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Esta semana, Alejandra Escura y Mireia Garibaldi, psicólogas del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I
PSIQUIATRIA MENSALUS, nos hablan sobre las conductas de riesgo en adolescentes y jóvenes, y nos
recuerdan la importancia de consultar con un profesional cuando sea necesario
Las conductas de riesgo son comportamientos que implican un efecto placentero inmediato pero carecen
de una valoración de las consecuencias posteriores.
Así pues, aprender a identificar los pensamientos automáticos erróneos o distorsiones cognitivas permitirá
al adolescente alcanzar un mayor bienestar. Esta es una de las principales tareas que llevamos a cabo
desde la intervención psicoterapéutica.
Los adolescentes son el sector de la población más sensible a las influencias del entorno. Se trata de una
etapa decisiva en la adquisición y consolidación de los estilos de vida, ya que se reafirman algunas
tendencias comportamentales adquiridas en la infancia y se incorporan otras nuevas provenientes de
dichos entornos de influencia.
Así pues, en la adolescencia se pueden iniciar una amplia gama de conductas de riesgo que afectan a la
salud biopsicosocial de los chicos y chicas de esta etapa. Estas conductas son acciones voluntarias o
involuntarias realizadas por un individuo o la comunidad que pueden llevar a consecuencias nocivas.
Por todo ello, es esencial que padres e hijos hablen y, en caso de ser necesario, consulten con un
profesional.
La mayoría de las personas inician su vida sexual durante la adolescencia. El número de abortos en
esta etapa supera los 2,5 millones. Este incremento parece estar relacionado con una iniciación
sexual más precoz, mayor número de parejas sexuales y el no uso del preservativo o de otras
medidas anticonceptivas.
Trastornos de la alimentación
Conducta Antisocial
Los menores que manifiestan conductas antisociales se caracterizan, en general, por presentar
conductas agresivas repetitivas, robos, provocación de incendios, vandalismo, y, en general, un
quebrantamiento de las normas. Cuando los niños se convierten en adolescentes y adultos, sus
problemas suelen continuar en forma de conducta criminal, alcoholismo, afectación psiquiátrica
grave, dificultades de adaptación manifiestas en el trabajo y la familia y problemas interpersonales.
La conducta suicida es un importante factor de riesgo en la adolescencia y, a su vez, es uno de los mayores
tabúes. En realidad, es una de las primeras causas de mortalidad en esta población.
La conducta suicida engloba varios fenómenos entre los cuales destacan el suicidio consumado, la tentativa
suicida y la ideación suicida. Algunos signos de alerta relacionados con esta conducta de riesgo son:
El papel de la familia
La familia cumple un rol primordial en el desarrollo de cada uno de sus integrantes, es moduladora y
promotora de emociones y sentimientos, es escenario constante de modelos de conducta, transmisora de
valores y normas de convivencia. La familia es el primer pilar del desarrollo de un vínculo adecuado basado
en la dedicación, el afecto, la comunicación, la cohesión, la adaptabilidad, etc.
Por todo ello, los modelos parentales y de otros adultos significativos en la vida del adolescente
desempeñan un papel trascendental, ya que ejercen una importante influencia en el desarrollo de hábitos
de vida, formas de expresar afectos, relacionarse con los demás, de resolver conflictos y de desarrollar
conductas de autocuidado. Por este motivo, el trabajo conjuntamente con los padres, en muchos casos,
será uno de los pilares del tratamiento.
La adolescencia es una etapa en la que se producen grandes cambios en el desarrollo emocional, físico,
mental y social, los cuales provocan desorientación y ambivalencia en la búsqueda del equilibrio personal y
social. En ocasiones, la ayuda de un psicólogo puede facilitar la comprensión y adquisición de dichos
cambios.