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En otro pasaje de sus escritos lo consagra con gran precisión “Lo que pertenece a la
naturaleza superior no puede darse en la inferior de modo perfecto, sino por cierta
participación tenue, así como en la naturaleza sensitiva no se da la razón, sino cierta
participación de la razón en cuanto que los animales brutos poseen cierta prudencia
natural”.
Así de este modo, Santo Tomás lleva a cabo una comprensión del hombre desde su
condición de criatura personal, que es, en esencia, sobre el ser del hombre, más
concretamente, la metafísica, lo que le lleva a considerar al hombre como ser personal. El
hombre, así considerado en su realidad natural y sobrenatural, se encuadra como
persona humana, cuyos atributos propios son ser un sujeto singular, existente,
subsistente, que tiene espíritu o participa del espíritu, en el sentido que como unidad
espiritual indica la totalidad, en su unidad todas las notas del ser, las de espíritu y las de la
materia; todo lo que subsiste en este sujeto.
En lo racional no solo que sea capaz de conocer y expresar la realidad de las cosas o
diferenciar entre el bien y el mal, sino también de dirigirse a sí misma pudiendo orientar su
vida hacia lo que le perfecciona: tender lazos interpersonales en una comunicación en el
amor.
Efectivamente, la vida del ser humano es tan especial que convierte cada hombre en un
ser único, completo en sí mismo, irrepetible y con una vida interior propia, incomunicable,
es decir, personal. Lo ‘personal’ implica una vida absolutamente única, irrepetible e
irreducible a otra –aunque tengamos en común con los demás el pertenecer al mismo
género, el humano. La persona tiene identidad, es ella misma con su pasado, presente y
proyección futura, de lo cual puede ser consciente. Cada persona hace historia, su propia
historia y sobre cada una podría escribirse una biografía exclusiva. A la vez descubrimos
que la riqueza de cada persona es tal que está llamada a trascenderse, a tender puentes
y a comunicarse con otras personas, desde su propia intimidad. Por eso no construye la
historia aisladamente, sino entrelazada con otras vidas personales, igualmente únicas e
irrepetibles con las que traza la historia en una comunicación de su vida personal íntima.
El fruto de sus decisiones y de sus actos, lo que haga o deje de hacer, influye en los
demás –para bien o para mal.