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Juan Luis Ruiz de la Peña

IMAGEN DE DIOS
Antropología teológica fundamental
(3a edición)

Editorial SAL TERRAE


Santander
© 1988 by Editorial Sal Terrae
Polígono de Raos, Parcela 14-1
39600 Maliaño (Cantabria)
Fax: (942) 36 92 01
Con las debidas licencias
Impreso en España. Printed in Spain
ISBN: 84-293-0812-1
Dep. Legal: BU-66. - 1996
Impreso en Gráficas Aldecoa
Pol. Ind. Villalonquejar - 09001 Burgos
índice

Págs.
Al lector 9
Bibliografía general 13
Siglas y abreviaturas 14

1.a PARTE:
ANTROPOLOGÍA BÍBLICA
I. «Imagen de Dios»:
La antropología del Antiguo Testamento 19
1.' La terminología antropológica hebrea 20
2. Los relatos de la creación del hombre 27
2.1. El relato yahvista: Gn 2,4b-25 27
2.2. El hombre en el relato sacerdotal: Gn 1,26 — 2,4a... 39
2.3. Síntesis teológica de los dos relatos 47
3. La concepción del hombre en el libro de la Sabiduría 52
3.1. ¿Una antropología helenizada? 53
3.2. En pro del carácter unitario de la antropología de Sb 54

II. «Imagen de Dios 'en Cristo'»:


La antropología del Nuevo Testamento 61
1. Los sinópticos 62
1.1. El hombre ante Dios 62
1.2. La terminología antropológica 63
6

Págs.

2. Los escritos paulinos 70


2.1. La terminología 70
2.2. Cristo, imagen de Dios;
el cristiano, imagen de Cristo 78
3. Consideraciones finales 82
4. Cuestión complementaria: el debate exegético
sobre el esquema alma-cuerpo 84

2.a PARTE:
ANTROPOLOGÍA SISTEMÁTICA
III. El problema alma-cuerpo:
el hombre, ser unitario 91
1. Historia del problema 93
1.1. La edad patrística 94
1.2. La época medieval 101
2. La situación actual: el problema mente-cerebro 114
2.1. La teoría de la identidad 116
2.2. El emergentismo 118
2.3. El dualismo interaccionista 120
2.4. La propuesta de los cibernéticos 122
2.5. Evaluación 125
3. Reflexiones sistemáticas 129
3.1. El hombre, ser uno: el no al dualismo 129
3.2. El hombre, cuerpo y alma: el no al monismo 132
3.3. El hombre es cuerpo 134
3.4. El hombre es alma 138
3.5. De nuevo: el hombre, unidad de alma y cuerpo 144
4. Cuestión complementaria: el problema
de la inmortalidad del alma 149

IV. La dignidad de la imagen:


el hombre, ser personal 153
1. Desarrollo histórico de la noción de persona 154
1.1. La génesis de la idea 154
7

Págs.

1.2. La teología medieval 158


1.3. De la época moderna a nuestros dias 161
2. La situación actual 166
2.1. La afirmación existencialista del sujeto 167
2.2. La proclamación estructuralista
de la muerte del hombre 169
2.3. La recuperación neomarxista de la subjetividad 171
2.4. Unbalance 173
3. Teología de la persona: la dignidad de la imagen 175
3.1. Dios, tú del hombre; el hombre, tú de Dios 176
3.2. La persona, valor absoluto 178
3.3. La necesaria mediación de la imagen de Dios
en la relación hombre-Dios 179
3.4. La persona en la «Gaudium et Spes» 184
4. Persona y libertad 187
4.1. Noción y características de la libertad humana 187
4.2. Las actuales negaciones de la libertad 194
4.3. La noción cristiana de libertad 200
5. El ser personal, ser social 203
5.1. El concepto de ser social 204
5.2. La socialidad humana en la Biblia 206
5.3. La socialidad humana en el Vaticano II 209
5.4. Persona y sociedad 211

La actividad humana en el mundo:


el hombre, ser creativo 213
1. La mundanidad humana según la Biblia 214
1.1. Los relatos de creación del hombre 214
1.2. La actividad humana en el resto del A. T 216
1.3. La mundanidad asumida en Cristo 219
2. La actividad humana en la «Gaudium et Spes» 220
2.1. Los antecedentes 220
2.2. El capitulo III de la «Gaudium et Spes» 222
2.3. Evaluación 228
8

Págs.
3. Reflexiones sistemáticas 229
3.1. El trabajo: su significado antropológico 230
3.2. La idea de progreso:
entre la crisis y la remodelación 236
3.3. De la teología del progreso
a las teologías de lo político 242

VI. La cuestión del origen:


el hombre, ser creado 249
1. La crisis del transformismo 250
2. El origen del hombre: evolución y teología 254
3. ¿Monogenismo opoligenismo? 261
4. La reducción biologista de lo humano 267
4.1. La posición biologista:
primatología y sociobiologia 268
4.2. La réplica: el planteamiento antropobiológico 273
índice onomástico 281
Al lector
Mamífero terrestre bípedo. Animal racional. Mono desnudo.
Carnívoro agresivo. Máquina genética programada para la preserva-
ción de sus genes. Mecanismo homeostático equipado con un ordena-
dor locuaz. Centro autoprogramado de actividad consciente. Micro-
cosmos alquímico. Pasión inútil. Pastor del ser. Dios deviniente. El
modo finito de ser Dios. Imagen de Dios. He aquí un variado mues-
trario de las respuestas a la cuestión que el hombre es para sí mismo,
lixcuso decir que su enumeración podría prolongarse interminable-
mente: tal es la fragmentación de paradigmas de lo humano actual-
mente constatable. De las aquí aducidas se dará cumplida razón en
CNte libro; todas interesan a la teología, al margen de su mayor o me-
nor grado de plausibilidad.
Para la fe cristiana, en efecto, la pregunta sobre el hombre (con
ÑUS correlativas respuestas) es crucial. Ante todo, porque el cristianis-
mo cree en un Dios salvador del hombre; tiene, pues, que ocuparse
de éste con la misma perentoriedad con que se ocupa de aquél: la teo-
logia cristiana es entonces, esencial e irrenunciablemente, antropo-lo-
ll¡a, aunque —claro está— en un sentido bien distinto al propuesto por
Feuerbach.
Pero además el Dios cristiano —el único verdadero— es el Dios
humanado; la cuestión de Dios, cristianamente planteada, encubre y
conlleva la cuestión del hombre. La función de una antropología
teológica fundamental que no quiera ser un mero doblaje de la antro-
pología filosófica consistirá, por tanto, en diseñar las condiciones de
posibilidad de la relación hombre-Dios departe del hombre. Su lectu-
iM del fenómeno humano ha de ser tal que haga posible en principio
ln inteligibilidad del hecho Verbo encarnado.
10 AL LECTOR

De otro lado, la teología no debiera conceder sin más que es posi-


ble saber acabadamente qué es el hombre antes o al margen de la no-
tificación neotestamentaria sobre la encarnación de Dios. Pues de
esta forma se escamotea el sustrato último del misterio de lo humano,
a saber, su potencia obediencial para ser personalmente asumido en
el misterio por antonomasia que es el ser de Dios.
Estas consideraciones no autorizan, sin embargo, a subsumir la
antropología en la cristologia, opción que conduce en buena lógica a
succionar la esfera de la naturaleza en la de la gracia. Ni, a la inversa,
dan pie para reconvertir la cristologia en mera antropología, lo que
termina por derogar la gracia en favor de la naturaleza. Antropología
y cristologia son más bien magnitudes recíprocamente referidas en
tensión dialéctica; la antropología ha de nutrirse de la «sospecha»
cristológica, y la cristologia ha de alumbrar el fondo último de la rea-
lidad antropológica.
En todo caso, la antropología teológica fundamental no aborda
todavía lo más específico del mensaje cristiano sobre el hombre; el
objetivo de estas páginas es tan sólo dar razón de la visión cristiana
del hombre al nivel de sus estructuras básicas. Qué es el hombre,
quién es el hombre: éstas son, en último análisis, las dos cuestiones
que nos ocuparán en cuanto sigue. Una vez respondidas, será preciso
atacar las situaciones históricas concretas por las que atraviesa la re-
lación hombre-Dios, tanto a escala individual como a escala social:
pecado, justificación, gracia, consumación. Su indagación concierne
a la antropología teológica especial.
No debo ocultar que esta división de la antropología teológica en
dos partes es discutible; a los pros y los contras de este procedimien-
to me he referido en otro lugar («Sobre la estructura, método y conte-
nidos de la antropología teológica», en Studium Ovetense 7, [1980],
347-360). Con todo, quien quiera ajustar cuentas con la vasta proble-
mática involucrada en el discurso antropológico, o se embarca en la
confección de un volumen cuasi oceánico, o preferirá articular la
materia en dos entregas sucesivas; creo que tal demarcación es defen-
dible (supuesta, naturalmente, la unidad global del proyecto), y a ella
me he atenido. Dicho lo cual, se entiende que a este libro —que conti-
núa el programa iniciado en mi Teología de la creación— debería se-
guir otro que, junto con la escatología, concluyera el ciclo de una an-
tropología teológica completa.
La primera parte del presente libro (capítulos I y II) desarrolla la
antropología bíblica desde la categoría imagen de Dios. A tal fin, se
AL LECTOR 11

estudian los relatos de creación del hombre y la peculiar acuñación


paulina del tema de la imagen. Se examina detenidamente la termino-
logia antropológica del Antiguo y del Nuevo Testamento; la idea de
hombre en ella implicada difiere no poco de los hábitos mentales y
lingüísticos de nuestra cultura y resulta determinante a la hora de
precisar los interrogantes sobre la constitución ontológica humana.
La segunda parte (antropología sistemática) se abre con el trata-
miento del problema alma-cuerpo (capítulo III). El análisis de la an-
tropología bíblica habrá mostrado que es preciso desgravar a la idea
cristiana de hombre de la hipoteca helenista —por decirlo de algún
modo— que pesó sobre ella. Urge, pues, redefinir lo que se entiende
cristianamente por «alma» y por «cuerpo» y cómo ha de concebirse la
unidad corpóreo-espiritual en que el hombre consiste. Tanto más
cuanto que el viejo contencioso alma-cuerpo se ha reactivado hoy
bajo el rótulo mente-cerebro. De lo que se trata es de saber si la reali-
dad humana ostenta o no una singularidad ontológica irreductible; si,
en suma, el hombre es algo más que un robot optimizable o un ani-
mal hipercomplejo.
La aseveración del ser personal del hombre es otra de las cuestio-
nes cardinales de la antropología actual. En ella se ventila la justifica-
ción del valor absoluto de cada sujeto humano, su primado axiológi-
co, su carácter de ser responsable y libre, su índole social. Con este
tema (capítulo IV) la teología tercia en el litigio sobre los humanis-
mos actualmente en curso y trata de ofrecer un justo medio entre los
subjetivismos individualistas y los colectivismos masificadores. La
relación hombre-Dios, la vocación humana a ser imagen de Dios en
Cristo, se revela aquí como el elemento resolutivo que desmarca al
humanismo cristiano de sus homónimos laicos y de toda forma de
antihumanismo, teórico o práctico.
El tema de la mundanidad del hombre (capítulo V) cobra en nues-
tros días especial relevancia. La asunción acritica, ingenua y un tanto
triunfalista, de la actividad humana en el marco de una ideología del
progreso, que había sido la tónica de anteriores decenios, está dando
paso a una consideración mucho menos optimista. La conciencia de
que un activismo exasperado, conducido imprudentemente por la hy-
bris tecnocrática, está dañando gravemente el equilibrio ecológico; la
amenaza del holocausto nuclear; la sensibilidad para percibir las de-
sigualdades crecientes entre personas, clases y países ricos y pobres;
el dramático problema del paro, que acorrala a importantes colecti-
vos en la marginalidad y la frustración, son las señales de alarma que

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