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San Anselmo de Canterbury, nace en Aosta ciudad de la Longobardia en 1033, también se

le conocía como Anselmo de Aosta por la ciudad donde nació, Anselmo fue un monje
benedictino, Arzobispo de Canterbury en Inglaterra, proclamado Doctor de la Iglesia en
1720 por el Papa Clemente XI y considerado uno de los más grandes teólogos y filósofos
de su tiempo.

San Anselmo contaba con una piedad y caridad desbordante, es precursor de Santo Tomás
de Aquino. También fue un hábil maestro para sus hermanos de la Orden de san Benito, a
quienes enseñó teología, así como también luchó incansablemente por conseguir la libertad
de la Iglesia a pesar de sufrir destierros.

Es reconocido como el “padre de la escolástica“. Como teólogo se le recuerda por sus


importantes obras y su defensa de la Inmaculada Concepción, y como filósofo por su
célebre argumento ontológico.

El argumento ontológico es un argumento filosófico deductivo a priori a favor de la


existencia de Dios. Y en la tradición cristiana occidental se le conoce a Anselmo de
Canterbury por haber presentado el primer argumento ontológico en su obra de 1078,
Proslogion.

Anselmo definió a Dios como «aquel del que nada más grande [que él] puede ser pensado»,
y argumentó que este ser debe existir en la mente, incluso en la mente de la persona que
niega la existencia de Dios. Sugirió que, si el mayor ser posible existe en la mente, también
debe existir en la realidad. Si solo existe en la mente, entonces un ser aún mayor debe ser
posible: uno que existe tanto en la mente como en la realidad. Por lo tanto, este ser más
grande posible debe existir en la realidad.

La relación entre Fe y Razón

Anselmo inaugura en filosofía lo que se llamará la escolástica. La búsqueda del


entendimiento racional de aquello que, por la fe, ha sido revelado. En el sentir de Anselmo,
no se trata de remover el misterio de los dogmas, ni de desacralizarlos; tampoco significa
un vano intento de comprenderlos en su profundidad, sino tratar de entenderlos, en la
medida en que esto es posible al ser humano.
Esta actitud del "creyente que pregunta a la razón" provoca que en varios de sus textos las
preguntas fundamentales queden sin respuestas. La fe ya será la encargada de dárselas. Se
debe decir que no logra hacer una clara distinción entre los campos de la teología y de la
filosofía; sin embargo, cabe aclarar, que ello no formaba parte de sus pretensiones y que no
era el momento histórico-cultural para siquiera intentarlo. Por todo ello, es inútil y
contradictorio al pensamiento de Anselmo buscar una teoría del conocimiento tal cual
dentro de sus obras.

Postura ante el problema de los universales

La postura de Anselmo ante el problema de los universales intenta resolver un viejo dilema
presente en el pensamiento medieval, sobre todo, en los comentarios que Porfirio y Boecio
hacían de la Lógica Aristotélica. Dicho problema llevaría a discusiones, no siempre
pacíficas entre los teólogos y filósofos de aquella época.

En resumen, si en realidad nuestras ideas tienen un valor objetivo en la realidad o sólo son
puros conceptos o nominaciones convencionales. Dependiendo de la solución que se dé al
problema, las consecuencias teológicas y ontológicas son diversas.

Anselmo sostiene una teoría que se podría llamar realismo exagerado, presente ya en sus
meditaciones sobre la existencia de Dios, tanto en el Monologio, como en el Proslogio. Este
realismo exagerado es fruto del tiempo y de la formación recibida en sus estudios.
Recuérdese que la filosofía imperante en esa época es agustiniana, la cual, como se sabe,
hunde sus raíces en el platonismo y neoplatonismo.

Teología Natural

Una de sus preocupaciones principales fue la compresión de aquello que la fe le proponía,


por eso, en sus dos obras principales intenta demostrar la existencia de Dios. La prueba
tiene tres vías o momentos que, siendo fieles a Anselmo, no deberían confundirse como si
tratase de tres pruebas diferentes. La primera vía se funda en la comunicación que con el
Bien Supremo tienen las criaturas.
Filosofía del Lenguaje

Se puede descubrir en su pensamiento dos tipos de lenguaje: uno interior, referente a la


especie que la mente utiliza para pensar, y otro, el término, es decir el signo lingüístico que
usa el hombre para comunicarse. Este último tiene como referencia al primero. Aunado a lo
anterior se distinguen en el propio lenguaje, una acepción material y otra formal. La
primera se refiere a lo que expresa la palabra en cuanto tal.

San Anselmo fue continuador del proceso de racionalización de la doctrina cristiana.


Inauguró los principios de un análisis lógico y filosófico del discurso teológico y estableció
las bases de la teología como ciencia.

Ello implica la existencia de un modelo, una norma de virtud: Dios, Suprema Verdad. Este
inicio continúa con la comprensión de lo creído, porque el hombre solo tiene un modo de
contemplar a Dios: mediante la comprensión intelectual de su fe. San Anselmo, a diferencia
de San Agustín, que creía para entender y entendía para creer, sólo cree para entender. El
cristiano debe ir por la fe al intelecto. La fe de San Anselmo es una fe que busca
comprender.

La especulación filosófica, según él, era una consecuencia exigida por la fe. Sostenía la
necesidad de creer para comprender a fin de intentar luego comprender lo que se creía. No
anteponer la fe, según Anselmo, era vanidad; sin embargo, no Recurrir a una solución a
continuación a la razón era negligencia.

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