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DISCOPATÍAS TORACOLUMBARES

José F. Gorostiza Larraguibel DVM MS


Surgical Consulation Services
Practice Limited to Surgery
Miami, FL
miamivet@aol.com

El síndrome neurológico de más frecuente presentación en el perro, es la protrusión o la


extrusión de los discos intervertebrales al canal espinal, lo que causa una compresión o
una contusión del cordón espinal.

Las vértebras se encuentran unidas entre sí por tres puntos contacto que son los confieren
la estabilidad intervertebral. En la parte dorsolateral se encuentran los procesos
articulares que forman articulaciones diartroidales entre vertebras contiguas. En la parte
ventral, formando articulaciones anfiartroidales, se encuentran unas estructuras
ligamentosas llamadas discos intertertebrales. Estos discos, que unen firmemente los
cuerpos vertebrales, se encuentran localizados en todas las uniones intervertebrales con
excepción del espacio entre el atlas y el axis (C1-C2). La función de los discos es
proveer estabilidad espinal, permitir movilidad espinal y actuar como amortiguadores
intervertebrales.

Cada disco intervertebral posee en su parte central un núcleo pulposo que es una masa
gelatinosa formada por células mesenquimales suspendidas en un fluido amorfo. La
parte externa del disco es el anillo fibroso que está formado por fibrocartílago cuyas
fibras se encuentran orientadas de tal manera que al entretejerse le dan gran fuerza y
resistencia, así como cierto grado de movilidad. Las porciones laterales y la ventral del
anillo fibroso tienen el doble del espesor en comparación con la porción dorsal del
mismo. Esto explica porque los discos al romperse lo hacen por la parte dorsal. Cuando
se fracturan sólo algunas fibras del anillo fibroso, se produce un abultamiento en forma
domo en la porción exterior del disco. Este tipo de lesión se conoce como una protrusión
del disco intervertebral. Cuando la ruptura de fibras es total y permite el escape del
núcleo pulposo al exterior, se habla de una extrusión del disco intervertebral.

Conforme los animales envejecen, las propiedades físicas de los discos van cambiando
debido a variaciones bioquímicas en el núcleo pulposo. La degeneración o metaplasia de
los discos intervertebrales esta determinada por factores genéticos. Se han descrito dos
tipos de metaplasia discal. Las razas caninas enanas, sufren en realidad de una condición
genética llamada displasia hipocondroplasia ósea. Este trastorno se caracteriza porque se
presenta una osificación endocondral retardada pero organizada, que resulta en huesos
con un crecimiento menor en su eje longitudinal. Los discos intervertebrales de los
perros hipocondroplásicos o condrodistróficos presentan una transformación llamada
metaplasia endocondral.
Dichos cambios ocurren durante el primer año de vida y se caracterizan por una
substitución de células fibrocíticas por células condrocíticas, con lo cual en el núcleo
pulposo se transforma paulatinamente en cartílago hialino, mismo que con el tiempo
puede llegar a calcificarse. Entre las razas condrodistróficas encontramos a los
dachshunds, beagles, pequineses, bassett hounds, 1hasa apsos, cocker spaniels, shih tzus
y welsh corgis entre otros.

En las razas no hipocondroplásicas, la degeneración que se presenta en los discos se


conoce como metaplasia fibroide, misma que se caracteriza por una pérdida paulatina de
la elasticidad discal. El núcleo conservará su consistencia gelatinosa, aunque al contener
un menor porcentaje de agua, perderá parte de su elasticidad y por lo tanto su capacidad
de amortiguación.

Cuando un disco intervertebral sufre una protrusión o una extrusión en su porción dorsal,
el cordón espinal se verá afectado en mayor o menor grado.
Una protrusión discreta provocará una irritación e inflamación del cordón espinal que se
verá reflejada clínicamente como dolor.
Si la protrusión es mayor o si existe una extrusión discal, el trauma sobre el cordón
espinal se incrementará, con lo que el paciente presentará déficits neurólogicos.
El 85% de las discopatías se presentan en la región toracolumbar, el 15% restante ocurren
en la región cervical. En el área toracolumbar la mayor parte de las lesiones se presentan
entre T11 y L3.

La signología clínica es variable y dependerá del disco en particular que haya sido
afectado, del tiempo transcurrido desde que ocurrió la lesión y de la fuerza (velocidad) de
la extrusión. Algunos pacientes presentan sólamente un marcado dolor, renuencia a
moverse y particularmente a saltar o subir escaleras. Estos animales, por regla general,
sufren de una protrusión discal, aunque puede darse el caso de una extrusión discal de
muy baja velocidad. Cuando se presenta una extrusión discal, por lo general los
pacientes tienen manifestaciones neurológicas francas que variarán según el grado de
compresión que haya sufrido el cordón espinal. Estos síntomas clínicos comienzan como
una ataxia discreta que progresa paulatinamente a una falta de propiocepción y
posteriormente una paresis paraplégica.

Cuando la extrusión de un disco es paulatina, se le llama de baja velocidad y el paciente


presentará signos clínicos de progresión lenta. Cuando la extrusión es rápida (explosiva),
debido a un salto o movimiento brusco, se llama extrusión de alta velocidad. Este tipo de
lesiones son devastadoras ya que el disco se rompe abruptamente y el núcleo pulposo es
expulsado de manera violenta contra el cordón espinal. El impacto provoca una
contusión espinal y en ocasiones un fragmento del núcelo pulposo penetra en cordón
espinal. Estos pacientes son presentados con paraplegia y anestesia de los cuartos
traseros.

Durante el examen neurológico los pacientes que sufren de una discopatía toracolumbar
presentarán un cuadro típico de neurona motora superior, la excepción serán las lesiones
que ocurren caudales al segmento espinal L3 que presentarán la signología típica de una
afección a la neurona motora inferior.
El diagnóstico se lleva a cabo mediante un minucioso examen físico, neurológico y
radiológico. Una sólida historia clínica es siempre indispensable. El examen físico debe
incluir siempre una cuidadosa palpación de las vértebras toracolumbares. Utilizando los
dedos índice y medio se aplica presión paravertebral a ambos lados de la columna
vertebral, comenzando por L6-L7 y avanzando en dirección craneal. En muchos casos
(pero no en todos) es posible establecer cual es el disco afectado mediante simple
palpación, ya que el paciente presentará dolor en un punto específico. Otros pacientes sin
embargo, que presentan dolor generalizado en toda la región, de modo que la palpación
no servirá para establecer cuál es el disco afectado.

El examen neurológico nos permitirá, en primer lugar, establecer si la lesión está


localizada craneal o caudalmente con relación al segmento espinal L3 (neurona motora
superior vs inferior) y en segundo lugar nos permitirá emitir un pronóstico basado en el
grado de deterioro neurológico presente. Los pacientes que sufren de discopatías pueden
agruparse en 5 categorías.

Grupo 1
Animales que presentan un primer episodio de dolor y cuyo examen neurológico es
normal.

Grupo 2
Animales con episodios recurrentes de dolor y/o examen neurológico con déficits
mínimos tales como ataxia discreta y falta de propiocepción. Los pacientes son capaces
de ambular, algunas veces se caen pero se pueden levantar y orinan voluntariamente.

Grupo 3
Estos casos presentan paraparesia severa pero son caces de orinar voluntariamente. Al
sostener al animal de pie, este será capaz de mover los miembros de manera voluntaria,
pero no será capaz de soportar su propio peso.

Grupo 4
Estos pacientes presentan paraplegia total y retención urinaria. Son capaces de percibir
dolor profundo, que se manifiesta como una respuesta de comportamiento y no como un
simple reflejo espinal.

Grupo 5
Este grupo de pacientes presenta una singnología clínica igual a la del grupo 4, pero no
son capaces de percibir dolor profundo.

Una vez terminado el examen neurológico es necesario llevar a cabo un estudio


radiológico para confirmar la localización exacta del disco afectado. Para lograr este
propósito es necesario obtener unas placas de excelente calidad, lo cual significa
anestesiar al paciente y posicionarlo de manera precisa durante la toma de las mismas.
Siempre es necesario obtener una toma lateral y una ventrodorsal. Como los cambios
radiológicos que buscamos son mínimos, es indispensable colimar con precisión el área
intervertebral deseada. Sólo es posible evaluar dos o tres espacios intervertebrales por
toma radiográfica radiográfíca, y estos serán aquellos localizados en el área central de la
placa. Las zonas alejadas del centro presentan imagenes que son producto de rayos
tangenciales, por lo cual no tendrán un valor diagnóstico. Los cambios rediológicos que
pueden ser evidentes en una extrusión son el estrechamiento del espacio intervertebral, el
aumento de la densidad radiológica del foramen intervertebral y la presencia de material
calcificado dentro del canal vertebral. Cabe señalar que los discos intervertebrales
calcificados que se encuentran en una posición anatómica correcta no causan
sintomatología clínica alguna y no deben ser considerados como la causa de una
discopatía. Frecuentemente no es posible localizar el disco intervertebral afectado por
medio de simples radiografías, y es necesario llevar a cabo una mielografía, una
tomografía con medio decontraste o una resonancia megnética. La mielografía
procedimiento es una técnica relativamente sencilla (requiere entrenamiento y
experiencia) que consiste en inyectar un medio de contraste positivo en el espacio
subaracnoideo, para así delinearlo en tomas radiográficas subsecuentes. Para
diagnosticar extrusiones toracolumbares es preferible inyectar el medio de contraste por
medio de una aguja expinal introducida en el espacio dorsal intervertebral entre L4-5 o
L5-6.

El tratamiento de las discopatías puede ser quirúrgico o médico. El tratamiento médico


consiste en el uso de analgésicos, antiinflamatorios, relajantes musculares, tranquilizantes
y confinamiento. Sin lugar a dudas, el confinamiento estricto de los pacientes es la mejor
terapia que existe. Es importante señalar que confinamiento significa mantener al
paciente en una jaula durante 14 a 21 días. Posteriormente se le puede mantener dentro
de la casa, en un cuarto pequeño y permitirle paseos cortos utilizando una correa. Esta
parte del tratamiento debe durar unas cuatro semanas más. Muy frecuentemente los
pacientes que reciben tratamiento médico no son confinados de manera estricta. Como
tratamiento reciben una inyección de esteroides y son enviados a casa con instrucciones
de “mantenerlos quietos”. Este tipo de terapia es en extremo riesgosa, ya que al sentirse
mejor el animal, el animal volverá a desarrollar sus actividades normales, mismas que
facilitarán la extrusión total del disco y un rápido deterioro de las condiciones
neurológicas. Es muy importante recordar que los animales que sufren de una discopatía
tienen gran tendencia a presentar úlceras y perforaciones gastrointestinales cuando son
tratados con corticoesteroides. Por esta razón el uso de estas drogas debe ser juicioso y
el tratmiento debe incluir siempre drogas protectoras de la mucosa y bloqueadores de los
receptores H 2.

El tratamiento quirúrgico consiste en descomprimir la médula espinal y retirar el material


discal del interior del canal espinal. Las técnicas quirúrgicas descompresivas tienen
como objetivo el retirar la lámina ósea a la altura de la compresión. Al verse liberada la
médula espinal, esta se podrá inflamar libremente sin que las células del tejido nervioso
sufran necrosis compresiva.

La determinación de cuando se debe llevar a cabo una descompresión quirúrgica es algo


controversial, ya que cada cirujano tiene preferencias personales. De manera general se
puede decir que los pacientes del grupo 1 deben ser tratados de manera conservadora.
Los pacientes del grupo 2 son generalmente tratados de manera conservadora, sin
embargo aquellos que presentan un dolor que no responda al tratamiento médico deben
ser considerados como candidatos quirúrgicos. Los pacientes de los grupos 3 y 4 son
siempre candidatos quirúrgicos y deben ser intervenidos en calidad de urgencias antes
que el daño neurológico progrese. Los pacientes del grupo 5 se dividen en dos
categorías. Aquellos que perdieron la percepción del dolor profundo hace menos de 48
horas deben ser intervenidos inmediatamente. Aquellos que perdieron la percepción del
dolor profundo hace más de 48 horas tienen un pronóstico extremadamente pobre y no
son candidatos para ser descomprimidos quirúrgicamente.

Hemilaminectomía toracolumbar

Esta técnica quirúrgica consiste el retirar la porción lateral de la lámina vertebral para
permitir así la descompresión medular y la exploración del canal vertebral. La cirugía
puede llevarse a cabo mediante el uso de pinzas de rongeur o utilizando una fresadora
mecánica o pneumática.

El paciente se posiciona en decúbito ventral. La incisión en la piel, sobre la línea media,


se extiende la longitud de dos vertebras craneal y caudalmente al punto de la extrusión.
La hemilaminectomía se puede realizar en el lado derecho o en el izquierdo. Si durante
el examen neurológico se advierte que el paciente presenta un mayor deterioro
neurológico de un lado en particular, este será el escogido para la intervención. Si no
existe lateralización de los síntomas neurológicos la imágen radiológica del mielograma
nos puede indicar que lado presenta una mayor compresión. Si no obtenemos una imágen
clara a este respecto se interviene del lado que más le acomode al cirujano. Por lo
general los cirujanos diestros realizan hemilaminectomías en el lado izquierdo y los
zurdos en el lado derecho. El siguiente paso es el corte sobre la fascia lumbodorsal,
inmediatamente lateral los procesos espinales dorsales. Se incide la unión del músculo
multifidus lumborum en cada proceso dorsal y con la ayuda de un elevador de periostio
se separan los músculos paraespinales de la lámina vertebral para reflejarlos lateral y
ventralmente hasta exponer las apófisis mamilares y los procesos articulares. A
continuación se inciden las uniones del músculo multifidus lumborum en las apofisis
mamilares. Esta maniobra debe llevarse a cabo con cuidado para evitar dañar el nervio
espinal que se encuentra directamente ventral al sitio de dicho corte. Para iniciar la
hemilaminectomía se retiran, con un rongeur, los procesos vertebrales articulares a la
altura del disco afectado. Utilizando una pinza de Backhaus colocada sobre el proceso
espinoso dorsal de la vértebra craneal, se tracciona dicha vértebra suavemente en
dirección dorsal. Esta maniobra abrirá el foramen intervertebral y permitirá la inserción
de la punta de un rongeur de mordida fina. Poco a poco se retira la lámina vertebral
exponiendo así el cordón espinal. La longitud de la hemilaminectomía variará
dependiendo de la cantidad y la extensión del material discal extruido, pero por regla
general se retiran 2/3 de la longitud de la vértebra craneal y caudal al disco afectado.
Una vez expuesta la médula espinal, el material discal extruido debe ser retirado del canal
vertebral por medio de pequeñísimas espátulas. Esta maniobra debe ser llevada a cabo de
manera cuidadosa para no traumatizar el cordón espinal y para no romper los senos
vertebrales que se localizan ventrales a la médula y que pueden provocar hemorragias
muy profusas. Una vez liberado el cordón espinal se cubre el defecto óseo con un injerto
de grasa que se obtiene de la región subcutánea. Los músculos son llevados a su
posición original y se sutura la incisión en la fascia lumbodorsal con material absorbible.
Los demás planos incididos se suturan de manera rutinaria poniendo énfasis en obliterar
todo espacio potencial para evitar la formación de seromas en el área.

El cuidado posoperatorio en estos pacientes es crítico, sobre todo aquellos que presentan
retención urinaria. A estos animales se les coloca un catéter urinario de Foley para evitar
la distensión de la vejiga por retención urinaria Deben permanecer hospitalizados hasta
que recuperen la funcionalidad de la vejiga. Una vez que esto suceda, el paciente puede
ser enviado a cada, aún y cuando no sea capaz de caminar todavía. La fisioterapia es
sumamente importante y debe ser iniciada en cuanto el paciente sea capaz de tolerarla.
Paulatinamente la función neurológica volverá a la normalidad y el paciente será capaz
de caminar nuevamente.

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