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“(…) surge la procedencia de la consideración por parte del tribunal de la conducta del afectado por
el siniestro al momento de determinar el monto de la indemnización por daño moral, en tanto
concreta en el caso la directriz de compensación de culpas ínsita en la norma del artículo 2330 del
Código Civil y para lo cual el estatuto dentro del cual ésta fue situada por el legislador, no obsta en
forma alguna (…).”.
Con semejante afirmación, pareciera haberse zanjado la discusión, pero no ha sido así. Todavía hay
jueces que se niegan a aplicar la regla, precisamente por el motivo en comento (v. gr. RIT O-337-
2014 de Juzgado de Letras del Trabajo de Concepción, 6 de diciembre de 2014; RIT O-17-2014 de
Juzgado de Letras de Cabrero, 15 de julio de 2015). Por otro lado, en la actualidad, la Corte
Suprema conoce de las causas laborales mediante el recurso de unificación de jurisprudencia y,
habiéndose sometido en varias ocasiones a la revisión del Supremo Tribunal la cuestión aquí
discutida, so pretexto de que no hay verdadera contradicción o que el supuesto fáctico no coincide
con el de autos, la Corte ha evitado reiterar abiertamente sus dichos del 2009 (v. gr. Rol Nº 11248-
2013; ROL Nº 6305-2015). Hasta donde me consta, la última decisión en este sentido data del 1 de
octubre de 2015, (Rol Nº 11192-2015).
A lo dicho, deben agregarse dos argumentos históricos, que no siempre se tienen en consideración:
(i) el hecho de que las raíces más profundas del artículo 2330 se encuentran precisamente en la
responsabilidad contractual. Cuando Christian Wolff (a quien según la doctrina moderna debemos la
idea de la repartición de culpas, como superación de la antigua compensación culpas), enunció la
regla contenida en dicho artículo, lo hizo para un caso de depósito; y (ii) el hecho de que al origen
de la regla de previsibilidad del daño contenida en el artículo 1558 del C.C. se encuentra la idea de
“culpa del acreedor” como eximente o atenuante de responsabilidad. Así lo demuestra el estudio de
la obra de Dumoulin (de donde Pothier tomó la regla de la previsibilidad, que luego pasaría al Code
Civil y de aquí la tomaría Bello), pues todos los ejemplos que el autor da para ilustrar la regla de la
previsibilidad son casos en que, según dice literalmente el autor, hay culpa del acreedor, la cual
excluye o reduce la responsabilidad del deudor, pues no debe indemnizar daños correspondientes a
riesgos no contemplados al tiempo de contratar; tales riesgos deben ser asumidos por quien, de
manera negligente (i) no los hizo parte del contrato (no informó el motivo del contrato); (ii) dio
lugar a ellos con posterioridad al acuerdo (destinando la prestación a un fin distinto del convenido);
o (iii) se expuso a ellos imprudentemente (no adoptó las medidas conducentes a precaver el daño).
*Lilian C. San Martín Neira es doctora en Derecho por la Universidad de Roma “TorVergata” y
profesora de derecho civil en la Universidad Alberto Hurtado. Este texto corresponde a la ponencia
presentada en el seminario “Las fronteras del derecho contractual: deberes de protección y
fragmentación de la autonomía de la voluntad”, que tuvo lugar los días 16 y 17 de octubre de
2015, en las universidades Alberto Hurtado y Católica de Valparaíso, en el marco del Proyecto
Fondecyt, Nº 11140246.