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LIBRO 

TERCERO: ACCIONES VOLUNTARIAS E INVOLUNTARIAS

Capítulo I: Actos voluntarios e involuntarios

Las virtudes que se hacen de manera voluntaria son dignas de alabanza, mientras que las
involuntarias son dignas de compasión e indulgencia. También puede suceder que haya una
mezcla entre acciones voluntarias e involuntarias; por ejemplo, un tirano que obligue a un
hombre bajo amenaza a hacer algo que no quiere. 

Acciones mixtas

Si bien estas acciones son mixtas, aquellas están más relacionadas como acciones voluntarias
sólo por el concepto de circunstancia. Además, debemos decir que el principio de la voluntad
reside en los movimientos del propio individuo. Sin embargo, como de cierta el individuo está
obligado a hacer algo que no quiere, decimos que también es involuntario; como
resultado, son acciones mixtas. 

Cuando los hombres son obligados a hacer estas acciones mixtas de manera vergonzosa, se
dice que aquellos hombres tienen honor, pero cuando dicha obligación no es vergonzosa,
entonces el hombre es un mediocre. 

Acciones involuntarias

Si las acciones mixtas son de alguna manera forzosas ¿dónde podemos situar las acciones
netamente involuntarias? para diferenciar una de otra debemos establecer lo forzoso en
términos de dolor y placer.

Acciones dolorosas: quienes actúan por la fuerza y contra su voluntad. 

Acciones placenteras: quienes actúan por la fuerza, pero con voluntad.

Por lo tanto, las acciones involuntarias pertenecen a las que son acciones dolorosas. 

Las acciones y la ignorancia

La ignorancia puede encontrarse en las acciones voluntarias cuando luego de haberlas hecho,


el individuo no siente dolor ni pesar alguno. En el caso de la ignorancia en las acciones
involuntarias es, que cuando luego de haberlas hecho, el individuo siente pesar y dolor. 
Hay una diferencia entre obrar con ignorancia y obrar por ignorancia. Obrar con
ignorancia significa hacer las cosas de manera inconsciente (embriagado
o encolerizado), mientras que obrar por ignorancia es hacer cosas erróneas de
manera consciente. Cabe destacar que la obra con ignorancia va acompañada de
arrepentimiento y pesar. 

Capítulo II: La elección

La elección difiere de lo voluntario porque esto último es más abarcativo que el


primero. Lo voluntario tiene que ver también con lo que es impulsivo, mientras que la
elección es algo que se logra necesariamente con una deliberación (proareis), reflexión
o razón previa. 
El hombre que actúa sensatamente es un hombre que hace elecciones; en cambio, el hombre
incontinente no obra por elección, sino por apetito.

Por otro lado, la elección no es algo impulsivo, al contrario, ésta se logra a través de la
deliberación y tampoco es un deseo (puesto que a veces los deseos son imposibles, no se
puede escoger lo imposible). Recordemos que los deseos son fines, pero la elección se refiere
a los medios para llegar a un fin; por ejemplo, podemos desear estar sanos, pero elegimos el
medio para estar saludables.

La elección y la opinión

La opinión es mucho más abarcativa que la voluntariedad además de referirse a cosas tanto
verdaderas como falsas. Las elecciones solo son buenas o malas, la opinión no es así. También
pueden distinguirse estos dos conceptos debido a que la opinión es utilizada en
el entendimiento (¿qué cosa es esto?), mientras que la elección es utilizada para evitar o
escoger una cosa.

Capítulo III: La deliberación

La deliberación es un tipo de elección, pero nadie puede deliberar en los siguientes


casos:

 Cosmos 
 Matemáticas
 Solsticios
 Sequías 
 Lluvias
 Azar

En efecto, ¿podemos deliberar sobre el agua? ¿sobre la sequía o los solsticios?


evidentemente no. Estas cosas pasan y no se detienen por nuestra deliberación. 

Sobre lo que sí podría deliberar el hombre es sobre lo que está en su poder o es


realizable para él.

 Cuestiones médicas
 Crematística
 Navegación 
 Gimnasia

Es necesario decir que el hombre puede deliberar sobre el arte, pero no sobre las
ciencias exactas. Al igual que la elección, a deliberación se lleva a cabo por los medios
y no por los fines. 
Capítulo IV: La voluntad

Lo voluntario es un fin y como fin entonces es bueno. Sin embargo, esto podría
inducirnos a un error, pues si todo lo voluntario es bueno, si tenemos voluntad en algo
malo no podremos decir que es bueno. Luego todo lo voluntario no puede ser siempre
bueno. 

No obstante, lo voluntario sí es bueno ¿qué hacemos para definir bien la voluntad? La


voluntad sea como sea es un fin y por lo tanto un bien, en lo que puede diferir es en el
sujeto, es decir, el hombre. Por ejemplo, para el hombre bueno la voluntad será un bien,
mientras que para el hombre malo la voluntad será cualquier cosa. 

Capítulo V: El vicio es voluntario

El fin es el objeto de la voluntad tanto como la deliberación y la elección son los medios
para dicho fin. Esto quiere decir que las acciones que elegimos nos llevarán tanto a la
virtud como al vicio. El obrar bello y vicioso siempre está en nuestras manos; por lo
tanto la virtud y el vicio son voluntarios; como otra conclusión, depende de nosotros
nuestro modo de vida, ser buenos o malos.   

La voluntad en el vicio

Al ser dependientes de nuestros actos, hay vicios que dependen y no dependen de


nosotros. Los que dependen de nosotros se censuran pues son deliberados, mientras que
los que no dependen de nosotros no se censuran. 

Capítulo VI: Examen de la valentía

Ya sabemos que la virtud es un término medio entre dos extremos. La valentía es una
virtud puesto que está entre dos extremos: la cobardía y la temeridad. 

Cuando se teme a algo, ese algo es algún tipo de mal: la infamia, la pobreza, la
enfermedad, la falta de amigos o la muerte. El valiente no teme a estas cosas, aunque
hay cosas a las que se tiene que tener miedo como la infamia, si no la temiéramos
seríamos desvergonzados. 
Lo que no teme el valiente sería a la muerte gloriosa. Es decir, morir en una guerra o en
una batalla, pero a la muerte sin gloria es digna de temerse. 

Capítulo VII: Cobardía y temeridad

Todo lo que excede las fuerzas humanas es digno de temerse si el hombre está en su


sano juicio. El valiente siempre estará caracterizado por el temor a lo que debe temerse
como por el valor a las cosas que no deben temerse. 
Por otro lado, tenemos a los que no temen a ninguna cosa en absoluto. Este tipo de
hombres, llamados temerarios, sólo tienen la apariencia de valientes, se dejan llevar por
el deseo y la precipitación a todo.

Capítulo VIII: Especies de valor

Acorde con Aristóteles, el valor puede dividirse en cinco formas:

Valor cívico
Valor experiencial
Coraje
Valor de la confianza
Valor por ignorancia

Veamos uno por uno de qué tratan estos diversos valores que menciona Aristóteles.

Valor cívico

Este es el más parecido al auténtico valor porque consiste en pasar por peligros a
cambio de honor, o de evitar castigos y reproches. De hecho, podríamos decir que este
valor es un cierto tipo de virtud porque desea la gloria y evita la vergüenza. 

Valor experiencial

También se pueden denominar valientes los que tienen experiencia en ciertas cosas
específicas; por ejemplo, los soldados saben a qué temer y no temer en su área
específica (la guerra). Por lo tanto, serían valientes gracias a la experiencia que tienen
en su oficio. 

Coraje

El coraje también resulta muy necesario en la valentía porque para enfrentarse a una
fiera o a un guerrero se necesita tener coraje y lanzarse a ellos. Ahora, el coraje puede
diferir en ciertos puntos porque una cosa es tener coraje a peligros en los cuales será
imposible ganar, y otro, tener coraje a peligros que serán posibles ganar. 

Valor de la confianza

Este tipo de valor en realidad es aparente porque consta de no tener temor debido a la
confianza en triunfos anteriores. Incluso, se puede mostrar imperturbable antes los
peligros imprevistos, pero es sólo una cuestión de carácter.

Valor de la ignorancia 

Este tipo de valor es inferior al anteriormente mencionado porque no tiene ninguna


dignidad.

Capítulo IX: Valor, placer y dolor


El valor pareciera relacionarse mucho más con el dolor que con el placer. Pensemos en
que un hombre es más valiente cuando enfrenta cosas que le inspiran temor que cuando
le inspiran confianza. Aunque cuando se procede con este actuar, la recompensa es
siempre buena para quien lo hace.
En fin, vemos que ser valiente implica una vida dolorosa, pues la gloria no puede
alcanzarse sin esfuerzo. Soportar placeres en realidad no tendría ningún mérito.

Capítulo X: La moderación

En el libro anterior establecimos que la moderación es un término medio entre el dolor y


el placer. 

En cuanto a los placeres, no todos ellos están vinculados con la moderación, pues la
visión como los colores y las formas no tienen un extremo. Tampoco llamamos
moderados o licenciosos a los que tienen afán de escuchar melodías.

Capítulo XI: Deseos en la moderación

Los deseos pueden ser tanto generales como particulares. Los deseos generales se
relacionan con la naturaleza (de hecho, se les llama deseos naturales); por ejemplo, el
apetito. 

El deseo natural tiene que ver con la satisfacción de la necesidad de la naturaleza (el
apetito). Este tipo de deseo es fácil de mantenerse de manera moderada, ya que son
pocos los que son obesos en exceso o flacos en exceso. Por otro lado, tenemos
los deseos particulares donde el exceso es lo central, aunque la cantidad de personas
que comete excesos en los deseos particulares representan menos que la anterior.
El moderado no cae en ninguno de estos placeres en exceso y si deseara algo lo haría
como es debido. Es decir, no se aflige por obtener las cosas inmediatamente.

Capítulo XII: Incontinente

Entre la incontinencia y la cobardía, la primera es mucho más voluntaria que la segunda.


¿Por qué es voluntaria? porque según Aristóteles, la incontinencia es algo que busca
satisfacer un deseo natural, aunque desde otra perspectiva, nadie desea ser intemperante.
Por otro lado, la incontinencia estaría relacionada con el placer más que con el dolor.

En fin, para ser moderado se necesita que el apetito y los deseos estén gobernados por la
razón.

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