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Instituto Superior Pedro Francisco Bonó Apuntes Historia de la Filosofía Medieval

Dirk Leenman sj
1. El cristianismo y la cultura clásica

El cristianismo y la cultura clásica

1. El cristianismo y las artes liberales.


a. Preliminares.
i. “Durante largos siglos, la Edad Media occidental solamente conocía la
filosofía griega a través de escasas fuentes indirectas. En cambio, se
conserva bastante bien el programa de educación conocido con el
nombre de artes liberales (artes bonae, artes ingenuae, artes libero
dignae). Estas denominaciones provienen del concepto romano de la
instrucción. El trabajo manual correspondía a los esclavos. Solamente
los libros eran considerados aptos para dedicarse a la labor intelectual.
Es un concepto semejante al que implica la etimología de la palabra
escuela (scholè=ocio).” (GUILLERMO, p. 53).
ii. “Las disciplinas que integran el cuadro de las artes liberales tienen un
origen muy remoto y en un sentido propedéutico muy semejante en los
pueblos de la antigüedad. En la educación brahmánica figuraban diez
ciencias preparatorias, ordenadas al estudio de los Vedas (…). En las
escuelas sacerdotales egipcias se cultivaban las ciencias exactas (…) con
el objeto de dirigir las particiones de terreno después de las inundaciones
del Nilo.” (Ibid. p. 53).
b. Grecia.
i. “En Grecia, la enseñanza primaria era pública y obligatoria. La
educación tradicional consistía en las disciplinas encíclicas (…):
gimnasia rítmica, danzas y música, con ligeras nociones de gramática –
leer, escribir, lectura de poetas - y aritmética. A los sofistas se debió la
amplificación del programa educativa con el fin de lograr una formación
más completa y enciclopédica, de carácter práctico. Cultivaron
especialmente el arte de hablar, predominando la gramática, la retórica y
la dialéctica.” (Ibid. p. 53).
ii. “Para ingresar en las escuelas filosóficas atenienses – Academia, Liceo
- era preciso habido cursado el primer grado de enseñanza primaria y las
disciplinas encíclicas, que adquieren así un sentido propedéutico, como
preparación para otros estudios superiores. En el programa educativa de
Platón (Rep.VII 530 sq.), después de un primer grado de educación
primaria y disciplinas encíclicas, seguía otra de matemáticas, común
para guerreros y filósofos, y, finalmente, otro para los últimos, que
consistía en el cultivo de la dialéctica, con la doctrina de las ideas, que
constituía la cumbre (…) del saber.” (Ibid. p. 53-54).
c. Roma.
i. “En Roma, las artes liberales (disciplinae circulares) conservan su
sentido preparatorio o propedéutico. ¨Pero la importancia que tenía la
filosofía en las escuelas griegas queda relegada a segundo plano, siendo
sustituido por la oratoria y el derecho, a los cuales se ordenaban las partes

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anteriores de la educación. Las artes liberales, junto con los escasos


restos de filosofía griega que conocieron los romanos a través de los
eclécticos y los estoicos, quedaron reducidas a la categoría de ciencias
preparatorias o auxiliares, o de materiales de que los oradores podían
servirse para componer sus discursos. En la educación romana
predominó el carácter práctico sobre el especulativo (…) con vistas a la
formación de oradores, retóricos, legistas o administradores de las
provincias del imperio.” (Ibid. p. 54).
ii. “La educación comprendía dos ciclos:
1. Gramática, en que se incluían la geometría, la astronomía, la
música y la ética a propósito del análisis de los textos de poetas
y prosistas.
2. Retórica, con ejercicios de composición y declamación y un poco
de dialéctica.” (Ibid. p. 54).
iii. “Las ciencias naturales solamente tenían cabida en cuanto que podían ser
necesarias para la comprensión y explicación de los textos literarios
comentados.” (Ibid. p. 54).
iv. “Cicerón menciona la gramática, la geometría, la música, las ciencias
físicas, la moral y la política, ordenándolas a la formación del orador
(doctus orator), que para él constituía el supremo ideal de la sabiduría.”
(Ibid. p 54-55).
v. “El mismo concepto perdura en las Institutiones oratorias de Quintiliano
(35-95 post Chr.). En su puerilis institutio predominan las disciplinas
lingüísticas, ordenados a la formación del orador, cuyo ideal expresa la
fórmula de Catón: vir bonus, dicendi peritus. (…).” (Ibid. p. 55).
vi. “El canon septenario se consolida definitivamente en el Satyricon, o De
nuptiis Mercurii et Philologiae, obra mediocre, del retórico africano
Marciano Capella (…).” (Ibid. p. 55).
d. Filón de Alejandría
i. “En Filón de Alejandría hallamos también un concepto jerárquico del
saber. El orden pedagógico deberá comenzar por las disciplinas
encíclicas. Después debe pasarse al estudio de la filosofía. Y, finalmente,
al de la Sagrada Escritura, en el cual consiste la sabiduría.” (Ibid. p. 55).
ii. “Así como las disciplinas encíclicas contribuyen a alcanzar la filosofía,
así también la filosofía, a la adquisición de la sabiduría. La filosofía es
el ejercicio de la sabiduría, y la sabiduría es el conocimiento de las cosas
divinas y humanas y de sus causas. Luego, así como la música encíclica
es sierva de la filosofía, así la filosofía es sierva de la sabiduría.”1
e. El cristianismo.
i. “También en el cristianismo las artes liberales conservarán un sentido
propedéutico, orientadas a la explicación e ilustración de la Sagrada

1
FILÓN DE ALEJANDRÍA, De congressu eruditionis gratia ; COHN-WENDLAND, ed. Min. Philonis Alex.
Opera quae supersunt [Berlin 1896-1915] t. 3 p. 77, 154; Aleg. I 33. GUILLERMO p. 55.

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Escritura, que para los Santos Padres constituía la cumbre de la sabiduría,


y que prácticamente venía a llenar el hueco que había dejado la pérdida
de la filosofía. Después de la época patrística, y perdida u olvidada la
filosofía griega, el desarrollo cultural del Occidente, hasta muy entrado
en el siglo XII, girará en torno al cultivo de las artes liberales, a las cuales
quedaba reducido casi todo el saber heredado de la antigüedad.” (Ibid. p.
56).
ii. “A través de toda la Edad Media, el orden del saber, más o menos
implícito, será el siguiente:
1. La instrucción primaria (leer, escribir, contar).
2. Las artes liberales, en que van involucrados los pocos restos
supervivientes de la filosofía.
3. El estudio de la Sagrada Escritura.” (Ibid. p. 56).
iii. “Habrá que esperar varios siglos antes de ver aparecer en ‘Dionisio
Areopagita’ los primeros intentos de una sistematización orgánica,
coordinando la filosofía con la Sagrada Escritura.”
f. Clemente de Alejandría y Origines.
i. “Clemente de Alejandría y Orígines dan acogida tanto a los artes
liberales como a la filosofía, aunque Orígines se muestra más receloso
que su maestro respecto de la segunda.” (Ibid. p. 56).
ii. “En Clemente aparece el siguiente esquema pedagógico:
1. La enseñanza de la escuela de párvulos (leer, escribir y contar).
2. Las disciplinas encíclicas.
3. La filosofía (lógica, física, ética).
4. La fe (basada en la Sagrada Escritura).
5. La gnosis (basada en revelaciones secretas del Señor a unos
cuantos discípulos selectos, transmitidas por la tradición.” (Ibid.
p. 56-57).
g. Boecio y Casiodoro.
i. “Boecio, educado en Roma y Atenas, mantiene el mismo sentido
preparatorio de las artes liberales, o studia liberalia. Distingue dos
grupos, mencionando expresamente el quadrivium.” (Ibid. p. 57).
ii. “Casiodoro escribe en su retiro de Vivarium, hacia 543, sus Institutiones
divinarum et saecularum lectionum, cuya segunda parte está consagrada
a las artes liberales. Justifica el canon septenario con el texto bíblico
Sapientia aedificavit sibi domum, excidit columnas septem (Prov. 1, 9).
Da importancia especial a la retórica y a la dialéctica, insistiendo en su
utilidad para la explicación de la Sagrada Escritura.” (Ibid. p. 57).
h. San Jerónimo.
i. “San Jerónimo recibió una esmerada educación literaria en las escuelas
de Roma, donde fue discípulo de Elio Donato y quizás de Mario
Victorino. Pero, lejos de considerarla inútil o nociva, piensa que esos
conocimientos, depurados de su aplicación a usos profanos, pueden ser

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útiles para ponerlos al servicio de la ciencia sagrada, la cual consiste


esencialmente en el estudio de las Sagradas Escrituras. En este sentido
hace su defensa en la epistola Ad magnum oratorem urbis Romae.” (Ibid.
p. 57).
i. San Agustín.
i. “Una actitud muy semejante adopta San Agustín, no sólo respecto de las
artes liberales, sino extendiéndola también a la filosofía. Su primera
formación fue esencialmente gramatical y literaria, ordenada a su
profesión de retórico. Más tarde conoció la filosofía de Plotino. Después
de su conversión, su profundo sentimiento de la absoluta suficiencia de
la fe y de su superioridad sobre cualquiera saber puramente humano no
le impide reconocer el grado de verdad existente en las ciencias profanas
y su utilidad para ponerlas al servicio de la ciencia cristiana.” (Ibid. p.
57).
ii. “Para San Agustín, como para San Jerónimo y todos los demás Santo
Padres, la ciencia consiste esencialmente en el estudio de la Sagrada
Escritura, que es la fuente de toda verdad. Para este objeto, las artes más
útiles son la gramática y la retórica, que desde San Agustín adquirirán el
papel preponderante como ciencias auxiliares. Así, pues, tanto las artes
liberales como la filosofía tienen un gran valor, no sólo puramente
propedéutico, como una disposición para llegar al cristianismo, sino
también subsidiario e instrumental, para explicación e defensa de la fe.
Para justificar su actitud, San Agustín repite los argumentos filonianos
del robo de los hebreos y las alegorías de Sara y Agar.” (Ibid. p. 57-58).
j. Artes liberales y ciencia sagrada en la Edad Media.
i. “La cuestión de la licitud del estudio y utilización de las artes liberales
quedó zanjada por varios siglos con la actitud favorable de San Jerónimo
y San Agustín. El problema volverá a reaparecer en conformidad con el
proceso gradual de recuperación de la cultura greco-latina, y siempre
acompañado de reacciones muy semejantes, en que las opiniones se
dividen en contra o en favor de la incorporación al cristianismo de los
elementos que se van adquiriendo. Se muestran favorables San Leandro,
San Isidro, San Gregorio de Tours, San Beda, y, más reservado, San
Gregorio Magno.” (Ibid. p. 58).
ii. “En el renacimiento carolingio, la incorporación de la gramática no
suscitará dificultades. (…). Pero no sucederá lo mismo al intentar aplicar
a la ciencia sagrada los procedimientos de la dialéctica, en el siglo XI.
Le prestará buen acogida San Anselmo, pero los excesos de los
dialécticos, como Anselmo de Besata y Berengario, provocarán una
fuerte reacción por parte de San Pedro Damiano y Menegoldo de
Lautenbach.” (Ibid. p. 58).
iii. “Cosa parecida sucederá en el siglo XII, en que, por una parte, serán
favorables a la dialéctica Abelardo, Gilberto Porretano y Pedro

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Lombardo, mientras suscitará enérgicas oposiciones por parte de Rupert


de Deutz (+1135),San Bernardo, Gualterio y Absalón de San Victor. No
obstante, la batalla será ganada por los primeros, hasta que en el siglo
XIII se plantee el problema con mucha más amplitud a propósito de la
incorporación de la filosofía aristotélica, a favor de la cual llevarán el
peso principal de la controversia San Alberto Magno y Santo Tomás.”
(Ibid. p. 58).
iv. “El programa de las artes liberales distribuidas en sermocinales (trívium:
gramática, retórica, dialéctica) y reales (quadrivium: aritmética,
geometría, astronomía y música) perdurará hasta el siglo XII. Es un
esquema pobre e incompleto, del cual estaban ausentes la ética y la
teología, si bien que la primera se exponía involucrada en la gramática,
y la segunda quedaba fuera del programa, como ciencia superior, a la
cual se ordenaban subsidiariamente todas los demás. (…).” (Ibid. p. 58-
59).
v. “Desde mediados del siglo XII, la ciencia rebasa la estrechez de los
moldes del trivio y el quadrivio, y aparecen otros criterios más científicos
para la clasificación de las ciencias. En la misma escuela de Chartres,
Gilberto Porreta retorna a los esquemas procedentes de Boecio y
Casiodoro, tratando de integrar en ellos el septenario de artes liberales.
Cosa parecida hace Hugo de San Victor, el cual distingue ya más de
veinte disciplinas distintas. Finalmente se abandonarán esas divisiones
artificiales, y las artes liberales serán distribuidas en los lugares que les
corresponden en la clasificación aristotélica de las ciencias.” (Ibid. p.
59).
2. El cristianismo y la filosofía.
a. Preliminares.
i. “El cristianismo tuvo que afrontar varios peligros: la oposición del
judaísmo, las persecuciones del Imperio romano, los ataques de los
filósofos paganos, la crisis interna de las primeras herejías. (…). Desde
el momento en que Cristo inicia su predicación, su doctrina aparece
como un mensaje nuevo, como una revelación divina sobrenatural que
afectaba esencialmente a la noción de Dios y del hombre y a sus mutuas
relaciones de orden religioso.” (Ibid. p. 60).
ii. “No se reducía, como pretenden los protestantes liberales, a un mero
sentimiento de confianza del hombre para con Dios considerado como
Padre, sino que era también una doctrina nueva que enriquecía y
ampliaba la revelación del Antiguo Testamento con la noción trinitaria
de Dios, la encarnación del Verbo, la redención del mundo por la muerte
de Cristo, la fundación de una Iglesia depositaria de su doctrina y de los
frutos de su sangre redentora. Aclaraba conceptos que permanecían más
o menos oscuros en el Antiguo Testamento, como la espiritualidad e
inmortalidad del alma, la fraternidad universal entre todos los hombres,

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el amor a los enemigos, el sentido espiritualista de la ley etc.” (Ibid. p.


60).
iii. “Frente al paganismo, vigorizaba el monoteísmo, afirmando la unidad de
Dios, su absoluta transcendencia sobre el mundo, poniendo de relieve
sus atributos de justicia y de misericordia, su providencia, sus relaciones
de paternidad universal para con todos los hombres. Revalorizaba la
personalidad humana, elevando la idea de la perfección moral del
hombre y el concepto del deber y de la obligación. Subrayaba la
inmortalidad del alma, su destino futuro y las sanciones en la otra vida y
daba una solución nueva al problema del mal y del dolor.” (Ibid. p. 60-
61).
iv. “Cristo no presentaba su enseñanza con el carácter de una nueva forma
de filosofía que hubiera que aceptar solamente por su valor demostrativo
racional. Ni tampoco como una religión más, (…) sino como una
revelación divina, que debía ser aceptada por la fe, y como una religión
única, verdadera, universal y obligatoria para todos los hombres.” (Ibid.
p. 61).
v. “No obstante, el caudal ideológico que, explícita o implícitamente,
aportaba el cristianismo significaba un enriquecimiento positivo del
pensamiento humano, y no podía menos de influir en la filosofía desde
el momento en que ambos entraran en contacto.” (Ibid. p. 61).
vi. “El cristianismo es, ante todo, una religión basada en la fe en una
revelación sobrenatural, contenida en la Sagrada Escritura y en la
tradición. Para un cristiano, lo primero es la fe, que proporciona un saber
y una certeza sobrenatural acerca de realidades suprasensibles, que caen
fuera del alcance de la pura razón filosófica.” (Ibid. p. 61).
vii. “Pero el mensaje evangélico no resonaba en un mundo nuevo, sino en
uno ya muy viejo y gastado, en cuyas aires se habían entrecruzado, desde
hacía siete siglos, las enseñanzas de las escuelas filosóficas más dispares
y en el cual perduraban restos de los grandes sistemas griegos. Aunque
en un momento de crisis, todavía se conservaban en el ambiente
helenístico-romano las escuelas con sus programas de educación.” (Ibid
p. 61-62).
viii. “Por esto, la expansión de cristianismo, en cuanto rebasa las fronteras de
Palestina, hacía inevitable su encuentro y su confrontación con una
filosofía que contaba ya varios siglos de existencia.” (Ibid. p. 62).
ix. “El mero hecho de la aparición del cristianismo como una doctrina nueva
en un mundo en que ya existía sólidamente asentada la filosofía,
planteaba un problema que apenas había existido para los griegos, cuya
religión, carente de dogmas fijos, era lo suficientemente amplia para
permitir el libre desarrollo de la filosofía, sin oponerle demasiados
entorpecimientos.” (Ibid. p. 62).

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x. “Por otra parte, en el momento de la aparición del cristianismo, las


religiones paganas estaban lo suficientemente desacreditadas entre sus
mismos seguidores para poder resistir el choque, a no ser por su
raigambre popular y por el poderoso auxilio oficial del imperio. El
problema, en su aspecto ideológico, no se planteaba entre el cristianismo
y la religión politeísta del paganismo, sino entre el cristianismo y la
filosofía, implicando la distinción, la armonía y las mutuas relaciones
entre los campos respectivos de la filosofía y la revelación, o entre la
razón y la fe. No obstante, aunque el cristianismo se propagó con rapidez
en un ambiente saturado de helenismo, sin embargo, tardó algún tiempo
de entrar en contacto efectiva con la filosofía.” (Ibid. p. 62).
b. San Pablo y la filosofía.
i. “Con San Pablo el cristianismo rebasa definitivamente las fronteras de
Palestina y se difunde por el mundo greco-romano. (…). San Pablo es el
primero que define claramente la actitud que corresponde a un cristiano
iluminada por la fe ante la ciencia humana procedente de la pura razón
natural. (…). San Pablo nos hace ver a la nueva fe tratando de afirmarse
entre dos culturas varias veces seculares: judaísmo y helenismo. 2 (…).”
(Ibid. p. 62-63).
ii. “Entre unos y otros sitúa San Pablo su predicación. Ambos le exigen
pruebas. Los judíos, milagros; los griegos, razones. San Pablo
simplemente predica a unos y a otros la salvación por medio de Cristo
crucificado; lo cual resulta, para los judíos, un escándalo, y para los
griegos, una insensatez. Pero San Pablo no retrocede. Frente al escándalo
de los judíos, presenta la humildad de Cristo crucificado. Y frente al
racionalismo de los griegos, la afirmación de la misión redentora de
Cristo, ‘en el cual están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y
de la ciencia.’3
iii. “San Pablo no predica una filosofía más, sino una doctrina nueva,
completa y definitiva de salvación por medio de Cristo crucificado.
Vivamente penetrado de la plenitud del misterio de Cristo, de su absoluta
suficiencia salvadora, de la sublimidad divina de la revelación, considera
a su lado vanas y falaces las especulaciones de la filosofía. Ante la luz
plena de Cristo, palidece toda doctrina puramente humana, que no es más
que necedad delante de Dios.4” (Ibid. p. 63).
iv. “La única vez que aparece en el Nuevo Testamento la palabra filosofía
es empleada por San Pablo, y precisamente en sentido desfavorable:
‘Mirad que nadie os engañe con filosofías falaces y vanas, fundadas en
tradiciones humanas, y no en Cristo.’5 Para San Pablo, la única sabiduría

2
1 Cor 1, 17-25.
3
Col 2, 3 ; 1 Cor 2, 1-5.
4
1 Cor 3, 18-19 ; 2, 1-16 ; 3, 18-21 ; 1 Tim 6, 3-4 ; 2 Tim 2, 14-16.
5
Col 2, 8.

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verdadera es la que proporciona la fe. En este sentido contrapone en


numerosos pasajes la sabiduría según Cristo a la de este mundo, que es
locura delante de Dios.” (Ibid. p. 64).
v. “De esta manera, el cristianismo y la filosofía aparecen colocados en dos
planos distintos, cuya diferencia esencial estriba en que el primero es una
religión, una doctrina de salvación respaldada por la autoridad de Dios,
aceptada y vivida por el cristianismo con espíritu de fe; y la segunda un
producto de la razón, con todas las imperfecciones y deficiencias
inherentes a la debilidad de la naturaleza humana. En este sentido
concreto deben entenderse las frases en que el Apóstol parece condenar
al menosprecio la ciencia puramente natural.” (Ibid. p. 64).
vi. “¿Qué relaciones cabían, en este supuesto, entre el cristianismo y la
filosofía? Tomadas al pie de la letra, las expresiones terminantes de San
Pablo parecen más bien una declaración de guerra, en que, a primera
vista, quedaba rota hasta la posibilidad de una reconciliación. (…). De
hecho, estas vivas expresiones del Apóstol, entendidas en sentido
excesivamente literal, determinarán la actitud hostil a la filosofía que
adoptarán algunos escritores cristianos.” (Ibid. p. 64).
vii. “Sin embargo, no debe extremarse la contraposición. El mismo San
Pablo, con palabras expresas y, lo que vale más, con su conducto y con
su ejemplo, abre el camino a otra solución más favorable a las relaciones
de buena armonía entre la filosofía y el cristianismo. En su discurso en
el Areópago alude a la estatua dedicada al dios desconocido para decir a
sus oyentes: ‘quem ergo ignorantes colitis, hunc ergo annuntio vobis’.6
En aquellas palabras iba implícito el reconocimiento de la razón humana
para descubrir el verdadero Dios. Además, como más tarde alegarán en
defensa propia Clemente de Alejandría y San Jerónimo, San Pablo se
acomoda a la mentalidad de su auditorio, hablando su propio lenguaje y
citando poetas del paganismo: Aratas, Epiménides y Menandro.” (Ibid.
p. 64).
viii. “En la Epístola a los Romanos (1, 18-21) reconoce explícitamente la
capacidad de la razón humana para llegar a conocer la existencia y la
providencia de Dios a través de la contemplación del esp”ctáculo de la
creación. Y en la misma epístola (2, 14-15) afirma que los gentiles son
responsables si no guardan la ley moral natural impresa por Dios en sus
corazones. Lo cual equivale a reconocer la validez de las especulaciones
de los filósofos y la legitimidad de los procedimientos puramente
racionales, aun cuando su limitación sea muy grande comparada con el
alcance del conocimiento administrado por la fe.” (Ibid. p. 64-65).
ix. “No desprecia, pues, el Apóstol ni rebaja el alcance de las fuerzas de la
razón humana, antes bien la considera útil para los gentiles que carecen

6
Hch 17, 23.

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la fe. Si bien concede escaso valor a las lucubraciones filosóficas para


los cristianos, a quienes ha sido dada a conocer la plenitud de la
revelación, manifestada por Cristo.” (Ibid. p 65).
x. “En este sentido concreto y restringido hay que interpretar las
expresiones mencionadas, las cuales resultarían demasiado duras y hasta
exageradas aisladas del significado en que las emplea el Apóstol. De esta
manera (…) su actitud no cerraba la puerta para que se apoyaron en su
ejemplo y en su autoridad los escritores a quienes veremos defender la
legitimidad de la utilización del saber profano como auxiliar de la
doctrina sagrada.” (Ibid. p. 65).
c. Los Padres apostólicos.
i. “Después de la ascensión del Señor, los apóstolos se dedicaron a la tarea
urgente de difundir el mensaje evangélico, de organizar las primeras
comunidades cristianas y a desarrollar la nueva vida, basada en las
enseñanzas de la revelación. En los primeros años, el cristianismo se
difundió principalmente entre elementos procedentes del judaísmo y
entre gentes humildes, de escasa cultura, para quienes no constituía
dificultad abrazar la nueva fe con sencillez de corazón, sin sentir
necesidad de someterla a análisis racionales, y menos aún de
contrastarlas con doctrinas de filósofos extraños que ni siquiera
conocían.” (Ibid. p. 65).
ii. “El mismo espíritu y la misma actitud perduran en la época de los Padres
apostólicos, primer anillo de la tradición cristiana, que empalma
directamente con la enseñanza de los apóstoles. Se limitan a exponer con
sencillez el Evangelio, el cual constituye para todos ellos la plenitud de
la verdad sobre los problemas fundamentales de la vida humana. (…).”
(Ibid. p. 65).
d. Los primeros apologistas.
i. “A pesar de su profunda significación, el episodio de San Pablo en el
Areópago de Atenas no pasó de ser un acontecimiento circunstancial.
Durante más de un siglo, el problema de las relaciones entre el
cristianismo y la filosofía no aparece ni siquiera mencionado por ningún
escritor cristiano. Pero el panorama comienzo a cambiar a mediados del
siglo II. Las comunidades cristianas han crecido en número y en
cualidad. Su espíritu se ha templado en la resistencia frente a la oposición
de los poderes civiles. Pero los cristianos ya no se contentan con oponerle
solamente en el heroísmo de sus mártires, sino que rompen el silencio,
iniciando la defensa por medio de sus apologistas.” (Ibid. p. 66).
ii. “A la vez el peligro del gnosticismo obliga a los escritores cristianos,
como San Ireneo, San Hipólito, Tertuliano, a descender a un terreno
común para refutarlo, echando mano de expresiones y conceptos
filosóficos. La aparición de las herejías hará sentir también la necesidad
de una formulación precisa de los dogmas cristianos, en la cual se

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utilizarán nociones filosóficas de esencia, sustancia, persona, relaciones


etc.” (Ibid. p. 66).
iii. “En tiempo de Marco Aurelio (161-180) se abre una ofensiva contra el
cristianismo por parte de algunos retóricos y filosóficos – Cornelio
Frontón de Cirta, Crescente, Alejandro de Abonóticos, Luciano de
Samosate, Celso – aunque, a excepción del último, ninguno de ellos
revela un conocimiento exacta de las doctrinas que combaten.” (Ibid. p.
67).
iv. “Por fortuna, en este tiempo el cristianismo contaba ya con adeptos
cultos, capaces de medir sus armas con los filósofos paganos en su
mismo terreno, utilizando argumentos de orden puramente racional. Pero
es precisamente ahora cuando aparece el problema de las relaciones entre
el cristianismo y la filosofía. Mas no planteado por los filósofos desde
fuera, en forme de ataque y con carácter agresivo, sino dentro del mismo
campo cristiano, entre los convertidos, que, antes de abrazar su nueva fe,
habían estudiado las filosofías existentes en su tiempo y saboreado las
bellezas de la literatura pagana.” (Ibid. p. 67).
v. “Aquellos cristianos que se habían educado en las escuelas filosóficas y
literarias del paganismo, no podían echar en olvido las doctrinas que
habían conocido antes de su conversión, y les era fácil compararlas con
su nueva fe y apreciar sus coincidencias y sus discrepancias. Era también
natural que, al reflexionar sobre su fe, emplearan los conceptos
adquiridos en su antigua formación filosófica.” (Ibid. p. 67).
vi. “Si analizamos un poco las distintas actitudes ante la filosofía que
adoptan los primeros escritores cristianos, comprobaremos que su
posición, favorable o adverso, procede de causas de orden
temperamental más que de motivos propiamente doctrinales o
especulativos.” (Ibid. p. 68).
vii. “Tanto los unos como los otros coinciden en afirmar la absoluta
suficiencia del cristianismo y su superioridad sobre la filosofía. La
plenitud de la verdad solamente se halla en Cristo y en el Evangelio. Por
ejemplo, San Justino cierra de esta manera el relato de sus peripecias
intelectuales: ‘Reflexionando conmigo sus razones, hallé que esta sola
es la filosofía segura y provechosa. Así, pues, y por esto soy yo filósofo.’7
Lógicamente, parece más bien que debía concluir: ‘He aquí por qué estoy
cristiano.’ Pero San Justino considera su conversión al cristianismo
como equivalente a haber hallado una forma de filosofía superior a
cuantas hasta entonces había conocido. (…). (Ibid. p 68).
viii. “Asimismo, todos, favorables o adversos, coinciden en hacer resaltar las
contradicciones entre las doctrinas de los distintos filósofos, lo cual era
bien patente en el estado de postración por qué entonces atravesaba la

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SAN JUSTINO, Diálogo con Trifón 8, 1-2, ed. Ruiz-Bueno p. 314-315. GUILLERMO p. 68.

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filosofía, ante cuya insuficiencia y vacilaciones contrastaba la firmeza y


seguridad que a ellos les proporcionaba su fe cristiana, en la cual
hallaban solución a los mismos problemas religiosas y morales que les
habían preocupado en sus indagaciones filosóficas. De esta manera, el
cristianismo se les presentaba como una ‘filosofía’ muy superior a todas
cuantas habían conocido hasta entonces, y de aquí sacaban como
consecuencia apologética la necesidad moral del hecho de la revelación.”
(Ibid. p. 68).
ix. “Alguien ha afirmado demasiado rotundamente que los primeros
apologistas tienen más de filósofos que de apologistas. Pero hay que
tener en cuenta la diferencia entre la simple catequesis y el estilo
apologético y pensar en los destinatarios a quienes dirigen sus escritos,
para ver que sus modos de expresión debían acomodarse a la mentalidad
de aquellos a quienes iban dirigidos y al fin que trataban de conseguir.”
(Ibid. p. 69).
x. “Por lo demás, es cierto que no sólo San Justino y Atenágoras, sino hasta
los más adversos a la filosofía, como Taciano y Hermías, se complacen
en presentarse como filósofos. Y en todos ellos la contraposición entre
la filosofía pagana y el cristianismo tiene siempre un sentido favorable
al segundo, como un saber inspirado en los principios de la revelación,
y, por lo tanto, superior al de los filósofos. La filosofía- amor de la verdad
– debe llevar a la verdad, y la verdad plena no se encuentra en la filosofía
griega, sino en el cristianismo.” (Ibid. p. 69-70).
xi. “A. Harnack trató de presentar la teología cristiana como un producto de
la helenización del cristianismo. (…). Sin embargo, el primer encuentro
del cristianismo con la filosofía, dadas las circunstancias de cada uno de
ambos factores en aquel momento, se verificó conforme a la ley
biológica de la asimilación. La vitalidad del cristianismo naciente era en
aquel momento muy superior a la de la filosofía griega, de la cual sólo
subsistían restos dispersos de los grandes sistemas, que ninguno
comprendía en su verdadero alcance y valor.” (Ibid. p 70).
xii. “Por esto, lejos de haberse realizado la helenización del cristianismo, lo
que tuvo lugar fue la cristianización del helenismo. Los escritores
cristianos tomaron muchos elementos de la filosofía griega, pero
incorporándolos a su propia sustancia. Muchas nociones filosóficas, así
como su nomenclatura y su rigor dialéctico, servirán a los cristianos para
expresar sus dogmas y defenderlos contra los herejes y los filósofos
paganos. La precisión de las fórmulas dogmáticas en los concilios más
tarde la recia contextura de la teología cristiana deben no poco al fino
instrumental filosófico griego, utilizado en función subsidiaria, e
incorporado a la expresión de verdades propias del cristianismo.
xiii. “Más fuerte será el contraste en el siglo III, al reaparecer con nuevo vigor
la filosofía griega en el neoplatonismo, el cual representa un postrer

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1. El cristianismo y la cultura clásica

esfuerzo del pensamiento pagano para sobrevivir frente a la nueva fe que


se difundía victoriosamente. No pocos escritores cristianos sufren su
impacto en sus diversas formas e incorporan numerosos elementos. Pero
tanto Boecio como San Agustín y el Seudo-Dionisio, por ejemplo, logran
superarlo y asimilarlo en conformidad con los principios de su fe
cristiana, la cual en todos ellos prevalece sobre la pura filosofía.” (Ibid.
p. 70-71).
xiv. “Por lo demás, el problema no era nuevo, pues se había planteado ya
entre los judíos alejandrinos. De Aristóbulo y Filón proviene la teoría del
‘robo de los filósofos’, inventada con el propósito de ‘explicar’ las
semejanzas y coincidencias parciales entre la Biblia y la filosofía griega
y a la vez hacer resaltar la superioridad y anterioridad de la primera sobre
la segunda. Esas coincidencias provendrían de que los filósofos griegos,
especialmente Pitágoras y Platón, habrían conocido en sus viajes los
libros de Moisés y los profetas, y se habían apropiado sus doctrinas.”
(Ibid. p. 71).
xv. “Filón añade, por su parte, el empleo de la alegoría, que le permite estirar
el sentido literal de la Biblia con interpretaciones más o menos forzadas,
hasta hacerla coincidir con las enseñanzas de los filósofos. Su propósito
es situar la filosofía en un plano de inferioridad respecto de la Sagrada
Escritura, pero al mismo tiempo justificar su utilización en beneficio de
la ciencia sagrada. Caso típico es la interpretación del episodio de las dos
mujeres de Abrahán – Sara, la señora, y Agar, la sierva – en las cuales
personifica las relaciones entre la Biblia y la filosofía, y que cuajará en
la famosa expresión de la filosofía ancilla theologiae. (…).” (Ibid. p. 71).
e. Actitud benévola hacia la filosofía.
i. Preliminares.
1. “Aunque inferior en número a los adversarios de la filosofía,
cronológicamente, sin embargo, son anteriores los escritores
cristianos que adoptan ante ella una actitud favorable. Su noción
de filosofía es bastante imprecisa. No obstante, distinguen
claramente entre el conocimiento que procede solamente a la luz
de la razón (filosofía) y el que se fundamenta sobre la fe y la
revelación (cristianismo). Todos ellos conceden la supremacía al
segundo y creen en su absoluta suficiencia, considerando sus
enseñanzas religiosas y morales como inmensamente superiores
a las de la filosofía pagana. Pero aunque al abrazar el cristianismo
veían en su doctrina la plenitud de la verdad, no por eso se creían
obligados a renunciar a las verdades parciales que antes de su
conversión habían aprendido en las escuelas del paganismo.”
(Ibid. p. 71-72).
2. “Por una parte, tratan de justificar su aprovechamiento y su
utilidad para la ilustración de su fe cristiana; por otra, sienten la

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necesidad de explicar las coincidencias entre el cristianismo y la


filosofía, salvando la anterioridad del primero, haciendo resaltar
la dependencia de los filósofos respecto de los libros revelados.”
(Ibid. p. 72).
3. “Ciertamente que las explicaciones que alegan para legitimar su
actitud no suelen ser demasiado sólidas ni convincentes. En vez
de acudir a argumentos de orden histórico o racional, echan mano
del cómodo procedimiento de los judíos alejandrinos de
interpretar alegóricamente la Sagrada Escritura. Por esto el
interés de las razones aducidas, más que en su escaso validez
intrínseco, consiste en el hecho mismo de preocuparse en
buscarlas y en su intento de justificar una actitud acogedora para
la filosofía, a la que no creen necesario repudiar por completo,
sino que consideran posible armonizar con el cristianismo.”
(Ibid. p. 72-73).
ii. San Justino (100/110-165).
1. “San Justino es el primero en quien aparece planteado el
problema de las relaciones entre el cristianismo y la filosofía.
(…). En su Diálogo con Trifón narra sus vicisitudes intelectuales
hasta llegar al cristianismo. Después de buscar la verdad, sincera,
pero inútilmente, en filósofos estoicos, peripatéticos, pitagóricos
y platónicos, llegó finalmente a encontrarla en el cristianismo.
Este proceso implica la insuficiencia de la filosofía puramente
racional y la superioridad del conocimiento procedente de la
revelación, la cual queda así situada en un nivel más alta que el
de la razón.” (Ibid. p. 73).
2. “Pero San Justino reconoce que, aunque los filósofos habían
incurrido en muchos errores, sin embargo también habían llegado
a alcanzar muchas verdades sobre Dios, la inmortalidad del alma
y la vida futura en forma semejante a como las enseña el
cristianismo. Por lo tanto, no hay motivo para rechazarlas.” (Ibid.
p. 73).
3. “Este no le impide considerar el cristianismo como totalmente
superior a la filosofía, e incluso trata de demostrar su
anterioridad, de suerte que las verdades contenidas en las
filosofías provienen, ya que no del Evangelio, por lo menos de
fuentes judías, que también pueden considerarse cristianas. Para
probar su tesis acude a las teorías del Verbo diseminador [Logos
spermatikos], inspirada en el estoicismo, y del plagio de los
filósofos, que toma de los judíos alejandrinos.” (Ibid. p. 73-74).
iii. Atenágoras (h. 177).
1. “Aunque con más reservas que en San Justino, hallamos el
mismo espíritu abierto en el Ateniense Atenágoras, el cual hace

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alarde de erudición, acumulando citas de poetas y filósofos, con


alusiones a la mitología pagana. Subraya la insuficiencia de la
filosofía, haciendo resaltar las contradicciones entre las escuelas,
para poner de relieve la superioridad del cristianismo. ‘Cada cual
sostenía una opinión distinta sobre Dios, la materia, las formas
y el mundo.’8 No obstante, reconoce la sinceridad de los
esfuerzos de los filósofos para llegar a la verdad, aun cuando no
siempre hayan sido afortunados.” (Ibid. p. 74).
iv. Melitón de Sardes (h. 170).
1. “Quedan escasos fragmentos del fecundo escritor Melitón de
Sardes. Uno de ellos tiene gran interés para apreciar su actitud
favorable a la filosofía, en la que va implícita la idea de que el
cristianismo acabaría por triunfar y convertirse en la filosofía del
imperio romano.” (Ibid. p. 74).
v. Marco Minucio Félix.
1. “El Octavio de Marco Minucio Félix (…) es una brillante
demostración de la estima de su autor hacia las bellas letras. En
su estilo aparece claramente la influencia de Séneca y Cicerón.
Multiplica las referencias a Platón, Homero, Virgilio y otros
muchos poetas y filósofos. Apoya sus argumentos sobre la
existencia de un solo Dios, de su providencia, del fin del mundo
y de la vida futura, invocando las coincidencias de los filósofos
y poetas paganos con el cristianismo.” (Ibid. p. 74).
f. Actitud adversa.
i. Preliminares.
1. “Sin embargo, la actitud benévola hacia la filosofía no fue
general entre los primeros escritores cristianos. La mayoría, lejos
de ver en ella un conjunto de elementos aprovechables, la
condenarán en bloque, sin distinción de escuelas ni matices,
considerando sus enseñanzas como despreciables o peligrosos.
De manera un poco simplista, identifican el cristianismo con la
verdad, y el paganismo con la mentira. No ven en la filosofía más
que un tejido de errores y una fuente de herejías. (…).” (Ibid. p.
75).
2. “No hay que olvidar que se trata de escritos de combate, cuyo
tono un poco subido es comprensible por el entusiasmo de los
neófitos. Pero aunque algunas expresiones contra la filosofía son
manifiestamente exageradas, más de una repulsa cerrada e
inapelable, se trata de la condenación de una ciencia orgullosa
que pretendía solucionar los problemas religiosos y morales
negando la revelación divina. (…).” (Ibid. p.. 75).

8
ATENÁGORAS, Legatio pro christianis, 7. GUILLERMO, p. 74.

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ii. Taciano (h. 170).


1. “La primera embestida contra la filosofía la encabeza el sirio
Taciano, discípulo de San Justino, pero no comporte su
benevolencia hacia la ciencia del paganismo. En su Oratio ad
graecos, escrita hacia 170, acumula las acusaciones más
violentas contra los paganos, a quienes no reconoce el más
mínimo mérito. Su religión es un conjunto de ridiculeces y
monstruosidades, y su filosofía, un tejido de errores y
contradicciones.” (Ibid. p. 75-76).
iii. San Teófilo (h. 180).
1. “Tampoco se muestra favorable San Teófilo, quien en sus tres
libros A Autólico, compuestos hacia 180, saca a luz toda la
panoplia de viejos argumentos para probar la inferioridad de la
filosofía respecto del cristianismo: las disputas y contradicciones
entre las escuelas, sus errores acerca de Dios, sus plagios de los
libros sagrados, con los cuales se explican las coincidencias de
los filósofos, de los poetas y de las sibilas con las Sagradas
Escrituras.” (Ibid. p. 76).
iv. Hermías Filósofo (s. III?).
1. “A nombre de Hermías Filósofo figura una sátira breve y
superficial titulada Irrisio gentilium philosophorum [Burla de los
filósofos paganos], en que trata de ponerlos en ridículo haciendo
resaltar sus contradicciones.” (Ibid. p. 76).
v. San Ireneo.
1. “También se muestra recelosa ante la filosofía San Ireneo, viendo
en ella una fuente de errores y una causa de extravíos. Considera
peligrosos mezclar la fe con doctrinas llenas de contradicciones
y de concomitancias con las herejías. %El conocimiento que
proporciona la fe, sobre la cual debe basarse la ciencia cristiana,
es muy superior a la filosofía. La verdadera sabiduría consiste en
el conocimiento de las Sagradas Escrituras, sin complicarlas con
cuestiones indagadas por pura curiosidad racional. Más vale de
ser simple (…) y poco instruidos (…) pero amando mucho a
Dios, que creerse muy sabios y experimentados y blasfemar de
su Señor. Es preferible abandonar toda investigación científica y
conocer a Jesucristo, Hijo de Dios crucificado por nosotros, que
incurrir en impiedad discutiendo cuestiones abstrusas. Lo cual no
le impide, en su lucha contra los gnósticos, utilizar ampliamente
la razón y los recursos de la filosofía para combatirlos con sus
propios armas.” (Ibid. p. 76-77).
vi. Tertuliano.
1. “Pero la oposición más cerrada corrió a cargo de Tertuliano, el
cual, (…) rechaza de plano lo que considera como burda

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componenda de la fe cristiana con la filosofía del paganismo.


Tertuliano está dominado por la idea de la absoluta suficiencia
del cristianismo. Al cristiano le basta con la fe. Después de creer,
nada más queda que desear: ‘Cedat curiositas fidei.’ En el
Evangelio se contiene todo cuanto puede necesitar un cristiano,
el cual no tiene por qué andar buscando nada fuera de su propia
fe. Cristianismo y filosofía son dos cosas antitéticas, entre las
cuales no cabe armonía ni conciliación. Tan absurdo es un
filósofo cristiano como un cristiano filósofo. La culpa de todas
las herejías tiene la filosofía griega. El cristiano que pretenda
encontrar verdades en los filósofos, sólo hallará tinieblas, errores
y contradicciones. El cristiano no debe buscar la verdad fuera del
cristianismo. (…). Se puede vivir perfectamente sin necesidad de
meterse en filosofías. Es preferible atenerse a la aceptación
sencilla y humilde de la fe, que es el camino más seguro de la
verdad.” (Ibid. p. 77-78).
vii. San Hipólito (+ 235).
1. “Tampoco es favorable San Hipólito, aunque se expresa en tono
más mesurados. En su Refutatio omnium haeresium se propone
demostrar que todas tienen su fuente en las doctrinas de los
filósofos. (…).” (Ibid. p. 78-79).
viii. Reflexión.
1. “La verdad es que (…) en las invectivas de los impugnadores
sobra elocuencia y escasa conocimiento exacto (…). Si
exceptuamos, en parte, a Tertuliano y a San Hipólito, ninguno de
ellos muestra una información profunda sobre los sistemas de la
filosofía griega. Sus ataques recaen sobre las escuelas tal como
eran conocidas o como se prolongaban lánguidamente en
aquellos siglos de decadencia y de superficialidad. En este
sentido no les faltaba razón (…). Claro está que, planteado el
problema en esta forma concreta y circunstancial, no se llegaba
al fondo de la cuestión de las razones entre la razón y la fe, la
cual ni aparece propuesta en su verdadero alcance ni menos aún
quedaba resuelta.” (Ibid. 79-80).
g. Razones en contra y en favor de la filosofía.
i. “En los primeros escritores cristianos, el problema de las relaciones entre
la razón y la fe no surge en forma de oposición ni de antagonismo entre
ambas sino al tratar de explicar las coincidencias que hallaban entre los
libros sagrados y la filosofía.” (Ibid. p. 80).
ii. “Una ligera confrontación del cristianismo con las teorías de los filósofos
bastaba para apreciar semejanzas en puntos como la existencia y unidad
de Dios, (…), la inmortalidad del alma, la vida futura etc. Para
explicarlas, y al mismo tiempo con el propósito de demostrar a los

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gentiles la anterioridad y la superioridad de la Biblia sobre los filósofos,


los apologistas propusieron varios teorías:
1. La influencia de los demonios sobre los paganos. Para mejor
infiltrarles sus errores, los deslumbraron con algunos destellos
parciales de verdad.
2. Para poner en ridículo a la vez la filosofía y los dioses del
paganismo, echan mano del relato del Génesis 6, 1-5 y del libro
de Henoc, en que aparecen los ángeles prevaricadores teniendo
comercio con las hijas de los hombres. Esos ángeles habría sido
los progenitores de los dioses paganos y los inspiradores del
politeísmo. Tenían algún conocimiento de las profecías, del que
se sirvieron para introducir algunas semejanzas en el paganismo
con las religiones judía y cristiana, con el propósito de extraviar
a los hombres.
3. Un sentido semejante tiene la teoría de la ‘condescendencia
divina’: Dios permitió que se infiltraron en la religión revelada
algunas prácticas idólatras del paganismo.
4. Pero la ‘explicación’ más común, procedente de los judíos
alejandrinos, fue la teoría del plagio, o ‘robo de los filósofos’.
Estos habrían conocido las enseñanzas de la Biblia, bien
directamente por la lectura de los libros sagrados, bien
indirectamente por inspiración de los ángeles prevaricadores.
(…).” (Ibid. p. 80-81).
iii. “Sin embargo, esta teoría tiene el interés de que (…) tanto los favorables
como los adverso (…) le dan un sentido muy distinto. Los adversos se
contentan con ella para explicar las coincidencias entre el cristianismo y
la filosofía y para establecer la superioridad del primero sobre la
segunda. Pero en los favorables va evolucionando, hasta convertirse en
un argumento para justificar la utilización de la cultura pagana (…) en
beneficio del cristianismo, en virtud del derecho de recuperación. Si los
filósofos habían sido unos plagiarios de la Biblia o unos ladrones
(kleptoi) (…), en realidad los cristianos, al utilizar sus enseñanzas, no
hacen más que recuperar sus propios bienes.” (Ibid. p. 81).
iv. “No se tardó en hallar un fundamento bíblico a este derecho
interpretando alegóricamente algunos pasajes de la Sagrada Escritura.
Origines se fija en el despojo de los egipcios por los israelitas, los cuales,
al llevarse sus vasos de oro y plata, no hicieron más que resarcirse con
una justa compensación [Cf. Ex 12, 35-36].” (Ibid. p. 81).
v. “San Jerónimo (…) se vale de sus recursos de su erudición escrituraria
para acumular ejemplos y alegorías a fin de justificar su utilización en
beneficio de la ciencia cristiana. Completa la idea del derecho de la
recuperación con la del derecho de la conquista interpretando el texto
del Deuteronomio (21, 10-14), en que se permite a los hebreos tomar por

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mujer a una cautiva de guerra, a condición de lavarla y de cortarle previa


los cabellos, las cejas y las uñas. Interpretación que viene a ser una
variante de la vieja alegoría filoniana de la señora (Sara) y la criada
(Agar), y que acabará por constituir la expresión más característica de
las relaciones entre la filosofía y la ciencia sagrada.” (Ibid. p. 82).
vi. “Tal vez el documento más significativo es su epístola Ad Magnum
oratorem urbis Romae (PL 20, 416), en la cual el anacoreta de Belén
acumula ejemplos y alegorías para justificar su propia actitud. Moisés y
los profetas aprovecharon todo lo que hallaron de bueno en la sabiduría
de los egipcios y caldeos. David arrebató la espada a Goliat y le dio
muerte ‘propio mucrone’. De una manera semejante pueden también los
cristianos utilizar las letras paganas, convirtiéndolas en armas para
combatir a sus enemigos. (…).” (Ibid. p. 82).
vii. “Prescindiendo de su endeble apoyo alegórico en textos de la Sagrada
Escritura, son muy significativos esos esfuerzos para justificar el empleo
de la literatura y la filosofía del paganismo. Su fruto será la magnífica
labor de conservación y de recuperación que dentro del cristianismo se
realizará a lo largo de la Edad Media (…). La actitud favorable a la
acogida del saber profano se irá consolidando cada vez más (…) y no
tratando de establecer para la filosofía una categoría inferior con sentido
despectivo – señora y criada – sino buscando principios de justificación
para aprovecharla en beneficio de la ciencia cristiana.” (Ibid. p 83).
viii. “Así quedó acuñada en la bella frase de San Juan Damasceno: ‘Es
conveniente que la reina se sirva de sus damas de honor’9, apareciendo
la ciencia sagrada sentada sobre su trono, y en torno suyo, las ciencias
profanas ejerciendo las funciones subsidiarias de auxiliares y
subordinadas.” (Ibid. p. 83).
h. El Verbo iluminador.
i. “Proviene de un concepto cristocéntrico, basado en la idea del Verbo
divino, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1, 1sq.
Rm 1, 18; 2, 17). La presenta primeramente San Justino, aunque
explicándola en términos tomados de la filosofía estoica (razones
seminales, logoi spermatikoi), y la desarrollarán en un sentido más
cristiano Clemente de Alejandría y Eusebio.” (Ibid. p. 83).
ii. “El Verbo eterno es la plenitud de la vida, la fuente y el dispensador de
toda verdad. Toda verdad proviene del Verbo, aunque es participada por
los hombres de distintas maneras y en distintos grados. La revelación
divina es una sola, aunque se realiza en diversas etapas. El Verbo divino
ha iluminado a los hombres aun antes de bajar a la tierra y encarnarse en
carne mortal. La razón de cada hombre es una participación de la Razón
divina. Cada hombre ha recibido una partecita de la ‘razón seminal’. 10

9
SAN JUAN DAMASCENO, Dialectica c. 1: PG 94, 532. GUILLERMO p. 83.
10
SAN JUSTINO, II Apologia 8, 2-4. GUILLERMO p. 83.

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1. El cristianismo y la cultura clásica

Toda alma lleva en sí misma alguna participación o semilla del Verbo


divino, el cual iluminó primero a los judíos por medio de sus profetas, y
después a los gentiles por medio de sus filósofos, pero sólo de manera
fragmentaria e imperfecta. Por esto, el judaísmo y la filosofía son
anticipaciones parciales o preludios de la verdad, que solamente llega a
su plenitud en la revelación del cristianismo, hecho por el mismo Verbo
encarnado.” (Ibid. p. 83).
iii. “Los filósofos, iluminados por el Verbo, pudieron, con su sólo razón
natural, llegar a conocer verdades sobre la existencia de Dios, los
principios de moral etc. Todas cuantas verdades han enseñado proceden
del Verbo y gracias a él han podido descubrirlas. Así se explican los
aciertos y a la vez los muchos errores de un Sócrates o un Platón y sus
coincidencias con el cristianismo. Lo que fueron los profetas para los
judíos, fueron los filósofos para los gentiles.” (Ibid. p. 84).
iv. “También los griegos son discípulos de Cristo, que es el Verbo hecho
carne. Pero la de la verdad solamente ha brillado en su plenitud después
de la encarnación del Verbo. Por esto, la verdad perfecta se halla
solamente en el cristianismo, el cual no es una culminación del judaísmo
y de la filosofía pagana en una misma línea y sólo diferente en su grado
de perfección, sino que tanto el judaísmo como la filosofía y el
cristianismo son participaciones de una misma fuente, aunque de manera
muy desigual en cantidad y calidad. Por lo tanto, después de la revelación
plena de Cristo, no es necesario andar buscando las migajas de verdad
dispersa por las filosofías paganas.” (Ibid. p. 84).
v. “Por consiguiente, no hay oposición entre el cristianismo y la filosofía.
El cristianismo no es una negación ni una anulación, sino un
complemento o el término de la revelación iniciada en el judaísmo y en
la filosofía pagana, que llega a su plenitud en la encarnación del Verbo.
Por esto, tanto el judaísmo como la filosofía valen como preparación
para llegar a la fe perfecta del cristianismo, el cual no reniega de ellos ni
los anula, sino los perfecciona.” (Ibid. p. 84).
vi. “Este dualismo de actitudes ante la filosofía lo veremos prolongarse, con
ligeros matices, a lo largo de toda la Edad Media y aun después.
Especialmente en el siglo XIII, veremos repetirse casi exactamente el
mismo conflicto, en el momento en que la filosofía aristotélica reaparece
en Europa junto con la árabe y la judía, amenazando la pacífica posesión
del cristianismo después de su triunfo sobre el mundo pagano. Las
actitudes adoptadas serán muy semejantes en el fondo. Unos,
desconfiando de la razón, se refugiarán en la fe, como verdad total,
contrapuesta a la verdad fragmentaria y mezclada con errores de la
filosofía. Otros darán preponderancia a la razón sobre la fe (aristotélicos
heterodoxos, averroístas). En cambio, otros, como San Alberto y Santo
Tomás, buscarán una posición armónica de equilibrio, aliando la razón y

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la fe, cada uno dentro de su propio campo. Santo Tomás invocará


frecuentemente esta frase de San Ambrosio: ‘Omne verum, a quocumque
dicatur, a Spirito Sancto est’.” (Ibid. p. 84-85).

BIBLIOGRAFIA

GUILLERMO FRAILE, Historia de la Filosofía, II (1°), El cristianismo y la filosofía


patrística. Primera escolástica. BAC, Madrid 1975.
HIRSCHBERGER, J. Historia de la Filosofía I, Antigüedad, Edad Media, Renacimiento.
Editorial Herder, Barcelona 1968
QUASTEN, Patrología I, Hasta el concilio de Nicea, BAC, Madrid 1968.
RATZINGER, J. “El Dios de la fe y el Dios de los filósofos” en: Introducción al cristianismo,
ediciones Sígueme, Salamanca 1970, p. 109-121.
RUIZ BUENO (ed.) Padres Apologistas Griegos (s. II), BAC Madrid 1954.

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