ultima alternativa Art. 1566 inc. 1º C.C. “no pudiendo aplicarse
ninguna de la reglas precedentes de interpretación, se interpretaran las
clausulas ambiguas a favor del deudor”.
c. Regla de interpretación del contrato en contra del redactor Art. 1566 inc.
2º C.C. “pero las clausulas ambiguas que hayan sido extendidas o dictadas
por una de las partes, sea acreedora o deudora, se interpretaran contra
ella, siempre que la ambigüedad provenga de la falta de una explicación
que haya debido darse por ella”.

CAPÍTULO II. INTERPRETACIÓN OBJETIVA.

Las voluntades sicológicas, las intenciones no exteriorizadas, carecen de importancia.


La interpretación literal, es tan condenable como la interpretación subjetiva. El juez
debe considerar las circunstancias objetivas de la especie. Para lo anterior las
finalidades económicas deben ser materia especial de atención. El intérprete debe
atribuir a la declaración el sentido que le otorgaría cualquier hombre medio. El principal
cuerpo legislativo que contiene normas de interpretación objetiva es el BGB Alemán.

CAPÍTULO III. INTERPRETACIÓN Y RECURSO DE


CASACIÓN EN EL FONDO.

1. Calificación jurídica.

Calificación jurídica. Consiste en establecer la naturaleza jurídica del contrato,


encuadrándolo en alguno de los tipos que regula la ley o en otro que sea expresión de
la libertad contractual de las partes, operándose sobre la base de la esencia misma de
los hecho que configuran el acto y no sobre la denominación que los contratantes
pudieran haber empleado. Lo frecuente es que el juez interprete y califique, el
problema es determinar qué hace primero.

2. Casación en el fondo por errónea calificación del contrato.

Una errónea calificación viola

a. La ley del contrato (1545 C.C.).


b. La ley que califica el contrato que no se aplica (por ejemplo, las leyes de la
compraventa, si se trata de este contrato, pero el juez lo califica de forma
diversa).
c. La ley que califica el contrato que se aplica erróneamente (por ejemplo, las
leyes del mandato, si se trata de una compraventa, pero el juez lo califica
como mandato).
d. Las disposiciones legales aplicables supletoriamente.

La calificación del contrato es una cuestión de derecho, porque determinar que un


contrato implica derechamente aplicar normas legales. Es decir, el juez determina si el
contrato cabe o no dentro de la definición legal respectiva. Por ende, cabe el recurso de
casación en el fondo por infracción a todas las leyes antes enunciadas.

En cuanto a la interpretación del contrato se ha discutido la naturaleza de estas


normas. Para algunos son meros consejos al juez. Para otros son normas legales
propiamente tales. Para la primera postura, que es quizás la más aceptada, interpretar
un contrato es una cuestión de hecho que sólo le corresponde revisar a los jueces de la
instancia y no la Corte Suprema por vía de casación. Para la segunda postura, la
infracción de cualquiera de las normas de interpretación faculta al afectado para
solicitar la revisión de la sentencia por esta vía.
QUINTA PARTE.

“EFECTOS PARTICULARES DE LOS CONTRATOS BILATERALES”

I) LA EXCEPCION DE CONTRATO NO CUMPLIDO. (art 1552 C.C)

Mediante esta excepción, el deudor demandado se niega, en el proceso judicial


respectivo, a cumplir su obligación mientras la otra parte no cumpla o no se allane a
cumplir lo que le corresponde. “La mora purga la mora”.

Requisitos de procedencia.

i. Contrato bilateral
ii. La parte demandante no debe haber cumplido la prestación que el
corresponde ni allanarse a cumplirla.
iii. Que la obligación incumplida sea actualmente exigible.

Efectos.

Se suspende la condena a que el demandando pague su prestación hasta que el


demandante cumpla o se allane a cumplir lo que él debe. Pero la suspensión puede
prolongarse si ninguno cede. El contrato se paraliza, hay incumplimiento de ambas
partes. La ley no previo este caso, pero lo mas lógico es resolver el contacto, sin
indemnización.

II) RESOLUCIÓN POR INEJECUCION O RESOLUCIÓN POR


INCUMPLIMIENTO CONTRACTUAL (art. 1489 C.C)

Si uno de los contratantes voluntariamente se ha abstenido de ejecutar las


prestaciones, si estuviera en mora, el otro puede demandar el cumplimiento forzado o
si lo prefiere la resolución.

Requisitos.

i. Incumplimiento
ii. Imputable
iii. El actor debe haber cumplido sus obligaciones
iv. Resolución judicial

La resolución no solo es facultativa para el acreedor, sino también para el deudor


demandado, que puede enervar la acción cumpliendo. De hecho una critica que se
hace, es que la resolución puede considerarse que es facultativa solo para el deudor, ya
que en él está la posibilidad de enervar o no la acción, así, el acreedor no obstante
querer o tener la intención de no relacionarse contractualmente con un deudor
negligente e incumplidor está impedido de resolver el contrato, reiteramos no obstante
su voluntad, si el deudor paga, enervando la acción.
Efectos:

Deben distinguirse efectos entre las partes (Art. 1486 C.C.) y efectos respecto de
terceros (Art. 1490 y 1491 C.C.).

III) LA TEORÍA DE LOS RIESGOS

1. Planteamiento problema.

La teoría de los riesgos dice relación con las cosas objetos de la relaciones jurídicas
contractuales en curso. Específicamente la teoría de los riesgos responde la pregunta
sobre qué sucede con la obligación de una parte al extinguirse la obligación de
la contraparte por imposibilidad de ejecución o destrucción de la cosa por caso
fortuito. Es decir, en los contratos bilaterales, ¿la contraparte debe cumplir aunque la
otra no pueda, o se ve también liberado?

- Si la contraparte (el acreedor de la obligación no extinta) debe igualmente cumplir, se


dice que el riesgo es del acreedor.

- Si la contraparte, en cambio, no debe cumplir con su obligación, ya que su


contraprestación se ha hecho imposible, se dice que el riesgo es del deudor.

EJ: Jorge le vende a Pedro un auto “X”, patente ABCD34. Al auto le cae un rayo y se
quema por completo. A jorge le es imposible cumplir, porque un hecho fortuito ha
destruido el cuerpo cierto que debía entregar a Pedro. La teoría de los riesgos se
pregunta si Pedro, de todos modos, como ha adquirido un compromiso, debe pagarle el
precio a Jorge. Si el riesgo es del acreedor, claro que debe hacerlo. Si el riesgo es del
deudor, no deberá pagar y el contrato se extinguirá por completo.

Requisitos.

a. Contrato bilateral.
b. Cumplimiento pendiente.
c. Que se extinga la obligación de uno de los contratantes por imposibilidad
de ejecución o destrucción total de la cosa, a consecuencia de un caso
fortuito o fuerza mayor.

2. Teoría de los riesgos en las obligaciones de dar.

El artículo 1550 C.C. a propósito de las obligaciones de dar, prescribe que “el riesgo
del cuerpo cierto cuya entrega se deba, es siempre a cargo del acreedor”. Esta
regla es manifiestamente injusta, porque en el ejemplo que antes exponíamos, Pedro
se vería obligado a pagar el precio, sin importar que no vaya a recibir nada a cambio.
DERECHO AL GRADO
TUTOR: BENJAMÍN OPAZO
CONTRATOS PARTE GENERAL

Uno podría preguntarse por qué el Código comete un error tan feo. La respuesta es que
don Andrés Bello copió esta norma del Código de Napoleón. En este Código, la regla es
justa, porque las personas adquieren el dominio por el sólo título. Así, cuando la cosa
se pierde por caso fortuito, aunque no haya sido entregada, se pierde para su dueño.
Sin embargo, en Chile, para adquirir una cosa se requiere tanto un título como un
modo, por tanto el acreedor aún no se ha hecho dueño de la cosa con la sola
celebración del contrato (el título).

Esta injusticia ha sido corregida por la jurisprudencia que aplica el principio de que las
cosas perecen para su dueño, sin importar el tenor literal del artículo 1550 C.C. Ello
explica el que no haya sido modificado por el legislador.

EXCEPCIONES:

i. Que el deudor esté en mora de efectuar la entrega (1550 C.C.),


ii. Que el deudor se haya comprometido a entregar una misma cosa a dos o más
personas por obligaciones distintas (1550 C.C.),
iii. Que el deudor haya tomado sobre si la responsabilidad por caso fortuito,

*** En este punto es necesario remarcar que la teoría de los riesgos no se aplica a las
obligaciones de género, porque el género no perece.

IV) TEORÍA DE LA IMPREVISIÓN

Ya explicada con antelación.

V) CESIÓN DE CONTRATOS

Es la figura según la cual una parte transfiere a otra su calidad tanto de deudor como de
acreedor en un contrato bilateral.

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