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Hoy es común hablar de los derechos humanos y dar por sentada la promesa de que, sin
importar dónde y cuándo, los violadores de derechos fundamentales serán eventualmente
perseguidos y castigados. Sin embargo, no siempre existió un concepto como el de los
derechos humanos, o no al menos en los mismos términos en que existe hoy, y por eso a
menudo se considera que los derechos humanos son el resultado de una dolorosa
comprensión de la historia de sufrimientos y tragedias que es propia de la civilización humana.
Los derechos humanos, según Unicef, “son normas que reconocen y protegen la dignidad de
todos los seres humanos. Estos derechos rigen la manera en que los individuos viven en
sociedad y se relacionan entre sí, al igual que sus relaciones con el Estado y las obligaciones del
Estado hacia ellos”. Son derechos fundamentales que se adquieren al nacer por el simple
hecho de ser humano, y que son inalienables, irrenunciables, indivisibles y universales. Y desde
un punto de vista histórico, son herederos de los “derechos naturales” de la antigüedad.
Existe, sin embargo, mucho debate en torno a cuándo y dónde surgieron realmente los
derechos humanos, o sus versiones previas de distinto nombre. Distintos pueblos de la
antigüedad manejaron nociones de “dignidad humana” relativamente similares, aunque
plasmadas de formas muy diferentes. Por ejemplo, el Cilindro de Ciro, un documento de
escritura cuneiforme perteneciente a Ciro el Grande (559-529 a. C.), emperador de la antigua
Persia, contiene los rudimentos de una sociedad fundamentada en ciertos derechos naturales,
propios de las personas; y en el Kurukan Fuga o Carta de Mandén, constitución del Imperio de
Malí (1236-1670), se establecía el gobierno federativo de las tribus mandinka en torno a los
tres principios fundamentales: la vida humana, la libertad individual y la solidaridad entre las
gentes.
El cristianismo abolió la división entre nobles semidioses y vulgo mortal, tan afianzada en los
tiempos antiguos, y la sustituyó por la noción de que todos somos pecadores ante dios y que
es suya únicamente la tarea de juzgar nuestras vidas. Puede parecer poca cosa, pero fue un
inmenso avance en materia de igualdad de derechos: pobres, ricos, nobles y plebeyos, todos
se enfrentarían a lo mismo en el más allá.
Quizá por eso, a pesar de tantos antecedentes importantes, los “derechos humanos” surgieron
propiamente en la modernidad occidental. En ese sentido, la revolución estadounidense de
1775 y la Revolución francesa de 1789 fueron eventos históricos clave, no solo porque
demolieron un orden social y político en favor de una sociedad liberal más igualitaria, sino
porque gestaron importantes declaraciones de principios que hoy en día entendemos como
declaraciones de derechos humanos.
Aunque ambos casos, el francés y el estadounidense, son inmensos logros en materia social y
política, hubo que esperar hasta mediados del siglo XX para que la recién formada Asamblea
General de las Naciones Unidas proclamara la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
el 10 de diciembre de 1948. Este acto se dio en el marco de los horrores vividos en Europa
durante la Segunda Guerra Mundial y fue un importante gesto de avance hacia la concertación
de los pueblos y la construcción de un mundo en el que, al menos, fuera universal la noción de
que ciertos límites no deben ser cruzados, o de que no se podrán cruzar impunemente.
A inicios del siglo XXI, sabemos que los derechos humanos no son universalmente respetados y
que en numerosos lugares del planeta, en el primer o el tercer mundo, es posible hallar casos
de violaciones eventuales de estos derechos. Sin embargo, desde mediados del siglo XX es
cada vez más difícil llevar a cabo violaciones sistemáticas de los derechos humanos con
impunidad.
Fuente: https://www.ejemplos.co/ensayo-sobre-los-derechos-humanos/#ixzz7VFdZv5TO