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Si nos creemos todos esos rumores, es en gran parte por el desconocimiento que
existe en torno a este electrodoméstico. Por un lado, nos parece un aparato
desconcertante porque funciona como por arte de magia, ya que solo calienta el
alimento, sin aumentar la temperatura del interior del horno ni de los utensilios. Por
otro, nos genera desconfianza porque pensamos que funciona con radiación
peligrosa para nuestra salud.
Existen otras formas de radiación que no somos capaces de ver, pero que están
ahí, como las ondas de radio con las que funcionan los aparatos de radio y los
teléfonos móviles o los rayos X, que se utilizan para hacer radiografías.
Así, por ejemplo, la luz visible tiene longitudes de onda comprendidas entre los
380 nanómetros (que corresponden al color violeta) y los 750 nm (que
corresponden al color rojo). Por eso la radiación que se encuentra por debajo del
espectro visible (su frecuencia es menor) se llama infrarroja (con longitudes de
onda entre 750 nm y 1 milímetro) y la que está más allá del violeta (con una mayor
frecuencia), se llama ultravioleta (con una longitud de onda de entre 100 y 380
nm).
Por ejemplo, los rayos X tienen una frecuencia muy superior a la luz visible y esta
a su vez, muy superior a las microondas. Esto es fundamental para tener idea del
efecto que pueden ejercer sobre nuestra salud.
Las que tienen altas frecuencias (es decir, las que son muy energéticas)
son capaces de arrancar electrones de los átomos o de las moléculas; por
eso se llaman radiaciones ionizantes. Estas son las que preocupan, porque
son capaces de alterar nuestro ADN. Entre ellas, se encuentra la radiación
ultravioleta que nos llega del sol (sobre todo la luz UVC, que es la más
energética), los rayos X (por eso se toman precauciones cuando se hacen
radiografías) y los rayos gamma (que son los que emiten los materiales
radiactivos, como el uranio).
Las microondas son mucho menos energéticas (su frecuencia es baja), por
lo que son radiaciones no ionizantes, así que no son capaces de dañar
nuestro ADN (concretamente los hornos domésticos funcionan con una
frecuencia de 2,45 GHz, es decir, del orden de 10 9Hz; por ejemplo, la de los
rayos X es del orden de 1019).
Por todo ello, para lograr un calentamiento más uniforme, conviene hacerlo por
fases; por ejemplo, si necesitamos tres minutos para calentar un guiso, es mejor
hacer tres calentamientos de un minuto, parando en cada intervalo para remover
bien el alimento.
Pero esto no es lo más práctico y además no siempre es posible, ya sea por el tipo
de alimento o porque no contamos con una cocina completa o tiempo para hacerlo
(por ejemplo, en una oficina). De ahí que sea fundamental conservar
adecuadamente los alimentos (en recipientes limpios y herméticos y a
temperaturas de refrigeración) para evitar el desarrollo de patógenos.
Esto ocurre cuando no hay burbujas de aire porque no hay perturbaciones físicas
(por ejemplo, porque el recipiente no tiene irregularidades). En circunstancias
normales, en un calentamiento al fuego, esas burbujas sí se forman y sirven como
puntos de nucleación, desde los que se inicia el burbujeo que tiene como
resultado la ebullición a borbotones.