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UNIVERSIDAD SAN CARLOS DE GUATEMALA.

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y SOCIALES


ESCUELA DE ESTUDIOS POST GRADO
MAESTRIA EN DERECHO PENAL.
CENTRO UNIVERSITARIO DEL NORTE.
CURSO: TEORIA GENERAL DEL DERECHO.
CATEDRATICO: Dr. Saúl González Cabrera

RECENSIÓN 3:
“Los delitos de los Poderosos” y “Consecuencias y
Mecanismos de Afrontamiento en Víctimas de acoso
predatorio: una mirada cuantitativa”.

CIUDAD DE COBAN, ALTA VERAPAZ. 15 DE MAYO DEL 2021.


1. DELITOS DE LOS PODEROSO: TRES TESIS PARA PENSAR EN
SUS JUSTIFICACIONES.

La Constitución Política del Estado de Guatemala, como Ley fundamental de


la República, si bien en términos generales es catalogada como desarrollada,
tanto en su parte dogmática como orgánica, en cuanto al objeto de estudio
que nos ocupa, se anota como un vacío o deficiencia del texto constitucional,
las responsabilidades del Estado y sus funcionarios, otro aspecto fundamental
que debe prever toda norma constitucional es la responsabilidad del Estado
para con los gobernados, o sea, la responsabilidad que debe asumir el Estado
por las acciones u omisiones de sus autoridades o funcionarios que infrinjan la
Constitución y las leyes.

Respecto al proceso penal, la Constitución Política, diseña un sistema


democrático de enjuiciamiento criminal basado en principios y garantías
constitucionales de presunción de inocencia, debido proceso, juez natural y
licitud de la prueba; sin embargo, por encima de la Constitución, se han
instaurado sistemas procesales que perfilaban formas autoritarias para la
resolución del conflicto jurídico penal, actualmente Guatemala implementa un
proceso de transformación estructural de su sistema de administración de
justicia y muy particularmente la penal, con la implementación de planes
tendientes a oralizar el proceso y adecuarlo a la realidad delincuencial del
país.

Las investigaciones sobre el fenómeno de la delincuencia en los sectores


vinculados al poder comenzaron a desarrollarse a principios del siglo XX. Uno
de los precursores fue Edward Rose, que acuñó el término de criminaloide
para referirse a quienes violaban la ley en el curso de su ocupación. Este autor
consideraba que estos criminales no expresaban un impulso malvado, sino
una insensibilidad moral y ética en el ámbito cívico y de los negocios. En 1934,
Albert Morris sostiene que por su inteligencia, estatus social y técnica del
crimen estos delincuentes son inmunes a toda posible consideración de una
sanción. Sin embargo, el trabajo científico que alcanzó mayor repercusión
sobre el tema fue el de Edwin H. Sutherland, de la Escuela de Chicago, que
en 1939 presenta su teoría de la asociación diferencial en la que desarrolla por
primera vez el concepto de delito de cuello blanco, como aquel delito cometido
por una persona de respetabilidad y estatus social en el curso de su
ocupación.

El sociólogo citado por Muñoz Conde llega a la conclusión que: “Estas


infracciones no provocan penas de prisión, sino que son sometidas a
comisiones administrativas, pero más allá de la ausencia de reprobación
social, son consideradas delito”. Con sus investigaciones se aleja del
paradigma positivista lombrosiano que basa la consideración del delincuente
según características físicas, biológicas y patológicas determinantes o
asociadas a la pobreza.

Autores como Durkheim y Merton, de la denominada corriente


estructuralfuncionalista, comprueban que la criminalidad no es monopolio de
los estratos más bajos de la escala social, sino que se repite como fenómeno
en todas las sociedades y en todos los sectores sociales. Ellos consideran al
delito como parte integrante y funcional del sistema, necesario para
reestablecer el equilibrio y el desarrollo sociocultural.

Merton consideraba que la criminalidad de cuello blanco constituía la


confirmación de su tesis acerca de la desviación innovadora: los delincuentes,
en general, respetan los fines culturales sin interiorizar las normas
institucionales. En las clases altas, el fin sería el éxito económico y sin
importar los medios para alcanzarlo. Sutherland critica a Merton en su
planteamiento ya que “no llega a explicar la criminalidad de cuello blanco
porque los sectores marginales no tienen el acceso a los medios para llegar al
fin”

Sutherland, como alternativa a la teoría de Merton, sostiene que la conducta


criminal se aprende según contactos específicos a los cuales está expuesto el
sujeto en su ambiente social y profesional. Por otra parte, las estadísticas
criminales no dan cuenta de la real dimensión y distribución del fenómeno de
la delincuencia, menos aún de aquellos delitos cometidos por integrantes de
los sectores vinculados al poder.

Massimo Pavarini, “el conflicto que se genera en la sociedad de clases


determina el fenómeno criminal: el dominio que ejerce una clase sobre otra se
traduce en el poder de coerción que implica la criminalización y las políticas
discriminatorias sobre la clase de excluidos y marginados que carecen de
poder. Esta criminalización desigual es un instrumento represivo de la clase
dominante que se ejerce desde las instituciones formales y no formales”.

Los datos numéricos no hacen más que confirmar esta tesis. Como ejemplo
podemos mencionar que el Código penal guatemalteco establece penas que
se extienden de seis a quince años para el asalto a mano armada; pero para
la estafa existen penas de seis meses a cuatro años; al autor de homicidio se
le castiga con penas de quince a cuarenta años; pero para el cohecho pasivo
de dos a ocho años, y para el cobro indebido de uno a tres años. Cabe aclarar
que “la criminalidad común suele hallarse bajo el amparo del delito de cuello
blanco en la conformación de lo que se denomina economía ilegal.

Cuestiones de política el delincuente de cuello blanco no es caracterizado


como tal en los noticieros, por lo que resulta complejo establecer cuándo se
refiere a este tipo de criminalidad. La responsabilidad del que quebranta la ley
se escurre en el mismo relato. Así, como en la cotidianidad, las consecuencias
de estos hechos delictivos son tan dispersas que parecieran no dejar rastro, ni
daño alguno. La gravedad y peligrosidad de estas conductas, muchas
excarcelables, supera en escala a la criminalidad común. No está de más
decir que las condenas brillan por su ausencia. En este armazón de relaciones
entre la narrativa noticiosa y el sistema penal, la variable clase social, es
decisiva para la comprensión del sentido que se construye en torno de la
cuestión criminal de cuello blanco. El particular y gran cuidado jurídico
respetuoso de las garantías constitucionales que rodea a los casos de delitos
de cuello blanco desnuda a una justicia complaciente y tolerante de la
impunidad de los que delinquen escudándose en sus cargos jerárquicos, de
funcionarios o de clase. No sucede lo mismo con la delincuencia común, que
se ve sumergida bajo el manto de la tolerancia cero, la falta de garantías
constitucionales, los abusos y las torturas en comisarías y cárceles, la pena de
muerte extrajudicial. Cuántos jóvenes marginales en los países
latinoamericanos mueren en manos de la policía, en enfrentamientos, como
ellos lo llaman. Policías cómplices y jueces que se hacen de la vista gorda.
Este es el panorama de un sistema penal que recae sobre los otros.

2. “Consecuencias y Mecanismos de Afrontamiento en Víctimas de


acoso predatorio: una mirada cuantitativa”.

Se tipifica la conducta conocida como “stalking” en el sistema anglosajón o


el “acoso predatorio”, mediante el que una persona, sin estar legítimamente
autorizada, altera gravemente de forma insistente y reiterada el desarrollo de
la vida cotidiana de la víctima.

El tipo penal describe los cuatro supuestos necesarios para poder castigar al
autor como responsable de un delito de acoso:

1. Vigilar, perseguir o buscar la cercanía física.

2. Establecer o intentar establecer contacto por cualquier medio de


comunicación o a través de terceras personas.

3. Utilizar indebidamente datos personales para adquirir productos,


servicios o mercancías en nombre de la víctima o hacer que terceras
personas se pongan en contacto con ella.

4. Atentar contra la libertad y patrimonio de la persona o de otra


próxima a ella.

5. Se castiga la comisión de cualquiera de las cuatro


conductas anteriores siempre que supongan una indudable
gravedad, no siendo punible el mero sentimiento de temor o molestia.
Estos hechos solamente serán perseguibles previa denuncia, excepto
cuando el ofendido sea o haya sido su cónyuge o persona que esté o haya
estado ligada por una relación de afectividad o descendientes, ascendientes o
hermanos.

La pena se agrava para estas personas a las que se refiere el artículo 17 bis
del Código Penal (violencia de género o doméstica) o para quienes acosen a
aquellas especialmente vulnerables por la edad, enfermedad o situación.

Los cuatro aspectos esenciales sobre los que se vertebra el delito tienen unos
contornos imprecisos y cambiantes. Podemos citar a modo de ejemplo
algunas conductas típicas:

1. La proximidad física incluye la observación a distancia y a través de


dispositivos electrónicos como GPS, cámaras de videovigilancia,
geolocalización mediantes las aplicaciones de WhatsApp, Facebook,
etc…

2. El contacto se puede producir mediante llamadas telefónicas o por


internet, incluyendo no sólo el contacto efectivo, sino también la
tentativa.

3. La utilización indebida de datos personales abarca la publicación de


anuncios en internet, periódicos u otros medios digitales, ofreciendo en
nombre de la víctima servicios o productos que provoquen la
recepción de innumerables llamadas.

4. El atentado contra la libertad y el patrimonio genera bastantes dudas


interpretativas, al no concretarse si debe producirse sobre conductas
ya tipificadas o no el Código Penal.

La sentencia del pleno de la Sala Segunda del Tribunal Supremo 324/2017 es


la primera que estudió esta figura delictiva y considera el delito de acoso como
una variante de las coacciones. Así, exige unas conductas de acecho
permanente o intento de comunicación reiterada que tengan entidad
suficiente para producir una inquietud y desasosiego relevante penalmente y
que provoquen una alteración grave de la vida cotidiana en la víctima.

Para el alto tribunal, de “forma insistente y reiterada” equivale a decir que se


está ante una reiteración de acciones de la misma naturaleza que se debe
proyectar en un doble aspecto: repetitivo en el momento en que se inicia y
reiterativo en el tiempo.

Se considera un delito de resultado, en el sentido de que las conductas deben


causar directamente una limitación trascendente en alguno de los aspectos
integrantes de la libertad de obrar del sujeto pasivo, ya sea en la capacidad de
decidir, ya en la capacidad de actuar según lo ya decidido.

La sentencia de la Audiencia Provincial de Valladolid de 29 de noviembre de


2016 matiza que la comisión del delito “requiere valorar las características,
reiteración y prolongación en el tiempo” y si “tal conducta es idónea para
llegar a afectar seriamente el equilibrio psíquico del sujeto pasivo”.

La prueba de estas conductas resulta todavía más compleja y difícil en la


tramitación de los juicios rápidos, al limitarse de forma temporal los medios de
prueba que se pueden desplegar. Sin embargo, es precisamente en el ámbito
de los juicios por violencia familiar –por tanto, juicios rápidos- donde es más
frecuente tratar este tipo de conductas delictivas.

Debemos tener en cuenta que la condena por este delito precisa de


una reiteración de acciones de la misma naturaleza que se repita en el
tiempo (aunque sin concretar por el legislador el periodo de tiempo) y que
suponga una intromisión indeseada en la vida de una persona que genere un
estado de presión psicológica que desemboque en la adopción de cambios
sustanciales en la forma de conducirse o relacionarse socialmente en su vida
diaria.

El concepto de grave alteración de la vida cotidiana se antoja bastante difuso,


debiendo estar a cada caso concreto y en especial a la interpretación
jurisprudencial que lo desarrolle. En cualquier caso, debe entenderse como
algo cualitativamente superior a las meras molestias, exigiendo una
modificación en el proceso vital de la víctima de manera sustancial y grave.

Al tratarse de un delito doloso requiere la efectiva alteración de su normal


proceder y actuar, siendo ejemplo de ello “los cambios de itinerario para ir al
trabajo o a zonas de ocio”, “los cambios de domicilio o de número de
teléfono” o la “limitación de las salidas de casa para relacionarse o el bloqueo
de llamadas o mensajes telefónicos”

Y que este estudio también demuestra que son las mujeres las más afectadas
ya que presentan mayor porcentaje de trastornos psicológicos y en su entorno
de vida cotidiano, experimentan miedo, frustración y también son las que mas
denuncia este tipo de situaciones a las que son sometidas.

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