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UTN BA

Tarea Evaluativa Mod. 8


Estudiante: Inés M. Yost

1. ¿Cuáles cree que pueden ser las consecuencias e implicancias concretas que pueden extraerse de la
instrumentación de estrategias farmacológicas y/o estrategias no ratificadas?
Las implicancias concretas que pueden extraerse de la administración de fármacos se relacionan
con la mejora de la sintomatología autista y la consecuente adherencia al régimen de tratamiento
comportamental. En efecto, la farmacoterapia en casos de autismo grave es tan necesaria como la
intervención psicoeducativa ya que esta depende de la primera; es decir, con la reducción en la severidad
de presentación de síntomas y la relativa estabilización del paciente, se puede comenzar a manipular y
modificar el comportamiento problema o no adaptativo. En efecto, la administración de Inhibidores
Selectivos de la Recaptación de Serotonina (ISRS) tales como la Fluvoxamina, la Fluoxetina, la
Clomipramina facilitan la permanencia del neurotransmisor serotonina en el espacio sináptico entre
neuronas inhibiendo su recaptación y produciendo una disminución de la ansiedad y una estabilización
del humor. Más particularmente, la administración de fluvoxamina se recomienda para el alivio de las
obsesiones, la depresión y la fobia social; pero puede producir un aumento de la hiperactividad. La
fluoxetina mejora le humor y reduce los rituales, aunque sus efectos colaterales se asocian a
hiperactividad y consecuente insomnio, inquietud y agitación, y falta de apetito. Por último, la
clomipramina inhibe los comportamientos autolesivos y alivia los síntomas obsesivo-compulsivos en
niños; pero puede producir alteraciones cardíacas y enfermedades súbitas. Por otro lado, los
antidepresivos se utilizan para la mejora de los síntomas afectivos de los niños con autismo; tales como la
labilidad emocional, la ansiedad y la depresión y las respuestas afectivas inapropiadas (UTN BA, 2022).
En conclusión, mejorando la sintomatología característica del autismo que torna al comportamiento
impredecible, hiperactivo, y desadaptativo hasta antisocial, se allana el camino para poder modificar los
comportamientos/objetivos del programa de tratamiento. De lo contrario, sin la asistencia farmacológica,
los resultados de las estrategias de intervención del terapeuta no serían tan efectivos y la frustración de la
familia se haría evidente. A pesar de que los fármacos no curan el trastorno autista, incrementan la
habilidad de pacientes con trastornos del desarrollo de adaptarse a la rutina de los tratamientos
psicoeducativos o comportamentales y beneficiarse de ellos (Volkmar, F, Cook, E. H Jr., Pomeroy, J. y
Otros, 1999).
En relación a las consecuencias de la instrumentación de tratamientos alternativos y no ratificados
por la comunidad científica tales como tratamientos somáticos (terapia electroconvulsiva, entrenamiento
en audición, terapia de sostén), suplementos vitamínicos y/o nutricionales, dietas bajas en azúcares, o
tratamientos con esteroides se detallan: el uso injustificado de tiempo que podría haberse destinado a
terapias científicamente comprobadas, la promoción de expectativas en los padres, y la manipulación del
niño como “objeto de laboratorio” y el consecuente daño moral. Alternativamente, las consecuencias
también pueden dividirse en tres grupos: de bajo riesgo, riesgo medio y alto riesgo para el paciente. Por
ejemplo, bajas dosis de vitaminas o suplementos nutricionales implican bajo riesgo para el paciente. Otro
ejemplo son los intentos de curar el autismo a través de realineación del cerebro y nervios y dietas de
eliminación; siendo ambas estrategias no científicas falsamente prometedoras y costosas. Por último,
tratamientos somáticos (inyecciones de sustancias extrañas) como el extracto de cerebro de oveja son
altamente riesgosos para el paciente. En conclusión, los tratamientos alternativos no comprobados
científicamente deben ser activamente desalentados por su falta de validación científica debido a
inconsistencias metodológicas (Volkmar, F, Cook, E. H Jr., Pomeroy, J. y Otros, 1999).

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2. ¿Cuál es el lugar e importancia que tiene la consideración de las figuras civiles y penales
relacionadas a la mala praxis y los derechos mencionados?
La mala praxis o mala práctica terapéutica representa una irresponsabilidad civil que puede ser
clasificada como impericia, imprudencia o negligencia. La impericia es desconocimiento por
inexperiencia, falta de capacidad y conocimientos actualizados, dicho de otro modo, es la práctica mal
hecha; sin estar respaldada conceptualmente y técnicamente. Un profesional que actúa con pericia, hace
bien su práctica. Por otro lado, la imprudencia implica una inadecuada decisión, a veces impulsiva, sobre
la aplicación de una técnica apropiada a pesar de haber actuado con buena voluntad o intención. Por
último, la negligencia es el daño causado por una acción a conciencia; es decir, una acción con
responsabilidad dolosa. Sin embargo, existen dos circunstancias, “legítima defensa” y “estado de
necesidad” que justifican al profesional de una responsabilidad civil. En la legítima defensa o defensa
propia, un profesional puede forcejear y dañar una parte del cuerpo del paciente para sacarle un objeto
punzante y así evitar un daño mayor (agresión) al terapeuta. En el estado de necesidad, se forcejea con el
paciente causándole un daño físico/lastimadura para retirarle el objeto punzante y así evitar un acto
autolesivo (UTN BA, 2022).
Por otro lado, existen dos circunstancias en las cuales se exceptúa la responsabilidad civil del
profesional: cuando un daño no pudo haberse evitado (caso fortuito) y cuando una situación que pudo ser
previsible no pudo ser evitada (fuerza mayor). Un ejemplo de caso fortuito podría ser el de un niño con
autismo que se escapa del área de juego hacia la calle a pesar de haber una barrera de hormigón que lo
separa de la zona de circulación de autos, y es lastimado por un ciclista. Por otro lado, las causas
neurológicas del autismo que determinan la sintomatología del trastorno son condiciones de fuerza mayor
que no pueden ser tratadas y evitadas El profesional de la salud está obligado a asistir al paciente cuando
lo necesite o derivarlo si fuese necesario (responsabilidad penal), y está obligado a auxiliar, sin riesgo
personal, a un menor de diez años o a una persona herida, inválida o amenazada como también obligado a
dar aviso a la autoridad (UTN, BA, 2022).
Tanto como los profesionales tienen obligaciones, los pacientes tienen derechos básicos
reconocidos mundialmente a través de la Declaración de Lisboa. Los derechos son los siguientes: a la
atención continua de buena y óptima calidad, a la libertad de elección de terapeutas, hospitales y centros
de salud, a la autodeterminación para dar o negar consentimiento para procedimientos, terapia o como
participante de una investigación, a recibir información clara sobre su persona y de terceros si hubiese
consentimiento previo, a la confidencialidad de sus datos personales e historia clínica, a la dignidad en su
cuidado y respeto por su cultura y valores, y derecho a la asistencia espiritual/religiosa y moral (UTN bA,
2022).
En conclusión, la buena práctica profesional es la que siempre tiene en cuenta los derechos del
paciente y asume las responsabilidades civiles que forman parte del ejercicio de la profesión. Las
responsabilidades penales tales como abandono de persona y omisión de auxilio estarían fuera de
consideración para todo ciudadano que actúa responsablemente.

3. ¿Cuáles cree que pueden ser las consecuencias e implicancias concretas que pueden extraerse de estos
documentos (derechos de las personas con discapacidad) relacionados con los tratamientos terapéuticos
educativos?

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Los derechos de las personas con discapacidad se encuadran, en Argentina, en dos convenciones;
la “Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra las
Personas con Discapacidad” siendo esta una convención regional e interamericana, y la “Convención
Internacional sobre Derechos de las Personas con Discapacidad”; siendo esta convención promulgada en
el año 2006 por las Naciones Unidas la cual generó la promulgación de la ley nacional nro. 26.378 de
Junio del 2008. (UTN BA, 2022).
Los principios generales de la convención de las personas con discapacidad declarados por las
Naciones Unidas son: el respeto a la dignidad inherente y la autonomía individual, la no discriminación,
la participación e inclusión plena en la sociedad, el respeto por la diferencia y la diversidad, la igualdad
de oportunidades, la accesibilidad, la igualdad de género, y el respeto por las facultades de los niños y
niñas con discapacidad. Por otro lado, los Estados deben tomar medidas legislativas y administrativas
para garantizar los derechos de la convención de Naciones Unidas, deben garantizar, a través de sus leyes,
la no discriminación de las personas con discapacidad, deben promover ayudas para la movilidad y
tecnologías de apoyo e incentivar la formación de profesionales en la legislación para personas con
discapacidad para garantizar una buena asistencia. Las personas con discapacidad son personas con
deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que no pueden participar plena y
efectivamente en la sociedad en igualdad de condiciones con los demás (Naciones Unidas, 2006).
Las implicancias concretas que pueden extraerse de los derechos de las personas con discapacidad
relacionadas con los tratamientos terapéuticos educativos están relacionadas con prestar un servicio de
atención terapéutica educativa adaptado y accesible a pacientes con dificultad de movilidad, y con
profesionales entrenados en la lengua de señas, el Braille y los sistemas de comunicación aumentativos,
con precios accesibles, con la misma variedad y calidad que las personas no discapacitadas, y
desarrollando al máximo las aptitudes mentales y físicas como también los talentos y la creatividad de los
pacientes.

4. ¿Cuál es su reflexión sobre los principios éticos aplicados al campo de los trastornos generalizados
del desarrollo?
Mi reflexión sobre los principios éticos aplicados al campo de los TGD es que en primer lugar
esos principios deben velar toda práctica profesional más allá del campo al cual se enfoque la tarea
clínica. En segundo lugar, la ética profesional o también llamada “hacer el bien” debe incluir dos
aspectos: valores morales y buena praxis (técnica correctamente aplicada). En efecto, la buena praxis o
práctica profesional debe regirse por tres principios relacionados y dependientes: la autonomía, la
beneficencia y la justicia. Es decir, el trabajo terapéutico educativo debe respetar la libertad, los derechos
y la autonomía del paciente, debe causar un beneficio y que este sea mayor que los costos y riesgos
probables, y debe ser justo y equitativo en relación a los derechos y obligaciones de cada parte (UTN BA,
2022).
La práctica terapéutica es una locación de servicio; es decir, representa un servicio que se ofrece a
la comunidad cuyo agente (terapeuta) es responsable de sus acciones y de los medios o técnicas que
utiliza para alcanzar un resultado, sin embargo; la práctica no puede garantizar por sí misma un resultado
(UTN BA, 2022). Por lo tanto, mi reflexión es que todo profesional de la salud asume una gran
responsabilidad legal al ser representado por una matrícula profesional que lo habilita para la práctica
profesional; más allá de la “protección de un seguro de mala praxis”.

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En referencia a las responsabilidades contractuales, se establece una relación contractual al


prestar un servicio terapéutico educativo en el cual los roles, deberes y derechos del paciente y del
terapeuta están definidos; aunque no estén asentados por escrito y solo hayan sido trasmitidos
verbalmente. Por ejemplo, las clínicas en Estados Unidos cobran al paciente el “no show” es decir, el no
asistir a la terapia si no fue dado un aviso de 48 horas antes. Esta cláusula generalmente es informada por
escrito al momento de admisión del paciente quien firma su consentimiento. Por otro lado, la
responsabilidad extracontractual implica el deber como ciudadanos de no dañar, más allá de una relación
terapéutica. Mi reflexión sobre ambos tipos de responsabilidades es que ambas se necesitan para ser
considerado un “buen profesional”; siendo la responsabilidad extracontractual el cimiento para la
contractual (UTN BA, 2022). Según mi experiencia, la responsabilidad profesional como agente
habilitado que presta un servicio terapéutico a la comunidad se hace más amena de llevar cuando se forma
parte de una organización/clínica en la cual las responsabilidades están distribuidas en varios niveles de
autoridad lo cual permite que el servicio prestado pueda sea ejecutado por diferentes profesionales de
diferentes niveles. Por ejemplo, un programa de intervención en comportamiento (programa ABA) es
diseñado por una Analista en Comportamiento (BCBA) según los resultados de los tests y cuestionarios
administrados por la Doctora en Psicología, y es implementado por una técnica en comportamiento. Los
conocimientos, las habilidades y las responsabilidades de estos profesionales de la salud se complementan
para la prestación de un servicio terapéutico de óptima calidad.

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