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Estética III
Medellín
Universidad de Antioquia
Facultad de Artes
2021
Contenido
E. Bibliografía.................................................................................................................... 11
A. Un comentario preliminar
Oscuro. Leve apreciación de las siluetas de unos cuerpos humanos y sillas, dispuestos
circularmente; voces y sonidos misteriosos mueven los cuerpos, los cuerpos mueven el
espesor de las sombras. Lo alto totalmente oscuro. Luego un haz de luz expone un cuerpo
suspendido en el aire, sentado en una silla colgada con cuerdas. Este cuerpo semidesnudo es
Woyzeck, bajo sus pies, los bailarines, que emergen y desaparecen al ritmo de fuertes
tambores que parecieran retumbar en las concavidades de una caverna; como si fuera el
mismísimo orco, brotan voces propagadas desde las profundidades. Woyzeck suspendido,
sus pies colgando. En un tercer nivel, sobre la cabeza de Woyzeck, emerge el Doctor, habla,
dice. Vemos la yuxtaposición de dos momentos de la pieza de Georg Büchner, la escena 1 y
18; han sido intrincadas y no gratuitamente vemos aquí planteado el mapa y parte de sus
procedimientos. En la escena 1 del Woyzeck de Georg Büchner, reza:
Woyzeck
Se mueve tras de mí, debajo de mí.
(golpea el suelo),
está hueco, ¿lo oyes? El suelo está hueco aquí. ¡Los masones! (pág. 7).
¿Existe algo más que las palabras y las cosas? ¿Se corresponden las palabras y las
cosas? ¿Cómo capturar todo aquello que excede los márgenes de la representación
meramente racional, categorial o lingüística? En su poética deconstructiva Jimmy Rangel se
propone exteriorizar, sugerir y dar forma a lo que se dice sin decir, lo que se insinúa, lo que
incomprensible e irreprimiblemente Georg Büchner deja trazado, insinuado
fantasmagóricamente entre líneas. Aquello que de ser dicho perdería su absoluta eficacia y
se impondría inevitablemente en un primer plano demasiado protagónico en detrimento de la
polifonía. ¿De qué otra forma si no con el planteamiento metamórfico de los cuerpos, los
planos, la luz y la sonoridad podría Jimmy Rangel preservar esta ubicuidad, esta
multiplicidad de aspectos? ¿De qué forma si no a través de un bloque de movimiento-
duración (Deleuze, 1987) puede ofrecernos Jimmy Rangel la experiencia de una experiencia?
“El suelo está hueco aquí” dice Woyzeck a Andrés, en medio de un prado verde (pág. 7), en
el texto de Büchner, mientras vemos en la deriva de Jimmy Rangel a un Woyzeck suspendido
en el aire con sus pies colgantes, bajo los cuales unos cuerpos se sacuden, se mueven, se
retuercen grotescamente, casi así, como exteriorizando una experiencia a lo mejor
inaprensible para nosotros con las meras palabras. El mapa está planteado: todo ser humano
es un abismo. No es el suelo de los prados el que está hueco, es el espacio-tiempo al que ha
sido confinado Wozycek, el que está hueco. Es su cuerpo, su mente, su experiencia atrofiada
del mundo. Woyzeck-experimento, Woyzeck-paciente-psiquiátrico, Woyzeck-exótico,
Woyzeck-rara-desviación, Woyzeck-anorma, Woyzeck-alienado, Woyzcek-espectáculo…
son todas estas facetas de un ser al que las razones dominantes y las representaciones del
Poder ha confinado al último eslabón de una jerarquía abominable y depredadora.
Woyzeck
Andrés
Woyzeck
Andrés
¿Lo oyes? Son los tambores del cuartel. Tenemos que irnos. (pág. 8).
Jimmy Rangel nos convida a percibir el universo desde el ser de Woyzeck, más no de
Andrés. Con este procedimiento pone de relieve la que sin duda es la percepción menor de
un ser que hace mucho que dejo de ser parte de la mayoría, y es más bien el residuo, el
desperdicio del imperio de la razón dominante. Ahora nosotros también estamos
amontonados y abandonados al naufragio como aquella nave de locos aventada a las
inclemencias del mar.
“El agua y la navegación tienen por cierto este papel. Encerrado en el navío de donde
no se puede escapar, el loco es entregado al río de mil brazos, al mar de mil caminos,
a esa gran incertidumbre exterior a todo. Está prisionero en medio de la más libre y
abierta de las rutas: está sólidamente encadenado a la encrucijada infinita.” (Foucault,
2016).
Doctor
Señores, este animal no tiene instinto científico. A cambio señores, vean ustedes a
este hombre; desde hace tres meses no come otra cosa que guisantes, ¡observen los
efectos, tómenle el pulso, vean que desigual, aquí los ojos!
Woyzeck
Doctor
Ánimo Woyzeck, unos días y hemos concluido; palpen ustedes, señores palpen.
Woyzeck
¡Oh, Doctor!
Doctor
¡Animal! ¿Habré yo de menearte las orejas? ¿Quieres hacer como el gato? ¿Lo ven
señores? Es la transición al asno, muchas veces como consecuencia de la educación
femenina y de la lengua materna. ¿Cuántos pelos te arrancó ya tu madre
cariñosamente, como recuerdo? Se te han vuelto muy escasos desde hace unos días;
si, los guisantes señores. (págs. 36-37)
No quiero incurrir en la necia idea de que todo cuanto sucede tenga que estar
propiamente ligado a intensiones expresivas o significantes, pero es indudable que todo
cuanto sucede y acontece ante nuestra percepción puede desatar sendas interpretaciones. Mi
percepción como espectador no deja de interrogarse el por qué una voz cantada irrumpe el
momento, y no puedo evitar pegarme de aquello que canta, de la imagen que construye y me
prendo de ella, para construir mi lectura personal.
¿Se trata acaso de simple decoración? ¿Es acaso una transición con fines meramente
técnicos o logísticos? Son preguntas que no se hará un espectador o por lo menos no uno que
se dispone a ser espectador y no inspector de realización artística. Cierto es que esto está
puesto allí, y quiérase o no, como línea de fuga, nos remite a pensar en este ser alienado:
¿acaso sus sueños no valen? El canto, la mujer que canta, como si fuese la proyección de su
conciencia, mientras, en el fondo, apenas visible, María y su hijo en el hogar, ¿no
corresponden al sueño estropeado de este don nadie, esta escoria de la sociedad y de quien
todo mundo se burla interminablemente?
Esta apertura abrupta y escabrosa, elabora una breve y rápida cartografía y mapeo
inmediato del procedimiento deconstructivo de la poética de Jimmy Rangel, así como
presenta al alienado y nos instala en su propia percepción, presenta su parangón animalizado,
presenta el insensato acoso de que es víctima por parte de quienes, tachándole de animal, se
comportan como rapaces depredadores devorados por su propio instinto. El uso heterogéneo
de tropos, velocidades, movimientos, intensidades, desplazamientos y cruces
espaciotemporales, planos subjetivos y exteriores, son elementos acopiados por la poética
rizomática y deconstructiva de Jimmy Rangel.
“Entonces, ¿no tiene gran interés el someter a los autores considerados como mayores
a un tratamiento de autor menor, para recuperar sus potencialidades de devenir?”
(Deleuze & Bene, 2020, pág. 6).
“Yo, inexperto y escasamente conocedor del amplio y profundo mundo del arte y la
filosofía de ayer y hoy, con todas las dificultades que aquello acarrea, y con mi pobre
o tosca capacidad para viajar a velocidades que de seguro otros sí podrán, me
apresuro a manosear con palabras una obra que, en principio, por momentos me capta
y en otros, lamentablemente, me abandona. Acuso de ello a mi exigua preparación
literaria y filosófica y a mi escasa familiaridad con la literatura dramática y sus
formas.”
Siento, es un riesgo que corre la danza y no solo la danza, sino toda forma de
expresión que trata de rehusar o renegar al imperio del texto y la representación en su sentido
más clásico y dogmático. ¿Cómo hacérnoslas para que el movimiento de los cuerpos no se
encuentre con la barrera en que el lenguaje nombra y reduce todo a movimiento, a destreza,
a deporte? Cierto es que el deporte nos provee grandes experiencias estéticas, pero ya el
deporte está antecedido por una narrativa, por un conflicto, por una representación del Poder
en la que toda la adrenalina, el vértigo, las emociones, son movidas por la tensión entre
victoria y derrota: prácticas de la semejanza y la representación. Muchas veces, la aparición
de un cuerpo danzante en el teatro se presenta como una asombrosa demostración de
habilidad, un paréntesis, un momento de espera en el que se interrumpe el vínculo emocional.
Cierto es que, un cuerpo que se mueve de repente desploma el imperio del lenguaje y la
figuración, más propiamente, el imperio de la semejanza y la representación, pero como
pronto no provea otros motivos de prendamiento perceptual, emocional, e incluso,
asociativos, el movimiento habrá jugado en su contra y el espectador reclamará a gritos la
vuelta a los viejos tiempos de la representación, la identificación, el entendimiento, el
deporte.
Soy de esos artistas –porque sé que no todos lo son, pero no soy el único-, que se
resisten dejar a un lado las preocupaciones éticas, políticas y sociales – para algunos
irrelevantes-, en favor de una idea despreocupada, despolitizada o “trascendental” del arte.
Idea a la que a veces doblamos nuestra espalda en reverencia, como inducidos por una suerte
de promesa seductora, una suerte de sabor a eternidad, a superioridad, a libertad, que el arte
(y otras tantas formas de pensar, crear y conocer), a veces insinúa –y no en broma-,
exponiéndose ante nuestros ojos como la expresión más elevada del espíritu y el universo.
Un artista, una idea (peligrosa a mi entender), del artista, es aquella que bordea los contornos
de un ser que se presume más que humano, más que elemental, más que animal, como un ser
universal; un ser que, seducido por la idea de un universal espacio-tiempo, que trata de
capturar en sus obras (como queriendo trascender su propia fecalidad, su propio patetismo),
termina siendo un ser que presume orgías con los dioses, bajo el supuesto privilegio
(merecido, según él), de superioridad: un selecto anfitrión que organiza pintorescas tardes de
té y tostadas con lo universal. Con todo, un ser que termina creyéndose él mismo una
materialización de lo universal. ¿Es posible reconciliar la estética y la política? ¿Cómo
reconciliar al esteta con el espíritu revolucionario de una humanidad redimida o ansiosa de
ser redimida? He aquí, en Woyzeck, un atisbo de esa posibilidad de hurgar un universal sin
perder la conciencia de que somos piojos entre las greñas del universo: chupamos sangre allí
donde estamos, pero bailamos entre la red de cabellos de un cuerpo que no sabemos hasta
dónde llega y a dónde va realmente.
E. Bibliografía