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Tema 6: resquebrajamientos del “yo”.

Desarrollar ese enunciado a partir de Lowry,


Proust y Beckett.

Me propongo trabajar en torno a una noción de tonos, ensayando un agrupamiento


posible en las tres poéticas. Tonos en Lowry orientados a registros enrareciendose.
Tonos en la frase de la sonata de Vinteuil en Proust. Tonos en una rítmica del
refinamiento en Beckett. Entiendo que esta dimensión es sumamente arbitraria y
heterogénea y que no tendrá la defensa necesaria pero se trata de una práctica en
reemplazo por una idea desarmada al llegar al papel. Estos juegos posibles
responden múltiples torsiones del “yo” bajo el signo de una experiencia moderna
que violenta el siglo XX irremediablemente al nervio de lo viviente, el tiempo, su
historia, su experiencia. Las tres poéticas se sirven de este umbral que presiona y
retiene, un pulso filoso y a su vez resonante; ya vuelto evocativo, ya cortante.
Esa presión la valoro como resonancia porque aparte de relacionarse con los
pliegues de temporalidad y subejtivacion, su rebote indefine los bordes, vuelve
reversibles las relaciones, y desplaza en la reiteración de una diferencia el cimiento
fundacional del comienzo como instancia de sentido, vectorizante y organicista.

“Un deseo de destruirme con la imaginación”: bajo el volcán

Una geografía imaginaria ocupada por corrientes más o menos discretas de sentido:
la literalización en los nombres acelera una suerte de arquetipización en la
experiencia (pienso en Dogville y su escenario) conviviendo con una inadecuación,
un desplazamiento en lo que enviste a los personajes. Ligeramente o grotesca.
Sólo dando cuenta de que algo no corresponde o señalandose a si en la
enunciacion de primera mano de un anuncio (carteles y anticipaciones) . No estaría
del todo “natural” o que lo en demasía (pienso en Wes Anderson). Como si las
ropas fueran siempre uniformes, tuvieran que indicar el lugar de las personas en su
comunidad o cuánto se alejan de ella.
Pienso en lo desalineado en los talles de las vestimentas, a veces su notoria alusión
a otra moda pero incluso con pocas líneas de escritura, el mismo refuerzo de
enrarecimiento por ejemplo ya en un comienzo con Laruell (a esta altura, dada la
circularidad de la lectura no puedo asegurar del todo como fue la primera vez).
La raqueta y el libro de teatro isabelino (imposible to return, la blancura
recortandose de un fondo de polvo y nubes violetas. Si, se nos explicita “un
vagabundo en otro planeta” y la segunda guerra dando más o menos lo mismo
como un teg a su mesa y sin embargo el registro de la voz narrativa es noble con la
atmósfera, dedicada al cuidar un stimmung con una cadencia y detenimiento
contemplativo decimonónico como si todo fuera mar y que de hecho se actualiza en
el recurrente abismo. Y luego incrustaciones como “Si, hombre, la vida impersonal”.
(p.32)
Si la primera lectura podia remitir al exotismo desayunandose la salida de un
imperio o construyendo su concepto de tercermundanidad (si, por ese entonces
creía que Lowry se había traspapelado de siglo xix), las segundas revisiones,
parecido a los juegos ópticos en 3d en los que se nublaba la vista en una imagen
saturadisima de motivos sin profundidad, me remitieron a un croma en un teatro y
admito que me rei desconcertada. Este devenir en la experiencia de lectura, luego
de una frustración respecto a querer trabajar una suerte de régimen intensivo en la
voz, me sirvió de una coartada o un consuelo en la palabra “tono”. Creo que el
resquebrajamiento de los yoes en Bajo el volcán, se trama de encantamientos y
desencantamientos ocurriendo sobre en simultáneo constantemente. O más que
constante, resonante porque la atmósfera se descompromete de tal forma que los
efectos residuales en su alargamiento van enrareciendose respecto a si.
Al margen de los agenciamientos más explícitos y cotidianos, (la cantina XX (!) es
cine y teatro, aunandose provisoriamente con los cuerpos más disímiles, niños,
animales, procesiones y feria mediante) como se ve en los interiores que se
desterritorializan del ritmo circadiano? Como se ve en la primera escena entre luz
eléctrica, velas, fósforos y linternas? en qué época o color o mundillo se ve?

El tono prefiere diferir: “(...) mi sombra es tuya.”263

Hay un vaso de tequila servido que se demora más de lo habitual y no tanto por una
economía paranoica de autorregulación. La voluntad es ocupada por otra cosa; el
bar vacío, por momentos según la luz filtrada y en otros con luz propia. Lo sirve la
señora Gregorio, y en mi recuerdo,(asumiendo que con muy poco la distancia con la
escena puede transformarlo todo), resultaba el encuentro más franco. Investido de
un trabajo sobre la luz y la voz (el cónsul arranca con voz apenas dejando el
silencio), se arma un mundillo posible que es compresión entre ambos gracias a la
distancia idiomática. Hay una compasión mutua: el ahorrandose aclaraciones, ella
imaginandole su sueño. Los errores son justos, vivir/reír, beber/saber y en el sueño
ofrecido al cónsul junto a Yvonne, las palabras se acomodan solas. Acá, alucinar la
madre se desprende sin más. Y sin embargo a los cuadros “delirantes”263 seriados
de lobos y trineos (devenir europeizante), en reemplazo de un mural (territorializado
en su materia primera) se los percibe como fotogramas de un film que no avanza o
un giroscopio desplegado que tampoco podría gatillar una acción por la repetición
de la misma figura exacta; aunque sí volverse vivida en el temblor. Un trasfondo
Kitsch que afloja los agarres de ese mundillo delicado. La señora Gregorio pone
sobre la mesa el último par tensionante que ciertamente ameritaria tirar de los hilos,
el cambio y la sombra.
Los yoes se resquebrajan, podría decir, se desvirtu(d)an por magnetismos de
registros diferentes: melodrama, alegoría, collage, novela epistolar, western,
autobiografía (casi que lo que quieras que sea, lo es y por ejemplo imagine que se
trataba de un Slasher con la ultraliteralización- calle “Tierra del fuego 666”,
“columpio como horca”219. No ya decididamente en función de procedimientos
anticipatorios aquí, allá sino directamente una cartografía de literalidad, nuevamente
Dogville. Llegué a imaginar si Yvonne conservaba la intriga como final girl o víctima
sacrificial ) pero más que por este mejunje alucinado creo que las formas de
subjetivar personajes, la experiencia en el medio, la mirada sincrónica que tracciona
la coyuntura histórica apocalíptica es en los tonos siempre indeterminados, a
contrapelo de sí. El cónsul tan romántico como cínico, tan ebrio como lucido.
Yvonne tan esperable. Un mal doblaje en un gran sentido, de esos que, (aprendí
hace poco del cine italiano creo que del 60’) se filman directamente para doblar en
el idioma que sea y cuyas voces sobre el sonido crocante del ruido blanco siempre
sonarán evocativamente desarticuladas.
En el desborde del cónsul se argumenta la ampliación del tiempo subjetivo, por caso
pero no aplica a la temporalidad excluyente de los pasajeros del micro retenidos de
actuar. Donde se encuentra el comienzo del desastre, la marca
La frase, el nombre. Proust:

“(...); de modo que quizá si no hubiera tenido ojos tan negros-cosa que tanto
sorprendia al verla por vez primera-no me hubieran enamorado en ella tanto como
me enamoraron, y mas que nada sus ojos azules”.(p.184)
Entre la profusión de juegos sensualistas en que la las tintas cargadas tientan la
motivación del significante que cuenta un estarse en el mundo (tan pragmático, tan
sugestivo y productivo sin reparos en mi perspectiva, solo excluyente para un
estructuralismo que se conoce no habla), traigo esta cita como índice de su potencia
perspectivista sin recurrir a una semiosis ilimitada.No obstante, hay un libro hermoso
en esta justeza. Su borde externo, el riesgo de captar un anudamiento de vida y
tiempo fuera de su escala. E incluso fuera de su promesa; pudiendo admitirse
ilimitada que correspondencia podría aguantar? Convengo que precisamente es la
perspectiva la sugestionada y no una nomenclatura pero aun así, la compulsión del
decir genera un ruido sordo a la par. Claro que es fascinante y necesaria y pero bien
pudiera admitirse por este mismo amor que la exponencialidad es una perspectiva
de la minucia vuelta mayor. Sobre esto, Carlson anexacta respecto a Barthes
onomástico, interviene y expone al adjetivo como un sistema de captura. Hay que
enfatizar que la regencia respecto al yo que no por deslizarse alucinantemente a la
omnisciencia deja de llevarse a sí como tampoco deviene en el roce. Por suerte
Proust es tan grande que conlleva su salida o bromeo un poco al respecto. Si, la
sonata tienta a salirse del subjetivismo y quizás también de la necesidad de la
justificación de todo mundillo pudiendo prescindir de la necesidad de garantías,
sencillamente actuandolas, en agenciamientos enunciativos.

Acaso la Nada sea la única verdad y no exista nuestro ensueño; pero entonces esas frases
musicales, esas nociones que en relación a la nada existen, tampoco tendrán realidad.
Perecemos; pero nos llevamos en rehenes esas divinas cautivas, que correrán nuestra
fortuna. Y la muerte con ellas parece menos amarga menos sin gloria, quizás menos
problable. (p.446)

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