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la felicidad.

Ahora bien, para entender


qué es lo que hace a una voluntad buena en sí misma es preciso
introducir la noción kantiana del deber. Kant define el deber
como la buena voluntad “si bien, bajo ciertas restricciones y
obstáculos subjetivos”, es decir, colocada bajo ciertos impedimentos
que no le permiten manifestarse por sí sola. El hombre
no es solo un ser racional sino también sensible, de modo que
sus acciones están determinadas en parte por la razón y en parte
por las inclinaciones: el amor, el odio, la simpatía, el orgullo,
la avaricia, el placer, los gustos, etc. Así, en el hombre hay una
tensión entre la racionalidad y las inclinaciones, entre la ley
moral y “la imperfección subjetiva de la voluntad”. La buena voluntad
se manifiesta precisamente en la tensión o lucha con las
inclinaciones, como una exigencia. En la medida en que ocurre
tal conflicto, la buena voluntad se llama deber. No obstante, Kant
distingue entre:
actos contrarios al deber;
actos conformes al deber (por inclinación mediata o por inclinación inmediata);
actos por deber.
Siguiendo la propuesta de Carpio, recordemos el ejemplo del que ve que alguien se está ahogando
en el río, que sirve para ilustrar las diversas posibilidades.
1) Veo que alguien se está ahogando en el río, es justamente alguien a quien le debo dinero, y
entonces
–movido por una inclinación avara– dejo que se ahogue. En ese caso, es obvio que mi acción
es contraria al deber.
2) Veo que quien se está ahogando en el río es una persona que me debe dinero a mí: corro entonces
a salvarlo, pensando que si no se salva nunca podré cobrar lo que me deben. Mi acción es conforme
al deber: no se puede decir que sea un acto moralmente malo, pero tampoco bueno; es neutro ya
que, una vez más, el motor de la acción ha sido la inclinación (el deseo de recuperar el dinero), y
además una inclinación mediata porque no actué de forma espontánea sino porque esa persona
salvada es un medio para recuperar el dinero.
3) Veo que quien se está ahogando es un ser amado y me arrojo a salvarlo; nuevamente estamos
ante una acción conforme al deber, una acción que coincide con lo que el deber manda, sin embargo
lo hice movido por una inclinación inmediata pues es directamente a esa persona a quien deseo
salvar. Para Kant se trata de otro acto moralmente neutro: ni malo ni bueno.
4) Veo que quien se está ahogando es un absoluto desconocido o incluso un acérrimo enemigo;
y mi inclinación es la indiferencia en un caso o la repugnancia en el otro, sin embargo, el deber
me dice que debo salvarlo, como a cualquier ser humano, y entonces me esfuerzo por salvarlo.
Estamos ante una acción realizada por deber y no por inclinación: es este, entonces, el único
caso en que, según Kant, tenemos una acción moralmente buena. Kant considera que puede

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