Leer a Rilke, por ejemplo, es captar una articulación de nuestras
intuiciones más intensas y extensas, del modo en que el mundo no es
simplemente un conjunto de objetos para nuestro uso, sino que nos plantea una pretensión mayor. Rilke expresa esa pretensión en imágenes de «alabanza» y «hacer interior» que parecen una demanda de atención, de cuidadoso escrutinio, de respeto hacia lo que ahí se anida. Y esa demanda, si bien conectada con lo que somos como seres de lenguaje, no es simplemente de autorrealización. Emana del mundo. Es difícil ser claro en este ámbito precisamente porque esta-, mos profundamente sumidos en un lenguaje de resonancia personal. Mas algo sumamente importante para nosotros está siendo articulado a través de esa parcialidad, aunque sea a tientas y fragmentariamente. Declarar esta clase de pensamiento sin objeto es hacernos a nosotros mismos una tremenda herida. 25.4 He analizado el conflicto sobre el instrumentalismo con cierta extensión porque éste ha sido destacado en el primer plano del estudio acerca de la modernidad durante un par de siglos. Mi intención era aclarar la identidad moderna presentando una lectura del conflicto en la que se aporta el contexto, y espero que se haya ganado algo con ello. Lo que aflora es una perspectiva crítica de la mayoría de las interpretaciones predominantes, por ser demasiado angostas, porque no reconocen plenamente la multiplicidad de los bienes y, por tanto, los conflictos y dilemas que éstos plantean. 693 Lo que aflora también de esta argumentación y de la de los capítulos precedentes es el modo en que varias formas de ceguera selectiva se han ido incrustando y agravando por consideraciones