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Dios y el hombre, Santo Tomas de Aquino

Un problema fundamental e interesante que aborda Santo Tomas de Aquino es el


concepto de persona y su naturaleza, aun cuando es un tema muy difícil de entender,
pero de una gran importancia, Santo Tomas de Aquino, expresa en varios pasajes de sus
postulados que aun cuando es evidente que el hombre es una semejanza de Dios, no es
un ser superior por los dotes que les fueron otorgados, no son iguales bajo ningún punto
de vista.
El hombre es una semejanza de Dios, pero no perfecta, sino imperfecta. Es una definición
misma que nos dan las Sagradas Escrituras, cuando dicen que el hombre fue creado a su
imagen y semejanza, así podemos decir que solo somos una copia imperfecta de Él. Lo
que significa que el hombre depende de Dios y es menos perfecto que Él.

En otro pasaje de sus escritos lo consagra con gran precisión “Lo que pertenece a la
naturaleza superior no puede darse en la inferior de modo perfecto, sino por cierta
participación tenue, así como en la naturaleza sensitiva no se da la razón, sino cierta
participación de la razón en cuanto que los animales brutos poseen cierta prudencia
natural”.

Así de este modo, Santo Tomás lleva a cabo una comprensión del hombre desde su
condición de criatura personal, que es, en esencia, sobre el ser del hombre, más
concretamente, la metafísica, lo que le lleva a considerar al hombre como ser personal. El
hombre, así considerado en su realidad natural y sobrenatural, se encuadra como
persona humana, cuyos atributos propios son ser un sujeto singular, existente,
subsistente, que tiene espíritu o participa del espíritu, en el sentido que como unidad
espiritual indica la totalidad, en su unidad todas las notas del ser, las de espíritu y las de la
materia; todo lo que subsiste en este sujeto.

Lo característico de la persona, ese ser completo en sí mismo, único, incomunicable e


irrepetible, conlleva que toda vida personal toque y transforme a su paso otras vidas, para
bien o para mal, que puede conocer su fin y dirigirse libre y conscientemente a él, su
capacidad de elegir y ser dueño de su vida, esta capacidad que procede de su razón y
espíritu.

En lo racional no solo que sea capaz de conocer y expresar la realidad de las cosas o
diferenciar entre el bien y el mal, sino también de dirigirse a sí misma pudiendo orientar su
vida hacia lo que le perfecciona: tender lazos interpersonales en una comunicación en el
amor.

Efectivamente, la vida del ser humano es tan especial que convierte cada hombre en un
ser único, completo en sí mismo, irrepetible y con una vida interior propia, incomunicable,
es decir, personal. Lo ‘personal’ implica una vida absolutamente única, irrepetible e
irreducible a otra –aunque tengamos en común con los demás el pertenecer al mismo
género, el humano. La persona tiene identidad, es ella misma con su pasado, presente y
proyección futura, de lo cual puede ser consciente. Cada persona hace historia, su propia
historia y sobre cada una podría escribirse una biografía exclusiva. A la vez descubrimos
que la riqueza de cada persona es tal que está llamada a trascenderse, a tender puentes
y a comunicarse con otras personas, desde su propia intimidad. Por eso no construye la
historia aisladamente, sino entrelazada con otras vidas personales, igualmente únicas e
irrepetibles con las que traza la historia en una comunicación de su vida personal íntima.
El fruto de sus decisiones y de sus actos, lo que haga o deje de hacer, influye en los
demás –para bien o para mal.

En resumen, podemos concluir que, para Santo Tomas, el fundamento principal de la


persona, es el ser, el ser del hombre es ser personal, el ser del espíritu. El carácter
natural de ser persona no lo modifica ninguna condición de pobreza física, intelectual o
cultural, ni ninguna limitación física, síquica, moral o cultural.

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