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ULCERAS GASTRICAS Y
DUODENALES
INSUFICIENCIA
VASCULAR
MESENTERICA
DIAGNOSTICO, TRATAMIENTO Y RECUPERACIÓN
ILEO
ENFERMEDAD
DIVERTICULAR
APENDICITIS AGUDA
PERITONITIS
CLÍNICA QUIRÚRGICA
ABDOMEN AGUDO INSTITUTO CAM
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hipocrática (rasgos afilados, ojos hundidos, ojeras, sequedad de mucosas, sudor frio de la frente y
expresión de angustia y dolor). Luego se agregan profusos vómitos de contenido entérico o
hemorrágico, y en esta misma fase se puede observar diarrea acuosa y fétida o melena.
AA isquémico
Se caracteriza por dolor intenso, continuo, persistente, severo y progresivo, que no
responde a analgésicos, y por el rápido e importante deterioro del estado general que culmina en
shock séptico, falla multiorganica y muerte. El abdomen se presenta distendido, doloroso a la
palpación superficial y profunda con reacción peritoneal y silencio auscultatorio. Al cuadro se
agrega frecuentemente una hemorragia digestiva baja (por isquemia mucosa).
En la trombosis y embolia mesentéricas, los antecedentes relevantes son la existencia de
enfermedad aterosclerótica, cardiopatía arrítmica, lesiones valvulares, trombos intracardiacos, o
maniobras invasivas en aparto circulatorio. En la estrangulación, adquiere relevancia la existencia
de hernias externas o eventraciones. En el vólvulo colaboran en el diagnostico el conocimiento de
existencia de bridas (antecedentes quirúrgicos) o megacolon. En las primeras etapas, el abdomen
esta distendido, depresible y doloroso, luego pasando por un periodo de intensa reacción
peritoneal y finalmente cediendo la contractura al tiempo que el estado general se deteriora.
AA hemorrágico
Se presenta con dolor abdominal brusco acompañado por signos generales de hipovolemia
(palidez, sudoración, taquicardia, hipotensión). Al examen físico, el abdomen se encuentra
generalmente distendido, blando, doloroso a la palpación con reacción peritoneal generalizado. El
diagnostico se confirma mediante ecografía y TC:
AA inflamatorio
Se presenta con dolor espontaneo y provocado en un determinado sector de abdomen de
acuerdo con el órgano afectado. Típicamente se atribuye el dolor en cuadrante inferior derecho a
apendicitis, en el superior derecho a colecistitis, en el inferior izquierdo a diverticulitis y en el
epigastrio a pancreatitis. Se compaña de fiebre, irritación peritoneal, detención del tránsito,
vómitos, estreñimiento.
Imágenes en el AA
-Radiografía: sigue vigente por ser un recurso valido, económico y accesible. El estudio inicial se
describe clásicamente como tríptico radiológico del abdomen agudo, que consiste en radiografía
simple de abdomen de frente de pie, radiografía simple de abdomen de frente en decúbito, y
radiografía de tórax de frente. Se pueden observar signos directos abdominales e indirectos
extraabdominales. Los primeros incluyen: alteraciones del patrón aéreo (niveles hidroaereos,
distensión de asas, aire en localizaciones anómalas), presencia de una imagen ocupante,
desplazamiento del intestino, íleo hipodinamico localizado (presencia de asa centinela), signo del
revoque (liquido entre asas), edema de la pared intestinal, masas ocupantes intraabdominales,
imágenes radiopacas calcificadas (en íleo biliar, pancreatitis crónica y apendicitis), derrame
peritoneal, borramiento del psoas (retroperitonitis), elevación y paresia de hemidiafragma (absceso
subfrenico), neumoperitoneo. Los signos indirectos pueden observarse en la pared abdominal y
tórax.
-Ecografía: brinda datos orientativos validos en las colecciones liquidas intraperitoneales, los
abscesos, la evaluación de hígado, bazo, páncreas y apéndice, los tumores y plastrones, la patología
vesicular y de los conductos biliares, la patología nefrourologica, la del útero y anexos, el
embarazo ectópico y el aneurisma aórtico. Sin embargo, el exceso de gas en el tubo digestivo y la
obesidad conspiran contra su rendimiento. El eco-Doppler permite el estudio de los vasos
intraabdominales y retroperitoneales y contribuye al diagnóstico frente a una trombosis de
arterias o venas mesentéricas.
-TC: si está disponible puede ser el primer recurso diagnóstico. Ofrece detalles imposibles de ver
mediante la radiografía, brinda datos anatómicos que facilitan el abordaje quirúrgico y es más
concluyente con respecto al diagnóstico etiológico en presencia de un íleo mecánico. El contraste
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sea la lesión, se observa a menudo un espesamiento localizado del epiplón gastrohepatico, surcado
por pequeños vasos. Siempre hay esclerosis en el lecho y en los bordes de la ulcera. La llamada
ulcera callosa, de mayores dimensiones que la precedente, es terebrante y perfora todas las capas
de la pared gástrica o duodenal. La irritación de la serosa determina la adherencia a los órganos
vecinos (hígado, páncreas). A medida que la ulcera avanza en profundidad, penetra en pleno tejido
glandular, que al ser destruido es reemplazado por tejido cicatricial y se transforma en el lecho de
la ulcera (ulceras penetrantes). Este proceso explica por qué las ulceras en contacto con órganos
sólidos no se perforan en la cavidad peritoneal. La pared gástrica forma con el hígado o páncreas
un bloque sólido, voluminoso, de consistencia fibrosa. En las ulceras de cara posterior del
duodeno, en virtud de las relaciones anatómicas con el páncreas, el contacto íntimo entre ambos
órganos explica fácilmente la penetración. La pérdida de sustancia es considerable, los bordes del
cráter están formados por un tejido fibroso denso que eleva la mucosa en rodete. Esta esclerosis
es la que determina la retracción local del órgano, al cual deforma, y la convergencia de los
pliegues de la mucosa. En determinadas ocasiones el proceso destructivo encuentra en su
progresión vasos de mayor o menor importancia. Las ulceras gástricas producen la erosión de la
arteria coronaria estomaquica o una de sus ramas, y las de cara posterior de duodeno lesionan
alguna rama del pedículo pilórico o la propia arteria gastroduodenal.
En la fase aguda de iniciación predominan la necrosis, exudación y congestión, mientras
que en la fase subaguda el proceso progresa hasta la capa muscular y aparece el tejido de
granulación en el fondo de la úlcera. La parte más profunda de este tejido se transforma
paulatinamente en gruesas fibras colágenas, lo que es una de las principales características de la
úlcera crónica. La ulcera crónica en actividad es el tipo clásico más frecuente. Yendo de la
superficie a la profundidad, se observa que el fundus de la ulcera está constituido por los siguientes
estratos: una capa de exudado fibrinopurulento, una zona de necrosis, una zona de granulación
infiltrada por PMN, linfocitos y algunos eosinofilos, y una zona fibroesclerosa, en la cual la
muscular está completamente interrumpida y muy deformada. Las arterias y venas muestran
proliferación de la íntima y esclerosis de sus paredes. En casos determinados, el epitelio de los
bordes de la ulcera prolifera sobre la superficie granulante y puede llegar a cubrirla totalmente.
Este epitelio es tenue, no contiene células principales ni parietales y suele incluir glándulas de tipo
duodenal o intestinal. Por debajo es visible la cicatriz retraída que junto con la esclerosis vascular
forma el cuadro histológico de ulcera crónica curada.
Ulcera duodenal
Se estima que un 10% de la población mundial en algún momento de su vida tiene una
ulcera duodenal, aunque no siempre es sintomática ni se complica. Puede presentarse a cualquier
edad, aunque la frecuencia máxima se observa ente los 35-55 años. Es mucho más frecuente en el
varón. Hay una evidente predisposición familiar, además de factores ambientales. El factor nervioso
tiene un interés particular, ya que muchos ulcerosos duodenales tienen una personalidad
determinada, siendo inestables, depresivos, competitivos, ansiosos, fácilmente irritables y con
frecuentes estados de angustia. Algunos trastornos endocrinos deben ser tenidos en cuenta,
siendo el más importante el producido por la existencia de un tumor ulcerogenico en el páncreas
(síndrome de Zollinger-Ellison). En pacientes con enfisema pulmonar, pancreatitis crónica o bajo
tratamiento inmunosupresor hay una mayor incidencia.
Fisiopatología
En general se acepta que la ulcera de duodeno se desarrolla por una alteración del
equilibrio normal entre la agresión acido-péptica y la defensa de la mucosa. De acuerdo con la
fisiopatología se ha propuesto la siguiente clasificación de la enfermedad ulcerosa duodenal: ulcera
duodenal asociada a hipersecreción acida, ulcera duodenal asociada al empleo de AINE y ulcera
duodenal asociada a la presencia de H. pylori.
Los vómitos y nauseas, aun sin participación pilórica, pueden formar parte de la
sintomatológica. La hemorragia que se manifiesta como hematemesis o melena, no es un síntoma
sino una complicación. Fuera de estas hemorragias clínicamente aparentes, el examen de materia
fecal puede revelar sangre oculta. El examen físico no es muy particular, encontrándose
conservado el estado general, y a veces habiendo adelgazamiento como consecuencia de
regímenes restrictivos. Durante el acmé doloroso la palpación del epigastrio pone de manifiesto, a
veces, cierto grado de resistencia muscular.
La endoscopia es el recurso más preciso para determinar la posición y el aspecto de la
ulcera. Por su aspecto endoscópico la ulcera duodenal puede ser redonda, lineal, irregular o
granular. Se pueden apreciar además los caracteres de evolución y controlar la cicatrización. Por
su aspecto pueden ser certificadas como crónicas cuando la convergencia de pliegues denota un
proceso de reparación, que termina generalmente en una cicatriz blanquecina. También permite
descartar la presencia de H. pylori mediante biopsias de la mucosa.
Tratamiento medico
Todo ulceroso debe ser sometido a tratamiento médico intenso y prolongado, y la cirugía
solo entra en consideración frente complicaciones que la hacen ineludible. El objetivo principal es
restablecer el equilibrio entre agresión y defensa a nivel duodenal. Debe darse importancia a la
alimentación fraccionada durante el día, de escaso volumen y evitando irritantes de la mucosa
gástrica (alcohol, condimentos). Se debe lograr la disminución de la agresión acido-péptica con el
objeto de permitir la cicatrización de la ulcera. Para este objetivo se pueden utilizar anti-H2
(ranitidina 300 mg/día) o IBP (omeprazol 20 mg/día). Para la erradicación del H. pylori y la curación
de la ulcera la medicación más utilizada es la asociación de omeprazol con antibióticos, siendo el
esquema más utilizado amoxicilina y metonidazol, o amoxicilina y claritromicina por 4 semanas.
Tratamiento quirúrgico
Existen varios procedimientos para tratar la ulcera duodenal, entre los que se distinguen:
-Vagotomía troncular por vía abdominal: consiste en seccionar los nervios vagos por debajo del
diafragma antes de su división en ramas hepáticas, celiacas y gástricas. No solo desnerva el
estómago, sino también el hígado, vesícula, páncreas e intestino delgado. Como consecuencia de
las alteraciones motoras que se producen en estomago debe acompañarse siempre de un drenaje
gástrico: piloroplastia o gastroenteroanastomosis. La primera consiste en seccionar el esfínter
pilórico para ampliar el calibre y facilitar un mejor pasaje al duodeno (es el más fisiológico).
Cuando se requiere un mayor drenaje se hace la gastroenteroanastomosis.
-Vagotomía selectiva: difiere de la anterior en que el vago anterior se secciona distalmente a la
rama hepática y el posterior más allá de la rama celiaca, desnervando todo el estómago, por lo que
debe acompañarse de drenaje gástrico.
-Vagotomia superselectiva: preserva las ramas hepática y celiaca, y además las que inervan el antro
gástrico, por lo que no necesita complemento para avenar el estómago y queda intacto el esfínter
pilórico. Si bien tiene menos efectos colaterales que las anteriores, presenta un porcentaje mayor
de recidivas.
-Vagotomía y antrectomia: la continuidad se restaura con el yeyuno (Billroth II, más utilizada) o
con duodeno (Billroth I). El objetivo es abolir los dos mayores mecanismos de estimulación de la
secreción gástrica, el vagal y el antral.
Ulcera gástrica
Es una pérdida de sustancia del estómago que comienza en la mucosa, sobrepasa la
muscular de la mucosa y puede llegar a interesar todas las capas del órgano. Al igual que la
anterior, es consecuencia del desequilibrio entre la agresión acido-péptica y la defensa de la
mucosa gástrica. Se diferencian distintos tipos de ulceras, con diversos factores causales: tipo I se
localizan en la curvatura menor del estómago y cursan con hipoacidez gástrica, tipo II se localizan
en la curvatura menor y se asocian con ulceras de duodeno, y tipo III se localizan cerca del píloro
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y se comportan como duodenales. La ulcera gástrica crónica suele ser única y tiene una menor
frecuencia que la duodenal (proporción 1:4). Con respecto al sexo, se admite que es menos
frecuente en la mujer, y la edad de aparición es mucho más tardía que la duodenal, la mayoría
observándose entre los 25-64 años.
Normalmente la barrera mucosa protege a las células epiteliales del contenido gástrico. La
principal causa de la ulcera gástrica es un aumento de la permeabilidad de esta barrera a los iones
H+, por lo que cualquier sustancia que altere la barrera mucosa, como el AAS, corticoides, AINE y
sales biliares, aumenta la permeabilidad y provoca lesiones que pueden llegar a la ulceración. La
gastritis crónica determina una disminución en la defensa de la mucosa. Se sabe que H. pylori es el
agente causal de la gastritis crónica activa tipo B del antro. Esta bacteria coloniza la superficie de
las células epiteliales y desencadena acciones lesivas con alteración de la barrera de moco. El
proceso inflamatorio lleva al daño epitelial y desarrollo de ulcera.
Anatomía patológica
Se considera ulcera a la perdida de sustancia que sobrepasa la muscular de la mucosa
(diferencia de erosión). La ulcera péptica tiene un ciclo evolutivo de periodo activo, periodo de
curación y periodo de cicatrización, que se desarrolla habitualmente entre 30-60 días, y cuando se
interrumpe y no se llega a la cicatrización se convierte en una ulcera péptica crónica. La ulcera
gástrica crónica (tipo I) se sitúa en la mucosa antral a 1-2 cm de la zona productora de ácido,
siendo su forma y tamaño variables. Se observa en la etapa activa congestión y edema, exudado
fibrinopurulento que cubre áreas de necrosis y zonas de granulación. El tejido evoluciona hacia la
fibrosis y esclerosis, y luego el epitelio que bordea la ulcera prolifera sobre el cráter hasta cubrirlo
y deja una cicatriz lineal. En la biopsia de la ulcera es de suma importancia descartar la presencia
de células neoplásicas y es de interés conocer la existencia de H. pilory.
Diagnostico
El dolor tiene caracteres análogos a los de la ulcera duodenal: periódico y horario. Los
periodos dolorosos duran 10-15 días, pero puede prolongarse en 1-2 meses en ulceras
penetrantes. El dolor aparece más o menos tempranamente después de las comidas, a veces
transcurridos 30 minutos o una hora, y la calma que sigue a la ingestión de alimentos o alcalinos es
menos franca que en la ulcera duodenal. Es epigástrico, con irradiaciones hacia el tórax, región
precordial, dorso, zona escapular izquierda, y se puede acompañar de pirosis y vómitos
alimentarios (estos últimos determinando alivio inmediato). El adelgazamiento es frecuente cuando
el apetito esta disminuido en los periodos de actividad. El examen físico es negativo.
La endoscopia permite observar las características de la lesión y realizar biopsias dirigidas,
así como seguir la evolución del proceso. Se puede observar lesiones elevadas, deprimidas o
mixtas. Las elevadas son una protrusión dentro del estómago, se dividen en extragastricas,
submucosas y mucosas. La lesión deprimida es una imagen excavada desde la mucosa hacia el
espesor de la pared gástrica, y se distinguen en erosiones y ulceras. Las ulceras se pueden clasificar
de acuerdo a la penetración en la pared gástrica en: lesión mínima (afecta epitelio superficial y cura
espontáneamente), ulcera poco profunda (lesiona muscular de la mucosa y es de bordes netos
uniformes, redondeados y regulares), lesión que llega hasta la muscular del estómago (con
tratamiento puede curar sin secuelas) y perdida de sustancia que llega hasta la serosa (ulcera
penetrante, de difícil curación con tratamiento médico, y que cuando lo hace suele dejar secuelas).
La investigación de H. pylori puede hacerse por prueba de urea espirada o biopsia.
Evolución y pronóstico
En un gran porcentaje de casos y con tratamiento adecuado evoluciona hacia la curación
en semanas o meses. La ulcera gástrica no tratada y en actividad puede complicarse por el
progreso de la inflamación que va penetrando las paredes, soliendo erosionar un vaso y producir
hemorragia. Si no hay adherencias del estómago a otros órganos, se puede abrir la serosa y
producirse la perforación en la cavidad libre. Cuando se encuentra cercana al píloro, puede
ocasionar una fibrosis que lleva a una estrechez del antro desencadena un síndrome pilórico.
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Tratamiento medico
La ulcera gástrica, una vez que se ha demostrado la ausencia de malignidad, debe ser
tratada medicamente. La posibilidad de curación disminuye a medida que aumenta la profundidad
de la ulcera. En líneas generales el tratamiento se basa en disminuir la secreción de ácido, así como
de erradicar H. pylori. El paciente debe ser controlado con endoscopia a las 4 semanas de finalizado
el tratamiento, debiendo estar curada la ulcera o haber disminuido a menos del 50%. En caso de
que esto no se produzca, solo si hay presunción firme de benignidad se puede continuar con el
tratamiento médico durante otro periodo, con una nueva evaluación.
Tratamiento quirúrgico
Se necesita este tratamiento cuando no hay certeza de benignidad a pesar de varios
estudios, cuando la ulcera no cura después del tratamiento médico bien realizado (persiste 90 días
en controles endoscópicos) o se complica (perforación, hemorragia masiva y obstrucción). El
tratamiento debe estar basado en la extirpación de la ulcera, resección de todo el antro, zona
donde asienta la gastritis, y en favorecer una buena evacuación gástrica. La resección gástrica
parcial, hemigastrectomia o gastrectomía subtotal convencional, es de indicación precisa en las
úlceras tipo I de Johnson. En los tipos II y III puede ser necesario disminuir la secreción acida, por
lo que muchos agregan vagotomía. La reconstrucción del tránsito digestivo después de la resección
gástrica se realiza con el duodeno en forma terminoterminal (Billroth I) o con el yeyuno de
manera terminolateral (Billroth II). La primera variante es más fisiológica y de mejores resultados
funcionales.
subhepatico suele estar inundado, y a veces también la trascavidad (especialmente ulcera de cara
posterior).
Diagnostico
El cuadro clínico es característico. En forma brusca, o durante una de las crisis evolutivas
de la ulcera, el paciente experimenta un dolor epigástrico de intensidad insoportable, brutal (dolor
en puñalada de Dieulafoy). Este dolor puede localizarse en la base del tórax o, raramente, en la
fosa iliaca derecha, (se confunde con perforación apendicular). Del epigastrio (localización
primera) se propaga hacia el resto del abdomen, y es tal su violencia que suele acompañarse de
estado sincopal, palidez, sudores fríos, taquicardia y a veces vómitos. Este estado de shock se
puede disipar espontáneamente y el dolor de los primeros instantes perder su carácter angustioso,
cediendo en intensidad. En este momento el enfermo puede ser interrogado y examinado,
absteniéndose de recurrir a medicación sedante o analgésica.
El simple examen ya puede orientar. La irritación del peritoneo del abdomen superior
determina una contractura diafragmática, por lo que la respiración es torácica y superficial. La
pared abdominal se halla rígida e inmóvil, los músculos rectos contracturados se dibujan en relieve,
y esta rigidez no tarda en generalizarse. La palpación con suavidad comprobara la contractura
intensa, tónica (abdomen en tabla). La palpación exagera la contractura al menor contacto. La
presencia de gas en la cavidad peritoneal puede ser demostrada por percusión. La desaparición de
la matidez prehepatica significa la interposición de una capa gaseosa entre el hígado y la pared,
conociéndose con el nombre de signo de Jobert. El interrogatorio del paciente o sus allegados
aportara datos de valor (puede ser que fuera un ulceroso conocedor de su enfermedad, o se
revele la afección por el interrogatorio).
En la perforación cubierta, el dolor inicial se atenúa luego y se localiza en el hueco
epigástrico o región subhepatica, acompañado de resistencia muscular. La perforación ha sido
bloqueada por los órganos vecinos, el episodio queda enmascarado y se lo toma solo como un
brote doloroso de la afección gastroduodenal. Puede ser que horas después estalle una peritonitis
generalizada grave (peritonitis en dos tiempos producida por efracción en el proceso plástico y
contaminación masiva del peritoneo). Otras veces la perforación se resuelve en una peritonitis
localizada subhepatica o subfrenica (absceso subfrenico). Las ulceras perforadas en la trascavidad
crean una sintomatología de difícil interpretación.
La radiología es un complemento muy útil del examen, pero cuando sus conclusiones son
negativas no invalidan el diagnostico. La signologia radiológica positiva se basa en la demostración
de la presencia de gas en la cavidad peritoneal, debiendo buscarse en el enfermo de pie. En
decúbito lateral izquierdo, el aire se desplaza entre la sombra hepática y la parrilla costal. Puede
ser negativa por causas diversas (bloqueo de la región, pequeñez de la masa gaseosa).
Diagnóstico diferencial
Con los signos clínicos generalmente el diagnóstico es indiscutible, pero no siempre se
presenta de forma clásica. Hay casos en que el violento dolor inicial desparece rápidamente,
aunque raramente faltan los elocuentes signos de irritación peritoneal, como dolor a la
descompresión. La falta de antecedentes típicos no invalida un diagnostico semiológicamente bien
fundado. Las apendicitis agudas que comienzan con dolor epigástrico son frecuentes, descansando
su diagnóstico en la apreciación del terreno (edad, sexo, antecedentes) y en un buen examen de la
fosa iliaca derecha. La peritonitis aguda por perforación de la vesícula biliar se basa en la valoración
de antecedentes: edad y sexo, cronología del dolor, litiasis o ecografía patológica. Como en todos
estos casos la indicación quirúrgica es terminante, el error conduce cuanto más a la elección de
una vía de acceso inadecuada. El carácter angustioso del dolor epigástrico puede sugerir también
un infarto de miocardio, por lo que se tendrán en cuenta las circunstancias de aparición del dolor,
sus irradiaciones cervicobraquiales, antecedentes de crisis análogas, comportamiento frente a
medicación adecuada y ausencia de signologia abdominal, así como la información cardiológica.
Evolución
No tratada, la perforación libre desemboca en peritonitis generalizada y muerte. La
perforación cubierta es a veces una tregua engañosa. Cuando las ulceras agudas perforadas son
suturadas de urgencia curan, pero cuando las ulceras son crónicas, muchos pacientes continúan
sufriendo y alguno que otro experimenta una nueva perforación. Por ello debe continuarse con
tratamiento médico.
Tratamiento
La perforación de una ulcera, como la de cualquier víscera, necesita tratamiento quirúrgico
asociado a antibioticoterapia y estabilización del medio interno. La intervención consiste en
efectuar laparoscopia, evacuar completamente el contenido visceral derramado, tomar muestras
para cultivo y antibiograma, y cerrar la perforación en uno o dos planos, seguida de epiploplastia.
La simple sutura puede ser laboriosa e incluso imposible en tejidos infiltrados y friables, en estos
casos aproximándose los bordes y haciéndose epiploplastia y una buena aspiración gástrica
(favorece cicatrización del orificio). La gastrectomía es la intervención aceptada para las ulceras
gástricas. En las ulceras duodenales se adoptan los mismos criterios que para la cirugía electiva
(vagotomía) con sutura de la perforación en forma de piloroplastia si la vagotomía fue troncular o
selectiva. Si el cierre puede estenosar el duodeno cuando hay inseguridad de la sutura por
friabilidad de los bordes, se puede agregar una gastroenteroanastomosis.
El pronóstico depende básicamente del lapso que media entre la perforación y el
tratamiento. Si es menor de 6 h el pronóstico es bueno, y con más de 24 h las complicaciones son
la regla. La principal causa de morbimortalidad es la sepsis, por lo que no se deben olvidar los
lavados peritoneales y cultivos.
Estenosis
Cualquiera sea su ubicación, la ulcera puede determinar una estrechez de la zona donde
asienta. La estrechez funcional o espasmódica es intermitente y transitoria, a menudo precediendo
o acompañando a la orgánica. Esta última es fija, definitiva, progresiva e irreversible, como
resultado de la retracción.
Diagnostico
En el comienzo, donde predomina el espasmo, el dolor es el síntoma principal, exageración
del que se observa en la ulcera no complicada, pero carente de la periodicidad características.
Además, lejos de calmar con la ingestión de alimentos, se intensifica y se agregan nuevos síntomas:
plenitud gástrica, náuseas y vómitos, con los cuales termina la crisis dolorosa. El enfermo se
encuentra bien con el estómago vacío, y sabedor de ello, llega a provocar el vómito. La estenosis
grave es la continuidad de las formas leves y medianas no diagnosticadas. Los dolores adquieren el
carácter de calambres, de lucha contra un obstáculo. Los vómitos sobrevienen 3-4 h después de
las comidas, siendo abundantes y estando formados por restos alimentarios en un líquido que
exhala un fuerte olor butírico. El apetito esta conservado cierto tiempo, el aliento es fétido, el
enflaquecimiento considerable, la piel esta seca y se pliega con facilidad. Al examen en decúbito
dorsal la pared abdominal se levanta en forma de ondas intermitentes que reptan de izquierda a
derecha en la línea media, dibujando la forma del estómago. En algunos casos la mano que palpa la
región epigástrica percibe una contracción dolorosa, y que consiste en un abombamiento
intermitente del epigastrio. La sucusion gástrica en ayunas permite reconocer el “bazuqueo”. En
los enfermos no tratados hay una profunda emaciación, además de hipoproteinemia, oliguria,
hipotensión, lengua y labios secos y rojos, adinamia, y signos de alcalosis grave.
La endoscopia es fundamental frente a cualquier síndrome pilórico. Permite descartar la
presencia de un cáncer, ver el aspecto de la eventual ulcera y hasta en algunos casos pasar a
duodeno a pesar de la estenosis.
Tratamiento
Tiene dos aspectos igualmente importantes:
Isquemia colonica
El termino isquemia colonica se aplica a las distintas formas de la insuficiencia vascular del
intestino grueso. Es uno de los trastornos más frecuentes del intestino grueso en el anciano y la
forma más común de lesión isquémica del tubo digestivo. Aunque puede aparecer a cualquier
edad, en su forma etiopatogenica más común, que es la no oclusiva asociada a arteriosclerosis,
aparece entre los 60-80 años. En cambio, cuando es secundaria a una vasculitis, su frecuencia es
mayor en enfermos jóvenes.
El espectro de las lesiones es muy amplio y se pueden dividir en reversible se irreversibles.
Las primeras incluyen la hemorragia submucosa o intramural (edema) y la colitis ulcerosa
segmentaria, mientras que las irreversibles son colitis fulminante generalizada, gangrena-
perforación y estenosis. La distribución topográfica de las lesiones esta en relación con la etiología.
La isquemia no oclusiva asociada con arteriosclerosis puede afectar cualquier segmento aunque
predomina en colon izquierdo, mientras que las lesiones por bajo flujo sanguíneo predominan en
colon derecho.
Se clasifican los mecanismos etiopatogenicos en oclusivos y no oclusivos. Lo oclusivos
incluyen oclusión de grandes arterias (embolia o trombosis de la mesentérica superior, ligadura de
la mesentérica inferior y vólvulo), oclusión de pequeñas arterias (vasculitis, diabetes, radiaciones) y
oclusión venosa (hipercoagulabilidad, hipertensión portal, inflamación). Los no oclusivos incluyen la
idiopática, obstrucción mecánica del colon (cáncer, diverticulitis), y bajo volumen minuto. Aunque
en las formas oclusivas la isquemia puede ser identificada, en las formas no oclusivas, que son las
más frecuentes, ello por lo general no es posible (si bien los pacientes presentan evidencias de
enfermedad arteriosclerótica, la angiografía no muestra lesiones en las arcadas vasculares
colonicas.
Los síntomas habituales son dolor abdominal y proctorragia. El dolor es por lo general de
tipo cólico y el paciente a menudo refiere episodios similares en semanas o meses anteriores. La
localización del dolor varía según la ubicación de la isquemia, y pueden asociarse defensa, náuseas y
vómitos. En las formas leves esta sintomatología cede en 24-48 h, aunque la curación a menudo no
es definitiva, ya que el paciente puede presentar nuevos episodios a intervalos variables o
evolucionar hacia la colitis segmentaria y estenosis del colon. Las formas graves comprenden un
tercio de los casos y se caracterizan por la rápida progresión de la isquemia hacia la gangrena,
perforación con peritonitis y shock. En estos casos el dolor es intenso, y además existen
distensión abdominal por íleo, trastornos del sensorio y, a menudo, proctorragia importante.
Lo más característico del laboratorio es la presencia de leucocitosis con neutrofilia y de
acidosis metabólica en las formas graves. Las radiografías simples de abdomen solo ponen en
evidencia dilataciones inespecíficas de colon o asas delgadas, y neumoperitoneo en caso de
perforación. En cambio, el colon por enema puede orientar firmemente el diagnóstico si se
identifican las denominadas impresiones del pulgar en la pared del colon (expresión radiológica de
hematomas submucosos proyectados a la luz). La fibrocolonoscopia es el método más útil para el
diagnóstico diferencial, aunque debe ser utilizado con cuidado. En su etapa inicial, la mucosa
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isquémica aparece pálida con áreas dispersas de hiperemia y ulceración punteada. Las lesiones
características de la isquemia establecida incluyen hematomas submucosos, hemorragia difusa y
eventualmente necrosis. En la TC, el engrosamiento de la pared por hemorragia parietal puede ser
demostrado, así como la presencia de gas intramural. La arteriografía selectiva no tiene por lo
general indicación dada la habitual patogenia no oclusiva de la isquemia colonica (solo emplear
cando no se puede descartar una isquemia mesentérica).
El tratamiento inicial se basa en la supresión de ingesta oral, administración de hidratación
parenteral y antibióticos, y supresión de cualquier medicación que pudiera causar vasoconstricción
esplacnica. La vigilancia durante las primeras 24-48 h debe ser estricta, ya que si bien las formas
leves son reversibles por lo general, las formas moderadas y graves pueden progresar
rápidamente. Los signos que indican agravación son: aumento del dolor, signos peritoneales,
leucocitosis en aumento, proctorragia persistente y dilatación colonica en Rx. La presencia de
estos signos debe hacer pensar en necrosis transmural, lo cual indica el tratamiento quirúrgico de
urgencia.
Obstrucción intestinal
Se denomina obstrucción intestinal o íleo a la detención parcial o total del tránsito del
contenido intestinal. Según su patogenia puede ser mecánico (si proviene de una obstrucción
intestinal orgánica) o funcional (cuando es el resultado de una alteración de la motilidad intestinal
sin obstrucción orgánica). Según el nivel de obstrucción el íleo puede ser alto (cuando asienta en
duodeno y primeras asas del yeyuno-íleon) o bajo (cuando asienta en las ultimas asas del yeyuno-
íleon o colon). Según su forma clínica evolutiva, la obstrucción es aguda cuando se instala
bruscamente o crónico si es progresiva.
Etiopatogenia
La obstrucción mecánica puede ser secundaria a una patología intrínseca de la pared
intestinal, a una patología extrínseca o a la obstrucción de la luz intestinal. Sin embargo, el aspecto
patogénico más importante del íleo mecánico es la ausencia o presencia de estrangulación, lo que
define al íleo como simple o estrangulado. La estrangulación es una obstrucción intestinal asociada
con isquemia, que se produce cuando el mecanismo obstructivo compromete no solo la pared
intestinal sino también el meso, y por ende el pedículo vascular. A diferencia del íleo mecánico
simple en que el sitio de obstrucción es único, en la estrangulación el intestino esta por lo general
obstruido en dos sitios distintos, aunque adyacentes. Como resultado se crea al comienzo un asa
cerrada o incarcerada que se distiende progresivamente. Esta asa puede luego girar en el eje
mayor debido a su peso, y en su torsión o vólvulo secundario ocluir el pedículo vascular. La anoxia
compromete rápidamente la vitalidad del intestino, y de no mediar la desvolvulacion sobrevienen
el infarto y la perforación. Ocasionalmente, el íleo mecánico simple puede conducir a la isquemia
intestinal, lo que ocurre cuando la sobredistension del asa proximal a la obstrucción compromete
su circulación parietal.
Las causas de íleo funcional son muy diversas y su patogenia en gran parte desconocida.
Clásicamente el íleo funcional ha sido separado en paralitico o espasmódico según que la
obstrucción sea el resultado de una actividad motora disminuida o aumentada (no es correcta la
clasificación porque la alteración motora no es en sentido estricto parálisis ni espasmo). Es más
correcto diferenciar a los íleos funcionales según presenten una alteración motora difusa o
localizada. La peritonitis generalizada, los traumatismos vertebromedulares, la enterocolitis y el
postoperatorio normal son todas causas de íleo funcional difuso que puede afectar
simultáneamente al estómago, intestino delgado y colon (postoperatorio se limita a estómago y
colon). Tanto la seudoobstruccion intestinal como el íleo regional inflamatorio se producen por
una alteración motora localizada en un segmento intestinal, aunque mientras en este ultimo la
Epidemiologia
La obstrucción intestinal mecánica es una de las indicaciones más comunes de cirugía
abdominal de urgencia. En el intestino delgado, las causas más frecuentes son las adherencias o
bridas, seguidas por las hernias internas o externas y los tumores. En colon la causa más frecuente
es el carcinoma, seguido por diverticulitis, fecaloma y vólvulo sigmoideo.
La causa más frecuente de íleo funcional es el estado postoperatorio normal, seguido por
la peritonitis. La seudoobstruccion de intestino delgado es de observación excepcional, mientras
que la colonica tiene cierta frecuencia en pacientes hospitalizados.
Fisiopatología
La consecuencia inicial del íleo mecánico es la dilatación del intestino proximal al sitio de
obstrucción, por acumulación de líquido intestinal y aire deglutido. La mucosa dilatada pierde su
capacidad para absorber líquido y en cambio aumenta su secreción, lo que conduce a dilatación
intestinal progresiva con pérdidas cada vez mayores de líquido extracelular. A este secuestro de
líquido intraluminal se agregan, sobre todo en oclusiones altas, perdidas abundantes de líquido por
vómitos. Las consecuencias finales son deshidratación, trastornos metabólicos diversos,
hipovolemia y eventualmente shock (gravedad depende de grado de obstrucción y rapidez de
instalación). Según el nivel de la obstrucción las perdidas difieren en su volumen y composición
electrolítica. La obstrucción duodenal por encima de la papila origina perdida de líquido gástrico
rico en cloro y potasio, siendo el resultado alcalosis hipocloremica e hipopotasemica
(característica de síndrome pilórico). En oclusiones más bajas ocurren perdidas extensas de agua,
sodio y cloro, aunque debido a que se pierden al mismo tiempo secreciones alcalinas del duodeno,
el desequilibrio acido-base puede no ser significativo. La estrangulación y sobre todo su
consecuencia final que es la perforación, agravan significativamente el desequilibrio hemodinámico
y metabólico de la obstrucción intestinal. La peritonitis resultante agrega pérdidas de líquido en la
cavidad peritoneal, y más tarde, la respuesta séptica produce secuestro líquido masivo por
filtración endotelial.
Anatomía patológica
El aspecto del intestino en el íleo mecánico depende del tiempo de evolución de la
obstrucción. Cuando es aguda y completa, el intestino aparece muy dilatado, de paredes finas casi
translucidas, y puede existir exudado intraperitoneal en cantidad moderada. Por el contrario, en la
obstrucción crónica, la pared esta engrosada por hipertrofia de la capa muscular. La obstrucción
estrangulada se caracteriza por la coloración azulada de la pared, desaparición de los latidos en el
mes y eventualmente lesiones de infarto.
En el íleo funcional el aspecto intestinal varía según la etiología. En el íleo peritonitico
aparece enrojecido y cubierto por abundante exudado seroso, fibrinoso o purulento. En el no
peritonitico, el aspecto es casi siempre normal y el exudado de escasa cantidad. La necrosis y
perforación son raras en el íleo funcional.
Diagnostico
Presentación clínica
Los signos y síntomas más comunes de la obstrucción intestinal son:
-Dolor: es característico de las obstrucciones mecánicas, pero está ausente en la mayoría de las
funcionales. Se presenta en forma intermitente con características de cólico, de comienzo busco,
progresivo aumento de la intensidad durante varios minutos y cese tan brusco como el comienzo.
En general se considera que el cólico indica obstrucción mecánica simple, mientras que si se hace
continuo o se agrega defensa abdominal se deben sospechar que existe estrangulación (hasta el
60% de estrangulaciones no tiene dolor continuo). Otra característica del dolor cólico es la
presencia sincrónica de ruidos intestinales o borborigmos (ausencia de ruidos debe hacer dudar
diagnóstico de obstrucción mecánica). Ocasionalmente el dolor y los ruidos se asocian con la
presencia fugaz de un tumor abdominal que desaparece con el cese de estos (tumor fantasma), lo
que se debe al vaciamiento brusco de una o más asas dilatadas por resolución espontanea, y por lo
general transitoria. El dolor cólico y los borborigmos pueden estar ausentes en la obstrucción
mecánica aguda y completa (sobredistension intestinal elimina peristalsis). Además hay que tener
presente que el íleo funcional segmentario (seudoobstruccion) se comporta clínicamente como un
íleo mecánico.
-Vómitos: el tipo y cantidad varía según el nivel de obstrucción. Las obstrucciones altas se
caracterizan por vómitos frecuentes y abundantes de tipo bilioso, mientras que en las bajas del
intestino delgado el color de los vómitos es amarillento oscuro o marrón (fecaloides). En las
obstrucciones colonicas los vómitos son fecaloides o están ausentes.
-Distensión abdominal: el grado también varía según el sitio de obstrucción. Es mínima o no existe
en las obstrucciones muy altas (corto segmento intestinal proximal no es suficiente para distender
abdomen), mientras que es considerable en las obstrucciones bajas (sobre todo colonicas). Existen
diferencias en palpación y percusión del abdomen distendido por oclusión de intestino delgado o
colon. Dado el predominio del líquido sobre el aire, la distensión por obstrucción del delgado es
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más firme a la palpación que la colonica, donde predomina el aire. Por la misma razón, la percusión
es más timpánica en esta última.
-Alteraciones del ritmo evacuatorio habitual: la falta de eliminación de gas y materia fecal son
síntomas frecuentes al ingreso en las obstrucciones crónicas. En las agudas, la eliminación de gas y
materia fecal puede no haberse interrumpido al ingreso debido a su persistencia en el intestino
distal a la obstrucción. El antecedente de episodios diarreicos alternados con constipación es muy
común en las obstrucciones colonicas.
Laboratorio
Las alteraciones del ionograma son casi constantes. El potasio esta aumentado en el 50%
de casos y disminuido en el 50% restante por pérdidas excesivas del ion características de las
obstrucciones altas. El cloro esta habitualmente disminuido, sea cual fuere el sitio de obstrucción.
En el 24% de casos puede haber hipernatremia. El descenso del bicarbonato sérico, la leucocitosis
y la hiperamilasemia son hallazgos frecuentes en el íleo mecánico estrangulado.
Estudios de imágenes
-Rx convencional: las placas simples deben ser tomadas en decúbito dorsal y en posición de pie
(incluir diafragma y pelvis). Los signos característicos de obstrucción son el hallazgo de gas
intraintestinal en la Rx en decúbito y la presencia de niveles hidroaereos en la tomada de pie. Las
asas yeyunales dilatadas se reconocen por la presencia en su interior de bandas aéreas que se
extienden de uno a otro lado de la pared intestinal (imágenes “en pila de monedas” por el resalto
intraluminal de las válvulas conniventes). Estas bandas no se aprecian en la dilatación del íleon ya
que sus válvulas son poco pronunciadas. El colon dilatado se caracteriza por su ubicación
periférica, presencia de pliegues parietales causados por las haustras y no más de uno o dos
grandes niveles líquidos (además, los pliegues son irregulares y no atraviesan de uno a otro lado la
pared). La obstrucción mecánica se caracteriza por dilatación del intestino proximal al sitio de
oclusión. En cambio, los íleos funcionales difusos se caracterizan por una dilatación simultánea del
yeyunoileon y colon, mientras que los segmentarios se presentan como una obstrucción mecánica.
Las Rx también sirven para monitorear la evolución del proceso obstructivo, ya que en placas
seriadas, la aparición de gas en colon asociada con disminución del diámetro de las asas delgadas es
un signo que indica resolución espontanea de la obstrucción, mientras que el aumento de
diámetro de las asas o aparición de líquido entre ellas señala un empeoramiento de la obstrucción
y probable compromiso vascular. La disensión progresiva del ciego refleja obstrucción colonica
con válvula iliocecal continente (cuando el diámetro cecal supera los 12 cm la perforación es
inminente). Es importante tener en cuenta que tantos los niños como los enfermos postrados
largo tiempo en cama y ancianos pueden presentar aire intraintestinal abundante sin obstrucción.
Más importante es que el asa cerrada (con o sin vólvulo) puede no presentar gas en su interior
porque su contenido es predominantemente liquido (aire deglutido no atraviesa obstrucción).
Cuando el segmento intestinal cerrado comprende las primeras asas yeyunales, la ausencia de aire
intestinal puede ser total (no existen asas proximales distendidas).
-Ecografía: la eficiencia diagnostica de la radiología simple no supera el 70%, por lo que cuando la
sospecha no puede ser confirmada por esta, la ecografía es el procedimiento de elección. Este
método permite identificar cualquier asa dilatada que contenga abundante cantidad de líquido y
también puede reconocer el patrón yeyunal o ileal de la obstrucción. Es especialmente útil en el
diagnóstico de las obstrucciones altas (duodeno o yeyuno proximal) y en la identificación de asas
incarceradas. En estas situaciones, la radiografía puede ser normal. Asimismo, la ecografía puede
poner de manifiesto patologías relacionadas con la obstrucción (masas tumorales o inflamatorias,
bezoares, aire en vías biliares).
-TAC: igual que la ecografía, es útil para identificar asas incarceradas y vólvulo. Los signos
tomograficos característicos de este último son la distribución radiada de las asas intestinales, el
engrosamiento del meso con pliegues hacia el sitio de torsión y la presencia de un halo hipodenso
en el interior de la pared intestinal engrosada. Asimismo, el infarto hemorrágico intestinal por
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vólvulo puede aparecer como una masa bien definida con alta intensidad radiológica. Es el
procedimiento de elección en el íleo mecánico por carcinomatosis (capacidad de estadificacion).
Tratamiento
Las medidas iniciales son comunes a todo tipo de obstrucción e incluye restitución de las
perdidas electrolíticas, corrección del equilibrio acido-base y descompresión intestinal por sonda.
Estas eddas deben ser inmediatas y agresivas en las situaciones que pueden requerir cirugía
urgente, mientras que cuando esta se puede retrasar la corrección del medio interno puede
hacerse en forma gradual.
La reposición agresiva de las pérdidas exige la colocación de una vía venosa central y una
sonda vesical para controlar la diuresis horaria. La determinación de ionograma y gases en sangre
es indispensable. Cualquiera sea la gravedad del cuadro o urgencia quirúrgica, la operación no se
puede iniciar antes de haber corregido (al menos parcialmente) la volemia, el desequilibrio
electrolítico y el estado acido-base. La descompresión gastrointestinal por sonda es otra medida
insustituible en el manejo inicial del íleo. La sonda nasogástrica tipo Levin (diámetro no inferior a
16-18) es la más comúnmente utilizada. La antibioticoterapia está indicada en todas las
obstrucciones asociadas con isquemia, necrosis o peritonitis (uso controvertido en obstrucción
mecánica simple y en funcionales no peritoniticas), y la profilaxis es obligatoria en el preoperatorio
de toda obstrucción intestinal.
La cirugía de urgencia tiene indicación en las obstrucciones mecánicas con asa cerrada,
incarcerada o volvulada (sobre todo cuando existen evidencias clínicas de estrangulación), así
como en las obstrucciones mecánicas simples cuando se instalan en forma aguda. El tratamiento
inicialmente no quirúrgico de una obstrucción mecánica debe implantarse cuando se sospechan
adherencias o bridas como causa de la obstrucción y no existen las indicaciones citadas de cirugía
urgente. Las obstrucciones mecánicas simples de instalación crónica igualmente pueden ser
tratadas al comienzo en forma conservadora (permite realizar todos los procedimientos
diagnósticos y mejorar las condiciones clínicas del paciente). En ausencia de peritonitis, las
obstrucciones funcionales difusas deben ser tratadas medicamente, lo que implica esperar su
resolución espontanea sin un tratamiento específico. El tratamiento de los íleos funcionales
localizados debe ser, en lo posible, no quirúrgico.
Habitualmente las adherencias obstruyen el intestino por angulación de una o más asas. En
cambio, las bridas no solo angulan el intestino, sino que también pueden crear un asa cerrada con
tendencia al vólvulo.
La indicación quirúrgica por adherencias o bridas puede plantearse en el postoperatorio
inmediato o alejado de cualquier laparotomía. Cuando la obstrucción ocurre en el postoperatorio
inmediato el tratamiento es inicialmente conservador, ya que dado que las adherencias son al
principio fibrinosas, se puede esperar una resolución espontanea de la obstrucción en más del 50%
de casos. La cirugía está indicada ante la obstrucción persistente o evidencia clínica de isquemia.
Cuando la obstrucción ocurre en el postoperatorio alejado, la oportunidad depende del riesgo
quirúrgico y de la forma aguda o crónica de la obstrucción. La cirugía temprana está indicada en
enfermos con riesgo aceptable y obstrucción aguda, sobre todo si existen evidencias de isquemia.
En la obstrucción subaguda o crónica, o en pacientes con elevado riesgo quirúrgico y sin evidencias
de isquemia, puede indicarse un tratamiento de prueba mediante sondas (en ocasiones la
descompresión nasogástrica puede inducir resolución espontánea y permanente). La obstrucción
recidivante por adherencias o bridas plantea un problema difícil, ya que su morbimortalidad
aumenta en relación directa con el número de reoperaciones (tendencia a formar adherencias
superior a la normal). Se ha propuesto dirigir la adherencia postoperatoria de las asas mediante
suturas o plicaturas que inmovilizan el intestino en una posición que permite el libre tránsito
intestinal.
Seudoobstruccion intestinal
La seudoobstruccion intestinal es un síndrome clínico de causas múltiples y patogenia
desconocida que consiste en una obstrucción funcional, localizada en cualquier segmento del tubo
digestivo. Ha sido observado en asociación con enfermedades neurológicas (ACV, meningitis,
mielitis aguda, esclerosis múltiple), enfermedades que afectan el músculo liso intestinal
(colagenopatias, amiloidosis), enfermedades cardiovasculares (IC, HTA maligna), postoperatorios
de intervenciones neuroquirurgicas, ginecológicas, urológicas y cardiacas, trastornos electrolíticos
(hipopotasemia, hiponatremia) y otras causas. Puede presentarse en forma aguda o crónica, siendo
su forma clínica más frecuente la seudoobstruccion colonica aguda, también llamada síndrome de
Ogilvie.
El síndrome de Ogilvie es una obstrucción funcional aguda del colon, transitoria y
reversible con tratamiento oportuno, apareciendo por lo general en pacientes hospitalizados por
alguna de las patologías mencionadas (sobre todo ACV, IC y postoperatorios neuroquirurgicos y
ginecológicos). Se manifiesta clínicamente por distensión abdominal dolores de tipo cólico y falta
de eliminación de gases. Los ruidos hidroaereos están siempre presentes y el abdomen no es
doloroso (al menos inicialmente). La Rx muestra distensión exagerada del colon derecho y
transverso, en contraste con el colon izquierdo normal. El colon por enema demuestra ausencia
de obstrucción orgánica (si existe dilatación acentuada de ciego este estudio debe ser evitado por
riesgo de perforación). La inmediata descompresión por colonoscopia del colon derecho es el
tratamiento de elección. Para ello se debe avanzar más allá del ángulo hepático (no siempre es
posible). Cuando este procedimiento fracasa y el ciego mide más de 11 cm, la cecostomia
percutánea, guiada por ecografía es el método indicado. Si existen evidencias de perforación
colonica, la cirugía debe ser empleada para tatar la peritonitis y abocar el colon al exterior.
Vólvulo primario
Se denomina así a la rotación en torno de su eje de un segmento de intestino delgado, en
ausencia de patologías extrínsecas que actúen como pies de vólvulo. Es de una rareza extrema. La
gran mayoría de vólvulos son secundarios a patologías extrínsecas, como bridas, hernias internas,
tumores, divertículos de Meckel y malrotaciones congénitas. La patogenia se ha relacionado con
anomalías congénitas de longitud y altura del mesenterio y con particularidades de la dieta. Al igual
que el vólvulo secundario se presenta clínicamente con un íleo mecánico. La cirugía está indicada
ante la sospecha de vólvulo intestinal, tanto primario como secundario. En el primerio, aun si no
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existiera isquemia irreversible, la extirpación del segmento volvulado está indicada para prevenir
recurrencias. Cuando el segmento involucrado es extenso, es preferible la recurrencia antes que
un síndrome de intestino corto. Cuando existe isquemia irreversible o necrosis, la resección es
indispensable.
Bezoares
Son masas compactas que ocupan parcial o totalmente la luz del intestino y se originan por
acumulación de residuos no digeribles de materias orgánicas. Las más frecuentes son de origen
vegetal (fitobezoares) y en segundo lugar las que resultan de ingestión de cabellos humanos
(tricobezoares).
Las causas predisponentes más comunes del fitobezoar son la imposibilidad de triturar o
digerir adecuadamente los alimentos, ya sea por ingesta apresurada, dentadura insuficiente o
gastrectomía previa. Cualquier residuo de origen vegetal, ya sea fibra, hoja, raíz o piel, puede
constituir un fitobezoar. Por su parte, al tricobezoar se lo observa siempre asociado a trastornos
neuropsiquiatricos.
El tricobezoar obstruye siempre el estómago y se manifiesta clínicamente por dolor
abdominal, vómitos y masa palpable. La seriada gastroduodenal y la endoscopia confirman el
diagnostico. El fitobezoar también puede obstruir estómago, aunque por lo general ocluye
intestino delgado y se presenta como un íleo mecánico. La cirugía está indicada en la obstrucción
intestinal irreversible por fitobezoar (habitualmente puede ser fracturado digitalmente, siendo
innecesario abrir el intestino). El tricobezoar y los fitobezoares gástricos pueden ser inicialmente
tratados mediante fragmentación manual y endoscopia, asociadas con disolución enzimática
(gastrostomía ante el fracaso de estos métodos).
Síndrome del compás aortomesenterico
Se denomina así a la obstrucción de la tercera porción del duodeno secundaria a su
compresión entre la aorta y la arteria mesentérica superior. El único mecanismo patogénico
reconocido es la disminución del ángulo entre estas arterias, lo que puede obedecer a causas
congénitas o adquiridas. Las congénitas incluyen fijación anormalmente alta del ángulo
duodenoyeyunal y el nacimiento anormalmente bajo de la arteria mesentérica superior. Entre las
causas adquiridas se encuentran el marcado descenso de peso con pérdida de grasa mesentérica, la
visceroptosis y as deformidades de columna.
El síndrome se presenta con dolor abdominal, ruidos hidroaereos aumentados y vómitos
biliosos. La seriada gastroduodenal muestra dilatación de la segunda y tercer porción del duodeno,
obstrucción abrupta y oblicua de la luz y movimientos antiperistálticos del bario en la tercera
porción. El tratamiento consiste inicialmente en mejorar el vaciamiento duodenal posprandial, lo
que puede lograrse colocando al paciente en decúbito lateral izquierdo y fraccionando sus
comidas. La cirugía está indicada cunado fracasa este tratamiento.
Íleo biliar
Se denomina así a la obstrucción mecánica del intestino delgado o colon como
consecuencia del pasaje de uno o más cálculos a través de una fistula biliodigestiva. Es una
complicación de la colelitiasis, y su incidencia es de 0,3-0,5% de todos los pacientes con litiasis
biliar. Es más frecuente en mujeres y representa el 1-14% de las oclusiones intestinales mecánicas.
Su patogenia es la inflamación crónica, secundaria a la litiasis biliar, que determina
adherencias firmes entre la vesícula (eventualmente vía biliar) y el tubo digestivo, y como
consecuencia final de la inflamación, una comunicación colecistoduodenal en el 70% de casos,
colecistocolonica en el 20% y colecistogastrica o coledocoduodenal en el 10% restante. A través
de la comunicación los cálculos pasan a la luz intestinal, y una vez allí pueden ser vomitados,
eliminados espontáneamente por el recto o, lo que es más frecuente, impactarse en el tubo
digestivo. En el 70% de casos la impactacion se produce en el íleon que es la zona más fina y con
menor peristalsis, en el 25% de casos en el yeyuno o íleon proximal, y en el 5% en duodeno o
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Fecaloma
Es una acumulación de materia fecal en el recto, colon sigmoide o ambos a la vez, la cual
debido a su tamaño y/o consistencia no puede ser eliminada por el ano en forma espontánea. Está
constituido por la aposición de múltiples escíbalos redondeados y duros, aglutinados por mucus y
materia fecal más dura, que actúan como un cemento. La consistencia varía desde dura pétrea
hasta blanda pastosa.
El fecaloma ocurre preferentemente en constipados habituales, sobre todo ancianos,
psicóticos y enfermos de megacolon. En todos ellos la postración o inactividad prolongada es una
causa precipitante. También puede ocurrir en enfermos jóvenes que durante postoperatorios
dolorosos de cirugía abdominal o rectal evitan los esfuerzos defecatorios. En todos estos casos, la
propulsión del contenido colonico es anormal, por lo que la materia fecal se deshidrata y endurece
progresivamente.
El fecaloma bajo (rectal) se presenta con dolor hipogástrico, pesadez pelviana y sensación
defecatoria continua, siendo habitual una constipación pertinaz asociada con diarreas por
Etiopatogenia
Los divertículos del colon pueden ser congénitos o adquiridos. Los congénitos
generalmente son únicos y se presentan predominantemente en ciego, considerándose divertículos
verdaderos dado que involucran todo el espesor de la pared intestinal. Los divertículos adquiridos,
en cambio, son seudodiverticulos porque involucran solamente la mucosa y submucosa, estando
recubiertos por serosa. Se presentan a lo largo de los bordes de las tenias colonicas (puntos más
débiles de la pared) del colon sigmoideo y descendente, aunque también menos frecuentemente
pueden aparecer a lo largo de todo el colon. Se considera a la pulsión como el mecanismo de
producción de esta forma de divertículos.
Actualmente se acepta la existencia de dos variedades de enfermedad diverticular del
colon: la diverticulosis del colon hipotónica o difusa y la enfermedad diverticular del sigmoideo o
Anatomía patológica
La distribución diverticular es del 0,5% en ciego, 12% en colon ascendente, 2% en
transverso, 85% en colon descendente y sigmoides, y 0,5% en recto. SU tamaño oscila desde
menos de 1 mm hasta algunos cm, y su número varía entre uno y varios cientos. Según su estadio
evolutivo pueden ser intramurales o extramurales. Según su punto de emergencia, los
extramurales pueden estar cubiertos por serosa, apéndices epiploicos o mesenterio. Un hallazgo
anatomopatologico frecuente en la enfermedad diverticular no complicada es un aumento del
grosor de la capa muscular circular, lo que parece ser secundario a un marcado aumento del tejido
elástico de las tenias, lo cual acorta el colon y acentúa las corrugaciones de la capa muscular.
La manifestación anatomopatologica más temprana de la diverticulitis es la inflamación e
hiperplasia linfoide del ápex del divertículo, asociada con la presencia de materia fecal retenida en
su luz. La extensión de la inflamación y supuración a los tejidos vecinos (grasa pericolica y
apéndices epiploicos) es frecuente en los enfermos con sintomatología clínica de diverticulitis. Esta
peridiverticulitis así como la adherencia con vísceras vecinas (anexos, útero, vejiga, intestino
delgado, epiplón) tienden a bloquear los efectos de la perforación de los divertículos. Por infección
reiterada, o por apertura de un absceso, el colon enfermo puede comunicarse con las vísceras
adheridas mediante un trayecto fistuloso. Cuando no existe adherencia con órganos vecinos, la
perforación diverticular ocasiona una peritonitis generalizada o localizada. Por efecto de
inflamaciones reiteradas, la fibrosis resultante puede obstruir el colon enfermo en forma parcial o
incluso completa.
Clasificación
Las complicaciones de la enfermedad diverticular se agrupan en inflamatorias y
hemorrágicas. Las inflamatorias a su vez se catalogan en agudas (flemón, abscesos y peritonitis), y
las crónicas (fistulas y las estenosis colonicas).
Complicaciones inflamatorias agudas
La diverticulitis es un proceso inflamatorio localizado secundario a la microperforacion de
un divertículo. La diverticulitis simple o no complicada se caracteriza por ser una inflamación
peridiverticular sin absceso, peritonitis, ni sepsis sistémica. El enfermo se presenta habitualmente
con dolor en fosa iliaca izquierda, anorexia, náuseas o vómitos y ligera distensión abdominal. Puede
existir defensa, y la palpación del colon izquierdo es muy dolorosa. Aunque puede haber fiebre y
leucocitosis, la presencia de estos signos obliga a descartar una complicación (absceso o
peritonitis) mediante ecografía o TC. La mayoría de ataques de diverticulitis requieren
hospitalización dada la necesidad de hidratación parenteral, antibioticoterapia EV y control de
eventuales complicaciones evolutivas. El dolor debe ser tratado mediante analgesia parenteral
(evitar morfina o derivados).
Se denomina perforación a la presencia de abscesos, peritonitis o retroperitonitis, como
consecuencia de una perforación diverticular libre o insuficientemente bloqueada. Este término es
del todo correcto, ya que la diverticulitis simple también es el resultado de una perforación,
aunque en este caso el bloqueo adecuado impide que la infección se difunda. La perforación libre
en la cavidad peritoneal origina una peritonitis aguda difusa grave, soliendo ser suficientes la
semiología y la radiología simple para el diagnóstico. La retroperitonitis difusa por perforación
retroperitoneal es una complicación grave y de mortalidad elevadísima, pudiendo existir en el
examen físico contractura refleja del psoas, aunque lo más frecuente es la presencia de signos
clínicos de sepsis grave. La TC es especialmente útil para el diagnóstico. En toda microperforacion
diverticular se forma un pequeño absceso paradiverticular que luego se reabsorbe o se drena
espontáneamente. En ocasiones, como consecuencia de un bloqueo insuficiente de la infección
local, pueden formarse colecciones purulentas voluminosas (abscesos) tanto en la vecindad del
colon como lejos de este, siendo la localización mas frecuente intraperitoneal (fosa iliaca izquierda,
Douglas, mesocolon, espacio subfrenico), aunque también puede ser retroperitoneal. Se puede
sospechar clínicamente el absceso por la presencia de fiebre en picos, escalofríos y masa palpable,
aunque el diagnostico debe ser confirmado por ecografía o TC.
Complicaciones inflamatorias crónicas
La fistula se origina por la apertura de un absceso paradiverticular en un órgano vecino,
por lo que comunica la luz del colon con el órgano en cuestión. La forma más frecuente es la que
comunica el colon sigmoide con la cúpula vesical (fistula colovesical) con una incidencia del 30-
65%, seguida por la colocutanea (4-34%), colovaginal (2-44%) y coloenterica (6-20%). La fistula
colovesical se observa sobre todo en el varón, ya que en la mujer el útero constituye una barrera,
y el cuadro clínico es característico debido a la presencia de fecaluria y neumaturia, así como
también puede existir fiebre, disuria y polaquiuria. Todos los casos de fistula deben ser estudiados
para establecer la etiología y sus diagnósticos diferenciales, puesto que los tratamientos serán
opuestos (cáncer colorrectal, vesical o ginecológico, efectos actínicos, EII). La TC con contraste
oral, rectal e intravenoso es el mejor estudio para demostrar la fistula colovesical. La
videocolonoscopia relevara divertículos y resulta esencial para descartar neoplasias. El tratamiento
es quirúrgico, electivo y resectivo del segmento colonico afectado, siguiéndose los lineamentos de
la cirugía electiva de la enfermedad diverticular. El orificio vesical podrá repararse o no,
dependiendo de su tamaño, siempre se colocara sonda vesical durante 7 días.
La fibrosis por inflamación crónica puede determinar una obstrucción completa o
incompleta del colon. En esta situación clínica es necesario descartar: la presencia de una
obstrucción del intestino delgado por adherencia de un asa al foco inflamatorio, y la coexistencia
de un carcinoma. El sitio exacto de la obstrucción puede ser precisado por las radiografías simples
del abdomen. El diagnóstico diferencial entre diverticulitis y carcinoma puede ser difícil, ya que es
frecuente que el colonoscopio no pueda atravesar la estenosis.
Complicaciones hemorrágicas
El sangrado aparece entre el 3-27% de la población con divertículos, aunque entre los
pacientes ancianos es una de las causas más frecuentes de hemorragia digestiva baja junto a las
angiodisplasias. Se ha descrito una arquitectura anatómica constante en los divertículos colonicos,
en la cual una prominente vasa recta transcurre por la cúpula o por el cuello diverticular
íntimamente unida a la serosa, y separada de la luz del divertículo por mucosa y unas pocas fibras
musculares. La mucosa del divertículo se ulcera provocando cambios inflamatorios en la pared de
la arteria adyacente, situación que favorece la hemorragia por ruptura asimétrica del vaso arterial
hacia la luz del divertículo. Los estudios responsabilizan al colon derecho del 60-75% de las
hemorragias de origen diverticular, lo que obedecería a que los divertículos allí ubicados son más
grandes y con boca más ancha que los del colon izquierdo, por lo que la arteria estaría más
expuesta a la injuria luminal. La mayoría de sangrados diverticulares ceden espontáneamente y la
tasa de resangrado varía entre el 22-38%. Cuando el sangrado es autolimitado, deberá realizarse
colonoscopia electiva para aclarar su origen y excluir una neoplasia. Cuando la hemorragia es
mayor, la colonoscopia de urgencia permite localizar el sitio de sangrado y realizar hemostasia con
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Manifestaciones clínicas
La diverticulosis generalmente existe sin presentar síntomas, a menudo diagnosticándose
por TC, radiografía contrastada de colon o videocolonoscopia solicitada por alguna sintomatología
inespecífica o por cribado del cáncer de colon. Algunos pacientes con diverticulosis pueden
presentar distensión abdominal, meteorismo, flatulencias y ritmo evacuatorio irregular. La
sintomatología es inespecífica y semejante a la del síndrome de colon irritable.
La diverticulitis siempre es consecuencia de una perforación micro o macroscópica de un
divertículo. El dolor en fosa iliaca izquierda ocurre en el 70% de pacientes, y podrá estar irradiado
hacia hipogastrio o región lumbar izquierda. Deberá diferenciarse con otros cuadros abdominales
agudos. Las náuseas y vómitos están presentes en un 20-62% de casos, el estreñimiento en el 50%,
la diarrea en el 25-35% y los síntomas urinarios (disuria, urgencia miccional y cambios en la
frecuencia) en un 10-15%. Los hallazgos del examen físico dependerán del grado de compromiso
peritoneal que tenga el paciente. Existe una clasificación realizada por Hinchey, y modificada
posteriormente, que evidencia la secuencia patogénica de la perforación diverticular, dividiéndola
en: estadio 0 (diverticulitis clínicamente leve), estadio Ia (inflamación pericolica localizada
[flemón]), estadio Ib (absceso pericolico localizado), estado II (absceso pélvico, intraabdominal,
distante o retroperitoneal), estadio III (peritonitis purulenta generalizada) y estadio IV (peritonitis
fecal). El dolor en fosa iliaca izquierda se encontrar en individuos con un Hinchey I y II, y el dolor
abdominal generalizado en aquellos con Hinchey III y IV. Lo mismo sucede con la fiebre y
lecucocitosis.
Diagnostico
La evaluación inicial de todo paciente con diverticulitis debe incluir una completa historia
clínica, con un minucioso examen físico, debiéndose prestar especial atención al abdomen, pero sin
descuidar el resto del cuerpo, ya que se deben pensar en los diagnósticos diferenciales
(gastroenteritis, síndrome de intestino irritable, EII, infección urinaria, infecciones ginecológicas,
cólico renal, apendicitis, colitis isquémica, cáncer colorrectal y obstrucción intestinal). Ello debe
venir acompañado de un laboratorio de ingreso que incluya recuento de leucocitos, que pueden
estar elevados o no. La radiografía simple de abdomen tiene un valor relativo frente a los estudios
como ecografía y TC. En caso de no contar con estos dos últimos, el hallazgo de neumoperitoneo
será patognomónico de perforación de una víscera hueca, y del mismo modo la presencia de
niveles hidroaereos sugerirán un cuadro obstructivo que también puede acompañar a la
diverticulitis. La ecografía abdominal de urgencia es un arma útil, especialmente cuando la TC no
esté disponible. La TC de abdomen es el estudio de imágenes más apropiado ante la sospecha de
diverticulitis, y para una mejor valoración de resultados, resulta recomendable la utilización de
contraste oral, IV e incluso rectal, lo que permite poner de manifiesta complicaciones recientes
como aire peridiverticular, pequeñas colecciones o abscesos mayores, así como las fistulas y
obstrucción.
Tratamiento
Medico
En un paciente clínicamente estable, sin fiebre, vómitos, ni reacción peritoneal marcada, y
con la documentación por imágenes (eco o TC) que muestre solamente un ligero engrosamiento
del sigma, por lo general no se requiere internación y el manejo es en forma ambulatoria con dieta
baja en residuos y antibioticoterapia vía oral. El esquema antibiótico estará dirigido a cubrir
gérmenes anaerobios y gramnegativos.
En los casos que no encuadren con lo anterior, o en aquellos pacientes en los que no se
pueda garantizar un correcto seguimiento ambulatorio, su internación será la mejor indicación
para la realización de hidratación y antibioticoterapia IV. Aproximadamente un 85% de pacientes
hospitalizados por diverticulitis simple responderán al tratamiento médico, mientras que el 15%
requerirá cirugía. Establecido el tratamiento médico y el reposo intestinal, existen tres posible
evoluciones: mejoría, sin cambios o agravamiento. La mejoría se evidenciara aproximadamente a
las 48 h con disminución de la fiebre, tensión abdominal y leucocitosis, mientras que la persistencia
de signos y síntomas sugerirá un diagnostico incorrecto o un flemón o absceso no resuelto. La
realización de una nueva TC será imprescindible para evaluar la conducta a seguir. Un tercio de los
que respondieron al tratamiento médico se mantendrá asintomático, otro tercio tendrá síntomas
sin diverticulitis y finalmente un tercio presentara un nuevo ataque de diverticulitis (más frecuente
dentro del año de ocurrido el primer episodio).
Los pacientes que se presenten con una diverticulitis complicada van a tener un
tratamiento diferente según el estadio de Hinchey en que se encuentren:
-Estadio I: estos pacientes responden generalmente en forma satisfactoria al tratamiento médico.
En caso de duda diagnostica, imposibilidad de realizar TC o eco, o falta de respuesta al tratamiento
médico, el empleo del laparoscopio confirmara el origen del abdomen agudo y permitirá plantear
su tratamiento.
-Estadio II: se considera que las colecciones menores de 3-4 cm evolucionan satisfactoriamente
con tratamiento médico, mientras que en los abscesos de mayor tamaño es de elección el drenaje
percutáneo dirigido por ecografía o TC. En aquellas colecciones inaccesibles o que no responden
al tratamiento médico, es donde el tratamiento quirúrgico laparoscópico o convencional
encontrara utilidad.
-Estadio III: el manejo de la peritonitis generalizada purulenta es la situación más recomendable
para el empleo del laparoscopio cuando se trata de un abdomen agudo perforativo sin diagnostico
etiológico de certeza. Esto permitirá hacer el diagnóstico diferencial con apendicitis aguda, ulcera
gastroduodenal perforada o víscera hueca perforada. El tratamiento indicado es la cirugía,
dependiendo del cirujano y el medio en que se desempeña el tipo de abordaje (cirugía abierta o
laparoscopia). Las opciones terapéuticas irán desde el lavado de la cavidad abdominal y la
realización o no de una ostomia proximal a la zona en cuestión, hasta la ejecución de una
operación tipo Hartmann. Últimamente se pugna por la resección del segmento afectado con la
ejecución de una anastomosis terminoterminal en el mismo acto operatorio.
-Estadio IV: la peritonitis fecal es contraindicación de laparoscopia y el procedimiento indicado es
la operación de Hartmann.
Tras la resolución de un cuadro de diverticulitis, se deberá realizar la evaluación del colon
para descartar otras patologías asociadas.
Cirugía de urgencia
Estará indicada en los casos que se presente con una perforación libre, ya sea con
peritonitis generalizada purulenta o fecal (Hinchey III o IV) o con abdomen agudo. En esta
categoría también se encuadra la sepsis proveniente de un absceso no drenable y los casos
obstructivos. Las opciones terapéuticas varían según el estado general del paciente, la existencia de
comorbilidades, el grado de riesgo prequirurgico de la ASA, el medio en que se actúa y la
experiencia del cirujano. Los objetivos primordiales son: control de la sepsis, resección del
segmento intestinal enfermo y restauración de la continuidad intestinal, protegido o no por una
ostomia. Tradicionalmente se postulan tres procedimientos quirúrgicos básicos:
-Procedimiento en un tiempo: en condiciones ideales (buen estado general del paciente, pocas
horas de evolución, aceptable riesgo anestésico, condiciones locales abdominales favorables) se
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La angiectasias causan sangrados colonicos usualmente menos graves que los de origen
diverticular, pudiendo ser agudo, aunque tienden a ser lentos, repetidos y causantes de anemia
aguda o crónica. Según la circunstancia, se manifiestan con un sangrado de color rojo brillante u
oscuro, o a veces heces alquitranadas. El diagnostico se puede realizar mediante:
-Colonoscopia: cuando el sangrado es lento o está detenido, es un método seguro y eficaz para
hacer el diagnóstico. Las angiectasias se reconocen fácilmente como un parche mucoso plano
color rojo cereza, compuesto por capilares de entre 2-15 mm.
-Arteriografía selectiva de las arterias mesentéricas: los hallazgos anormales de las angiodisplasias
incluyen en el tiempo arterial una arteria con relleno precoz, en el tiempo capilar un ovillo
vascular pequeño y tortuoso relleno de contraste, y en el tiempo venoso una vena con
vaciamiento lento junto con la persistencia del ovillo vascular.
Las angiectasias descubiertas incidentalmente y que no han sangrado no requieren
tratamiento. Cuando las lesiones están sangrando en forma activa o tienen signos de sangrado
reciente (equimosis o petequiado) se indica el tratamiento endoscópico con electrocoagulación,
laser o, preferentemente, argón plasma. Por este métodos e logra el cese del sangrado en
aproximadamente 2/3 de casos, pero el resangrado puede llegar al 40-50%. Cuando el sangrado es
masivo y no está indicada la colonoscopia, la arteriografía diagnostica puede ser seguida de un
gesto terapéutico si se observa la extravasación del contraste, realizándose la embolizacion de
partículas de gelatina o microespirales. La embolizacion en algunos pacientes puede ocasionar
isquemia colonica e incluso infarto intestinal, menos frecuente desde que se usan catéteres más
finos para lograr un acceso superselectivo al vaso sangrante. Con este método se puede evitar la
cirugía o al menos posponerse para ser realizada en forma electiva. Si no se cuenta con ninguno de
estos métodos hemostáticos, o estos han fracasado y el sangrado es recurrente, se indica la
cirugía. La resección quirúrgica más comúnmente realizada es la hemicolectomia derecha, por la
más frecuente ubicación de las angiodisplasias (si fuera necesaria cirugía de urgencia y no se
pudiera demostrar la fuga de contraste en la arteriografía ni el sangrado en la colonoscopia, no se
puede asegurar que la angiodisplasia sea la causa de la hemorragia, más si hay enfermedad
diverticular asociada, por lo que en este caso es preferible realizar una colectomia total por menor
riesgo de resangrado).
Tipo II y III: angiodisplasias congénitas
Se presentan más en pacientes jóvenes, usualmente afectan el intestino delgado y suelen
ser múltiples. Las del tipo II son congénitas y similares a las telangiectasias hemorrágicas
hereditarias del tipo II (síndrome de Osler-Weber-Rendu), aunque sin sus manifestaciones
sistémicas. Este síndrome se hereda en forma autosómica dominante, pero rara vez ocasiona
sangrado antes de los 35 años de edad. Presenta telangiectasias múltiples y diseminadas en todo el
tubo digestivo, con predominio en íleo y colon derecho, así como también en la piel y mucosa de
la boca, lengua y fauces. Otros órganos afectados incluyen riñones, hígado, cerebro y pulmón. El
sangrado se exacerba por la trombocitopenia secundaria. En la endoscopia se ven como lesiones
ovales aracniformes, pequeñas, planas y que empalidecen con la presión.
Varices anorrectales y colonicas
Las varices anorrectales son una causa rara de hemorragia digestiva baja que está casi
siempre asociada a hipertensión portal, ya sea por cirrosis o por obstrucción de la vena porta o
sus afluentes (no deben ser confundidas con hemorroides). Además de las varices esofágicas, las
varices anorrectales constituyen otra vía colateral de descompresión del sistema portal en la
circulación sistémica, a través de las venas hemorroidales inferior y meda. Las venas hemorroidales
inferiores drenan el canal anal inferior (localización del plexo hemorroidal externo) hacia las venas
internas, mientras que las venas hemorroidales medias drenan el canal anal superior (localización
del plexo hemorroidal interno) y el recto inferior hacia las venas pudendas internas, ramas de las
iliacas internas. A pesar de esta comunicación, la incidencia de enfermedad hemorroidal en los
pacientes con hipertensión portal no es mayor que en la población general. En cambio, las varices
anorrectales son bastante comunes, presentándose en el 59-78% de estos pacientes.
A diferencia de las varices esofágicas, las anorrectales sangran rara vez 82%), pudiendo
hacerlo en forma continua o intermitente, y solo en menos del 1% es en forma masiva. El sitio del
sangrado suele ser en la zona del canal anal recubierta por epitelio escamoso. Para tratar las
varices anorrectales sangrantes, el método más simple es la sutura desde lo más alto posible en el
recto hasta el margen anal.
Hemangiomas
Son hamartomas congénitos originados en el secuestro embrionario del tejido
mesodérmico. Pueden hallarse en cualquier órgano, siendo la piel una localización muy común,
mientras que la colorrectal es muy rara. Se clasifican en:
-Capilares: red de finos capilares agrupados cercanamente, con revestimiento endotelial
hiperplasico. Se originan en el plexo vascular submucoso, son frecuentemente encapsulados y la
mitad se asocian a ulceración de la mucosa. Afectan principalmente el intestino delgado, apéndice y
piel perianal. Son el 10% de hemangiomas colorrectales.
-Cavernosos: vasos grandes de pared fina, con escaso tejido conectivo y musculo, lo que
predispone al sangrado. Pueden ser de tipo polipoide o difuso. El polipoide (10% de hemangiomas
intestinales) tiene un tamaño usualmente suficiente para ocasionar síntomas de obstrucción y
hemorragia. El difuso (20% de angiomas intestinales) es expansivo, varía ampliamente en forma y
tamaño y compromete 20-30 cm de intestino, a veces en múltiples localizaciones. Esta variedad
produce síntomas graves a una edad relativamente temprana.
La gran mayoría de pacientes suele comenzar a sangrar a edad temprana. En los
hemangiomas capilares el sangrado es lento y persistente, ocasionando melena y anemia, mientras
que en los cavernosos es moderado a grave, recidiva y aumenta su severidad con cada episodio
sucesivo. Aunque la complicación más común es el sangrado (60-90%), también pueden causar
obstrucción intestinal, vólvulo o invaginación intestinal. Los del recto también pueden ocasionar
diarrea, tenesmo, mucorrea, prolapso rectal y estreñimiento.
Aunque el sangrado de inicio temprano y recurrente usualmente lleva a un diagnóstico y
tratamiento definitivo en la adolescencia, los hemangiomas del colon pueden ser difíciles de
confirmar antes de la laparotomía. La presencia de hemangiomas de piel o mucosas debería hacer
sospechar una lesión similar en colon, del mismo modo que una historia familiar positiva. En los
hemangiomas anorrectales puede tactarse la irregularidad de la submucosa. El método diagnostico
más útil es la colonoscopia, con la que se observa la mucosa nodular de color azul oscuro vinoso o
rojo ciruela, con venas dilatadas o sin ellas, a veces con ulceración.
El tratamiento definitivo es la exeresis. Si son de tipo polipoide y localizados en ano o
recto inferior, puede hacerse la resección quirúrgica local por vía endoanal. En los hemangiomas
polipoides del colon o del recto más proximal, esta descrita la exeresis endoscópica exitosa,
aunque se debe advertir que puede inducir un sangrado incontrolable. En los hemangiomas
anorrectales difusos puede ser necesaria la resección abdomino perineal, aunque si el compromiso
del canal no es extenso, la cirugía de elección es la resección del recto con anastomosis coloanal.
Enfermedad de Dieulafoy
Es una lesión arterial localizad en la submucosa del fondo gástrico, aunque también ha sido
encontrada en intestino delgado y más esporádicamente en colon, recto y canal anal. Suele ser una
arteria submucosa anormalmente gruesa, única, protuberante y serpiginosa, que tiene la apariencia
de un tumor submucoso, con el resto de la mucosa normal. El diagnostico se hace mediante
colonoscopia, incluyendo los criterios diagnósticos un defecto mucoso menor de 3 mm asociado a
cualquiera de los siguientes hallazgos: vaso sanguíneo de 1-2 mm que protruye, sangrado arterial
activo, coagulo fresco adherente en un pequeño punto, o lesión inactiva con sangre intraluminal. El
tratamiento puede involucrar la escleroterapia endoscópica, la inyección de vasopresina
intraarterial, la sutura cuando se localiza en recto inferior, o la resección.
Apendicitis aguda
Embriológicamente el apéndice cecal es una continuación del ciego y se origina a partir de
su porción posteromedial, aproximadamente a 2,5 cm por debajo de la válvula ileocecal. Es un
órgano vestigial, sin función comprobada, que contiene tejido linfoideo, de longitud entre 2-20 cm,
con un promedio de 9 cm. Las capas esta constituidas por la mucosa, submucosa y muscular. La
capa mucosa es continuación del epitelio colonico. La submucosa contiene abundantes folículos
linfoideos, cuya cantidad varía según la edad (escasos en <2 años, hasta máximo de 200 entre los
12-20 años, reducción a menos de la mitad después de los 30 años, y ausencia en mayores de 60
años). La porción muscular comprende una capa interna circular, y una externa longitudinal
formada por la coalescencia de las tres tenias del colon. El mesenterio del apéndice es una
continuación de la hoja inferior del intestino delgado y pasa por detrás del íleon terminal. La
arteria apendicular, rama de la ileocolica, atraviesa el borde libre del mesoapendice. Mientras que
la relación de la base del apéndice con la pared del ciego es constante, la punta puede encontrarse
en diferentes localizaciones. La posición más frecuente es la retrocecal (65%), la segunda ubicación
es la pelviana (30%) donde el apéndice se encuentra en el borde de la pelvis o dentro de esta, y
menos comunes son las localizaciones preileal, retroileal y subcecal.
La apendicitis aguda es la inflamación aguda del apéndice cecal, habitualmente como
resultado de la obstrucción de su luz. De no interrumpirse este proceso, su evolución es hacia la
progresión y compromiso de todas las paredes, pudiendo desembocar en la perforación. Los
sintamos varían con la localización del ciego y la posición anatómica del apéndice inflamado. Si bien
es una de las causas más frecuentes de cirugía de urgencia, no se conoce su incidencia exacta en
nuestro medio. Se estima que ocurren 1,1 casos cada 1000 habitantes, afectando al 7% de la
población. Se describe una ligera preponderancia masculina. La etapa de vida donde se registra la
más alta incidencia es entre los 10-20 años, y es poco frecuente en pacientes menores de 2 años y
mayores de 60.
Etiología y fisiopatología
La obstrucción luminal suele ser el factor desencadenante del inicio del proceso
inflamatorio y puede ser el resultado de factores:
-Luminales: la causa más frecuente es la presencia de un fecalito, predominante en la población
adulta, los parásitos (A. lumbricoides, S. stercolaris) y las bacterias (Yersinia, Actinomyces israelii), los
cuerpos extraños, y menos frecuentemente, el bario impactado después de estudios contrastados.
La apendicitis secundaria a un fecalito predomina en la población adulta y estaría favorecida por
una dieta escasa en fibras y rica en hidratos de carbono. El fecalito se forma al depositarse sales de
calcio y detritus alrededor de un núcleo de materia fecal solida ubicado en el lumen apendicular y
puede alcanzar diámetros de hasta 1 cm.
-Parietales: representados por los tumores del apéndice y la hiperplasia linfoide. Esta última es el
factor más común (60%) y es más frecuente en personas jóvenes, en quienes la cantidad de tejido
linfoideo es mayor. Esta hiperplasia puede ser congénita o secundaria a una enfermedad sistémica
(sarampión, mononucleosis, infección viral respiratoria) o una enterocolitis bacteriana (Salmonella,
Shigella, Yersinia, Campylobacter)
-Extraparietales: poco frecuentes, en espacial en grupo de edad avanzada (>65 años). Se produce
por la compresión luminal extrínseca por tumores o metástasis.
No obstante, el modelo obstructivo no siempre explica la etiología, ya que algunos
pacientes tienen un lumen libre. En pacientes inmunocomprometidos (HIV) se describen causas no
obstructivas. En estos casos la infección oportunista por CMV es muy común y afecta todo el
tracto gastrointestinal, provocando esta afección.
Una vez iniciado el proceso, se genera un aumento de la producción de moco endoluminal,
con la consiguiente elevación de la presión del órgano que ocasiona la interrupción del drenaje
linfático, circunstancias que estimulan el desarrollo bacteriano. En esta etapa, el apéndice presenta
ulceras mucosas e importante edema parietal (apendicitis congestiva). De no interrumpirse este
proceso, se corta el flujo venoso, con incremento del edema parietal e isquemia, y por otro lado la
invasión bacteriana se expande a través de todas las capas (apendicitis aguda supurativa). La
progresión inflamatoria lleva a la trombosis venosa y compromiso de la irrigación arterial. En el
borde antimesenterico del apéndice, el área de menor irrigación, se producen infartos (apendicitis
gangrenosa). La última etapa es la perforación del apéndice, con pasaje del contenido de la luz
apendicular a la cavidad peritoneal (apendicitis perforativa).
Manifestaciones clínicas
Los síntomas más frecuentes y característicos son dolor abdominal, náuseas y vómitos. Al
comienzo, el enfermo experimenta en forma brusca dolor abdominal difuso, más pronunciado en
el epigastrio o alrededor del ombligo, habitualmente presentándose como dolor cólico o continuo
pero de moderada intensidad. Este dolor es causado por la distensión del apéndice y se transmite
a través del plexo solar como un dolor visceral genuino. A menudo este cuadro doloroso inicial se
compaña se un estado nauseoso. Después de 3-4 h el dolor se traslada a la fosa iliaca derecha
como un dolor intenso, originado por la irritación del peritoneo parietal anterior, la cual es
producida por su contacto con la serosa inflamada del apéndice, que se transmite como un dolor
somático. Esta secuencia es conocida como cronología de Murphy y se la encuentra en el 55% de
casos. Las náuseas están presentes en el 90% de enfermos con apendicitis, mientras que los
vómitos ocurren en el 60% de casos. Estos no son intensos ni prolongados y habitualmente se
producen uno o dos episodios después del dolor inicial.
Los signos típicos son el dolor a la palpación y descompresión, y defensa muscular sobre la
fosa iliaca derecha. Estos signos se presentan cuando el apéndice inflamado se ubica en posición
anterior e indican irritación peritoneal. A la palpación el punto máximo de dolor se percibe a 3,5-5
cm de la espina iliaca anterosuperior, sobre una línea imaginaria que la une con el ombligo (signo
de McBurney). El dolor a la descompresión se provoca al retirar en forma brusca la mano, después
de una palpación profunda y sostenida en este punto (signo de Blumberg). La defensa muscular es
proporcional a la severidad del proceso, en las primeras etapas consistiendo principalmente en
rigidez voluntaria, mientras que cuando la irritación peritoneal progresa aumenta el espasmo y se
vuelve involuntario. Las variaciones en la posición del apéndice inflamado modifican los signos
típicos. En la apendicitis retrocecal los signos abdominales descriptos son menos notables y el
dolor es más intenso en el flanco derecho, cuando el apéndice está suspendido en la cavidad
pélvica el dolor solo se puede provocar al realizar un tacto rectal (presión sobre lado derecho de
fondo de saco de Douglas), el signo del psoas está presente cuando el apéndice se halla en
contacto con este muslo y es positivo cuando el paciente experimenta dolor frente a la
contracción del muslo (se lo provoca mediante resistencia a una flexión activa o la extensión
pasiva del miembro inferior), el signo del obturador se produce cuando el apéndice está en
contacto con el obturador interno en la pelvis siendo positivo si el paciente refiere dolor en el
hipogastrio durante el estiramiento de este musculo (se lo provoca mediante rotación interna y
pasiva del muslo derecho flexionando mientras el paciente está en posición supina, y por último el
signo de Rovsing consiste en dolor en flanco y fosa iliaca derecha provocado por la palpación
profunda en el flanco y fosa iliaca izquierda, y se produce por desplazamiento de gas desde el lado
izquierdo hacia el derecho. Los signos vitales prácticamente no se modifican en la apendicitis aguda
no complicada, pudiendo haber un aumento en 1-2 grados de la temperatura corporal (cifras
>38ºC son infrecuentes).
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Estos síntomas y signos corresponden a una presentación clínica típica de apendicitis aguda
no complicada. Sin embargo, muchos casos tienen presentación atípica, debiendo considerarse:
-Apendicitis en niños: el diagnóstico es difícil, lo que se debe a la elevada frecuencia de síntomas
atípicos e imposibilidad de realizar adecuado examen. El dolor abdominal es difuso, sin localización
ni cronología característica. Fiebre, vómitos, irritabilidad y diarrea son los síntomas más
frecuentes, y el signo más común es la distensión abdominal. Esto provoca la alta incidencia (50-
80%) de perforación apendicular.
-Apendicitis en ancianos: la incidencia de perforación en pacientes mayores de 60 años es alta (40-
90%), y la explicación no solo se debe al retraso en el diagnóstico y condiciones locales en el
apéndice de ancianos (alteración de la irrigación sanguínea y debilidad de la pared del apéndice),
sino también a una demora en la consulta. Los síntomas clásicos de dolor, anorexia y vómitos
están presentes pero son de menor intensidad, y la localización en fosa iliaca derecha ocurre en
etapas más tardías. Los datos al examen físico pueden ser mínimos o ausentes, siendo la distensión
y defensa leve los signos más frecuentes.
-Apendicitis durante el embarazo: el diagnostico no ofrece dificultad en los dos primeros
trimestres, ya que la presentación clínica es similar a la de la población general. Por el contrario,
en el último trimestre el cuadro clínico es atípico y, además, síntomas propios del embarazo
pueden simular apendicitis. El agrandamiento del útero hace que el ciego se desplace en sentido
lateral y, por consiguiente, la punta del apéndice sufre una rotación en sentido antihorario, lo que
explica la variación de la localización del dolor. En el primer y segundo trimestre el dolor se
localiza en la fosa iliaca derecha, mientras que en el último puede ubicarse en el flanco o
hipocondrio derecho. Los síntomas asociados a irritación peritoneal están disminuidos o ausentes,
debido a que la laxitud de los músculos abdominales, y el agrandamiento del útero alejan el
apéndice de la pared abdominal. Además, las náuseas, vómitos y malestar abdominal son
frecuentes en el embarazo normal.
Diagnostico
Anamnesis
-Descripción del dolor: forma de comienzo y duración, características, gravedad, localización e
irradiación, atenuantes y agravantes.
-Síntomas asociados: anorexia, nauseas, vómitos, intolerancia a alimentos, síntomas respiratorios,
sintomatología del tracto urinario y habito evacuatorios. En general las apendicitis no complicadas
cursan con estreñimiento (frente a diarrea considerar peritonitis o diagnóstico diferencial con
gastroenteritis o EII).
-Historia ginecológica/obstétrica: conocer la FUM, características menstruales, historia sexual,
mecanismos de anticoncepción e interrogar respecto de la presencia de flujo o secreción vaginal.
-Antecedentes personales: clínicos, quirúrgicos, infecciosos, de medicación, laborales.
Examen físico
Debe incluir evaluación del aspecto general y de los parámetros vitales. El examen del
tórax y fauces ayudara para descartar otros diagnósticos. Los signos característicos de AA son
dolor a la palpación y defensa muscular en fosa iliaca derecha. La presencia de reacción peritoneal
denota el desarrollo de complicaciones evolutivas (peritonitis localizada o generalizada). La
presencia de un plastrón, sumada a un cuadro clínico de varios días de evolución, es sugestiva de
flemón o absceso apendicular. Buscar signo de McBurney, Blumberg, Rovsing, psoas y obturador.
Deberá completarse el examen físico con examen ginecológico (presencia de secreción o flujo,
temperatura de cuello uterino, dolor a su movilización) y tacto rectal que permita la realización de
palpación bimanual, así como detección de alteraciones a nivel del fondo de saco de Douglas
(abombamiento, aumento de la temperatura).
Estudios complementarios
-Laboratorio: se considera de utilidad la solicitud de un hemograma con formula y de sedimento
de orina. Aproximadamente el 70% de pacientes con apendicitis presentan leucocitosis superior a
10.000/mm3 y una derivación a la izquierda de su fórmula, aunque e recuento es normal en un
número importante de pacientes, aun en presencia de apendicitis perforada (además de que la
leucocitosis está presente en 25-75% de pacientes con otras causas de dolor en fosa iliaca). En
análisis de orina, la identificación de microorganismos, aunque indica presencia de infección
urinaria, no descarta el diagnostico de apendicitis. La prueba de embarazo debería solicitarse en
todas las pacientes en etapa fértil. Otras determinaciones, por ejemplo amilasa y hepatograma,
dependerán del cuadro clínico. El coagulograma debe ser sistemático frente a la posibilidad
quirúrgica. Estos estudios no sirven para confirmar el diagnóstico de apendicitis sino para
descartar otras patologías.
-Rx de tórax: permite descartar patología pleuropulmonar activa o agrandamiento de la silueta
cardiaca, así como evidenciar neumoperitoneo de localización subdiafragmatica. El hallazgo de
neumoperitoneo es infrecuente en casos de AA, y resulta más habitual frente a una ulcera
perforada o enfermedad diverticular del colon complicada.
-Rx de abdomen: puede ser normal en un alto porcentaje o bien evidenciar íleo localizado o
borramiento del psoas por la presencia de líquido intraabdominal (signo del revoque). Puede
mostrar la presencia de un fecalito calcificado en fosa iliaca derecha, imágenes negativas a nivel del
árbol ureteral o en hipocondrio derecho, que son sugestivos de litiasis ureteral o vesicular,
respectivamente.
-Ecografía abdominal y pelviana: es un examen sencillo disponible con facilidad, siendo su principal
desventaja que el rendimiento del examen es directamente proporcional a la experiencia del
operador. Su utilidad es menor en pacientes obesos o con gran distensión abdominal y
meteorismo intestinal. En manos experimentadas, su sensibilidad es alta (75-90%) y la especificidad
aun mayor (86-100%). Su solicitud debe ser considerada obligada en mujeres fértiles para
descartar patología ginecológica aguda, en embarazadas con sospecha de AA, y en cuadros clínicos
de plastrón apendicular para precisar colecciones. Un examen ecográfico es de utilidad diagnostica
cuando el musculo psoas y los vasos iliacos externos son perfectamente identificados y la
compresión del ciego e íleo terminal con el transductor permite evaluar la región retrocecal (no
se cumple en 3-11% de pacientes). Los hallazgos sugestivos de AA incluyen: diámetro del órgano
mayor de 7 mm, apéndice no compresible de paredes engrosadas (criterios más importantes),
coprolito en el lumen apendicular, dolor a la compresión en al FID, solución de continuidad en la
línea ecogenica de la mucosa (necrosis y perforación inminente), liquido libre intraabdominal,
hiperecogenicidad del tejido graso vecino, signos inflamatorios en ciego y región ileocecal,
hipervascularidad parietal en el estudio Doppler.
-TC: permite una muy buena evaluación intraabdominal, con una alta sensibilidad y especificidad en
el diagnóstico de AA. Su máximo rendimiento requiere el uso de contraste oral e intravenoso. Su
indicación es limitada y se debe considerar en: pacientes obesos, con importante distensión
abdominal, mayores de 70 años, sospecha de patología neoplásica, absceso apendicular, y duda
diagnostica. Los hallazgos tomograficos sugestivos de AA son: apéndice dilatado y engrosado
(diámetro >7 mm), edema de tejido grado vecino, presencia de fecalito apendicular,
engrosamiento focal del apéndice, signos de complicaciones (flemón, colecciones liquidas,
peritonitis).
Diagnóstico diferencial
Prácticamente todas las patologías que cursan con dolor abdominal pueden confundirse o
dar síntomas similares a los de la AA. La evaluación de diagnósticos diferenciales debe efectuarse
fundándose en tres parámetros:
-Patología no quirúrgica: IAM de cara diafragmática, neumonía basal, hepatitis viral aguda y distintas
variantes del abdomen agudo medico (purpura, porfiria, diabetes, intoxicación por plomo y
salmonelosis).
-Edad:
*Niños:
+Gastroenteritis viral: es una infección autolimitada, caracterizada por diarrea
liquida abundante, náuseas y vómitos. En la exploración física, el abdomen se relaja entre los
cólicos y no hay signos de localización del dolor.
+Adenitis mesentérica: es la enfermedad que con mayor frecuencia se confunde
con AA. Habitualmente hay antecedentes de infección reciente de las vías respiratorias, el dolor
abdominal es más difuso, y a menudo los pacientes se quejan de otros síntomas de infección vital,
como cefaleas, mialgias y fotofobia. La ecografía puede ayudar a establecer el diagnóstico al
visualizar adenopatías en IFD.
+Invaginación intestinal: a diferencia de la AA predomina en niños menores de 2
años, caracterizándose el cuadro por dolores cólicos de aparición brusca. Entre los ataques el
paciente parece estar bien, y al cabo de varias horas suele expulsar heces sanguinolentas y con
moco. Al examen físico se puede palpar una tumoración en forma de salchicha en la FID. El
diagnostico se puede establecer claramente mediante ecografía
*Jóvenes:
+Enfermedad de Crohn: se caracteriza por dolores cólicos frecuentes y diarrea, y
ausencia de vómitos y anorexia.
+Divertículo de Meckel complicado: puede ser indistinguible de na AA. La
presencia de sintamos asociados de obstrucción de intestino delgado y localización más difusa del
dolor orientan el diagnostico.
*Mayores: toda otra patología abdominal aguda (principalmente colecistitis aguda,
pancreatitis, diverticulitis, ulcera duodenal perforada, complicaciones de patología intestinal
inflamatoria, infarto de epiplón) y especialmente con patología neoplásica de colon derecho.
-Sexo:
*Varón: debe tenerse en cuenta la torsión testicular y epididimitis (fácilmente
diagnosticables mediante examen de genitales externos) y cálculos renales o ureterales (producen
dolor severo, con propagación posterior o al testículo).
*Mujer:
+EPIA: se caracteriza por mayor duración de síntomas, generalmente 2-3 días, a
diferencia de la AA en que aquellos duran en promedio 17 h. los síntomas gastrointestinales son
poco frecuentes y el dolor abdominal es más difuso. Al examen físico no se encuentra defensa
muscular, pero suele haber exquisito dolor a la descompresión. Al tacto vaginal, la movilización del
cuello uterino produce dolor.
+Ruptura de folículo ovárico: puede dar lugar a dolor abdominal bajo de aparición
brusca, en el medio de un ciclo menstrual. La leucocitosis y fiebre son leves o ausentes, y el dolor
desaparece espontáneamente en pocas horas.
+Salpingitis aguda. Comienza en abdomen inferior, con temperatura >38ºC, y los
vómitos y anorexia son infrecuentes. Al examen físico se comprueba hipersensibilidad de ambas
fosas iliacas, sin rigidez muscular.
+Endometriosis: se debe sospechar en pacientes con dolores recurrentes en cada
ciclo menstrual.
+Embarazo ectópico: se sospecha en mujer con dolor abdominal inferior de
comienzo brusco, cuadros de hipotensión, atraso menstrual y flujo vaginal pardo. El diagnóstico se
confirma en la mayoría de casos con examen ecográfico y la determinación de sub beta hCG.
Historia natural
A partir de la perforación apendicular se producen las denominadas complicaciones
evolutivas de la AA, las cuales comprenden el flemón y absceso apendiculares, la peritonitis
apendicular y la trombosis del eje venoso mesentérico portal. La frecuencia de perforación
apendicular está directamente relacionada con el retraso diagnóstico. Después de la misma se
produce el pasaje del contenido apendicular hacia la cavidad peritoneal, aunque en la mayoría de
casos la obstrucción (que origino la apendicitis aguda), impide el pasaje del contenido del ciego
hacia el peritoneo. En estos pacientes el proceso inflamatorio se focaliza en la región
periapendicular al bloquearse la infección entre el epiplón, colon, asas intestinales y pared
abdominal. Esto constituye el flemón apendicular, que contiene mínima cantidad de pus, aunque si
el proceso avanza, se forma una cavidad de pus bien delimitada, es decir, un absceso apendicular.
Cuando este mecanismo defensivo falla, se produce una peritonitis difusa, siendo los dos sitios
especialmente afectados el fondo de saco de Douglas y el espacio subfrenico derecho. Los
diagnósticos de flemón y absceso surgen claramente en el paciente con antecedentes de cuadro
clínico compatible con apendicitis, que luego de varios días de evolución se presenta con masa
palpable en al FID. En el examen físico se palpa una tumoración dolorosa, de límites mal definidos,
aunque no hay evidencia de peritonitis generalizada (resto del abdomen sin dolor). Clínicamente
este proceso se denomina plastrón apendicular, siendo importante diferenciar si se trata de un
flemón o absceso. La TC es el método de elección para hacer esta distinción (flemón es una masa
inflamatoria solida sin gas extraluminal y cuyo contenido liquido se halla dentro de las asas
intestinales, mientras que el absceso es una estructura hipodensa con o sin burbujas de gas y un
patrón liquido dominante). El diagnóstico de peritonitis difusa surge de los hallazgos clínicos, ya
que el dolor abdominal se extiende a todo el abdomen y son frecuentes las náuseas y vómitos. Al
examen físico se comprueba contractura o defensa muscular involuntaria en todo el abdomen, y la
temperatura corporal alcanza cifras mayores de 39ºC. En la Rx de abdomen se observan los signos
de obstrucción intestinal, y el recuento de blancos puede ser >15.000/mm3.
Tratamiento
El objetivo del tratamiento quirúrgico es reducir el porcentaje de laparotomías negativas
con apéndices histológicamente normales, sin elevar la cifra de apendicectomias tardías. El
tratamiento consiste en la exeresis del apéndice inflamado, tanto en los casos de apendicitis no
complicada o perforada como en aquellos con peritonitis localizada o generalizada, circunstancias
en las que a la apendicectomia se agrega el drenaje de las colecciones y el lavado profuso de la
cavidad abdominal y pelviana.
Frente a la presencia de un apéndice macroscópicamente normal, el planteo será distinto si
se trata de una cirugía convencional o laparoscópica. En la primera situación existirán limitaciones
para la exploración por el tamaño de la incisión, mientras que la laparoscopia permite una óptima
visualización. Deberá descartarse la presencia de un divertículo de Meckel (últimos 30 cm del íleon
distal) o de otra patología digestiva o ginecológica. De identificarse otra patología, el cirujano
deberá abocarse a su resolución, pero de no hallarse otra patología, la exeresis constituye la
conducta aconsejable, ya que la apendicectomia suele mejorar o hacer desaparecer la
sintomatología y la apendicitis focal suele ser un hallazgo histológico. Frente al diagnóstico
preoperatorio de plastrón apendicular, la conducta es la siguiente: si se trata de un flemón reposo
del tubo digestivo, reposición hidroelectrolítica y administración de ATB; y si se pesquisa un
absceso, deberá agregarse al tratamiento anterior el drenaje por vía percutánea con auxilio
ecográfico o de TC. En ninguna de estas circunstancias se recomienda la apendicectomia diferida,
ya que los enfermos permanecen asintomáticos y la cirugía habitualmente no evidencia restos del
apéndice cecal digerido por los fenómenos inflamatorios.
Seguimiento
El pronóstico se halla directamente relacionado con la presencia de perforación
apendicular. La incidencia de complicaciones postoperatorias se encuentra alrededor del 5% y, de
manera similar, aumenta cuando existe perforación. Las siguientes son las ma frecuentes en el
postoperatorio inmediato:
-Infección del sitio quirúrgico: los gérmenes involucrados incluyen E. coli, B. fragilis y Pseudomonas.
Se caracteriza por dolor, tumefacción, edema y eventual salida de material por la herida. El
tratamiento es el retiro de puntos, apertura y drenaje.
-Colecciones intraabdominales (abscesos): se caracterizan por fiebre, dolor y alteraciones del
tránsito después del quinto día de postoperatorio. La ecografía y TC permiten su detección y su
tratamiento reside en el drenaje percutáneo y modificación en el esquema antibiótico.
-Fistula cecal: la dehiscencia de la base apendicular en el ciego da lugar a la comunicación entre
esta y la piel. La mayoría se resuelve de manera espontánea, y en las restantes deberá descartarse
la presencia de cuerpos extraños, obstrucción intestinal distal u otras circunstancias que impongan
nueva cirugía.
-Otras: menos frecuentes son la evisceración de la herida quirúrgica, enterocolitis
seudomembranosa e infección urinaria.
Las complicaciones mediatas más frecuentes son la obstrucción intestinal por bridas o
adherencias y el desarrollo de eventraciones, de muy baja incidencia en las incisiones de McBurney
o en cirugía laparoscópica.
Resulta fundamental efectuar el correspondiente estudio histopatológico del apéndice
resecado, para confirmar el diagnóstico o descartar la presencia de otras patologías,
fundamentalmente de índole neoplásica. Se detecta patología neoplásica en el 3% de los apéndices
estudiados, siendo su detección preoperatoria muy infrecuente. La apendicectomia es el
tratamiento indicado para el mucocele, seudomixoma peritoneal localizado y la mayoría de
tumores benignos. El tumor carcinoide es el más frecuente de los tumores malignos localizados en
apéndice (80%), y tienen mejor pronóstico que los de otra ubicación. La apendicectomia se
considera el tratamiento definitivo cuando el tumor es <2 cm, está localizado en el cuerpo o
extremo del apéndice y no presenta metástasis. Si la lesión se encuentra en la base o es mayor de
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2 cm, deberá completarse con una hemicolectomia derecha, la cual también deberá indicarse
frente a un tumor invasivo o si se trata de un adenocarcinoma. Se aconseja la resección de
metástasis hepáticas.
digestivo superior.
Peritonitis
Peritonitis aguda
Se designa así a la inflamación aguda del peritoneo, independientemente de su etiología.
Etiología
Las causas reconocidas son múltiples: infecciones (bacterias, hongos u otros tipos),
sustancias químicas irritantes (por su contenido enzimático, su pH o sus componentes), cuerpos
extraños, antígenos endógenos o exógenos, y agentes físicos (radiaciones). Las peritonitis no
traumáticas representan el 58% de los cuadros, y dentro de ellas las etiologías más frecuentes son:
apendicular (58%), ulcera gastroduodenal perforada (15%), pelviperitonitis (12%) y biliar (9%). Las
peritonitis traumáticas representan el 42% de las causas, y las etiologías más comunes son las
heridas de arma blanca (44%) y de arma de fuego (34%).
Las peritonitis pueden ser clasificadas según:
-Enfoque clinicoquirurgico:
*Peritonitis sépticas: desde el comienzo existe participación de gérmenes, pudiendo ser la
contaminación espontanea o provocada. Entre las espontaneas, la causa más frecuente es la
invasión de la cavidad por microorganismos provenientes del tubo digestivo o, menos
habitualmente, del aparato urogenital. La contaminación provocada puede estar relacionada con
maniobras quirúrgicas, traumatismos abiertos, introducción de sustancias en la cavidad, maniobras
abortivas, entre otras. Se describen cinco vías de contaminación bacteriana: directa o local
(comprenden las peritonitis por perforación que incluyen perforación o ruptura de una víscera,
estallido de una colección infectada, traumatismo con compromiso peritoneal o visceral), hemática
(foco primario extraabdominal), linfática (adenitis o linfangitis retroperitoneal), canalicular
(endometritis, salpingitis), o por difusión (la brecha contaminante no es evidente, comprendiendo
las causadas por translocación bacteriana y necrosis de la pared intestinal sin perforación).
*Peritonitis asépticas: en este caso la inflamación responde al contacto de la serosa con
agentes irritantes, entre los que se distinguen líquidos naturales (bilis, orina, sangre), líquidos
anormales (quistes de ovario, hidatídicos), sustancias antisépticas, causticas o irritantes (aplicada
durante cirugía como yodo y talco, o por vía genital), aire (neumoperitoneo), cuerpos extraños
(olvidados durante una cirugía, suturas), isquemia (infarto de epiplón, torsión ovárica), traumática
(hemoperitoneo por contusión). Todas las peritonitis asépticas tienden a ser secundariamente
sépticas pues al poco tiempo sobreviene la contaminación bacteriana.
-Extensión: se diferencian dos grandes grupos, las peritonitis difusas o generalizadas y las
circunscriptas o localizadas. En las primeras se halla afectada toda la cavidad, mientras que en las
segundas el compromiso es parcial, con indemnidad absoluta de la mayor parte de la misma.
-Origen:
*Primarias: son aquellas en las que no se demuestra la existencia de una fuente de
contaminación evidente relacionada con algún órgano del tracto gastrointestinal o intraabdominal.
La vía de infección es preferente hematodromica (los gérmenes acceden por vía sanguínea a partir
de un foco alejado). Son más frecuentes en niños (con antecedentes de infección respiratoria,
otitis o síndrome nefrótico), y los microorganismos prevalentes son cocos grampositivos (S.
pneumoniae y pyogenes). Entre los adultos la causa más frecuente es la cirrosis alcohólica con
predominio de microorganismos de origen entérico como E. coli y más raramente anaerobios, y la
segunda causa es la tuberculosis. La flora es habitualmente monomicrobiana.
piernas extendidas o levemente encogidas. El cuadro térmico en las etapas tempranas muestra
registros progresivamente ascendentes, pero que difícilmente superan los 39ºC a nivel periférico.
A nivel central (rectal o bucal) los registros exceden generalmente el grado de diferencia con
respecto a los periféricos (disociación axilorrectal), mas constante en cuadros de hemiabdomen
inferior. En la mayor parte de casos se registran vómitos, que reconocen como causa inicial el
intenso dolor y que son en un principio de origen reflejo. Posteriormente, al agregarse íleo
adinámico, los vómitos responden a la distensión y paresia de las primeras porciones del tubo
digestivo. Otro síntoma invariable es la anorexia.
El examen semiológico del abdomen es el pilar principal del diagnóstico. Luego e algunos
días se comprueba distensión abdominal, la cual es inicialmente localizada y cercana al foco
desencadenante de la peritonitis (íleo adinámico regional), pero se extiende progresivamente. A la
inspección se advierte fijeza respiratoria abdominal, de la cual son responsables el dolor y la
contractura parietal, y si esta condición se generaliza la respiración pasa a ser costal superior,
taquipneica. Los datos arrojados por la palpación son, junto al dolor espontaneo, los testimonios
más constantes y orientadores. Debe ser efectuada meticulosamente, utilizando la mano plana con
una leve flexión de los dedos sobre la palma. La palpación superficial puede evidenciar
hipersensibilidad cutánea en la región vecina al foco. La compresión provoca dolor y detecta un
aumento de la resistencia, en un principio temporaria y provocada por estas maniobras (defensa) y
luego constante, espontanea (contractura). El signo palpatorio más característico es el dolor a la
descompresión (signo de Blumberg), que se explora deprimiendo la pared con suavidad y
retirando la mano rápidamente. Se debe al contacto de dos serosas inflamadas, el peritoneo
parietal y visceral. La percusión es útil para determinar las áreas de dolor provocado, y además se
registra casi siempre timpanismo generalizado (cuando existe derrame se puede apreciar matidez,
mientras que en caso de neumoperitoneo está ausente la matidez hepática). La auscultación revela
silencio abdominal. No debe omitirse el tacto rectal, al igual que en todo abdomen agudo,
maniobra que dará información acerca de la ocupación de la ampolla, cooperara en la detección de
patología rectal y permitirá advertir la presencia de patología perirrectal extra o intraabdominal. La
realización simultanea durante la palpación abdominal de un TR (maniobra de Yodice-Sanmartino),
permite muchas veces focalizar el dolor abdominal en el punto correspondiente a la víscera
afectada. Es también indispensable efectuar en mujeres un tacto vaginal para descartar patología
genital (endometritis, salpingitis) y para obtener datos generales de la pelvis y fondo de saco de
Douglas.
De ninguna manera debe esperarse la presencia se signosintomatologia tardía para efectuar
el diagnostico de peritonitis, ya que ellos expresa la progresión de la enfermedad, muchas veces en
etapa irreversible. El cuadro general incluye depresión de la conciencia, hipotensión, taquicardia,
taquipnea y oliguria, a lo que se agrega la repercusión de la sepsis con su secuela de fallas
orgánicas: hiperdinamia inicial, seguida de distres respiratorio, hipotensión, falla cardiovascular,
insuficiencia hepática, coagulación intravascular diseminada y shock. El dolor, deshidratación,
desequilibrio hidroelectrolítico, alteraciones de la perfusión, hipotensión y sepsis llevan a la
exteriorización de la llamada facies hipocrática, caracterizada por rasgos afilados, ojos hundidos,
ojeras, sequedad de mucosas, sudor frio de la frente y expresión de angustia y dolor. Se observan
alteraciones de la perfusión como livideces en miembros inferiores. En etapas tardías la
temperatura cae a nivel periférico, mientras se mantiene alta a nivel central. El desequilibrio
hemodinámico, con franca hipovolemia se ve agravado por la existencia de vómitos profusos. Algo
mas tarde, instalada la falla del tubo digestivo, se agrega sangrado (HDA) en la forma de vomito
porraceo o franca hematemesis.
Los exámenes de laboratorio no son imprescindibles para efectuar el diagnostico de
peritonitis, aunque pueden contribuir a dilucidar algunas dudas y son necesarios para un correcto
seguimiento clínico. La leucocitosis con neutrofilia es un hallazgo constante, rondando los
15.000/mm3, aunque en gerontes e inmunocomprometidos puede estar ausente. El hematocrito se
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orden médico y basado en la antibioticoterapia. En las terciarias, además puede ser necesario un
abordaje quirúrgico. En las peritonitis secundarias siempre está indicado el tratamiento quirúrgico.
En el preoperatorio existen dos metas principales: la reanimación hidroelectrolítica y la
iniciación del tratamiento antibiótico. Una vez realizada la semiología se debe calmar el dolor sin
utilizar antitérmicos, evaluar la repercusión hemodinámica y expandir la volemia (se controlara la
reposición con presión arterial, PVC y sonda vesical para medir la diuresis horaria). Para
descomprimir el tubo digestivo y facilitar la anestesia se instalara una sonda nasogástrica. El
tratamiento antibiótico debe comenzarse tan pronto como se efectúa el diagnóstico clínico y será
empírico. En la peritonitis secundaria se debe tener en cuenta que la infección es casi siempre
polimicrobiana, por lo que se debe cubrir aerobios (particularmente enterobacterias) y
anaerobios.
Una vez evaluado el paciente y decidida la conducta quirúrgica debe determinarse la
oportunidad de la misma. Esquemáticamente se debe actuar: peritonitis perforativas tempranas
(<12 h de evolución) cirugía inmediata, peritonitis perforativas tardías y no perforativas compensar
estado general y buscar el mejor momento hemodinámico sin superar las 12 h a partir de la
hospitalización. Quirúrgicamente se deben considerar:
-Tratamiento del compromiso peritoneal: los gestos más importantes son el lavado profuso de la
cavidad peritoneal y la recolección de pus para su cultivo. El lavado incluye la eliminación de
tejidos esfacelados o necróticos, efectuándose con solución de cloruro de sodio al 0,45%. Es
menester aspirara cuidadosamente el líquido remanente (evitar desarrollo de agentes patógenos).
-Tratamiento del foco desencadenante: en los procesos isquémicos o necróticos es indispensable
extirpar el órgano o tejidos afectados. En los inflamatorios o perforativos el tratamiento ideal es
también la resección, pero en algunos casos (por razones anatómicas) se debe apelar al simple
avenamiento del foco (plastrones, pancreatitis). El abordaje será amplio en las peritonitis
generalizadas y circunscripto en las localizadas, mientras que si el diagnóstico es incierto, la vía
mediana es la que permite mejores maniobras.
Métodos diagnósticos
Endoscopia
La endoscopia alta es imprescindible para establecer el origen de la hemorragia, y debe
hacerse no bien el paciente se encuentre compensado. Siempre será posible ubicar la localización
topográfica del sitio de la hemorragia, y además es muy importante para intentar la hemostasia de
la lesión sangrante y, también, para establecer un pronóstico, porque permite reconocer signos de
sangrado activo o reciente que pronostican una eventual recidiva. Forrest distinguió en las ulceras
gastroduodenales los signos que permiten pronosticar la posibilidad de un nuevo episodio: I
sangrado activo (A arterial pulsátil o B en napa), II sangrado reciente (A vaso visible, B coagulo
adherido y C mancha pigmentada), y III sangrado ausente (base limpia). El sangrado activo y pulsátil
en el momento de la endoscopia y las ulceras con vaso visible en su fondo (I y IIA) tienen la mayor
incidencia de reinicio de la hemorragia. Los criterios de Forrest también contribuyen para
establecer la conducta posterior:
-Los pacientes con hemorragia en napa o vaso visible es conveniente que permanezcan en unidad
de cuidados especiales porque son candidatos a un tratamiento definitivo, endoscópico o
quirúrgico.
-Los que presentan manchas pigmentadas o coagulo adherido deberán permanecer internados por
lo menos 3 días, que es el periodo de mayor peligro de recidiva, pero como la incidencia es baja
pueden hacerlo fuera del área de cuidados especiales.
-Aquellos con ulceras de base limpia, dada la baja probabilidad de volver a sangrar, pueden ser
externados bajo control, siempre que mantengan parámetros vitales estables.
Examen baritado gastroduodenal
No tiene indicación en el periodo agudo por su baja eficacia diagnostica. Fuera del episodio
hemorrágico puede ser útil como complemento.
Angiografía selectiva
La angiografía selectiva de tronco celiaco y mesentérica superior es poco empelada.
Presenta el inconveniente de que, para que haya extravasación de contraste, se necesita un
sangrado activo y con un debito >0,5 ml/min. Solamente se justificaría si la endoscopia alta fue
negativa y la hemorragia persistente.
Tratamiento
Todo paciente que ingresa con descompensación hemodinámica debe ser internado en una
unidad de cuidados especiales y atendido por un equipo interdisciplinario. El tratamiento de la
hemorragia digestiva se basa en tres principios: establecer la magnitud de la pérdida sanguínea y su
repercusión hemodinámica para conseguir una adecuada reanimación, realizar el diagnóstico de la
lesión causal, y controlar la hemorragia y prevenir un nuevo episodio.
Reposición de la volemia
El objetivo primordial será reponer la volemia y estabilizar al paciente para poder efectuar
los procedimientos diagnósticos que permitan el tratamiento más apropiado. Las medidas iniciales
comprenden:
-Colocación de 2 o más vías venosas periféricas. En el momento de introducirlas se obtendrán
muestras para grupo sanguíneo y para solicitar hematocrito, hemoglobina, ionograma, urea y un
coagulograma básico.
-Colocación de una sonda nasogástrica, que permita conocer el ritmo de la hemorragia y aspirar y
lavar el estómago, preparándolo para un estudio endoscópico.
-Colocar una sonda vesical para controlar la diuresis.
Es fundamental restablecer una adecuada perfusión tisular para asegurar el transporte de
oxígeno, además de mantener valores apropiados de hemoglobina. Para reponer la volemia se
dispone de soluciones cristaloides y sangre, que se utilizan en forma aislada o combinada. La
reanimación se inicia con la infusión rápida de 2000 ml de cristaloides y, de acuerdo con la
Clasificación
Según el lugar de asiento lesional se distingue entre HDA y HDB. De acuerdo con la
ocurrencia del sangrado puede ser aguda, crónica o crónica reagudizada. Conforme la repercusión
hemodinámica, pueden ser compensadas o descompensadas. Esto depende de la velocidad y
periodicidad del sangrado, estado previo y capacidad de respuesta del paciente. Perdidas menores
de 200 ml no provocan alteraciones significativas, cuando alcanzan los 800 ml suelen asociarse con
aumentos de frecuencia cardíaca y descensos tensionales, mientras que las que se aproximan a
1500 ml se acompañan de fatiga, palidez, palpitaciones, dolor precordial, disnea, taquipnea,
hipotensión y aun shock. En consonancia con la magnitud de la hipovolemia el episodio puede
calificarse como leve (500 ml), mediana (1000 ml), grave (2000 ml) y exsanguinante (no se puede
compensar). Ajustado al carácter evolutivo el sangrado, se lo cataloga como detenido, recurrente
o persistente según el comportamiento de la hemorragia.
Certificar la perdida hemática, evaluar el estado hemodinámico e infundirlos fluidos
necesarios para la compensación permiten clasificar la magnitud y el impacto de la hemorragia. La
carencia de modelos predictivos que permiten estimar el comportamiento que adoptara la
hemorragia obliga a la internación para controlar la evolución. Merecen destino en unidades de
cuidados especiales quienes requieren más de dos unidades de glóbulos al ingreso o que presenten
comorbilidades importantes. Es mandatorio precisar la ubicación, “donde se encuentra” la lesión,
siendo en esta instancia intrascendente el patrón histológico de “lo que sangra”. Una cuarta parte
de las HDB reitera el sangrado, por lo que el paciente exige adecuado control.
Diagnostico
La etapa inicial está dirigida a certificar la hemorragia digestiva, evaluar el impacto
hemodinámico, reanimar al paciente y confirmar si se trata de una HDB. A continuación se
pesquisa la ubicación de la lesión sangrante y se intenta hemostasia.
Anamnesis
Los síntomas que presenta el paciente son expulsión de sangre en diverso grado de
digestión por vida anal o por ostomia (proctorragia, enterorragia, hematoquecia o melena) aislada
o asociada con las heces. Se debe indagar la forma de comienzo y el tiempo de evolución del
suceso y la existencia de episodios previos similares, averiguando si se logró algún diagnóstico. Se
debe averiguar si las heces se acompañan con coágulos y si manchan el agua del inodoro. Se
denomina proctorragia a la deposición constituida por materia fecal teñida con estrías rojizas y a la
evacuación de coágulos o gotas de sangre. Se conoce como enterorragia la que presenta materia
fecal con color y aspecto similares al jarabe de grosella y como hematoquecia a la expulsión de
excrementos de tinte vinoso. Se entiende como melena la deyección de aspecto untuoso, color
alquitranado y olor fétido, soliendo corresponder con el producto de la digestión de 50-100 ml de
sangre volcados en estomago o duodeno. Cuanto más rutilante es el residuo, las reciente se
estima el escape hacia la luz, menor el grado de digestión alcanzado y más cercana al punto de
observación la zona de perdida. Cuando más oscuro es el material, mas añeja se supone la
filtración, mayor posibilidad de metabolismo y distancia al rigen de la hemorragia.
La investigación de los antecedentes permite reconocer enfermedades preexistentes
(hipertensión, cardiopatías, enfermedad respiratoria crónica, diabetes, nefropatías, cirrosis,
síndrome acido-sensitivo, hepatitis), detectar intervenciones quirúrgicas y traumatismos
(polipectomias, intervenciones y resecciones, neoplasias, tratamiento radiante), registrar la ingesta
de medicamentos (vasodilatadores, aspirina y otros antiagregantes, cumarinicos,
broncodilatadores, AINE, corticoides, antiarritmicos, antidepresivos, inmunosupresores), y
descartar el uso o abuso de tóxicos (alcohol, tabaco y otras drogas).
Examen físico
Debe ser rápido y completo. Corresponde a la inspección detectar alteraciones
mucocutaneas relacionadas con el estado hemodinámico y con alteraciones de la coagulación
(palidez, sudoración, petequias, hematomas, circulación colateral, arañas vasculares, hipertrofia
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parotídea, sangrado anal espontaneo, pólipos emergentes por ano). La palpación abdominal
detecta la presencia de masas y el aumento de diámetro abdominal (visceromegalias, hernias
externas, adenomegalias y ascitis). El tacto rectal descarta patología al alcance del examen y
determina el contenido de la ampolla. Certifican el contenido de sangre la positividad de la prueba
del burbujeo que provoca el contacto de la muestra con agua oxigenada de alta graduación
(peroxidasa positiva). A partir de aquí, se asevera la presencia de una hemorragia digestiva en
curso o de reciente ocurrencia. Si el tacto rectal no detecta sangre, se debe realizar tacto vaginal y
pesquisar la presencia de sangre. Los esfuerzos defecatorios pueden precipitar la salida de restos
contenidos en vagina o vejiga y simular perdidas anales que el paciente no puede diferencia.
La ausencia de sangre en recto y vagina descarta sangrado agudo activo. Puede tratarse de
una pérdida menor ocasionada por patología orificial (hemorroides, fisura aguda) o rectocolonica
(pólipos o neoplasias) y ahora detenida, de un error de interpretación del médico respecto del
color de las excretas (ingesta de remolacha, hojas verdes, crema de bismuto) o de una
observación incorrecta del paciente. El estado hemodinámico se define por los valores de los
signos vitales. La descompensación expresa hipovolemia y requiere tratamiento inmediato,
debiendo colocarse una vía para administrar fluidos y tomar muestras de sangre para conocer
grupo sanguíneo y efectuar determinaciones bioquímicas (urea, glucemia, hemograma,
coagulograma, ionograma, creatinina). La reposición volumétrica debe iniciarse con cristaloides.
Cuando el estado hemodinámico, la patología previa o la respuesta al tratamiento lo exigen, cabe
instalar vía venosa central y sonda vesical. En mayores de 60 años es conseja administrar sangre
para mantener valores de Hb cercanos a 10 g/dl y Ht alrededor del 30%, mientras que en menores
de 60 años sin comorbilidades cardiopulmonares se consideran adecuados niveles mínimos de 7-8
g/dl de Hb y 20-25% de Ht. El déficit de protrombina se trata con aporte de plasma fresco y
administración de vitamina K, mientras que las trombocitopenias menores de 50.000 requieren
infusión de plaquetas. Debe suspenderse el aporte de antiagregantes y anticoagulantes.
Estudios complementarios
Certificada la hemorragia digestiva, es indispensable distinguir entre HDA y HDB. Procede
instalar una sonda nasogástrica. La recuperación de restos hemáticos sugiere sangrado
esofagogastroduodenal, mientras que la presunción de HDA es poco probable cuando se obtiene
líquido gástrico claro y casi imposible cuando se recuperan restos biliosos. La endoscopia permite
investigar hasta el duodeno distal, y si se halla patología sangrante se trata de una HDA y el
tratamiento debe ajustarse al protocolo. La ausencia de signos de sangrado en el territorio
proximal al ángulo de Treitz certifica el diagnostico de HDB.
Ubicar la lesión causal exige utilizar medios de complejidad creciente que progresan hacia
zonas cada vez más distantes de la superficie. La anoscopia permite detectar hemorroides, fisuras
o traumatismo rectal y descartar sangrado activo local (la hemorragia persistente o reiterada y la
negatividad de otras pruebas aumentan la posibilidad). La inexistencia de lesiones sangrantes
sugiere la utilidad de efectuar rectosigmoidoscopia, que permite estudiar los últimos 25 cm de
intestino grueso, permitiendo documentar sangrado, obtener biopsia, resecar lesiones, tomar
muestra para cultivo y descartar colitis ulcerosa, bacteriana o parasitaria. Ante la ausencia de
hallazgos se recure a la colonoscopia. La ausencia de restos hemáticos asegura la detención del
sangrado, la observación de restos compatibles con “sangre vieja” sugieren sangrado ocurrido en
localización no visualizada, y el hallazgo de restos rutilantes certifica hemorragia activa y cercana al
lugar alcanzado. La estimación del volumen de pérdida activa en el momento del estudio determina
la elección del estudio por emplear para ubicarlo. El centellograma con Tc99 detecta perdidas de
alrededor 0,1 ml/min (registra imágenes seriadas después de infundir al paciente hematíes
marcados), expresándose la extravasación como opacidad y siendo más sensible y menos
especifico que la angiografía. La angiografía del tronco celiaco y de ambas mesentéricas detecta
perdidas que exceden los 0,5 ml/min (exige punción arterial, cateterización selectiva de las ramas,
inyección de contraste y registro), con la ventaja de permitir maniobras hemostáticas en el
momento y con especificidad del 100%, pero con la desventaja de que su sensibilidad es del 30-
47%. La angiotomografia abdominal obtenida con exposición helicoidal goza de aproximación
similar y acepta reconstrucción tridimensional, facilitando ubicar con precisión la zona sangrante.
Este protocolo fracasa en una tercera parte de los casos en su intento de ubicar la zona de asiento
del sangrado. El episodio de sangrado se detiene espontáneamente en un 75-90% de casos, y en
este caso corresponde control ambulatorio. Se debe emprender un programa destinado a
descartar patología capaz de generar nuevos sangrado y advertir al paciente sobre la posibilidad de
ocurrencia de incidentes similares. Entre las técnicas por utilizar, se encuentran la enteroscopia
con doble balón (permite estudiar 50-120 cm de intestino delgado) aislada o asociada con
colonoscopia, la TC abdominopelviana y la endocapsula.
Tratamiento
El tratamiento por elegir exige balancear el peligro de vida generado por el sangrado, el
riesgo de la intervención y el estado general del portador. La ubicación topográfica de la zona
sangrante facilita las decisiones y la carencia de tal precisión aumenta la incertidumbre, aún más
cuando se conoce la presencia de causas potenciales de sangrado. En los pacientes en remisión en
los que se ha ubicado la lesión responsable del sangrado y descartadas lesiones sincrónicas, cabe
ofrecer el tratamiento que parezca adecuado. Alrededor de una quinta parte de casos requiere
tratamiento quirúrgico durante el episodio.
Preparación preoperatoria
La profilaxis antibiótica indicada es similar a la de cualquier cirugía colonica, algunos
utilizando también preparación mecánica. Cuando se ignora la ubicación de la lesión sangrante, es
ideal contar con operador entrenado y endoscopio que permitan explorar colon, estómago y
duodeno durante la intervención. El quirófano debe permitir el uso de arco en C de rayos X. Se
debe contar con reserva de sangre y hemoderivados para deposición.
Tratamiento endoscópico
Permite inyectar vasoconstrictores y esclerosantes (epinefrina, polidocanol),
termocoagular con instrumentos uni o bipolares, aplicar plasma de argón, vaporizar con rayo láser
o utilizar dispositivos mecánicos (endoclips, bandas elásticas).
Tratamiento por vía endvascular
Pueden intentarse medidas de hemostasia directa (embolizacion) o indirecta (infusión de
drogas vasoconstrictoras). Se ofrece a pacientes muy comprometidos, con riesgo operatorio que
imposibilita intervención y en los cuales retrasar la cirugía permite adecuar las condiciones para
proceder al tratamiento como urgencia. La embolizacion es más eficaz y segura cuanto más
selectiva es la elección del vaso por obturar, en el 70-90% de casos deteniéndose la hemorragia,
aunque esta se reitera en un 15%. La trombosis provocada puede exceder en extensión a la zona
deseada y producir necrosis del segmento intestinal, que se expresa con peritonismo creciente y
obliga a resección (riesgo menor al 10%). La infusión de drogas vasoactivas (vasopresina,
somatostatina) provoca vasoconstricción mesentérica y es eficaz cuando se administra por vías
selectivas, deteniendo el sangrado en el 40-60% de casos, pero cerca de la mitad lo reitera. Suele
acompañarse de dolor abdominal y entre las complicaciones de la vasopresina se encuentran la
isquemia mesentérica y coronaria, y la presentación de arritmias (somatostatina menores efectos
adversos).
Tratamiento quirúrgico
Lo merecen de inmediato quienes presentan sangrado exanguinante y, en forma mediata,
aquellos cuya hemorragia persiste o se reitera. Si se conoce la ubicación de la lesión sangrante, la
resección adecuada logra la hemostasia (resecciones segmentarias, polipectomias y
hemorroidectomias). Si se ignora donde asienta la lesión se complica, exigiendo una prolija
búsqueda intraoperatoria. Es útil asociar gastroscopia, enteroscopia y colonoscopias guiadas por el
cirujano desde adentro del abdomen. Estas maniobras orientarían resecciones más eficaces. Su
fracaso obliga a ofrecer resecciones “a ciegas” basadas en fundamentos de frecuencia. Las
angiodisplasias asientan sobre todo en el colon proximal y quieren apuestan a estas como causa
efectúan colectomias derechas. Otros estiman que los divertículos, más frecuentes en colon distal,
son la causa más probable y ofrecen colectomias izquierdas. Como la mayoría de portadores de
HDB son pacientes inestables, politransfundidos o portadores de comorbilidades severas, la
prudencia sugiere posponer anastomosis.
Resultados
La mortalidad se relaciona con la pertinencia (oportunidad e indicación) y el resultado
inmediato del tratamiento ofrecido. Depende del estado general, antecedentes, edad del paciente,
magnitud del sangrado y presencia de complicaciones. La mortalidad es mínima en tratamientos
electivos, mientras que en pacientes intervenidos por urgencia muestra un 3% en resecados con
ubicación topográfica del segmento responsable y alcanza el 40% cuando se procede a ciegas. El
resangrado alcanza a una sexta parte de los primeros y hasta a tres cuartas partes de los últimos.