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INTRODUCCIÓN
6 Luego dijo Dios: Haya expansió n en medio de las aguas, y separe las aguas
de las aguas.
7 E hizo Dios la expansió n, y separó las aguas que estaban debajo de la
expansió n, de las aguas que estaban sobre la expansió n. Y fue así.
8 Y llamó Dios a la expansió n Cielos. Y fue la tarde y la mañ ana el día segundo.
9 Dijo también Dios: Jú ntense las aguas que está n debajo de los cielos en un
lugar, y descú brase lo seco. Y fue así.
10 Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunió n de las aguas llamó Mares. Y vio
Dios que era bueno.
11 Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla;
á rbol de fruto que dé fruto segú n su género, que su semilla esté en él,
sobre la tierra. Y fue así.
12 Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla segú n su
naturaleza, y á rbol que da fruto, cuya semilla está en él, segú n su género.
Y vio Dios que era bueno.
13 Y fue la tarde y la mañ ana el día tercero.
Vv. 6—13. La tierra estaba desolada, pero por una palabra se llenó de
las riquezas de Dios, que todavía son suyas. Aunque se permite al hombre
su uso, son de Dios y para su servicio y honor deben usarse. La tierra, a su
mandato, produce pasto, hierbas y frutos. Dios debe tener la gloria de
todo el provecho que recibimos del producto de la tierra. Si tenemos
interés en É l, que es la Fuente, por la gracia, nos regocijaríamos en É l
cuando se secan los arroyos temporales de la misericordia.
DIOS FORMA EL SOL, LA LUNA Y LAS ESTRELLAS.
14 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansió n de los cielos para separar
el día de la noche; y sirvan de señ ales para las estaciones, para días y
añ os,
15 y sean por lumbreras en la expansió n de los cielos para alumbrar sobre la
tierra. Y fue así.
16 E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que
señ orease en el día, y la lumbrera menor para que señ orease en la noche;
hizo también las estrellas.
17 Y las puso Dios en la expansió n de los cielos para alumbrar sobre la tierra,
18 y para señ orear en el día y en la noche, y para separar la luz de las
tinieblas. Y vio Dios que era bueno.
19 Y fue la tarde y la mañ ana el día cuarto.
Vv. 14—19. El cuarto día de trabajo da cuenta de la creació n del sol, la
luna y las estrellas. Todo es obra de Dios. Se habla de las estrellas tal como
aparecen antes nuestros ojos, sin decir su cantidad, naturaleza, lugar,
tamañ o o movimientos; las Escrituras no fueron hechas para satisfacer la
curiosidad ni para hacernos astró nomos, sino para conducirnos a Dios y
hacernos santos. Las luces del cielo fueron hechas para servirle a É l; lo
hacen fielmente y brillan a su tiempo sin faltar.
Nosotros estamos como luces en este mundo para servir a Dios; pero,
¿respondemos en manera similar a la finalidad para la que fuimos
creados? No: nuestra luz no resplandece ante Dios como sus luces brillan
ante nosotros. Hacemos uso de la creació n de nuestro Amo, pero nos
importa poco la obra de nuestro Amo.
DIOS CREA LOS ANIMALES.
20 Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la
tierra, en la abierta expansió n de los cielos.
21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se
mueve, que las aguas produjeron segú n su género, y toda ave alada segú n
su especie. Y vio Dios que era bueno.
22 Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas
en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra.
23 Y fue la tarde y la mañ ana el día quinto.
24 Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes segú n su género,
bestias y serpientes y animales de la tierra segú n su especie. Y fue así.
25 E hizo Dios animales de la tierra segú n su género, y ganado segú n su
género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra segú n su especie. Y
vio Dios que era bueno.
Vv. 20—25. Dios mandó que se hicieran los peces y las aves. É l mismo
ejecutó esta orden. Los insectos, que son má s numerosos que las aves y
las bestias, y tan curiosos, parecen haber sido parte de la obra de este día.
La sabiduría y el poder del Creador son admirables tanto en una hormiga
como en un elefante. El poder de la providencia de Dios preserva todas las
cosas y la feracidad es el efecto de su bendició n.
EL HOMBRE, CREADO A IMAGEN DE DIOS.
29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está
sobre toda la tierra, y todo á rbol en que hay fruto y que da semilla; os
será n para comer.
30 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que
se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para
comer. Y fue así.
Vv. 29, 30. Las hierbas y las frutas deben ser la comida del hombre,
incluido el maíz y todos los productos de la tierra. Que el pueblo de Dios
ponga sobre É l su carga y no se afane por qué comerá n ni qué beberá n. El
que alimenta las aves del cielo no permitirá que sus hijitos pasen hambre.
FINALIZACIÓN Y APROBACIÓN DE LA OBRA DE CREACIÓN.
31 Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran
manera. Y fue la tarde y la mañ ana el día sexto.
V. 31. Cuando nos ponemos a pensar en nuestras obras hallamos, para
vergü enza nuestra, que en gran parte han sido muy malas; pero cuando
Dios vio su obra, todo era muy bueno. Bueno pues todo era cabalmente
como el Creador quería que fuera. Todas sus obras, en todos los lugares
de su señ orío le bendicen y, por tanto, bendice, alma mía, al Señ or.
Bendigamos a Dios por el evangelio de Cristo y, al considerar su
omnipotencia, huyamos nosotros, los pecadores, de la ira venidera. Si
somos creados de nuevo conforme a la imagen de Dios en santidad,
finalmente entraremos en los “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales
mora la justicia”.
CAPITULO
2
EL PRIMER DÍA DE REPOSO.
4 É stos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el
día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos,
5 y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del
campo antes que naciese; porque Jehová Dios aú n no había hecho llover
sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra,
6 sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra.
7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su
nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
Vv. 4—7. Aquí se da un nombre al Creador: “Jehová ”. Jehová es el
nombre de Dios que denota que só lo É l tiene su ser de sí mismo, y que É l
da el ser a todas las criaturas y cosas.
Ademá s se destacan las plantas y las hierbas porque fueron hechas y
señ aladas como alimento para el hombre. La tierra no produjo sus frutos
por su propio poder: esto fue hecho por el poder del Omnipotente. De la
misma manera, la gracia del alma no crece por sí misma en el terreno de
la naturaleza; es la obra de Dios.
La lluvia es también dá diva de Dios; no llovió sino hasta que Dios hizo
llover. Aunque Dios obra usando medios, cuando le agrada puede, no
obstante, hacer su obra sin medios; y aunque nosotros no hemos de
tentar a Dios descuidando los medios, debemos confiar en É l tanto en el
uso como en la falta de medios. De una u otra manera Dios regará las
plantas de su plantío. La gracia divina desciende como el rocío y
silenciosamente riega la iglesia sin hacer ruido.
El hombre fue hecho de polvo menudo, como el que hay en la superficie
de la tierra. El alma no fue hecha de la tierra como el cuerpo: lá stima
entonces que deba apegarse a la tierra y preocuparse por las cosas
terrenales. En breve daremos cuenta a Dios por la forma en que hemos
empleado estas almas; y si se encuentra que las hemos perdido, aunque
fuera para ganar el mundo, ¡estamos perdidos para siempre! Los necios
desprecian sus propias almas al preocuparse de sus cuerpos antes que de
sus almas.
PLANTACIÓN DEL HUERTO DEL EDÉN.
8 Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre
que había formado.
9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo á rbol delicioso a la vista, y bueno
para comer; también el á rbol de vida en medio del huerto, y el á rbol de la
ciencia del bien y del mal.
10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro
brazos.
11 El nombre del uno era Pisó n; éste es el que rodea toda la tierra de Havila,
donde hay oro;
12 y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ó nice.
13 El nombre del segundo río es Gihó n; éste es el que rodea toda la tierra de
Cus.
14 Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al oriente de Asiria.
Y el cuarto río es el É ufrates.
Vv. 8—14. El lugar fijado para que Adá n habitara no era un palacio sino
un huerto. Mientras mejor nos arreglemos con cosas sencillas y menos
busquemos las cosas que complacen el orgullo y la lujuria, má s cerca
estaremos de la inocencia. La naturaleza se contenta con un poco y
aquello que es má s natural; la gracia con menos; pero la lujuria lo desea
todo y se contenta con nada. Ningú n placer puede satisfacer el alma sino
aquello que Dios mismo ha provisto y señ alado para ello.
Edén significa deleite y placer. No importa cuá l haya sido su
localizació n, tenía todas las comodidades deseables, sin ninguna
desventaja, como nunca jamá s haya sido otra casa o huerto en la tierra.
Estaba adornado con todo á rbol agradable a la vista y enriquecido con
todo á rbol que diera fruto agradable al paladar y bueno para comer. Como
Padre tierno, Dios deseaba no só lo el provecho de Adá n, sino su placer;
porque hay placer con inocencia, mejor aú n, hay verdadero placer só lo en
la inocencia. Cuando la Providencia nos pone en un lugar de abundancia y
placer, debiéramos servir a Dios con alegría de corazó n por las cosas
buenas que nos da. Edén tenía dos á rboles exclusivos.
1. En el medio del huerto estaba el á rbol de la vida. El hombre podría comer
de este y vivir. Cristo es ahora el Á rbol de la vida para nosotros,
Apocalipsis 2. 7; 32. 2; y el Pan de vida, Juan 6. 48.
2. Estaba el á rbol de la ciencia del bien y el mal, llamado así porque había
una revelació n positiva de la voluntad de Dios acerca de este á rbol, de
manera que por él el hombre podía llegar conocer el bien y el mal moral.
¿Qué es bueno? Bueno es no comer de este á rbol. ¿Qué es malo? Malo es
comer de este á rbol. En estos dos á rboles Dios puso ante Adá n el bien y el
mal, la bendició n y la maldició n.
EL HOMBRE PUESTO EN EL EDÉN.
16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo á rbol del huerto podrá s
comer;
17 má s del á rbol de la ciencia del bien y del mal no comerá s; porque el día
que de él comieres, ciertamente morirá s.
Vv. 16, 17. No pongamos nunca nuestra propia voluntad contra la
santa voluntad de Dios. No só lo se otorgó libertad al hombre para tomar
los frutos del paraíso, sino se le aseguró la vida eterna por su obediencia.
Se había establecido una prueba para su obediencia. Por la transgresió n él
perdería el favor de su Hacedor y se haría merecedor de su desagrado,
con todos sus espantosos efectos; de esta manera él quedaría propenso al
dolor, la enfermedad y la muerte. Peor que eso, él iba a perder la santa
imagen de Dios y todo el consuelo de su aprobació n; y sintiendo el
tormento de las pasiones pecaminosas y el terror de la venganza de su
Hacedor, la cual tendría que soportar para siempre con su alma que
nunca muere.
La prohibició n de comer el fruto de un á rbol en particular era
sabiamente adecuada para el estado de nuestros primeros padres. En su
estado de inocencia y apartados de los demá s, ¿qué ocasió n o qué
tentació n tenían para romper alguno de los diez mandamientos? El
desarrollo de los acontecimientos prueba que toda la raza humana estaba
comprometida en la prueba y caída de nuestros primeros padres.
Argumentar contra estas cosas es luchar contra hechos irrebatibles, y
contra la revelació n divina; porque el hombre es pecador y muestra por
sus primeros actos y por su conducta posterior, que está siempre
dispuesto para hacer el mal. Está sometido al desagrado divino, expuesto
a los sufrimientos y a la muerte. Las Escrituras siempre hablan del
hombre como que tiene un cará cter pecador y está en este estado de
miseria; y estas cosas valen para los hombres de todas las épocas y de
todas las naciones.
DAR NOMBRE A LOS ANIMALES, LA HECHURA DE LA MUJER, LA
INSTITUCIÓN DIVINA DEL MATRIMONIO.
18 Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda
idó nea para él.
19 Jehová Dios formó , pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de
los cielos, y las trajo a Adá n para que viese có mo las había de llamar; y
todo lo que Adá n llamó a los animales vivientes, ése es su nombre.
20 Y puso Adá n nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del
campo; má s para Adá n no se halló ayuda idó nea para él.
21 Entonces Jehová Dios hizo caer sueñ o profundo sobre Adá n, y mientras
éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.
22 Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo
al hombre.
23 Dijo entonces Adá n: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi
carne; ésta será llamada Varona, porque del varó n fue tomada.
24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
y será n una sola carne.
25 Y estaban ambos desnudos, Adá n y su mujer, y no se avergonzaban.
Vv. 18—25. El hombre recibió el poder sobre las criaturas y, como
prueba de esto, les puso nombre a todas. Este hecho muestra ademá s su
discernimiento en cuanto a las obras de Dios.
Aunque era señ or de las criaturas, nada de este mundo era una ayuda
idó nea para el hombre. De Dios son todas nuestras ayudas. Si
descansamos en Dios É l obrará todo para bien. Dios hizo que un sueñ o
profundo cayera sobre Adá n; por cuanto no conoce el pecado, Dios cuida
que el hombre no sienta dolor. Dios, como Padre de ella, trajo la mujer al
hombre, como su segundo ser y como su ayuda idó nea. Esa esposa,
hechura de Dios por gracia especial, y producto de Dios por providencia
especial, probablemente demuestre ser la ayuda idó nea para el hombre.
Véase qué necesidad hay, tanto de prudencia como de oració n, al elegir
esta relació n que es tan cercana y tan duradera. Había necesidad de hacer
bien esto que se hace para toda la vida. Nuestros primeros padres no
necesitaban ropa para cubrirse del frío o el calor pues no podían
dañ arlos: tampoco la necesitaban para ataviarse. Así de desahogada, así
de feliz era la vida del hombre en su estado de inocencia.
¡Cuá n bueno era Dios para él! ¡Con cuá ntos favores É l le cargó ! ¡Cuá n
ligeras eran las leyes que le fueron dadas! Sin embargo, el hombre, en
medio de toda esta honra, no entendió su propio interés sino que pronto
se volvió como las bestias que perecen.
EL HOMBRE Y LA CAIDA
1 Pero la serpiente era astuta, má s que todos los animales del campo que
Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho:
No comá is de todo á rbol del huerto?
2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los á rboles del huerto
podemos comer;
3 Pero del fruto del á rbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis
de él, ni le tocaréis, para que no murá is.
4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
5 sino que sabe Dios que el día que comá is de él, será n abiertos vuestros ojos,
y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.
Vv. 1—5. Sataná s atacó a nuestros primeros padres para llevarlos a
pecar; la tentació n les resultó fatal. El tentador fue el diablo, en la forma y
semejanza de una serpiente. El plan de Sataná s era arrastrar a nuestros
primeros padres al pecado y, así, poner separació n entre ellos y su Dios.
De este modo el diablo fue desde el comienzo un homicida y gran
obrador de maldades. La persona tentada fue la mujer: la tá ctica de
Sataná s fue entablar una conversació n con ella mientras estaba sola. Hay
muchas tentaciones en las que el estar a solas da gran ventaja al tentador;
en cambio, la comunió n de los santos cuida en gran medida la fortaleza y
seguridad de ellos. Sataná s sacó ventaja de hallar a la mujer sola cerca del
á rbol prohibido.
Sataná s tentó a Eva para, a través ella, poder tentar a Adá n. Su tá ctica
es enviar las tentaciones por medios que no sospechamos, y por quienes
tienen la mayor influencia sobre nosotros. Sataná s puso en duda si era o
no era pecado comer de este á rbol. No dejó al descubierto su designio al
comienzo, pero planteó una pregunta que parecía inocente. El que quiera
estar a salvo debe cuidarse de no hablar con el tentador.
Citó mal el mandamiento. É l habló en forma sarcá stica. El diablo, así
como es un mentiroso, es también un escarnecedor desde el principio; y
los escarnecedores son sus hijos. El arte de Sataná s consiste en hablar de
la ley divina como dudosa o irracional y, así, atrae la gente al pecado;
nuestra sabiduría consiste en mantener firme nuestra creencia en el
mandamiento de Dios y un elevado respeto por É l.
¿Conque Dios dijo: ¿No mentiréis, no tomaréis su nombre en vano, no
os emborracharéis, etc.? Sí, estoy seguro que lo dijo, y está bien dicho; y,
por su gracia, yo lo cumpliré. El entablar esta conversació n con la
serpiente fue debilidad de Eva: por su pregunta debió notar que no tenía
buenas intenciones, y por tanto, debió retroceder. Sataná s enseñ a
primero a los hombres a dudar y, luego, a negar. Les promete beneficios si
comen de este fruto. Su objetivo es introducir el descontento con su
estado presente, como si no fuera tan bueno como pudiera y debiera ser.
Ningú n estado por si mismo dará contento a menos que la mente sea
puesta en ello. Los tienta para que busquen ascender como si fueran
dignos de ser dioses.
Sataná s se arruinó a sí mismo cuando deseó ser como el Altísimo, luego,
procuró infectar a nuestros primeros padres con el mismo deseo para
arruinarlos también. El diablo sigue aú n atrayendo a la gente a su esfera
de interés sugiriéndoles pensamientos malos acerca de Dios y falsas
esperanzas de lograr beneficios por medio del pecado. Por tanto,
pensemos siempre bien de Dios como el sumo bien y pensemos mal del
pecado como el sumo mal: así resistiremos al diablo y él huirá de
nosotros.
ADÁN Y EVA TRANSGREDEN EL MANDAMIENTO DIVINO, Y CAEN EN EL
PECADO Y LA MISERIA.
6 Y vio la mujer que el á rbol era bueno para comer, y que era agradable a los
ojos, y á rbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y
comió ; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban
desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
8 Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y
el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre
los á rboles del huerto.
Vv. 6—8. Observe los pasos de la transgresió n: no son pasos
ascendentes sino descendentes hacia el abismo.
1. ELLA VIO. Una gran cantidad de pecado viene por los ojos. No miremos
aquello que trae consigo el riesgo de estimular la concupiscencia, Mateo 5.
28.
2. ELLA TOMÓ. Fue su propio acto y obra. Sataná s puede tentar pero no
puede obligar; puede persuadirnos a que nos arrojemos al precipicio pero
no puede arrojarnos, Mateo 4: 6:
3. ELLA COMIÓ. Cuando miró quizá s no tuviera la intenció n de tomarlo; o
cuando lo tomó no tuviera la intenció n de comer; pero acabó en eso. Es
sabiduría detener los primeros movimientos del pecado, y abandonarlo
antes de verse comprometido con él.
4. TAMBIÉN DIO A SU MARIDO. Quienes han hecho mal, está n dispuestos a
arrastrar a otros a hacer lo mismo.
5. ELLA COMIÓ. Al no tomar en cuenta el á rbol de la vida. Del cual se le
permitía comer, y al comer del á rbol del conocimiento, que estaba
prohibido, Adá n claramente muestra su desdén por lo que Dios le ha
otorgado, y su deseo por lo que Dios consideró prudente no darle.
Deseaba tener lo que quería y hacer lo que le placiera. En una palabra
su pecado fue la desobediencia, Romanos 5, 19; la desobediencia a un
mandato claro, simple y expreso. No tenía una naturaleza pecaminosa que
lo traicionara; en cambio tenía libertad de voluntad, con toda su fuerza,
no debilitada ni desequilibrada. Se apartó con mucha prontitud. Arrastró
a toda su posteridad al pecado y a la miseria. Entonces, ¿quién puede
decir que el pecado de Adá n en sí causó poco dañ o? Ya era demasiado
tarde, cuando Adá n y Eva vieron la necedad de comer la fruta prohibida.
Vieron la felicidad de la cual cayeron y la miseria en que se hundieron.
Vieron a un Dios amante irritado, y la pérdida de su gracia y su favor.
Véase aquí qué deshonra y trastorno produce el pecado; hace maldad
doquiera se introduce y destruye todo consuelo. Tarde o temprano
acarrea la vergü enza; sea la vergü enza del arrepentimiento verdadero,
que termina en gloria, o la vergü enza y confusió n perpetua, en la cual
despertará n los malos en el gran día. Véase aquí en qué consiste
corrientemente la necedad de quienes han pecado. Cuidan má s de salvar
su crédito ante los hombres que obtener el perdó n de Dios.
Las excusas que dan los hombres para cubrir y restar importancia a sus
pecados, son vanas y frívolas; como los delantales de hojas de higuera que
se hicieron, no logran mejorar las cosas: no obstante, todos tenemos la
tendencia a cubrir nuestras transgresiones como Adá n.
Antes de pecar ellos acogían con gozo humilde las bondadosas visitas
de Dios; ahora É l se convertía en un terror para ellos. No cabe asombrarse
de que se convirtieran en terror para sí mismos y se llenaran de
confusió n. Esto muestra la falsedad del tentador y el fraude de sus
tentaciones. Sataná s prometió que estarían a salvo. Pero ¡ellos no pueden
ni pensar que sea así! Adá n y Eva eran, ahora, consoladores desdichados
el uno para el otro!
DIOS LLAMA A ADÁN Y EVA PARA QUE RESPONDAN.
16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñ eces;
con dolor dará s a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se
enseñ oreará de ti.
17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del
á rbol de que te mandé diciendo: No comerá s de él; maldita será la tierra
por tu causa; con dolor comerá s de ella todos los días de tu vida.
18 Espinos y cardos te producirá , y comerá s plantas del campo.
19 Con el sudor de tu rostro comerá s el pan hasta que vuelvas a la tierra,
porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverá s.
Vv. 16—19. Por su pecado la mujer es condenada a un estado de pesar
y sumisió n; castigo adecuado de ese pecado en que ella procuró satisfacer
la concupiscencia de los ojos y de la carne, y su orgullo.
El pecado trajo dolor al mundo; hizo del mundo un valle de lá grimas.
No es de extrañ ar que nuestros dolores se multipliquen cuando nuestros
pecados se multiplican. É l se enseñ oreará de ti, es só lo el mandamiento de
Dios: Esposas, someteos a vuestros maridos. Si el hombre no hubiera
pecado, siempre se hubiera enseñ oreado con sabiduría y amor; si la mujer
no hubiera pecado, ella siempre hubiera obedecido con humildad y
mansedumbre.
Adá n culpó a su esposa, pero aunque había sido falta suya el
convencerlo para que comiera el fruto prohibido, fue falta de Adá n el
haberle hecho caso. Así que las frívolas excusas de los hombres se
volverá n contra ellos en el día del juicio de Dios. Dios puso marcas de
desagrado en Adá n.
1. Maldice su habitació n. Dios dio la tierra a los hijos de los hombres para
que fuera una morada có moda, pero ahora está maldita por el pecado del
hombre. Sin embargo, Adá n mismo no es maldecido, como lo fue la
serpiente, sino tan só lo el suelo por amor a él.
2. Sus esfuerzos y placeres le son amargos. El trabajo es nuestro deber y
debemos realizarlo fielmente; es parte de la sentencia del hombre, cosa
que la ociosidad desafía atrevidamente. La incomodidad y el cansancio en
el trabajo son nuestro justo castigo, al cual debemos someternos con
paciencia, puesto que son menos que lo merecido por nuestra iniquidad.
El alimento del hombre se le volverá desagradable. Pero el hombre no
es sentenciado a comer polvo como la serpiente, solamente a comer la
hierba del campo.
3. Su vida también es acortada; pero considerando cuá n llenos de
problemas está n sus días, es un favor que sean pocos.
La muerte es espantosa por naturaleza, a pesar de que la vida es
desagradable, y con eso concluye el castigo. El pecado introdujo la muerte
al mundo: si Adá n no hubiera pecado, no habría muerto.
É l cedió a la tentació n pero el Salvador la resistió . ¡Cuá n
admirablemente la satisfacció n de nuestro Señ or Jesú s, por su muerte y
sufrimientos, respondió a la sentencia dictada contra nuestros primeros
padres!
¿Entraron los dolores de parto a causa del pecado? Leemos del fruto de
la aflicció n del alma de Cristo, Isaías, l: 11; y los dolores de la muerte que
lo retuvo, son así llamados, Hechos 2: 24.
¿Entró el quedar bajo la ley con el pecado? Cristo nació bajo la ley,
Gá latas 4: 4. ¿Entró la maldició n con el pecado? Cristo fue hecho
maldició n por nosotros, y murió una muerte maldita, Gá latas 3: 13.
¿Vinieron las espinas con el pecado? É l fue coronado con espinas por
nosotros.
¿El sudor llega a causa del pecado? É l sudó por nosotros, y su sudor fue
como grande gotas de sangre. ¿Llegó el dolor con el pecado? É l fue un
varó n de dolores; en su agonía su alma estuvo sobre manera dolorida.
¿Vino la muerte con el pecado? É l se hizo obediente hasta la muerte. Así,
la venda es tan grande como la herida. Bendito sea Dios por su Hijo
nuestro Señ or Jesucristo.
LA PRIMERA VESTIMENTA DE LA HUMANIDAD.
20 Y llamó Adá n el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de
todos los vivientes.
21 Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer tú nicas de pieles, y los vistió .
Vv. 20, 21. Dios le puso nombre al hombre y lo llamó Adá n, que
significa tierra roja; Adá n le puso nombre a la mujer y la llamó Eva, esto
es, vida. Adá n lleva el nombre del cuerpo mortal, Eva el del alma viva.
Probablemente Adá n haya tenido en cuenta la bendició n de un Redentor,
la Simiente prometida, al llamar Eva o vida a su esposa; pues É l sería la
vida de todos los creyentes, y en É l serían benditas todas las familias de la
tierra. Véase, ademá s, el cuidado de Dios por nuestros primeros padres a
pesar de su pecado.
La vestimenta se introdujo con el pecado. Poca razó n tenemos al
enorgullecernos de nuestras ropas que no son sino la insignia de nuestra
vergü enza. Cuando Dios hizo ropa para nuestros primeros padres, las
hizo abrigadoras y fuertes, rú sticas y muy sencillas; no mantos de
escarlata sino tú nicas de pieles. Que quienes está n pobremente vestidos
aprendan de aquí a no quejarse. Teniendo comida y abrigo, que estén
contentos; ellos está n tan bien como Adá n y Eva. Que aquellos que está n
finamente vestidos, aprendan a no hacer de las vestimentas su adorno.
Se supone que las bestias, de cuyas pieles los vistió Dios, fueron
muertas, no para comida del hombre, sino para sacrificio, para tipificar a
Cristo, el gran Sacrificio. Adá n y Eva se hicieron delantales de hojas de
higuera, cubierta demasiado estrecha para envolverlos, Isaías 28, 20.
Tales son todos los trapos de nuestra justicia propia. Pero Dios les hizo
tú nicas de pieles, grandes, firmes, durables y de su medida: tal es la
justicia de Cristo; por tanto, vestíos del Señ or Jesucristo.
ADÁN Y EVA SON EXPULSADOS DEL PARAÍSO.
22 Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo
el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del
á rbol de la vida, y coma, y viva para siempre.
23 Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue
tomado.
24 Echó , pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén
querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para
guardar el camino del á rbol de la vida.
Vv. 22—24. Dios expulsó al hombre; le dijo que ya no debía ocupar ni
disfrutar ese huerto: pero al hombre le gustaba el lugar y no estaba
dispuesto a irse, por tanto, Dios lo hizo salir. Esto significó la exclusió n de
él y toda su raza culpable de la comunió n con Dios, que era la bendició n y
la gloria del paraíso. Pero el hombre fue solamente enviado a labrar el
suelo del cual fue tomado. É l fue enviado a un lugar de trabajo arduo, no a
un lugar de tormento. Nuestros primeros padres fueron excluidos de los
privilegios de su estado de inocencia, aunque no fueron librados a la
desesperació n. Se cerró el camino al á rbol de la vida.
De ahí en adelante sería en vano que él y los suyos esperaran rectitud,
vida y felicidad por el pacto de obras; porque al quebrantar el
mandamiento de ese pacto, su maldició n cobra plena vigencia: somos
todos destruidos si somos juzgados por ese pacto. Dios reveló esto a
Adá n, no para llevarlo a la desesperació n, sino para animarlo a buscar la
vida y la felicidad en la Simiente prometida, por quien se abre ante
nosotros un camino nuevo y vivo hacia el lugar santísimo.
1. EL PECADO
El pecado puede ser ilustrado como un arquero que dispara una flecha
y no da en el blanco. No se trata, por supuesto, de inferir que es un asunto
moral el no dar en el blanco en las competencias de tiro al blanco. Lo que
ocurre es que la definició n bíblica má s sencilla para el pecado es "errar el
blanco". En términos bíblicos, el blanco que no se consigue no es un
blanco relleno de paja; es el blanco o la "norma" de la ley de Dios. La ley
de Dios expresa su propia justicia y es el está ndar supremo para nuestro
comportamiento. Cuando no damos en el blanco de este está ndar,
pecamos.
La Biblia nos habla de la universalidad del pecado en términos de no
dar en el blanco de la gloria de Dios. "Por cuantos todos pecaron, y está n
destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).
Decir que "nadie es perfecto" o que "errar es humano" es reconocer la
universalidad del pecado. Todos somos pecadores y todos tenemos
necesidad de la redenció n.
El pecado puede definirse como "el no conformarse o el transgredir
cualquier ley de Dios, otorgada como la norma para las criaturas
racionales". Hay tres dimensiones cruciales en esta definició n. En primer
lugar, el pecado es la no conformidad o el no poder cumplir plenamente
algo. Constituye el no cumplimiento de la ley de Dios. Un pecado de
omisió n es el fracaso de hacer lo que Dios ordena. Si nos ordena amar al
pró jimo y no lo amamos, eso es pecado.
En segundo lugar, el pecado es definido como una transgresió n a la ley.
Transgredir una leyes pasar por alto sus barreras, traspasar sus límites.
Por eso es que podemos describir al pecado como "una invasió n al
derecho de propiedad". Caminamos por donde no se nos permite caminar.
En este caso hablamos de pecados por comisió n, cuando cometemos
acciones prohibidas por Dios. Cuando la ley de Dios se pronuncia en
términos negativos, "No hará s tal o cual cosa", y nosotros hacemos lo que
no está permitido, pecamos.
En tercer lugar, el pecado es una acció n realizada por criaturas que
tienen uso de razó n. Por ser criaturas creadas a la imagen de Dios, somos
agentes morales libres. Porque tenemos una mente y una voluntad, somos
capaces de realizar acciones morales. Pecamos siempre que hacemos algo
que sabemos que está mal, y elegimos desobedecer la ley de Dios.
El protestantismo rechaza la diferencia clá sica establecida en la
teología cató lica entre los pecados veniales y los pecados mortales. La
teología cató lica clá sica define un pecado mortal como un pecado que
"mata" la gracia en el alma y requiere renovar la justificació n mediante el
sacramento de la penitencia. Un pecado venial es un pecado de menor
gravedad. No destruye la gracia salvífica.
Juan Calvino declaró que todo pecado contra Dios es un pecado mortal
en cuanto merece la muerte, pero ningú n pecado es mortal en el sentido
que destruye nuestra justificació n por la fe.
El protestantismo afirma que cualquier pecado es grave. Hasta el
pecado má s pequeñ o es un acto de rebeldía contra Dios. Todos los
pecados constituyen un acto de traició n có smica, un intento fú til por
destronar a Dios en su autoridad soberana.
Sin embargo, la Biblia considera a algunos pecados má s atroces que
otros. Hay grados de maldad del mismo modo que habrá grados de
castigo en el tribunal de la justicia de Dios. Jesú s reprendió a los Fariseos
por haber omitido cumplir con las cuestiones má s importantes de la ley, y
reconvino a las ciudades de Betsaida y Corazín diciéndoles que su pecado
era peor que el de Sodoma y Gomorra (Mateo 11:20-24).
La Biblia también nos advierte sobre la culpa incurrida al pecar
mú ltiples veces. Aunque Santiago nos enseñ a que pecar contra una parte
de la leyes pecar contra toda la ley (Santiago 2: 10), cada transgresió n
particular añ ade má s culpa. Pablo nos previene de no atesorar ira para el
día de la ira (Romanos 2:1-11).
Cada vez que cometemos un pecado estamos agrandando nuestra culpa
y nuestra exposició n a la ira de Dios. Sin embargo, la gracia de Dios es
mayor que toda nuestra culpa junta.
La Biblia toma al pecado muy en serio porque toma a Dios muy en
serio, y también toma en serio a los seres humanos.
Cuando pecamos contra Dios, estamos violando su santidad. Cuando
pecamos contra nuestro pró jimo, estamos violando su humanidad.
RESUMEN
1. El significado bíblico del pecado es errar el blanco de la justicia de
Dios.
2. Todos los seres humanos son pecadores.
3. El pecado comprende el fracaso de no conformarse a algo (de omisió n) y
la transgresió n (de comisió n) de la ley de Dios.
4. Solo los agentes morales pueden ser culpables de pecado.
5. El protestantismo rechaza la diferencia entre pecados mortales y veniales,
pero afirma que hay pecados má s graves que otros.
6. Con cada pecado que se comete se incurre en mayor culpa.
7. El pecado viola a Dios y a las personas.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 2:1-11, Romanos 3:10-26, Romanos 5: 12-19, Santiago 1:12-
15, 1 Juan 1:8-10.
2. EL PECADO ORIGINAL
Fue Jimmy Cricket quien dijo deja que tu conciencia sea siempre tu
guía". Este es un buen consejo si nuestra conciencia ha sido instruida por
la Palabra de Dios y dirigida por ella. Sin, embargo, si nuestra conciencia
es ignorante de la Escritura e sido cauterizada o endurecida por repetidos
pecados, la Teología de Jimmy Cricket puede ser desastrosa.
La conciencia juega un papel importante en la vida cristiana. Resulta
vital, sin embargo, que la comprendamos correctamente.
La conciencia ha sido descrita como una voz interior de Dios que
nuestra mente utiliza para acusarnos o excusarnos de los pecados.
Incluye dos elementos bá sicos:
(1) Una conciencia o realizació n interna del bien y del mal, y:
(2) Una habilidad mental para aplicar leyes, normas, y preceptos a
situaciones concretas.
En Romanos 2:15, Pablo nos enseñ a que Dios ha escrito Sin ley sobre el
corazó n humano. La conciencia humana ha sido instruida por la
revelació n de la ley de Dios, que É l ha implantado en el corazó n humano.
Las personas tienen una responsabilidad moral de que su conciencia
les dicte. Es pecado actuar en contra de conciencia de uno. En la Dieta de
Lutero declaró : "Mi conciencia está cautiva de la Palabra de
Dios porque hacer contra la conciencia no tranquiliza ni estaría bien" La
respuesta de Lutero demuestra dos principios bíblicos importantes. En
primer lugar, que la conciencia debe ser instruida o "hecha cautiva" por la
Palabra de Dios. La conciencia puede ser mal enseñ ada o cauterizarse, o
apagarse, por los pecados repetidos una vez tras otra. El pecado habitual
o la aceptació n de la sociedad del pecado nos pueden endurecer tanto que
acallemos la voz de la conciencia y pequemos sin ningú n remordimiento.
Por otro lado, si nuestra conciencia nos convence de que algo es ilegal o
pecaminoso, aunque en realidad no sea pecaminoso, igualmente estaría
mal que lo hiciésemos. Hacer lo que consideramos mal, aunque no sea en
realidad mal, es pecar. Pablo nos enseñ a que cualquier cosa que no
provenga de fe, es pecado (Romanos 14:23). En dicha instancia, actuar en
contra de la conciencia no nos tranquilizaría ni estaría bien.
RESUMEN
1. La conciencia es una buena guía ú nicamente cuando ha sido
instruida y dirigida por Dios.
2. La conciencia es una voz moral dentro nuestro que nos acusa o nos
excusa de nuestras acciones.
3. Es un pecado actuar en contra de la conciencia.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Lucas 11:39-44, Romanos 2:12-16, Romanos 14:23, Tito 1:15
11. EL PECADO IMPERDONABLE.
1 Conoció Adá n a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por
voluntad de Jehová he adquirido varó n.
2 Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue
labrador de la tierra.
3 Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una
ofrenda a Jehová .
4 Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo má s gordo de
ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;
5 pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañ ó Caín en
gran manera, y decayó su semblante.
6 Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañ ado, y por qué ha decaído
tu semblante?
7 Si bien hicieres, ¿no será s enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a
la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñ oreará s de él.
Vv. 1—7. Cuando nació Caín, Eva dijo: He engendrado un varó n del
Señ or. Quizá pensó que era la simiente prometida. De ser así, tuvo una
amarga desilusió n. Abel significa vanidad: cuando ella pensó que tenía la
simiente prometida en Caín, cuyo nombre significa posesió n, ella se
absorbió tanto con él que otro hijo era como vanidad para ella. Fíjese que
cada hijo tenía un llamamiento.
La voluntad de Dios para todos es que cada uno tenga algo que hacer en
este mundo. Los padres deben criar a sus hijos para trabajar. Deles una
Biblia y un llamamiento, decía el buen señ or Dod, y Dios sea con ellos.
Podemos suponer que, después de la caída, Dios mandó a Adá n que
derramara la sangre de animales inocentes y, una vez muertos, quemara
parte o todos los cuerpos con fuego. Así fueron prefigurados el castigo
que merecen los pecadores, esto es, la muerte del cuerpo, y la ira de Dios,
de la cual el fuego es un emblema bien conocido, ademá s de los
sufrimientos de Cristo.
Observe que la adoració n religiosa de Dios no es un invento nuevo. Fue
desde el comienzo; es el buen camino antiguo, Jeremías 6: 16. Las
ofrendas de Caín y Abel fueron diferentes. Caín demostró un orgulloso
corazó n incrédulo.
En consecuencia, él y su ofrenda fueron rechazados. Abel llegó en
calidad de pecador y, conforme a lo establecido por Dios, por medio de su
sacrificio expresaba humildad, sinceridad y obediencia y fe. De este modo,
al buscar el beneficio del nuevo pacto de misericordia, por medio de la
Simiente prometida, su sacrificio tenía una expresió n que Dios aceptó .
Abel ofrendó en fe pero no Caín, Hebreos 11: 4. En todas las épocas ha
habido dos clases de adoradores, a la manera de Caín y Abel; a saber, los
orgullosos y endurecidos que desprecian el método de salvació n del
evangelio, que intentan agradar a Dios con métodos diseñ ados por ellos
mismos; y, los creyentes humildes que se acercan a él por el camino que él
ha revelado.
Caín se entregó a la ira maligna contra Abel. Albergó un espíritu
maligno de descontento y rebelió n contra Dios. Dios nota todas nuestras
pasiones y descontentos pecaminosos. No hay mirada de enojo, envidia o
de fastidio que escape a su ojo vigilante. El Señ or razonó con este hombre
rebelde; si tomaba el camino correcto, sería aceptado. Algunos entienden
esto como un anuncio de misericordia.
“Si no hicieres bien, el pecado, esto es, la ofrenda por el pecado está a la
puerta y tú pudieras beneficiarte de ella”. La misma palabra significa
pecado y sacrificio por el pecado. “Aunque no hayas hecho bien, no te
desesperes todavía; el remedio está a la mano”. Se dice que Cristo, la gran
ofrenda por el pecado, está a la puerta, Apocalipsis 3: 20. Bien merecen
perecer en sus pecados los que no van a la puerta a pedir el beneficio de
esta ofrenda por el pecado.
La aceptació n de la ofrenda de Abel por parte de Dios no cambió el
derecho de primogenitura haciéndolo suyo; entonces, ¿por qué había de
enojarse tanto Caín? Los apasionamientos e inquietudes pecaminosas se
desvanecen cuando se busca en forma estricta y justa la causa.
CAÍN MATA A ABEL, Y LA MALDICIÓN DE CAÍN.
8 Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando
ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató .
9 Y Jehová dijo a Caín: ¿Dó nde está Abel tu hermano? Y él respondió : No sé.
¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?
10 Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí
desde la tierra.
11 Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de
tu mano la sangre de tu hermano.
12 Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero
será s en la tierra.
13 Y dijo Caín a Jehová : Grande es mi castigo para ser soportado.
14 He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré
errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me
hallare, me matará .
15 Y le respondió Jehová : Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete
veces será castigado. Entonces Jehová puso señ al en Caín, para que no lo
matase cualquiera que le hallara.
Vv. 8—15. La maldad del corazó n termina en el asesinato hecho con las
manos. Caín mató a Abel, su propio hermano, el hijo de su propia madre, a
quien debiera haber amado; a su hermano menor, a quien debiera haber
protegido; un hermano bueno, que nunca le había hecho nada malo.
¡Qué efectos fatales del pecado de nuestros primeros padres fueron
estos, y có mo deben de haberse llenado de angustia sus corazones!
Observe el orgullo, la incredulidad y la soberbia de Caín. Niega el crimen,
como si pudiera ocultarlo de Dios. Trata de tapar un homicidio deliberado
con una mentira deliberada. El asesinato es un pecado que clama. La
sangre pide sangre, la sangre del asesino por la sangre del asesinado.
¿Quién conoce el alcance y el peso de una maldició n divina, cuá n lejos
llega, cuá n profundo penetra? Los creyentes se salvan de ella só lo en
Cristo, y heredan la bendició n. Caín fue maldecido por la tierra. É l halló su
castigo ahí donde eligió su suerte y puso su corazó n. Toda criatura es para
nosotros lo que Dios la haga, un consuelo o una cruz, una bendició n o una
maldició n. La maldad del malo trae maldició n a todo lo que hacen y a todo
lo que tienen. Caín se queja, no de su pecado, sino de su castigo. Se
muestra gran dureza de corazó n cuando nos preocupan má s nuestros
sufrimientos que nuestros pecados.
Dios tiene propó sitos sabios y santos al prolongar las vidas hasta de los
hombres má s malos. Vano es inquirir cuá l fue la señ al puesta sobre Caín.
Indudablemente era conocida tanto como marca de infamia sobre Caín, y
como señ al de Dios para que no lo mataran.
Abel hablaba aú n estando muerto. Habla de la odiosa culpa del crimen y
nos avisa que debemos reprimir los primeros accesos de ira y nos enseñ a
que el justo debe esperar persecució n. También, que hay un estado futuro
y una recompensa eterna para disfrutar, por fe en Cristo y su sacrificio
expiatorio. É l nos habla de la excelencia de la fe en el sacrificio y la sangre
expiatoria del Cordero de Dios. Caín mató a su hermano porque sus
propias obras eran malas y las de su hermano, justas, 1a Juan 3: 12.
Como consecuencia de la enemistad puesta entre la Simiente de la
mujer y la simiente de la serpiente estalló la guerra, que se ha librado
continuamente desde entonces. En esta guerra estamos todos
comprometidos, nadie es neutral; nuestro Capitá n ha declarado que él
que no es conmigo, contra mí es. Apoyemos decididamente, pero con
mansedumbre, la causa de la verdad y justicia contra Sataná s.
LA CONDUCTA DE CAÍN Y SU FAMILIA.
19 Y Lamec tomó para sí dos mujeres; el nombre de la una fue Ada, y el
nombre de la otra, Zila.
20 Y Ada dio a luz a Jabal, el cual fue padre de los que habitan en tiendas y
crían ganados.
21 Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre de todos los que
tocan arpa y flauta.
22 Y Zila también dio a luz a Tubal-caín, artífice de toda obra de bronce y de
hierro; y la hermana de Tubal-caín fue Naama.
23 Y dijo Lamec a sus mujeres: Ada y Zila, oíd mi voz; Mujeres de Lamec,
escuchad mi dicho: Que un varó n mataré por mi herida, Y un joven por mi
golpe.
24 Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo
será .
Vv. 19—24. Uno de la perversa raza de Caín es el primero que se
registra quebrantando la ley del matrimonio. Hasta aquí, un hombre tenía
só lo una esposa a la vez; pero Lamec tomó dos.
Las ú nicas cosas sobre las que pone su corazó n la perversa gente carnal
son las cosas de este mundo, y son sumamente astutos y diligentes al
respecto. Así ocurrió con la raza de Caín. Aquí había un padre de pastores
y un padre de mú sicos, pero no un padre de fieles. Aquí hay uno que
enseñ a sobre el bronce y el hierro, pero no hay quien enseñ e el buen
conocimiento del Señ or: aquí hay recursos para enriquecerse y para ser
poderoso y estar alegres, pero nada de Dios, de su temor y su servicio.
Las cosas presentes llenan las cabezas de la mayoría. Lamec tenía
enemigos, a quienes había provocado. Hace una comparació n entre él
mismo y su antepasado Caín; y se elogia por ser mucho menos criminal.
Parece abusar de la paciencia de Dios al dispensar a Caín, tomando eso
como un estímulo para tener la expectativa de pecar y no recibir castigo.
EL NACIMIENTO DE OTRO HIJO Y NIETO DE ADÁN.
25 Y conoció de nuevo Adá n a su mujer, la cual dio a luz un hijo, y llamó su
nombre Set: Porque Dios (dijo ella) me ha sustituido otro hijo en lugar de
Abel, a quien mató Caín.
26 Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enó s. Entonces los
hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová .
Vv. 25, 26. Nuestros primeros padres fueron consolados en su aflicció n
por el nacimiento de un hijo, al que llamaron Set, esto es: ‘sustituto’,
‘establecido’ o ‘colocado’; en su simiente la humanidad continuaría hasta
el fin del tiempo, y de él descendería el Mesías.
Mientras Caín, la cabeza de la apostasía, es hecho un errante, Set, de
quien iba a venir la iglesia verdadera, es uno establecido. En Cristo y su
iglesia está el ú nico establecimiento verdadero. Set anduvo en los pasos
de su martirizado hermano Abel; fue partícipe de una fe igualmente
preciosa en la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo y, así, llegó a
ser un nuevo testigo de la gracia e influencia de Dios Espíritu Santo. Dios
concedió a Adá n y Eva que vieran el avivamiento religioso en su familia.
Los adoradores de Dios empezaron a hacer má s en religió n; algunos,
por una profesió n franca de la verdadera religió n, protestaban contra la
maldad del mundo circundante. Mientras peores sean los demá s, mejores
debemos ser nosotros, y má s celosos. Entonces empezó la distinció n entre
profesantes y profanos, la cual ha seguido desde entonces y seguirá
mientras haya mundo.
CAPÍTULO
5
ADÁN Y SET
1 É ste es el libro de las generaciones de Adá n. El día en que creó Dios al
hombre, a semejanza de Dios lo hizo.
2 Varó n y hembra los creó ; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adá n, el
día en que fueron creados.
3 Y vivió Adá n ciento treinta añ os, y engendró un hijo a su semejanza,
conforme a su imagen, y llamó su nombre Set.
4 Y fueron los días de Adá n después que engendró a Set, ochocientos añ os, y
engendró hijos e hijas.
5 Y fueron todos los días que vivió Adá n novecientos treinta añ os; y murió .
Vv. 1—5. Adá n fue hecho a imagen de Dios; pero estando caído
engendró un hijo a su propia imagen, pecador y corrupto, frá gil, miserable
y mortal, como él mismo. No solamente hombre como él mismo,
compuesto de cuerpo y alma, sino pecador como él mismo. Esto es lo
contrario de la semejanza divina en que fue hecho Adá n; habiéndola
perdido, no podía transmitirla a su simiente. Adá n vivió 930 añ os en total;
y entonces murió , conforme a la sentencia dictada: “al polvo volverá s”.
Aunque no murió el día en que comió el fruto prohibido, ese mismo día
se volvió mortal. Entonces empezó a morir; toda su vida posterior no fue
sino una ejecució n demorada, una vida condenada y perdida; fue una vida
moribunda y desolada. La vida del hombre no es sino un morir
gradualmente.
LOS PATRIARCAS DESDE SET A ENOC.
12 Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne
había corrompido su camino sobre la tierra.
13 Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está
llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la
tierra.
14 Hazte un arca de madera de gofer; hará s aposentos en el arca, y la
calafateará s con brea por dentro y por fuera.
15 Y de esta manera la hará s: de trescientos codos la longitud del arca, de
cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura.
16 Una ventana hará s al arca, y la acabará s a un codo de elevació n por la
parte de arriba; y pondrá s la puerta del arca a su lado; y le hará s piso bajo,
segundo y tercero.
17 Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir
toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay
en la tierra morirá .
18 Má s estableceré mi pacto contigo, y entrará s en el arca tú , tus hijos, tu
mujer, y las mujeres de tus hijos contigo.
19 Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterá s en el
arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra será n.
20 De las aves segú n su especie, y de las bestias segú n su especie, de todo
reptil de la tierra segú n su especie, dos de cada especie entrará n contigo,
para que tengan vida.
21 Y toma contigo de todo alimento que se come, y almacénalo, y servirá de
sustento para ti y para ellos.
Vv. 12—21. Dios contó a Noé su propó sito de destruir el mundo malo
con agua. La comunió n íntima del Señ or es con los que le temen, Salmo
25: 14. Está con los creyentes capacitá ndolos para entender y aplicar las
declaraciones y advertencias de la palabra escrita. Dios optó por hacerlo
con inundació n de las aguas que anegarían el mundo.
Al elegir la vara con que corrige a sus hijos, É l escoge la espada con que
corta a sus enemigos. Dios estableció su pacto con Noé. Este es el primer
lugar de la Biblia en que se halla la palabra “pacto”; parece significar,
1. El acuerdo de providencia; que el curso de la naturaleza continuará hasta
el fin del tiempo.
2. El pacto de gracia en que Dios será el Dios de Noé, y que de su simiente
Dios tomaría un pueblo para sí. Dios dio ó rdenes a Noé para que hiciera
un arca.
Esta arca era como el casco de un navío, adecuado para flotar sobre las
aguas. Era muy grande, la mitad del tamañ o de la catedral de San Pablo
[Londres, Inglaterra]. Y podría contener má s de dieciocho de las naves
má s grandes usadas en nuestro tiempo. Dios hubiera podido salvar a Noé
sin ponerlo a pasar trabajos, dolores ni problemas, pero lo empleó para
construir lo que iba a ser el medio de preservarlo, para prueba de su fe y
obediencia.
La providencia y la gracia de Dios poseen y coronan al obediente y
diligente. Dios dio a Noé ó rdenes específicas sobre có mo hacer el arca,
que, por tanto, no podían sino ser perfectas para su propó sito.
Dios prometió a Noé que él y su familia serían mantenidos vivos en el
arca. Probablemente nosotros y nuestras familias tengamos el beneficio
de lo que hacemos por obediencia a Dios. La piedad de los padres da bien
a sus hijos en esta vida y los encamina má s por la senda a la vida eterna, si
ellos mejoran.
Vv. 17. La cosa má s notable acerca del mundo antiguo es su
destrucció n por el diluvio.
FE Y OBEDIENCIA DE NOÉ.
22 Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó .
V. 22. La fe de Noé triunfó sobre todos los razonamientos corruptos.
Armar un edificio tan grande, como nunca antes había visto, y
proporcionar comida para las criaturas vivas, iba a requerir de él mucha
dedicació n, trabajo y gastos. Sus vecinos se iban a reír de él. Pero todas
esas objeciones superó Noé por la fe; su obediencia era pronta y resuelta.
Habiendo empezado a construir, no lo dejó hasta que hubo terminado: así
hizo él y así debemos hacerlo nosotros. Tuvo temor del diluvio y, por
tanto, preparó el arca.
En la advertencia dada a Noé hay una advertencia aú n má s solemne
dada a nosotros: huir de la ira venidera que raerá el mundo de los
incrédulos arrojá ndolos al abismo de la destrucció n. Cristo, el verdadero
Noé, que nos consolará personalmente, ya preparó el arca por sus
sufrimientos y bondadosamente nos invita a entrar por fe. Mientras dure
el día de su paciencia, oigamos y obedezcamos su voz.
CAPÍTULO
7
NOÉ, SU FAMILIA Y LAS CRIATURAS VIVAS ENTRAN AL ARCA Y
EMPIEZA EL DILUVIO.
13 En este mismo día entraron Noé, y Sem, Cam y Jafet hijos de Noé, la mujer
de Noé, y las tres mujeres de sus hijos, con él en el arca;
14 ellos, y todos los animales silvestres segú n sus especies, y todos los
animales domesticados segú n sus especies, y todo reptil que se arrastra
sobre la tierra segú n su especie, y toda ave segú n su especie, y todo pá jaro
de toda especie.
15 Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había
espíritu de vida.
16 Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había
mandado Dios; y Jehová le cerró la puerta.
Vv. 13—16. Las criaturas voraces fueron hechas mansas y manejables;
sin embargo, cuando la circunstancia hubo terminado, fueron las mismas
que antes, pues el arca no modificó su naturaleza. Los hipó critas de la
iglesia que se conforman exteriormente a las leyes de esa arca, siguen sin
cambiar, y, en uno u otro momento, mostrará n de qué clase son. Dios
siguió cuidando a Noé. Dios cerró la puerta para asegurarlo y mantenerlo
a salvo en el arca; también dejó afuera para siempre a todos los demá s. En
qué forma fue hecho esto, es algo que no ha placido a Dios dar a conocer.
Hay mucho que ver de nuestros deberes y privilegios en el evangelio en la
seguridad de Noé en el arca.
El apó stol lo hace tipo del bautismo cristiano, 1a Pedro 3: 20, 21.
Obsérvese, entonces, que es nuestro gran deber, en obediencia al llamado
del evangelio, mediante una fe viva en Cristo, ir por el camino de
salvació n que Dios ha provisto para los pobres pecadores. Los que entran
en el arca deben traer a cuantos puedan con ellos, mediante buenas
instrucciones, convenciéndolos y a través de un buen ejemplo.
Hay suficiente espacio en Cristo para todos los que acudan. Dios puso a
Adá n en el paraíso pero no le cerró la puerta; luego, él mismo se expulsó ;
pero cuando Dios pone a Noé en el arca, y cuando lleva un alma a Cristo, la
salvació n es segura: no es seguridad nuestra, sino la mano del Mediador.
Pero la puerta de la misericordia pronto quedará cerrada para aquellos
que ahora la toman a la ligera. Llame ahora, y se le abrirá , Lucas 13: 25.
EL DESARROLLO DEL DILUVIO POR CUARENTA DÍAS.
17 Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra; y las aguas crecieron, y
alzaron el arca, y se elevó sobre la tierra.
18 Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra; y flotaba
el arca sobre la superficie de las aguas.
19 Y las aguas subieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que
había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos.
20 Quince codos má s alto subieron las aguas, después que fueron cubiertos
los montes.
Vv. 17—20. El diluvio fue creciendo durante cuarenta días. Las aguas
subieron tan alto que las cumbres de los montes má s elevados quedaron
tapados por má s de veinte pies [poco má s de 6 metros). En la tierra no
hay un lugar tan elevado que ponga a los hombres fuera del alcance de los
juicios de Dios. La mano de Dios alcanzará a todos sus enemigos, Salmo
21, 8. Cuando creció el diluvio, el arca de Noé fue levantada y las aguas,
que rompían todo lo demá s, sostuvieron el arca.
Eso que para los incrédulos es señ al de muerte para muerte, para los
fieles es señ al de vida para vida.
TODA CARNE DESTRUIDA POR EL DILUVIO.
21 Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra, así de aves como de
ganado y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y todo
hombre.
22 Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que
había en la tierra, murió .
23 Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el
hombre hasta la bestia, los reptiles, y las aves del cielo; y fueron raídos de
la tierra, y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca.
24 Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días.
V. 21—24. Murieron todos los hombres, mujeres y niñ os que había en
el mundo, excepto los que estaban en el arca. Podemos imaginar
fá cilmente el terror que los embargó . Nuestro Salvador nos dice que hasta
el mismo día en que llegó el diluvio, ellos estaban comiendo y bebiendo,
Lucas 27, 26, 27; estaban sordos y ciegos a todas las advertencias divinas.
La muerte los sorprendió en esta postura. Ellos se convencieron de su
necedad cuando ya era demasiado tarde. Podemos suponer que
intentaron todos los medios posibles para salvarse, pero todo fue en vano.
Los que no se encuentran en Cristo, el Arca, ciertamente será n
destruidos, destruidos para siempre. ¡Hagamos una pausa y
consideremos este tremendo juicio! ¿Qué puede prevalecer delante del
Señ or cuando él está airado? El pecado de los pecadores será su ruina,
temprano o tarde, si no se arrepienten.
El Dios justo sabe llevar la ruina al mundo de los impíos, 2ª Pedro 3, 5.
¡Qué terrible será el día del juicio y de la perdició n de los hombres impíos!
Felices los que son parte de la familia de Cristo y que como tales está n a
salvo con É l; ellos pueden esperar sin desmayo y regocijarse de que
triunfará n cuando el fuego queme la tierra y todo lo que en ella hay.
Podemos suponer algunas distinciones favorables en nuestro propio caso
o cará cter, pero, si descuidamos, rechazamos o abusamos de la salvació n
de Cristo, pese a las imaginadas ventajas, seremos destruidos en la ruina
comú n de un mundo incrédulo.
PECADO ORIGINAL. CORRUPCION TOTAL.
EXPOSICIÓN DE LA DOCTRINA.
La doctrina de la corrupció n total aparece en la confesió n de
Westminster de la manera siguiente; "Por este pecado nuestros primeros
padres cayeron de su rectitud original y perdieron la comunió n con Dios,
y por tanto quedaron muertos en el pecado y totalmente corrompidos en
todas las facultades y partes del alma y del cuerpo"
"Siendo ellos el tronco de la raza humana, la culpa de este pecado le fue
imputada, y la misma muerte en el pecado y la naturaleza corrompida se
transmitieron a la posterioridad que desciende de ellos segú n la
generació n ordinaria.
El alcance y los efectos del pecado original San Pablo, Agustín y Calvino
toman como punto de partida el hecho de que toda la humanidad pecó en
Adá n y que todos los hombres son "inexcusables" Ro. 2:1. Pablo recalca
una y otra vez que estamos muertos, Efe. 2:12. Podemos notar en este
versículo el énfasis quíntuple que hace el apó stol colocando frase sobre
frase para acentuar dicha verdad.
La doctrina de la corrupció n total, que declara que el hombre sean igual
de malos, ni que no exista persona alguna sin alguna virtud, ni que la
naturaleza humana sea mala en sí misma. Lo que significa es que el
hombre desde la caída se encuentra bajo la maldició n del pecado, y que es
incapaz de amar a Dios.
El hombre no regenerado puede, debido a la gracia comú n, amar a sus
familiares, ser buen ciudadano, quizá de donar un milló n de pesos para un
hospital, pero no puede dar ni un simple vaso de agua fría a un discípulo
en el nombre de Jesú s. Un hombre si fuere borracho, puede que logre
abstienes de la bebida por laguna razó n; pero jamá s podrá hacerlo por
amor a Dios.
PRUEBAS BIBLICAS: I Cor. 2:14, Gen. 2:17, Rom. 5:12, II Cor. 1:9, Efe. 2:1-
3; 12, Jer. 13:23, Sal. 51:5, Jn. 3:5 Ro. 3:10-12.
LA IRA DE DIOS
1 Y se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que
estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y
disminuyeron las aguas.
2 Y se cerraron las fuentes del abismo y las cataratas de los cielos; y la lluvia
de los cielos fue detenida.
3 Y las aguas decrecían gradualmente de sobre la tierra; y se retiraron las
aguas al cabo de ciento cincuenta días.
Vv. 1—3. Toda la raza de la humanidad, salvo Noé y su familia, estaban
ahora muertos, de modo que el acordarse Dios de Noé, fue el retorno de
su misericordia a la humanidad, a la cual no había exterminado por
completo. Las exigencias de la justicia divina habían sido contestadas por
la ruina de los pecadores. Dios envió el viento para secar la tierra y selló
sus aguas.
La misma mano que trae la desolació n debe traer la liberació n; por
tanto, debemos mirar siempre esa mano. Cuando las aflicciones han
hecho la obra para la cual fueron enviadas, sea obra que mata o que cura,
será n quitadas.
Como la tierra no fue anegada en un día, tampoco se secó en un día.
Dios suele liberar gradualmente a su pueblo para que no sea despreciado
el día de las cosas pequeñ as ni haya desconsuelo por el día de las grandes
cosas.
EL ARCA DESCANSA SOBRE EL ARARAT Y NOÉ MANDA UN CUERVO Y
UNA PALOMA.
4 Y reposó el arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes, sobre los
montes de Ararat.
5 Y las aguas fueron decreciendo hasta el mes décimo; en el décimo, al
primero del mes, se descubrieron las cimas de los montes.
6 Sucedió que al cabo de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que
había hecho,
7 y envió un cuervo, el cual salió , y estuvo yendo y volviendo hasta que las
aguas se secaron sobre la tierra.
8 Envió también de sí una paloma, para ver si las aguas se habían retirado de
sobre la faz de la tierra.
9 Y no halló la paloma donde sentar la planta de su pie, y volvió a él al arca,
porque las aguas estaban aú n sobre la faz de toda la tierra. Entonces él
extendió su mano, y tomá ndola, la hizo entrar consigo en el arca.
10 Esperó aú n otros siete días, y volvió a enviar la paloma fuera del arca.
11 Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde; y he aquí que traía una hoja de
olivo en el pico; y entendió Noé que las aguas se habían retirado de sobre
la tierra.
12 Y esperó aú n otros siete días, y envió la paloma, la cual no volvió ya má s a
él.
Vv. 4—12. El arca descansó sobre una montañ a, hacia donde fue
dirigida por la sabia y bondadosa providencia de Dios, para que pudiera
descansar má s pronto. Dios tiene tiempos y lugares de reposo para su
pueblo después de haber sido zarandeado; y muchas veces É l hace
provisió n para que se establezca có moda y oportunamente, sin
estratagemas propias de ellos, y completamente má s allá de lo que ellos
pudieran prever.
Dios había dicho a Noé cuando vendría el diluvio, aunque no le dio una
revelació n detallada de los tiempos y pasos por los cuales terminaría. El
conocimiento de lo anterior era necesario para la preparació n del arca,
pero el conocimiento de lo ú ltimo hubiera servido só lo para satisfacer la
curiosidad; el ocultá rselo ejercitaría su fe y paciencia. Noé envió a un
cuervo del arca que siguió volando y comiendo de los cadá veres que
flotaban. Luego Noé envió una paloma que volvió , la primera vez, sin
buena noticia; pero la segunda vez, trajo en su pico una hoja que había
arrancado de un olivo, mostrando simplemente que los á rboles, los
frutales, empezaban a aparecer sobre el agua.
La segunda vez Noé envió la paloma a los siete días de la primera, y la
tercera vez fue también a los siete días; probablemente en el día de
reposo. Habiendo guardado el día de reposo con su pequeñ a iglesia, él
esperaba una bendició n especial del cielo y preguntó por ella. La paloma
es un emblema de un alma bondadosa que, no hallando paz o satisfacció n
firmes en este mundo inundado y corrupto, regresa a Cristo como a su
arca, como a su Noé, su reposo.
El corazó n carnal, como el cuervo, se arregla con el mundo y come de la
carroñ a que encuentra ahí; pero, vuelve a mi reposo, oh alma mía, a tu
Noé, así dice la palabra, Salmo 116: 7. Como Noé sacó su mano, tomó la
paloma y la atrajo a él, al interior del arca, así Cristo salvará , ayudará y
acogerá a los que huyen a É l en busca de reposo.
NOÉ SALE DEL ARCA HABIÉNDOLE MANDADO HACERLO.
20 Y edificó Noé un altar a Jehová , y tomó de todo animal limpio y de toda ave
limpia, y ofreció holocausto en el altar.
21 Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazó n: No volveré má s a
maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazó n del
hombre es malo desde su juventud; ni volveré má s a destruir todo ser
viviente, como he hecho.
22 Mientras la tierra permanezca, no cesará n la sementera y la siega, el frío y
el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche.
Vv. 20—22. Noé ahora iba a salir a un mundo desolado, donde, uno
hubiera podido pensar, su primera preocupació n debiera ser edificar una
casa para él, pero empieza con un altar para Dios.
Empieza bien quien empieza con Dios. Aunque el ganado de Noé era
poco y salvado con gran cuidado y trabajo, él no se quejó para servir de
ello a Dios. Servir a Dios con lo poco que tenemos es la manera de hacerlo
crecer; nunca debemos pensar que es desperdicio aquello con que
honramos a Dios.
La primera cosa hecha en el nuevo mundo fue un acto de adoració n.
Ahora tenemos que expresar nuestro agradecimiento, no con holocaustos,
sino con alabanza, devociones y conversaciones piadosas. Dios se sintió
bien agradado con lo que se hizo. La carne quemada no puede agradar
má s a Dios que la sangre de toros y machos cabríos, salvo como tipo del
sacrificio de Cristo y como expresió n de la fe y la consagració n humilde de
Noé a Dios.
El diluvio eliminó la raza de hombres malos, pero no quitó el pecado de
la naturaleza del hombre, que siendo concebido y nacido en pecado,
piensa, imagina y ama la maldad, aun desde su juventud, y tanto antes
como después del diluvio. Pero Dios por gracia declaró que nunca
anegaría de nuevo al mundo.
Mientras permanezca la tierra, y el hombre en ella, habrá verano e
invierno. Es claro que esta tierra no va a permanecer para siempre. En
breve debe ser quemada junto con todas las obras de ella; y veremos
nuevos cielos y una nueva tierra, cuando todas estas cosas sean
deshechas.
Pero en la medida que permanece la providencia de Dios hará que el
curso de los tiempos y de las estaciones prosiga y cada una tenga su lugar.
Y basados en esta palabra, confiamos en que así sea. Vemos que se
cumplen las promesas de Dios a las criaturas y podemos inferir que de la
misma manera será n cumplidas sus promesas a todos los creyentes.
CAPÍTULO
9
DIOS BENDICE A NOÉ Y LE CONCEDE LA CARNE COMO ALIMENTO.
18 Y los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet; y Cam es
el padre de Canaá n.
19 Estos tres son los hijos de Noé, y de ellos fue llena toda la tierra.
20 Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viñ a;
21 y bebió del vino, y se embriagó , y estaba descubierto en medio de su
tienda.
22 Y Cam, padre de Canaá n, vio la desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos
hermanos que estaban afuera.
23 Entonces Sem y Jafet tomaron la ropa, y la pusieron sobre sus propios
hombros, y andando hacia atrá s, cubrieron la desnudez de su padre,
teniendo vueltos sus rostros, y así no vieron la desnudez de su padre.
Vv. 18—23. La embriaguez de Noé está registrada en la Biblia, con esa
transparencia que solamente se halla en la Escritura, como caso y prueba
de la debilidad e imperfecció n humana, aunque haya sido tomado de
sorpresa por el pecado, y para mostrar que el mejor de los hombres no
puede estar en pie si no depende de la gracia divina y es sostenido por
ella. Cam parece haber sido un hombre malo y, probablemente, se alegró
de encontrar a su padre en una situació n impropia.
De Noé se dice que era perfecto en sus generaciones, capitulo 6: 9; pero
esto se refiere a la sinceridad, no a la perfecció n sin pecado. Noé, que se
mantuvo sobrio en compañ ía de borrachos, ahora está borracho en
compañ ía de sobrios. El que piensa que está firme, mire que no caiga.
Tenemos que poner mucho cuidado cuando usamos abundantemente las
buenas cosas creadas por Dios, para no usarlas en exceso, Lucas 21: 34.
La consecuencia del pecado de Noé fue la vergü enza. Obsérvese aquí el
gran mal del pecado de la ebriedad. Descubre a los hombres; cuando
está n ebrios delatan los males que tienen, y, entonces, se les sacan
fá cilmente los secretos. Los porteros borrachos mantienen las puertas
abiertas. Trae desgracia a los hombres y los expone al desprecio. En la
medida que los delata los avergü enza. Cuando está n embriagados, los
hombres dicen y hacen cosas que, estando sobrios, los haría enrojecer
só lo el pensarlo.
Fíjese el cuidado de Sem y Jafet para tapar la vergü enza de su padre.
Hay un manto de amor que se puede poner sobre las faltas de todos, 1ª
Pedro 4, 8. Ademá s de eso, hay un manto de reverencia que se puede
poner sobre las faltas de los padres y de otros superiores. La bendició n de
Dios espera a quienes honran a sus padres, y su maldició n se enciende
especialmente contra quienes los deshonran.
NOÉ MALDICE A CANAÁN, BENDICE A SEM, ORA POR JAFET, Y SU
MUERTE.
1 É stas son las generaciones de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet, a quienes
nacieron hijos después del diluvio.
2 Los hijos de Jafet: Gomer, Magog, Madai, Javá n, Tubal, Mesec y Tiras.
3 Los hijos de Gomer: Askenaz, Rifat y Togarma.
4 Los hijos de Javá n: Elisa, Tarsis, Quitim y Dodanim.
5 De éstos se poblaron las costas, cada cual segú n su lengua, conforme a sus
familias en sus naciones.
6 Los hijos de Cam: Cus, Mizraim, Fut y Canaá n.
7 Y los hijos de Cus: Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca. Y los hijos de
Raama: Seba y Dedá n.
Vv. 1—7. Este capítulo habla de los tres hijos de Noé, que de estos se
esparcieron las naciones en la tierra. Ninguna nació n, excepto los judíos,
puede estar segura de cuá l de estos setenta desciende. Por amor al
Mesías, solo los judíos conservaron la lista de nombres de padres e hijos.
Sin embargo, muchos hombres doctos han mostrado, con alguna
probabilidad, qué naciones de la tierra descendieron de cada uno de los
hijos de Noé.
A la posteridad de Jafet fueron asignadas las islas de los gentiles;
probablemente, la isla de Bretañ a entre las demá s.
Todos los lugares de ultramar má s allá de Judea son llamados islas,
Jeremías 25: 22 [o costas, RVR 1960]. Esa promesa, Isaías 42: 4, “las
costas esperará n su ley”, habla de la conversió n de los gentiles a la fe de
Cristo.
NIMROD EL PRIMER MONARCA.
8 Y Cus engendró a Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra.
9 É ste fue vigoroso cazador delante de Jehová ; por lo cual se dice: Así como
Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová .
10 Y fue el comienzo de su reino Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de
Sinar.
11 De esta tierra salió para Asiria, y edificó Nínive, Rehobot, Cala,
12 y Resén entre Nínive y Cala, la cual es ciudad grande.
13 Mizraim engendró a Ludim, a Anamim, a Lehabim, a Naftuhim,
14 a Patrusim, a Casluhim, de donde salieron los filisteos, y a Caftorim.
Vv. 8—14. Nimrod fue un gran hombre en su época; él comenzó a ser
poderoso en la tierra. Los anteriores a él se contentaban con estar al
mismo nivel de su pró jimo y, aunque cada hombre reinaba en su propia
casa, ningú n hombre pretendía ser má s. Nimrod estaba decidido a
enseñ orearse de sus vecinos. El espíritu de los gigantes de antes del
diluvio, que llegaron a ser hombres poderosos y hombres de renombre,
Génesis 6: 4, revivió en él. Nimrod fue vigoroso cazador.
En aquel entonces cazar era el método de impedir el aumento dañ ino
de las bestias salvajes. Esto requería mucho valor y destreza y así dio a
Nimrod, una oportunidad para mandar a los demá s y, paulatinamente,
sumó una cantidad de hombres bajo un jefe. Probablemente desde tal
comienzo Nimrod empezó a gobernar y a obligar a los demá s a someterse.
É l invadió los derechos y propiedades de sus vecinos y persiguió a
hombres inocentes; proponiéndose hacer todo suyo por la fuerza y la
violencia. Ejecutó sus opresiones y la violencia desafiando al mismo Dios.
Nimrod fue un gran rey. De una u otra forma, por la razó n o la fuerza,
obtuvo poder y, así, fundó una monarquía que fue el terror del fuerte y
con buenas probabilidades de gobernar todo el mundo. Nimrod fue un
gran constructor. Obsérvese en Nimrod la naturaleza de la ambició n.
No tiene límites; lo mucho quiere tener má s, y todavía clama: Dame,
dame. Es incansable; Nimrod, cuando tuvo cuatro ciudades bajo su
mando, no pudo contentarse hasta que tuvo cuatro má s. Es cara; Nimrod
prefería encargarse de levantar ciudades si no tenía el honor de
gobernarlas. Es atrevida, y ante nada se detendrá .
El nombre de Nimrod significa rebelió n; los tiranos entre los hombres
son rebeldes ante Dios. Vienen días en que los conquistadores no ya será n
encomiados, como en las historias parciales del hombre; má s bien
llevará n el sello de la infamia, como en los registros imparciales de la
Biblia.
LOS DESCENDIENTES DE CANAÁN Y LOS HIJOS DE SEM.
15 Y Canaá n engendró a Sidó n su primogénito, a Het,
16 al jebuseo, al amorreo, al gergeseo,
17 al heveo, al araceo, al sineo,
18 al arvadeo, al zemareo y al hamateo; y después se dispersaron las familias
de los cananeos.
19 Y fue el territorio de los cananeos desde Sidó n, en direcció n a Gerar, hasta
Gaza; y en direcció n de Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboim, hasta Lasa.
20 É stos son los hijos de Cam por sus familias, por sus lenguas, en sus tierras,
en sus naciones.
21 También le nacieron hijos a Sem, padre de todos los hijos de Héber, y
hermano mayor de Jafet.
22 Los hijos de Sem fueron Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram.
23 Y los hijos de Aram: Uz, Hul, Geter y Má s.
24 Arfaxad engendró a Sala, y Sala engendró a Héber.
25 Y a Héber nacieron dos hijos: el nombre del uno fue Péleg, porque en sus
días fue repartida la tierra; y el nombre de su hermano, Joctá n.
26 Y Joctá n engendró a Almodad, Selef, Jasarmá vet, Jera,
27 Adoram, Uzal, Diclá ,
28 Obal, Abimael, Seba,
29 Ofir, Havila y Jobab; todos éstos fueron hijos de Joctá n.
30 Y la tierra en que habitaron fue desde Mesa en direcció n de Sefar, hasta la
regió n montañ osa del oriente.
31 É stos fueron los hijos de Sem por sus familias, por sus lenguas, en sus
tierras, en sus naciones.
32 É stas son las familias de los hijos de Noé por sus descendencias, en sus
naciones; y de éstos se esparcieron las naciones en la tierra después del
diluvio.
1 Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras.
2 Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra
de Sinar, y se establecieron allí.
3 Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozá moslo con fuego. Y
les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla.
4 Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cú spide
llegue al cielo; y hagá monos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre
la faz de toda la tierra.
Vv. 1—4. ¡Con cuá nta prontitud se olvidan los hombres de los juicios
má s graves y vuelven a sus crímenes anteriores! Aunque la devastació n
del diluvio estaba delante de sus ojos, aunque surgieron de la simiente del
justo Noé, aú n durante su vida, la maldad aumenta en forma excesiva.
Nada sino la gracia santificadora del Espíritu Santo puede quitar la
lujuria pecaminosa de la voluntad humana y la depravació n del corazó n
del hombre. El propó sito de Dios era que la humanidad formara muchas
naciones y poblara toda la tierra.
Despreciando la voluntad divina y contrariando el consejo de Noé, el
grueso de la humanidad se unió para edificar una ciudad y una torre que
les impidiera ser separados. Empezó la idolatría y Babel llegó a ser una de
sus principales sedes.
Ellos se hicieron mutuamente má s osados y resueltos. Aprendamos a
estimularnos mutuamente al amor y a las buenas obras, así como los
pecadores se incitan y alientan unos a otros a las malas obras.
LA CONFUSIÓN DE LAS LENGUAS: Y DISPERSIÓN DE LOS
CONSTRUCTORES DE BABEL.
5 Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de
los hombres.
6 Y dijo Jehová : He aquí el pueblo es uno, y todos estos tienen un solo
lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo
que han pensado hacer.
7 Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno
entienda el habla de su compañ ero.
8 Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de
edificar la ciudad.
9 Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová
el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la
tierra.
Vv. 5—9. He aquí una expresió n a la manera de los hombres:
“Descendió Jehová para ver la ciudad”. Dios es justo y bueno en todo lo
que hace contra el pecado y los pecadores y no condena a nadie sin oírlo.
El pío Heber no se encuentra en este grupo impío; pues él y los suyos
son llamados hijos de Dios; sus almas no se unieron a la asamblea de
estos hijos de los hombres. Dios permitió que ellos llegaran a cierto punto
para que las obras de sus manos, de las cuales se prometían honra
perdurable para sí mismos, resultasen para su reproche eterno. Dios tiene
fines sabios y santos al permitir que los enemigos de su gloria ejecuten en
gran medida sus malos proyectos y prosperen por largo tiempo.
Observe la sabiduría y misericordia de Dios en los métodos usados para
derrotar esta empresa. Y la misericordia de Dios al no hacer el castigo
igual a la ofensa; pues É l no nos trata conforme a nuestros pecados.
La sabiduría de Dios, al establecer una forma segura de detener sus
procedimientos. Si no se podían entender entre sí, no podrían ayudarse
uno a otro; esto apartaría de la edificació n. Dios tiene diversos medios, y
eficaces, para frustrar y derrotar los proyectos de hombres orgullosos que
se ponen en su contra y, en particular, los divide entre ellos mismos. A
pesar de su unidad y obstinació n, Dios estaba por encima de ellos; ¿pues
quién ha endurecido su corazó n contra É l y ha prosperado? Su lenguaje
fue confundido.
Por ellos todos sufrimos hasta hoy todos los dolores y problemas
necesarios para aprender idiomas, todo ello por la rebeldía de nuestros
antepasados de Babel. Y, ¡vaya!, cuá ntas desdichadas disputas, peleas de
palabras, surgen por entender mal unos las palabras de otros, y, por todo
lo que sabemos, se deben a esta confusió n de lenguas. Ellos dejaron de
edificar la ciudad. La confusió n de sus lenguas no só lo los incapacitó para
ayudarse unos a otros sino que vieron la mano del Señ or contra ellos. Es
sabiduría dejar algo en cuanto nos damos cuenta que Dios se opone a ello.
Dios puede destruir y reducir a nada todas las artes y designios de los
constructores de Babel: no hay sabiduría ni consejo que pueda levantarse
contra el Señ or. Los constructores se fueron conforme a sus familias y las
lenguas que hablaban a los países y lugares asignados a ellos.
Los hijos de los hombres nunca se volvieron a juntar, ni jamá s se
reunirá n nuevamente, hasta el gran día en que el Hijo del hombre se
siente en el trono de su gloria y todas las naciones se reú nan ante É l.
LOS DESCENDIENTES DE SEM.
10 É stas son las generaciones de Sem: Sem, de edad de cien añ os, engendró a
Arfaxad, dos añ os después del diluvio.
11 Y vivió Sem, después que engendró a Arfaxad, quinientos añ os, y engendró
hijos e hijas.
12 Arfaxad vivió treinta y cinco añ os, y engendró a Sala.
13 Y vivió Arfaxad, después que engendró a Sala, cuatrocientos tres añ os, y
engendró hijos e hijas.
14 Sala vivió treinta añ os, y engendró a Héber.
15 Y vivió Sala, después que engendró a Héber, cuatrocientos tres añ os, y
engendró hijos e hijas.
16 Héber vivió treinta y cuatro añ os, y engendró a Peleg.
17 Y vivió Héber, después que engendró a Peleg, cuatrocientos treinta añ os, y
engendró hijos e hijas.
18 Peleg vivió treinta añ os, y engendró a Reu.
19 Y vivió Peleg, después que engendró a Reu, doscientos nueve añ os, y
engendró hijos e hijas.
20 Reu vivió treinta y dos añ os, y engendró a Serug.
21 Y vivió Reu, después que engendró a Serug, doscientos siete añ os, y
engendró hijos e hijas.
22 Serug vivió treinta añ os, y engendró a Nacor.
23 Y vivió Serug, después que engendró a Nacor, doscientos añ os, y engendró
hijos e hijas.
24 Nacor vivió veintinueve añ os, y engendró a Taré.
25 Y vivió Nacor, después que engendró a Taré, ciento diecinueve añ os, y
engendró hijos e hijas.
26 Taré vivió setenta añ os, y engendró a Abram, a Nacor y a Hará n.
Vv. 10—26. He aquí una genealogía, o lista de nombres, que termina en
Abram, el amigo de Dios, y así conduce a Cristo, la Simiente prometida,
que era el hijo de Abram. Nada queda en el registro sino sus nombres y
edades; pareciera que el Espíritu Santo se apresurase a pasar por ellos
hacia la historia de Abram.
¡Cuá n poco sabemos de aquellos que pasaron antes que nosotros en
este mundo, aun de aquellos que vivieron en los mismos lugares en que
nosotros vivimos, como, igualmente, sabemos poco de aquellos que viven
en lugares distantes! Tenemos bastante qué hacer para dirigir nuestra
propia obra. Cuando empezó a poblarse la tierra, las vidas de los hombres
empezaron a acortarse; esto fue sabia disposició n de la Providencia.
TARÉ, EL PADRE DE ABRAM, ABUELO DE LOT: Y VIAJE A HARÁN.
27 É stas son las generaciones de Taré: Taré engendró a Abram, a Nacor y a
Hará n; y Hará n engendró a Lot.
28 Y murió Hará n antes que su padre Taré en la tierra de su nacimiento, en
Ur de los caldeos.
29 Y tomaron Abram y Nacor para sí mujeres; el nombre de la mujer de
Abram era Sarai, y el nombre de la mujer de Nacor, Milca, hija de Hará n,
padre de Milca y de Isca.
30 Má s Sarai era estéril, y no tenía hijo.
31 Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Hará n, hijo de su hijo, y a Sarai
su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos,
para ir a la tierra de Canaá n; y vinieron hasta Hará n, y se quedaron allí.
32 Y fueron los días de Taré doscientos cinco añ os; y murió Taré en Hará n.
Vv. 27—32. Aquí comienza la historia de Abram, cuyo nombre es
famoso en ambos Testamentos. Hasta los hijos de Heber se habían vuelto
adoradores de dioses falsos. Los que, por gracia son herederos de la tierra
prometida, debían recordar cuá l era la tierra de su nacimiento, esto es,
cuá l era su estado corrupto y pecador por naturaleza.
Los hermanos de Abram eran Nacor, de cuya familia tuvieron sus
esposas Isaac y Jacob, y Hará n, el padre de Lot, que murió antes que su
padre. Los hijos no pueden estar seguros de sobrevivir a sus padres.
Hará n murió en Ur, antes de la feliz salida de la familia de ese país
idó latra. Nos concierne apresurarnos a salir de nuestro estado natural, no
sea que la muerte nos sorprenda en él. Aquí leemos de la salida de Abram
desde Ur de los caldeos, con su padre Taré, su sobrino Lot y el resto de su
familia, obedeciendo la llamada de Dios.
Este capítulo los deja a medio camino entre Ur y Canaá n, donde
habitaron hasta la muerte de Taré. Muchos llegan a Hará n y, sin embargo,
no llegan a Canaá n; no está n lejos del reino de Dios y, no obstante, nunca
llegan allí.
CAPÍTULO
12
DIOS LLAMA A ABRAM Y LO BENDICE CON LA PROMESA DE CRISTO.
6 Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el encino de
More; y el cananeo estaba entonces en la tierra.
7 Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y
edificó allí un altar a Jehová , quien le había aparecido.
8 Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda,
teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová ,
e invocó el nombre de Jehová .
9 Y Abram partió de allí, caminando y yendo hacia el Neguev.
Vv. 6—9. Abram halló la tierra poblada por cananeos que eran malos
vecinos. É l viajó , y siguió adelante aú n. A veces la suerte de los hombres
buenos es no estar establecidos y, a menudo, cambiar a diversos estados.
Los creyentes deben considerarse como peregrinos y extranjeros en este
mundo, Hebreos 11: 8, 13, 14. Pero observe cuá nto consuelo tenía Abram
en Dios.
Cuando tuvo escasa satisfacció n en sus contactos con los cananeos que
allí encontró , tuvo abundante placer en la comunió n con aquel Dios que lo
había llevado hasta ahí, y que no lo desamparó . La comunió n con Dios se
mantiene por la palabra y la oració n. Dios se revela É l mismo y sus
favores en forma gradual a su pueblo; antes había prometido mostrarle a
Abram la tierra; ahora, promete dá rsela: a medida que crece la gracia,
crece el consuelo.
Pareciera que Abram lo entendió también como la concesió n de una
tierra mejor, de la cual esta era tipo, porque esperaba un país celestial,
Hebreos 11: 16. Abram se estableció tan pronto como llegó a Canaá n, y
aunque no era sino extranjero y peregrino ahí, mantuvo la adoració n de
Dios en su familia. No só lo se preocupó de la parte ceremonial de la
religió n, la presentació n de sacrificios, sino tomó conciencia de buscar a
Dios e invocar su nombre, el sacrificio espiritual con el cual se agrada
Dios.
Predicaba sobre el nombre del Señ or; enseñ ó a su familia y a sus
vecinos el conocimiento del Dios verdadero y de su santa religió n. La
adoració n familiar es un buen camino antiguo, nada nuevo, sino la antigua
costumbre de los santos. Abram era rico y tuvo una familia numerosa, aun
no estaba establecido, y estaba rodeado de enemigos; sin embargo,
doquiera levantara su campamento, edificaba un altar: donde quiera que
vayamos no dejemos de llevar nuestra religió n con nosotros.
ABRAM ES LLEVADO A EGIPTO POR UNA HAMBRUNA: Y FINGE QUE SU
ESPOSA ES SU HERMANA.
1 Subió , pues, Abram de Egipto hacia el Neguev, él y su mujer, con todo lo que
tenía, y con él Lot.
2 Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro.
3 Y volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Bet-el, hasta el lugar donde
había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai,
4 al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre
de Jehová .
Vv. 1—4. Abram era muy rico: él estaba muy pesado, así es la palabra
hebrea; pues las riquezas son una carga; y los que será n ricos só lo se
cargan con barro espeso, Habacuc 2: 6. Hay una carga de cuidado al
obtener riquezas, miedo de perderlas, tentació n de usarlas, culpa por
abusar de ellas, pena por perderlas, y un peso de la rendició n de cuentas
que, por ú ltimo, debe ser dada por ellas. Sin embargo, Dios en su
providencia a veces hace ricos a los hombres buenos, y de este modo la
bendició n de Dios hizo rico a Abram sin penas, Proverbios 10: 22.
Aunque es difícil que un rico entre al cielo, en algunos casos puede ser,
Marcos 10: 23, 24. Vaya, la prosperidad externa, si es bien administrada,
es un ornamento de la piedad y una oportunidad para hacer má s bien.
Abram se fue a Betel. Su altar no estaba así que no puede ofrendar
sacrificio; pero invocó el nombre del Señ or. Es má s fá cil encontrarse un
hombre vivo sin respirar que uno del pueblo de Dios sin orar.
PELEA DE LOS PASTORES DE ABRAM Y LOS DE LOT Y ABRAM DA LA
ELECCIÓN DE PAÍS A LOT.
5 También Lot, que andaba con Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas.
6 Y la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones
eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar.
7 Y hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del
ganado de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en la tierra.
8 Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos,
entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos.
9 ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si
fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a
la izquierda.
Vv. 5—9. Las riquezas no só lo dan lugar a la discordia siendo las cosas
por las que má s corrientemente se pelea; sino que también pueden incitar
un espíritu contencioso, haciendo que la gente se enorgullezca y se ponga
codiciosa. Mío y tuyo son los grandes productores de rabia del mundo. La
pobreza y el trabajo, las carencias y los vagabundeos no pudieron separar
a Abram y Lot pero sí las riquezas.
Los malos siervos a menudo han hecho mucho mal en las familias y
entre los vecinos, por su orgullo y pasió n, mintiendo, calumniando y
llevando chismes. Aquellos que así hacen son los agentes del diablo y los
peores enemigos de sus amos. Lo que empeoró la pelea fue que los
cananeos y ferezeos habitaban la tierra. Las peleas de los profesantes son
el reproche de la religió n y dan ocasió n de blasfemar a los enemigos del
Señ or.
Mejor es conservar la paz, que no sea rota pero la otra cosa mejor es, si
se presentan diferencias, sofocar con toda velocidad el fuego que está
empezando. El intento de apaciguar esta discordia fue hecho por Abram
aunque él era el hombre anciano y má s grande. Abram se demuestra
como hombre de espíritu sereno que mandaba su pasió n y que sabía
có mo calmar la ira con una respuesta blanda. Aquellos que mantengan la
paz nunca deben devolver mal por mal.
De espíritu condescendiente (Abram) estuvo dispuesto a implorar aú n
a su inferior para estar en paz. El pueblo de Dios debe estar por la paz sea
lo que sea que los demá s apoyen. El ruego de Abram por la paz fue muy
poderoso.
Que la gente de la tierra contienda por fruslerías; pero no caigamos
nosotros que sabemos cosas mejores y que esperamos un país mejor. Los
profesantes de la fe deben tener sumo cuidado para evitar contiendas.
Muchos profesan estar por la paz sin hacer nada por ella: no así Abram.
Cuando Dios condesciende a rogarnos que nos reconciliemos, bien
podemos rogarnos unos a otros. Aunque Dios había prometido a Abram
darle esta tierra a su simiente, sin embargo, ofreció una parte igual o
mejor a Lot que no tenía un derecho igual; y él, bajo la protecció n de la
promesa de Dios, no actuaría con dureza con su pariente. Noble es estar
dispuesto a renunciar en aras de la paz.
LOT ELIGE VIVIR EN SODOMA.
10 Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordá n, que toda ella era de
riego, como el huerto de Jehová , como la tierra de Egipto en la direcció n
de Zoar, antes que destruyese Jehová a Sodoma y a Gomorra.
11 Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordá n; y se fue Lot hacia
el oriente, y se apartaron el uno del otro.
12 Abram acampó en la tierra de Canaá n, en tanto que Lot habitó en las
ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma.
13 Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en
gran manera.
Vv. 10—13. Habiendo Abram ofrecido la opció n a Lot, éste la aceptó de
inmediato. La pasió n y el egoísmo hacen maleducados a los hombres. Lot
miró la bondad de la tierra; por tanto, no dudó que florecería ciertamente
en un suelo tan fértil. Pero ¿qué salió de ello? Aquellos que, al elegir
relaciones, llamamientos, habitaciones o establecimientos, son guiados y
gobernados por la lujuria de la carne, la lujuria del ojo o el orgullo de la
vida, no pueden esperar la presencia o bendició n de Dios. Corrientemente
se desilusionan hasta de aquellos a los que principalmente apuntan. Este
principio debe dirigir todas nuestras opciones. Que lo ó ptimo para
nosotros es lo que es ó ptimo para nuestras almas.
Lot consideró poco la maldad de los habitantes. Los hombres de
Sodoma eran pecadores osados e impú dicos. Esta era la iniquidad de
Sodoma, el orgullo, la hartura de pan y la abundancia de ocio, Ezequiel 16,
49. Dios da a menudo una gran abundancia a los grandes pecadores. Con
frecuencia ha sido la suerte vejadora de los hombres buenos el vivir entre
vecinos malos; y debe ser má s doloroso si, como Lot aquí, se lo han
acarreado a sí mismos por mala elecció n.
DIOS RENUEVA SU PROMESA A ABRAM, QUE SE VA
A HEBRÓN.
14 Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus
ojos, y mira desde el lugar donde está s hacia el norte y el sur, y al oriente
y al occidente.
15 Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para
siempre.
16 Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede
contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada.
17 Levá ntate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la
daré.
18 Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre,
que está en Hebró n, y edificó allí altar a Jehová .
Vv. 14—18. Los mejor preparados para las visitas de la gracia divina,
son aquellos cuyos espíritus está n calmos y no alterados por la pasió n.
Dios compensará abundantemente con paz espiritual lo que perdemos
por conservar la paz con el pró jimo. Cuando nuestras relaciones se nos
alejan, Dios no.
Observe también las promesas con que Dios consoló y enriqueció ahora
a Abram. É l le aseguró dos cosas: una buena tierra y una progenie
numerosa para disfrutarla. Las perspectivas vistas por fe son má s ricas y
bellas que aquellas que vemos a nuestro alrededor. Dios le hizo caminar
por la tierra, no para pensar de establecerse en ella sino para estar
siempre sin instalarse y caminar por ella en pos de un Canaá n mejor.
É l edificó un altar como prenda de su agradecimiento a Dios. Cuando
Dios nos satisface con promesas bondadosas, espera que le obedezcamos
con alabanzas humildes. En las dificultades externas muy provechoso es
para el creyente verdadero que medite en la herencia gloriosa que el
Señ or tiene para él al final.
CAPÍTULO
14
LA BATALLA DE LOS REYES Y LOT LLEVADO PRISIONERO.
13 Y vino uno de los que escaparon, y lo anunció a Abram el hebreo, que
habitaba en el encinar de Mamre el amorreo, hermano de Escol y
hermano de Aner, los cuales eran aliados de Abram.
14 Oyó Abram que su pariente estaba prisionero, y armó a sus criados, los
nacidos en su casa, trescientos dieciocho, y los siguió hasta Dan.
15 Y cayó sobre ellos de noche, él y sus siervos, y les atacó , y les fue siguiendo
hasta Hoba al norte de Damasco.
16 Y recobró todos los bienes, y también a Lot su pariente y sus bienes, y a las
mujeres y demá s gente.
Vv. 13—16. Abram aprovecha esta oportunidad para dar una prueba
real de que es verdaderamente amigo de Lot. Nosotros debemos estar
listos para socorrer a los que está n en problemas, especialmente
parientes y amistades. Aunque el pró jimo haya faltado a sus deberes para
con nosotros, aun así no debemos descuidar nuestro deber para con ellos.
Abram rescató a los cautivos. Al tener la oportunidad debemos hacer el
bien a todos.
MELQUISEDEC BENDICE A ABRAM.
21 Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas, y toma para
ti los bienes.
22 Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Jehová Dios
Altísimo, creador de los cielos y de la tierra,
23 que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que
es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram;
24 excepto solamente lo que comieron los jó venes, y la parte de los varones
que fueron conmigo, Aner, Escol y Mamre, los cuales tomará n su parte.
Vv. 21—24. Observe la oferta de gratitud del rey de Sodoma a Abram:
“Dame las personas y toma para ti los bienes”. La gratitud nos enseñ a a
recompensar lo má s que podamos, a quienes han soportado fatigas, han
corrido riesgos y han gastado para nuestro servicio y provecho. Abram
rehusó generosamente esta oferta. Acompañ a su rechazo con una buena
razó n:
“Para que no digas: Yo enriquecí a Abram”, lo cual se reflejaría en la
promesa y pacto de Dios, como si el Señ or no hubiera enriquecido a
Abram sin los despojos de Sodoma. El pueblo de Dios, en aras de su
propio crédito, debe tener cuidado de hacer algo que parezca mezquino o
mercenario o que tenga resabios de codicia e interés propio. Abram
puede confiar en el Dueñ o del cielo y la tierra que le proveerá .
CAPÍTULO
15
DIOS DA ÁNIMO A ABRAM.
2 Y respondió Abram: Señ or Jehová , ¿qué me dará s, siendo así que ando sin
hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?
3 Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi
heredero un esclavo nacido en mi casa.
4 Luego vino a él palabra de Jehová , diciendo: No te heredará éste, sino un
hijo tuyo será el que te heredará .
5 Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las
puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.
6 Y creyó a Jehová , y le fue contado por justicia.
Vv. 2—6. Aunque nunca debemos quejarnos de Dios tenemos permiso
para quejarnos a É l, y expresarle todas nuestras aflicciones. Es consolador
para un espíritu cargado presentar su caso a un amigo fiel y compasivo.
La queja de Abram es que no tenía hijo; que probablemente nunca iba a
tener uno; que la falta de un hijo era un problema tan grande para él que
le quitaba todo consuelo. Si suponemos que Abram no miraba má s que la
comodidad externa, esa queja habría estado cargada de culpa. Pero si
consideramos que Abram aquí se refería a la Simiente prometida, su
deseo era digno de encomio.
No debemos descansar satisfechos hasta que tengamos pruebas de
nuestro interés en Cristo; ¿de qué me sirve todo si voy sin Cristo? Si
continuamos insistiendo en oració n, no obstante, orando con humilde
sumisió n a la voluntad divina, no buscaremos en vano.
Dios dio a Abram la promesa expresa de un hijo. Los cristianos pueden
creer en Dios respecto de las preocupaciones corrientes de la vida, pero la
fe por la cual son justificados siempre se refiere a la persona y obra de
Cristo. Abram creyó a Dios que le prometía a Cristo; los cristianos creen
en É l como habiendo sido levantado de entre los muertos, Romanos 4: 24.
Por la fe en su sangre han obtenido el perdó n de pecados.
DIOS PROMETE CANAÁN COMO HERENCIA A ABRAM.
7 Y le dijo: Yo soy Jehová , que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a
heredar esta tierra.
8 Y él respondió : Señ or Jehová , ¿en qué conoceré que la he de heredar?
9 Y le dijo: Trá eme una becerra de tres añ os, y una cabra de tres añ os, y un
carnero de tres añ os, una tó rtola también, y un palomino.
10 Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una
enfrente de la otra; mas no partió las aves.
11 Y descendían aves de rapiñ a sobre los cuerpos muertos, y Abram las
ahuyentaba.
Vv. 7—11. Dios dio la seguridad a Abram de tener la tierra de Canaá n
como herencia. Dios nunca promete má s de lo que puede cumplir, que es
lo que hacen a menudo los hombres. Abram hizo como Dios le mandó .
Partió por la mitad las bestias, conforme a la ceremonia acostumbrada
para sellar los pactos, Jeremías 34: 18, 19. Habiendo preparado todo
conforme a lo señ alado por Dios, se puso a esperar la señ al que Dios
pudiera darle.
Debemos mantenernos vigilantes ante nuestros sacrificios espirituales.
Cuando los pensamientos vanos, a la manera de aquellas aves, bajan a
atacar nuestros sacrificios, debemos espantarlos para esperar en Dios sin
distracciones.
LA PROMESA CONFIRMADA EN UNA VISIÓN.
12 Má s a la caída del sol sobrecogió el sueñ o a Abram, y he aquí que el temor
de una grande oscuridad cayó sobre él.
13 Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará
en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos añ os.
14 Mas también a la nació n a la cual servirá n, juzgaré yo; y después de esto
saldrá n con gran riqueza.
15 Y tú vendrá s a tus padres en paz, y será s sepultado en buena vejez.
16 Y en la cuarta generació n volverá n acá ; porque aú n no ha llegado a su
colmo la maldad del amorreo hasta aquí.
Vv. 12—16. Un sueñ o profundo cayó sobre Abram: con este sueñ o cayó
sobre él el horror de una gran oscuridad: un cambio sú bito. Los hijos de la
luz no siempre andan en la luz. Entonces se le anunciaron varias cosas.
1. El sufrimiento de la simiente de Abram por largo tiempo. Será n
extranjeros. Los herederos del cielo son extranjeros en la tierra. Será n
siervos; pero los cananeos sirven bajo maldició n, los hebreos sirven bajo
una bendició n. Ellos sufrirá n. Quienes son bendecidos y amados de Dios a
menudo son afligidos gravemente por los hombres perversos.
2. El juicio de los enemigos de la simiente de Abram. Aunque Dios puede
permitir que perseguidores y opresores pisoteen a su pueblo por largo
tiempo, ciertamente se las verá con ellos al fin.
3. Aquí se anuncia el gran suceso, la liberació n de la simiente de Abram de
Egipto.
4. Su feliz asentamiento en Canaá n. Ellos volverá n de nuevo a Canaá n. La
medida de pecado se llena paulatinamente. La medida de pecado de
algunas personas se llena lentamente. El conocimiento de los sucesos
futuros raramente ayuda a nuestro consuelo. Hay tantas aflicciones en las
familias má s favorecidas y en las vidas má s felices que es misericordioso
de parte de Dios ocultar lo que nos pasará a nosotros y a los nuestros.
LA PROMESA CONFIRMADA POR UNA SEÑAL.
1 Sarai mujer de Abram no le daba hijos; y ella tenía una sierva egipcia, que se
llamaba Agar.
2 Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te
ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y
atendió Abram al ruego de Sarai.
3 Y Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al cabo de diez añ os
que había habitado Abram en la tierra de Canaá n, y la dio por mujer a
Abram su marido.
Vv. 1—3. Sarai que ya no esperaba tener hijos propios, propuso a
Abram que tomara otra esposa, cuyos hijos ella podría adoptar: su
esclava, cuyos hijos serían propiedad de Sarai. Esto fue hecho sin pedir el
consejo del Señ or.
Obró la incredulidad, y olvidaron el poder omnipotente de Dios. Fue un
mal ejemplo y fuente de mú ltiple incomodidad. En toda relació n y
situació n de la vida hay una cruz que debemos llevar: gran parte del
ejercicio de la fe consiste en someterse pacientemente, en esperar el
tiempo del Señ or y usar solamente aquellos medios que É l designa para
remover la cruz.
Las tentaciones necias pueden tener pretensiones muy lindas y estar
pintadas con eso que luce muy plausible. La sabiduría carnal nos saca del
camino de Dios. Esto no sería así si pidiésemos el consejo de Dios por su
palabra y oració n antes de intentar aquello que es dudoso.
LA MALA CONDUCTA DE AGAR CON SARAI.
4 Y él se llegó a Agar, la cual concibió ; y cuando vio que había concebido,
miraba con desprecio a su señ ora.
5 Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta sea sobre ti; yo te di mi sierva por
mujer, y viéndose encinta, me mira con desprecio; juzgue Jehová entre tú
y yo.
6 Y respondió Abram a Sarai: He aquí, tu sierva está en tu mano; haz con ella
lo que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia.
Vv. 4—6. El desdichado matrimonio de Abram con Agar logró muy
pronto hacer mucha maldad. Podemos agradecernos la culpa y pena que
nos siguen cuando nos salimos del camino de nuestro deber. Véalo en este
caso.
La gente apasionada suele pelear con el pró jimo por cosas de las cuales
ellos mismos deben llevar la culpa. Sarai había dado su doncella a Abram
pero ella grita: “Mi afrenta sea sobre ti.” Nunca se dice sabiamente aquello
que el orgullo y la ira ponen en nuestras bocas. No siempre tienen la
razó n aquellos que son má s ruidosos y osados para apelar a Dios: tal es
prisa e imprecaciones osadas hablan corrientemente de culpa y de una
mala causa.
Agar olvidó que ella misma había provocado primero al despreciar a su
señ ora. Aquellos que sufren por sus faltas deben soportarlo con paciencia,
1ª Pedro 2: 20.
EL ÁNGEL MANDA QUE AGAR REGRESE, LA PROMESA PARA ELLA Y EL
NACIMIENTO DE ISMAEL.
7 Y la halló el á ngel de Jehová junto a una fuente de agua en el desierto, junto
a la fuente que está en el camino de Shur.
8 Y le dijo: Agar, sierva de Sarai, ¿de dó nde vienes tú , y a dó nde vas? Y ella
respondió : Huyo de delante de Sarai mi señ ora.
9 Y le dijo el á ngel de Jehová : Vuélvete a tu señ ora, y ponte sumisa bajo su
mano.
10 Le dijo también el á ngel de Jehová : Multiplicaré tanto tu descendencia, que
no podrá ser contada a causa de la multitud.
11 Ademá s le dijo el á ngel de Jehová : He aquí que has concebido, y dará s a luz
un hijo, y llamará s su nombre Ismael, porque Jehová ha oído tu aflicció n.
12 Y él será hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos
contra él, y delante de todos sus hermanos habitará .
13 Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres Dios
que ve; porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve?
14 Por lo cual llamó al pozo: Pozo del Viviente-que-me-ve. He aquí está entre
Cades y Bered.
15 Y Agar dio a luz un hijo a Abram, y llamó Abram el nombre del hijo que le
dio Agar, Ismael.
16 Era Abram de edad de ochenta y seis añ os, cuando Agar dio a luz a Ismael.
Vv. 7—16. Agar estaba fuera de su lugar y fuera del camino de su deber
y seguía descarriá ndose má s cuando el Á ngel la halló . Gran misericordia
es ser detenido en un camino pecador, sea por la conciencia o por la
providencia. ¿De dó nde vienes tú ? Considera que está huyendo del deber
y de los privilegios con que eras bendecida en la tienda de Abram. Bueno
es vivir en una familia religiosa, cosa que debieran considerar aquellos
que tienen esta ventaja.
¿A dó nde irá ? Está corriendo al pecado; si Agar regresa a Egipto,
volverá a los ídolos endiosados y al peligro del desierto por el cual debe
viajar. Recordar quienes somos a menudo nos enseñ a nuestro deber.
Inquirir de dó nde venimos debiera mostrarnos nuestro pecado y
necedad. Considerar donde iremos, descubre nuestro peligro y desgracia.
Aquellos que dejan sus lugares y deberes, deben apresurar su regreso por
mortificante que sea.
La declaració n del Á ngel, “Yo quiero”, señ ala que este Á ngel era la
Palabra eterna e Hijo de Dios. Agar no pudo sino admirar la misericordia
del Señ or y sentir, ¿he sido yo, que soy tan indigna, favorecida con una
bondadosa visita del Señ or?
Ella fue llevada a un mejor temperamento, regresó y con su conducta
ablandó a Sarai y recibió un trato má s amable. ¡Que nosotros seamos
siempre impresionados apropiadamente con este pensamiento: ¡Dios, Tú
me ves!
CAPÍTULO
17
DIOS RENUEVA EL PACTO CON ABRAM.
9 Y le dijeron: ¿Dó nde está Sara tu mujer? Y él respondió : Aquí en la tienda.
10 Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y segú n el tiempo de la vida, he aquí
que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la
tienda, que estaba detrá s de él.
11 Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado
ya la costumbre de las mujeres.
12 Se rió , pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré
deleite, siendo también mi señ or ya viejo?
13 Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será
cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?
14 ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señ alado volveré a ti, y segú n
el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo.
15 Entonces Sara negó , diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No
es así, sino que te has reído.
Vv. 9—15. “¿Dó nde está Sara, tu mujer?” se le preguntó . Fíjese en la
respuesta: “Aquí en la tienda”. A mano, en su lugar adecuado, ocupada en
sus quehaceres domésticos. Nada se consigue con la ociosidad. Aquellos
que má s probablemente reciban consuelo de Dios y sus promesas son los
que está n en su lugar apropiado y atendiendo sus deberes, Lucas 2: 8.
Nosotros somos de lento corazó n para creer y necesitamos línea sobre
línea para lograrlo. Las bendiciones que los demá s tienen de parte de la
providencia comú n, los creyentes lo tienen de la promesa divina, que los
hace muy dulces y muy seguros.
La simiente espiritual de Abraham debe su vida, y gozo, y esperanza y
todo a la promesa. Sara piensa que esto es una noticia demasiado buena
para ser verdad; se ríe y, por tanto, no puede aú n hacerse a la idea para
creerla. Sara rió . Nosotros podemos no pensar que haya habido diferencia
entre la risa de Sara y la de Abraham, capítulo 27: 17.
Pero Aquel que escudriñ a el corazó n vio que una surgía de la
incredulidad y la otra, de la fe. Sara negó haberse reído. Un pecado suele
llevar a otro y es probable que no mantengamos estrictamente la verdad
cuando cuestionamos la verdad divina. Sin embargo, el Señ or reprende,
acusa, acalla y lleva al arrepentimiento a quienes ama cuando pecan ante
él.
DIOS REVELA A ABRAHAM LA DESTRUCCIÓN DE SODOMA.
1 Llegaron, pues, los dos á ngeles a Sodoma a la caída de la tarde; y Lot estaba
sentado a la puerta de Sodoma. Y viéndolos Lot, se levantó a recibirlos, y
se inclinó hacia el suelo,
2 y dijo: Ahora, mis señ ores, os ruego que vengá is a casa de vuestro siervo y
os hospedéis, y lavaréis vuestros pies; y por la mañ ana os levantaréis, y
seguiréis vuestro camino. Y ellos respondieron: No, que en la calle nos
quedaremos esta noche.
3 Má s él porfió con ellos mucho, y fueron con él, y entraron en su casa; y les
hizo banquete, y coció panes sin levadura, y comieron.
4 Pero antes que se acostasen, rodearon la casa los hombres de la ciudad, los
varones de Sodoma, todo el pueblo junto, desde el má s joven hasta el má s
viejo.
5 Y llamaron a Lot, y le dijeron: ¿Dó nde está n los varones que vinieron a ti
esta noche? Sá calos, para que los conozcamos.
6 Entonces Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí,
7 y dijo: Os ruego, hermanos míos, que no hagá is tal maldad.
8 He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varó n; os las sacaré
fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos
varones no hagá is nada, pues que vinieron a la sombra de mi tejado.
9 Y ellos respondieron: Quita allá ; y añ adieron: Vino este extrañ o para habitar
entre nosotros, ¿y habrá de erigirse en juez? Ahora te haremos má s mal
que a ellos. Y hacían gran violencia al varó n, a Lot, y se acercaron para
romper la puerta.
10 Entonces los varones alargaron la mano, y metieron a Lot en casa con
ellos, y cerraron la puerta.
11 Y a los hombres que estaban a la puerta de la casa hirieron con ceguera
desde el menor hasta el mayor, de manera que se fatigaban buscando la
puerta.
12 Y dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí alguno má s? Yernos, y tus hijos y
tus hijas, y todo lo que tienes en la ciudad, sá calo de este lugar;
13 porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha
subido de punto delante de Jehová ; por tanto, Jehová nos ha enviado para
destruirlo.
14 Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas,
y les dijo: Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta
ciudad. Mas pareció a sus yernos como que se burlaba.
15 Y al rayar el alba, los á ngeles daban prisa a Lot, diciendo: Levá ntate, toma
tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el
castigo de la ciudad.
16 Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su
mujer y de las manos de sus dos hijas, segú n la misericordia de Jehová
para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad.
17 Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires
tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas.
18 Pero Lot les dijo: No, yo os ruego, señ ores míos.
19 He aquí ahora ha hallado vuestro siervo gracia en vuestros ojos, y habéis
engrandecido vuestra misericordia que habéis hecho conmigo dá ndome
la vida; mas yo no podré escapar al monte, no sea que me alcance el mal, y
muera.
20 He aquí ahora esta ciudad está cerca para huir allá , la cual es pequeñ a;
dejadme escapar ahora allá (¿no es ella pequeñ a?), y salvaré mi vida.
21 Y le respondió : He aquí he recibido también tu sú plica sobre esto, y no
destruiré la ciudad de que has hablado.
22 Date prisa, escá pate allá ; porque nada podré hacer hasta que hayas
llegado allí. Por eso fue llamado el nombre de la ciudad, Zoar.
23 El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar.
24 Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego
de parte de Jehová desde los cielos;
25 y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores
de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra.
26 Entonces la mujer de Lot miró atrá s, a espaldas de él, y se volvió estatua
de sal.
27 Y subió Abraham por la mañ ana al lugar donde había estado delante de
Jehová .
28 Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura
miró ; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno.
29 Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, Dios se acordó de
Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucció n, al asolar las
ciudades donde Lot estaba.
Vv. 1—29. Lot era bueno pero no había nadie má s del mismo cará cter
en la ciudad. Toda la gente de Sodoma era muy mala y vil. Por tanto, se
tomó el cuidado de salvar a Lot y su familia. Lot se demoró , actuó
frívolamente. Así pues, muchos que está n convictos de su estado
espiritual y de la necesidad de un cambio, difieren esa obra necesaria.
La salvació n de los hombres má s justos es de la misericordia de Dios,
no por sus propios méritos. Somos salvados por gracia. El poder de Dios
debe también reconocerse al sacar almas de un estado de pecado. Si Dios
no hubiera sido misericordioso con nosotros, nuestra demora hubiera
sido nuestra ruina. Lot debe correr por su vida. É l no debe anhelar
Sodoma.
Se dan ó rdenes como estas a quienes, por medio de la gracia, son
librados de un estado y condició n de pecado. No volvá is al pecado ni a
Sataná s. No descanséis en el yo ni en el mundo. Acudid a Cristo y al cielo,
pues eso es escapar a la montañ a, no debiendo deteneros antes de llegar.
En cuanto a esta destrucció n, obsérvese que es una revelació n de la ira de
Dios contra el pecado y los pecadores de todas las edades. Aprendamos de
aquí lo malo de pecar y su naturaleza dañ ina; conduce a la ruina.
PECADO Y DESGRACIA DE LOT.
30 Pero Lot subió de Zoar y moró en el monte, y sus dos hijas con él; porque
tuvo miedo de quedarse en Zoar, y habitó en una cueva él y sus dos hijas.
31 Entonces la mayor dijo a la menor: Nuestro padre es viejo, y no queda
varó n en la tierra que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la
tierra.
32 Ven, demos a beber vino a nuestro padre, y durmamos con él, y
conservaremos de nuestro padre descendencia.
33 Y dieron a beber vino a su padre aquella noche, y entró la mayor, y durmió
con su padre; mas él no sintió cuá ndo se acostó ella, ni cuá ndo se levantó .
34 El día siguiente, dijo la mayor a la menor: He aquí, yo dormí la noche
pasada con mi padre; démosle a beber vino también esta noche, y entra y
duerme con él, para que conservemos de nuestro padre descendencia.
35 Y dieron a beber vino a su padre también aquella noche, y se levantó la
menor, y durmió con él; pero él no echó de ver cuá ndo se acostó ella, ni
cuá ndo se levantó .
36 Y las dos hijas de Lot concibieron de su padre.
37 Y dio a luz la mayor un hijo, y llamó su nombre Moab, el cual es padre de
los moabitas hasta hoy.
38 La menor también dio a luz un hijo, y llamó su nombre Ben-ammi, el cual
es padre de los amonitas hasta hoy.
Vv. 30—38. Véase el peligro de la seguridad. Lot, que se mantuvo casto
en Sodoma, que se lamentaba de la maldad del lugar, y era un testigo
contra ella, cuando está solo en la montañ a y, segú n creía, fuera de la
tentació n, es vencido vergonzosamente. Aquel que piensa que está alto y
firme, cuídese que no caiga. Véase el peligro de la embriaguez; no
solamente es un gran pecado en sí misma, sino que lleva a muchos
pecados, los cuales producen heridas y deshonra perdurables. Muchos
hombres cuando está n ebrios hacen aquello que, cuando está n sobrios, no
podrían pensar sin horrorizarse.
También véanse el peligro de la tentació n, aun de parte de parientes y
amistades, a quienes amamos y estimamos, y esperamos bondad de parte
de ellos. Debemos temer una trampa, donde estemos y siempre estar en
guardia. No puede haber excusas para las hijas ni para Lot.
Difícilmente puede darse razó n del asunto, salvo esta: el corazó n es
engañ oso má s que todas las cosas y perverso: ¿quién lo conoce? Por el
silencio de las Escrituras sobre Lot de ahí en adelante, apréndase que la
ebriedad, así como hacer olvidadizos a los hombres, también hace que
sean olvidados.
1. LA SANTIDAD DE DIOS
1 De allí partió Abraham a la tierra del Neguev, y acampó entre Cades y Shur,
y habitó como forastero en Gerar.
2 Y dijo Abraham de Sara su mujer: Es mi hermana. Y Abimelec rey de Gerar
envió y tomó a Sara.
3 Pero Dios vino a Abimelec en sueñ os de noche, y le dijo: He aquí, muerto
eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido.
4 Má s Abimelec no se había llegado a ella, y dijo: Señ or, ¿matará s también al
inocente?
5 ¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi hermano? con
sencillez de mi corazó n y con limpieza de mis manos he hecho esto.
6 Y le dijo Dios en sueñ os: Yo también sé que con integridad de tu corazó n
has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te
permití que la tocases.
7 Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta, y orará por
ti, y vivirá s. Y si no la devolvieres, sabe que de cierto morirá s tú , y todos
los tuyos.
8 Entonces Abimelec se levantó de mañ ana y llamó a todos sus siervos, y dijo
todas estas palabras en los oídos de ellos; y temieron los hombres en gran
manera.
Vv. 1—8. Las políticas torcidas no prosperará n: nos ponen en peligro a
nosotros y a los demá s.
Dios da aviso a Abimelec de su peligro de pecar, y del peligro de muerte
por su pecado. Todo pecador voluntario es un hombre muerto, pero
Abimelec alega ignorancia. Si nuestra conciencia atestigua que, por haber
sido de alguna manera engañ ados con una trampa, no hemos pecado a
sabiendas contra Dios, será nuestro regocijo en el día malo. Es consolador
para quienes son honestos que Dios conozca su honestidad y la
reconozca.
Es gran misericordia que se nos impida cometer pecado; Dios debe
llevar la gloria en esto. Pero si hemos hecho mal por ignorancia, eso no
nos excusará si persistimos en ello a sabiendas. El que hace mal, sea quien
fuere, príncipe o campesino, ciertamente recibirá su paga por el mal que
ha hecho, a menos que se arrepienta y, en lo posible, haga restitució n.
LA REPRIMENDA DE ABIMELEC A ABRAHAM.
9 Después llamó Abimelec a Abraham, y le dijo: ¿Qué nos has hecho? ¿En qué
pequé yo contra ti, que has atraído sobre mí y sobre mi reino tan grande
pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo.
10 Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué pensabas, para que hicieses esto?
11 Y Abraham respondió : Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de
Dios en este lugar, y me matará n por causa de mi mujer.
12 Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, má s no hija de mi
madre, y la tomé por mujer.
13 Y cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije: É sta
es la merced que tú hará s conmigo, que en todos los lugares adonde
lleguemos, digas de mí: Mi hermano es.
Vv. 9—13. Véase en esto mucha culpa, aun en el padre de los fieles.
Note su desconfianza de Dios, el indebido temor por su vida, su intento de
engañ ar. É l también puso tentació n en el camino de los demá s,
causá ndoles aflicció n, exponiéndose él mismo y a Sara a las justas
reprimendas, y sin embargo, intentó excusarse. Estas cosas quedaron
escritas para nuestra advertencia, no para que las imitemos. Hasta
Abraham no tiene de qué gloriarse.
É l no puede justificarse por sus obras, sino que debe estar agradecido
por la justificació n, a esa justicia que está sobre todos y que es para todos
los que creen. No debemos condenar por hipó critas a todos los que caen
en pecado si no continú an en él. Deje que el impenitente orgulloso se dé
cuenta que no debe seguir pecando, si piensa que la gracia puede
abundar. Abimelec, advertido por Dios, acepta la advertencia; y estando
verdaderamente asustado del pecado y sus consecuencias, se levanta
pronto para seguir las ó rdenes de Dios.
ABIMELEC DEVUELVE A SARA.