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REMONTAJfS
.del T IE PO.
PAIDIECllDO
EL OJO DE LA
HISTORIA
2
TRADUCCIÓN: MARINA CALIFANO
1.Cine.
C D D 778.5
Título original: Remontages du temps subí. L'oeil de l'histoire, 2. París, Minuit, 2010.
II
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución
Apéndice I
Cuando el humillado mira al humillado ................................................................. 185
Apéndice 2
Gran ju g u ete mortal .............................................................................................. 203
Hernán Hevia
[ 11 l
12 Palabras preliminares
Allan Poe, Charles Baudelaire y Charles Cros; en Pasión los tableaux vivants lle-
gaban hasta Delacroix, que se refería a la incipiente fotografia como "anfibia").
Así, la historia del cine no coincide sólo con una cronología.
Del mismo modo que este libro iba a inaugurar una colección para, ahora,
continuar una previa, quizá los casos acá incluidos, sobre todo los dos últimos, los
que no abordan específicamente películas, puedan ser considerados propuestas
para relanzar esa tradición en estado crítico.
I
Abrir los campos, cerrar los ojos:
imagen, historia, legibilidad
Imagen y legibilidad de la historia
1. A. Wieviorka, Auschwitz, 60 ans apres, París, Robert Laffont, 2005, p. 9. [En los casos en
que no se consigna traductor, las citas fueron traducidas para la presente edición, sea de su
traducción al francés o del idioma original cuando es el inglés. N. de la T.]
1ts J
16 Remontajes del tiempo padecido
de olvido-ya era perceptible:"¡Otra vez! dirán los hastiados, aquellos para quie-
nes las palabras «cámara de gas», «selección», «tortura» no pertenecen a la realidad
viva sino solamente al vocabulario de los años pasados", escribía en 1946 O l g a
Wormser-Migot. 2 ¿De qué fue entonces esta memoria tan rápidamente satura-
da? Wieviorka responde que "Auschwitz está cada vez más desconectado de la
historia que lo produjo [ ... ] Sobre todo,Auschwitz está casi erigido en concep-
to, el del mal absoluto [de forma que] el «eso» de Auschwitz-Birkenau, saturado
de moral, está carg a do de muy poco saber histórico" -ese saber,jamás acabado,
que consiste en "volver Auschwitz tan legible como sea posible-". 3
Es fácil comprender que una memoria saturada sea una memoria amenazada
en su propia efectividad. 4 Más dificil es saber qué es lo que hay que hacer para
des-saturar la memoria por medio de algo que no sea el olvido. Para reinven-
tar, en definitiva, un arte de la memoria capaz de volver legible lo que fueron
los campos, es especialmente necesario trabajar juntos las fuentes escritas, los
testimonios de los sobrevivientes y la documentación visual, a la que los histo-
riadores, comprenden hoy, deben otorgar una atención tanto específica como
contextual, incluso si el material desconcierta o si su evidencia aparente agrava el
peligro de malinterpretación. 5 Volver legible es, tal vez, renovar cuestiones glo-
bales, como cuando Florent Brayard interroga la "solución final" a partir de las
técnicas y temporalidades de su decisión. 6 O bien puede ser, más modestamente,
a partir de un principio local o "micrológico" -promovido por Aby Warburg,
teorizado por Walter Benjamín, luego aplicado, a su manera, por Cario Ginzburg
y su "paradigma indicia!"-, concentrándose en un objeto singular para descubrir
en qué renueva, por su complejidad intrínseca, todas las cuestiones a las que sirve
de cristal. 7
te, París, Cerf, 1989, p. 477 (Libro de los pasajes, ed. de R . Tiedemann, trad. L. Fernández
Castañeda, l. Herrera y F. Guerrero, Madrid,Akal, 2004, p. 463].
11. W Benjamín, París, capitale du XIX' siecle, p. 477 [p. 463].
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 19
Este admirable fra g m ento -este texto-cristal, compacto, eni g m ático y lumi-
noso- dice ya mucho sobre las condiciones de "legibilidad" (Lesbarkeít) y "cog-
noscibilidad" (Erkennbarkeit) históricas. Se sitúa rápidamente, notémoslo, más allá
de las sempiternas argucias sobre la primacía de lo legible sobre lo visible o vi-
ceversa, en las que, demasiado a menudo, se hundieron historiadores, iconólogos
-incluso estructuralistas- y todos aquellos que todavía buscan establecer un or-
den de jerarquía ontológica entre, por ejemplo, lo "simbólico" y lo "imaginario".
El punto de vista benjaminiano revela aquí como fuente la empresa comenzada
por Aby Warburg: no sólo porque la cuestión de la "supervivencia" (Nachleben)
de las imágenes culturales se halla ahí explícitamente reconocida como central
para cualquier conocimiento histórico, 13 sino también porque la iconografía
warburgiana reivindicaba ya ese régimen de historicidad que sólo se alcanzará
"si no desdeña la fatiga de reconstruir la unidad natural, la coalescencia (Zusam-
mengehiirígkeit) entre la palabra y la imagen". 14 Los mejores intentos de volver a
fundar hoy una antropología histórica de la cultura reconocen esta noción de
"legibilidad" como el principio mismo de su metodología. 15
¿Qué nos dice este frag m ento, este cristal? Que el conocimiento histórico
no es para nada -como lo prueba a veces, espontáneamente, el trabajo del his-
toriador- el acto de desplazarse por el pasado para describirlo y recogerlo "tal
como es". El conocimiento histórico no acontece sino a partir del "ahora", es
12. Ídem, pp. 479-480 [p. 465] (traducción ligeramente modificada por el autor).
13. W Benjamín, París, capitale du XIX siecle, p. 477 [p. 463]. Sobre esta cuestión, cf. G.
Didi-Huberman, Devant le temps. Histoire de l'art et anachronisme des images, París, Minuit,
2000 [Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, trad. O.A. Oviedo Funes,
Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2006]; L'image survivante. Histoire de /' art et temps des jamo-
mes selon Aby Warburg, París, Minuit, 2002 [La imagen superviviente. Historia del arte y tiempo
de los fantasmas según Aby Warburg, Madrid, Abada, 2009]. C. Zumbusch, Wissenscheft in
Bildern. Symbol und dialektisches Bild inAby Warburgs Mnemosyne-Atlas und Walter Benjamins
Passagen-1-¾?rk, Berlín, Akademie Verlag, 2004.
14. A. Warburg, ''L'art du portrait et la bourgeoisie florentine. Domenico Ghirlandaio a
Santa Trinita. Les protraits de Laurent de Médicis et de son entourage" (1902), trad. S.
Muller, Essais .ftorentins, París, Klincksieck, 1990, p. 106 (traducción ligeradamente modi-
ficada) ("Arte del retrato y burguesía florentina. Domenico Ghirlandaio en Santa Trinita.
Los retratos de Lorenzo de Medici y de sus familiares", en AA.vv., Historia de las imágenes
e historia de las ideas: la escuela de Aby Warburg, Buenos Aires, CEAL, 1992, p. 21].
15. Cf. especialmente G. Neumann y S.Weigel (dirs.), Lesbarkeit der Kultur. Literaturwissens-
chaften zwisc/1en Kulturtechnik und Ethnographie, Munich, Wilhelm Fink, 2000.
20 Remoncajes del tiempo padecido
16. En otro fragmento del Libro de los pasajes, Benjanún intenta resumir en cinco palabras
esta noción de legibilidad histórica: "imágenes" (Bilder), "mónada" (Monade), "experien-
cia" (E,fahrung), "crítica inmanente" (inmanente Kritik) y, finalmente, "salvación" (Rettung)
de la memoria.W Benjamin, París, capitale du XIX' siecle, p. 494 [p. 478].
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 21
trado con esto: tampoco los muertos estarán a salvo del enemi g o , si éste
vence.Y este enemigo no ha cesado de vencer.'7
Cinco años más tarde, el enemigo mayor, el nazismo, era derrotado por la
armada aliada. Los campos fueron entonces descubiertos y abiertos, si no "libe-
rados" .Y los ojos también -los ojos del "mundo civilizado", como suele decirse-
se abrieron de golpe ante los campos, horrorizados. Incluso aquellos, numerosos
en las esferas políticas y militares, que habían tenido conocimiento del "terrible
secreto", como lo llamó Walter Laqueur, no creían a sus ojos. 19 De la misma ma-
nera en que un individuo confrontado con la prueba de lo inimaginable quiere
pellizcarse para asegurarse de no estar teniendo una pesadilla, los estados mayores
llamaron sistemáticamente a técnicos del registro visual, cine y fotografía, para
convencerse ellos mismos, convencer al mundo entero y producir contra los
culpables irrefutables "piezas de convicción" sobre la crueldad desmesurada de
los campos nazis.
A fines de julio de 1944, el Ejército Rojo -que se había unido a la división
Kosciuszko del ejército de Polonia- entró en la ciudad de Lublin y tomó control
por primera vez de un campo alemán situado en territorio polaco, Majdanek, en
el que murieron alrededor de un millón y medio de víctimas. Aunque los ale-
manes habían querido incendiar los hornos crematorios el 22 de julio, los rusos
se encontraron frente a la terrible evidencia de montones de cenizas mezcladas
con huesos humanos, 820.000 pares de zapatos e inmensos depósitos de ropa. 20
Casi al mismo tiempo, dos equipos de cineastas -uno ruso, dirigido por Roman
Karmen, del Estudio Central de Cine Documental de Moscú; el otro polaco,
conducido por el realizador Aleksander Ford- fueron los encargados de registrar
las imágenes que fueron rápidamente montadas hacia el final del otoño para que
17. W Benjamín, "Sur le concept d'histoire" (1940), trad. M. de Gandillac revisada por P.
Rusch, CEuvres, 111, París, Galimard, 2000, pp. 430-431 [Sobre el concepto de historia, trad. B.
Echeverría, Buenos Aires, Piedras de Papel, 2007, p. 25).
18. L'état des lieux -literalmente, el estado del lugar- remite también al "recuento de los
daños". La decisión de respetar la traducción literal se debe a la relación que establece el
texto entre "estado del lugar" y "estado del tiempo" (N. de la T.]
19. W Laqueur, Le terrifiant secret. La "Solution fina/e" et l'information étou.ffee (1980), París,
Gallimard, 1981, pp. 7-9.
20. Soviet government statements on Nazi atrodties, Londres, Hutchinson, 1946, p. 222.
22 Remontajes del tiempo padecido
21. Todas estas informaciones provienen del muy preciso estudio de S. Liebman, "La
libération des camps vue par le cinéma: I' exemple de Vernichtungslager Majdanek", Les
Cahiers d11judaisme, N º 15, 2003, pp. 49-60.
22. Cf. R. Boguslawska-Swiebocka y T. Ceglowska, K L Auschwitz. Fotogra.fie dok111nen-
ta/ne, Varsovia, Krajowa Agencja Wydawnicza, 1980; T. Swiebocka (dir.), Auschwitz. A
history in photographs, Oswiecim-Varsovie-Bloornington-lndianápolis, Auschwitz-Birke-
nau Museum-Ksiauzhka I Wiedza-Indiana University Press, 1993, pp. 190-215 y passim;
A. Strzelecki, The evacuation, dismantling and liberation o f K L A11schwitz, Oswiecim, Aus-
chwitz-Birkenau State Museum, 2001;A.Wieviorka, Auschwitz, 60 ans apres, pp. 23-37.
23. C. Chéroux (dir.), Mémoire des camps. Photographies des camps de concentra/ion et d'extermi1
nation nazis (1933-1999), París, Patrimoine photographique-Marval, 2001, pp. 103-127.
24. Ídem, pp. 128-171.
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 23
por otra cosa que es, justamente, su falta de legibilidad intrínseca, es decir, la
dificultad en la que nos encontramos para comprender esas imágenes como
"imágenes dialécticas", como imágenes capaces de poner en funcionamiento su
propio "punto crítico" y su campo de "cognoscibilidad". Hace falta entonces,
hoy, inclinarse dos veces sobre ellas para extraer una legibilidad histórica de esta
visibilidad tan dura de sostener.
Al conocer, por ejemplo, que los dos equipos de rodaje en Majdanek eran
dirigidos por realizadores judíos -los camarógrafos Stanislaw Wohl, Adolf y
Wladyslaw Forbert eran judíos comunistas, que habían formado parte de Start,
un grupo representativo de la vanguardia cinematográfica de los años 3 0 - y
que, sin embargo, el resultado del montaje minimiza manifiestamente el lugar
de los judíos en las masacres organizadas del campo, las imágenes de la película
se cargan de una nueva legibilidad: a la legibilidad de constatadón, se superpone
una legibilidad de contrato implícito -léase de coacción- cuyo objetivo era, por
supuesto, la instrumentalización política de la apertura de los campos nazis en
Polonia por el poder soviético. 26 Otro ejemplo: se sabe que en Auschwitz "la
miseria de las barracas no fue filmada inmediatamente [ya que] los prisioneros
tuvieron que ser transferidos lo más rápidamente posible [porque] estaban casi
muertos de frío". 27
Se sabe también que la apertura del campo de Mauthausen fue tan confusa,
aterradora, siniestra, que fue necesario posteriormente ponerla en escena para
poder ftjar su glorioso souvenir fotográfico: una "liberación" del campo con
banderolas, sonrisas y vivas de los prisioneros delante del tanque americano que
avanza. 28 Se sabe, finalmente, hasta qué punto las imágenes de Bergen-Belsen
cristalizaron -incluso en Noche y niebla de Alan Resnais- la visibilidad del horror
sobre la base de un verdadero contrasentido histórico respecto de los cadáveres
que se mostraban creyendo "ilustrar" el fenómeno del gaseado de masas. La
apertura de los campos habría liberado, por lo tanto, un caudal de imágenes en
25. S. Sontag, Sur la photographie (1973), trad. P. Blanchard, París, Christian Bourgois, 1983
(ed. 1993), p. 34 [Sobre la fotogriifla, trad. C. Gardini, Buenos Aires, Alfaguara, 2006, p. 38).
26. Cf. S. Liebman, "La libération des camps vue par le cinéma", p. 55.
27. Testimonio de Alezandre Voronzov citado por A. Wieviorka, Auschwitz, 60 ans apres,
pp. 27-28.
28. Cf. l.About, S. Matyus y É. Lynch (dirs.), La part visible des camps. Les photographies du
camp de co1uet11ration de Mauthausen, Viena-París, Bundesministerium für Inneres-Tirésias,
2005, pp. 130-141, donde se ven sucesivamente las (malas) fotografías del 5 de mayo de
1945 y las de la puesta en escena de la liberación del campo del 7 de mayo.
24 Remontajes del tiempo padecido
29. Cf. M.-A. Matard-Bonucci y É. Lynch (dirs.), l.A /ibération des camps et le retour des
déportés, Bruselas, Complexe, 1995, pp. 63-73 ("La pédagogie de l'horreur") y pp. 163-
175 ("Les filtres successifs de l'information"); C. Delporte, "Les médias et la découverte
des camps (presse, radio, actualités filrnées)", en F. Bédarida y L. Gervereau (dirs.), l.A
déportation. Le systeme concentrationnaire nazi, París, Musée d'Histoire conternporaine-amc,
1995, pp. 205-213; D. Barnouw, Germany 1945. Views of war and violence, Bloornington,
Indiana University Press, 1996; C. Drame, "Représenter l'irreprésentable: les camps nazis
dans les actualités franc,:aises de 1945", Cinématheque, N º 10, 1996, pp. 12-28; S. Lindeperg,
Clio de 5 a 7. Les actualités filmées de la Libération, archives du futur, París, CNRS, 2000, pp.
155-209.
30. Cf.A. lnsdorf, L'Holocauste a l'écran, París, Cerf, 1985; I.Avisar, Screening the Holocaust.
Cinema's images of the unimaginable, Bloomington-lndianápolis, Indiana University Press,
1988; M. Deguy (dir.), Au sujet de Shoah, le.film de Claude l.Anzmann, París, Belin, 1990; S.
Friedlander (dir.), Probing the limits of representation. Nazism and the "Final So/u/ion", Cam-
bridge-Londres, Harvard University Press, 1992; B. Fleury-Vilate, Cinéma et ailpabilité
en Allemagne, 1945-1990, Perpignan, Institut Jean Vigo, 1995, pp. 21-52; G. Gauthier, Le
documentaire, un autre cinéma, París, Armand Colín, 1995, pp. 224-228; B. Zelizer, Remem-
bering to forget. Holocaust memory through the camera's eye, Chicago-Londres, The University
o f Chicago Press, 1998; F. Monicelli y C. Saletti (dirs.), n racconto della catastrofe. JI cinema di
fronte a Auschwitz, Verona, Societa Letteraria-Cierre Edizioni, 1998; P. Mesnard, "La mé-
rnoire cinérnatographique de la Shoah", en C. Coquio (dir.), Parler des camps, penserles gé-
nocides, París,Albin Michel, 1999, pp. 473-490; F. Niney, L'épreuve du réel a l'écran. Essai sur
le príncipe de réa/ité documentaire, Bruselas, De Boeck, 2002, pp. 253-292;V Lowy, L'histoire
infilmable. Les camps d'extermination nazis a l'écran, París, L'Harmattan, 2001, pp. 38-56; O.
Bartov,A. Grossmann y M. Nolan (dirs.), Crimes of war. Guilt a11d denial in the twentieth cene
tury, Nueva York, The New Press, 2002, pp. 61-99; WWWende (dir.), Geschichte im Film.
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 25
imágenes no sólo dice a qué tiempo determinado pertenecen, dice sobre todo
que sólo en un tiempo determinado alcanzan legibilidad", no debemos sostener
un razonamiento según el cual las imágenes de la Liberación, porque fueron
manipuladas -los signos humanos, imágenes o palabras ¿no fueron todos siempre
ya, para mejor o peor, objeto de una manipulación?-, deben ser expulsadas de
nuestra lectura de la historia. Debemos, mejor, asumir la doble tarea de volver
legibles esas imágenes volviendo visible su construcción misma.
Un elemento esencial de esta construcción reside en la pretensi6n jur{dica
de gran parte de las imágenes realizadas en el momento de la apertura de los
campos. Nada es más facil de comprender: si el campo, como lo define Giorgio
Agamben, es en efecto ese" espacio de excepción", esa "parcela de territorio a la
que se coloca fuera del ordenamiento jurídico normal" 3 1 - e n el que ni siquiera
el derecho carcelario tiene lugar- entonces la primera reacción, ante la apertura
de los campos, fue lógicamente la de reafirmar el espacio del derecho y, por lo
tanto, la de querer establecer jurídicamente las culpabilidades en juego en esa
monstruosa organización criminal. Descubrir los campos, describirlos y comen-
zar a escribir su historia coincidió, al principio, con la voluntad de llevar a cabo
el proceso judicial. 32 Es por eso que las primeras imágenes de los campos -tanto
las primeras descripciones escritas como las primeras declaraciones- se consi-
deran ante todo testimonios visuales. 33 Por eso los estados mayores aliados - e n
especial, del lado americano, los responsables de los Signal Corps y de la Office
o f Strategic Services, cuya sección de cine era dirigida por John Ford- redacta-
ron rápidamente los protocolos para las tomas destinadas, después de la guerra, a
hacer interpretar a las imágenes su papel judicial:
34. Cita traducida por C. Delage en "L'image comme preuve. L'expérience du proces de
Nuremberg", Vin g tieme Siecle. Revue d'histoire, N º 72, 2001, p. 65.
35. Cf. L. Douglas, "Film as witness: Screening Nazi concentration camps before the
Nuremberg tribunal" (1995), Memory ofjudgment: Makin g law and history in the trials ofthe
Holocaust, New Haven-Londres,Yale University Press, 2001, pp. 11-37; C. Delage ''L'im-
age photographique dans le proces de Nuremberg", en C. Chéroux, Mémoire des camps,
pp. 172-173;"L'image comme preuve", pp. 63-78. Christian Delage publicó y tradujo
también el texto de la audiencia del 29 de noviembre de 1945 del Tribunal de Nurem-
berg, durante la cual se proyectó la película Nazi concentration camps. El comandante James
B. Donovan anuncia ahí explícitamente que "Estados Unidos presenta como evidencia
un documental sobre los campos de concentración. Este informe proviene de películas
filmadas por autoridades militares mientras los ejércitos aliados liberaban las regiones
en las que se encontraban los campos". "L'audience du 29 novembre 1945 du Tribunal
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 27
firmados tanto por los responsables militares como por los realizadores y mon-
cajistas de la película, George Stevens y E. R a y Kellogg:
Estas películas son abrumadoras. Querríamos cerrar los ojos. Sin embargo,
los abrimos desmesuradamente. Pero ¿cómo es que con el tiempo su valor testi-
monial y, más aún, su valor probatorio hayan sido cuestionados hasta el punto de
verse a veces pura y simplemente revocados de toda memoria de la Shoah? Sin
que sea necesario llegar al exceso del discurso de Claude Lanzmann,37 se puede
notar que la mirada histórica afronta a menudo estas imágenes no con un sen-
timiento de agobio sino de sospecha: se preferirá, entonces, plantear la pregunta
por aquello que las imágenes traidonan antes que preguntarse primero por lo
que ellas muestran. 38 O bien, se deducirá de los procesos retóricos inherentes al
destino de esas imágenes una duda más o menos radical sobre la posibilidad de
su utilización por la historia, es decir, sobre su legibilidad. 39
Tal vez no habría que pedir a estas imágenes más que un cierto estado del
lugar - l o que ya es bastante- visto a través del avance, a menudo dificil, la organi-
zación particular, las limitaciones técnicas y el tiempo disponible de una armada
que ante todo buscaba ganar una guerra. Numerosos son los testimonios que
conciernen a la dificultad intrínseca de producir estos testimonios visuales sobre
un infierno apenas "abierto" y del que nadie podía todavía saber, de entre las
víctimas aún con vida, quiénes serían los hundidos y quiénes los salvados. Cada
situación tenía crueldades específicas, imposibilidades, decisiones que tomar. U n
sargento de la armada soviética, por ejemplo, evocó este tipo de situación en
Auschwitz:
39. Cf. M.Joly, "Le cinéma d'archives, preuve de l'histoire?", en J.-P. Bertin-Maghit y B.
Fleury-Vilatte (dirs.), Les institutions de l'image, París, l'EHESS, 2001, pp. 201-212 (a propó-
sito de la película de Sidney Bernstein).
40. Citado por C. Delage, "L'image comme preuve. L'expérience du proces de Nureme
berg", p. 69.
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 29
mos el "punto crítico", como dice Benjamin, del que surgirá la posibilidad de
que sean "leídas", es decir, temporalizadas, reanudadas 7 e a por un límite inma-
nente- a la palabra de la experiencia. Falta aplicar este punto crítico. Construir
una legibilidad para estas imágenes implicaría entonces no contentarse con la le-
yenda que añade la voz del comentador agregado por la armada liberadora. Sería
volver a situar, volver a contextualizar esas imágenes en un montaje de otro tipo,
con otro tipo de textos; por ejemplo, los relatos de los propios sobrevivientes que
narran lo que si g n ificó para ellos que su campo se abriera.
Abrir los ojos ante la apertura de los campos sería, por lo tanto, saber mirar
las imágenes de esos terribles archivos sin dejar de escuchar los testimonios que
los sobrevivientes mismos han dejado de ese momento tan decisivo y a la vez tan
complejo. 41 Habría que, por ejemplo, saber mirar los rostros de los soldados rusos
releyendo la aparición del "liberador" en el relato de Charlotte Delbo:
Haría falta también mirar el rostro del Kapo apenas denunciado releyendo
la última frase del libro de David Rousset, Los días de nuestra muerte: "Entonces
decidieron lapidarlo".43 Haría falta saber mirar las imágenes de Buchenwald
recordando aquello que cuenta Élie Wiesel -"Nuestro primer gesto de hombres
libres fue arrojarnos sobre las provisiones. No pensábamos en otra cosa. Ni en
la venganza, ni en nuestros padres. En nada que no fuera el pan"- que cierra La
noche con su primera mirada en un espejo:
41. Estos testimonios forman hoy un corpus considerable. Sobre su estatus y su forma
de convocar al historiador, cf. A. Wieviorka, L'ere du témoin, París, Pion, 1998. Entre las
publicaciones más recientes de testimonios sobre la apertura de los campos, cf. Les derniers
jours de la déportation, París, Le Félin, 2005; C. Bernadac, La libération des camps: racontée par
ceux qui l'ont vécue, París, France-Empire, 2005.
42. C. Delbo, Auschwitz et apres, II: Une connaissance inutile, París, Minuit, 1970, p. 17 4.
43. D. Rousset, Les jours de notre mort (1947), París, Hachette, 1993, p. 960.
44. É.Wiesel, La nuit, París, Minuit, 1958 (ed. 2007), pp. 199-200 ["La noche", en Trilogía
de la noche, Barcelona, El Aleph, 2007, p. 129]. Es exactamente con esta escena, la prime-
30 Remontajes del tiempo padecido
Esa mirada es entonces una duración. Abrir los ojos ante un acontecimiento
histórico no es tomar un aspecto visible que lo resuma como fotograma -sti/1,
frozen picture, como se diría en inglés- ni elegir una significación que lo esque-
matice de una vez por todas. Abrir los ojos ante la historia es comenzar por
temporalizar las imágenes que nos restan.Ahora bien, la apertura de los campos fue
objeto, por parte de al g u nos sobrevivientes, de una temporalización minuciosa
que debería constituir el punto de partida, el zócalo de la mirada que dirigimos
hoy en día hacia los archivos visuales de ese período. Hermann Langbein remar-
có cómo la apertura del campo -acontecimiento milagroso, de más está decirlo,
que devolvía a la vida su posibilidad misma- no libera todo en el prisionero
psíquica y físicamente destrozado: también su descripción de la liberación de
Auschwitz está en principio hecha de soledad - " E l encuentro con la sociedad
de los hombres no despertaba en nú sentimientos profundos [... ] Triste y vacío,
yo me quedaba solo"-, de insensibilidad, de "heridas incurables" mezcladas con
"sentimientos de culpabilidad". 45
Los testimonios de Primo Levi y Robert Antelme son todavía más precisos.
Se sabe que la Armada Roja, que venía de liberar el complejo de Auschwitz,
solicitó a Primo Levi y a su compañero Leonardo Debenedetti la redacción de
un informe sobre la organización del campo de Monowitz. Este texto, escrito
entre 1945 y 1946 - e l primero que Primo Levi consagró a su experiencia con-
centracionaria-, puede ser comparado con las imágenes militares de la apertura
de los campos a los que, por otra parte, hace referencia desde la primera frase:
46. P. Levi y L. Dibenedetti, Rapport sur Auschwitz (1945-1946), trad. C. Petitjean, París,
Kimé, 2005, p. 51.
47. Ídem, pp. 52-84.
48. Cf. F. Rastier, "Primo Levi: prose du témoin, poemes du survivant", en F.-C. Guadard
y M. Suárez (dirs.), Formes discursives du témoignage, Toulouse, Éditions Universitaires du
Sud, 2003, pp. 143-160; Ulysse a Auschwitz: Primo Levi, le survivant, París, Cerf, 2005; ver
también el bello texto de C. Mouchard, "«Ici»? «Maintenant»? Témoignages et a:uvres",
en C. Mouchard y A. Wieviorka (dirs.), l A Shoah. Temoig11ages, savoirs, reuvres, Saint-Denis,
Presses Universitaires de Vincennes-Cercil, 1999, pp. 225-260.
49. Cf. S. Beckett, L'innommable, París, Minuit, 1953, p. 213: "Hay que continuar, no
puedo continuar, hay que continuar, voy entonces a continuar, hay que decir las palabras,
tantas como ha y a , hay que decirlas, hasta que me encuentren, hasta que me dig a n, extraña
pena, extraña falta, hay que continuar, tal vez ya esté hecho, tal vez ya me lo dijeron, tal
vez me llevaron hasta el umbral de mi historia, ante la puerta que se abre ante mi historia,
me sorprendería, si se abre, eso voy a ser yo, eso va a ser el silencio, ahí donde estoy, no
sé, no lo sabré nunca, en el silencio no se sabe, hay que continuar, no puedo continuar,
voy a continuar".
32 Remontajes del tiempo padecido
enero de 1945, para ser más preciso- de la apertura del campo. 50 Los rusos se
acercan. Pero esta perspectiva no tiene nada de felicidad en un infierno como
Auschwitz dado que, en la lógica SS, debería estar acompañada de la liquidación
total del campo: en la mañana del 18 de enero "se distribuyó en la enfermería
el potaje por última vez [. . . ] y ningún judío pensó ya seriamente en vivir hasta
la mañana siguiente". 5 1 La noche del 18 al 19 de enero fue aturdida de bombar-
deos. La mañana siguiente, algo inaudito: "los alemanes habían desaparecido. Los
miradores estaban vacíos".Y Primo Levi pone ese "milagro" en perspectiva en
el momento mismo en que describe la reacción de los prisioneros frente a esta
visión extraordinaria de los miradores sin vigilantes:
Ese día, Primo Levi observa cómo el espíritu que hizo nacer esta visión de
los miradores vacíos suscita, en muchos prisioneros, un primer gesto de reparto
del alimento, si g n o concreto de que la humanidad podría retomar sus derechos:
"Sólo un día antes un acontecimiento semejante habría sido inconcebible. La
ley del LAger decía: «Come tu pan y, si puedes, el de tu vecino», y no dejaba lu-
gar a la gratitud. Quería decir que el Lager había muerto. Fue aquel el primer
gesto humano que se produjo entre nosotros. Creo que se podría fijar en aquel
momento el principio mediante el cual, nosotros, los que no estábamos muer-
tos, de Hiiftlinge [detenidos] empezamos lentamente a volver a ser hombres". 53
Pero nada termina sin sobresaltos: el 22 de enero, los SS volvieron y asesinaron
metódicamente a todos los prisioneros que encontraron, "alinearon después los
cuerpos retorcidos en la nieve del camino; hecho lo cual, se fueron. Los diecio-
cho cadáveres se quedaron expuestos hasta la llegada de los rusos; nadie tuvo
fuerzas para darles sepultura". 54
Dos días después, el 24 de enero de 1945, parece ser el día "de la libertad":
50. P. Levi, Si c'est un homme (1947), trad. M. Schruoffeneger, París, Julliard, 1987 (ed.
1993), p. 162-186 [Si esto es un hombre, trad. P. Gómez Bedate, Barcelona, Océano, 2011,
pp. 164-189). Este último capítulo se titula simplemente "Histoire de dix jours" ["His-
toria de diez días"].
51. Ídem, pp. 171-172 [pp. 169-170].
52. Ídem, p. 178 [p. 171].
53. Ídem, p. 181 [p. 174].
54. Ídem, p. 183-184 [p. 180].
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 33
"La brecha del alambre de púas nos ofrecía su imagen concreta. Pensándolo
con atención quería decir que ya no había alemanes, no había más selecciones,
nada de trabajo, nada de golpes, nada de listas y, quizá, dentro de poco, la vuelta.
Pero había que hacer un esfuerzo para convencerse y ninguno tenía tiempo de
alegrarse. Alrededor todo era destrucción y muerte". 55 Ahí está entonces la tan
clifícil tarea de asumir el tiempo de esta apertura del campo: está Sómogyi, el
judío húngaro "entregado a un último e interminable sueño de liberación y es-
clavitud", que agoniza pronunciando Jawohl "a cada bajada de su pobre hilera de
costillas" y que muestra otra vez "lo trabajosa que es la muerte de un hombre". 56
Está el interminable retraso de los rusos, que no llegan aunque los verdugos ha-
yan desertado del campo. Pero, "lo mismo que de la alegría, del miedo, del mis-
mo dolor, así se cansa uno de la espera. Llegados al 25 de enero, rotas desde hacía
ocho días las relaciones con aquel feroz mundo que sin embargo era un mundo,
los más de entre nosotros estaban demasiado agotados incluso para esperar". 57
El campo fue abierto -ningún vigilante en los miradores, ningún guardia
SS, brechas en los alambres de púas-, pero todo permanecía en el núsmo estado,
es decir que todo continuaba muriendo, mientras que "a miles de metros sobre
nosotros, en los desgarrones que hay entre las nubes grises, se desarrollaban los
complicados milagros de los duelos aéreos". 58 El 27 de enero al alba, Primo Levi
mira "en el suelo, el infame revoltijo de núembros secos, la cosa Sómogyi [... ]
Los rusos llegaron núentras Charles y yo llevábamos a Sómogyi cerca de allí. Pe-
saba muy poco.Volcamos la camilla en la nieve gris. Charles se quitó la gorra.Yo
sentí no tener gorra". 59 El campo abierto permitía, incluso antes que la libertad
de los sobrevivientes, aquello que no era posible en el campo librado a la ley SS:
tomarse el tiempo de cerrar los ojos del muerto y depositarlo en la nieve -si no
de darle sepultura- en el respeto de su dignidad de hombre fallecido.
Es característico que el relato de Levi se cierre en este gesto -aunque esbo-
zado, miserable y por eso núsmo tanto más necesario- de ritual funerario. Este
gesto, en efecto, adquiere un valor paradigmático para toda la cuestión de saber
qué es lo que hay que asumir -históricamente, éticamente- después de la libe-
ración de los campos. Hace poco, Irnre Kertész, en su discurso de recepción del
premio Nobel, el 1O de diciembre de 2002, repitió cómo Auschwitz permanece
en nosotros como una "llaga abierta" .60 Que los campos hayan sido abiertos no
ha resuelto ni "cerrado" la cuestión de los campos, aunque sólo sea porque la
idea misma de los campos, como Levi comprendió rápidamente, "ciertamente
no ha muerto, porque nada muere definitivamente". 6 1 Incluso abiertos, los cam-
pos dejaron por lo tanto abierta la pregunta histórica, antropológica y política
por su existencia misma, pasada, presente y futura. Robert Antelme, que tam-
bién describió la apertura de Dachau en un largo capítulo de LA especie humana
llamado " E l final" ,62 termina su relato con la ilegibilidad que el campo, apenas
abierto, encierra inexorablemente - c o m o los ojos se cierran ante la evidencia-,
en la palabra de los sobrevivientes:
30 de abril [... ] Por primera vez desde 1933, entraron soldados aquí
que no quieren hacer daño. Reparten cigarrillos y chocolate. Podemos
hablar con los soldados. Nos contestan. No tenemos que descubrirnos
delante de ellos. Nos alcanzan el paquete, lo tomamos y fumamos el ciga-
rrillo. No hacen pre g u ntas. Damos las gracias por el cigarrillo y el choco-
late.Vieron el cremat0rio y los muertos en los vagones [... ] Los hombres
ya retomaron contacto con la amabilidad. Se cruzan muy de cerca con los
soldados americanos, miran sus uniformes. Los aviones que pasan muy
bajo les producen placer a la vista. Pueden recorrer el campo si así lo
desean, pero si quisieran salir, les dirían -por ahora- simplemente: "Está
prohibido, tenga a bien entrar de nuevo"[ ... ] Hay muertos por el piso, en
medio de la basura, y tipos paseándose alrededor. Al g u nos miran pesada-
mente a los soldados.Al g u nos, tirados por el suelo, los ojos abiertos, ya no
miran nada más [... ] No hay mucho para decirles, piensan quizá los sol-
dados. Los liberamos. Somos sus músculos y sus fusiles. Pero no tenemos
nada que decirles. Es aterrador, sí, realmente, ¡estos alemanes no son más
que bárbaros! Frightful, yes, frightful! Sí, realmente aterrador. Cuando el
soldado dice eso en voz alta, alg u nos tratan de contarle cosas. El soldado
escucha primero, luego los tipos no paran más: cuentan, cuentan y pronto
el soldado no escucha más.63
Las historias que cuentan los tipos son todas verdaderas. Pero hace
falta mucha habilidad para poder transmitir una parcela de verdad y, en
esas historias, no está esa habilidad que convence a la necesaria incredu-
lidad.Aquí habría que creer todo, pero la verdad puede ser más agobian-
te de escuchar que una fabulación. Un poco de verdad alcanzaría, por
ejemplo, una noción. Pero cada uno, aquí, no tiene un solo ejemplo para
proponer, y hay miles de hombres. Los soldados se pasean por una ciudad
donde habría que atar todas las historias, donde nada puede ser dejado de
lado. Pero nadie tiene ese vicio. La mayoría de las conciencias se satisfa-
cen rápidamente y, con al g u nas palabras, se hacen una opinión definitiva
de lo incognoscible (... ] Inimaginable es una palabra que no divide, que
no restringe. Es la palabra más cómoda. Pasearse con esa palabra como
escudo, la palabra del vacío, y el paso se hace más seguro, se reafirma, la
conciencia se recupera.64
mayo, mientras miles de soldados alemanes desarmados -tal vez cuarenta, cua-
renta y cinco mil- atravesaban la región porque preferían entregarse a las arma-
das occidentales antes que a los rusos, estacionados a pocos kilómetros. Fue en-
tonces cuando los hombres de la Big Red One descubrieron la placa que indicaba
el Konzentrationsla g er Falkenau. U n breve combate los enfrentó con los últimos
SS del campo que no sabían - o no querían creer- que la capitulación alemana
estaba siendo firmada. Fue entonces, en esas últimas horas de la guerra y en esas
primeras horas de la paz, que el campo fue "abierto".
Había, entre los simples soldados de esta división de infantería, un cierto
Samuel Fuller que ya entonces se definía a sí mismo como un Cándido o un
D o n Quijote ante la historia, pero que estaba lejos aún de imaginar el gran des-
tino cinematográfico que iba, más tarde, a cumplir. 65 Había desoído, en 1942, la
siniestra advertencia según la cual enlistarse en semejante división de infantería
significaba, ni más ni menos, regresar muerto, herido o loco. 66 Se había enlistado
para luchar contra el nazismo, pero también para servir de eye witness, escribirá
más tarde, es decir, de testigo profesional a quien le llega la oportunidad de "cu-
brir el crimen más grande de la historia del siglo". 67 Fuller había sido periodista
para la prensa amarilla neoyorquina a principios de los años 30:
Fuller había descubierto también el poder que tenían las imágenes cuando
eran acompañadas del relato de la violencia de la que, antes de la guerra, era agu-
do testigo -crímenes de la mafia o del Ku Klux K.lan-: "Comencé a comprender
que podía transmitir mejor las emociones [relativas a los temas tratados en los
artículos] con palabras e imágenes. N o cualquier imagen sino la imagen precisa
(the precise image) capaz de captar una multiplicidad de emociones en un instan-
65. S. Fuller, A Third Face. My tale of writing,fighting, and filmmaking, ed. C. Lang Fuller y J.
H. Rudes, Nueva York, Applause, 2002, p. 6. Cf. A. Rothberg, Eyewitness history ofWorld
Wor II, New York, Bantam Books, 1962. Sobre Samuel Fuller, cf. L. Server, Sam Fuller:
Film is a battle g round. A critica/ study, with interviews, afilmography, anda bíb/iography,Jeffer-
son-Londres, McFarland, 1994.
66. S. Fuller, A third face, p. 11 O.
67. Ídem, p. 105.
68. Ídem, pp. 65 y 73.
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 37
A lo largo de una entrevista reali zada en los años 80 por Jean Narboni y Noel
Sirnsolo, Fuller vuelve más detalladamente sobre eso que llama "lo imposible":
Ahora bien, este imposible coexiste con una situación histórica y jurídica muy
precisa:Alemania acaba de capitular y eso significa que, a partir de ese momento,
matar a un alemán constituye un crimen. Lo imposible proviene tal vez también,
en parte, de la imposibilidad en la que se encontraban esos soldados curtidos -y,
acá, indignados como nunca antes habían estado en el campo de batalla- de res-
ponder por el fuego a los crímenes atroces de los que eran testigos. Lo imposible
proviene del hecho de que, para esos soldados, una g u erra no podía terminar
así, con algo peor que todos los combates soportados. Lo imposible proviene de
que, ante esa realidad del campo abierto, nadie, en principio, sabía exactamente
c6mo responder. Fuller resumirá más tarde esta situación en términos,justamente,
de testimonio: "¿Cómo podríamos decirle al mundo lo que habíamos experi-
mentado? Aquello de lo que habíamos sido testigos. ¿Cómo podríamos v1v1r
con eso?". 76
Había que, entonces, responder a ese imposible con al g u na otra cosa que
las armas. Por un lado, estaba la tragedia que la apertura del campo no había en
nada "resuelto". No bastaba, en efecto, con dar de comer a los sobrevivientes:
era tal su estado fisico que continuaban muriendo -como la joven mujer que el
sargento de la g u arnición intentó, en vano, curar durante varios días-, y Fuller
remarca cómo, alú, los muertos eran más livianos que en cualquier otro lugar. 77
Por otro lado, estaba la indignad6n de los soldados frente a la indignidad tanto de
los nazis como de la población del pueblo vecino: los primeros se denunciaban
entre ellos, los se g u ndos fingían ignorar todo aunque el campo se situara a sólo
al g u nos metros de las primeras casas y, sobre todo, aunque un insoportable olor
a muerto reinara sobre todo el espacio alrededor. 78 Fuller narra la indignación
del capitán Kimble R. Richmond frente a tanta negación. La única respuesta fue
entonces la de crear una situación justa para juzgar, no el crimen en sí mismo
-el tiempo de los grandes procesos no había llegado todavía-, sino, al menos,
75.J. Narboni y N. Simsolo, II était unefois ... Samuel Fuller. Histories d'Amüique, transcrip-
ción y trad. D.Villain, París, Cahiers du Cinéma, 1986, pp. 114-115.
76. S. Fuller, A Third Face, p. 218.
77. Ídem (cf. también el testimonio de Samuel Fuller en la película de Y Lardeau y E.
Weiss, A travelli n g is a moral affair, París, M. W Productions, 1986).
78. Ídem, pp. 215-216.
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 39
unos quince cuerpos son cargados en dos carretas que los civiles arrastran a tra-
vés del pueblo. Cuando pasan las carretas, la cámara filma las calles y los pies de
los que marchan, como si la mirada espontáneamente descendiera ante el paso
de los muertos. Se ve extenderse el cortejo fúnebre. U n niño en la ruta juega
con su carabina de madera. En un extremo de la imagen, un hombre se saca el
sombrero. Se ve la campiña primaveral, la ruta que sube hacia el cementerio, lue-
go, en una gran fosa, a lo alto de la colina, los cadáveres son acomodados nueva-
mente uno junto al otro. Se vuelve a ver a los civiles -entre ellos, un adolescente
rubio de pantalón corto- depositar sobre todos los cuerpos un gran sudario he-
cho de sábanas o de pedazos de tela unidos. La película termina con los puñados
de tierra negra arrojados por los vivos sobre el lienzo blanco de los muertos.
Se ven las sombras de los vivos moviéndose sobre el talud de muertos (fi g u ras
1-12).
1. Samuel Fuller, Falkenau, 1945. Película 16mm, blanco y negro. Fotograma:"Ahí están
las casas, después van a pasar por ahí. Así de cerca está, es un plano, no ha y corte; sólo
paneé desde las casas, al campo de ... juncos ahí, hasta el campo. Sólo un paneo, pueden
ver qué cerca están. Es un plano, todavía no ha y corte, eso significa que probablemente
hubo niños jugando ahí arriba. Podían mirar hacia abajo y ver a toda esta gente".
[Ni el orden ni la relación entre los fotogramas y los comentarios se condice con el de
las películas Falkenau, vision de /'imposible y Falkenau, Samuel Fu/ler témoigne, de Weiss. En
al g u nos casos, como en el de los fotogramas 1 y 6, la relación es más aproximada.
N. del E.]
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 41
2 y 3. Samuel Fuller, Falkenau, 1945. Película 16mm, blanco y negro. Fotograma: "La
orden del día del capitán Richmond: sacar todos los cuerpos y vestirlos mientras eran
acomodados sobre sábanas de forma que su abandono de este mundo tuviera algún cipo
de dignidad".
42 Remontajes del tiempo padecido
7. Samuel Fuller, Falkenau, 1945. Película 16mm blanco y negro. Fotograma:"La imagen
de la vergüenza: tener que llevar, empujar a los muertos, siendo una persona notable de
Falkenau."
44 Remontajes del tiempo padecido
8. Samuel Fuller, Falkeuau, 1945. Película 16mm blanco y negro. Fotograma:"La imagen
de la vergüenza: tener que llevar, empujar a los muertos, siendo una persona notable de
Falkenau".
9. Samuel Fuller, Falkenau, 1945. Película 16mm blanco y negro. Fotograma: " N o los
amenazó, simplemente les ordenó en inglés, y ellos comprendieron".
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 45
1O y 11. Samuel Fuller, Falkenau, 1945. Película 16mm blanco y negro. Fotograma: "Ese
es el lugar que eligió para que se ofreciera a esos hombres una sepultura digna."
46 Remontajes del tiempo padecido
12. Samuel Fuller, Falkenau, 1945. Película 16mm blanco y negro. Fotograma:"Es sólo
una breve lección de humanidad".
81. Este ápo de ceremonia funeraria impuesta a los civiles alemanes en Falkenau vuelve
a encontrarse en muchos otros campos, por ejemplo, en Vaihingen o Buchenwald. Cf.
M.-A. Matard Bonucci y É. Lynch (dirs.), La libération des camps et le retour des déportés,
pp. 68-71.
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 47
82. Cf.J. Narboni y N. Simsolo, TI était unefois ... Samuel Ful/er, pp. 114-118;Y. Lardeau y
E. Weiss, A travelling is a Moral Affair.
83. Cf.J.-L. Godard, "Rien que le cinéma" (1957), en A. BergaJa (ed.),jean-Luc Godard
par jean-Luc Godard, París, Cahiers du Cinéma, 1998, I, p. 96; "SignaJ" (1957), en ídem,
pp. 115-116;"Feu sur Les Carabiniers" (1963), en ídem, p. 295. Se sabe que Godard hizo
actuar a Samuel FuUer de sí mismo en Pierrot le Jo11, para que diera una definición del cine
en seis palabras: "Love, hate, action, violence, death, emotion". Cf.J--L. Godard, "Parlons
de Pierrot" (1965), en ídem, p. 268.
84. Cf.J. Narboni y N. Simsolo, n était unefois ... Samuel Fuller, p. 13.
85. S. Fuller, A 11úrd Face, pp. 229-234.
48 Remontajes del tiempo padecido
vista un personaje que fuese el héroe de sus actos ni que esos actos fuesen en sí
92
mismos "patrióticos" .
Lo que Fuller quería era construir su película a partir de una especie de
93
"lirismo seco" (dry lyricism} para mostrar, en definitiva, esta "emoción de la
guerra" hecha de "vacío" (void) de toda emoción en las situaciones de peligro
extremo, donde es el cuerpo en movimiento el que decide todo, casi automáti-
camente, más allá de la expresión normal de las emociones. La elección de Lee
Marvin para interpretar al sargento debía justamente contribuir a ese propósito;
su cara demacrada, poco expresiva, no era para Fuller sino el rostro impersonal
de la muerte:"El rostro de guerra más arrugado, fatigado y cadavérico, pero pre-
cisamente por eso la muerte no puede alcanzarlo". 94
La película de Fuller, sin embargo, no deja de estar enteramente construida
-como en toda estética holly w oodense, a la que hace constantemente bifurcar:
pero a la que sin embargo pertenece- sobre un pathos de movimiento, el pathos
de la acci6n. Estamos entonces en las antípodas de la lentitud inexpresiva y ritual
del rodaje de 1945, es decir, de los gestos agotados de Falkenau. Y cuando se
trate justamente de poner en escena el episodio del campo, en The Big Red One,
Fuller elegirá una economía de medios (sólo cuatro rostros de deportados en
la sombra), la paradoja del punto de vista (el soldado americano visto desde las
cenizas del crematorio) y, finalmente, una música poderosa que libera, como un
tañido, los repetidos disparos con los que Griff (interpretado por Mark Hamill),
transformado por lo que acaba de ver, parece querer destruir sin fin al SS que
ha asesinado y vuelto a asesinar absurdamente. Todo esto para hacer aparecer,
en una escena en la que la acción ya no tiene sentido, el pathos de la indignaci6n
frente a una realidad que la película bélica, en tanto género, sin dudas fracasa al
querer representar.
95.Versión sensiblemente diferente en la novela, cf. S. Fuller, The Big Red One, pp. 520-
523.
96. Como en toda lógica hollywoodense, el silencio querido por Fuller fue atenuado por
una música compuesta sin su acuerdo (nunca se reunió con el compositor Dana Kaproff).
Por lo tanto, "silencio" quiere decir acá que la orquesta queda reducida a alg u nos oboes,
flautas o violoncelos.
97. Cf. P. Vidal-Naquet, Les Assassi11s de la mémoire. "U11 Eichmann de papier" et aillres essais
sur le révisionnisme (1980-1987), París, La Découverte, 1991.
98. "Y hay gente viva hoy en día que dice que esto es un pequeño decalle, como Le Pen
en Francia", S. Full er en la película de E.Weiss, Falke11au, Sa1m1el Fuller témoigne.
99. Sobre ese retorno al lugar más allá de su destrucción misma, cf. G. Didi-Huberman,
"Le lieu malgré tout" (1995), Phasmes. Essais sur l'apparition, París, Minuit, 1998, pp. 228-
242.
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 51
106. Christian Dela ge recuerda al respecto que "los tribunales militares americanos con-
denaron a muerte a veinticinco torturadores de Flossenbürg y sus satélites"; C. Delage y
V. Gui g u eno, L'Historien et le .fi/111, p. 288.
107. E. Weiss, Falkenau, Samuel Fuller témoigne.
108. Ídem.
54 Remontajes del tiempo padecido
tercio de esa gente. Le dice a un tercer grupo que van a vivir. Y la ironía
de codo esto es que estos pobres hombres, no sé cuánto estuvieron en
este campo, pero ven que fueron liberados, ven que son libres, tuvieron
una muerte en vida (a living death) mientras estuvieron ahí, y ahora va a
ser una vida de muerte (dying l!fe).109
Como para extraer pese a todo un punto de vista ético de esa indistinción
desesperante, la cámara de Fuller, en 1945, intenta acercarse -cuarto "hecho de
legibilidad"- a los rostros. Esto es muy evidente en la elección del encuadre y los
movimientos de cámara en los que parecería que el cineasta no se contenta con
observar un estado de los hechos, sino que se demora e intenta cernir la dimen-
sión humana de ese estado: se diría que busca las miradas y se vuelve atento a los
gestos, excepto cuando es él mismo el que cumple el gesto de bajar la mirada al
pasar el carro funerario.A esta dimensión ética está ligado el hecho de que Fuller
todavía se acuerda, en 1988, de muchos nombres; por ejemplo, cuando reconoce
la espalda del soldado que saluda:
109. E. Weiss, Falkenau, Samuel Fuller témoigne ("Cualquier soldado hubiera preferido
combatir antes que tener que hablarle a esos prisioneros como lo hizo ese oficial ruso"
no fi g u ra en la película).
110.J. Narboni y N. Simsolo, fl était unefois ... Samuel Fuller, p. 117.
111. E. Weiss, Falkenau, Samuel Fuller témoigne. Otra forma de indicar la dimensión ética
del testimonio (aknowledgment) más allá de su dimensión de evidencia y de conocimiento
(knowledge).
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 55
112. Ídem.
113. Ídem.
56 Remontajes del tiempo padecido
·oven en pantalones cortos que, en la fosa común, recubre a los muertos con un
tenzo blanco; Fuller cuenta que Richmond lo había amenazado de muerte si
simplemente osaba posar un pie sobre uno de los cadáveres ("Si caminás sobre
un cuerpo, te mato"). Más tarde en el rodaje de 1988, Fuller explicará, como se
explica a los niños, el sentido de la expresión Arbeit machtfrei.
Por un lado, entonces, la película de 1945 es una imagen del pasado; por otro
lado, es un "testamento de veinte minutos" en imágenes algo que, como película
y sobre todo como testamento, "no miente" 117 en cuanto a sus responsabilidades
para con la historia. Muchas películas -por no decir la mayoría- mienten, sin
duda. Pero una película pensada, trabajada como "testamento" o "lección" de
historia no debería mentir. Esa es, al menos, la dignidad que Fuller habrá querido
dar a sus imágenes: hacer que al verlas se sepa algo verídico -aunque singular, lo-
cal, lacunario- sobre los campos nazis y, mejor, que sea posible "rebelarse contra
lo que se ve". 118 Pero las cosas son evidentemente más complejas todavía: Fuller
se dirige a los niños como un viejo que hizo la guerra cuenta a las generaciones
futuras las inhumanidades de las cuales son capaces los hombres; pero al mismo
tiempo interroga la propia mirada de los niños, su forma tan particular de mirar
la historia en imágenes.
Fuller da una lección porque él sabe las cosas "de primera mano" (firsthand
knowledge). Pero también busca sacar una lección de la mirada de la infancia.
Ahí reside su grandeza, es decir, su modestia: sabe que el conocimiento no está
sólo del lado del maestro. U n ejemplo lo muestra de forma muy simple: cuando
Fuller mira la ruta que lleva al campo, se demora para filmar al niño que jue-
ga; mientras mira el promontorio que bordea el campo, in1agina que los niños
jugarían ahí y, por lo tanto, mirarían con curiosidad: "Eso significa que proba-
blemente habría niños jugando ahí arriba y podrían mirar hacia abajo y ver a
toda esa gente. Nunca pensé en eso antes, Emil, nunca. Porque a los niños les
encanta jugar en las colinas, pequeños juegos, correr hacia arriba de la colina,
correr hacia abajo de la col.ina". 119 Y es por eso que, en The Big Red One, Fuller
hará plantar meticulosamente flores multicolores sobre todo el borde del campo,
en un contraste chocante con los alambrados y la violencia del fuego; dirá que
sólo un niño podría mirar en principio ese contraste -moralmente insostenible
para los adultos- entre las flores abiertas por la primavera y la muerte que sin
117. S. Fuller, A Third Face, p. 217. Fuller repetirá, p. 511: "Film doesn't lie".
118. Parte del comentario de la película de E. Weiss, Falkenau, vision de /'imposible.
119. E. Weiss, Falkenau, Samuel Fuller témoigne.
58 Remontajes del tiempo padecido
embargo reinaba por ahí. 120 Lo que resta saber es qué hará el niño, poco después,
con esa mirada.
Una relación fundamental une infancia e historia: porque experiencia e ima-
ginación son indisociables, porque los niños toman seriamente la capacidad ob-
sesiva, es decir la naturaleza fantasmal, de las imágenes. 121 Samuel Fuller completa
esta relación -incluso la piensa- con el cine. 122 Más allá de las tipologías sumarias
sobre las relaciones entre cine e historia, 123 más acá de las contradicciones con
las cuales termina evidentemente por confrontarse el cine en su doble relación
con la historia y con la fábula, 124 es necesario tal vez releer lo que escribió Serge
Daney sobre la inocencia de la mirada en las primeras películas - e n todos los casos,
más o menos amateurs o que no fueron directamente sometidas a los protocolos
jurídicos de las armadas liberadoras- que acompañaron la apertura de los cam-
pos, especialmente las de George Stevens 12 5 y Samuel Fuller:
vez con ser americano y asistir, como George Stevens o el cabo Samuel
Fuller en Falkenau, a la apertura de las verdaderas puertas de la noche,
cámara en mano. Había que ser norteamericano -es decir, creer en la
inocencia fundamental del espectáculo- para hacer desfilar a la pobla-
ción alemana ante las tumbas abiertas, para mostrarles junto a qué habían
vivido, tan bien y tan mal. Tenía que ser diez años antes de que Resnais
se sentara a su mesa de montaje. 126
La gran fuerza de estas frases consiste en que nos hacen comprender que la
mirada sobre los campos no debe ser juzgada solamente según un sistema de
oposición moral -la "abyección" de los travellings de Pontecorvo frente a la
"inocencia" de las panorámicas de Fuller o Stevens-, sino que debe también,
y sobre todo, ser temporalizada según el régimen histórico propio de las imágenes.
Daney supone por lo tanto que filmar un campo cuando se abre y hacer una pe-
lícula sobre los campos cuando no son más que ruinas o museos simplemente no
comporta el mismo gesto cinematográfico. Cuando se abre un campo, la cues-
tión es saber soportar y portar la mirada, abrir los ojos ante la "gracia terrible" del
descubrimiento, como osa escribir Serge Daney. Después se tratará de otra cosa:
se tratará de encontrar el punto de vista, de encontrar la "distancia justa". Cuando
se abre un campo, se mira, estupefacto, se toma todo lo que se puede sin pensar
mal. Luego, se tratará de elegir, de comprender, de pensar el mal. Cuando se abre
un campo, la cuestión no es sino film.ar todo lo posible y "ejecutar simplemente
los gestos del cine", lo que suponía, para Fuller, entrar en el espacio del horror,
cámara en mano, esa pequeña cámara de avance manual que registraba las imáge-
nes a una velocidad irregular y le da a la pelícuJa de 1945 su ritmo "primitivo".
Se tratará más tarde, con Emil Weiss, de sentarse a la mesa de montaje para dar a
ese rodaje original su valor de legibilidad histórica.
E n fin, como bien dice Daney, filmar en el espacio de u n campo que se abre
no es posible si no se confía en el médium, en la "inocencia fundamental" del re-
gistro óptico. Se tratará, más tarde, de saber utilizar las imágenes según un punto
de vista crítico, es decir, según un análisis concomitante de la "no-inocencia" del
espectáculo. Es por eso que no se pueden considerar inocentes, por más reivin-
dicadora que pretendan su relación con la infancia -infancia del divertimento
y no infancia de la mirada asombrada ante la dureza del mundo-, las empresas
cinematográficas de Steven Spielberg o de Roberto Benigni. Es significativo
que Fuller haya abordado esta misma cuestión en una película llamada Verboten!,
126. S. Daney, "Le travelling de Kapo" (1992), en Persévérance, París, POL, 1994, p. 24 [Per-
severanda. Reflexiones sobre el cine, trad. M.V Battista y M. Martínez Cavard, Buenos Aires,
El Amante, 1998].
60 Remontajes del tiempo padecido
Ahora bien, este trabajo narrativo del fuera de campo - p o r otra parte om-
nipresente en toda la obra de Orson Welles- provee a Hubert Damisch, extra-
ñamente, de la ocasión de entrar sin otra forma de precaución en la liza de eso
que él llama la "nueva querella de las imágenes" de la que él fustiga, sin embargo,
"los rasgos ridículos y falaces": esto antes de evocar "la disputa entre Jean-Luc
Godard y Claude Lanzmann sobre el tema: ¿hay o puede haber imágenes de las cá-
maras de gas?", disputa retomada, según su opinión, en la polémica que opone mi
propia "diatriba" de Imágenes pese a todo a la "crítica" de las imágenes de Gérard
127. Cf. S. Fuller, A Third Face, pp. 365-374.J. Narboni y N. Simsolo, f l était 1mefois ...
Samuel Fuller, pp. 226-234. Para una crítica de esta escena, cf. S. Lindeperg, Clio de 5 a 7,
pp. 258-260.
128. H. Damisch, "Montage du désastre", Ca/,iers du cinéma, N º 59, 2005, p. 76 ["Montaje
del desastre", trad. F. de la Fuente y Quintín, s/d].
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 61
Wajcman. 129 Después de tres o cuatro apresurados juicios sostenidos por sor-
130
prendentes contraverdades, Darnisch llega a su tesis principal, enunciada bajo
la forma de un credo psicoanalítico extraído del propio Wajcman:
a la palabra, ni analítica en el sentido que Freud daba a esa palabra al hablar, por
ejemplo, de "construcción en análisis".
En el horizonte de esta tesis se encuentra la sempiterna idea de la primacía
del lenguaje sobre la imagen de la que la semiología estructuralista -como, por
otra parte, una cierta forma de no leer a Jacques Lacan sino desde el límite del
lenguaje- no ha logrado jamás desprenderse por completo. Hubert Damisch
resiente tal vez la enfermedad cuando se observa, en su análisis del fra g m ento
de Welles, una duda por saber si hay que defender la primada de la palabra (te-
sis "psicoanalítica", en The Stranger, en concordancia con la posición del fiscal
como sujeto que hace surgir la verdad en la conciencia de su joven "paciente")
o bien la primada del montaje (tesis más directamente cinematográfica de acuerdo
con la posición misma de Orson Welles cuando dice que "el montaje no es un
aspecto, es el aspecto"), 132 lo que no es para nada lo mismo. N o es lo mismo, en
efecto, "reglamentar los problemas de la imagen por la palabra", es decir reducir
las imágenes a una palabra que las redimiría, que construir su legibilidad, su propio
valor de anamnesia y de conocimiento, por un trabajo de montaje.
El ejemplo elegido parece a primera vista acreditar la primera tesis: Damisch
constata que, en la secuencia puesta en escena por Welles, los fra g m entos de imá-
genes documentales -que él olvida interrogar en el plano histórico, indiferente
de sus procedencias reales- 133 no son mostrados más que como flashes: imágenes
ya reducidas en el tiempo de su aparición antes de serlo en el discurso del fiscal
que las resume a la joven Mary. Si bien Welles es el primer cineasta que utiliza
estas imágenes documentales en una obra de ficción, 134 su puesta en escena sig u e
estando enteramente construida sobre el diálogo o, más aún, sobre el género de
interrogatorio y de discurso de cargo destinado, como lo dice el fiscal Wilson, a
hacer "escuchar la verdad" (hear the truth). Mary está en principio y sobre todo
filmada en el patlzos de la escucha: ella recibe sobre su rostro la luz de las imá-
genes proyectadas, pero se abstrae fácilmente de la visión de los documentos al
mirar al fiscal que le habla, reacciona violentamente a sus palabras acusadoras
-las imágenes no acusan todavía, para ella, a su amado-, y parece encontrar las
palabras clock o nazi más horribles que todos los planos de cadáveres que tiene
frente a sus ojos. Es recién cuando el negativo de la película se rompe que ella se
135. O.Welles y P. Bogdanovich, This is Orson Welles (1992), Nueva York, Da Capo Press,
1998,p.189.
136. Hubert Damisch se equivoca nuevamente cuando escribe que "mientras que el
locutor de las Actua/ités franfaises se abstenía sistemáticamente, por buenas o malas razo-
nes, de pronunciar la palabra «judío•> [... ] y, once años más tarde, el silencio sobre este
punto sería aún de rigor en el texto de Jean Cayrol para Noche y niebla de Alain Resnais,
las pocas imágenes presentadas por Welles en The Stranger se inscriben, por el contrario,
rotunda, literalmente y sin equívocos en la perspectiva de la «solución final» y de aquello
que se denominará más tarde la S/1oah", porque, en sus comentarios sobre las imágenes del
campo, el fiscal no evoca a los judíos sino a las "poblaciones de los países vencidos" como
objeto del genocidio nazi. Para otros ejemplos de este uso del documento en la ficción en
esa época, cf. C. Delage, "L'image dans le prétoire. Usages du document filmé e.hez Fritz
Lang et Stanley Kramer", Études photographiques, Nº 17, 2005, pp. 45-66.
64 Remontajes del tiempo padecido
películas de sus "atrocidades". Los periodistas del mundo entero han descripto
este extraordinario enfrentamiento entre los rostros de los di g n atarios nazis y
las imágenes de sus propios crímenes. U n informe de audiencia redactado por
Joseph Kessel para el número del 3 de diciembre de 1945 de France-Soir es par-
ticularmente elocuente sobre esta dialéctica de los rostros "mirados que miran" y
las imágenes "miradas que miran":
137. J. Kessel, "Images vues au tribunal de Nuremberg" (1945), Les Cahiers du judaisme,
N º 15, 2003, pp. 97-99.
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 65
nifica escritura cuando Damisch toma la expresión de Blanchot para decir que
el montaje es una "cuestión de escritura". 14º La escritura, según Blanchot -muy
lejos de lo que implica la polémica posición adoptada por Damisch en esta "que-
rella de las imágenes"-, sobre todo no intenta "reglamentar los problemas de la
imagen por la palabra": todo lo contrario, ella logra desplegar la imagen como ese
"medio" de aparición y desaparición al que Blanchot no cesa de volver. 14 1
No se "reglamentan" los "problemas de la imagen" por la escritura y el mon-
taje. Sino que escritura y montaje permiten ofrecer de las imágenes una legi-
bilidad, lo que supone una actitud doble, dialéctica (a condición, por supuesto,
de comprender con Benjamín que dialectizar no es sintetizar, ni resolver, ni
"reglamentar"): no dejar de abrir asombrados nuestros ojos de niño ante la ima-
gen (aceptar la prueba, el no saber, el peligro de la imagen, la falta del lenguaje)
y no dejar de construir, como adultos, la "cognoscibilidad" de la imagen (lo que
supone un saber, un punto de vista, un acto de escritura, una reflexión ética).
Leer es liar estas dos cosas -/esen, en alemán, quiere decir justamente leer y liar,
recoger y descifrar-, como en la vida de nuestros rostros los ojos no cesan de
abrir y cerrarse.
U n célebre sueño de Freud narra esto mismo, y es aún más ejemplar dado
que precede inmediatamente a un momento fundador del psicoanálisis -el des-
cubrimiento de que existe, por fuera de los recuerdos, una memoria incons-
ciente- y articula la memoria ética del respeto a los muertos con la dimensión
epistemológica de una legibilidad del pasado. El 2 de noviembre de 1896, Freud
escribe a Wilhelrn Fliess su dolor, su duelo por el padre muerto algunos días
antes: "Con esta ocasión, sin duda ha despertado todo lo más temprano. Tengo
ahora un sentimiento de hondo desarraigo". 142 Después, cuenta el sueño que
p. 151 [Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), trad. J. Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu,
2008, p. 214).
143. S. Freud, LA naissance de la psychanalyse, p. 152 [p. 214).
144. S. Freud, L'interprétation des rCV
' es (1900), trad. l. Meyerson revisada por A. Berman,
París, PUF, 1967 (ed. 1971), pp. 273-274 [LA interpretación de los meños, trad.J. Etcheverry,
Obras completas IV, p. 323).
145. S. Freud, LA naissance de la psychanalyse, p. 152 [p. 215).
Abrir los campos, cerrar los ojos: imagen, historia, legibilidad 67
Pero la expresión soñada por Freud - y vuelta legible por él mismo- reviste
más general donde se reencuentran tanto aquello que motiva la
una significación
equeña película de Samuel Fuller en Falkenau como la empresa del historiador
iente a la cuestión de los campos: se trata, en un mismo gesto, de cerrar los ojos
de los muertos (gesto ético especialmente necesario en la apertura de un campo)
y de mantener los ojos abiertos sobre los muertos (acto de conocimiento y vigilancia
necesarios sesenta años después). Este gesto compromete tal vez fundamental-
mente el acto de escribir: se vuelve a encontrar en la escritura poética, como la
pensaba Gershom Scholem - e n una arqueología bíblica en la que se reencuen-
tran invocación, ofrenda y lamentación-, 146 en la escritura como testimonio
como la pensaba Primo Levi, 147 y en la escritura histórica como la pensaba Aby
Warburg cuando decía querer hacer del sufrimiento, pese a todo, un "tesoro"
para la humanidad. 148
Más cercano a nosotros, Michel de Certeau -prolongando la fórmula de
Michelet según la cual las sombras de los muertos "regresaron menos tristes
a sus tumbas"- habló de la escritura de la historia como de una deposid6n. El
historiador, dice él, "llora" a los muertos y les "cierra los ojos": "Una presencia,
al desvanecerse, impone la obligación de escribir". 149 A fin de que escribir sirva,
como suplicaba Benjamín en 1940, para que los muertos estén lo más protegidos
posible de este enemigo que "no ha cesado de vencer". 150 A fin de que, incluso
ahí donde termina la subsistenda -pienso en esos enfermos condenados a morir
en el campo liberado de Falkenau-, un fragmento de película, aunque arruinado,
lacunario, "rayado a muerte", haga sin embargo comenzar una supervivencia para
sostener nuestra memoria.
(2005)
146. Cf. S. Weigel, "Scholerns Gedichte und seme Dichtungstheorie. Klage, Adres-
sierung, Gabe und das Problem einer biblischen Sprache in unserer Zeit", en S. Moses y
S.Weigel (dis.), Gershom Scholem. Literatur und Rhetorik, Colon.ia-Weimar-Viena, Bohlau,
2000, pp. 16-47.
147. Cf. F. Rastier, U ysse
l ilAuschwitz. Primo Levi, le survivant, pp. 192-198.
148. Cf. U. Fleckner, '"Der Leidschatz der Menschheit wird humaner Besitz'. Sarkis,
Warburg und das soziale Gedachuús der Kunst", Sarkis. Das Licht des Blitzes - Der Uinn
des Donners,Viena, Museum moderner Kunst-Stiftung Ludwig, 1995, pp. 33-46.
149. M. de Certeau, L'écriture de l'histoire, París, Gallimard, 1975, p. 327 (La escritura de la
historia, trad. J. López Moctezuma, México, Universidad Iberoamericana, 1993, p. 311].
150. W Benjarn.in, "Sur le concept d'h.istoire", p. 431 (p. 25).
II
Abrir los tiempos, armar los ojos:
montaje, historia, restitución
Ofender (la violencia del mundo)
*
Una fotografía, sin duda tomada por uno de sus amigos, muestra a Harun
Farocki, en el verano de 1981, frente al cine Kino Arsenal, en Berlín Occidental,
donde se proyectaba un programa de películas organizado por la revista Filmkri-
tik de la que era entonces uno de sus redactores. El cineasta está encaramado a
una reja, la cara seria, eleva el puño hacia nosotros, que lo miramos. U n manifes-
tante, pero muy curioso: un manifestante solitario 1 (fi g u ra 13).
1. Cf. T. Baumgartel, Vom Guerillakino zum Essayfilm: Harun Farockí Werkmonographie eínes
Autorenfilmers, Berlín, B-Books Verlag, 2002, p. 203.
f 11 J
72 Remontajes del tiempo padecido
13. Harun Faroclci frente al Kino Arsenal (Berlín Oeste) durante una programación de
películas organizada por la revista Filmkritik, 1981.
Elevar el pensamiento a la altura de una cólera (la cólera que suscita toda esa
violencia del mundo a la que nos negamos a estar condenados). Elevar la cólera
a la altura de un trabajo (el trabajo de ofender esta violencia con tanta calma e
inteligencia como sea posible).
apreciaciones muy duras sobre los directores más famosos del "nuevo cine ale-
mán" de la época - W i m Wenders, Rainer Werner Fassbinder, Volker Schlon-
dorff- a los que acusaba, y habrá de acusar por mucho tiempo, de amoldar
"enseguida sus películas a lo que todo el mundo entiende por cine", en especial
en sus montajes o, por ejemplo, en su recurrencia a las formas canónicas del
3
campo-contracampo.
Mientras tanto, Holger Meins había sido el camarógrafo de Die Worte des
Vorsitzenden, en 1967, y Farocki pudo observar hasta qué punto "el trabajo de
Holger Meins en la mesa de edición consistía en examinar las tomas a fin de po-
der formar su propio juicio". 4 Luego, Holger Meins, desaparecido en la clandes-
tinidad, fue arrestado el 1 de junio de 1972 junto a Andreas Baader y Jan-Carl
Raspe y juzgado por terrorismo; murió el 9 de noviembre de 197 4 en la prisión
de Wittlich el día cincuenta y ocho de la tercera huelga de hambre emprendida
para protestar contra las condiciones de encarcelamiento. Farocki, como todo el
mundo, tuvo que descubrir en el diario la fotografía de su cadáver: imagen de
un cuerpo famélico, dilacerado por la autopsia y vuelto a coser para no se sabe
qué "buena presentación". Imagen ella misma dilacerada, dividida, que dividía
la mirada de Farocki: entre su estatus de horrible "trofeo policial" -una imagen
estatal pretendida sin duración y que parecía decir, según Farocki: "Nosotros no lo
matamos, él mismo lo hizo y no tuvimos los medios para impedirlo"-, y esta
"figura de la Pasión inscripta" pese a todo en la imagen como tiempo padecido,
el tiempo sufrido por ese pobre cuerpo. 5
2. Cf. T. Baumgartel, Vom Guerillakino zum Essay.film, pp. 25-103. "Bildnis des Künstlers
als junger Mann. Kulturrevolution, Situationismus und Focus-Theorie in der Student-
enfilmen von Harun Farocki", en R.Aurich y U. Kriest (dirs.), Der Á,;ger mit den Bildern.
Die.filme von Harun Farocki, Constance, UVK Medien, 1998, pp. 155-177; K. Kreirneier,
"Papier-Schere-Stein. Farocki frühe Filme", en ídem, pp. 27-45.
3. H. Farocki, "La diva aux lunettes", trad. P. Rusch, Trefu, N º 55, 2005, p. 62 ("Una diva
con anteojos", trad. J. Giser, en Descorifiar de las imágenes, Buenos Aires, Caja Negra, 2013,
pp. 65-66].
4. H. Farocki, "Risquer sa vie. lmages de Holger Meins" (1998), trad. P. Rusch, en C.
Blümlinger (dir.), Reconnai"tre et poursuivre, Courbevoi, Théatre Typographique, 2002, p.
29 ["Jugarse la vida. Imágenes de Holger Meins", en Crítica de la mirada. Textos de Hanm
Farocki, selección y trad. l. Stache, Buenos Aires, Altamira, 2003, p. 60].
5. Ídem, pp. 21-22 (pp. 52-53].
74 Remontajes del tiempo padecido
Por lo tanto, había que tomar una posición. Intervenir. Se ve a veces a Harun
Farocki, en las fotografias de ese período, con pancartas o megáfonos en lugares
públicos. Paralelamente, mira, con mucha atención, las películas de los Straub
y de Jean-Luc Godard. Monta dos obras de teatro de Heiner Müller, La batalla
y Tractor, con Hanns Zischler, en 1976. "Trabajar con Harun", escribirá aquél,
"es una empresa a la vez agotadora y estimulante. Sostiene obstinadamente y
sin vacilación aparente la primacía del impacto profundo por sobre el suceso
inmediato. Una paciente insistencia en la duración, una mirada antinihilista y
un.a pulsión materialista determinan la ética y estética de su trabajo. Hay bellos
instantes en los que el flujo de su trabajo se detiene inopinadamente, porque
de repente algo nuevo, extraño, la parte insólita de lo familiar, se cruza en su
camino. Se lo ve entonces asombrarse y revelar al interlocutor con el que siempre
habíamos soñado". 6 Estas palabras m e hacen pensar en lo que decía Adorno
sobre ese "curioso realista" que fue Siegfried Kracauer:
6. H. Zischler, "Travailler avec Harun" (1998), trad. P. Rusch, Trafic, N º 43, 2002, p. 27.
7. T.WAdorno, " U n étrange réaliste: Siegried Kracauer" (1964), trad. S. Muller, Notes sur
la littérature, París, Flammarion, 1984 (ed. 2009), p. 267 ["El curioso realista. Sobre Sieg-
fried Kracauer", erad.A. Brotons Muñoz, Notas sobre literatura, Madrid,Akal, 2003, p. 376].
8. Cf. C. Pontbriand (dir.), HFIRG (Harnn Farocki!Rodney Graham), París, Éditions du Jeu
de Paume-Blackjack, 2009, p. 200.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 75
14. Harun Farocki, Nicht liischbares Feuer, 1969. Película 16mm, en blanco y negro.
Fotograma: "Si les mostramos a un herido por napahn, heriremos su sensibilidad.
Si herimos su sensibilidad, sentirán como si estuviéramos probando el napaJm sobre
ustedes, a sus expensas. Sólo podemos darles un pequeño indicio de cómo funciona el
napaJm".
vieron por todos lados, el calor era insoportable, después perdí el cono-
cimiento. El napalm me quemó la cara, los brazos y las piernas. Mi casa
también se quemó. Después de trece días en coma, desperté en la cama
de un hospital del FLN. 9
Se g u ndo : Farocki, a la manera de los mejores filósofos, nos presenta una apo-
ría para el pensamiento; más concretamente una aporía para el pensamiento de /a
imagen. Así se dirige a nosotros, mirando a cámara:
*
Basta de palabras. Reflexionemos un breve instante sobre la aporía acá de-
clinada en tres problemas conjuntos. Problema estético: Farocki se dirige a la
"sensibilidad" de su espectador y quiere respetarla. Problema político: al g u nos
se g u ndos más tarde el tacto sensorial se volverá golpe de puño de lenguaje
cuando Farocki interpele brutalmente la "responsabilidad" de ese espectador.
"Si los espectadores", dice, "no quieren tener nada que ver con los efectos del
uso del napaJm, entonces hay que investigar qué tienen que ver con las causas
del uso del napaJm" 11 (razonamiento, dicho sea de paso, inspirado en Bertolt
Brecht). ¿No quieren tener nada que ver? Entonces es también un problema de
conocimiento, de desconocimiento, de reconocimiento. Pero ¿cómo dar conoci-
miento a aquel que no quiere tener nada que ver? ¿Cómo abrir sus ojos? ¿Cómo
desarmarlos de sus amparos, de sus protecciones, de sus estereotipos, de su mala
fe, de sus políticas de avestruz? C o n esta cuestión fijada en la conciencia Farocki
15. Harun Farocki, Nicht liischbares Feuer, 1969. Película 16mm, en blanco y negro.
Fotograma:"Un cigarrillo arde a 400 grados, el napalm arde a 3.000 grados".
12. Ibídem.
78 Remontajes del tiempo padecido
Basta de imágenes. N o hay que olvidar que ese simple punto a gritos -como
se habla de una "verdad a gritos"-, ese punto de dolor, de piel quemada, re-
cuerda a otras imágenes de la época: vietnamitas inmolándose con fuego y, más
cercano,Jan Palach quemándose vivo en la Plaza de Wenceslao en Praga, el 16
de enero de 1969. Pala ch llegó a sobrevivir sólo tres días a las terribles quema-
duras. Recientemente, volví a escuchar la única entrevista radiofónica que pudo
dar, la respiración quebrada, desde la cama del hospital. Lo estremecedor es que,
para hablar de la libertad cívica en nombre de la cual acababa de padecer volun-
tariamente lo peor, da espontáneamente el ejemplo de la libertad de información.
Dice, en suma, que prefiere quemarse a vivir privado del mundo, privado de las
necesarias "imágenes del mundo". Interpela al mundo en estos términos al de-
signar el infierno del totalitarismo:"¿No ve que nos quemamos?", y hace de esta
interpelación una imagen a transmitir. 13 Para conmemorar el aniversario de su
muerte grandes manifestaciones se organizaron en Praga veinte años más tarde, y
fue ;>or haber depositado un ramo de flores en su memoria que Vaclav Havel fue
arrestado el 16 de febrero de 1989 y luego condenado a nueve meses de prisión.
Algún tiempo antes de que la dictadura se desmoronara.
*
Elevar el pensamiento hasta la cólera. Elevar la cólera hasta quemarse. Para
ofender mejor, calmadamente, la violencia del mundo.
*
Se dice en alemán, así como en castellano y en francés, seine Hand ins Feuer
legen, "poner las manos en el fuego", para representar el compromiso moral o
político, la responsabilidad ante un contenido de verdad. C o m o si se hubiese
vuelto necesario, en nuestras condiciones históricas, osar verdaderamente "poner
(legen) las manos en el fuego" para comprender mejor, para leer (lesen) mejor este
mundo en el que sufrimos - e n el que debemos decir, repetir, proclamar que
sufrimos- pero que nos negamos a padecer (leiden).
13. Cf. G. Dídi-Huberman, "L'image brule" (2004), Penser par les images.A11toi1r des trava11x
de Georges Didi-H11berma11, dir. L. Zímmermann, Nantes, Éditions Cécile Defaut, 2006,
pp. 11-52.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 79
Fuego inextinguible tuvo en 1969 muchos menos espectadores de los que tuvo
en 2009 en las bellas salas blancas deljeu de Paume. Los lugares históricos y polí-
ticos - e l j e u de Paume, con su pasado revolucionario, ofrece de esto un ejemplo
casi perfecto- suelen transformarse en lugares de consumo cultural. Por qué no,
si sabemos permanecer alertas al malentendido que inmediatamente acecha: es
más fácil, hoy en día, mirar Fuego inextinguible en el contexto de una historia del
arte pacífica que en el contexto de la historia política ardiente en el que esta
película quería, sin embargo, intervenir. Por lo tanto, en el tranquilizador White
Cube, se pensará menos en los actos de barbarie cometidos en Vietnam (causa
ocasional) que en las acciones artísticas (causas formales) especialmente fecundas
en los años 50, 60 y 70; esos años de perfonnances cuyo cuadro histórico quiso
mostrar la exposición americana tan bien llamada Out of Actions. 14 Afortunada-
mente, Farocki no fue incluido en ese cuadro. Pero ¿en qué pensará espontá-
neamente un historiador del arte ante Fuego inextinguible? Pensará sin duda en
los accionistas vieneses por un lado, en el famoso Shoot de Chris Burden por el
otro. Pero esto no haría más que oscurecer la muy simple -pero muy dialéctica-
lección de esta película.
*
Comparemos. Cuando Chris Burden se hjzo disparar un tiro de carabina en
el brazo, en 1971, permaneció, según tengo entendido, mudo durante el curso
de su gesto. Una célebre fotografía lo muestra de pie pero alelado por el choque,
con los dos agujeros en el brazo y un hilo de sangre que se escapa. 15 N o se ha
referido su "acción" sino a ''obras" precedentes o consecuentes: antes, los Tirs
de Niké de Saint Pha11e; después, los Corps pressenti de Gina Pane, por ejemplo. 16
Chris Burden hablará luego del tiro de fusil como de una escultura minimalista
(en este sentido, esta "escultura" se revela más que nada como lejana heredera
del "muro fusilado" por Marce] Duchamp para la tapa de First papers of Surrealism
en 1942, a pesar de que esta fecha no deja de suscitar una alusión histórica a una
época en la que se fusilaba mucho en Europa): "De repente, un tipo aprieta un
gatillo y, en una fracción de segundo, yo había hecho una escultura". 17
oJ
14. P. Schimmel (dir.), Out Actio11s. Betiveen Pe,for111ance nnd tlie Object, 1949-1979, Los
Ángeles-Londres, The Museum o f Concemporary Art-Thames and Hudson, 1998.
15. Ídem, p. 97.
16. Cf. L. Bercrand Dorléac, L'Ordre sauvage. Violence, dépense et sacré dans l'art des am1ées
1950-1960, París, Gallimard, 2004, p. 304.
17. Citado en ídem, pp. 375-376.
80 Remontajes del tiempo padecido
por Adorno y Max Horkheimer durante su exilio americano. Hay ahí dos pala-
bras afines a Farocki: Dialektik que mejor describe, sin dudas, su propio método
de trabajo, de montaje, y Aujkliirung tanto en referencia a las "luces" de la razón
como al más amenazante "reconocimiento" de los aviones, en esta guerra guar-
necida con cámaras que el cineasta habrá de interrogar en muchas de sus pelí-
culas, en especial Bilder der Welt und Inschrifi des Krieges en 1988, e instalaciones
como Auge/Maschine, en 2000.
Los dos autores de esta famosa obra -escrita en 1944- no fueron sin duda
muy apreciados por Brecht durante su estadía en Estados Unidos. Si bien es
cierto que Brecht discutía con Adorno sobre cine y teatro, que escuchó en su
casa los discos de Hanns Eisler, donde le divertía contradecir a todos criticando
a Schonberg, que asistió especialmente en junio y agosto de 1942, al seminario
exiliado del Instituto de Francfort; 2 1 comparaba a Horkheimer con un "payaso"
devenido "millonario en condiciones de comprarse un cargo de profesor en su
lugar de residencia". 22 Esto no tiene mayor importancia.Algo fundamental reú-
ne a todos estos grandes antifascistas que pagaron caro su libertad de pensamien-
to. Algo que une justamente la Dialektik, esta palabra que habla de la negación,
de la verdad, de la historia, con la Aujkliirung, esta luz de la razón cuyo trabajo
histórico de autoderrocamiento, de autodestrucción, todos observaron con sus
propios ojos, angustiados: una inextinguible quemadura de sí. Este algo será en-
tonces, más aún, la posibilidad de lo peor a la que nuestros bienes más preciados -la
luz de la razón, el ideal de comunidad, la verdad de las palabras, la justeza de las
imágenes- están constantemente expuestos.
20. Cf. G. Didi-Huberman, Quand les imagen prennent position. L'rei/ de /'histoire, 1, París,
Minuit, 2009 [Cuando las imágenes toman posición. El ojo de la historia 1, trad. l. Bértolo,
Madrid,A. Machado Libros, 2008].
21. B. Brecht,Journal de travail (1938-1955), trad. P. Iverne!, París, L'Arche, 1976, p. 265
(27 de marzo de 1942), 276 (24 de abril de 1942), 282 (9 de mayo de 1942) y 313 (13
de agosto de 1942 [Diario de trabajo ll. 1942-1944, trad. N. Mendilaharzu, Buenos Aires,
Nueva Visión, 1977, p. 57 (27 de marzo de 1942), 82 (24 de marzo de 1942), 97 (9 de
mayo de 1942) y 165 (13 de agosto de 1942)].
22. Ídem, p. 21 [p. 297).
82 Remontajes del tiempo padecido
Así como Aby Warburg estuvo obsesionado, toda su vida, por la dialéctica de
lo que llamaba los monstra y los astra -dialéctica que ponía en juego, según él,
toda la "tragedia de la cultura"-, así como Theodor Adorno fue continuamen-
te inquietado por la dialéctica del iluminismo autodestructivo; Harun Farocki
permanece en la brecha de una terrible pregunta (es la misma pregunta, osaré
decir, que me hace trabajar" desde siempre", como erróneamente se dice, y que,
en todo caso, me provoca frente a sus montajes esa sensación de verdadero reco-
nocimiento). Ésta es la pregunta: ¿por qué, en qué y cómo la producd6n de imágenes
participa en la destrucci6n de los seres humanos?
Hay, en primer lugar, imágenes que prescinden de los seres humanos que quieren,
84 Remontajes del tiempo padecido
sin embargo, representar. "Así como al principio los robots mecánicos tomaron
a los obreros de las fábricas como modelo, pronto los superaron y finalmente los
suplantaron por completo, las máquinas sensoriales reemplazarán el trabajo del
ojo humano.A partir de mi primer trabajo sobre el tema (A u g e/M aschine, Berlín,
2001), llamé «imágenes operativas > a estas imágenes que no están hechas ni para
entretener nj para informar. Imágenes que no buscan simplemente reproducir
algo, sino que son más bien parte de una operación" .28 Pero la "dialéctica del
iluminismo" es todavía más retorcida, ya que la puesta a punto de los sistemas
técnicos más sofisticados puede ir a la par, por ejemplo, de las formas más bruta-
les de la indignidad humana: y Farocki continúa constatando que "mientras que
los nazis ponían en el aire el primer avión de turbopulsión y las armas teledi-
rigidas, mientras conseguían miniaturizar la cámara electrónica para que fuera
posible montarla en la punta de un misil, en Europa central se contabilizaba la
mayor cantidad de trabajo esclavo conocida hasta el momento. Sorprende ver
fibnaciones de Peenemünde, la base del V2 y otros misiles: alli, las armas de alto
rendimiento son transportadas en carretillas de mano ... " . 29
Hay, luego, imágenes para destruir a los seres humanos: imágenes cuya naturaleza
técnica tiende a una relación directa - e n general, por razones de "reconoci-
miento" {Aujkliirung) y de direccionamiento- con las armas. " E n 1991 " , cuenta
Farocki, "aparecieron dos tomas de la guerra de los aliados contra lrak que re-
presentaban una nueva clase de imágenes. La primera muestra el recorte de un
terreno filmado por una cámara en un helicóptero, en un avión o en un drone,
como se denomina a los aviones ljvianos no tripulados utilizados en la explora-
ción aérea. En el centro de la imagen hay una mira que indica el blanco al que se
dirige un proyectil. La explosión satura la escala de contraste, el diafragma auto-
mático trata en vano de contrarrestar el efecto y la imagen se corta. La segunda
imagen proviene de una cámara montada en la punta de un proyectil. La cámara
se precipita contra el objetivo y aquí la imagen también se interrumpe[ ... ) Estas
imágenes de una cámara arrojándose sobre un objetivo, es decir, de una cámara
sujcida, se han grabado en nuestra memoria. Se trataba de algo nuevo, algo que
representaba una realidad de la que no se sabía nada desde la aparición de los
28. H. Farocki, "Le pint de vue de la guerre" (2003), trad. P. Rusch, Trafa, Nº 50, 2004,
p. 449 ["La guerra siempre encuentra una salida", en Desconfiar de las imágenes, p. 153).
29. H. Farocki, "Iniluences transversales" (2002), trad. P. Rusch, Trafic, Nº 43, 2002, p. 20
["Iniluencia cruzada/Montaje blando", en Desconfiar de las imágenes, p. 114) (este texto
fue del catálogo de la exposición Harun Farocki: One Imatge doesn't take the Place of the
Previous One, dir. por M. Thériault, Montreal-Kingston, Galerie Leonard & Bina Ellen
Gallery-Concordia University-Agens Etherington Art Centre-Queen's University, 2008,
pp. 147-153).
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 85
misiles de crucero en los años 80. Las imágenes aparecían unidas a la frase «armas
intebgentes» . . . " 30 (figura 16).
30. H. Farocki, "Le point de vue ... ", p. 445 [pp. 147-148].
86 Remontajes del tiempo padecido
personas, fueron más que una mera propaganda para silenciar a los doscientos
mil muertos de esa guerra, a pesar de las rígidas medidas de censura. Surgieron
del espíritu de una utopía bélica que no tiene en cuenta a los humanos y que
los acepta como víctimas con condescendencia o incluso con cierta desaproba-
ción. Cuando le preguntaron por las víctimas del lado iraquí, un vocero militar
respondió: «We don't do body counts». Esa frase se podría traducir como: «No-
sotros no somos los encargados de cavar las tumbas, ese es un trabajo sucio que
deben hacer otros»". 3 1
*
Los primeros meses de 1999, viajé a Estados Unidos a visitar prisio-
nes, buscaba juntar imágenes producidas por cámaras de vigilancia, un
tipo particular de imágenes muy poco teorizado. En Estados Unidos la
mayor parte de las prisiones fue construida lejos de las ciudades, al g u nos
estacionamientos son la única indicación de un emplazamiento urbano,
de un espacio público. En alg u nos estados se ofrece incluso a los visitantes
la opción de evitar ir hasta la prisión y comunicarse con los detenidos
desde sus casas por una suerte de teleconferencia. En California y en
Oregón, visité prisiones construidas en áreas casi completamente inha-
bitadas que recuerdan que en otro tiempo los prisioneros eran enviados
a las colonias. [... ]
Las visitas a las prisiones fueron una experiencia espantosa. El di-
rector de una prisión en California, con formación de pastor, me contó
que el director anterior, de origen armenio, había prohibido que los
alambrados estuvieran electrificados. Lo hacía acordar demasiado a los
campos de concentración alemanes[ ... ) En Camden,NuevaJersey,cerca
de Filadelfia, la prisión era la única construcción todavía intacta sobre la
calle principal. Del otro lado de los gruesos vidrios se veían las salas co-
munes, se olía el sudor como en el zoológico. El correctional officer que me
guiaba me señaló los conductos abiertos en el techo: debían permitir la
dispersión de gases lacrimógenos en caso de desorden. Sin embargo nun-
ca habían llegado a usarlos, los productos químicos g u ardados demasiado
tiempo se descomponen.[ ... ]
Veníamos de filmar en la prisión Two Rivers, en Oregón, tomaba un
café con el camarógrafo Ingo Kratisch sobre la terraza de un club de golf
vecino. Era imposible no quedar anonadado ante lo trillado de ese par-
ticular truco de montaje de nuestra experiencia: de la prisión altamente
tecnificada (el lumpemproletariado) al campo de golf con sus sistemas de
riego automáticos y sus carritos eléctricos. Uno está tentado de estable-
cer una relación entre semejantes oposiciones. 36
41. L. Skorecki, "Qui est Farocki?", Cahiers du cínéma, Nº 329, 1981, p. vm.
42. Cf. S. Liandrat-Guigues, "Une forme qui pense", en S. Liandrat-Guigues y M. Gag-
nebin (dirs.), L'Essai et le cinéma, Seyssel, Éditions Champ Vallon, 2004, pp. 193-200; G.
Fihman, "L'essai cinématographique et ses transformations expérimentales", en ídem,
pp. 41-47. Cf. también, en el mismo volumen,]. Moure, "Essai de définition de l'essai au
cinéma", pp. 25-39.
43. C. Blümlinger, "Lire entre les images", en ídem, p. 66.
92 Remontajes del tiempo padecido
Esta particularidad del cine de Farocki -la de funcionar como una sucesión
de. ensayos- no se debe solamente a que sus películas "prolongan sus críticas
cinematográficas y son generalmente acompañadas de textos escritos que nacen
antes, durante y después del trabajo audiovisual [de forma que] la escritura y la
creación de imágenes (o el montaje de imágenes preexistentes) están tan íntima-
mente li g a dos, en él, que nacen la una de la otra". 45 Se debe también a su forma
misma, su forma de montaje. Es más que interesante releer, en este contexto, el
famoso ensayo de Theodor Adorno llamado,justamente, "El ensayo como for-
ma". Lo que me sorprende hoy, frente a este texto de los años 50, es su estrecho
parentesco con ciertos textos de los años 30, especialmente los frag m entos de
Ernst Bloch sobre el montaje en Héritage de ce temps46 y, sobre todo, los análisis del
método brechtiano de Walter Bertjamin desde el punto de vista del documento,
del reencuadre, del desfase y, por tanto, del desmontaje-remontaje experimental
de todas las cosas. 47 Intentemos precisar un poco, aunque sea más rápidamente
de lo que el tema, sin duda, exigiría.
U n ensayo, según Adorno, es una construcción de pensamiento capaz de no
44. Cf. H. Farocki, "Die Existenz der Filmkritik", Filmkritik, N º 301, 1982, pp. 2-4.
45. C. Blümlinger, "De la lente élaboration des pensées dans le travail des images", trad. P.
Rusch, Trafic, N º 14, 1995, p. 28. Cf. también J. Becker, "In Bildern denken. Lektüren des
Sichtbaren. Überlegungen zum Essayistischen in Filmen Harun Farockis", en R.Aurich
y V Kriest (dirs.), Der Arger mil den Bildem, pp. 73-93.
46. E. Bloch, Héritage de ce temps (1935), trad.J. Lacaste, París, Pa y o t, 1978, pp. 204-211.
47. W Benjamín, "Études sur la théorie du tréatre épique" (1931) y "Qu'est-ce que le
théatre épique (2' version)" (1939), trad. P. Iverne!, en Essais sur Brecht, París, La Fabrique,
2003, pp. 35-57 y 38-47 ["Estudios sobre la teoría del teatro épico" y "Qué es el teatro
épico (se g u nda versión)", trad. J. Ag u irre, Tentativas sobre Brecht, Madrid, Taurus, 1991, pp.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 93
una mayor intensidad que la del pensamiento discursivo", funciona, por con-
49
41-45 y 31-40). Cf. G. Didi-Huberman, Quand les images prennent position, pp. 87-117
(pp. 75-100).
48. T.W. Adorno, "L'essai comme forme" (1954-1958), en Notes sur la /ittérature, trad. S.
Muller, París, Flammarion, 1984 (ed. 2009), p. 27 ("El ensayo como forma", trad.A. Bro-
tons Muñoz, Notas sobre literatura, Madrid,Akal, 2003, p. 33].
49. Ídem, p. 28 (p. 33].
50. Ídem, p. 18-21 [p. 23).
51. Ídem, p. 22 (p. 27].
52. Ídem, p. 21 (p. 26).
53. Ídem, p. 21 [p. 26].
54. Ídem, p. 21 [p. 32].
55.W. Benjamin, París, capitale ... , p. 480 [p. 465].
94 Remontajes del tiempo padecido
*
Es arrancando a la cosa de sus interpretaciones obvias, desmontándola -se-
parándola- de sus estereotipos y remontándola por todo un juego distinto de
*
¿Qué hace el ensayista sino ensayar y volver a ens a y ar? Mucho cada vez, pero
nunca del todo. A ojos del que ensaya, todo parece siempre una primera vez, una
experiencia marcada por la incompletud. Si conoce y acepta esa incompletud,
revela la modestia fundamental de su toma de posición. Pero está entonces obli-
gado, estructuralmente, a recomenzar siempre, desde el "primer intento", los nu-
merosos "ensayos" realizados antes que el suyo.Y nada nunca parecerá una última
vez. Es, en el fondo, como una dialéctica del deseo. ¿Qué hace por lo tanto el
montajista, por ejemplo, sino comenzar por ensamblar su material de imágenes,
después desmontar, después remontar, después recomenzar sin descanso? Ahí
está la exigencia de su toma de posición (se puede recordar acá que la palabra "en-
sayo" tiene su etimología en el bajo latín exagiurn que deriva del verbo exígere,
"hacer salir una cosa de otra cosa").
Entre la modestia y la exigencia -dos grandes características del cine de
Farocki-, el ensayista aparecerá finahnente como el hombre de la contradicción
hecha práctica, el hombre de la objeción. No hay, escribe Adorno, un ensayista
que no h a y a extraído "la plena consecuencia de la crítica al sistema". 64 Es decir,
"la duda sobre el derecho incondicionado de éste no la ha realizado, dentro del
*
Para nada sensato, por lo tanto. Y, sin embargo, un auténtico método. Expe-
rimental, fundado en su "afinidad con la imagen", renunciando a su clausura,
brotando del ritmo constante de difracciones y amalgamas, prestándose a las
más inesperadas correspondencias, a las sobreinterpretaciones más arriesgadas. Sí,
pero todo eso hay que hacerlo metódicamente. Con un rigor teórico arreglado
al respeto de las complejidades y sin g u laridades -aquello que Gilles Deleuze
llamará "empirismo superior"-, con un rigor práctico arreglado a la eficacia de
los aspectos desprendidos, a los hechos de legibilidad.Así será entonces el ensayo,
según Adorno. "La misma objeción habitual contra él de que es fra g m entario y
contingente postula el carácter dado de la totalidad, pero con ello la identidad
de sujeto y objeto, y se comporta como si se estuviera en poder de todo." 68 El
ensayista ya no es más el amo como tampoco es más el sabio, pero no por eso
deja de constituir sus objetos por montajes sucesivos ri g u rosamente dispuestos.
Haciendo esto, "suspende al mismo tiempo el concepto tradicional del método"
y lo sustituye por otro que "piensa en libertad y junto lo que junto se encuentra
en el objeto libremente elegido". 69
Es un auténtico método, pero impuro, se habrá comprendido. Sin embargo,
el ensayo es capaz de mostrarse "más dialéctico que la dialéctica" ortodoxa, e in-
cluso suele arreglárselas -por contigüidades, por contagios, por desplazamientos,
por movimientos de absorción- para devorar"las teorías que le son próximas". 70
Como cuando los pensadores no académicos (George Bataille o Walter Benja-
revisto con lo que ha releído. Su exigencia está reglada por la modestia de saber
ue aquello que ve no le pertenece y que aquello que piensa -ya que hace falta
\ n s a r para ver, para organizar lo que se v e - procede de lo que le ha precedido.
s por esto que su trabajo está en diálogo constante con el trabajo de los otros,
de un modo que no es reductible a los simples préstamos o "infl uencias" de
los que nosotros, historiadores del arte, hablamos tan corrientemente. Farocki
fue, sin dudas, "influenciado" por Jean-Luc Godard: pero eso no quiere decir
simplemente que "tomó" esto o aquello de Godard con el fin de absorberlo en
su propio "estilo personal". Farocki desplaza y despliega el problema al punto
que no ha dudado en construir toda una investigación -analítica, lo más precisa
posible- sobre los montajes de Godard; 74 como para situar las cosas en un plano
de conodmiento (lo contrario de toda esta competenda entre las obras de arte a la
que la crítica del arte, como por una suerte de vulgaridad natural, si g u e siendo
tan ávida).
*
Ver una película de Farocki es siempre aprender algo y también comprender
que hará falta rápidamente reaprenderlo otra vez. Se mira Auge/Maschine con
ganas de releer los análisis de Siegfried Giedion de La mecanizadón toma el mando.
Y si el trabajo de Farocki abre de al g u na manera un capítulo ausente en el libro
de Giedion -que hablaría del poder mecanizado, luego informatizado, de las
in1ágenes-, inversamente el capítulo central de Giedion sobre la "mecanización
de la muerte" en los mataderos americanos nos enseñará algo esencial sobre la
relación entre cadenas de montaje Oos automóviles de Ford) y "cadenas de des-
montaje" (los animales en los mataderos), relación que se descubre inherente a
aquello que puede implicar, hoy en día, la producción de imágenes en la destrucción
de los seres humanos. 75
*
Como Giedion, por otra parte, Farocki practica una historia anónima don-
de los objetos más humildes -que son, en general, los aparatos más complejos
74. Cf. H. Farocki y K. Silverman, Speaking about Godard, Nueva York-Londres, NewYork
University Press, 1998.
75. S. Giedion, LA Méca nisation au pouvoir. Contribution a l'histoire a11onyme (1948), trad. P.
Guivarch, París, Centre Georges Pompidou-cc1-Denoel-Gonthier, 1980 (ed. 1983), 1, pp.
230-266 (La mecanización toma el mando, trad. E. Riambau, Madrid, Gustavo Gili, 1978).
Cf. J. Lamoreux, "Le travail de la viande", Intemédialités. Histoire et théon·e des arts, des lettres
et des tech11iques, N º 11, 2008, pp. 13-34.
98 Remontajes del tiempo padecido
min), los escritores o los artistas (Bertolt Brecht o Raoul Hausmann) se apropian
de la palabra dialéctica con ese goce devorador que solicitaba, según la célebre
fórmula de Georges Bataille, y el sistema y el exceso. 7 1
Ensayar es intentar otra vez. Es experimentar por otras voces, otras corres-
pondencias, otros montajes. El ensayo como gesto de siempre retomar todo. Esto
trae a la memoria la forma en que Aby Warburg concluyó una de sus famosas
conferencias (pronunciada en Florencia en 1927):"Continuemos -¡coraje!-, re-
comencemos la lectura" (si continua -coraggio!- ricomindamo la lettura!). 72 Esto
es lo que supone todo ensayo dig n o de ese nombre: no habrá última palabra.
Hará falta todavía desmontar todo de nuevo, remontar todo. Ensayar otra vez.
Releer incansablemente, en definitiva. Pero qué decir sino que la modestia y la
exigencia mezcladas en la forma del ensayo hacen de toda "retoma" el acto de
siempre retomar todo. C o m o para elevar la cólera a la altura de un conocimiento
metódico y paciente.
71. Cf. G. Didi-Huberman, Quand les images prennent positio11, pp. 86-94 [pp. 97-109].
72. A. Warburg, "Begurssungsworte zur Eroffnung des kunsthistorischen Instituts
im Palazzo Guadagni zu Florenz am 15. Oktober 1927", en Gesammelte Schriften, I,
1-2. Die Erneuerung der heidnischen Antike. Kulturwissenschaftliche Beitriige zur Geschichte
der Europaischen Rennaissance, ed. G. Bing y F. Rougemont, Leipzig-Berlín, Teubner,
1932 (reed. H. Bredekamp y M. Diers, Berlín, Akademie-Verlag, 1998), p. 604.
73. "Encontrar los textos en (mi] mesa de montaje y los montajes en (mi] escritorio",
citado por C. Blümlinger, "Harun Farocki ou l'art de traiter les entre-deux", en Recon-
naítre et poursuivre, p. 11.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 99
revisto con lo que ha releído. Su exigencia está reglada por la modestia de saber
que aquello que ve no le pertenece y que aquello que piensa -ya que hace falta
pensar para ver, para organizar lo que se v e - procede de lo que le ha precedido.
Es por esto que su trabajo está en diálogo constante con el trabajo de los otros,
de un modo que no es reductible a los simples préstamos o "influencias" de
]os que nosotros, historiadores del arte, hablamos tan corrientemente. Farocki
fue, sin dudas, "influenciado" por Jean-Luc Godard: pero eso no quiere decir
simplemente que "tomó" esto o aquello de Godard con el fin de absorberlo en
su propio "estilo personal". Farocki desplaza y despliega el problema al punto
que no ha dudado en construir toda una investigación -analítica, lo más precisa
posibl e - sobre los montajes de Godard; 74 como para situar las cosas en un plano
de conocimiento (lo contrario de toda esta competencia entre las obras de arte a la
que la crítica del arte, como por una suerte de vulgaridad natural, sigue siendo
tan ávida).
*
Ver una película de Farocki es siempre aprender algo y también comprender
que hará falta rápidamente reaprenderlo otra vez. Se mira Auge!Maschine con
ganas de releer los análisis de Siegfried Giedion de La mecanización toma el mando.
Y si el trabajo de Farocki abre de alguna manera un capítulo ausente en el libro
de Giedion -que hablaría del poder mecanizado, luego informatizado, de las
imágenes-, inversamente el capítulo central de Giedion sobre la "mecanización
de la muerte" en los mataderos americanos nos enseñará algo esencial sobre la
relación entre cadenas de montaje (los automóviles de Ford) y "cadenas de des-
montaje" (los animales en los mataderos), relación que se descubre inherente a
aquello que puede implicar, hoy en día, la producción de imágenes en la destrncdón
de los seres humanos. 75
*
Como Giedion, por otra parte, Farocki practica una historia anónima don-
de los objetos más humildes -que son, en general, los aparatos más complejos
74. Cf. H. Farocki y K. Silverman, Speaking about Godard, Nueva York-Londres, NewYork
University Press, 1998.
75. S. Giedion, La Mécanisation au pouvoir. Contribution a l'histoire anonyme (1948), trad. P.
Guivarch, París, Centre Georges Pompidou-cc1-Denoel-Gonthier, 1980 (ed. 1983), 1, pp.
230-266 [La mecanización toma el mando, trad. E. Riambau, Madrid, Gustavo Gili, 1978].
Cf. J. Lamoreux, "Le travail de la viande", Intemédialités. Histoire et théorie des arts, des lettres
et des techniques, N º 11, 2008, pp. 13-34.
100 Remontajes del tiempo padecido
No nos preocuparemos más que por las cosas humildes, objetos a los
que no se les da por lo general demasiada importancia, o a los que al me-
nos no se les otorga ningún valor histórico. Pero en la historia como en
la pintura, lo importante no es el aspecto del objeto, por más grandioso
que sea. El sol se refleja en una cuchara de cate. Colectivamente, todas
estas cosas humildes [... ) han estremecido nuestra vida hasta sus raíces
más profundas. Modestos objetos cotidianos se alían para actuar sobre
cualquiera que se mueva en la órbita de nuestra civilización. La lenta for-
mación de la vida cotidiana tiene tanta importancia como las explosiones
de la historia; ya que, en la vida anónima, la acumulación de las partícu-
las termina por formar una verdadera fuerza explosiva. Herramientas y
objetos son las prolongaciones de nuestras actitudes fundamentales hacia
el mundo exterior. De esas actitudes proceden nuestros pensamientos y
acciones [... ] La historia anónima está directamente ligada a los grandes
principios directores de una época. Pero, al mismo tiempo es necesario,
para comprenderla, remontar en detalle acontecimientos que forman la
trama. La historia anónima es compleja y sus distintos sectores se im-
brican: aislarlos no es tarea fácil. Lo ideal en este terreno sería mostrar
simultáneamente sus múltiples aspectos, y el proceso de su imbricación. 76
Por otra parte, como Giedion, Farocki encara cada aparato, cada imagen
técnica, como un verdadero campo de conflicto. Filiación marxista, no es necesario
decirlo. El cineasta se muestra igualmente cercano, en este plano, a Friedrich
Kittler que, entre muchas otras cosas, ha elaborado una teoría de lo filmico,77
dirigido una reflexión sobre la inteligencia artificial 78 y reconstituido las fuentes
históricas - d e Lambert a Hoffmann, pasando por Hegel, Schiller y la poesía ro-
mántica- de nuestra " g u erra de imágenes" .79
"El que entra en el infierno de las imágenes pierde toda esperanza." Se sabe
que Paul Virilio ha querido retomar por su cuenta - e intentado fundar en teo-
ría- esta frase atribuida a Abel Gance, 80 en un contexto en el que "la guerra de
las imágenes" se prolongaba en imágenes de guerra: no imágenes para representar
la guerra, sino imágenes para hacer la guerra. "La fuerza militar está determina-
da por la apariencia", continuaba Virilio -mediante, esta vez, una paráfrasis de
Sun Tzu-, de manera que "la armada de teatro ha reemplazado a la armada
de operaciones". Es cierto que Harun Farocki prolonga, en sus investigaciones
81
80. P. Virilio, Guerre et cinéma, 1. Logistique de la perception, París, Cahiers du cinéma, 1984
(ed.1991),p.41.
81. Ídem, pp. 7 y 10.
82. P. Virilio, Lo machine de vision, París, Galilée, 1988, pp. 141 y 157 [Lo máquina de visi6n,
trad. M.Antolín Rato, Madrid, Cátedra, 1998, pp. 87 y 97].
83. P. Virilio, Esthétique de la disparition, París, Gallimard, 1980 (reed. París, Galilée, 1989)
[Estética de la desaparici6n, trad. N. Benegas, Barcelona, Anagrama, 1998]; "Un monde
surexposé", en F. Docquiert y E Piron (dis.), Image et politique. Acles du col/oque des Ren-
contres internationales de la pfwtographie, Arles 1997, Arlés-París, Acres Sud-AFAA, 1998, pp.
15-22.
84. P. Szendy, "Machín, machine et mé g a machine" , en C. Pontbriand (dir.), HFIRC, pp.
65-75. Thomas Elsaesser, por su parte, distingue con justeza el trabajo realizado por Fa-
rocki de cualquier apocalipticismo:"His melancholy, paired with an ironic self-reflexivity,
is clearly distinguished from the disappointed idealism and at times hysterical funda-
mentalism o f a Jean Baudrillard or Paul Virilio" ["Su melancolía, combinada. con una
autorreflexividad irónica, se distingue claramente del idealismo decepcionado y a veces
histéricamente fundamentalista de un Jean Baudrillard o un Paul Virilio"], T. Elsaesser,
"Harun Farocki: Filmmaker,Artist, Media Theorist", p. 33.
102 Remontajes del tiempo padecido
ejemplo, imagino que Faroclci no diría que los judíos de Europa, entre 1933
y 1945, desaparecieron, sino que fueron destruidos -como bien expuso y analizó
Raul Hilberg-, lo que es totalmente distinto. Hablar de la guerra en términos
de desaparición es terminar diciendo que "la Guerra del Golfo no tuvo lugar". 85
Harun Faroclci prefiere evidentemente comprender c6mo ella tuvo lugar, aunque
por fuera de nuestra vista, y c6mo modific6 la visi6n -pero también la razón, los
fantasmas, las emociones, los gestos- de aquellos que volvieron, como lo testi-
monia una reciente instalación titulada Immersion y consagrada al "tratamiento"
psicoterapéutico de los soldados americanos "traumatizados" en Irak. 86
85. Cf.J. Baudrillard, La guerre du Go!fe n'a pas eu lieu, París, Galilée, 1991 [La Guerra del
Golfo no ha tenido lu g ar, trad. T. Kauf, Barcelona, Anagrama, 1991].
86. Cf. C. Pontbriand, HFIRG, p. 200. No comparto, sin embargo, la idea de Régis Du-
rand según la cual Farocki tomaría de Virilio la idea radical de que "la revolución, como
tampoco la guerra, existen por fuera de la imagen", R . Durand, "Harun Farocki: tout
l'histoire du monde dans une image ... ", Art Press, N º 190, 1994, p. 68.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 103
87. H. Farocki, "Sans régularité, pas sans regles" (1992), trad. B.Vilgrain, en C. Blümlinger,
Reconnaftre et poursuivre, p. 51.
88. Cf. V. Siebel, "Painting Pavements" (1998), trad. R. Hillman, en T. Elsaesser, Harun Fa-
rocki: 140rking on the Sightlines, pp. 47-48; T. Elsaesser, "Harun Farocki: Filmrnaker,Artist,
Media Theorist", p. 11.
89.V. Flusser, "Une révolution dans le domaine des images" (1991), trad. C. Maillard, en
LA civilisatíon des médias, Belval, Circé, 2006, pp. 55-68.
90.V. Flusser, Pour una pl1ilosophie de la photographie (1993), erad.). Mouchard, Saulxures,
Circé, 996, p. 19 [Por una jilosojla de la fotograjla, trad. E. Molina, Méjico, Trillas, 1990,
p. 19].
104 Remontajes del tiempo padecido
Mil mesetas, donde la "máquina de guerra" estaba presente como una forma de
"conjurar la formación de un aparato de Estado", una alternativa de la "ciencia
menor" a los saberes oficiales, de la "nomadología" a las instituciones fijadas y
94
del "dispars" al discurso establecido. Hace falta en suma fabricar, contra los
aparatos de imágenes, otros aparatos que les harán la guerra por el mero hecho
de que existen, funcionan y transmiten sentido. Oponer a1 poder de las imágenes
ocras imágenes donde se libera el poder de la mirada: esa podría ser, en resumen, la
tarea a la que se entrega Harun Farocki en cada nuevo montaje.
*
Una de las razones por las que el trabajo de Harun Farocki encuentra, desde
hace varios años, un recibimiento tan favorable en el mundo del arte contem-
poráneo se debe, sin dudas, al motivo - h o y omnipresente- del archivo. 98 Pero es
objeto de una atención muy ambivalente. Está el archivo como objeto de crítica,
por un lado: el "mal de archivo" según Jacques Derrida, el archivo como "nom-
bre propio del Poder", el archivo del que nadie puede escapar, el archivo como
campo de batalla moderno, de forma que "la g u erra de las imágenes", según Vi-
ri)io, se volvería hoy una " g u erra del Archivo" ... 99 Y también, por otro lado, está
el archivo como objeto de exposición al que correspondería el "ojo del etnólogo"
en Farocki, con sus instalaciones que espaciilizan, sobre las paredes de un museo,
toda una masa de documentos, de imágenes de archivo ... 100
Esta ambivalencia no puede sino generar una cierta ambigüedad. Si se trata
de reconocer en el trabajo de Farocki una voluntad de retomar sus imágenes a
ciertos fondos de archivo -desde las fotografías de reconocimiento aéreo hasta
los videogramas de la caída de Nicolae Ceausescu en 1989, o las bandas de video
de vigilancia de las prisiones americanas en 2000-, entonces, podríamos decir,
en efecto, que este trabajo captura ciertos corpus de imágenes de archivo. Pero,
si se trata de ver en las pelicuJas e instalaciones del cineasta un trabajo que pre-
tende reunir un archivo de imágenes en el sentido que se da hoy a las grandes
bases de datos que constituyen las empresas de i1úormación -tipo Google-, mal-
interpretaremos gravemente el sentido mismo de su trabajo. Dado que lo que
está retomado del archivo está siempre remontado por Farocki: una forma, para él,
de exponer las líneas de conflicto más que de unirlas, una forma de zanjar en la
masa archivística con el fin de construir con ella una nueva legibilidad.
98. Para dar sólo un ejemplo reciente, cf. S. Spieker, The BigArchii1e.Artfrom 811rea11cracy,
Cambridge-Londres, The MIT Press, 2008.
99. Cf. C. Perret, "Guerre dans l'archjve", C. Pontbriand (dir.), HFIRG, pp. 43-53.
100. C. Pontbriand, "Harun Farocki/Rodney Graham", en HF/RG, p. 21; C. Blümlingcr,
"Mémoire du travail et travail de mémoire", pp. 55-65.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 107
Farocki sería entonces un cineasta del atlas más que del archivo en cuanto
tal. Es necesario, ciertamente, extraer del archivo con toda la precisión filológica
-histórica y literal, arqueológica y material- que requiere la puesta al día de un
documento, de una imagen, de un fra g m ento de película. Aby Warburg inventó
sus procedimientos en el marco de una antropología de las imágenes, Harun Fa-
roclci trabaja constantemente sobre ambos cuadros: el de la singularidad material
y el del remontaje imaginativo. El archivo - p o r ejemplo, ese Archivio Florentino en
el que Warburg pasara tantas horas escrutando manuscritos olvidados, pero tam-
bién la biblioteca y la fototeca que constituyó a lo largo de toda su vida- no se
pone a "vivir" en las manos del investigador sino a partir del momento en el que
éste ha elegido una singularidad capaz de zanjar, de sorprender nuestras ideas
generales -es decir, nuestros prejuicios históricos- al constituirse como s{ntoma. 101
Será necesario, a continuación, todo un arte del montaje y el establecimiento de
un atlas de imágenes para interpretar este síntoma, es decir, para comprenderlo
respecto del contexto del que surge y que a la vez vuelve legible. 102
Es exactamente lo que hizo Farocki cuando, después de un coloquio de
historiadores y filósofos reunidos en 2005 por Ludger Schwarte alrededor de la
cuestión de la apertura de los campos, 103 se inclinó sobre las pruebas de cámara
de una película extraordinaria sobre el campo holandés de Westerbork: película
solicitada por los nazis, filmada bajo coacción por prisioneros judíos. La pelícu-
la muestra escenas del embarque - e n perfecto orden- de un convoy de judíos y
gitanos con destino a Auschwitz, mostrando sobre todo -eso es lo extraño para
una mirada contemporánea- escenas de vida colectiva, de trabajo, deporte, etc.
Se trata, en suma, de un documento comparable a la célebre película filmada
en el campo de Theresienstadt (a la que también pertenecen las dos imágenes
sobre las que Winfried G. Sebald habrá de construir un pasaje de esa admirable
forma impura, de análisis e imaginación, que es Austerlitz). 104 El trabajo de Fa-
rocki, titulado Aufschub, consiste en exponernos la forma tan simplemente, tan
101. Cf. G. Didi-Huberman, "Pour une anthropologie des singularités formelles", pp.
145-163.
102. G. Didi-Huberman, L'image survivante, pp. 452-505.
103. L. Schwarte (dir.), Auszug aus dem LAger. Zur Überwindung des modernen Raumparadig-
mas in der politischen Pliilosophie, Berlín-Bielefeld,Akademie der Künste-TranscriptVerlag,
2007. Farocki reacciona ahí, en la conclusión del coloquio ("Die Bilder sollen gegen sich
selbs aussagen", pp. 295-311), contra las imá g e nes de Samuel Fuller que comenté en la
apertura ("Das Óffnen der La g e r un das Schlie8en der Au g en" , ídem, pp. 11-45).
104. WG. Sebald, Austerlitz (2001), trad. P. Charbonneau, Arlés, Actes Sud, 2002, p. 297
(Austerlitz, trad. M. Sáenz, Barcelona, Anagrama, 2002, pp. 248-251]. Cf. M. Pie y W G.
Sebald, L'image papillon, Dijon, Les Presses du Reél, 2009, pp. 49-65.
108 Remontajes del tiempo padecido
meticulosamente y también tan dialécticamente como sea posible. Es así que nos
provee de los medios para acercarnos a escas imágenes. De reaprender a ver, en
definitiva.
Se ve en qué Respiro nos coma de la mano, a través de las imágenes del campo
de Westerbork, de la manera más eficaz y más modesta. ¿Las tomas son mudas?
La película de Farocki lo será entonces también (desde que la vi, soporto aún
menos que antes las falsas detonaciones que, en los documentales históricos
sobre la guerra, acompañan sistemáticamente las escenas mudas en las que se
ve a un condenado desplomarse bajo el fuego de un pelotón de ejecución).
¿Las tomas no están montadas como relato? La pelicula de Farocki retomará las
diferentes escenas sin buscar reinventar una unidad diegécica, cualquiera fuera.
Pero en ese respeto por la singularidad material del documento, el cineasta intercala
-por un montaje que, sólo en él, asume la función de una verdadera puntuaci6n
dialéctica- placas en las que al g u nas frases, muy simples también ellas, precisan
el tenor fáctico de lo que se ve: se aprenden las fechas (por ejemplo, ese 19 de
mayo de 1944 en que parce el convoy filmado), los nombres (por ejemplo, el
del comandante del campo, Albert Gemmeker, pero también el de una joven
mujer deportada de la que no se percibe más que la valija sobre el andén con
la inscripción FK por, nos informa el investigador, Frouwke Kroon) (figura 18).
Puntuación por el texto y el saber histórico, entonces. "Sólo el saber sobre el
acontecimiento y sobre el contexto del registro", dirá Sylvie Lindeperg, "permi-
te restituir a esas imágenes su violencia escondida, reconocer la dimensión de su
fuera de campo". 105 Esto es cierto, es necesario, sin duda, pero no es suficiente
en el proyecto de Farocki; y que la puntuación se constituye también en trabajo
de legibilidad por un trabajo en la visibilidad misma, especialmente en el recurso
sistemático a las detenciones de la imagen, a las repeticiones de una misma es-
cena y a esa especie de primeros planos que de eso resultan. Lo que vemos, lo
volvemos a ver una segunda vez con un poco más de precisión y el sentimiento
de que nuestros ojos entonces se abren. Un prisionero pasa, corte sobre su bra-
zalete, primer plano del brazalete: FK de, esta vez, Fliegende Ko/onne (figura 19).
Un tren pasa y, cuando vuelve a pasar, esca segunda vez estamos en condiciones
de distinguir lo que hace falta distinguir para comprender mejor: por una parte,
105. S. Lindeperg, "Vies en surgís, images revenantes. Sur Respite de Harun Farocki",
Tr'!!fic, N º 70, 2009, p. 25.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 109
18. Harun Faro cki, A1ifsc/111b, 2007. Banda video negro y blanco. Videograma: campo de
Westerbork, la valija de Frouke Kroon.
19. Harun Farocki, Aufsch11b, 2007. Banda video negro y blanco.Videograma: campo de
Westerbork, el brazalete de Flie g ende Kolonne.
11 O Remontajes del tiempo padecido
106. Cf. G. Didi-Huberman, Quand les images prennet position, pp. 41-44 y 253-256 [pp.
47-52 y 294-298).
107. S. Lindeperg, "Vies en surgís, images revenan tes", p. 29.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 111
20. Harun Farocki, A1ifsclmb, 2007. Banda video negro y blanco.Videograma: campo de
Westerbork, un vagón de tercera clase hacia Theresienstadt.
21. Harun Farocki, A1ifsc/111b, 2007. Banda video negro y blanco. Videograma: campo de
Westerbork, un vagón de ganado hacia Auschwitz.
112 Remontajes del tiempo padecido
22. Harun Farocki, Aufschub, 2007. Banda video negro y blanco.Videograma: campo de
Westerbork, el trabajo del cobre.
la muerte", y nuestra sangre se hiela al ver, sabiéndolo, a toda esa gente sonrien-
do a cámara. Pero, al descubrir el logo visual utilizado para representar el campo
en un esquema típicamente industrial -detalle sobre el que Farock.i reclama
toda nuestra atención-, nuestra sangre se hiela otra vez porque comprendemos
entonces lo que una "empresa", productora de trabajo y bienes materiales, es
capaz de poner en funcionamiento en ciertas condiciones políticas (figura 24).
Así, la singularidad del documento y la atención específica de la que fue objeto
se encuentran pensadas en todo un juego de relaciones, una constelaci6n capaz de
abrir el campo mismo de nuestra reflexión histórica y política.
23. Harun Farocki, Aiifschub, 2007. Banda video negro y blanco.Videograma: campo de
Westerbork, la clase de gimnasia al aire libre.
de Sarnuel Fuller y de Emil Weiss sobre el campo de Falkenau, 108 como una
nueva forma de exponer los campos y, en particular, de "mostrar a las víctimas".
Recordemos la violenta polémica emprendida en 1961 por Jacques Rivette
contra un movimiento de cámara en la puesta en escena del suicidio de un pri-
sionero en los alambrados electrificados de un campo nazi en la película Kapo
de Gillo Pontecorvo. 109 Recordemos también cómo Serge Daney prolongó las
reflexiones de Rivette sobre la diferencia entre una "película bella" y una "pelí-
cula justa", y sobre las condiciones de visibilidad del horror concentracionario,
entre la "inocencia" de George Stevens o de Samuel Fuller en 1945, la "justeza"
de Alain Resnais en Noche y niebla, y la "abyección" de una serie de televisión
como Holocaust de Marvin Chomsky. 110 Es una pena, dicho sea al pasar, que
Daney se haya abstenido de ver la película de Pontecorvo: entonces hubiera
constatado -sin que eso modificara el sentido general de su argumento escrito
sin ver el documento del litigio- que el famoso travelling no era sino un breve y
108. Cf. G. Oidi-Huberman, "Abrir los campos, cerrar los ojos" (pp. 11-63 de este libro)
109.J. Rivette, " D e l'abyectionn", Caltiers du cinema, N º 120, 1961, pp. 54-55.
110. S. Daney, "Le travelling de Kapo", pp. 13-39.
114 Remontajes del tiempo padecido
NA
24. Harun Farocki, Aufsclrnb, 2007. Banda video negro y blanco.Videograma: campo de
Westerbork, el "lago" del campo.
111. Cf. M. Thériault (dir.), Haru11 Farocki: One Image doem'I take //,e Place of tire Previous
One.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 115
25. Harun Farocki, A11fsch11b, 2007. Banda video negro y blanco.Videograma: campo de
Westerbork, el rostro de Settela Stcinbach.
en el resquicio de las puertas del vagón: ese primer plano ¿no nos afecta, en la
película de Farocki, con la misma violencia que en la de R.esnais (figura 25)?
¿Dónde está entonces la diferencia? La diferencia está en la historia, por su-
puesto. Más precisamente, depende de las condiciones históricas en las que se
delibera, cada vez de forma diferente, la legibilidad de una imagen. Ahí donde
Alain Resnais construía una legibilidad de los campos contra la indiferencia o
la pura y simple ignorancia, ahí donde Samuel Fuller y Emil Weiss reconstruían
una legibilidad contra el trabajo de zapa del negacionismo, Harun Farocki debe
ahora reconstruir su nueva legibilidad en un contexto de duda generalizada o de
"recuperación" -otra forma de indiferencia, otra forma de ignorancia- respecto
de las imágenes de la historia.
Philippe Despoix, en una reciente presentación de Respiro, remarca que la
elección de Farocki consiste en "ofrecer, en la medida en que (el documen-
to filmado en Westerbork] no fue jamás montado, varios recorridos posibles
del material". 115 La palabra importante es acá ofrecer. El montaje de Farocki,
en efecto, nos ofrece estas imágenes al ofrecernos la posibilidad de remontarlas
115. P. Despoix, "Travail/sursis. Délai sans rérnission. Un document tourné par les détenus
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 117
Farocki eleva entonces su cólera -la cólera política frente a las violencias del
mundo- a la altura de un pensanuento, que es a la vez respeto por las singularida-
des inherentes aJ documento y apertura de las posibilidades inherentes aJ montaje.
Su modestia frente a las imágenes va a la par de una toma de posición que las
reorganiza en vistas de proponer al espectador una "lectura personal". Es una
pedagogía históricamente orientada. Farocki no esconde, en particular, su deuda
con el formalismo ruso, 116 y varios comentaristas han subrayado su proximidad
metodológica con el cine de Dziga Vertov. 117 Es fácil imaginar que el autor de
F11eJto inextinguible o Respiro pueda reivindicar hoy -si se piensa en su inmensa
fiJmografia y en el carácter a menudo artesanal de sus producciones- lo que
Vertov escribía en 1923:
Fuimos los primeros que hicimos fi.lms con nuestras manos desnudas,
films quizá torpes, toscos, sin brillo, films qujzá un poco defectuosos, pero
en todo caso films necesarios, indispensables, films orientados a la vida y
exigidos por .la vida. Definimos la obra cinematográfica en dos palabras:
el 111011/aje del "veo".""
Como el teatro épico brechtiano visto por Benjamín, el cine de Harun Fa-
rocki "no reproduce, por tanto, situaciones, más bien las descubre. El descubri-
miento de situaciones se realiza por medio de la interrupción del proceso de la
acción", 134 es decir, por un montaje no diegético. Como él, se pone a la altura de
la técnica y sus formas se "corresponden a las nuevas formas técnicas, al cine y a
la radio", 135 a las que se deberá agregar desde ahora los tratamientos informáticos
de la imagen y el sonido, en especial las "imágenes de síntesis" en las que Farocki
se interesa desde hace mucho tiempo. Como las proyecciones de Neher en las
obras de Brecht, las imágenes de Farocki se emparentarían también con "ideas
., materialistas, ideas de «situaciones» auténticas, que se acercan tanto al aconteci-
miento que el temblor de sus contornos delata de qué cercanía aún más íntima
se han desgajado para hacerse visibles" . 136
Finalmente, el autor-productor de Fuego inextinguible, como Brecht, no
muestra los estados de las cosas sino para ponerlos en relación, para desmontar su
falsa unidad, para demostrar el conflicto del que son teatro: él "se las arregla para
que dichas situaciones se critiquen a sí mismas dialécticamente y contrapongan
de manera lógica sus diversos elementos" .137 Y es así como opera la pedago-
gía brechtiana, fundada no sobre una lección unilateral sino -según la generosa
lectura de Benjamín- sobre "esa pluralidad de posibilidades dominada por una
dialéctica" .138 Otra forma de decir, con Farocki, que un montaje bien pensado,
como el de R e s p iro, busca "presentar el material de forma que invite al especta-
dor a una lectura personal". 139
*
Desde Brecht y Benjamín hasta Farocki, son justamente nuestras formas de
abrir los ojos las que se encuentran en el corazón de la práctica artística: modestia
133. W. Benjamín, "Qu'est-ce que le théatre épique", pp. 21-22 [p. 19-20].
134. Ídem, p. 22 [p. 20].
135. Ibídem.
136. Ídem, p. 26 [p. 23].
137. Ídem, p. 27 [p. 24].
138. Ídem, p. 30 [p. 26].
139. H . Farocki, "Comment montrer des victimes?", p. 24 [p. 146].
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 123
140. Sobre los acuerdos y desacuerdos entre las concepciones de pedagogía en Brecht
y Benjamín, cf. G. Didi-Huberman, Quand les images prennet position, pp. 185-256 [pp.
227-317].
141. M.J. Mondzain, Hamo spectator, París, Bayard, 2007, p. 12.
142. Ídem, pp. 12 y 15.
143. Ídem, p. 15.
144.J. Ranciere, Le maítre ignorant. Cinq le f o ns sur /'émancipation intellectuelle, París, Fayard,
1987 (reed. París, 10/18, 2004) [El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipaci6n
intelectual, Buenos Aires, Del Zorzal, 2007].
145.J. Ranciere, Le spectateur émancipé, París, La Fabrique, 2008, p. 7 (El espect ador emanci-
pado, trad. A. Dilon, Buenos Aires, Manantial, 201 O, p. 8].
124 Remontajes del tiempo padecido
vende y se compra, eso es lo habitual. Pero no hay que olvidar que entonces su
propietario adquiere, con el derecho de colgar la imagen en su salón (o incluso
de encerrarla en su caja-fuerte), el derecho de hacerla desaparecer de la esfera
pública, de la comunidad de sus espectadores (se encuentran ejemplos de esto
en la historia del comercio del arte, o bien cuando se sabe que la armada nor-
teamericana se las arregló, antes de invadir Afganistán, para adquirir todos los
derechos de las imágenes satelitales de la región con el fin de que nadie pudiera
ver lo que ocurría en el campo, lo que Alfredo Jaar tan bien relató en su obra
de 2002 Lament ef the images). Lo mismo ocurre con las personas cuando son
compradas como esclavos, por ejemplo, y desaparecen así de la esfera pública,
de la res publica. Mandpare quiere decir, por lo tanto, "vender". El mancipium es el
derecho de propiedad privada que de eso resulta. Se dice también de una cosa
adquirida con toda propiedad -se dice justamente de los esclavos, en la época
romana- que es un mandpium. En cuanto a manceps, es un término jurídico que
designa aquello que reivindica esa posesión exclusiva, esa adquisición fundada
en el derecho privado.
Tal vez sea útil recordar, dado que evoco acá el mundo del derecho ro-
mano del que llegan estas nociones, que la práctica de la imago -suponiendo
el moldeado en yeso y el tiraje en cera de las efigies de ancestros descriptas,
especialmente, por Plinio el Viejo en el libro xxxv de su Historia natural- fue, en
la época republicana, una práctica ubicada en la exacta bisagra entre el derecho
público y el derecho privado: una práctica genealógica (familiar) fundada sobre
la noción (política) de dignitas republicana y que prohibía, por esto, todo valor
de intercambio comercial, de compra, de venta. 148 La imago era, por definición
podríamos decir, ex-mancipata, en el sentido preciso - e n un sentido que por
supuesto precede y no implica el tono revolucionario y marxista que subyace al
empleo de la palabra emandpaci6n por Jacques Ranciere- de que existía por fuera
de todo circuito monetario, por fuera de toda propiedad comercialmente ob-
tenida, 149 incluso si la reproductibilidad técnica formaba parte de su definición
misma. La joven esposa romana mandaba por ejemplo a realizar nuevos tirajes
de sus imágenes ancestrales para disponerlas en el atrium de su nueva residencia.
Esas imágenes no debían ser compradas así como uno no compra su historia o
sus ancestros.
Se podría tal vez adelantar, de forma más general, que las imágenes no nos
"miran", a nosotros, espectadores en perpetuo peligro de sumisión a lo visible y
en perpetuo trabajo de emancipación, sino por su vocación de ofrecernos algo
en pura pérdida, un gasto improductivo, una gaya ciencia, algo inestimable que
hace signo en el presente de una cuestión planteada hace tiempo. Se debe, para
comprender este inestimable, agregar un último punto, crucial en mi opinión,
sobre el mancipium latino y el acto contrario de ex-mancipare. Se descubre que el
aspecto más problemático de estas palabras gira alrededor de aquell o que se pue-
de hacer de bueno o de malo con las manos ... Por ejemplo, uno puede tomar con
la mano un móvil para inmovilizarlo, un objeto para poseerlo, eventualmente a
una mujer para inmovilizarla y poseerla al mismo tiempo. O bien -es la otra vía,
el otro valor de uso- se puede tomar de la mano, por ejemplo tomar a un amigo, a
un ni110 de la mano. No es para nada similar. La palabra comercial, el mancipium,
viene en efecto de manus, "la mano", y de capere, "tomar", verbo proveniente
de una raíz lingüística *kap que supone la captura, la caza, la toma, la posesión. 150
Mancipare es tomar con la mano algo - o al g u ien- que se volverá su propiedad
privada. Emancipare, por el contrario, sería tomar a al g u ien de la mano para guiar-
lo hacia una zona franca, un espacio de libertad en el que no será "poseído" por
nadie. Existen incluso personas que son capaces de emanciparse a sí mismas -se
habló peyorativamente desde el siglo XVII al XIX de "mujeres emancipadas", para
designar en ellas la libertad tomada contra viento y marea, la "licencia"-, gente
capaz de tomarse a sí misma de la mano lejos de toda dependencia o sujeción.
La emancipación sería entonces un gesto capaz de asumir dos "inevidencias"
juntas. Primeramente, asumir el inestimable de un cierto lazo temporal, lazo con una
historia presente, una memoria, una genealogía, que supone a la vez una ruptura
y una supervivencia. En segundo lugar, asumir el desplazamiento hacia una zona de
posibilidades abiertas, una zona franca, una zona en la que pueden florecer formas
y actos hasta lo impensable: remontaje del tiempo y del espacio advenidos.
150. Cf. A. Ernout y A. Meillet, Dictionnaire de la langue latine. Hístoire des mots, París,
Klincksieck, 1932, pp. 381-382.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 127
*
Sabemos desde hace tiempo que la imagen no nos "restituye" el mundo
visible como tal. Leímos, en los anti g u os tratados de arte, que la mimesis es una
noción compleja, múltiple, enmarañada, paradójica. Descubrimos el arte mo-
derno, leímos a Paul Klee ("El arte no restituye lo visible, vuelve visible"), etc.
Por lo que estamos tentados, cada vez, frente a cada imagen, de redialectizar todo
aquello que esperábamos espontáneamente de ella. Lo que no quiere fatalmente
decir: siempre afinar todo, refinar, volver sutil. Es necesario también saber cortar
brutalmente. Así Bertolt Brecht, artista dialéctico por excelencia -se podría, por
otra parte, decir lo mismo de Paul Klee-, no habrá jamás dejado de hender la
complejidad a golpe de simpliddades, él que venía justamente de hender la simplici-
dad, la evidencia de las cosas, a golpe de complejidades e inevidencias. Benjamín
comentaba en estos términos la brutalidad brechtiana:
151. W Bertjamin, "Le Roman de quat'sus de Brecht" (1935), trad. P. Iverne!, en Essais sur
Brecht, pp. 72-73 ["La novela de cuatro cuartos, de Brecht", trad.J.Aguirre, en Tentativas sobre
Brecht, p. 111] ["A la praxis, no en ella": en el texto alemán "auf die Praxis, nicht an sie";
esto es, aplicación, que no dependencia. N. de la T.]
128 Remontajes del tiempo padecido
por azar, Farocki torna de Günther Anders una fórmula destinada a hender el
ineluctable estado de catástrofe permanente que sofoca nuestra vida histórica:
"La realidad debe comenzar", es decir: es tiempo de inventar al g u nas nuevas
"máquinas de g u erra" para impedir que los "aparatos de Estado" nos coloquen,
una y otra vez, ante lo irreparable. 152
*
Tomar posición: hender. Practicar una grieta, una fisura en un estado con-
sensualmente considerado como ineluctable. Inventar, afirmar una forma, pero
como en negativo.
.No es tampoco por azar que Farocki haya, al principio, ofendido el estado
de guerra en tanto que hecho ineluctable, forjador tanto de nuestra contempo-
raneidad como de nuestra memoria histórica. La pequeña quemadura puesta
en escena en Fuego inextinguible, en 1969, era una hendidura practicada en la
evidencia y en la hipocresía de la industria del napalm en la época de la g u erra
de Vietnam. La película llamada Entre dos guerras, de 1978, hiende también una
cierta representación de la Segunda Guerra Mundial que se desarrollaba enton-
ces, de forma espectacular y como "wagneriana", en películas como LA ca{da de
los dioses de Luchino Visconti, Portero de noche de Liliana Cavaru, E l conformista de
Bernando Bertolucci, o incluso Cabaret de Bob Fosse. 153
Ahora bien, esta necesidad de hender la representación de la historia -abrir
ahí una brecha, un espacio para nuevas posibilidades o legibilidades- se focalizó,
en un momento del trabajo de Farocki, en la cuestión de los campos nazis y, de
hecho, bastante antes que el montaje de Respiro en 2007. Pienso sobre todo en
la película Bilder der 1-#lt und Inschrift des Krieges, de 1988, en la que el leitmotiv
no era otro que la visibilidad de Auschwitz. Muy lejos de los debates franceses
sobre esta cuestión - e n especial entre Jean-Luc Godard y Claude Lanzmann-,
Farocki construyó, en sus montajes de Imágenes del mundo e inscripción de la guerra,
una verdadera exposición dialéctica en la que cada elemento viene a hender la evi-
152. H. Farocki, "Il serait temps que la réalité commence" (1988), trad. M. Rival, en C.
Blümlinger, Reconnaítre et poursuivre, pp. 34-35 ["La realidad debería comenzar", en Des-
confiar de las imágenes, pp. 177-192].
153. Cf. T. Elsaesser, "Working at the Margins: Film as a Form oflntelligence", en Harun
Farocki: IMJrking 011 the Sightlines, pp. 95-96.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 129
dencia primera acordada a cada uno de los otros elementos. Desde el principio,
la cuestión del iluminismo (Aujkliirung) se ve hendida, no por un argumento
filosófico sobre la "barbarie de la razón", como en Adorno y Horkheimer -tam-
bién en Günther Anders-, sino por una exposición precisa de imágenes técnicas
concebidas para la medición de distancias (fotogrametría) y el reconocimiento
aéreo (Aujkliirung) en tiempos de g u erra.15 4 Al mismo tiempo, un motivo tan
inocentemente romántico como el del movimiento de las olas -"cuando el mar
rompe contra la tierra", dice el comentario en off, "ese movimiento irregular,
pero no sin reglas, retiene el ojo sin capturarlo y libera el pensamiento"- se ve
hendido por una exposición del "canal experimental de Hanovre", inmenso
dispositivo técnico destinado a obtener una síntesis dominadora de ese movi-
miento 155 (fi g u ra 26).
Y de repente nos caen encima, si se puede decir así, imágenes de Auschwitz
(figura 27). Si aceptamos comprender el montaje como una operación doble
-no sintética- de hendidura y de lazo, de separación y de continuidad, entonces
podremos comprender lo que pasa en este momento de la película. En primer
lugar, se trataría tanto de la muerte como del mar,Auschwitz -según los térmi-
nos bien conocidos de Hannah Arendt y adoptados por Farocki- consecuente-
mente considerado como un gigantesco laboratorio, un "canal experimental"
de la muerte. En segundo lugar, si Auschwitz como paradi g m a histórico dirige
a la Aujkliirung de la razón el más grande desafio o desmentido que le h a ya sido
dado -según los términos bien conocidos de Adorno, que Farocki presupone acá
sin ninguna duda-, se vuelve muy significativo que la Aujkliirung como "recono-
cimiento aéreo" se haya justamente inclinado sobre el campo de Auschwitz en
1944 ... pero,justamente, sin querer reconocerlo.
"El 4 de abril de 1944, el cielo estaba despejado. Antes, los chaparrones ha-
bían abatido al polvo. Aviones americanos habían despegado de Foggia (Italia)
y se dirigían hacia sus objetivos en Silesia -fábricas de carburante y de caucho
sintético (buna). U n piloto que sobrevolaba las obras de las usinas IG-Farben
sacó su cámara y fotografió el campo de concentración de Auschwitz. La pri-
mera imagen de Auschwitz, tomada a 7 .000 metros de altura. Estas imágenes de
abril de 1944 en Silesia llegaron para su evaluación a Medmanham, Inglaterra.
Los que analizaron las fotografias identificaron una central eléctrica, una fábrica
de carburos, una fábrica de buna en construcción y otra de hidrogenación de
carburos. N o tenían la orden de buscar el campo de Auschwitz y, por lo tanto,
26. Harun Farocki, Bilder der li und Inschrift des Krieges, 1988. Película 16mm, color y
blanco y negro. Fotograma: el canal experimental de Hanovre.
27. Harun Farocki, Bilder der lt und lnschrift des Krieges, 1988. Película 16mm, color y
blanco y negro. Fotograma: vista aérea del campo de Auschwitz, 4 de abril de 1944.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 131
-gracias al montaje- se muestra cómo es posible tomar imágenes para no ver lo que
ocurre en realidad. "La policía no sabe qué es la imagen de un hombre", dice en
un momento Farocki. 160
*
Y, sin embargo, los rostros inhumanamente fotografiados por el oficial nazi
nos llegan como las imágenes por excelencia de la humarúdad, lo que no sería
posible sin el trabajo de los historiadores del Instituto Yad Vashem, en Jerusalén,
que pusieron nombre a algunos de los rostros registrados en el movimiento
mismo de su destrucción. 16 1 Una parte del Álbum de Auschwitz fue titulada por
su autor, técnicamente, Aussortierung, "selección". AJú se ve la multitud recién
llegada siendo dividida, clasificada, separada: los hombres y las mujeres, los jóve-
nes y los viejos, los "aptos" y los "no aptos". Se ven mujeres uniéndose al grupo
que les ha sido asignado en un encuadre mediano que es lo bastante grande para
comprender la organización del proceso de selección, pero lo suficientemente
cercano para que se distinga aún el rostro de cada persona. Una de las fotograñas
más famosas de la serie muestra a una mujer joven que pasa frente a un grupo
de hombres y por eso se encuentra un poco más cerca del objetivo fotográfico
(fi g u ra 28). 162
El gesto cinematográfico de Farocki en este momento consiste en producir
una nueva hendidura en lo visible, un cuarto acto de legibilidad, cuya utilización
apunta a invertir el punto de vista desde el interior mismo de esa imagen producida
según el abyecto punto de vista de la "selección" como técnica de management
humano.Al acercarse mucho más de lo que pretendía el fotógrafo, Farocki inte-
rroga el rostro como tal, el rostro sin g u lar, ya no como una parcela extraída de la
masa de prisioneros (fi g u ra 29). Pero tampoco deja de exponer la paradoja, esa
doble cara de la imagen que, por un lado, participa de la destrucción de esta mujer
y, por el otro, nos mira desde la eternización misma de su humanidad.
28. Harun Farock.i, Bilder der Welt und Tnschrift des Krieges, 1988. Pelicula 16mm, color y
blanco y negro. Fotograma: la "selección" según el Álbum de Auschwitz.
29. Harun Farocki, Bilder der Welt 1md Inschrift des Krieges, 1988. Película 16mm, color y
blanco y negro. Fotograma: el rostro de Geza Lajtbs.
134 Remontajes del tiempo padecido
Su remontaje del tiempo no debía, por lo tanto, detenerse ahí. Un quinto acto
de legibilidad será puesto en funcionamiento de forma que precise la inversión
operada en el punto de vista de las imágenes militares, sean alemanas o ame-
ricanas: consiste en reproducir - e n un momento dado- imágenes y palabras
producidas según el punto de vista de los prisioneros de Auschwitz. Serán, su-
cesivamente, los dibujos de Alfred Kantor basados en sus propios recuerdos y en
los bocetos que le confiaron alg u nos de los detenidos con él; una de las cuatro
fotografías sacadas en Birkenau, en agosto de 1944, por los miembros del Sonder-
kommando del crematorio V (figura 30); pero también los testimonios de Rudolf
Vrba sobre su escape de Auschwitz junto con Alfred Wetzler, "tres días después
de que la primera foto aérea deAuschwitz fuera tomada". 165 Y es entonces que
el bucle de la legibilidad producida por Farock.i y de la ilegibilidad de las imáge-
nes de reconocimiento aéreo podrá fmalmente estrecharse: "Aquello que han
testimoniado se encuentra inscripto en las fotografías aéreas, y puede ser leído
en ellas". 166
30. Harun Farocki, Bilder der Welt 1md Inschr!ft des Krieges, 1988. Película 16mm, color y
blanco y negro. Fotograma: detalle de una de las fotografias tomadas por un miembro
del S011derko111111ando de Auschwitz-Birkenau (crematorio V) en agosto de 1944.
Leer, entonces: un trabajo muy paciente, tal vez una tarea infinita. Esta tarea
nos demanda constantemente "retomar la lectura", siempre reaprender, recono-
cer y remontar cada cosa. El propósito de Imágenes de mundo e inscripción de la
guerra no era consagrar una monografía a las imágenes de Auschwitz. Su fun-
cionamiento es más transversal, trabaja sobre distintas duraciones y es ahí que
justifica una sexta hendidura de la historia, un sexto acto de legibilidad.
167. H. Farocki, citado por T. Elsaesser, "Making the World Superfluous: An lnterview
with Harun Farocki", Harim Farocki: TM>rking 011 the Sightlines, p. 185.
136 Remontajes del tiempo padecido
168. Cf. T. Keenan, "Light Weapons", en T. Elsaesser (dir.), Harun Farocki: IMJrking on the
Sightlines, pp. 203-210. N. Alter, "The Political Im/perceptible: Farocki's Images o f the
World and the Inscription ofWar", en ídem, pp. 211-234.
169. Cf. M. Detienne, Comparer /'incomparable, París, Seuil, 2000 [Comparar lo incomparable.
Alegato a favor de una ciencia hist6rica comparada, trad. M. Latorre, Barcelona, Península,
2001].
170. H. Farocki, "Images du monde et inscription de la guerre", pp. 58 y 71.
171. Cf. C. Pontbriand (dir.), HFIRG, p. 200.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 137
31. Harun Farocki, Bilder der l # l t und lnschrift des Krieges, 1988. Película 16mm, color y
blanco y negro. Fotograma: la mano del autor sobre una de las fotografías de mujeres
argelinas tomadas por Marc Garanger en 1960.
172.W Benjamín, Origine du drame baroque allemand (1928), trad. S. Muller y A . Hirt, París,
Flammarion, 1985, pp. 43-44 ["El origen del Trauerspiel alemán", en Obras, libro 1, vol.1,
Madrid,Abada, 2006, p. 243; modificado por la traductora].
173. H . Farocki, citado por T. Elsaesser, "Making the World Superfluous", p. 187.
174. H . Farocki, citado por A . Malinge, Harun Farocki, autoportrait d'une pratique, Master 2
en Histoire et Critique des Arts, Université de Rennes 11, 2008, p. 170 (entrevista inédita).
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 139
cativamente por una analogía con el arte del pavimento, no como idea general
(rellenar los espacios para elaborar una superficie) sino por la singularidad de
un saber hacer gestual observado con precisión: "Antes de colocar un adoquín,
los trabajadores lo tiran hacia arriba y lo atrapan. Cada piedra es diferente y al
atraparla en el aire ya saben dónde van a colocarla" . 175 C o m o si la dialéctica
fuera a la vez una técnica del cuerpo -la buena manipulación, el buen gesto, la
buena pieza o el buen lugar gracias al buen ritmo encontrado- y una danza del
pensamiento.
Esta danza es un trabajo, aunque sea, como dice Farocki, un trabajo del entre
dos, en algún lugar entre el rodaje (las imágenes efectivamente registradas, pro-
ducidas) y la idea 176 (aquello por lo que las imágenes fueron rodadas o reprodu-
cidas). Al ig u al que una danza, el trabajo de montaje va y viene. Organiza, por
supuesto, crea fi g u ras:"E n la isla de edición el balbuceo se convierte en retórica"
necesaria para la exposición dialéctica de las cosas. 177 Es un acto de conocimien-
to, por supuesto: "En la isla de edición, adelantando y rebobinando, se aprende
algo acerca de la autonomía de la imagen [. . . ], también en la isla de edición
aprendemos a discernir cuáles son, en una producción fílmica, las transgresiones
genuinas y cuáles las simuladas". 178 Para finalizar, el trabajo de montaje es un
acto de decisión porque zanja en las imágenes de forma que ellas puedan tomar
posición las unas en relación con las otras.
*
Pero como en toda danza, las imágenes no cesan de ir y venir (al menos hasta
que se decide que la danza está cerrada). Las posiciones pueden transformarse. El
trabajo es siempre susceptible de un recomienzo, de una nueva incidencia, de un
replanteo de cada cosa. El resultado será entonces virtualmente abierto. Se sabe
bien que, ante un montaje dado, el mismo material, en un montaje diferente, re-
velaría sin duda nuevos recursos para el pensamiento. Es en esto que el montaje
es un trabajo capaz de reflexionar y de criticar sus propios resultados. Es en esto
que se corresponde exactamente con la forma del ensayo. Opera según un acto
175. H. Farocki, "Qu'est-ce qu'une salle de montage?" (1980), trad. M. Rival , P. Rusch
y B. Vilgrain, en C. Blümlinger, Reconnaítre et poursuivre, p. 31 ["¿Qué es realmente un
estudio de edición?", en Crítica de la mirada. Textos de Harun Farocki, p. 11 ].
176. Ídem,p. 31 [p.12].
177. Ídem, p. 33 [p. 13].
178. Ídem, p. 32 [p. 12].
140 Remontajes del tiempo padecido
de seleccionar y leer (lesen) la diversidad de las cosas. 179 "Un montaje", escribe
Farocki, "debe unir con fuerzas invisibles los componentes que, de otra forma,
se dispersarían". 180 Pero esa selección - o esa lectura- es, por derecho, siempre
provisoria y el cineasta sabe que se puede siempre remontar, ensayar otra vez. De
lo que, por otra parte, no se priva, tanto en la econonúa de las repeticiones en
el interior de sus películas como en las diferentes versiones que le gusta realizar,
en especial los desvíos introducidos entre películas monobandas y dispositivos
de museo.
Se podría fácilmente ver, en esta actitud, la marca de un pensamiento ci-
mentado por Jean-Luc Godard, por Chris Marker y por todo aquello que el arte
contemporáneo pudo tomar de un "cine antes de la película". 18 1 Pero no de-
beríamos tampoco olvidar todo lo que Farocki retuvo duraderamente de Dziga
Vertov, o de aquello que el cine ruso había general mente instituido, en los años
20, bajo el término de "remontaje" .182 Remontaje cuyo valor de conmoción
Benjamín no había dejado, en 1935, de remarcar respecto de toda la historia del
arte percibida, desde los griegos, como una historia de cosas que aspiran tanto a
la unicidad como a la eternidad de obras cerradas:
179. Cf. R . Rother, "Das Lesen von Bildern. Notizen zu Harun Farockis Film Etwas Word
sichtbar", en Der Á r g er mit den Bildern, pp. 231-244.
180. H. Farocki, "Infiuences transversales", p. 24 [p. 119).
181. Cf. J. Shaw y P. Weibel (dirs.}, The Cinematic lmaginary alter Film, Karlsruhe-Cam-
bridge (MA}-Londres, ZKM-Center for Art and Media-The MIT Press, 2003.
182. Cf. I.Tsyvian, "Sagesse et perversión. Le remontage et la culture cinématographique
soviétique del années 1920" (1996), trad. B. Eisenschitz, Cinéma, N º 7, 2004, p. 122-145.
Agradezco a Stéfani de Loppinot que llamó mi atención sobre este artículo.
183. W Benjamín, "L' ceuvre d'art a l' ere de sa reproductibilité technique" (1935), trad. R .
Rochlitz, CEuvres, III, París, Gallimard, 2000, p. 83 [La obra de arte en la época de su reproduc-
tibilidad técnica, trad.A.Weikert, México, Itaca, 2003].
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 141
En todos los casos lo que importa a ojos de Farocki es que su mesa de mon-
taje le permita, al organizar las cosas, continuar funcionando como una mesa de
trabajo, una mesa trabajando: al dejar todas las cosas copresentes sobre la mesa,
justamente. A fin de mantener abierta la dialéctica de las imágenes. Se ve por
qué a Farocki no le gustan mucho las facilidades del sistema AVID, en el que las
soluciones de montaje, según él, se encuentran demasiado rápido, demasiado fá-
cilmente. 184 Se ve por qué le gusta que, en la sala de montaje, se le dedique "una
semana entera a decidir dónde poner esa toma de un minuto" . 185 Ese rechazo
a concluir supone la voluntad de no reducir jamás el montaje a una alternativa
entre la simple equivalencia (estas dos imágenes están una junto a la otra porque
quieren decir la misma cosa) y la simple oposición (estas dos imágenes están una
junto a la otra porque quieren decir lo contrario).
Se podría entonces pensar, como lo hace Christa Blürnlinger, que el montaje
en Farocki es la expresión de su duda ante todas las cosas: "El pivote del mon-
taje farockiano es la duda que se escurre entre dos imágenes, entre el sonido y
la imagen, entre el sonido y el sonido. N o sólo para luchar contra el efecto de
real de las imágenes documentales, sino también para ir deliberadamente hacia
los límites de lo fotográfico, para abrir sobre lo imaginario, lo no representable,
lo inconciliable o lo indecidible [. . . ] La película no describe un proceso lineal,
sino un ritmo como: dos pasos adelante, un paso hacia atrás". 186 Es posible,
sin embargo, hacer dos pasos hacia delante y un paso hacia atrás sin dudar del
camino, si ese camino está reglamentado por una coreografia -una elección de
forma- más que por la intención de ir hacia alguna parte. El rechazo a concluir
no es fatalmente la expresión de una duda, y Farocki no me parece un cineasta
de lo irrepresentable o de lo indecidible.
Yo diría más bien que el rechazo a concluir, en Farocki, remite a la vez a una
decisión de pensamiento (siempre redialectizar aquello que antes se ha afirmado)
y a una decisión poética, que Philippe Beck expresó tan bien al comparar aquello
que Farocki espera de sus montajes con lo que Mandelstam podía esperar de
sus poemas: "Hay que decir del cine de Farocki aquello que Mandelstam dijo
184. H. Farocki, citado por R . Hüser, "Nine Minutes in the Yard: A Conversation with
Harun Farocki" (2000), trad. W Thielmann y L. Faasch-Ibrahim, Hanm Farocki; Workittg
on the Sightlines, p. 302.
185. H. Farocki, "Qu'est-ce qu'une salle de montage", p. 33 [p. 13).
186. C. Blümlinger, "De la lente élaboration des pensées dans le travail des images", p. 32.
142 Remontajes del tiempo padecido
del poema: alli, uno se despierta en el medio de cada imagen, de cada plano".187
Cuando, en Gefangnistbilder y después en la instalación a doble pantalla que re-
toma esas imágenes, Farocki remonta la ejecución sin conminación del detenido
William Martinez en el patio de la prisión, no hay ninguna duda sobre lo que
muestra esta "imagen documental" (figura 32). N o hay ni indecidible (Farock.i
decidió mostrarnos que el guardia de la prisión no dudó al apretar el gatillo), ni
irrepresentable (el cuerpo se desploma, muerto de verdad). Y Farocki no pide
suspender, en la restitución de las imágenes, un "efecto de real" retórico, sino
que remonta esas imágenes, por lo tanto las disocia, las redobla, las comenta, las
dialectiza y, por aquello que él llama "montaje blando", nos lleva a no quedarnos
sin palabras ante este asesinato filmado "en tiempo real". Es entonces que nos
lleva de la mano, nos lleva a reponernos enseguida y a hacernos reflexionar, más
allá de nuestra repulsión emotiva, no solamente sobre lo que acabamos de ver,
sino también sobre las condiciones -fácticas, institucionales, técnicas, políticas-
que hicieron posible un acontecimiento semejante. 188 A reconocerlas, en definitiva.
Se podría decir, simplificando las cosas, que la mesa de montaje sobre la que
trabaja Harun Farocki está orga nizada como un dispositivo de doble pantalla.
Sobre cada una de estas dos pantallas discurren imágenes heterogéneas: se tratará
-gracias a la máquina misma y a los botones que la comandan- de componer las
unas con las otras. ¿Cómo se crea el lazo entre los diferentes conjuntos de imá-
genes que se presentan? Los dos grandes paradigmas de montaje no parecen tan
lejanos, guardando todas las proporciones, de las dos grandes maneras filosóficas
de comprender la dialéctica. La primera podría llamarse una óptica de sucesión
unificante: a la imagen de la izquierda le sucederá la imagen de la derecha,
como el antecedente responde a su consecuente. A la izquierda se ve todavía
al personaje abrir la puerta, a la derecha ya está en la habitación, y es montan-
do estas imágenes sucesivamente que la película podrá "avanzar" en el tiempo
y constituirse, lógicamente, como unidad diegética. Filosóficamente hablando,
esta óptica tiende a construir algo como una "razón en la historia" fundada en
la determinación de momentos sucesivos, como cuando se ve, a la izquierda, la
187. P. Beck, "Par chacun, done par une maclúna aussi ... " (2002), en C. Blümlinger,
Reconnaitre et poursuivre, p.113.
188. Cf. H. Farocki, citado por R . Hüser, "Nine Minutes in the Yard:A Conversation with
Harun Fa.rocki", p. 298.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 143
32. Harun Farocki, Jc/1 glaubte Gefa11gene zu sehen, 2000. Instalación de video color y
blanco y negro. Videogramas: ejecución de Wi!Jiam Martinez en el patio de la prisión
de Corcoran (California) el 7 de abril de 1989. El fusil del guardia está adosado al eje
de la cámara de vigilancia.
33. Harun Farocki, /ch glaubte Gefangene zu sehen, 2000. Instalación de video color y
blanco y negro. Videogramas: anáJjsis de los trayectos de los prisioneros y vista del patio
de la prisión de Corcoran (Cilifornia).
*
Todo lo que Farocki nos muestra -después de haberlo cuidadosamente des-
montado, disociado, luego remontado manteniendo el intervalo o la distancia
entre cada parcela, cada cosa, cada imagen- quiere, de hecho, dárnoslo a comparar.
Comparar la imagen con aquello de lo que ella es imagen y comparar, para
eso, un punto de vista con otro, es decir, una imagen con otra: por ejemplo,
hacer coexistir una fotografia del reconocimiento aéreo de Auschwitz en 1944
con una toma del mismo campo, en el mismo momento, pero desde el ras de
la tierra, si se puede decir así. El cineasta se muestra además muy sensible a la
situación actual de hiperdocumentación -aunque no de legibilidad- en el que
se encuentra nuestro mundo histórico:
Hoy en día (... ] cualquiera que instale una cámara, donde sea que
esté, no debería encontrar en el suelo otra cosa que los trazos dejados por
)os trípodes de aquellos que lo han precedido. Cuando se apunta hoy con
la cámara hacia al g u na cosa, no es más a la cosa misma a la que se enfrenta
sino más bien a las imágenes concebibles o ya en circulación que existen
de ella en el mundo. 193
comparar uno mismo todas las imágenes deviene un acto de juicio y de cono-
cimiento, apela a una constante toma de posición frente al material particular y,
por consecuencia, a las imágenes de la historia en general.
*
Sin dudas la historia del cine de instalación procede de un pensamiento fíl-
mico donde el montaje en cuanto tal estaba ya teorizado en términos de exposi-
ción: 20 1 como si, además de las imágenes montadas, fuese el saber del montaje el que
se volviera en sí mismo visible. Pero si se quiere interrogar la prehistoria de este
paradi g m a -la Vorgeschichte que interrogaban, frente a cada imagen, pensadores
como Aby Warburg y Walter Benjamín-, entonces es tal vez menos del lado de
las obras de arte en sí que habría que ir a buscar. Farocki se interesa desde luego
en el "pasado del cine" en sus instalaciones; 202 pero es, recordémoslo, la noción
mucho más vasta de imagen operatoria lo que le interesa más que todo, tanto en la
201. Cf. D. P.üni, Le temps exposé, Le cinéma de la salle a11 musée, París, Cahiers du cinéma,
2002, pp. 104-114.
202. Cf. V. Pantenburg, "Le passé du cinéma dans le présent múseal: les installations de
148 Remontajes del tiempo padecido
variedad de sus medios como en su extensa historia. Se dirá, por ejemplo, que un
cuadro se presenta a la mirada en la clausura de su encuadre y en la unicidad de
su aparición sobre las paredes de un museo. Mientras que, en el dominio mucho
más modesto de la investigación en la historia del arte, los cuadros, bajo la forma
igualmente más modesta de sus reproducciones fotográficas, se atropellan, for-
man series o bien se oponen en el montaje del saber - e l saber como montaje- del
que son objeto.
Desde el siglo XIX y la invención del proyector de diapositivas, en las salas de
los seminarios sobre historia del arte se realizan instalaciones en split screen, uti-
lizando dos proyectores, cuyo dispositivo inventó e impuso Heinrich Wolffiin. 203
La instalación a dos pantallas, al permitir comparar las imágenes, continúa siendo
todavía hoy la forma más utilizada alrededor de la cual se reúnen los investiga-
dores de la historia del arte. Es si g n ificativo que los dos grandes fundadores de
la historia del arte contemporánea, Wólffiin y Warburg, hayan inventado, cada
uno por su cuenta, formas de montaje productoras de un nuevo saber sobre las
imágenes: a la comparación estrictamente bipolar en Wolffiin, debía suceder la
proliferación de polaridades en la forma warburgu iana del Bilderatlas. 204
Recordemos, por ejemplo, lo que un cineasta como Pier Paolo Pasolini ha-
bría de obtener de su experiencia wolffiiniana, en la sala donde su "maestro"
Roberto Longhi proyectaba, a doble pantalla, para compararlos mejor, los deta-
lles de los frescos de Masaccio de un lado, Masolino del otro:
Harun Farocki", trad. L. Chevalier, en Harun Farocki; One Image doesn't take the Place efthe
Previous One, pp. 69-83.
203. C f . H . Dilly, "Lichtbildprojektion - Prothese der Kunstbetrachtung", en l. Below
(dir.), Kunstwissenscheft. und Kunstvermittlung, Huyesen,Anabas-Verlag, 1975, pp. 153-169.
204. C f . G . Didi-Huberman, L'image survivante, pp. 452-505.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, resátución 149
Harun Farocki debe sin duda mucho, como lo ha dicho él mismo, a ciertos
ejemplos de obras fílmicas "disociadas" -que presentan sus montajes según una
partición espacial al igual que temporal- como Numéro deux de Godard. Pero,
además de que Godard es él mismo deudor de una cierta historia del arte, la de
Élie Faure o bien la que aparece en la iconografia comparativa del "museo ima-
ginario" de André Malraux, me parece importante subrayar que, como auténtico
historiador y teórico, Farocki interviene tanto en el dominio de las artes visuales
como en un campo de conocimiento en el que desea colocar al espectador de igual
a igual, como para una perpetua discusión sobre el poder de las imágenes cuyos
efectos compartimos todos.
Las preguntas más inocentes esconden, muy a menudo, todos los recursos
para probar la real complejidad de las cosas. Es otra vez el "pensamiento tosco"
el que se revela más propicio -según la idea que se hacía Walter Benjamin al
comentar la pedagogía paradójica de Bertolt Brecht en sus montajes épicos-206
para solicitar una visión dialéctica, más sutil, de esas cosas complejas que son las
imágenes. Por ejemplo, nunca es inútil volver a preguntarse de qué exactamente
una imagen es imagen, cuáles son los aspectos que en ella se vuelven visibles,
las evidencias que en ella aparecen, las representaciones que en ella se imponen.
Esta pregunta tiene, además, la ventaja de despertar el interés por el c6mo de las
imágenes, otra cuestión crucial. Y después está la cuestión muy tonta - y muy
maliciosa, en realidad, quiero decir la cuestión política- de saber de quién son las
imágenes. Se dice: "tomar una foto". Pero eso que se toma, ¿de quién se toma
exactamente? ¿Se lo mira verdaderamente?Y ¿no es necesario devolverla a quien
le corresponde?
*
En su sentido antiguo, ligado a la antropología política del mundo romano
205. P.P. Pasolini, "Sur Roberto Longhi" (1974), trad. H. Joubert-Laurencin, Écrits sur la
peinture, París, Carré, 1997, pp. 80-81.
206. Cf.W Benjamín, "Le Roman de quat'sous de Brecht", pp. 72-73 [p. 111].
150 Remontajes del tiempo padecido
*
¿Qué ha sido de esto hoy en día?Vilém Flusser, en su artículo sobre "La polí-
tica en la edad de las imágenes técrúcas", describe así la situación:" Antiguamente
las info rmaciones eran publicadas en el espacio público y la gente debía dejar su
hogar para tener acceso a ellas( ... ) Estaban, mal o bien, «políticamente compro-
metidos». Hoy las informaciones son transmitidas directamente desde el espacio
privado al espacio privado y la gente debe permanecer en el hogar para acceder
a ellas. Experimentan un «descomprometimiento político», porque el espacio
público, elforum, ya no sirve para nada. En este sentido, se dice que «lo político»
está muerto y que la historia desemboca en la poshistoria, donde nada progresa y
donde todo simplemente pasa". 208 Se podría decir también que la mayor ilusión
producida por este "aparato de Estado" de las imágenes es que nada pasa en el
inundo que no se haya admitido que pase por la televisión.
¿Qué hacer para restituir algo a la esfera pública más allá de los límites im-
puestos por este aparato? Es necesario instituir los restos: ir a tomar de las institu-
ciones aquello que no quieren mostrar -lo descartado, lo rechazado, las imágenes
olvidadas o censuradas- para devolverlas a quien le corresponde, es decir al "pú-
*
Se le pregunta a menudo a Farocki sobre su forrna de tomar, de obtener, de
manipular esas "imágenes operatorias" del mundo científico, comercial, deporti-
vo, político o militar." ¿De dónde obtiene usted esos materiales?", le preguntan.
Y él responde -la malicia, el humor van ante todo siempre en él a la par de Ja
exactitud y la eficacia-: " N o tengo derecho a decirlo. Voy a decírselo ensegui-
da ... ". Pero dice otra cosa, se cuida bien de explicar cómo encuentra y cómo
152 Remomajes del tiempo padecido
toma las imágenes que habrá de mostrarnos. 209 Recientemente volví a hacerle la
misma pre g u nta, insistiendo en el aspecto jurídico. Me respondió que pretendía
utilizar el derecho de cita que protege justamente -y, sin duda, artificialmente-
el mundo del arte. Evocó el ejemplo, inmundo según él, de Erwin Leiser obliga-
do, por su película Mein Kampf, a pagar derechos a Leni Riefenstahl, como si "los
nazis se aprovecharan de la crítica al nazismo". Evocó también el Public Domain
del derecho americano. Me confió que tuvo que comprar los derechos de las
imágenes de la televisión rumana, pero por una suma inconsistente teniendo en
cuenta las cincuenta horas que constituían el archivo. Generalmente, cuenta con
el hecho de que las imágenes que interesan a su propósito parecen a menudo, en
tanto materiales, no tener interés para aquellos que las poseen. Es evidentemente
por su remontaje mismo que las vuelve verdaderamente explosivas: es decir, en
su forma de devolverlas, lo que implica a la vez la transformación del objeto y su
restitución a otros.
Los montajes de Farocki no tienen sin embargo sino muy poco que ver
con los procedimientos de desvfo utilizados en otro tiempo por los situacionis-
tas y, desde entonces, por todos aquellos que de diferentes formas practican el
sampleo. 210 Su gesto político no es de desvío sino de in.versí6n de los puntos de
vista, una forma de operar dialéctica y no sólo "derivante", si se puede decir así.
Una sugerencia de Hal Foster vuelve la cuestión más aguda todavía: porque es
el modo operativo de Andy Warhol el que es evocado a pesar de los "fines bre-
chtianos" reconocidos en el trabajo del cineasta. Como Warhol, explica Foster,
Farocki "«anexa» las imágenes encontradas". 211 Pero anexar quiere decir, estric-
tamente, "unir o agregar algo a otra cosa con dependencia de ella", y se dice de
una población o de un territorio conquistado militarmente, por ejemplo los
africanos colonizados y vueltos esclavos por aquellos que "anexan" su territorio,
incluso su vida misma. Esto quiere decir entonces poseer, según el anti g u o valor
del mancipium romano, como cuando se compra algo - o alguien- para disponer
de él a su antojo según el derecho privado.
Todo aquello que Warhol tomaba, lo guardaba para sí. Él no lo "devolvía"
212. J. Derrida, LA vérité en peinwre, París, Flammarion, 1978, pp. 297-309 (úi verdad en
pintura, trad. M.C. González y D. Scavino, Buenos Aires, Paidós, 2001, pp. 269-296].
213. M. Heidegger, "L'origine de l'ceuvre d'art" (1935-1936), crud.W Brok:meier, Chemins
q11i ne menen t 11ulle part, París, Gallimard, 1962 (ed. 1980), pp. 87-89 ["El origen de la obra
de arce", trad. H. Cortés y A. Leyte, Caminos de bosq11e, Madrid,Alianza, 1996, pp. 23-24].
214. M. Schapiro, "'L'objet personnel, sLtiet de natme norte. A propos d'une notacion de
Heideger sur Van Gogh" (l 968), trad. G. Durand, en Style, artiste et société, París, Gallimard,
154 Remontajes del ciempo padecido
1982 ["La naturaleza muerta como objeto persona.!: unas notas sobre Heidegger y Van
Gogh", trad. F. Rodríguez Martín, e11-Estilo, artista y sociedad: teoria y_filosefía del arte, Ma-
drid, Ternos, 1999].
215.J. Derrida, La vérité en pciniure, pp. 297 y 309 [pp. 274-275 y 285-286].
216. Ídem, pp. 318-323, 413-415 y 421-426 [pp. 293, 377-278].
217. Ídem, pp. 33, 324, 326, etc. [pp. 289, 395-306, etc.].
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, h.istocia, restitución 155
*
Los grandes textos filosóficos sobre el arte, los que yo recuerdo, abren casi
todos, explícitamente o no, una perspectiva ética y política sobre el terreno
mismo de las nociones estéticas trabajadas. Esto es cierto para la Poética. de Aris-
tóteles (no hay arte que valga fuera de la ciudad), como para De pictura de Alberti
(no hay arte que, asimismo, valga fuera de la di g n idad cívica); para la Crítica del
juicio de Kant (no hay arte que valga sin que se vuelva a plantear la cuestión
teleológica y 111oral) como para la Estética de Hegel (no hay arte que valga sin la
inscripción de la historia). Las exposiciones de Derrida en u verdad en pintura no
son la excepción: no se podría formular el concepto estético de "restitución" sin
preguntarse, en algún momento, sobre la ética de la deuda y el don.
Si hubiera que encontrar palabras más humildes para establecer la relación
entre estas grandes cuestiones filosóficas y el sentimiento particular suscitado por
las obras de Farocki, tendría ganas, espontáneamente, de hablar acá en los simples
términos de generosidad y modestia. Generosidad de la restitución: restituir es dar
antes de cualquier intercambio e incluso, como sugiere Derrida, antes de cual-
quier estasis del "ser" .220 Es dar sin retención, sin resto, sin interés, sin capital, sin
proceso de apropiación o expropiación. 22 1 Es dar de forma que la rela.ción con el
otro se establezca antes de cualquier deuda e, incluso, antes de cualquier violen-
cia, como dice Derrida al retomar la noción de Enunanuel Levinas. 222 Es dar sin
deber, incluso si eso "da, pide y toma tiempo". 223 Es dar más de lo que parecía
218. M. Heidegger, "L'origine de l' uvre d'art", pp. 87-89 [pp. 54-56].
219.J. Derrida, La vérité en peinture, pp. 32 y 57 [pp. 29 y 38].
220.J. Derrida, Glas, París, Galilée, 1974, pp. 269-270.
221.J. Derrida, Marges - De la philosophie, París, Minuit, 1972, p. 27 [Márgenes de /afilosofla,
trad. C. Gonz:ílez Marín, Madrid, Cátedra, 1989, p. 23].
222.J. Derrida, L'Écriture et la di.fférence, París, Seuil, 1967, p. 219 [La escritura y la diferencia,
trad. P. Peñalver, Barcelona, A_nthropos, 1989).
223.J. Derrida, Donner le temps, 1. Lafausse monnaie, París, Galilée, 1991, pp. 59-60 y 94
[Dar (el) tiempo l. La 111011eda falsa, trad. C. de Perreti, Barcelona, Paidós, 1995, pp. 46-48
y 73-74].
156 Remontajes del tiempo padecido
estar prometido, según una fórmula kantiana -a propósito del poeta- comentada
por Derrida en el sentido de la "superabundancia [que] rompe generosamente
la econonúa circular" 2 . 24
Que la generosidad así entendida tenga gue ver con la superabundancia, es lo
que Georges Bataille ha sin duda comprendido y desarrollado mejor que nadie. 225
Derrida -a través de Hegel, Nietzsche y Marcel Mauss, las mismas fuentes que
las de Bataille- retoma la idea cuando habla, por ejemplo, del "aconteciiniento
irruptivo del don" , 226 o bien cuando describe cómo este acontecimiento se
revela excesivo, y por tanto peligroso, como lo indica ese doble sentido de la
palabra Gift ya trabajado por Mauss: don y veneno al mismo tiempo. 227 ¿Por qué
un veneno? Porque la abundancia, la enormidad de la cosa restituida nos enve-
nena la vida o, en todo caso, la complica. ¿No se vuelve en efecto complicado
rever cada día, por nuestra propia cuenta, las imágenes de nuestros "aparatos de
Estado" una vez que Farocki nos ha desmontado y restituido su estrategia, su
duplicidad, su complejidad, su temible técnica? La restitución nos colma: eso
quiere decir no que nos llena, sino que 110s desborda, que nos sobrecarga. Ese
es el valor literalmente explosivo que Walter Benjamín, recordémoslo, reconocía
ya en esa restitución de la historia -la historia vuelta visible- que él llamaba
"imágenes dialécticas".
*
Modestia de la restitución: Farocki se contenta con volvernos visibles ciertos
aspectos de nuestras sociedades que podríamos percibir nosotros núsmos si tu-
viéramos el tiempo y la energía de trabajo necesarios. Hace elevar nuestra cólera
hacia ellos, suscita nuestro pensanúento, pero sin crear jamás primeros planos
enfáticos u ostentosos (como Warhol). Él actúa pacientemente, sin efecto de
estilo, sin parecerlo, como se dice. N o habría ninguna contradicción, en Derrida,
en hablar del don como "acontecirnienco irruptivo", luego en precisar que "para
que haya don, es preciso que el don no aparezca siquiera, que no sea percibido
como don". 228
Esta modestia no proviene de una pura y simple virtud moral. Es el resultado
de una reflexión política y de una posición de conocimiento: Farocki ha defi-
nitivamente suscripto al hecho de que las imágenes constituyen tm bien común. Lo
que nos restituye, lo toma de paso de ciertas instituciones que intentan -según
evidentes estrategias de poder- apropiárselo y, cuando nos lo devuelve, sabe
que lo devuelve a quien le corresponde. No es más que el "pasador" (pero es
todo un trabajo, porque es necesario, para "hacer pasar", pasar él 111ismo entre
las mallas de una red de control muy estrecha). No toma ningún copyright al
pasar: la mujer que pasa en la fotografia del Álbum de Auschwitz o las imágenes
del campo nazi de Westerbork no pertenecen a la obra de Farocki. Ellas no nos
vuelven sino porque nos han concernido siempre, porque han formado parte
desde el principio de nuestro patrimonio común. Evidentemente, dado que este
patrimonio concierne a nuestra historia inmediata -la insoportable vida en la
prisión, la gestión visual de las operaciones militares en Irak-, las cosas toman un
giro más directamente político y polémico.
Es por eso que la modestia de esta restitución tiene efectos transgresivos. El
don de imágenes que nos hace Farocki tendría que ver con lo que Giorgio Agam-
ben llama profanaci6n. Farocki no desprestigia las imágenes que muestra y remon-
ta en sus películas e instalaciones.Al contrario, da muestras de un respeto ejemplar
(respeta al máximo, para demostrar mejor, sus modos de funcionamiento}. Pero
este respeto es profanación en el sentido preciso que le restituye Agamben: " Y si
consagrar (sacrare) era el término [en el antiguo derecho romano] que designaba
la salida de las cosas de la esfera del derecho humano, profanar significaba por
el contrario restituirlos al libre uso de los hombres" .229 La profanación será eD
este sentido - y en la medida de la manipulación que Farocki emprende sobre las
imágenes que desmonta y remonta- "un tocar que desencanta y restituye al uso
Qaico] lo que lo sagrado había separado y petrificado".2.1º
Se ve bien cómo Farocki "profana" las estrategias visuales del comercio in-
ternacional o de la industria militar contemporáneos: ensaya, por reman.tajes in-
terpuestos, "abolir y eliminar las separaciones [para hacernos] aprender a hacer
de elJas un nuevo uso, a jugar con elJas". 231 Y es así que la vida en prisión o
*
Esta modestia esencial, en Farocki, no puede no tener consecuencias directas
sobre el estatus de su trabajo en tanto que productor de obras de arte accesibles
a esos lugares de la industria cultural llamados "galerías" o "museos". Las insta-
laciones a dos -o varias- pantallas de Farocki permiten, sin duda, un despliegue
espacial muy eficaz y beneficioso de los procedimientos de montaje que las pe-
lículas a una banda no vuelven sensibles sino en la sucesión temporal. "Esta pro-
blemática frente a las dos pantallas y a dos imágenes se presta maravillosamente
al espacio del museo, escribe un curador, porque es posible desplegarlas en la
forma de instalaciones con monitores o proyecciones". 2 3 ·1 Pero esta situación ¿es,
en efecto y siempre, a priori tan·"maravillosa"?
La posición de Farocki mismo parece mucho más matizada (por tanto, mu-
cho menos entusiasta frente a la cuestión de las imágenes como objetos de
exposición en museos):
nito res. Ahí calculé que el trabajo llegaría a más espectadores que en los
cineclubs o en otros lugares de proyección vinculados más íntimamente
con"el cine". Me han preguntado muchas veces por qué dejaba "el cine"
para ingresar a museos o ¡,>alerías y mi primera respuesta sólo puede ser
que no me queda otra opción. Cuando se estrenó mi última pelicub en
dos cines de Berlín ( Vidcogramas de 11na re110111dón, realizada con Andrei
Ujica), sólo se presentó un espectador en cada sala. La segunda respuesta
debe ser que el público de los espacios de arte tiene una idea un poco
menos limitada de cómo deben ensamblarse las imágenes con los soni-
dos. Están más predispuestos a encontrar en cada trabajo su escala propia.
Justamente, esta relativa falta de prejuicios es lo que dificulta ponderar
sus palabras. [ ... ]
La tercera vez que vi Ojo!Máq11i11a en una exposición, en una galería
de Nueva York, las dos imágenes se proyectaban en nna pared blanca, una
junto a la otra. El trabajo tenía una sala propia, grande, y me gustó el des-
plazamiento que suponia ver allí las imágenes que habíamos recolectado
con taJ1tO esfuerzo de instituciones de invescigación, departamentos de
relaciones públicas, de archivos de peliculas didácticas y de otros lugares.
La mayoría eran imágenes operativas, reducidas a una ejecución técnica,
utilizadas para una operación determinada y luego elimiliadas: imágenes
de un solo uso.También es interesante, como desplazamiento y concepto
artístico, que el alto mando del ejército estadounidense hiciera públicas
imágenes operativas de la guerra del golfo, imágenes obtenidas sólo con
ese fin y no por entusiasmo o instrucción.Yo también pretendo acercar-
me al arte a lo sumo de forma tangencial. n•
235. G. Bataille, La par/ 11111udite, lll. La souveraineté (1953-1956), CEi.111res completes, VIII,
París, Gallimard, 1976, p. 439 ["La parte maldita, m. La soberanía", en Lo que entiendo por
soberania, trad. P. Sánchez Orozco y A. Campillo, Barcelona, Paidós, 1996, p. 115].
236.T.W.Adorno, Théorie est/-1étique (1970), trad. M.Jim nez, París, Klincksieck, 1974 (ed.
revisada, 1989), p. 287 [Teoría estétiLa, trad.]. Navarro Pérez, Madrid,Akal, 2004, p. 317].
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 161
237. T.WAdorno, ''L'art et les artes" (1967), trad.]. Lauxerois y P. Szendy, en L'art el les
arts, Par fa, Desclée de Brouwer, 2002, p. 70 ["El arte y las artes", trad.]. Navarro, en Crítica
de la wltura )' sociedad 1, Madrid, Akal, 2008. p. 394].
238. Cf. A. Brossat, Le Grand Dégoat culture/, París, Seuil, 2008.
239. W Bcnjamin, "Le surréalisme. Le dernier instantané de l'incelligentsia européenne"
(1929), trad. M. de Gandillac revisada por P. Rusch, CEuvrcs, 11, p. 233 ["El surrealismo.
La última instantánea de la la imel.igencia europea", trad.J.Aguine, T111agi11ación }' sociédad.
I/11mi1iaciones 1, Madrid, Taurus, 1980, pp. 60-61 l,
162 Remontajes del tiempo padecido
240. G. Bataille, "L' esprit moderne et le jeu des transposicions" (1930), CE,;vres completes,
1, París, Gallimard, 1970, p. 273 ["El espíritu moderno y el juego de las transposiciones",
trad. 1. Cano, Documentos, Caracas, Monte Ávila, 1969].
241. H. Farock:i, "lnfluences transversales", p. 119.
242. H. Farock:i, "Filmograpbie", trad. M.Ríval y B.Vilgrain, en C. Blümlinger, Retot'lnaí-
1re et poHrmivre, p. 100.
243. T. Elsaesser, "Sauts temporels et dé-placements", p. 45.
244. Cf. M. Nesbit, "Les oríginaux des readymades. Le modele Duchamp" (1986), trad.
J.-M. Foray y D. Soutif, Les Cahiers du musée national d' Art moderne N º 33, 1990, pp.
57-65; D. Semin, Le Pe.imre et son modele déposé, Ginebra, Mamco, 2001.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 163
249. V Pantenburg, Film als Theorie. Bildforschimg bei Harun Parocki und Jean-Luc Godard,
Bielefeld, Transcript Verlag, 2006, pp. 45-59, 68-73.
250. Ídem, pp. 68-73.
251. C. Blümlinger, "De la lente élaboracion des pensées dans le cravail des images", pp.
33.
252. H. Farockí y K. Silvennan, Speakfr\g Abo111 Godard.
253. C. Blümlinger, "De ]'utilicé et des inconvénients de la boucle pour le montagc", p.
78,
254. C. Blümlinger, "De la lente éh1boration des pensées dans le travail des images"; p. 38.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 165
36.Jean-Luc Godard, Historia(s) del cine, 1988-1998. Película 35mm, color. Fotograma: el
autor grabando su voz.
voir". 255 Ló que interroga. esta inclusión del recevoir en el 11oir podría formularse
así: la imagen que ves y que recibís, ¿la recibís verdaderamente, la recibís del
todo? ¿Termina siendo nuestra, tanto mía que la transmito, como tuya y de todos
los otros en los que podrá difuminarse como bien común?
O, para decirlo con mayor precisión filosófica: ¿en qué condiciones se puede
decir que un cineasta consigue restituir verdaderamente aquello que da a ver? Esa
es la cuestión crucial que -para retomar un famoso dicturn del propio Godard-
permitiría diferenciar entre "hacer películas políticas" y "hacer películas política-
mente". 256 Ahora bien, en este plano, el autor deJLG/JLG no parece representar
la verdadera antítesis de la posición de Warhol, si se indexa a esta posición la
estrategia de expropiación por el artista de las imágenes del mundo -inscrip-
ciones de la guerra- que dispensa a su alrededor. Por un lado, Godard adopta
desde hace mucho la actitud brechtiana fundamental de la cita: es el terreno que
comparte con Farocki. A la que asocia además, en el contexto actual del gran
mercado cultural - o de la sociedad del espectáculo-, un alegato por la libre
circulación de imágenes y palabras:" NO COPY RIGHT', se lee por ejemplo, de
forma recurrente y refrescante, en los intertítulos de· su película Dos por dncuenta
años del cine francés de 1995.
Pero, por el otro lado, Godard toma personal y ostensiblemente posesión de
las imágenes del mundo e inscripciones de guerra que dispensa a su alrededor.
No deja nunca de afirmar su estilo: lirismo, ritmo deslumbrante, festival de pul-
saciones visuales. Mientras que Farocki borra su estilo o no duda en ralentizar
todo en beneficio de esa más modesta claridad que desea imprimir a sus monta-
jes. Godard sale siempre fortalecido de lo que muestra. Farocki sale como borrado
(figuras 36-37). Godard atraviesa la gran historia del arte -se entra en Godard
como en el taller de Rembrandt o el estudio de Beethoven-, no cesa de con-
frontarse con las obras maestras. Mientras que Farocki interroga una historia de las
imágenes más subterránea que nos hace entrar tanto al taller de un forjador como
al puesto de control de un funcionario de tráfico urbano.
Godard se considera el autor soberano de sus imágenes: de alguna manera pro-
yecta sobre el cine una concepción de artista que, de hecho, viene directamente
257. Cf. E.H. Kantorowicz, "La souveraineté de J'artiste. Note sur quelques maximes
juridiques et les théories de l'art a la Renaissance" (1961), trad. L. Mayali, Mourir pour la
patrie et ,mtres textes, París, PUF, 1984, pp. 31-57.
258. Cf. T. Elsaesser, "Harun Farocki: Filmmaker, Artist, Media Theorist", p. 27.
168 R.emontajes del tiempo padecido
(figura 39). Ahí donde Godard -en Hístoria(s) del dne, otra vez- construye una
gran leyenda del siglo en la que el aliento lírico entrega una 1mi11ersa.lidad sobre
el destino del cine pero deja de lado la cuestión de saber de qué es imagen esca
imagen, de forma que el espectador se encuentra forzosamente intimidado por
todo ese saber cuyas claves desconoce; Farocki, por su parte, entrega para cada
imagen una leyenda precisa que aspira a restituir su síngularidad operatoria.
A Rembert Hi.iser que le hacía una pregunta sobre su relación con la obra
de Godard, Farocki respondió que tenia la tendencia de ver en el autor de las
tros mismos y de nuestra gran historia del arte. Pero es en este sentido,justamente,
que el trabajo de Farocki se muestra diferentemente eficaz: se construye como
un atla s de imágenes en movimiento que somos libres de revisitar -de reinterpre-
tar, de reconocer, de admirar o no, de remontar nosotros mismos- en tanto que
herramientas visuales para comprender el mundo.
*
Comprender: elevar la cólera ante la violencia del mundo -elevar, simétrica-
mente, la empatía ante el sufrimiento del mundo- a la altura de un pensamiento,
de un trabajo. Pero de un trabajo que no olvide, en su escrupulosa precisión, ni
la cólera ni la empatía. Comprender: ejercer dos veces la padencia. Una vez por el
pathos (el sufrimiento, el tiempo padecido), una vez por la forma (el conocimien-
to, el tiempo reconstruido o remontado).
*
El trabajo de Farocki podría ser visto enteramente como un gran arte del re-
conocimiento así entendido: un arte del comprender. Trabajo en el que la pasividad
-es decir, la posibilidad de estar atento, de sufrir, de morir- es constantemente
mantenida en el acto de conocimiento que supone toda apuesta por la legibilidad
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 171
40. Harun Farocki, Arbeiter verlassen die Fabrik in elfJahrzehnten, 2006. Instalación de
video color y blanco y negro.Visea de la instalación.
del mundo histórico. Pasividad: es lo que aparece en el gesto inaugural por el que
el cineasta, en Fuego inextinguible, "ejerce sobre sí", para "comprender" mej<;>r,
algo -un ápice- del dolor infligido, en toda otra escala -inmensa, infernal-, sobre
las poblaciones civiles por los bombardeos de napalm de la armada americana.
Entonces Faroclci se quema, se "hiere" a sí mismo para dar a comprender un
cierto sufrimiento del mundo y a ofender una cierta violencia del mundo.
Legibilidad: lo que es necesario construir para lograrlo. Lo que se construye
a lo largo de todas las investigaciones, compilaciones y puestas en serie, de todos
los desmontajes y remontajes que Farocki realiza incansablemente a su mesa de
trabajo. De la misma forma en que Hannah Arendt habría podido decir -para
sorpresa general- que "la compasión fue sin duda la más impetuosa y funda-
mental de las pasiones de Brecht", 261 podríamos decir sobre Harun Faroclci -este
auténtico brechtiano- que no olvida jamás la pasión correspondiente a toda
situación analizada, a toda confi g u ración de imágenes, por más "técnicas" e im-
personales que sean. Los ejemplos se multiplicarían hasta superponerse casi con
261. H.Arendt, "Bertolt Brecht" (1966), trad.). Bontemps, en Vies politiques, París, Galli-
mard, 1974 (ed. 1997), p. 226 ( Walter Benjamín; Bertolt Brecht; Hermann Broc/1¡ Rosa Luxem-
burgo, trad.). Cano, Barcelona,Anagrama, 1971, pp. 106-107).
172 Remontajes del tiempo padecido
*
Es intere·sante volver sobre la distinción que señala el propio Farocki entre
las grandes compilaciones de imágenes en Jean-Luc Godard -las. de Historia(s)
del cine principalmente- y su propia práctica de investigación, de puesta en serie
y de remontaje. Cuando revindica m1a paciencia filológica y arqueológica com-
parable a la empresa del Archiv für Be g riffsgeschichte, Farocki no omite asociar el
nombre de Hans Blumenberg. 263 Referencia significativa, ya que Blumenberg es
justamente el filósofo que, en el contexto del Archiv, aspiró a elaborar una inves-
tigación comparable sobre las imágenes, es decir, a articular el "trabajo del con-
cepto" con un verdadero "trabajo de la imagen" (Arbeit des Abbilds} invirtiendo
el orden tradicional de las relaciones entre imagen y concepto. Es equivocado,
decía él, cuando se hace de las imágenes conceptos antes de tiempo, conceptos
todavía mal formados, intuiciones tornasoladas aún desprovistas de la precisión
de la idea,Es lo contrario lo gue hay que decir o lo que hay que hacer: estudiar
las imágenes como compJejizaciones de la idea, como ideas operativas sobre el
plano mismo de la sensación, del pensamiento, de la pasión. 264 No es posible w1a
legibilidad del mundo sin una empresa para comprender, más allá incluso de los
conceptos, las imágenes. 265
Ahora bien, Farocki eligió no copiar exactamente este vocabulario. No pre-
*
"En cada gesto actual aflora mucho de su prehistoria", escribe Hanm Fa-
roclci en B,:/derschatz, una conferencia pronunciada en honor a Vilém Flusser.2 67
Sin duda la empresa de montaje de gestos que se encuentra en muchas pelí-
culas de Farocki no puede sino ser relacionada con la peque11a "colección de
gestos" establecida por Flusser cuyo libro Los gestos, compuesto por numerosos
capítulos cortos, coloca bellamente el "gesto filmico" entre el "gesto de darle la
darle vuelta a la máscara" y el "gesto de amar". 2@ Farocki dedicó una película a
Vilém Flusser. Pero la frase podría haber sido estrictamente escrita por el propio
Aby Warburg, de forma que los atlas en movimiento de gestos humanos, que
se encuentran por ejemplo en Arbeiter verlassen die Fabrik o en Übertragung, se
emparienten directamente con la inquietud warburguiana de constituir un atlas
para lo que él llamaba "fórmulas de pathos" (Pathosformeln) (figura 39-40). Es al
mismo tipo de remontaje del tiempo padecido -pero aquello que se padece
como pasi6n, se actúa inevitablemente en Leestos- que Farocki procede, como si
continuara, con los medios del cine o del montaje de video, la empresa misma
del Bilderatlas warburguiano. 269
*
Cuando Thomas Elsaesser le preguntó si finalmente se sentía más cercano a
Godard que a Bresson, Farocki respondió -riendo, supongo- que aquello que de
cerca parece incompatible no lo es a una cierta distancia y puede ser utilizable
en su contraste mismo:"BertBrecht yThomas Mann eran también antagonistas,
y sin embargo uno puede ser admirador de ambos, lo que ocurre en mi caso" .27°
Se podría decir, de la misma manera, que es perfectamente posible para Farocki
ser a la vez brechtiano (por la forma de ofender la violencia del mundo) y war-
burguiano (por la manera de comprender el sufrimiento del mundo).
Gior.gio Agamben, de cierta forma, aclaró esta relación "patético-política"
en algunas precisas páginas sobre la noción de gesto. En primer lugar, dice, el
Bilderat/a.s de Warburg tiene como centro "el gesto como cristal de memoria
histórica [y no es) un repertorio inmóvil de imágenes, sino una representación
en movimiento virtual de los gestos de la humanidad occidental, desde la Grecia
clásica al fascismo". 271 En segundo lugar,Agamben ve en el cine un intento de
"reapropiarse" de los gestos perdidos 272 o, formulándolo a nuestra manera, de
"devolverlos a quien corresponde", es decir, a todos nosotros. En tercer lugar,
esta coalescencia del cine y del gesto humano compromete directamente tanto
la esfera de la ética como la de la política:" AJ tener por centro el gesto y no la
imagen, el cine pertenece esencialmente al orden de la ética y de la política (y
no simplemente al de la estética)". 273 Se precisará simplemente, y pienso que
Farocki haría lo mismo, que no es posible acá oponer de forma absoluta el gesto
y la imagen. La imagen, como el gesto que ella prolonga -como el pliegue de un
drapeado prolonga el paso de una ninfa - , pertenece en principio al orden ético y
político. Si esto no hubiera sido probado, la obra de Farocki ni siquiera existiría.
270. H. Farocki, citado por T. Elsaesser, "Making the World Superfluous: an Interview
with Harun Farocki",p.179.
271. G.Agamben, "Notes sur le geste" (1992), trad. D. Loayza, en Moye11S sa,zs.fins. Notes
sur la poli tique, París, Payot & Rivages, 1995, pp. 65-65 ("Notas sobre el gesto", trad. A.
Cuspinera Torino, en Medios sin.fin. Noias sobre pol/tica,Valencia, Pre-Textos, 2001, p. 51].
272. Ídem, p. 63 [p. 50].
273. Ídem, p. 67 [p. 53].
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 175
*
Comprender: hacer, paradójicamente, del sufrimiento un "tesoro" -el Leids-
chatz según Aby Warburg-. Walter Benjamín decía algo muy parecido cuando
quería comprender la alegoría -tema eminentemente político- en relación con
una "inmanencia expresiva" vuelta necesaria como respuesta de la imagen. a la his-
toria, la historia misma comprendida en tanto que vasta "historia del sufrimiento
del mundo" 275 (Leidensgeschichte der Welt). Como si hiciera falta, cada vez, proce-
der al remontaje de tres paciencias: paciencia de la historia (su tiempo padecido),
paciencia del pensamiento (su tiempo construido) y paciencia de la imagen (en
la que la construcción sabe figurar, por tanto no olvidar, el sufrimiento del que
procede).
*
Comprender: la emoción del pensamiento o la emoción vuelta pensamiento
por el recurso a las imágenes. No es padecer el sufrimiento del mundo, sino fi-
gurarlo, reconocerlo como tal. Es por eso que existe un lazo, en Gilles Deleuze,
entre las "máquinas de guerra" políticas -máquinas inventadas para responder
activamente al sufrimiento creado por los "aparatos de Estado"- y el sufrimiento
comprendido que Antonio Negri, en este momento del diálogo, llama pieta: "Lo
que más falta nos hace es creer en el mundo, así como suscitar acontecimientos,
aunque sean mínimos, que escapen al control, hacer nacer nuevos espacio-tiem-
pos, aunque su superficie o su volumen sean reducidos. Esto es lo que usted
llama pietas''. 276 ¿No es esto exactamente lo que se constata en Farocki, desde
Fuego inextinguible o desde su bello texto sobre la imagen de Holger Meins como
imago pietatis, hasta el reciente montaje -tan perturbador como iluminador, que
274.T. Elsaesser, "Harun f'arocki: Filmmaker,Artist, Media Thcorist", p. 14. Cf. igualmen-
te V. Siebel, "Paiming Pavements", pp. 43-54.
275. W Benjamín, Origine du drmne baroque allemand, p. 179 [p. 383]. Sobre la memoria
como Leidschatz en Be1tjamin y el arte contemporáneo, cf.A. Assmann, Brinnerungsriiume.
Formen und Wandlamgen des kullurellen Gediichlnisses, Munich, C.H. Beck, 1999, pp. 372-
382.
276. G. Delcuze, "Controle et devenir", p. 239 (p. 149).
176 Remontajes del tiempo padecido
*
Como antes Brecht, Farocki utiJiza el distanciamiento (Verfremd1mg) para
conjurar el sentimentalismo ciego sobre el que versa a menudo la empatía (Ein-
fülung). Pero, como Brecht, no elimina jamás la emoción que suponen a la vez los
acontecimientos de la historia que trabaja -el "tiempo padecido" por los hom-
bres- y sus propias elecciones de "tacto" o de "sensibilidad" (Gefühl) filmicos.
Toma, ciertamente, distancia en cuanto a su propia posición de sujeto individuaJ:
"Será menos una cuestión de «mí» que de mi época", escribe por ejemplo en el
texto programático de su instalación Intersección en el que desarrolla sin embargo
un verdadero ejercicio de autorreflexión sobre su propio trabajo. 277 Y si vuelve
sobre sí mismo en esta instalación colocada bajo el signo de la "sección", no es
justamente para volver por un movimiento centrípeto, al "centro" de sí mismo;
es, por el contrario, para multiplicar, por un movimiento centrífugo, todas las
ocasiones posibles de crear nuevos puntos de vista a partir de imágenes que sabe
de antemano inagotables, más allá de su propia mirada.
*
277. H. Farocki, "Produire et reproduire des images", p. 201. Sobre lntmecció11, cf.V. Pan-
tenburg, Film als Tlteoríe, pp. 167-178.
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, resticucióh 177
278. H. Farock.i citado por T. Elsaesser, "Making the World Superfl.uous: an lnterview
with Hanm Farocki",p.188.
279. A. Warburg, "lntroduction i l'adas Mnemosyne" (1929), trad. P. Rusch, Ti-afie, Nº 9,
1994, p. 39 [Atlas Mnemosyne (Introducción), trad. J. Chamorro Mielke, Madrid, Akal,
2010, p. 3).
280. Cf. G. Didi-Huberman, L'image s,m,ivante, pp. 249-270.
178 Remontajes del tiempo padecido
281. É. Benveniste, "Structure des relations de personane dans le verbe" (1946), en Proble-
mes de ling11istiq11e génémle, París, Gallimard, 1966, pp. 230-231 ["Estructura de las relacio-
nes de persona en el verbo", en Problemas de lingüfstica general, trad. Juan Almela, México,
Siglo XXI, 1997, p. 166). Cf. É. Benveniste, "La naturaleza de los pronombres" (1956), en
ídem,pp. 251-257 [pp. 172-178).
282. Cf. R. Esposito, Terza persona, Política della vita e .fiio.wfia dell'impersonale, Turín,
Einaudi, 2007, pp. 127-184 (Tercera persona. Política de la vida y.filosef{a de lo impersonal, trad.
C. Molinari, Buenos Aires, A.morrortu, 2009, pp. 151-216].
Abrir los tiempos, armar los ojos: montaje, historia, restitución 179
Porque se admite que los montajes de Harun Farocki relevan una concep-
ción de peUwla como ensayo, parece necesario volver a plantear esta cuestión de
la intensidad o de la emoción en el contexto del anilisis magistral, realizado por
Theodor Adorno, sobre el ensayo como forma. Recordemos que el filósofo veía en
el ensayista un pensador capaz de comprender las cosas más allá de la alternativa
entre"hombre con los píes en el suelo u hombre con la cabeza en las nubes". 284
Para el ensayista, escribe Adorno, comprender es totalmente otra cosa que "mon-
dar" los fenómenos, como hace el sabio positivista. Más bien los remonta. Los i:n.-
terpreta en una forma uutad expresiva, mitad conceptual, que "asemeja el ensayo
a una amononúa estética a la que facilmente se acusa de ser un mero préstamo
del arte, por más que se distingue de éste por su medio, los conceptos, y por su
aspiración a la verdad despojada de apariencia estética" .285
El trabajo de Farocki complejiza un poco esta forma de ver, porque, a1 fa-
bricar ensayos en imágenes, toma mucho del medio del arte cinematográfico para
sacar a la luz, precisamente, una verdad toda ,¡embrollada" de apariencia estética.
La pertinencia de la reflexión adornfa'na -como recurso para abordar mejor la
obra de Farocki- no es menos sorprendente. El ensayo filmico en Farocki co-
rresponde exactamente a aquello que Adorno enuncia del ensayo en general: no
funciona ni como "dogma cientificista" ni como "palabra irresponsablemente
chapucera" .286 Lo que propone, entre la sequedad del primero y la molicie de
la segunda, no es otra cosa que una "expresión" -palabra que supone, como en
la noción warburguiana de Pathosformel, el rigor de una forma tanto como la
intensidad de una emoción.
283. G. Deleuze, "La peinture ení:lamrne l'écriture" (1981), en Deux Régimes defous. Textes
el et1tretiens, 197 5-199 5, ed. D. Lapoujade, París, Minuit, 2003, p. 172 [Dos regímet1es de
locos. Textos y entrevistas (1975-1995), trad. José Luis Pardo, Valencia, Pre-Textos, 2007, p.
172].
284. T.W. Adorno, "L'essai comme forme", p. 7 [p. 13].
285. Ibídem.
286. Ídem, p. 13 [p. 25).
180 Remontajes del tiempo padecido
Y es entonces que Adorno nos dice finalmente, tal vez, lo más esencial sobre
esta mirada nacida del ensayo.Vale la pena volver a copiar otra vez, releer este pasaje
admirable:
*
Remontar el tiempo padecido: elevar la cólera a la altura. de un pensamien-
to, el pensamiento a. la altura de una expresión, la expresión a la altura de una
mirada. Practicar una "fenomenología de las pequeñas imágenes". Al desmontar
el orden, al remontar la coherencia escondida. Volver a la cólera -que ha final-
mente encontrado su forma- sin olvidar el sufrirnjento del mundo que la. había.,
en principio, suscitado.
(2009)
1. Sobre la historia de los campos franceses de ese momento, cf. D. Peschanski, La Fm11cc
des cnnips: l'inremement, 1938-1946. París, Gallimard. 2002.
2. Cf. J. R. Green, "Agustí Centelles: Spani.sh Civil War Photographer", Hisror¡, o f Pho-
tography, xn, Nº 2, 1988, p. 147-159;T. Ferré,"Apuntc.:s para una biografia", en M.Berga
(dir.), Celltelles: /ns vidas de 1111fot6grqjo, 1909-1985, Barcelona, lnscicut de Cultura La Vi-
rreina-Lunwerg, 2006, pp. 8-17; M.Berga, "Agustí Centelles: fotografia, testimonio, com-
promiso", en ídem, pp. 18-25:A. Monegal, "Imágenes de guerr:1", en ídem, pp. 32-39.
l 1ss J
186 Remontajes del tiempo padecido
los lazos. Hace del semejante un enemigo mortal. Da muerte al tiempo mismo
porque, desde el fondo de la humillación, toda perspectiva, todo proyecto pa-
recen arruinados. Centelles, en el campo de Argeles, estaba tan abrumado por
la humillación que al principio renunció a mirar como tan bien, sin embargo,
había sabido hacerlo ahí en el corazón del peligro más grande (lo atestiguan sus
fotografias de las bombas en Barcelona o en Teruel). El sufrimiento -suyo, de
todos sus compa11eros vencidos- era tan grande que fue entonces incapaz de
abrir los ojos ante él, de situarlo, de documentarlo, de construirlo, simplemente
de pensarlo, en el momento en que lo padecía.
Pero si las imágenes de Agustí Centelles forman parte hoy - y para siempre,
esperamos- de nuestro patrimonio histórico más precioso, es justamente porque
ha sabido mirar pese a todo desde su propia humillación: situar, documentar, cons-
truir, pensar su experiencia junto a la de sus semejantes. Cuenta que, el 11 de
febrero, "la aviación francesa sobrevuela continuamente el campo tomando fotos
y haciendo reportajes cinematográficos'? Dos líneas más abajo -mientras está,
cuestión de inmediata existencia, alimentado solamente de pan seco-, Centelles
ya escribe: "Saco fotos". 4 Como una respuesta, dirigida desde el agujero de la
humillación, desde el hambre y la miseria: respuesta ética y política -también
respuesta estética, porque se trataba de producir formas sensibles, imágenes- a la
visión dominadora que la armada francesa quería hacerse de semejante masa de
vencidos encallados en las playas de Argeles.
Es al campo de Bram, en el departamento de Aude, que Centelles fue final-
mente transferido el 1 de marzo de 1939. Felizmente, impresionó al gendarme
que lo registró en la entrada al exhibir su carné profesional de la Federación
Internacional de Periodistas. "Salvó su memoria", si se puede decir así - a saber,
el contenido de su valija- al ofrecer al funcionario francés un precioso encen-
dedor, recuerdo de su padre. 5 Humillado, sin dudas: Centelles era entonces el
vencido, el "refugiado" librado a la buena voluntad administrativa de una policía
y una armada extranjeras. Humillado hasta la obligación de romper ese último
lazo genealógico -el encendedor de su padre-, él que no sabía nada del destino
padecido por sus allegados en España, su madre, su esposa, su hijo. Pero salvar la
*
Es así como el humillado mira al humillado. El humillado que mira compar-
te con el humillado que es mirado la rnisma experiencia, el mismo desamparo.
Pero su trabajo es mi'.rar pese a todo, y este trabajo, si no cambia en nada las con-
diciones de la vida en el campo -las privaciones, las angustias, los sentimientos
de impotencia-, cambia todo en cuanto a la perspectiva ética cuya posibilidad
estas condiciones intentan justamente devastar. Teresa Ferré, quien desde 2005 ha
procedido al desciframiento de este archivo extraordinario, 8 habla de una "mi-
rada excepcional" ,9 expresión que habría que entender, me parece, sobre la base
misma de esta cuestión filosófica crucial: ¿cómo es posible mirar desde e/fon.do de
una experiencia sometida a las reglas de hierro del estado de excepción. con las que
el campo mismo define el espacio de opresión? 10
No es suficiente, para comprender semejante energía, con apelar a la psicolo-
gía del fotógrafo, a su heroísmo o a su coraje casi profesional de "foto-reportero"
habituado ----1,i este término tiene algún sentido- a l.as situaciones de peligro. Es
sin duda más fructífero recordar que, si la famosa maleta había sido salvada de
la destrucción, creaba al mismo tiempo una suerte de obligación estructural a
continuar con el. trabajo: las Leica mismas, se podría decir, exigían que se las
requiriera una y otra vez, siempre. Por otra parte, la decisión de transmitir algo
con el fin de "salvar el orgullo" o la dignidad de su hijo, destinatario del diario,
exigía también de Centelles que dispusiera de todos los medios para dar cuenta
de su situación histórica. Finalmente - y no es un detalle- hay que saber que
Centelles había atravesado la frontera junco a su amigo Salvador Pujo! que había
sido su asistente en el servicio fotográfico de la Armada repubbcana: consiguie-
ron, durante todo 1939, compartir la barraca 62/D del campo de Bram. Es decir
que la a1nistad constituye, en semejantes situaciones, el soporte mismo del trabajo
a cumplir, la comunidad mínima donde se funde todo gesto ético y político. Las
fotograñas hechas por Agustí Centelles en el campo de Bram son, de esta forma,
más allá de toda cuestión. de autor, la obra de dos amigos trabajando conforme a
la misma empresa de dignidad.
¿Qué se ve en estas imágenes? Se ve en principio el campo mismo. Modestia
y profesionalismo del fotógrafo: busca por ejemplo un lugar elevado desde el
que serán más visibles las barracas, su alineación, la calle central, el perímetro de
la alambrada. Pero este estado del lugar no es posible sin un cierto estado del s1.y'eto,
que es el estado del prisionero. Un ojo desatento podría confundir estas imáge-
nes con las de un inventario técnico del espacio realizado por el arquitecto del
campo. Pero, al mi.radas más de cerca, se constata que el punto de vista del fotó-
grafo está siempre situado detrás i/el alambrado: incluw cuando se ve una colonia
de recién llegados desftlando con sus pobres bártulos, la mirada no es jamás la
de un observador libre (figura 41). La libre elección del encuadre está entonces
condicionada acá por la coacción sufrida por el prisionero, que CentelJes descri-
be en distintos lugares con gran exactitud:
Tras colocar de nuevo las cosas. nos alinean otra vez, ahora de a tres,
y nos llevan por un paseo de unos 35 metros de ancho por unos 400 de
1O. Me refiero naturalmente a los análisis de G..Agamben, érar d'excep1io11. Homo sacer, n,
1 (2003), trad.]. Gayraud, París, Seuil, 2003, pp. 9-55 [Estado de excepci6n, Hamo Sacer, ll, 1,
trad. F. Costa e L Costa, Buenos Aires,Adriana Hidalgo, 2010, pp. 21-70).
Cuando el humillado mira aJ humillado 189
dades producidas por este estilo de vida y por las recientes heridas en
los frentes de combate de España, proposiciones e imposiciones, vejados
por la gendarmería que nos llama "soldados de chocolate"y nos propina
patadas, empujones y nos insulta. 13
Centelles no cree lo que ven sus ojos. Que todo eso se haga "a la vista" de los
otros Jo consterna, lo repulsa, lo indigna. Y sin embargo - o por eso mismo- le
saca fotografí as: hombres obligados a defecar todos juntos, luego a transportar
juntos los grandes bidones de mierda común (fi g u ras 46-47). Se comprende por
lo tamo que el campo de Bram, por más "blando" que fuera -blando con rela-
ción a las condiciones que ya eran las de los prisioneros políticos de los campos
nazis, blando también por esa insoportable "blandura de Estado" que supuesta-
mente debía "albergar", es decir, "proteger" a los refugiados de la guerra civil
española-, comportaba ya, como todo infierno, su círculo de la humillación, su
círculo de Ja mierda y su círculo de la muerte: "Todos los días hay algún muer-
to", escribe Centelles sobreArgeles;"todos los días hay defunciones", repite en
Bram. 18 De lo que dará una idea, digna y pudorosa si la hay, en una imagen que
muestra una somera alineación de cruces blancas redoblada por una fila de so-
brevivientes, sus semejantes.
Las imágenes realizadas por Centelles en el campo de Bram forman, en este
sentido, un conjunto en el que nada debería ser aislado, porque su razón de ser
es el intento de documentar, no hechos separados -menudos o graves-, sino la
comunidad cuyo complejo retrato grupal entrega. Por un lado, la imagen del mi-
serable durmiente (figura 45) reenvía al desamparo de cada 1mo, cuando el trabajo
de la humillación arruina toda esperanza y toda dignidad:
Cada día que pasa en esta cárcel (no se puede denomjnar con el
nombre que le dan de campo de refugiados) la desesperación aumenta.
Se dan verdaderos casos. La mayoría, quizá un 70% de los que eran hom-
bres normales a su llegada a Francia, ha degenerado mentalmente. Lo he
podido comprobar (. . . ) Estos casos de trastorno mental se manifiestan
bajo las formas más djversas. Se ve al hombre que se aparta de todos, so-
litario siempre, enloqueciendo con sus quebraderos de cabeza, hablando
solo, gesticulando. Si alguien se acerca o se sitúa a su lado, se traslada a otra
parte donde pueda estar solo. Del mismo síntoma hay quien se pasea sin
parar. E n el rostro se clibttj an marcadamente los rasgos del sufrimiento.
Por la noche sueñan en voz alta. El descanso no es tal. Muchos se levantan
y siguen paseando füera del barracón. ¿Cuántas veces me he tenido que
levantar yo para ir a] retrete lloviendo, con frío, viento y buen tiempo?
46.Agustí Centelles, Camp de Bram, 1939. Fotografia, 24 x 36 mm. Letrinas del campo.
Por otro lado, hacía falta luchar con todos los medios -la escritura y la foto-
grafia consideradas entonces como 111edios de supervivencia entre otros-, para
volver posible una reconstruccíóri del semejante, cada uno digno de un lazo con la
comunidad de los otros. No es posible sino sorprenderse, en este sentido, de la
dignidad colectiva que enarbolan, por ejemplo, los siete refugiados que acarrean
sus tachos de trivial mierda ante el ojo de su compañero de infortunio (fi g u ra
47). Al principio de su diario, a Centelles le inqlúetaba saber si, más tarde, sería
todavía reconocible a los ojos de su propio hijo. 20 Se podría decir, una vez más,
que sus fotografías del campo de Bram habrían asumido, desde la. condición más
miserable, menos honorífica posible, la antigua función de una ,:mago apropiada
para devolver, de retrato en retrato -sea sobre un fondo de alambrado o de paja-,
la dignidad a una comunidad de hombres ciertamente vencidos por el fascismo,
*
Cuando el humillado mira al humillado, no es entonces solamente el trabajo
de la humillación lo que es dado a ver. Es también, por una especie de inversión
dialéctica, el trabajo contra la humillad6n lo que se pone en movimiento y busca sus
condiciones visuales de aparición. Para eso hace falta, por supuesto, esta especie
de energía política fundamental que Centelles llama, desde el principio de su
diario, "espíritu de rebelión continua" (esperit de rebel·lia cont{nua), incluso si la
situación parece no tener salida para esos refugiados que no consiguen "ni una
[sola] ayuda" tangible. 21 Es así que el 14 de abril de 1939, día del aniversario de
la República Española, "ha corrido la voz por el departamento para que a la una,
cuando la trompeta anuncie el retorno al trabajo, se haga un minuto de silencio.
Ha sido muy emocionante. Todo el mundo se ha mantenido en silencio durante
un minuto asomado a las alambradas: diecisiete mil hombres han permanecido
mudos. Los gendarmes, sorprendidos, se han cuadrado militarmente y han salu-
Desde hace unos días, por la noche, se celebran una especie de vela-
das en nuestro barracón. Una conferencia o charla, chistes, documentales,
música, canto,'etc. Para organizarlo mejor, se ha hecho como si fuera una
emisora de radio. El speaker lo hace muy bien y con gracia. Pasamos el
rato. Me han pedido que una noche cuente algo sobre periodismo gráfi-
co. Por como está mi barriga, les contesto que, en cuanto me encuentre
en dispos.ición de hacerlo, explicaré al g u nas anécdotas.1•
24. A. Centelles, "Journal", p. 28 (p. 80] (11 de abril). Por otro lado, se queja de que a esas
conferencias "no van todos los que deberían" (ídem, p. 32 [p. 87)).
25. Ídem, p. 42 [p. 113) (18 de jLmio): "Hemos perfeccionado el laboratorio, ampliándolo
con dos pequeñ.as baldas. En el reflector de luz hemos sustituido el papel por una mam-
para de madera pintada con purpurina plateada. Permite hacer las fotos con una rapidez
extraordinaria". Cf. igualmente p. 53 [p. 131) (14-20 de julio).
Cuando el humillado mira al humillado 201
su mano, ahí está mirable, cognoscible, distanciable, por lo tanto dominable, refu-
tada, es decir, "invertida" en su poder de alienación (figura 50). Lo son también
las piezas del juego de ajedrez que un prisionero talla en madera, otra forma de
decir: todavía sabemos jugar, no estamos acabados, podemos todavía ponerlos en
jaque (figura 51).
Se sabe, desde la historia del arte según Jacob Burckhardt y Aby Warburg,
desde la antropología según Edgard B. Tylor y Franz Boas, que los juegos y los
gestos de los hombres forman parte integral de su patrimonio estético, a igual
título que todas las obras maestras de arte. Es así que es necesario, me parece, ver
en el atlas fotográfico de Bram un repertorio de formas sobrer;ivienres, es decir, de
formas resiste11tes: juego de dominó, efigies de caballo o de tom fabricados para
que Ja fiesta francesa del 14 de julio se vuelva una feria espaiiola durante la que un
detenido producirá, con los medios a mano -sin arenas, sin toro, sin capote, s.u1
traje de luces-, una suntuosa ver6nica tauromáquica, pura forma lanzada en cara
a la desgracia (figura 52). Mientra, que los fascistas continuaban asesinando a
Espa1i.a, como CemeUes escribe en su diario dos días anees, la feria del 14 de julio
de 1939 impresionará al capitán Cassagne al punto de que el rigor disciplinario,
en los días siguientes, será alivianado.
Finalmente, los detenidos de Bram no habrían renunciado a hacer música
-como se ve en las imágenes de fanfarria y de improvisación con guitarra-, de
manera que el testimonio de Centelles aparece coino un equivalente a las carce-
leras andaluzas, esos cantos de prisión que quieren clamar el dolor, pero también
la libertad fundamental, del prisionero mismo. O como un equivalente de esos
poemas que Ma..-x Aub escribió en otro campo francés:
miserias y hu111illaciones
sie111¡;re te tienden la marzo
con el mirar 1,an diciendo:
allá w otro desgraciado. 26
(2009)
26. M. Aub, Diario de Dje!fa I Jormial de Dje!fa (1941-1942), erad. B. Sicot, Perpi g n an,
Mare Nost:rum, 2009, pp. 88-89 [Diario de Dje!fa (ed. y presentación de X. Candel Vila),
Valencia, Edicions de la Guerra y Café Malvarrosa, 1998, p. 40].
.,
APÉNDICE 2
Como un niño vuelto viejo sin abandonar la infancia, como un viejo sabio
que sigue siendo niño: profundo, malicioso,juguetón. Grandes mejillas que pro-
vocan ternura. Sonrisa de abuelo que se transforma casi inm.ediatamente en risa
de mocoso. Se descubre tempranamente la delgadez de lámina de su boca, los
ojos penetrantes, su gran experiencia de las cosas, el propósito agudo -mil pen-
samientos bosquejados, mil cálculos en vista, mil preguntas vueltas a hacer- que
agita y orienta cada una de sus miradas, cada una de sus palabras, cada uno de sus
gestos. Un propósito misterioso pero palpable. Tan serio que no habrá que dejar
de reírse de él o, al menos, de jugar con él. No infantilmente sino con el niño que
todavía lo habita. Pienso en Walter Benjam.in que, un día sombrío, escribió: "Son
las cenizas, nos reín1os".
[ 203)
204 Remontajes del tiempo padecido
*
Nacido en 1944. "Incluso si no lo vivimos", dice Boltanski, "nuestra infan-
cia estuvo mezclada con la idea de catástrofe. Nuestros padres estuvieron locos
por n.o habernos abortado". La infancia ¿no será, para él, una cierta manera de
vivir con la muerte, con los muertos? No es sin embargo en clave autobiográ-
fica como hay que abrir la puerta de su obra, creo -a pesar de todas las trampas
que dispone en este sentido desde hace mucho tiempo, sino con una relación
histó,-ica, compartida, impersonal y colectiva, con los innumerables muertos gue han
formado el contexto de su entrada en la vida-.
*
De las dos cosas, en semejante situación, la una: a/iandonarse a la psicosis,
inmovilizarse, petrificarse en el duelo, la inacción; o bien jugar, volver a poner-
se en movimiento, bailar su obsesión, hacer obra. Hace tiempo que Christian
Boltanski no cesa de jpgar, de bailar, de reírse de lo peor. Aquel día, otra vez, no
nos hablará de su trabajo --sombrío, de más está decirlo- sino riendo como un
niño bastante mal educado. Cultiva la impertinencia. Nos cuenta riendo que se
Gran juguete mortal 205
Boltanski querría, para su exposición en el Grand Pala.is, que una gran grúa
equipada con una suerte de tenaza mecánica -una garra de metal de la que me
muestra el esquema de ingeniería (figura 53)- recoja y deje caer, alternativamen-
te, fragmentos multicolores de un montón de ropa usada, un gran, gran montón
de diez toneladas. Intentamos imaginar cuántos cuerpos "serian" diez toneladas
de ropa. Intentamos imaginar cómo sería este juicio final realizado por mocosos.
Pienso -¿Boltanski lo piensa también? Inútil pregtmtarle, por supuesto atraviesa
todo esto desde hace mucho tiempo- que una de las rarísimas fotografias del
campo de Treblinka mostraba justamente un aparato de este tipo, una grúa con
una tenaza mecánica para cavar las fosas donde hacer desaparecer los cuerpos
(figura 54).
*
Me dice: "Es la tenaza de Dios". Le pregunto: "¿Por q_ué la necesidad de
decir Dios, de recurrir a Dios?". Me responde: "Porque no sé qué decir". Él
llama "Dios" a algo que sería más bien la lucha a muerte de los vivos, perdida de
antemano, con la muerte y el tiempo de la destrucción. Es un artista de vanitas
y ceremonias, fascinado en este sentido por las grandes obras religiosas del pasado
y, sobre todo, pór las extrañas prácticas que las ponían en escena. La discusión
se vuelve más precisa. Se deleita y asombra -asombro de niño- de gue con dos
206 Remontajes del tiempo padecido
53. Christian Boltanski, Personas, 2009 (proyecto). Ficha técnica de la grúa mec;ánica.
Colección del artista.
AJ escucharlo hablar de esa forma, me digo que habría que sin duda, ante su
obra, comprender cómo, más allá de toda "revancha de lo sagrado", logra captar
ciertas características formales del arte religioso -un cierto sentido de la puesta
en escena, la acwnulación de cosas que parecen reliquias, la omnipresencia de
los rostro s, una cierta dramaturgia de las fuentes de luz, etc.- para, diría sin faltar
el respeto, rebajarlas mejor: reconducirlas a algo muy cotidiano, muy familiar,
muy modesto, muy inmanente. Algo que esté a -flor de experiencia, de historia
humana. Es al hombre sin atributos al que ese trabajo, en principio, se dirige.
En este sentido, Boltanski profana su propia fascinación por las virtudes y las
formas de las grandes religiones. Profana los dispositivos en el sentido preciso
que Giorgio Agamben definió tan bien al oponer la consagración de ciertas cosas
extraídas a la füerza de la esfera del derecho humano, separadas de nuestra expe-
riencia, a la profanación concebida como la restitución de esas cosas al libre uso
de los hombres.
*
Boltanski conoce muy bien la ambigüedad de su propia posición social: es,
justamente, un artista consagrado. Sus obras son piadosamente conservadas en las
colecciones de los grandes museos del mundo. Pero esta consagración -incluso
en lo intocable de su trabajo una vez vendido e incorporado a una colección- va
a contrapelo de todo lo que busca concretamente de obra en obra o de manua-
lidad en manualidad: devolver las grandes cosas a su condición más modesta,
devolver las cosas serias a su condición más infa ntil, 1nás naif (es decir, nativa).
Es el reloj parlante, de lo más banal, que instala en una iglesia en Salzburgo; el
libro sonoro que edita para la ocasión y que hace, simplemente, cocorícó. N o nos
habla por lo tanto del tiempo desde el ángulo -prestigioso, intachable- de la
208 Remontajes del tiempo padecido
*
Los más grandes filósofos buscan, desde siempre, formalizar la composibi-
lidad o la "com-pensabilidad" de cada uno y de todo el mundo. Lo sin g u lar y lo
universal, el individuo y la especie, ese ser y el ser en comun.idad, etc. ¿Cómo se
piensa todo eso junto? Christian Boltanski, ante esta cuestión abisal, encontró
al g u nas formas que él mismo comenta -que com-prende- según un deseo tan
delirante, tan borgeano que uno se pregunta si emana de un viejo sabio o bien
de un niño loco (Boltanski reúne ambos, por supuesto). Es el sueño de no olvi-
dar a nadie. Sueño inherente a la obra llamada Personas, sin duda, pero también
a todas las obras anteriores. Es el sueño de conocer lo singular de cada uno y
de comprender el lazo de todos en la especie humana. Boltanski, un día, quiso
nombrar a todo el mundo en el mundo (fue su proyecto de los anuarios, en
2000). Compone desde hace algún tiempo una biblioteca de innumerables lati-
dos de corazón. Rechaza que los sm nombre -tal vez, con ellos, los sm papeles,
los sin techo, los sin patria- permanezcan en el olvido. Piensa que un artista sirve
justamente para eso: nombrar o rendir justicia a aquellos que la historia olvida
generalmente nombrar.
"Cada uno es tan importante", me dice. "En el subte, podés enamorarte de
cualquier persona". En ese momento me vuelve a la memoria la gran ingenui-
dad -la infancia, la sabiduría- del viejo franciscano que, en la película de Rosse-
Gran juguete mortal 209
llini (Francisco,juglar de Dios), se extasía ante cada parcela del mundo viviente, la
menor hoja de árbol, el menor perro errante que pasa. Se ve por qué a Boltanski
Je gusta tanto la literatura medieval de los exempla. En la atención particular que
presta a la palabra jemplar se reencuentra, en efecto, el doble sentido que con-
viene a toda su búsqueda: dignidad de cada uno, cada uno irreemplazable en la
singular complejidad de su vida; y humildad de cada uno, cada uno reemplazado
en lo incontable, en lo genérico de la humanidad y de la historia. Como incon-
tables ejemplares de una moneda hecha con el mismo cuño.
*
En este sentido, el trabajo de Boltansk:i no propone sus paradojas de mime-
sis -por ejemplo, en la tensión perpetua entre aquello que presenta un rostro y
aquello cuyo rostro fue destruido- sino al reponer, incansablemente, la cuestión
del semejante. Como todos los niños (recuerdo cómo esta cuestión me taladraba
al infinito), tantea entre la comprensibilidad y la incomprensibilidad fundamen-
tal de sus semejantes. Toda su obra vacila entre la posibilidad de una empatía y la
imposibilidad del solipsismo, la terrible compasión para con los otros y la no me-
nos terrible soledad de nuestra posición en la especie humana. Posición doble,
insoportable y necesaria a la vez. "El que percibiera la totalidad de 1a melodía",
escribía Rilke, "sería a la vez el más solitario y el más comunitario".
*
¿Qué tiene el arte entonces de "ejemplar" -absolutamente único y terri-
blemente banal- a los ojos de Boltansk:i? ¿Qué espera. de una imagen? Que no
se autoconsagre diciendo ''soy yo" a la exclusión de todo el resto. Si Boltansk:i
parece siempre desvalorizar sus objetos, es, más allá de toda postura -de falsa
modestia, como falsamente se cree-, porque rechaza la idea de una obra absolu-
tamente aislada del resto del mundo, de lo que se experimenta a veces, intimi-
dado, ante algunas "obras maestras". Boltanski no tiene la necesidad de alcanzar
una obra maestra por la simple razón de que una obra, para él, es esencialmente
impersonal y colectiva, pero de una forma tan particular que, frente a ella, todo
el mundo debería sentirse individualmente reconocido, concernido, núrado. N o
es el espectador que paga su entrada al Grand Palais el que debe "reconocer" la
obra, sino la obra misma la que debe "reconocer" a cada uno que la mira. N o e-s
la gente común la que debe respetar esa obra, sino la obra la que debe respetar
a la gente común.
"Cada uno sabe casi todo", todo lo que verdaderamente importa, me dice
210 Remontajes del tiempo padecido
Boltansk.i. "Cada uno sabe casi todo, pero como en una suerte de gran bolsa de
basura donde las cosas no están en la superficie: están hundidas en el interior.
El trabajo de un artista es, al subrayar alguna cosa -como en un texto se subraya
una palabra- hacer aparecer algo que la gente ya sabía, pero que no está [que
no aparece] en la. conciencia. Por lo tanto, se remontan las cosas [... _j Se hace ex-
----<perttntmt·a-t';"flo-.le-qtte-t:1-no-hizo o vivió sin.o lo que ellos vivieron." El artista no
sería entonces, desde esta perspectiva, más que el trapero de nuestras bolsas de
basura, el arqueólogo de nuestros tesoros ignorados, el filólogo del más común de
nuestros bienes.
*
Proust evoca también -siempre en Albertine desaparecida- el "desmenuza-
miento" fundamental que la memoria, sin descanso, impone a la continuidad
de la historia. Pero este desmenuzamiento no es ün defe cto, es al C()ntrario lma
posibilidad, porque "multiphca'', escribe Proust, aquello mismo que transmite
(también la muerte de Albertina será multiplicada, también serán «innmnetables
Albertinas" por las que deberá hacer el duelo). Boltanski es proustiano en este
sentido: es un artista de la memoria trabajando, es decir, de lo incontable y del
desmem1zam.ienta del ti:empo. Recoge y multiplica los restos de una gran éom.ida
cruel, como un pequefi.o tra)?ero que, malicioso, se agita sobre la mesa de C r o -
nos.
*
A pesar de su título mortífero, Se acab6 el juego se presenta como una super-
ficie de juego. No se juega más contra la muerte (cementerios, fosas comunes,
Kanada en Auschwitz), sino que se jugará pese a todo con ella (cementerios de
simples ropas, rayuelas, ajedrez, imágenes, mufi.ccas, obras de arte; figLU:a 55). Si
eso no parece racionalmente posible, no será entonces sino más necesario. Ésa es
212 Remontajes del tiempo padecido
*
A lo largo de nuestro diálogo en su atelier, Boltanski vuelve una y otra vez
sobre uno de sus grandes leitmotiv: todo encuentro alrededor de un muerto
-ritual de entierro, lamentación, banquete fúnebre, elogio póstumo- se consti-
tuyt: según él como el remonta.fe de un rompeca.bezas en el que se realizara la vida
pasada. Pasolini, en los años 60, explicaba un poco Jo mismo: "El portador de
una película (... ] es un portador muerto. Desde que alguien muere, una rápida
síntesis de su vida apenas concluida se realiza. Miles de. actos, expresiones, voces,
palabras caen en la nada, alguna decena o centena sobrevive. Un número consi-
derable de frases que ha dicho cada mañana, mediodía, tard.e y noche de su vida
cae en un abismo infinito y silencioso. Pero algunas de sus frases resisten, como
por milagro, se inscriben en la memoria como epígrafes, permanecen suspendi-
das en la luz de una mañana, en las dulces tinieblas de una tarde: la mujer y los
amigos lloran al recordar. En una película son estas frases las que quedan [... ] La
continuidad de la vida, en el momento de la muerte -es decir, después de la ope-
ración del montaje- pierde toda la infinidad del tiempo en la que (vivimos]".1
Y Boltanski prolonga esta idea al hacer de nuestras vidas mismas un verdadero
montaje de muertos plurales: "Nosotros mismos no estamos fabriqdos sino de
muertos, nosotros somos un rompecabezas de muertos".
Se ve por qué, sin dudas, al rompecabezas-Boltanski le gusta canto sacar de
sus carpetas, de sus cajas de cartón, de sus cajas de zapatos, mil y una imágenes,
como miles de juguetes con los que formar el gran.Juego vivo, el montaje imagi-
nativo y memorial. Sobre la mesa que exhibe su avalancha, su desorden de imá-
genes, a saber, este álbum de familia extendido a todos los ancestros, a todos los
1. Otra versión de esta perspectiva puede leerse en "Observaciones sobre el plano secuen-
cia", Empirismo herético, trad. E. Nícotra, Córdoba, Brujas, 2005, pp. 321-326 [N. del E.]
Gran juguete mortal 213
niños, a todos los pueblos, a todos los sin nombre del mundo, aparece de repente
una curiosa configuración: de entre los documentos ligados a la lústoria -por
ejemplo, los rostros de los niños de la Shoah (figura 56)-, se remonta una serie de
retratos suyos que apoya, sin pensarlo, sobre la doble página de un diario polaco,
la extraiia publicidad de una clínica obstétrica que despliega incontables i;etratos
de recién nacidos (fi g u ra 57).
55. Christian Boltanski, Lost l,,Vorkers:T7ie work people ef Hal!fax l977-1982 (Trabajadores
perdidos: los trabajadores de Halifax), 1994. [nstalación de ropa usada (detalle). Halifax,
Henry Moore Studio, Dean Clough.
*
Mi propio leitmotiv -ignoro bien por qué- es otra vez ese texto de Baude-
laire al que vuelvo sin cesar, la Moral del juguete. Boltanski parece poder perfecta-
mente habitar ese texto. Visión mágica -pero también críptica- de la juguetería,
esta incomparable "instalación": "Las paredes no se veían, tan revestidas estaba11
de juguetes. El techo desaparecía bajo una floración de juguetes que colgaban
214 Remomajes del tiempo padecido
como estalactitas maravillosas. El piso apenas ofrecía un camino donde apoyar los
pies". Visión festiva del drama de la vida:
Todos los n.iños habbn a sus juguetes; los juguetes se vuelven actores
en cJ gran drama de la vida, reducido por la cámara oscura de su pequeño
cerebro. Los niños testimonian con sus juegos su gran facultad de abstrac-
ción y su alto poder de imaginación. Ellos juegan sin juguetes.
Ahora bi.en, no por azar este gran juego infantil se encuentra tensado entre
las miserias de la guerra ("el niño solitario que gobierna y libra él solo el combate
de dos ejércitos de corchos, de dominós, de peones, de carozos") y las fastuosi-
dades del arte ("el juguete es Ja primera iniciación del niño en el arte o, mejor,
éste es para él la primera realización"). No pot azar, este gran juego infantil es
descripto por Baudelaire como un verdadero desmontaje de la realidad -destruc-
ción del juguete mismo-, coruiderado eD este sentido como un prototipo de
codo pensamiento metafísico, pero también de toda tendencia revolucionaria:
La mayor parte de los mocosos desea sobre todo 11er el alma, algunos al
término de algún tiempo de ejercicio, otros enseguida. Es la mis o menos
rápida invasión de este deseo la que hace mayor o menor la longevidad
del juguete. No tengo el coraje de castigar esta manía infantil: es una
primera tendencia metafuica. Cuando este deseo se fija en la médula
cerebral del niño, llena sus dedos y uñas de una agilidad y una fuerza
sin g u lares. El niño da vueltas y vueltas el juguete, l o rasga, lo agita, lo
sacude contra las paredes, lo tira al piso. Por momentos le hace reco-
menzar sus n1ovünieutos mecánicos,. a veces en sentido inverso. La vida
maravillosa se detiene. El niño, como el pueblo que asedia las Tullerías,
hace un supremo esfuerzo; finalmente lo entreabre, él es más fuerte. Pero
¿dónde está el alma? Es entonces que comienzan el estupor y la tristeza
[... ] Puz,zcling question!
56. Fotógrafo anónimo, Niiios de f/11'11 esrnelajutlla, 1938. Copia analógica. Colección
Christian Boltanski,
*
Gravedad del juego y de la imagen. Al ig u al que las actividades más serias y
Granjuguete mortal 217
*
Es un punto sobre el que 13oltanski no vacila . .Él, a quien le gusta tanto
dejar sobrevolando una duda, él que zigzaguea entre posiciones generalmente
pensadas como incompatibles, él que parece siempre desviar todos los enfren-
tamientos y sacar partido de todas la ambigüedades, se mantiene firme en una
cierta posición cara a cara con el humano, no el humano de los huma1ústas o de
los humanitarios autodeclarados, sino el humano del que hablan Primo Levi,
Roberc Antclme o Hannah Arendc. El rechazo del "poshumano" -y, de cierta
forma, del posmodernismo que le dicta los motivos- es eso, me dice Boltansk.i,
"lo que puedo afirmar hoy más claramente". El "poshumano" no sería sino
una forma de nombrar la negación de la historia y el rechazo a transmitir. En la
amalgama o nudo de tiempos heterogéneos que caracteriza cada obra de Bol-
tanski, no hay lugar ni para la obsolescencia definitiva, ni para la eterna juventud.
El viejo infante que me habla tanto de supervivencias en su atelicr se muestra,
decididamente, anacr611ico y no posmoderno.
2'18 Remontajes del tiempo padecido
Las imágenes de Boltanski se parecen todas, tal vez, a ese trivial objeto bri-
llante que me había asombrado tanto en su atelier: ellas serían como mantas de
supemivencia inventadas expresamente para los cuerpos, las familias, las multitu-
des, los pueblos desaparecidos.Trabajar, para Boltanski, no sería otra cosa que en-
contrar cada vez una nueva forma para la transmisión. Ahora bien, transmitir no
es otra cosa que permitir algo como una supervivencia, una salida fuera del olvi-
do de los hombres. La búsqueda de Boltanski sería entonces una "búsqueda del
tiempo padecido", una fábrica de la supervivencia del tiempo padecido: sufrimientos
revividos, multiplicados, dispersados, remontados, transformados en juego, por
lo tanto desbordados pero mantenidos en nuestra conciencia histórica. Como
Proust lo escribía en E/ tiempo ,·w,perado:
Cuando nos ponemos a trabajar, nnescra alma [... J otorga una suerte
de supervivencia a sentimientos que ya no existían. Es cierto que estamos
obüg-ados a revivir nuestro sufrimiento particular con el valor del médico
que recomienza sobre sí mismo la peligrosa iuyección. Pero al mismo
tiempo hay que pensarlo como una forrna general que en cierto modo
nos hace escapar de su angustia, que transforma. a todos en copactícipes
de nuestro trabajo y que ni siquiera está exenta de. cierta alegría. Allí
donde la vida levanta muros, la inteligencia [o el arte] abre una salida,
ya que si no existe remedio para un amor no compartido, uno sa.le de la
constatación de un sufrimiento aunque más no sea sacando las conclu-
siones que éste comporta. La inteligencia lo la obra de arte l no conoce
esas situaciones cerradas de la vida sin salida.
No son los seres humanos los que sobreviven en la supervivencía. Los judíos
muertos en los campos de concentración son definitivmneme muertos, y los
suizos muertos también. Supervivencia no es resurrección: un retrato, que se sepa,
no resucitó jamás. Pero algo sobrevive en los "remontajes del tiempo padecido"
y no es otra cosa, dice en sustancia Boltanski, que la dignidad de los rostros, de las
fanúlias, de las multitudes, de los desaparecid'6s. Tan cieno es que no existe arte
de la mem.oria que no converja, en algún momento, en la cuestión ética. No me
sorprende que Boltanski vuelva constantemente, durante nuestra conversación,
sobre la práctica romana de la iniago (a saber, el sentido más antiguo, antropo-
lógicamente hablando, de aquello que la palabra imagen significa en la Europa
occidental). El objeto central del trabajo de Boltanski sería entonces la digntdad
Gran juguete mortal 219