Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Alfredo Carballeda*
Como fenómeno colectivo, la pandemia convive con otros problemas sociales que se
singularizan a nivel territorial. Así, los escenarios de intervención social se encuentran
atravesados por la falta de certezas y una fuerte presión de los profetas del libre mercado
que siguen condicionando a las sociedades desde lógicas económicas donde la codicia
actúa como una especie de catecismo.
También vemos, muchas veces desde las pantallas de la te- levisión, cuerpos, abandonos y
padecimientos que demuestran que el mercado decide quien vive y quien muere, consti-
tuyendo una señal de ratificación de un orden que pretende ser vigente. El COVID-19
convive con la desigualdad, los déficits nutricionales, la precariedad de las viviendas y las
violencias. Pero, también, con el desasosiego. Este se transforma en una expresión de
temor que se singulariza en el miedo al retraimiento desde lo afectivo, a los cuerpos, a la
muerte, a morir en soledad, a las incertidumbres socioeconómicas que se van generando
día a día, a la inseguridad social apoyada en la falta de certezas de una cultura que se
encuentra aturdida y desconcertada.
El virus elige a quien atacar, tiene la capacidad de hacerse fuerte en los sectores más
débiles de nuestras sociedades, en aquellos lugares donde la desigualdad se expresa en la
construcción de sentidos y en la elaboración de estrategias de sobrevivencia. Incluso en la
protección que promete el aislamiento ya que, el coronavirus muestra que no es lo mismo
quedarse en la casa cuando ésta tiene todos los servicios, que cuando la casa se
transforma en un espacio inseguro y hacinado. Algo similar ocurre con las definiciones de
“grupos de riesgo” pues, en los espacios de la desigualdad, no se llega fá- cilmente a ser
adulto mayor, sabemos que existe una amplia trama de dificultades que ponen escollos
para atravesar la niñez, la juventud y la adultez. El virus reconoce trayectorias, biografías e
historias de vida donde la desigualdad se inscribe dejando diferentes cicatrices en los
cuerpos de la desolación.
Como toda enfermedad, ésta, no es solo una expresión de relaciones causa y efecto que,
sencillamente, se explican desde pensamientos positivistas. Actúa situada, en contexto y
nos recuerda que la salud y la enfermedad son productos de una tensión permanente que
va mucho más allá de la me- dicina o la biología. La pandemia implica la existencia de una
enfermedad social, pero, también nos muestra que todas las enfermedades son sociales.
La situación actual, es interpelante, desafía políticas, ins- tituciones y prácticas. Tiene, tal
vez, la capacidad de hacer visible aquello que el aparato publicitario y político de los
generadores de odio ocultan desde los medios comerciales y hegemónicos de
comunicación.
La pandemia, hace ver, destapa una serie de atrocidades que la precedieron y quizás nos
sirvan de enseñanza en ese aspecto. Por lo pronto, es sencillo visibilizar las respuestas que
han tenido los diferentes países de la región. Los que priorizaron el mercado o el cuidado
de la población.
Por otra parte, estos nuevos escenarios nos introdujeron en un proceso donde nos vimos
obligados a reinventar la intervención, pensar en diagnósticos sociales nuevos, elabo-
rando diferentes formas de aproximación a lo territorial, a la construcción de protocolos
como orientadores del hacer en emergencia.
Haciendo que cada acto desde el hacer, en tanto cuidado del otro, sea una señal de
defensa de derechos humanos y so- ciales y, de oposición a la desigualdad; en síntesis, de
recupe- ración de la condición humana, reconquistando la lógica que nos fue robada luego
de décadas de neoliberalismo.
3. El Texto