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11 pasos para el proceso de elaboración del helado perfecto
El helado es el resultado de un preciso y minucioso proceso de elaboración a través del que
una mezcla de ingredientes líquidos y sólidos termina convirtiéndose en ese producto tan
especial. Los maestros heladeros Pablo Galiana y Enrique Coloma, profesores del Curso de
Experto en Elaboración Artesanal de Helados, repasan en este artículo las diferentes fases
del proceso de elaboración, desde la primera mezcla de los ingredientes fundamentales,
hasta la exposición del helado ya terminado en vitrina para su venta.
1. Pesado
Es el primer paso. Se deben pesar todos los ingredientes antes de ponerlos en el
pasteurizador si queremos estar seguros de que no se ha omitido o duplicado algún
ingrediente. Otra opción menos segura sería seguir el orden de la hoja de producción.
El pesado debe ser riguroso hasta cierto punto. Un sobrepeso de 5-10 gramos en un
ingrediente del que vamos a incorporar 10 kilos sería un error admisible. Aquí debe de ser el
operador quién con sentido común puede decidir sobre estas cuestiones.
Los ingredientes con menor porcentaje, estabilizantes, emulsionantes, proteínas, aromas,
colorantes, deben ser pesados escrupulosamente en una balanza de precisión, sobre todo si
las cantidades son pequeñas (< 50 gramos).
2. Mezcla de ingredientes
La mezcla o disolución de los ingredientes es el segundo paso en la realización de un
helado.
Normalmente se efectúa dentro del pasteurizador. Se introducirán primero los líquidos, leche
o agua, luego la nata (aquí hay diversidad de opiniones. Hay artesanos que la introducen a
70ºC y otros cuando empieza a descender la temperatura).
A unos 30ºC podemos empezar a mezclar leche en polvo y azúcares en polvo; con agitación
máxima del emulsionador. A continuación se incorporará el estabilizante-emulsionante con
una parte de la sacarosa. Esto se hace para que no se encapsule el estabilizante y pueda
disolverse correctamente. A unos 60ºC-70ºC agregamos los Jarabes de glucosa líquidos,
coberturas de chocolate, cacao, pastas de frutos secos…
Mezcla de ingredientes
Para infusionar vainilla o canela debemos utilizar un portavainas dentro del pasteurizador, o
bien infusionar con parte del agua o de la leche aparte. A veces interesa que la infusión
llegue a hervir para sacar el máximo de sabor a las especias. Por eso propongo que se haga
fuera del pasteurizador, ya que éste no llega a 100ºC.
Algunos ingredientes no serán pasteurizados, bien porque no sea necesario debido a su bajo
ph y coagularían las proteínas de la leche; o bien porque no nos interese desde el punto de
vista organoléptico y sepamos con total seguridad que el producto en cuestión no implica
ningún riesgo.
Ejemplo: imaginemos que queremos incorporar una mermelada dentro del helado. Si es una
mermelada comercial, habrá sido pasteurizada con casi total seguridad con un autoclave. En
este caso no haría falta volver a pasteurizar. Normalmente los productos con un bajo
porcentaje de agua no necesitan pasteurización, caso de pralinés y pastas de frutos secos,
turrón de Jijona… Así como los productos con baja acidez y alto contenido en azúcares.
3. Pasteurización
La pasteurización es una operación de estabilización de alimentos que persigue la reducción
de la población de microorganismos presentes en éstos de forma que se prolongue el tiempo
de vida útil del alimento. La pasteurización consigue disminuir la población de
microorganismos mediante la elevación de la temperatura durante un tiempo determinado, lo
que implica la aplicación de calor.
Pasteurización
La pasteurización es un tratamiento térmico suave, a diferencia de la esterilización, que es un
tratamiento muy intenso. La pasteurización emplea temperaturas y tiempos de contacto
relativamente bajos, consiguiendo una prolongación moderada de la vida útil a cambio de
una buena conservación del valor nutritivo y de las cualidades organolépticas del alimento.
Sin embargo, pese a ser un tratamiento suave, la pasteurización consigue la eliminación de
los microorganismos patógenos, aunque sólo consigue una reducción de los
microorganismos alterantes.
La pasteurización tiene diferentes objetivos según el tipo de alimento al que se aplique. En
alimentos ácidos, como zumos de fruta, produce una buena estabilización ya que el medio
ácido impide la proliferación de microorganismos esporulados, los más resistentes a la
destrucción térmica, respetando las propiedades del alimento.
En alimentos poco ácidos, como la leche, la pasteurización consigue la destrucción de la
flora patógena y una reducción de la banal o alterante, consiguiendo un producto de corta
duración que ha de conservarse refrigerado pero que tiene unas características muy
próximas a las de la leche cruda. En el caso de la leche, los patógenos más importantes que
pueden estar presentes son el bacilo de Koch (tuberculosis), Salmonela typhi y paratyphi
(tifus), Brucilla melitensis (fiebre de Malta), y Streptococcus (de la mamitis). La mayor parte
de estos gérmenes no producen alteraciones en la leche, por lo que su presencia puede
pasar desapercibida.
Sin embargo, todos estos patógenos son destruidos por un tratamiento térmico ligero que
deja un producto más higiénico y que se estropeará por la acción de la flora banal
(lactobacilos) mucho antes de resultar peligroso a la salud humana.
Las temperaturas de pasteurización son como hemos dicho suaves, inferiores a 100ºC. Por
ejemplo en el caso de alimentos líquidos a granel sería de entre 72ºC y 85ºC y tiempos
cortos, 15-20 s). En el caso de alimentos envasados las temperaturas estarían
comprendidas entre 62ºC y 68ºC y tiempos más largos, aproximadamente 30 minutos. Al ser
un tratamiento térmico suave los cambios organolépticos y cambios nutritivos del alimento
son poco relevantes.
La pasteurización emplea temperaturas y tiempos de contacto relativamente bajos,
consiguiendo una prolongación moderada de la vida útil del helado
4. Homogeneización
El proceso de homogeneización consiste en dividir finamente los glóbulos de materia grasa
de la mezcla. La grasa de leche sin homogeneizar puede observarse fácilmente al
microscopio. En estas condiciones los glóbulos pueden medir hasta 20 micrones de
diámetro. Mediante un compuesto natural presente en la leche, la aglutinina, estos glóbulos
se agrupan formando racimos. Por su menor densidad respecto al suero de la leche y por
acción de la fuerza de gravedad, ascienden formándose la clásica “capa de nata”. Para evitar
este “defecto” se somete la materia grasa junto al resto de la mezcla, al proceso denominado
homogeneización.