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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior


Universidad Nacional Experimental de los Llanos Centrales “Rómulo Gallegos”
Área de Ciencias Políticas y Jurídicas
Programa Municipalizado de Formación en Derecho
Núcleo San Juan de los Morros

GLOSARIO

Profesora: Integrantes:
Azucena Álvarez Elianyi Campos CI 29.708.587
Ramon Morales CI 8.999.294
Danyelo Navarro CI 26.717.899
Carlos Rojas CI 13.616.392
Greika Romero CI 30.344.258
Raulimar Zambrano 28.169.417

2do año sección 13

San Juan de los Morros, Mayo del 2022


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1. Criminalidad
Lo primero que vamos a hacer es conocer el origen etimológico de la palabra criminali-
dad que ahora nos ocupa. En este caso, podemos exponer que procede del latín, exacta-
mente es fruto de dos componentes claramente delimitados:
-El sustantivo “crimen”, que viene a hacer mención al resultado de una acción delictiva
que debe ser llevada a juicio.

-El sufijo “-alis”, que se utiliza para indicar “relativo a”.

El concepto puede usarse de diversas maneras, siempre vinculado al crimen: un delito de


gravedad o una acción voluntaria que se realiza con la intención de herir gravemente o
asesinar a alguien.
La idea de criminalidad puede emplearse respecto a la circunstancia que convierte a un
acto en criminal. También refiere a la cantidad de crímenes que se cometen en un lugar y
en un momento concreto y a la acción de cometer crímenes.

2. Conducta Criminal

3. Delincuente de Cuello Blanco


Es cometida por personas que tienen alto nivel social en el ejercicio de su profesión. La
delincuencia de negocios se refiere a los delitos cometidos en el desarrollo del ejercicio
de la actividad profesional.

El sujeto activo debe tener alto nivel social;

Debe ser cometida en el ejercicio de su profesión;

La cometen sujetos con buena posición económica, buena residencia, no muestra pobre-
za, no presenta mala educación, ni poca inteligencia, sería más bien por avaricia, y

Es difícil de descubrirlo y comprobarlo por su poder económico.


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4. Etiquetamiento o Estigmatización
La Teoría de la reacción social, Teoría del etiquetado, Teoría del etiquetamiento o labe-
ling (en inglés Labeling theory) es una de las teorías microsociológicas de la sociología
de la desviación desarrollada durante la década de 1960 y 1970 que postula, en relación
con las teorías de las relaciones sociales, que la desviación no es inherente al acto con-
creto sino que es una manifestación de la mayoría social que califica o etiqueta negativa-
mente los comportamientos de las minorías al desviarse de las normas culturales estan-
darizadas de la mayoría. La teoría ha prestado especial atención a distintos colectivos o
minorías que habitualmente sufren el etiquetado o calificación negativa por su desvia-
ción de la norma mayoritaria social (grupos de personas en situación de discapacidad fí-
sica, psíquica o mental, criminales, homosexuales, niños, ancianos, minorías raciales,
etc.).

La teoría del etiquetado defiende que la desviación no es inherente a un acto, sino que se
muestra la tendencia de la mayoría a las calificaciones negativas o etiquetado de las mi-
norías a las que se ven como desviación de estándar de las normas culturales y sociales.
La teoría hace referencia a cómo la propia identidad y el comportamiento de los indivi-
duos puede ser determinado o influido por los propios términos utilizados para describir
o clasificar dicho comportamiento, y se asocia con el concepto de una profecía que se
cumple y con los estereotipos.

5. Política Criminal
La política criminal, como se conoce hoy, tiene sus orígenes a finales del siglo XIX
(1803) con el alemán Fran Von Liszt quien la definió como "el conjunto sistemático de
principios, con arreglo a los cuales deben organizar el Estado y la sociedad la lucha
contra el crimen"

Por su parte, Gabaldón, entiende por política criminal todas las actividades dirigidas o
coordinadas por el Estado para identificar la problemática delictiva y para adoptar medi-
das tendentes a minimizar los efectos de la criminalidad. En otras palabras, se trata de la
formulación de políticas públicas para el control de la criminalidad por parte del Estado.
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Partiendo de esta idea, planear el sistema de justicia penal, no supone únicamente un


marco normativo en función de cifras, tiene que ver además con calidad de vida, se apo-
ya en la educación, la salud, la nutrición, el trabajo, la vivienda, el salario, la recreación,
entre otros, es muchos más que la policía, los tribunales y las cárceles; se trata de inves-
tigar, juzgar y sancionar, pero también de desarrollar al pueblo. En este sentido, la políti-
ca criminal debe ser considerada como una sección de la política social del Estado,  Por
ello, el enfrentamiento de los índices de criminalidad, se asume como una política inte-
gral, que comprende, por una parte, la reducción de las desigualdades sociales, el incre-
mento del nivel de empleo y la atención a los grupos sociales relativamente pobres y,
por la otra, una política específica para la prevención y combate de la criminalidad y la
violencia.

A los efectos de esta investigación se ha conceptualizado la política criminal, como una


sección de la política pública destinada a la planificación, ejecución y control de linea-
mientos preventivos y represivos en la lucha de la criminalidad en Venezuela.

6. Derecho Penal
Se entiende por derecho penal a la rama del Derecho que se encarga de normar y
concebir las capacidades punitivas, es decir, de castigo, que se reserva el Estado para
aquellos que violentan las normas de convivencia o de conducta, siempre a partir de un
principio de proporcionalidad y de imparcialidad.

El derecho penal comprende la creación y el estudio de las leyes penales, aquellas que


contemplan justamente lo que es y lo que no es un delito, así como el acompañamiento y
orientación de las decisiones judiciales en la materia. Pero no sólo eso, sino que también
de los mecanismos con los que la sociedad se protege a sí misma y la filosofía que existe
detrás del castigo y/o la reclusión.

Esta rama jurídica pertenece al Derecho positivo, o sea, al contemplado en ordenanzas,


códigos y leyes escritas y adscritas por las personas. Los asuntos penales tienen que ver
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con la decisión de alejar por un tiempo a un individuo del resto de la sociedad, al consi-
derarlo peligroso o incapaz de ajustarse a las reglas, o de brindarle un marco de rehabili-
tación para que lo haga.

La única fuente posible del derecho penal es la ley misma, contemplada en los códigos
penales y leyes penales en vigencia, ya que ni la costumbre ni la naturaleza definen lo
que es punible o no, sólo las leyes de los seres humanos.

El derecho penal es tan antiguo como la vida en sociedad, aunque existía inicialmente en
leyes de venganza tribal como la Ley del Talión.

7. Abolicionismo
Según RAE:
Movimiento que propugna la abolición de ciertas leyes, tales como las de esclavitud, pen
a de muerte o segregación racial.

El abolicionismo penal es una corriente criminológica que promueve la definitiva


eliminación del poder punitivo.1El abolicionismo penal considera que el sistema penal
no resuelve conflictos, es inhumano en cualquiera de sus formas, genera violencia,
multiplica desigualdades sociales y solo contribuye a mantener inalterable el orden
establecido.2

A diferencia del Movimiento abolicionista de la prisión, el abolicionismo penal no se


limita a cuestionar únicamente los establecimientos penitenciarios. Por su parte, además
de la eliminación de la cárcel, promueve terminar también con el resto de las agencias
del sistema penal  y sus diferentes manifestaciones tempo-espaciales desde el castigo en
plazas públicas, propio del modelo inquisitivo bajo medieval, hasta las diferentes
expresiones punitivas del actual estado de derecho
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8. Reacción Punitiva

9. Prisión
Una prisión es un sitio donde se encierra a los presos. Dicha institución, también
conocida como cárcel, forma parte del sistema de justicia y recibe a las personas que han
sido condenadas por algún delito.

Por ejemplo: “Tres delincuentes se escaparon de la prisión ante un descuido de los


guardias”, “El empresario aseguró que hará todo lo que esté en su mano para evitar
terminar en prisión”, “El boxeador salió de prisión tras cuatro años y tres meses de
encierro”.

La existencia de las prisiones obedece a diversos motivos, que han ido cambiando a lo
largo de la historia. En general se entiende que una prisión permite proteger a
la sociedad de los individuos peligrosos y, a la vez, reeducar a los detenidos para que
puedan insertarse nuevamente en la comunidad. Pero también puede tener un efecto
disuasivo en quienes planean cometer un acto ilícito, ya que les recuerda que si se hace
justicia pueden pasar el resto de su vida entre rejas.

Cuando una persona es confinada a una prisión, sufre la suspensión de su derecho a


la libertad, ya que la cárcel impide que pueda movilizarse. Sin embargo, otros derechos
(como la propiedad y la seguridad) deben mantenerse pese a que el condenado se
encuentre encerrado.

El concepto de prisión también se usa para nombrar a cualquier cosa que detiene
físicamente: “La silla de ruedas es mi prisión”, “El derrumbe bloqueó la salida y
convirtió a la mina en una prisión”.

Prisión, por último, puede ser una atadura mental o sentimental: “No logro escapar de la
prisión de seguir enamorado de ella”, “Mi preocupación por la salud de Juana es una
prisión de la que no puedo escaparme ni un minuto”.

10. Garantismo
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El Garantismo atiende a los niveles del deber ser y del ser, mediante una serie de
lineamientos políticos y axiológicos que puedan sustentar un modelo normativo idóneo
que garantice la minimización de la violencia penal y permitan someter a cualquier
modelo de derecho penal a su deslegitimación.

Pueden distinguirse varios sentidos en el significado del paradigma garantista que son
objeto de matización y distinción analítica por parte de Ferrajoli con el fin de ubicar las
funciones de la filosofía del derecho, de las disciplinas jurídicas positivas y de la
sociología del derecho. El autor de Derecho y razón sostiene explícitamente tres
acepciones de garantismo: como modelo normativo de derecho, como teoría del derecho
y crítica del derecho y como filosofía del derecho y crítica de la política. A pesar de ello,
siguiendo a Moreno (2007, p. 827), puede interpretarse que existen dos significados
genéricos: el garantismo como modelo de derecho y el garantismo como propuesta de
teoría general del derecho.

La primera acepción formulada explícitamente por el profesor florentino concibe el


garantismo como un modelo normativo de derecho o un esquema que asegura los
derechos frente al poder y establece límites a este.

Aclarando que, tratándose de un modelo, admite diferencias de grado. Así lo indica el


autor italiano: "Será preciso hablar, más que de sistemas garantistas o
antigarantistas tout court, de grados de garantismo; y además habrá que distinguir
siempre entre el modelo constitucional y el funcionamiento efectivo del sistema".
(Ferrajoli, 1995, p. 852). Esta afirmación se explica por la imposibilidad de realización
de los valores por los modelos normativos y la contingencia que existe entre ambos
planos. Como advierte Peña Freire (1997): "La relación entre valores, normas y prácticas
es, por tanto, siempre susceptible de adecuación o desviación y está siempre abierta a la
posibilidad de formular juicios críticos de grado" (p.28). Por ejemplo, en el caso del
derecho penal pueden caracterizarse estados de mayor o menor garantía de los derechos
en un sistema jurídico concreto según se desarrollen los principios en las prácticas
punitivas.
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Una segunda acepción se refiere al garantismo como teoría del derecho y crítica del
derecho, es decir, una teoría de la validez y de la efectividad de las normas jurídicas que
sirve de base para legitimar o deslegitimar las funciones que el derecho desempeña. Esta
perspectiva es interna y estimula el espíritu crítico entre la validez de las normas y sus
aplicaciones.

Una tercera acepción refiere a filosofía del derecho y crítica de la política; se trata del
punto de vista externo "que impone al derecho y al Estado la carga de la justificación
externa conforme a los bienes y a los intereses cuya tutela y garantía constituye
precisamente la finalidad de ambos". (Ferrajoli, 1995, p. 853).

De estas tres acepciones Moreno (2007) extrae dos significados de garantismo: un


modelo de derecho y una propuesta de teoría general. Por lo primero comprende una
alternativa al Estado de Derecho, un tercer modelo: un Estado Garantista de Derecho.
Por lo segundo entiende la superación de los reduccionismos iusnaturalistas e
iuspositivistas.

En primer lugar, Ferrajoli caracteriza su propuesta como Estado Garantista de


Derecho basado en sus críticas al Estado liberal. Estas críticas refieren a tres tipos de
crisis a las que asistimos: crisis de legalidad, en cuanto se ha perdido el carácter
vinculante de las reglas respecto a los poderes públicos; crisis del Estado Social ante la
selectividad y desigualdad que genera el no acoplamiento del Estado de derecho a las
funciones del Welfare State; y una crisis del Estado Nacional, que se ve en la
deslocalización de la soberanía, la erosión del sistema de fuentes y, por consecuencia, un
debilitamiento del constitucionalismo. (Ferrajoli, 2004, pp. 15-17).

De este modo, la alternativa consiste en abandonar la subordinación del derecho a la


política mediante la estricta legalidad, es decir, la subordinación de todos los actos
(incluida la política) al contenido de los derechos fundamentales que fungen como
fuente de legitimación (o deslegitimación). La reformulación del principio de legalidad
hecha por el autor italiano implica tomarse en serio el carácter normativo de las
constituciones: "Según esta nueva formulación del principio, sólo serán Estados de
derecho aquellos modelos político-institucionales que incorporen normativamente una
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serie de límites o vínculos materiales, como condiciones de validez normativa, a las


posibilidades de expresión del poder político". (Peña Freire, 1997, p. 58). En este punto
existe una fuerte separación con respecto de la mera legalidad kelseniana y su falta de
confrontación con ciertos contenidos sustanciales. (Kelsen, 1998, p. 131-133)1.

Lo anterior implica asegurar los derechos individuales tradicionales y al tiempo los


derechos sociales, articular un Estado Liberal Mínimo con un Estado Social Máximo en
el que la distribución adopte una lógica universalista y no selectiva o particularista. (Van
Parijs, 2006). Finalmente, ante la crisis del Estado Nacional, se propone proyectar el
modelo garantista a nivel global no solo con el ánimo de limitar el poder en el ámbito de
la soberanía externa de los Estados sino para reforzar por vía de la legalidad estricta su
propia legitimidad. (Habermas y Jiménez Redondo, 1998). En su versión legislativa o
liberal puede complementarse la descripción de dichas crisis señalando que el Estado
Legislativo no logra asumir los cometidos del Estado de Derecho, particularmente la
forma axiológica que lo define, y, adicionalmente, que el derecho no resulta ser neutral
frente a los conflictos sociales sino que la propia ley hace parte de dichos conflictos; se
desmorona así la idea de que expresa una "voluntad general", dejando de ser garantía
frente al poder para convertirse en forma de ejercer el poder con eficacia y arbitrariedad.
(Peña Freire, 1997, p. 54).

En segundo lugar, el garantismo como teoría general del derecho busca proporcionar


nociones formales que den cuenta de los conceptos sin referencia particular a contenidos
de un sistema jurídico particular. Estas categorías jurídicas pueden ser referidas en
principio a cualquier sistema jurídico, ya que "su significación lógica permanece
invariable con independencia de la rama del derecho a la que sean aplicados". (Peña
Freire, 1997, p. 20). De ahí que el profesor italiano ubique su teoría en términos
epistemológicos en el marco de tres divergencias deónticas entre el ser del derecho y su
deber ser:

a) entre su ser de hecho y su deber ser de derecho, como muestran las investigaciones


sobre el nivel de observancia (o inobservancia) que ofrece la sociología del derecho; b)
entre su ser de derecho y su deber ser de derecho, como muestran los análisis acerca del
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grado de coherencia (o de incoherencia) con las disposiciones constitucionales


elaborados por las disciplinas jurídicas positivas; por último, entre su ser de derecho
(incluido su deber ser jurídico) y su deber ser ético-político -en síntesis, la clásica
separación entre derecho y moral- que resulta de la crítica filosófico-polí-tica del
derecho en su conjunto. (Ferrajoli, 2004, p. 19).

En la interpretación de Moreno (2006, p. 8) es posible clasificar dicha teoría general


según el objeto y el método de cada una de las disciplinas que de ella devienen, así:

Esta inferencia -expresada en el cuadro- evidencia varios niveles de discurso a partir de


los cuales opera la teoría general:

Así pues, la teoría del derecho se configura como el terreno de encuentro entre los
distintos enfoques para el estudio del derecho, a los que proporciona un aparato
conceptual en gran parte común: entre el punto de vista jurídico interno de las
disciplinas dogmáticas positivas, el punto de vista fáctico externo de la sociología del
derecho y el punto de vista axiológico externo de la filosofía política, cada uno de los
cuales corresponde a una interpretación empírica o semántica de la teoría. (Ferrajoli,
1995, p. 20).

En lo que Moreno engloba como ciencia jurídica se encontrarían las indagaciones sobre
los enunciados jurídicos operativos (dogmáticos) o factuales; en lo que denomina
filosofía política se ubicaría la distinción entre derecho y moral, y en la teoría del
derecho garantista particular podría ubicarse la teoría axiomatizada del derecho de
Ferrajoli. Para el profesor, "la teoría del derecho puede concebirse como un sistema de
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conceptos enunciado y organizado -u organizable- según una estructura lógica rigurosa y


exactamente preestablecida, y apoyada en la base observacional suministrada por la
dogmática y/o la sociología jurídica"; el método de construcción de sus conceptos se
basaría en la estipulación de conceptos primitivos o axiomas según reglas de formación
establecidas con anterioridad, la definición de otros conceptos a partir de los primitivos
y la derivación de otras proposiciones de la teoría. (Ferrajoli, 2008a, 2011).

Desde la perspectiva de Gascón-Abellán, el garantismo del profesor italiano se


caracteriza por una tesis metodológica en el análisis me-tajurídico y jurídico que se
sostiene sobre la base de la distinción entre derecho y moral, y por una cierta doctrina de
filosofía política que comprende al Estado y al derecho como instrumentos que permiten
asegurar los derechos. Esto, desde el punto de vista epistemológico, adquiere gran valor
en cuanto asigna diversas funciones a la teoría del derecho que buscan superar el
aislamiento entre la "ciencia del derecho" y la "ciencia de la legislación" -para recoger
los términos de Austin, (Gascón-Abellán, 2001, p. 196).

11. Derecho Penal Mínimo


El derecho penal mínimo, condicionado y limitado al máximo, corresponde no sólo al
máximo grado de tutela de las libertades de los ciudadanos respecto del arbitrio punitivo,
sino también a un ideal de racionalidad y certeza. Existe un nexo profundo entre
garantismo y racionalismo. Un derecho penal es racional y cierto en la medida en que
sus intervenciones son previsibles y son previsibles sólo las motivadas por argumentos
cognoscitivos de los que sea decidible procesalmente, la verdad formal.

El criterio del favor reí es la norma de clausura del modelo de derecho penal mínimo
informada por la certeza y la razón, al no sólo permitir sino exigir intervenciones
potestativas y valorativas de exclusión y atenuación de la responsabilidad penal cada vez
que subsiste incertidumbre en cuanto a los presupuestos cognoscitivos de la pena. A este
criterio se refieren instituciones como la presunción de inocencia del imputado, la carga
de la prueba a cargo de la acusación, el principio de indubio pro reo, la analogía in
bonam partem.
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12. Derecho Penal Máximo


El modelo del derecho penal máximo, a la inversa, es incondicionado, ilimitado, se
caracteriza además de su extrema severidad, por la incertidumbre y la imprevisibilidad
de las condenas y de las penas. Se configura como un sistema de poder no contrastable
racionalmente por ausencia de parámetros ciertos y racionales de convalidación y de
anulación.

La síntesis anterior del modelo garantista de Ferrajoli nos permitirá contrastar el sistema
penal mexicano. En la actualidad se insiste en la frase Estado de derecho, sin que pueda
entenderse muy bien su significado. Después de leer lo que afirma este autor, podemos
contestar claramente su sentido en el área penal, misma que se opone diametralmente al
estado totalitario o estado de policía. Ambos paradigmas son referidos por la mayoría de
autores contemporáneos.

Ferrajoli es, junto con Alessandro Baratta, expositor de una tendencia en el derecho
penal denominada de derecho penal mínimo, en la cual juegan un papel preponderante
los principios penales que el segundo autor considera requisitos mínimos de los derechos
humanos a través de los cuales se articula a nivel de ley la política de mínimo respeto de
esos derechos. Los clasifica en dos grandes grupos: intrasistémicos y extrasistémicos,
siendo los primeros los que indican los requisitos indispensables para la introducción y
mantenimiento de las figuras típicas en la ley y los segundos aquellos referidos a los
criterios políticos y metodológicos para la discriminación y construcción alternativa del
sistema penal de los conflictos y problemas sociales.

13. Derecho Penal del Enemigo

Como se ha mencionado, uno de los aspectos más característicos de la expansión penal


lo constituye el llamado “derecho penal del enemigo”, que se trata de una teoría jurídica
reciente cuyo principal exponente es el profesor Günther Jakobs, quien desde 1985 la ha
desarrollado como un concepto doctrinal y como un postulado político- criminal. Éste se
caracteriza básicamente porque sus normas presentan los siguientes rasgos:
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 Adelantamiento de la punibilidad (se anticipan los supuestos por los cuales es


procedente aplicar el derecho penal a las personas incluso al momento de su-
puesta planeación del crimen).
 Desproporcionalidad de las penas.

 Restricción de garantías procesales.

 Endurecimiento de las reglas penitenciarias (las condiciones de reclusión, me-


diante vigilancia más estricta, por ejemplo) (Martínez Álvarez, 2009: 59). 

Cabe mencionar que para algunos autores este último punto relativo al agravamiento de
las reglas penitenciarias está contenido en la cuestión de la restricción de garantías,
abarcando no solo las de carácter procesal sino también las de carácter sustantivo (las
normas que fundan las facultades del Estado para castigar legalmente a las personas) y
penitenciario.

Para Jakobs el derecho penal del enemigo se caracteriza, en primer lugar, por contener
un amplio adelantamiento de la punibilidad, o sea, que en este ámbito la perspectiva del
ordenamiento penal es prospectiva, tomando como punto de referencia el hecho futuro
que puede llegar a suceder, en lugar de tomar como referencia como habitualmente
ocurre, una visión retrospectiva tomando como punto de referencia el hecho cometido.

En segundo lugar, las penas previstas por este sistema son desproporcionadamente altas
y el hecho de que la autoridad haya anticipado la barrera de punición no se toma en
cuenta para reducir, en correspondencia, la pena aplicada. Y, en tercer lugar, el derecho
penal del enemigo relativiza e incluso suprime determinadas garantías procesales
(Jakobs y Cancio Meliá, 2005: 54).

Algunos otros aspectos característicos de este derecho penal del enemigo son los
siguientes: mientras que en el derecho penal ordinario la función manifiesta de la pena
es la contradicción (la presentación de pruebas en igualdad de condiciones entre las
partes del proceso –el Ministerio Público y la defensa de la persona sometida a proceso),
en el derecho penal del enemigo se busca la eliminación de un peligro, por ello quien se
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conduce de modo “desviado” no ofrece al Estado o a la sociedad – dice Jakobs –


garantía de comprender las normas que rigen el comportamiento personal y, por esto,
justifican, el sujeto no debe ser tratado como ciudadano sino que debe ser combatido
como enemigo, excluido del goce y ejercicio de los derechos de y los demás (Ibid.: 40).

El profesor Jakobs señala también que el derecho penal del enemigo es indicativo de una
pacificación insuficiente que no necesariamente es siempre imputable a los
“pacificadores”, sino también a los rebeldes (Ibid.: 18-19).

El derecho penal del enemigo se aparta de los fines ordinarios del derecho penal, o sea
de la reafirmación del ordenamiento jurídico o de la norma infringida y de la ideología
de la prevención general positiva, de la prevención especial rehabilitadora y de
reinserción social, pues en realidad se trata de una legislación de lucha o de guerra
contra el enemigo, cuyo único fin es excluirlo o hacerlo inocuo.

Mientras que en el derecho penal general la premisa es la conservación y mantenimiento


del orden, en el derecho penal del enemigo el fin es garantizar al Estado certeza
cognitiva (de que las personas entienden y por tanto se ajustan a lo que disponen las
normas penales), por lo cual se tratan de producir en el entorno condiciones por medio
de las cuales sean eliminados todos aquellos que no ofrezcan la garantía mínima para
poder ser tratados como personas.

14. Resocialización

La resocialización, en definitiva, es el proceso que busca que una persona pueda


reintegrarse a la sociedad. Aquellos que fueron condenados por un delito y estuvieron
privados de su libertad a modo de castigo, deben atravesar diversas etapas de
resocialización para poder incluirse nuevamente en el sistema.

Se supone, de este modo, que la permanencia de un individuo en una cárcel forma parte


de un proceso de resocialización. En una primera instancia, el condenado es castigado y
apartado de la sociedad. Un tiempo después, sin embargo, tendrá que reintegrarse. Los
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responsables del centro penitenciario, por lo tanto, deben realizar una serie de funciones
que incluya la asistencia psicológica y la capacitación para que el recluso, al recuperar
la libertad, pueda desarrollarse y no sea nuevamente un componente peligroso de la
sociedad.

Resulta curioso que la pena privativa de libertad continúe siendo la sanción por
excelencia contra cualquier persona que infringe las leyes a pesar de que en la mayoría
de los países la percepción general apunte a que el sistema penitenciario no funciona
adecuadamente, no ofrece una verdadera solución a la delincuencia ni brinda
oportunidades útiles a los presos para que vuelvan a insertarse en el sistema una vez que
han cumplido su pena.

La asistencia psicológica en la prisión es fundamental, ya que muchos de los reclusos


tienen trasfondos emocionales muy delicados por alguno de los siguientes motivos, entre
muchos otros: vienen de familias en las que se han sentido siempre desplazados y no
queridos; han debido abandonar su país a la fuerza por falta de oportunidades; sufren
discriminación por cuestiones étnicas; han vivido en la calle durante mucho tiempo; no
tienen la suficiente formación como para acceder a un buen trabajo y eso los empuja a
sufrir todo tipo de abusos laborales.

Estar encerrado en una celda, privado de la libertad de salir del edificio para hacer las
compras, ver una película o leer un libro en el parque es mucho más difícil de superar de
lo que se percibe desde afuera; como muchas otras cosas en la vida, no valoramos la
libertad lo suficiente hasta que la perdemos. Cuando existen problemas psicológicos que
impiden el correcto y sano desarrollo en la sociedad, verse forzado a compartir un
espacio reducido durante meses o años no es precisamente un plato tentador.

Entre los problemas que deben atender los psicólogos de las prisiones se encuentran los
intentos de suicidio, que muchas veces comienzan por creer que una vez terminado el
periodo de reclusión no habrá futuro. No olvidemos que muchos individuos pierden su
trabajo, su casa y sus relaciones cuando son condenados a prisión, por lo cual el proceso
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de resocialización debe enfocarse en gran parte en impedir que esos acontecimientos les
impidan levantarse y seguir adelante con sus vidas.

15. Rehabilitación

En la literatura comparada, el estudio del principio de rehabilitación usualmente se ha


desarrollado en el marco de las teorías que intentan explicar los fines de la pena. Al
respecto, tradicionalmente se ha distinguido entre teorías absolutas o retributivas y
relativas o preventivas sobre los fines de la pena. Dentro de estas últimas, la teoría de la
prevención especial positiva es aquella que sostiene que el castigo se fundamenta en la
posibilidad de que sirva para la rehabilitación o reinserción del condenado en la
sociedad. Sin embargo, el estudio de la rehabilitación en el marco de dicha teoría se ha
limitado a explicar por qué ésta debe ser considerada el fin último de la pena, sin indagar
específicamente en qué significa rehabilitar. Por ello, no es sorprendente que esta teoría
haya sido objeto de controversia permanente, dado que el concepto de rehabilitación
siempre ha sido notablemente elástico y disputado.

Esta postura es a la que ha apuntado la visión humanista o antropocéntrica de


rehabilitación propuesta por Rotman. Dicho concepto de rehabilitación entiende que ésta
debe separarse de todo elemento punitivo, dado que las únicas funciones que podría
tener el castigo son de índole retributiva o preventiva. Luego, la rehabilitación no resulta
un fin en sí misma, sino que debe ser necesariamente entendida como un objetivo del
sistema penitenciario que busca minimizar, contrarrestar y/o evitar los efectos nocivos
aparejados al encarcelamiento. Esto implica no solo transformar el ambiente
desocializador de la cárcel, sino también reemplazar dicho tipo de castigo por
alternativas no privativas de libertad, siempre que esto sea posible. Bajo esta visión, lo
descrito constituye la única relación que puede existir entre rehabilitación y castigo

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