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Prólogo

Alfredo Carballeda*

Pandemia e intervención en lo social

1. Apuntes sobre los escenarios de intervención en lo social


La actualidad nos encuentra en un planeta atravesado por una pandemia.
Sorpresivamente, en pocos meses, pudimos observar cómo a las circunstancias sociales,
económicas y políticas sumamente complejas que condicionaban prácticas, instituciones y
la organización de la cotidianeidad, se le anexó una nueva problemática social a través de
la aparición del COVID-19. Un fenómeno global, precedido por lo que algunos llaman
“normalidad”, obviando que es esa normalidad la que generó la pesadilla que vivimos.

La pandemia sorprende a nuestras sociedades con tejidos sociales fuertemente


debilitados por décadas de neoliberalismo y en consonancia con una desigualdad obscena
y creciente que se hace clara y patente en nuestra región americana.

Como fenómeno colectivo, la pandemia convive con otros problemas sociales que se
singularizan a nivel territorial. Así, los escenarios de intervención social se encuentran
atravesados por la falta de certezas y una fuerte presión de los profetas del libre mercado
que siguen condicionando a las sociedades desde lógicas económicas donde la codicia
actúa como una especie de catecismo.

También vemos, muchas veces desde las pantallas de la te- levisión, cuerpos, abandonos y
padecimientos que demuestran que el mercado decide quien vive y quien muere, consti-
tuyendo una señal de ratificación de un orden que pretende ser vigente. El COVID-19
convive con la desigualdad, los déficits nutricionales, la precariedad de las viviendas y las
violencias. Pero, también, con el desasosiego. Este se transforma en una expresión de
temor que se singulariza en el miedo al retraimiento desde lo afectivo, a los cuerpos, a la
muerte, a morir en soledad, a las incertidumbres socioeconómicas que se van generando
día a día, a la inseguridad social apoyada en la falta de certezas de una cultura que se
encuentra aturdida y desconcertada.

El virus elige a quien atacar, tiene la capacidad de hacerse fuerte en los sectores más
débiles de nuestras sociedades, en aquellos lugares donde la desigualdad se expresa en la
construcción de sentidos y en la elaboración de estrategias de sobrevivencia. Incluso en la
protección que promete el aislamiento ya que, el coronavirus muestra que no es lo mismo
quedarse en la casa cuando ésta tiene todos los servicios, que cuando la casa se
transforma en un espacio inseguro y hacinado. Algo similar ocurre con las definiciones de
“grupos de riesgo” pues, en los espacios de la desigualdad, no se llega fá- cilmente a ser
adulto mayor, sabemos que existe una amplia trama de dificultades que ponen escollos
para atravesar la niñez, la juventud y la adultez. El virus reconoce trayectorias, biografías e
historias de vida donde la desigualdad se inscribe dejando diferentes cicatrices en los
cuerpos de la desolación.

Como toda enfermedad, ésta, no es solo una expresión de relaciones causa y efecto que,
sencillamente, se explican desde pensamientos positivistas. Actúa situada, en contexto y
nos recuerda que la salud y la enfermedad son productos de una tensión permanente que
va mucho más allá de la me- dicina o la biología. La pandemia implica la existencia de una
enfermedad social, pero, también nos muestra que todas las enfermedades son sociales.

La situación actual, es interpelante, desafía políticas, ins- tituciones y prácticas. Tiene, tal
vez, la capacidad de hacer visible aquello que el aparato publicitario y político de los
generadores de odio ocultan desde los medios comerciales y hegemónicos de
comunicación.

La pandemia, hace ver, destapa una serie de atrocidades que la precedieron y quizás nos
sirvan de enseñanza en ese aspecto. Por lo pronto, es sencillo visibilizar las respuestas que
han tenido los diferentes países de la región. Los que priorizaron el mercado o el cuidado
de la población.

Los resultados están a la vista, son evidentes, demostran- do la necesidad de modelos de


estado activos, que cons- truyan sistemas de protección social apropiados a las dife-
rentes calamidades que nos dejaron casi cinco décadas de neoliberalismo.

2. La intervención situada en pandemia

Desde lo social en clave de intervención, la pandemia se hace singular, dialoga y se


entrecruza con la vida cotidiana, los lazos sociales, las tramas que nos rodean, allí se resig-
nifica, se construye en una lógica de sentidos que se vin- cula estrechamente con la
percepción de lo mórbido, es decir, cuando registramos la presencia de la enfermedad. El
Trabajo Social, visibiliza la complejidad de la pandemia, tiene capacidad de registrar cómo
ésta altera las relaciones sociales, la construcción de sentidos, el lugar del otro, en cada
circunstancia en un espacio de relaciones comple- jas donde se hace patente la necesidad
de sociedad, de la construcción de una pertenencia que contenga, cobije y cuide.
Reconociendo que la salud es, sencillamente, la capacidad colectiva de resolver conflictos.
De ahí, que la intervención devela que no se trata de aislarse, sino de en- tender el sentido
social del aislamiento. La intervención en lo social implica una búsqueda de sostén de ese
otro, de la construcción de accesibilidad a los sistemas de protección social. De esta
forma, intervenir socialmente significa estar ahí, en la singularidad de lo micro social, en el
acompaña- miento, la orientación, en las dificultades de socialización, en la puesta en
escena de los temores, en la disminución de la incertidumbre.

Por otra parte, estos nuevos escenarios nos introdujeron en un proceso donde nos vimos
obligados a reinventar la intervención, pensar en diagnósticos sociales nuevos, elabo-
rando diferentes formas de aproximación a lo territorial, a la construcción de protocolos
como orientadores del hacer en emergencia.

En definitiva, recuperando la capacidad de transformación e interpelación que posee


nuestro campo disciplinar como una estrategia más para desarticular la lógica del
neolibera- lismo, favoreciendo la construcción de certezas desde lo co- lectivo,
recuperando lazos sociales y especialmente resigni- ficando instituciones, para así poder
construir otros tipos de certezas que nos lleven a una sociedad que comience a cons-
truirse diferente de la “normalidad” previa a la pandemia.

Haciendo que cada acto desde el hacer, en tanto cuidado del otro, sea una señal de
defensa de derechos humanos y so- ciales y, de oposición a la desigualdad; en síntesis, de
recupe- ración de la condición humana, reconquistando la lógica que nos fue robada luego
de décadas de neoliberalismo.

3. El Texto

El presente libro da cuenta de las diferentes posibilidades y perspectivas que surgen


dentro de estos nuevos escenarios. En ellos nuestra región se presenta con una serie de
dificul- tades previas y que, según informes de organismos especializados, se
incrementarán en la denominada “pos pandemia” tales como la desigualdad, las
problemáticas de género, las consecuencias del hacinamiento y urbanización, la
informalidad en el empleo, el desplazamiento, las migraciones, el impacto en los pueblos
originarios y el aumento en los niveles de pobreza.

De allí la importancia de los aportes relacionados con la intervención social y educativa


que este texto nos invita a recorrer.

El trabajo desde la intersubjetividad como expresión del impacto de los acontecimientos


que vivimos. Los cambios en las esferas laborales que van desde la informalidad hasta el
teletrabajo y las posibilidades de éste, a partir del uso de los entornos digitales en la
educación y la intervención social. Hacen de este libro una herramienta tanto reflexiva
como operativa. De ahí que surge como interesante la noción de educación
socioemocional, las perspectivas y dificultades del trabajo en entornos digitales y la
necesidad de investigación que este nuevo contexto genera a partir de más y nuevas
interpelaciones.

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