Está en la página 1de 2

Abdullahi Ahmed an-Na'im se opone a la posibilidad de que una misma

persona pueda tener autoridad en el Estado y en la esfera religiosa


esfera. Para él, permitir que una sola persona tenga autoridad en ambas
esferas sería "peligroso y contraproducente", y conllevaría "el riesgo de
conflictos civiles y violencia" (an-Na'im 2008, 52). Una de las razones de
este requisito se encuentra en la visión de an-Na'im sobre la naturaleza
humana. Asume que los seres humanos tienden a favorecer sus propias
creencias y puntos de vista por encima de los de los demás (an-Na'im
2008, 85). Si se permite la superposición de la autoridad religiosa y la
estatal, también se permitiría influir en el Estado mediante la confianza.
gía. Si bien la superposición de fuentes de autoridad es un problema para
an-Na'im, también considera problemático que las autoridades religiosas
sigan siendo completamente independientes y no estén reguladas. En
tales casos, teme que "los líderes religiosos puedan utilizar esa
independencia para socavar la autoridad política de
el Estado" (an-Na'im 2008, 52). Por lo tanto, la dificultad para el Estado
estriba en el equilibrio entre la libertad y la regulación. Al mismo tiempo
que mantiene la neutralidad religiosa del Estado, debe regular
suficientemente a los grupos religiosos (y a sus líderes) para evitar
cualquier posibilidad de que puedan socavar la autoridad del Estado. Si
el Estado no cumple con esta tarea, pondrá en peligro su neutralidad
religiosa:
el Estado corre el riesgo de convertirse en un Estado religioso. Aunque el
an-Na'im exige la neutralidad del Estado, no significa que la política del
Estado tenga que ser igualmente neutral. Por el contrario (y
contraviniendo un principio básico), la política del Estado debe ser
igualmente neutral.
cipio de la teoría política liberal), un Estado religiosamente neutral no
excluye la influencia de los principios religiosos en la legislación estatal.
Mientras estos principios religiosos sean aceptados y apoyados por la
razón cívica, no se opone a la posibilidad de que la doctrina religiosa se
convierta en ley estatal
(an-Na'im 2008, 139). En otras palabras, aunque existe (y, como sostiene
an-Na'im, debería existir) una interacción entre la religión/el islam y la
política,
el Estado debe permanecer en su posición de observador neutral,
moderador y regulador.
La mayoría de las razones y las condiciones para la separación entre la religión y el Estado,
tal como se ha expuesto anteriormente, son compartidas por an-Na'im y Marsilio de Padua.
De hecho, Marsilio es un firme partidario de la separación de las funciones y los cargos
religiosos y políticos/estatales y
no permite ninguna superposición de autoridades, ni en la esfera secular (una persona ocupa
más de un cargo conflictivo) ni como superposición entre autoridades religiosas y políticas
(Koch 2005, 145, 225). Del mismo modo, Marsilio establece una clara distinción entre el poder
coercitivo (político/secular) y la autoridad moral (religiosa). Las siguientes secciones
reexaminará las afirmaciones de an-Na'im desde una perspectiva marsiliana para demostrar
que ambos autores comparten una concepción similar de la relación
entre la religión, la política estatal y el Estado.
El problema específico al que Marsilio responde en sus tratados políticos es bastante
diferente de cualquier relación del siglo XXI entre religión y política, ya sea en contextos
cristianos o islámicos. Sin embargo, el problema general que aborda es similar tanto en el
siglo XIV como en el XXI. En concreto, Marsilio escribe en el momento álgido de la lucha
por el dominio entre el Papa Juan XXII y el emperador romano elegido (pero no coronado),
Luis el Bávaro (como le llamaba polémicamente el Papa). Es, como lo ha expresado Hilary
Seton Offler (1956) tan promi-
nentemente, "la última lucha" entre el poder espiritual y el temporal, que finalmente condujo
a la versión moderna de la separación de la Iglesia y el Estado, tal como la conocen la
mayoría de los occidentales. La pregunta clave de Marsilio es la siguiente: ¿cuánta influencia
y autoridad deben tener la religión y las autoridades religiosas en la esfera política del Estado
sin poner en peligro la autoridad del Estado y la independencia de la esfera cívica?
Marsilio de Padua, como autor del siglo XIV, no tiene un concepto moderno de Estado
territorial constitucional. Sin embargo, si uno está dispuesto a aceptar algunas diferencias
significativas entre un concepto premoderno y uno ("posmoderno") del "Estado", e incluso sin
acentuar demasiado la imaginación, se puede localizar una clara distinción entre el
Estado y la política del Estado en la teoría de Marsilio, que es central en el razonamiento de
an-Na'im. Marsilio, por supuesto, no habla de "estado", sino que se refiere a la civitas o al
regnum. No obstante, me referiré a él como estado, porque Marsilio describe una premo-
n de un Estado moderno. Como representante del Estado, el gobernante tiene la
responsabilidad y la autoridad de garantizar que todas las funciones necesarias del Estado
estén disponibles y sean acordes. En su función de legislador (legislator humanus), los
ciudadanos (universitas civium) determinan la política del Estado, que vincula al gobernante
(DP 1.12.4). En otras palabras,

También podría gustarte